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Joselin Romero - Análisis Critico Exegético
Joselin Romero - Análisis Critico Exegético
Romero Marrón
Para asegurarse de que los apóstoles no solo estaban motivados, sino facultados
divinamente para su misión, Jesús les ordenó que esperasen la promesa del Padre.
Esa promesa, reiterada durante el ministerio terrenal del Señor. (Lucas 24:49 He
aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros
en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.;
Juan. 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él;
pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado.; Juan 14:16, 26 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho.; Juan 15:26 Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí).
Los apóstoles, sabían del Espíritu Santo y habían probado su acción. Cuando
Jesús los envió en un viaje de predicación les afirmó: Mateo 10:20 “Porque no
sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en
vosotros.” Lucas 12:12 “porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora
lo que debáis decir”. En Juan 14:17, Jesús comentó a los apóstoles: “El Espíritu
de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”.
Ellos habían experimentado el poder del Espíritu para salvación y vida, como
también para ocasiones especiales en el ministerio, pero ahora el Espíritu
moraría en ellos de manera permanente y los facultaría en una forma única. Y
es allí donde se les prometió: que iban a recibir el poder, es decir, lo que
necesitarían para ministrar después que el Espíritu Santo viniera sobre ellos.
Aunque esta promesa del poder fue principalmente para los apóstoles, también
se daría a todos los creyentes (Hechos 8:16; 10:44 Mientras aún hablaba Pedro
estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
Hechos 19:1-7).
Ezequiel 36:25-27 registra la promesa de Dios para todo aquel que entra al
nuevo pacto: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas
vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros
mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los
pongáis por obra.”
En la época actual, el bautismo por Cristo a través del Espíritu Santo tiene lugar
para todos los creyentes en la conversión. En ese momento, cada uno entra al
cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13 “Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos
se nos dio a beber de un mismo Espíritu”).
En ese instante, el Espíritu también hace morada en la persona convertida.
El verbo traducido seréis bautizados indica que el bautismo por Jesucristo con
el Espíritu es una actividad totalmente divina. Viene, igual que la salvación, por
medio de la gracia, no por esfuerzo humano. Tito 3:5-6 declara: “5 nos salvó, no
por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el
cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador”.
Dios derrama, de manera soberana, el Espíritu Santo en aquellos que salva.
1 Juan 1:1-2 “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos
tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y
testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se
nos manifestó”