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Pensando en estas cosas que tuve que reconocer para poder aceptarme con todo
lo que soy, se me ocurrió que no es tan diferente lo que nos pasa como país.
Y leyendo hoy los comentarios que hizo Benjamin Ferencz, el fiscal más joven del
juicio de Núremberg, que en el presente tiene 102 años, que al igual que en
aquella época se sigue matando al adversario y que hay que modificar “la mente y
los corazones de la gente” para que cambien los sistemas para que los pueblos
puedan resonar con lo que vive y siente otro ser humano, que es un hermano de la
vida, en lugar de volcar en él todo el odio de lo que no puede aceptarse en uno
mismo. Entonces comprendí que lo que venía sintiendo era necesario expresarlo.
Si bien comprendo que mis pensamientos no van a producir un cambio en la
realidad actual, si pueden impulsar a que otros también se pregunten porque
seguimos proyectando afuera lo que no nos gusta, y solo eso, genera un cambio.
Según Carl Jung, citado por Jean Mombourquette en su libro “Reconciliarse con la
propia Sombra”, la toma de conciencia de las proyecciones sobre el prójimo así
como el repliegue sobre uno mismo, no sólo produce una mejora de las relaciones
interpersonales, sino que tiene un efecto benéfico sobre la sociedad toda. Para él,
el hombre que se esfuerza en reconciliarse con su sombra hasta el punto de
reintegrar sus proyecciones, hace una obra útil para el mundo. “Por ínfimo que
esto pueda parecer, consigue ayudar a solucionar los problemas enormes e
insuperables de nuestro tiempo” (Psicología y Religión).
La creencia de que los buenos somos nosotros y los malos los otros nos lleva a la
muerte y a la destrucción.
El Kybalion: “los extremos se tocan…”. Cuanto más nos polarizamos, más nos
parecemos a lo que execramos
Inés Olivero
20.5.21