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El derecho a la interpretación y traducción gratuitas

Article · March 2007

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1 author:

Mar Jimeno Bulnes

Universidad de Burgos
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NO PUNISH - A validated multi-dimensional tool to facilitate the transfer of good practices across EU on
elimination of corporal punishment (JUST/2015/RDAP/AG/CORP) European Commission View project

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HT.4983/SI2.738977), The Training of National Judges Programme of the European Union, European
Commission, DG for Competition View project

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 diario

LA LEY www.laley.es
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AÑO XXVIII. Número 6671. Miércoles, 14 de marzo de 2007

3652K01405

DOCTRINA EL DERECHO A LA INTERPRETACIÓN

El derecho a la interpretación y Y TRADUCCIÓN GRATUITAS (1)
traducción gratuitas, por MAR
JIMENO BULNES .................... 1

Por MAR JIMENO BULNES

CIVIL Profesora Titular de Derecho Procesal de la Universidad de Burgos.
Magistrada suplente en la Audiencia Provincial de Burgos

(TS Sala Primera, de lo Civil)
S 26 Ene. 2007. Muerte de un
niño al caerle encima una escul-
tura expuesta en un museo ......... 11

Es objeto del presente trabajo el análisis del derecho fundamental a la interpretación y traducción, en su caso, gratuitas, desde su
ADMINISTRATIVO doble perspectiva interna e internacional (en concreto, europea) a partir de la regulación legal y jurisprudencia existente en am-
bos ámbitos. Especial interés cobra la inclusión de este derecho en la futura Decisión Marco en materia de derechos procesales al
mostrarse por vez primera —al menos en la inicial propuesta de la Comisión— la preocupación por la calidad de dicha interpre-
tación y traducción como un valor añadido.

LA SENTENCIA
DEL DÍA mundial que, unida a otros factores como, por ejemplo y
R I. INTRODUCCIÓN de modo fundamental, la inmigración, provocan la pre-
sencia cada vez mayor del elemento internacional y/o ex-
[JCA N.º 1 (Pamplona)] S 26
Ene. 2007. Responsabilidad tranjero en el proceso. Así ha sido puesto de relieve en el
de un Ayuntamiento por los
El derecho a la interpretación y traducción —en su ámbito internacional y europeo por parte no sólo de la bi-
perjuicios causados al pro- caso gratuitas— cobra enorme importancia hoy día a bliografía al uso (2), sino también desde las propias ins-
pietario de un vehículo al que consecuencia del creciente fenómeno de la globalización tancias oficiales. Ello puede observarse, por ejemplo, en
no comunicó, pese a denun-
ciar su robo, que había sido
trasladado al depósito de grúas
por orden de la policía muni-
cipal ....................................... 13
Tribuna
EL FUTURO DE LA MEDIACIÓN PREPROCESAL

Por ISIDORO ÁLVAREZ SACRISTÁN

Doctor en Derecho. Magistrado emérito

tuación por los interesados. Más adelante, en este mismo

R I. ANTECEDENTES
La conciliación es un instituto que, a pesar de haber
tenido cierta raigambre en nuestras instituciones romanas
—conciliator— no pasó al Derecho positivo de una ma-
nera práctica. Sí se han sustantivizado —e incorporado
el Derecho procesal— los arbitrajes y otras figuras hete-
rocompositivas. En nuestro Derecho, se invoca a la me-
diación en el Real Decreto-Ley 5/1979, de 25 de enero,
por el que se crea el Instituto de Mediación, Arbitraje y
Conciliación, en cuya Exposición de Motivos se decía:
La mediación es una figura conveniente; su eficacia está
demostrada en la realidad diaria, haciéndose aconseja-
ble su institucionalización, sobre los presupuestos de im-
parcialidad del mediador y la libre aceptación de su ac-
RD-Ley, en su art. 6 se refería a la mediación en la que
los trabajadores y empresarios podrán solicitar del Insti-
tuto la designación de un mediador imparcial en cual-
quier momento de la negociación o de una controversia,
previa audiencia de los interesados. Como puede apre-
ciarse se limitaba únicamente a la mediación en el orden
laboral. Las funciones de este Instituto han sido traspa-
sadas a los correspondientes organismos de la Comuni-
dades Autónomas. Con todo y con eso, si bien se man-
tienen, y se acude diariamente a las funciones de la
conciliación, no existe una práctica de la mediación en el
ámbito laboral, si acaso en los conflictos derivados de la
huelga. Este no es el campo en el cual se propone el fu-
turo ámbito preprocesal.
Pág. 14

«LA LEY» no se identifica necesariamente con las opiniones contenidas en los artículos, los comentarios y las reseñas firmados que publica.
2
el ámbito de la Unión Europea, cuyas instituciones
comunitarias han financiado interesantes proyectos
europeos (3) que han tenido lugar en este ámbito
aunando esfuerzos de investigadores de proceden-
cia multidisciplinar —en concreto juristas y lin-
güistas—, los cuales han cooperado en busca de
una mejora sustancial de la calidad del derecho o
derechos ahora objeto de examen; sus resultados
además han tenido especial influencia en la política
legislativa de la Comisión en esta materia ahora en
discusión (4).
De este modo el derecho al intérprete se erige
en derecho fundamental tanto a nivel nacional
como internacional (y/o europeo), comprendido
dentro del amplio marco del derecho de defensa.
De idéntica manera, el Estado y, en particular, la
Administración de Justicia adquiere la obligación
de poner a disposición del justiciable el profesio-
nal o profesionales adecuados para ejercer dicha
labor de interpretación y en su caso traducción. No
en vano sendos profesionales constituyen hoy en
día, según la clásica expresión de Jean Delisle, los
modernos «alquimistas» del lenguaje (5) y, por
tanto, los que van a hacer posible el derecho de
defensa del imputado en el curso de un proceso
penal para el caso de que el mismo no comprenda
la lengua en la que se desarrolla este último. De
ahí por ello la importancia de regular con carácter
general, no sólo la provisión de este derecho al in-
térprete y/o traductor, sino, en la actualidad más
importante y problemática, su puesta en práctica,
cuyas dificultades logísticas y presupuestarias han
U na interpretación sistemática de todo este articulado permite deducir
ya inicialmente y al amparo de la posterior jurisprudencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, la extensión que presenta este derecho al
intérprete; así y en primer lugar, se garantiza a partir de ahora la gratuidad
de este derecho y, en segundo lugar, se contempla su aplicación también en
sede preprocesal, esto es, en el curso de las actuaciones policiales como es el
caso concreto de la detención y donde la puesta en práctica de este derecho
tendrá especial relieve para llevar a cabo el interrogatorio y declaración del
imputado
hecho que a menudo este derecho fundamental no
sea siempre respetado en el conjunto de los Esta-
dos miembros (6).
En suma, es propósito aquí y ahora proceder a un
análisis de la regulación del derecho al intérprete y,
en su caso, traducción en cuanto derecho fundamen-
tal tanto en el panorama internacional como domésti-
co. Así, se hará referencia, en primer lugar, a los po-
sibles textos internacionales y/o europeos, entre
ellos, de modo fundamental, el Convenio Europeo de
Derechos Humanos (en adelante, CEDH). Ulterior-
mente y en segundo lugar, se expondrá el panorama
legal hoy vigente en nuestro país al hilo de la juris-
prudencia constitucional y del Tribunal Supremo dic-
tada en este ámbito. A continuación y en tercer lugar
se pasará revista al desarrollo de este derecho en el
marco de la Unión Europea, en concreto, dentro de la
norma reguladora de un standard mínimo de ga-
rantías procesales (7) —entre ellas, el derecho a la
interpretación y traducción gratuita— a ser respeta-
das en el seno de los procesos penales celebrados en
los Estados miembro; es esta la Propuesta de Deci-
sión Marco del Consejo relativa a determinados de-
rechos procesales en los procesos penales celebrados
en la Unión Europea, norma que realiza interesantes
aportaciones en la materia. Por último se realizará
una sucinta reflexión final.
LA LEY
diario
R II. PREVISIÓN EN TEXTOS INTER-
NACIONALES Y/O EUROPEOS; EN
ESPECIAL EL CONVENIO EUROPEO
DE DERECHOS HUMANOS
La primera mención hecha de forma expresa al
derecho fundamental al intérprete se encuentra en el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
firmado en Nueva York el 19 de diciembre de 1966
(en adelante, PIDCP) en cuanto texto jurídico legal
de carácter vinculante (8). En concreto es el enun-
ciado del art. 14.3 el que garantiza a «toda persona
acusada de un delito... f) a ser asistida gratuitamente
por un intérprete, si no comprende o no habla el
idioma empleado en el tribunal» y por tanto la pro-
tección de este derecho fundamental en el curso del
proceso. Sin embargo existe una mención implícita
dentro del mismo texto internacional que, de forma
importante, señala también el reconocimiento de
este mismo derecho aun en fase procesal previa al
juicio oral (léase, instrucción o investigación suma-
rial), cual es la realizada en el art. 14.3 a) que garan-
tiza el derecho del mismo imputado «a ser informa-
do sin demora, en un idioma que comprenda y en
forma detallada, de la naturaleza y causas de la acu-
sación formulada contra ella». Es obvio que esta
obligada comprensión que han de procurar las auto-
ridades judiciales y en suma el Estado de la imputa-
ción o los cargos formulados requerirá en su caso el
acceso a la interpretación o, en su caso, traducción
por parte del «sospechoso».
Por lo que respecta al Convenio Europeo de Dere-
chos Humanos firmado en Roma el 4 de noviembre
de 1950, su previsión se realiza inicialmente en el
marco del art. 6 bajo la rúbrica del «derecho a un
proceso equitativo» (9): en concreto, las disposicio-
nes establecidas en esta materia reproducen y extien-
den los anteriores postulados del PIDCP. En efecto,
por una parte y de modo explícito, el art. 6.3 e)
CEDH reconoce a todo acusado «a ser asistido gra-
tuitamente de un intérprete, si no comprende o no ha-
bla la lengua empleada en la audiencia» de aplica-
ción en el curso del juicio oral mientras que el
anterior art. 6.3 a) CEDH le reconoce igualmente el
derecho «a ser informado en el más breve plazo, en
una lengua que comprenda y detalladamente, de la
naturaleza y de la causa de la acusación formulada
contra él» de aplicación en el curso de la fase de ins-
trucción. Pero el texto europeo aún va más allá por
cuanto el art. 5.2 CEDH reconoce además que «toda
persona detenida preventivamente debe ser informa-
da, en el más breve plazo y en una lengua que com-
prenda, de los motivos de su detención y de cual-
quier acusación formulada contra ella».
Una interpretación sistemática de todo este articu-
lado permite deducir ya inicialmente y al amparo de
la posterior jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (en adelante, TEDH) dictada al
14 de marzo de 2007
respecto, la extensión que presenta este derecho al in-
térprete; así y en primer lugar, se garantiza a partir de
ahora la gratuidad de este derecho (10) y, en segundo
lugar, se contempla su aplicación también en sede
preprocesal, esto es, en el curso de las actuaciones
policiales como es el caso concreto de la detención y
donde la puesta en práctica de este derecho tendrá es-
pecial relieve para llevar a cabo el interrogatorio y
declaración del imputado. A diferencia del texto ibe-
roamericano (11), el Convenio Europeo todavía no
incluye de forma expresa el llamado «derecho a la
traducción» pero éste va a ser reconocido sin duda
también en línea jurisprudencial.
En efecto, la jurisprudencia del TEDH se ha preo-
cupado en interpretar el contenido del derecho al in-
térprete contemplado en el texto europeo, pudiendo
destacarse en esta materia dos importantes sentencias
que, a modo de leading cases, establecen las siguien-
tes premisas fundamentales. Por una parte y como
primera jurisprudencia destaca el asunto Luedicke,
Belkacem y Koç c. Alemania, con sentencia de fecha
de 28 de noviembre de 1978, en la que el Estado ale-
mán resultó condenado con motivo de la inclusión
dentro del capítulo de costas procesales de los gastos
de intérprete, cuya imposición tuvo lugar en la sen-
tencia condenatoria de los ahora recurrentes; el
TEDH entendió el derecho absoluto de los acusados
«a la asistencia gratuita de un intérprete con el fin de
que le sean traducidos o interpretados todos los actos
del procedimiento dirigido contra él, que es preciso
que comprenda para beneficiarse del proceso» (12),
con independencia del sentido favorable o desfavora-
ble de la sentencia. Por tanto, reconociendo, no sólo
el derecho a la asistencia de intérprete durante el
desarrollo oral del procedimiento en sentido estricto
(audiencia o juicio oral), sino también el derecho a la
traducción del procedimiento escrito en la línea sus-
crita con el art. 8.2 a) CIDH inmediatamente aludido,
comprendiendo todas las instancias y recursos proce-
sales (además de la posterior fase de ejecución proce-
sal comprendida igualmente en el derecho a la tutela
judicial efectiva), en todo caso siempre con carácter
gratuito (13).
Precisamente el segundo ejemplo jurisprudencial
que aquí se quiere exponer, cual es el asunto Kama-
sinski c. Austria, con sentencia de 19 de diciembre
de 1989, el TEDH se ocupa de matizar este último
derecho a la traducción y así, a diferencia de lo que
ocurre con el derecho al intérprete que ha de ser en-
tendido en términos absolutos, el derecho a la tra-
ducción observa un ámbito más limitado; así, el re-
ferido derecho «no llega hasta el punto de exigir la
traducción por escrito de todas las pruebas docu-
mentales y de todos los autos del procedimiento»
sino de aquellos que le permita al acusado «conocer
de qué se le acusa y defenderse, especialmente dan-
do al tribunal su versión de los hechos» y en defini-
tiva de aquellos «cuyo sentido necesite conocer para
contar con un proceso justo» (14). El TEDH estable-
ce además en este caso una ulterior doctrina, cual es
la obligación de las autoridades competentes de
ejercer su vigilancia sobre el desempeño de la fun-
ción de interpretación (y/o traducción) sin que su
responsabilidad finalice con la mera designación del
intérprete o traductor; sin embargo y pese a haberse
recurrido en sendos interrogatorios policiales a un
compañero de celda con escasos conocimientos de
inglés así como a un ayudante de la policía a falta de
intérprete jurado —lo cual, sin duda, plantea ulterior
problemática, cual es la calidad e imparcialidad de
la interpretación y/o traducción—, ello no fue moti-
vo de condena para el Estado austriaco. Por último y
en concreta referencia al sistema de interpretación,
tampoco el Tribunal impone la exigencia de un de-
terminado tipo en favor de otro, siendo así reconoci-
da la denominada interpretación consecutiva además
de la simultánea (15).
Entre otra jurisprudencia del TEDH que contribu-
ye a la interpretación (valga la redundancia) de este
derecho al intérprete puede encontrarse, sucintamen-
te, el caso Brozicek c. Italia, también con sentencia
de 19 de diciembre de 1989, en la que el alto Tribu-
nal europeo atribuye la carga de la prueba de «com-
prensión» de la lengua por parte del inculpado a las
autoridades judiciales, toda vez anunciado por parte
14 de marzo de 2007
de éste su desconocimiento del idioma (16). En sen-
tido similar se pronuncia el Tribunal europeo en el
caso Cuscani c. Reino Unido, con sentencia de 24 de
septiembre de 2002, imponiéndose en este caso a las
autoridades judiciales la obligación de verificar la
necesidad de intérprete así como, en términos gene-
rales, la «equidad» del procedimiento (17); ello pese
a la avenencia mostrada por parte del abogado defen-
sor en lo que respecta a la ausencia de intérprete en
cuestión durante el curso de la vista pública como
parece ocurrió en este caso. En cambio, en el caso
Lagerblom c. Suecia, con sentencia de 14 de enero
de 2003, el Tribunal muestra el parecer opuesto pues
extiende el derecho al interprete más allá de las co-
municaciones entre autoridades judiciales e imputa-
do, pronunciándose a favor del nombramiento de in-
térprete también para las comunicaciones entre
acusado y su defensa si fuera necesario (18), además
de resumir su doctrina hasta entonces dictada en esta
materia (19).
Así también y aún en fecha reciente, el TEDH in-
cide de nuevo en las diferencias que presenta el reco-
nocimiento de este derecho al intérprete para las ac-
tuaciones orales por una parte y el derecho a la
traducción de las actuaciones escritas y anterior fase
de instrucción por otra, con recurso en su caso a pre-
cedentes judiciales anteriores; concretamente ello
tiene lugar en el caso Hermi c. Italia, con sentencia
de 18 de octubre de 2006 (20). Mientras la asistencia
lingüística ha de estar presente a lo largo de todo el
procedimiento oral a efectos de dar cumplimiento
real y efectivo del art. 6.3 e) CEDH, por el contrario
esta asistencia no es total para el caso de la traduc-
ción (21), extendiendo el cumplimiento de sendas
obligaciones a las autoridades judiciales competentes
respecto del control en el respeto y eficacia de tal in-
terpretación y/o traducción en la línea ya arriba des-
crita. Por otra parte tiene lugar ya expresamente la
contención de este derecho a la interpretación y/o
traducción también en el anterior art. 6.3 a) CEDH
respecto del derecho a la información de la acusa-
ción formulada y así la exigencia de proceder a la
traducción de dicho acta de acusación en caso nece-
sario (22).
Así pues y en conclusión, podría resumirse la ju-
risprudencia europea dictada en esta materia por par-
te del TEDH del modo siguiente, en relación a la
aplicación de este derecho fundamental tanto para las
actuaciones procesales como para las preprocesales.
Respecto de la provisión del art. 6.3 e) relativa al de-
recho al intérprete (y/o traducción), el alto Tribunal
europeo procede a una interpretación sistemática de
esta garantía dentro del conjunto normativo de ga-
rantías establecido en el art. 6 CEDH en reconoci-
miento al acusado del derecho «no sólo de asistir al
proceso, sino también de entender y seguir los deba-
tes» (23), de forma que la específica garantía conte-
nida dentro del art. 6.3 e) CEDH está inserta dentro
del más elemental principio de contradicción y, en
suma, derecho de defensa. En segundo lugar, respec-
to de la garantía contenida en el art. 5.2 CEDH en
alusión a la información de los motivos de detención
al o los detenidos en una lengua «que comprenda», el
Tribunal europeo entiende que ello «obliga a señalar
a dicha persona, en un lenguaje simple accesible para
ella, las razones jurídicas y de hecho de su privación
de libertad, con el fin de que pueda discutir su legali-
dad ante un tribunal» (24) en el posterior proceso; no
hay duda, por tanto, de la inclusión aquí también de
la procedencia de la interpretación y traducción si
fuera necesario a fin de hacer dicha información
«comprensible».
Finalmente, en cuanto a ulterior normativa de
procedencia europea o internacional puede citarse
de modo especial al Estatuto del Tribunal Penal In-
ternacional, firmado en Roma el 17 de julio de
1998, cuyos arts. 55 y 67 regulan pormenorizada-
mente y aún con mayor exigencia este derecho al in-
térprete y traducción en sendas fases de instrucción
y juicio oral. Así, por una parte, el art. 55.1 c) llega
a exigir que «quien haya de ser interrogado en un
idioma que no sea el que comprende y habla perfec-
tamente contará, sin cargo alguno, con los servicios
de un intérprete competente y las traducciones que
sean necesarias a los efectos de cumplir el requisito
LA LEY
diario
de equidad»; esto es, no parece por tanto admisible
la participación de cualquier persona como intérpre-
te ni que esta interpretación tenga lugar a cualquier
idioma que meramente sea conocido, aun cuando
éste tampoco se trate de la lengua materna. Por su
parte, la regulación ofrecida por el art. 67.1 es doble
ya que, mientras en su letra a) impone como ga-
rantía mínima el derecho del acusado «a ser infor-
mado... en un idioma que comprenda y (de nuevo)
hable perfectamente, de la naturaleza, la causa y el
contenido de los cargos que se le imputan», la letra
f) hace ya reconocimiento explícito de su derecho «a
ser asistido gratuitamente por un intérprete compe-
tente y a obtener las traducciones necesarias para sa-
tisfacer los requisitos de equidad, si en las actuacio-
nes ante la Corte o en los documentos presentados a
la Corte se emplea un idioma que no comprende y
no habla». Es evidente que la propia naturaleza y
características de los procesos e imputados sobre los
que interviene el TPI exige un respeto más escrupu-
loso si cabe de este derecho fundamental al intérpre-
te y a la traducción (25).
R III. PANORAMA EN EL ORDENA-
MIENTO JURÍDICO INTERNO: RE-
GULACIÓN LEGAL E INTERPRETA-
CIÓN JURISPRUDENCIAL
Ciertamente, el derecho al intérprete o a la traduc-
ción no viene recogido de forma expresa en el texto
constitucional español a diferencia de lo que ocurre
en los textos internacionales y europeos antes men-
R especto de la garantía contenida en el art. 5.2 CEDH en alusión a la in-
formación de los motivos de detención al o los detenidos en una lengua
«que comprenda», el Tribunal europeo entiende que ello «obliga a señalar a di-
cha persona, en un lenguaje simple accesible para ella, las razones jurídicas y
de hecho de su privación de libertad, con el fin de que pueda discutir su legalidad
ante un tribunal» en el posterior proceso; no hay duda, por tanto, de la inclu-
sión aquí también de la procedencia de la interpretación y traducción si fuera
necesario a fin de hacer dicha información «comprensible»
cionados (PIDCP y CEDH) pero sin duda su recono-
cimiento ha tenido lugar de forma continuada desde
la jurisprudencia constitucional dentro del art. 24 CE
por partida doble: así, como contenido de la prohibi-
ción de la indefensión establecida en el art. 24.1 con-
templando el derecho a la tutela judicial efectiva y
como contenido del derecho al proceso «con todas
las garantías» referido en el art. 24.2, en suma regula-
dor del «debido proceso». En cualquier caso, ello se
corresponde con la doble acogida que en ambos pre-
ceptos se realiza del derecho de defensa en sentido
amplio (26). Por su parte el legislador ordinario dis-
pone ya de forma explícita la mención del derecho al
intérprete —que no a la traducción, aun cuando la
misma se verá comprendida aún tan sólo por la vía
del art. 10.2 CE (27)— en diverso articulado que es-
pecialmente se contiene en la Ley de Enjuiciamiento
Criminal (LECrim.) para el caso del imputado en el
proceso penal.
De este modo la ley procesal penal española con-
templa esta garantía en dos momentos esenciales. Así
y en primer lugar, en un estadio preprocesal cuando el
imputado reúne aún el estatuto jurídico de detenido en
virtud del art. 520.2 e) LECrim.; este precepto —apli-
cable también confusamente (28) al preso preventivo,
cuyo estatuto jurídico resulta a todas luces diferente
toda vez que ya se ha iniciado la investigación proce-
sal— textualmente contempla el «derecho a ser asisti-
3
do gratuitamente por un intérprete, cuando se trate de
extranjero que no comprenda o no hable el castella-
no», derecho que formará parte de la Carta de Dere-
chos, cuya lectura e información corresponderá a los
funcionarios policiales. Por otra parte y en segundo
lugar, el reconocimiento al derecho al intérprete en el
estadio procesal se realiza de forma concreta tanto
para el proceso ordinario (art. 398 LECrim.) como
abreviado, en fase de instrucción y durante el desa-
rrollo del juicio oral (art. 762.8 LECrim.).
En efecto, dentro de la regulación establecida para
la fase sumarial del proceso ordinario, el art. 398 LE-
Crim. indica expresamente que «si el procesado no
supiere el idioma español o fuere sordomudo, se ob-
servará lo dispuesto en los arts. 440, 441 y 442» pre-
venidos para las declaraciones testificales. La misma
remisión se va a efectuar por el posterior art. 711
LECrim. dentro de la regulación ofrecida para el
desarrollo de la fase de juicio oral, textualmente: «los
testigos sordomudos o que no conozcan el idioma es-
pañol serán examinados del modo prescrito en los
arts. 440, párrafo primero del 441 (29) y 442». Inte-
resa ab initio destacar la primera mención que de for-
ma explícita se hace a las personas aquejadas de defi-
ciencias auditivas y/o de habla equiparando su
protección a la de los «extranjeros» [o incluso nacio-
nales en versión constitucional (30)] que no com-
prendan o no hablen «castellano» y por tanto hacién-
doles partícipes del derecho al intérprete.
Por lo que atañe a los citados arts. 440 y ss.
LECrim., estos preceptos contemplan la asistencia de
intérprete a testigos «que no entendiere(n) o no ha-
blare(n) el idioma español» en sus declaraciones ante
las autoridades judiciales, bien durante la instrucción
penal o ya posteriormente en el juicio oral. Se prevé
así una interpretación consecutiva y no simultánea de
las declaraciones testificales (31), mediante el nombra-
miento de intérprete «entre los que tengan títulos de
tales, si los hubiere» y, en último término, «cualquier
persona que lo sepa» (¡!), pasando a continuación el
mismo art. 441 LECrim. a contemplar el mecanismo
de la traducción que, en último término, se atribuirá a
la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio
de Estado (32). Por su parte, el art. 442 LECrim. hace
la misma previsión para los supuestos de testigos sor-
dos (hoy sordomudos) para los que se nombrará un in-
térprete de lengua de signos y que al igual que en el
caso anterior será igualmente aplicable para el imputa-
do que adoleciera de la misma incapacidad.
Finalmente, el art. 762.8 LECrim. establece previ-
siones similares para el procedimiento abreviado,
tanto en fase de diligencias previas como de juicio
oral para imputados y testigos, así: «cuando los im-
putados o testigos no hablaren o no entendieren el
idioma español, se procederá de conformidad con lo
dispuesto en los artículos 398, 440 y 441, sin que sea
preciso que el intérprete designado tenga título ofi-
cial» (33). Es evidente que esta afirmación resulta
cuanto menos sorprendente en el panorama actual, en
el que, como ha sido expuesto, existe toda una regu-
lación normativa respecto al acceso a la profesión de
4
intérprete-jurado así como el nombramiento de estos
profesionales a cargo de la Oficina de Interpretación
de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores. A
favor del precepto legal puede decirse que en este
caso, lógicamente, el legislador ha primado el dere-
cho de defensa y, en suma, el derecho al intérprete
por encima de la capacitación profesional; no obstan-
te y a nuestro juicio, esta posibilidad ha de estar úni-
camente subsidiaria y excepcionalmente en defecto
de intérprete y/o traductor con titulación oficial como
puede suceder en el caso de las llamadas lenguas mi-
noritarias.
En la misma línea se sitúa con carácter general el
art. 231.5 LOPJ, única referencia que se encuentra en
la legislación orgánica a la regulación del derecho al
intérprete y el que se manifiesta también a favor de la
habilitación por parte de Juzgados y Tribunales du-
rante el desarrollo de cualesquiera actos procesales
orales de «cualquier persona conocedora de la lengua
empleada previo juramento o promesa de aquélla».
Este precepto impone además idéntico requisito al in-
térprete que a testigos y peritos (34) en cuanto terce-
ros del proceso y de este modo la prestación de jura-
mento o promesa, dispuesto asimismo para el
proceso penal en las anteriores normas generales es-
tablecidas en los arts. 440 y ss. LECrim. (35). Por
otra parte ha de recordarse que dicho precepto es el
que procede a la regulación de la cooficialidad lin-
E xiste toda una regulación normativa respecto al acceso a la profesión de in-
térprete-jurado así como el nombramiento de estos profesionales a cargo de
la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores.
A favor del precepto legal puede decirse que en este caso, lógicamente, el legisla-
dor ha primado el derecho de defensa y, en suma, el derecho al intérprete por
encima de la capacitación profesional; no obstante y a nuestro juicio, esta posi-
bilidad ha de estar únicamente subsidiaria y excepcionalmente en defecto de in-
térprete y/o traductor con titulación oficial como puede suceder en el caso de las
llamadas lenguas minoritarias
güística en aquellas Comunidades Autónomas con
lengua propia y así la posibilidad de traducción tam-
bién entre lenguas oficiales (o cooficiales) incluso a
instancia de parte a fin de preservar, siempre y en úl-
timo extremo, el derecho de defensa (36).
Precisamente en este último ámbito existe una in-
teresante jurisprudencia constitucional. En efecto, la
STC 74/1987, de 25 de mayo, dictada a consecuencia
de un recurso de inconstitucionalidad interpuesto por
el Gobierno vasco, produce una importante amplia-
ción del derecho al intérprete contenido en el anterior
art. 520.2 e) LECrim. y así el reconocimiento de este
derecho también «a los españoles que no conozcan
suficientemente el castellano y no sólo a los extranje-
ros que se encuentren en ese caso» (37). Prima aquí
el alto Tribunal el derecho de defensa contenido en
último término en el art. 24.1 CE bajo la fórmula de
la prohibición de indefensión por encima del deber
de todos los españoles de conocer la lengua castella-
na en cuanto lengua oficial de todo el territorio esta-
tal (art. 3.1 CE). Asistencia de intérprete, pues, para
extranjeros y españoles que desconozcan el idioma
castellano, en todo caso gratuita durante el curso de
actuaciones judiciales y policiales.
Ulterior jurisprudencia constitucional se ocupa en
precisar el contenido de este derecho al intérprete
extendiéndose el mismo, en consonancia con la ju-
risprudencia emanada del TEDH, no sólo respecto
de las declaraciones de procesados y testigos ante
las autoridades judiciales sino también para la prepa-
ración de la defensa. Así y en concreto, la STC
LA LEY
diario
71/1988, de 19 de abril, declaró que una «adecuada
defensa y asistencia letrada exige el previo requisito
de una comunicación interpersonal inteligible e in-
cluso fluida en asunto tan crucial como la transmi-
sión al abogado no sólo de hechos, sino de vivencias
y apreciaciones por parte del acusado, y ante la pers-
pectiva de su juicio oral, aparte de su colaboración
para la propuesta de pruebas» (38). El Tribunal esti-
mó por tanto el recurso de amparo entendiendo que
la comunicación abogado-imputado no es una con-
versación privada sino preparatoria del juicio oral e
integrando el derecho al intérprete en el global dere-
cho de defensa, en conformidad con los textos inter-
nacionales y en aplicación del art. 10.2 CE.
En otras ocasiones el TC ha entendido vulnerado
este derecho al intérprete en supuestos de la ausencia
de nombramiento de intérprete cuando la recurrente
era sordomuda (STC 30/1989, de 7 de febrero) o bien
bajo la justificación del conocimiento del idioma por
parte de alguno de los miembros del Tribunal, enten-
diendo el Tribunal en este último caso que el nom-
bramiento de intérprete añade una «garantía de obje-
tividad en el cumplimiento de la función» [STC
188/1991, de 3 de octubre (39)]. Por otra parte, ha
entendido además el TC que el nombramiento de in-
térprete no está vinculado a la nacionalidad o al ori-
gen geográfico del inculpado, sino a la circunstancia
real de no comprender el idioma empleado en el pro-
ceso (STC 181/1994, de 20 de junio) y, en suma, «la
mera condición de extranjero no conlleva la necesi-
dad de interpretación si el acusado comprende y ma-
neja con fluidez y soltura más que suficiente nuestro
idioma» (40). Por último, el TC extiende idénticas
premisas para la traducción de documentos enten-
diendo en este ámbito que los órganos jurisdicciona-
les, no sólo estarán facultados para autorizar la tra-
ducción sino también estarán obligado a ello para
cumplir la función que les es propia resumiendo su
doctrina al respecto en fecha aún reciente [ATC
166/2005, de 19 de abril (41)].
Por su parte, el TS también ha entendido el dere-
cho al intérprete comprendido dentro del genérico
derecho de defensa pese a la ausencia de mención ex-
presa en el texto constitucional, en línea con la juris-
prudencia inmediatamente descrita; así se establece,
por ejemplo y entre otras, en SSTS 874/1999, de 27
de mayo, y 867/2000, de 23 de mayo (42). En otra
jurisprudencia se añade un dato interesante y así en la
STS 705/2001, de 30 de abril, se declara la inexisten-
cia de derecho alguno de nombramiento de intérprete
«a instancia de parte» puesto que ello no constituye
prueba pericial ninguna (43); en suma, el intérprete o
traductor es un profesional técnico de carácter «neu-
tro» y de ahí su designación judicial, hasta en tanto
tenga lugar —quizás en un futuro próximo a la luz de
su creciente necesidad— de un Cuerpo Especial de
Funcionarios al servicio de la Administración de Jus-
ticia al amparo del art. 475 b) LOPJ (44). Así tam-
bién el TS reconoce en idéntica medida que la juris-
prudencia constitucional la asistencia de intérprete
14 de marzo de 2007
para las comunicación cliente-abogado que tiene lu-
gar, en concreto, en el centro penitenciario a fin de
preparar su defensa cara al juicio oral [STS 813/2004,
de 21 de julio (45)], así como la inexistencia de co-
nexión entre el derecho al intérprete y la circunstan-
cia de nacionalidad extranjera [STS 901/2005, de 7
de julio (46)].
Como colofón a este apartado en materia de Dere-
cho interno, resta una breve alusión a la práctica ju-
dicial en este ámbito, la cual muchas veces ha de cu-
brir las lagunas legales existentes o bien adaptar su
redacción a la realidad social imperante en la que
está vigente el modelo multilingüe arriba enunciado.
Por ello comienza a ser cada vez más abundante la
jurisprudencia dictada tanto por el Tribunal Supre-
mo en su caso como, de modo fundamental, por las
Audiencias Provinciales respecto a cuáles hayan de
ser las concretas actuaciones procesales cubiertas
con tal derecho a la interpretación y/o traducción,
así como el necesario llamamiento y consecuente
concurrencia del profesional intérprete y/o traductor
al proceso (47).
En esta línea y a modo de ejemplo, se ha venido
reconociendo jurisprudencialmente la necesidad de
la asistencia de intérprete en momentos procesales
tales como —llegado el caso y hasta el extremo—
del propio llamamiento al imputado a juicio o au-
diencia pública (48), en la práctica de reconocimien-
tos médicos a imputados o culpables (49) y, de
modo importante, para la audición de cintas magne-
tofónicas antes y durante el juicio oral (50). En otras
ocasiones es la práctica forense en función de la
oportuna discrecionalidad de Juzgados y tribunales
la que requiere la asistencia de intérprete; tal es el
caso, por ejemplo, de los registros domiciliarios, en
los que no siempre están presentes las garantías o
protección más adecuada para dichos profesionales
a diferencia de lo que ocurre con los restantes fun-
cionarios judiciales y/o policiales (51). Siquiera al
menos ha sido también reconocida para estos profe-
sionales, en caso de ser necesaria y siempre que se
den las circunstancias legalmente determinadas, la
aplicación de las medidas de protección especial de
las que disponen testigos y peritos (52), en cuanto
terceros también del proceso y por analogía con es-
tos intervinientes en el proceso.
En efecto, en el desarrollo de esta práctica judi-
cial resultan también patentes las disfunciones que a
menudo se producen en el quehacer diario de Juzga-
dos y Tribunales en lo que respecta al propio servi-
cio prestado por parte de los profesionales encarga-
dos de hacer posible este derecho a la interpretación
y traducción, así como las propias condiciones labo-
rales de tales profesionales. A mayor abundamiento,
se observan importantes diferencias entre las distin-
tas Comunidades Autónomas en aspectos esenciales
tales como, por ejemplo, nivel de titulación, sistema
de contratación (personal en plantilla, empresas pri-
vadas, profesionales free-lance...), remuneración y
otras circunstancias puestas de relieve por el propio
cuerpo de intérpretes y traductores jurados (53).
Todo ello hace todavía más necesaria, si cabe, una
adecuada y mayor regulación en la materia, objeti-
vos que precisamente pretende alcanzar la mencio-
nada Decisión Marco propuesta por la Comisión en
materia de derechos procesales dentro del marco de
la Unión Europea.
Finalmente, por lo que respecta a las previsiones
establecidas en la legislación española en relación
con el cometido de la traducción stricto sensu no
existe una regulación específica para el ámbito pe-
nal. Tampoco resulta del todo clara la regulación ge-
neral establecida en la legislación orgánica, más allá
del contenido del art. 231.4 LOPJ arriba enunciado
que, interpretado a sensu contrario, podría hacer exi-
gible el acompañamiento de traducción en castellano
de cualesquiera documentos presentados en lengua
distinta al castellano y restantes idiomas oficiales en
las Comunidades Autónomas respectivas (recuérdese
que estos últimos, como ya ha sido dicho, están
exentos de tal requisito salvo que así lo dispusiera
otra normativa o se alegara indefensión a instancia
de parte). Mucho más explícita resulta a este respec-
to la legislación procesal civil, por cuanto el art. 144
LEC exige de forma expresa el acompañamiento de
14 de marzo de 2007
la correspondiente traducción a todo documento re-
dactado en idioma distinto al castellano u oficial de
la Comunidad Autónoma en su caso, pudiendo dicha
traducción ser oficial o privada así como objeto de
impugnación esta última. Es por ello que la aplica-
ción analógica de este precepto al ámbito penal trae
como consecuencia la concreta inadmisión de cua-
lesquiera pruebas documentales que no sean acom-
pañadas de la oportuna traducción (54).
R IV. DESARROLLO DEL DERECHO EN
ÁMBITO DE LA UNIÓN EUROPEA:
LA PROPUESTA DE DECISIÓN MAR-
CO DEL CONSEJO EN MATERIA DE
DERECHOS PROCESALES
En el ámbito de la Unión Europea hay que decir
que, inicialmente, la Carta de Derechos Fundamenta-
les (55) insertada en el futuro Tratado por el que se
establece una Constitución para Europa (en adelante
TeCE) no contempla de modo expresa esta garantía
procesal. Pero sin duda su inclusión ha de encontrar-
se contenida de forma implícita en el genérico conte-
nido del art. 47 —próximamente art. II-107 TeCE—
bajo el enunciado del «derecho a la tutela judicial
efectiva» (56), comprendiendo así el derecho a un
juicio «equitativo» al igual que el más elemental de-
recho de defensa y asistencia jurídica gratuita; y si
acaso también una remota referencia en este ámbito
se realiza también en el art. 21.1 en relación con el
principio de no discriminación por razón, entre otras,
de lengua (57). De cualquier manera su reconoci-
miento explícito sí aparece descrito en ulterior legis-
lación europea de carácter derivado en regulación de
los llamados instrumentos jurídico-procesales de coo-
peración judicial penal.
En este punto la norma paradigmática es aquella
relativa al procedimiento de orden de detención euro-
pea. En efecto, tanto el art. 11.2 Decisión Marco
(DM) en relación con la práctica de la detención
como, en el caso español, el art. 14.1 LOEDE (58)
para el supuesto de la audiencia reconocen de forma
expresa el derecho al intérprete de la persona deteni-
da «en caso necesario» o «en su caso» respectiva-
mente, sumándose así nuestro país al conjunto de
legislaciones estatales que contemplan este derecho
en el supuesto de ejecución de la llamada «euroor-
den» (59). Este es así el supuesto de reconocimiento
más claro y explícito del derecho fundamental ahora
en discusión, aun cuando alguna referencia mediata
pueda encontrarse en otros textos dictados al amparo
del tercer pilar; por ejemplo y en concreto, en rela-
ción la Decisión Marco que establece estatuto de la
víctimas en el proceso penal (60).
Pero sin duda las mayores esperanzas en la materia
ahora objeto de examen las ofrece la Propuesta de
Decisión Marco del Consejo relativa a determinados
derechos procesales en los procesos penales celebra-
dos en la Unión Europea (61) (en adelante PDM),
cuya negociación entre los distintos Estados miem-
bros, como es de sobra conocido, está siendo espe-
cialmente lenta y difícil. Dejando al margen el argu-
mento por muchos alegado de la ausencia de base
legal en el marco del art. 31 TUE para emprender
una iniciativa de este tipo (62), se pretende aquí y
ahora realizar un recorrido del discurrir de la concre-
ta regulación del derecho a la interpretación y traduc-
ción gratuitas en el nuevo marco procesal europeo así
como exponer su posible problemática o, al menos,
parte de ella. Ha de advertirse que al respecto existe
además extensa documentación puesta a disposición
por instituciones públicas (Parlamentos nacionales,
Ministerio de Justicia, Colegios profesionales, uni-
versidades) y privadas (especialmente, ONG como la
británica Justice y Amnistía Internacional) así como
interesantes estudios (63), no ya sólo en relación con
la prelegislación europea sino también relativos a la
propia protección de los cinco derechos contemplados
en la propuesta en los diversos Estados miembros
—entre ellos, por tanto, el ahora objeto de examen—,
cuyos resultados han sido y son especialmente consi-
derados por la Comisión europea promotora en mu-
chos casos de tales estudios.
LA LEY
diario
1. Elaboración de la propuesta
Como es habitual en este tipo de normativa, la ini-
ciativa legislativa comentada surge a través del proce-
dimiento ordinario empleado por la Comisión europea,
esto es, a través de un procedimiento de consulta
(consultation paper) llevado a cabo a través del sitio
internet de la Dirección General de Justicia e Interior
durante los meses de enero y febrero de 2002 (64). Por
lo que respecta al sumario de derechos entonces ob-
jeto de consideración ha de decirse que ya aparecía
contemplado «el derecho a un intérprete y/o traductor
competente, cualificado (o certificado) de modo que
el acusado conozca los cargos dirigidos contra él y
entienda el procedimiento».
También se puso entonces de relieve que el princi-
pal problema de este derecho no incumbía tanto a su
respecto u observancia por parte de los Estados
miembros cuanto a su efectivo cumplimiento, en es-
pecial de la dotación de un profesional que cumpliera
E n cuanto al derecho a la traducción en sentido estricto se plantea un pro-
blema particular, cual es la delimitación de los documentos procesales de
preceptiva traducción y así la cuestión suscitada en torno a una posible especi-
ficación de los mismos a fin de determinar el «mínimo necesario de un juicio
imparcial»
las garantías antedichas (65). Por ello igualmente la
sugerencia de que los Estados miembros nominaran
una institución pública con competencia para la emi-
sión de un diploma o certificado oficial en interpreta-
ción y/o traducción legal, la que además colaborara
conjuntamente con el Ministerio de Justicia nacional
a fin de verificar la calidad del servicio además de la
posibilidad del reconocimiento de titulación proce-
dente de otros Estados miembros. Por último y res-
pecto del caso concreto de la interpretación, se dispo-
nía la conveniencia de la grabación y transcripción
del contenido a efecto de su posible impugnación.
La respuesta de la Comisión se traduce en el poste-
rior Libro Verde sobre garantías procesales para sos-
pechosos e inculpados en procesos penales en la
Unión Europea (66) en el que, además de poner de
relieve su creciente importancia dado el cada vez ma-
yor número de desplazamientos internacionales, nue-
vamente se incide en la principal problemática de
este derecho, cual es su puesta en práctica especial-
mente en relación con el coste presupuestario que
ello produce. También se incide en la inexistencia de
una organización homogénea en el ámbito de la
Unión Europea de sendas profesiones jurídicas, intér-
pretes y traductores jurados, a diferencia de lo que
ocurre en otros sectores como es el caso de los intér-
pretes de conferencias. Por ello la propuesta de llevar
a cabo un programa de formación, acreditación y re-
gistro de intérpretes y traductores jurados en los Es-
tados miembros conforme al documento Aequitas
arriba citado, así como la separación de sendos colec-
tivos profesionales (de ahí también la conveniencia
de un registro dual), quizás bajo la propia denomina-
ción comunitaria de «juristas-lingüistas» o «aboga-
dos-lingüistas».
Por esta razón que, en otro orden de cosas, se pro-
ponga el acceso a esta o estas profesiones, no sólo
por parte de los licenciados en filología (y en su caso,
ahora, los licenciados en traducción e interpretación),
sino también para los propios licenciados en Derecho
con dominio de idiomas a los que deberá procurárse-
les unos honorarios adecuados conforme a su capaci-
tación a fin de erradicar el ahora frecuente ejercicio
freelance. Por último la Comisión se plantea la pro-
blemática de las lenguas minoritarias —para las que
se conforma con suavizar los anteriores requisitos de
5
capacitación profesional, si no hubiera más remedio,
así como, en su caso, utilizar la metodología de la
llamada «interpretación indirecta» a través de otra
lengua más común— así como el de las personas
sordomudas, supuesto este último que la Comisión
contempla inicialmente en el apartado relativo a la
protección adecuada para grupos especialmente vul-
nerables (67).
En cuanto al alcance de uno y otro derecho, la Co-
misión sigue muy de cerca el planteamiento de la ju-
risprudencia del TEDH y, en particular, aquella dicta-
da en el caso Kamasinski c. Austria arriba citado.
Así, por lo que respecta a la interpretación, establece
el mismo en términos absolutos, entendiendo que
«hay que interpretar todos los procedimientos ora-
les», en cualesquiera etapas (policial, instrucción y
juicio oral) y fases procesales (primera instancia,
apelación, casación, ejecución...); el acceso debe ser
así completo, sin que baste «proporcionar únicamen-
te la interpretación de las preguntas formuladas di-
rectamente al inculpado y las respuestas realizadas
por él mismo», sino que éste «debe estar en condicio-
nes de comprender todo lo que se dice» (68), llegán-
dose incluso a plantear la posibilidad de nombrar
«dos intérpretes, uno para la defensa y otro para la
acusación (o el órgano jurisdiccional, dependiendo
del ordenamiento jurídico)» si hubiera conflicto de
intereses (69). En cuanto al derecho a la traducción
en sentido estricto se plantea un problema particular,
cual es la delimitación de los documentos procesales
de preceptiva traducción y así la cuestión suscitada
en torno a una posible especificación de los mismos a
fin de determinar el «mínimo necesario de un juicio
imparcial» (70).
Las respuestas proporcionadas a estas cuestiones
finales planteadas respecto de cada uno de los dere-
chos planteados en el anterior Libro Verde influyeron
de forma notable en la redacción de la posterior Pro-
puesta de Decisión Marco, al menos por lo que res-
pecta a esta materia. Así, por ejemplo, la sugerencia
proporcionada por Amnistía Internacional de exten-
der el acceso a la interpretación y traducción gratui-
tas a las personas con dificultades de audición y ha-
bla así como de vista (71) hizo que finalmente la
inclusión se hiciera en este articulado —al menos por
lo que respecta a la primera incapacidad física— a
pesar de que la previsión inicial de la Comisión pare-
cía proponer su mención en el apartado correspon-
diente a la protección adecuada para personas espe-
cialmente vulnerables (72), aun pese a la advertencia
de la necesidad para ellos de un intérprete en lengua-
je de signos.
2. Contenido y problemática
De este modo la Propuesta ahora objeto de examen
dedica cuatro preceptos a la regulación del derecho al
acceso a la interpretación y traducción gratuitas ade-
más de una mención en el Preámbulo de la misma
norma en donde se establece como marco referencial
el art. 6 CEDH y la jurisprudencia vertida por el Tri-
bunal europeo en esta materia; en él además se mues-
tra la importancia que para la Comisión cobra el re-
quisito de la calidad del servicio de interpretación y/o
traducción al exigirse que sea «fidedigna» (73). Esta
importancia de la calidad y exactitud de la interpreta-
6
ción y/o traducción se encuentra además expresa-
mente contemplada en el articulado incorporándose
mecanismos de control y corrección en su caso de la
misma, cuales son, por ejemplo y en concreto, la sus-
titución del intérprete o traductor así como la graba-
ción del proceso mediante sistemas de vídeo o audio
a los exclusivos fines de verificación de la exactitud
de la interpretación realizada.
Por su parte, el documento de trabajo presentado
por la Comisión europea en la misma fecha que la
Propuesta comentada y relativo a la valoración del
impacto y repercusiones que esta legislación acarrea
a los Estados miembros (74), expone la siguiente
problemática por lo que se refiere, en concreto, a los
profesionales encargados de procurar esta interpreta-
ción y traducción antes y durante el proceso; proble-
L a decisión relativa a los documentos objeto de tal traducción gratuita co-
rresponderá a las autoridades judiciales; no obstante, se propone desde al-
gún sector la enumeración de un listado no exhaustivo de cuáles pudieran ser
estos documentos «pertinentes» y así, por ejemplo, se sugiere la traducción del
atestado policial, declaraciones de víctimas y testigos, declaraciones del imputa-
do ante las autoridades policiales y judiciales, escritos de acusación del MF y
restantes partes procesales si las hubiera y el auto de procesamiento o imputa-
ción formal
mática que, precisamente, incide en estas deficiencias
de calidad del servicio reportado en la línea indicada
y de ahí, por ello —insistimos—, en la importancia
que este aspecto presta para el legislador comunita-
rio. De forma concreta se señalan las siguientes
cuestiones: inadecuada provisión de profesionales
competentes en materia de lenguas en el ámbito pro-
cesal penal, diferencias salariales de carácter sustan-
cial entre los Estados miembros en lo que respecta a
la retribución de estos profesionales, gran diversidad
entre los mismos Estados miembros por lo que res-
pecta al sistema de formación de intérpretes y tra-
ductores (75), insuficiencia de número de intérpretes
y traductores jurados (especialmente para las lenguas
menos habituales) y de ahí al recurso de profesiona-
les freelance... Pero asimismo se plantea una cuestión
interesante y no de menor relevancia, cual es también
la falta de entrenamiento por parte de los operadores
jurídicos —jueces, fiscales, abogados, funcionarios
de la administración de Justicia en general— para
«interactuar» con intérpretes y traductores, por lo que
también será necesario prever unas pautas de conduc-
ta dirigidas a ellos.
Haciendo una exégesis del articulado a la luz tam-
bién de las aportaciones derivadas de las respuestas
proporcionadas por distintas instituciones públicas y
privadas (76), puede establecerse el siguiente panora-
ma legal relativo a los cuatro preceptos indicados.
Así también serán tenidas en cuenta de modo espe-
cial el informe sobre la citada Propuesta elaborado
por la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y
Asuntos de Interior que recaba asimismo la previa
opinión de la Comisión de Asuntos Jurídicos para dar
lugar a la posterior proposición de enmiendas al texto
articulado (77).
A) Artículo 6: Derecho a la interpretación gra-
tuita. Se contempla el derecho a la interpretación
gratuita con carácter general y absoluto en la línea
desarrollada por la jurisprudencia del TEDH (78).
Esto es, durante «todas las sesiones del interrogato-
rio policial, las reuniones entre el sospechoso y su
abogado y, tras la formulación de los cargos, las
comparecencias ante el tribunal» como se indica en
la propia explicación del articulado. Precisamente,
LA LEY
diario
ante los problemas jurisprudenciales derivados del
reconocimiento de este derecho al intérprete tam-
bién para las comunicaciones personales entre im-
putado y abogado defensor, se incluye una cláusula
especial a este respecto, cuya redacción, no obstan-
te, resulta ambigua debido a la imprecisión de los
términos «en caso necesario» (79), por lo que el ob-
jetivo que se pretendía no puede estimarse en su to-
talidad cumplido; de ahí la reclamación a favor de
los supuestos en que dicha interpretación de tales
conversaciones privadas entre cliente y defensa
deba reputarse necesaria, que, en su defecto, será
siempre que la persona no comprenda la lengua del
procedimiento (80).
La misma consideración lleva a cabo el Parlamen-
to Europeo y así la enmienda núm. 28 propuesta al
art. 6.2 PDM en sentido de especificar en mayor me-
dida la presencia del intérprete y con ello la exigen-
cia del derecho a la interpretación por parte del impu-
tado; en suma, su presencia se asegurará cuando el
imputado «no entienda o no hable la lengua del pro-
ceso:... a) en todas las reuniones entre la persona sos-
pechosa y su abogado si el abogado o la persona
sospechosa lo consideran necesario (81); b) siempre
que la persona sospechosa vaya a ser interrogada por
agentes del orden en relación con el delito por el que
es sospechosa; y c) siempre que se requiera la pre-
sencia de la persona sospechosa en el tribunal en re-
lación con el delito». Por último el texto de la Pro-
puesta incluye en tercer lugar la previsión del
derecho a la interpretación gratuita también para las
personas «con problemas de audición o habla», con
previsión en este caso no sólo de la interpretación
mediante lenguaje de signos sino también de la deno-
minada «interpretación oralista» a través de «lectura
labial» (82).
A mayor abundamiento, el Parlamento Europeo
propone la adición de un ulterior art. 6.3 bis a favor de
la creación de un registro nacional de intérpretes jura-
dos en los diferentes Estados miembros, a fin de im-
poner una exigencia mínima en este ámbito y ante la
diversa práctica estatal a este respecto ya puesta de re-
lieve en los estudios previos elaborados por la Comi-
sión (por ejemplo, Libro Verde); esta propuesta se
verá además reiterada en la posterior enmienda al art.
8.1 PDM. La sugerencia en este ámbito deriva del in-
forme de la Comisión de Asuntos Jurídicos (83) que
cree necesario obligar a los Estados miembros al re-
gistro de tales intérpretes y traductores jurados para
garantizar la calidad del servicio y a cuyos titulares
inscritos se les deberá imponer el cumplimiento de un
código de conducta —bien de ámbito nacional o co-
munitario— en aras de la consecución de la imparcia-
lidad y fidelidad de la interpretación y traducción. En
todo caso es obvio que una medida de este tipo servi-
ría para evitar el intrusismo profesional que a veces se
encuentra en esta área pero será también conveniente
arbitrar la necesaria flexibilidad [por ejemplo, en los
supuestos de lenguas minoritarias (84)] a fin de pre-
servar en último término el derecho fundamental al in-
térprete por parte del imputado, cuya violación podría
14 de marzo de 2007
producir como consecuencia la propia anulación de
los actos procesales afectados (85).
B) Artículo 7: Derecho a la traducción gratuita de
los documentos pertinentes. Se establece en términos
similares la «traducción gratuita de todos los docu-
mentos pertinentes para salvaguardar la equidad del
proceso»; de nuevo en línea con la jurisprudencia
del TEDH ya comentada, el derecho a la traducción
no es total ni absoluto a diferencia de lo que acaecía
para la interpretación. Por tanto y en este caso, el
derecho se contrae con los documentos que el acu-
sado «necesita comprender para tener un juicio jus-
to» (86), admitiéndose la variación entre el material
y documentos susceptibles de traducción en cada uno
de los Estados miembros así como en función del
tipo de procedimiento y orden jurisdiccional. Por
ello que, en consecuencia, la decisión relativa a los
documentos objeto de tal traducción gratuita corres-
ponderá a las autoridades judiciales; no obstante, se
propone desde algún sector (87) la enumeración de
un listado no exhaustivo de cuáles pudieran ser es-
tos documentos «pertinentes» y así, por ejemplo, se
sugiere la traducción del atestado policial, declara-
ciones de víctimas y testigos, declaraciones del im-
putado ante las autoridades policiales y judiciales,
escritos de acusación del MF y restantes partes pro-
cesales si las hubiera y el auto de procesamiento o
imputación formal.
En el apartado segundo del mismo precepto se in-
corpora la posibilidad de la solicitud de traducción de
ulterior documentación a instancia de parte y, en con-
creto, la defensa del imputado (88), lo cual, desde
luego, mejora la inicial pretensión de la Comisión de
proveer dos intérpretes, uno para la defensa y otro
para la acusación u órgano jurisdiccional contenida
en el Libro Verde arriba ya comentada, por cuanto el
servicio de interpretación ha de considerase en todo
caso un servicio de carácter técnico y neutro en la lí-
nea jurisprudencialmente defendida. Sin embargo
este último apartado es, aun con todo, el que ha sufri-
do mayores críticas (89) y quizás por esta razón que
el Parlamento Europeo haya propuesto su supresión
entendiendo que, además y en todo caso, la iniciativa
a este respecto debería pertenecer al propio imputa-
do, quien tiene también garantizado el derecho a la
autodefensa (90) contemplado igualmente en los tex-
tos internacionales [arts. 14.3 d) PIDCP y 6.3 c)
CEDH].
Por otra parte es evidente la importante repercu-
sión que la puesta en práctica del conjunto de este
precepto acarreará en el presupuesto destinado a la
administración de Justicia por parte de los Estados
miembros (91), lo que tampoco en modo alguno debe
eximirles de su responsabilidad. Más aún si se tiene
en cuenta la enmienda propuesta por el Parlamento
Europeo al anterior art. 7.1 PDM en el sentido de
exigir dicha traducción «a cualesquiera de las len-
guas oficiales de la Unión Europea o, en su caso, a
cualquier lengua que la persona sospechosa com-
prenda» porque ello exigirá en definitiva la asistencia
de un servicio de traducción jurada en todos los idio-
mas comunitarios oficiales en todos los Estados
miembros en alguna medida semejante —aún a me-
nor escala— al que opera en el ámbito de las institu-
ciones comunitarias.
C) Art. 8: Exactitud de la traducción e interpreta-
ción. Se impone aquí la responsabilidad de la capaci-
tación [o cualificación según opera en la versión es-
pañola de la PDM (92)] profesional de intérpretes y
traductores jurados a los Estados miembros así como
respecto de la propia calidad del servicio de interpre-
tación y/o traducción realizado. Además y en segun-
do lugar, se arbitra la posibilidad de controlar esta ca-
lidad —en concreto, fidelidad de la interpretación y
traducción con relación al texto expresado o redacta-
do en el idioma original— mediante un sistema de
sustitución o reemplazo del profesional que presta di-
cho servicio. Ya ha sido aquí reiterado la importancia
que la Comisión concede a este extremo y así al ade-
cuado acceso a la profesión de intérprete o traductor
jurado como consecuencia de las aportaciones reali-
zadas en este ámbito a través del habitual procedi-
miento de consulta desde las distintas asociaciones y
colectivos profesionales nacionales y como tal incor-
poradas en su anterior Libro Verde.
14 de marzo de 2007
También en las observaciones presentadas aquí y
ahora a la Propuesta aquí comentada se incide en la
necesidad de proceder a un sistema de formación
continuada a nivel nacional para estos profesionales
así como la creación de entidades nacionales de acre-
ditación, certificación y registro de los mismos (93).
A este tenor existe también alguna iniciativa legislati-
va por parte de ciertos Estados miembros [en concre-
to, Holanda (94)] y asimismo ha sido sugerido la po-
sibilidad de optar a financiación de las propias
instituciones comunitarias para ello, por ejemplo, a
través de los programas AGIS, en cuya regulación
está además incluida la previsión de la formación de
intérpretes y traductores jurados (95). Por último y
para el caso concreto del mandato de este precepto,
se sugiere asimismo la provisión de una concreta y
adecuada vía (de oficio y, especialmente, a instancia
de parte) a fin de proceder a la aludida sustitución del
intérprete o traductor en cuestión (96).
Por su parte, la correspondiente enmienda pro-
puesta por el Parlamento Europeo (97) incide de nue-
vo en la necesidad de «establecer un registro nacio-
nal de traductores e intérpretes jurados accesible a los
profesionales de todos los Estados miembros que ten-
gan un nivel de cualificación equivalente en toda la
Unión Europea» y cuyos inscritos «estarán obligados
a respetar un código de conducta nacional o comuni-
tario destinado a garantizar el ejercicio imparcial y
fiel de la traducción e interpretación», tal y como ha
sido referido en el anterior comentario al art. 6 PDM.
Ya entonces fue previamente advertido que la suge-
rencia en este punto deriva de la opinión vertida por
la Comisión de Asuntos Jurídicos respecto de la re-
dacción de este articulado (98), cuyo texto y justifi-
cación a favor del establecimiento de un nivel «míni-
mo y uniforme» en todo el territorio comunitario, así
como la creación de tales normas deontológicas son
—también aquí— fielmente transcritos.
D) Artículo 9: Grabación del proceso. En relación
con las anteriores previsiones relativas a la calidad
del servicio de interpretación y traducción al igual
que en consonancia con el interés mostrado por la
Comisión europea en este punto como inmediata-
mente ha sido reflejado, se dispone en último lugar la
grabación del proceso mediante sistemas de graba-
ción de sonido o imagen como medida de control de
esta pretendida y buscada calidad de la prestación
realizada. Lógicamente, la prevención se realiza ex-
clusivamente en los supuestos de interpretación y no
así de traducción. La finalidad de esta grabación,
cuyo contenido será entregado a las partes procesales
«en caso de conflicto» —por tanto, no siempre ni en
todo caso— es limitada y así se reduce a los exclusi-
vos fines de control respecto de la exactitud y/o vera-
cidad (accuracy en versión inglesa) de la concreta in-
terpretación realizada.
Hay que decir, por último, que precisamente esta
última previsión relativa a la posible grabación del
proceso ha sido la regla más polémica y discutida
desde la perspectiva de los Estados miembros e insti-
tuciones. No obstante, la perspectiva es doble pues,
mientras en unos casos se aboga por su supresión,
aduciendo motivos tales como el coste presupuesta-
rio (99) o la diferente regulación existente a nivel na-
cional respecto de la admisibilidad probatoria de ta-
les grabaciones (100), desde algún sector ha sido
propuesta la extensión de los objetivos y finalidad de
esta grabación procesal más allá del mero control de
la veracidad o exactitud del contenido de la interpre-
tación respecto de la versión original [posición a la
que se también se adscribe la respectiva enmienda
propuesta por el Parlamento Europeo (101)]. De este
modo se aboga por la posibilidad de utilizar dicha
grabación procesal de forma ilimitada a los fines ge-
nerales del «debido proceso» (102) a fin de apreciar
el adecuado desarrollo del mismo y, en suma, el res-
peto de las mínimas garantías procesales.
R V. REFLEXIÓN FINAL
Tras el examen hasta aquí expuesto de la regula-
ción del derecho al intérprete y/o traducción gratuitas
en los textos internacionales y europeos —de modo
LA LEY
diario
concreto, el CEDH—, el marco jurídico legal exis-
tente en nuestro país y la regulación que de esta ma-
teria ofrece la Propuesta de Decisión Marco, resta
únicamente concluir con una breve referencia al de-
venir de esta última normativa y si acaso unas bre-
ves consideraciones de futuro. Sin duda la misma
resulta singular por el ambicioso cúmulo de objeti-
vos que contempla por cuanto no sólo contempla de
modo general el derecho a la interpretación y tra-
ducción en su caso gratuitas sino que además intro-
duce una novedad importante en esta materia, cual
es la preocupación por la calidad y el control del
servicio prestado. No en vano y como ha sido puesto
de relieve, de la propia prestación del servicio de in-
terpretación y/o traducción por un profesional in-
adecuado o incompetente puede depender una sus-
tancial variación de significado y contenidos en el
proceso penal en curso (103). De este modo y en la
actualidad se observa que el texto que en las últimas
fechas se maneja respecto de tal Propuesta de Deci-
sión Marco apenas conserva unas líneas del conteni-
do propuesto por la Comisión europea para este arti-
culado, objeto de inmediato análisis. En efecto el
documento que recoge la «contrapropuesta» lanzada
por la Presidencia del Consejo en redacción del texto
que en el futuro (esperamos cercano) sea la Decisión
Marco relativa a determinados derechos procesales
en los procesos penales en la Unión Europea y que a
la fecha de hoy es aún de acceso limitado (104) úni-
camente recoge un texto de mínimos. De este modo y
aparte de la modificación del considerando núm. 13
del Preámbulo relativo a esta materia (105), se redu-
ce todo el anterior articulado a dos únicos preceptos
con exclusiva referencia al derecho a la interpreta-
ción y traducción gratuitas (106). Para nada, pues,
han servido (o sirven aún) los desvelos de la Comi-
sión europea a favor de propiciar un sistema de ga-
rantía de la calidad del servicio de interpretación y
traducción prestado así como de su posible control en
la línea arriba descrita. Eso así, al menos ha de agra-
decerse que sendos derechos ahora objeto de la pre-
sente exposición al menos tienen la suerte de perma-
necer en el texto a diferencia de otros que han sido
por completo suprimidos (107).
Por ello y como colofón final que, a la luz de lo
hasta ahora dicho, nuestras sugerencias en este ámbi-
to sean las tres siguientes respecto de una efectiva
aplicación del derecho al intérprete y/o traducción
gratuitas en el curso de un proceso penal así como su
reconocimiento tanto a nivel nacional como interna-
cional o europeo:
1) Hacer efectivo el cumplimiento del derecho
fundamental al intérprete y/o traducción, además gra-
tuita en la línea garantizada por la jurisprudencia del
TEDH y, en nuestro caso, constitucional, cuyo marco
debe operar como mínimo exigible. Por tanto, dere-
cho al intérprete en todas las fases e instancias proce-
sales (primera instancia, segunda, casación, ejecu-
ción...), así como en el curso de las actuaciones
preprocesales (policiales). En cuanto a la traducción,
se ha de garantizar la traducción de todos aquellos
documentos necesarios para la defensa del imputado
en el proceso, quedando en manos de la regulación
nacional cuales deban ser estos en los diferentes Es-
tados miembros, en función del tipo de proceso y or-
den jurisdiccional. Parece, a la luz de lo expuesto,
que no es aquí donde se producen las mayores defi-
ciencias en la práctica judicial pero en todo caso se
propone su mejora y mayor eficacia, al menos en re-
lación con lenguas más minoritarias o menos usuales,
donde en ocasiones se plantean problemas. Y en todo
caso, de tener lugar el incumplimiento de uno o sen-
dos derechos, la consecuencia inmediata sería la anu-
lación procesal derivada de la violación de un dere-
cho fundamental, cual es, en nuestro país y en último
término, el de defensa.
2) Garantizar una calidad del servicio a favor de la
exactitud y veracidad de dicha interpretación y/o tra-
ducción a través de una adecuada capacitación de los
profesionales jurídicos a los que dicha tarea se enco-
mienda, en suma, intérpretes y traductores jurados. Y
he aquí donde se plantean los mayores problemas
como ya ha sido puesto de relieve. Por ello la necesi-
dad de arbitrar medidas a favor de una exigencia de
titulación oficial, una formación adecuada y con ca-
7
rácter continuo, un sistema de contratación y una re-
tribución justa, un mecanismo de acceso a la profe-
sión y en su caso registro (sino futura creación de
cuerpo de funcionarios judiciales conforme incre-
mente la necesidad de su prestación), el estableci-
miento de un código deontológico profesional ima-
gen y semejanza del que tiene ya lugar en algunos
países; es este el caso, por ejemplo, de la Federal
Court Interpreters Act en Estados Unidos (108). Qui-
zás no deba ser este tema objeto de regulación exclu-
sivamente nacional sino que probablemente sea más
adecuada una previsión con carácter general en el
ámbito de la Unión Europea, en suma y en cuanto li-
bertad de establecimiento de tales profesionales, den-
tro del mercado comunitario a través de las normas
que le son propias (en concreto, reglamento o, mejor
aún, directiva).
3) Promover también en el ámbito judicial una mí-
nima formación lingüística. Sin duda ello repercutirá
en el buen entendimiento de jueces/magistrados e in-
térpretes/traductores jurados en el proceso y en
suma, también, por qué no, con el imputado extranje-
ro. Efectivamente es necesaria esta «interacción en-
tre Derecho y lenguaje» (109), más si éste es extran-
jero, tema éste que quizás sea el gran caballo de
batalla de los profesionales jurídicos y nuestro país
en general. Por ello, programas como los llevados a
cabo en algunos Estados miembros (110) arbitrando
la formación de funcionarios judiciales en el Dere-
cho e idioma nacional de otros países socios son
ejemplos a imitar en este sentido desde los organis-
mos e instituciones nacionales oficiales (en nuestro
caso, CGPJ). Es de desear que las nuevas propuestas
educativas (111) se hagan eco de estas necesidades
actuales en el mundo del siglo XXI donde el idioma
es una herramienta tan básica como otras que han ad-
quirido tal consideración, en suma, por ejemplo, la
informática.
Notas
(1) La presente colaboración ha sido realizada en el transcur-
so de una estancia de investigación en el Instituto de Estudios
Europeos de Bruselas con motivo de la ayuda concedida por la
Secretaría de Estado de Universidades e Investigación del Mi-
nisterio de Educación y Ciencia (PR2006-0177); desde aquí mi
agradecimiento a Anne Weyembergh, en la actualidad directora
de la sección jurídica del citado Instituto y profesora anfitriona
en el curso de la estancia. Asimismo es resultado del Proyecto
de Investigación financiado por Ministerio de Educación y
Ciencia así como del FEDER bajo el título «La construcción del
espacio judicial europeo: presente y futuro en el ámbito procesal
civil y procesal penal» (SEJ2006-02180/JURI).
Dicho trabajo ha sido asimismo objeto de exposición en la
Jornada internacional sobre Garantías fundamentales del pro-
ceso penal en el espacio judicial europeo organizada por la Uni-
versidad de Gerona el 1 de diciembre de 2006. Así también, par-
te de la misma investigación se presentó en el Congreso
Internacional AGIS 2006: Garantías procesales para sospecho-
sos e inculpados en procesos penales en la Unión Europea, ce-
lebrado en Valladolid los días 4 a 6 de octubre de 2006 con mo-
tivo del análisis de la Propuesta de Decisión Marco del Consejo
relativa a determinados derechos procesales en los procesos pe-
nales celebrados en la Unión Europea presentada por la Comi-
sión de las Comunidades Europeas el 28 de abril de 2004.
(2) Por ejemplo y entre muchos, BERMANN, G. A., «Bilin-
gualism and translation in the U.S. legal system: a study of the
Louisiana experience», Journal of Comparative Law 2006, vol.
54, págs. 89-109, esp. 1.ª pág.; en nuestro país, ESTEVE GAR-
CÍA, F., «El nuevo estatuto jurídico de las lenguas cooficiales
en España ante la Unión Europea», Revista de Derecho Comuni-
tario Europeo, 2006, núm. 24, págs. 439-480, esp. pág. 440.
(3) La referencia se hace, sin duda, a sendos proyectos Gro-
tius y un AGIS en materia de interpretación y traducción en el
área jurídica a fin de promover un estudio de la situación en los
diferentes Estados miembros así como recomendaciones y un
código de conducta aplicable a los profesionales de este ámbito
con carácter general en toda la Unión Europea. Los resultados
han sido publicados en tres documentos separados bajo las rú-
bricas Aequitas: Access to Justice across Language and Culture
in the EU; Aequalitas: Equal Access to Justice across Language
and Culture in the EU y Aequilibrium: Instruments for Lifting
Language Barriers in Intercultural Legal Proceedings; todos
ellos están disponibles en el sitio internet http://www.legalint-
trans.info (menú publications).
(4) Vid.Libro Verde de la Comisión sobre Garantías procesa-
les para sospechosos e inculpados en procesos penales en la
Unión Europea, presentado en Bruselas el 19 de febrero de
2003, documento COM (2003) 75 final, elaborado por Caroline
Morgan, DG-JHA, Criminal Justice Unit.
(5) BAIGORRI-JALÓN, J. Interpreters at the United Na-
tions: a history, Ediciones Universidad de Salamanca, 2004,
p. 13.
8
(6) Así se pone de relieve en el propio Memorándum de la
Propuesta de DM del Consejo relativa a determinados derechos
procesales en los procesos penales celebrados en la Unión Euro-
pea arriba citada, documento COM (2004) 328 final, p. 10. Se
indica así, a modo de ejemplo, la asistencia durante los interro-
gatorios policiales de intérpretes no cualificados y en absoluto
profesionales, restricción en la traducción de documentos proce-
sales, la falta de imparcialidad o «neutralidad» del intérprete...,
etc. Ulteriores ejemplos en este sentido se ofrecen de modo con-
creto en las publicaciones de los proyectos Aequitas inmediata-
mente citadas así como por parte de la propia jurisprudencia eu-
ropea y constitucional de próximo comentario.
(7) Así, GASCÓN INCHAUSTI, F., «La construcción de un
Derecho Procesal Penal europeo: tendencias actuales y perspecti-
vas de futuro», ponencia presentada al Congreso Internacional de
Derecho Penal: VII Jornadas sobre Justicia Penal, organizado
por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México los días 19 a 23 de junio de 2006
(http://www.juridicas.unam.mx/sisjur/penal/pdf/11-510s.pdf),
pág. 23. Así también, ALEGRE, S., «The Mit. And the reality of
a modern European judicial space», New Law Journal, 28 de ju-
nio de 2002, vol. 152, págs. 986-987 y, en relación con la orden
de detención europea, APAP, J. y CARRERA, S., «European
Arrest Warrant: a good testing ground for mutual recognition in
the enlarged EU?», CEPS Policy Brief núm. 46, February 2004
(http://shop.ceps.be/BookDetail.php?item_id=1096).
(8) Además, la Declaración Universal de Derechos Humanos
adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas me-
diante Resolución A (III) del 10 de diciembre de 1948 no inclu-
ye ninguna mención en este sentido más allá de la referencia
general del art. 11.1: «toda persona acusada de delito tiene dere-
cho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que le
hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defen-
sa» (la cursiva es nuestra). Un breve análisis del panorama legal
se realiza también HERTOG, E. y VANDEN BOSCH, Y., «Ac-
cess to Justice across Language and Culture in the EU», Aequi-
tas, op. cit.
(9) Un examen de dicho precepto se realiza por ARANGÜE-
NA FANEGO, C., en especial, así como por otros autores en di-
versos capítulos de la obra colectiva coordinada por J. GARCÍA
ROCA y P. SANTOLAYA, La Europa de los Derechos: el Con-
venio Europeo de Derechos Humanos, Centro de Estudios Polí-
ticos y Constitucionales, Madrid, 2005, si bien no se hace expre-
sa referencia al derecho o derechos que ahora nos ocupan. Así
también entre la bibliografía europea más reciente, vid.
TRECHSEL, S., Human Rights in Criminal Proceedings, Ox-
ford Univesity Press, 2005, págs. 327-328, de modo fundamen-
tal el capítulo 12 rubricado «The Right to the Free Assistance of
an Interpreter», con análisis de la jurisprudencia del TEDH; así
también sobre esta materia véase VENDENBERGHE, B., «The
European Convention on Human Rights: the Right to the Free
Assistance of an Interpreter», Aequalitas, chapter two, op. cit.
(10) La mención a la gratuidad se incluye de forma concreta
en la 13.ª redacción del CEDH que tiene lugar al final de la 5.ª
sesión de la Comisión de Derechos Humanos.
(11) Art. 8.2 a) Convención Interamericana de Derechos Hu-
manos (CIDH), suscrita en San José de Costa Rica el 22 de no-
viembre de 1969, precepto que contempla como garantía judicial
mínima «el derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente
por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idio-
ma del juzgado o tribunal». También es cierto que la redacción
aquí expuesta manifiesta quizás una equivalencia terminológica
entre ambas profesiones.
(12) FJ 48.III. Los recurrentes eran ciudadanos británico, ar-
gelino y turco respectivamente con residencia entonces en Ale-
mania.
(13) En el mismo sentido, caso Oztürk c. Alemania, sentencia
de 21 de febrero de 1984, esp. FJ 58. De nuevo se trataba de un
ciudadano turco al que, habiendo requerido la intervención de
intérprete, le eran incluidos los gastos del mismo en la imposi-
ción de costas procesales.
(14) FJ 74.II. En este caso el demandante se trataba de un
ciudadano estadounidense de vacaciones en Austria. Con poste-
rioridad el TEDH en el caso Lagerblom c. Suecia, sentencia de
14 de enero de 2003, confirmará esta misma doctrina.
(15) FJ 83. Sobre ambos tipos de interpretación, consúltese
BAIGORRI-JALÓN, Interpreters..., op. cit., págs. 167 y ss.,
quien precisamente prevé un futuro cambio a favor de la inter-
pretación consecutiva a consecuencia del empleo de las nuevas
tecnologías (por ejemplo, videoconferencia durante reuniones
multilingües).
(16) «Al recibir esta petición, las autoridades debieron haber
actuado de acuerdo con las exigencias del art. 6.3 a) del Conve-
nio, a menos que pudieran demostrar que el demandante cono-
cía lo suficientemente el italiano para entender el alcance de la
notificación de las acusaciones formuladas contra él» (FJ 41.II).
El recurrente se trataba de un ciudadano alemán que había reci-
bido todas las notificaciones procesales en italiano sin acompa-
ñamiento de traducción alguna.
(17) Textualmente, «el guardián último de la equidad del pro-
cedimiento era el Juez que había sido claramente advertido de
las dificultades reales que la ausencia de intérprete podían cau-
sar al demandante» (FJ 38), máxime cuando, en el caso concre-
to, el recurrente había sido declarado culpable de graves cargos
y se enfrentaba a una fuerte pena de prisión. Se trataba de un
ciudadano italiano con un inglés «muy pobre» y la causa versa-
ba sobre un delito económico (delito de impago fraudulento de
IVA); pese a la incomparecencia de intérprete durante la audien-
cia el abogado defensor dispuso que «tendremos que arreglár-
noslas con lo que tenemos» solicitando la continuación del pro-
cedimiento pese a que su cliente no podría seguir «los detalles»
del mismo y sólo «las líneas maestras». A mayor abundamiento
y de modo absolutamente informal en el curso del juicio se soli-
citó a priori la posible intervención del hermano del demandan-
te como intérprete «en caso necesario», sin que su participación
tuviera a la postre lugar.
(18) El recurrente de nacionalidad finlandesa fundó como
uno de los motivos de su recurso ante el TEDH la dificultad de
comunicación con su abogado sueco (nombrado además de ofi-
LA LEY
diario
cio), por cuanto este último no hablaba finlandés. Sin embargo
el TEDH entendió que, en tanto en cuanto el propio «interesado
describe su capacidad como “sueco de la calle” y que por tanto
tiene cierto dominio de la lengua, no considera que estuviese tan
incapacitado como para no poder comunicarse con H. o com-
prenderle» (FJ 62), además de haber sido asistido de un intér-
prete en sendas vistas ante el juez de instancia y Tribunal de
apelación, en las que incluso llegó a declarar oralmente en fin-
landés, idioma también empleado en el procedimiento escrito
por su parte a la hora de presentar alegaciones, las cuales fueron
traducidas e incluidas en el sumario en virtud del Convenio de
Lenguas Nórdicas.
(19) Así, «el derecho garantizado por el art. 6.3 e) a asistir
gratuitamente de un intérprete a un acusado que no comprende o
no habla la lengua empleada en la audiencia se extiende a todos
aquellos documentos o declaraciones en el procedimiento penal
que sean necesarios para que el acusado entienda o sean traduci-
dos a la lengua del tribunal para beneficiarse de un juicio justo»
en exigencia de que «el intérprete designado deberá permitir que
el acusado tenga conocimiento del litigio contra él y pueda de-
fenderse, especialmente capacitándole para exponer ante el Tri-
bunal su versión de los hechos» (FJ 61).
(20) Disponible aún en francés e inglés como todas en el sitio
internet http://www.echr.coe.int/ECHR. Se trataba de un ciuda-
dano tunecino juzgado y condenado en Italia con motivo de la
posesión de 485 gr. de heroína, si bien su recurso no fue estima-
do por el TEDH en razón a que el propio recurrente había mani-
festado su derecho a declarar en italiano así como había recono-
cido comprender el terno de la acusación contra él formulada; a
mayor abundamiento, el recurrente vivía en Italia desde hace 10
años a la fecha de entonces y ya había tenido lugar su detención
en años anteriores en la que demostraba haberse podido defen-
der en lengua italiana. No obstante el asunto no parece estar cla-
ro por cuanto se presentan sendos votos particulares, uno de
ellos reuniendo la opinión de cuatro magistrados que manifies-
tan dudas en relación con los conocimientos lingüísticos del re-
currente si bien proponen la estimación del recurso en virtud de
otros motivos.
(21) Vid. esp. FJ 70, con cita de los casos Husain c. Italia,
sentencia de 24 de febrero de 2005, y Güngor c. Alemania, sen-
tencia de 17 de mayo de 2001, respectivamente, en relación con
tal derecho a la interpretación y traducción.
(22) Vid. FJ 68, con cita, entre otros, de los casos Tabaï c.
Francia, sentencia de 17 de febrero de 2004 y, más reciente-
mente, Sejdovic c. Italia, sentencia de 1 de marzo de 2006.
(23) Caso Standford c. Reino Unido, sentencia de 23 de fe-
brero de 1994, FJ 26. En este caso la problemática no tiene rela-
ción en sentido estricto con el derecho al intérprete y suma la
asistencia del mismo, sino con las deficiencias de audición mos-
tradas por el recurrente a la par que las deficiencias de acústica
derivadas de la propia sala de vistas. Pese a todo el TEDH des-
estimó el recurso y por ello la violación del art. 6 CEDH.
(24) Caso Conka c. Bélgica, sentencia de 5 de febrero de
2002, FJ 50. El recurso de amparo tiene lugar en virtud de un
procedimiento de expulsión decretado en Bélgica contra varias
decenas de familias zíngaras de nacionalidad eslovaca, las que
contaron todas ellas con el mismo intérprete en lengua eslovaca
y el cual parece que no permaneció todo el tiempo en el centro
de detención a fin de informarles del derecho de presentar recur-
so de apelación contra la orden de expulsión.
(25) En esta línea, LIROLA DELGADO, I. y MARTÍN
MARTINEZ, M. M., La Corte Penal Internacional: Justicia
versus Impunidad, Ed. Ariel Derecho, Barcelona, 2001, pág.
213, poniendo de relieve cómo las mejoras más significativas
del Estatuto de Roma respecto de anteriores textos internaciona-
les (por ejemplo, los citados PIDCP y CEDH) tienen precisa-
mente lugar en este ámbito.
(26) Vid. PEDRAZ PENALVA, E., Derecho Procesal Penal,
t. I, Principios de Derecho Procesal Penal, Ed. Colex, Madrid
2000, págs. 224-249. Así también, GUTIÉRREZ-ALVIZ CON-
RADÍ, F., «El derecho a la defensa y a la asistencia de letrado»,
en F. GUTIÉRREZ ALVIZ-CONRADÍ y E. LÓPEZ LÓPEZ
(dres.), Derechos Procesales Fundamentales, Manuales de For-
mación Continuada 22-2004, CGPJ, Madrid 2005, págs. 279-
318.
(27) En exigencia de interpretación del catálogo constitucio-
nal de derechos fundamentales en conformidad con los tratados
internacionales existentes en la materia; aún cuando la mención
es hecha de forma expresa a la Declaración Universal de Dere-
chos Humanos el referente básico lo constituye el CEDH y, ló-
gicamente, la jurisprudencia emanada del TEDH en interpreta-
ción del mismo. Vid. REY MARTÍNEZ, F., «El criterio
interpretativo de los Derechos Fundamentales conforme a nor-
mas internacionales (análisis del art. 10.2 CE)», Revista General
del Derecho 1989, núm. 537, págs. 3611-3632.
(28) En esta línea, BARONA VILAR, S., «Garantías y dere-
chos de los detenidos», en F. GUTIÉRREZ ALVIZ-CONRADÍ
y E. LÓPEZ LÓPEZ (dres.), Derechos Procesales Fundamenta-
les, Manuales de Formación Continuada 22-2004, CGPJ, Ma-
drid, 2005, págs. 51-96, esp. pág. 55; la misma autora realiza un
estudio particular del derecho intérprete con análisis jurispru-
dencial en págs. 71 y ss. Así también tiene lugar su tratamiento
por DE OÑA NAVARRO, J., «El derecho de defensa en la fase
de instrucción del proceso penal en la doctrina del Tribunal
Constitucional», en M. COLMENERO MENÉNDEZ DE
LUARCA (dr.), Constitución y garantías penales, Cuadernos de
Derecho Judicial XV-2003, Madrid, 2004, págs. 165-238, esp.
págs. 231 y ss.
(29) En este caso no parece aplicable el mecanismo de la tra-
ducción dispuesto en este mismo precepto e inmediatamente ex-
puesto. No en vano lo contrario obligaría a la necesaria suspen-
sión del juicio sin que ello se contemple como causa de
suspensión a tenor del art. 746 LECrim. y aun cuando ello pu-
diera ciertamente redundar en el derecho de defensa del imputa-
do. Por ello la importancia de asegurar aún en mayor medida la
asistencia de intérprete al acto de la vista, lo cual en la práctica
forense no siempre ocurre como ha tenido ocasión de compro-
bar el TEDH en anterior jurisprudencia.
(30) Vid. STC 74/1987, de 25 de mayo, de inmediata refe-
rencia.
14 de marzo de 2007
(31) Textualmente indica el art. 440 LECrim. que por medio
del intérprete «se harán al testigo las preguntas y se recibirán
sus contestaciones, que éste podrá dictar su conducto». Sobre el
nacimiento de la interpretación simultánea y su desarrollo en el
seno de las Naciones Unidas a lo largo de la década de los 40 y
50 véase BAIGORRI-JALÓN, Interpreters at the United Na-
tions..., op. cit., págs. 50 y ss. Evidentemente no podía ser con-
siderada por el legislador de 1882.
(32) Dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en-
cuentra su regulación reglamentaria en el RD 2555/1977, de 27
de agosto, modificado por sendos RRDD 752/1992, de 27 de ju-
nio de 1992, y 79/1996, de 26 de enero. Se ocupa del nombra-
miento de intérpretes y traductores jurados así como la organi-
zación y convocatoria del preceptivo examen en ambos casos; a
modo de ejemplo, la última convocatoria tiene lugar mediante
Resolución de 11 de mayo de 2006 (BOE de 6 de junio de 2006,
núm. 134, págs. 213177 y ss.), en donde se dispone la existencia
de cuatro pruebas de carácter eliminatorio. En España la regula-
ción legal es única para sendos profesionales constituyendo un
solo cuerpo, cual es el de intérpretes-traductores jurados al que
se accede mediante examen (Orden de 8 de febrero de 1996)
salvo para aquellas personas que se encuentren en posesión del
título español de Licenciado en Traducción e Interpretación (Or-
den AEX/1971/2002, de 12 de julio) o de un título extranjero
homologado (Orden de 23 de agosto de 1999 para los licencia-
dos en Estados miembros de la UE o de Estados que formen
parte del Acuerdo sobre el Espacio Económico europeo). Asi-
mismo se dispone la existencia de un Registro de Intérpretes Ju-
rados gestionado por el propio Ministerio de Asuntos Exteriores
(a partir de la Orden de 26 de mayo de 1995 mediante ficheros
automatizados).
Más información sobre esta materia así como el conjunto de
la normativa citada se encuentra en sitios internet tales como la
página web del traductor jurídico http://www.gitrad.uji.es/es/ju-
rada u otras como http://www.ieev.uma.es/aljizana/legisla.html
además de la página oficial del Ministerio de Asuntos Exterio-
res y de Cooperación http://www.mae.es/es/MenuPpal/Ministe-
rio/Tablón+de+anuncios/Intérpretes+Jurados. En esta última
se dispone además de una lista actualizada de intérpretes jura-
dos actualizada en la que se contienen nombres, direcciones, te-
léfonos y fax de intérpretes jurados en múltiples idiomas y de
forma especial de árabe, catalán, francés, inglés, italiano, portu-
gués y ruso puesta a disposición desde la Secretaría General
Técnica de la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministe-
rio de Asuntos Exteriores.
(33) La cursiva es nuestra.
(34) Arts. 433-434 y 474 LECrim. Respectivamente, así
como art. 706 LECrim. para el procedimiento abreviado.
(35) En concreto, art. 440.I LECrim.
(36) Vid. art. 231.4 LECrim. Por el contrario el precepto si-
guiente, art. 231.5 LECrim. no parece restringir la interpretación
a tales lenguas cooficiales.
(37) FJ 3. La cursiva es nuestra. Por otra parte, el supuesto
inverso ya se encuentra contemplado en los anteriores art. 231.4
y 5 LECrim., esto es, el desarrollo de las actuaciones escritas u
orales en alguno de los idiomas cooficiales y así la traducción
y/o asistencia de intérprete respectivamente para el caso de des-
conocimiento de dicha lengua por alguna de las partes procesa-
les (o terceros a instancia de parte en todo caso).
(38) FJ 4.II. El abogado de los recurrentes había solicitado el
nombramiento de un intérprete de lengua francesa; los recurren-
tes eran de nacionalidad argelina y el abogado designado por el
turno de oficio. A este respecto el TC indica que las autoridades
judiciales «no cumple(n) su deber con la simple designación»
sino que «asume(n) la responsabilidad de que la garantía de de-
fensa se cumpla en su plenitud y por ello no puede desligarse de
las vicisitudes posteriores que afecten a ese derecho, como ocu-
rrió en el presente caso». Además malamente «podría el Aboga-
do realizar una adecuada defensa, ni el Tribunal llegar a una
sentencia acertada» sin posible comunicación entre acusado y
abogado.
(39) FJ 3.III, si bien en este supuesto el amparo fue denegado
por no resultar acreditada la indefensión exigida constitucional-
mente y considerándose la inasistencia de intérprete una mera
«irregularidad procesal». El recurrente era ciudadano británico y
el nombramiento de intérprete no se llevó a cabo por parte de la
AP de Madrid porque uno de los miembros del Tribunal «cono-
cía perfectamente la lengua inglesa y llevó a cabo sin problema
la labor de traducción, tanto sobre lo que el Presidente del Tri-
bunal les preguntaba como las contestaciones de los inculpa-
dos» según se declaraba en el auto impugnado.
(40) FJ 2.III. En el caso concreto el recurrente era de nacio-
nalidad marroquí y hablaba así como escribía «a la perfección
para su nivel cultural la lengua española que en definitiva domi-
na, como demuestran los varios escritos que de su puño y letra
dirigió al Juez Instructor cuando se encontraba preso en el cen-
tro Penitenciario de Algeciras» (la cursiva es también nuestra).
Y en todo caso tampoco había solicitado la intervención de in-
térprete en el momento procesal oportuno ni alegó desconoci-
miento del idioma alguno ante los funcionarios que le detuvie-
ron en el momento en que procedieron a la lectura de sus
derechos.
(41) FJ 6.VII, inadmitiendo a trámite la cuestión de inconsti-
tucionalidad planteada por la AP de Bilbao a tenor de la posible
contradicción del art. 231 LOPJ relativo al régimen de cooficia-
lidad lingüística con lengua oficial propia —en este caso, en el
País Vasco— con el art. 3.2 CE. Entiende incluso el Tribunal
que el contenido del art. 231.3 LOPJ es más amplio que el del
art. 231.2 de la misma ley y así que, «a diferencia de lo que su-
cede en el caso de los funcionarios de la Administración de Jus-
ticia (art. 231.2 LOPJ), el derecho al uso de las lenguas coofi-
ciales por las partes, sus representantes y letrados, así como por
los testigos y peritos que depongan ante los órganos jurisdiccio-
nales, no está sometido a limitación alguna (art. 23.3 LOPJ)». El
problema se plantea ante la petición por parte del acusado de la
celebración de la vista penal «íntegramente en vasco sin traduc-
ción al castellano» a la que se opuso el MF, dictando en conse-
cuencia la AP auto por el que se procede al nombramiento de in-
térprete en euskera; no obstante el mismo órgano jurisdiccional
plantea la referida cuestión de inconstitucionalidad por entender
14 de marzo de 2007
con ello y, en suma, la aplicación del art. 231 LOPJ violado el
principio de inmediación al entender que dicho el intérprete o
traductor es un «tercero que se interpone entre el ciudadano y el
juez (que) desprovee de todo contenido material al derecho for-
mal a la inmediación» (FJ 3.IV).
La referida sentencia, a favor del derecho a la interpretación
y/o traducción acude para ello a anteriores precedentes jurispru-
denciales como es el caso concreto de la conocida STC
105/2000, de 13 de abril, a tenor del recurso de inconstituciona-
lidad planteado con motivo de la atribución de competencias de
las Comunidades Autónomas en materia de Justicia y así la dis-
tinción entre Administración de Justicia en sentido estricto y en
sentido amplio (administración de la Administración de Justicia,
cuya transferencia a las CC.AA. es posible). En relación con la
materia ahora objeto de discusión el Tribunal entiende que la
nueva redacción del art. 231.4 LOPJ efectuada tras la reforma
operada por LO 16/1994 —textualmente, «se procederá a su tra-
ducción cuando así lo dispongan las leyes o a instancia de parte
que alegue la indefensión»— en nada parece deducir la existen-
cia de una «no menos incondicionada y absoluta prohibición de
que los Jueces y Magistrados puedan, de oficio, decidir que se
traduzca un escrito o documento redactado en una lengua que
no comprendan» en aquellas CC.AA. donde impere la cooficia-
lidad lingüística e item más: «no sólo está facultado para orde-
nar su traducción, sino que ha de considerarse obligado a ello
para cumplir la función que le es propia», en suma la protección
de los derechos fundamentales y en este caso, la tutela judicial
efectivamente sin indefensión consagrada en el art. 24.1 CE (FJ
12.III y IV respectivamente).
Otra jurisprudencia constitucional más reciente, también re-
lativa a un conflicto de competencias entre gobierno central y
gobierno vasco, es la que tiene lugar bajo la STC 270/2006, de
fecha de 13 de septiembre [vid. esp. FF.JJ. 8 c) y 11 c)]; en ella
es objeto de impugnación determinadas disposiciones del De-
creto del Gobierno Vasco núm. 117/2001, de 26 de julio, de me-
didas para la normalización lingüística de la Administración de
Justicia en la Comunidad Autónoma del País Vasco en estableci-
miento de ciertos criterios a tener en cuenta para la asignación
de perfiles lingüísticos a los puestos de trabajo de las plantillas
de los cuerpos al servicio de la administración de Justicia en el
País Vasco (hoy cuerpos de gestión procesal y administrativa, de
tramitación procesal administrativa y de auxilio judicial así
como de médicos forenses). En suma la reunión de tal perfil lin-
güístico consiste en la posesión de un cierto nivel de conoci-
miento de la lengua euskera a fin de optar a dichos puestos de
trabajo. Por su parte el TC estimó parcialmente dicho conflicto
de competencias declarando inconstitucional el art. 7.1 y la Disp.
Adicional 3.ª del Decreto en cuestión por vulnerar las compe-
tencias estatales en esta materia; en el primer caso, por entender
que dicha disposición anulada hacía depender el número de
puestos de trabajo respecto de los cuales sería exigible el cono-
cimiento del euskera «sólo y exclusivamente del factor lingüísti-
co sin ninguna vinculación a las funciones propias del puesto»,
entendiendo ello contradictorio con la previsión contenida en el
vigente art. 530 LOPJ así como con la propia jurisprudencia
constitucional dictada al respecto (en concreto, STC 253/2005);
en el segundo por considerar que dicha la disposición adicional
ahora anulada afecta igualmente a jueces, magistrados, secreta-
rios judiciales y fiscales, respecto los que no se limita a prever
actividades de formación sino que los incluye en las medidas de
normalización lingüística contenidas en el decreto impugnado,
cuando las actuaciones sobre dicho personal corresponden al
Estado conforme fue dirimido en la aludida STC 105/2000.
(42) En el primer caso el recurrente alega la falta de idonei-
dad del intérprete que había actuado en juicio, pese a que ningu-
na protesta constaba en el correspondiente acta judicial; en el
segundo, el recurrente, de nacionalidad japonesa, alega la lectu-
ra de sus derechos por parte de los funcionarios policiales en
castellano, si bien su comprensión resultó acreditada por el ejer-
cicio precisamente de alguno de estos derechos y en suma la in-
tervención de intérprete que estuvo presente durante el desa-
rrollo del juicio oral. En ambos supuestos fue desestimado el
recurso de casación por este y otros motivos.
(43) FJ 2.III. El recurrente pretendía el nombramiento de un
intérprete «coadyuvante» por no estar de acuerdo con el servicio
de interpretación prestado por las autoridades judiciales. Su re-
curso de casación fue desestimado.
(44) Junto al Cuerpo de Médicos Forenses y restantes Cuer-
pos del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses.
Vid. JIMENO BULNES, M., «Los nuevos cuerpos al servicio de
la administración de Justicia», Revista Jurídica de Castilla y
León, 2006, núm. 9, págs. 147-193, esp. págs. 171 y ss.
(45) Si bien en el caso concreto también se desestimó el re-
curso de casación pese a haber sido denegada la solicitud de in-
térprete para esta comunicación en fase de instrucción. Ello por-
que, además de haberse prestado esta asistencia de intérprete
para el desarrollo de entrevista reservada entre acusado-defensa
durante la fase de juicio oral, no resulta alegada ni fundada in-
defensión material alguna por este motivo.
(46) El acusado de nacionalidad marroquí no estuvo cierta-
mente asistido de intérprete pero tampoco el mismo había sido
necesario, por cuanto respondió durante el desarrollo de la vista
tanto a las preguntas de su defensa como del MF «todas en es-
pañol, sin que surgiera dificultad alguna, como se infiere del
contenido de sus contestaciones» (FJ 1.V), de modo que este
motivo fue por tal razón desestimado.
(47) Vid. especialmente PALOMO DEL ARCO, A., «Acceso
a la interpretación y traducción gratuitas en el Derecho espa-
ñol», ponencia presentada en el Congreso Internacional AGIS
2006 arriba citado, pendiente de publicación.
(48) SAP de Gerona de 11 de noviembre de 2004. Ello aun
cuando en el caso concreto el tribunal desestimó el recurso de
apelación, por cuanto «resulta difícilmente creíble que una per-
sona que tiene los suficientes conocimientos de castellano para
entender su citación a juicio (folio 19), para saber que podía irse
a casa porque el juicio ya se había celebrado (alegato que se re-
coge en el escrito de recurso), para comprender el sentido con-
denatorio de la sentencia de la instancia (folio 31) y para com-
parecer en el Juzgado y solicitar la designación de un abogado
de oficio con el fin de interponer el recurso de apelación que
LA LEY
diario
ahora resolvemos (folio 26), actuaciones en las que no consta la
intervención de intérprete alguno, no entendiera algo tan senci-
llo como su propio nombre cuando fue llamado por el agente ju-
dicial para la celebración del acto del plenario» (FJ 3 c).
(49) STS de 3 de octubre de 2005, «con la finalidad de ase-
gurar el entendimiento entre el médico y la persona que es reco-
nocida médicamente» (FJ 1). La referencia al derecho al intér-
prete constituye un obiter dicta por cuanto el motivo de
impugnación era precisamente la no presencia de asistencia le-
trada durante dicho reconocimiento médico.
(50) SSTS de 2 de febrero de 2004 y 2 de febrero de 2006.
En el primer caso, entiende así el TS que tales «traductores son
los verdaderos peritos oficiales que se responsabilizan del con-
tenido y versión de las cintas» (FJ 1); precisamente argumenta
el alto tribunal ante la queja del desconocimiento de identidad
de los susodichos profesionales por parte de los recurrentes que,
habiendo sido incorporada a los autos la concreta traducción
realizada respecto de las conversaciones en idioma nigeriano
objeto de grabación y contenido de la cinta en cuestión, los re-
currentes podían haber solicitado antes del juicio la citación de
los traductores o interesar una nueva traducción y nada de ello
hicieron. En todo caso, el mecanismo de traducción utilizado
parece haber sido el correcto ya que, toda vez realizada una pri-
mera traducción no oficial por una persona de «confianza poli-
cial» en Madrid ante la posibilidad de encontrar intérprete ade-
cuado en Palma de Mallorca, la misma había sido contrastada
por funcionarios de la embajada española en Lagos (Nigeria) a
través del conducto articulado en la ley en fase de instrucción,
esto es, la Oficina de Traducción de Lenguas del Ministerio de
Asuntos Exteriores (art. 441 LECrim.).
Por su parte en el segundo ejemplo el TS recuerda una vez
más que «la designación de intérpretes que permitieran conocer
precisamente aquel contenido no supone la práctica de una prue-
ba pericial no propuesta por las partes, sino el recurso a un ins-
trumento imprescindible para que fuera posible la práctica de
una prueba admitida» (FJ 3) y así, en concreto, la prueba admiti-
da y practicada fue la audición de las cintas asistidas de intér-
prete precisamente con la finalidad de poder valorar el conteni-
do de las conversaciones intervenidas. Nada obsta por tanto que
la proposición de prueba realizada por el MF se redujera en
cuestión a la audición de las cintas aún sin solicitar la presencia
de intérpretes («traductores» se indica expresamente), siendo el
tribunal el que acordara la designación de estos para proceder a
la audición y verificación de las conversaciones con las ya tra-
ducciones (escritas en este caso) ya obrantes en autos. Como se
puede apreciar la ambivalencia entre ambos términos, intérprete
y traductor es constante en la jurisprudencia.
(51) Tal afirmación deriva a partir de los propios datos al res-
pecto suministrada por el propio cuerpo de intérpretes y traducto-
res jurados. A este respecto fue sumamente ilustrativa la exposi-
ción realiza por parte de ORTEGA HERRÁEZ, J. M., «La
interpretación judicial en España ante la Propuesta de Decisión
Marco» en el ya mencionado Congreso Internacional AGIS
2006, aún sin estar prevista en el programa, con relato de su ex-
periencia personal en el desarrollo de su profesión; así y de modo
concreto, dio cuenta de su acompañamiento en determinados re-
gistros domiciliarios practicados en domicilios de presuntos te-
rroristas en los que los miembros de la comisión judicial y poli-
cial iban protegidos con chalecos antibalas sin que él contara con
ninguno y además se le instara a actuar de «escudo humano».
Por su parte, Juan Miguel ORTEGA HERRÁEZ es intérprete
y traductor jurado en plantilla de la Comunidad de Madrid y ha
defendido además una tesis doctoral bajo el título Análisis de la
práctica de la interpretación judicial en España: el intérprete
frente a su papel profesional, Universidad de Granada 2006
(edición en CD, ISBN: 84-338-3865-2). Es asimismo profesor
de traducción jurídica e interpretación judicial en la Universidad
Autónoma de Madrid y ha participado en los proyectos Grotius
y AGIS financiados por la Comisión europea arriba enunciados.
(52) STS de 28 de julio de 2001, en la que se refleja el reco-
nocimiento que tuvo lugar por parte del tribunal de instancia de
la aplicación de la LO 19/1994, de 23 de diciembre, de pro-
tección a testigos y peritos en causas criminales también para el
«perito traductor» del idioma kurdo utilizado para la traducción
de las conversaciones telefónicas objeto de intervención ante el
temor fundado de represalias contra el mismo. Como es sabido,
entre estas medidas se contempla la ausencia de identificación
de los mismos y constancia de sus datos personales en el proce-
so, la ocultación visual en su caso, la reserva de domicilio y fi-
jación de la sede judicial a efecto de notificaciones, la prohibi-
ción de ser fotografiados o grabados mediante sistemas de
video y, llegado el caso, de protección policial, nueva documen-
tación e incluso medios económicos para cambiar de residencia
y/o trabajo.
(53) De nuevo ORTEGA HERRÁEZ, J. M., «La interpreta-
ción judicial en España ante la Propuesta de Decisión Marco»,
op. cit., acompañada de diversas notas de prensa en las que se
pone de relieve deficiencias tanto en la calidad del servicio pres-
tado en no pocas causas judiciales (por ello aún más necesario
un control por parte de los órganos jurisdiccionales y de la ad-
ministración de Justicia en general) como en relación al propio
sistema de contratación que hace incluso a veces imposible la
remuneración; tal fue el caso de un intérprete rumano rescatado
al azar que carecía de NIF y cuenta bancaria para el cobro.
(54) Por ejemplo y de fecha aún reciente, STS de 2 de marzo
de 2006, el tribunal de instancia había denegado la admisión de
una documentación respecto de la titularidad de un vehículo
aportada en italiano y sin la correspondiente traducción, a pesar
de ser reconocido por el TS la «sencilla» redacción de la misma;
pero en todo caso pueden plantearse problemas respecto «la rea-
lidad documentada», «los órganos que la emiten» y su «exacto
contenido» (FJ 2).
(55) DOCE de 18 de diciembre de 2000, núm. C 364, págs.
1-22. Aun cuando el texto no se haya en efecto en vigor si ha
sido ya objeto de aplicación por las instancias judiciales comu-
nitarias; sendos ejemplos pueden encontrarse en las sentencias
max.móvil c. Comisión, de 30 de enero de 2002, as. T-54/99,
Rec. II-2002, págs. 313-346, esp. FJ 48, realizando el TPI la
concreta aplicación del art. 41.1 de la Carta de Derechos Funda-
mentales de la Unión Europea en proclamación del derecho a un
9
proceso sin dilaciones indebidas así como, en fecha reciente,
sentencia Parlamento c. Consejo, esta vez dictada por el TJCE
al amparo de un recurso de anulación en virtud del art. 230
TCE, de fecha de 27 de junio de 2006, as. C-540/03, aún pen-
diente de publicación pero accesible en la página web oficial
(http://curia.europa.eu); en esta sentencia el alto Tribunal co-
munitario hace concreta aplicación de los arts. 7 y 24 de la Carta
de Derechos Fundamentales en defensa de la protección de la
vida privada y familiar así como de los intereses superiores de
la infancia respectivamente (vid. FJ 58).
No en vano entre la literatura se viene hablando de una posi-
ble anticipación de la entrada en vigor de la Carta de Derechos
Fundamentales, contenida en la Parte II del TeCE; así
SCHWARZE, J. «The Treaty establishing a Constitution for Eu-
rope: some general reflections on its carácter and its chances of
realisation», European Public Law 2006, núm. 2, págs. 199-211,
esp. págs. 208 y ss. También por nuestra parte, JIMENO BUL-
NES, M., «Origen y evolución de la cooperación judicial en la
Unión Europea», en M. JIMENO BULNES (coord.), La coope-
ración judicial civil y penal en el ámbito de la Unión Europea:
instrumentos procesales, Ed. Bosch, Barcelona, en prensa.
(56) Ampliamente, MARTÍN DIZ, F., «Bases para la cons-
trucción de un Derecho Procesal Comunitario: garantías procesa-
les fundamentales en la Unión Europea», Libro Homenaje a D.
Eduardo Font Serra, t. I, Ministerio de Justicia, Centro de Estu-
dios Jurídicos, Madrid, 2004, págs. 269-313, esp. págs. 291 y ss.
(57) Art. II-81.1 TeCE. De esta opinión, HERTOG, E. y
VANDEN BOSCH, Y. «Access to Justice across Language...»,
op. cit.
(58) Ley 3/2003, de 14 de marzo, sobre la orden europea de
detención y entrega (BOE de 17 de marzo, núm. 65, págs.
10244 y ss.) en transposición de la Decisión Marco del Consejo
de 13 de junio de 2002 relativa a la orden de detención europea
y a los procedimientos de entrega entre Estados miembros
(2002/584/JAI), DOCE de 18 de julio de 2002, núm. L 190
págs. 1 y ss. No obstante el art. 13.1 LOEDE dispone que la de-
tención «se practicará en la forma y con los requisitos y ga-
rantías previstos por la Ley de Enjuiciamiento Criminal», por
tanto, también existirá derecho a la asistencia gratuita de intér-
prete durante la fase de detención policial conforme la preven-
ción hecha en el art. 520.2 e) LECrim. Vid. JIMENO BULNES,
M., «La adopción de medidas cautelares de carácter personal
con motivo de la ejecución de una orden europea de detención y
entrega», Revista Penal 2005, núm. 16, págs. 106-122, esp. pág.
108; así también en el mismo sentido, ARANGÜENA FANE-
GO, C., «Las medidas cautelares en el procedimiento de la euro-
orden», en C. Arangüena Fanego (coord..), Cooperación judi-
cial penal en la Unión Europea: la orden europea de detención
y entrega, Ed. Lex Nova, Valladolid 2005, págs.127-205, esp.
págs. 160 y ss.
Sobre el derecho al intérprete en particular en el procedi-
miento de detención y entrega europeo véase JIMÉNEZ-VI-
LLAREJO FERNÁNDEZ, F., «El derecho fundamental a ser
asistido por abogado e intérprete», en L. Arroyo Zapatero y A.
Nieto Martín (Dres.), La orden de detención y entrega europea,
Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca,
2006, págs. 325-354, esp. págs. 352 y ss.
(59) En efecto no todas las legislaciones estatales prevén tal
derecho a un intérprete aunque sí la gran mayoría; por ejemplo y
ss. 20 y 23(8) Actas de extradición finlandesa y maltesa respec-
tivamente no contemplan de forma explícita este derecho.
(60) Así, Decisión Marco del Consejo de 15 de marzo de 2001
(2001/220/JAI), DOCE de 22 de marzo de 2001, núm. L 82,
págs. 1-4, cuyo art. 5 establece la garantía de comunicación para
las víctimas en causas penales y por tanto, la obligación de los
Estados miembros de adoptar «las medidas necesarias para redu-
cir cuanto sea posible las dificultades de comunicación que afec-
ten a la comprensión y a la participación de la víctima en las fa-
ses importantes del proceso penal, cuando ésta sea testigo o parte
en las actuaciones, en términos comparables a los aplicables al
procesado». En este caso se trataría de la extensión del derecho al
interprete a otras partes procesales, de modo concreto al acusador
privado o particular si lo hubiera o en su caso testigos representa-
dos por las personas físicas que han sufrido los perjuicios de la
comisión del delito; sin embargo, la legislación española, por
ejemplo, no prevé la asistencia de intérprete para la parte acusa-
dora en concreto, entendiéndose que dicha comunicación habrá
de proporcionarla su defensa, bien directamente o por medio de
un profesional de carácter privado. En esta línea, TOMÉ GAR-
CÍA, J. A., «El estatuto de la víctima en el proceso penal según la
Decisión Marco del Consejo de la Unión Europea de 15 de marzo
de 2001 y su incorporación en el ordenamiento español», en T.
ARMENTA DEU, F. GASCÓN INCHAUSTI y M. CEDEÑO
HERNÁN (coords.), El Derecho Procesal Penal en la Unión Eu-
ropea: tendencias actuales y perspectivas de futuro, Ed. Colex,
Madrid 2006, págs. 259-295, esp. pág. 279.
(61) Presentada en la Comisión el 28 de abril de 2004, docu-
mento COM (2004) 328 final. Vid. VALBUENA GONZÁLEZ, F.,
«La propuesta de Decisión Marco del Consejo relativa a determi-
nados derechos procesales en los procesos penales celebrados en
la Unión Europea», Diario LA LEY, 5 de octubre de 2006, Núm.
6564, págs. 1-5; así también, con posterioridad, del mismo autor,
«Derechos procesales del imputado», en M. JIMENO BULNES
(coord.), La cooperación judicial civil y penal en el ámbito de la
Unión Europea..., op. cit. Desde una perspectiva crítica, ALE-
GRE, S., «EU fair trial rights- added value or no value?», New
Law Journal, 21 de mayo de 2004, vol. 154, págs. 758-759.
(62) Ampliamente, LÖOF, R., «Shooting from the Hip: Pro-
posed Minimum Rights in Criminal Proceedings throughout
the EU», European Law Journal 2006, vol. 12, núm. 3, págs.
422-430.
(63) De modo especial, por ejemplo, el estudio realizado des-
de la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad de
Maastricht por SPRONKEN, T. y ATTINGER, M. Procedural
Rights in Criminal Proceedings: Existing Level of Safeguards in
the European Union, publicado por la Comisión Europea, DG
Justicia, Libertad y Seguridad, Bruselas 2005. Ulterior docu-
mentación se encuentra asimismo en el sitio internet antes cita-
do en relación con el proyecto Aequitas: http://www.legalint-
trans.info (menú Documents).
10
(64) Por ejemplo recibido en nuestra dirección electrónica el
26 de marzo de 2002. El consultation paper finalizaba con la in-
clusión de nueve cuestiones concretas, cuyas respuestas debían
ser remitidas a la atención de Caroline Morgan antes del 15 de
abril de 2002.
(65) La exposición de la jurisprudencia del TEDH y del TC
así como el propio marco legal de nuestro país ha sido suficien-
temente ilustrativa en este ámbito.
(66) Presentado en Bruselas el 19 de marzo de 2003, docu-
mento COM (2003) 75 final. Vid. GALLEGO-CASILDA
GRAU, Y., «El Libro Verde de la Comisión Europea sobre las
garantías procesales para sospechosos e inculpados en procesos
penales en la Unión Europea», en A. GALGO PECO (Dir.), De-
recho penal supranacional y cooperación jurídica internacio-
nal, Cuadernos de Derecho Judicial XIII-2003, CGPJ, Madrid,
2003, págs. 235-256.
(67) Apdo. 6, págs. 35 y ss. Dentro de este apartado contem-
pla también en primera línea del listado precisamente a los «ex-
tranjeros, especialmente pero no exclusivamente, los que no ha-
blan la lengua», poniendo de relieve como es así esta desventaja
lingüística la causa de su vulnerabilidad. Por otra parte, el cum-
plimiento del derecho al acceso a la interpretación y/o traduc-
ción gratuitas en nada obstaculiza su también protección a tra-
vés de este otro articulado o derecho.
(68) «Por ejemplo, los informes de los abogados defensores
y acusadores, las palabras del juez y las declaraciones de todos
los testigos» (pág. 33).
(69) Entendemos que ello contradice la anterior versión
constitucional respecto de la neutralidad y objetividad del intér-
prete en cuanto profesional técnico, por nuestra parte también
defendida. Vid. supra epígrafe III.
Cuestión distinta sería, en su caso, la posibilidad de la pro-
puesta a instancia de parte del intérprete o traductor en calidad de
perito en la misma medida que opera, por ejemplo, para los reco-
nocimientos médicos en los supuestos de lesiones en los que el
parte médico realizado de oficio por el médico forense puede ser
—y así lo es a menudo en la práctica judicial— completado con
los informes periciales aportados a instancia de parte.
(70) Recuérdese que la jurisprudencia del TEDH —vgr.
caso Kamasinski c. Austria, cit.— no exige una traducción
completa de todos y cada uno de los documentos procesales
sino que el deber atribuido a los Estados miembros y, en con-
creto, a las autoridades judiciales se limita a «aquellos docu-
mentos que el inculpado debe conocer para que el juicio sea
imparcial» (págs. 31 y 34). Hasta ahora la determinación de ta-
les documentos objeto de traducción varían de un Estado
miembro a otro, en función de sus diferentes reglas nacionales
y práctica judicial; en todo caso, por parte de la Comisión se
propone la traducción de «todos los documentos procesales
(atestado, acusación) que consten en los autos, pero también
todas las declaraciones de los testigos que se realicen por escri-
to y las pruebas que aporten ambas partes» (pág. 33), por tanto,
una traducción bastante exhaustiva y rigurosa del expediente
judicial.
(71) Amnesty International s Response to the Green Paper
from the European Comisión on Procedural Safeguards for Sus-
pects and Defendants in Criminal Proceedings throughout the
European Union, presentado en Mayo de 2003, entonces dispo-
nible en el sitio internet http://www.amnesty-eu.org (menú Do-
cuments y Judicial and police cooperation). Sin embargo la
posterior Propuesta de DM no recoge de forma específica esta
incapacidad en su regulación del derecho al acceso a la traduc-
ción gratuitas y que haría precisa la traducción al braille. Quizás
se deba a las dificultades presupuestarias de su aplicación.
(72) En la Propuesta de DM comprendidas en el art. 10 rela-
tivo al derecho a la atención específica.
(73) Textualmente, «el derecho a la asistencia lingüística fi-
dedigna y gratuita —interpretación y traducción— para los ex-
tranjeros y, en caso necesario, para aquellos que sufran de pro-
blemas de audición o de habla, también está consagrado en el
art.6 CEDH. Las disposiciones de esta Decisión Marco no im-
ponen obligaciones a los Estados miembros que vayan más allá
del CEDH, sino simplemente establecen maneras comunes para
cumplir con el art. 6 del CEDH de conformidad con la jurispru-
dencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y para veri-
ficar la exactitud de la interpretación y la traducción ofrecidas»
(Considerando 13).
(74) Comission Staff Working Paper, Proposal for a Frame-
work decisión on certain procedural rights in criminalprocee-
dings throughout the European Union, Extended Impact Assess-
ment, documento SEC (2004) 491, esp. pág. 27.
(75) Exponiéndose además que en muchos Estados miem-
bros todavía esta no es una profesión atractiva ni reconocida,
sino todo lo contrario, su status y remuneración es baja e inclu-
so ni siquiera se reconoce como profesión en sentido estricto; la
contratación es también muchas veces escasa o inexistente, sin
que pueda disfrutarse de seguridad laboral, derechos sociales
(seguridad social, jubilación, pagas extraordinarias, vacacio-
nes..., etc.).
(76) Consejo de la Abogacía europeo, Ministerio de Justicia
alemán, House of Lords, Law Societies, ONGs como Justice...
Toda esta documentación como ha sido ya indicado se encuentra
asimismo en el sitio internet: http://www.legalinttrans.info
(menú Documents).
(77) Documento de sesión de 21 de marzo de 2005, A6-
0064/2005, PE 350.239v03-00, ponente: Kathalijne Maria Bui-
tenweg.
(78) Fundamentalmente, casos Luedicke, Belkacem y Koç c.
Alemania así como Kamasinski c. Austria arriba expuestos.
Vid.supra epígrafe II.
(79) Textualmente, «los Estados miembros asegurarán que,
en caso necesario, la persona sospechosa disponga de interpreta-
ción gratuita de la asistencia de abogado recibida a lo largo de
todo el proceso penal» (art. 6.2).
(80) Justice Response to the House of Lords Select Commit-
tee on the European Union, Sub-Committee E, Inquiry into the
proposed Framework Decision on certain procedural rights in
criminal proceedings throughout the European Union, October
2004, apdo. 47, quien también propone que la interpretación y
traducción tenga lugar al menos en todas las lenguas oficiales de
LA LEY
diario
la Unión Europea en todos los Estados miembros así como las
lenguas minoritarias nacionales de cada uno de ellos.
(81) La cursiva es nuestra. La presencia del intérprete duran-
te las entrevistas abogado-imputado se propone tenga lugar a
petición del imputado o, en su caso, defensa a tenor de la en-
mienda núm. 27 realizada al art. 6.1 PDM. La justificación para
ello aducida a favor de dejar la decisión en manos de la parte
procesal pasiva deriva del hecho de la ausencia del deber de se-
creto profesional (hasta ahora y conforme la legislación vigente
en muchos Estados miembros) por parte del tercero intérprete.
(82) Como expone la Comisión europea en la propia explica-
ción de este articulado, hay veces en que las personas sordomu-
das no conocen o no utilizan el lenguaje de signos pero sí en
cambio tienen experiencia en esta lectura labial (vid. pág. 16).
(83) Opinión de la Comisión de Asuntos Jurídicos para la
Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior,
presentada el 3 de febrero de 2005 (ponente: Giuseppe Garga-
ni), contenida en el anterior documento del Parlamento Euro-
peo, cit., págs. 30-38.
(84) Tema éste de especial relevancia en el supuesto de los
futuros Estados miembros de la Unión Europea (Bulgaria y Ru-
mania) y países candidatos (Albania, Serbia, Bosnia, Montene-
gro, Turquía en su caso...) donde están presentes diversas mino-
rías étnicas y por tanto la coexistencia de múltiples lenguas. Al
respecto, GUTIÉRREZ ZARZA, A., «Nivel de implantación de
los derechos reconocidos en la Decisión marco en los futuros
socios de la UE y países candidatos», ponencia presentada en el
Congreso Internacional AGIS 2006, cit., pendiente de publica-
ción.
(85) Esta es también la propuesta de la Comisión de Asuntos
Jurídicos, extensiva a la violación de cualesquiera derechos mí-
nimos reconocidos en la Propuesta de DM; vid. pág. 41, letra e).
(86) De nuevo también, caso Kamasinski c. Austria, cit., FJ
74.II.
(87) En concreto la ONG británica Justice en sus observa-
ciones a la Propuesta de DM inmediatamente citadas, esp.
apdo. 48.
Sobre el derecho a la autodefensa consúltese PEDRAZ PE-
NALVA, E., Derecho Procesal Penal,op. cit., págs. 236 y ss.; en
relación con su regulación en el CEDH, ARANGÜENA FANE-
GO, C., «Exigencias en relación con el derecho de defensa: el
derecho a la autodefensa, a la defensa técnica y a la asistencia
jurídica gratuita [Art. 6.3 c) CEDH]», en J. GARCÍA ROCA y
P. SANTOLAYA, La Europa de los derechos..., op. cit., págs.
389-405, esp. págs. 392 y ss. así como TRECHSEL, S., «The
right to defend oneself and to have the assistance of counsel»,
Human rights in criminal proceedings,op. cit., págs. 242-290,
esp. págs. 251 y ss. Por el contrario, este derecho a la autodefen-
sa no está expresamente contenido en la Propuesta de Decisión
Marco.
(88) Justifica la comisión «la llevanza de la defensa es esen-
cialmente una cuestión entre el inculpado y su abogado», razón
por la que «el abogado defensor es el que se encuentra en mejor
situación para evaluar que documentos son necesarios» y a él le
corresponderá «la responsabilidad de pedir la traducción de todo
documento que considere necesario además de los que aporte el
ministerio fiscal» (pág. 16).
(89) Vid.Observations of the Federal Ministry of Justice re-
garding the Comisión proposal for a Council Framework Deci-
sion on certain procedural rights in criminal proceedings
throughout the European Union, p. 4. Considera el ejecutivo
alemán que dicha provisión contenida es impracticable y acarre-
ará sin duda dilaciones indebidas en el proceso; además el pre-
cepto tampoco alcanza al grado de vinculación del juez o tribu-
nal a la solicitud de traducción por parte del abogado defensor.
Por ello propone la supresión del conjunto del art. 7.2.
(90) Véase la justificación anexa a la enmienda núm. 31,
mostrándose a favor de que la decisión sobre la necesidad de
traducción sea en último término objeto de regulación estatal.
(91) Así ha sido puesto de relieve, por ejemplo y entre otros,
en el Reino Unido; vid.House of Lords, European Union Com-
mittee, 1st Report of Session 2004-05, Procedural Rights in Cri-
minal Proceedings, Report with Evidence, HL Paper 28, Lon-
don, 2005, pág. 41, apdo. 131 y ss.
(92) Inexistente en el Diccionario del uso del español elabo-
rado por María MOLINER, al menos en su edición correspon-
diente al año 1992 (Ed. Gredos, Madrid). Creemos se trata de un
anglicismo derivado del término qualification y traducible por
aptitud o capacitación profesional.
(93) Véanse especialmente las observaciones presentadas por
Justice arriba citadas, esp. apdo. 49.
(94) Legislative proposal of Dutch Act on Court Interpreters
and Sworn Translators: rules in respect of the swearing in, qua-
lity and integrity of sworn translators and of court interpreters
working in the domain of the judiciary and police, disponible en
la anterior página web del proyecto Aequitashttp://www.lega-
linttrans.info (menú Documents). Tal Proyecto de Ley prevé asi-
mismo el establecimiento de un registro público de intérpretes y
traductores jurados a similitud del que pueda existir en otros pa-
íses —por ejemplo, el National Register of Public Service Inter-
pretation (NRPSI) en el Reino Unido— así como la posibilidad
de recurrir en vía administrativa la actuación del intérprete o tra-
ductor por cualesquiera personas o la importante obligación que
incumbe a sendos profesionales de guardar secreto a similitud
de otros operadores jurídicos, en especial el abogado.
(95) House of Lords Report, cit., p. 42, apdo. 138, en alusión
al art. 3 (3)(a) Decisión del Consejo de 22 de julio de 2002 por
la que se establece un programa marco para la cooperación poli-
cial y judicial en materia penal (AGIS), DOCE de 1 de agosto
de 2002, núm. L 203, pág. 5. En efecto dicho precepto contem-
pla entre los destinatarios de los programas AGIS cofinanciados
por las instituciones comunitarios junto con los Estados miem-
bros participantes a los «intérpretes de los juzgados» dentro de
los profesionales de la justicia y junto a «jueces, fiscales, aboga-
dos, funcionarios ministeriales, funcionarios de la policía judi-
cial, agentes judiciales, peritos y otras profesionales relaciona-
das con la administración de Justicia».
(96) De nuevo observaciones de Justice, apdo. 59.
(97) Enmienda núm. 32 (pág. 18).
(98) Enmienda núm. 9 (pág. 35).
14 de marzo de 2007
(99) Véanse las observaciones del Ministerio de Justicia ale-
mán, cit., pág. 4.
(100) Vid. CCBE response on the Proposal for a Council fra-
mework decisión on certain procedural rights in criminal proce-
edings throughout the European Union, December 2004, pág. 6.
El Council of Bars and Law Societies of Europe representa aquí
a todos los abogados de Europa y en suma, al Consejo de la
Abogacía Europeo.
(101) Enmienda núm. 33 (pág. 41).
(102) House of Lords Report, cit., pág. 43, apdo. 140.
(103) Vid. BERMANN, G. A., «Bilingualism and translation
in the U.S. legal system...», op. cit., pág. 13, a partir de la previa
exposición de diversos precedentes judiciales procedentes del
TS de Louisiana en los que resulta patente la diferencia idiomá-
tica entre las lenguas inglesa y francesa Un caso también muy
ilustrativo se expone por VAN DER PLAS, A., «Integrity and
accuracy of the trnaslation. The Baybasin case, or how to check
the quality and integrity of an anonymus translator», Aequili-
brium,op. cit., págs. 87-116, en relación con la posible manipu-
lación en la traducción realizada de unas conversaciones telefó-
nicas realizadas en idioma turco y kurdo por parte del acusado,
además condenado a cadena perpetua en Holanda; por cierto
que uno de los intérpretes era también miembro del equipo poli-
cial encargado de la investigación.
(104) Documento en lengua inglesa de fecha de 27 de septiem-
bre de 2006, Núm. 13116/06, LIMITE, DROIPEN 60. No obstan-
te una versión muy resumida de esta «contrapropuesta» puede ob-
tenerse en versión española en el Comunicado de Prensa Núm.
9409/06 (Presse 144) relativo a la sesión Núm. 2732 del Consejo
de Justicia y Asuntos de Interior celebrado en Luxemburgo los
días 1 y 2 de junio de 2006 disponible en el servidor oficial del
consejo (http://www.consilium.europa.eu (menú Prensa).
(105) La redacción propuesta podría traducirse como «el de-
recho a la asistencia fidedigna y gratuita —interpretación y tra-
ducción— para los imputados (...) también está consagrado en
el art. 6 CEDH. Los Estados miembros garantizarán el derecho
a la interpretación y traducción de documentos relevantes de
manera que ello garantice la equidad del procedimiento, en
particular permitiendo al imputado tener conocimiento del
asunto y ejercer su defensa...». La sustitución del término de ex-
tranjero por imputado parece más correcta al ampliar esta ga-
rantía también para nacionales que no hablen o comprendan el
idioma —por ejemplo en España en el caso de los idiomas coo-
ficiales en la línea examinada—. Sin embargo la expresión in-
glesa «to have knowledge of the case against him or her» no re-
sulta clara y así si debe entenderse comprensiva del
conocimiento por parte del imputado de todo el caso o asunto o
sólo de los «cargos» dirigidos contra él o ella.
(106) En suma arts. 5 y 6 del nuevo texto, cuya traducción
podría ser la siguiente: «Art. 5: Derecho a la interpretación. 1.
Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para
asegurar que se ofrezca asistencia gratuita de intérprete a cual-
quier persona sujeta a un proceso penal o a una orden de deten-
ción europea o solicitud de extradición, cuando su participación
sea requerida a los fines procesales y siempre que esta persona
no comprenda o hable la lengua del procedimiento. 2. La inter-
pretación a la que se refiere el anterior parágrafo 1 se realizará
en la medida que garantice el cumplimiento del derecho de de-
fensa». «Art. 6: Derecho a la traducción de documentos proce-
sales. Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias
para asegurar que una persona sujeta a un proceso penal o a una
orden de detención europea o solicitud de extradición obtenga la
traducción gratuita o interpretación relevante para los procedi-
mientos de aquellos documentos que sean pertinentes para su
participación en dicho proceso si el mismo se desarrolla en una
lengua que no entienda y en toda la extensión necesaria para
asegurar el cumplimiento del derecho de defensa». La cursiva
señala la adición a este articulado realizada en el curso de las
negociaciones a iniciativa del Reino Unido y apoyada por otros
países (Francia, Italia, Suecia, Letonia y Holanda); no se com-
prende la alusión aquí de nuevo al derecho a la interpretación
contemplada en el anterior art. 5 en la línea descrita.
(107) En concreto, el derecho a la atención específica y el
derecho a la comunicación. Otros son en cambio modificados
como es el caso del derecho a la información al imputado de sus
derechos por escrito o la llamada Carta de Derechos contempla-
do en el art. 14 PDM; ahora se traslada al art. 2 y se suprime
toda referencia a tal Carta de Derechos así como a la exigencia
de proporcionar esta información por escrito. Eso sí, al menos
se conserva el derecho a proveer esta información de la natura-
leza y la causa de la acusación formulada así como de los dere-
chos procesales de los que es titular «en una lengua que com-
prenda» (art. 2.1).
(108) Vid. ORTEGA HÉRRAEZ, J. M., Análisis de la prácti-
ca de la interpretación judicial en España..., op. cit.
(109) Vid. HEUTGER, V., «A more coherent European wide
legal language», European Integration online Papers (EioP)
2004, vol. 7, núm. 2, http://eiop.or.at/eiop/texte/2004-002.htm,
disponible también en el sitio internet http://www.legalint-
trans.info antes citado.
(110) Por ejemplo Polonia, cuyo proyecto elaborado por el
Ministerio de Justicia incluye la formación en tres módulos rela-
tivos a Derecho Civil, Derecho Penal y cooperación judicial eu-
ropea en inglés, francés, alemán, español e italiano incluyendo
asimismo formación de los ordenamientos jurídicos de los paí-
ses respectivos.
(111) Así parece conforme al reciente y a la fecha vigente do-
cumento de trabajo relativo a la propuesta de organización de
las enseñanzas universitarias en España elaborado por el Minis-
terio de Educación y ciencia español de fecha de 26 de septiem-
bre de 2006, entonces accesible en el servidor oficial
http://www.mec.es/univ/index.html (menú Noticias y Documen-
tos). En efecto conforme a las directrices que operan en la intro-
ducción del mismo se señala que «los títulos (de Grado) deberán
tener partes comunes que proporcionen formación en competen-
cias básicas dentro de cada rama de conocimiento» y que «esta
parte común deberá ser desarrollada al inicio de cada título y al-
canzar al menos 60 créditos» (directriz núm. 19, pág. 10). Es así
ya el momento de incluir la enseñanza de idiomas con carácter
general y en particular para la Licenciatura de Derecho.
14 de marzo de 2007
LA LEY 11

diario
Tribunal Supremo
MUERTE DE UN NIÑO AL CAERLE ENCIMA UNA ESCULTURA EXPUESTA EN
UN MUSEO

617—TS Sala Primera, de lo Civil, S 26 Ene. 2007.—Ponente: Auger Liñán, Clemente.

RESPONSABILIDAD CIVIL.—Extracontractual.—Culpa exclusiva
de la entidad que regentaba el museo.—Irrelevancia causal de la
conducta de los padres del menor fallecido.
En el caso, se ejercita acción de responsabilidad extracontractual por la muerte
de un niño al caérsele encima una escultura expuesta en el museo regentado
por la entidad demandada. La sentencia de apelación consideró que junto con
la conducta negligente de la entidad demandada concurría la de los progenito-
res del menor, a quienes atribuyó la omisión del cuidado exigible para con un
niño de 5 años en un centro en el que se exhibían piezas y obras de valor, im-
poniendo a aquéllos la obligación «de mantener una constante vigilancia cuya
forma más natural de expresión es la de llevarle cogido de la mano». Sin em-
bargo, no puede admitirse la relevancia causal que el tribunal de instancia
aprecia en la conducta de los progenitores del menor fallecido, pues no contri-
buyó eficazmente a la producción del daño en la medida en que, habida cuenta
de las circunstancias que rodearon al desgraciado accidente, aun cuando el
menor se encontrara sometido a la más estrecha vigilancia de sus progenito-
res, no quedaba excluida la causación del desgraciado accidente. Éste se pro-
dujo, en el plano de la causalidad física, por la acción del menor al tocar la es-
cultura, pero en la vertiente jurídica de la causalidad la creación de un riesgo
extraordinario por parte de la demandada, colocando una escultura de inestabi-
lidad acusada e integrada por tres piezas simplemente ensambladas una sobre
otras y rejuntadas con yeso, y accesible para los visitantes del museo sin impe-
dimento alguno, se erige en la única causa de la producción del daño, dejando
sin trascendencia a estos efectos a los restantes actos que, como sucede con
la conducta de los progenitores del menor se presentan como antecedentes.
Normas aplicadas: arts. 359 y 360 LEC; art. 1902 CC.

En la Villa de Madrid, a veintiséis de enero de
dos mil siete.
SENTENCIA
Visto por la Sala Primera del Tribunal Supremo,
integrada por los Excmos. Sres. Magistrados al
margen indicados, el recurso de casación interpues-
to por D. Lucio y D.ª Cecilia, en su propio nombre,
y en nombre y representación de su hija menor de
edad Rocío, representados por el Procurador de los
Tribunales D. Raúl Martínez Ostenero, contra la
sentencia dictada en grado de apelación con fecha
22 de octubre de 1999 por la Audiencia Provincial
de Barcelona (Sección Decimosexta), dimanante del
juicio de menor cuantía número 646/97 seguido en
el Juzgado de Primera Instancia número 30 de los
de Barcelona. Es parte recurrida en el presente re-
curso la Junta Constructora del Templo Expiatorio
de la Sagrada Familia, representada por el Procura-
dor D. Ramón Rodríguez Nogueira.
(...)
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. Los demandantes, ahora recurrentes,
promovieron en su propio nombre, y en nombre y
representación de su hija menor de edad, el juicio
de menor cuantía, del que se trae causa, ejercitando
la acción de responsabilidad civil extracontractual
en relación de la indemnización correspondiente a
los perjuicios materiales y a los daños morales su-
fridos como consecuencia del fallecimiento de su
hijo y hermano, respectivamente, también menor de
edad, al caérsele encima una escultura expuesta en
el recinto museístico regentado por la entidad de-
mandada.
La sentencia de primera instancia estimó la de-
manda y condenó a la demandada a abonar a los ac-
tores la suma que se determinase en ejecución de
sentencia por los daños y los perjuicios, ya morales,
ya materiales, irrogados a los mismos por el falleci-
miento del menor.
La Audiencia estimó en parte el recurso de apela-
ción, interpuesto por la entidad demandada, y revo-
có parcialmente la sentencia de primera instancia,
fijando la cuantía de la indemnización que debía
abonar la Junta demandada a los actores en concep-
to de indemnización por los perjuicios morales y
por los daños materiales causados a resultas del luc-
tuoso suceso. Considera el tribunal de instancia
que, a la vista de los hechos probados que se con-
signan en los fundamentos de derecho segundo,
cuarto y quinto de la sentencia recurrida —aunque
en realidad estos dos últimos son los fundamentos
de derecho tercero y cuarto, habiéndose sufrido un
error en la numeración—, se debe apreciar la con-
currencia causal de la conducta negligente de los
actores en la producción del resultado lesivo, pues
la falta del deber de vigilancia del menor coadyuvó
a la causación del daño, estableciendo proporcio-
nalmente esa contribución en el curso causal en una
tercera parte, y asignando a la falta de diligencia de
la parte demandada los dos tercios restantes con
arreglo a cuyo porcentaje fija la indemnización co-
rrespondiente a los perjuicios morales y a los daños
materiales.
Contra dicha sentencia han interpuesto recurso de
casación los demandantes, que articulan en dos mo-
tivos de impugnación.
Segundo. En el primer motivo del recurso, que se
residencia en el ordinal tercero del artículo 1687 de
la Ley de Enjuiciamiento Civil, se denuncia la in-
congruencia de la sentencia recurrida, con la cita,
como infringidos, de los artículos 259 —en lo que,
sin duda, es un simple lapsus, siendo evidente que
los recurrentes quieren referirse al artículo 359— y
360 de la misma Ley procesal, y del artículo 24.1
de la Constitución.
En síntesis, sostienen los recurrentes que la sen-
tencia impugnada ha incurrido en el señalado defec-
to al determinar y fijar el importe de los daños y los
perjuicios indemnizables, cuando en la demanda ha-
bían solicitado que se determinasen y cuantificasen
en fase de ejecución de sentencia, posibilitando de
ese modo la reclamación de aquellos perjuicios que
pudieran surgir después de presentada la demanda.
El motivo debe ser desestimado.
Y ha de serlo ineludiblemente por cuanto esta
Sala ha declarado con reiteración que el deber de
congruencia consiste en una necesaria adecuación
del fallo a las pretensiones de las partes, y que exis-
te allí donde los dos términos de la relación, fallo y
pretensiones procesales, no está sustancialmente al-
terada, sin que, eso sí, se exija una estricta y absolu-
ta identificación entre ellos, sino más bien una ade-
cuación racional y flexible; en otros términos,
basta con que se de la racionalidad lógica y jurídica
necesaria y una adecuación sustancial, o una uni-
dad conceptual y lógica, sin que se haya alterado
sustancialmente la pretensión procesal [cfr. Senten-
cias de 18 de marzo de 2004 (LA LEY JURIS.
12424/2004), de 8 de febrero de 2006 (LA LEY JU-
RIS. 2203786/2006) y 5 de abril de 2006) (LA LEY
JURIS. 2263792/2006)], lo que sucede cuando,
como es el caso, la sentencia, conforme a lo alega-
do y probado en el proceso, determina los perjui-
cios indemnizables y fija su importancia económica
sin necesidad de esperar a la fase de ejecución de
sentencia, aun cuando tal cosa fuera lo solicitado en
la demanda. No debe olvidarse que, conforme pací-
fica jurisprudencia —recogida, entre otras muchas,
en la Sentencia de 26 de julio de 2001 (LA LEY
JURIS. 6432/2001)— es en la fase declarativa del
proceso cuando deben ser alegados y acreditados
los perjuicios, cuya reparación se postula, y que, tal
y como enseña la también reiterada doctrina de esta
Sala, sólo en el caso de que durante el proceso sea
imposible demostrar la cuantía de los daños y per-
juicios, cabrá hacer la reserva establecida en el ar-
tículo 360 de la Ley de Enjuiciamiento Civil [Sen-
tencia de 18 de marzo de 2004 (LA LEY JURIS.
12424/2004) que cita la de 22 de mayo de 1984].
Y en modo alguno cabe apreciar la vulneración
del derecho a la tutela judicial efectiva, sin indefen-
sión, por haber determinado y concretado el impor-
te de los perjuicios indemnizables en esta fase de-
clarativa, si se tiene en cuenta que los daños y
perjuicios que cabe reclamar son los que tienen cau-
sa generadora a la fecha de la demanda —“perpe-
tuatio actionis”—, pues una condena respecto de los
hipotéticos posteriores implicaría una inadmisible
condena de futuro viciada por la incertidumbre
acerca de la realidad de los mismos [Sentencia de
26 de julio de 2001 (LA LEY JURIS. 6432/2001)
que cita las de 2 de diciembre de 1991 (LA LEY
JURIS. 14355-R/1992) —no cabe condena para un
hipotético daño de futuro—, y 18 de marzo de 1992
(LA LEY JURIS. 3079/1992) —ha de ser denegada
cuando supone pedir indemnización por los gastos
que “se ocasionen”... al faltar prueba convincente,
sin que baste la simple afirmación de que se va a
producir—].
Tercero. Denuncian los recurrentes en el segundo
motivo del recurso —que se formula al amparo del
número cuarto del artículo 1692 de la Ley de Enjui-
ciamiento Civil —. la infración de los artículos
1902 y 1903 del Código Civil y de la jurisprudencia
que los interpreta.
La tesis que se pretende imponer consiste, en sín-
tesis, en negar la existencia de una relación de cau-
salidad, entendida en su vertiente jurídica, y en tér-
minos de causalidad adecuada, entre la falta del
deber de vigilancia que se atribuye a los padres del
menor fallecido y el desgraciado accidente.
La sentencia recurrida —como se ha indicado an-
teriormente— consideró que junto con la conducta
negligente de la entidad demandada concurría la de
los progenitores del menor, a quienes atribuyó la
omisión del cuidado exigible para con un menor de
cinco años en un centro en el que se exhibían piezas
y obras de valor “que no deben exponerse a las con-
ductas y movimientos irreflexivos de personas ca-
rentes de razón por su minoría de edad”, imponien-
do a aquéllos la obligación “de mantener una
constante vigilancia cuya forma más natural de ex-
presión es la de llevarle cogido de la mano”. Estima
el tribunal de instancia que dicha conducta omisiva
tuvo relevancia causal en el resultado lesivo produ-
cido, en la proporción de un tercio que se fija en la
sentencia impugnada.
Para resolver este motivo del recurso debe tomarse
como punto de partida que, como se indica en la re-
ciente Sentencia de 26 de septiembre de 2006 (LA
LEY JURIS. 1782/2006) —con cita de la de 6 de no-
viembre de 2001 (LA LEY JURIS. 1135/2002)—
en el sistema resarcitorio de daños, con base en cul-
pa extracontractual, del artículo 1902 del Código
Civil, es preciso que se pruebe la existencia del
nexo causal, correspondiendo la carga de la prueba
12
al perjudicado que ejercita la acción. Por otra parte,
y siguiendo la misma doctrina jurisprudencial, es de
señalar que no basta la causalidad física, sino que es
preciso que conste una acción u omisión atribuible
al que se pretende responsable —o por quién se
debe responder— determinante, en exclusiva o en
unión de otras causas, siempre con certeza, o en un
juicio de probabilidad cualificada, según las cir-
cunstancias concurrentes —entre ellas la entidad
del riesgo—, del resultado dañoso producido. Asi-
mismo señala la Sentencia de 26 de enero de 2006
—recogiendo la doctrina de la de 16 de mayo de
2001 (LA LEY JURIS. 5194/2001)— que “esta Sala
se basa en la doctrina jurisprudencial de la causali-
dad adecuada o eficiente para determinar la existen-
cia de relación o enlace entre la acción u omisión
—causa— y el daño o perjuicio resultante —efec-
to—, pero siempre termina afirmando que opta de-
cididamente por soluciones y criterios que permitan
valorar en cada caso el acto antecedente que se pre-
sente como causa tiene virtualidad suficiente para
que del mismo se derive, como consecuencia nece-
saria, el efecto dañoso producido, y que la determi-
nación del nexo causal debe inspirarse en la valora-
ción de las conductas o circunstancias que el buen
sentido señale en cada caso como índice de respon-
sabilidad, dentro del infinito encadenamiento de
causas y efectos, con abstracción de todo exclusi-
vismo doctrinal”. Y también es de apreciar que, se-
gún precisa la Sentencia de 29 de marzo de 1999,
(LA LEY JURIS. 3410/1999) tales doctrina y orien-
tación jurisprudencial sólo afectan al módulo cuanti-
tativo responsabilizador cuando la causa originaria
alcance tal transcendencia que haga inoperante cual-
quier otra incidencia, así como ésta no sea generante
de una causa independiente.
Pues bien, atendiendo a la doctrina expuesta, y a
la vista del “factum” consignado en la sentencia re-
currida, cuya incolumidad debe mantenerse al no
haber sido desvirtuado oportuna y convenientemen-
te, procede acoger el motivo examinado. La senten-
cia recurrida considera indiscutible la responsabili-
dad de la entidad demandada sobre la base de que
“los encargados del recinto museístico no sólo omi-
tieron la adopción de unas razonables medidas de
seguridad, sino que consintieron la creación de un
riesgo superior al normal, ya que toleraban el toca-
miento de una escultura de estabilidad precaria,
como lo prueba que la fuerza de un niño de cinco
años de edad la descompusiera apenas un año des-
pués de su colocación y fijación”. Si tal es la razón
de la imputación a la demandada del daño y de la
atribución de responsabilidad, no puede admitirse la
relevancia causal que el tribunal de instancia apre-
cia en la conducta de los progenitores del menor fa-
llecido, pues no contribuyó eficazmente a la pro-
ducción del daño en la medida en que, habida
cuenta de las circunstancias que rodearon al desgra-
ciado accidente, aun cuando el menor se encontrara
sometido a la más estrecha vigilancia de sus proge-
nitores, no quedaba excluida la causación del des-
graciado accidente. Este se produjo, en el plano de
la causalidad física, por la acción del menor; pero
en la vertiente jurídica de la causalidad la creación
de aquel riesgo extraordinario por parte de la de-
mandada, colocando una escultura de inestabilidad
acusada e integrada por tres piezas simplemente en-
sambladas una sobre otras y rejuntadas con yeso, y
accesible para los visitantes del museo sin impedi-
mento alguno, “hasta el punto de que —como ya
destacara la sentencia recurrida— una de las vigi-
lantes de seguridad presente en la sala el día del si-
niestro tiene declarado que ‘todo el mundo tocaba
la pieza que se cayó’” (fundamento de derecho se-
gundo de la sentencia recurrida), se erige en la úni-
ca causa, con relevancia y eficaz, en la producción
del daño, dejando sin trascendencia a estos efectos
a los restantes actos que, como sucede con la con-
ducta de los progenitores del menor se presentan
como antecedentes.
Constituye doctrina de esta Sala que para la im-
putación de la responsabilidad cualquiera que sea el
criterio que se utilice (subjetivo u objetivo), es re-
quisito indispensable la determinación del nexo
causal entre la conducta de la gente y la producción
del daño [Sentencia de 11 de febrero de 1998) (LA
LEY JURIS. 2335/1998)], el cual ha de basarse en
una certeza probatoria que no puede quedar desvir-
tuada por una posible aplicación de la teoría del
riesgo, la objetivación de la responsabilidad o la in-
LA LEY
diario
versión de la carga de la prueba [Sentencias de 17 de
diciembre de 1998 y 2 de abril de 1998 (LA LEY JU-
RIS. 4930/1998)]. Es preciso la existencia de una
prueba terminante [Sentencias de 3 de noviembre
de 1993 (LA LEY JURIS. 137/1994) y 31 de julio de
1999) (LA LEY JURIS. 11154/1999)]. El “cómo y el
por qué” del accidente constituyen elementos indis-
pensables en el examen de la causa eficiente del
evento dañoso [Sentencias de 17 de diciembre de
1988 (LA LEY JURIS. 113833-NS/0000), 27 de oc-
tubre de 1990 (LA LEY JURIS. 2046/1991), 13 de
febrero (LA LEY JURIS. 494-5/1993) y 3 de no-
viembre de 1993) (LA LEY JURIS. 137/1994)]. La
prueba del nexo causal, requisito al que no alcanza
la presunción insita en la doctrina de la inversión de
la carga de la prueba, incumbe al actor, el cual debe
acreditar la realidad del hecho imputable al deman-
dado del que se hace surgir la obligación de reparar
el daño causado [Sentencias de 14 de febrero de
1994 (LA LEY JURIS. 41211-JF/0000), 14 de fe-
brero de 1985, 11 de febrero de 1986, 4 de febrero y
4 de junio de 1987, 17 de diciembre de 1988 (LA
LEY JURIS. 113833-NS/0000) entre otras]. [Sen-
tencia del Tribunal Supremo de 30 de junio de
2000). (LA LEY JURIS. 8781/2000). En igual sen-
tido las Sentencias de 22 de julio de 2003 (LA LEY
JURIS. 13476/2003), 20 de febrero de 2003 (LA
LEY JURIS. 11244/2003) y 26 de julio de 2001.
(LA LEY JURIS. 6405/2001)].
No cabe, así las cosas, apreciar la concurrencia
de una conducta omisiva de los padres del menor
fallecido, que tenga relevancia causal en la produc-
ción del daño. Al haberlo hecho la sentencia recu-
rrida ha infringido el artículo 1903 del Código Ci-
vil, en relación con el artículo 1902 del mismo
cuerpo legal, lo que determina la estimación del
motivo, sin que por ello sea preciso examinar la in-
fracción normativa denunciada en cuanto a la co-
rrección de las consecuencias derivadas de la sen-
tencia impugnada en punto a la determinación del
perjuicio y la fijación de su indemnización respecto
de la hija menor de edad, en cuyo nombre y repre-
sentación actúan asimismo los demandantes.
En definitiva, los actores han acreditado fehacien-
temente que la causa del hecho determinante del fa-
llecimiento de su hijo no puede ser razonablemente
otra que la de la estructura por trozos de la escultura
que cayó encima del niño. Y, por el contrario, no
puede razonablemente concurrir a dicho nexo causal
circunstancia distinta, que habría de probar la de-
mandada. Pues no puede estimarse como tal la cir-
cunstancia de que el niño no estuviera cogido de la
mano en lugar cerrado, sin que la demandada tampo-
co aclare quien había de cogerle la mano, su madre,
su padre, o su hermana, llevada en brazos por su ma-
dre. A este respecto procede tener en cuenta que no
se discute que el día 30 de julio de 1994 los actores
acompañando a su hijo Lorenzo de la mano, quien
nada mas comenzar la visita al recinto se desasió de
la misma, al parecer por llamarle la atención una ré-
plica de yeso de las constelaciones, asiéndose, col-
gándose o balanceándose en la misma, lo que provo-
có el desamblaje y posterior caída de los tres
módulos que constituían la escultura, cayendo sobre
el menor, quien resultó con fractura de la base del
cráneo lo que provocó su muerte.
Es decir, siendo normal y no exigible que dentro
de un recinto cerrado un menor no pueda deambular
por sí solo, la conducta de sus padres no concurre
en modo alguno a la producción del hecho y mucho
menos con el resultado de que tuviera que sufrir la
posible y negada conducta negligente la hermana
menor de edad del niño fallecido.
Cuarto. La estimación del segundo motivo del re-
curso determina que deba casarse en parte la sen-
tencia recurrida y que esta Sala, asumiendo la ins-
tancica, resuelva con arreglo a derecho la cuestión
objeto de la controversia judicial, en los términos
en que quedó planteada tras la pretensión impugna-
toria. Y, según lo expuesto, debe darse sustancial
acogida a los pedimentos de la demanda, si bien no
por ello ha de confirmarse íntegramente la sentencia
de primera instancia, pues es posible, según lo ex-
puesto, determinar los daños y los perjuicios sufri-
dos y fijar su importancia económica, sin necesidad
de diferir dicha concreción a la fase de ejecución de
sentencia. Para lo cual debe estarse a los perjuicios
determinados en el fundamento de derecho séptimo
14 de marzo de 2007
de la sentencia recurrida —en realidad, el sexto—,
y a la cuantía de las indemnizaciones allí estableci-
das sin deducción de porcentaje alguno, a saber,
veinte millones de pesetas, a razón de diez millones
de pesetas para cada progenitor, por los daños mo-
rales, y tres millones de pesetas, por el mismo con-
cepto, para la hija menor de edad, en cuyo nombre
actúan también aquéllos; importes a cuyo pago se
condena a la entidad demandada; y en concepto de
daños patrimoniales, procede condenar asimismo a
ésta a abonar a los demandantes los gastos de sepe-
lio, que ascienden a la suma de 848.636 pesetas; lo
que arroja una cantidad total de 23.848.636 pesetas.
Estas cantidades devengarán el interés procesal del
artículo 921, apartado cuarto, de la Ley de Enjuicia-
miento Civil, desde la fecha de la sentencia de se-
gunda instancia, en relación con las cantidades en
ella fijadas (6.666.666 pesetas, para cada uno de los
progenitores, 2.000.000 de pesetas para la hermana
menor del fallecido y 567.757 pesetas por daños na-
turales), produciéndose el interés ejecutorio sobre
las indemnizaciones totales que ahora se fijan en
23.848.636 pesetas, a partir de la fecha de la pre-
sente sentencia.
Quinto. Al haber sido sustancialmente estimadas
las pretensiones de la demanda procede la imposi-
ción del pago de las costas causadas en primera ins-
tancia a la demandada, conforme al artículo 523 de
la Ley de Enjuiciamiento Civil. Y no procede hacer
declaración expresa sobre imposición de pago de
costas causadas ni en la segunda instancia ni en este
recurso de casación, en atención a lo previsto en los
artículos 710 y 1715 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil.
Por lo expuesto, en nombre del Rey y por la auto-
ridad conferida por el pueblo español
FALLO
Que debemos acordar lo siguiente:
I.– Haber lugar, en parte, al recurso de casación
interpuesto por la representación procesal de D. Lu-
cio y D.ª Cecilia, en su propio nombre y en nombre
y representación de su hija menor de edad Rocío,
frente a la sentencia dictada por la Audiencia Pro-
vincial de Barcelona, Sección Decimosexta, de 22
de octubre de 1999.
II.– Casar y anular en parte la misma, en el senti-
do de que, estimando sustancialmente la demanda,
se fija el importe de la indemnización de los daños
y perjuicios que ha de abonar la demandada a los
actores en las siguientes cantidades: diez millones
de pesetas para cada progenitor en concepto de da-
ños morales, y conjuntamente para ambos la suma
de ochocientas cuarenta y ocho mil seiscientas
treinta y seis pesetas, en concepto de daños materia-
les; y para la menor Rocío, la suma de tres millones
de pesetas, en concepto de daños morales. Las indi-
cadas cantidades devengarán el interés procesal del
apartado cuarto del artículo 921 de la Ley de Enjui-
ciamiento Civil desde la fecha de la presente resolu-
ción, y, en lo relativo a las indemnizaciones fijadas
en la sentencia de apelación impugnada, dicho inte-
rés ejecutorio se devengará desde el 22 de octubre
de 1999 hasta la fecha de esta sentencia de casa-
ción.
II.– Conforme al artículo 523 de la Ley de Enjui-
ciamiento Civil procede la imposición del pago de
las costas causadas en primera instancia a la deman-
dada, y en atención a lo previsto en los artículos
710 y 1715 de la misma Ley, no procede hacer de-
claración expresa sobre imposición de pago de cos-
tas causadas ni en la segunda instancia ni en este re-
curso de casación.
Líbrese a la mencionada Audiencia la certifica-
ción correspondiente con devolución de los autos y
rollo de Sala remitidos.
Así por esta nuestra sentencia, que se insertará en
la COLECCIÓN LEGISLATIVA pasándose al efec-
to las copias necesarias, lo pronunciamos, manda-
mos y firmamos Jesús Corbal Fernández. Vicente
Luis Montés Penadés. Clemente Auger Liñán. Ru-
bricado.
14 de marzo de 2007
LA LEY 13

diario
La sentencia del día
RESPONSABILIDAD DE UN AYUNTAMIENTO POR LOS PERJUICIOS
CAUSADOS AL PROPIETARIO DE UN VEHÍCULO AL QUE NO COMUNICÓ,
PESE A DENUNCIAR SU ROBO, QUE HABÍA SIDO TRASLADO AL
DEPÓSITO DE GRÚAS POR ORDEN DE LA POLICÍA MUNICIPAL

477—JCA Nº 1 (Pamplona) S 26 Ene. 2007.—Ponente: Azcona Labiano, María Jesús.

RESPONSABILIDAD DE LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS.—
Administración local.—Supuesto en el que el propietario de un ve-
hículo denuncia su sustracción, no siéndole indicado por la poli-
cía municipal que dicho vehículo había sufrido un accidente el día
anterior y había sido conducido al depósito municipal de grúas.—
Cadena de fallos por la Administración que no se han solventado.
En el caso, debe prosperar la acción de responsabilidad patrimonial dirigida
contra el Ayuntamiento demandado. Los hechos se remontan a noviembre de
2003, cuando el demandante acudió a recoger su vehículo del lugar donde lo
había estacionado, y no lo encontró, dirigiéndose a continuación a la policía
municipal ante quien presentó una denuncia por sustracción de vehículo. Du-
rante los meses siguientes no tuvo noticia del vehículo hasta que el 25 May.
2004 recibe un aviso telefónico del depósito de grúas de la ciudad desde el que
se le comunica que el vehículo se encuentra en dichas dependencias a las cua-
les había sido trasladado por orden de la policía municipal, tras sufrir un acci-
dente la noche anterior al día en que denuncia su desaparición. Al día siguien-
te, el actor acude a la policía, que lo único que hace es levantar un atestado de
recuperación del vehículo, pero no le devuelven el automóvil, ya que para ello
debe costear los gastos que supone el servicio de grúa que se hizo en su día, y
la estancia posterior en sus dependencias. Asimismo, y pese a constarle al
Ayuntamiento la existencia de un informe de la policía municipal en el que se
refleja que ni se intentó contactar con el propietario del vehículo tras llevarlo al
referido depósito, ni se le informó de que el vehículo había sufrido un accidente
el día anterior a la denuncia, no procede a la devolución de vehículo. Todo ello
revela que los fallos de la Administración local han sido varios. Se han seguido
uno tras otro, no se han solventado ni se han hecho las gestiones necesarias,
adecuadas y conducentes a resolver y solventar la situación y, por lo tanto, es
evidente que se ha producido un deficiente, irregular y anormal funcionamiento
del servicio público municipal. En cuanto al quantum indemnizatorio, se estima
como adecuada la cantidad de 6.000 € por los daños y perjuicios causados en
total y en general; debiendo el Ayuntamiento demandado efectuar las gestiones
oportunas con la empresa colaboradora de la policía municipal, para que se
proceda a la devolución del vehículo sin más dilación.
Normas aplicadas: art. 239 LJCA 1998 (LA LEY-LEG. 2689/1998); art. 1214 CC.

En Pamplona/Iruña, a 26 de enero de 2007.
(...)
FUNDAMENTOS DE DERECHO
(...)
Segundo.– El examen del expediente administrati-
vo permite constatar todo y cada uno de los hechos,
relatados con todo lujo de detalles por el actor en su
escrito de demanda.
Llegados a este punto, no son de recibo las alega-
ciones que efectúa la Administración Local en el ex-
pediente administrativo, y que obran a los folios 35 y
ss. Así, por ejemplo, se dice “no se puede imputar el
funcionamiento de un servicio público los perjuicios
alegados, puesto que se intentó contactar con el inte-
resado. Además, teniendo en cuenta los medios de
que se disponía, no pudieron informarle que el vehí-
culo había sido objeto de un accidente. No obstante, y
aun en el caso de que pudiera reconocerse algún fallo,
lo cierto es que el nexo causal quedaría roto por la
conducta de la aseguradora del vehículo Aegon y de
Grúas Pamplona. Correspondía —sigue diciendo el
Ayuntamiento— tanto a la aseguradora del vehículo
como a Grúas Pamplona comunicar al interesado que
su vehículo se encontraba en dependencias de Grúas
Pamplona. Por un lado, Grúas Pamplona debió comu-
nicar a Aegon que el vehículo de su asegurado se en-
contraba depositado en sus instalaciones; y, por otro,
Aegon debió haberse puesto en contacto con su ase-
gurado para comunicarle tal extremo; y con Mapfre,
para que procediera a la reparación del vehículo y ha-
cerse cargo de la grúa.
Y no se pueden acoger esas alegaciones por lo si-
guiente. Primero, partiremos de los hechos acredita-
dos. D. F.E.O. es propietario del vehículo marca Re-
nault, modelo Twingo, matrícula (...), el cual dejó
correctamente aparcado el día 27 de octubre de 2003
en la Vuelta del Castillo, al lado de la puerta de la
Casa de Misericordia.
El día 2 de noviembre, cuando fue a recogerlo, el
citado vehículo no estaba en el sitio en el que lo había
dejado estacionado, encontrando en su lugar restos de
cristales rotos, por lo que pensó que alguien lo había
sustraído fracturando un cristal. Ninguna nota, pegati-
na, ni nada parecido encontró en el lugar.
Por ello se dirigió a continuación a la Policía Mu-
nicipal del Ayuntamiento de Pamplona, ante quien
presentó denuncia por sustracción del citado vehícu-
lo, instruyéndose el atestado n.º 6149-11-03/D.
Desde aquella fecha permanece sin vehículo y sin
noticias del mismo hasta que el día 25 de mayo de
2004 recibe un aviso telefónico de la mercantil Grúas
Pamplona, sita en la calle Ermitapea n.º (...), de la lo-
calidad de Ansoain, comunicándole que el citado ve-
hículo se encuentra en sus dependencias, a las que
acude y donde, para poder retirar el vehículo, le exi-
gen el previo pago del servicio de grúa que en su día
realizó, así como el importe de la estancia desde el
día 1 de noviembre de 2003 a razón de 6 euros por
día, lo que sumaba el día 25-05-2004 la cantidad de
1.202 euros. Ante las razones de mi patrocinado ex-
plicando que —según creía entonces— el vehículo le
había sido sustraído siete meses antes, el encargado
de Grúas Pamplona le dice que el automóvil fue tras-
ladado por la citada mercantil a sus dependencias por
orden de la Policía Municipal.
Al día siguiente, 26 de mayo de 2004, el actor acu-
de a la Policía Municipal de Pamplona, donde solici-
ta al Agente de Atestados que se le devuelva el auto-
móvil sin tener que abonar los gastos de estancia.
Los Agentes número 264, como Instructor, y 308,
como Secretario, lo único que hacen es levantar un
atestado de recuperación del vehículo, consignando
en el mismo: “Lugar de la recuperación: Policía Mu-
nicipal de la localidad de Ansoain” (sic), pero no le
devuelven el automóvil retirado por orden suya, ya
que para ello “debe costear los gastos que supone el
servicio de grúa que se hizo en su día y la estancia
posterior en sus dependencias”. También le informan
“que el vehículo estuvo implicado en un accidente de
circulación estando estacionado y le facilitan los da-
tos del vehículo causante y el número de atestado le-
vantado, el 3873/2003”.
Como consecuencia de ello comienzan los prime-
ros gastos para el actor, ya que tiene que proveer fon-
dos al abogado y éste solicita al Ayuntamiento el ates-
tado n.º 3873/2003 del accidente sufrido por su
vehículo, por el que tiene que abonar la cantidad de
69,75 €.
En la página 3 de dicho atestado —entregado a esta
parte el día 4 de junio de 2004— se dice que el “turis-
mo estacionado, matrícula (...) presenta daños de con-
sideración en su parte trasera, así como en el frontal
por desplazamiento, es retirado del lugar por Grúas
Pamplona por tener la luna trasera rota”. Pero la Poli-
cía Municipal no le comunica a mi representado el
atestado para que pueda defender sus intereses, ni
tampoco se le comunica la retirada del vehículo de la
vía pública, ni dónde se encuentra.
Por otra parte, es curioso que el atestado no esté fe-
chado ni diga tampoco cuándo se realizó. Tampoco se
identifica al testigo que manifiesta la velocidad exce-
siva del vehículo causante de los daños. La única da-
tación es la referida al día y la hora en que sucedieron
los hechos: las dos horas y veinticinco minutos del
día 1 de noviembre de 2003.
Durante los meses de septiembre, octubre, noviem-
bre y diciembre del año 2004, el abogado del Sr.
F.E.O. realiza varias gestiones en diversas instancias
del Ayuntamiento para tratar de solucionar el proble-
ma creado y le sea devuelto el vehículo sin tener que
pagar la cantidad exigida por Grúas Pamplona para su
devolución. Fracasadas estas gestiones y a indicación
de su abogado, con fecha 20 de enero de 2005, el Sr.
F.E.O. presenta ante el Ayuntamiento de Pamplona
Reclamación por Responsabilidad Patrimonial por el
funcionamiento de los servicios públicos solicitando
que se acuerde la entrega del vehículo al reclamante
sin que tenga que abonar él los gastos de estancia y
una indemnización de 6.000 euros por los daños y
perjuicios causados.
Cuatro meses después, concretamente el día 19 de
mayo de 2005, la responsable de Patrimonio del
Ayuntamiento de Pamplona requiere al actor para que
en el plazo de 10 días hábiles aporte documentación
sobre la póliza del vehículo y conteste a las preguntas
de si recibió alguna comunicación de Mapfre y si ha-
bía efectuado la reparación del vehículo —ignorando
que el vehículo seguía en manos de Grúas Pamplona,
quien pedía una elevada cantidad de dinero para reti-
rarlo, cantidad que iba incrementándose en 6 euros
por cada día que pasaba, tal como se decía en el escri-
to de reclamación—.
Con fecha 23 de mayo de 2005 el actor contesta a
dicho escrito diciendo que carece de póliza, puesto
que desde que finalizó el plazo anual contratado, al
estar el vehículo desaparecido, lo dio de baja en el se-
guro. Contesta también de forma negativa a las pre-
guntas.
Más de ocho meses después, el día 31 de enero de
2006, la responsable de Patrimonio del Ayuntamiento
de Pamplona le comunica la concesión de un plazo de
10 días hábiles para formular alegaciones a la vista de
la documentación obrante en el expediente, que con-
siste en una copia del informe de la Policía Munici-
pal, una copia del escrito de Grúas Pamplona y una
14
copia del escrito de Mapfre. Mediante escrito de fe-
cha 14 de febrero de 2006, presenta las alegaciones.
El citado Informe de la Policía Municipal, que
consta en el expediente, contiene dos declaraciones:
la del Agente 240, que redactó el atestado del acci-
dente ocurrido el día 1 de noviembre de 2003, y la del
Sargento n.º 214, que se hizo cargo del asunto desde
el momento en que el propietario del vehículo tuvo
conocimiento de su paradero.
En el primero, extendido el día 12 de marzo de
2005, dice el citado Agente:
“el accidente se produjo en la noche del 31 de oc-
tubre al 1 de noviembre y a partir de este momento
tuve cinco días de licencia por ingreso de mi hijo, a
continuación cuatro días de trabajo y otros seis días
de descanso. Motivo por el que no me fue posible ha-
cer un seguimiento personal del asunto, hecho que
por otro lado lamento, a la vista de cómo se ha desa-
rrollado el tema.
Cuando Grúas Pamplona se digna avisar al propie-
tario del vehículo de que éste se encuentra en sus de-
pendencias, el que suscribe... se ofreció a realizar las
gestiones que fueran necesarias pero... el asunto que-
dó en manos de segundas personas para darle una so-
lución, hecho que también lamento, a la vista del re-
sultado actual”.
En el segundo informe, extendido el día 10 de sep-
tiembre de 2004, el mencionado Sargento n.º 214
dice:
“De lo expuesto hasta aquí se puede deducir que ha
habido un cúmulo de circunstancias que han hecho
que D. F.E.O., propietario del turismo Renault Twingo
matrícula (...), se vea seriamente perjudicado en sus
intereses. En primer lugar, se protege la propiedad de
esta personal al retirar el vehículo con una grúa parti-
cular... a su depósito hasta que el titular disponga del
mismo, pero luego hay fallo por nuestra parte al no
volver a intentar el contacto con dicha persona y ha-
cerle sabedor de lo acontecido. También se falla por
parte de la Policía Municipal cuando esta persona acu-
de a denunciar el robo de su vehículo y, por carencia
de medios, no se le informa de que dicho vehículo ha-
bía sufrido un accidente la noche anterior...
Remito este informe para que se valore en su justa
medida la situación de D. F.E.O., que en el día de la
fecha sigue sin poder retirar su propio vehículo del
depósito de Grúas Pamplona sin pagar la factura por
tan larga permanencia en el mismo”.
Es decir, el Ayuntamiento de Pamplona disponía de
este segundo informe del Sargento de la Policía Mu-
nicipal cuando el abogado del actor estaba realizando
gestiones ante diversas instancias municipales en los
meses de septiembre a diciembre del año 2004, antes
de presentar la reclamación por responsabilidad patri-
monial, a pesar de lo cual el Ayuntamiento no le de-
vuelve su vehículo.
Y el primero de los informes, el redactado por el
Agente n.º 240 reconociendo los hechos, estaba en
manos del Ayuntamiento más de un año antes de que
la Alcaldía adoptara la resolución impugnada de no
asumir la responsabilidad patrimonial por los daños
causados.
Tribuna
EL FUTURO DE LA MEDIACIÓN PREPROCESAL (1)
Por ISIDORO ÁLVAREZ SACRISTÁN
Doctor en Derecho. Magistrado emérito
R I. ANTECEDENTES
La conciliación es un instituto que, a pesar de ha-
ber tenido cierta raigambre en nuestras instituciones
romanas —conciliator— no pasó al Derecho positivo
LA LEY
diario
A pesar del contenido de dichos informes y de la
fecha de su emisión, no es hasta el 3 de abril de
2006 cuando la Alcaldía del Ayuntamiento de Pam-
plona comunica a mi representado la Resolución de
24-03-2006 por la que desestima la reclamación pre-
sentada “por no ser el daño consecuencia exclusiva,
directa e inmediata del funcionamiento de un servicio
público”.
Tercero.– Llegados a este punto, resulta relevante
en orden a la resolución del pleito que nos ocupa la
identificación de los criterios de aplicación a estos su-
puestos de los principios generales de distribución de
la carga de la prueba.
Como es bien sabido, en el proceso contencioso-
administrativo rige el principio general inferido del
art. 1214 del Código Civil. Así, cada parte soporta la
carga de probar los datos que, no siendo notorios ni
negativos y que resultando controvertidos, constitu-
yen el supuesto de hecho de la norma cuyas conse-
cuencias jurídicas invoca a su favor.
Así entonces, corresponde a la Administración de-
mandada —habida cuenta de la tesis que sostiene—
acreditar y demostrar suficientemente la culpa concu-
rrente del perjudicado. Pues bien, a tenor de todo lo
actuado, esta Juzgadora no puede en absoluto colegir
que el perjudicado —y hoy demandante— haya incu-
rrido en culpa alguna. A juicio de esta Juzgadora, ver-
daderamente el actor ha hecho lo que cualquier perso-
na razonable habría hecho en una situación tan
rocambolesca y —si se quiere— “kafkiana” —en
propias palabras del demandante—, como la que se
produjo y que ha tenido que sufrir.
Los fallos de la Administración Local han sido va-
rios. Se han seguido uno tras otro, no se han solventa-
do ni se han hecho las gestiones necesarias, adecua-
das y conducentes a resolver y solventar la situación
y, por lo tanto, es evidente que se ha producido un de-
ficiente, irregular y anormal funcionamiento del ser-
vicio público municipal.
Obsérvese que el actor había dado de baja el segu-
ro del vehículo en noviembre de 2003, días después
de la desaparición. En mayo de 2004, cuando le infor-
man de que su vehículo se encuentra en el depósito de
Grúas Pamplona, ya dice por escrito que debería de
responder Mapfre, la aseguradora del vehículo cau-
sante del siniestro. La empresa colaboradora del
Ayuntamiento nada hace al respecto. Debió entonces
el Ayuntamiento llevar a cabo las gestiones oportunas
con Mapfre en su caso y proceder a la devolución del
vehículo, al margen de las obligaciones, en su caso,
con Grúas Pamplona que deriven de sus relaciones in-
ternas y que en nada afectan al particular perjudicado.
Cuarto.– La jurisprudencia exige, conforme a lo
establecido en nuestro ordenamiento jurídico, la exis-
tencia de los siguientes requisitos para generar res-
ponsabilidad patrimonial de la Administración Públi-
ca: a) Una lesión sufrida por un particular en
cualquiera de sus bienes o derechos; b) Que la lesión
sea imputable a la Administración como consecuencia
del funcionamiento normal o anormal de los servicios
públicos, si no se trata de un supuesto de fuerza ma-
yor; c) Que exista una relación de causalidad entre la
lesión sufrida por el particular y el funcionamiento
normal o anormal de los servicios públicos.
de una manera práctica. Sí se han sustantivizado —e
incorporado el Derecho procesal— los arbitrajes y
otras figuras heterocompositivas. En nuestro Dere-
cho, se invoca a la mediación en el Real Decreto-Ley
5/1979, de 25 de enero, por el que se crea el Instituto
de Mediación, Arbitraje y Conciliación, en cuya Ex-
14 de marzo de 2007
Pues bien, a la luz de todo lo actuado no queda sino
colegir que, efectivamente, concurren en el presente
caso los tres presupuestos exigidos para estimar la ac-
ción de responsabilidad patrimonial de la Administra-
ción y que, por lo tanto, procede estimar el presente
recurso contencioso-administrativo.
Quinto.– Costas. De conformidad con lo estable-
cido en el art. 139.1 de la Ley 29/98 de 13 de Julio,
reguladora de la Jurisdicción Contenciosa Adminis-
trativa, el órgano jurisdiccional al dictar sentencias o
al resolver por auto los recursos o incidentes que
ante el mismo se promovieren ha de imponer las
costas, razonándolo motivadamente, a la parte que
sostuviere su acción o interpusiese los recursos con
mala fe o temeridad. Dicho esto, queda por determi-
nar qué se entiende por temeridad, a los efectos que
ahora nos ocupan, sobre imposición de costas. Dice
Guasp que por litigante temerario o de mala fe debe-
mos entender aquél que sostiene una pretensión in-
justa sabiendo que es o hubiera podido saberlo, si
hubiera indagado con más diligencia, los fundamen-
tos de la pretensión. La jurisprudencia ha venido
elaborando, en esta materia, una doctrina según la
cual, el hecho de haber insistido en sostener una ac-
ción a pesar de la doctrina jurisprudencial contraria
(STS 29 de junio de 1993), salvando la certeza de
que ningún juicio humano es infalible y la posibili-
dad de que, en el caso concreto, presente matices
que obliguen a dar una solución diferente (STS 19
de diciembre de 1989), o el hecho de ir en contradic-
ción de un claro texto legal, constituye notoria teme-
ridad.
En el presente caso, concurren méritos suficientes
para estimar que el recurrido es merecedor de la con-
dena en costas, habida cuenta de que ha litigado en el
presente caso con temeridad; y, además, a los efectos
de lo establecido en el art. 139 de la LJCA, la no con-
dena en costas podría hacer perder la finalidad legíti-
ma del presente recurso; con lo cual —como hemos
dicho—, procede condenar en costas a la Administra-
ción demandada, al Ayuntamiento de Pamplona.
En cuanto al quantum indemnizatorio, procede in-
demnizar al actor por parte del Ayuntamiento de Pam-
plona en la cantidad estimada de 6.000 € por los da-
ños y perjuicios causados en total y en general; y
también, y puesto que aún no se ha procedido a la de-
volución del vehículo del actor, por cuanto que el
Ayuntamiento no ha hecho las gestiones oportunas
con la empresa colaboradora de la Policía Municipal
“Grúas Pamplona”, deberá ya en este momento tomar
las medidas oportunas para, precisamente, que se pro-
ceda a la devolución del vehículo sin más dilación.
FALLO
Que debo estimar, como estimo, el presente recurso
contencioso-administrativo interpuesto por el procu-
rador D. ALBERTO MIRAMÓN GÓMARA, en
nombre y representación de D. F.E.O. contra la actua-
ción administrativa referenciada; y debo declarar y
declaro que el Ayuntamiento de Pamplona habrá de
indemnizar al actor en la cantidad de 6.000 € y habrá
de hacer todas aquellas actuaciones y gestiones con-
ducentes a la devolución del vehículo en el plazo má-
ximo de 15 días; con imposición de las costas causa-
das a la Administración demandada.
posición de Motivos se decía: La mediación es una
figura conveniente; su eficacia está demostrada en
la realidad diaria, haciéndose aconsejable su institu-
cionalización, sobre los presupuestos de imparciali-
dad del mediador y la libre aceptación de su actua-
ción por los interesados. Más adelante, en este
14 de marzo de 2007
mismo RD-Ley, en su art. 6 se refería a la mediación
en la que los trabajadores y empresarios podrán soli-
citar del Instituto la designación de un mediador im-
parcial en cualquier momento de la negociación o de
una controversia, previa audiencia de los interesados.
Como puede apreciarse se limitaba únicamente a la
mediación en el orden laboral. Las funciones de este
Instituto han sido traspasadas a los correspondientes
organismos de la Comunidades Autónomas. Con
todo y con eso, si bien se mantienen, y se acude dia-
riamente a las funciones de la conciliación, no existe
una práctica de la mediación en el ámbito laboral, si
acaso en los conflictos derivados de la huelga. Este
no es el campo en el cual se propone el futuro ámbito
preprocesal.
En el ámbito de las relaciones privadas, existía en la
Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC) de 1881 la figura
del hombre bueno, asistente como mediador a los actos
de conciliación —art. 470 LEC, derogado por la Ley
34/1984—. Decía el Digesto —Libro I, Título XVII,
Ley 22, párrafo 1.º— que «siempre que los juicios de
buena fe se deja al arbitrio del principal o procurador la
condición, se entiende a arbitrio de hombre bueno», fi-
gura que al desaparecer, desaparece también procesal-
mente el mediador.
R II. LIBRO VERDE DE LA COMISIÓN
DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS
El 19 de abril de 2002 se presentó por la Comisión
—previo a lo que luego fue el Proyecto de Directiva
en el año 2004— el denominado Libro Verde «Sobre
las Medidas alternativas de solución de conflictos en
el ámbito del derecho civil y mercantil». Este libro
planteaba una serie de consultas a los Estados miem-
bros sobre los distintos aspectos, realizando una sín-
tesis sobre lo que se iba a denominar Alternative Dis-
pute Resolución o ADR, terminología que se
empleará a partir de este momento. Bien es cierto
que en este Libro se programan una serie de presu-
puestos que, desde luego, no están acordes con la
práctica procesal y extraprocesal de la situación es-
pañola y que ignoramos la posible contestación a la
encuesta a que se somete el final del citado Libro.
Por significar algo de ello, hemos de hacer referencia
a una frase —en la síntesis, prólogo o exposición de
motivos del Libro— en la cual se dice que «la eclo-
sión de las ADR en la práctica en beneficio de los
ciudadanos, cuyo acceso a la justicia ha mejorado
gracias a ello» (2). Ni en nuestro caso, ni en ningún
supuesto en el ámbito del Derecho del trabajo se pue-
de afirmar que el acceso a la justicia haya mejorado
con la práctica —inexistente— de las ADR. No es,
desde luego, una «prioridad política» la asunción de
estas prácticas; si acaso tendría —ya lo decimos des-
de este momento— una repercusión social y minoraría
el acceso a la jurisdicción, pero como veremos la ter-
minación de un ADR sería más eficaz con la homolo-
gación judicial (3). Una de las misiones —a juicio del
Libro Verde— de estos ADR es dar respuesta a las
dificultades de acceso a la justicia, por los retrasos,
los procesos largos, la dificultad del entendimiento de
las normas y los gastos que ocasiona (4).
Sí es cierto lo que se manifiesta en el punto 9 del Li-
bro, cual es la posibilidad de entablar un diálogo entre
las partes en conflicto antes de acudir a los Tribunales.
Pero en la práctica este diálogo se produce entre los
abogados de las partes antes de un acto judicial. Un as-
pecto cuestionable es la posible propuesta de que exis-
tan organismos públicos u organizaciones profesiona-
les para resolver las ADR. Como puede apreciarse esta
intromisión no arreglaría la cuestión sino que la buro-
cratizaría (5). En el punto 27 invoca la posibilidad de
que los jueces intervengan en los ADR. En nuestra
normativa, no existe —como se dice en el Libro— la
posibilidad de «consultar a un juez», sino que la posi-
bilidad de llegar a un acuerdo, antes del juicio, está
contenido en el art. 428.3 LEC en que se permite a las
partes —delante del juez que exhortará a las partes
para que terminen el pleito, ex art. 428.2 LEC— poner
fin al litigio mediante acuerdo. Esta es una función
conciliadora (6) o, como se desprende de la expresión
el tribunal podrá exhortar a las partes... para que lle-
guen a un acuerdo.
LA LEY
diario
R III. PROYECTO DE DIRECTIVA
Existe una propuesta de una Directiva en el seno
de la UE, para la resolución de los conflictos priva-
dos —que ha sido estudiada en relación al Derecho
Civil español, por la profesora de Derecho Civil y Ca-
tedrática de Escuela Universitaria de León, ÁLVA-
REZ MORENO— y que se definió a la mediación
como un sistema de resolución de controversias con-
sistentes en que son las propias partes implicadas en
el conflicto quienes tratan de llegar a un acuerdo
que ponga fin al mismo con la ayuda de un tercero
imparcial (mediador) que no tiene facultades de de-
cisión» (7). Se parte, por tanto, de varias características:
1) que exista un conflicto jurídico entre dos o más per-
sonas; 2) que se sometan al conocimiento de un terce-
ro; 3) que se alcance un acuerdo entre las partes, sin
que en el mismo participe el mediador, y 4) que —ya
adelantamos— se llegue a una transacción. Incluso la
Propuesta de Directiva invoca la figura del mediador
como todo tercero independiente que lleva a cabo una
mediación, que es imparcial y desprovisto de poderes
vinculantes y que ni siquiera forma parte de la trans-
acción. Hay una diferencia con el arbitraje y, aunque
no es momento de estudiar su comparación, puede de-
cirse que no tiene los efectos ejecutorios, pero contie-
ne los efectos procesales de la transacción ex art. 1816
del Código Civil. No obstante la Propuesta de Directi-
va establece la posibilidad de que la transacción o lo
alcanzado como consecuencia de la mediación tenga
un carácter de homologación judicial a efectos de ser
título ejecutivo a semejanza de los laudos o resolucio-
nes arbitrales, según se dispone en el art. 517.2.2.º de
la LEC. No obstante, cuando en el art. 19 de la LEC
se invoca a la transacción, se está refiriendo a la
transacción judicial, y no a la que se pone fin con
la mediación.
En concreto, en la Exposición de Motivos de la pro-
puesta, se sustenta en varios aspectos: 1) las respuestas
que los Estados miembros dieron a las preguntas que
en el Libro Verde se suscitaban; 2) que se trata de unos
supuestos de autorregulación; 3) una manera rápida y
simple de solucionar los conflictos; 4) una cantera sin
explotar (8); 5) promover en los Estados la creación de
la mediación; 6) que sea una alternativa a los procesos
judiciales; y 7) que sea una sistema jurídico eficaz y
justo. No hemos de olvidar que el proyecto de la Cons-
titución Europea, en su art. III-269, se dice que estable-
cerán medidas para garantizar el desarrollo de métodos
alternativos de resolución de los litigios.
En el art. 2.º de la Directiva se da una definición de
«Mediación» —aunque nosotros vamos a proponer
otra más adelante— en la cual se especifica que es
aquella situación en que dos o más partes son asisti-
das por un tercero para alcanzar un acuerdo sobre la
resolución del litigio. Conviene decir, de entrada, que,
o la traducción al español no ha sido correcta o se trata
de introducir —como veremos más adelante— una
nueva institución en el ámbito judicial, pues la expre-
sión «litigio», no puede tener otro sentido que «pleito,
juicio ante el juez» (9) o, en palabras de ULPIANO,
Litis nomen omnem actionem significat(10). Ya se ve
que en el mismo art. 2.º se define a la mediación en un
momento procesal (independientemente de si el proce-
so es iniciado por las partes u ordenado por un órga-
no jurisdiccional). La expresión «partes en un litigio»
no puede entenderse de otra manera que «partes en
conflicto», pues la propia nomenclatura que ha alcan-
zado consenso de ADR no puede llegar a otra conclu-
sión que el que se trata de una acción privada, sin en-
tremezclarla procesalmente con un acto judicial, pues
para ello existen en el proceso español momentos de
acuerdo o conciliación, como acertadamente se dice
en el propio art. 2.º que «no incluirá los intentos del
juez por solucionar el litigio en el curso del proceso
judicial»; por lo tanto, el Juez nunca puede ser un me-
diador en el sentido de la Directiva, dado que tiene
otras funciones: tales las del art. 428 LEC, o el mo-
mento anterior a dictar la sentencia, art. 415 LEC, el
acuerdo y la solicitud de la homologación, art. 84
LPL, o el intento de conciliación en el juicio del orden
social de la jurisdicción. Pero fíjese bien que no se tra-
ta de que el juez sea «mediador», sino que es incita-
dor al acuerdo, y está presente para que el acuerdo se
15
realice con las suficientes garantías, cuyas consecuen-
cias negativas aparecen en el art. 84.1 Ley de Procedi-
miento Laboral (LPL) al decir que Si el órgano judi-
cial estimare que lo convenido en es constitutivo de
lesión grave para alguna de las partes, de fraude de
ley o de abuso de derecho, no aprobará el acuerdo.
Define el art. 2.º la figura del «mediador» como el
tercero que lleva a cabo la mediación. Más adelante
propondremos algunos aspectos de esta figura.
Sigue extrañando que el art. 3 se refiera a la «Remi-
sión a la mediación», con una primera propuesta de
intervención judicial que propone a las partes la me-
diación que parece entenderse como una función ab
initio del juzgador para el acuerdo a que se refiere
nuestra LEC. Si se tratara de introducir otra institución
en el ámbito procesal distinta de la conciliación —que
ya existe, voluntaria en la vía civil y obligatoria pre-
procesal en el ámbito laboral— y estaríamos burocra-
tizando nuevamente los juzgados y creemos que para
evitarse ello no puede entenderse de otra forma la Me-
diación como un momento anterior al litigio, como un
supuesto evitable de acceso a la jurisdicción. Según la
Directiva se trata, naturalmente de un acto voluntario,
pues no afectará al uso obligatorio... ya sea antes o
después de la incoación del proceso judicial. Por eso,
ANDRÉS CIURANA (11) dice que se trata de los su-
puestos de mediación facultativa u obligatoria para las
partes. Yo creo que se sigue confundiendo el instituto
de la mediación con el de la conciliación que, como
hemos visto, es obligatoria —tanto la preprocesal ad-
ministrativa, como la procesal, en el juicio laboral—
en el art. 63 LPL y voluntaria en la LEC de 1881.
La Directiva se preocupará por garantizar la cali-
dad de la mediación. Para ello, propone dos supues-
tos: 1) el control de calidad para la prestación de
servicios, y 2) la formación de los mediadores. Con
respecto a lo primero, no estamos suponiendo que
exista un entramado técnico o burocrático que sea so-
porte de los actos, consultas, reuniones, etc., y lugares
en que sea posible redactar documentos, mantener ex-
posiciones orales, aportar documentos o pruebas, etc.;
naturalmente que, estos lugares, deberían de ser loca-
les o despachos del mismo mediador, o de una institu-
ción que se dedicara a estos menesteres, pero siempre
distinto del de alguna de las partes en litigio: en defi-
nitiva un lugar neutral de suficiente prestigio que no
pudiera infundir sospechas a ninguna de las partes de
ineficacia o imparcialidad. Sobre la formación de los
mediadores, la Directiva traslada a los Estados miem-
bros la obligación de promover y fomentar la forma-
ción de mediadores que —obvio es decirlo— (12) de-
berán ser expertos en la materia. Normalmente las
ADR suelen revelarse como unas cuestiones de hecho
pero que para su resolución es necesario aplicar el
Derecho. Por que la mediación no es un arbitraje, ni
puede saldarse con un laudo —sea de derecho o en
equidad—, sino que se trata de una propuesta de ave-
nencia autocompositiva. Por ello, la necesidad de que
el mediador sea un jurista o experto en materias lega-
les o normativas. Parece ser que la Directiva traslada
tanto el nombramiento o la designación del mediador
al Estado, al emplear las expresiones «el modo que
haya sido designado o se le haya designado a la me-
diación». ¿Quién designa a la mediación? Tiene razón
María Teresa ÁLVAREZ (13) cuando se pregunta cuá-
les son las alternativas de la designación. Lo que ver-
daderamente afecta al Estado es la formación de los
mediadores. Si es competencia del Estado su forma-
ción, será también la competencia exclusiva de la acti-
vidad profesional. Estarían los mediadores en la mis-
ma situación legal que los auditores o los censores
jurados de cuentas que, por cierto, existe para su regu-
lación la Directiva 84/253/CEE del Consejo «relativa
a la autorización de las personas encargadas del con-
trol de documentos contables y realizar autorías lega-
les» (14). Sería una formación pública, con titulación
estatal, de profesión privada. Y por supuesto designa-
da por las partes y nunca obligatoria.
R III. SITUACIÓN ACTUAL
Son escasos los estamentos, organizaciones o estu-
dios sobre la medicación. Como ya hemos visto en el
 LA LEY
diario
14 de marzo de 2007
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ámbito laboral, se centra la conciliación ante los or-
ganismos arbitrales en algunas Comunidades Autó-
nomas. En el ámbito privado algunas organizaciones
de Consumidores se dedican a la mediación, pero
más bien se trata de una consulta que, en la mayoría
de los casos, o termina con una avenencia sin plas-
marla en documento o en los Tribunales de Justicia.
Existen algunas entidades —por ejemplo, la Asocia-
ción Comunitaria de Arbitraje y Mediación— que a
pesar de denominarse de mediación, en la práctica se
refieren al arbitraje; así la mencionada ACAM, que
nace «con el objeto de promover un cambio de con-
ducta en las relaciones entre empresas y consumido-
res»; no menciona la medicación entre sus objetivos
sino que repite, tanto de la Exposición de Motivos
como en el art. 6, la figura del arbitraje, pareciendo
que va unido a la mediación, cuando la realidad es
que son dos institutos distintos, evidenciando así que
la realidad nos lleva más al laudo arbitral que a la
transacción mediadora.
En cuanto a los estudios sobre la materia, la biblio-
grafía es bastante escasa, aunque si se aprecia una
atención hacía los asuntos de mediación familiar o
conflictos entre parejas. Una monografía de interés es
la de Celia GONZÁLEZ CAPITEL, Manual de Me-
diación (Atelier Barcelona, 2001), en donde se estu-
dian la resolución de los conflictos, el proceso de me-
diación, la figura del mediador, etc. Un Manual de
Mediación, de Mario Tomás SCHILLING, editado en
Chile, contiene unas directrices importantes para la
práctica de la mediación.
En España, la figura —o el instituto en terminolo-
gía jurídica— de la mediación no está extendida, ni
siquiera bien estudiada; se enmascara con el arbitraje,
cuya actuación se limita a las asociaciones de consu-
midores, pero no llega a las relaciones privadas o
mercantiles y, como veremos, es más sencillo y me-
nos comprometida la mediación que el arbitraje.
R IV. CONCEPTO Y TRATAMIENTO
Cualquier diccionario al uso se limita a definir la
mediación desde el punto de vista laboral, entre los
medios de solución del conflicto de trabajo (Diccio-
nario Civitas) o el arreglo pacífico de las controver-
sias internacionales o definir la figura del mediador
mercantil o mediación con la víctima, sin tratar la
mediación como instituto civil de la transacción.
La monografía chilena antes citada expone una
definición de mediación, bastante novedosa: disci-
plina que estudia las maneras de mantener, reparar,
mejorar o reemplazar sistemas y procesos sociales
existentes; y diseña o rediseña unos y otros para
afrontar problemas sociales. Bien es cierto que en
esta definición se trata de situaciones sociales y,
como se dice en el Manual se remite al entorno fa-
miliar, vecindario, empresas, etc. No es este el as-
pecto al que nos referimos, aunque no se rechazan
los conflictos sociales que no tengan establecida re-
gulación legal (estatal o autonómica). Pero sí tiene
esta definición una conclusión con la que estamos
de acuerdo, a saber: «... los agentes deben de estar
dispuestos a llegar a un acuerdo. Por algo las par-
tes se someten voluntariamente a la mediación. Si
no quieren llegar a un acuerdo, entonces están en el
proceso equivocado. Para eso está el litigio, el arbi-
traje y otras formas de resolver los conflictos, sin
operar el consenso sobre el objetivo final». Quizás
la conclusión es demasiado drástica, pues por el he-
cho de acudir al órgano mediador no es necesario
View publication stats
y en cualquier soporte (CD, DVD, internet, papel, etc.).
que se llegue a un acuerdo, aunque sea lo óptimo,
pero no lo necesario.
Nosotros proponemos una definición de media-
ción en los siguientes términos:
«Se trata de una situación de conflicto que se re-
suelve a través de un mediador o componedor inde-
pendiente de las partes, que propone los pros y los
contras del asunto, emitiendo o no un dictamen, éste
sin valor judicial alguno, sin que se recurra a otras
instancias y que termina con un acuerdo o transac-
ción, con el valor jurídico que las leyes prevén.»
El conflicto puede ser individual o colectivo, pero
sin que las partes tengan establecido por ley o por
pacto situaciones obligadas de arbitraje, mediación
o conciliación.
Comprende la existencia de un mediador o como
se decía antiguamente «amigable componedor». Si-
guiendo las características o rasgos del mediador a
que se remite ÁLVAREZ MORENO (15), éste debe
de reunir las características siguientes: a) debe ser
independiente, neutral e imparcial; b) debe ser el di-
rector del procedimiento, dando la palabra y ofre-
ciendo a las partes sus conocimientos; c) debe ser un
profesional, especializado en la materia del conflic-
to, a ser posible formado en cursos sobre mediado-
res; d) la mayoría de los mediadores deben tener una
formación jurídica suficiente (juristas, letrados, pro-
fesores universitarios, etc.), y d) el nombramiento
de mediador estará relacionado con la materia del
conflicto, aunque se presume que la conflictividad
casi siempre tiene un componente jurídico.
La terminación con acuerdo se plasma en un do-
cumento en que las partes son las actoras y que
toma la forma de transacción, con los efectos de
cosa juzgada, tal y como se determina en el art.
1816 del Código Civil: «La transacción tiene para
las partes la autoridad de la cosa juzgada». Parán-
donos aquí se ha destacar que la jurisprudencia se ha
pronunciado en varias resoluciones; así la sentencia
de la Sala 1.ª del TS, de 2 de octubre de 2001, Re-
curso 1829/1996, al decir que la transacción tiene
autoridad de cosa juzgada para las partes que la
deciden. Es eficaz la transacción cuando concurren
los elementos personales, reales y formales del con-
trato. Ahora bien, sigue diciendo el art. 1816 del CC
que no procederá la vía de apremio sino tratándose
del cumplimiento de la transacción judicial. Nuestra
Ley de Enjuiciamiento Civil, en su art. 517.2.3.º,
permite la ejecución bajo el título de transacciones
judiciales homologadas, en relación con el art. 19 de
la misma LEC en el cual se permite a las partes la
transacción judicial, dentro del momento procesal
de la primera instancia.
Ha de concluirse que la mediación termina en una
transacción.
R V. LA MEDIACIÓN CIVIL Y MER-
CANTIL. LEGE FERENDA
En la última modificación que conocemos —31 de
mayo de 2006— sobre los métodos alternativos de
solución de conflictos, lo denomina la UE, como
Cooperación judicial en materia civil. Lo que evi-
dencia que debe de tener una relación estrecha con la
jurisdicción, bien con nombramientos judiciales de
los mediadores o bien con la homologación legal de la
transacción o confirmado por una resolución judicial.
ISSN: 1138-9907
D.L. BI. 1223 1981
Para una traslación de lege data, entendemos que
debe de pasarse por los siguientes parámetros: A) Que
la mediación sea un instituto con proyección prácti-
ca en las relaciones civiles y mercantiles para solu-
cionar las controversias privadas; B) Que por la me-
diación se llegue a la solución de tales conflictos en
la esfera privada; C) Que tal mediación no interfiera
las normas sobre otros institutos o en jurisdicciones
que los tienen establecido (arbitraje, conciliación,
etc.); D) Que se proyecte la formación de la figura
del mediador a través de cursos, titulaciones o diplo-
maturas entre profesionales de carreras jurídicas, y
bajo los auspicios de la Universidad o Fundaciones;
E) Que se regulen los efectos de la transacción a tra-
vés de la mediación, con inclusión en las normas de
Derecho privado (LEC, CC, etc.); F) Que se evite la
burocratización, avalada por la sencillez, evitación
de procesos litigiosos y cuyo fin sea la descarga ju-
dicial; G) Amparar, mediante normas al efecto, la
calidad de la medicación.
Notas
(1) Parte de la Bibliografía, correcciones o comentarios
han sido facilitados por Sara LALLANA DEL RÍO, Becaria de
doctorando en el Instituto Universitario Europeo de Florencia
y profesora de la Universidad del País Vasco.
(2) Para una visión del Estado de la justicia en España, ver
La justicia ante el espejo: 25 años de estudios de opinión del
CGPJ, de TOHARIA y GARCÍA DE CRUZ, CGPJ, Madrid
2005.
(3) O la traducción al español de este Libro Verde no es co-
rrecta o no se puede aceptar que las cuestiones que se susciten
sean de orden procesal pues, en principio, comienzan con el
ejercicio privado de la acción, excepción hecha de la media-
ción o conciliación laboral que, como es sabido, se produce en
dos momentos obligatorios: antes del proceso, en la vía admi-
nistrativa y en la fase procesal antes de entrar en el propio acto
del juicio.
(4) No obstante, el establecimiento del arbitraje por la Ley
36/1998 de 5 de diciembre, también se apoyaba en la decisión
del Consejo de Europa, Recomendación 12/1986 para que «en
los casos que se presten a ello, el arbitraje pueda constituir
una alternativa más accesible y más eficaz de la acción judi-
cial». No obstante ello, no se palpa que se produzca una redac-
ción del acceso a los órganos judiciales.
(5) Las oficinas de defensa de consumidores y usuarios pue-
den mediar —y en ocasiones lo hacen— pero más bien con la
condición de árbitros.
(6) Como la llama Juan Carlos CABAÑAS en Comentarios
prácticos a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, Trivium,
Madrid, 2000, pág. 394. Pero que al decir de Javier BARRILE-
RO, Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil,
Dykinson, Madrid 2000, pág. 422: Quedó relegada la compa-
recencia a un mero trámite formal, que en la mayoría de las
ocasiones...
(7) ÁLVAREZ MORENO, María Teresa, «La mediación en
asuntos civiles y mercantiles. Algunas cuestiones suscitadas al
hilo de la propuesta de Directiva...», Revista del Poder Judicial
núm. 77, págs. 243-304, Consejo General del Poder Judicial,
Primer Trimestre de 2005.
(8) Título que se emplea en el punto 4 de un trabajo de CIU-
RANA, Baldomero Andrés, La mediación civil y mercantil;
una asignatura pendiente en España, Actualidad Jurídica Uría-
Menéndez 12-2005, Una cantera sin explotar, como se dice en
la Exposición de Motivos del proyecto de Directiva, 1.1.3.
(9) GÓMEZ DE LIAÑO, F., Diccionario Jurídico, AZ, Sa-
lamanca 1979, pág. 188.
(10) La palabra litigio significa toda acción.
(11) CIURANA, Baldomero Andrés, op. cit., pág. 66.
(12) ÁLVAREZ, M.ª Teresa, op. cit., pág. 253, afirma que el
medidor ha de ser experto en mediación o expertos en la mate-
ria. Pero no es cierto —como dice la autora— que la mayoría
de lasveces los problemas serán no serán de índole jurídica,
sino más bien técnica. Nosotros creemos lo contrario y así lo
afirma la profesora Álvarez más adelante: creemos necesario,
como mínimo, que el mediador tenga conocimientos jurídicos.
(13) Comenta que «nos encontramos ante una imprecisión
del legislador comunitario», ÁLVAREZ, op. cit, pág. 254.
(14) En España regulado por la Ley 19/1988, de 12 de julio
y RD 1336/1990 20 de diciembre.
(15) Op. cit., pág. 252.