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Fantasía / Fantasma

Irma Morosini

Fantasía

Definición

Jean Laplanche y Jean – Bertrand Pontalis (1967) definen a la Fantasía como:

«guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos
deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo, y en último término, de un deseo
inconsciente». «La fantasía, se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños
diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido
manifiesto, y fantasías originarias». (Alemán: Phantasie, Francés: Fantasme, Inglés Fantasy o
Phantasy)

Escribe E. Roudinesco (1997) que Freud utiliza en principio el término en alemán como fantasía o
imaginación (uso corriente del término) y es en 1897 cuando le da un desarrollo más específico, al
apartarse de la teoría de la seducción para validar la idea de realidad psíquica. La vida imaginaria cobra
importancia y el sujeto se representa su propia historia y la de sus orígenes. Los traductores de Freud al
francés utilizan la palabra Fantasme otorgándole el sentido de aparición.

El concepto de Fantasía – Fantasma es importante en psicoanálisis y particularmente para los


terapeutas de familia y pareja, ya que uno de los procesos claves con los que se trabaja
psicoanalíticamente, es el de la interfantasmatización. Sobre este punto volveré a referirme más
adelante.

Históricamente el término fantasía adquiere una connotación que va más allá de la popular. Los aportes
de Freud acerca de la interpretación de los síntomas de sus pacientes histéricas, muestran sus
observaciones acerca de las alteraciones que se producen en el cuerpo, cuando éste experimenta el
pasaje por una seducción específicamente portadora de ciertos significados. Freud en un principio
relaciona las alteraciones con una realidad efectiva, para comprender posteriormente que no era
necesaria esta condición, ya que formaba parte de la realidad todo lo que fuera vivido como tal. Así
Freud acuña el concepto de Realidad Psíquica.

Toda fantasía parte, y a la vez se aparta, de lo perceptual. Es en este sentido que Laplanche y Pontalis
(1967) destacan lo que Freud escribe en “Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento
psíquico” en el cual contrapone el peso que tiene la ilusión para el mundo interno en la búsqueda de
satisfacciones, mientras que es el sistema perceptivo acorde con el principio de realidad, lo que rige
para la interacción con el mundo exterior.

Freud señala que parte de las fantasías inconscientes fueron siempre inconscientes: fantasías
originarias o primordiales (Urphantasien), inscriptas por acción de la represión primaria
(Urverdrämgung).

Algunas fantasías fueron en otro tiempo conscientes como así también los considerados sueños
diurnos. Éstos fueron posteriormente “olvidados”  por acción del tiempo, así como, intencionalmente y
por puesta en acto de la represión, llegaron a ser inconscientes.

Las fantasías secundarias, determinadas por la represión secundaria son inscriptas con posterioridad a
nivel inconsciente o también consciente (sueños diurnos).

Las fantasías originarias, señalan Laplanche y Pontalis (1967), son «estructuras fantaseadas (vida
intrauterina, escena originaria, castración, seducción) que el psicoanálisis reconoce como organizadoras
de la vida de la fantasía y que entiende como típicas, por su condición de repetitivas cualesquiera que
sean las experiencias personales de los individuos».

Para Freud aquellas experiencias traumáticas que atravesaba la persona desde niño, se configuraban en
forma de escenas cuyo contenido emergía en los síntomas que daban carácter bizarro a su conducta.
Éstas estaban intrínsecamente ligadas a su pasado real. Con el estudio de casos, Freud observa que
ciertas fantasías son comunes a las diversas personas con sus historias particulares, ante lo cual
comprende que las mismas no estaban ligadas necesariamente a la experiencia.

Así estas Fantasías Originarias (Urphantasien) conforman una especie de estructura previa a la


subjetivación, cada una de ellas con un contenido específico: fantasías de seducción, de escena
primaria y de castración.

Por esta cualidad de universales, más allá de lo vivido individualmente por el sujeto, Freud piensa en
una explicación filogenética, remitiéndose a escenas de los primeros tiempos del ser humano, en
tiempos de la horda primitiva. Estas escenas primitivas darían lugar a las Fantasías Originarias.

Freud relacionó la problemática de sus pacientes con hechos reales de índole sexual efectivamente
sucedidos en la vida de los mismos. Sus investigaciones posteriores le mostraron que no
necesariamente se trataba de sucesos traumáticos de la vida real, sino de actividad de la fantasía, la que
sí revestía carácter de realidad psíquica, por lo que no habría que pensar necesariamente en recuerdos
reprimidos de experiencias sexuales durante la infancia.

La fantasía actúa como un articulador inconsciente de la excitación generada en un tiempo en que aún
el niño no puede significarla, ubicando espacios y procesándola a posteriori (aprés–coup) por medio de
un entramado histórico. En el tiempo del autoerotismo puede separar la pulsión del deseo y la
necesidad. Por medio de la fantasía escenifica el deseo, procesa su pérdida y encara formas de
reencontrar el objeto perdido. La fantasía también es movilizada a partir de las acciones –caricias,
besos, acunamiento– del otro (generalmente la madre) sobre el cuerpo del niño, generando en el
psiquismo de éste la producción de fantasías. El registro se establece como tal con la constitución
subjetiva del infante.

La recuperación del objeto perdido se logra por la actividad de la fantasía, así objeto buscado y objeto
hallado se articulan en el psiquismo. Hay una dinámica en el movimiento psíquico que lleva al niño
desde la pérdida a la sustitución.

La cualidad universal de las fantasías y cómo se elabora la realidad psíquica del sujeto, es propio del
desprendimiento gradual que el niño debe realizar desde la vida intrauterina a la extrauterina, la
discontinuidad, el desamparo originario, y el auxilio que reciba a través del vínculo con el otro.
Reencontrar los patrones sensoriales del otro significativo, será para el bebé la piedra angular de la
constitución de ese vínculo.

A partir entonces de lo que experimente, repita y signifique, se establecerá la coyuntura entre estructura
y contenido.

Las fantasías se ligan, evolucionan, se complejizan y adquieren nuevas significaciones con las
sucesivas experiencias, atravesadas por el pensamiento, los sentimientos, las circunstancias.

Para Laplanche y Pontalis,(1967) las Fantasías Originarias intervienen en la formación del inconsciente
de cada sujeto, pero al mismo tiempo por ser comunes (universales) a todos los sujetos tienen una
pertenencia colectiva.

L. Edelman y D. Kordon (1992) diferencian entre Protofantasías (fantasías originarias) y Fantasías de


los Orígenes, referidas a las Teorías sexuales infantiles, en las que el niño construye su propia teoría
acerca de su origen.
La fantasía en el uso corriente del término, es el trabajo que produce la imaginación al crear un guión
con las imágenes e impresiones que devienen de los sentidos. Este guión puede representarse como
escenas en la mente de quien fantasea. Tiene su núcleo en aquello que desea que se cumpla, o bien se
liga con algún sentimiento que estampa su huella ante algo vivido.

Para Freud es un “guión imaginario” en el que operan deseos inconscientes y procesos defensivos
(fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes y fantasías originarias).

Las fantasías son movilizadas por las pulsiones que no hallan su descarga satisfactoria, para lo cual
propone, por la vía psíquica, un modo y forma de obtención de esa satisfacción: juegos – ensoñación –
creación artística – producción onírica y su elaboración secundaria. También subyace en la formación
de síntomas.

D. Winnicott (1971) destaca la importancia de un desempeño materno adecuado (madre


suficientemente buena), o por el contrario el de una madre con marcadas dificultades en la atención del
bebé, (descuido, ausencia, desinterés y actitud desafectiva).

El fantaseo como actividad psíquica es un modo de modular la ausencia de la madre (no totalmente
confiable). El bebé rememora momentos de buena relación con su madre y los disocia de los no
buenos. La fantasía es un modo de recuperar el objeto, de reencontrarse con él.

Para la escuela inglesa de psicoanálisis la fantasía inconsciente es la representación mental del instinto
(S. Isaac) Si el bebé tiene hambre fantasea el pecho que lo alimenta. A medida que el niño crece y su
yo se organiza, la capacidad de fantasear se amplía en tanto función yoica y así, va articulando y
modulando sus fantasías con la realidad objetiva, de la cual suele defenderse cuando la vive como
persecutoria u hostil, oponiéndole fantasías que lo satisfagan y a su vez lo calmen.

Fantasma (Fantôme)

Fantasme en francés equivale a fantasía en tanto guión imaginario que produce una compensación
satisfactoria de los límites que opone la realidad, mientras que fantôme es aquello que reviste una
condición espectral, (el aparecido) algo del orden de lo impensado que aparece y provoca temor por
tener una cierta conexión con la realidad.

J. Lacan (1973) habla del “fantasma fundamental”, se aparta del concepto de phantasy kleiniano para el
cual la madre o bien es objeto bueno (madre que brinda satisfacción) o es objeto malo (madre frustrante
que prohíbe). Si bien reconoce este doble registro es necesario incluir en el eje de lo imaginario, el eje
simbólico que lo transforma. Para Lacan lo simbólico se presenta tempranamente en la vida del niño a
través de la palabra de la madre (parlêtre), en una relación signada y significada por el lenguaje
circulante entre ellos. Para Jacques-Alain Miller (2006) tanto lo imaginario, como lo simbólico y lo real
están implícitos en el fantasma (fantasme) según Lacan.

Para Nicolás Abraham (1978) el bebé merced a sus introyecciones primarias en la relación con su
madre, accede a la lengua materna y a sus particulares significados y sentidos; éstos anclan en el
preconsciente con sus dos caras (una hacia lo inconsciente y otra hacia lo consciente), generando así las
representaciones de cosa y sus correspondientes ligámenes afectivos. Este proceso denota la riqueza de
una actividad psíquica compartida desde el inicio de la relación con su madre.

El trabajo de los psicoanalistas Nicolás Abraham y María Torok (1959) los llevó a observar en el
material clínico de ciertos pacientes, que éstos llevaban a cabo acciones de las que no comprendían su
sentido, analizando los bloqueos que lograban dificultar la simbolización. Ante la repetición de estos
contenidos en los diversos materiales clínicos, se detuvieron en un análisis más pormenorizado de las
historias de vida de estos pacientes y la de sus ancestros encontrando allí claves que permitían explicar
esas extrañas conductas y síntomas a través de los que parecían actuar como si fueran otros. Se inició
así el trabajo en psicoanálisis de la transmisión transgeneracional y comprendida en ella lo que
denominaron la “teoría del fantasma”.
El fantasma (fantôme) es aquello que no pudo ser dicho, que no pudo ser simbolizado por un proceso
de pensamiento acorde, que no pudo ser procesado ni individual ni grupalmente pero que está allí con
su peso traumático, ya que refiere a hechos y circunstancias dolorosas y complejas en la vida de algún
antepasado y que con el tiempo intentaron sepultarlo (encriptar) pero su huella aparece como marca en
sus descendientes. Generalmente se trata de un acto vergonzante, algo que debe ser ocultado, de lo que
no se habla; algunos familiares que saben del suceso, lo mantienen como secreto dejando translucir
algún indicio, mediante un discurso esquivo, con un dolor acallado, emoción de impotencia y
sentimiento de vergüenza. Esta “herencia” opera en el psiquismo de la familia, como si buscara al
miembro adecuado para que aquello que quedó sepultado, “olvidado”, pueda emerger.

Lo que se transmite son contenidos que circulan de un psiquismo a otro entre sujetos especialmente
vinculados como sucede en una familia, donde las investiduras que operan en reciprocidad, erigen
lugares especiales para los seres destinados a recibir legados. Esos lugares cuentan con un soporte
identificatorio, que otorga y retiene en esa cualidad del transmitir y el recibir. La transmisión opera
acorde a procesos y con determinados mecanismos psíquicos.

Algo debe ser ocultado porque salpica de oprobio a la familia: un miembro de ella ha cometido un acto
repudiable, ha faltado al honor. La condición común es el sentimiento de vergüenza que causa en los
demás miembros de la familia y la necesidad de ocultamiento ante la sociedad.

Ocultar, silenciar, disimular una realidad, tiene un costo emocional; las relaciones intersubjetivas se
ven afectadas, generando situaciones de tensión. Para quienes están involucrados implica cuestiones
del orden de la pérdida, de un lugar, reconocimiento, contacto, y esta afrenta afecta a la persona y a la
familia. Es un hecho que imprime una marca, una huella y constituye por una parte fantasmas psíquicos
que rondan las emociones de todos en un clima envolvente, pero también constituye la herencia de un
fantasma (fantôme), que es lo encriptado que vuelve adoptando formas bizarras que generan extrañeza.

Son esos otros que habitan en un miembro de la familia y se valen de él para emerger. En ciertos duelos
los sobrevivientes o alguno de ellos no puede soportar la realidad de esa pérdida y transfiere esa
necesidad de existencia en otro ser, como se observa en el caso de los niños de reemplazo, por ejemplo
ante la muerte de un hijo, otro ocupará su lugar, portará su nombre, vestirá sus ropas y se lo hará
depositario de darle nuevamente vida al hermano fallecido.

En estos casos no se trata de una transmisión por la palabra hablada, discurso claro que enuncia y
denuncia historias del pasado. Se trata de una transmisión traumática, por la cual el niño no puede
apropiar lo que recibe, decodificarlo, representarlo mediante un trabajo psíquico de elaboración. La
transmisión que atraviesa los sujetos implicados –transmisión transubjetiva – circula lo negativo, como
el negativo de una fotografía cuyas imágenes contiene pero no se ven. Esos “incorporos” (A. Ciccone
1999), recibidos en bruto, constituyen el tema de los sueños del paciente y de la familia, que son con
los que trabaja el analista familiar para investigar y posteriormente traducir su contenido para su
procesamiento en ideas, emociones, reacciones. Comprender, alivia y desdibuja los fantasmas.

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