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Génesis Natalia Tobón Becerra

Estudios Literarios
Universidad Nacional de Colombia
2019 – I

La escritura poética desde la otredad caribeña

Para entender cómo se configura la creación literaria desde la negritud es vital preguntarnos
primero lo que llamamos Negritud. La negritud es el espacio existencial intrínseco del ser
negro, esto implica no sólo dónde habita el negro sino también cómo habita el negro. El
lugar donde habita el negro se encuentra afuera de los límites de lo que la razón del hombre
occidental ha denominado existencia humana. El negro ha sido visto como animal, como
ser inferior o como ser impedido intelectualmente, desde la perspectiva del europeo, por
tanto, se ha visto segregado de un mundo racional y se ha encasillado en un espacio fuera
de la razón misma. Dicha segregación parece estar fundada en la cuestión racial y esta se
reduce al problema de lo diferente, en donde encaja el concepto de la otredad. Parece que el
ser humano no es capaz de comprender lo diferente de sí y, al no poder aprehenderlo, lo
rechaza. Este es un problema que se direcciona desde el hombre occidental hacia todos los
no occidentales, amarillos, negros, latinoamericanos, indígenas, etc. También parece ser
que es un problema que nace desde la diferenciación más básica, las características
fenotípicas, pues más allá de ser un conflicto que se origina dentro de una discusión sobre
la existencia del ser o sobre las diferentes culturas, es un problema que comienza antes de
que se de cualquier tipo de acercamiento que rebase los límites del contacto meramente
físico y llegue al campo intelectual o, si quiera existencial. Por tanto, la separación
intelectual del ser negro se fundamenta en su condición racial.
Así pues, la segregación del negro —tanto intelectual como social— repercute
directamente en cómo habita el negro en el mundo, en cómo se relaciona el negro con su
entorno social. Dicha relación entre el ser y el entorno en el que se encuentra es crucial para
la formación psicológica del ser mismo, por tanto, el ser negro, su actuar y su pensamiento,
se ven re-moldeados por su relación con el blanco. Entonces, el lugar existencial del negro
se ve marcado por una fuerte segregación racial que se conecta directamente con una
separación, al mismo tiempo, intelectual debido a que el ser racional blanco no comprende
dentro de su sistema lógico a la otredad —el negro—, este queda desplazado a un espacio
donde la razón no llega, un espacio desconocido para occidente. La otredad negra habita
entonces un espacio existencial compartido con todo aquello que se denomina irracional: la
locura, la magia y lo desconocido.
Ahora bien, si el espacio que habita el negro —existencialmente hablando— es un
espacio que la razón europea no puede concebir, y si la existencia misma del ser se
encuentra dentro del espacio de lo que la razón sí puede concebir, entonces se estaría
negando la existencia misma del negro, puesto que se le desplaza al lugar de la
irracionalidad al reino de lo desconocido, lo imaginable y lo irreal. Sin embargo, negar la
existencia del negro radicalizaría demasiado nuestros argumentos. Es posible encontrar un
punto medio bajo el planteamiento del existir del negro dentro del terreno del no-ser, puesto
que, de hecho, el negro sí existe, el blanco lo ve y se relaciona con él, posee una forma
corpórea y un comportamiento que afecta a la sociedad; entonces, hablamos de una
negación de la existencia dentro del terreno del ser racional, hablamos pues de una
existencia fuera de la razón occidental y, qué hay fuera de la razón: la irracionalidad.
El habitar del negro dentro del terreno de la irracionalidad conlleva una
consecuencia mayor que es la imposibilidad de comunicación. Es decir, debido a que el
lenguaje es, por excelencia, el medio racional de expresión del ser humano —recordemos
que lo que nos diferencia de los demás animales es el lenguaje— y por lo tanto se encuentra
dentro del territorio de lo racional, para el negro, desde el lugar de lo irracional, del no-ser,
el lenguaje se encuentra fuera de su alcance. Lo anterior, de una manera metafórica ya que
sabemos que el negro, en efecto, hace uso del lenguaje escrito y oral, pero al encontrarse en
el espacio de la irracionalidad, el uso ‘racional’ del lenguaje queda muy lejos de su
condición existencial. Ahora bien, sin un lenguaje con el cual comunicarse, el negro queda
en silencio frente al mundo, como muchas otras cosas que se encuentran en el espacio del
lo irracional. La locura y la magia, por ejemplo, son increíblemente difíciles de narrar,
incluso de definir, debido a que son inaprehensibles racionalmente y el modo de uso del
lenguaje al que estamos acostumbrados es enteramente racional. En otras palabras, el
lenguaje occidental se encuentra íntimamente relacionado con la razón, nombramos el
mundo a nuestro alrededor, lo entendemos en nuestra mente y lo explicamos por medio del
lenguaje, pero si la razón no comprende lo que vemos, entonces el lenguaje tampoco podrá
explicarlo. En ese caso, el existir negro se encuentra también en dentro de ese silencio que
rodea a la locura y la magia al ser imposibles de racionalizar y, por tanto, de poner en
palabras. Ahora, si la literatura es un acto artístico donde el propósito último del autor es
comunicar ¿cómo se habla desde el silencio, desde la no existencia, desde la locura y el
sinsentido?
La decisión de Césaire de recurrir a la poesía, desde el surrealismo, como medio
para comunicar el espacio del no-ser del negro es una salida brillante para este dilema,
puesto que se presentan imágenes poéticas por medio de signos lingüísticos que poco o
nada tienen que ver con sus tradicionales ‘imágenes acústicas’, rompiendo con la lógica del
lenguaje occidental. Es importante aclarar que este es un planteamiento del surrealismo y
que no es algo que Césaire haya inventado. No obstante, lo que sí es innovador en la
propuesta del martiniqués es el lugar de enunciación desde donde practica los fundamentos
del surrealismo: la otredad caribeña. Rompiendo esta lógica del lenguaje en su poesía,
Césaire configura una nueva vía de comunicación donde el sujeto negro encarna su lugar
dentro de lo desconocido y habla desde el silencio de la razón que sería la sinrazón, o bien,
la irracionalidad.

Bibliografía
Césaire, Aimé (1939) Cuaderno del retorno al país natal. Ediciones ERA.
(2015) Discurso sobre el colonialismo. Madrid: Akal.
Fanon, Frantz. (2009) Piel negra, máscaras blancas. Madrid: Akal.
(2014) Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica.

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