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4888888555588 8585488558 S8H THESES ES LA CUESTION DE LA DEMOCRACIA* El propésito de este trabajo es contribuir e incitar a una restauracidn de la filosoffa politica. Somos unos pocos los que vamos en esa direccién. Sin duda nuestro pequefo grupo cre- ce desde hace algiin tiempo. Sin embargo, hay que reconocer que la tarea no ha encontrado todavia demasiados ecos, Me extrafla que la mayorfa de aquellos que serfan capaces de lo- grarlo en virtud de su temperamento intelectual, el cual los inclina a romper con creencias dogméticas, de su cultura filo- s6fica, de su preocupacién por encontrar en los sucesos del mundo un sentido, sea cual sea stt grado de confusién; aque- los de quienes se esperarfa la preocupacién por desprenderse de las ideologias dominantes y de las rivales, por descifrar al menos las condiciones de un devenir de la libertad, de expli- car al menos los obstaculos con los que chocan, aquellos inte- lectuales muestran y siguen mostrando una ceguera obstina- da ante lo politico. Libertad, esa simple palabra que acabo de escribir, la encontramos con frecuencia proscrita del lenguaje especializado, remitida al idioma vulgar, a menos que sitva de bandera a algin pequefio grupo de intelectuales que declaren haber elegido su campo, y se contenten con el anticomunisme. Dejemos a estos tiltimos, cuya especie no es nueva, por mu- + cho ruido que hagan. Me importan mas los intelectuales, los, fildsofos que reivindican su insercién en la izquierda, en la extrema izquierda. A pesar de vivir en una época que ha des- * © ations du Seu, 1986. 36 plegado una nueva forma de sociedad, por una parte, bajo el signo del fascismo y, por otra, del socialismo, no quieren pen- sat, percibir ese stceso formidable, Para hacerlo, seguramen- te serfa necesario darle un nuevo sentido a la idea de la liber- tad, Pero ellos la han abandonado a los movimientos de la opini6n por el aparente motivo de que cada cual le presta los rasgos que convienen a sus deseos, oa sus intereses, Sin em- bargo, cuando buscan un conocimiento riguroso no es de la opinion de la que se apartan, sino de la filosofia politica. Pues esta titima no tuvo nunca otro resorte que el deseo de liberat- se de la servidumbre de las creencias colectivas, el deseo de conquistar la libertad de pensar la libertad en la sociedad; siem- pre tuvo a la vista la diferencia esencial entre régimen libre y despotismo, o bien tiranfa, Mientras nos hallamos confronta- dos al surgimiento de un nuevo tipo de despotismo (tan nue~ vo en comparacién con los despotismos antiguos como la de- mocracia en comparaci6n con la democracia antigua), de un despotismo de vocacién global, éste se vuelve, por afiadidura, invisible. Cuando escuchan la palabra totalitarismo, los filé- sofos preguntan: ¢De qué habla usted? ¢Se trata de algtin con- cepto? ¢Cudl es la definicién que usted le da? ¢No oculta la democracia la dominacién y explotacién de una clase por otra, la uniformacién de la vida colectiva, el conformismo de masa? ¢Sobre qué criterio funda usted la distincién entre democra- cia y totalitarismo? Suponiendo que la historia haya engen- drado un monstruo, geual es la causa de la mutacin? ¢Es de naturaleza econémica, técnica, o se refiere al progreso de la burocracia de Estado? Antes decfa que estaba sorprendido: ges posible manejar sutilmente la diferencia ontol6gica, riva- lizar en cuanto a prodigios en la explotacion combinada de Heidegger, Lacan, Jakobson y Lévi-Strauss, y, sin embargo, regresar al realismo mas recalcitrante en cuanto se trata de politica? Ciertamente el marxismo pas6 por ahf; rompié la relaci6n que mantenfa la filosofia con la/ingenuidad; ensend que la institucion de un sistema concentracionario, ¢! exter- minio de millones de hombres, la supresién de las libertades de asociacion y de expresi6n, la abolicién del sufragio univer- sal, su conversion en una farsa que suministra el noventa por ciento de los votos a la lista del partido tinico, no es un indicativo de la naturaleza de la sociedad soviética. Pero lo 37 mas notable es que el hundimiento de esta ideologfa no haya liberado al pensamiento, no le haya abierto de nuevo el cami- no dela filosofia politica. Una vez admitido que no es el socia- lismo, 0 como jocosamente se dice, el verdadero socialismo, Jo que se construye en la URSS, en Europa del Este, en China, en Vietnam, en Camboya 0 en Cuba, gcudntos siguen pos dos por el fantasma de una teorfa que nos entregarfa las leyes del desarrollo de las sociedades y de la que se deducirfa la formula de una practica racional? En el mejor de los se ‘vemos expresiones de simpatfa por los disidentes perseguidos bajo los regimenes comunistas, o por los levantamientos po pulares, Pero ese sentimiento no inquieta duraderamente al pensamiento, Le repugna descubrir la libertad dentro deh democracia, pues ésta es definida como burguesa. Le repug, na descubrir la servidumbre dentro del totalitarismo Y sin embargo, serfa err6neo quedarnos en la critica al mar- xismo. Repensar lo politico requiere una ruptura con el punto de vista de la ciencia en general y, en especial, con el punto de vista que ha venido a imponerse en aquello que se denomina ciencias polfticas y sociologia politica, Los politélogos y sociélogos no buscan alojar la politica en el registro de una superestructura, cuya fundamentacién se descubriera en el nivel supuestamente real de las relaciones de produccién, Ellos se procuran su objeto de conocimiento a par- tir de la construccién, o de la delimitacién del hecho politico, considerado como hecho particular, distinto de otros hechos sociales particulares: econémico, juridico, estético, cientifico o puramente social, en el sentido en que él termino designa los modos de relacién entre grupos o clases. Una perspectiva asi supone darse bajo mano la referencia al espacio denominado sociedad. A éste se lo pretende inventariar o reconstruir pro- poniendotérminos, articulandolos, Torjando sistemas parti ares de relaciones, es decir, combinandolos en un sistema glo- ‘al, como si la observacién o la construccién no derivaran de tuna experiencia de la vida social, a la vez. primordial y singu- Jarmente modelada por nuestra insercidn en un marco hist6ri- coy politica mente determinado. Observemos, sin embargo, una ‘consecuencia inmediata de esta ficclon: las sociedades demo- craticas modernas son caracterizadas, entre otras cosas, por la delimitacién de una esfera de instituciones, de relaciones, de 38 actividades, que aparece como politica, distinta de otras esfe- ras gute aparecen como econémica, juridica, ete, J Los politélogos y sociélogos consideran este modo de apa- recer de lo politico la condicion de la definicién de su objeto y del método de su conocimiento, sin interrogar la forma social bajo la que se presenta y se ve legitimada la separacién entre diversos sectores de la realidad. Sin embargo, el que algo como |la politica haya venido a circunscribirse en una época, en la |vida social, tiene precisamente un significado politico que no es particular, sino general. Es la constitucién del espacio |cial, la forma de la sociedad, la esencia de lo que antafo se ‘denominaba Ta ciudad, Io que es puesto en juego a partir de leste acontecimiento. Lo politico se revela asi no en aquello |que llamamoé actividad politica, sino en ese doble movimien- to de aparicién y ocultamiento del modo de institucisn de la sociedad. ApariciOn, en el sentido en que emerge a lo visible el proceso por el cual se ordena y unifica la sociedad, a través de sus divisiones; ocultamiento, en el sentido en que un sitio de la politica (sitio donde se ejerce la competencia entre partidos y donde se forma y renueva la instancia general del poder) es designado como particular, mientras se disimula el principio generador de la configuracién del conjunto, Esta observacion invita por si sola a volver sobre la pr gunta que antafio guiaba a la filosoffa politica: gen qué consi te la diferencia de formas de sociedad? Pensar lo politico re- quiere una ruptura con el punto de vista de la ciencia politica, pues ésta nace de la supresi6n de dicha pregunta. Nace de una voltntad de objetivacién que olvida que no existen ni elemen- tos, oestructuras elementales, ni entidades (clases o segmentos de clases), ni relaciones sociales, ni determinaci6n econémica 0 técnica, ni dimensiones del espacio social que preexistan ala accidn de dar fo Esta accion significa asi- mismo dar sentido y poner en escena, Dar sentido puesto que el espacio social se despliega como espacio de inteligibilidad, “articuléndose de acuerdo a un modo singular de discrimina-. cién de lo real y de lo imaginario, de lo verdadero y falso, delo justo y de lo injusto, de lo licito y de lo prohibido, de lo normal yde lo patolégico. Poner en escena porque este espacio contie- fa de sf mismo en su constitu- raristocratica, mondrquica o despotica, democratica, oto 39 | SFISSISSISSISIESESSESES SSSSSSSSSSESSESZIEIS talitaria, Es sabido que esta voluntad de objetivacion tiene como corolario la posicién de un sujeto capaz de efectuar operacio- nes de conocimiento que no deban nada a su implicacién en la vida social —sujeto neutro, ocupado en detectar relaciones de casualidad entre los fenémenos, o leyes de organizacién y fun- cionamiento de los sistemas y subsistemas sociales. La ficcién de ese sujeto no solamente se expone al argumento de una so- ciologia critica, 0 del marxismo, los cuales denuncian la dis- tincién entre juicios de hecho y juicios de valor, y muestran que el analista procede en funcidn de la perspectiva que le im- pone la defensa de sus intereses econémicos, o culturales; por Jo demés, un argumento asf choca, aunque esté bien funda- mentado, con limitaciones que no vamos a examinar aquf. La ficcién del sujeto, decimos, desconoce que el pensamiento que se dirige a una forma cualquiera de la vida social trata con un ‘material que contiene su propia interpretacién; cuyo signifi- cado es constitutivo de su naturaleza. Al asignarle al sujeto neutralidad, lo priva de pensar una experiencia que se engen- dra y se ordena en raz6n de una concepcién implicita de las, relaciones de los hombres entre sf y de una concepcidn de sus relaciones con el mundo, Le prohfbe pensar lo que es pensado en toda sociedad y le confiere su estatuto de sociedad huma- na; la diferencia entre la legitimidad y la ilegitimidad, entre la verdad y la mentira, la autenticidad y la impostura, la biisque- da del poder, o el interés privado, y la biisqueda del bien co- min. Léo Strauss ha denunciado perfectamente lo que podrfa- mos llamar la castraci6n del pensamiento politico bajo el efecto del auge de las ciencias sociales y del marxismo, por lo que no nos extenderemos al respecto, Sera suficiente remitirse a la critica con que abre Droit naturel et histoire.’ Diré solamente que si no queremos saber nada de las distinciones que fund mentan el ejercicio del pensamiento, so pretexto de que no sabriamos producir su criterio; si pretendemos reducir el co- nocimniento a los limites de la ciencia objetiva, rompemos con, la tradici6n filos6fica, Por no correr el riesgo de juzgar, perde~ mos el sentido de la diferencia entre las formas de la sociedad. E] juicio de valor renace entonces hipécritamente, cobijado 9. Lf Strauss, Droitnanrel et histoire, Paris, Flammarion, 1986, (Ed. esp, Deve cho naturale historia, Clcule de Lectores, 2000). (N. del) 40 bajo una jerarquizacién de los determinantes de lo supuesta- mente real, o bien se afirma arbitrariamente en la declaracion bruta dle preferencias. Me gustaria ahora Hamar la atencién sobre lo que signifi- ca repensar lo politico en nuestra época El surgimiento del totalitarismo, tanto en la variante fas- cista, actualmente destruida, pero de lo que nada nos permite asegurar que no pueda reaparecer en el futuro, como de la variante que se oculta bajo el nombre de socialismo, cuyo éxi- to lo ha extendido, nos requiere para volver a analizar Ia de- mocracia. Contrariamente a una opinién bastante extendida, el totalitarismo no resulta de la transformacién del modo de produccién, Intitil es demostrarlo en el caso del fascismo ale- mn 0 italiano, que se acomod6 al sostenimiento de una es- tructura capitalista, a pesar de los cambios que ésta pudiera haber sufrido con el crecimiento de la intervenci6n estatal en Ia economfa, Pero al menos es importante recordar que el ré gimen soviético habfa adquirido sus rasgos distintivos antes de la colectivizacién, El totalitarismo moderno surge a partir de una mutacién politica, de una mutacion de orden simbdli- co, cuyo mejor testimonio es el cambio de estatuto del poder: En la préctica, se erige un partido que se presenta como po- seedor de una naturaleza diferente a la de los partidos tradi- cionales, como portador de las aspiraciones del pueblo entero y como duefio de una legitimidad que lo pone por encima de las leyes; se apropia del poder destruyendo todas las oposicio- nes; el nuevo poder no rinde cuentas a nadie, se sustrae a todo control legal. Para nuestro propésito poco importa el curso de los acontecimientos, pues me interesan los rasgos mas carac- teristicos de la nueva forma de sociedad. En la sociedad totali- taria opera una condensacién entre la esfera del poder, la esfe- rade la ley y la esfera del saber. El conocimiento de los fines liltimos de la sociedad, de las normas que rigen las précticas sociales, se convierte en propiedad del poder, en tanto que éste se revela como el érgano de un discurso que enuncia lo real como tal. El poder incorporado en un grupo, y en su grado ms alto en un hombre, se combina con un saber igualmente 41 incorporado de manera que nada en lo sucesivo puede fractu rarlo, La teorfa —o si no la teorfa, el espiritu del movimiento, comoes el caso del nazismo—,a pesar de hacer fuego de cual- quier lef, de acuerdo con las circunstancias, es mantenida al margen del mentfs que lanza experiencia. El Estado y la socie-\| dad civil son considerados uno y lo mismo, propésito que se} ogra por mediacién del omnipresente Partido, que difunde la | ideologia dominante y las consignas del poder segtin las cit- cunstancias, y por Ia formacién de multiples microcuerpos (organizaciones de todo tipo en las cuales se reproduce la so- cializaci6n artificial y las relaciones de poder conformes al poder general). Una logica de la identificacién, dirigida por la representacién de un poder encarnador, es puesta en practica, El proletario es uno y lo mismo con el pueblo, el Partido con el proletariado, el buré politico y el egécrata, finalmente, con el Partido, Mientras tanto se extiende la representacién de una sociedad homogénea y transparente a s{ misma, la de un pue- blo-uno, la division social es negada en todas sus formas, al mismo tiempo que son rechazados todos los signos de una di- ferencia de creencias, de opiniones, de costumbres. Si pode- mos usar el término «despotismo» para calificara ese régimen es con la condicién de precisar su modernidad, su diferencia respecto a todas las otras formas que lo precedieron, Pues el poder no apunta hacia un mas allé de lo social: es un poder que reina como si no hubiera nada fuera de él, como si no ‘tuviera limites (esos limites que plantea la idea de una ley, o de una verdad valida por si misma); que se relaciona con una so- ciedad que de modo semejante no parece tener nada fuera de sf misma y que es vista como produccién de los hombres que Ja habitan. La, modernidad del totalitarismo se sefiala en la combinacién de un ideal radicalmente artificialista con un ideal radicalmente organicista, La imagen del cuerpo se asocia con Ia de la maquina. La sociedad se presenta como una comuni- dad cuyos miembros son rigurosamente solidarios, al mismo tiempo que se supone que se construye dia a dia, que se dirige hacia una meta —Ia creacién del hombre nuevo—, que vive en un estado de movilizacién permanente. Dejemos de lado algunos de los rasgos que hemos subraya- do ampliamente en otros lugares, en especial el fendmeno de Ja produccién-eliminacién del enemigo (el enemigo interno de- 42 finido como agente del enemigo externo, como parisito del cuerpo, 9 como perturbador del funcionamiento de la mé- quina)." Tampoco intentaremos aqui poner en evidencia las, contradicciones con que choca el totalitarismo. El esquema ape- nas descrito nos permite ya volver a examinar la democracia. Sobre el tel6n de fondo del totalitarismo adquiere un nuevo relieve y resulta evidente la imposibilidad de reducirla a un sistema de instituciones. A su vez, aparece como una forma de sociedad que nos impone la tarea de comprender aquello que constituye su singularidad y lo que en ella, a la vista del surgi- miento de la sociedad totalitaria, se presta a ser invertido, Una investigacién como la descrita podria obtener gran provecho de los trabajos de Tocqueville. Aquello que lo distin- gue de la mayorfa de sus contempordneos es, en efecto, que para él la democracia es ya una forma de sociedad, y ello por- que se destaca, segtin su visién, sobre un fondo: la sociedad de la que emerge y que llama, con un término que no es opor- tuno discutir aqui, «sociedad aristocratica». Si Tocquevil inciténdonos a remontarnos a sus antecedentes, nos ayuda a descifrar la aventura de la democracia moderna, nosotros es- tamos, en cambio, en condiciones de preguntar sobre lo que se produce, 0 amenaza con producirse en adelante. Su inves- tigacién nos importa por diversos motivos. Contiene la idea de una gran mutacién histérica, a pesar de que sus premisas fueron asentadas hace mucho tiempo, y también la idea de una dinaimica irreversible, Aunque busque el principio gene- rador de la democracia en el estado social —Ia igualdad de las, condiciones— explora los cambios en todas direcciones: se interesa por los vinculos sociales y las instituciones politicas, por el individuo, por los mecanismos de la opinién, por las, formas de la sensibilidad y las formas del conocimiento, por la religion y el derecho, por la lengua, la literatura, la historia, etc. Esta exploracién lo induce a detectar las ambigtiedades de la revolucién democratica en todos los campos y a practi- car una especie de exploracion en la carne de lo social. A cada momento de su andlisis se ve conducido a desdoblar su obser vaci6n, a pasar del haz al envés del fenémeno, a desvelar la 10, Vésse Claude Lefort, Un homme ws top, Paris, Du Sui, 1976. (Ed. esp. Un Jiombre que sobra, Bareolona, Tusquets Editores, 1980.) (N. del] 43 | e888 8888558989885 85S5SSESSESEEEDES contrapartida de lo positivo ~el signo nuevo de libertad—, 0 de lo negative —el signo nuevo de servidumbre. Convertido en pensador de moda desde hace poco tiempo, ‘Tocqueville puede definirse como el tedrico pionero de! libera- lismo politico moderno. Importante, en otro sentido, nos pare~ ce su intuicién de una sociedad enfrentada a la contradiccion general que libera la desaparicién de un fundamento del orden Social, Investiga esta contradiccién especialmente en el indivi- duo, sustraido en lo sucesivo a las antiguas redes de la depen- dencia personal, prometido a la libertad de juzgar ya actuar de acuerdo a sus propias normas y, por otra parte, aislado, desam- parado, atrapado por la imagen de sus semejantes y buscando en la aglutinacién con ellos un medio para escapar a la amena- za de disolucién de su identidad. También investiga aquella contradicci6n en la opinién, la cual conquista el derecho a la resi6n y a la comunicacion y, simulténeamente, se convier teen una fuerza en si misma gue se desprende de os ujtos, ‘que piensa, que habla, para erigirse por encima de ellos como un poder anénimo, Asimismo la investiga en la ley, referida al polo de la voluntad colectiva, acoge las nuevas exigencias que nnacen del cambio de précticas y de mentalidades y, como con- secuencia de la igualdad de condiciones, se ve llamada a una empresa de uniformacién de las normas de comportamiento. Incluso las examina en el poder: un poder liberado de lo arbi- trario, asociado a un gobierno personal, pero, por otra parte, y precisamente por aniquilar todos los reductos particulares de autoridad, aparece como el poder de nadie, 0 abstractamente como el poder del pueblo, corriendo el riesgo de devenir en un poder sin limites, omnipotente, y de asumir Ia vocacion de ha- cerse cargo del detalle de la vida social. No digo que Tocqueville haga un andlisis incontestable de esta contradiccién interna de la democracia, pero abre una de las vfas més fecundas que ha sido abandonada, Sin evocar las dificultades en que se ve envuelto —de las que he dado alguna idea en un articulo de Libre—,"' me limito aqu{a observar que su exploracién se detiene frecuentemente en lo que he llama- do la contrapartida de cada fendmeno considerado caracte- Tr, vase Claude Lefer, Dealt aliberté Fragments nterpttion de Dela democratcen Amériquee, Libre, 923 (1978). (Ned) 44 ristico de la nueva sociedad, en lugar de perseverar en la bis queda de la contrapartida de la contrapartida. Es cierto que ha transcurrido un siglo y medio desde la publicacién de De la democracia en América y que nos beneficiamos de una expe- riencia que nos proporciona la capacidad de descifrar lo que su autor no pudo entrever. Pero no es s6lo la falta de esa expe- riencia lo que limita su interpretacin; es, creo, una resisten- cia intelectual (ligada a un prejuicio politico) ante lo descono- cido de la democracia, Por no poder desarrollar aqut mi critica, diré solamente que Tocqueville se centra frecuentemente en descubrir una inversién del sentido, poniendo cuidado en sa- car a la luz la ambigiiedad de los efectos de la igualdad de condiciones: la afitmacién nueva de lo singular se desvanece bajo el reino del anonimato; la afirmacién de la diferencia (de las creencias, de las opiniones, de las costumbres) bajo el rei- no de la uniformidad; el espfritu de innovacién es esteriliza- do, aqui y ahora, por el goce de los bienes materiales y por la pulverizaci6n del tiempo hist6rico; el reconocimiento del se- ‘mejante por el semejante se malogra ante el surgimiento de la sociedad como entidad abstracta, etc. Alo que no prestaaten- cidn, y que estamos en condiciones de observar, es el trabajo que se hace o.se rehace, una y otra vez, desde el segundo polo donde se petrifica la vida social, Es lo que revela, por ejemplo, el surgimiento de maneras de pensar, de modos de expresion que se reconquistan contra el anonimato, contra el Ienguaje estereotipado de la opinién; el surgimiento de reivindicacio- nes, de huchas por los derechos que ponen en jaque el punto de vista formal de la ley; la irrupci6n de un nuevo sentido de la historia y el despliegue de las miiltiples perspectivas del conocimiento histérico, como consecuencia de la disolueién de la duracién casi orgénica de la duracién, en otro tiempo contenida en las costumbres y las tradiciones; es la heteroge- neidad creciente de la vida social que acompafia a la domina- cién del individuo por la sociedad y el Estado. Con toda segu- ridad nos equivocarfamos si pretendigramos detener la exploraci6n en la contrapartida de la contrapartida, Mas bien debemos reconocer que, en tanto la aventura democrética prosiga y los términos de la contradicci6n se desplacen, el sen- tido de lo que acontece permanece en suspenso, La de cia se revela asf como la sociedad hist6rica poi sociedad que en su forma acoge y preserva la indeterming ‘cién, eh notable contraste con el totalitarismo, el cual, edificandose bajo el signo del hombre nuevo, se organiza en realidad contra esta indeterminacién, pretende detentar la ley de su organizacién y de su desarrollo, y se dibuja secretamen- te en el mundo moderno como sociedad sin historia ‘Sin embargo, permanecerfamos atin dentro de los limites de una descripcién si nos contentéramos con prolongar los andlisis de Tocqueville que incitan a descubrir los rasgos que apuntan en direcci6n a la formacién de un nuevo despotismo. La indeterminaci6n de la que hablamos no es del orden de los hechos empiricos; de esos hechos que podrfamos ver nacer de otros hechos de cardcter econémico o social, como Ia igual- dad progresiva de las condiciones. As{ como el nacimiento del totalitarismo desaffa toda explicacién que redujera el suceso al nivel de la historia empfrica, el nacimiento de la democra- cia sefiala una mutacién de orden simbélico, cuya mejor ma- nifestacién es la nueva posicién del poder. Me he esforzado en diversas ocasiones por llamar la aten- cién sobre esta mutacién. Por el momento seré suficiente con poner en evidencia algunos de sus aspectos. La singularidad de la democracia no resulta plenamente sensible hasta recor. dar lo que fue el sistema mondrquico del Antiguo Régimen. No se trata de recuperar un olvido, sino de colocar de nuevo en el centro de la reflexién aquello que ha sido desconocido como consecuencia de una pérdida del sentido de lo politico. En efecto, es en el marco de la monarquia, de una monarqufa deun tipo particular, que originariamente se desarrollaba den- tro de una matriz teol6gico-politica, la cual daba al principe un poder soberano dentro de los limites de un territorio, y al mismo tiempo hacfa de él una instancia secular y un repre- sentante de Dios, como se dibujaron los rasgos del Estado y de la nacién, y se dio una primera separacién entre la socie: dad civil y el Estado. Lejos de reducirse a una institucién superestructural, cuya funcién derivarfa de la naturaleza del modo de produccién, la monarqufa, por su accién niveladora yunificadora del campo social y, simulténeamente, por su in: cripcién en ese campo, hizo posible el desarrollo de relacio- nes mercantiles y de un modo de racionalizacién de las activi- dades que condicionaban el surgimiento del capitalismo. 46 En la monarqufa, el poder estaba incorporado en la per- sona del principe, Eso no quiere decir que poseyera un poder sin limites. El régimen no era despotico, El principe era un mediador entre los hombres y los dioses, 0 bien, bajo el efec- to de la secularizacién y de la laicizaci6n de la actividad polf- tica, un mediador entre los hombres y las instancias trascen- denies de la Justicia soberana y de la Razén soberana. Sometido a la ley y por encima de las leyes, condensaba en su cuerpo, a la vez mortal e inmortal, el principio de la genera- cién y del orden del reino, Su poder apuntaba hacia un polo incondicionado, extra-mundano, al tiempo que se constitufa ensu persona como garante y representante de la unidad del reino, Este reino aparecfa como un cuerpo, como una unidad sustancial, de tal manera que Ia jerarqufa de sus miembros, la distincién de rangos y érdenes, parecian reposar sobre un fundamento incondicionado. Incorporado en el principe, el poder daba cuerpo a la so- ‘ciedad. Y por este hecho existia un saber latente, pero eficaz, de lo que eran el wro para el otro en toda la extension de lo social. Ala vista de ese modelo se perfila el rasgo revoluciona- rio y sin precedente de la democracia. E] lugar del poder se “convierte en un lugar vacio. Es intitil insistir sobre el detalle del dispositivo institucional. Lo esencial es que les est prohi- bido a los gobernantes apropiarse, incorporarse el poder: Su ejercicio se somete al procedimiento de una revisién periédi- ca, Se lleva a cabo al término de una competencia regulada, cuyas condiciones se preservan de forma permanente. Este fenémeno implica una institucionalizacion del conflicto. Va- ‘clo, inocupable —de tal modo que ningdin individao ni nin- gin grupo pueden serle consustanciales—, el lugar del poder Se muestra como aquel al que no puede darse una determina da figura. Sélo son visibles los mecanismos de su ejercicio, o los hombres, simples mortales que poseen la autoridad politi- ‘ca. Nos equivocarfamos si considerdramos que el poder se aloja eno sucesivo dentro de la sociedad por el hecho de que ema: ha del sufragio popular; el poder sigue siendo la instancia en viriud de la cual la sociedad puede ser concebida en sut uni- dad y se relaciona consigo misma en el espacio y en el tiempo. Pero esta instancia no se refiere ya a un polo incondicionado; sefiala una separacién entre el interior y el exterior de lo social 47 BSESEESEESES SESESEESE55E553535358535555 que, sin embargo, instiluye su relaci6n. Aquella instancia se hace reconocer técitamente como puramente simbélica, Una transformacién asf implica otras, a las cuales no po- drfamos dar un tratamiento de simples consecuencias, pues las relaciones de causa-efecto pierden su pertinencia en el orden deo simbélico. Por una parte, el frnémeno de desincorporacion del que hablébamos se acompata de una separaci6n de las es- feras del poder; de la ley y del conocimiento. Cuando el poder deja de aparecer como el principio de generacién y de organi- zaci6n de un cuerpo social, cuando deja de condensar en sf las virtudes derivadas de una razén y de una justicia trascenden- tes, el derecho y el saber se afirman frente a él como una exte- rioridad e irreductibilidad nuevas. Y asf como la figura del po- der se borra en sti materialidad, en su sustancialidad; asf como su ejercicio se muestra atrapado en la temporalidad de su re- produccién y subordinado al conflicto de las voluntades colec- tivas, asimismo la autonomfa del derecho se liga a la imposibi- lidad de fijar su esencia. Vemos desplegarse plenamente la dimensién de un devenir del derecho, siempre dependiente del debate sobre su fundamento y sobre la legitimidad de lo esta- blecido, y de lo que debe ser. Igualmente, la reconocida autono- mfa del Saber va aparejada con la revisién permanente del de pliegue de los conocimientos y con la interrogacion sobre los fundamentos de la verdad. Con In desimbricacién del poder] del derecho y del conocimiento, se instaura una nueva relacion | con lo real o, mejor dicho, esa relacién es garantizada dentro} de los limites de las redes de socializacién y de los dominios de |, actividades espectficas; el hecho econ6mico, o el hecho técni- co, cientifico, pedagégico, médico, por ejemplo, tienden a afir- marse, a definirse de acuerdo con normas particulares, bajo el signo del conocimiento. En toda la extensién de lo social opera una dialéctica de la exteriorizacién de cada esfera de actividad, que el joven Marx percibié con gran claridad, pero que abusivamente redujo a una dialéctica de la alienacién. Que ésta se ejerza en el espesor de las relaciones de clase, que son rela- ciones de explotacion y de dominacién, no podria hacer olvi- dar que se nutre de una nueva constitucién simbélica de lo so- cial. No menos relevante es la relaci6n que se establece entre la concurrencia por el ejercicio del poder y el confflicto en Ja so- ciedad. La apertura de un escenario politico sobre el que se 48 produce esa competicién hace vera divisién, de manera gene- ral, como constitutiva de la unidad misma dela sociedad, O.en otros términos, la legitimacion del conflicto puramente polit ‘co contiene el principio de una legitimidad del conflicto social fen todas sus formas. Si tenemos en mente el modelo mond quico del Antiguo Regimen, el sentido de esas transformacio- nes se resume asf: la sociedad demoeratica se instituye como sociedad sin cuerpo, como sociedad que une en jaque a la re- presentacién de tna totalidad orgdnica. No entendamos, sin embargo, que carece de unidad, de identidad definida; por el contrario, la desaparicion de la determinacién natural, antaiio uunida a la persona del principe ya la existencia de una nobleza, hhace emerger a la sociedad como puramente social, de forma tal que el pueblo, la nacién, y el Estado se erigen en entidades luniversales, y todo individuo, todo grupo, esta igualmente refe- rido a ellas, Pero ni el Estado, ni el pueblo, ni la nacién figuran como realidades sustanciales. Su representacion depende de un discurso politico y de una elaboracién sociolégica e hist6vi- ca siempre ligada al debate ideologico. Por lo demés, nada hace mas sensible a la paradoja de la democracia que la institucién del sufragio universal, Es preci- samente en el momento en que la soberanfa popular debe su- puestamente manifestarse, y en que el pueblo debe actualizar- se expresando su voluntad, que las solidaridades sociales resultan deshechas, que el ciudadano es extraido de todas los lazos en los que se desarrolla la vida social para ser convertido en una unidad contable, ELntimero sustituye a la sustancia. Es significativo que esta instituciém se haya topado durante tanto tiempo, en el siglo x1x, con una resistencia no solamente de los. conservadores, sino de los burgueses liberales y de los socialis- tas; resistencia que no podemos imputar solamente a la defen- sa de los intereses de clase, sino que suscitaba la idea de una sociedad llamada en lo sucesivo a acoger lo irrepresentable, En este breve bosquejo de la democracia me veo obligado a dejar de lado toda la parte del desarrollo concreto de las sociedades que se han ordenado bajo estas principios —desa- rrollo que ha justificado las criticas de inspiracién socialista, En modo alguno olvido que las instituciones democréticas han sido constantemente utilizadas para limitar a una minorfa los, medlios de acceso al poder, al conocimiento, y al goce de los de- 49 rechos, Tampoco olvido—y sélo este punto merecerfa un and lisis exhaustivo— que la expansi6n del poder del Estado, como lo previ6 Tocqueville (y més generalmente de las burocracias), fue favorecida por la posicién de un poder annimo. Pero he decidido poner en evidencia un conjunto de fenémenos que me parecen por lo general desconocidos. Lo esencial, ami modo de ver, es que la democracia se instituye y se mantiene por la disolucién de los referentes de la certeza. Inaugura una historia en Ja que los hombres experimentan una indetermi- nacign tiltima respecto al fundamento del poder, de la ley y. ‘del saber, y respecto al fundamento de la relacién del wno con, lotro en todos los registros de la vida social (allf donde anta- fio se enunciaba la division, en particular la divisin entre los titulares de la autoridad y los que estaban sujetos a ella, en funcién de creencias en una naturaleza de las cosas, 0 en un principio sobrenatural). Esto es lo que me lleva a creer que en la practica social se despliega, sin saberlo los actores, una i terrogacion para la que nadie tiene respuesta y a la que el trabajo ideolégico, llamado siempre a restituir la certeza, no consigue poner un término. Y esta consideracién me lleva no tanto a explicar sino, al menos, a seftalar las condiciones de la formacién del totalitarismo. En una sociedad en que se ocul- tan los fundamentos del orden politico y del orden social, en que donde lo adquirido jamas lleva el sello de Ia legitimidad plena; en que la diferencia de status deja de ser irrefutable; en que el derecho se muestra suspendido del discurso que lo enun- cia; en que el poder se ejerce en funcién del conflicto, queda abierta la posibilidad de una desregulacién de la logica demo- ertica, Cuando crece la inseguridad de los individuos, como consecuencia de una crisis econémica, 0 de los destrozos de una guerra; cuando el confficto entre las clases y los grupos se agudiza y no encuentra ya una resolucién simbdlica en la es- fera politica; cuando el poder parece caer en el plano de lo real y aparece como alguna cosa particular al servicio de los intereses y de los apetitos de vulgares ambiciosos, para decir- lo brevemente: cuando se muestra dentro de la sociedad, y al mismo tiempo ésta aparece fragmenttada, entonces se desa- roll el fantasia del pueblo-uno, la biisqueda de una identi- dad sustancial, de un cuerpo social soldado a su cabeza, de un poder encarnador, de un Estado libre de divisién, 50 Avveces se pregunta, no hace sitio la democracia a modos de organizacién y de representacién totalitarios? Con toda seguridad, Pero no por ello es menos cierto que serfa necesa- rio un cambio en la economfa del poder para que surgiese la forma de sociedad totalitaria. Para concluir, regresaré a mis consideraciones iniciales. Me resulta extraiio que la mayorfa de nuestros contemporé- neos no sienta lo que la filosofia debe a la experiencia demo- crética, que no la considere como tema de reflexién, no reco- nozca en ella la matriz de su propia interrogacién, y no la exploren, Al observar la atraccién que han ejercido sobre al- _gunos grandes filésofos el nazismo, al menos en sus inicios, y, en forma mucho mas amplia y durable, el estalinismo, nos preguntamos si el poder de romper con las ilusiones, tanto de Ia teologia como del racionalismo de los siglos Xvit y XIX, no conlleva frecuentemente en su envés, dentro de la filosofia moderna, una fe casi religiosa, una adhesion a la imagen de tuna sociedad conciliada consigo misma, duefia de su historia; a la imagen de una comunidad orgénica. ¢Pero podemos de tenernos en la idea de una separacién entre el pensamiento filoséfico y la creencia politica? ¢Su contacto los deja indife- rentes? Me parece que la pregunta merecerfa ser planteada y podria aclararse siguiendo el camino de la reflexion de Merleau-Ponty. La misma necesidad lo hace pasar de un pen: samiento del cuerpo a un pensamiento de la carne y Io libera de la atraccion por el modelo comunista, haciéndole redescu- brir la indeterminacién de la historia y del ser de lo social. sl

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