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¢ESTADO DE DERECHO O DICTADURA? * Hasta el desenlace de la Guera mundial el Estado de Derecho pertenecfa en Europa al acervo comtin de ideas. Como teivindicacién ro era discutide ni aun alli donde, ya en un todo ya parcialmente, no se le habia reconocido o Ilevado a la prictica. Hasta la Revolu- cin bolehevique, incluso los grandes partidos socialistas.interpre- taban la dictadura marxista del proletariado en un sentido més o menos democritico y de Estado de Derecho. En esa época sélo podian tenerse por enemigos declarados, si bien por demés confu- s05, del Estado de Derecho los grupos, pequedos y catentes de in- flluencia, de los sindicolistas franceses ¢ itaianos, Esta situacién ha atravesado profundas modificaciones durante los diez tltimos aifos. El tema Estado de Derecho 0 Dictadura se ha convertido en una controversia que no podemos por menos de tomar en serio. Y aun cuando no debamos otorgar excesiva importancia a que un cono- cido maestro alemén de Teoria del Estado haya calificado de mo- derma forma de Estado a la dictadura, y de anticuado clisé consti- tucional al Estado de Derecho, la mera posibilidad de una tal afir- macién es ya sintomética. * Publicado originalmente en Die Neue Rundsebew (Bl nuevo panors- sma) (Ed._p. O. Bie), Editorial S. Fischer, Beelin 1929, Ano XL de ln Freie Bubre (Escena libre). La reimpresién se basa en ia redaccién corregida y sumentada de J, C, B. Mohr, Tubingen 1930, dentro de la serie: «Recht tund Staat in Geichichte und Gegenwart» (Derecho y Estado en la Historia yen Ie actuslidad), I. 68. 283 284 Hermann Heller e Qué significa este cambio sibito y radical? ¢Puede hallarse pars las transformaciones politcas acuecidas en Italia, Espana, Yor goslavia y en pafses de menores dimensiones, para los cers cc icos y espirituales? Bimitaremos nuestro planteamiento exclusivamente @ la forma e Dictadura conocida en Europa occidental bajo la bandery (on fa hehe también Ia Gnica actual; ln dictadura bolehevique, que ao ba hecho en sume sino reasumir la forma de gobierno de Pena Grande, no ha conocido jamés Ia altemnativa Estado de Deck Dictadura y puede quedar fuera de nuestra considesacion Una respuesta a las preguntas planteadas requiere como condi- i6a disponer de ideas claras acerca de las bases sociales politeny 4 covittuales del Estado de Derecho, habida cuenta de que si hop cambio, leguen ser reciprocamente dependientes, Al creces Lo ch Wisién del trabajo y aumeniar los intereambios se hace previea <4 un grado mas elevado una seguridad del tréfico consonants aan con Gyecimiento, idéntica en su generalidad a la que los cultivadons del tado de Derecho, surgido en lo esencial de una voluminecs legisla. eG vale decir, del establecimiento consciente de reglas pera Te at cin social, reglas que en relacidn con un dmbito de peroncs y de costs han ido progresivamente excluyendo, en benefido de Ie orc ion y Ie cjecucién de normas desde un niécleo institucional Genet Ja defensa propia, SECETRERESeErrss sce La democracia 285 Se cae en la cuenta de la importancia sociolépica, politica y juni ica que tiene el moderno Estado de Derecho, cuando ee ki aprehen- de como imperio de la ley» en el sentido de sus ceaionne La tertitoriales y los sibditos y, al hacerlo asl, desterrar el use dere yiglencia y la defensa propia. Con el Estado absoluto la conta: Gel primer capitalism hiso necesaria una relativaindesoroes dk Ja jusisdicién civil y criminal, cixcunstancia ésta que I Teyenda del molinero de Sanssoici ha ayudado considerablemente a difvcne Iménicos inasequibles al célculo. Con ayuda de sus topes a ad 1.d¢ au aparato de funcionarios, pudieron, poco a poce, los fein Hrigbeclutos eentralizar el poder militar, ln legisacién, le’ nk, flscisn y Ia adminiseracién, asuntos en los que hasta enioree ons ‘fan entendido auténomamente los seaores feudalen Caando al acabar el siglo xvii se hicieron populares los postu [pies del Estado de Derecho y del imperio de le ley, se tave rey Derecho ideal aquel promulgado por el principe y aplicalo por von trbunales territoriales «con una calculbilidad profesiondde palabras del insigne administrativiste Otto Mayer" Fsta ley inviolable, dotada de fuerea vinculance bilateral, debfa an dominar toda la actividad del Estado, no ya sslo la justia tampién 1a administracin; y en adelante, no fueron’ posities oe finigpencias en la libertad y la propiedad de los eludadanos» salon fundéndose en una ley. Pero la racionalided y ealculsbilided dae den estatal habtan también de realzarse considerablemente on ceo, aspectos. ah? Mayer, Deutsches Verwattungsreche (Derecho Administrativo.sle- Se ensads, Seceg Minchen 1914 (Manual sistemiico dela see lg ica alemana, Sece. 8 T, p41). 286 ‘Hermann Heller Es conocido que la doctrina de la divisién y del equilibrio de poderes formulada por Montesquieu constituye el fundamento or. ginico del Estado de Derecho. Montesquieu ve en la libertad pol tica del ciudadano «esa tranquilidad de animo nacida de la confianza que tiene cada uno en su seguridad» *, Tal libertad estarfa defini vamente perdida, si el mismo hombre o la misina asamblea ejerciese 4 un tiempo los poderes legislativo, judicial y eecutivo. La justili- cacién de esta doctrina, propia de un profunde conocedor de los hombres, podria tomar la forma de tesis sociolégica de valider ge. neral: Todo poder humano no fiscalizado se expone, tarde o tem prano, al peligro de arbitratiedad no calculable. Por eso debia el Iegislativo ser el poder supremo y el determinante de toda la acti- vided del Estado y, orgénicamente separado de une jurisdieciSn in. dependiente y de un ejecutivo —que seguia en manos del rey, habria de confiarse al pueblo. En tanto el rey diera y derogase leyes, pudiera preparar éstas ea un Consejo privado y ni aun fueran siem, pre éstas publicadas, permanecfa un factor de inseguridad y de in. calculebilidad personal que desaparecié tan pronto como el. pueblo a través de sus representantes en sesiones pablicas parlamentatias se dio leyes que lo gobemasen, haciéndose a s{ mismo garante de su libertad. Paralela a esta evolucién sociopolitica discurre Ja de Ia histouia de las ideas. Sus rafces se hunden asimismo en la época del Rena. cimiento. Es la fe despersonalizadora en la ley la que es dado en. contrar tento en Kepler, Galileo, Gassendi y Grocio como en Vol. taire, Seint-Simon, Kant y Marx. En lo ético-politico reza In méxi- ma: El hombre es libre cuando no debe obedecer por més tiempo @ hombres, sino solamente a las leyes. Pero cada vez se entiende menos por ley la voluntad de un Dios personal o de un monerca por la gracia de Dios, que la norma que se alza sobre toda voluntad y sobre todo arbitrio. Cada vex més debe responder al set inma- nente y racionalmente cognoscible de Ja naturaleza y de la sociedad el contenido de esas leyes Esta ecerteza de la libertad conforme a la ley», como la llama ba Guillermo de Humboldt, el clésico entre los que forjaron el ideal del Estado de Derecho, era, al doblar el cabo del siglo xv1t, da reivindicacién de una burguesfa espiritual y econémicamente to. bustecida, Su seguridad politica y econémica requerfa, en el seno del Estado de Derecho con divisién de poderes, una influencia pro pia en ls legislaci6n; el ideal de la libertad y de la igualdad politi cas estaban en consonancia con su ética de la autonomia individual } Montesquieu, De Mesprit des lois, 1748, liv. XI, ch, 2. La democracia 287 Que 1a democracia se redujera a los estratos de «la educacidn y la propiedad»? pudo tener cierta justficacidn en una época en la que la disposicién de patrimonio estaba asociada a la instruccién, y en que ésta disponia de propiedad. Pero esto iba a cambiar de manera fundamental en la era del capitalism desarrollado y organizado. La conciencia de sf mismo despierta en un proletatiado constantemente creciente, lo que le conduce a hacer suya en forma de democracia social la exigencia de la democracia burguesa. Orgenizado auténomamente en partidos y sindicatos logra imponer en el poder legislativo del Estado de Derecho su patticipacidn. Este poder legislativo del pueblo aparece asi como el espititu que Ia burguesfa habia evocado y que, si no quiere negarlo en sus propios fundamentos y ahuyentarlo ‘con el Belcebti de Ia dictadura, no puede ya expulser. Este rodeo por la politica hace més peligroso —también en tér- minos econémicos— para Ia burguesia a un proletariado que en adelante va a estar jutidico-politicamente equiparado a ella. El dé Bil econmicamente intenta por medio de la legislacién trabar al econémicamente més fuerte, obligarle a mayores prestaciones socia- les y hasta desalojarlo de su propiedad. De esta suerte, la invoca: cidn del principio democrético por el capitalismo ha dado pie a una situacién que amenaza en su sefiorfo a la burguesie ercedora de aguél. La posibilidad de que, por via del Estado de Derecho, sea el proletariado permanentemente desplazado del legislativo esta ex- cluide; seria pedit demasiado a Ia conciencia contemporinea y dif cilmente puede caber ya la restricciGn a la instruccidn y a la propie dad de los derechos politicos, porque en un tiempo en que a ve locidad vertiginosa se producen desplazamientos en la estructura de la propiedad, ni por instruccién ni por tradicién acierta ya a inspi rar respeto la posesién de riqueza. La burguesia comienza yaa desesperar del ideal del Estado de Derecho y a renegar de su pro- pio universo cultural. Esta negacién y este vaciamiento de la idea del Estado de De- recho conoce con el fracaso de la Revolucién de 1848 sus inicios en Alemania. Todavia en 1859 entiende Robert von Mohl por Es. tado de Derecho uns nacién en la que los asociados en tal Estado tienen derecho «ante todo (a) igualdad ante Ia ley, 0 lo que es lo mismo (a) que se atienda a los fines existenciales de todos sin dis. tincién de circunstancias personales y a una aplicacién objetiva de J Nile x. Hombolty Teer om nem Verne de Gren der Wirksameit des Staats 21. bestimmen (Ideas para un enssyo de deh tos Uimites'¢ Ia actividad del Estado), 1792, en Cesammelie Schriften (Ed. Ace. demia Real de) Prasia), T. 1, Bein 1503, p. 179. 288 Hermann Heller la norma general sin consideracién de posicién, estamento, etc., del individuo» *, Pocos afios més tarde se ha vaciado y desalmado esta idea material del Estado de Derecho, y transformédose en con- cepeidn técnico-formalista. Desde entonces hasta después de la Re- volucién de 1918 es doctrina indiscutida que, por ejemplo, Ia igual- dad ante la ley garantizada por el articulo 4 de la Constitucién prusiana de 1850 no significa algo como la intesdiccién de la arbi- trariedad para el legislador, sino que contempla solamente al fun- cionario en el momento de aplicacién de la ley ya perfecta. Asi el ideal de justicia habia perdido para el legislador su validez y que- daba degradado a Ia condicién de mera méxima de administracién formal que, sin atencién al contenido justo o injusto de la ley, im- ponfa su calculada aplicacién al caso concreto. La cuestién primor dial no estribaba ya en la rectitud, sino en la calculabilidad y se- guridad burguesa de la ley. Es revelador, justamente cuando tras de la revolucién de 1918 puede parecer amenazada, por el principio de igualdad consagrado en el articulo 109 de la Constitucién de Weimar, Ia dominacién de Ja burguesfa, que haya juristas conservadores inclinados a ver en este principio de igualdad una interdiccién de la arbitratiedad con destino al legislador, y que frente a ellos, precisamente se aferren a la antigua interpretaciSn juristas democrético burgueces, La emi nente significacién politica, en la jurisprudencia conservadora, de este cambio de perspectiva se podré entender tan s6lo en relacién con el formidable aumento de poder politico obtenido en Alemania merced a una decisién, sin duda errénea juridicamente, del Tri- bunal del Reich, por la judicatura. En efecto, en su decisién del 4 de noviembre de 1925, la justicia funcionarial ha reivindicado con Gzito para sf el derecho 2 revisar en todas las leyes su concordan- cia material con la Constitucién del Reich, y ha fundamentado con a afirmacién inexacta y espectacular de haberlo posefdo siempre, esta pretensida . Como quiera que los jueces, procedentes en una mayoria aplastante de las clases dominantes, entran a juzgar de la correspondencia de las leyes con el principio de igualdad, le burgue- sfa ha logrado por el momento asegurarse eficazmente contra el riesgo de que el poder legislativo popular transforme en social el Estado de Derecho liberal. Pues Jo que haya de valer como igual © como desigual se define esencialmente segtin las concepciones axiolégicas, divergentes desde las perspectivas no s6lo histérica y “Robert v. Mohl, Enzyblopidie der Stectswissenschaften (Enciclopedia de in SS Sapien nt 5 Sentencia del Tribunal det Reich en asuntos civiles, del 4 de noviembre de 1925, T. 112, pp. 67 y ss. (7) we | [La democracia 289 nacional sino también social, de aquellos que estén Hamados a juz- gar; con lo cual siempre es preferible para la justicia de la sen- tencia que el juzgador no esté convencido de su absoluta objetivi- dad, porque solamente en este caso continuaré observando la auto critica que ha menester. ‘Ahora bien, con esta vigilancia judicial del poder legislative, no se ha alejado definitivamente la amenaza del Estado social de De- recho. Continéa siendo una mera cuestién de tiempo que el poder legislative popular pueda, a través de un gobierno dependiente de i, nombrar otros jueces, o que mediante una reforma constitucio- nal despoje a esos jueces de Ja tutela que sobre él ejercen. En modo alguno cabe columbrar en este deslizamiento —politicemente por demas discutible— del poder del legislador al juez, un renecimiento de la idea del Estado matetial de Derecho. Sin contar con que una jurisdiccién erigida en legisladora viola el principio de separacién en- ire poder judicial y legislative, el proceso de vaciamiento que ha sufrido desde hace tiempo aquella idea, se echa de ver en la oti ginal interpretacién, que Ia teorla més aceptada y frecuentemente también Ia préctica dan hoy sl mandato de la igualdad, es decir, a Ia «consideracién de los fines existenciales de todos» en relacién, por ejemplo, con el articulo 156 de la Constitucién del Reich (Ex: propiacién). Debido a esta degeneracién de Ia idea del Estado de Derecho, se habfa modificado en sus fundamentos el significado que ostenta el , un cédigo moral, que santifica toda cos tumbre imaginable, buena o mala y que, como técnica de dominio, desempefia Ia funcién de separar a los chivos negros de la sola auténticamente «nacional» grey de ovejas blancas, Si se afade a esto que el nacionalismo equipara generalmente a la comunidad nacional con el Estado como régimen de dominacién, mas por otto lado identifica al Estado con el dominador, se traslace la idolatcia del Estado en la que incurre la religién original andrquica del ge- rio, En la préctica politica es ésta la idealizacin del arbitrio del supethombre y la idealizaci6n de la ley con destino al reba. En las religiones tradicionales organizadas como iglesias el su- pethombre ve también un nada despreciable mito del dominio. Es verdad que se le hace muy embarazoso el contenido cristiano en. cerrado en ellas. Pero solamente un catolicsmo que sea cristianis mo por casts de menos le infunde, como aparato de dominacién, el mayor respeto, sin contar con que para la santificacién de su sefiorio no puede pasar sin las iglesias. «Je suis catholique, mais je suis athée», reza la incisiva f6rmula de Carlos Maurras, un ca. tlico de Action Francaire’, fSrmula que Mussolini habria podido igualmente acu Entre los tapujos de Ia dictedura debe contarse asimismo esa divisa particularmente lamativa enatbolada por ella, la de aca. bar con Ja corrupcién parlamentario-democritica, La democracia tiene en verdad todas las oportunidades, no ya sélo de abandonar sin demora a su suerte a aquel de sus ‘mandatarios que no tenga las manos limpias, sino de combatizlo por su propia mano sin con- templaciones, Estd fuera de duda que bajo un orden democritico, tun politico o funcionario que se dejase prender en dudosas rela. ciones con traficantes negligentes en el cumplimiento de las leyes © Iegara incluso a participar en sus negocios, un publicista irrespon- sable que se etigiese en defensor de la democracia, podrfan dafar mucho més que un centenar de asaltantes de la derecha 0 de la inquierda radicales, a esta forma de Estado. Es también muy cierto que se oye hablar mucho més de corrupcién en el Estado demo. 9 Chr, Toe. et, 39, La democracia 293 ceritico de Derecho que en la dictadura; indiscutiblemente algo tic- nne que ver con ello le forma de gobierno. Seria, sin embargo, exré- neo creer que la corrupcién sea més reducide en Ia dictadura que en la democracia. Cuando justamente sucede lo contrario. También en este punto es el Estado democritico de Derecho mejor de lo que parece y 1a Dictadure —al menos desde lejos— parece mejor de lo que es, No es menester en absoluto acudir para probarlo a la realidad italiana de Ja dictadura fascista y afiadir a es0 que es allf regla general el més deshonesto enriquecimiento de autorida- des superiores y supremas del Estado, y excepcién las manos lim- pias: innecesario es referir que todo el pueblo italiano, los fescis- tas incluides, hace a este mangiare, cebarse, de los potentados del fascio objeto de sus més mordaces chistes y' sin pelos en la lengua traduce asf las siglas del Partido Nacional Fescista, P.N.F.: per ve- cessita femigliare. Como acabo de decir, no es preciso en mancra alguna aludir a estos hechos incontrovertibles. Con todo, para quien conozea la condicién humana resulta evidente que el poder de los mandos de la dictadura, exento de toda fiscalizacién, llevard siem- pre a tales resultados. En el Estado demoeritico de Derecho cada tuno de los partidos rivales tiene el maximo interés en descubrir la corrupciéa de los otros. Y todos se ven estimulados a otorgar va- for af hecho de poder presentarse ante Ia opinién poblica. impo- Jutos. Por idéntica rezin no puede permitirse que salgan los trapos sucios a la superficie el partido tinico de una dictadura, Al fin, represin de todos los demés partidos y su excluyente monopolio de poder se hacen derivar de la condicién de «élite» y de nueva stistocracia del pueblo que para sf recaban sus miembros. En con- secuencia, se ve obligado a mantener, por todos los medios, tal mito, y a impedir mientras sea posible Ie difusién de toda noticia sobre ‘casos de corrupcién. Dado que ningin gendarme fiscaliza el proce. der del partido dictatorial, habiéndose suprimido tanto la divisién de poderes como los derechos fundamentales, se priva bajo la Dicta- dara a quienes son honestos de toda oportunidad de exigir en la prensa, ante el parlamento y aun ante Jos tribunales, responsabilida- des a los logreros. Por esta raz6n es inberente a la estructura respec- tiva del Estado democritico de Derecho y de la Dictadura, que las denuncias publicas de corrupcién sean, en el primero, més co- rrientes; y en la segunda, més insdlitas. Pero también se funda ne cesariamente en la estructura de una y otra forma politica el que cesté en razén inversa de la cifra de las denuncias piblicas el volumen real de Ja corrupcién. Con todo, pertenece a la anatomfa peculiar de una dictadura europea occidental una forma de corrupcidn que puede ser mucho 294 Hermann Heller més peligrosa a la lerge para Ia salud nacional que el mero enri- quesimiento econémico por medio de le police, Me vetoes ens corrupeiéa del espfritu y de Ia voluntad politica, que nace de que todas las dictaduras contempordneas de la Europa occidental estin cdificadas sobre la mentira, a tenor de la cual, las decisiones po. pulares coinciden plenamente, en todos los casos de cierta importan, cia, con la voluntad de un solo hombre, con la voluntad del Die. tador. Una dictadura de Ia Europa capitalista, que habré siempre de servirse de medios coercitivos militares, polfticas y econémices, estd en condiciones de forzar por medio de ellos, pero, sebre todo, especulando con la complicidad de los apetitos, a la hipccresfa y mentira politicas a la préctica totalidad de la poblacién, Es este corrupcién Ia que los mejores espiritus del pueblo italiano consi. deran entre las secuelas de su dictadura como Ia de efectos més qlisolventes. A cada paso se encuentra uno en Italia con gentes que llevan el emblema del partido o que piblicamente hablan o esurk ben en favor del fascismo por una sola razén: porque de otro modo ellos y sus familias se vecian expuestos a morit de hambre, No hay duda de que también hay en la democracia bastantes exctitores sin carécter; también en nuestro Estado de Derecho la prensa hiede espantosamente corrupcién. Pero es que en la dictadura no ya sélo los periodistas, todas las personas que piensan, par pura tase de Estado son, con todos los medios de presidn politico-econémicos, educadas en esa corrupcién. Puede decirse por ello que ningdn mito ¢s tan mendaz como el de que la Dictadura actée como ex. tirpadota de la corrupcidn, Estas formas ficticias de encubrimiento de las dictaduras, men- cionadas hasta aqui, s6lo se observan con toda su pureza en Esta dos nacionales uniformes en lo tocante la presencia confesional, ye los que gobierna, como en Francia o Italia, ha gobernado la izquierda. ¥ al contrario, ef Austria contempordnea brinda, sin ninguna de esas formas embozadas, el espectéculo de un movimiento en términos esenciales sociolégicamente idéntico. En Austria es vano el mito del dictador que limpia esos establos de Augias de la co. trupcién, Primeramente, porque la igquierda austriaea no muestra ningiin fenémeno, digno de nota, de corrupcién. Segundo, y esto es lo més importante, porque alld estin ya hace afios agoliindose en torno a un pesebte, que prédigamente han vaciado todos los grupos que cortejan a la dictadura, Tampoco tienen virtualidad en Ausiela Jos otros mitos de curso comin, La idolatria del Estado tiene que desrumbarse necesariamente, aiin de manera inconsciente, en we Estado; no sirve el nacionalismo como ideologia encubridors, por, que tendria como consecuencia la anexiin al Reich alemén, Cosa La democracia 295 que —en su politica interior actual— distarian mucho de desear los «Heimwehren» del partido social cristiano; por otra parte, tam- poco el catolicismo resulta grato a la burguesla urbana anticlerical, De esta suerte no les resta otro demonio digno de concitar sus ataques que el sistema de impuestos establecido para la ciudad de Viena por los socialistas (mito de la desfiscalizacién), ‘Mayor importancia tiene reconocer en los neofeudales alardes de poder y en la invocacién al hombre fuerte la expresién en el ciudadano ‘de un sentimiento de fracaso. Atemorizado por el avan- ce de las masas obreras, no solamente cree amenazadas sus preten- siones de dominacién politica y econémica, sino que a un mismo tiempo confunde asi Ia clase con masa y raza extrafias a la cultura, Més concretamente, hay quien identifica sin mas con la actual clase trabajadora a Ja masa espiritualmente no creadora presente en todas las clases sociales, calificando con frecuencia al proletatiado de ra cialmente inferior, mientras para s{ mismo pretende la condi- cidade miembro de una dite cultural. Ello explica facilmente que se estigmatice al Estado social de Dezecho, todavia en sus prime- 10s atisbos, como dominacién de seres inferiores, Es sobremanera consecuente que sean uno y el mismo, el autor de la Decadencia de Occidente, y el més autéatico paladin que en Alemania tienen Ja religidn de la violencia y el genio y la idea de la Dictadura. Pare Oswald Spengler no bay, en efecto, sino «Estados, de estamentos, Estados en los que gobiema un nico estamento» ®. Pero el esta ‘mento «propiamente dicho», «suma de la sangre y de la raza» cs solamente la nobleza. Si el hombre de la urbe y el campesino son un no-estamento» ®, el cuarto estado, la «masa es antide- Tnocréticos, se habrén eliminado a un tiempo las garantias de la tini- (ca via democrética para indagar la voluntad del pueblo. Pues desde ese momento no serén ya posibles el cjercicio de la agitacién, una votacién exenta de influencias, 0 un procedimiento electoral fisca- lizado, De una u otra manera puede el dictador hacer funcionar a capticho Ia voluntad del pueblo, y aun los mismos plebiscitos de Napoledn III y de Mussolini son presentados como «aclamaciones» democriticas; un juego no sin riesgos en politica exterior, cuando se considera que, invocando el magisterio de Carl Schmitt —si bien iertamente en contra de sus miras en politica exterior—, pudieron fos franceses intentar en 1925 en lugar del plebiscito libre, secreto y sin presiones espurias previsto en el artfculo 34 del Anexo a la Seccién IV de la Parte IIT del Tratado de Versalles , una pareja aclamacién en el territorio del Sarre. Ahora bien, es justamente en Ia imposibilidad de prescindir de tales plebiscitos, ni aun siquiera por la Italia fascista, en la que se hace patente 1a condicién de festéril resentimiento que acompafia a la idea de lu dictaduts ‘Otra cobertura democrética destinada a ser fautora de la di tadura es Ia ideologia del Estado corporativo o de gremios profesi nales. Debe ésa su fuerza a la circunstancia de sintonizar con ne- cesidades politicas genuinas del momento presente. Sin duda algu- na se ha pedido demasiado al Estado actual; éte se ha excedido, si no en Ia legislacién, s{ en la administracién. Y cuanto més invade el orden del trabajo y de la mercancia el Estado de Derecho, tanto més preciso se hace que una administracién auténoma desplace a la propiamente estatal. Hasta aut la idea cotporativa responderia por completo a una exigencia democratica, hasta aqut serfa, sin embargo, Jo contrario de lo que persiguen valiéndose de él los enemigos del Estado de Derecho. En realidad no va enderezado su ataque a ex- tender la administracién del Estado, sino contra la expansién en Ia esfera socioeconémica de la legislacién estatal, Ademés, por Es- tado corporativo entienden os tales detractores a aquel que tiene por protagonistas, no a los partidos, dicho de otro modo, @ una masa a la que se ha quetido incapez de voluntad politica, sino a los «es- tamentos profesionales». Los mandos saben muy bien que por vias 1S Reicbsgesetzblatt, 1919, pp. 687 y ss. (797). RE 28 Hlemmann Helle ddemocréticas no se puede construir ta Estad 2 20 as fo y que el inter realizaclo seialaria el fin del Estado mismo. Fasclstas conspienos hag ‘postrado en Ttali con tados sus pormenores y por todie los fan ios —literatura incluida— esn imposibildad, La esencia deo ne tico consste, precisamente, en la unficaién dela yolustad op tne sociedad compuesta de muchos individuos y asentads ee nd Eltoio, Pero uniones sestamentaless. dado’ por buena en coe mento esa errénea califcacién—, serfan hoy mée ave mens arganitaciones econémics, que preccaian, pars constitige een aces politics, ante todo de unos procesos politicos pot naturdlonn oie suerte Se convertian necesariamente en pattides, Pero dl problema politico cardinal es, y sigue siendo, la formacin de ly cn la cispide, la sparicién de los representantes supretnos no «dimanaré de todos Sec pina los componentes en la misma medida, de a a y on a exactitud ( 1), ‘ho se construiré de abajo arri- pated trib ajo, ast die yexcloivaente Ia dtodra = la en verdad nada nueva exigencia: «El mejor debe dominat pot asf deco (i!) de arin salon ares ictadura comporta siempre ur ‘or tracion: dere go manos del deta xo so contna dl composes mo. ora bien, en el interior de la dictadura capitalista tier = ‘ltimo Ja sola y tnica tarea de encubrir ideoldgicamente a ees pizaciones desiinadas a dominar econdmicamente 4 les mans ic jas que no puede prescindir una moderna Dictadura, Por medio de a Gree debe hacerse dependientes ‘econémicamente del Yctador y complacientes politicamente con sus desighios « log Ineo Por 20 hay ea Tali un monopotio de aes stas que, carentes de la menor autonomis, se reducer ky Gig e peret dnvrumentes de le ica or eso ae ef atticulo 23 de la Carta del Lavoro” ensak da la ‘moderna constitucién del trabajo, que los service de eoea % Oshmar Spann, Der wabre Staa piging 274. 8D Der webre Staat (El verdadero Estado), Leipzig 1921, 'Del 21 de abril de 1927, Ls democracia 239 se establecerén sobre una base patitaria y fiscalizados en Ia esfera corporativa por los érganos del Estado competentes, y que los em- presarios estén obligados a procurarse los trabajadores por media cién de aquéllos. Los empresarios tienen el derecho —y desde la Ordenanza del 6 de diciembre también el deber— de escoger entre los registrados, y de tal manera, dan preferencia a los afiliados en el partido y en los sindicatos fascistas por orden de inscripcién, Es en este espititu como hay que entender los razonamientos del ministro fascista de Justicia, Rocco, en su discurso ante la Cémara del 9 de marzo de 1928: «Se esté en lo cierto cuando se habla de Estado sindical o corporativo, a condicién de explicar el sentido del término. El Estado corporativo no es el Estado en, manos de la coxporacién, sino la corporacién en manos del Estado» ™ Resumiendo cuanto hemos dicho debemos concluir que, frente al Estado de Derecho, resuelto a sujetar a su imperio a Ia econo: mia, la Dictadura no dispone de otro medio que Ja violencia torpemente enmascarada por Ja ideologia, Confirmalo uno de los héroes del fascismo, el nacionalista Enrico Corradini, en un escrito intitulado I! reginre della borghesia produttiva, en el que se debate Ja cuestién siguiente: ®. Al llamar mentiras convencionales al Estado de Derecho, a la democracia y al_parlamentarismo, Ia burguesfa acaba siendo’ victi- ma de sus propios engafios: Llena de odio neofeudal a la ley no solamente incurre en contradiccién con sus més auténticas esencias espirituales, sino que niega también las condiciones de su vida so- cial. Sin la'certidumbre de la libertad conforme a ley en Ia expre- sidn del pensamiento, de la libertad confesional, de la ciencia, el arte y la prensa, sin las seguridades propias del Estado de Derecho contra detenciones y condenas arbitrarias por parte de jueces de pendientes de un Dictador, sin el principio de la legalidad de la administracién, la burguesfa no puede espiritual ni econdmicamen- 1 Heller, Fascismus (Vid. n. 8), 2. 312. Loc. cit, . 216. a Hermann Heller te vivir. Una burguesfa, que se ha abierto camino a través del Re- racimiento, no puede sin suicidarse permitir que el Distsdor “e prescribe su sent, querer y pensar o que le prohiba, por cleat unc Solo ent il ejemplos, la leceura de Dostoievski'y de Tole, como en septiembre de 1929 ha sucedido en Italia Si se han de mantener, tanto més si se han de renover la cul- tuna y Ia civilizacién actuales, forjadas principalmente por li Kur fucsie, se requiere en cualquier circunstancia ho ya preserver, ses clevar también, en lo que a calculabilidad de las telaciones cine fespecta, la cota lograda. La burguesfa habia combatido al rey shee, Jato porque le era indispensable la cettidumbre de au libereod Coe forme 4 ley. Hoy no puede clamar a un tiempo por la errcioni, zacign de Ja economia» y por una Dictadura, cuyo atbitrio he de ser forzosamente mucho més desmedido que el del principe afcole to, El grado mayor de racionalidad de la economfa ameneoea ee eo, plice porque el dmbito de validez de esa racionalidad es un ceatinenre Figantesco, en tanto que la economfa europea es tn conglomerade de formaciones geogrificas enanas. Actualmente no cabe prolesce on nee Gionalismo idélatra del Estado y, a un tiempo, aceptat que en vite de Jo dicho pueden los norteameticanos hacer poco a poco de loc Bt tados nacionales europeos colonias de esclavos Blancos, benefiénclose de que las economfas nacionales europeas se limiten mutuancne oi mercado y compitan hasta la muerte entre ellas, y tal nocionalion, idélatra del Estado les impedir4 asimismo reconoter que Ine bone, ras arancelarias, las industrias de armamento, las fabsces le ean méviles de cardcter nacional, que con frecuencia s6lo responden en gu inspiraciin al interés de ciettos grupos capitalistas, trovocenta ruina de las comunidades nacionales de cultura, estén deme. do cada dia més una produccién racional de las’ comunidades an fionales. En Alemania se pudo tomar en serio el reclame niions lista: iCompra automéviles alemanes!, y pagarlos desproporions damente caros, en tanto no cayé en ‘posesion de los ancien 4a mayor fébrica alemana de coches. Una vez que esto suctdis, cade alemén hubo de preguntarse en provecho de quién pagshe tediage te esos precios exorbitantes, en el de Ia naciGn o env el dele fe nilia Opel 0. en el de la’ americana General Motors, Que ‘ua Dictadura nacionalista no pueda enfrentarse, sin dato pare Is con nomia nacional, a esas condiciones inexorables de la economia ren, dial es algo que cae por su peso Podréa los publicstas y profesores nacionalistas estigmatizar Ja Ynibn Europea como «una tricién al espfrima de Occidenten ¢ de dlucir de los hechos resefiados Ja consecuencia de que el Oceiden ¥ las naciones europeas no tienen ya otra misién que cumplis sing * Son 1a democraca perec énticamente con honor. Me pareceria no s6lo més aut c Se rama teat al ey Go, consonance con el esp fitw occidental, tal como se le entendia atin dos generaciones a is fi las fuerzas esptituales de la nacién empezasen de una vez a gent erglienza de haber desertaco del espiritu, y en la actual Siuacn trutar en aquella leyes, ls slas gue pos molean come persons los tidos exigidos por los tiempos. esta suerte deberfan tales ne eRe telah aes GY amuse economia @ ls es bajo el Estado Copano cS coo oS or ei Ea ara tesnat sane p aes Deberan te aes ee futur tura occidental no esté amenazado eS re aaee cata exon, sno jusament ese SOA rca tc al fc eater ae ae en lt polite, Pe yea ec coenct oat eee anfeguco de est pro aia capitalista que padecemos, que ni a los trat eee 4 nuales ni a los intelectuales deja el ocio y la oportunic iS aoe lama una actividad cultural creadora. Al caer en i ener ae ex ante el parloco inespnsible de rainalisas sip sangre las venas y de ‘aracionalistas sedients de sangre, deberia in vedi ist dus icible_y entonces habria al eye ica eae eee esas Veet aad social de Derecho. a ——

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