11, La desesperacién
humana bdsica
Cuando reflexionamos sobre la desesperacién, no podemos
obviar el grito de Jestis en la cruz: «Dios mio, Dios mio, por
qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Jiirgen Moltmann, en
su conocido libro Der gekreuzigte Gott, ha descrito el aban-
dono de Dios como rasgo definitorio de la muerte de Jestis:
«Solo cuando comprendemos el abandono de Dios y Padre,
cuya cercanfa difundié de manera inigualable, misericordiosa
y festiva, entendemos lo extraordinario de su muerte. Junto con
la comunidad inigualable con Dios de su vida y de su obra, Je-
{is murié en un abandono inigualable de Dios» (Moltmann,
142), Esto es con toda seguridad un aspecto de la muerte de
Jestis: su sensaciGn de haber sido abandonado por Dios. Sin
embargo, no debemos dar un valor absoluto a este abandono
y ala desesperacién a causa de este abandono. Porque Jestis
dirigié estas palabras a su Padre.142 Aceptaria duda
Pinchas de Lapide sefiala que este grito de Jestis no fue una vl-
tima desesperaci6n. En primer lugar, Jestis dirigié a Dios este
grito desesperado. No grité su desesperacién al vacfo, En se-
‘gundo lugar, Pinchas de Lapide indica que en la introduccién
de este versiculo aparece legon, lo que es un indicio tipico de
que Jestis recité todo el Salmo 22. Primero dice Mateo que Je-
stis grit6, pero después habla del legon. Pronuncié esas pala-
bras, recit6 esos versiculos. Pero debemos escuchar més alld de
la desesperacién de Jestis. Habia actuado a partir de Dios. Pero
ahora parece que todas las personas lo han rechazado y abando-
nado. El Salmo 22 refleja esta necesidad interior. No obstante,
a medida que Jestis pronuncia esta necesidad ante Dios, que-
da transformada. Jestis clama: «Mas soy gusano, y no hombre;
oprobio de los hombres y despreciado del pueblo. Todos los
que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza»
(Sal 22,8 ss.). Pero entonces se dirige de nuevo al Padre: «Pero
ti eres el que me sacé del vientre; el que me hizo estar confiado
desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echa-
do desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, ti eres mi
Dios. No te alejes de mi, porque la angustia esté cerca; porque
no hay quien ayude» (Sal 22,10-12). Solo Dios se digna a ayu-
darle. Y después de describir de nuevo su necesidad y su aban-
dono, Jestis exclama en la cruz su confianza en Dios: «Anuncia
ré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregacién te
alabaré. Los que temeéis al Seftor, alabadle; glorificadle, descen-
dencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de
Israel. Porque no menosprecié ni abominé la afliccién del afli-
‘edesesperacién come experencia humane Béslea 149,
sido, ni de él escondi6 su rostro, sino que cuando clam6 a él
4o oy6. De ti sera mi alabanza en la gran congregaciGn: mis vo-
‘os pagaré delante de los que le temen» (Sal 22,24-26).
De esta manera, Jes
S nos muestra un camino para superar
ruestra desesperacién. Dejemos que el sentimientos nos llene
¥ sritarlo ante Dios. Pero tendremos la esperanza de que Dios
transforme nuestra situacién desesperada, que nos salve de la
circunstancia sin esperanza. Jestis sigue ahi totalmente la tra-
dicién judia. Los judfos experimentaron un suftimiento sin Ii-
mite durante el Holocausto, pero muchos se mantuvieron fir-
mes en su Dios. Expresaron su sufrimiento y su abandono con
los Salmos, pero nunca desesperaron de Dios. Simplemente no
comprendieron la voluntad de Dios, pero siguieron firmes en
la fe de que Dios los iba a justificar de alguna manera, como
se repite continuamente en los Salmos,
Friedrich Nietzsche se desesperaba con su fe. Por un lado, esta-
ba fascinado por Jestis y no se pudo librar de él durante toda su
Vida. Veta en Jestis la unién de todos los opuestos. Nietzsche
estaba decepeionado por el cristianismo impotente. Por eso in-
{ent con todas sus fuerzas convertrse en un buscador religioso
mas alld del cristianismo. Pero eso. lo condujo en tltima instan-
ciaa la desesperacién y al derrumbe psiquico. Sin embargo, en
su desesperacién tuvo un atisbo de que Dios era su ultimo sos-
‘én. En su desesperacién se volvié hacia Dios. Por eso nos han
llegado estas palabras: «Donde se unen desesperacién y anhelo,144 Aceptar ta duce
se encuentra la mistica», Se trata de una frase sorprendente. Pue-
do sentir la desesperacién, pero no me puedo instalar en la
desesperacién, o dejar que me siga hundiendo. La desesperacién
necesita del polo opuesto del anhelo. El anhelo pertenece a la
esencia de la persona. Segiin Agustin, la persona es en esencia
alguien que anhela, Anhela amor, seguridad, hogar, pero tam-
bign éxito y reconocimiento. En el anhelo de cosas terrenales
—segiin opina Agustin— se esconde siempre un anhelo de lo
absoluto, de Dios. Por eso es valido unir esos dos polos: deses-
peracién y anhelo. Si consigo soportar esa tensidn entre desespe-
raci6n y anhelo, entonces resultard la mistica, entonces podré
entrar en Dios y sabré lo que significa ser uno con Dios. La
desesperacién destroza mi ego, el anhelo tensa mi alma para
alcanzar a Dios. Por eso, Ia unién de desesperacién y anhelo
me puede conducir a lo més profundo del amor de Dios. En ese
‘caso no poseo a Dios, pero me atrevo a saltar en su interior, con
la esperanza de que la desesperacién se transforme en el seno
de esta nueva seguridad, Mds alla de toda desesperacién expe-
rimento un lugar en el que puedo vivir. Se trata del lugar de la
mistica, Sin embargo, no se trata de un lugar en el que me pue-
da instalar, sino que siempre se trata de un presentimiento de
que més alld de todas las contradicciones y las oposiciones, més
alld de la duda y de la desesperacién, existe una unidad que une
todos los opuestos. Nietzsche experimenté en Jestis esta unidad
a pesar de todos los sucesos. En la mistica presentimos algo de
esta unidad més alld de todas las oposiciones.
La desosperacién como experiencia humana bésica «145,
La desesperacién puede impulsar ala persona a «dirigirse total-
mente a Dios». Los Salmos de stiplica muestran que la deses-
peracién «se puede convertir en el principio de una nueva vida
con Dios» (Seigfried, LexSpir, 1058). Precisamente, en el pun-
to donde ya no sé seguir adelante, cuando he tocado fondo,
puedo transformar la experiencia del vacio en la experiencia
de la plenitud, y la desesperacién, en una nueva confianza, en
una nueva seguridad. Peter Wust lo formula de la siguiente ma-
nera: «Entonces aparece como la seguridad definitiva lo que al
principio parecia como la inseguridad completa» (Wust, 292).
Y citael pensamiento de Origenes, «que la humanidad no pue-
de soportar la cercanfa continua de Dios y que la lejanfa de
0s, que trae consigo una época con una cultura secularizada,
le permite conocer de nuevo lo pobre que se vuelve sin Dios»
(Ibidem, 291). Asi, Orfgenes dota de un sentido positivo el
abandono de Dios, la desesperaci6n ante Dios. Esta convenci-
do de que a veces esta desesperacién es conveniente para que
volvamos a sentir lo que somos sin Dios y qué seguridad nos
puede regalar Dios.
Hermann Hesse ha visto ese efecto positivo de la desespera-
ci6n que nos empuja hacia la gracia de Dios. Asi, escribe en
una carta que el camino en la lucha por el bien termina inevi-
tablemente en la desesperacién, «sobre todo con la perspectiva
de que no existe una realizacién de Ia virtud, una obediencia
completa, un servicio satisfactorio, que la justicia es inalcan-
zable, que la bondad es irrealizable. Esta desesperacién con-146 Aceplarlo duda
duce al hundimiento o a un tercer reino del espiritu, a expe-
rimentar una situacién més allé de la moral y de la justicia,
un avance hacia la gracia y la salvacién, hacia una forma nue-
va y més elevada de irresponsabilidad o, en resumen, a la fe»
(Hesse, 389). Solo cuando en nuestros esfuerzos por llevar una
vida segtin la voluntad de Dios legamos a la conclusién de que
nunca conseguiremos transformamos, intuimos lo que significa
tener fe, que nos tenemos que dejar caer completamente en los
brazos de Dios para que podamos confiar en él. La desespera-
cién conmigo mismo me conduce en tiltima instancia a Dios.
Me dejo caer en los brazos de Dios. Y experimento que Dios me
sostiene y me regala la gracia de vivir los valores de la