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ANEXO IV

Para exponer mis ideas con mayor claridad y

exactitud, dividiré al pueblo en dos clases: una que

trabaja y otra que huelga; comprenderé en la

primera todas las profesiones que subsisten del

producto de su trabajo diario, y en la segunda las

que viven de sus rentas o fondos seguros.

Este pueblo necesita diversiones, pero no

espectáculos. No ha menester que el Gobierno le divierta, pero sí que le deje

divertirse. En los pocos días, en las breves horas que puede destinar a su solaz

y recreo, él buscará, él inventará sus entretenimientos; basta que se le dé

libertad y protección para disfrutarlos. Un día de fiesta claro y sereno, en que

pueda libremente pasear, correr, tirar a la barra, jugar a la pelota, al tejuelo, a

los bolos, merendar, beber, bailar y triscar por el campo (…).

Sin embargo, ¿cómo es que la mayor parte de los pueblos de España no se

divierten en manera alguna? Cualquiera que haya corrido nuestras provincias

habrá hecho muchas veces esta dolorosa observación. En los días más

solemnes, en lugar de la alegría y el bullicio que debieran anunciar el contento

de sus moradores, reina en las calles y plazas una perezosa inacción, un triste

silencio (...).

Un pueblo libre y alegre será precisamente activo y laborioso, y siéndolo, será

bien morigerado y obediente a la justicia. Cuanto más goce, tanto más amará el
gobierno en que vive, tanto mejor le obedecerá, tanto más de buen grado

concurrirá a sustentarle y defenderle.

Al buen juez toca proteger al pueblo en tales pasatiempos, disponer y adornar

los lugares destinados para ellos, alejar de allí cuanto pueda turbarlos, y dejar

que se entregue libremente al esparcimiento y alegría. Si alguna vez se

presentare a verle, sea más bien para animarle que para amedrentarle o darle

sujeción; sea como un padre, que se complace en la alegría de sus hijos, no

como un tirano, envidioso del contento de sus esclavos. En suma, nunca pierda

de vista que el pueblo que trabaja, como ya hemos advertido, no necesita que

el Gobierno le divierta, pero sí que le deje divertirse.

Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas

Gaspar Melchor de Jovellanos

Carta XXXVIII Gazel a Ben-Beley

Uno de los defectos de la nación española,

según el sentir de los demás europeos, es el

orgullo. […] Todo lo dicho es poco en

comparación de la vanidad de un hidalgo de

aldea. Éste se pasea majestuosamente en la

triste plaza de su pobre lugar, embozado en su

mala capa, contemplando el escudo de armas


que cubre la puerta de su casa medio caída, y dando gracias a la providencia

divina de haberle hecho don Fulano de Tal. No se quitará el sombrero, aunque

lo pudiera hacer sin embarazarse; no saludará al forastero que llega al mesón,

aunque sea el general de la provincia o el presidente del primer tribunal de ella.

Lo más que se digna hacer es preguntar si el forastero es de casa solar

conocida al fuero de Castilla, qué escudo es el de sus armas, y si tiene

parientes conocidos en aquellas cercanías. Pero lo que te ha de pasmar es el

grado en que se halla este vicio en los pobres mendigos. Piden limosna; si se

les niega con alguna aspereza, insultan al mismo a quien poco ha suplicaban.

Hay un proverbio por acá que dice: «El alemán pide limosna cantando, el

francés llorando y el español regañando».

Cartas Marruecas

José Cadalso

Después de leer los ejemplos de textos ensayísticos anteriores, responde

a las siguientes preguntas:

a) Identifica los temas que se tratan en estos dos fragmentos.

b) ¿Qué argumentos utilizan los autores para defender sus tesis?

c) ¿Por qué crees que el ensayo fue el género literario más utilizado

en la época neoclásica?

d) ¿Crees que estos problemas siguen vigentes en la sociedad

española actual?

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