Está en la página 1de 2

El misterioso jarrón multiplicador

Pensé en misterioso y de repente apareció un oso. Y no un oso felpudo que


puedes abrazar en alguna noche fría. No. Un oso con todos sus dientes y actitud
de hombre desvelado que acaba de despertar. Hice como pude, salté de la banca
del parque y maldije cien veces al viejo que me dio el jarrón.

...

Y es que vaya regalo tan llamado a atraer problemas, por gratificación de una
buena obra, que es lo peor.

Era un vagabundo que ya se encontraba tirado cuando llegué al parque, al cual fui
con mi café, unas ganas inmensas de relajarme y un cigarro.

Bueno, no vayan a pensar que desbordo en bondad y voy ayudando a diestra y


siniestra cuando no se me pide ayuda. Es que uno puede actuar bondadosamente
y causar un mal, como aquel hombre que salvo a una persona de caer de un
edificio y pensó que salvó su vida, pero en verdad lo que hizo fue arruinar su
muerte.

...

Me desvió del tema.

El chiste es que me acercó este objeto por levantarlo del suelo, me dio cosa verlo
ahí, quizás dolido de alguna enfermedad o algún golpe. Pero nada de eso pensé.
En verdad sentí simpatía por el viejo. Yo me he sobrepasado y aunque
acostumbró tomar licores de un menor grado que del Tonayan, sentí que, si lo
dejaba, me dejaba a mí mismo.

...

En fin, cuando me dijo que me regalaría el misterioso jarrón multiplicador (parecía


una simple botella de licor vacía), capaz de divagar en el subconsciente, en
aquello que yo anhelaba, o simplemente pensará pasó lo del oso.
Tristemente, antes de pensar en oro, el amor verdadero, o cualquier deseo
mundano, solo pensaba en descansar, extenuado como estaba de la impresión.

Y luego pasó lo de mi muerte.

También podría gustarte