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Animaos unos a otros

Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros.

1.a Tesalonicenses 5:11

El apóstol Pablo tenía otra preocupación impor- tante en que pensaba constantemente, una
tarea a la cual se había entregado de todo corazón: hacer to- do lo que podía y siempre que
podía, para edificar el Cuerpo de Cristo. Y sabiendo que lo que podía ha- cer era limitado,
siendo uno solo, su estrategia era pasar su preocupación a otros: animar a otros cris- tianos a
desarrollar el mismo interés por todos los otros cristianos (Col. 2:2; 4:8).

El interés de Pablo, naturalmente, informa el pro- pósito básico de este libro: proveer a los
cristianos de directrices prácticas y bíblicas para desarrollar una iglesia en plena actividad. En
resumen, ayudar a los cristianos a edificarse unos a otros.

Como Pablo en el primer siglo, ningún cristiano en el siglo xx puede edificar a todos los demás
cris- tianos en una iglesia local. El designio y plan de Dios es que cada cristiano funcione como
parte del Cuer- po de Cristo; que cada cristiano contribuya al pro- ceso. «El cuerpo entero -dice
Pablo- debe estar

“bien concertado y unido entre sí por todas las co- yunturas que se ayudan mutuamente”. Y al
desarro llar fuerza y dirección por parte de la cabeza, Jesu- cristo, entonces “recibe su
crecimiento para ir edifi- cándose en amor” según la actividad propia de cada miembro» (Efes.
4:15-16).

El mandato de Pablo a los cristianos de Tesaló- nica, casi al final de su primera carta a esta
dinámi- ca iglesia del Nuevo Testamento, es una exhortación apropiada con la cual concluir
nuestro estudio: «Por tanto, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros». Y luego añade
«así como lo hacéis» (1.ª Tesa- lonicenses 5:11).

Aquí había una iglesia en «plena actividad». Aun- que se les presentaban serias pruebas y
persecucio- nes (1. Tes. 1:6), y aunque estaban a punto de hacer frente al trauma de un
disturbio doctrinal (2.a Tes. 2:1-4), Pablo les alaba por su amor y preocupación el uno por el
otro. Habían aprendido la importan- cia del aliento, exhortación y confortación mutua. Por ello
Pablo les alabó, pero les recomendó que continuaran.
La palabra básica parakaleo, usada en 1. Tes. 5:11, aparece en varias formas en el Nuevo Testa-
mento. A veces esta palabra está traducida como exhortar, amonestar, enseñar», a veces
como «pedir, suplicar, rogar». Está también traducida como: «con- solar, estimular,
confortar».

Pero la palabra básica se usa siempre para un propósito primario: describir las funciones que
ayu- dan a los cristianos a edificarse en Cristo, a ayudarse a corroborarse unos a otros en
Cristo. Es este signi- ficado que inspira este capítulo final. Y es el sentido en que piensa Pablo
cuando exhorta a los cristianos de Tesalónica a animarse unos a otros y edificarse».

Los medios primarios para animarse unos a otros

Pablo hizo evidente de un modo especial lo que constituía el medio primario para este aliento
mu- tuo: la verdad de Dios. Es por esto que escribió a los cristianos de Efeso, animándolos a
que «siguien- do la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es,
Cristo» (Efes. 4:15).

Hay muchos ejemplos bíblicos que demuestran que el medio primario para animar a otros
creyen- tes está enfocado en la verdad de Dios. Por ejemplo, Pablo al indicar las cualidades
propias para los an- cianos, en la carta a Tito, hace énfasis que el líder pastoral debe ser
«retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda ex- hortar
con sana enseñanza y convencer a los que contradicen» (Tito 1:9).

Cuando escribió a Timoteo, le encargó al joven pastor: «Que prediques la palabra; que instes a
tiem- po y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2.
Tim. 4:2). Ade- más, cuando Pablo, Silas y Timoteo enseñaron y adoctrinaron a los nuevos
cristianos de Tesalónica, trataron con cada uno de ellos, como «el padre a sus hijos,
exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis
como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria> (1. Tes. 2:11-12).

Pablo prosiguió, haciéndoles claro cuál era el me- dio para animarles a vivir vidas dignas de
Dios: «Por lo cual, también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis
la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis, no como pala- bra de hombres, sino
según es en verdad, la palabra de Dios la cual actúa en vosotros los creventes> (1. Tes. 2:13).

do hicieran frente a tribulaciones e incertidumbres en su futuro inmediato. Y era esta clase de


verdad que les permitiría llegar a la unidad de la fe y del conocimimento del Hijo de Dios, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efes. 4:13). Y fue sin duda esta clase de verdad
a la que Pablo se re- fería cuando escribió a los efesios: «Para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres
que para engañar emplean con astucia las artimañas del error» (Efes. 4:14). En otras palabras,
las falsas enseñanzas crean inestabilidad e inseguridad. La Pa- labra de Dios conduce a la
madurez. 3. La verdad con referencia al Día del Señor.
Los cristianos de Tesalónica eran muy vulnera- bles en el área de la Escatología. Satán hizo de
esta doctrina un punto de ataque crucial en sus vidas. Después de haber escrito Pablo la
primera carta, asegurándoles acerca de los muertos y el arrebata- miento de la Iglesia con lo
que serían libradas de la ira de Dios, un falso maestro los desbarató, enseñán- doles que «el
día del Señor» ya había llegado (2.* Tes. 2:2). Pablo, inmediatamente, escribió una se- gunda
carta, reasegurándoles que el día del Señor no había venido. Les recordó la experiencia de su
conversión, que Dios los había «escogido desde el principio para la salvación, mediante la
santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio,
para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo, esto es, en su venida> (2:13-14).

Pablo terminó esta exposición de la perspectiva de Dios sobre este asunto con el tono familiar
de su epístola a los tesalonicenses: «Así que hermanos, es- tad firmes, y retened la doctrina
que habéis aprendi- do, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor
nuestro y Dios nuestro Padre, el

cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros
corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra» (2:15-17).

Aquí vemos a Pablo otra vez usando la verdad de Dios para animar a los tesalonicenses. Es
interesan- te que se refiera a la «consolación eterna». Esto, na- turalmente, es lo que hace la
Palabra de Dios tan poderosa, tan significativa, tan confortable. No esta- mos compartiendo
conceptos temporales filosóficos o ideas que están limitadas en el espacio y en el tiempo. Más
bien, Jesús dice: «Los cielos y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán» (Mt. 24:35). Es
por esto que la Palabra de Dios debe ser el medio primario que los cristianos deben usar para
«animar- se unos a otros» y «edificarse unos a otros>>.

Pasos prácticos para ayudar a los cristianos a alentarse unos a otros

PASO 1

Todos los cristianos deben comprender lo impor- tante que es la Palabra de Dios para
edificarnos unos a otros en el Cuerpo de Cristo. Y todos los cristianos debemos ser espoleados
a aprender lo que dice la Palabra de Dios. El cristiano debe estar dispuesto a compartir la
Palabra con otros, que están en necesi- dad especial de aliento. En otras palabras, los cristia-
nos no pueden animarse mutuamente con las Escri- turas a menos que estén familiarizados
con las Es- crituras, Por tanto ha de animar a cada creyente de su iglesia a estudiar la Palabra
de Dios, no sólo para su crecimiento personal, sino para que él pueda ayu- dar a otros en su
propio crecimiento.
PASO 2

Evalúe la estructura de su iglesia en vista de esta exhortación del Nuevo Testamento. Muchas
iglesias tradicionales no están designadas para la «función del Cuerpo, sino para la «función
del predicador.. Sólo el pastor o ministro u otro maestro es delegado para compartir la Palabra
de Dios con los otros en la iglesia. Algunos pastores insisten en ser el único intérprete de la
Escritura en su iglesia. La Biblia en- seña que cada cristiano debe entrar en el proceso. Todos
los cristianos han de «hablar la verdad en amor».

¡No quiero que se me entienda mal! No está mal que un pastor o maestro abra y enseñe la
Palabra de Dios mediante una exposición y mensaje extenso. De hecho esto es bueno, recto y
necesario. Era un método en el Nuevo Testamento para enseñar y para predicar. Pero no es el
único medio. De hecho, en la Escritura se hace mucho más énfasis en la ense- ñanza informal y
mutua que en la enseñanza o comu- nicación formal e individual. Esto probablemente es lo
que el autor de la carta a los hebreos pensaba cuando escribe: «Y considerémonos unos a
otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se
acerca» (Heb. 10:24-25).

Los cristianos de los días del Nuevo Testamento se congregaban para la función del Cuerpo de
Cristo, para animarse mutuamente. Aunque sin duda había enseñanza formal, había también
enseñanzas espon- tánea. Es por esto que Pablo escribe a los colosen- ses: «La palabra de
Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabidurías (Col. 3:16).

En muchas de nuestras iglesias del siglo xx tene- mos que reevaluar la estructura de la iglesia a
la luz de los principios y exhortaciones del Nuevo Testa- mento. Muchas pautas y enfoques
están tan ceñidos y estructurados que sólo puede hacerse lo que está planeado. Esto ahoga la
creatividad del ministerio del Espíritu Santo. Y hace que muchos cristianos se hagan muy
dependientes del pastor, a lo menos, de los líderes en cuanto a la responsabilidad para la
confortación y la exhortación.

¿Qué tal es en su iglesia? ¿Qué pautas hay esta- blecidas en ella? ¿Hay libertad para que cada
miem- bro del Cuerpo de Cristo entre en acción? ¿Hay lugar para que se animen unos a otros?
¿Para que se «edi- fiquen unos a otros?

Moviéndonos de los principios a las pautas

Al terminar este capítulo -y el libro-me gusta- ría compartir una experiencia personal. Hace
varios años, después de haber sido profesor cerca de 20 años, primero en el Instituto Bíblico
Moody y luego en el Seminario Teológico de Dallas, ayudé a fundar una nueva iglesia en Dallas,
Texas. Había estado es- tudiando la Iglesia del Nuevo Testamento durante varios años antes de
esta fecha. En efecto, había es- crito un libro titulado Enfocando mejor sobre la Iglesia, un
estudio de los principios de las iglesias del Nuevo Testamento. Varios cristianos de Dallas
oyeron que había escrito el libro y que estaba en pro- ceso de ser publicado. Me pidieron que
compartiera con ellos estos principios en una pequeña reunión casera. Lo hice. Entre los
principios de que habla- mos estaba la importancia de la función del Cuerpo, como
incorporando los conceptos de unos a otros>

Que he desarrollado en detalle en el presente volu- men.!

Lo que ocurrió como resultado de esta reunión me sorprendió bastante. Aquella misma noche
me comunicaron su deseo de empezar a formar una iglesia que edificara estructuras y pautas
conforme a lo que creíamos que eran los principios del Nuevo Testamento. Uno de los
principios era que no había una forma absoluta o pauta absoluta para la iglesia. Más bien que
Dios nos da los principios para guiar- nos. El luego nos deja en libertad para desarrollar las
estructuras que consideramos de importancia en una cultura particular en cualquier momento
de la historia.

Para hacer la historia breve, voy a ponerle rápi- damente al corriente de lo que ocurrió.
Empezamos la iglesia. Desarrollamos formas creativas. Mi plan en aquel tiempo era empezar a
fundarla, y luego con- tinuar con mi ocupación de la enseñanza, como em- pleo único, en el
Seminario. Pero Dios tenía otros planes, para mí en particular. Experimentamos una pequeña
explosión en interés y crecimiento. Y hoy, cuatro años después de la publicación de Enfocan-
do mejor sobre la Iglesia, tenemos cuatro congrega- ciones separadas que se reúnen en un
edificio. Hemos empezado también tres iglesias hijas en el área de Dallas. Estamos haciendo
planes para otras varias. Nuestro personal, empleado todo el día para las cua- tro iglesias que
se reúnen en un edificio, asciende a ocho. Compramos un edificio ya existente con cabi-

1. En Enfocando mejor sobre la Iglesias, me limité a dar un bosquejo del concepto unos a
otros que aparece en dos páginas del capítulo titulado Función del cuerpo. En este
libro, Edificándonos unos a otros, he presentado estos conceptos con más
profundidad, añadiendo sugeren- elas para practicar los principios de cunos a otros en
una Iglesia local,

Da para 300 personas. Hemos construido dos nuevos edificios, al contado, uno para Centro
Educativo de los niños, y otro para servir de complejo de ofi- cinas para nuestro personal. A
causa de que hacemos un uso intensivo de los edificios e invertimos el di nero de modo
primario en gente y no en edificios adicionales, en el momento presente, o sea cuando es-
cribo, estamos ofreciendo en vez del diezmo el 25 % de nuestros ingresos totales para
misiones. Espera- mos poder alcanzar muchos de los miembros el 50 % dentro de un par de
años.

En cierto sentido, todo lo que he descrito es im- posible de hallarlo en el Nuevo Testamento. Es
al- go cultural.’ Pero creemos que está edificado sobre principios o bases bíblicas. Lo que
hemos hecho representa la libertad de ser lo que Dios quiere que seamos a la luz de los
principios del Nuevo Tes- tamento. En el corazón de estos principios están los conceptos de
unos a otros», conceptos que he desa- rrollado en este libro. Sí, tenemos enseñanza formal,
pero hemos dejado tiempo también indicado en los

1. Lo mismo podemos decir nosotros de este y otros muchos ejemplos de los libros que
traducimos y publica- mos en castellano, ya que el ambiente cultural y económico de
los Estados Unidos es diferente del de los países hispa- nos. Creemos que hay pocos
miembros de iglesia en nues- tras naciones que puedan dar al Señor la mitad de sus in-
gresos, ni dedicar tanto tiempo a la tarea de edificarse Os a otros como pueden
hacerlo muchos de nuestros hermanos en los Estados Unidos.

También entre nosotros hay quienes podrían hacer mucho más para el Señor y para sus
hermanos, y no debemos ol- Con todo, estos ejemplos son útiles y estimulantes, pues War
tampoco que Dios juzgará un día las obras de cada o según el ambiente cultural en que su
providencia nos scoob y las posibilidades de que gozamos mientras estu- vios en la prueba de
nuestra carrera terrestre, todo lo cual tendré consecuencias para la eternidad.

horarios de las actividades para que el Cuerpo de Cristo funcione, se edifique a sí mismo.

Dejadme concluir dando una ilustración de cómo funciona nuestra iglesia. En nuestra situación
cada congregación se reúne una vez por semana de dos a dos horas y media. (Tenemos ahora
la congregación del viernes por la noche, la congregación del domin- go por la mañana, la del
domingo por la tarde, y la del domingo por la noche. Estamos haciendo planes ahora para una
congregación el sábado por la no- che.) La primera hora la dedicamos a la enseñanza formal,
formal en el sentido de que alguien abre y expone la Palabra de Dios durante un período
exten- so de tiempo. Luego, tenemos una taza de café y ga- lletas, un tiempo dedicado a
compañerismo. En la segunda hora viene lo que se llama fellowship o ser- vicio de
participación. Dirigido por uno de los ancia- nos o pastores, todo el mundo en la iglesia está
invi- tado a participar, compartiendo necesidades sobre qué orar, o bien respuestas a la
oración, hay lecturas de las Escrituras, himnos solicitados, música espe- cial (que generalmente
es planeada de antemano), etc. Los resultados nos tienen entusiasmados. Y el ministerio de
unos a otros es muy edificante. De he- cho, como pastor (empleado todo el día) -aunque
dedico aún algo de tiempo al Seminario Teológico de Dallas-, generalmente asisto a los cuatro
dife- rentes servicios cada semana, pero nunca salgo can- sado de la experiencia. Mi vida es
constantemente edificada por los otros miembros del Cuerpo de Cristo.

Dejadme dar una ilustración final. En una de las iglesias noté que entraba un día un hombre
que no se había presentado durante varios meses. Yo sabía que tenía un problema moral. Yo
era probablemente el único presente que había notado que estaba allí

Y uno de los pocos que sabía que tenía un problema. Como Cuerpo, estábamos compartiendo
la Escritura, unos con otros, y para mi asombro, uno tras otro se levantaron personas que
leyeron pasajes relaciona- dos directamente con el problema que tenía este hombre. Los que
leyeron no tenían naturalmente, la menor idea de la situación de aquel hombre. Pero el Santo
Espíritu lo sabía, y ésta fue una de estas raras ocasiones en que podemos presenciar la obra de
Dios de un modo dramático, realizada a través de varios miembros del Cuerpo de Cristo.

Creo firmemente que esta experiencia no debe- ría ser rara. Más bien, nuestras iglesias del
siglo XX, deberían estar estructuradas de tal forma que cosas así sucedieran de un modo
regular. Y si queremos estudiar los principios de las Escrituras y desarollar pautas que estén
relacionadas cultural y bíblicamen- te, creo que Dios hará grandes cosas por medio de su
pueblo.

Si se me pregunta por qué esta obra ha crecido y se ha extendido tan rápidamente, no podré
dar una respuesta simple. De una cosa estoy seguro, sin em- bargo: ha sido el resultado de
varios factores, huma- nos y divinos. Un estudio de la historia me ha ense- ñado que nadie
debe recibir el mérito por lo que Dios hace.

Hay una cosa que destaca para mí como muy im- portante en este ministerio: el «Cuerpo de
Cristo». Cada miembro contribuye a su éxito. Ha sido un es- fuerzo de conjunto por parte de
un grupo de perso- la Biblia, que aman y se preocupan «unos de otros>> nas que creen en la
Biblia, que creen en el Dios de y que quieren que todos los hombres sean salvados y
experimenten comunión con Dios y con otros cre- yentes. Esta es una dinámica que Dios ha
prometido do estaba en la tierra todavía: «Mas no ruego solamente por éstos, sino también
por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh
Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que todo el mundo crea
que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el
mun- do conozca que tú me enviaste, y que los has ama- do a ellos como también a mí me has
amado>> (Jn. 17:20-23).

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