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propia, al margen del asedio inglés y la "fascinación de las lu ces del siglo".

Eran en parte,
epifenómenos del régimen colo- nial. Digo "en parte", porque no es indispensable el estado co-
lonial para que los pueblos sufran vejaciones, despotismo y exacciones arbitrarias.

Muera el mal gobierno!... ¿Pero existia realmente el mal gobierno?... Vaya si existia!... Si hay
algo seguro en este mundo, casi tan seguro como la muerte, es el mal gobierno. En el caso
hispanoamericano era un mal estructural. Habia una serie de trabas al desarrollo económico y un
bojisimo nivel de iniciativas; aunque el encono principal se originaba en la sub- sistencia, cada
vez más anacrónica e irritante, de la desigualdad social entre españoles europeos y americanos.

"INDEPENDENCIA CON ESPAÑA"

La independencia de América Latina era la opción única que Inglaterra, Francia, y luego Estados
Unidos, encontraban a su intención de dominio y a la necesidad de incorporar el área a la
economia de las grandes potencias. (Espero que ahora Estados Unidos, Rusia y China lleguen a
la misma conclusión. La ceguera de España consistia en no comprender que esa opción regia
también para ella.

Hubo, no obstante, mentes lúcidas. La decisión de apoyar la independencia norteamericana para


debilitar a Inglaterra -premisa correcta- le inspiró al conde de Aranda la feliz idea de constituir
una especie de "commonwealth hispánico, abrien- do tres tronos americanos con principes
españoles, idea reto- mada en 1803 por Godoy y esfumada entre los tantos proyectos grandiosos
de todos los tiempos pasados al archivo. Era una proposición sabia y constructiva que de
consumarse habría beneficiado tanto a España como a sus colonias, aunque ru- borice a algunos
historiadores nuestros. España se habria ade- lantado a los acontecimientos -en definitiva la
genialidad po- litica no consiste en otra cosa-, cortando de raíz la conspira- ción extranjera, y los
pueblos americanos habrian evolucionado hacia la independencia manteniendo su integridad.
América Latina habría sido "un país", y en poco tiempo su propio peso la habría colocado por
encima de la España metropolitana, como hoy Estados Unidos está sobre Inglaterra. La indepen-

dencia habría sido un proceso natural de crecimiento; habría habido un "coloso del sur" capaz de
infundirle respeto al "co- loso del norte" y con seguridad, con absoluta seguridad, nuestro Méjico
no habría sido agredido y mutilado impunemente, ni Centroamérica y las Antillas habrían vivido
la tragedia secular de ser campo de explotación del más crudo capitalismo.
Cuando se sancionó la constitución liberal del 19 de marzo de 1812, esta idea de la comunidad
hispánica, que en definitiva era nuestra independencia "con España", llegó a sugestionar a
muchos españoles y casi logra detener la lucha en América. La decisiva presencia inglesa con su
masonería y su comercio irresistible la hacia dificil. Y el "amado Fernando" la hizo im- posible.
Restaurado en un trono que no merecia, asombró a todos hablando y actuando como un cretino.
Porque Fernando tenia un secreto: era un cretino.

LA RENEGACION DE ESPAÑA SOffic

La desventura hispana epilogo en América en la renegación denigración de todo lo español.


Moreno, Belgrano, Castelli, Monteagudo, enrostran a España toda clase de errores y ho rrores, y
llegan al absurdo, asumido después por la intelectua lidad liberal y hoy por algunos sectores
marxistas, de repudiar la conquista y colonización de América. En las generaciones siguientes,
con Alberdi y Sarmiento, esa alienación antihispánica llegará a su máximo nivel. Alberdi
confesaría que llegó a fas- tidiarle hasta el idioma!... A ella se sumarán los primeros
historiadores, que para justificar la independ ncia creyeron indispensable crucificar a España y
culparla de todos los ma- les de la humanidad. El egoismo, la ambición desmedida, el exceso
pasional, la brutalidad, la ignorancia, fueron señalados como rasgos tipicamente españoles junto
a las más ensurables instituciones politicas y socioeconómicas, el absolutismo, el mo nopolio, el
latifundio, la explotación de los indios, el desdén por la cultura. Juan Agustín García escribe en
esa su larga diatriba antiespañola que es La ciudad indiana, conceptos como este: "Desde las
invasiones germánicas no se habia presentado ocasión más propicia para la satisfacción de la
brutalidad hu mana" (que la conquista de América). "El desarrollo de la conciencia cristiana
sufrió una interrupción en el ambiente

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