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CARTA XV Nos acercamos a la meta adonde os Ilevo por un sende- ro poco alentador. Os ruego que me sigdis unos pasos més, pues se abrira entonces un horizonte mas amplio, y tal vez un hermoso panorama compense las fatigas del camino. Si enunciamos con un concepto general el objeto del impulso sensible, podemos_ lamarlo vida en su mas am- plio sentido: el concepto abarca todo ser material y todo lo que aparece inmediatamente ante los sentidos. Asimis- mo, si enunciamos con un concepto general el objeto del impulso formal, podemos lamarlo forma, tanto en sentido propio como figurado: el concepto abarca todas las propie- dades formales de las cosas y todas las relaciones con las facultades del pensamiento. El objeto del impulso de jue- _g0, representado en un esquema general, podria denomi- narse entonces forma viva; el concepto servira para expre- “sar todas las cualidades estéticas de las cosas y, en suma, lo que llamamos belleza en el mas amplio sentido del término. Esta definicién, suponiendo que lo sea, no implica que Ja belleza se extienda a todo el ambito de lo viviente, ni que se limite sdlo a él. Un bloque de marmol, aunque sea y permanezca inerte, puede convertirse en forma viva por obra del arquitecto o el escultor; y, por el contrario, un -hombre, aunque viva y tenga forma, puede estar lejos de ser una forma viva, Para que lo sea, su forma debe ser vida ysu vida, forma, Mientras su forma no suscite en nosotros mas que pensamientos, ésta sera inerte, pura abstraccion; _¥ mientras sdlo sintamos sw vida, €8( sera informe, pura impresi6n, Tan sélo sera forma viva cuando su forma esté 73 LA EDUCACION ESTETICA DE LA HUMANIDap viva en nuestro sentimiento, y su vida cobre forma en nues. tro entendimiento: asi sera siempre que lo juzguemos bello Pero que podamos especificar los componentes cuya unién da lugar a la belleza, no basta en modo alguno Para explicar su génesis, porque ello requeriria que esa unin fuera comprensible, y sin embargo sigue resultando inson. dable para nosotros, como toda acci6n reciproca entre Jo finito e infinito. Por razones trascendentales, la raz6n exige que se dé una uni6n entre impulso formal e impulso mate. rial; es decir, debe existir un impulso de juego, porque sélo launidad de realidad y forma, de casualidad y necesidad, de pasividad y libertad, pueden completar el concepto de hu- manidad. Esta exigencia es obligatoria para la raz6n, por- que en virtud de su esencia misma exige la perfeccién y la abolicién de todos los limites, y porque la accién exclusiva de uno u otro de ambos impulsos impide alcanzar la per- feccion de la naturaleza humana y le impone un limite. Por Jo tanto, en cuanto la raz6n proclama «Debe existir la hu- manidad», establece con ello la ley: debe existir la belleza. La experiencia puede decirnos si existe belleza, y lo sabre- mos en cuanto nos ensefie que existe Ja humanidad. Pero ni la raz6n ni la experiencia pueden ensefiarnos cémo son posibles la belleza y la humanidad. Sabemos que el hombre no es exclusivamente materia, ni exclusivamente espiritu. De modo que la belleza, como consumacién de su humanidad, tampoco puede ser exclu- sivamente vida, como han sostenido algunos sagaces obse™ vadores que se atenian de forma demasiado estricta al tes timonio de la experiencia, y como parece desear el gus" dela época que querria rebajarla. Pero tampoco puede set exclusivamente forma, como han juzgado algunos fildsofos especulativos que se alejaban demasiado de la experien® asi como algunos artistas que filosofan y que, pata ¢*P™" ia, 74 CARTA XV car la belleza, obedecen con excesiva docilidad a las nece- sidades del arte.‘ La belleza es el objeto comin de ambos impulsos, es decir, del impulso de juego. La expresin esta sin duda justificada por el uso dela lengua, pues la palabra juego tiende a designar todo lo que no es contingente sub- jgtiva ni objetivamente y atin asi no impone ninguna cons- triccion ni externa ni internamente. Puesto que al contem- ‘plar la belleza el alma se encuentra en un afortunado pun- to medio entre la ley y la necesidad, se sustrae, al repartir- se entre ambas, a la obligatoriedad tanto de la una como dela otra. El impulso material asi como el formal se toman en serio las exigencias de la belleza porque, en materia de conocimiento, el primero se refiere a la realidad de las co- sas, y el segundo, a la necesidad de las mismas, y porque, enmateria de acci6n, el primero aspira ala conservaci6n de lavida, y el segundo, a salvaguardar la dignidad. Asi pues, ambos apuntan a la verdad y la perfeccién. Pero la vida se vuelve indiferente en la medida en que interviene la digni- dad, y asimismo el deber pierde peso en cuanto interviene lainclinacién. Del mismo modo, el alma acepta la realidad de las cosas, la verdad material, con mayor libertad y sere- nidad en cuanto descubre la verdad formal, la ley de la ne- cesidad, y ya no se siente urgido por la abstraccién puesto que va acompaiiada de la intuicién inmediata. En una pa- labra, toda realidad pierde gravedad cuando se asocia con " En Indagacién filosdfica sobre el origen de nuestras ideas de lo subli- me y delo bello, Burke reduce la belleza a vida sin més. Hasta donde sé, eo Partidario del sistema dogmatico que se ha expresado alguna vez re este asunto la reduce a pura forma; asi lo hace, entre los artistas, Por Boner un solo ejemplo, Raphael Mengs en sus Reflexiones sobre la Peleceyel uso ena pintara Come en todo, tambien en ste filosfi ea = ’ abierto un camino que permite remitir el empirismo a princi- ’s y la especulacién a la experiencia. 75 LA BDUGACION ESTHTICA DE LA HUMANIDAD ideas porque se vuelve insignificante; y, por su Parte, la ne. cesidad pierde seriedad cuando se encuentra con la sensi. bilidad, porque se vuelve liviana. . Pero quizi desde hace un buen rato habriais uerido re. plicarme que al hacer de la belleza un mero objeto de jue. go, la he degradado y puesto al nivel de ciertas actividades frivolas a las que siempre se ha dado ese nombre, cAcaso no contradice el concepto de razén y la dignidad de labe. lleza, que a fin de cuentas se considera un instrumento de la cultura, reducirla a un simple juego? ¢Y no contradice nuestra experiencia del juego, que puede existir con inde- pendencia del gusto, el reducirlo sélo a belleza? Pero ¢acaso es posible hablar de un «simple juego», cuando sabemos que el juego y sdlo él, entre todos los es- tados del hombre, lo hace perfecto y le permite desarrollar simulténeamente su doble naturaleza? Lo que llamis limi- taci6n, de acuerdo con vuestra representacién del asunto, yo lo considero ampliacién, de acuerdo con la mia, que he justificado con pruebas. A diferencia de lo que pensiis, yo diria: el hombre sdlo se toma en serio lo agradable, lo bue- no, lo perfecto; pero con la belleza juega. Desde luego, no estoy pensando en los juegos de la vida real, que suelen di- rigirse slo a objetos muy materiales; no obstante, también buscariamos en vano la belleza a la que me refiero aqui en la vida real. La belleza que existe en la realidad tiene un va- lor parecido al impulso de juego real; sin embargo, el ideal de belleza que erige la razén impone también un ideal del impulso de juego que el hombre debe tener presente en to- dos sus juegos, nca nos equivocaremos si buscamos el ideal de belle- za de un individuo indagando cuél es el camino por el que satisface su impulso de juego, El simple hecho de que a los Pueblos de la Antigua Grecia les deleitasen, en los juegos 76 CARTA XV olimpicos, las competiciones incruentas de fuerza, veloci- dad gilidad, o la competicién mis noble de los talentos, y el pueblo romano se recreara con el combate a muerte deun gladiador vencido o de su adversario libio,' nos per- mite comprender por qué hemos de buscar la forma ideal deuna Venus, una Juno o un Apolo, no en Roma, sino en Grecia? En cuanto a Ja razén, ella declara: lo bello no tie- ne que ser sélo vida, ni sélo forma, sino forma viva, o sea, belleza, y con ello no sélo le dicta al hombre la doble ley de la forma y la realidad absolutas, sino que también procla- ma que el hombre slo debe jugar con la belleza, y debe ju- gar sdlo con la belleza. Porque, en suma, el hombre sdlo juega cuando es huma- no en la acepcién plena del término, solo es plenamente “humano cuando juega. Esta proposicién, que ahora quiza suena paradojica, adquiriré un significado amplio y pro- fundo cuando la apliquemos a la doble y seria realidad del deber y del destino; os prometo que entonces sostendra todo el edificio de las bellas artes y del arte de vivir, mu- cho mas dificil. Por lo demas, se trata de una proposicion que sdlo es inesperada en las ciencias; hace mucho tiempo estuvo viva y dejé su huella en el arte y en el sentimiento de los griegos, los maestros mas distinguidos de las artes, aunque ellos trasladaron al Olimpo el ideal que deberia ha- * Serefiere al leén, (N. del T.). a Bi exuniico ef riitado modera, oi comparerncs lax cartcess de co, ballos de Londres, las corridas de toros de Madrid, los espectaculos del antiguo Parte, las carreras de géndoles en Venecia, las cacerias de Viens, ylabella y alegre vida del corso de Roma, no nos resultaré dificil con- trastar el pusto de esos diversos pueblos. Sin embargo, sin duda existe mucha menos uniformidad entre los juegos populares de esos diversos Paises que entre los juegos de las clases refinadas en los mismos, Jo cual se explica facilmente. 77 LA EDUCACION ESTETICA DE LA HUMANIDAp berse realizado en la tierra. Guiados por la verdad de este principio, hicieron desaparecer del semblante de los dioses bienaventurados la seria expresi6n y el esfuerzo que arruga las mejillas de los mortales, asi como la anodina expresign de placer que alisa los rostros insignificantes; y a esos seres eternamente dichosos los liberaron de las ataduras de toda obligacién, todo deber, toda preocupacién; y convirtieron el ocio y la indiferencia en el destino de la condicién divina envidiada por los hombres. La divinidad era pues un nom- bre puramente humano para la existencia més libre y subli. me. Tanto la obligacién material de las leyes de la naturaleza, como la obligacién espiritual de las leyes morales desapare. cen en su concepto superior de necesidad, que abarca ambos mundos, y sélo de la unidad de esas dos necesidades surgia para ellos la verdadera libertad. Inspirados por ese espiritu, borraron del rostro que encarnaba su ideal tanto la inclina- cién como toda huella de la voluntad, o mejor dicho, volvie- ron irreconocibles a las dos, porque supieron establecer en- tre ellas el mas intimo vinculo. Lo que nos habla en el rostro soberbio de una Juno Ludovisi no es nila gracia ni la digni- dad, sino las dos a la vez.' Mientras la diosa con apariencia de mujer reclama nuestra adoracién, la mujer divina infla- ma nuestro amor; y asimismo, mientras su encanto celeste hos fascina, su omnipotencia nos intimida. La forma plena Teposa y reside en si misma, es una creacién del todo ce- trada y, como si estuviera mas alla del espacio, no cede ni ofrece resistencia; no hay en ella ninguna fuerza que com- Pita con otras, ningiin resquicio por donde el tiempo pu- diera filtrarse. Capturados e irresistiblemente atrafdos pot la mujer divina, y mantenidos a distancia por la diosa, 00s " Serefiere ala ila shh colosal cabeza de Venus que se encontraba en Ia vill el ardenal Ludovisi y Goethe describis en su Viaje a Italia, (N. del T)- 78 CARTA XV hallamos a un tiempo en el estado de la suprema calma y |; mayor agitacion, y nace entonces esa maravillosa cmocién para la que el entendimiento no tiene ningdn con i eTlenguaje, palabras. “ne 79

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