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REVISTA LITERARIA Ao 1 we1 jm Montevideo 50 Mayo 4 A de 1900 eal Tomo 1 La «Revista Lrrerarian ocupa desde hoy su puesto en el pe- riodismo. Su bandera’és amplia, 4 su sombre tiene cabida todo lo que represente ua estuerzo intelectual. Su divisa es generosa, no obliga 4 exclusiones, nid intransigencias injustas. Nos aliénta un propésito, nos dirige un ideal. Queremos pro- pender en algo—en la medida de nuestras fuerzas—A levaatar el espititu litererio, Warto decaido de nuestra juventud. De ahi, dél convencimiento de la bondad de auestros fines, es que se deriva nuestra audacia, al presentarnos sin mas mérito que nuestra voluntad—en nuestra _desnudezintelectual—ante la critica. Pero tenemos fé, Esperamos del porvenir, “ Queremos que nuestro periodico, sea ante todo un reflejo de nuestra intelectualidad jéven; que en sus paginas brillen nombres que permanecen oscuros, talentos que viven andnimos, por la fal- tade facilidades, que desgraciademente en nuestra tierra se dén 4 los principiantes en Arte 6 en Literatura, Y para ello contamos con el esncurso de la juventud que siem~ pre ha sido generosa, que jémés ha permanecido impasible ante el esfuerzo y antes por el contrario, le ha prestado su adhesidn y su ayuda, Y la juventud nos acompafiaré, tenemos ese profundo con: vencimiento, y ung praeba de ello, es nuestro primer niniero, en que aparecen distinguidos representantes dela generacion nueva, Eso no quiere decir que el elemento maduro,—los viejos maestros—no tengan cabida * “en nuestras paginas; no, muy al con- trario, siempre que. se nos haga el honor—honor que por otra” parte solicitaremos,—de darsenos colaboraciéa, Ja «Revista Lite- RARIAv se presentara de gala. 2 REVISTA LITERARIA Precisamente del prestigio de sus nombres pende el porvenir de nuestro petiddico, La juventud intelectual americana nos acompafia en nuestra tares, De todas las Repiblicas del continente nos tlegan frases de aliento, promesas halagadoras, colaboraciones, palabras de amistad y simpatia, Nuestras paginas serdn honradas con firmas distin guidas. Al némero ya grande de colaboradores nacionales, tene- mos que agregar los nombres respetados de literatos estrangeros que nos prometen su ayuda; Confiados, ingresamos pues en el periodismo, refundiendo en estas Iineas, nuestros sentimientos de profunda gratitud, 4 todos fos que nos han alentado en nuestra empresa y han cooperado 4ssu realizacién y enviando 4 la prensa en general y a nuestros lectores un saludo afectuaso. Montevideo Mayo 1 de 1900 REVELACION A Juan ©.. Branco Aczvepo, I Que el nifio estaba muy grave, no habia duda alguna, pero en lo que no estaba de acuerdo Juana, era én que la enfermedad: fuera la-que le atribuia el doctor Collins; sus motivos poderosos debia tener para ello, y estos eran los que se empefiaban en conocer su anciana madre y su her= mana Elina, pues, ambas, no parecian conformarse con Jos. que ella manifestaba' y presumian que los verdaderos los’ mantenian cuidadosamente ocultos. El caso era, que Juana habia despedido al doctor Co- Jlins—sin darle mas esplicacionés que las que exige Ja buena educacién y son de orden, en igualdad de casos, entre personas bien nacidas—sin' taner‘en cuenta, al pare- cer, para nada, el hecho de que aquel hubiera sido e] mé~- REVISTA LITERARIA 3 dico de su esposo durante la terrible enfermedad que con- cluyd con él, ni de qne se hubiera sacrificado, aunque en vano, de un modo increible por arrancarle de la muerte, ni tampoco de que el extinto marido le hubiera Profesado Aese médico ciega fy leal carifio. La madre y la hermana de Juana, y el doctor Collins, no desconocfan el derecho que esta tenia de llamar al médico que mejor le paraciera, pero creian ver, cuando monos ingratitud de su parte,y este ultimo opinaba ade- mas, tonagmente, que circunstancias muy especiales de- bian influir an el Animo de Juana para que atendiera sus indicaciones y consejos: Seguin: él, la enfermedad que apa- recia en e! nifio cansando tanto disgusto y alarma, era he- rencia det padre, Después (le aquella despedida, Juana habia llamado al doctor Argo, quien se habia hecho cargo del pequefio en- fermo, declarando que la dolencia de éste, no era la que le atribuia el doctor Collins, ractificando de ese modo en ella Ja suposicién de que Collins estaba en un error. —Le he visto quedarse tan_preocupado con la enferme- dad de mi marido—decia 4 Elina—que llegué 4 suponer que impresicnado se. equivocaba, creyéndola en el nifio: y una vex que una madre supone que al médico se equivoca, no puede, no tiene fuerzas para adandonarle 4 su hijo. Elina creia. que todo eso, no eran sino extravios de la imaginacién, que era apoyarse ea presentimientos injusti- ficados y que ei doctor Oollins debia saber muy bien Jo que decia, pues, la superioridad que la prdctica le concedia so- bre el doctor Argo, era inconcusa. Al cabo de mucho discutir, Elina y su madre hablan con- seguido, como transaccién que se celebrara una consu!ta entre los.dos médicos. Juana le temia al resultado, porque el talento y la elocuencia del que fué médico de su marido erat muy capaces de arrastrar 4 Ja opinidn del doctor Ar- go, joveu médivo, también de reconocido talento, pero algo aébil y tornadizo. Apesar de todo, notuvo mas que ceder. rie En el confortable salonéito, Juana, presa de una angus~- tia-desesperante, esperaba el resultado de la: discusién, que, hacia muy carca dé una hora mantenian los doctores en la pieza inmediata. o puede ser, no puede serl; esclamaba de tarde en 4 REVISTA LITERARIA tarde, como contestdndose 4 interiores pensa mientos, y, ya se sentaba en un sillén, pensativa, ya se paseaba de un Jado 4 otro, detenidndose 4 ratos frente 4 la puerta de la estancia donde se hallaban los médicos 6 dirigiendo una furtiva mirada al espejo de la dorada consola. Después de cada:—«jNo puede ser, no es posible que le convenzal» parecia tranquilizarse un poco y era entdénces curioso el cambio que se observaba en su fisonomia: desaparecian los marcados signos de ansicdad y adquirfa una expresién marcadisima de resolucién, de lirmezs, de severidad que no quitaba vi disminufa—antes por el contrario—corro= boraba la hermosura del rosiro oval y de los ojos claros sombreadcs por delicadas pestafias negras. La puerta se abrid, por fin, yen su marco aparecid el doctor Collins. Al cir el ruido del pestillo, Juana diose vuelta ccn precipitacién y le vid que antes de dirigirse a ella, aquel volvia & cerraria con ci.idado. Iba Ainterrogar- le pero, se contuyo yesperd Aque él hablara primero. El doctor Collins dié varios pasos y se detuyo apoydndose en un sillén, llevé instintivamente la mano 4 los lentes, acariciose las largas glas de su negro bigote con movi- Mientos de hombre joven que se preocupa de producir buen efecto y mirando A Juana que le observaba atentamente preguntd con el mayor respeto: —La justa ansiedad que por el estado del nifio debe em- bargarla gle permite 4 usted distraer cinco minutos para oirme con paciencia y darme después una esplicacidn? Ricardito, por ahora, no reclama sus cuidadds; mi compa- fiero el doctor Argo se halla con 4l.... Supongo que no tendra usted la crueldad de distraerme por mas tiempo del que me pide?, contesté Juana |leua de turiosidad. El jéven doctor hizo un gesto amable de asen- timiento. —Usted conoce, sefiora,~comenzd diciendo—todos los esfuerzos que hice por salvar de la muerte 4 su esposo; us- ted no ignora todo él carifio que legué 4 profesarle y que 61 inspiré por su cardcter y por su corazén. Pues bien, yo de ningiin modo-he considerado nunca satistecha la deu- da de gratitud que con é1 tenia pendiente.... aposar de hav ber hecho, ademds de los esfuerzos que he dicho, el inmen- 80 sacrificio, que talvez no tevga necesidad de mencionar en este momento, porque usted no lo olvida quizé y pue- de valorarlo;~ para mi ha sido el mds grande, ol mayor REVISTA LITERARIA 5 de todos, el que no puede oscurecerse con ningtin otro jue hage en adelante...—E! doctor Collins bizo una breve pausa, para poder observar el efecto de sus palabras: Jua- na habia bajado la vista, ponsativa, y sus mejillas habian enrrojecido. El doctor Collins continué:—Y no disminuye en lo mds mivimo el valor de ese duro sacrificio, el hecho de que la iniciativa partiera de usted...—Y como Juana levantara la vista para muirarle se interrumpié: —gAcaso yo no lo comprendi?... Ambos pevsébamos !o mismo con molestia; usted procuncid la primera palabra.......—una palabra sin sentido para otro que no fuera yo. lesde en- tonces, juzgué queel no hacerlo seria convertirme en el mas despreciable de los hombres, comenzando 4 serlo an- te mi conciencia y ante sus ojos..... Confieso que ol dolor fué grande, pero, también confieso, si, porque es justo, que aqui en el fondo, en lo mas intimo de mi alma, sentia una secreta tranquilidad, y cuando entraba en esta casa para prestarle 4 su esposo Jos auxilios de la ciencia que apren- di, estrechaba la mano de é! con mas franqueza y no es- quivaba la mirada de sus ojos, porque un gran dolor me oprimia el coraz6n y era la penitencia que me purificaba! .. TYo puedo decir que hay 4 veces en el dolor un refinado placer, y un acicate que nos impele a hacer el bien! Juana se apoyaba en Ja consola, oculto su rostro entre las manos. Collins prosiguid: —Y ahora, después de haber cumplido con mi deber has- ta el final, despues de haber salvado todos los escollos en su cumplimiento, cuando se presenta un nuevo motivo pa= rarendir 41a memoria del que fué su esposo este otro pe- queiio tributo—sin tanto dolor para mi... y sin tanto peli- gro—usted me cierra las puertas de su casa y me lo impis y me separa! He qverido preguntarie 4 usted 1a cau- we porque su actitud me pesa como uu dolorosy reproche y tanto mds martirizante cuanto mas injusto.... JQué moti- vo puedo haber dade! Se sucedié un pequeiio silencio molesto, que por wltimo rompié Juana diciendo con voz desfalleciente: —aPor qué habla usted de eso?... Collins vid, con sor- presa, que Juana tenia los ojos Nenos de lagrimas —gPor qué? ... gNo lo entiende? Porque veo casi con de- Sesperacion que usted se empefia en separarse de mi! He. querido recordarla que algo muy fuerte nos ha unido es- trechamente.....; y, sobre todo, que después de haberme 6 REVISTA LITERARIA usted ayudado A seguir por la senda del bien, no debe pro- hibirme el placer de salvar con mi esfuerzo al hijo de! que fué mi amigo, ya que no pude hacerlo con 61 misme iPor qué!... Porque necesito decirlo, porque atin contra mi pesar una fuerza meobliga 4 hacerlo... Cuando antré en esta sala,creique no hablariade eso... pero, jya vé usted Y es que,yo ya no se lo que me pasa, no, no Jo se muy bien. ... Quisiera borrar con mi sangre el mal que Je hice 4 su marido—porque el mal se lo hice yo... usted nd, usted no iuvo culpa ninguna—; pero, al mismo tiampo preciso es quo lo confiese, mi pensamisnto y mi corazén se han mantenido, desde entonces, solo con el recuerdo dul- cisimo de aquel mal, de aquella falta!... Perdéneme usted; en estos momentos no puedo, ni debo, hablarla de eso: us- ted esta, ldgicamente, intranquila por Ja enfermedad del nifio, de Ricardito..... Es necesario, qua yo siga un poco. mds, todavia, ocultando mi dolor y dirigiéndome A usted como 4 una sefiora con quien ningin vinculo me une, per- déneme, yo, solo debo pedirla, respetuosamente, que no me separe, que me permita tener, ante sus ojos, al mérito de ser e] salvador de su hijo; sera un titulo que luego haré valer presentandolo 4 su corazén, que parece haberse en- durecido para mi... —jSalvarle! Me parece que no va usted por el camino do hacerlo... Nd, no, perdén, no por maldad, ni porque sea usted incompetente, sino por un error casual, sincero. Le he separado 4 usted, por eso, de la cabecera de mi hijo. porque creo que se equivoca, En cuanto & separarlo de mi no tengo ya motivo para hacerlo, como tampoco lo tiene usted para pretender ser mi allegado. Un dia si, es verdad despues de haber llegado hasta donde jamas debi — por prohibirmelo el honor, que, yo guardaba, de mi marido y mi deber—traté de alejarle y usted accedid: era su deber 7 mio. Yo teniaque romper con usted todos, todos los jAZ08... —Permitame.... Disculpe que la interrumpa, pero, no me es posible dejarla continuar, y yendo por partes, dignese decirme gqor qué crée usted que me equivoco en la enfer= medad de su hijo?.... Durante Ja enfermedad de su esposo de usted, el nino ha estado ansente do la casa, y una vez que su esposo dejé de existir usted mudd de domicilio é hizo fumigar todo cuidadosamente; eso probaria, en al- gun caso, que la enfermedad no pudo contagiarsele, pero, REVISTA LiTERARIA 7 yo no he sostenido nunca eso; yo he sostenido con mis ra- zones como acabo de hacerlo anteel doctor Argo, que la enfermedad es heredada y no veo que motivos pueda us- ted tener para imaginar que yo padezco un error —4Hnténces e] doctor Argo no le ha persuadido.... —Un momento—., .. Ha dicho ademas usted, que no Lie- Ne porque separarme y que tampoco tengo yo porque pre- tender ser su allegado. aLo piensa usted asi? Piense, en buen hora, que no tie- ne usted porque separarme, pues, en realidad no tiene mo= tivo, pero deseche usted por injusta ia idea de que no ten- go porque pretender ser allegado; deséchela usted, porque ahora.... mas que nunca, deseo yo serlo; abora, més que nunca me és imposible alejarme...., ahora que ya nada pue- de sopararnos...., ahora que lasatisfaccién del daber cum. plido me Ja muestra 4 usted como e! premio mas deseable el que supera 4 todas Jas esperanza, el que es tan grande que casi me quita valor para aspirarlo... Juana Je interrumpié y sefialando al reloj: —Ya han pasado mas de cinco minutos—dijo—Me diri- jo desde este momento al médico, para preguntarle el re- sultado de la consulta. ~Sea—contestd el doctor Collins, pasaudo del calor 4 la fria calma—No pierdo la esperanza de. que me conceda us- ted, despues, otros cinco—Tras una breve pausa, continud: —Después de esplicarle, al doctor Argo, los motivos que tengo para creer que la enfermedad del nifo es la que he dicho, ha quedado él persuadido de la verdad de mi diag- ndstico o. -—~jNo puede ser! jNo, no puede ser! .:. Le van usted 4 matar! jAht.... pero, esa hombre no tiene cardcter, no tie- ne convicciones... jdoctor, doctor! Esto es brutal!.... desesperada se dirigié &1a puerta por donde habia entra- do Collins. —Calma..,. jCalma por Diogl.... La enfermedad carece de gravedad; yo la prometo devolvérselo sano y bueno... El nifio se salvara.... —(Se salvaral, atacando una enfermedad que no tiene y, abandonando ia que Je afligel.... —Juanal.,.. Usted nos insulta. . Juana aid una media vuelta y se detivo mirdndole fija- mente, pensativa, como si dudara, de si le arrojaba 6 no, al rostro, la prueba en que se fundaba; mds, de pronto, llevése 8 REVISTA LITERARTA las manos 4 la cara, y tuvo como un sacudimiento de re- pugnuncia. —Juana, Juana gqué tiene? gLiora? gPor qué? |Por favor! esconda esas lagrimas, que me aflijon. La enfermedad de Ricardito no es grave: lo repito ~El doctor Collins se acer- cé y la aparté una mano del rosiro y siguié con vehe- mencia hablandola casi al ofdo. —No me haga sutrir, no me haga sufrir; yo le prometo formalmenie curarle, se lo entregaré sano y alegre.—Us- ted vera... y yo seré feliz de ese modo; y entonces, Juana tendré valor para pedirla los otros cinco minutos, que usted debe concederme de atencidn, y usted mo oird.. ¥ serd buena conmigo, serd indulgente, estard tan tranquila que no se sentira incomodada porque le cuente todo lo que “he padecido desde nuestra separacién..., le paracerd jus to que yo no quiera separarme de usted, comprendera todo el deseo que tengo de volver 4 decirla: «Te amo, te amo, Juana de mi alma, porqua ya no puedo vivir mds sin re- petirtelo;—y el doctor Collins abrazola en un arranque apasionado. Ella apoyé la cabeza en su hombro y comen- 26 a llorar como una criatura, mientras 41 seguia hablando con precipitacién, dejando brotar expontdneamente las palabras —Si, si, te volveré 4 decir te amo, adordndote co= mo 4 una virgen... jT'e acuordas?; como en aquellos dias en que todo lo olvidamos; pero, ahora lo podré. repetir 4 todo el mundo, en plena luz del aol: «La amo, la idolatro a Juana, porque es mi esposa, es mi mujert..; y nadie se ofendera....ni siquiera el otro...gVerdad; Juana que serds mi esposa? Dimelo, dimelo, que ya no hay porque esperar mas. Basta, basta de dolores y ocultaciones; solo nos pudd se- parar ja verguenza de ser traidores 4 quien nolo merecia, A quien no tenia sino amor para ti y para mi noble con- fianza, y porque nosotros éramos buenos y honrados: ape- sar de la culpa que se consumd fatalmente;.... pero, ahora ya reclama su j/uesto el amor que nacié fuerte y que. solo con sobrehumanos esfuerzos, hemos podido contener ence: rrado en nuestros corazones.... Basta... basta ya, deja que ie lo repita una y cien veces: te amo, te amol... Dilo tu tam- Dién.... dilo Juana mia..; siempre me amas jvordad?.... Se- remos ahora tan felices!... ;Yo querrétanto 4 Ricarditol... —Si, si... —interrumpid Juand. con voz que apenas se percibia, y acercaba su rostro al de Collins, mujandole con sus lagrimas, y en un abandono absoluto continué murmu- REVISTA LITERARIA 9 rando:—si.. basta va... Qniérelo.... malo. .. dmalo mucho porque.... porque... Ricardito jes tu hijol.., tu hijo... tayOue tuyo... Por eso... por eso decia que te gauivecabas... por eso, porgué no es hijo de.... Es tuyo!... Es hijo de nuestra falta, de nuestra culpa.. —ifanal aqué dices? gPero, es cierto? —Si.... si .., es tuyo: es nuestro... Ahora puedo decirlo... ya; soy vida y siento que tu me amas. 3 gverdad que antes nO *podia decirlo, verdad?.., gverdad que me amas?. . —jJuana, Juana, alma mia!... esclamaba el doctor Collius con voz desfalleciente, y 1» apretaba masy més contra su pecho. Forencio OTERO Menpoza. Montevideo, Abril de 1900. UNA NOCHE EN M'" Habla dejado de ver por muchos afios 4 Eduardo Moneaud. Y quien me habia de decir que lo iba & encontrar en plena cam- pafia; en aquel miserable tugurio de ML... , reclinado’ como un beotio, con Ja faz roja_y los ojos centelleantes y fijos sobre la me- sa, donde se jugaba el ultimo momento de una partida de naipes. Naipes inmundos golpeaban secamente sobre la tabla innoble, y 4 cada choque de Ja adversidad, pasaba por los ojos de Eduardo Moneaud un reldmpago de célera. Pero no se apartaron un ins- tante de las cartas que se revolvian sin cesar; hasta que el contra- rio levanté en alto la Ultima beraja y la dejé caer lentamente sobre la mesa como si asestase un golpe terrible y definitive cn la cabeza del vencido. Y rapidamente recogid las monedas, se las metié en el bolsillo y levantése, como los miserables que una vez repletos abandonan y no juegan mas. Eduardo Moneaud cerrd los ojos. El golpe habia sido en efec- to difinitivo. No me podia ver 4 mi que me hallaba cerca de la puerta, sin atreverme 4 avanzar, ahogado por el aire pesado e insoportable 10 REVISTA LITERARIA de la taberna, Pero yo, al observarlo con la ropa deshecha, con a faz congestionada y dolorosa, recordaba sus mejores afios, sus tiempos de clubs, de vida mundana en la primera sociedad, y adi- vinaba que la casualidad, me habla deparado asistir al ultimo de- rrumbe. Nunca habia sido su amigo, porqué me Wlevaba bastantes atos. Pero asi mismo, tuve ocasién de conocerlo, y de oir repetir sobre todo sus aventuras, su audacis, su resolucién 4 toda prueba, em- pleada generalmente en detestables odras, En los jévenes como yo, aquel hombre habla ojercido una fas- cinacién extrafia, Sus doctrinas eran de las que generalmente sub- yugan 4 los veinte aftos. Recuerdo que siempre decia, «el hombre dehonor sélo se conoce enla mesa de juego, ella es la piedra de toque de la delicadeza humana,» y fiiel 4su méxima, el habia permanecido muchas veces hasta el alba, perdiendo, perdiendo siem- pre, viendo que sus monedas, que sus alhajes, que su reloj, se iban por el agujero abierto por el vicio, y siempre imperturbabley magnificamente sereno, en las noches implacables de desgracia. Despues habla bajado- de los clubs 4 los cafés, de los cafes 4 las tabernas y le oladel vicio lo habia arrastrado mo se sabe adon. de. La vida en Ia ciudad se le hizoimposible, y se refugié en una poblacién de campo yendo 4 vivir en latinica posada, siempre ea. tre el vicio, enviciando 4 los forasteros, corrompiendo 4 las mujeres, proponiendo eternamente partidas de nsipes, combinando brevajes para formar bebidas raras, imposibles, que causasen alguna sensa- cion nueva 4 su sistema endurecido por el alcohol, El contrario después de levantarse, habla dado una vuelta por las otras mésas, donde se jugaba y bebla sin cesar, dirijiendo todos una mirada de satisfaccién, en que se feflejabaa sus bol- sillos repletos, vino hacia mi, 4 invitarme 4 tomar una copa 4 su salud. Era un hombre bajo, rubio, de cabellos escasos lampifio casi, sin dientes, son la barba y Ja nariz puatiagudas. como ganchos, un viejo prematuro y desagradable, Ademas habia bebido demasiado, — Ha ganado, Je pregunté. — Si, me contesté, con voz meliflua y falsa que delataba su co- REVISTA LITERARTA i razén miserable. Hace dias que le gano siempre 4 Eduardo Mo- neaud, estaba rico, ahora no Io estd, tenia cinco monedas de oro ahora no las tiene. —- Sin embargo, agregd sonriendo, no le im~ porta mucho, vea como duerme, estd borracho. En efecto Eduardo Moneaud no habia abierto los ojos. Len- tamente se habfa deslizado sobre su banco, y ahora se hallaba acostado, con la cabeze hacia atras, esparcida su grea melena de cabellos grises que habia dejado descubierta el sombrero al rodar por el suelo, Esteba silencioso, insensible como un fardo, en medio al gran tumulto y vocigleria de la taberna, Nadie detenia la vista en éi, era un espectaculos de todas las noches. Y sin embargo, por una extrafia casualidad, aquella noche no habia bebido. Desde la tarde, sentado 4la mesa absorto con las cartas, no habia tenido tiempo de beber, después, habia perdido hasta la Gltima moned: también su reloj y sus botonesses hablan marchado, no le quedaba nada que representase el valor de uua copa de ajenjo.; No habia bebido, estaba sencillamente abrumado. Acababa de Hegar al Gitimo peldaio de la escalera y de alli una fuerza desco- nocida lo empujaba aun. ;Adonde? No podia bajar mas. Hacia el abismo, hecia algiin salto enorme y desconocido donde se Habla de estrellar. Y eso era lo que meditaba, sombriamente deses- peradamente, antes de soltar las manos y precipitarse en el vacio. Ascender otra vez era una lecure, la fuerza Io empujaba siempre hacia abajo, hdcia abajo, detenerse en la titima grada era imposible, y el golpe final de aquella noche le habla decidido. Cuando ese decisién se produjo en su cerebro alcoholizado, Eduardo Moneaud abrid los ojos. Se irguid lentamente en el ban- co y comenzé 4 buscar con la vista 4 su contrario. Vamos le dijo con voz ronca y seca. Y ambos sosteniendose uno en el braze del otro, desaparecieron por la puerta del fondo de le taberna. Yo tenia necesidad de pasar fa noche alli, pués era la Gnica de la poblacién. Me fui 4 ver 2 possdero. BR REVISTA LIVERARIA — Habra un cuarto disponible,? le pregunté. — Cuarto no, una cama si, bueno le dije me basta, — jAh los vecinos. Le juro’& Vd. que no se moverda busta mafiana, me dijo, cada uno tiene veinte copas en el cuerpo — Ab! dije yo, pero es mala jente? — Nadie es malo cuando duerme, respondié riendo el posadero, y enseguida, con una vela en la mano, eché 4 andar hasta la puerta de mi cuarto. La abri. Confieso, habfa un fuerte olor 4 alcuhol, nada mas. Las camas de mis yecinos se hallaban, casi juntas en un extre- mo de la habitacién, la mia situada en el otro extremo, era bas- tante limpia y ancha, Buenas noches, me dijo el posadero. — Bue- nas noches, y cerré la puerta. Antes de desnudarme, hice pasar rapidamente la luz por el ros- tro de mis. vecinos. Ya me lo figuraba, uno de los borrachos era Eduardo Moneaud, el otro, el conirario su intimo é inseparable amigo. Movido por uua gran compasion para el que habia bajado tanto, abri mi carteray acercéndome cautelosamente, puse sobre su mesa de Juz una reluciente moneda de oro. — Buena sorpresa tendré cuando se levante, pensé. Y la idea de haber. hecho uma bnena obra me llend de satistaccibn. Me desnudé lentamente y metime en la cama con dnimo de dormir, pues tenfa el cuerpo cansado y molido de la larga marcha del dia. A poco, of dar las doce en un reloy de roncas y apagadas cam- panas, que debfa estar enel sétano, porqué el sonido subia sor- damente como si atravesase el suelo. Estuve largo rato despierto, pero no sent{ Ia campanada de la una, desa hora, dormia pro- fundamente. No levava mucho tiempo de suefio cnando un rufdo extraio y fuerte me desperté, Fué un despertar agitado, sobresaltado. Me incorporé violen~ tamente y exclamé. Quien anda,? Pero nadie respondié, ofa solo en medio 4 la mas profunda calma, la respiracion acompasada de mis vecinos que parecian dormir mny tranquilamente. No tardé yo también en aquietatme, y como nada nuevo oi, quedé profundamente dormido. REVISTA LITERARIA 13 Tuve un largo y pesado suefio, pero el mismo ruido extrafio y violento de la media noche, volvidme 4 despertar. Como alu« cinado m2 incorporé de nuevo, Y en ese momento la puerta de afuera se abrid para dar paso 4 uno de mis vecinos. Y 4 Ia palida luz de la madrugada, pude ver que era él, Eduar- do Moneaud, que ya vestido con su traje abrochado, desapa* recla répidamente tras de la puerta que se volvid 4 cerrar. Eduardo Moneaud se iba,senti sus pasos lentos, cada vez més débiles 4 medida que se alejaba. Desputs no of nada ya. Se habla ido. Adonde? Nunca jamés lo supe. Habia vuelto 4 reclinar mi cabeza y dormfa otra vez, cuando me parecié de nuevo oir ruido. Mi corazon comenzaba 4 latir agi- tadamente, la sangre me golpeaba atrozmente en las venas. Algo extrafio me parecta todo lo ocurrido aquella noche. Me incorporé de nuevo y grité. — Quién anda‘? Silencio. —Quién anda? volvi 4 repetir. Silencio absoluto. Y & medida que aguzaba el ofdo me daba cuenta de algo sorpren® dente. B\ silencio era completo, absoluto, un silencio de muerte reinaba @ mi alrededor. Quién anda? Volvi 4 repetir en voz cada vez més alta, como evocando la voz del silencio, Y entonces adverti una cosa, una cosa que parecerd imposible, mi vecino no respiraba, Era induda- ble, yo no ofa’su respiracién acompasada, pero él estaba alli, podia ver 4 la Juz que entraba ya por las anchas endijas de la ventana, sus contornos rigidos bajo las ropas, y en Ja sombra se adivinaba su cabeza iniévil, reclinada sobre la almohada, Una de las camas estaba vacla, pero la otra no,.y sin embargo yo no ofa la respira- cién de mi vecino. Y una idea confusa pero extraordinaria y terrible fué apoderandose de mi espiritu. Miré el reloj, eran las cuatro. Imediatamente, en la semi oscuri- dad de la habitacién, comenzé 4 buscar mi ropa, apresuradamente, Luego traté, sin moverme de mi sitio, de investigar algo sobre mi vecino. Segula inmévil, perfectamente tranguilo, Cerca de él 14 REVISTA LITERARLA [a Ja cama de Eduardo Moneaud se hallaba vaca, con las ropas re+ vueltas, y sobre la mesa de luz irradiaba débiles destellos dorados, la moneda puesta por mi, Eduardo Moneaud no la habia tocado, Era demasiado tarde ya. Me vesti con increible celeridad, en si- lencio sfempre para no perturbar el sueto de mi vecino, y despues de tomar mi cartera de jviaje, me diriji 4 Ia puerta y la abri prestamente como si algo horrible me empujara fuera de la habi- tacién, La misma. pélida luz de Ja madrugada, amarilla ahora con tintes siniestros inundé un instante la habitacién. Un solo terrible ~ instante que fué veloz como un relémpago que alumbra una es- cena inesperada y brutal. Sobre Ja cama, reclinada la cabeza en la almohada, tal como yo ja habfa adivinado en’ las sombras, se hallaba mi compafiero, con los ojos abiertos ¢ inméviles y el rostro amarillo y desfigurado como una mascara de muerte. Las ropas le cubrian hasta el cuello. Yo no vi mas que su cara ysu expresién, Pero no la olvidaré jamas,t Cerré 1a puerta con violencia y con paso: rapido atravesé el patio y sali ala calle, +,Todavia la diligencia no estaba prepatada, recién los caballerizos eomenzaben 4 uncir 4 sus bestias, Ellos me vieron salir como probablemente habrian visto al otro. y recuerdo que uno me dijo al pasar. — Hoy no hay que despertar 4 los. vecinos de su cuarto. Y tenfa razén, porque el y yo nos hablamos levantado antes del alba y.en cuanto al otro creo que dormia para siempre, Después he pensado que si la noche pasada en M:' no fué pesadilla mia, el posadero-y sobre todo aquellos sofiolientos caba- Nerizos tendrian la duda sobre cual fuéel asesino si el que salid primero del que salid después, Si Eduardo Moneaud, 6 yo. J.C. Blanco AcEvEDO REVISTA LITERARIA 15 PASTOR S. OBLIGADO Traviciones DE BuENos AIRES Para la «Revista Literaria» Tenemes 4 la vista un grueso volimen de trescientas pagi- nas, de nutrida lectura, el cual contiene ta quinta série de jas Tradiciones de Buenos Aires, que hace ahos viene escribiendo con este titulo, el Doctor Don Pastor S$. Obligado. Acom- paiian 4 esta como aptndice, varias opifiiones de escritores americanos y entre ellas, sirve de juicio critico 6 prdlugo de la obra, una interesante carta literaria del poeta argentino Don Carlos Guido y Spano. En el orden fiterario, la tradicién, da cierto caracter nacional ¢imprime el sello caracteristico del sentimiento de los pueblos, La fisonomés y el curacter de las nacionalidades, podria estudiarse precisamente, sind detenida- mente, al menos con ciertas ventajas, recurriendo 4 examinar las condiciones tipicas de este pensamiento, el cudl contribuye especialmente 4 determinar si no la parte vulnerable de la his- toria,al menos sefiala el cardcter del pais, copiande en la Tradi- cida los usos y costambres de los tiempos primitivos, que tan bién dicen y expresan el pensamtento de entonces, Sobre estas uspiraciones del sentimiento humano, en armonfa con la inte= ligencia del hombre, sugeta Iz idea al orden sintético, existe algo superior 4 todo que esti en analogia con estas aspira~ ciones: La verdad, que es la que liga el pensamieato 4 los caracteres, pero verdad que constrituye lo cierto y une los hechos con |azos indestruptibles, es el nico medio que aventaja alas naciones,dando nervio y vida al pensamicnto 6 el fondo de verdad que debe’ unit el ideal de! escritor, para que sus pro ducciones leven ia pureza de la expresién. Pero. se objetard si es ldgico que dla Tradicidn, se exija 6 se pida verdad, y algo 16 REVISTA LITERARIA de cierto 4 todos sus alcances y manifestaciones. La tradicién resulta 4 veces, un cuento fantastico, como también suele serla realidad de lo que ha ocurrido, en tiempos pasados y bién: se cuenten los hechos en una & otra forma literaria, Porqué es opinidn general, que la Tradicion comprende 4 una série de estudios distintos, do que es 1a historia, que no admite va- guedades de ninguna especie, sind que por el contrario, estable- cela confirmacién exacta de lo ocurrido, y en cambio la otra es lo que se viene repitiéndo, por mas que hay casos en que se sugeta 4 hechos ciertos; pero que no siempre tiene la misma consistencia que aquella. Sobre este punto dice el tra- dicionalista Palma, (Don Ricardo,) que un escritor meriifsimo Don Joaquin V. Gonzdiez ha dicho que La Tradicidnes la Historia de los plueblos que no tienen Historia, La frase es bo- nita y nueva. La Tradicién puede ser, sostiene, una de las par- tes auxiliares de la Historia, pero no que esta alcance 4 ser la historia misma. Cuatro siglos cuenta yala América, de vida civililizada y su historia estdjmuy lejos de basarse en tradicio~ nies. BI histortador tiene en mucho los documentos, y en poco 6 nadilos diceres del pueblo. Hasta para a Historia de los tiempos precolombinos, 4 falta de escritara uniforme, de gerogli- ficos como los codices mayas y mexicanos, y de'guipus peruanos estin los monumentos de piedra, convidando al investigador a se- vero estudio sobre Ja vida y civilizacidn de pueblos cuyo origen sigue envuelto en la noche del misterio, Para el que sepa 6 alcance a leer en la piedra como en un. documento, no es la Tradi- cidn la que le habra servido de gran cosa. para reconstruir 1a Historia, Hemos hecho esta cita apropésito de la opinion de mu- chos, que confunde una doctrina con la otra y creen que re~ sulta Jo mismo, pero con lo dicho es suficiente para que el lector se penetre bien, de la enorme distancia que media entre estas dos escuclas. El cultivo dela Tradicidn, por lo mismo gue requiere un estudio de mucha paciencia, para reunir tanto- REVISTA LITERARIA 7 dato compulsando manuscritos y recurriendo en otros casos, 4 publicaciones viejas. no ha tenido como es natural imtitadores en abundancia, sind que por otra parte, los que los han hecho ast, han ensayado malogrando la empresa, 4 cambio de otros que han mentido soberanamente y ¢3 por eso que América cuenta con limitado numero de escritores de esta indole. Puede decirse qua el tinico que hasta ahora ha mantenido 4 mayor altura la Tradicién,!o ha sido, el sefior don Ricardo Palma, que al fondo de verdad en sus creaciones, ha unido el estilo pura y castizo que se destaca en todas sus producciones, Ha ligado al sabor de la cierrael tono que requiere esta clase de trabajo, unido 4 la verdad que tanto armoniza .y enaltece el conjunto de la obra, Por esto la mayoria de los tradicionalistas ni merecen la penase les mencione, porqué no han hecho mas que copiar el trabajo de los demés, se han presentado expos niendo ideas de otros. A excepcién del joven ecuatoriano Alber: to Arias S:nchez, que ha reunido en sus Cuentos populares ras. gos originales, traduciendo en esta forma lo qze cuenta It Tradicién, pero ajustindose en primera !inea 4 hechos reale y 4 puntos de Ia historia de sa patria, Ahora entrando 4 aclarar Obién 4 estudiar, la fisonomia literararia de la obra del sefior Obligado, nos detendcemos an momento, 4 examinar sa fondo y el pensamiento, que 4 nuestro juicio, ha guiado principalmente al autor, Comprende esta série el tomo quinto, y el doctor Obligado con una minuciocidad admirable, comienga por describirnos La iglesia det Sasto y continéa luego con La conspi- racién de los Cranceses, El que dié-la primera bandera, El primer monasterio, Bl Himno Nacional, La casa del encuentro, El salén de madame Mandeville, La ultima cargi, Ue prin- cipe alcalde en la Coloina, E, que arrebatd la bandera, Suicidio- mania, El balcén del sefior Riglos, Palermo, El Fundador, La ultima parada, El cuarto de San. Martin, Amor que mata, Amor silencivso, Traicibn de amigo, La bandera salvada_ por 18 REVISTA LITERARIA un rio, La tertulia del sefior Guerrico; La muerte de un héroe, Que se ha hecho ef estandarte? Un milagro en la Pampa, Centenaria, El primer periddico, El primer tipogrdfico; y El primer almirante. A nuestra juicio, el docfor Obligado pro- porciona un acopio completo de datos, y demuestra una obser- vacidn poco comin, sibién no le acompafiamor en algunos puntos historicos, que nos parece ha dominado el pincel del artista, la pasin, y 4 la cuAl no ha podido sustraerse asi no- mas, obedeciéndo 4 ideales arraigido en el el el cerebro. La memorable bataila librada en los campos de Ituzaingd, hecho de armas que decidid la independencia del Estado Oriental, no se debid el triunfo mas que 4 la pericia del general en jefe que la mandaba, el ilustrado militar don Carlos de Alvear y al valor denodado de los dems jefes que le acompaiiaban. He- mos notado, igualmente, que en algunos de estos estudios, en muy pocos, el autor ha desviado la mente del primer pro- posito, porqué en tradiciones como Swicidio-mania, no se adopta en un todo 4lo que aquella deba ‘ser, La Tradicidn oral debia solo someterse 4 establecer como punto de apoyo, el primer sucidio que se llevé 4 cabo en el pais, pues entendemos que asi es. como'se ajusta el verdadero pensamiento de a obra, tal cual es el de establecer primero lo que trasmite {a voz de! pue- blo al través de los aiios. Y por mas que encontremos, en las Tradiciones de Buenos Aires, naturalidad’ en los cuadros, y estilo sencillo para desctibirtos, en cambio en algunos de estos habiera convenido mas luz de colores en los bosquejosé mas vida en las escenas patridticas, donde el maestro Palma hizo tanto dex troche abundando en imagenes y creaciones hermosas. Por lo demds son dignas de mencidn las tcadiciones que llevan por epigrafe El primer periédico, por ta abundancia de datos y de una observacién tan. prolija que. recomiendan y enaltecen sobre- manera 4 su autor, y El primer almurante, que ha sido escrito, no solo con acopio general dé dates, sind que también con REVISTA LITERARCA 19 macho sentimiento, en que el alma del artista 6 del que piensa con el corazénen vez que con la cabeza,supo arrancar notas de subido patriotismo en aras del amor 41a patria, y de esa pasién profunda que se desprende del carifio A los suyos, Norgerto Estraba Montevideo Aabril 11 de 1900. BORRONES 4 Rail Montero Bustamante. No se porqué la tristeza de nuestro espititu cuando se encuentra bajo el peso de crueles sufrimientos, parece el fiel reflejo de ta tristeza general, de ia melancolia profunda de todo fo que nos rodea. Es sin duda, porgaé cuando sufrimos 6 es- tamos embargados por trasportes de alegria, porqué cuando nues- tra en tidad psicoldgics esta diterada 6 deprimida, ticida 6 nor mal, menos todas las cosas 4 través del prisma de nuestros mis- mos pensamientos, de nuestras propias ideas, Era por eso, era obedeciéndo 4 esa ley general de cumpli- tmienlo casi matemitico, que dmundo, abrumado por el falle- cimiento de sa quetida madre, del tinico ser que con él babia es capado del huracin impetaoso Nevado por JaSmuerte 4.un boga™ antes feliz, vela todo cubierto por el negro manto de las desii- chas y del sufrimiento. La herida abierta en su generoso corazén lleno de puras afecciones no desapareceria sind cuando alcanzara el suefio etere no, el suefio del descanso snpremo. 20 REVISTA LIVERARIA Edmundo era un artista apastonado, Vivia ultimamente en una misarable buhardilla ds unos de los barrios del sud ce la cuidad; en uno de sus rincones se veia una antiquisima cama de hierro y junto 4 ellaun cajén, qne hacia las veces de mesita, sobre el cual colocaba sucandelero de cobre ya tan oxidado que parecia al mirarlo una de esas lagunas de las afueras casi cu- Diertas por el verde engsfiador de las plantas acadticas. Habia alli también ua viejo sofa que al sentir sobre él cl menor peso, erajfa, cual anciano dolorido por la accién constante de los afios,” pidiéndo con sas dolorosos ayes, compasién y descanso para su desarticulado esqueleto, que tanto habia corrido, y que tantos servicios habia prestado. Completaban aquel cuadro de miserias, aquel mobiliario de pobre artista, ua caballete de color indefini- ble, mas bién dicho: de un nimero incalculable de colores varia- dos, Junto 4 él, cuantas horas, cuantos dias se habia pasado sin comer casi, alimentado por su pasidn artistica, dando pinceladas enyo coujunto produciria una obra muestra de grandes méri- tos ! 1Abj Si aquel sér no poseia riquezas, si habia sido abandonado por la fortuna, en cambio poseia un tesoro inagotable: su ima ginacién era rica, riquisima en concepciones geniales Innumerables eran los bosquejos y estudios de artista inspirado y trabajador de grandes alientos que Ilenaban las paredes de su habitacién. Atin conservamos uno de aquel amigo tan pobre como generaso, recuerdo qne conservaremos siempre como prueba deireconocimiznto 4 una amistad sincera y de admiracién su talento que legabad los Hmites del genio. Estdbamos 4 mediados de Junio de 189... Era aquel ua dia de riguroso invierno, en que un viento {rio como el hilito de Ja muerte helaba la sangre en las venas y endurecia los mtisculos de tal modo que hacia casi imposibles los movimientos articu- REVISTA LITERARIA 21 lados y obligaba 4 arrimarse 4 las estufas. Aquel diz, tal vez el mas triste de la estacién, debia ser tam- bién el mas triste para la pobre morada del artista infatigable, que luchaba sin descanso arrastrado por una pasién ardiente y por las multiples necesidades de Ia vide. Edmundo quebrantado ya de tiempos atras, habla caido vic- tima de una cruel enfermedad de marcha sumamente répida. La muerte, injusta como nunca, elejia 4 aquel ser acreedor 4 ona mejor suerte, i aquel ser que tantos sacrificios tenia en sn vida ya quién el arte tanto le debia, La casualidad quizo que Megdéramos en sus ultimos momen- tos y que oyéramos de sus trémaulos labios el adids postrero, € adiés del que emprende el viaje eterno. . . 2 1 6 Ya no existe ¢] amigo querido, el artista inspirado, el que daba luzy vida con sus pinceladas maestras, pero existe, si, en nues- ao espirita una impresién profanda, un recuerdo doloroso, que jamds el tiempo podrd borrar. Cartos BUTLER ISIGAMOS! Sigamos toh! sigamos por la eacabrosa senda ‘Que al fin de estas miserias habré tiempo mejor; Tu serés en mi vida la estrella qne me guie, Yo endulzaré tus dias con mi ferviente amor. Sigamos adelante; no inclines no, la frente, Por que la suerte, hoy negra nos hiera ;ten valor! 22 REVISTA LITERARA Yo soy mujer y lucho por que luchando espero Vencer tanta desdicha, vencer tanto dolor. Eanmstina Menpez Retsstc. Verano del 1900. GOTAS DE AJENJO Para ol pects amigo Raal Montoro Bustamante, MEDIA NOCHE Como brillan, como rien, las pupilas sofiadoras de 1¢ noche; Couto ritman sus canciones, los fantasmas que en las sombras, Embriageron con 6! néetar de los dioses, Ins basantes, Las orgidsticas deidades, de supremas ansias locas... Gomo sufre en las alturas, la viagera solitaria Ta sbandonada amante de un Rey quien adora,... Como oculta & sus hormanas, la pasién quo la consume. Guanto sufves, cuanto sufres,—joh viagera solitaria de Ins sombras!— ‘Hay un lirio ensangrentado que agoniza on ol sendero.— Al dosirle una estrofe, lo hirié con sus ugravios, una rose.— ‘Ven mi amada, libemos una lagrima de Ia viagera histérica, Ob, mi hermosa. mi pilida Juliotal—en la sangrienta eopal Mira como, languidecen, como se agostan las azucenas, Que con sus corolas, color de cielo, In senda alfombren. Conmuévelas Ia. noche, con su silencio, con sus misterios, Con sus fantasmas tétricos de horribles forma: Que extrafios gritos, que xuidos higubres, parten del bosque. Los fannos hambrientos, de ansias bestiales, que en sus sombras moran. REVISTA LITERARIA 23 Celobran sus orglas sus satnrnales, y escacion vinos, Bp monstruosos craneos humanos que 6 desbordan.... Como rion, como danzan en In sonda, las bacantes! Como brillan, de la noche, Ins pupils sonadoras.... Como ritman, en el bosque, sus canciones, los espectros! Smanto sutres, cuanto snfres, oh viagera solitaria de las sombras! JUSTIN JIMENEZ DE ARECHAGA (HIJO) Montevideo, Abril de 1900 A ME PRINCHSA Mi princesita de ojos azules Dime ggué tienes? Por que me miras con tanto enojo, Con tanto enojo si es que me quieres? Te han dicho, acaso,. que no te adoro Con toda el almat.... {Mirame alegre mi princesita, Mi princesita de ojos azules Como las aguas! .. Que me sonrian lenos de gracia Tus lindos ojos, Y me acaricien tus largos rizos, Tus largos rizos de seda de oro! Y me repitas 8 cada instante Que me idolatras.. {Guanto te quiero mi princesita, Mi princesita de ojos azules Como las aguast.... Asprusat E, Detcapo. 24 REVISTA LITERA RIA DE MI TIERRA (Inpresién En lo alty de [a cuchilla, mostrando sus paredes blancas- Jas casas de la Estancia daban una nota alegre enrre los mondto- nos tintés verdes de los pastos, que, como formando ciatura ro- dedbanlas; 4 sa frente, reguardandolas de tos ardientes rayos so- lates se alzaban dos scberbios ombtes que, al buscar sus ramas, Ta altura en ¢! vacio, sus reices aferrdndose mds en Ja tierra habian roto Ja superficie, formando hoy cémodos asientos. Bajo Ia boveda que forman sus ramas al cruzarse y Alas pri- meras horas de la noche, cuando pasado el creptsculo, la oscu~ ridad se estiende por todas partes y cesa en ol monte la aigszara desus habitantes y solamente cruza los aires ei vuelo dela lechu- za_y brillan en la sombra los ojos de codicia de los zorros; mira~ ba como el.cielo se encapotaba con los nubarroues que, su- bian del horizonte, tapando jas estrellas que titilaban como con miedo un momento en sus bordes, paradesaparecer detrés de su espesor,. Se ofan muy cerca mugidos de timbres suaves y 4 {a vez tristes como qve eran Ilamados de hijos a madres, voces de ansias del débil al fuerte; los ternéros de las lecheras, que .encerradas en su corral desde la tarde, esperaban impacientes la contestacién 4 su Namado que, de vez en cuando era contestado por los mujidos graves de las madres que pastaban cerca de alli. Uno que otro balido venia de! lado de la manguera y los aler- tas de los seros, al sentir cualquier movimiento cercano, eran no ‘tas de un himno & la noche en Ia apacible soledad de los campos. Otras veces, entre todos.esos ruidos, sobresalian los armonio sos sones de una guitarra, que partian por la pequefia puerta de- REVISTA LITERARTA 2B la cocina de los peones, mezclados con la luz de candil y fogén y el olor 4 carne asada, y se perdian alld en las sombras, legando quizas, hasta no lejanos ranchos donde habitaban prendas de amor- Hubo momentos en que, como por mandato, todo callé-y solo sesentia el murmallo del silencio que, parecid subir del vaile, donde se vela una linea negra que 4 veces se ensachaba, era el monte siguiendo las sinuosidades de! arroyo, en cuyas aguas be- bian toda su savia los drboles que, oscurecian, alin mds, con su aspesura sus orillas, Esa tendencia a la sociabilidad, que todo ser tiene, se hizo sen= tir en mi con mis fuerza, en medio de aquella soledad y guiado por la voz sentimental del cantor fut aproximindome. Formando medio circulo frente al fogdn, en el cual bullia una caldera, y mientras ¢] guitarrero templaba su instramento, se ene contraban unos ochos paisanos pasindose de mano en mano la enorme galleta con bombilla de lata, y entreteniendo el intezvalo, con los comentarios de lasfaenas del dia; era de oir como en su jerga pintaban, grAficamente, en un solo término, incidentes difi- ciles de describir en un parrafo. El cantor arrancé un acorde, despegd sus labios, y un triste broté 2} unisono de las notas lanzadas por la guitarra. Separado del fogdn, sentado en un tronco, rescostado 4 la pa- red, apareciendo entre sus desalineadas barbas blancas unos ojos casi apagados, y mostrando una cicatriz que; cortando sus arrugas, bajaba desde ef medio de la frente y se perdia en el pdmulo de recho, se encontraba el Viejo, como lo |iamaban en la Estancia, tipo de aquella raza que su vida fué de eterna lucha por Ja liber tad de su tierra, cargando, como unicas armas, si facén y su lan- za, sintiendo mis de una vez el frio del acero al penetrar en su cuerpo, y viendo quebrarse el asta de su lanza al entrar las me- dias lunas en los pechos de los contrarios, ejemplar de la raza cu= ya piel se componia de caprichosos geroglificos formados por sus incontables cicatrices, En el momento en que yo me fijaba 26 REVISTA LITERARIA en él, que, con la cabeza caida sobre ol pecho, parecia abstraido en sus pensamientos que, indudablemente pasarian en tropel, des- de sus recuerdos de amores en el pago, hasta sus momentos de prueba en que, ginete en pelos en su caballo de pelea, con Ja lanza en ristre se lanzaba 4 la carrera contra as filas enemigas, hasta que debilitado por {a pérdida de sangre que brotabs de sus heridas y por el cansancio de la pelea, caia, oyendo los toques de victoria, de lastrompas de su escuadrén. Al contemplarlo, se atropellaban en mi memoria, fechas, ba- tallas, mil detalles de nuestras viejas luchas y no podia menos que entristecerme al ver el aniquilamiento de aquel hombre que fué al decir de los paisanos, bravo como las armas y acostumbrado 4 ja lucha de arma blanca y no, (como decfa el Viejo al hablar-de uuestras Ultimas guerras) 4 matar cientificamente. Un iudiecito le alcanzé un mate, que él sabored, levdntose, ‘pi- did un tizda, encendid un pucho que dormitaba pegado en el Ia- bio, did las buenas noches y salid. Al enfrentar la puerta,'la luz al tropesar con su cuerpo, formd en el suelo su sombra tres veces més grande y que 4 mise me fix gurd su obra, Como habix desaparecido el Viejo en la oscuridad, asi también desaparecié su raza con la ignorancia de sus hechos, legdndonos en sus descendientes los garmenes de amor & la Pateia, con los nuevos de trabajo y paz. gSer& que el germen guerrero, cansado, se volvid pacifico ? No, el ideal alcanzado lo mitigé, pero cuando Ia libertad cesa el gérmen bulle en la sangre de la raza nueva, el. brazo se arma descargando golpes més fuertes. pues su musculo ha sido forma- do por el trabajo. Las nubes al chocarse se deshicieron en menudas gotas que ca+ yeron sobre los pastos, llegando hasta nosotros, ese olor 4 tierra recié; mojada que ensancha los pulmones, olor 4 vida. Calid la guitarra, el fogén’ casi extinguido fué cubiertos con REVISTA LITERARIA 27 cenizas y con las buenas noches contestadas por el hasta mafiana, nos retiramos bajo ta luvia que cala_ mondtona, sobre el campo dormido. AwTonio CERRATOSA CIBILs. Abril, 1900. CONFESION A Delia, Abro mi corazén noble y profando YY confiado lo entrego & ta destino, Como Colon yo ne descubierto un mundo. Bajo In luz de tu miter divino. "Pa sabes comprenderms. Yo ignorado Entre la inmensa oscuridad vivia; No es hora que te cuente mi pasado, No ha Hlegado el momento todavia. 2Quién on la amarga noche de la vida No ha tonido por eércel los dolor {Si hasta en Ia misma tierra prometida ‘No gon etornaa ana lozanas flores! EX campe dela vida es un combate Y es preciso Inchar con herofsmo, Yo soy de aquellos quo ol dolor no abate Aunque rodara hasta el profundo abismo. 28 REVISTA LITERARIA ‘Tengo luz quo ilumine el pensamiento, Corre sangre de bravos por mis venas, Y¥ ontre mi freate de posta siento Un mundo de ilusiones y de penas! No os fnarva que ta Inches, ni tampoco Jamis intontes detener mi vaelo, Qulén did un mundo y Je Tamaron loco, Un martir fag Joss y oveald ol cielo. No intentes nunea detener mi vuelo, En alas voy do la ilusién sofada, Quiero Megar hasta ese mismo cielo Donde alumbra la luz de tu mirada, Y¥ déjame seguir, no intentes nada Aunqne veas la mar embravecida, La ola quo se alza encrespada Tiene por fuerza que rodar perdida. La idea que on mi frento reverbora Le santa inspiraciéa, fuente es de amores. Se asemeja 4 la hermosa Primavera Con su cielo, sus campos y sus flores. Es toda para ti, te he consagrado En el inmenso amor de mis amores, La noche con su cielo estrallado La aurora con sus pajacos y flores. Y¥ aunque en mi frente palida no citto La corona inmortal que da la gloria, iQue mas gloria, mi bien, que tu caritio, Que mas lauro que viva en ti memorial Secunpo. FLores (H1s0) Abril 16 1900. REVISTA LITERARIA 29 EL ULTIMO ENSUENO I Pedro Berthi, acababa de tirarse del lecho, Aquella mafana glacial de invierno, Ilena de nieblas y de tristezas le hizo mncho mal. Su alma sintié un escalofrio ante aquella bruma densa que lotaba en ja atmdsfera helada. Mird el almanaque y se estremecié: j25 de Julio!... Dios miol.. aquel golpe acabé de trastornarlo. {25 de Juliol,,, repitid més bajo ain, como un suefio, si, justo.. 145 afiosl... y se quedé mudo, alelado, como aturdido ante aquel golpe brutal y terrible de la realidad. Aguel doloroso mutismy duré largo rato, Pedro Berthi, caido en esa postraciéa enorme y enervante que sucede A los golpes demasiado {uertes, permanecia atin aturdido, todo dolorido, co- mo si le hubieran estrujado brutalmente. Cuando alzé Ia frente un rayo de sol, palido, amarilleato, casi frio, atravesando la bruma le besd en los ojos. Pedro Berthise estremecié, Se alzd del chatsse longue, y se acercd al espejo. La superficie brufida del cristal, le devolvié su imagen cansada, borriblemente. cansada, can su cutis palido, do- forosamente envejecido, con sus profundas ojeras, y aquellos la~ bios descoloridos, marchitos, plegados en unaamarga mueca de dolor, sus ajos hundidos y febriles, y sus cabellos grises, horti biemente grises, que le cafan sobre la frente marchita y enveje- cida. Pedro Berthi se sintié desfallecer, sus ojos se enturbiaron, sus labios flacidos, aquellos pobres labios descoleridos y marchitos 30 REVISTA LITERARIA balbucearon algo,—acaso palabras de protesta contra el tiempo,— sus piernas temblaron, y como un nifio, con In gargenta lena de sollozos, se arrojé otra vez sobre et chaisse—longue, y lord, low ré desconsoladamente, con ese Hanto abrumador de lo irreme- diable, con esa amargura infantil y desconsolada de Jos viejos. Pe- dro Berthi estaba viejo. Y aili, en aquel cuarto que Je recordaba su juventud y sus triunfos, leno de retratos de sus queridas, en aquel santuario de sus aventuras y de sus locuras de juventud, Pedro, se sintid atin mAs viejo, mds cansado, mas impotente, mas:desconsolado, It Pedro Berthi entrd al salon, Aquel ruido enorme y ensordece- dor le aturdia, La musica refaen on wals Ileno de alegria y de joventud. Las mujeres pasaban, pasaban, en un desfile incesante, embriagadas, lubricas, lascivas, enervadas por el calor y la musi ca, temblantes y Janguidas en los brazos de los hombres, que las ateaian en un abrazo brutal y potente; senos desnudos, miradas provocativas, carcajadas en quese adivinaban sollozos, ojos en los que se asomaba la muerte, labios en los que temblaban maldicio- nes, fuentes que ocultaban odios, venganzas, ripidos aleteos de pasion, besos furtivos, ensueiios fujitivos ¢ infsntiles, y todo tox do en ronda acariciadora y fantdstica desfilaba ante Pedro Berthi, inmdvil, subyugado, dominado, atraido. ¥ sus ojos se enturbiaban, todo aquello lo vefa tras un tul, un cul leve y casi transparente que le mostrara aquello, pero muy lejos, muy ‘lejos, como si io separara una inmensidad. Y en medio de uquel ensuefio, de aquella vision arrobadera’ y triste parael.alma del libertino, alguien Ie tome del brazo y le arrastré al jardin. Else dejé llevar sin vo~ luntad, como una maquina, sin oponer resistencia; y (ué4 caer alld, en un dngolo del jardin, vajo un dosel de verdes hojas y de flores exdticas, lieno: de perfumes’ -linguidos y enervantes, Y REVISTA LITERARIA 31 cuando sintid que dos labios se pasaban sobre los suyos, que una caricia enorme y linguida le eavolvia todo el cuerpo, que toda su carne se estremecit en un espasmo doloroso y sublime, Pedro Berthi, despertd y se encontrd otra vez frente 4 frente 4 la ream lidad, en aquella mafana glacial [lena de nieblas, frente al alma- naque implacable, que le mostraba con numeros negros aquella fecha fatal: j25 de Juliol Aquel habia sido sa tltime easueho, Raut Montero Bustamante, Abril 1900. Notas de Redaccién La Revista LrreraniA agradece efusivamente 4 la prensa. en general, las palabras elogiosas que le ha dedicado & inicia el can- ge correspondiente. Nuestro particular amigo Alimo F, Gallardo, nos ha honrado con un hermoso trabajo que por inconvenientes de ultima hora y estando ya en mAquina la Revista, es necesario retirat. Discil- penos €! amigo; qne en el proximo numero, ocupard sitio de honor, Deseosos de cumplir en un todo nuestro programa ponemos desde ya, nuestras paginas 4 la disposi rarnos con su colaboraciéa, previniendo que diremos buena aco- _jida 4 los trabajos que se nos manden, siempre que éstos no ul- én de qaien quiera hon- 82 REVISTA LITERARIA trapasen los limites que nos hemos sefialado de antemano. En ésta seccidn anunciaremos toda obra de la que se nos te~ mita un ejemplar, y nos ocuparemos de ella, segin su importan- cia. La correspondencia debe dirigirse 4 nombre del Director, Re. dactor 6 Administrador, 4 buestras oficinas calle del Rincén mims 51, primer piso, Por falta de espacio, dejamos para el nimero prdéximo varios trabajos que se nos han remitido, pidiendo 4 sus autores, nuestrs: sinceras escusas.

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