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El mistero de hombre Dios conduce el mundo creado hacia la consumacién final por medio de su providencia (LG 2); 3) el mundo seré renovado al final de os tiempos, cuando lleguen los nuevos cielos y lanueva tierra (LG 48); 4) laesperade tuna tierra nueva y definitiva no debe debilitar los afanes legitimos para perfeccionar el mundo presente (GS 39) 3.4, PapLo VI y JUAN PaBLo II Pablo VI en el Credo det Pueblo de Dios confes6 a propésito de este tema: «Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espiritu Santo, Creador de las cosas visibles ~como es este mundo en el que pasamos nuestra breve vida- y de las cosas invisibles ~como son los espititus puros, que lamamos tainbién éngeles~ y Creador igualmente, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal», El papa Juan Pablo II en sus Catequesis ”, 2.4, Sinembargoestas consideraciones filos6ficasno son suficientes para dar por cerrado cl tema, ya que la fe cristiana en la creacién no se en- tiende, sise prescinde de la creacién en y para Cristo. Precisamente la no- ‘edad radical que Cristo significa para oxi el mundo creado ha supuesto ‘en a weologia reciente el fundamento para afirmar desde el punto de vista teol6gicoel comienzo temporal del mundo. Desdeel presupuesto deste ‘acontecimieato y puesto que el mundo entero estéorientado hacia Cristo, todas las etayas de la creacién y de la historia han de participar en cierto modo de esta novedad: asf la novedad del comienzo del mundo serfa en cierto modo! presupuesto del evento Cristo, al cual se opondria una eali- ‘dad existente desde siempre, Parece ldgico que, siel iempohade terminar para dar paso lo definitivo, ha de haber empezado, y sitado el mundo ca- ‘mina hacia una consumacién, debe haber tenido un principio. 2.5. Aurque no directamente incluido en el concepto de creacién, {se caso de Dios hace del universo el alter ego de Dios, el dable del universo. Esta idea deifica el universo y seculariza & Dios, es necesariamente pantefsta Dios s6lo, y no ¢! mundo, subsiste desde toda la eternidad» (La doctrine chré- tienne de la Création.,p. 44). 22. La Cudad de Dios, c. 6 (BAC 16, p. $98). Cf, Bailloux E., «La Cré tion et le temps selon St. Agustin», MSR 26 (1969) 65-94, 23. Cf. Kem W., «Dios ere6 este mundo como mundo con comienzo tem- poral», MS II, p. 5785s, 95 El misterio del hombee sin embargo de los datos de la Escritura se deduce que e! mundo ha teni- do un comienzo en el tiempo, o mejor dicho, con el tiempo -de acuerdo con la expresién citada de san Agustin-, ya que éste es s6lo un concep- tocon fundamento en la realidad y solamente cuando el mundo comien- za a ser podemos hablar de la dimensidn temporal. El tiempo del co- mienzo tiene presente y futuro, pero le falta el pasado, por lo que se asemeja al eschaton, que tiene pasado y presente, pero le falta el futur. Ambos -proton y eschaton— son acontecimientos-limites que superan nuestra experiencia. Asf, pues, el acto creador es histérico, aunque en un sentido singular, no como los dems hechos, yes temporal, pero con una temporalidad tnica, distinta de cualquier otro acontecimiento. ‘Que el mundo ha comenzado con el tiempo significa que es finito, temporal y mudable, es decir, que no es divino y, por tanto, ni generado ni emanado de la sustaneia de Dios (pantefsmo) ni una degeneracign de |o divino (dualismo). La distancia entre Creador y criatura se proyecta ‘en el modo de persistir en el ser en el acto de ser—de ambos: la dura- cin propia del Creador es la eternidad y la especifica de la criatura es el tiempo. Supera asf el cristianismo la disyuntiva: o existe lo eterno, como propone Parménides y el pantefsmo idealista para quienes los seres tem- porales son s6lo imitacién 0 sombra, 0 existe lo temporal, segtin Dem- crit y los demés materialistas hasta el marxismo, para los que lo supra- temporal es un producto de a imaginacién. Por tanto, existe lo eterno, ‘ya que existe Dios, y existe también lo temporal, porque existe la reali dad del mundo, distinto de Dios? 3. DIOS CREA LIBREMENTE Reflexionar sobre la libertad de Dios en la creacién consiste, en de~ finitiva, en interrogarnos por la finalidad de Dios al crear; y, en dltima instancia, en preguntar por el sentido y el valor de lo creado. Estos dos temas libertad de Dios y sentido de los creado, aunque puedan desdo- blarse, de hecho estén fntimamente ligados, como tendremos ocasin de esclarecer. La negaci6n de la libertad de Dios en el acto de crear condu- ce ala afirmaci6n del pantefsmo, y aun Ia misma criatura no sale mejor 24, Cf. Ruiz de la Petia J.L., Teologta de la creacién,p. 140s. 96 El mundo como ereacién de Dios parada, ya que la consecuencia es el rechazo de su autonomia, Hemos de afiadir, por titimo, que la negacién de libertad de Dios al crear represen- tarfa un clare obstaculo para la afirmacién del orden sobrenatural 3.1. La Sagrada Escritura no propone explicitamente la libertad de Dios en el acto creador, sin embargo hay suficientes indicios para dedu- cirla, Los enunciamos sintéticamente: a) Si se compara el texto sacerdotal de Gén 1 con los poemas de la creacién del mundo de los pueblos circundantes, es obvio que el rela- to genesfaco prescinde de la teogénesis y se limita a presentar la crea cién como accién libre de Dios, que permanece en el misterio, estable- sien una dara disnein entre Creadory erature Ia cual no emana de Bi. b)Dios crea lamando-comollamaasu puebloparaestablecerlaalian- za-pormedio desu palabra,® Io que implica puraliberalidad, convirtiendo deeste modo lacreacién en el primer acto de lahistoria de lasalvaci6n, ©) El Nuevo Testamento, sobre toxio san Pablo, insiste en la eleccién (acto libre de voluntad) de todos en Cristo, para incorporamos a su Cuerpo, que es la Iglesia (BF 1,10; Rom 8,28s; Jn 15,16). Luego «no ten- drfa sentido que fuera forzada una creacién que no tiene otro fin més que la llamada del hombre a la comunién con Dios» *, 3.2. La Iglesia ha sido sensible siempre a este tema de la libertad di- Vina en la creacién. La libertad de una necesidad interna la ensefiaron los. crtodoxos en su lucha contra los arrianos, al distinguir el modo de proce~ siGn del Hijo ~necesaria y eterna- y la creacién del mundo, absoluta- mente libre. Tal distinci6n se expresa en el sfmbolo niceno con la frase: ‘«genitum non factum. Como ejemplos de la doctrina de los Padres, ci- tamos a estos autores: a) San Ireneo afirma contra los gnésticos que el creador del mundo «no movide por otro, sino por su voluntad y libre- 25. Cf. Kem W., «lnterpretacion teolbgica de la fe en la ereaciGn», MS. W/, p. 517-528; Ladaria L-F., 0. c. p. 57-59. Conectado con este tema, se plan- tea la cuestidn de la cteacién por medio de la palabra, firmemente anclada en la ‘Sagrada Escritura. Puesto que Dios ereé todo por medio de Ia Palabra -hemmos de tener muy presente a Palabra, que es el Hijo-, todo participa de una condi- ign tevelada y eveladora. Por ello todo lo creado es una interpelacién al hom= bre para que responda a esta palabra de Dios, aunque slo la Palabra encarnada, que es Cristo, esté exenta de ambigtiedades y es perfectamente clara 26. Ladatia LF. 0, 4p 5. on El misterio del hombre mente ha hecho todo, siendo el solo Dios, el solo Duefio, el solo Hace- dor», b) San Atanasio distingue entre la generaciGn del Verbo y Ia crea cidn del mundo: «En efecto, el Creador delibera hacer lo que antes no existia; por el contrario, cuando engendra el Verbo naturalmente de sf mismo no hace ninguna deliberacién»2, Por dltimo, ¢) san Agustin ex- presa el tema de la libertad omnfmoda de Dios con su acostumbrada cla- ridad: «Dios creé todo lo que ha sido creado no por ningtin género de ne cesidad, ni porque careciera de cualquier cosa que le fuera til, sino por sélo su bondad>”. La intervencién solemne de la Iglesia en esta materia se produjo en el concilio Vaticano I, cuya constitucién Dei Filius habla del ibérrimo designio de Dios al crear (DS 3002; D 1783). Algunos padres concilia- res pidieron que se expresase con mayor claridad la exclusién de toda necesidad, a lo que el relator Gasser respondi6 que el superlativo lo ex- presaba suficientemente®. Fin un canon se anatematiza el punto de parti- da del error de los semirracionalistas, para los cuales en Dios lo libre y Jo voluntario se identifican de tal manera que ~segtin ellos— Dios quiere al mundo con el mismo amor con que se ama a sf mismo (DS 3025; D 1805) 3.3, Bn el momento de la reflexién, debemos preguntarnos ante todo de qué libertad hablamos. Pues bien, incluimos en ese concepto de liber- tad divina estos dos aspectos: la inmunidad de toda coaceién externa (Gato implicado en el mismo concepto de creacién de la nada, ya que si nada hay previo, nada puede obligarle), y la exencién de toda necesidad interna, lo cual quiere decir que no hay nada en el ser de Dios que le obligue a crear, Este mundo existe, porque Dios lo ha querido, y ademas ppudo haber creado otro distinto. Con la negacién de cualquier exigencia © coaccin tanto externa como interna, proclamamos la absoluta tras- cendencia divina. Puede hablarse, por tanto, de la creacién del mundo como de una gracia en su sentido primario (es decir, no como don so- brenatural, pero sf como su presupuesto), porque en Dios libertad y libe- ralidad se identifican, Expliquemos este punto, La libertad en el hombre puede traducirse a veces en arbitrariedad y corre el riesgo de identificar- se de hecho -en raz6n del egofsmo o del desconocimiento— en un desa- 27, San Ireneo, Adv Haer 2,1,1 (SC 294/2, p,26-27).. 28, San Atanasio, Cont Arrianos, Orat 3,61 29. San Agustin, De civie Dei, XI, 24 (BAC 16, p. 628). 30. CL7,1U-L12, El mundo como creacién de Dios fuero, En cambio, en Dios, la libertad nunca es arbitrariedad, porque nave de y «coincide con su amor»3! 3.4, La gratuidad de la creacién, implicada en el concepto de liber- tad divina, descubre que el amor es el cafiamazo de la realidad en cuanto ue ésta esl fruto donde la causa ejemplar imprimi¢ su sello®. La crea- cidn no es, por eso, ni autogénesis, ni emanacién necesaria™, ni creaciGn forzada, sino el surgimiento de lo distinto de Dios mismo como algo ‘querido y, por tanto, digno de amor en cuanto distinto. Si la realidad hhunde sus afces en el amor creador -y por ello libre- entonces seré mas ‘auténtica cuanto mAs ajuste su estructura a ese amor primordial, Por tanto también la construccién del mundo, para ser auténtica ~es decir, de acuerdo con su ser-, tendré que levarse a cabo bajo la ley del amor. Lo ue venimos diciendo explica que la libertad divina en la creaci6n sea el presupuesto para establecer la verdadera autonomfa del mundo y para fundamentar el valor propio de la criatura y, en especial, para proclamar Ja autonomia y libertad del hombre. Es precisamente esa libertad omnf- moda de Dios la que fundamenta la libertad del hombre, la cual a su vez 31, Brunner E.,o, c, p. 21. Es frecuente explicar el hecho de la creacién del mundo por la libre comunicacién del amor de Dios desde una consideracién hist6rico-saivifica, sin embargo Auer prefiere fijarse en el concepto de Dios, {que se deriva de esa consideracién, (Cf. Auer J. 0. cp. 112-113), 32. Lareflexién patristica enconté la sohucién del problema de Ia libertad de Dios en la creacién y del valor de Io ereado, asf como de la relaci6n entre trascendencia e inmanencia, en el esquema del ejemplarismo divino. 33, «Bist gratuidad de Ia ereatio ex nihilo nos descubre ademés que el amor es la textura de la realidad, su urdimbre fundacional. Y esta ontologta de la agapé, del puro don gratuito, responde a una teologia de la paternidad de Dios. Sélo de un Dios cuyo seres, lisa y lanamente, amor puede predicarse no la autogénesis, no la emanacién necesaria, no la produccién forzads, sino la creacién, el surgimiento de lo distinto de sf como algo libremente querido y, por ende, digno de su amor en tanto que distinto» (Ruiz de la Pena LL , Teolo: ‘ia de a creacién, p. 136). Moltmann plantea que los Reformadores para sal ‘vaguardar a libertad de Dios en la creacién hablaron de «decretos» y explicael sentido y los inconvenientes de la terminologia de Tillich, quien habla de ‘!. Resulta obligado subra- ‘Yat, por tltimo, que con esta cuestiGn —al igual que en a anterior—estamos ‘esvelando el sentido tiltimo de la realidad del mundo y en especial del hombre, Laconclusi6n I6gica de todo lo anteriormente dicho en los textos bf- blicos y magisteriales es que crear, para Dios, equivale a darse, a comu- nicar Io suyo para perfeccionar a la criatura, con lo cual una vez. mds se corrobora la identificacién entre libertad divina y liberalidad. En Dios no puede ser de otra manera; no asfen la criatura, en la que el para sty el para el otro no se identifican sin més, ya que puede entremezclarse el interés egoista ®, El ataque Semirracionalista a la tesis «Dios crea para su gloria», «Dios es el fin de la creacién» nace de un confusionismo en- 51. Flick M., Alszeghy Z., Las comienzos de la salvacién, p. 85, 52. «Ast pues, en Dios, crear para sf es lo mismo que crear para participar su bondad, para comunicar bienes. Subrayemos el en Dios, porque en nosotros ro ocurte otro tanto. En nosotros hacer algo por o para nosotros excluye el de- sinterés,e1 amor de benevolencia; si hacemos algo por nosotrs, no lo hacemos 106 El mundo como ereacién de Dios tre el motivo del obrar divino y el que rige la accién propia de la criatu- 1a, aplicardo a Dios un «egofsmo incalificable», que s6lo puede darse en aquella. Los teGlogos catdlicos de la época respondieron a estas ideas semnirracionalistas distinguiendo entre el fin del creador (la comunica- cidn de su bondad) y el fin de la criatura (la gloria de Dios), pero esta distincién, segin explicamos al principio, no es posible sino tan s6lo desde el punto de vista conceptual, La manifestacién de la gloria de Dios equivale, por lo tanto, a la perfeccién comunicada de la criatura, en es- pecial del hombre. No hay, por ello, oposicién entre una finalidad de la creacién considerada primariamente desde el punto de vista teocéntrico (o.cristocéntrico) y otra desde la 6ptica antropocéntrica, ya que ésta nun- ‘ca puede ser primaria, pues no hay perfeccién humana, sies auténtica, ‘que no see manifestaci6n y participacién de la gloria de Dios, es decir, de los bieres mesidnicos de Cristo. Por otra parte, la nocién de gloria como Ia alabanza que la criatura tributa a Dios no debe ser comprendida en contraposicién con la que aqu{ hemos explicado, sino mds bien como su consecuencia, En efecto, cl hombre que recibe la gloria de Dios y de ella participa es el que en y con este solo hecho ya Ie alaba y le glorifica. Es cierto que desde una vertiente moral esta realidad participada por el hombre ~como imagen de Dios-, debe transformarse en actitud consciente y libre, que canta la sloria del Creador. 5. DIOS CONSERVA EL MUNDO CON SU PROVIDENCIA « (Behm J, «prénoia», GLNT VII, c. 1216). 10 El mundo como creacién de Dios lial en el Padre celestial, que cuida de las més pequenias necesidades de ‘sus hijos (Mt, 6,25s.; Le 22s.). Esta providencia de Dios en el Nuevo ‘Testamento hay que insertarla dentro del contexto de la orientaci6n de todo lo creado ~especialmente del hombre- hacia la consumacién en Cristo, en quien hemos sido elegidos (Rom 8,28-32). Creados en Ei, ha- cia Cristo somos conducidos por el Espiritu: El etd al principio y al f nal de todo el proceso, segtin las conocidas expresiones paulinas en Cristo y hacia Cristo®*, «En consecuencia -atirma Scheffezyk- el pen- samiento de la providencia recibe también una orientacién escatol6gica, De este modo, la “providencia” se entiende decididamente como el obrar salvifico de Dios en la historia, como la ejecucién de un designio ‘eterno de salvacién (Rom 9-11), que se dirige a toda la humanidad, pero incluye en particular, también al individuo (Rom 8,29s,). Este conoci- miento presta al creyente una profunda seguridad, que ni por las tribula- cones temenas puede estremecerse» (Rom 8,28-39). 5.2. Los padres apost6licos emplean el término pronoia y, aunque et uso soteriol6gico del vocablo en Hermas demuestra una clara referencia la espiritualidad neotestamentaria inicial, sin embargo Clemente de Roma lo acerca a la concepei6n estoica, cuando considera el gobierno de lanaturaleza por Dios como una ley c6smica®, Corresponder4a san Ire- neo el mérito de fundamentar cristolégicamente el concepto de providen: cia, inserténdolo en la historia de la salvaci6n; no obstante deduce tam- bién lanecesidad de la conservacién de todo el universo de la precariedad dela materia®. Clemente de Alejandria, aunque reduce el contenido de la providencia a una pedagogfa racional, que alcanza su meta en el perfecto _gndstico, sin embargo aporta una dato importante al considerar Ia activ dad conservadora como una creatio continua. San Juan Crisdstomo dess- rrolla con frecuencia esta temética y Teadoreto de Ciro dedica diez diser- taciones @ la providencia, San Atanasio de Alejandrfa escribe: « Viendo ue por ella misma toda naturaleza creada se desvanece y se disuelve, y (64, «Este vinculo entre la Providencia y el misterio del reino de Dios, que debe realiaarse en el mundo creado, orienta nuestro pensamiento acerca de Ia verdad del destino del hombre: su predestinaci6n en Cristo. La predestinaciGn de] hombre y del mundo en Cristo, Hijo eterno del Padre, confiere a toda la doc- ‘tina sobre la Providencia Divina una decisiva caracteristica soterioligica y escatol6gica» (Juan Pablo Il, Audiencia general 28-5-1986; DP 116), 65. Scheffezyk L., Creacién y Providencla ,p.21 66. 1 Clem 24,5 (BAC 65, p. 201). 67. CE. ScheffezykL., 0. cP. 43, um El misterio del hombre ‘con el fin de evitarlo, para que el universo no vuelva ala nada (al no-ser), después de haber creado todo mediante su Verbo y haber dado el ser ala creacién, Dios no la ha abandonado a las fluctuaciones e impulsos de su naturaleza, que podrian destruirla; sino que en su bondad y por su Verbo, que es también Dios, El gobierna y mantiene la creacién, de modo que la criatura sea capaz de subsistir estable y sdlidamenten Importante a este respecto es la doctrina de san Agustin, que propone el tema de la providencia en el contexto del problema del mal frente a sus adversarios los maniqueos, prisclianistas y pelagianos. Suyas son estas palabras, que recogen un conocido argumento: «sf debemos creer 0 ver, sies posible, que Dios sigue obrando hasta ahora, pues las cosas creadas por él sucumbirfan en la nada, tan pronto como les retirase su accién»®. San Gregorio Magno, asu vez, reafirma el pensamiento del doctor de Hi- ona: «Todo cuanto ha sido hecho de la nada sucumbiria de nuevo en la nada, si el creador del universo no lo sostuviera con su mano podeross. ues nada de o que ha sido creado puede subsistiro moverse porsimismo, yyaque subsiste s6lo en la medida en que recibe lo que necesita para ser». Santo Tomas, por su parte, identifica la accién creadora y laconservadora, yaque «la conservaci6n de las cosas no lahace Dios por una accién nueva, ino por continuacidn dela misma aceién porlaque les dal ser» 7. Frente al defsmo, para el que Dios es un ser lejano, y al racionalismo dela 6poca, el concilio Vaticano I defini la doctrina de la Iglesia: «Todo lo que Dios cre6, con su providencia lo conserva y gobiema, alcanzando deun confin a oto poderosamente, disponiéndolo todo suavemente (Sab 8,1). Porque todo est desnudo y patente ante sus ojos (Heb 4,13), aun lo ‘que ha de acontecer por libre agcién de las criaturas» (DS 3003; D 1784), ‘Aunque encontramos alusiones al tema de la providencia en diferentes textos del concilio Vaticano 1, sinembargo esta ensefianza ests especial- mente considerada en la constitucién Gaudium et Spes. La misma des- cripcién inicial del mundo—«fundado y conservado por el amor del Crea- dor»? implica ya 1a enseftanza de una providencia divina, pero este documento se preocupa sobre to-do de clarificar la relacién entre creci- 668. San Atanasio de Alejandria, Contra los paganos, 41 (SC 18, p. 193). 69. San Agustin, De Gen ad lit, 5,20 (BAC 15, p. 837). Recurre san Agus- {th las palabras del salmo 104,29-30. 70. San Gregorio Magno, Moral VXV1, 37,9. 4. 71, «Conservatioreruma Deo non estper aliquam novam actionem:; sed per continuationem actionis qua dat esse» (santo Tomés, STh,1,q. 1048. 1, ad 4) 72. G82. 2 EI mundo como creacién de Dios iento del reino de Dios y desarrollo de! mundo, y del papel propio del hombre en este proceso” __53.Estos textos bsblicos,patrsticos y magisteriales sirven de punto de partida para el estudio del gobiemo y de la providencia divina, cuyo justo encuadre requiere tener en cuenta éstos cuatro puntos: a) la perspec- tiva del plan providente de Dios: la predestinacién del hombre en Cristo “la llamadaa ser hijo en el Hijo—precede de hecho a la creacién del mun- do; b) el carictercristocéntrico de lacreacin es un dato paulino incontro- vertible, quenos impide pensaren una constmacién o plenitud de la reali ddad creada distintao al margen de la entrega de todo por Jestis glorificado al Padre al final de los tiempos; c) la relaci6n estrecha entre creacién y conservacién se comprende dado que la criatura depende esencialmente de Dios en todos los momentos de su existencia; por tiltimo, d)esta acciGn conservadora y providente de Dios nose insertaen un esquemafiista, se- atin el cual las cosas estarfan dadas de una vez para siempre desde el prin- ipio, sino evolutivo o actualista, ya que todo fue creado «in statu vide» hacia una perfeccién dltima todavia por alcanza, ala que Dios lo destin6. Por eso se plantea la pregunta de la armonizacién de la accién creadora permanente de Dios y de la autonomfa de la realidad temporal y especial- ‘mente de la responsabilidad del hombre libre. a) Dado el encuadre teol6gico en el que hemos situado Ia creacién, suscita una primera pregunta, ,cOmo entender la relacién entre creacin y conservacién, gobierno o providencia? {Se trata de acciones distintas? La opinién mayoritaria se inclina por identificarlas, diferencidndolas so- lamente en virtud de su orientacién, ya que la actividad creadora se refie- rea algo que no existe y la conservaciGn versa sobre algo que ya existe”. A cesta identificacién se opone con vehemencia el teélogo protestante E, Brunner, porque teme que tal visiin desemboque en pantefsmo"®, En ‘cambio -responden los defensores-, distinguir creacién y conservacién conduce fécilmente al deismo”®-segdin el cual, una vez creado el mundo, 73. Ibidem 34.57.63, 74, 8. Tomés, Bonhoeffer, Ruiz de la Pefia, etc. Dice LF. Ladaria: «Las rnociones tradicionales de “concurso”, “providencia”, etc. han de verse como tuna explicitacin de Ia idea de creacién, no como algo distinto de ésta. Todo cuanto somosy hay a nuestro alrededor depende de Ia permanente voluntad crea- ora de Dios» (Antropologta teolégica, p. 72). 75, Bruner E., Dogmatique Il, Genbve 1965, p. 44-46. 16, Precisamente el concilio Vaticano I tuvo presente al defsmo (yal mate- rialismo) al definir la doctrina sobre la provideneia divina 43 El misterio del hombre poseerfa una existencia aut6noma y, para mantenerse en Ia existencia, s6lo necesitarfa un relojero que le diese cuerda~y al determinismo mate- rialista, a cuyo ciego destino el hombre y su historia estén completamen- te subordinados. La cteacién y la conservacién denotan, por tanto, dos aspectos 0 ‘momentos de una y nica accién divina, De hecho el Antiguo Testamen- 'o utiliza ef mismo verbo ~bara- para hablar de todas las acciones de Dios al comienzo, en el curso y al final de la historia. Dada la relaci6n {ntima entre creacin y salvacién ~de acuerdo eon el conocido cristo- centrismo de la creacidn— podria decirse que mientras el proceso salva dor de todos los hombres en Cristo permanezca abierto, también lo esta- ré eo ipso el proceso creador. Por ello podemos concluir que estamos insertos en un sistema de creacién continuada, porque vivimos en un ré- gimen de salvacién permanente. Estas reflexiones conducen a algunos autores, como Ladaria, a englobar tanto la temtica de la conservacién (fidetidad) como la cuesti6n de la providencia bajo el epigrafe general de «creaci6n continuada»”. b) Un segundo momento de esta relexi6n,relacionado fntimamente con el anterior, tiene como fin explicar lo especffico de la acci6n conser- vvadora y providente de Dios. Acudimos a palabras del Catecismo: «Dios ¢s infinitamente més grande que todas sus obras (..). Pero porque es el CCreador soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, esté pre- sente en lo ms intimo de sus criaturas: “En el vivimos, nos movemos y existimos” (Hech 17,28). Segtin las palabras de san Agustin, Dios s ‘superior summo meo et interior intimo meo” (“Dios est por encima de Jo més alto que hay en mi y esté en lo mas hondo de mi intimidad) (Contes. 3,6,11)>. Conviene recordar, antes de seguir adelante ~ya lo 71. «En realidad Dios, habiendo creado el cosmos una vez, continia creéndolo, manteniéndolo en la existencia (conservati est continua creatio). En este sentido, a Providencia es como una constante confirmacién de la obra de la ‘reacién en toda su riqueza y variedad. La Providencia significa la constante e ininterrumpida presencia de Dios como creador, en toda la ereacin: unt pre- sencia que continuamente llega las rafces ms profundas de todo lo que existe, para actuar allf como causa primera del ser y del actuar» (Juan Pablo I, Audien- cia general 1-5-1986; DP 102). «La creacién aparece como un proceso que 610 ‘on In consumaci6n escatolégics podré darse por terminado, Por todo ello parece adecuado utilizar la nocién de creacién continua ocontinuada» (LadariaL. 4p. 73). 78. CatfC, n, 300. 14 El mundo como creacién de Dios apuntébamos en la Introducei6n ala reflexién teoldgica—que el concep- to de ereaci6n (y de conservacién en el ser) compete al dmbito del dis- curso explicativo-metafisico, mientras que el conceplo de evolucién, en ‘cambio, ccrresponde a la esfera de lo descriptivofisico, y responde a la pregunta sobre el aparecer, pero no a la del ser. La causalidad ereadora ¥y conservadora atale, por tanto, a la esfera de la trascendencia divina en ‘odo su actuar, Los atributos de gobierno, conservacién ~quiz4 fuera ‘mejor hablar de fidelidad por ser una expresiGn que implica més dina- ‘mismo- y providencia subrayan que Dios no es el ser lejano e indiferen- te del deismo, sino el cercano, que actia en el interior de la realidad. La trascendencia divina no se opone sino que requiere Ia inmanencia, la presencia activa y cercana de Dios. Esta intimidad es sin duda una in- terioridad trascendente, no una interioridad en sentido inmanentista, que pertenece s6lo al mundo de la experiencia, ©) Unatercera pregunta se refiere a la coordinacién entre la accién de Dios y la actuacién de las causas segundas, lo que en términos tecnicos se lamé concurso, Partamos de un principio incontrovertible: que Dios es cl Sefior soberano de su designio. A éste hay que afiadir otro: que para su realizacién Dios se sirve de la cooperacién de las criaturas, lo cual realza la grandeza y la bondad de Dios Todopoderoso, porque no concede sola- mente a sus criaturas Ia existencia, sino también «la dignidad de actuar por si mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar asia la realizacién de su designio»”®. A los hombres, como criaturas intel {gentes y litres, Dios les concede poder participarlibremente en su accién conservadora®, confidndoles la responsabilidad de somerer la tierra y ®. La respuesta del Catecismo es muy amplia, puesto que abarca el mal cn toda su amplitud, mientras que nosotros ~en este primer momento- tratamos de clarificar s6lo un caso especial del concurso divino con el obrar del hombre, limiténdonos al llamado mal moral, que se distingue {el fisico sobre todo por comportar culpabilidad, por depender de la li bre voluntad del hombre y porque es siempre un mal de naturaleza espi- ritual, mientras que el fisico a veces corresponde a Ia misma estructura 82. CF. Journet Ch., £1 mal, Rialp, Madrid; Sertilanges A.D., El problema del mal, Epest, Madrid 1951; Gesché A., Le mal, Du Cerf, Paris 1993, 83. CaulC, n. 309. “7 1 misterio de hombre caduca de los seres creados. Ante todo es necesario tener en cuenta que Jos actos —tanto los buenos como los malos~dependen de la libertad del hombre. Esta libertad, sostenida y actuada ciertamente por Dios, esté orientada hacia ef bien del hombre, luego Dios no puede querer el mal directamente; puede a lo més tolerario. Sin embargo toda libertad finita implica la posibilidad del mal uso de ella, de donde se deriva que si Dios, {quiere eliminar todo mal en este tipo de libertad, s6lo puede conseguitio ‘a base de eliminar esa misma libertad. Las palabras de Ladaria signifi- ‘can un acercamiento a este duro interrogante: «Por tanto, podemos decir ue si el concurso creador de Dios se manifiesta sobre todo cuando el hombre libremente obra el bien, en el pecado se da una forma “

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