Está en la página 1de 2

14.

NECESITO IMPRESIONES DE MÍ MISMO


En mi estado actual no hay estabilidad no hay «yo». No me conozco. Empiezo a sentir
que hay que llegar a un momento de Presencia más completo. Necesito ante todo tener
una impresión —lo más profunda posible— de mí mismo. Me daré cuenta de que nunca
tengo una impresión profunda, de que mis impresiones son muy superficiales, tan
superficiales que sólo crean asociaciones superficiales que no dejan ningún recuerdo y no
cambian nada, no transforman nada. Gurdjieff hablaba de las impresiones como de un
alimento, pero no comprendemos lo que quiere decir alimentarnos, ni lo que eso
representa para nuestro ser.
Soy pobre en materia de impresiones de mí mismo. Tengo tan pocas; esto no tiene
peso. Si verdaderamente quiero conocer algo, estar seguro de ello, primero necesito ser
«impresionado» por el conocimiento. Necesito ese conocimiento nuevo. Necesito ser
«impresionado» por él tan fuertemente que lo conoceré en ese momento con todo lo que
soy; no solamente con mi cabeza, sino con toda mi masa. Si no tengo suficiente de ese
conocimiento, suficientes impresiones, no puedo tener ninguna convicción. Sin el
conocimiento, sin el material, ¿cómo voy a evaluar las cosas, cómo voy a trabajar? No hay
nada para dar un impulso en una dirección u otra. No hay posibilidad de actuar
conscientemente. Lo primero que necesito para una acción consciente es una impresión de
mí mismo, tanto cuando estoy solo, abierto a lo que soy, como cuando estoy en la vida,
cuando trato de no olvidar esa impresión completamente y veo cómo me pierdo. Esas dos
clases de impresiones son mi mundo interior. Hasta que no tenga una cierta cantidad de
impresiones, no puedo ver más lejos, no puedo comprender más.
Consideramos las impresiones como algo muerto, fijas como una fotografía. Pero con
cada impresión recibimos una cierta cantidad de energía, algo viviente que actúa sobre
nosotros, que nos anima. Por un momento tengo una impresión de mí mismo que es
completamente diferente de la manera en que me experimento en general. De repente
conozco algo real en mí, de una forma enteramente nueva, recibo algo, soy animado por
eso. Después lo pierdo, no lo conservo. La impresión desaparece como si hubiese sido
robada por un ladrón. En el momento en que más necesito de ella para estar presente ante
la vida, ya no tengo el apoyo para no perderme. Empiezo a ver que las impresiones son un
alimento. Es una energía que se debe recibir y que debe ser contenida.
Necesito ver lo que me molesta y comprender por qué es tan difícil recibir una
impresión. No es porque no la quiera recibir. Es porque no puedo. Siempre estoy cerrado,
cualesquiera sean las circunstancias de la vida. A veces, quizás por un chispazo, estoy
abierto a la impresión. Pero casi inmediatamente reacciono. La impresión se asocia
automáticamente con otra cosa y se produce una reacción. Uno aprieta un botón y acto
seguido viene un pensamiento, una emoción o un gesto. No lo puedo evitar, ni siquiera lo
veo. Mi reacción me ha separado de la impresión y de la realidad que ella representa. Allí
está la barrera, el muro. Al reaccionar, me cierro.
Lo que no veo es que pierdo todo contacto con la realidad una vez que mis funciones
habituales están al mando. Por ejemplo, siento que mi cuerpo está aquí. Siento mi brazo
izquierdo, tengo la impresión de mi brazo izquierdo. Tan pronto esta impresión me alcanza,
eso desata mi pensamiento, que me dice «el brazo…, el brazo izquierdo». Y en el momento
en que me lo digo, la pierdo. Al pensar en el brazo, creo conocerlo. Confío más en el
pensamiento sobre el brazo que en su existencia real. Pero el pensamiento sobre el brazo
no es la realidad. Es lo mismo para mi propia realidad. Tengo la impresión de una vida en
mí mismo, pero tan pronto pienso «soy yo», la pierdo. Tomo mi pensamiento por el hecho
mismo. Creo conocerlo y con esa credulidad, esa creencia en mi pensamiento, ya no tengo
preguntas, ni interés para recibir esa impresión.
No puedo recibir las impresiones conscientemente. En consecuencia, no me conozco.
Al mismo tiempo, necesito esto por encima de cualquier otra cosa. Si no puedo recibir una
impresión de mí mismo, nunca tendré ese recuerdo, esa posibilidad de conocer lo que soy.
El momento de recibir una impresión es el momento de volverse consciente. Es el acto de
ver.

También podría gustarte