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Vida cristiana desde la Carta a los Gálatas*

Irma Alejandra Rosas Zambrano, F.M.A.**

Fecha de recibo: 17 de julio de 2013


Fecha de evaluación: 18 de septiembre de 2013
Fecha de aprobación: 1º de octubre de 2013

Resumen
La comunidad de los gálatas a la que se dirige San Pablo recoge la dinámica de
las primeras comunidades cristianas y expresa algunas realidades a las que se veían
en­frentados quienes acogían para sí la vida de Jesucristo. Algunos temas, como la
conversión, la justificación, el mandamiento del amor y la vivencia del Reino de
Dios, centran la atención del Apóstol y de la comunidad de los gálatas. Además,
esta Carta ha sido objeto de discusión en cuanto a la justificación por parte de los
cris­tianos católicos y la Reforma luterana.

Palabras clave: Conversión, justificación, Reino de Dios, Carta a los Gálatas,


comunidad.

Introducción
El presente escrito pretende rescatar algunos elementos presentes en la
Carta de San Pablo a los gálatas, acerca de la dinámica de las primeras
co­­munidades cristianas, como la conversión y la vivencia de la ley del amor,
que se proyectan en la renovación y compromiso por vivir los valores del
Reino de Dios. La intención no es evidenciar un acercamiento al texto
a partir de los diferentes métodos exegéticos, sino realizarlo con rigor
aca­­démico y con el aporte de las reflexiones y profundizaciones realizadas
a par­tir de diferentes áreas de la teología.

*
Escrito presentado como parte de la reflexión del curso de Síntesis teológica, de la Licen­
cia­­tu­ra en Teología, de la Universidad de San Buenaventura, dirigido por el profesor Olvani
Fernan­do Sánchez.
**
Estudiante de la Licenciatura en Teología, Universidad de San Buenaventura, Bogotá. Correo
electrónico: Mayus0986@yahooo.com

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En la Carta a la comunidad de gálatas de San Pablo se puede ver la


preo­cupación del Apóstol por que los cristianos de ese lugar no se dejaran
llevar por falsas predicaciones (Ga 2,4)1 de doctrinas cristianas (Ga 1,6-11).
La Carta fue escrita en un momento de crisis de la comunidad, lo cual
queda claro por el tono fuerte que utiliza Pablo al escribirles y recordarles
cómo deben obrar los seguidores de Cristo (Ga 3,1-5).
Además, para Pablo es claro que la dinámica propia de los segui­­
dores de Cristo debe ser la conversión.2 Todos han de llegar a la identi­­
ficación plena con Cristo, y para esto, es preciso cambiar la forma de percibir
las realidades religiosas y culturales de la época. Hay que com­­prender que
con Cristo ha cambiado la forma de comunicarse y relacionarse con Dios y
con los demás. Los gálatas le reprochan a Pablo porque piensan que viene
a contradecir la Ley de Moisés sin ninguna autoridad, pues no vivió con
Cristo ni hace parte del grupo de los doce Apóstoles, y es aquí cuando
Pablo recure a su experiencia vocacional, comprendida como un camino
de conversión-revelación de Dios en su vida (Ga 1,11-24).
La Carta a los Gálatas narra un enfrentamiento entre Pedro y
Pablo (Ga 2,1-11). Pablo le reprochaba a Pedro su conducta frente a las
co­munidades paganas-cristianas, ya que no era acorde a la verdad de la
Buena Noticia (Ga 2,14). Esta problemática entre los dos puede ser con­
secuencia de la forma como experimentaron la conversión, pues ésta se
produjo de maneras muy diferentes.
Pedro tardó un poco más de tres años en comprender que Jesús
era el Mesías y que con él ya se había hecho presente el Reino de Dios;
en cambio, Pablo vivió una conversión-revelación y su respuesta fue in­
me­diata. Por tanto, la radicalidad en el ministerio de la evangelización
de cada uno de ellos fue muy diferente, así como la forma de concebir el
nuevo estilo de vida propuesto por Cristo.3
Es importante reconocer que esta Carta a los Gálatas, aproxi­ma­
damente del año 56 d.C., ha sido motivo de revisión de la propia vida y

1
Las falsas predicaciones según Pablo son aquellas que creaban división en las comunidades.
2
Conversión cristiana, desde la perspectiva de Pablo, es una actitud y un quehacer permanente
en la vida de todo cristiano.
3
Barbaglio, Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso, 102.

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de la vida de la comunidad, tanto, que Marín Lutero se vale de ella (así


como de la Carta a los Romanos) para proponer la reforma de la Iglesia4.
El tema clave para Lutero es la justificación del ser humano que la Carta
com­prende desde la fe de cada persona, y no desde las obras de la Ley
que puedan realizar el ser humano u otras instituciones. Es Dios quien
jus­tifica y salva a sus hijos por el Hijo.

Contexto y realidad de la carta


La Carta a los Gálatas es reconocida como una de las más revolucionarias
y atrevidas en cuanto a las diferentes paradojas que contiene. De igual ma­­
nera, brinda datos autobiográficos que no se encuentran en otras cartas
de Pablo. Sus destinatarios son miembros de las comunidades de Galacia,
ubi­­cada en el centro de Asia Menor, donde existían asentamientos de
pueblos celtas.5
Así como las demás comunidades a las que Pablo escribió sus cartas,
las de Galacia también ya estaban evangelizadas antes que el Apóstol les
escribiera. Una razón que lleva a afirmar esto consiste en que ahí se hace
una petición a la comunidad de hacer una colecta para los santos de Je­
ru­salén (1Co 16,1); y como es sabido, Pablo no hace esta petición a una
comunidad que apenas está conociendo y evangelizando.6
Al poco tiempo de haber sido evangelizada, la comunidad de los
gálatas dio un fuerte disgusto al apóstol: algunos de sus miembros se cir­
cun­cidaron para recibir la salvación según la Ley de Moisés (Ga 1,6-24),
lo cual motiva el tono fuerte y seco de la Carta; sin embargo, esto da el
aporte propio y teológico a la carta, pues el Apóstol aprovecha la situación
para escribir acerca de la justificación que no es dada por la Ley, sino por

4
La Reforma luterana surge a mediados del siglo XVI, por Martín Lutero, en Wittenberg,
Alemania. Expone 95 tesis, algunas de ellas sobre las indulgencias. De esta forma pretendía re­
for­mar la Iglesia debido a su pérdida de credibilidad y autonomía.
5
Sánchez Bosch, Introducción al estudio de la Biblia, 254.
6
Otra razón para afirmar que esta comunidad ya había tenido una evangelización previa está en
Ga 4,13-15. Allí el Apóstol menciona que ya la ha visitado en dos ocasiones anteriores. Menciona
su primera visita y les agradece porque en esa ocasión lo recibieron como a un ángel y escucharon
el mensaje de Cristo Jesús; esto, a pesar de su enfermedad, entendida no en sentido de salud,
sino de presentación física, pues había estado antes en otros lugares donde sufrió fuertes azotes.

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el bautismo del mismo Cristo, porque no son las obras del ser humano
lo que salvan, sino la gracia de Dios (Ga 2,15-21).
La estructura interna de la Carta no está bien definida7, pero se
puede identificar su contenido narrativo, doctrinal, polémico y exhor­
tativo. En la narración, Pablo quiere dejar bien claro que ellos fueron
evan­­gelizados por la gracia de Dios, y no por humanos, porque el Evan­
gelio es del mismo Dios revelado en su Hijo. Es decir, que aun cuando
el mensaje fue transmitido por hombres y en palabras humanas, es su­
perior a ellos, porque lo que han escuchado, visto y testimoniado es Dios
revelado por Jesucristo.
El mensaje doctrinal que Pablo da a los gálatas, a partir de la Ley
y la fe, parte de su insensatez en cuanto al judaísmo. Les recuerda la vida
de Abrahán y la justificación que le fue dada por la fe, y hace mención de
la ley renovada con Cristo. La polémica la centra en el hecho que ellos
re­chazaron la verdadera salvación que viene por Jesucristo y se esclavizaron
a otras costumbres. Al final, les recuerda cómo la vivencia del amor lleva
al cumplimiento de la Ley.

Conversión
Pablo no utiliza el término conversión en ninguno de sus escritos, sino
que se interpreta “como una elección o vocación”.8 En Gálatas (1,11-17),
Pablo narra su vocación, o mejor, su experiencia de encuentro con Cristo
gracias a la revelación de Dios. Este encuentro no es una aparición de
re­conocimiento9, ya que el Apóstol no conoció personalmente a Jesús;
por tanto, aconteció cuando iba camino a Damasco (Hch 9,1-23) que
el mismo Padre le reveló a Jesucristo y él lo conoció y reconoció como el
Señor que murió crucificado en Jerusalén, pero que resucitó y fue exaltado
de entre los muertos. De esta forma Pablo justifica su acción evangelizadora
y se presenta como ejemplo de conversión radical por el hecho de haber
dado respuesta inmediata y decidida a este llamado de Dios.

7
Sánchez Bosch, Introducción al estudio de la Biblia, 159.
8
Baena, Fenomenología de la revelación, 584.
9
Al afirmar que no es una aparición de reconocimiento, se quiere decir que Pablo no conoció
personalmente a Jesús, ni sus obras o predicaciones; por tanto, no podía reconocerlo cuando
iba camino a Damasco.

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Cuando dice a la comunidad que “Cristo nos ha liberado para ser


libres: manténganse firmes y no se dejen atrapar de nuevo en el yugo de
la esclavitud” (Ga 5,1), les está recordando que la vida de los seguidores
de Cristo debe estar enmarcada por la conversión continua, para no que­
darse estáticos en su seguimiento. Cristo ya nos ha liberado, pero no por
esto quedamos exentos de hacer uso de la libertad que él mismo nos ha
dado, y remite a la imagen del actuar como esclavos.
Por esto, Pablo enumera algunas de las obras de la carne (Ga 5,13-
21) y concluye que quien se somete a ellas no heredará el Reino de los
Cie­los inaugurado por Cristo. Aquí se evidencia la necesidad de vivir
con­tinua­­men­te bajo la dinámica de la conversión, pues solo se heredará
en Reino de los Cielos si hay un cambio en las acciones personales que
re­percutirán en los demás.10
Las palabras de conclusión y despedida que usa el Apóstol en su
Carta, acerca de “estar o no circuncidado, no tiene ninguna importancia;
lo que importa es ser una nueva criatura” (Ga 6,15), y puede considerarse
que aquí se está sintetizando su doctrina expuesta en la Carta. Es
fundamental la radicalidad en el seguimiento de Jesucristo, pues de esta
forma se llegará a ser criatura nueva, y no mediante actos o prácticas
caducas; porque con Cristo ya han cambiado las relaciones y los valores
de toda la creación, de forma que nuevamente reina el amor y la bondad;
con él somos nuevas criaturas.
Ahora bien, el tema de la libertad, para Pablo, está ligado a las
obras que realiza el ser humano. Cada uno elige ser esclavo o ser libre
(Ga 3,23-29; 4,1-11). Pero ¿quiénes son libres? Y ¿de qué nos ha liberado
Je­sucristo? Al responder a estos interrogantes desde la misma Carta a los
Gá­latas, se puede afirmar que son libres todos los que así se consideran
gra­cias a Jesucristo y cambian su vida para orientarla desde la gracia y la
fe en él. De esta forma, se hacen libres de someterse a la ley sin humanizar
las relaciones.11
En la misma Carta, el apóstol está dando la clave para vivir la
conversión. Es el Espíritu quien los hace hijos de la promesa, de la alianza

10
Vergés, La conversión cristiana, 53.
Para Pablo es importante hablar de esclavitud y libertad a los gálatas, porque ellos eran esclavos
11

del Imperio Romano desde el siglo III a.C.

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que Dios mismo ha establecido en el Sinaí con Abrahán (Ga 4,21-31).


Y con el recuerdo de esta alianza Pablo fundamenta la necesidad de
cam­biar la forma de comprender a Dios mismo y a toda la creación.
An­tiguamente prevalecía su recuerdo, pero ahora es la fe la que libera:
“Antes de que llegara la fe, éramos prisioneros custodiados por la Ley
hasta que se revelase la fe futura” (Ga 3,23). Sin embargo Pablo dice a
la comunidad de los gálatas que ahora hay algo más grande que aquella
alianza, y se refiere a la fe. Por la fe en Cristo, todos ahora son hijos,
jus­ti­ficados y consagrados a él.
Por tanto, gracias a la fe en Jesucristo, surge un cambio de men­
talidad en cuanto a la igualdad y justicia, ya que la circuncisión no es
ne­cesaria para llegar a la justificación, pues toda la humanidad ha sido
li­be­rada en igualdad de condiciones, de modo que todos alcanzan el
ser nuevas criaturas libres de toda esclavitud humana (Ga 6,15). Puede
que para Pablo fuera fácil recordar esto a la comunidad, pero fue con el
tes­timonio y las marcas en su vida con las que se atrevió a exhortar fuer­
temente a la comunidad, ya que ¿quién más que él para dar testimonio
de ello con su vida?

Reino de dios en el crucificado


El Apóstol comprende que con la venida de Jesús se ha cumplido la
plenitud de los tiempos y a partir de allí entiende el “Reino de Dios12”
(Ga 5,21). Por eso presenta una muy breve síntesis de la encarnación de
Jesús, su vida en el mundo y cómo con él somos hijos adoptivos de Dios
(Ga 4,1-11). Así, para Pablo, es el mismo misterio de Cristo y su venida
lo que marcará la historia de manera decisiva, y presenta la ley de Cristo
como una ley de amor y liberación del ser humano del pecado (Ga 6,2).
Pablo le recalca a la comunidad de los Gálatas la importancia y
novedad de ser nuevas criaturas gracias a Cristo: “Lo que importa es ser
nueva criatura” (Ga 6,15). Hablar del Reino de Dios a partir del mismo
misterio de Cristo presente en la historia, y al reconocerlo como el Señor
y el Mesías, da por hecho que con él se hace presente el Reino de Dios
anunciado por los profetas.

12
Ruiz de la Peña, Juan Luis, La pascua de la creación. Escatología, 228.

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Por eso les recuerda que, con Cristo, todos son uno: “Los que se
han bautizado consagrándose a Cristo se han revestido de Cristo. Ya no
se distinguen judío, y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque
to­dos ustedes son uno en Cristo” (Ga 3,27-28).
Ahora bien, el mismo Señor que nos hace criaturas nuevas murió
cru­cificado, y de esta forma se presenta desde la cruz como el camino de
sal­vación para quienes no están sujetos a la ley:
Por medio de la ley he muerto a la ley para vivir para Dios. He quedado cru­
ci­ficado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y mientras
vivo en carne mortal, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó
por mí. No anulo la gracia de Dios: porque si la justicia se alcanzara por la ley,
Cristo habría muerto inútilmente. (Ga 2,19-21).

Pablo no narra cómo sucedió la pasión y muerte de Jesucristo,


sino presenta la cruz de Cristo como una propuesta válida de vivencia
del cristianismo primitivo. De esta forma, le reprocha a la comunidad de
los gálatas que, temerosa de la persecución que le puede acarrear haber
adop­tado el estilo de vida de Jesucristo, sus hombres se están haciendo
circuncidar para no afrontar el rechazo, la burla y a persecución. Este es
el contexto en el cual el Apóstol escribe a los gálatas, enfatizando en que
la Ley los está es­cla­­vizando, pues su vivencia no es fruto de una ver­dadera
convicción re­ligiosa, sino una forma de proteger su vida de quie­nes
perseguían a los seguidores de Jesucristo.
Además, para Pablo, la cruz es una realidad viva y sinónimo de
li­bertad, pero al tiempo es muy exigente, porque “Cristo nos ha liberado
para ser libres: manténganse firmes y no se dejen atrapar de nuevo en el
yugo de la esclavitud” (Ga 5,1). Con esta expresión fuerte, el Apóstol
desea recordar a la comunidad que, a partir de la cruz de Cristo, todos
pue­den ser guiados por el Espíritu para vivir como hijos libres de un
mis­mo Padre.
Sin embargo, es necesario que cada uno esté vigilante de las obras
que realiza, y debe mantener una actitud de continua apertura al Es­
píritu, para evaluar si su conducta es acorde a su bautismo, o si –al con­
trario– se está dejando llevar por las obras de la carne, esclavizándose así
y es­clavizando a sus hermanos de fe.
Pablo habla a la comunidad de los gálatas desde su propia expe­
rien­cia de vida y desde la cruz que ha llevado desde que inició su camino

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de conversión, a la luz de la revelación. Esto hace que sean más válidas,


creíbles y convincentes las exhortaciones a asumir la cruz, pero no como
sinónimo de esclavitud, desigualdad, castigo o rechazo, sino como una
rea­lidad propia de quienes asumen el estilo de vida de Jesucristo, en el
cual se reconocen las falencias propias con humildad y se deja guiar la
vida por el Espíritu, para dar paso a la acción de Dios que transforma
toda realidad humana en frutos de la verdad y del Espíritu.
Gracias a que Dios se encarnó y murió crucificado, se hace pre­sente
el Reino de Dios en medio de todas las criaturas. Por esto, Pablo ve, en
la predicación de Cristo y en este crucificado y resucitado, la plenitud
del Reino, ya que ella lleva consigo una gran variedad de re­nun­cias y
conversiones, las cuales, –se puede afirmar– son necesarias para hacerse
partícipes de aquel Reino inaugurado por el mismo Cristo, en donde
su predicación y acción evangelizadora ya hablan de un cambio, de
igualdad y justicia.

Mandamiento del amor


El fruto de la libertad que nos da el Hijo de Dios es amar a los demás,
tal como él lo hizo. Pablo exhorta a la comunidad diciendo:
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad; pero no esta liber­tad
para dar rienda suelta a los bajos instintos; más bien, háganse servidores unos
de otros por medio del amor. Porque toda la ley se cumple con un precepto:
amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Ga 5,13-14).

Cristo nos ha liberado con el único propósito de que podamos


amar a Dios y a todos nuestros hermanos, para ser auténticamente hijos
su­yos. Ade­más, quien es libre ama y quien ama sirve a los demás. De es­ta
forma, el amor se convierte en la ley de los cristianos, en cuanto fun­­
damento de toda su vida.
Pablo también recuerda que la forma como debe manifestarse ese
amor entre la comunidad no es otro que mediante los frutos que se ob­
tie­nen al dejarse guiar por el Espíritu. Si se vive en apertura al Espíritu,
esta­remos en su dinámica, que es la conversión, pues continuamente
ha­brá que revisar si la vida está al servicio de Dios en los demás, y de ser
así, se estará viviendo realmente en la libertad que nos da el Hijo de Dios.
El amor a Dios y a los demás es la muestra más clara de la libertad
que recibimos por Jesucristo, gracias a la fe, porque “lo que cuenta es

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la fe que obra por medio del amor” (Ga 5,6). Si la fe se ve reflejada en


el amor fraterno y en la vivencia del mandamiento del amor, entonces
per­mite renunciar a la esclavitud de todo lo que el mundo propone y
aleja del Reino de Dios. Y así como Pablo, se podrá afirmar que esta es la
ver­dadera doctrina enseñada por él y por los demás apóstoles de Cristo.
Ade­más, la vivencia del amor ha de encaminar a la comunidad hacia la
perfección cristiana, precisamente porque su fundamento es el amor.
Pablo tiene claro que el mandato del amor fraterno se vive por
medio del servicio: “Ayúdense mutuamente a llevar las cargas y así cum­
pli­rán la Ley de Cristo” (Ga 6,2). Esta corta pero exigente exhortación
es la clave para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo.
La comunidad debe distinguirse entre las demás, porque entre sus
miem­bros hay ayuda mutua, servicio, caridad, solidaridad, humildad y
li­bertad al asumir sus responsabilidades y favorecer los medios para que
sus hermanos de fe, ayudados por su testimonio y entrega generosa,
apren­dan a llevar adelante las suyas, sin verlas como grandes cargas que
los esclavizan. Además, Pablo les recuerda que, como fruto de ese amor
fra­terno, está la ayuda material a las personas que sirven como guías en
el anuncio de la Palabra.
Sin duda alguna, el Apóstol plantea –a la comunidad cristiana de
los gálatas– que la vivencia del amor debe ser la marca característica de
toda persona que asuma las enseñanzas de Jesucristo. De esta forma, no se
dejará llevar por doctrinas contrarias a las que ya han re­cibido de él.
La comunidad cristiana de Galacia se encontraba con un incon­
veniente serio en el momento de practicar y vivir el mandamiento del
amor: los judíos seguidores de Jesucristo no aceptaban ni acogían a los
paganos en igualdad de condiciones, ya que estos les exigían la circun­
cisión para que hicieran parte de su grupo religioso y cumplieran las
pres­cripciones de la Ley judía.
Ante esta realidad, Pablo les habla a los gálatas en tono fuerte y los
interroga acerca de en qué o en quién tienen cimentada su fe (Ga 2,15-21);
los reprende y los llama insensatos porque, al dejarse llevar por actos o
ri­tos externos, se olvidan del servicio y la humildad que deben practi­car
pa­ra con toda la comunidad.

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Justificación
El tema de la justificación ha sido muy reflexionado a lo largo de la histo­
ria de la humanidad y se ha convertido en el punto de partida para la
reforma de la Iglesia y para repensar la escatología cristiana. La Carta a los
Gálatas, de Pablo, ha servido para repensar la doctrina del cristia­nismo en
cuanto la justificación, pues es uno de los temas que desarrolla el Apóstol.
Pablo propone a las comunidades una nueva forma de comprender
y vivir la justificación. Pareciera que deslegitimara la Ley judía vete­ro­tes­
ta­mentaria, pero no es así; quiere hacerlos reflexionar sobre las obras de
la Ley que realizan, que no pueden estar vacías, o ser motivo de rechazo
e in­diferencia ante los demás. Para él, lo central es la fe en Cristo:
Nosotros, judíos de nacimiento, no pecadores venidos del paganismo, sabemos
que el hombre no es justificado por observar la Ley, sino por creer en Jesucristo;
nosotros hemos creído en Cristo Jesús para ser justificados por la fe en Cristo y no
por cumplir la Ley, porque por cumplir la Ley nadie será justificado. (Ga 2,15-16).

Esta afirmación es controversial, pero lo que en realidad quiere el


Apóstol es mostrar cómo, con Cristo, todos son justificados. Además,
en Ga 4,4 –“Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley”–, Pablo está reconociendo
la procedencia de Jesucristo, no solo ratificando su encarnación, sino en
el hecho de ser judío. Por tanto, es observante de la Ley de Moisés, mas
no esclavo de ella. De esta forma, valida el cumplimiento de la Ley. Él
no está en contra de ello, sino que desea hacerles ver que ya Jesús reveló
la forma de vivirla.
De gran importancia resulta comprender, según la lógica paulina,
lo que corresponde a la fe y a las obras de la Ley. La fe es la adhesión a
Cristo mediante el bautismo, y por éste, en la participación de su muerte
y resurrección. Además, la fe actúa por el amor (Ga 5,6), por lo que no
se puede negar la importancia de las obras de la Ley, ya que todas ellas
han de estar motivadas por el mismo amor con que Cristo actuó.
Esta misma fe en Dios justificó a Abraham y a sus descendientes
(Gn 25,6). Lo que sí excluye Pablo son las obras de Ley cuando éstas se
convierten en elemento de división entre Cristo y el ser humano, ya que
se pretende cumplirlas sin tenerlo en cuenta a él.13

13
Moreno, El gran manifiesto de la libertad cristiana. Carta de Pablo a los gálatas, 20.

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Ahora bien, para los judíos seguidores de Cristo de la época, esta


afir­mación de la justificación por la fe en Cristo fue motivo de discusión
y disgusto, pues contradecía sus tradiciones más sagradas. Sin embargo,
tal no fue la única ocasión en que la doctrina de la Carta fue motivo de
di­visión, dado que Martín Lutero14, en siglo XVI, se valió de ella para
presentar la Reforma de la Iglesia, sin intención de causar división al­
gu­na en­tre la misma Iglesia.15 Él quería una Iglesia más fiel a Cristo y
a sus enseñanzas, pero la consecuencia fue la división de la Iglesia y el
surgimiento de la Iglesia Luterana.
Sin embargo, Lutero interpreta la justificación del ser humano úni­­
camente por la fe en Cristo, y desecha así las obras de la ley que pueda
realizar. Contradice de esta forma la doctrina de la Iglesia Católica, ya
que rechaza la importancia y validez de la tradición en el magisterio
ecle­sial, especialmente en lo referente a las indulgencias y la mediación
de la Iglesia, ya que la justificación del ser humano no está reservada a
ésta.16 De tal forma, él plantea su controversial frase de “sola escritura,
sola fe, sola gracia”.
La propuesta reformista de Lutero sugiere también una nueva for­
ma de comprender la escatología, ya que al aceptar únicamente lo que
dice la Sagrada Escritura se niega la existencia del Purgatorio. Además,
Lu­tero afirmaba que la salvación se da únicamente por la fe y no por
las obras de la ley: “Nadie es justificado ante Dios por cumplir la ley se
prueba porque el justo vivirá por la fe” (Ga 3,11). Para el Reformador,
el Pur­gatorio equivale a negar la obra salvífica de Cristo.
Sin embargo, considero pertinente decir algo al respecto, sin
ahondar en el tema de la justificación como motivo de división de la
Iglesia. Lutero afirma, con base en esta Carta de Pablo a los gálatas, que

14
Martín Lutero nació en Eisleben, el 10 de noviembre de1483. Sus años de estudio de Derecho
y de vida conventual agustina los vivió en Eurfurt. Siempre se sintió políticamente súbdito de
Sajonia, donde fue profesor de Teología e inició su Reforma. Fue ordenado sacerdote en abril de
1507, y en 1509 recibió el grado de Bachiller académico. Siempre se distinguió por enseñar las
ver­dades del cristianismo a partir de la Sagrada Escritura, y desde ahí impulsó su Reforma. Con­
tra­jo matrimonio en 1525, con Catalina de Bora, y falleció el 18 de febrero de 1546 (Villanova,
His­toria de la teología cristiana. II. Prereformas, reformas, contrarreformas, 222-244).
15
Jeremias, Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento, 291-300.
16
Brown, Introducción al Nuevo Testamento. II. Cartas y otros escritos, 613.

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solo basta la fe para ser justificados ante Dios, y que las obras de la ley
que pueda realizar el ser humano carecen de validez. La explicación a
esto se encuentra en la misma doctrina luterana, que afirma la existencia
de la predestinación.
Por tanto, el ser humano no necesita realizar obras externas de la ley
que demuestren su amor infinito hacia Dios y hacia la obra creadora. En
cambio, la doctrina católica reconoce la libertad que Dios da a los seres
humanos y la acción de su gracia.

Conclusión
Pablo ya conocía la comunidad de Galacia. Por esto, se atrevió a hablarles
en tono fuerte. Para él, era evidente que esa comunidad ya no era la
mis­ma: sus miembros estaban olvidando el primer anuncio de la Buena
No­­­ticia de Jesucristo que había realizado con anterioridad, ayudado por
otros apóstoles. Pablo reconoce nuevas doctrinas y costumbres en las
co­­­mu­nidades de Galacia que desvirtúan las enseñanzas y la fe en Cristo
cru­­cificado y resucitado.
Con la venida de Cristo y la instauración de su Reino, somos cria­
turas nuevas, libres. Esto –afirma el apóstol Pablo– acontece gracias a la
muerte de Cristo (Ga 1,4). Además, para él es claro que únicamente puede
glo­riarse de la cruz de Cristo y que, a partir de la muerte y resurrección de
Je­­sucristo, se muestra el amor inmenso de Dios para toda la humanidad.
Por tanto, esto ha de ser lo que fundamente toda relación de los cristianos.
Los cristianos de las iglesias de Galacia no habían entendido la no­
ve­dad radical de la fe en Jesucristo. Seguían cegados por el cumplimiento
de la Ley, que no los dejaba comprender la grandeza de la encarnación
de Jesús, el Hijo de Dios, porque se negaban servir y amar a los demás,
y por eso seguían siendo esclavos de las leyes humanas. No comprendían
que el amor y el servicio son consecuencia de la libertad cristiana.
Es claro que, para Pablo, Cristo es “la plenitud del tiempo” (Ga 4,4);
y de esta forma hace presente la acción de Dios en la historia.

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Bibliografía
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reflexiones teológicas 11 (79-91) enero-diciembre 2013. bogotá, colombia - issn 2011-1991

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