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Kajsa Ekis Ekman

Sobre la existencia del sexo


Reflexiones sobre la nueva perspectiva de
género

Traducción de Carolina Moreno


Agradecimientos
Gracias a quienes con sus conversaciones, ideas, reflexiones y
de tantas otras maneras han contribuido a dar forma a mi intento de
comprender este tema tan complejo.
Fanny zu Knyphausen Berg, Clara Berglund, Amra Bajric, Nina
Björk, Guzmán Bossi, Paula Bueno, Gloria Casas Vila, Yaneli de la
Cruz, Anne D’arbes, Lasse Diding, Unni Drougge, Sara Edenheim,
Emelie, Stephen Farran-Lee, Donette Ferrer Pleguezuelos, Lisa
Fors, Paula Fraga, Tonje Gjevjon, Lea Honorine, Sheila Jeffreys,
Åsa Linderborg, Aleksa Lundberg, Annika Hultman Löfvendahl,
Julianna Miklos, Nicole Montén, Meghan Murphy, Anna
Nordenström, Fatih Okan, Radi Ouchen, Maria Ramnehill, Avi y Eva
Ring, Alex Rodallec, Jiolette Rodríguez, Ditte Sorbon, Katinka
Ström, Karin Svens, Ragni Svensson, Fondo de Escritores de
Suecia, Asociación de Escritores de Suecia, Irina Tervo, Cecilia
Tzaou, Jenny Westerstrand, Ebba Witt-Brattström, Sara Louise
Linnéa Wittström, Sophia Yacoub y muchos otros.
Prólogo a la edición española

UNA INTERESADA CONFUSIÓN: SEXO Y GÉNERO

«¿Qué es ser mujer?». Sobre esta pregunta y las erradas


respuestas articuladas por el movimiento transgénero se ha
construido lo que la autora de este libro, Kajsa Ekis Ekman,
periodista, escritora y una de las más destacadas feministas suecas,
ha denominado una «nueva teoría del género». Un nueva teoría del
género cimentada en postulados posmodernos y metafísicos alejada
del análisis y la crítica racionales, materialistas y universalistas que
las teorías feminista y marxista hacen de los diferentes sistemas de
dominación que vertebran nuestro mundo. Una primera
manifestación de estos análisis contrapuestos, y es importante
señalar tal contraposición e incompatibilidad de ideas por la
insistencia de la academia y de los medios de hacer pasar las
sexistas teorías trans por feministas, es la conceptualización que del
sistema sexo-género hacen las teorías trans y la teoría feminista.
Ekman responde de forma contundente y fundamentada en la
primera parte del libro, «71 géneros: una revolución en marcha...», a
las variopintas interpretaciones que estas teorías hacen de las
nociones «sexo» y «género»; pero ahora quisiera pararme en lo
fundamental para introducirles en la prolija argumentación de Ekman
que leerán y presentarles sucintamente la interesada confusión
conceptual que enfrentamos y debemos desarticular. Esta confusión
se produce por el uso indiferenciado de «sexo» y «género»
propuesto desde las tesis transgénero y que ha impregnado el
lenguaje académico e institucional. Así, los estudios de las mujeres
o feministas han pasado a ser «estudios de género», la que
deberíamos llamar perspectiva feminista lo es «de género» y la
violencia machista es «violencia de género»; pero como dice la
referente feminista y marxista Lidia Falcón, «las bofetadas se las
llevan las mujeres, no el género». Es primordial, pues, explicar las
nociones «sexo» y «género» y defender la conceptualización
feminista y científica. El sexo no es más que una realidad biológica
inalterable, nacer macho o hembra de la especie humana. Por tanto,
y volviendo a la pregunta del principio «¿qué es ser mujer?», sobre
la que tanto han conjeturado las tesis trans (nótese cómo los
conceptos de hombre o varón no se ponen nunca en cuestión por
estas tesis), solo cabe contestar que ser mujer es ser una persona
del sexo femenino, una hembra de la especie humana. Todo lo
demás que se pueda decir sobre «ser mujer» es género. Porque el
género, tal y como ha explicado la teoría feminista, es el conjunto de
estereotipos y funciones que se asignan a la mujer por nacer mujer
y al hombre por nacer hombre, y que se aprenden e interiorizan
mediante la diferente socialización de los sexos. El género explica
realidades como la división sexual del trabajo o el mecanismo de
exclusión de las mujeres de la esfera de lo público. Es la piedra
angular sobre la que asienta la jerarquía sexual, uno de los
instrumentos de sometimiento patriarcal más perfectos y que, como
feministas, tenemos que luchar por erradicar. El género es entonces,
además de la construcción social aludida, una unidad analítica
fundamental de la teoría feminista que sirve para explicar el
establecimiento y la reproducción de la desigualdad estructural de
las mujeres 1 . Sin embargo, para las teorías trans la construcción
social no es el género sino el sexo. Niegan que el sexo sea una
realidad biológica, lo catalogan como producto sociocultural y de ahí
nacen afirmaciones tan acientíficas y metafísicas como que existen
hasta 5 sexos (teoría de la filósofa y bióloga Fausto-Sterling a la que
ella misma presentó posteriormente objeciones pero que sigue
siendo defendida desde las tesis transgénero) o que existen
«personas que nacen en cuerpos equivocados». Estas ideas cuasi
religiosas de almas o esencias femeninas en cuerpos de varones o
almas o esencias masculinas en cuerpos de mujeres son una
perfecta muestra de la cultura posmoderna actualmente hegemónica
que para todo dice que las cosas no son lo que son sino lo que
creemos o queramos que sean. Es la sustitución de realidad
material o materia por la idea. Análisis idealistas y metafísicos que,
como decíamos, son contrapuestos y están totalmente alejados de
los análisis materialistas y racionalistas del feminismo y el
marxismo. Del mismo modo operan las tesis transgeneristas con el
concepto de género. Como ya se ha señalado, para la teoría
feminista el género es la piedra angular sobre la que descansa la
subordinación sexual. Sin embargo, la nueva teoría del género lo
entiende como una manifestación o vivencia interna de la
personalidad. Así, siendo mujer bastaría denominarse de «género
masculino», de «género no binario», «agénero» o de algunos de los
múltiples géneros inventados por el movimiento queer 2 para
«salirse» de la posición subordinada en la jerarquía sexual. Por
autoidentificación o por hormonación se nos dice a las mujeres que
podríamos romper con tan perpetuada jerarquía. Y si no fíjense en
las palabras de B. Preciado, aclamada teórica queer. Son las
siguientes:

Lo que no resulta explicable hoy, en una situación en la


que la inferioridad política de las mujeres se oculta tras una
aparente igualdad legal, es por qué no hay una masa de bio-
mujeres que trafican y consumen testosterona para acceder a
la posición hegemónica. Quizá, simplemente, las bio-mujeres
no quieren el poder, prefieren seguir teniendo excusas para
no triunfar, para no ganar dinero, para no tomar decisiones
para sí mismas, para no dirigir los países en los que habitan,
para no ser las únicas responsables de su placer sexual, de
su mediocridad o de su éxito 3 .

Como ven, no solo no se hace un análisis mínimamente serio de


las relaciones de poder entre hombres y mujeres, sino que además
se culpa a las mujeres de su propia opresión por no optar por la
suerte de soluciones individualistas e idealistas propuestas por los
teóricos queer y que en nada afectan a la jerarquía sexual. El
feminismo vindica la abolición del género, esto es, la erradicación de
roles, funciones y estereotipos sexistas con la finalidad de romper y
hacer desaparecer la jerarquía sexual. La nueva teoría del género
defiende la multiplicación del género, no rompe los patrones
culturales, se mueve dentro de ellos para pseudotransgredirlos con
nuevas etiquetas (que no realidades) que acaban, por afirmación y
extensión, perpetuando el género y con ello la jerarquía sexual.
Ruptura de la norma cultural y revolución político-feminista frente a
perpetuación de la norma cultural y pseudotransgresión queer o
transgenerista.
Ante una confrontación teórica tan evidente y una muestra tan
diáfana de la incompatibilidad de sus tesis, son muchas y muy
variadas las manipulaciones elaboradas por el movimiento
transgénero del ideario feminista y sus referentes para tratar de
hacer pasar sus postulados por feministas. Es clásica, por
reiterativamente argüida, la tergiversación que hacen de Simone de
Beauvoir y su cita más conocida de la obra El segundo sexo: «No se
nace mujer: se llega a serlo» 4 . No me pararé sobre ello, pues la
autora del libro que tiene en sus manos, en el capítulo «Entonces,
¿las mujeres existen?», rebate sin contemplaciones tal manipulación
hasta dejarla sin efecto. A este respecto, solo reseñaré las palabras
de Teresa López Pardina, biógrafa de Simone de Beauvoir que dice
lo siguiente:

«No se nace mujer» quiere decir que no se nace sensible,


abnegada, modesta, sumisa, afectuosa, etc., es decir, que no
se nace con los atributos de la feminidad, pues lo que
denominamos masculinidad o feminidad son modos de
conducta adquiridos. «Se llega a serlo» expresa que la
adquisición de los caracteres secundarios correspondientes
al género es un proceso de inculturación que se lleva a cabo
a través de la educación. En el caso de la mujer, esta
adquisición implica una negación de su trascendencia: lo que
se le hace aprender son conductas en las que su libertad
constitutiva se ve continuamente coaccionada 5 .
La teoría feminista es clara. Se trata, pues, de conocerla y
defenderla, así como de enfrentar la amenaza de desarticulación y
despolitización del feminismo que supone la inclusión de las tesis
transgeneristas en el corpus teórico feminista.

PRINCIPIOS VERTEBRADORES DE LAS POLÍTICAS Y LAS LEYES


IDENTITARIAS. CAMBIO DE PARADIGMA EN LEGISLACIÓN CONTRA LA
DISCRIMINACIÓN

Uno de los principios vertebradores de la nueva teoría del género


y las legislaciones que en todo el mundo están inspirando es el
sexista y perjudicial concepto de «identidad de género». En la
primera parte de este libro, «71 géneros: una revolución en
marcha...», Kajsa Ekis Ekman analiza pormenorizadamente, desde
la perspectiva filosófica, entre otras, este concepto y el de
«identidad sexual». Yo me centraré en explicar su plasmación
jurídica y las implicaciones prácticas y jurídicas que despliega. El
concepto de «identidad de género» ha sido desarrollado por los
Principios de Yogyakarta, un documento que recoge una serie de
principios relativos a la orientación sexual e identidad de género,
con la finalidad de orientar la interpretación y aplicación de las
normas del Derecho internacional de los derechos humanos. No es
un instrumento jurídicamente vinculante, sin embargo, ha influido y
es citado en normas jurídicas de diferentes países donde están
introduciendo este tipo de legislación. Estos Principios establecen
que

la «identidad de género» se refiere a la vivencia interna e


individual del género tal como cada persona la siente
profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia
personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de
la apariencia o la función corporal a través de medios
médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma
sea libremente escogida) y otras expresiones de género,
incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales 6 .

Esta definición es puramente acientífica y sexista. Es acientífica


por cuanto habla de «sexo asignado» como si los profesionales
sanitarios que asisten los partos se dedicaran a atribuir
aleatoriamente un sexo u otro a los recién nacidos. El sexo no se
asigna, el sexo se observa y se constata. Es sexista y patriarcal en
tanto en cuanto asume la tesis trans que defiende que el género, los
roles sexistas, son parte de nuestra personalidad en lugar de
imposiciones culturales que determinan la posición subordinada de
las mujeres en la jerarquía sexual. El concepto de «identidad de
género» convierte la opresión sexual de las mujeres en identidad.
Se nos pide que nos identifiquemos y aceptemos como natural
aquello que nos daña y que el feminismo pretende erradicar. De
esta forma, si una mujer no acepta los roles sexistas (actitud sumisa
y complaciente, trabajos estereotípicos femeninos, por ejemplo) es
que tiene una «identidad de género masculina» y, por ende, es un
varón. Así de simple y así de sexista. Y estos discursos introducidos
en las aulas son los que han causado que en Suecia, como explica
la autora, el número de niños/as y jóvenes con diagnóstico de
disforia de género haya aumentado en más del 1.000 por 100 en la
última década o que en Reino Unido, en la conocida clínica de
«reasignación de sexo» Tavistock, se haya incrementado el número
de niñas atendidas en un 4.000 por 100 en menos de 10 años 7 .
Esta es una muestra de la nociva implicación práctica de las
políticas cimentadas sobre la «identidad de género». Otras
implicaciones de los Principios de Yogyakarta y su mención en
diferentes instrumentos normativos son el blindaje jurídico del
género, de aquello que hasta la aparición de la legislación de
identidad de género se trataba de erradicar. Podemos citar, por
ejemplo, el texto de referencia internacional en materia de igualdad
entre mujeres y hombres, la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer, CEDAW (1979),
en cuyo artículo 5 establece:

Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas


para modificar los patrones socioculturales de conducta de
hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de
los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier
otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o
superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones
estereotipadas de hombres y mujeres.

Este instrumento normativo, como tantos otros nacionales e


internacionales como, por ejemplo, el Convenio de Estambul (2011),
recogía el concepto feminista de género y establecía el mandato
jurídico de erradicar las formas patriarcales opresivas a las que este
concepto hacía referencia. Sustituirlo en el ordenamiento jurídico por
el concepto queer 8 de género es un cambio de paradigma
legislativo que supone la perpetuación y naturalización jurídica de la
estereotipia sexista, así como la vulneración de los derechos de las
mujeres y de la infancia, como detalla Ekman a lo largo del libro con
profusa argumentación y casos concretos. Conviene recordar que
estos Principios de Yogyakarta tan citados no tienen validez jurídica
internacional y que son dos documentos de 2007 y 2017 redactados
por lobbies y firmados a título individual (no institucional) por un
grupo reducido de personas 9 .
Otro de los principios inspiradores de las mal llamadas «leyes
trans» 10 o leyes de identidad de género es el de «autodeterminación
del género» o «libre determinación del género». Kajsa Ekis Ekman,
en la tercera parte del libro, «El modelo de sexo único», explora y
rebate la fundamentación ontológica de la que han pretendido dotar
al concepto y expone alguna de sus consecuencias prácticas. En
palabras de Ekman, es la nueva teoría del género convertida en ley.
Y así ha sido ya en países como Argentina, Noruega o Canadá y
ahora en países como España y Suecia, donde legislaciones de
este tipo están actualmente siendo tramitadas.
FASES Y ESTRATEGIA POLÍTICO-LEGISLATIVA DEL BORRADO DE LAS
MUJERES. LOBBY TRANSGÉNERO

Quisiera pararme aquí, antes de proseguir con la explicación de


las implicaciones jurídicas del principio de «autodeterminación del
género», para relatar cómo se están aprobando estas leyes de
identidad de género e introduciendo sus postulados en otras leyes
no desarrolladas con tal fin a través de unas fases y con una
estrategia similares en todos los países donde tales leyes y políticas
se están implementando.
Seguiré en la exposición la tesis del borrado de las mujeres en
las legislaciones en tres fases observada y desarrollada por Tasia
Aránguez, jurista y mi compañera en el equipo jurídico de la Alianza
Contra el Borrado de las Mujeres 11 . La primera fase, que en España
sucede con la aprobación de la Ley 3/2007, de 15 de marzo,
reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo
de las personas, consiste en la sustitución del término «sexo» por el
término «género» en la legislación, confusión conceptual derivada
de las tesis a que aludíamos al principio de este texto. Un ejemplo
claro es lo acontecido con la noción «violencia de género». Ya no se
habla ni se especifica que esta es una violencia específica contra las
mujeres. Pareciera ser ahora una violencia que tiene lugar contra
cualquier persona que no se ajuste a los estereotipos de
género/sexistas. Se introduce la ambigua categoría ya explicada de
«identidad sexual o de género». Empieza siendo sinónimo de
«diagnóstico de disforia de género» o de «transexualidad», pero el
generismo queer 12 acaba por utilizarlo para transformar la categoría
de «género» (realidad a erradicar) en una identidad a proteger. Así,
los roles de género dejan de considerarse una jerarquía social y
pasan a ser considerados una manifestación de la personalidad y
pasan a ser blindados jurídicamente.
En la segunda fase, en la que se encuentra España actualmente
con la tramitación del Anteproyecto de Ley para la igualdad real y
efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de
las personas LGTBI, se introduce en el ordenamiento jurídico el
principio (que el movimiento transgénero cataloga como derecho) de
«libre determinación de la identidad de género» o
«autodeterminación del género» que en realidad significa, como
explicaré luego y como de forma más detallada hace la autora a lo
largo del libro, autodeterminación del sexo o borrado jurídico del
sexo con todas las nocivas implicaciones que ello tiene para los
derechos y espacios de las mujeres. En esta segunda fase se
sustituye el término transexualidad (persona con disforia de género)
por el término transgenerismo, concepto paraguas a que cualquiera,
sin cursar disforia de género, se puede acoger para el cambio de
sexo registral. Además se empiezan a utilizar términos que
deshumanizan a las mujeres o niegan el sexo o sus preferencias
sexuales tales como «personas gestantes», «personas
menstruantes», «personas lesbianas» (como si un varón pudiera ser
lesbiana). El anteproyecto de ley mencionado propone, por ejemplo,
la sustitución del término «madre» por el de «progenitor gestante».
Como vemos, el borrado de las mujeres y de las realidades
asociadas a nuestro sexo se hace efectivo a través de estas leyes.
Se emplean además términos acientíficos que vienen a establecer la
idea de que el sexo biológico no existe, términos como «sexo
asignado» o «reasignación de sexo». Se establecen en las leyes las
tesis transgeneristas que sitúan a las mujeres y a los hombres en
una posición de privilegio «cisexual» con respecto a las personas
trans y «no binarias». Conforme a estas tesis, nacer mujer se
considera un (cis)privilegio y se afirma que las mujeres se identifican
con los roles de género que les son impuestos. El término «cis», de
acuñación queer, según tales teorías, hace referencia a las
personas que se identifican o se encuentran acordes con los roles
sexistas impuestos en contraposición al término «trans», que serían
las personas que no se ajustan a tales roles. Lo que obvian estos
postulados es que quienes somos críticas con el género y sus
imposiciones derivadas no somos «trans» sino feministas, y que las
mujeres hemos sido definidas a lo largo de la historia a través de la
mirada patriarcal hasta ser catalogadas como «no-hombres» (la
«otredad» que decía Simone de Beauvoir) para ser ahora
catalogadas en nombre de una falsa diversidad impuesta por la
mirada neopatriacal queer/transgenerista como «cis», esto es, «no-
trans».
La tercera y última fase está sucediendo en países como
Argentina, que hasta hace unos meses no contaba con una ley de
interrupción del aborto pero que cuenta con leyes «trans» desde
hace años, muestra de cómo estas leyes no suponen siquiera una
leve reforma para atenuar las realidades vividas en sistemas
patriarcales y de ahí la nula resistencia patriarcal a ser
implementadas, mientras que otras, como la del aborto, que
establecen derechos básicos de salud sexual para las mujeres, no
eran aprobadas. En esta última fase se elimina la categoría «sexo»
del DNI, del registro civil, de las leyes y de cualquier documento
oficial que debiera acreditarlo, como si tal eliminación fuera a hacer
desaparecer la opresión sufrida en base al sexo. La consecuencia
es que cualquier norma para frenar la violencia contra las mujeres o
para favorecer la igualdad entre mujeres y hombres se vuelve
ineficaz y, en muchas ocasiones, inaplicable.
Estas fases conforman una secuencia política clara, parte de una
estrategia que ya ha sido utilizada en España y en otros países y
que está siendo desvelada por quienes seguimos los trámites de la
instauración de las políticas de «identidad de género» 13 .
Podemos citar aquí el trabajo realizado por el cronista
parlamentario inglés James Kirkup que sigue e informa del proceso
legislativo en Reino Unido de aprobación de estas leyes y que
explica diversas estrategias y prácticas lobistas del movimiento
transgénero para conseguir aprobar estas leyes. Reseña, por
ejemplo, un informe elaborado por un importante despacho de
abogados internacional que recomienda determinadas prácticas
para que grupos y colectivos queer/transgénero funcionen como un
efectivo grupo de presión con capacidad para implementar estas
políticas 14 . Este informe aconseja «vincular su campaña a una
reforma más popular». Por ejemplo: «En Irlanda, Dinamarca y
Noruega, los cambios a la ley sobre el reconocimiento legal de
género se llevaron a cabo al mismo tiempo que otras reformas más
populares, como la legislación sobre igualdad en el matrimonio». En
España, términos como «identidad de género» han sido
introducidos, además de en las leyes autonómicas de identidad de
género y el anteproyecto que ahora se está tramitando, en otras
leyes, como por ejemplo la Ley Orgánica de Libertad Sexual, cuyo
espíritu y finalidad nada tienen que ver con los derechos de la
personas transexuales pero en donde los acientíficos y sexistas
postulados trans introducen estos términos para ir creando una
suerte de estatus jurídico en el ordenamiento que pivote en torno a
la noción de «identidad de género».
Esto proporciona un velo de protección. Así sucedió en Irlanda,
donde la igualdad matrimonial fue fuertemente apoyada pero la
identidad de género siguió siendo un tema más difícil para obtener
el apoyo público, y así sucedió en España, donde se ha vinculado la
introducción en el ordenamiento jurídico de los conceptos
«expresión / identidad de género» a la aprobación de la ley de
libertad sexual. Es decir, los han implementado de forma subrepticia
en una ley que cuenta con un apoyo y entendimiento sociales
mucho mayores que los de los conceptos citados y las políticas de
«identidad sexual». Otra de las estrategias recomendadas por el
informe es «evitar la cobertura y exposición excesiva de la prensa».
De esta forma, se pretende evitar que la sociedad conozca y
entienda las implicaciones prácticas y jurídicas de las leyes de
identidad para simplemente aprobarlas por la puerta de atrás, sin
debate social ni conocimiento público. Como vemos, estas son
clásicas prácticas lobistas y es por esto que hablamos de lobby
queer o transgénero. Además, organizaciones del movimiento
transgénero cuentan con financiadores que donan ingentes sumas
de dinero para la «causa» de la aprobación de las leyes trans, de la
hegemonía cultural y mediática del discurso de la nueva teoría del
género y, sobre todo, la «causa» de la hormonación y medicación de
personas sanas de por vida. Seguro que entenderán los beneficios
que esto reporta a la industria farmacéutica. De hecho, podemos
citar como uno de los grandes financiadores de organizaciones
transgénero a

Gilead Sciences, que es, según su web, «una empresa


biofarmacéutica que descubre, desarrolla y comercializa
terapias innovadoras para áreas médicas con necesidades
todavía no cubiertas». En 2019, Gilead lanzó el Fondo de
Impacto Comunitario TRANScend para respaldar a las
organizaciones transgénero. En noviembre de ese mismo
año, con motivo del Transgender Day of
Remembrance, Gilead anunció que el fondo donaría 4,5
millones entre diversas organizaciones transgénero, entre
ellas, Transgender Law Center, dedicado a presionar a
instituciones para aprobar leyes de borrado jurídico del
sexo 15 .

IMPLICACIONES JURÍDICAS, POLÍTICAS Y PRÁCTICAS DE LAS LEYES DE


IDENTIDAD DE GÉNERO

Vuelvo ahora sobre el principio de «autodeterminación del


género» para tratar de forma sucinta sus implicaciones, pues es un
principio vertebrador de las políticas identitarias cuyos efectos
desplegados por sí solos, sin más previsiones en las leyes de
identidad que impacten específicamente sobre áreas determinadas,
vulnera los derechos de las mujeres y ponen en riesgo los espacios
de las mujeres.
Para desarrollarlo, explicaré el régimen jurídico vigente en
España desde 2007 para acceder al cambio de sexo registral y las
nuevas condiciones de acceso que pretende implementar el
anteproyecto que se está tramitando. La Ley 3/2007 de Cambio
Registral permite que una persona transexual pueda cambiar de
nombre y de sexo en su Documento Nacional de Identidad sin
necesidad de realizarse una cirugía genital. Para obtener el cambio
de sexo registral se exige que la persona solicitante acredite un
diagnóstico de disforia de género, realizado por un profesional de la
medicina o la psicología, tras someterse a un tratamiento hormonal
de al menos dos años. Este requisito de tratamiento hormonal es
dispensable por razones de edad (menores) o por problemas de
salud presentados derivados del tratamiento. De facto, lo único que
se está exigiendo es el certificado de disforia de género, esto es, la
única forma de certificar que la persona que pretende acceder al
cambio de sexo registral es una persona transexual. Es conveniente
señalar, ya que en España los defensores de esta ley aluden
reiterativa y falazmente a la «despatologización», que certificar
(exigir el certificado médico de disforia de género) no es patologizar
sino la única forma de asegurar que no se produzcan fraudes de ley
(cambios registrales por motivos espurios tales como acceder a
espacios de mujeres) en los cambios de sexo registrales. Pues bien,
el anteproyecto que ahora se está tramitando en España, así como
las leyes «trans» que han sido ya aprobadas en otros países y que
han traído las nefastas consecuencias que advertimos, elimina el
requisito de certificado médico de disforia de género y establece que
para hacer efectivo el cambio de sexo registral solo es necesaria la
manifestación de la propia voluntad, ¡su palabra! Imagínense un
hombre, con prototípico aspecto de hombre y que, además, es un
agresor de mujeres que pretende hacer uso instrumental y espurio
de estas leyes, que se presenta ante el Registro Civil y dice que es
una mujer: el registrador lo tendrá que inscribir como tal y será
«mujer» con plenos efectos jurídicos desde entonces.
Este principio implica que no será necesario probar un
sentimiento prolongado de inconformidad con el propio cuerpo o que
no será necesario descartar trastornos psicológicos que puedan
conducir al rechazo temporal al cuerpo. Tampoco se establecen
mecanismos que eviten, como decíamos, motivaciones espurias
como el intento de eludir la aplicación de la ley integral de violencia
de género, acceder a espacios exclusivos de mujeres como
vestidores frecuentados por niñas o participar en categorías
deportivas femeninas, aprobar unas oposiciones con una marca
física más asequible, acceder a cuotas de empleo femenino o a
ayudas sociales, ir a una prisión de mujeres, etc. Asimismo, no
tendrán relevancia jurídica los antecedentes penales de agresión
sexual, pederastia o violencia de género. Además, cualquier medida
que intente prevenir el fraude de ley expuesto en el apartado
anterior se considerará una vulneración del derecho a la libre
determinación de la identidad. Vemos, pues, cómo la introducción de
este principio en el ordenamiento jurídico supone la efectiva
vulneración de los derechos de las mujeres. Pongamos un ejemplo
concreto: ¿qué pasa con las categorías deportivas femeninas si
hombres autoidentificados como mujeres son incluidos en las
mismas? Sencillamente, se impide a las mujeres competir en
igualdad de condiciones. Igualmente, se compromete el derecho a la
integridad física de las mujeres en el deporte femenino, pues se
incrementa el riesgo de padecer lesiones graves si mujeres tienen
que competir o compartir entrenamientos con varones
autoidentificados como mujeres y se contraviene el derecho a la
integridad moral de las deportistas que ven cómo su trabajo y sus
esfuerzos no son recompensados ante varones que se dicen
mujeres y baten sus marcas 16 .
Especialmente preocupantes son las consecuencias que esta ley
tiene en la educación y en la infancia. En donde se han aprobado
leyes de identidad de género o «autodeterminación del sexo»
existen protocolos educativos que hablan de «identidad de género
en el cerebro» o «sexo asignado» acogiendo, pues, las tesis
neurosexistas y acientíficas que ya han sido refutadas. Resulta
imposible desarrollar los principios de la educación para la igualdad
y superar de los roles y estereotipos tradicionales asociados a
mujeres y hombres, si en lugar de explicarles a los niños y niñas la
necesidad de erradicar estos estereotipos sexistas que limitan el
libre desarrollo de su personalidad, los convertimos en identidad y
les decimos, como vienen a asegurar estos protocolos, que si un
niño no se ajusta a los estereotipos que socialmente se le imponen
es que tiene una identidad de género femenina y que, por tanto, es
una niña. Esto supone una vuelta a los más rancios postulados
sexistas y, desde luego, un maltrato a la infancia. Muestra de ello es
el ingente aumento (en cifras ya reseñadas) de niños y niñas que
dicen sentirse del sexo contrario y a los que se induce a
tratamientos experimentales hormonales que tienen graves
consecuencias físicas y emocionales. La autora del libro trata de
forma extensa estos efectos y el discurso que, introducido en las
aulas, está maltratando a la infancia.
Podemos concluir diciendo que estas leyes y la sustitución de los
derechos basados en el sexo por derechos basados en la identidad
de género son una aberración jurídica con importantes y
perjudiciales implicaciones prácticas para todas las mujeres, ya que
inutilizan las medidas de acción positiva basadas en el sexo, así
como las políticas públicas que combaten la desigualdad entre los
sexos. Nos encontramos, pues, ante leyes técnicamente deplorables
con perjudiciales efectos sociales y nocivas afectaciones sobre
nuestros derechos.

¡LEVANTEN LA VOZ! NO TENGAN MIEDO

No quisiera acabar mi pequeña aportación al libro de Kajsa Ekis


Ekman sin agradecerle a ella, mujer comprometida a la que estimo y
admiro, su valentía por escribir este libro. Feministas y profesionales
críticas con las leyes de identidad somos injuriadas, amenazadas y
agredidas. Han tratado de echarnos de nuestros trabajos (en alguna
ocasión consiguiéndolo, leerán los casos en las páginas de este
libro), de cancelar nuestras charlas o intervenciones en medios. De
todas las formas posibles, pretenden silenciarnos. Y lo hacen
porque saben que convencemos, porque explicamos con
numerosos y elaborados argumentos por qué estas leyes vulneran
principios básicos del ordenamiento jurídico, los derechos de las
mujeres y por qué suponen un maltrato a la infancia y un retroceso
sociojurídico.
La reacción patriarcal era de esperar, la reacción de una nueva
filigresía sexista, la queer transgenerista 17 . Como afirma Ekman,
«es un movimiento político neopatriarcal con el propósito de
silenciar y asustar a las mujeres». No se le puede llamar de otra
forma a quien arremete con virulencia contra quienes hacemos
legítima crítica. La acusación de tránsfobas, acuñada con el término
TERF (siglas de Trans-Exclusionary Radical Feminist / Feminista
Radical Trans-Excluyente), es sencillamente una falacia. Defender
que el sujeto político del feminismo somos las mujeres no es excluir
a nadie de ningún sitio sino conocer la premisa fundamental del
feminismo y defenderla frente a las tentativas de desarticulación de
la teoría y de despolitización del movimiento que enfrentamos.
TERF es una etiqueta punitiva y, además, como señala Megan
Murphy, un discurso de odio contra las mujeres críticas con las
políticas identitarias, pues la palabra TERF suele venir acompañada
de desagradables acusaciones y amenazas. Sirve además como
justificación de las agresiones a mujeres feministas.
Pero que no les asusten ni les impidan hablar sus amenazas ni
sus acusaciones de transfobia. Como afirma Amelia Valcárcel, cada
vez que se topen con el sufijo «-fobia», sospechen, porque lo que en
realidad quieren decir es: «¡cállate!». Puede que el chantaje
emocional de las fobias funcione con quienes no conocen las
implicaciones de lo que denunciamos y, «empáticamente», se
autocensuren por no molestar o no discriminar. Ya saben, nos
educan para que los sentimientos y pretensiones de los varones
antecedan a los nuestros propios. Molestamos, sí, porque no
callamos, pero ni discriminamos ni dañamos. Defendemos los
derechos de las mujeres, de los niños y de las niñas, la racionalidad
y el feminismo. Les aseguro que en toda la argumentación
desplegada en este libro no habrá acusación ni amenaza. Sépanse
acompañadas cuando denuncien las consecuencias del dogma de
la identidad de género en el colegio de sus hijos/as, en el trabajo,
con compañeros o amigos, porque cada vez somos más quienes lo
hacemos. Y es que es la única forma de frenar este retroceso
sociojurídico. Muéstrense firmes y contundentes en la crítica y la
denuncia. Háganlo convencidas y seguras de que hacen lo justo, lo
que como feministas o personas comprometidas socialmente
debemos. Están contando la verdad y como señalaba nuestra
querida Magdalen Berns, «decir la verdad no es odio».

PAULA FRAGA

1 Paula Fraga, «La teoría queer y la institucionalización de la misoginia», Público,


noviembre de 2019, https://blogs.publico.es/otrasmiradas/25997/la-teoria-queer-y-
la-institucionalizacion-de-la-misoginia/.

2 Utilizo indistinta y sinonímicamente términos como «movimiento queer» y


«movimiento transgénero» o «tesis / teorías queer» y «teorías trans / transgénero
/ nueva teoría del género». En todo caso, leerán en este prólogo más referencias
a los segundos términos («trans, transgénero, nueva teoría de género») acorde a
la tesis defendida por Ekman, esto es, la clara delimitación y diferenciación entre
teorías queer y tránsgenero. Encontrarán la tesis desarrollada a lo largo del libro,
si bien es detallada en el capítulo «Cuando el feminismo empezó a querer al
género».

3 B. Preciado, Testo yonqui, Espasa, 2008, pág. 154.

4 «No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico,


económico, define la imagen que reviste en el seno de la sociedad la hembra
humana; el conjunto de la civilización elabora este producto intermedio entre el
macho y el castrado que se suele calificar de femenino», Simone de Beauvoir, El
segundo sexo, Cátedra, 18.ª ed., 2021, pág. 341.

5 «Prólogo a la edición española», en El segundo sexo, op. cit., pág. 26.

6 Principios de Yogyakarta: Principios sobre la aplicación de la legislación


internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la
identidad de género, marzo de 2007.

7 https://www.telegraph.co.uk/politics/2018/09/16/minister-orders-inquiry-4000-per-
cent-rise-children-wanting/.

8 Véase nota 2.
9 Elena Armesto, «La trampa de los Principios de Yogyakarta», El Común, febrero
de 2021, https://elcomun.es/2021/02/10/la-trampa-de-los-principios-de-
yogyakarta/.

10 Son mal llamadas «leyes trans» porque en nada benefician a las personas
transexuales, no establecen políticas o medidas de no discriminación para
personas transexuales. Solo facilitan el cambio de sexo registral,
independientemente de que quien lo solicite sea o no transexual, suponiendo
esto, de facto, el borrado jurídico del sexo.

11 Somos una plataforma conformada por más de un centenar de organizaciones


y por mujeres feministas y profesionales de diferentes ámbitos. Luchamos para
eliminar todas las formas de discriminación contra mujeres y niñas que resultan de
la sustitución de la categoría sexo por la de «identidad de género». Nacimos con
la pretensión de paralizar las leyes de identidad de género o autodeterminación
del sexo.

12 «Generismo queer», término acuñado por la filósofa Alicia Miyares para hacer
hacer referencia a la defensa del género/estereotipos sexistas por parte del
movimiento queer o transgénero.

13 El trabajo de James Kirkup sobre las estrategias para aprobar este tipo de
legislación y que ahora aquí expongo es reseñado en las Alegaciones que desde
el equipo jurídico de la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres elaboramos a la
Ley Orgánica de Libertad Sexual donde se introdujeron términos como «identidad
de género», https://tribunafeminista.elplural.com/wordpress/wp-
content/uploads/2020/06/Medios_alegaciones-Contra-Borrado-Mujeres-
medios.pdf.

14 https://www.spectator.co.uk/article/the-document-that-reveals-the-remarkable-
tactics-of-trans-lobbyists.

15 Extracto del informe elaborado por la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres
donde se reseña a grandes financiadores del movimiento transgénero que nos
obliga a hablar de lobby queer/transgénero.

Puede leerse completo en: https://contraelborradodelasmujeres.org/financiacion/.

16 https://contraelborradodelasmujeres.org/deporte/.
17 Utilizo el término «feligresía queer» para aludir a la naturaleza de las tesis
defendidas por el movimiento transgénero (tesis sexistas, acientíficas, metafísicas
y cuasi religiosas, como se ha explicado a lo largo del prólogo) y para señalar la
actitud sectaria, que no admite debate ni crítica, de quienes la defienden.
Introducción
Si buscamos la palabra «sexo» en la enciclopedia nacional sueca
(Nationalencyklopedin), nos encontraremos con la siguiente
definición: «Utilizamos el término sexo para distinguir a los
individuos del reino animal, de las plantas u otros organismos en
función de la clase de sus células sexuales» 18 . El sexo es aquí un
tipo de reproducción, nada más. No hace ninguna referencia a cómo
debe ser la apariencia física de hombres y mujeres, ni a cómo
deben actuar o qué deben sentir. Lo que determina el sexo es
simple y llanamente las células.

Si se entra en el portal de la Guía de la Salud de Suecia del año


2019, se encontrará una definición totalmente distinta. Bajo el título
«¿Qué es el sexo?», leemos la siguiente respuesta: «Lo que
determina cuál es tu sexo no es ni el cuerpo ni lo que ponga en tu
pasaporte: lo que importa es lo que tú sientas» 19 . Una página web
sobre la menstruación se expresa en términos parecidos:

Una condición para poder menstruar es que la persona


tenga útero, pero haber nacido con útero no la convierte
automáticamente en mujer. Solo uno mismo puede decidir
con qué sexo se identifica 20 .

Por tanto, según la perspectiva que ha empezado a extenderse


por todas las instituciones sociales, y que varios países han
convertido en ley, el sexo no tiene nada que ver con el cuerpo. A
partir de ahora es una identidad con vida propia. Saber si una
persona es mujer u hombre solo en función de si tiene vulva o pene
es claramente un faux pas: ya no se puede suponer nada sin
preguntar antes, porque el sexo no se ve por fuera. Ni siquiera una
barba imponente es ya una evidencia de que esa persona sea un
hombre, recuerda la revista americana Teen Vogue 21 .
Administraciones locales, ONG y escuelas infantiles recomiendan
que se empiece el día con una ronda de pronombres y que cada
uno cuente de qué sexo se siente ese día 22 . Porque aunque el
cuerpo no tenga ninguna importancia, el género sí tiene un gran
peso en este discurso, ya que utilizar un pronombre basándose en
la biología se considera que puede herir la autoestima de una
persona.

Argentina fue el primer país del mundo, en 2012, en tramitar una


ley sobre la identidad de género que permitía a todos los
ciudadanos decidir a qué género querían pertenecer. Le siguieron
Canadá, Noruega y Dinamarca, países donde el cambio de sexo
jurídico es ahora un trámite sin complicaciones, más o menos como
registrar un cambio de dirección postal. En Suecia se propone un
cambio similar. «Realizar un cambio de sexo jurídico será un
proceso rápido y sencillo que por norma general no exija contacto
con el Sistema de Salud», dijeron la que entonces era ministra de
Asuntos Sociales, Annika Strandhäll, y la ministra de Cultura y
Democracia, Alice Bah Kuhnke, cuando presentaron el proyecto en
mayo de 2018. Según el texto: «La nueva ley tomará como punto de
partida la autodeterminación personal. Únicamente el propio
individuo conoce cuál es su identidad de género» 23 .
El proyecto se presentó como una actualización de la legislación
vigente sobre la igualdad de género. Strandhäll y Bah Kuhnke
explicaron que «finalmente» se presentaba una legislación moderna
y pedían disculpas por haberla demorado tanto tiempo. Lotta Vahlne
Westerhäll, investigadora única del estudio «Sexo jurídico y
reasignación clínica de sexo», así como la secretaria del proyecto,
Therese Bäckman, afirmaron en SvD Debatt:

Cualquiera que así lo desee debería poder cambiar


libremente el sexo jurídico que consta en el registro civil. Para
poder realizar ese cambio no debería exigirse, ni directa ni
indirectamente, exámenes, consultas o tratamientos médicos
realizados en un centro de salud 24 .

El gobierno australiano lo razonó en el mismo sentido cuando


recientemente hizo una propuesta parecida. El proceso de cambio
de sexo tendrá que ser «puramente administrativo, sencillo, y
empezar en el momento adecuado», y debería ser gratis. Incluso se
propone retirar el sexo de las partidas de nacimiento. A partir de
ahora el sexo es un detalle sin importancia... a la vez que se dice
que es importantísimo. El motivo de estos cambios es precisamente
el gran sufrimiento que provoca que el sexo conste en la partida de
nacimiento, y «el sentir de las personas trans, no-binarias e
intersexuales es el núcleo de esta investigación» 25 .
Varias organizaciones deportivas, como el COI (Comité Olímpico
Internacional), han seguido los mismos pasos y han cambiado el
reglamento, de manera que sea la definición del propio individuo y
no su sexo biológico lo que determine en qué categoría tiene que
competir. El COI exige un período mínimo de tratamiento hormonal
antes de que una persona nacida como hombre pueda participar en
la categoría femenina, mientras que otras organizaciones se
contentan con un cambio de sexo jurídico. A veces ni siquiera eso. A
raíz de la decisión que la Federación Sueca de Gimnasia tomó en
noviembre de 2020, los gimnastas de categoría júnior pueden
escoger por sí mismos entre la categoría masculina o femenina
independientemente del sexo jurídico 26 .
Cada vez son más los sectores en los que no es la biología lo
que determina el sexo, sino la percepción que el individuo tiene de
sí mismo. Desde 2013 la agencia de noticias Associated Press (AP)
recomienda a los periodistas que utilicen el pronombre que la
persona en sí prefiera 27 . La National Speech and Debate
Association de Estados Unidos manifiesta en su código de honor
que se trata de estar atento y no usar un pronombre erróneo. No es
el sexo biológico lo que lo determina, ni tampoco la apariencia física;
así que lo mejor es preguntar, si uno no quiere convertirse en una
amenaza para la integridad del otro:

El sexo biológico asignado a un individuo en el nacimiento


no decide su género [...]. No se puede tomar como punto de
partida la vieja costumbre de que la impresión que nos da el
sexo de una persona coincide con el pronombre personal que
utiliza. Empieza escuchando atentamente los detalles que
puedan revelar qué pronombre utiliza la persona en cuestión.
Si quieres establecer contacto con alguien, puedes decir: «Yo
uso el pronombre they/them*, te importa si te pregunto qué
pronombre usas tú para referirte a ti mismo» [...]. Confundir el
sexo de una persona utilizando el pronombre equivocado es
negar, menospreciar o amenazar la integridad de esa
persona 28 .

La insistencia en utilizar un pronombre determinado es sobre


todo un tema de cortesía y no molesta a nadie; pero esta política
implica también que si un hombre comete una violación y más tarde
se identifica como mujer, será definido como «mujer» en los medios
de comunicación. Del mismo modo, los delincuentes masculinos
pueden ser trasladados a una prisión de mujeres si se consideran
mujeres.
La nueva definición de género también ha empezado a aplicarse
en el Sistema de Salud, que se ha visto obligado a eliminar todas las
referencias a la mujer en los documentos que tienen que ver con la
maternidad y la lactancia, puesto que no «son únicamente mujeres
las que dan a luz» 29 . Y muchas organizaciones de mujeres han
empezado a adoptar esta nueva definición. Por ejemplo, la
asociación Mujeres y Discapacidades decidió en la asamblea anual
de 2016 lo siguiente:

Nuestra asociación es y seguirá siendo una organización


femenina. Aun así, ya no excluimos a las personas por el
aspecto de sus órganos genitales ni por cómo las definieron
al nacer. Si alguien se presenta como mujer, es una mujer.
Más allá de la persona en cuestión, nadie más tiene derecho
a atribuirle un sexo, es decir, a decidir su sexo 30 .

Pero aunque se diga que el sexo no se puede definir en función


del cuerpo, no es cierto que el cuerpo consecuentemente se haya
vuelto irrelevante. Todo lo contrario: ha adquirido cada vez más
importancia. Según la nueva perspectiva de género, el ser humano
puede dividirse en dos partes: el cerebro y el cuerpo, que tienen dos
concepciones distintas de cuál es su sexo. En este caso, el cerebro
tiene razón y está en «el cuerpo equivocado»; hay que someterse a
la voluntad del cerebro y cambiar. Antes, a esta adaptación se la
llamaba «cambio de sexo»; después el nombre se modificó y pasó a
denominarse «corrección de sexo», y ahora últimamente se conoce
como «reasignación de sexo».
El significado de todo ello es que es el cerebro el que tiene el
sexo correcto y el cuerpo el que debe cambiar para poder
«confirmar» el sexo del cerebro. En los últimos diez años ha habido
una eclosión del número de jóvenes diagnosticados con un trastorno
de identidad de género —la cifra ha aumentado un 2.913 por 100 en
una década 31 . Los médicos recomiendan empezar el tratamiento
antes de la pubertad para poder obtener los mejores resultados, y
los Servicios Sociales recomiendan suministrar bloqueadores de la
pubertad a niños y niñas que no estén seguros de su identidad de
género. Han aparecido miles de clínicas transgénero por todo el
mundo, y el límite de edad permitido para cambiar de sexo ha ido
reduciéndose en muchos países.

Esta nueva perspectiva ha sido aceptada por todo el espectro de


partidos políticos suecos, desde la derecha a la izquierda, y en Gran
Bretaña es apoyada por los conservadores, los verdes y los
laboristas. En el Senado argentino se aprobó la propuesta de
autodeterminación de género con 55 votos a favor, ninguno en
contra y dos abstenciones. Cuando se votó la propuesta de
legalización del aborto cinco años más tarde, fue en cambio
imposible: 38 en contra y 31 a favor 32 .
Así pues, tenemos una nueva perspectiva de género que en poco
tiempo se ha vuelto hegemónica y universal. En tan solo diez años
la han adoptado estados, organizaciones deportivas, medios de
comunicación y organismos internacionales en Occidente. Sin
embargo, no se ha producido un verdadero debate en torno a este
tema. ¿Qué significa realmente esta nueva perspectiva de género?
¿Qué ideología se expresa a través de ella? ¿Y cuáles son las
consecuencias?

18 https://www.ne.se/uppslagsverk/encyklopedi/enkel/kön. En el diccionario de la
Real Academia Española, la definición es similar: «1. Condición orgánica,
masculina o femenina, de los animales y las plantas. 2. Conjunto de seres
pertenecientes a un mismo sexo. 3. Órganos sexuales».

19 https://www.1177.se/liv—halsa/konsidentitet-och-sexuell-laggning/
konsidentitet-och-konsuttryck/, leído en julio de 2019, modificado más tarde.

20 https://pablodigtallvar.se/mens-och-trans.

21 Trésor Prijs, «How My Beard Affects My Gender Identity as a Trans Femme»,


Teen Vogue, 1/6, 2018.

22 http://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:1063959/FULLTEXT01.pdf.

23 Alice Bah Kuhnke y Annika Strandhäll, «Att byta juridiskt kön ska bli snabbt och
enkelt», SvD Debatt, 18/5, 2018.

24 Therese Bäckman y Lotta Vahlne Westerhäll, «Ändra juridiskt kön bör bli
enklare», SvD Debatt, 9/4, 2019.

25 Project 108 Discussion Paper: Review of Western Australian Legislation in


Relation to the Recognition of a Person’s Sex, Change of Sex or Intersex Status,
Law Reform Commission of Western Australia, 2018.

26 Lisa Edwinsson, «Gymnaster får välja tävlingsklass oavsett kön – upp till och
med JSM-nivå», DN, 29/11, 2020.

27 https://www.languagewire.com/sv/lw/tema/en-viktig-forandring-i-ap-stylebook.
28* En inglés, el uso singular de «they/them» que es neutro, a diferencia de «he»
o «she», se utiliza para referirse a personas que no se acomodan a la forma
binaria. En castellano no es posible un equivalente.

«Best Practices for Pronoun Use», National Speech and Debate Association.

29 https://www.dailymail.co.uk/news/article-5112377/Midwives-ordered-call-
women-labour-PERSONS.html.

30 http://www.kvinnor-funktionshinder.se/.

31 Base de datos estadística del Departamento de Salud y Bienestar Social:


Diagnósticos, únicamente atención primaria especializada, número de pacientes,
F64 Trastornos de identidad de género, nivel estatal, edad: 10-19, 2007-2019,
leído el 25/11, 2020.

32 https://www.perfil.com/noticias/politica/despenalizacion-del-aborto-asi-vota-
cada-senador.phtml.
PRIMERA PARTE
71 géneros: una revolución en marcha...
«Ampliamos nuestra visión de la existencia humana»
La nueva teoría del género nos llega como un discurso sobre la
necesidad de abrir la mente e ir más allá de la rígida normatividad
de género. Se nos explica que durante mucho tiempo hemos
malinterpretado este concepto. Creíamos que el sexo se hallaba
entre las piernas y que solamente había dos, una concepción que
ha causado un inmenso sufrimiento. Sin embargo, ahora
empezamos a abrir los ojos y a corregir el error. Ya hemos
comprendido que el sexo no tiene nada que ver con los genitales,
sino con nuestros sentimientos.
También hemos comprendido que el género es fluido y no es
para nada tan fijo como creíamos. Hemos oído hablar de 23
géneros, o de 71, según Facebook. El género, nos cuenta National
Geographic, es un «espectro» 33 . Uno puede encontrarse en un
punto medio entre hombre y mujer, más allá de estas categorías o
ser una combinación de todos los conceptos a la vez. El individuo es
quien mejor sabe cómo se siente, y nadie tiene derecho a asignarle
el sexo a otro.
En un principio, parece la utopía de las feministas y la pesadilla
de los reaccionarios: ¡Por fin! ¡La disolución del sexo ya ha llegado!
O, como decía la moción de 2015 del partido de izquierdas
Vänsterpartiet: «Nos alejamos del actual modelo binario y
ampliamos nuestra visión de la existencia humana» 34 .

Jay Stewart, fundador de la organización británica Gendered


Intelligence y Emprendedor del Año 2016, afirma que nos
encontramos al filo de una revolución del género 35 . Se trata de una
revolución que nos exige abrir los ojos, hacer un mindset reset y
comprender que no es necesario distinguir entre hombre y mujer en
la legislación porque «el género no es lo que somos sino lo que
hacemos».
Un grupo de artistas finlandeses explica en una exposición en
Helsinki que:

Se están desafiando las construcciones binarias,


empezamos a hacernos a la idea, y surgen voces que
reivindican el derecho a definir cómo se tienen que discutir
los temas... Se trata sobre todo de visualizar las diferentes
formas de opresión, de inclusión y de exclusión 36 .

Parece un lenguaje sacado de los movimientos populares y


feministas: desafiar, reivindicar el derecho, visualizar la opresión. El
reportaje de la revista National Geographic «La revolución del
género» da cuenta de cómo «las nuevas generaciones cambian y
hacen evolucionar las normas» y a continuación una persona en la
camilla del hospital de camino a la sala de operaciones sonríe y dice
«nadie puede impedirme ser quien soy». La portada muestra a un
niño de nueve años con el pelo y el vestido de color rosa y el texto:
«Lo mejor de ser una niña es que ya no tengo que fingir que soy un
niño» 37 .
El discurso es universal y singular a la vez: todo el mundo debe
reinstalarse el cerebro, al mismo tiempo que todo el fenómeno se
describe como una cuestión que atañe únicamente a las «personas
trans» y a las no-binarias. Este discurso coincide en el tiempo con el
hecho de que las personas trans son cada vez más visibles en los
medios y a menudo se mezclan las dos cosas como si fueran una
sola: el periplo individual y el nuevo discurso sobre el género.
En los últimos años, la prensa ha publicado reportajes sobre
gente que finalmente ha llegado a «ser lo que es». El matiz es
significativo: visto así, uno no es quien es, sino que debe llegar a ser
quien es. El yo verdadero es el género de cada uno, y el género ya
no es una construcción social sino una identidad individual.
Una influencer sueca contó que el día en que se hizo la cirugía
de reasignación de sexo fue el más feliz de su vida 38 . Una sueca
que se sometió a la operación de cambio de sexo masculinizante
cuenta: «Ahora soy más fiel [sic] a lo que quiero hacer y nunca
había escrito canciones tan buenas como ahora», mientras que otro
sueco que cambió de hombre a mujer dice que como mujer es más
fácil mostrar los sentimientos: «Me siento muchísimo mejor ahora
que cinco, diez o quince años atrás» 39 .
A menudo los artículos concluyen diciendo que quien simpatiza
con estos periplos personales también adopta esta forma de pensar
en su conjunto: que el sexo no está en el cuerpo, sino en la cabeza,
y que el cuerpo debe ser «corregido» para adaptarse a esta.

Oímos hablar de tolerancia, de diversidad, de padres orgullosos


que aman a sus hijos «tal como son», y todo eso nos suena familiar
y nos recuerda la lucha del movimiento gay. Parece fácil
posicionarse ante este tema. ¿Quién podría oponerse a que todo el
mundo pueda definirse como le plazca o a ser él mismo o ella
misma? Y de esto se desprende que las leyes se puedan actualizar,
como si se tratara del sistema operativo de un móvil, y que así todas
las personas puedan recibir asistencia sanitaria para poder
expresarse como son, y que se modifique el léxico para no herir a la
gente. ¿Se trata, pues, tal y como defiende la ministra de Asuntos
Sociales, Annika Strandvall, de una cuestión de modernización?
¿Se trata de estar en el lado bueno de la historia sabiendo que lo
estás si te sitúas en contra de los estrechos de miras? Y por si no
nos convencen los argumentos positivos, nos lanzan una
advertencia del cronista de The Guardian Owen Jones:

Escuchadme bien, fanáticos transfóbicos: la historia os


juzgará. Los que estaban en contra de los derechos de los
homosexuales han recibido ya su condena. A los estrechos
de miras que niegan los derechos de las personas trans les
aguarda el mismo destino 40 .

33 Véanse https://natgeo.se/vetenskap/manniskor/national-geographic-skriver-
historia-med-ett-starkt-nummer-om-kon-och-konsidentitet, y
www.svt.se/nyheter/inrikes/begreppen-du-behover-lara-dig-under-pride.

34 Moción 2015/16: 49 presentada en el Parlamento por Jonas Sjöstedt et al.


(Izquierda): «Förstärkta rättigheter för transpersoner».

35 Vanessa Baird, «The Trans Revolution», The New Internationalist, 1/10, 2015.

36 Eva Lamppu, «Kulturdebatt: Är genusrevolutionen verklighet eller bubbla?»,


Svenska Yle, 16/5, 2017.

37 National Geographic, enero de 2017.

38 https://omni.se/influeraren-mathilda-berattar-foddes-i-fel-kropp/a/4qKAM9.

39 Erik Galli, «Vi frågade svenska transpersoner om det bästa med att vara
trans», Vice, 8/2, 2018.

40 Owen Jones, «Anti-Trans Zealots, Know This: History Will Judge You», The
Guardian, 15/12, 2017.
Entonces, ¿las mujeres existen?
Si, por lo tanto, el género no son las células sexuales, ¿qué es
entonces?

La primera respuesta automática del nuevo discurso es: ¡nada!


Puede ser cualquier cosa, lo que uno quiera, y no debe definirse.
Una y otra vez nos dicen que no es el cuerpo y que el problema es
enorme porque son muchos los que siguen poniendo el signo de
igualdad entre los órganos sexuales y el género. La directora de
campaña de la organización LGTBI estadounidense Stonewall,
Rachel Cohen, establece: «Ser trans no es una cuestión de cambio
de sexo o de ropa, sino de una autopercepción innata» 41 . Un
manual estadounidense para padres de jóvenes trans explica que
«nosotros no escogemos nuestra identidad de género, más bien nos
sale de dentro. Es una parte innata de la personalidad de cada ser
humano y no puede ser dirigida ni influenciada por otros» 42 .
Visto así, el género es como un aceite etéreo que se supura
desde dentro del ser humano, algo más allá de la cultura y del
cuerpo. Es una cuestión que atañe únicamente al individuo, y de lo
que se trata es de indagar y descubrir cuál es el verdadero género
de cada uno. Según este punto de vista, el género no es algo que se
descubra al nacer, y por eso en su lugar se utiliza la expresión
«sexo asignado», como si fuera una acción arbitraria que realiza la
comadrona al distribuir los sexos en la maternidad, como si la
sociedad sorteara el sexo entre las personas.
Pero si no hay nada que «sea», ¿cómo puede uno pensar qué
«es»? ¿Y cómo se puede saber lo que uno es?
Muchos libros sobre el tema comparten inicialmente una especie
de principal falta de principios: el género puede ser cualquier cosa.
David Pilgrim, catedrático inglés de Salud Clínica, lo denomina
«vandalismo ontológico»: la idea de que yo soy porque quiero ser 43 .
Un deseo se convierte en sinónimo de un hecho. En una respuesta
a Pilgrim publicada en la revista Journal of Critical Realism, Jason
Summersell, escritor y activista queer, decía:

En efecto, contar cromosomas es importante desde el


punto de vista de la clasificación si el objetivo es averiguar si
una persona tiene el cromosoma Y y puede que sufra el
síndrome de Turner por falta de cromosoma Y. Pero eso no
es importante a la hora de hacer las invitaciones de tu boda.
Lo que hay que saber entonces es si los invitados se ven a sí
mismos —si realmente se ven en un sentido ontológico—
como hombres, mujeres o no binarios 44 .

Se produce aquí la distinción entre los cromosomas Y por un lado


y la identidad por otro. La identidad entendida como algo
completamente propio y que solo los propios sentimientos pueden
determinar. Por un lado se banaliza el género como si se tratara de
la invitación a una boda o un tema de clase social, si se debe tutear
o no si no quieres ofender; pero por otro lado se dice que es de vital
importancia no escribir el pronombre mal. Pero ¿por qué el sexo
tiene esa capacidad de ofender? ¿Qué tiene el sexo para estar tan
connotado?
El título del ensayo de Summersell «Trans Women Are Real
Women» se ha convertido en una especie de grito de guerra.
Parece ser que son pocos los interesados en saber si los hombres
trans son hombres de verdad o no, porque Summersell ni toca el
tema. Lo que importa es determinar quién es mujer. No hay
diferencia alguna entre las mujeres trans y las mujeres, según
Summersell, y por ello todos los sistemas de cuotas establecidos
para las mujeres también deberían incluir a las que han nacido
hombres:

En lugar de discriminar a las mujeres trans que son


feministas como «no-representativas», deberíamos tomarnos
su problema con mucha seriedad, exactamente de la misma
manera y por las mismas razones que nos tomamos con
mucha seriedad los problemas de las mujeres negras y las
que padecen alguna disfunción 45 .

Parece que nos esté diciendo que todas son mujeres, que el
colectivo al que pertenecen no tiene ninguna relevancia especial.
Las mujeres trans y las mujeres son exactamente lo mismo 46 . Esto
significaría que las mujeres trans no existen y las personas trans en
general tampoco. Pero a renglón seguido parece que Summersell
quiera decir que al fin y al cabo sí hay una diferencia:

No hay ninguna contradicción en afirmar que alguien es


ontológicamente una persona auténtica (algunos lo llamarían
un hombre) en un determinado contexto (por ejemplo en una
exploración de la próstata), una mujer ontológicamente
auténtica en un contexto determinado (en la vida cotidiana,
por ejemplo) y una mujer trans ontológicamente auténtica en
un tercer contexto (por ejemplo, en un grupo de apoyo para
mujeres trans) 47 .

Pero si las mujeres trans son exactamente lo mismo que las


mujeres, ¿por qué se necesitan grupos de apoyo solo para mujeres
trans? O sea, que al fin y al cabo hay una diferencia, según
Summersell, pero únicamente en una dirección. Todo el mundo
recuerda que en clase de matemáticas nos enseñaron que un signo
de igualdad significa que lo que está a un lado del signo tiene que
ser exactamente igual que lo que hay al otro lado, y aunque inviertas
la ecuación, dará el mismo resultado. Pero cuando Summersell dice
que las mujeres trans son iguales que las mujeres, no por ello quiere
decir que las mujeres sean iguales que las mujeres trans. O sea,
que las mujeres no existen como un colectivo particular, pero las
mujeres trans en cambio sí. Ahí donde las mujeres son
consideradas como tales, lo son también las que nacieron hombres,
pero ahí donde los que nacieron hombres son considerados como
tales, no lo son las que nacieron mujeres. La ecuación es un tanto
asimétrica, y la mujer que intenta plantear objeciones se encuentra
encerrada en un laberinto: si quiere luchar para defender su sexo,
Summersell le contesta sencillamente que está discriminando a
otras mujeres, que encima están más oprimidas —o sea, que esta
mujer no puede luchar para defender su propio sexo sin ser acusada
de luchar contra los miembros de su propio sexo.
Según Summersell, no hay ninguna contradicción en que una
persona pueda ser una mujer, un hombre o un transexual en
distintos contextos. Tener próstata es algo muy concreto, pero su
teoría se vuelve más difusa cuando dice que se puede ser una
mujer auténtica ontológicamente en «la vida cotidiana».
La ontología es la ciencia que aborda la esencia del ser. Las
cuestiones que plantea tratan de encontrar el quid de las cosas, por
ejemplo qué es lo que hace que una piedra sea una piedra. O sea,
¿qué hace que una mujer sea una mujer?
Summersell cree que en nuestro cuerpo no hay nada congénito
femenino ni masculino; en cambio, insinúa que hay algo congénito
en la manera de vivir de las mujeres, lo cual suscita en mí una gran
curiosidad, como mínimo, por saber cómo se imagina Jason
Summersell que es la vida cotidiana de las mujeres. ¿Hay algo
especial que las mujeres deban hacer para llevar una vida
esencialmente femenina? El cuerpo, tal como ya ha dicho, no tiene
nada que ver con esto, o sea, que todo lo relacionado con la
menstruación, los primeros sujetadores o el embarazo se esfuma.
Entonces, ¿qué nos queda?
Cuando le escribo para preguntarle qué es lo que hace una mujer
verdadera ontológicamente en su vida diaria, me contesta que «uno
puede hacer lo que le plazca siempre y cuando no sea algo ilegal
LOL» 48 . Pero detrás de esta respuesta tampoco había ninguna
definición. Es decir, que uno puede identificarse «como» algo y con
eso serlo ontológicamente —pero este algo no existe como tal. Esta
última pista nos lleva a un cofre vacío, ahí tampoco había una
definición.
En un editorial del Dagens Nyheter, Lisa Magnusson escribe que
ante el «género fluido» muchas feministas están tan «asustadas,
enfadadas y reticentes» que hasta han ido a refugiarse al viejo
enemigo jurado del feminismo: «el biologismo». Magnusson se
propone ampliar de un manotazo la definición de mujer para que las
incluya a todas:

No se nace mujer, dijo Simone de Beauvoir, se llega a


serlo. Este ha sido el credo del feminismo en la modernidad
[...]. La mujer no es algo que una sea al nacer, es algo que
llegas a ser. Algunas mujeres lo llegan a ser más tarde que
otras a ojos del entorno, otras no lo son nunca. El colectivo
de las mujeres es abigarrado y difícil de definir [...]. Pero el
feminismo como movimiento no se basa en la biología, sino
que tiene un objetivo ideológico: la igualdad. Todas son
bienvenidas 49 .

En estos contextos se recurre rutinariamente a la cita de Simone


de Beauvoir, incluso por parte de teóricas como Catharine
MacKinnon, hasta tal punto que una se pregunta si esto es lo único
que este entorno ha sido capaz de retener de El segundo sexo. Que
una no nace mujer sino que llega a serlo demostraría que cualquiera
puede serlo, tanto hombres como mujeres. Ahora bien, tal y como
dice la filóloga Toril Moi: «Esto no es así. Según Beauvoir, es una
mujer alguien con un cuerpo de mujer de principio a fin, desde el
momento en que nació hasta que se murió, pero su cuerpo es su
situación, no su destino» 50 .
Simone de Beauvoir no quiso nunca decir que la mujer era
únicamente una «construcción» que cualquiera podía crear de la
nada, sino que la mujer era un ser humano que por su condición de
mujer estaba oprimido por el patriarcado. Puesto que somos seres
con un yo —y el yo es importante en el pensamiento de Beauvoir—,
no es posible ver a la mujer únicamente como un «rol», ya que el
ser humano reacciona y actúa a partir de su situación. La famosa
cita completa dice así:
No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino
biológico, psíquico, económico, define la imagen que reviste
en el seno de la sociedad la hembra humana; el conjunto de
la civilización elabora este producto intermedio entre el
macho y el castrado que se suele calificar de femenino 51 .

Para Beauvoir el colectivo de las mujeres no es difícil de definir:


la mujer es aquella que nace con un cuerpo de mujer;
independientemente de cómo se vista, qué vida lleve o cómo
piense, es una mujer. Que la mujer no nace es más bien una forma
taquigráfica de abreviar la tesis de que la subordinación,
considerada por la sociedad como el destino de la mujer, no es
innata.

Por consiguiente, el biologismo no es creer que la biología existe


sino establecer una conexión entre mujer —un hecho físico— y lo
que se denomina «feminidad» —un rasgo de la personalidad. El
biologismo es definido por la Psicología como: «La explicación de
fenómenos psíquicos a partir de teorías y principios fisiológicos y de
la biología evolutiva». Es decir, el biologismo es esa conexión entre
el cuerpo y la psique. La idea de que aquel que nace con un cuerpo
de mujer también es apto para realizar determinados trabajos o
manifestar determinadas conductas es biologismo. La idea de que
es posible comportarse femeninamente, de que quien nace mujer
debe comportarse de la forma que la sociedad ha determinado que
es propiamente femenina y de que las personas que se comportan
femeninamente son, en consecuencia, mujeres es biologismo. Fue
precisamente esta idea la que Simone de Beauvoir intentó combatir
con sus argumentos a lo largo de toda su obra, demostrando que las
conductas que llamamos «femeninas» y «masculinas» son producto
de un clima cultural.

Pero según Lisa Magnusson, biologismo es decir que una mujer


es una mujer. La definición de mujer no es ahora ser mujer sino ser
cualquiera. Siguiendo la misma lógica, tendríamos que suprimir
todos los sustantivos, ya que todos son biologistas: ¿por qué solo
las ovejas pueden llamarse ovejas? Y ya puestos, ¿por qué una
vaca no podría ser una oveja? ¿Por qué un coche no puede
llamarse avión por el solo hecho de no tener alas? ¿La palabra
«coche» no debería acogerlos a todos? ¿Los empresarios no
deberían estar en los sindicatos, dado que el objetivo es la
igualdad?
El quid de la cuestión es que la mujer no es otra cosa que la
palabra que designa a un grupo de seres humanos que nacen con el
cromosoma XX y óvulos, exactamente de la misma manera que
«oveja» es la palabra que designa una especie determinada de
animal. Todas las palabras son en sí definiciones delimitadoras. Y si
mujer no significa ser humano con cromosomas XX y óvulos,
entonces la palabra tiene que significar otra cosa. Cuando Lisa
Magnusson defiende que determinadas personas llegan a ser
mujeres más tarde, ¿qué es lo que hacen para llegar a ser mujeres?
Hay algo aquí que se deja suspendido en el aire, sin decir. Pero una
vez vaciado de contenido el concepto de mujer, Lisa Magnusson se
para y no lo llena con algo nuevo.

41 Rachel Cohen, citado en David Pilgrim, «Reclaiming Reality and Redefining


Realism: The Challenging Case of Transgenderism», Journal of Critical Realism,
julio de 2018, 17: 3, 308-324.

42 Stephanie Brill y Lisa Kenney, The Transgender Teen: A Handbook for Parents
and Professionals Supporting Transgender and Non-Binary Teens, Cleis Press,
2016, pág. 40.

43 David Pilgrim, «Reclaiming Reality and Redefining Realism: The Challenging


Case of Transgenderism», art. cit.

44 Jason Summersell, «Trans Women Are Real Women: A Critical Realist


Intersectional Response to Pilgrim», Journal of Critical Realism, agosto de 2018,
17(3): 329-336.

45 Ibíd.
46 La comparación es muy críptica: ¿hay alguien que considere que las mujeres
negras, las mayores y las minusválidas no son mujeres? Da la impresión de que
Summersell confunde definiciones con jerarquías, porque, aunque se discrimine a
las mujeres negras, mayores y minusválidas, eso no es lo mismo que no se las
considere mujeres y que por ello se las confunda con un hombre —en ese caso
no hubieran sido discriminadas como mujeres sino al revés.

47 Jason Summersell, «Trans Women Are Real Women: A Critical Realist


Intersectional Response to Pilgrim», art. cit., págs. 329-336.

48 Conversación por correo electrónico mantenida con Summersell, otoño de


2018.

49 Lisa Magnusson, «Feminism är ideologi, inte biologi», DN, 18/2, 2018.

50 Toril Moi, What Is a Woman?, Oxford University Press, 1999, pág. 76.

51 Simone de Beauvoir, El segundo sexo, trad. de Alicia Martorell, Cátedra, 18.ª


ed., 2021, pág. 341.
Los niños trepan, las niñas hacen collares de
abalorios: la vuelta de los estereotipos
Sin embargo, no se puede flotar libremente en el aire sin
apoyarse en algo, y las teorías tampoco. Tarde o temprano tienen
que aterrizar en el suelo, pero ¿qué suelo? Si prescindimos de la
base material que antes constituía el fundamento del sexo, es decir,
las células sexuales, nos queda poca cosa más aparte de los
estereotipos y las normas culturales que ahora tienen que sustituir a
las células sexuales como el armazón que sustenta el concepto de
sexo.
Encontramos una definición en el manual británico para
psicólogos, publicado en 2017 por la BACP, la mayor asociación de
psicólogos, terapeutas y asesores de Gran Bretaña:

Por ejemplo, es importante no dar por sentado que ser


mujer comporta necesariamente poder dar a luz o tener los
cromosomas XX o pechos. Ser mujer en el contexto cultural
británico comporta a menudo adoptar las normas sociales de
la feminidad, como ser nutriente, cuidar, ser social,
sentimental, vulnerable y preocuparse por el aspecto físico.

Pero naturalmente no todas las mujeres simpatizan con


todo esto. A parte de las mujeres con disfunciones (el
espectro que abarca el autismo, el síndrome de Asperger y el
TDAH) les cuesta expresar los sentimientos o saber actuar en
situaciones sociales 52 .

O sea, que de ahora en adelante el sexo debe definirse como


una conducta y no como un cuerpo. El sexo es una forma de ser: es
una mujer la que se adapta a determinados criterios, no es lo que de
facto nace con un cuerpo de mujer.
El sexo ha dejado de ser un hecho objetivo para pasar a ser un
rasgo de personalidad. La asociación británica de psicólogos no dice
quién ha establecido esos criterios de feminidad, ni por qué tiene
que ser femenino ser «vulnerable», sino que alude de forma difusa a
«las normas sociales». Enseguida le entran a una ganas de objetar
que, a pesar de todo, no son las mujeres las que son sacudidas con
un golpe bajo, pero lo que nos importa no es ponernos a debatir
sobre el tema, sino dejar constancia de que el esencialismo ha
vuelto... sin la biología.
«Mujer» es entonces todo aquel que sea vanidoso, débil y atento
—si no ha sido diagnosticado, fracasado como mujer. La pregunta
que la asociación británica de psicólogos no responde es: si han
eliminado el cuerpo como base para la definición, ¿en qué definición
se sustentan cuando defienden que las mujeres con síndrome de
Asperger son mujeres?

El escritor sueco Fredrik Ekelund publica sus obras como trans.


En una entrevista contó que su yo femenino se llamaba Marisol, y
describía así la diferencia entre los dos yoes:

Como Fredrik, siempre quiero rendir al máximo, conseguir


cosas. Marisol es más calmada, más armónica, deja que el
mundo se acerque a ella. Como Marisol no voy tanto a la
ofensiva, si hablamos en términos futbolísticos. Si yo tengo la
pelota, como Fredrik pienso en una sola cosa: marcar un gol.
Pero si estuviera Marisol en el campo, me habría contentado
con hacer algún dribling bonito 53 .

Aquí vemos que el autor se divide en dos yoes. Uno tiene un


nombre sueco y masculino, y el otro, español y femenino, y los dos
roles están claros: el hombre es activo, la mujer pasiva; el hombre
actúa, la mujer espera; el hombre marca el gol, la mujer juega
únicamente porque es bonito y se contenta con «algún» dribling, o
sea, no demasiados.
Pero en realidad no son dos personas sino una sola: él mismo.
Lo que de hecho está diciendo Fredrik es que es un ser humano de
múltiples caras. Por ejemplo, deseaba ser pasivo, guapo y vanidoso,
y cuenta que ese deseo llegó a ser tan fuerte que no podía vivir sin
expresar estas cualidades, pero no quería mostrarlas como
hombre... sino que debía colocarlas en una mujer imaginaria,
expulsarlas del hombre.
Ekelund cuenta también que tiene «gestos bastante amanerados.
Mi mujer dice que eso es una tontería y que ninguna mujer se
comporta así. Y yo entonces le digo que posiblemente sea así, pero
que todas las mujeres querrían hacerlo».
¿Qué quiere decir con que todas las mujeres querrían ser
amaneradas? ¿Quién lo decide? ¿Quién tiene realmente la pulsión
de ser amanerada? En este caso, un hombre, pero él atribuye este
impulso al sexo femenino, y además habla por todas las mujeres.
Naturalmente él lo sabe mucho mejor que «su propia» mujer...

El libro infantil Soy Linus: un niño con vulva de Camilla Gisslow


empieza con una niña desnuda delante del espejo. A su alrededor
hay aviones y coches de juguete y una caña de pescar esparcidos
por el suelo y una muñeca en la cama. En la pared un póster que
dice: «Voy a ser oficial de policía cuando sea mayor». La niña se
mira el cuerpo desnudo insatisfecha y dice: «Todo el mundo piensa
que soy una niña porque tengo vulva». En la página siguiente
aparece sonriente vestida con ropa de policía, camiseta y shorts y
una gorra con las letras Police, y dice: «¡Se puede ser un niño
aunque se tenga vulva!»; entonces cuenta: «Me enfadaba con mi
mamá cuando me compraba vestidos. Me enfadaba con mi pelo
porque yo lo quería corto». Al final del libro se transforma en Linus y
aparece con el pelo corto, el traje de Batman y las rodillas
ensangrentadas. En la clase de educación infantil celebran su
transformación con una tarta y cambiando su nombre en la silla, el
colgador y el cepillo de dientes. En la última página, ella —ahora él
— trepa a un árbol sonriente y dice: «Ahora siento que soy yo
mismo» 54 .
Al año siguiente, Gisslow publicó un libro casi idéntico con el
título Soy Bella: una niña con pene. Esta vez es Wasim quien está
desnudo delante del espejo rodeado de pájaros enjaulados,
muñecas y piezas para hacer construcciones; no quiere camisas ni
corbatas, sino faldas de color violeta y el pelo largo. Él también lo
celebra con una gran tarta en la escuela cuando se convierte en una
niña, y su madre y el imán de la mezquita reciben con alegría su
nueva identidad femenina como Bella 55 .
Por fuera los dos libros parecen exactamente iguales: la historia
es la misma, incluso las frases son las mismas, solo que al revés. El
mensaje es que el género no son los genitales, sino una cuestión de
estilo. Hay dos estilos: si te gusta uno, eres una niña, y si te gusta
más el otro, eres un niño. Los dos libros tratan de la búsqueda del
rol acertado, no de cuestionar los roles, y el mundo que los rodea
permanece igual. Las madres llevan velo o falda corta y los hombres
mandan en la mezquita.
Hasta aquí estos libros siguen la misma receta, pero pronto uno
descubre que hay una gran diferencia entre el rol de niña y el rol de
niño. Cuando la niña se convierte en niño, de repente se le presenta
un futuro. Linus no solamente puede vestirse de otra manera sino
que además se le traza una profesión de futuro (policía), trepa a los
árboles, construye cabañas y balancea las piernas, se divierte con
juegos de mesa y vive aventuras peligrosas, las rodillas
ensangrentadas dan cuenta de ello. En la última ilustración estira el
cuerpo hacia arriba, hacia la última rama, donde se ven unas
piernas con unos shorts. Es un niño que, literalmente, va hacia la
cima.
El niño que se convierte en niña en cambio no tiene ninguna
profesión de futuro. Ni se menciona que Bella tendrá un trabajo. Se
la describe haciendo un collar de abalorios con otras niñas,
ayudando a su madre a hacer la comida y con delantal, trenzándose
el pelo, poniéndose una corona de princesa y yendo con los demás
a la mezquita. Su relación con el hacer consiste en «dejar de
hacer»: cuando su padre llega la mar de contento con una caja de
herramientas y quiere jugar con ella, Bella no dice nada, le da la
espalda enojada; se sobreentiende que las niñas no juegan con
cajas de herramientas. Ni siquiera cuando va a comprarse un helado
es activa, sino que un hombre lo pide por ella mientras ella sonríe en
segundo plano. Únicamente se mueve en una ilustración, y es
cuando va en bicicleta con una falda enorme que vuela con el viento
y le descubre las piernas.
Camilla Gisslow ha recibido el Diversity Index Award, un premio a
la multiculturalidad, y ha sido nominada al galardón Héroes Suecos
que otorga el periódico Aftonbladet. Es madre de un chico
transexual y ha fundado una empresa de consultoría de mucho éxito
que se dedica a impartir formación en temas LGBTI en las
instituciones, con su propia historia de trasfondo. Su lema dice
«cada persona es única», y se le concedió el premio por saber
mostrar que «uno puede ser una persona» más allá de su género.
Pero ¿el mensaje de los dos libros no es justamente el opuesto?
Lo que dicen es que el deber de una niña es dedicarse a su aspecto
físico, a estar callada y a ayudar en la cocina, mientras que el niño
tiene un futuro, una profesión y una vida activa. No se publicaban
libros tan reaccionarios desde la década de 1870. Cuando en 1945
Pippi Calzaslargas contaba que era la niña más fuerte del mundo y
podía ahuyentar a los ladrones y a los policías, cargar un caballo a
cuestas, hacerse la comida y vivir sin padres, parecía un futuro
utópico en comparación con la visión de Gisslow.

La popular ilustración The Genderbread Person que se utiliza en


las escuelas estadounidenses explica lo que es el género a través
de un dibujo del cuerpo humano. El sexo aparece entre las piernas;
la identidad de género, en el cerebro; la sexualidad, en el corazón, y
la expresión de género, en la piel 56 . El autor, el activista y fenómeno
Ted-talk, Sam Killermann, cuenta que su ilustración tiene centenares
de miles de descargas, lo cual lo ha convertido en una especie de
autoridad en temas de género. Killermann declara que la identidad
de género es «como uno mismo interpreta la química de la que está
hecho». Ahora bien, lo que no dice es cómo uno puede «interpretar»
su química, aunque sostiene con firmeza que esta interpretación
termina a los tres años de edad. «Es un hecho sabido que
formamos nuestra identidad de género a los tres años y que
después de esta edad es muy difícil cambiarla». Sin embargo, debe
distinguirse la identidad de género de la expresión de género, afirma
Killermann:

Te levantas y te pones tus pantalones de chándal anchos y


grises y una camiseta. Cuando entras en la cocina a preparar
el desayuno, te expresas como un andrógino o con una
identidad de género un tanto masculina. Pero entonces ves a
tu pareja en la cocina y te deslizas como Halle Berry en
Catwoman, te expresas mucho más femeninamente y te
vuelves a situar en la mitad izquierda de la escala. Llenas un
bol con cereales, coges la cuchara como un vikingo y devoras
los Fruit Loops con el bol en la cara, y de repente, te has
pasado a la mitad derecha de la escala. Después de
desayunar, vuelves al dormitorio, juegas a hacer
combinaciones de ropa y pides a tu compañero que te ayude
a decidir cuál te pones. Vuelves a ser femenina 57 .

Es decir, según Killermann, lo masculino es llevar camiseta y


pantalones anchos, tomar cereales con el bol en la cara y coger la
cuchara «como un vikingo»; y lo femenino es, pues, deslizarse como
un gato, estar en el dormitorio, jugar a combinar la ropa, no
decidirse y pedir a tu pareja que te ayude. Personalmente no
conozco a nadie, de cualquier sexo, que haga algo así (¿quién
juega a combinar la ropa?). Killermann se imagina con nitidez que lo
femenino es tener océanos de tiempo y titubear en general. Y si
creías que desayunar es algo que la gente hace para alimentarse,
estabas equivocado —satisfacer necesidades es masculino, afirma
Killermann.
Las lecciones de Killermann nos orientan hacia la apertura de
mente y la flexibilidad. Más de una vez nos señala que es erróneo y
anticuado considerar que únicamente existen dos géneros, y nos
quiere mostrar lo polifacético que llega a ser el individuo. Pero su
versatilidad no surge de librarse de las ideas sobre el género, al
contrario: encierra todas las acciones humanas en las categorías
masculina o femenina. Ni siquiera puedes levantarte de la cama sin
ser sexualizado. Así pues, el nuevo individuo debe interpretarse y
sexualizarse a sí mismo constantemente, encontrar su identidad de
género y después seguir sexualizándose a cada expresión. A la vez
que se supone que el individuo puede saltar entre diferentes formas
de expresión, la expresión en sí no está abierta a la interpretación.

Pero, un momento, ¿no hemos leído más arriba que era el


género lo que se disolvía? ¿No se trataba de cuestionar patrones
antiguos y atreverse a ser uno mismo?
Pues no, cuando rascamos un poco la superficie y detectamos
una segunda capa, de repente el discurso ha tomado otra dirección.
El género es en realidad algo fijo y determinado —pero no por el
cuerpo, sino por nuestra conducta. Y de repente nos encontramos
con un esencialismo sin biología, donde lo femenino y lo masculino
se atribuyen diferentes conductas y cualidades pero se han liberado
del cuerpo y existen en un mundo propio y etéreo. Queda prohibido
hacer la conexión vagina = mujer, y decretado, hacer la conexión
entre la obsesión por el aspecto físico, la debilidad y el
amaneramiento = mujer. Algo sorprendente está ocurriendo ante
nuestros ojos, pero va tan deprisa que no tenemos tiempo de verlo.
Nos contaron un cuento sobre la apertura de miras y la tolerancia,
da igual el género, y quizá se parece tanto a los discursos del
feminismo y del movimiento gay que no prestamos atención; pero si
nos fijamos bien, algo ha pasado.
¡Los roles sexuales han vuelto sin que nos hayamos dado
cuenta! Pero el sexo y el género se han intercambiado el puesto. El
género es ahora lo real, y el sexo, lo irreal. Se dice que el sexo es
algo que se «asigna» al nacer, es decir, es una construcción social
que la sociedad le pone al niño o niña. La identidad de género, en
cambio, dicen que es congénita. Un esencialismo de género: el
género como esencia al margen del cuerpo que se tenga.
El sexo no se disuelve para nada, tal y como creíamos. Al
contrario. Ha sido redefinido. Porque ahora los estereotipos son la
piedra angular del concepto «género». En realidad lo que se está
produciendo es un enroque. El nuevo discurso sobre el género
conserva conceptos feministas fundamentales pero los llena con su
opuesto. El concepto «construcción social» se mantiene y se refiere
a la pertenencia a la crítica social feminista, y el concepto «género
congénito» se mantiene y se refiere a algo fijo y eterno; la diferencia
radica en que se han intercambiado el puesto. Por consiguiente,
ahora los estereotipos son el sexo verdadero. La feminidad ya no es
un útero, sino lacitos de color rosa y muñecas; la masculinidad ya no
es un pene, sino la guerra y las máquinas. Y los roles sexuales,
dicen, los llevamos ya al nacer.

52 Good Practice across the Counselling Professions 001: Gender, Sexual, and
Relationship Diversity (GSRD), British Association for Counselling and
Psychotherapy, 2017.

53 Kristin Nord y Emma Larsson, «Fredrik Ekelund: Jag vill alltid gråta när jag
sminkar av mig», Sydsvenskan, 23/9, 2018.

54 Camilla Gisslow, Jag är Linus – en pojke med snippa, Tallbergs förlag, 2017.

55 Camilla Gisslow, Jag är Bella – en flicka med snopp, Tallbergs förlag, 2018.

56 https://www.genderbread.org/resource/genderbread-person-v3-3.

57 Sam Killermann, «Breaking through the binary: Gender explained using


continuums», https://itspronouncedmetrosexual.com/2011/11/breaking-through-
the-binary-gender-explained-using-continuums/.
A la caza del cerebro sexualizado
Pero ¿es así realmente? ¿Puede ser que uno, biológicamente,
haya «nacido con el sexo equivocado»? ¿El cerebro tiene una
identidad de género y puede que esta sea distinta de la del cuerpo?
Los investigadores se han lanzado a la caza de la identidad de
género, y al primero que encuentre la respuesta le esperan la fama
mundial y haber hecho grandes aportaciones a la investigación.
Personas con y sin identidad trans son llevadas a los laboratorios
para medir sus dientes y estimular sus órganos sexuales. Los
cerebros de personas trans fallecidas son estudiados
minuciosamente. Una caza parecida para resolver el enigma del
género se produjo en las décadas de los ochenta y noventa, aunque
entonces eran las diferencias entre hombres y mujeres lo que se
quería demostrar. La ciencia no llegó nunca a ningún consenso en
este campo, y todo el bombo que le dieron se desvaneció. Ahora ha
vuelto, y de nuevo se dice que existen un cerebro masculino y otro
femenino; lo que pasa es que no siempre se encuentra en un
hombre o en una mujer respectivamente.
El biólogo molecular y divulgador científico Henrik Brändén
publicó en el Aftonbladet que la identidad sexual viene determinada
por la exposición del feto a la testosterona en las fases tempranas
de su desarrollo. Si el impacto de la testosterona es fuerte, se
desarrollará una identidad sexual masculina, y si es más débil, el
resultado será una identidad sexual femenina:

En algunos pequeños núcleos nerviosos de las zonas más


antiguas del cerebro una gran cantidad de testosterona
decidirá la intensidad de dos arcos reflejos: uno pondrá en
marcha el movimiento coital arquetípico femenino (de
balanceo) y el otro pondrá en marcha el movimiento
arquetípico masculino (de empuje y retroceso, que podríamos
definir como montar) 58 .

Brändén prosigue y explica que a menudo, pero no siempre, los


fetos de niño están expuestos a niveles más altos de testosterona,
lo cual también puede ocurrirles a muchos fetos de niña. El impacto
de la testosterona decidirá, por lo tanto, en qué medida el feto
desarrollará «características arquetípicas femeninas o masculinas»,
como «el don de la palabra, la capacidad de girar figuras
geométricas mentalmente, un relativo interés por las personas o por
las cosas», así como si a uno le gustan los hombres o las mujeres.
Es decir, que «es natural haber nacido con un cuerpo equivocado»,
según Brändén.
La pregunta es, si es natural... ¿cuál es la equivocación?
Aceptemos por un momento la hipótesis de Brändén de que el feto
expuesto a la testosterona en el vientre de la madre se desarrolla y
llega a ser una persona que «monta» y con la capacidad de girar
mentalmente figuras geométricas (no tengo muy claro a qué sexo
según Brändén le gustan «las cosas» y cuál a su entender tiene «el
don de la palabra»). Supongamos que una gran cantidad de niñas
nacen y se desarrollan de esta manera. Parece lógico, ya lo
describía el Kamasutra, que esta sea la postura favorita de los
hombres, según el periódico The Independent. ¿Quizá todas las
mujeres que disfrutan con esta postura recibieron un gran baño de
hormonas? Lo que Brändén no ha demostrado es si las niñas que
montan son las que serán trans o si es que afecta a todas las
personas en general. En su artículo, Brändén habla del feto, pero en
su libro La biología del alma y nuestro libre albedrío parece que en
realidad solo hace referencia a estudios con ratones. Sin embargo,
es de sobra conocido entre endocrinólogos que no se pueden trazar
paralelismos entre las ratas y los seres humanos en este aspecto,
ya que los estrógenos afectan al sistema nervioso central en las
ratas macho como consecuencia de un alto nivel de testosterona. Y
en el caso de los humanos no es así 59 .
No obstante, Brändén defiende que es la naturaleza la que
decide la identidad sexual del ser humano. Pero si no va unida al
sexo biológico, ¿por qué entonces llamarla identidad sexual? ¿No
es otra clase de identidad totalmente distinta? ¿No podría
denominarse «identidad que monta»? No, según nuestro biólogo
molecular, los movimientos de monta son masculinos, y las mujeres
que se ponen encima de su pareja tienen «arcos reflejos
masculinos» en «las zonas más antiguas del cerebro». O sea, que
volvemos a caer en una tesis que depende de la existencia de
arquetipos culturales para poder demostrarla. En su libro, Brändén
asegura:

Si echamos un vistazo a la Historia, veremos que no es


necesario que nuestra percepción de la identidad de género
concuerde con nuestros genitales. En los ejércitos del imperio
sueco existen varios testimonios de mujeres que asumieron
el rol masculino y sirvieron como soldados. Una de ellas,
Ulrika Eleonora Stenhammar, dijo que cuando era niña no
tenía ningún interés en aprender las tareas femeninas, sino
que le gustaba montar a caballo y cazar 60 .

Lo que Brändén demuestra con esta anécdota no es sino que el


sexo no tiene una conexión automática con el género. El mero
hecho de haber nacido con vulva no significa que no se pueda
montar a caballo, cazar o pelearse. En la Suecia de hoy, por
ejemplo, nueve de cada diez personas que montan a caballo son
mujeres, y la mayoría son chicas adolescentes 61 . Lo que Brändén
demuestra, pues, es la tesis fundamental del feminismo: que los
órganos sexuales no deben lacrar el destino del ser humano. Pero
en lugar de utilizar ejemplos como este para demostrar la
arbitrariedad de los roles sexuales, Brändén insinúa que
Stenhammar no era una mujer de verdad. Incluso tiene la osadía de
sacar la conclusión de que no se definía como mujer.
Otros dos ejemplos más que probarían la teoría de Brändén son
que los portugueses se encontraron en el Amazonas con «unos
seres espeluznantes» (la formulación es de Brändén) que, a pesar
de tener genitales femeninos, llevaban el pelo corto e iban a luchar
con el arco y las flechas, y que la reina Cristina de Suecia tuvo,
«según fuentes coincidentes, intereses típicamente “masculinos”
durante su infancia» 62 . ¿Qué ocurre con estos intereses
supuestamente masculinos cuando resulta que las mujeres los
tienen? ¿Por qué es tan importante que esas mujeres sean
consideradas como diferentes?
Pero supongamos, siguiendo la hipótesis de Brändén, que el
cerebro del hombre y el de la mujer son diferentes, que hay muchas
mujeres que nacen con un cerebro que se parece más al del
hombre y muchos hombres que nacen con un cerebro que se
parece más al de la mujer. Eso querría decir que hay un «espectro»
de inclinaciones: existe un número de mujeres que son por
naturaleza agresivas, cabalgan, etc. ¿No formaría esto parte de la
feminidad? El descubrimiento de que hay mujeres de todo tipo y
hombres de todo tipo se podría utilizar para ampliar la idea que
tenemos de las características de cada sexo. Podríamos decir,
basándonos en la misma investigación, que cierto número de
mujeres están hechas para cazar o para ser astronautas... ¡eso lo
decide concretamente el baño de hormonas y nadie lo puede
cambiar! O sea, que podríamos afirmar que se trata de una
conducta completamente femenina por naturaleza. Pero en lugar de
eso, lo que sucede es todo lo contrario. Brändén utiliza el mismo
hallazgo no para ampliar la idea de mujer, sino para estrecharla.
Piensa que estas mujeres que no encajan en los patrones que
establecen cómo tiene que ser una mujer nacen con el sexo
«equivocado». No encajan como mujeres y deben transitar al otro
sexo para poder ser hombres en su plenitud.

Esa misma discrepancia se repite una y otra vez. Se dice que el


sexo es una cosa y la identidad de género otra muy distinta —sin
embargo, hablamos precisamente de identidad de género y no de
personalidad. Una y otra vez oímos decir que la identidad de género
es biológica e inquebrantable y, a la vez, que no tiene nada que ver
con el sexo.
Pero ¿dónde está entonces la identidad de género? Sobre esto
no están ya tan seguros sus partidarios. En el caso de Brändén, la
identidad de género la determina el impacto hormonal. Para el
psicólogo biológico Thomas E. Bevan tiene que ver con la longitud
de los dedos. Bevan tiene una empresa que lleva a cabo
investigaciones sobre la psicobiología de los trans por cuenta de los
militares estadounidenses y en su libro dice:

Existen distintos marcadores biológicos que sustentan la


idea de que ser trans es un tema genético. Tanto para
hombres como para mujeres un marcador biológico claro es
la relación entre la longitud de los dígitos índice y anular. Al
parecer las personas trans tienen unas proporciones distintas
de las que no son trans 63 .

Bevan alude a un estudio hecho a cincuenta hombres trans y


sesenta y ocho mujeres trans en Nueva York, con un grupo de
control de treinta y siete individuos. En el caso de los hombres trans,
las proporciones de los dedos eran similares a las de los hombres
cis; en el caso de las mujeres trans, no se apreciaba ninguna
diferencia respecto a los hombres cis. Los investigadores sopesan la
posibilidad de que las proporciones de los dedos sean un indicador
de masculinidad en las mujeres, pero se protegen afirmando que
«los datos referentes al índice 2D:4D en las personas trans son
insuficientes y contradictorios» 64 . Un grupo de investigadores
alemanes defiende, en cambio, que ha descubierto lo contrario: la
proporción de los dedos de las mujeres trans se parece a la de las
mujeres, mientras que la de los hombres trans no se parece en nada
a la de los hombres 65 . Llegaron a esta conclusión gracias a un
estudio con doscientas veintiséis personas. Los dos equipos de
investigación creen haber hallado algo a pesar de haber obtenido
resultados opuestos. La pregunta es ¿qué? Aunque hayan
observado una diferencia en la longitud de los dedos, queda por
demostrar que sea la causante de la transexualidad, lo cual significa
que deberían exhibirla todas las personas trans.

Uno de los pioneros en el estudio de la identidad sexual del


cerebro es el neurocientífico holandés Dick Swaab. Afirma tener
indicios de que la identidad sexual puede provenir de una pequeña
parte del cerebro situada en el hipotálamo: el subnúcleo INAH3.
Esta parte es a menudo un poco más grande en los hombres que en
las mujeres. Después de estudiar el cerebro de cuarenta y dos
personas muertas, de las cuales trece eran trans, Swaab advirtió
que el tamaño del INAH3 en las mujeres trans era similar al de las
mujeres, mientras que el de los hombres trans se parecía al de los
hombres 66 .
Esta área es algo mayor en los hombres que en las mujeres, pero
en las mujeres que se identificaban como hombres la zona era
mayor y en los hombres que se identificaban como mujeres era
menor 67 .
La misma región del cerebro, el subnúcleo INAH3, fue un tema
de gran actualidad a principios de los años noventa cuando los
investigadores intentaron descubrir las causas genéticas de la
homosexualidad. Se identificó el subnúcleo INAH3 como marcador
de la homosexualidad masculina. El neurobiólogo Simon LeVay
descubrió que los hombres homosexuales tenían el subnúcleo
INAH3 más pequeño que los heterosexuales. Sus investigaciones
tuvieron una gran repercusión en todo el mundo. Hombres
homosexuales de toda Norteamérica mandaban el estudio a sus
padres, y enseguida se aceptó que la sexualidad era congénita. El
periódico Dagens Nyheter publicó que este era el hallazgo que
ponía remedio a la homofobia, ya que los que consideraban la
homosexualidad como algo innato parecían más tolerantes.
El estudio de LeVay fue muy criticado por ser dicotómico y no
dejar espacio a la bisexualidad. Posteriormente la investigación
sobre las causas de la homosexualidad se ha vuelto obsoleta, otros
estudios contradijeron sus tesis y LeVay ha declarado que fue mal
interpretado 68 . Al parecer se dejó de hurgar en el INAH3 de los
muertos, una tarea por cierto nada fácil: la zona constituye como
mucho un 0,000009 por 100 de la masa cerebral, que ni siquiera
podría rellenar la «o» de «macho» 69 . Pero en 2008 Swaab afirmó
que ahí residía no el enigma de la sexualidad, sino el de la identidad
sexual. La zona se desarrolla de la misma manera tanto en los niños
como en las niñas hasta los cuatro años, cuando las células parece
que dejan de crecer en las niñas pero no en los niños.
El estudio tuvo una repercusión increíble: ahora sí, decían,
¡habían encontrado el corazón de la identidad de género! Swaab
enseguida convirtió sus conocimientos en un libro muy popular
titulado We Are Our Brains, del cual se vendieron 100.000
ejemplares y que contiene ideas y reflexiones sobre todo tipo de
temas: por qué algunas mujeres no pueden sentirse atraídas por
hombres desnudos, por qué los estudiantes de medicina siempre
tienen madres dominantes o por qué un soldado que muere en el
campo de batalla siempre grita «mamá»; Swaab parece tener una
explicación para casi todo. Sin embargo, enseguida empezaron a
llegar las críticas a su estudio sobre las personas trans. En primer
lugar, parece que amplió el estudio para así obtener el resultado
deseado. En el primero no se apreciaba ninguna diferencia entre las
mujeres trans y los hombres. De modo que Swaab incorporó a más
individuos y... ¡entonces sí se veía la diferencia! Lo que pasó es que
sus trece personas trans se habían sometido a un tratamiento
hormonal. Tres investigadores españoles revisaron el informe de
Swaab y concluyeron que el tratamiento hormonal explicaba la
diferencia:

En un primer informe, la masa cerebral de las mujeres


trans no se diferenciaba de las muestras examinadas de
sujetos masculinos y femeninos del grupo de control. Cuando
se incluyeron más sujetos en el grupo experimental, se vio
que la masa cerebral era notablemente inferior a la de los
sujetos masculinos del grupo de control, pero no se
diferenciaba de los sujetos femeninos del grupo de control.
Como hemos visto más arriba, este «nivel intermedio» de la
masa cerebral de las mujeres trans parece ser una
consecuencia de la terapia hormonal asociada al cambio de
sexo y no un rasgo fenotípico de las mujeres trans: más bien
parece el efecto drástico que el tratamiento hormonal con
estradiol y antiandrógenos tuvo en su sustancia cerebral 70 .

Cuando los investigadores del Instituto Karolinska volvieron a


hacer el estudio con personas vivas que no habían seguido un
tratamiento hormonal, obtuvieron el resultado opuesto. Ivanka Savic
y Stefan Arver examinaron a cuarenta y ocho hombres
heterosexuales y a veinticuatro mujeres trans que se sentían
atraídas por mujeres. No encontraron ninguna diferencia en el
cerebro: todas las regiones eran iguales tanto en los hombres como
en las mujeres trans. Según Savic y Arver:

Igual que en los hombres cis, las mujeres trans


presentaban más materia gris que las mujeres cis en el
cerebelo y el giro lingual y menos materia gris y blanca en el
giro precentral. El volumen del hipocampo en los dos grupos
masculinos era más reducido que el de las mujeres cis. En
los hombres cis, pero no en las mujeres cis, era exactamente
igual que en las mujeres trans, el hemisferio derecho y el
tálamo eran más pequeños que el izquierdo. Nada de esto
diferenciaba a los hombres cis y las mujeres trans. Además,
resultó que las mujeres trans tenían unas características
particulares que las distinguían de ambos grupos de control,
ya que el volumen de su tálamo y del putamen era menor, y
el de la sustancia gris, mayor en la región insular derecha y la
corteza cerebral frontal inferior y una zona que cubre el giro
angular derecho. Los datos que tenemos actualmente no
sustentan la opinión de que el cerebro de las mujeres trans
sea afeminado 71 .
Aunque lo que hizo Swaab fue demostrar que las hormonas
podían haber afectado a una región del cerebro de trece personas
trans aproximándola a las dimensiones de la de las mujeres, su
investigación ha sido citada diez veces más que la de Savic y Arver.
Para el periodista estresado que recibe el encargo de escribir un
artículo sobre la transexualidad y necesita citar a un experto al final
del texto, Swaab es un ejemplo agradecido porque no le da miedo
abrir la boca y soltar frases como: «Gracias a las investigaciones
sobre el cerebro, sabemos que la identidad de género se cimenta en
el cerebro antes del nacimiento para el resto de la vida. Pero hay
gente que duda de ello, igual que los que pensaban que la Tierra
era plana» 72 .

Hay otra rama de la ciencia que se dedica a estudiar los niveles


de estrés de los trans. Se les mete en un laboratorio, se les pide que
se desnuden y se les va tocando en diferentes zonas de los órganos
sexuales para después medir sus reacciones con un
magnetoencefalograma.
La Universidad de California llevó a cabo una investigación que
consistía en rozar con un dedo de plástico los pechos y las manos
de ocho hombres trans y ocho mujeres cis. Es cierto que dos de los
hombres trans creían que eran más genderqueer —no binarios—
que hombres, pero a ninguno de ellos le gustaba tener pecho. Todas
las mujeres cis dijeron que querían tener pecho. Los investigadores,
Laura Case y otros, descubrieron que el nivel de sensaciones
corporales de los hombres trans cuando les tocaban los pechos era
más bajo que en las mujeres 73 . El magnetoencefalograma mostraba
incluso, decían, que algunos hombres trans experimentaban estrés
y asco cuando les tocaron los pechos. Lo que el estudio no cuenta
es si esas personas en cuestión habían llevado binders (una faja
para dar apariencia de pecho plano y reducir la sensibilidad). Pero
los investigadores concluyeron que lo que se reflejaba en el cerebro
no era la desazón psíquica, sino que la estructura del cerebro en sí
es diferente en los hombres trans:
Estos descubrimientos indican que la disforia de género
que deriva de las partes del cuerpo que padecen
incongruencia de sexo en los hombres trans puede estar
relacionada con las diferencias en los modelos neurológicos
del cuerpo y en la función de la sustancia blanca del cerebro
alterada.

¿Qué es lo que Case y los demás han hallado realmente? Pues


bien: a ocho personas que no quieren tener pechos no les gusta que
se los manoseen en un laboratorio. Lo que sin duda no demuestra el
estudio es que la identidad sexual sea congénita. Aun así, el estudio
es citado de forma acrítica por activistas y demás investigadores
que quieren demostrar que el sexo está situado en el cerebro. El
neurólogo Stephen V. Gliske de la Universidad de Michigan se
apoya en este estudio para lanzar una nueva teoría sobre el origen
del sexo:

A mi modo de ver, esta nueva teoría es tan ambivalente


como la teoría de la disforia de género. Esta nueva teoría se
centra sobre todo en la función, incluida la autopercepción de
la identidad de género y sus inputs, más que en la dicotomía
masculino-femenino relativa a las dimensiones y formas
anatómicas (que se centra en la teoría sobre dimorfismo
cerebral sexual) [...]. Es decir, que la base neurobiológica
afectaría a la inquietud crónica que siente el individuo al
querer actuar de forma coincidente con su rol de género y
sentir que la expresión de género de su cuerpo encaja en
él 74 .

En su opinión, el estudio californiano demuestra que la identidad


sexual es congénita, pero que no se trata de un tema de
dimensiones ni de forma, como defiende Swaab, sino de
percepciones sensitivas. En una antología recién publicada, el
estudio californiano se ha convertido en un arma contra la extrema
derecha (!) 75 . Es evidente que nos hemos alejado mucho de las
ocho personas que estaban en un laboratorio de la Universidad de
California, dos de las cuales ni siquiera estaban convencidas de que
quisieran ser hombres, sino que se sentían genderqueer. Y también
nos hemos alejado del tema de los derechos de los trans, porque
debería ser posible respetar la disforia de género y el deseo de
cambiar de sexo sin tener que creer por ello que los roles de género
son eternos e innatos.

Un grupo de investigadores chinos contradicen tanto a Gliske


como a Swaab y aseguran haber resuelto el misterio del gen RYR3.
El gen mencionado es «muy evidente en el cerebro y regula la
homeostasis del calcio intracelular», y en su estudio con nueve
mujeres trans y cuatro hombres trans han descubierto una mutación
genética en él 76 . Es decir, que no es que los trans nazcan con el
sexo equivocado, afirman, sino que una parte de los hombres y las
mujeres trans presentan una mutación genética propia que no se
encuentra en el resto de la población. Por consiguiente, sostienen la
tesis de que los trans tienen una identidad propia (aun así, estos
investigadores no han estudiado cómo se manifiesta esta mutación
en el resto de los miembros de la familia).
Una idea similar es la que comparten siete investigadores
españoles que creen poder ver un patrón en las personas trans: a
menudo tienen más hermanos mayores que las personas cis. Sin
embargo, parece que esta conexión solamente aparece si el
transexual en cuestión es homosexual respecto a su sexo de
nacimiento. Pero no pueden explicar a qué se debe 77 .
Los investigadores chinos recibieron a su vez la crítica de trece
investigadores americanos y holandeses que afirmaban que la
identidad de género es hereditaria 78 . En un artículo publicado en
Behavior Genetics consultaron estudios basados en niños de infantil
y de primaria, y los clasificaron en una lista 79 . La lista se llama PSAI
—Pre-School Activities Inventory— y es utilizada por investigadores,
escuelas y psicólogos a nivel global desde 1993 para estudiar los
patrones de género en niños y niñas. Los juegos infantiles son
observados por los padres o el personal, a los que se les pide que
busquen, entre otras cosas, los siguientes indicadores:

Masculino:

Le gustan las cajas de herramientas.


Se pelea.
Juega con juegos masculinos.
Le gustan las arañas, las serpientes o los insectos.
Le gustan los trenes, los coches o los aviones.
Explora cosas nuevas.
Trepa por los sitios.
Practica deportes o juega a la pelota.

Femenino:

No quiere ensuciarse.
Evita correr riesgos.
Juega con las niñas.
Hace de papá y mamá.
Juega a hacer las tareas del hogar, como limpiar o cocinar.
Le gustan las cosas bonitas.
Le gustan los vestidos de niña.
Le gusta tomar el té con una tacita y su platito.

Los investigadores encontraron un patrón según el cual los


gemelos monocigóticos a menudo presentaban una conducta más
parecida que la de los gemelos dicigóticos. Si a un hermano le
gustaban los trenes, al gemelo de un mismo óvulo también le
gustaban los trenes, y si a uno le gustaba tomar el té con tacita, al
otro también le gustaba hacerlo. Por eso, estos investigadores
afirman que la identidad de género es hereditaria. Si estos gemelos
juguetones son transexuales o no, está por ver, y los investigadores
no encontraron ninguna diferencia corporal, pues se han limitado a
estudiar su conducta. Aun así, también llegaron a conclusiones
relativas al cuerpo:
La masculinidad se define en términos de «agresividad,
dominación e independencia», y la feminidad, en los de «la
dulzura, la sensibilidad y el cuidado». Las niñas
independientes y los niños dulces tienen, por tanto, una
«identidad sexual atípica» incluso antes de que ellos mismos
lo sepan.

Nos limitaremos a constatar que el descubrimiento de la


diversidad cultural aún no ha llegado a oídos de estos
investigadores.

El problema para los investigadores que intentaron encontrar el


cerebro masculino y el femenino en los años ochenta y noventa
fueron las muchas excepciones de personas que en absoluto se
comportaban como ellos esperaban. En la actualidad, cuando los
investigadores intentan demostrar que la identidad de género es
congénita, ya no tienen este problema, se han librado de él: es tan
simple como afirmar que todas las niñas que no se comportan
típicamente como niñas en realidad tienen una identidad sexual
masculina y viceversa. No obstante, tropiezan con otro problema,
que Gliske describe a modo de reflexión: no se puede dar carpetazo
al rol social. ¿Es la sociedad la que decide lo que es un vestido de
niña o está fijado en el cerebro? Precisamente la relación causa-
efecto es uno de los mayores puntos de conflicto en este campo.
Además, es complicado sacar conclusiones sobre los rasgos
congénitos de los cerebros adultos, opina un grupo de
investigadores de la Universidad de Georgia State. Lo han
investigado con animales, dividiendo un grupo de machos y
hembras a los que administraron distintos tratamientos. Se podía ver
claramente que los cerebros de los que recibieron un tratamiento
similar empezaban a parecerse entre sí. Como el cerebro es el
órgano del cuerpo más plástico, se pueden apreciar «las marcas
epigenéticas» de las experiencias vitales 80 .
Gina Rippon, catedrática de Neuroimagen Cognitiva en la
Universidad de Birmingham, define la mayor parte de la
investigación acerca de la identidad de género con una sola palabra:
neurotrash («neurobasura»). Mala investigación con resultados
vagos que los medios de comunicación sobredimensionan hasta
convertirlos en mitos del tipo «las mujeres adoran el chocolate» o
«únicamente utilizamos el 10 por 100 de nuestro cerebro». En su
libro El género y nuestros cerebros. La nueva neurociencia que
rompe el mito del cerebro femenino, Rippon demuestra que la
ciencia moderna no ha encontrado nada que se parezca a un
«cerebro femenino» 81 . En 2015, Daphna Joel y otros investigadores
de la Universidad de Tel Aviv hicieron el primer estudio en el que se
escaneó el cerebro entero de cuatrocientos individuos. Sus autores
afirman que si el cerebro fuera sexualmente dimorfo, como los
órganos sexuales, significaría que las diferencias entre ellos se
solaparían en muy pocos casos y que serían recíprocamente
excluyentes. Y no era el caso, dicen, ni en la sustancia gris ni en la
blanca, sino que cada individuo tenía su propio mosaico: «Si bien
existen diferencias sexuales en el cerebro, los cerebros humanos no
se pueden dividir en dos categorías delimitadas: cerebro masculino
y cerebro femenino». En el cerebro de entre el 92 por 100 y el 100
por 100 de los seres humanos no se puede determinar si pertenece
a un hombre o a una mujer 82 .
Con respecto a la famosa «escala de género», en la que tan a
menudo nos dicen que nos encontramos, la cosa tampoco es tan
sencilla. Cordelia Fine, de la Universidad de Melbourne, a quien se
concedió el Royal Society Science Book Prize en 2017 por el libro
Testosteron Rex, explica que un nivel alto de testosterona no
comporta automáticamente un nivel bajo de estrógenos. Un
individuo puede tener mucha o poca cantidad de las dos hormonas;
además, la testosterona se transforma en estrógenos, lo cual hace
que los niños a menudo tengan pecho en la pubertad 83 .
Si la identidad de género se pudiera encontrar en el cerebro,
determinar el género sería una cosa muy sencilla. Entonces
podríamos dejar de mirar qué tienen los recién nacidos entre las
piernas y las visitas al psicólogo antes de una operación de
reasignación de sexo serían innecesarias. Si la identidad es algo
fijo, congénito y biológico, debería poder determinarse a través de
una simple prueba. Se podría escanear el cerebro de cada bebé al
nacer para saber si es niña o niño. Pero no existe aún el análisis de
sangre, ni la radiografía cerebral ni la prueba de ADN que pueda
determinar la «identidad de género». Lo que hay son hipótesis y
tendencias que se contradicen con otras hipótesis y otras
tendencias. Casi todos los trabajos científicos sobre la materia
constatan que los resultados hasta el momento son difíciles de
interpretar y no se puede afirmar nada con seguridad. Dicho con
otras palabras: ¡la ciencia no sabe si existe algo que se llama
identidad de género!
Lo que sí queda claro es que hay algo que se llama sexo. De
nuestros 21.000 genes, el 30 por 100 se expresan de forma distinta
en función de si el individuo es un hombre (XY) o una mujer (XX)
biológicos 84 . O sea, que son los mismos genes pero se expresan de
distintas maneras. Regulan cosas como el crecimiento de los
huesos, la producción de esperma, la función renal, el grosor del
músculo del corazón, la longitud y la producción de grasas. Los
cromosomas XX deciden por ejemplo si los genes indicarán al
esqueleto que haga las caderas más anchas, y los cromosomas XY
deciden si la nuez de Adán se desarrollará o no. Y así como no se
puede determinar si un cerebro es femenino o masculino, a menudo
es fácil determinar si un individuo tiene órganos sexuales
masculinos o femeninos.
Es cierto que hay un pequeño grupo de individuos para los que el
desarrollo sexual no funciona así. Se trata de los que nacen con
DSD (desarrollo sexual diferente), un estado provocado por una
anomalía en las hormonas, en las gónadas (las glándulas genitales)
o en los cromosomas que afectan al desarrollo sexual. Por ejemplo,
puede tratarse de un defecto en la sintetización de testosterona o la
falta de una enzima que lleve un exceso de hormonas sexuales
masculinas. Todo esto puede provocar que en algunos casos sea
difícil determinar el sexo de un recién nacido. En Suecia afecta a
unos veinte niños al año. Aun así, todos los individuos con DSD
pertenecen a uno de los dos sexos biológicos. Lo que antes se
llamaba «hermafroditismo verdadero» —cuando una persona nacía
con tejido ovárico y testicular— no significa que la persona no tenga
cromosomas XX y XY.
Incluso el término «intersexo» es engañoso en el mismo sentido,
ya que significa «entre sexos» y da a entender que existen personas
que no tienen ningún sexo. El caso más común es el de niñas
biológicas, con cromosomas XX, que nacen con órganos sexuales
exteriores masculinizados. Este fenómeno se denomina HSC,
hiperplasia suprarrenal congénita, y, efectivamente, dispara los
niveles de testosterona en la vida del feto. Pero estas personas —
que realmente tienen un sexo biológico anormal— raras veces
padecen disforia de género. Ningún estudio en este campo ha
podido encontrar una conexión evidente entre la acción de la
testosterona y el deseo de ser un hombre 85 . El 95 por 100 de las
niñas con HSC no presentan disforia de género. Son únicamente
unos pocos más que en el resto de la población y no se puede saber
si es debido a que fueron tomados por niños al nacer, lo cual les
sucede a muchas niñas con HSC de países con dificultades de
acceso a un centro de salud.

Nuestro biólogo Henrik Brändén también ha querido entrar en el


debate sobre el HSC y remite a un estudio del conocido psicólogo
alemán Heino Meyer-Bahlburg según el cual es más frecuente que
las mujeres con HSC se sientan atraídas por mujeres 86 . De este
dato saca la conclusión de que la acción de la testosterona durante
el desarrollo del feto es importante para la «identidad de género
subjetiva» 87 . Pero esto no dice nada en absoluto de la identidad de
género, sino de la orientación sexual, al indicar que la mayoría de
mujeres con HSC serán heterosexuales, pero que habrá algunos
casos más de homosexuales y bisexuales que en el grupo de
control. La conclusión de Brändén de que las mujeres que serán
lesbianas tienen una identidad de género masculina es cien por cien
suya. Pero ¿qué es lo que nos está diciendo realmente? Pues que
las mujeres lesbianas en realidad son hombres. Una mujer de
verdad, reza la suposición implícita de Brändén, es heterosexual.

De hecho, no se ha demostrado que haya ninguna correlación


entre la cantidad de testosterona que reciben las niñas y el deseo de
ser un hombre. Determinados estudios apuntan que una proporción
alta de testosterona en la vida fetal puede influir en la apariencia
física y las capacidades, pero eso no significa sentirse hombre. Si la
tesis sobre la identidad de género innata fuera cierta, las personas
trans deberían ser ante todo las intersexuales. Las mujeres con un
alto nivel de testosterona y los hombres con un nivel bajo deberían
ser los que mostraran una clara tendencia a cambiar de sexo. Pero
la intersexualidad del cuerpo no parece que se corresponda con la
intersexualidad de la mente. Son otras, totalmente diferentes, las
personas que serán transexuales, personas cuyo desarrollo del sexo
biológico no es ambiguo. La ciencia se ha lanzado a la caza
desesperada de algún hallazgo: un punto en el cerebro, un patrón
de conducta divergente, una devoción por los pechos, un dedo
anular más largo. Pero en el grupo que realmente presenta señales
de pertinencia sexual biológicamente ambigua no vemos esta
conexión.
El 30 por 100 de los genes que se expresan de forma distinta en
hombres y mujeres dependen precisamente de los cromosomas XX
y XY. En otras palabras, la determinación del sexo está fijada por el
sexo. Por consiguiente, la famosa idea de que el cuerpo estaría
dividido en un «por fuera» y un «por dentro», donde el sexo
«interno» tendría su propia vida, no cuadra. Es una imposibilidad
biológica, dado que el cuerpo está programado genéticamente. Si
los hombres, biológicamente hablando, pudieran ser mujeres, serían
mujeres.
A pesar de eso, en las obras de divulgación científica la cuestión
es tratada como un tema resuelto. Los libros sobre la identidad de
género afirman que el género está fijado en el cerebro. Diane
Ehrensaft, autora de The Gender Creative Child, está convencida de
que es erróneo decir que un bebé que nace con vulva es una niña
porque «el género no está entre las piernas sino entre las orejas» 88 .
En el manual The Transgender Child, también escrito para los
padres, se explica que «el cerebro es un órgano sexual». La
identidad de género «se forma en el cerebro», dicen sus autoras, las
especialistas en estudios de género Stephanie Brill y Rachel Pepper,
y «la mayoría están de acuerdo en que, con gran seguridad, se
decide antes del nacimiento» 89 . Ahora bien, lo que no cuentan es
quiénes son esa «mayoría», a qué investigadores se refieren y
dónde se sitúa exactamente el sexo en el cerebro. En cambio, dicen
que «es el propio individuo quien decide» qué género tiene su
cerebro 90 . Es muy curioso entonces que lo podamos observar
fijándonos en «el peinado, el lenguaje corporal, el andar, la manera
de moverse en una habitación, el vestir, la forma de jugar» 91 .
Volvemos, pues, a los roles sexuales como prueba de la
identidad de género: el cerebro desapareció con la misma rapidez
con la que se introdujo. Las constantes referencias al cerebro
otorgan a las tesis sobre la identidad de género un aire científico.
Muchos lectores de estos manuales tienen la impresión de que el
tema está resuelto gracias a la investigación científica, pero si
alguien espera un método científico para comprobar el sexo, lo hará
en vano. Sin embargo, el libro declara imperativamente que «nadie
puede cambiar la identidad de género de un niño». La identidad de
género es, efectivamente, «el núcleo del ser» 92 .
Y hay artículos de divulgación científica de toda índole en los que
se dice que la identidad de género incluso puede observarse en los
animales, puesto que, aunque a menudo se comportan según su
sexo, «también se han visto animales que no lo hacen» 93 .
La idea de que el cerebro tiene sexo vuelve entonces a arraigar
en la sociedad. El endocrinólogo Joshua Safer, que receta
hormonas a niños y jóvenes en una clínica trans de Boston, sostiene
que «el reconocimiento de la identidad de género como algo
biológico ha significado un cambio de paradigma radical y al colegio
de médicos le llevará tiempo adaptarse a ello» 94 . Hanna Söderström
publicó un artículo en el Svenska Dagbladet en el que se describía
como «polemista liberal con transexualismo»: «Soy mujer porque el
cerebro que me ha dado la naturaleza es el de una mujer y porque
el entorno me percibe como una mujer» 95 .

58 Henrik Brändén, «Naturligt vara född i “fel kön”», Aftonbladet Kultur, 1/2, 2018.

59 Charles E. Rosselli y Scott A. Klosterman, «Sexual differentiation of aromatase


activity in the rat brain: Effects of perinatal steroid exposure», Endocrinology, 1/7,
1998, vol. 139, núm. 7, 3193-3201.

60 Henrik Brändén, Själens biologi och vår fria vilja, Celanders förlag, 2020, pág.
276.

61 https://www.ridsport.se/Omoss/Statistik.

62 Henrik Brändén, Själens biologi..., op. cit., pág. 276.

63 Thomas E. Bevan, Being Transgender: What You Should Know, Praeger, 2017,
pág. 54.

64 Wu C. Leinung M., «The Biologic Basis of Transgender Identity: 2D:4D Finger


Length Ratios Implicate a Role for Prenatal Androgen Activity», Endocr. Pract,
junio de 2017, 23(6): 669-671; doi: 10.4158/EP161528.OR. Epub 23 marzo de
2017. PubMed PMID: 28332875.

65 Harald J. Schneider, JohannaPickel y Gunter K. Stalla, «Typical Female 2nd-


4th Finger Length (2D:4D). Ratios in Male-to-Female Transsexuals – Possible
Implications for Prenatal Androgen Exposure», Psychoneuroendocrinology, 2006,
31, 265-269.

66 Dick Swaab y Alicia García-Falgueras, «A Sex Difference in the Hypothalamic


Uncinate Nucleus. Relationship to Gender Identity», Brain, noviembre de 2008,
131 (Pt 12): 3132-3146.

67 Shawna Williams, «Are the Brains of Transgender People Different from Those
of Cisgender People?», The Scientist, 1/3, 2018.

68 William Byne et al., «The Interstitial Nuclei of the Human Anterior


Hypothalamus: An Investigation of Variation with Sex, Sexual Orientation, and HIV
Status», Hormones and Behaviour, septiembre de 2001, vol. 40, núm. 2, 86-92.
69 David Nimmons, «Sex and the Brain», Discover Magazine, 1/3, 1994.

70 A. Guillamon, C. Junque y E. Gómez-Gil, «A review of the status of brain


structure research in transsexualism», Arch. of Sexual Behavior, 2016, 45(7):
1615-1648; doi:10.1007/s10508-016-0768-5.

71 Ivanka Savic y Stefan Arver, «Sex Dimorphism of the Brain in Maleto-Female


Transsexuals», Cerebral Cortex, noviembre de 2011, 21: 2525-2533;
doi:10.1093/cercor/bhr032.

72 Kevin Van Vliet, «Dick Swaab: “Ik wou dat die Nashville-verklaring er niet
geweest was”», HP De Tijd, 1/9, 2019.

73 Laura K. Case et al., «Altered White Matter and Sensory Response to Bodily
Sensation in Female-to-Male Transgender Individuals», Arch. of Sexual Behavior,
julio de 2017, 46(5): 1223-1237.

74 Stephen V. Gliske, «A New Theory of Gender Dysphoria Incorporating the


Distress, Social Behavioral, and Body-Ownership Networks», eNeuro 2/12, 2019;
6 (6) ENEURO.0183-19.2019; DOI: 10.1523/ ENEURO. 0183-19.2019.

75 Tristan Fehr, «Essentially a Lie. Challenging Biological Essentialist


Interpretations of Transgender Neurology», en Louie Dean Valencia-García, Far-
Right Revisionism and the End of History: Alt/Histories, Routledge, 2020.

76 Fu Yang, Xiao-hai Zhu, Qing Zhang, Ning-xia Sun, Yi-xuan Ji, Jin-zhao Ma,
Bang Xiao, Hai-xia Ding, Shu-han Sun y Wen Li, «Genomic Characteristics of
Gender Dysphoria Patients and Identification of Rare Mutations in RYR3 Gene»,
Scientific Report, 2017, 7: 8339.

77 E. Gómez-Gil, I. Esteva, R. Carrasco et al., «Birth Order and Ratio of Brothers


to Sisters in Spanish Transsexuals», Arch. Sex. Behavior, 2011, 40, 505-510,
https://doi.org/10.1007/s10508-010-9614-3.

78 Tinca J. C. Polderman, P. C. Baudewijntje Kreukels, Michael S. Irwig et al.,


«The Biological Contributions to Gender Identity and Gender Diversity. Bringing
Data to the Table», Behavior Genetics, enero de 2018.

79 https://www.psychometrics.cam.ac.uk/services/psychometric-tests/psai.

80 Laura R. Cortes, Carla D. Cisternas y Nancy G. Forger, «Does Gender Leave


an Epigenetic Imprint on the Brain?», Frontiers in Neuroscience, 2019, 13; DOI:
10.3389/fnins.2019.00173.

81 Gina Rippon, El género y nuestros cerebros, trad. de María Luisa Rodríguez


Tapia, Galaxia Gutenberg, 2020.
82 Daphna Joel et al., «Sex Beyond the Genitalia. The Human Brain Mosaic»,
Proceedings of the National Academy of Sciences, 15/12, 2015;
http://www.pnas.org/content/112/50/15468.abstract.

83 Cordelia Fine, Testosteron Rex: Myten om våra könade hjärnor, trad. de Linus
Kollberg, Daidalos, 2018, pág. 122.

84 Moran Gershoni y Shmuel Pietrokovski, «The Landscape of Sex-Differential


Transcriptome and its Consequent Selection in Human Adults», BMC Biology,
2017, 15:7.

85 A. B. Dessens, F. M. Slijper y S. L. Drop, «Gender Dysphoria and Gender


Change in Chromosomal Females with Congenital Adrenal Hyperplasia», Arch.
Sex. Behavior, agosto de 2005, 34(4): 389-397. Review. PubMed PMID:
16010462.

86 H. F. Meyer-Bahlburg, C. Dolezal, S. W. Baker y M. I. New, «Sexual Orientation


in Women with Classical or Non-Classical Congenital Adrenal Hyperplasia as a
Function of Degree of Prenatal Androgen Excess», Arch. Sex. Behavior, febrero
de 2008, 37(1): 85-99; doi: 10.1007/s10508-007-9265-1. PMID: 18157628.

87 Henrik Brändén, Själens biologi..., op. cit., pág. 270.

88 Germán López, «How to Know if Your Child is Transgender, According to an


Expert», Vox, 26/6, 2016.

89 Stephanie Brill y Rachel Pepper, The Transgender Child: A Handbook for


Families and Professionals, Cleis Press, 2008, pág. 14.

90 Ibíd., pág. 4.

91 Ibíd., pág. 23.

92 Ibíd., pág. 4: «There is nothing anyone can do to change a child’s gender


identity».

93 Amanda Leigh Mascarelli, «Gender. When the body and brain disagree»,
Science News for Students, 31/7, 2015.

94 Erik Augustin Palm, «Transdokumentär för cis-publik», Ottar, 28/3, 2017.

95 Hanna Söderström, «Juridiskt kön inte samma som biologiskt», SvD Debatt,
16/1, 2012.
El género está en los ojos del que mira
Sin embargo, no todos los que propugnan el nuevo discurso
sobre el género como identidad son biologistas. La teoría también
puede explicarse perfectamente desde el constructivismo social.
Cuando los que proponen este discurso se dirigen a las feministas,
a menudo se dice que todo el mundo puede ser mujer porque el
género es una construcción social. La mujer es, dice Maria
Ramnehill en su libro Ett transfeministiskt manifest («Un manifesto
transfeminista»),

la que es tratada como mujer. Cualquier otra definición es


innecesaria y absurda para el feminismo porque la meta del
feminismo es la emancipación de todo aquel que es tratado
como una mujer. No existe el «es» en el núcleo del
feminismo, únicamente el «ser interpretado como» 96 .

Y más adelante sostiene que «hay algunas bolleras letárgicas de


los setenta» que no están de acuerdo y que deberían «crecer», ya
que «lo único que han aprendido del feminismo es a restringir la vida
de otras mujeres» 97 . Aquí se le podría objetar que si no hay nadie
que «sea» mujer, entonces tampoco deberían poder existir bolleras
letárgicas de los setenta. Ramnehill tampoco profundiza en la
existencia o no de los hombres.
Ramnehill representa una tercera corriente dentro de la teoría de
la identidad de género. A su entender, no es, como en el caso de
Cohen, el individuo mismo el que decide su sexo, y lejos quedan
también los genes, las hormonas y el movimiento arquetípico
masculino como marcadores sexuales. Aquí es el entorno el que
decide. Si los otros ven en una persona una mujer, y la tratan como
tal, entonces él o ella «se convierte» en mujer. Una definición así
permite a Ramnehill aprovechar la idea feminista del género como
construcción social y, con eso, esquivar tanto la trampa del
biologismo del cerebro sexualizado como la idea neoliberal de que
todo el mundo es automáticamente lo que quiera ser. Si los demás
me ven como una mujer, me tratarán como te tratan a ti; por lo tanto,
compartimos las mismas experiencias.
El razonamiento tiene una cierta relevancia, sobre todo en
relación con la comparación de experiencias y la creación de
alianzas basadas en esas experiencias compartidas. Hay muchos
ejemplos de estas alianzas a lo largo de la historia y en la
actualidad. Supervivientes trans han luchado al lado del movimiento
feminista para abolir la industria del sexo. La experiencia de ser
tratada tanto como hombre cuanto como mujer puede
proporcionarles unos conocimientos muy valiosos sobre el género
en sí. La superviviente francesa Anne D’arbes afirma que la
prostitución se da de forma distinta si eres hombre o mujer, y en su
discurso alterna el uso del género masculino y femenino al hablar de
su vida.
En cuanto a los espacios exclusivos para mujeres, como las
casas de acogida y los vestuarios, hace tiempo que se pone en
práctica el principio de Ramnehill. No es necesario identificarse con
el DNI cuando uno va al baño de mujeres o de hombres, ni al pedir
ayuda al servicio de atención a la mujer maltratada. Una mujer trans
que «pasa por» mujer no da repelús. Y al revés: una mujer que anda
sola de noche y es perseguida por un tipo con barba no tiene tiempo
de averiguar si el hombre nació como mujer y de hecho es un
hombre trans. Estas experiencias nos afectan, nos forman: «alguien
me teme» es una sensación con la que muchos hombres conviven y
que es compartida por los hombres trans. «¿Me están siguiendo?
¿Quizá intentará violarme?». Es una experiencia que pueden
compartir mujeres y mujeres trans. Al cabo de muchos años, la
persona que cambió de sexo habrá acumulado unas vivencias
parecidas a las de las personas que nacieron con ese sexo y tendrá
muchas cosas en común con ellas. Si estas experiencias dependen
de la acogida que te brinda la sociedad y esta acogida depende del
aspecto del cuerpo, eso significa, por consiguiente, que quien habita
un cuerpo de mujer tiene experiencias de mujer. La idea de
Ramnehill resulta interesante si la leemos desde la reflexión de
Beauvoir sobre el cuerpo como situación, pero incluso desde las
teorías de Butler sobre la interpelación: uno deviene sujeto mediante
la enunciación del otro.
Sin embargo, como definición fundamental no se sostiene. La
definición social del género influye en las leyes contra la
discriminación, en la estadística, en el deporte, en la integración de
la igualdad y en muchos otros campos. Sustituir, tal y como propone
Ramnehill, la definición específica de género por una definición
construida sobre la base de la interpretación subjetiva tiene muchas
carencias.

En primer lugar, su lógica es circular: X es lo que es tratado como


X. Volvemos a la pregunta: ¿qué es X, entonces?
Si aplicamos la misma tesis a todas las categorías —una silla es
lo que es tratado como una silla, un perro es lo que es tratado como
un perro, un terrorista es quien es tratado como terrorista, un sueco
es aquel al que los demás ven como un sueco—, enseguida vemos
por dónde cojea. Ante todo hay que determinar cómo es tratado
correctamente un perro, una mujer, una silla o un terrorista para
poder denominarlo como tal. En efecto, una tesis circular sin un
punto de referencia externo se vuelve vacía.
Para poder decir «una silla es lo que es tratado como una silla»
primero hay que establecer cómo se trata a una silla. Es probable
que digamos: una silla se trata correctamente sentándose en ella.
Así, ¿me convierto yo en una silla si alguien se sienta encima de
mí? ¿Una silla deja de serlo si es ella la que se sienta encima de un
ser humano? ¿Uno se convierte en terrorista por ser tratado como
tal? Si la mayoría de la población considera que una persona nacida
en Suecia de padres extranjeros no es sueca, ¿es esa mayoría la
que decide? ¿Cómo debe ser tratada una mujer? ¿Existe una forma
correcta de tratar a una mujer para que podamos decir: tú has sido
tratada según estas normas y, en consecuencia, eres una mujer?
¿Es necesario entonces que las instituciones realicen encuestas
para averiguar quién es tratado como mujer y con qué criterios?
En segundo lugar, hay que determinar quién del entorno tendrá el
poder de tomar la decisión final. Se puede «interpretar» a una
persona de muchas maneras, y hacerlo muchas personas distintas.
Tampoco ocurre siempre que esta gente manifieste en voz alta «te
veo como...», sino que estas decisiones tienen que pasar por la
propia interpretación del sujeto. Si magrean a una mujer trans, no
siempre es fácil determinar si quien la magreó andaba buscando
una mujer trans o una mujer, y ¿qué parte del magreo es transfobia
y qué parte es sexismo? Al parecer una parte de las mujeres trans
interpretan el interés de un hombre como una señal de que son
vistas como mujeres, cuando son muchos los hombres a quienes les
cautivan precisamente las mujeres trans. Al fin y al cabo, estamos
delante de una definición extremadamente difícil de manejar y que
se basa en el hecho de que como individuos a diario recopilamos
todas las reacciones del entorno, las interpretamos y dictamos
sentencia: ¿quién soy?
En tercer lugar, una definición como esta otorga todo el poder a la
mirada del otro, lo cual deja al yo del todo impotente. Si el entorno
cree que una persona en calidad de sujeto colonizado es un perro,
¿es esta la definición que el Estado debería aceptar? ¿No hay
ninguna realidad objetiva? ¿Nadie opone resistencia a la mirada del
otro? ¿Un desconocido que pasa por la calle tiene el poder de dar al
traste con toda mi identidad?
El mayor problema de la definición de Ramnehill es que no se
sostiene por sí sola, sino que descansa en la existencia de una idea
generalizada del aspecto físico de la mujer. Así pues, un hombre
puede ser visto como una mujer en la medida en que imita
puramente el físico de una mujer biológica, es decir, «pasar por». En
concreto, se trata de la cantidad de operaciones a las que se ha
sometido, cómo se viste, su altura, sus manos y su capacidad de
adaptar la voz. Si no lo consigue, el entorno no la percibe como una
mujer y, por lo tanto, tampoco es una mujer según Ramnehill. Esta
definición depende totalmente de la existencia de un prototipo de lo
que es una mujer, y que no puede ser otro que el del cuerpo de la
mujer biológica. Un hombre que quiera que su entorno lo vea como
una mujer probablemente no lo consiga si, por ejemplo, se implanta
cinco pechos o se agranda la nuez de Adán. Para que la tesis de
Ramnehill funcione, debe basarse en la existencia de algo que haga
que el entorno vea a una persona concreta como mujer. Este punto
de referencia es sobre todo el cuerpo femenino biológico, cuya
existencia debe reconocer esta definición para que sea pertinente.
Tampoco esta teoría podía flotar en el aire, y así, cayó en los
pechos de mamá.
Sin embargo, da la impresión de que Ramnehill no subscribe esta
teoría del todo, como pone de manifiesto su reiterada indignación
por las personas que «malgenerizan» 98 . Si la definición que vale es
la que da el entorno, entonces debería ser imposible malgenerizar.
El que es tratado como un hombre es un hombre, según la
definición anterior de Ramnehill: «No existe el ser, únicamente el ser
visto como...».
En otros pasajes del libro, Ramnehill también parece apoyarse en
la tesis de las esencias sexualizadas cuando dice, «una mujer trans
no fue nunca un hombre», refiriéndose a Chelsea Manning.
Ramnehill afirma que Manning siempre ha sido una mujer, incluso
en la época en que todo el mundo solamente veía a Bradley 99 .
Volvemos, pues, al género que «es» independientemente del
cuerpo, el entorno o la ropa que se lleve.
En sus trabajos, Ramnehill oscila entre defender la total
irrelevancia del género: «¿qué es la identidad de género femenina
sino un invento?» y «el sexo biológico es una construcción social»,
para un segundo más tarde decir que las mujeres trans son «el
subproletariado del patriarcado» porque no tienen la posibilidad de
parir y por lo tanto «de desempeñar la tarea principal de la mujer en
el patriarcado» 100 . O sea, por un lado niega la opresión específica
que sufren precisamente las mujeres y la experiencia específica
femenina y, por otro, resalta la especificidad de la experiencia de la
mujer trans. Es decir, que hay una diferencia entre las mujeres y las
mujeres trans —pero esta comparación solamente sirve para
demostrar el sufrimiento de las mujeres trans. En uno de sus
artículos, Ramnehill sostiene que:

Mientras algunas feministas analizan el género


únicamente a partir del cuerpo construido socialmente por la
medicina, nosotras las transfeministas liberamos el cuerpo
del sexo y dejamos que cada uno cree su propio género
según su criterio. Estamos construyendo una utopía, día a
día, cuerpo a cuerpo, parche a parche de estrógenos 101 .

Esta afirmación parece contradecirse con su tesis principal. Por


un lado, son mujeres las personas que «pasan por» mujeres y, por
otro, cada uno crea su género según su criterio. Pero las dos cosas
no se pueden dar a la vez. No puedes crear libremente tu cuerpo y
«pasar por» mujer. En este breve párrafo entrevemos algunas
curiosidades más: al cuerpo biológico se le define como construido
socialmente por la medicina, mientras que del cuerpo tratado con
hormonas se dice que está liberado del sexo, es decir, que existe en
algún lugar más allá del sexo. Si hay algo creado por la medicina,
¿no son precisamente los parches de estrógenos?
A menudo los trabajos de Ramnehill se estructuran alrededor de
un nosotros y un ellos: por un lado la utopía, la liberación, los
criterios propios, la emancipación, fuera las normas, y, por otro,
bolleras letárgicas de los setenta que además solo son unas
cuantas, los médicos, las construcciones sociales y el biologismo.
Da la impresión de que las palabras hayan sido escogidas más para
suscitar asociaciones positivas o negativas que para hacer un
análisis.
Aquí se podría objetar que es absurdo dar demasiada
importancia a una teoría que más que nada es un instrumento para
buscar la identidad. Cuando alguien siente la necesidad de hacer
algunos ajustes a su cuerpo y quiere encontrar argumentos para
ello, quizá estos argumentos no siempre sean lógicos; por tanto,
¿para qué meterse?
En muchos proyectos basados en la construcción de la identidad
hay contradicciones parecidas a esta, como cuando las mujeres se
rellenan la boca con ácido hialurónico diciendo «me importa una
mierda lo que la gente piense» o cuando los deportistas participan
en los campeonatos del mundo para «competir conmigo mismo».
Sin embargo, hay una diferencia entre el deseo individual y la
elaboración de discursos teóricos. Si un hombre se mira en el
espejo vestido con ropa de mujer y piensa: «Oh, ya estoy perfecta,
solo me faltan un par de pechos», o si alguien se exhibe en la red
para «mostrar otros ideales de cuerpo», no hay nada que objetar.
Pero el libro de Ramnehill no se titula «Mi viaje» sino Un manifiesto
transfeminista, y lo que tenemos en las manos es una propuesta
para una nueva definición del sexo.

Los argumentos de la catedrática de Derecho estadounidense y


luchadora durante muchos años contra la discriminación sexual
Catharine MacKinnon van en el mismo sentido. Ella se ha unido al
debate, postulándose contra los que definen a la mujer como
alguien que ha nacido mujer: «Todo aquel que se reconoce como
mujer, que quiere ser mujer, que va por el mundo como una mujer
es para mí una mujer [...]. Considero que no es nuestro cometido
controlar cómo uno deviene mujer» 102 .
Su posicionamiento debe ser halagado por su tolerancia: ¡todo el
mundo es bienvenido a ser mujer si quiere! Pero ¿qué es entonces
eso que uno puede querer ser, reconocerse como e «ir por ahí» y
vivir como? ¿Cómo puede uno reconocerse como algo que no se
puede definir? ¿No existe ningún núcleo? ¿Y de qué está hecho?
No, definir a las mujeres ya es, según MacKinnon, actuar como un
policía. A pesar de ello, poco después hace justamente eso.
MacKinnon opina que «lo que estimamos una “mujer” es la
construcción social de la supremacía masculina»:
Mi pregunta principal es: ¿De QUÉ está construido el sexo?
Mi respuesta, en la que aún creo, es la sexualidad. La
sexualidad en sí no es biológica sino social, o sea, que la
construcción es también lo construido, lo cual es lógico, ya
que no hay espacio fuera de la sociedad.

Por consiguiente, ser mujer es estar debajo en la cama. Lo


nuclear en el sexo es la opresión sexual, y entonces cualquiera que
ocupe esa posición puede ser mujer. Nuestra esencia es estar
oprimidas. MacKinnon aplica aquí una forma extrema del
constructivismo social cuando sostiene que no hay nada fuera de la
sociedad. Por eso, la materia no es nada y el lenguaje lo es todo. El
sexo no es nada, el género lo es todo.
Pero si la única diferencia entre hombres y mujeres es su estatus
en la jerarquía sexual, y esta está «construida» totalmente, ¿cómo
puede ser que sean siempre las que tienen un rol determinado en la
reproducción, o sea, parir, las «mujeres» y las que están en lo más
bajo de la jerarquía? ¡Es una casualidad increíble si no hay conexión
alguna con la biología! Y parece que MacKinnon no elimina en
absoluto el concepto de sexo biológico. En su opinión, la
discriminación sexual existe, y no se trata de una discriminación de
género:

Ser discriminado como mujer trans o como hombre trans


es una discriminación basada en el sexo. O bien se basa en
el sexo en sí [«sexo per se»] o en lo que sería la percepción
de que género y sexo no coinciden. En ambos casos, se trata
de discriminación 103 .

¿Qué es el «sexo per se» y cuál es la diferencia entre esto y lo


que ella llama «género»? Si todo es sociedad, no debería existir
ningún «sexo per se». O sea, si las mujeres y las mujeres trans son
exactamente lo mismo, puesto que todo es social, no debería existir
una discriminación de las personas trans diferenciada de la
discriminación hacia las mujeres. Así, nadie puede saber ni siquiera
quién es quién. Pero MacKinnon sostiene que la discriminación
tanto de las mujeres como de las personas trans se fundamenta en
el sexo biológico —el cual hace un momento no existía.
Lo que tenemos aquí es, pues, una teoría que dice eliminar
conceptos primordiales para después, a hurtadillas, confiar en que
nosotros los mantengamos —de lo contrario, las conclusiones se
desmoronan como un castillo de naipes. Quizás MacKinnon ya lo
perciba, porque cuando menos lo esperas, abandona la teoría y
pone encima de la mesa pruebas en forma de anécdotas
personales. Cuenta que ha conocido a muchas mujeres trans que
«de verdad la han inspirado» al mismo tiempo que hay mujeres
biológicas que no son para nada feministas. En este caso, las
primeras son «mi equipo», concluye la autora, como si la definición
de mujer se basara en si gustas o no a MacKinnon 104 .

Los proponentes de la nueva teoría sobre el género están de


acuerdo en una sola cosa: el sexo no tiene nada que ver con los
órganos sexuales; pero no hay ningún consenso en cómo definir el
género. Los que piensan que la identidad de género está en el
cerebro son incapaces de fijar una vía científica para demostrarlo.
Los que piensan que es el individuo mismo quien decide no
consiguen terminar una frase sin caer de nuevo en los estereotipos.
Los que piensan que el género es lo que el entorno cree aun así no
aceptan que el entorno pueda decidirlo. Y los que piensan que el
género es únicamente social no pueden articular sus argumentos sin
referirse a la biología.

96 Maria Ramnehill, Ett transfeministiskt manifest, Atlas, 2016, pág. 85.

97 Ibíd., pág. 86.

98 https://www.ottar.se/artiklar/rasande-uppg-relse-med-transfobi.

99 Maria Ramnehill, Ett transfeministiskt manifest, op. cit., pág. 40.


100 Ibíd., pág. 87.

101 Maria Ramnehill, «För nyanslöst för en progressiv kvinnorörelse», Feministiskt


perspektiv, 20/6, 2014.

102 Cristan Williams, «Sex, gender, and sexuality. An interview with Catharine A.
MacKinnon», The Conversations Project, 27/11, 2015.

103 Catharine MacKinnon y Durba Mitra, «Ask a Feminist: Sexual Harassment in


the Age of #MeToo», Signs Journal, 4/6, 2018.

104 Cristan Williams, «Sex, gender, and sexuality...», art. cit.


2007: el orden modernista
A pesar de que la ciencia no ha encontrado ninguna identidad
sexual, el impacto de la nueva perspectiva de género ha sido
enorme. En poco tiempo, los gobiernos y las instituciones del mundo
occidental se han ido adaptando a ella. El sexo se ha transformado
de materia en identidad. En Suecia, el proceso transcurrió en diez
años. En 2007, un estudio a nivel estatal aún sostenía que:

En consecuencia puede decirse que, desde un punto de


vista meramente objetivo, un hombre es un individuo que
tiene un aspecto físico determinado por sus órganos sexuales
externos, tiene una composición cromosómica determinada y
unas gónadas también determinadas. La mujer puede
definirse de forma equivalente. Otra definición estaría
relacionada con la posibilidad de ser padre o madre,
respectivamente 105 .

El sexo, sigue el texto, es algo que los niños aprenden a


identificar a temprana edad, y ellos saben que «el sexo es algo
perdurable en el tiempo y que no depende de las actividades que el
niño realice (por ejemplo, que un niño se convierta en una niña si
juega con una Barbie)» 106 . En consecuencia, hay una definición
material del sexo como los cromosomas y no como rol de género. El
estudio hace una clara distinción entre sexo genital y género,
«construido socialmente» 107 . O sea, el sexo es el cuerpo y los roles
de género son las muñecas Barbie. No son lo mismo y no tienen por
qué ir necesariamente asociados.
Aun así, el estudio constata que puede comportar un gran
sufrimiento que el sexo y el género estén demasiado alejados entre
sí. Al margen de cuáles sean las causas, uno debería poder recibir
ayuda para adaptar el sexo al género, lo que de hecho es el objetivo
del estudio, titulado «Cambio de pertinencia de sexo: propuesta para
una nueva ley»; tiene 268 páginas y lo firma el presidente del
tribunal de apelación Lars Göran Abelson como investigador
principal. Los expertos son directores médicos, juristas y
catedráticos.
El mensaje está bien definido: el número de personas que quiere
cambiar el sexo jurídico «se ha incrementado sustancialmente en
los últimos años» y en la actualidad la cifra se mueve en torno a las
60 personas al año 108 . La encuesta va dirigida exclusivamente al
colectivo trans.
La transexualidad es definida como el diagnóstico psicológico del
sentimiento de haber nacido con el sexo equivocado y afecta a entre
1 de cada 10.000 y 1 de cada 15.000 personas. El estudio dice no
saber por qué sucede esto, pero que una posible explicación sería la
afectación por la exposición hormonal durante la vida fetal 109 . El
diagnóstico trae consigo también un remedio: la operación. Un vez
realizada, «la situación ya no hace sufrir al paciente», que a partir de
este momento pasa a ser denominado extransexual. Transexual es,
por lo tanto, una identidad que existe únicamente antes de la
intervención quirúrgica. El propósito de la operación es mejorar de
forma expresa el estado de las personas que padecen una
afectación psicológica prolongada.
El estudio afirma que la mayoría de los que se someten a
tratamiento después se encuentran relativamente mejor. Se da una
gran importancia a la diferencia entre transexualismo primario y
secundario: el primero, dicen, implica haber tenido siempre el
sentimiento de haber nacido con el sexo equivocado y afecta sobre
todo a las mujeres lesbianas; el segundo viene de repente y afecta
sobre todo a hombres heterosexuales, a menudo con rasgos
fetichistas 110 . A las mujeres heterosexuales y a los hombres
homosexuales no se les presta atención.
En el momento de establecer un diagnóstico, conviene ser muy
prudente, ya que en muchos casos se puede cruzar con otras
patologías o problemas, y cuando los pacientes son jóvenes el
estudio recomienda esperar hasta los dieciocho años. «En ningún
caso es necesario iniciar un tratamiento de reasignación de sexo en
personas jóvenes que viven en un contexto familiar inestable o con
relaciones deterioradas. Estas situaciones deben resolverse antes
de empezar el tratamiento» 111 . Se tiene que ser «prudente con las
hormonas» en el caso de los pacientes jóvenes, y prescribirlas
únicamente cuando se cumplan cinco criterios, entre ellos que el
niño o la niña «haya demostrado un patrón de identidad cruzada a lo
largo de toda su infancia», que no padezca ninguna patología
mental y que la familia haya dado su consentimiento y participe en el
proceso 112 . En todos los casos, es necesaria la evaluación de la
familia, «ya que es muy corriente que haya otros problemas
emocionales y alteraciones conductuales, así como conflictos no
resueltos en el mundo del niño».
El estudio propone que aquella persona que se haya sometido a
una reasignación de sexo tenga derecho a cambiar de nombre, que
no sea necesario haberse sentido transexual desde la infancia para
cambiar de sexo, sino que sea suficiente con un «desde hace un
tiempo considerable», y que ya no sea indispensable ser soltero 113 .
Sin embargo, el estudio afirma que la persona debe tener dieciocho
años, y que si se quiere cambiar de sexo, hay que extirpar las
gónadas, «ya que está en consonancia con el deseo que en
principio sienten todos los transexuales» y porque se trata de
«eliminar la posibilidad de que una persona inscrita en el registro
civil como hombre pueda tener hijos» 114 . Los autores del estudio se
disculpan diciendo que probablemente eso no pasará nunca, pero
que es importante evitar situaciones como estas. Aunque un
transexual se oponga a la esterilización, hay que realizarla, ya que
«en principio» es lo que «todos» desean.
Respecto a la cirugía en sí, es importante resaltar el interés de
los autores del estudio por mantener el orden en la reproducción:
hay que evitar por todos los medios que una mujer que ha sido
reasignada como hombre tenga hijos. Aunque dicen estar seguros
de que nadie lo querría, no puede darse ninguna excepción en
cuanto al requisito de la extirpación de las gónadas, lo cual está en
la línea de la definición formulada en el estudio de la mujer y el
hombre como posibles madre o padre. Visto así, salir de tu propio
sexo implica verte obligado a salir también de la reproducción (este
requisito se eliminó en el año 2013, y a los que entonces fueron
esterilizados se les ha compensado por daños y perjuicios).
El estudio plantea las complicaciones sociales que conlleva,
como el hecho de que determinadas profesiones, tareas o espacios
tienen una especificidad sexual. Entre ellos, el deporte, el infanticidio
(del cual únicamente las mujeres pueden ser declaradas culpables
dado que el delito se refiere a la muerte de un recién nacido
causada por la madre), los cacheos, la prisión y los vestuarios. Sin
embargo, el estudio deja todo esto de lado, no comenta en qué
situaciones se pueden dar estas complicaciones y propone que el
extransexual sea considerado en su totalidad como una persona del
sexo nuevo. La única excepción puede ser el deporte, pero los
autores del estudio dejan la decisión en manos de las
organizaciones deportivas.
Los estudios públicos en Suecia están obligados por ley a
informar de las consecuencias que sus propuestas puedan tener en
cuestiones de igualdad de género, los trabajos de prevención de la
delincuencia y toda una serie de elementos más. Pero en las
conclusiones finales dice brevemente que la propuesta, «a nuestro
parecer, no tiene ninguna consecuencia en los aspectos
mencionados» 115 .
Podemos, por lo tanto, concluir: en el informe del año 2007, el
sexo es considerado como algo material, y el género, como algo
social. Ciertamente, he aquí una paradoja: por un lado se dice que
el sexo es biológico, es decir, que uno no es una niña porque juegue
con una Barbie, pero, por el otro, que aquel que quiera cambiar de
sexo debe adaptarse al género del sexo deseado. Y al mismo
tiempo, parece que solo atañe a un grupo reducido de personas. La
transexualidad es considerada una patología que tiene remedio, de
modo que, una vez aplicado, se pasa, lo cual es un mensaje
claramente modernista: todos los problemas tienen una solución
práctica, y después ¡ya no se hable más del tema! Y no influye para
nada en la definición general de sexo, que sigue pegada a lo
material.

105 Betänkande av könstillhörighetsutredningen, «Ändrad könstillhörighet –


förslag till ny lag», SOU 2007:16, pág. 15.

106 Ibíd., pág. 39.

107 Ibíd.

108 Ibíd., pág. 11.

109 Ibíd., págs. 45-48.

110 Ibíd., pág. 58.

111 Ibíd., pág. 151.

112 Ibíd., pág. 153.

113 Ibíd., págs. 15-17.

114 Ibíd., pág. 15.

115 Ibíd., pág. 243.


2017: el nuevo ser humano: congruencia de género
Diez años más tarde, la base material del sexo ha desaparecido.
«La división en “dos sexos biológicos” es una construcción médica»,
afirma un informe estatal de 2017 116 . «El sexo jurídico se asigna, en
la totalidad de los casos, en función de la apariencia física de los
genitales externos del recién nacido y, por tanto, se fundamenta en
la idea de que son las características del cuerpo las que determinan
el sexo» 117 .
Esta idea, según el informe, es errónea. Las características del
cuerpo no determinan el sexo en absoluto. El «sexo psicológico o el
sexo mental», así como el «sexo social», son igual de importantes.
El sexo social es «un atributo en general entendido como masculino
o femenino», por ejemplo, «la ropa, el lenguaje corporal y el
peinado» 118 . Pero esto, que anteriormente se llamaba género, ya no
lo definimos como una construcción social —ahora es el sexo
biológico lo que está construido socialmente. Género y sexo, por
tanto, han intercambiado los papeles, y ahora el sexo correcto es el
sentimiento íntimo y no se puede cambiar, mientras que el cuerpo
ha ido a parar al espacio entrecomillado.
El estudio lleva por título «Personas trans en Suecia» y su
investigadora principal es Ulrika Westerlund, expresidenta de la
Federación Estatal LGTBIQ+ de Suecia (RFSL). El estudio tiene
unas 900 páginas y las metas son bastante más amplias que en
2007. El objetivo es «analizar cómo influyen las normas sociales de
los heterosexuales y los cis en los trans, así como identificar los
obstáculos existentes en la sociedad en relación con las
posibilidades de los trans de llevar una vida de acuerdo con su
identidad de género» 119 . O sea, que mejorar el estado de salud del
colectivo trans ya no es una prioridad, sino que lo importante es
cambiar las normas que rigen la sociedad.
Y en esta sociedad, el sexo biológico es eliminado como
categoría. Todo el mundo debe poder definir su propio sexo 120 . Es
necesario investigar la posibilidad de eliminar el sexo en el DNI y el
pasaporte 121 . Los no binarios pueden tener problemas o sentirse
excluidos por su carné de identidad: «Un cambio en el sistema de
registro del sexo en Suecia es indispensable para poder incluir a los
no binarios» 122 . Las encuestas deberían partir, preferiblemente, de
la identidad de género y no del sexo biológico, y las preguntas
deberían formularse de la siguiente manera: «¿De qué sexo eres?
Con sexo nos referimos a la identidad de género, o sea, el género
que sientes como tuyo» 123 .
Las políticas de igualdad deberían cambiar, en especial los textos
sobre «hombres y mujeres», ya que han sido «elaborados a partir
de una concepción binaria del género» 124 . En su lugar, debería
decir «ciudadanos» 125 . Hablar de la violencia de los hombres contra
las mujeres es binario —en lugar de poner el foco en «hombres y
mujeres físicos», «las normas, el género y el poder deberían estar
en el centro del discurso» 126 . Los términos «atención médica a la
mujer» y «centro de maternidad» son también excluyentes 127 . Los
artículos del Código Civil referentes a la responsabilidad parental
deberían revisarse, y las palabras «madre» y «padre» deberían ser
sustituidas por «progenitores» 128 . Lo rótulos de todos los baños
públicos individuales deberían ser sustituidos por otros inclusivos 129 .
Es un problema, además, que el deporte esté dividido por sexos,
dado que depende de «la concepción que tenemos de que hombres
y mujeres tienen características tan distintas que es necesario que
practiquen el deporte por separado», mientras que «los autores del
estudio opinan que la segregación sexual mantiene una
categorización que sigue la normativa heterosexual y cis que no
cumple ninguna función» y que debe ser cuestionada, al menos por
lo que respecta a los niños 130 .
Las propuestas presentadas en el estudio no afectan al colectivo
en cuestión, sino a toda la sociedad, y lo que plantean es nada
menos que sustituir la definición de sexo. El sexo ya no será
definido como biológico, sino como identidad. En el estudio se exige
que esta perspectiva se convierta en ley y sea obligatoria en la
enseñanza 131 . Además, se exige que las subvenciones a la
sociedad civil sean condicionadas: el club deportivo que no adopte
esta perspectiva no recibirá subvención 132 . Todas las instituciones
sociales deben, por tanto, aceptar los planteamientos de esta nueva
teoría de que el sexo es un sentimiento que no tiene nada que ver
con el cuerpo. Y quien no considere que el sexo es una identidad
sabe que tendrá serios problemas.

Es asombroso: un estudio que tiene como objetivo hacerle la vida


más fácil a una minoría en situación de vulnerabilidad acaba
derivando en que la sociedad debería cambiar radicalmente su
definición de sexo. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Los cambios propuestos tienen graves consecuencias en la
igualdad entre hombres y mujeres en general, pues poder hablar del
sexo es condición previa para detectar la discriminación. Pero en
lugar de exponer los argumentos en favor de este cambio de rumbo
ideológico, vuelven constantemente a los trans: son la raison d’être
del cambio de rumbo, el colectivo que es el motivo por el cual es
necesario realizar todos estos cambios. Pero ¿qué dimensión tiene
este colectivo en realidad? No se concreta, pero al cabo de
setecientas páginas se dice que entre 1960 y 2010 fueron 767 las
personas que solicitaron un cambio de sexo jurídico 133 . Desde
entonces el colectivo ha crecido un 100 por 100 por año 134 . O sea,
que a pesar de este drástico aumento, aún se trata de un colectivo
más pequeño que, por ejemplo, el de población romaní de Suecia.
Cuesta imaginar que un estudio sobre la situación del pueblo romaní
pudiera conducir a un cambio radical en el documento de identidad,
los vestuarios, las estadísticas o el deporte. ¿Y por qué se propone
la desaparición de todos los DNI debido a la situación de menos de
un 0,5 por 100 de la población?
Y por lo que respecta al colectivo afectado, en realidad pocas
cosas han cambiado desde 2007. Los trans aún son considerados
en el informe como personas divergentes a los que hay que corregir.
Son definidos como personas cuyo «sexo jurídico asignado al nacer
no concuerda con su identidad de género y/o con su expresión de
género», pero no explica quién asigna a los diferentes sexos
diferentes «expresiones» ni tampoco por qué tiene que «concordar»
con el cuerpo. Sin embargo, este es el objetivo. Las operaciones de
cambio de sexo ahora se llaman eufemísticamente «asistencia y
tratamiento de reafirmación de sexo». Es decir, la cirugía no cambia
nada, sino que sencillamente reafirma el sexo correcto, interno,
«adaptando el cuerpo de tal manera que proporcione un estado
normal» 135 . La normalidad es el objetivo, y el tratamiento es
declarado un éxito cuando el 91,9 por 100 de los pacientes consigue
la «congruencia de género» después de la operación 136 . O sea, que
las personas nos sentimos mejor cuando hay congruencia entre el
sexo y el género. Porque aunque no esté claro qué es una mujer, el
informe dispone de una lista de las medidas necesarias para crearla.
Mientras se está a la espera de ser operado, debe ofrecerse a la
persona en cuestión tratamientos para la disminución del vello, los
binders, las prótesis mamarias, las prótesis de pene y las pelucas.
El hecho de que hoy en día las administraciones públicas todavía no
ofrezcan estos servicios es descrito como una sinrazón y una actitud
discriminatoria 137 . Sin embargo, únicamente se ofrecen prótesis
mamarias y pelucas a las personas nacidas con genitales
masculinos y prótesis de pene y binders a las mujeres nacidas con
genitales femeninos. Así que no vale la pena molestarse por una
mujer de pecho plano o un hombre con un micropene. El sexo
biológico —que hace un momento rechazamos por ser una
construcción— es totalmente decisivo para determinar quién
necesita prótesis y quién necesita pelucas. O sea, que de hecho uno
no recibe ayuda para poder ser quien quiere ser, sino que se sigue
un patrón muy claro: uno solo puede ser el otro. Quien no cumple
las normas de su propio género pero aun así quiera quedarse en él
no es considerado un problema por parte del Estado y por tanto
debe apañárselas solo.
No está escrito en ninguna parte que el ser humano ya sirva tal y
como es aunque no encaje en la idea que el mundo que le rodea
tiene sobre cómo debe ser una chica o un chico. En ninguna parte
se cuestiona el género o la desigualdad entre sexos. Ahora bien,
que los dos sexos tengan posiciones tan distintas en la sociedad y
que la gente espere que uno se vista o se comporte de una forma
determinada no parece que se pueda cambiar.
Tampoco se plantea la pregunta de por qué cada vez son más lo
que sufren a causa del sexo asignado. La gran diferencia está en
que si diez años atrás el foco estaba en la explicación patológica,
ahora el colectivo se presenta como una vanguardia con la misión
de mostrar el camino hacia una nueva sociedad. Hoy en día esta
vanguardia es más una identidad política que un diagnóstico, y las
formulaciones sobre el extransexual han desaparecido. Uno es y
sigue siendo un transexual, es una identidad eterna de la cual el
individuo no escapa nunca...
Aun así, es una vanguardia con la que manifiestamente no se es
demasiado cuidadoso porque por lo que respecta a los tratamientos,
la prudencia que se tenía hace diez años ha desaparecido. El
número de jóvenes con disforia de género ha aumentado
considerablemente, y la explicación que se da es que «la sociedad
se ha vuelto más tolerante» 138 . Es importante, dice el informe
citando a los médicos Frisén, Söder y Rydelius, que en el caso de
niños con disforia de género se empiece pronto con el
tratamiento 139 . Se insiste en reiteradas ocasiones en la importancia
de acelerar la terapia. Se debe eliminar la obligatoriedad del informe
del médico de cabecera para recibir tratamiento —una condición
necesaria para casi todo tipo de atención médica, incluso las
intervenciones más rudimentarias, como la podología, la consulta
con el psicólogo o una mamografía. La Real-life experience (RLE),
la experiencia de la vida real —adoptar el nuevo rol de género
mediante la manera de vestir o el uso del pronombre durante un
período de tiempo antes del tratamiento— se considera innecesaria
y puede suponer un suplicio, de modo que es preferible realizar una
mastectomía (la extirpación de los pechos) directamente 140 .

El riesgo y las consecuencias del tratamiento apenas son


mencionados. También se dice que el 41,5 por 100 de los casos
tienen otras patologías, como el autismo, la anorexia o alguna
enfermedad mental y problemas de adicción. El 38 por 100 de los
niños y niñas con disforia de género tienen trastornos alimenticios,
según un informe sueco 141 . Pero así como el estudio de 2007
instaba a la prudencia en tales casos, el de 2017 afirmaba que los
otros diagnósticos no eran un impedimento para recibir tratamiento
de reasignación de sexo, ya que no tiene por qué haber una relación
de causa-efecto. El modelo explicativo actual es que el malestar
psicológico puede deberse al «estrés de las minorías» y por la
«actitud negativa hacia los trans» por parte del entorno 142 .
Se recalca una y otra vez que los trans se sienten mucho peor
que el resto de la población y que muchos de ellos han pensado en
quitarse la vida. Es cierto que el estudio reconoce que los que han
transicionado tienen un riesgo más elevado de suicidarse, pero los
altos niveles de enfermedad mental posterior al tratamiento puede
—se especula en el estudio— que «no estén relacionados con la
disforia de género» 143 . Por consiguiente: la enfermedad mental
anterior a la reasignación se debe siempre al hecho de ser
transexual, mientras que la enfermedad mental posterior a la
reasignación no tiene nada que ver con eso. Esta «experiencia
probada demuestra entonces que el tratamiento de reasignación de
sexo aumenta la congruencia de género (es decir, que la identidad
de género, la expresión de género, el sexo jurídico e incluso el
cuerpo concuerdan)» 144 . La congruencia de género sería entonces
una garantía de felicidad, lo cual es una afirmación filosófica muy
interesante.
Algo muy interesante sucede con la noción de transexual e
intersexual planteada en el estudio. Con frecuencia son nombrados
indistintamente, como si fueran el mismo colectivo, excepto en un
aspecto: la intervención quirúrgica. La cirugía en niños intersexuales
se define como un crimen de lesa humanidad. El estudio cita un
informe de las Naciones Unidas que prácticamente lo compara con
la tortura: la legislación debería abolir la posibilidad de realizar
«intervenciones normalizadoras irreversibles y la esterilización
forzada, lo cual lleva al sufrimiento y la estigmatización» 145 . En
cambio, cuando intervenciones similares a estas se hacen en niños
denominados trans, entonces es un derecho. El tratamiento, como
se le denomina, «pretende adaptar el cuerpo para darle un estado
de normalidad», lo cual suena muy parecido a las «intervenciones
normalizadoras» que las Naciones Unidas condenan cuando se
trata de personas intersexuales. De repente, el hecho de que las
operaciones en este caso sean irreversibles y a menudo conduzcan
a la esterilidad no es motivo de preocupación. Al contrario, el
problema entonces resulta que son las largas esperas 146 .

Lo más estremecedor de todo esto es que el colectivo que


debería estar en el centro de las 900 páginas del extenso estudio
aparece sobre todo en la función de palanca para cambiar la
definición que la sociedad tiene de sexo y de género. En lo
concerniente a los riesgos de los tratamientos y los efectos
secundarios constatados, el estudio muestra más bien desinterés
por los trans. Es como si sus cuerpos, su yo y su futuro no fueran
dignos de ser tomados demasiado en serio. Si quedan estériles, si
les dañan las hormonas, si se sienten peor después del
tratamiento... nada de esto es motivo de preocupación.

Y aunque es prescriptivo que los informes públicos indaguen las


eventuales consecuencias en la igualdad de género, este estudio no
lo hace. En su lugar, se limita a decir:
La perspectiva de igualdad que el estudio ha utilizado
como base para el trabajo es más amplia que la que se
refiere únicamente a la igualdad entre hombres y mujeres. Un
problema evidente es la concepción binaria del sexo que
sirve de base a las políticas de igualdad [...]. Es por ello por lo
que, en coherencia con este postulado, el estudio plantea
propuestas a partir de una perspectiva de igualdad no
binaria 147 .

En lugar de seguir la ley y analizar qué implicaciones tendrán


estas propuestas para las mujeres y los hombres en general, el
estudio rechaza con desdén los fundamentos de las políticas de
igualdad.

116 Balance del estudio sobre el fortalecimiento y mejora de la situación y las


condiciones de vida de las personas trans. «Transpersoner i Sverige – förslag för
stärkt ställning och bättre levnadsvillkor», Informe Oficial del Estado SOU 2017:92,
pág. 62.

117 Ibíd., pág. 61.

118 Ibíd., págs. 63-65.

119 Ibíd., pág. 21.

120 Ibíd., pág. 823.

121 Ibíd., pág. 489.

122 Ibíd., pág. 541.

123 Ibíd., pág. 463.

124 Ibíd., pág. 487.

125 Ibíd., pág. 150.

126 Ibíd., pág. 146.

127 Ibíd., pág. 314.


128 Ibíd., pág. 511.

129 Ibíd., pág. 498.

130 Ibíd., pág. 526.

131 Ibíd., pág. 521.

132 Ibíd., pág. 526.

133 Ibíd., pág. 682.

134 Ibíd., pág. 578.

135 Ibíd., pág. 554.

136 Ibíd., pág. 593.

137 Ibíd., pág. 566.

138 Ibíd., pág. 579.

139 Ibíd., pág. 226.

140 Ibíd., págs. 555-556.

141 Ibíd., págs. 281 y 290.

142 Ibíd., pág. 284.

143 Ibíd., pág. 594.

144 Ibíd., pág. 593.

145 Ibíd., pág. 547.

146 Ibíd., pág. 545.

147 Ibíd., pág. 839.


¡Socorro! ¡A mi hijo le gusta el rosa!
Sabrina, una mujer estadounidense, empezó a preocuparse
cuando su hijo tenía dos años y medio. No se comportaba como
debería:

Hasta los dos años era lo que yo llamaría un niño normal y


corriente. Era salvaje, le encantaba trepar por todos lados
con su pelo rubio bien corto. A los dos años y medio
empezamos a ver que hacía cosas curiosas: le gustaba
ponerse el pantalón del pijama en la cabeza y hacer ver que
las perneras eran su melena, y andaba por casa preguntando
«¿verdad que tengo un pelo muy bonito?» casi cada
noche 148 .

Sabrina cuenta que ahora, cuando mira hacia atrás, piensa que
debería haberlo educado «como una niña» desde el principio, pero
no fue hasta que lo llevó a la recién inaugurada clínica Lurie de
Chicago cuando se lo confirmaron: en realidad era una niña. En la
actualidad es una adolescente y toma, como todos los demás
jóvenes que han visitado esta clínica, Lupron, un medicamento que
bloquea la pubertad. El director clínico, Robert Garofalo, cuenta
entusiasmado que el número de pacientes que han acudido al
centro ha crecido enormemente. La cifra se mueve entre dos y tres
nuevas familias por semana. En la actualidad, el 0,57 por 100 de
todos los jóvenes del estado son ahora trans, y Garofalo explica que
el género es lo que uno es, es decir, que es congénito y no se puede
cambiar 149 .
La idea de que la identidad de género es biológica se ha
extendido muchísimo por Estados Unidos e Inglaterra. Una
ilustración que se utiliza recurrentemente es la colorida «escala de
género», y policías, maestros y personal sanitario británicos se
sirven de ella. La escala tiene la apariencia de una regla con unos
números que van del uno al doce. El uno es el rosa y lleva la imagen
de una Barbie. Después los colores de tonos pastel se van
oscureciendo hasta llegar al doce, que es marrón y lleva la imagen
del personaje de acción G. I. Joe. Un texto adjunto declara: «La
identidad de género también es una escala. Todos tenemos nuestra
propia y única identidad. ¿En qué punto de la escala se encuentra la
tuya?» 150 .
La organización Mermaids, creadora de la escala, incita a los
profesores de sus cursos a colocarse ellos mismos y a sus alumnos
en la escala. El mensaje es una paradoja apabullante: todos y cada
uno de nosotros tenemos nuestra propia y única identidad, pero al
mismo tiempo debemos encajar en una escala unidimensional entre
muñeca y soldado. Es decir, ha llegado el momento de olvidar las
palabras que pronunciaba Nora en Casa de muñecas de Ibsen, en
1879: «Por encima de todo soy un ser humano». Ahora ya no hay
seres humanos... las niñas son literalmente muñecas Barbie.

En el libro infantil de vivos colores Understanding Transgender,


que podemos encontrar en las bibliotecas escolares
estadounidenses, se dice en un bocadillo informativo: «Hay un sexo
en el cerebro y un sexo en tu cuerpo. Para el 99 por 100 de las
personas coinciden. Para los transexuales no van unidos. Esto es
todo» 151 .
¿En qué consiste este «sexo en el cerebro»? El ejemplo del libro
es una niña que «se siente rara cuando se comporta como se
espera que lo haga una niña [...]. Por dentro no se siente como una
niña y no le gustan las cosas de niña, como las lentejuelas de color
rosa, el pelo largo o las muñecas» 152 . Esto significa, según el libro,
que no es una niña, sino un niño trans. Por lo tanto, es una chica
aquella a quien le gustan las lentejuelas de color rosa,
independientemente de qué genitales tenga. La pregunta es: ¿qué
quiere decir coincidir? ¿Cómo coinciden los ovarios con las
lentejuelas rosas?
Pero no podemos desperdiciar el tiempo con esto, porque ahora
se trata de actuar con celeridad. Para la niña que se comporta como
hemos mencionado más arriba, el libro recomienda que se le
administren hormonas de bloqueo al primer síntoma de la pubertad.
Esto es importante, porque el pecho y las caderas puedan causar
«depresión, aislamiento, sentimiento de culpa y, en determinados
casos, conductas extremas como las autolesiones o incluso la idea
del suicidio» 153 . Más adelante se podrá operar los genitales, pero
sobre este tema el libro se limita a informar a los niños de que
«puede tardar mucho tiempo» 154 .

En los últimos años se ha publicado una gran cantidad de


manuales —he encontrado más de 35— destinados a aconsejar a
los padres qué hacer cuando su hijo no encaja en el patrón de su
género. En The Gender Creative Child, Diane Ehrensaft afirma que
se trata de estar atento a la conducta del niño y de fijarse en las
conductas divergentes. No existe, «por desgracia, ningún análisis de
sangre» para determinar la identidad de género, pero un ojo
entrenado puede captarla en algunos niños en los primeros años de
vida. Un ejemplo sería que una niña no quiera nunca ponerse
vestidos. Entonces los padres deberían llevarla al psicólogo, y si el
psicólogo dice que es una «fase», se equivoca, dice Ehrensaft.
Claro que podemos esperar, pero «no se puede esperar demasiado,
porque si no podría hacerle infeliz» 155 .
El título y la cubierta del libro de Ehrensaft presagian una
apertura de miras. Las palabras «creatividad» y «niños» y la imagen
de un niño con peinado de paje, un vestido y muchísimos colores
vivos nos hacen pensar en la libertad y el juego. Pero el mensaje es
que a las niñas les tienen que gustar los vestidos; si no, hay un
problema.
El manual The Transgender Child nos da el mismo consejo: «Un
niño con pelo largo que quiera ponerse una blusa rosa pastel y
pantalones de algodón suave con florecillas» es el típico ejemplo de
«variación de género manifiesta» o de alguien que padece
«incongruencia de género» 156 , y lo ejemplifican con un niño llamado
Alejandro: «Se metía en el armario de su hermana y se ponía sus
vestidos, se enrollaba chales y toallas en el pelo y siempre llevaba el
maquillaje y la ropa de mamá» 157 . En el libro no se plantea la
opción de dejar que los niños sean como son, sino que hay que
llevarlos al médico para que haga un diagnóstico.
El libro ilustrado Soy Jazz, que puede encontrarse en las
bibliotecas suecas en la misma sección que El osito Max (para niños
menores de cinco años), empieza con la frase: «Hasta donde puedo
recordar, mi color favorito siempre ha sido el rosa» 158 , y junto a
dulces ilustraciones, cuenta cuáles son los intereses de Max:

Lo que más me gusta son las sirenas. A veces hasta me


pongo un disfraz de sirena cuando voy a la piscina a nadar.
Mis mejores amigas son Samantha y Casey. Siempre nos
divertimos mucho juntas. Nos gustan los zapatos con tacón y
los disfraces de princesa, lo mismo que nos gusta dar
volteretas y saltar en las camas elásticas. Pero yo no soy
exactamente igual que Samantha y Casey. Yo tengo identidad
de niña y cuerpo de niño. Se llama ser transexual. Yo he
nacido así 159 .

A continuación el libro cuenta que a Jazz nunca le han gustado


los coches, siempre ha preferido los vestidos de princesa, pero sus
padres no se lo permitían. Le obligaban a llevar ropa de niño y les
desconcertaba mucho que él no quisiera ponérsela. A los tres años
le llevaron al médico: «Fue entonces cuando oí por primera vez la
palabra transexual». Después de la visita, los padres le cambiaron el
nombre de niño por el de Jazz y proclamaron que a partir de
entonces era una niña. Ahora Jazz ya puede llevar ropa de niña y
dejarse el pelo largo. El libro termina como suelen hacerlo los
cuentos de este estante: «Y por dentro soy feliz. Me lo paso muy
bien. Me siento orgullosa». El 4 de febrero es el «Jazz and Friends
National Day of School and Community Reading» en Estados
Unidos, lo que significa que los alumnos de primaria de todo el país
leen el libro de Jazz.
Jazz Jennings ya se hizo superfamosa cuando tenía seis años y
le puso cara al cambio de sexo en el mundo entero. Con seis años
lanzó una campaña para que le dejaran jugar en el equipo de fútbol
femenino. Jazz era tan madura que creó una fundación con tan solo
siete años y a los catorce fue nombrada una de las 25 adolescentes
más influyentes por la revista Time Magazine. Enseguida empezó a
protagonizar anuncios de maquillaje y tuvo su propio reality show, en
el cual se retransmitió su fiesta de despedida del pene a los
dieciocho. Los medios de comunicación del mundo entero relataron
tan estimulante viaje, aunque se enturbiara un poco cuando Jazz
dijo que «no tenía deseo sexual» y «nunca había podido saber qué
se siente al tener un orgasmo» 160 . Los padres explican, orgullosos,
que ellos únicamente «apoyan» a su hija, pero es fácil imaginar que
se entrometieron un poquito más cuando dicen que «sospecharon
que era una niña mucho antes que ella misma».
En Chile se ha abierto la primera escuela para niños y niñas
trans 161 . Su fundadora, la organización Fundación Selenna, fue
creada por la madre de Selenna, que cuenta que descubrió que su
hijo era transexual cuando este tenía tres años y le dijo: «Cuando
sea mayor seré una mujer». Después de oír esto, lo llevó al
psiquiatra infantil, quien le explicó que probablemente tenía un hijo
transexual. En la actualidad Selenna tiene siete años, es la
luchadora en favor de los derechos de los trans más famosa de
Chile y hay una escuela que lleva su nombre 162 . En la web de la
escuela aparecen los alumnos alineados con carteles que dicen: «El
Estado no reconoce mis derechos. Soy un niño. Quiero una ley
sobre la autodeterminación de género en Chile» 163 .

Una y otra vez se cuenta la misma historia: niñas que se niegan a


ponerse vestidos y por eso se las deja en casa cuando la familia va
a una boda, niños que quieren que les compren muñecas y faldas
con volantes pero no se les permite ponérselas fuera de casa, ya
que los padres temen que les hagan bullying... hasta el día en que
se constata que el niño o la niña han nacido con el sexo equivocado.
Entonces, de repente, las niñas pueden llevar pantalones y los niños
vestido. Los padres se sienten aliviados: ya tienen una respuesta de
por qué sus hijos se comportaban de una manera extraña. Ha
llegado el momento entonces de iniciar el largo viaje con las
hormonas para que el cuerpo se adapte al nuevo rol de género.
La posibilidad de dejar que el niño lleve vestido y siga siendo un
niño es tan impensable que no se nombra en ninguno de los libros
citados. Poder ser como uno es no es posible. En estos libros
tampoco aparecen ejemplos de niños a los que les gustan tanto los
pantalones como los vestidos o que cambien de opinión con el
tiempo. No, aquí son o una cosa o la otra. En estos libros tampoco
se explica por qué una prenda de ropa con un agujero para pasar
las dos piernas es de niñas y una prenda con dos agujeros para
pasar una pierna por cada uno es de niños. Es así y punto. El hecho
de que en gran parte de Asia y Oriente Medio los hombres lleven
prendas de ropa con un agujero, que nosotros llamaríamos vestido,
no se menciona. ¿Y por qué razón siempre es el color rosa el
marcador de género definitivo?
Como señala Fanny Ambjörnsson en su interesante libro Rosa: el
color peligroso, el rosa fue un símbolo de masculinidad en la década
de los cincuenta. En el Ladies’ Home Journal de 1918 leemos:

La regla generalmente aceptada es el rosa para los niños


y el azul para las niñas. La razón es que el rosa, que es un
color más fuerte y más firme, encaja mejor con los niños,
mientras que el azul, que es más delicado y flojo, queda
mejor en las niñas 164 .

Es decir, un marcador de género especificado cultural e


históricamente se convierte en una esencia íntima y eterna con
origen en el ADN. Que un niño al que le encanta arreglarse no sea
un niño es únicamente una interpretación posible; otra podría ser
que emperifollarse tal vez sea un impulso masculino natural
reprimido por el contexto cultural. No obstante, como Darwin señala
en El origen del hombre, el macho es más bello que la hembra en
casi todas las especies: sus plumas, sus cuernos, su canto, su
danza y sus colores, la manera en que los machos atraen a las
hembras, que a menudo son grises y sobrias. ¿Y si los machos
humanos en realidad también tienen ese mismo instinto y es esto lo
que hay detrás del deseo de los niños de llevar un vestido de
princesa? ¿Y si los animales tienen razón y los seres humanos nos
equivocamos y en realidad es el hombre el que tiene que ser bello?
Sin embargo, en los libros se da una sola explicación a la pasión
de los niños por la belleza: que es una niña. Aquel discurso del
género «fluido», la disolución del sistema binario y de los 71
géneros ha desaparecido también. Los libros no proporcionan 71
alternativas para la reasignación de sexo, sino únicamente dos, y
qué opción tomar se decide por el método de exclusión: si no eres
una niña, entonces automáticamente eres un niño, y viceversa.

Casi todos los manuales sobre el tema intentan tranquilizar a los


padres que creen que sus hijos son homosexuales. El progenitor
tiene que pensar que la homosexualidad sea probablemente una
fase: «Buena parte de los jóvenes trans salen primero del armario
como homosexuales antes de darse cuenta de que en realidad son
transexuales», y se anima a los padres a «ayudar a su hijo
adolescente a comprender que no necesita ser gay para ser
trans» 165 . En un manual dirigido a los padres de niños más
pequeños se explica que en el pasado un niño al que le gustaran los
vestidos de color rosa habría sido confundido con un homosexual,
pero que hoy en día sabemos mucho más, sabemos que es una
niña: «La discordancia íntima no está relacionada con la orientación
sexual, sino con el género» 166 . El libro juvenil Understanding
Transgender aclara la cuestión en la página 8: «¡La transexualidad
no es lo mismo que la homosexualidad o la bisexualidad!».
Parte de las personas trans pueden pasar por una fase en
la que creen que son homosexuales o bisexuales. Es porque
se sienten atraídas por una persona del mismo sexo. Pero en
el momento en que entienden mejor su condición, se dan
cuenta de que les atrae aquella persona desde su género
elegido y no desde su género congénito 167 .

El hecho es que la homosexualidad en estos libros es descrita


como un problema que en otros tiempos era irremediable pero que
ahora ya tiene solución: la reasignación de sexo. Ser gay puede ser
descrito nuevamente como una fase, y un niño cursi puede
transformarse, tal como se describe en The Trans Generation sin
parpadear, de un «niño con incongruencia de género a una niña con
congruencia de género» 168 . Aunque todos estos libros naturalmente
aseguran que ser gay, no binario o cis no tiene nada de malo o lo
que sea, ya que todos tienen que ser respetados, se puede percibir
una voz por debajo que dice que la homosexualidad no se adecua
muy bien a la familia tradicional y que es un pelín aburrida para la
familia moderna. Y mientras que la homosexualidad no exige ningún
tipo de medidas, la reasignación de sexo es un proyecto que se
supone que debe implicar a toda la familia. Así, se anima a todos
sus miembros a ir a terapia, asistir a cursos e «indagar en su propia
historia de género». Los padres deben empezar a crear grupos y
procurar que la escuela, la familia y el entorno muestren su apoyo y
no cometan errores con los nombres o los pronombres. Ante todo,
se trata de no cuestionar nunca. El niño debe llevar el liderazgo,
dice The Transgender Teen 169 .

En algunos libros se ofrecen ejemplos de lo que los padres


deberían decir a sus hijos y ejemplos a modo de advertencia de lo
que no se puede decir bajo ningún concepto. Utilizar mal los
pronombres, los juicios condenatorios o no decir nada puede
conducir a que el niño se autolesione o caiga en la prostitución 170 . Y
pedir al adolescente que espere antes de someterse a una
intervención quirúrgica o al tratamiento con hormonas puede ser
muy lesivo —aunque solo se trate de medio año 171 . Se asegura a
los padres que cuanto antes empiece a hormonarse, más fácil le
será al niño «pasar por el nuevo sexo» en la edad adulta. En The
Transgender Child se advierte a los padres: si no se empieza pronto
con las hormonas, puede aumentar el número de operaciones a las
que deberá someterse el niño en el futuro. Es cierto, dicen en el
libro, que los bloqueadores de la pubertad harán que el niño deje de
crecer, pero es el precio que tiene que pagar 172 . Una madre
estadounidense cuenta el caso de su hija de diez años que se ha
sentido como un niño durante un año: «No estoy preparada para
hablar de medicamentos ni intervenciones quirúrgicas: no puedo
meterme en eso aún. Pero nuestro médico y los padres de nuestro
grupo de apoyo me dicen que lo haga» 173 .
En el libro se menciona que un niño que recibe tratamiento
hormonal durante seis meses corre el riesgo de no poder producir
esperma fértil y que con gran probabilidad puede dar por
descontada la esterilidad en el futuro, pero concluye con tono
liviano: «¡Recuerda que hay muchas maneras de formar una
familia!» 174 . Aun así, la mayoría de libros ni siquiera hace mención
de las consecuencias de las operaciones.
La moraleja de estos libros es, pues, que un niño que no puede
tener sexo, votar, beber alcohol o tatuarse puede someterse a
intervenciones quirúrgicas de calado que ponen en riesgo su
fertilidad de por vida —y los padres no pueden pedirle que espere
un tiempo. Si uno plantea la pregunta por la ética de la aprobación
de los padres a la intervención quirúrgica a su hijo menor de edad,
es aleccionado por la antropóloga canadiense Ann Travers:

Las sociedades occidentales se apoyan, y mucho, en las


interpretaciones de una inocencia imaginaria y en relatos
sobre la infancia romantizados [...]. Esta inocencia es una
fantasía imposible, según la especialista en estudios queer
Sarah Chinn, y aun así la concepción que tenemos de este
«niño» imaginario conduce a consensos normativos sobre el
sexo, el género, la raza, la clase y la nacionalidad 175 .

Travers no escribe niño sino «niño» para que entendamos que un


niño es «una categoría construida socialmente mediante la cual
podemos ver cómo opera el poder» 176 . Ver a estos «niños» como
inocentes es reducir su agencia, así como favorecer las fantasías
sobre niños blancos, acomodados y heterosexuales. Aquel que tiene
el impulso bastante generalizado de preocuparse por un niño
concreto de carne y hueso debe replanteárselo: el niño es una
construcción social, y quien piense otra cosa ¡está a un tris de
convertirse en trumpista! Es curioso que no haya comillas en la
esquina derecha del libro en la que Travers se define alegremente
como vecina de Vancouver, donde vive con su pareja, sus tres hijos
y un perro.

El mensaje de estos libros es que un niño al que le gustan los


pintalabios necesita un diagnóstico. Una niña a la que le gusta jugar
con coches debe ir al médico. Deberían cambiar de nombre y de
categoría, y sus cuerpos, ser modificados gracias a la medicina. No
se trata de personas adultas que llevan toda la vida sintiendo que
querrían ser otra persona; se trata de niños a los que se les
diagnostica por jugar mal.
Esto no es preocuparse por las personas trans. No tiene nada
que ver con la mente abierta ni con la tolerancia. Todo lo contrario.
Es la vuelta de un orden sexista extremadamente rígido que
patologiza y medicaliza a los niños que no se comportan según los
estrechos patrones de género. Tendríamos que retroceder setenta
años para encontrar un equivalente a una teoría sobre el sexo y el
género tan invasiva como esta. La idea es que hay que depurar el
sexo de las personas que no encajan en él a través de la medicina.
Que esto pueda ser considerado progresista me resulta
absolutamente incomprensible.
148 https://news.wttw.com/2013/08/29/childrens-gender-clinic.

149 http://www.dph.illinois.gov/sites/default/files/publications/2-15-17-OHP-HIV-
factsheet-Transgender.pdf.

150 https://www.spectator.co.uk/article/don-t-tell-the-parents.

151 Honor Head, Understanding Transgender, Watts Publishing Group, 2017, pág.
15.

152 Ibíd., pág. 6.

153 Ibíd., pág. 20.

154 Ibíd., pág. 23.

155 Germán López, «How to Know if Your Child...», art. cit.

156 Stephanie Brill y Rachel Pepper, The Transgender Child..., op. cit., pág. 24.

157 Ibíd., pág. xiii.

158 Jessica Herthel y Jazz Jennings, Jag är Jazz, trad. de Tin Eriksson, Vombat
förlag, 2015.

159 Ibíd.

160 https://people.com/tv/jazz-jennings-talks-sexual-stuff-orgasm-libido-doctor-
before-gender-confirmation-surgery/.

161 Eva Vergara, «Chilean Transgender School Protects Children from Bullying»,
AP News, 23/1, 2019.

162 Víctor Hugo Robles, «Selenna, la niña trans chilena que se convirtió en un
símbolo de orgullo», Agencia Presentes, 26/11, 2016.

163 https://twitter.com/FSelenna/status/1131523601151266817; https://


twitter.com/FSelenna/status/1160735225871241216.

164 Fanny Ambjörnsson, Rosa – den farliga färgen, Ordfront, 2011, pág. 10.

165 Stephanie Brill y Lisa Kenney, The Transgender Teen..., op. cit., págs. 75,
171.

166 Stephanie Brill y Rachel Pepper, The Transgender Child..., op. cit., pág. 20.

167 Honor Head, Understanding Transgender, op. cit., pág. 8.


168 Ann Travers, The Trans Generation – How Trans Kids (and Their Parents) are
Creating a Gender Revolution, New York University Press, 2018, pág. 64.

169 Stephanie Brill y Lisa Kenney, The Transgender Teen..., op. cit., pág. 26.

170 Ibíd., pág. 237.

171 Ibíd., pág. 238.

172 Stephanie Brill y Rachel Pepper, The Transgender Child..., op. cit., pág. 217.

173 Ibíd., pág. 19.

174 Ibíd., pág. 216.

175 Ann Travers, The Trans Generation..., op. cit., pág. 43.

176 Ibíd., pág. 42.


La teoría invisible
«Todas las personas trans merecen respeto», reza el título de un
llamamiento firmado por trescientas figuras del universo literario
sueco 177 . El llamamiento, publicado en la página de cultura del
Dagens Nyheter en octubre de 2020, es interesante porque en
pocas líneas expone la nueva teoría del género. La primera
característica es que no se parece en nada a una teoría.
Para empezar, el llamamiento parece una declaración de amor a
las personas trans en general: «Sois importantes y queridos.
Estamos con vosotros». Palabras como «querer» o «amor» son
utilizadas de manera plural, casi evangelizadora. Todos los trans,
sigue el llamamiento, «merecen la igualdad de trato y respeto». En
medio de la declaración de amor aparece, sin embargo, un discurso:
«Todos creemos en el poder de las palabras y es con nuestras
palabras con las que decimos: las mujeres trans son mujeres. Los
hombres trans son hombres. Las no binarias son no binarias. Los
derechos de los trans son derechos humanos».
No se nos da ninguna explicación de por qué es así, ni la
definición de qué es una mujer o qué es un hombre o de por qué el
amor implica que uno deba pensar así. Es así y ya está. Se supone
que quien quiera a una persona transexual tiene que aceptar la
definición que parte de la base de que uno es del género que quiere
ser y que incluso puede situarse fuera de él. De lo contrario, no
reconoces los derechos humanos de los trans. ¿A qué derechos se
refieren? En el llamamiento solo se menciona uno: «Todas las
personas trans tienen derecho a la atención sanitaria según sus
necesidades».

Entre los firmantes del llamamiento hay algunos filósofos y


escritores, y también feministas que normalmente suelen considerar
que los temas como el sexo y el género, la cultura y la sociedad son
complejos y exigen un debate intelectual. Después de todo, qué es
una mujer y qué es lo que te convierte en mujer ha ocupado muchos
y gruesos volúmenes. Ahora la cuestión resulta mucho más sencilla.
Se resume en el poder de las palabras: es suficiente decir que uno
es mujer para serlo, y nada más. He aquí el núcleo de la nueva
ideología de género envuelto en un papel de regalo de San Valentín.
Estas declaraciones de amor tienen tintes fetichistas. Las
personas trans se presentan como objetos muy valiosos encima de
un pedestal y tienen que ser queridas por ser miembros de este
colectivo. Aun así, en realidad solo se menciona una cosa muy
concreta a la cual tienen derecho las personas trans: atención
sanitaria, y con esto, suponemos, se refieren a las operaciones de
reasignación de sexo y los tratamientos hormonales. No les oímos
decir nada del derecho a la atención médica segura y basada en
evidencias, el derecho a no ser sometidos a tratamientos no
probados o al derecho a conservar la fertilidad. Tampoco se oye a
nadie decir que uno ya vale tal como es. Los trans son presentados
como personas que necesitan la ayuda de un médico para cambiar.
El subtexto es por tanto que algo está mal en la persona llamada
trans. Su derecho es el de ser corregido, puesto que su género no
encaja con su sexo. ¿No es esto lo contrario del amor?

Ninguna ideología nueva logrará triunfar si no sabe combinar las


grandes corrientes sociales de su tiempo. Lo que tenemos aquí es
un megadiscurso que juega con los conceptos de divergencia y
normalidad a la vez. De hecho, el discurso tiene diferentes capas,
de modo que lo que parece evidente en un primer vistazo resulta ser
algo muy distinto cuando se analiza a fondo.
En la primera capa nos encontramos con una revolución y la
disolución de la idea de sexo en curso: se dice que hay 71 géneros,
y hasta estos son conceptos fluidos. En la primera capa se dice que
todo el mundo es diferente, que uno puede ser lo que quiera, que
nada es bueno o malo. Hay pura y llanamente amor, tolerancia y
respeto. Ser diferente es algo bueno.
En la segunda capa, de repente hay que definir el sexo a partir de
todo un conjunto de estereotipos, que las niñas son pasivas y
vanidosas y los niños decididos y quieren ser policías. El sexo es
ahora una categoría psicológica con marcos fijos. Es cuestión de
encajar en ellos, de ser normal, de no romper con los patrones de
género. El chico con un vestido altera el orden, y la chica con
vestido, no. Si antes se quería quitar el vestido al niño con pene,
ahora se quiere quitar el pene al niño con vestido. La consigna es la
libertad, sí, pero la libertad de ser como los demás. Oímos decir que
uno puede librarse de las normas mediante el deseo de ser normal.
Se habla del derecho de ser diferentes... pero aquel que no encaja
en los roles de género sufrirá el resto de su vida. Oímos hablar de
ser uno mismo siendo otro. Oímos decir que el modelo binario se
tiene que eliminar... y al mismo tiempo se dice que el azul es para
niños y el rosa para niñas. Los órganos sexuales no tienen nada que
ver con el género de cada uno... pero aun así hay que reasignarlo
para que pueda «concordar» con la identidad de género. El sexo ya
no será definido por la biología... y aun así la identidad de género es
biológica. Combinando estos factores ideológicos tan
contemporáneos, la nueva teoría del género puede ser aceptada
tanto por parte de los conservadores homófobos como de los
posmodernos progresistas ultraliberales. Los primeros buscan la
normalidad; los segundos, la divergencia, y los dos las encuentran
en el concepto identidad de género.
El discurso tantea todo el tiempo diciendo que deroga conceptos
para después exigir una comprensión previa del mismo concepto
para que pueda ser comprensible. Las palabras «mujer», «hombre»
y «sexo» tienen que ser eliminadas... pero el discurso rezuma
literalmente estas mismas palabras. Se dice que se nos «asigna» un
sexo al nacer y se sobreentiende que el sexo no es algo que exista,
sino algo que la comadrona atribuye al bebé. Pero si este sexo no
existiera, no habría nada que reasignar en la consulta del médico.
Sería únicamente una cuestión discursiva. Por tanto, el discurso
cuenta con que en algún rincón de nuestro ser sabemos con certeza
que el sexo biológico existe; si no, la palabra «transexual» sería
incomprensible, ya que atañe a la relación con el sexo biológico. Es
decir, que tenemos que expulsarlo de nuestra mente y aun así
conservarlo en la memoria.
Todo ello puede resultar desconcertante, y la mayoría de la gente
se acerca al tema con las manos en alto: ¡no me preguntes, no sé
casi nada de todo esto, es demasiado complicado! Una actitud que
no encontramos solamente en los profanos en el tema, sino también
en políticos, personal sanitario, en la administración y en
intelectuales de mente intrépida en otras cuestiones. Las dificultades
a la hora de orientarse entre estos conceptos han obligado a dejar el
tema en manos de los «expertos», que dan formación a los
empleados públicos y expiden certificados de aptitud. Casi todos los
libros sobre el tema cuentan con un glosario mediante el cual el
lector adopta la nueva ideología estudiándose la definición de
palabras como «cisnormatividad» o «incongruencia de género». El
glosario es una herramienta pedagógica, pero a la vez es autoritaria,
ya que uno no discute con un glosario. Sencillamente afirma.
Podemos cuestionar tan poco el concepto de «incongruencia de
género» como discutiríamos con un diccionario inglés-español.
Aún hay otra contradicción en la naturaleza del propio discurso.
Aunque haga afirmaciones universales sobre el género, se dice que
por alguna razón afecta a menos del 1 por 100 de la población. Se
lanzan manifiestos arriesgados sobre qué es una mujer y qué es un
hombre, pero cuando uno intenta rebatirles, te dicen que no te
metas porque es un asunto de los trans. Es como si el tema del
género fuera un documento en modo solo lectura. Quien quiera
discutir qué consecuencias tendría para las mujeres la
autodeterminación de sexo oirá decir que deberían «escuchar a los
trans», como si fueran el único sujeto del discurso a pesar de que el
tema sea las consecuencias que tendrá para las mujeres.
Aunque se trate de una teoría del género, no se reconoce a sí
misma como una teoría. Tiene la curiosa capacidad de disolverse y
hacerse invisible en el momento en que se la critica. Cuando
intentas cogerla y examinarla, te replican como si estuvieras en
contra de la propia existencia de los transexuales —como si los
trans fueran sinónimo de una ideología total del género. El rol de los
transexuales en la teoría es fundamental e irrelevante a la vez. Gran
parte de las implicaciones ideológicas atañen a toda la sociedad, y
la mayoría de los que participan en el debate, de los partidos y de
las instituciones impulsores de la teoría tampoco son trans. Las
personas trans son empujadas y puestas al frente, como escudos
que protegen de la crítica acerca del contenido ideológico de la
teoría. Cada vez que se expone una tesis sobre el género como
identidad, es en referencia a los transexuales, como si su bienestar
dependiera de que todos adoptemos esta teoría.
Quien cuestiona la teoría es víctima de un aluvión de denuncias
por querer exterminar a la gente, por tránsfobo, por odiar la
divergencia, por cargar con la responsabilidad de la muerte de
adolescentes y tener las manos manchadas de sangre, lo que
puede lograr que hasta el más insensible se eche atrás. Cada vez
que una persona sin mala intención se acerca al tema, no tarda
mucho en pedir disculpas y prometer que no volverá a hacer nada
parecido (preguntad a Chimamanda Ngozi Adichie, Mario López y
Martina Navratilova). Todos han aprendido la misma lección: el
género no se puede debatir. O sea, que a la vez que las sociedades
occidentales están en vías de adoptar una nueva teoría del género,
no se puede analizar teóricamente porque entonces se pulveriza
desapareciendo en la nada y únicamente queda un hombre solitario
con falda. Aquí no hay ninguna teoría, ¡aquí solo hay un diminuto yo!
Y todo el mundo te señala con el dedo: ¿cómo puedes estar en
contra de esa criatura vulnerable?

177 300 litteraturprofiler: «Transpersoners rättigheter är mänskliga rättigheter»,


DN Kultur, 26/10, 2020.
El sexo en la historia: el modelo de sexo único
Una parte fundamental de la nueva teoría del género es que hay
que demoler «el binarismo de género». La idea de que el género es
«binario» y que en sí es un modelo opresivo ha calado hasta en los
escritos gubernamentales, en los que se habla de personas binarias
y no binarias 178 .
La palabra «binario» se extrajo de la electrónica digital, que
contempla un sistema numérico que solo se sirve de unos y ceros.
Así pues, el binarismo de género estaría construido sobre la misma
base simétrica. Utilizar el término «binario» para designar el género
se popularizó a principios del siglo XXI. La primera vez que se usó
en Suecia fue en el libro de Tiina Rosenberg La agenda queer
feminista de 2002. Su aparición en los medios de comunicación es
exigua hasta 2010, momento en que se produce el boom: de pronto,
que el sistema de género es «binario» es una opinión generalizada
y, evidentemente, perniciosa. Ahora proliferan las teorías sobre el
género como espectro, según las cuales es un invento que el ser
humano sea dimórfico y es posible rebelarse situándote fuera de él y
reconociéndote como «no binario». El problema entonces no es la
jerarquía de poder, sino el sistema «binario».
Pero tal y como ha demostrado el catedrático de Historia Thomas
Laqueur en su interesantísima exposición La construcción del sexo,
la perspectiva patriarcal del sexo no ha sido en absoluto binaria, ni
tan solo dimórfica, sino jerárquica. Desde la Antigüedad, los
pensadores —hombres— que reflexionaron sobre el tema dieron por
hecho el modelo de sexo único. Durante mucho tiempo no se
reconoció en ningún caso que la mujer fuera algo por sí misma, sino
que era un no-hombre, y se la definía, pues, como una negación.
Hasta finales del siglo XVIII, los pensadores occidentales y árabes
definieron el sexo no en términos biológicos, sino morales y
religiosos. Mujeres y hombres no eran vistos como sexos opuestos,
sino como uno solo. La mujer era inferior al hombre, sencillamente,
«pero el patrón del cuerpo humano y de sus representaciones sigue
siendo el cuerpo masculino», según Laqueur 179 . Desde el médico
de la antigua Grecia Galeno y Aristóteles hasta el anatomista suizo
del siglo XVI Caspar Bauhin y el médico de Enrique VIII, hay un hilo
rojo ideológico según el cual la mujer no es más que una versión
incompleta del hombre. La catedrática de Historia Yvonne Hirdman
lo describe con esta fórmula: A – no A, como «fórmula básica» del
pensamiento estereotipado en torno al sexo 180 .
A menudo se usan símiles para colocar a la mujer y al hombre en
una escala. Los antiguos consideraban que el cuerpo del ser
humano estaba compuesto por elementos de la naturaleza: tierra,
fuego, aire y agua. Eran los fluidos que regulaban la personalidad
del ser humano. En consecuencia, dice Hirdman:

Si el hombre era forma / calor / estructura —su cuerpo era


comparado con la resistencia de la tela de lino—, la mujer era
informe / frío y humedad y sin estructura. Su cuerpo era
comparado a su vez con la lana, que absorbía los fluidos y
perdía la forma 181 .

Según Gabriel Fallopius, el hombre que a mediados del siglo XVI


descubrió y dio nombre a las trompas de Falopio, todos los órganos
del cuerpo masculino se encontraban también en el cuerpo
femenino... pero en su interior. Muchos médicos y pensadores
consideraban que tanto hombres como mujeres se corrían y
producían esperma, así como que los dos estaban obligados a
llegar al orgasmo para poder engendrar un niño. Galeno pensaba
que la mujer producía un esperma más débil que el hombre, de
modo que su impronta en el niño era menor. Hipócrates, el padre de
la medicina, sostenía que si el esperma era «fuerte», el feto sería un
niño, y si era «débil», sería una niña 182 . Algunos pensadores creían
también que la mujer podía tener hijos ella sola, pero esa criatura no
tendría alma, ya que era el hombre quien contribuía con la «idea» y
la mujer solo con la materia 183 . En el siglo II, Sorano de Éfeso, el
creador de la ginecología, pensaba que los órganos sexuales
femeninos eran únicamente una variante invertida de los del hombre
—una opinión muy común y duradera.
El sexo era un discurso ideológico sobre la jerarquía, y el cuerpo
ejercía solamente de ejemplo, lo que desembocó en la proliferación
de descripciones del cuerpo: la mujer tiene demasiados fluidos, o
bien muy pocos, son los espermas los que deciden el sexo, o bien
son los espíritus... La constante es la comparación: más frío, más
caliente, más débil; el cuerpo del hombre es descrito como normal,
fuerte y dominante, mientras que el de la mujer es una mala versión.
Los discursos de estilo parecido se prolongan a lo largo de miles de
años. He aquí el de Tomás de Aquino en la Edad Media:

Referente a la naturaleza individual, la mujer es mala e


inmadura, ya que la fuerza activa de la simiente masculina
aspira a crear un parecido perfecto al sexo masculino
mientras que la creación de la mujer sale de un defecto de su
fuerza activa o de alguna indisposición física, o de alguna
influencia externa, como el viento del sur cuando es
húmedo 184 .

El modelo de sexo único implicaba también que el sexo no fuera


visto como algo fijo sino fluido. El arzobispo Isidoro de Sevilla en el
siglo VII creía que las mujeres que se dedicaban a bailar o a cantar
consumían todos sus fluidos y dejaban de menstruar, con lo cual
corrían el riesgo de convertirse en hombres. En el siglo XVI era un
hecho conocido popularmente que quien no se comportaba según
su rol de género se arriesgaba a ser transformado físicamente y a
«pasarse» al otro sexo. Tanto el filósofo renacentista Michel de
Montaigne como el cirujano Ambroise Paré reproducen el cuento
moralizador de Marie, la niña que, persiguiendo unos cerdos que se
habían escapado, cogió carrerilla y saltó una zanja. De pronto, un
pene y sus testículos completamente desarrollados salieron de su
vagina. La niña se cambió el nombre por el de Germain y vivió el
resto de su vida como un hombre. Durante mucho tiempo, los
médicos advirtieron a las niñas de que no se espatarraran
demasiado porque podían convertirse en hombres, como le pasó a
Marie 185 .

Esta es la imagen simbólica de una concepción idealista de la


sociedad, y el patriarcado significa también el triunfo del idealismo
por encima del materialismo. Según el idealismo, las ideas
gobiernan la realidad en lugar de que —como en el materialismo—
la realidad forje las ideas. Si una estructura de poder puede estar
basada en algo que no se puede ver ni demostrar —a saber, la
paternidad en lugar de la maternidad, mucho más evidente y carnal
—, ¿qué es esto sino el triunfo de la idea por encima de la realidad,
del pensamiento por encima del ojo?
Pero para que la idea pueda vencer al ojo, es necesario una
corriente de pensamiento que sea constante en el tiempo; de ahí los
dos mil años de producción de textos que afirman que la mujer no
es más que un hombre fallido. Si esta afirmación realmente fuera un
hecho, apenas serían necesarios todos esos textos. Por ejemplo, no
encontramos una producción de textos de dos mil años que intenten
convencernos de que las plantas no pueden andar ni correr.
Naturalmente eso no significa que la gente normal y corriente se
creyera que la mujer era peor que el hombre, o que los cuerpos se
podían transformar por sí mismos. Por lo general, la teoría
materialista arraiga mucho más en la gente que en la academia, en
especial en las sociedades rurales, en las que la gente ve con sus
propios ojos el poder de la vida, de la muerte y de la reproducción.
Hacia finales del siglo XVIII empieza a desarrollarse otra visión
dentro de la medicina. La Ilustración conlleva una ruptura con el
modelo religioso y la medicina coge el relevo y ocupa su lugar. Así,
lentamente, otra narrativa se va extendiendo en los textos científicos
sobre el sexo.
En 1889, dos científicos escoceses, Patrick Geddes y J. Arthur
Thomson, publicaron The Evolution of Sex, en el que se afirma que
el hombre y la mujer son seres opuestos. El hombre es
«catabólico», y la mujer, «anabólica»: el hombre derrocha energía, y
la mujer, la conserva; el hombre es enérgico, y la mujer, perezosa; el
hombre debe trabajar, y la mujer, mantenerse fuera del mercado
laboral 186 . La mujer no es ya una mala versión del hombre, sino que
ambos son distintos. Cada uno tiene su propio sexo y es
complementario del otro. En 1913, el zoólogo y embriólogo británico
Walter Heape dijo que «está determinado así, el hombre y la mujer
son en esencia radicalmente distintos» 187 .
En ese momento se empieza a estudiar a la mujer por separado,
pero también es ahora cuando se la deslinda del hombre, cuando su
cuerpo empieza a ser visto como algo anormal. La mujer se
convierte en un ser que «se desgarra cada mes», según el
historiador Jules Michelet; en la mujer más sana, «un gusano roe
periódicamente las raíces de la vida», según el padre de la
patología, Rudolf Virchow, y es propensa a la «sobreexcitación
nerviosa», según el doctor Adam Raciborski. Extirpar el clítoris para
curar enfermedades mentales y la epilepsia se convirtió en un
procedimiento común en la primera mitad del siglo XIX, tal y como lo
describe Carol Groneman: en un caso de 1894, el doctor A. J. Block
decidió que era necesaria una exploración a fondo de una niña de
nueve años cuya madre la había llevado al médico para determinar
el grado de perversión (diagnosticada como masturbación con
tendencia a la ninfomanía). Le tocó la vagina y los labios menores
sin obtener ninguna reacción. «En el momento en que toqué el
clítoris», según su informe, «las piernas se abrieron completamente,
se puso pálida, la respiración se aceleró, el cuerpo empezó a
convulsionar de excitación, oímos unos leves gemidos que salían de
la paciente». Block afirmó categóricamente que solo el clítoris era el
causante de su «enfermedad» y realizó una clitoridectomía 188 .
Mientras el clítoris era visto como un pene incompleto, no se
planteó nunca la extirpación; es cuando se convierte en un órgano
por sí mismo, diferente al del hombre, cuando se le puede poner la
etiqueta de inútil o hasta peligroso.
Los dos modelos son patriarcales. Tal como dice Laqueur, los dos
ven «un cuerpo femenino, problemático e inestable, que o bien es
una versión o bien algo completamente diferente de un cuerpo
masculino generalmente estable y no problemático» 189 . O no ven a
la mujer como un ser humano o son directamente misóginos. La
primera visión parece más suave pero más humillante; en la
segunda rige una guerra total de sexos. Las dos perspectivas
seguirán coexistiendo hasta bien entrada nuestra época. El modelo
de sexo único parece vivo aún en Freud, tal como señala Luce
Irigaray:

Para Freud no hay dos sexos... El «femenino» es siempre


descrito como una carencia, una atrofia, como el reverso de
un sexo que contiene el derecho exclusivo de la dignidad: el
masculino. De ahí la famosa «envidia del pene». ¿Cómo se
puede aceptar que toda la existencia de la mujer se rija por la
ausencia del órgano masculino y por la envidia y los celos
hacia él? 190 .

No fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando entró en


escena un enfoque revolucionario: ¡los sexos no son opuestos!
Cada uno tiene su lógica, y la mujer debe ser comprendida sin tener
que compararse con el hombre. En la década de los treinta, la
ciencia abandona la idea de que la ovulación se producía durante la
menstruación 191 . El clítoris no entró en los libros de texto hasta la
década de los noventa. Fue entonces cuando se empezó a describir
con detalle las fibras nerviosas en los manuales escolares para
poder protegerlos de eventuales accidentes u operaciones.
De los años cuarenta en adelante se ha ido extendiendo una
nueva perspectiva bajo la influencia del movimiento feminista: el
sexo no tiene nada que ver con la jerarquía social. El sexo debería
ser estudiado sin la finalidad de legitimar los roles sexuales. La idea
de que existen dos sexos biológicos que deben ser entendidos a
partir de las características corporales y no desde un patrón moral
es un razonamiento revolucionario. No es «binario» en el sentido
electrónico; al contrario: es la primera vez que se permite que el
cuerpo hable en su nombre, sin el lastre de las comparaciones con
telas de lino ni jerarquías.
Desde los años sesenta las políticas de igualdad forman parte de
las políticas públicas del gobierno de Suecia, y se defiende que el
poder debe repartirse por igual entre mujeres y hombres. En los
documentos oficiales han desaparecido las ideas sobre «el lugar de
la mujer». Los estereotipos se han convertido en algo indeseado, los
restos de una sociedad anticuada y enmohecida. En los años
noventa, estos estereotipos se denominan de género, y el género no
debe decidir el lugar de los sexos en la jerarquía social, ¡al revés!
Hay que descartar el género y que el sexo tenga pleno derecho, sin
más lastre que sus propios cuerpos desnudos. Como dice Yvonne
Hirdman: «¡Rara vez se ha visto triunfar un discurso así!» 192 .

178 «Fler satsningar för att främja hbtq-personers lika rättigheter och möjligheter»,
Ministerio de Trabajo, 1/8, 2019.

179 Thomas Laqueur, La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los
griegos hasta hoy, trad. de Eugenio Portela, Cátedra, 1994, pág. 120.

180 Yvonne Hirdman, Genus: om det stabilas föränderliga former, Liber, 2001,
pág. 27.

181 Ibíd., pág. 29.

182 Ibíd., pág. 55.

183 Thomas Laqueur, La construcción del sexo..., op. cit., págs. 114-115.

184 Citado en Yvonne Hirdman, Genus: om det stabilas..., op. cit., pág. 28.

185 Ibíd., pág. 149.


186 Citado en Toril Moi, What Is a Woman?, op. cit., págs. 17-19.

187 Ibíd., pág. 11.

188 Carol Groneman, «Nymphomania. The historical construction of female


sexuality», en Jennifer Terry y Jacqueline L. Urla (eds.), Deviant Bodies: Critical
Perspectives on Difference in Science and Popular Culture, Indiana University
Press, 1995, pág. 236.

189 Thomas Laqueur, La construcción del sexo..., op. cit., pág. 51.

190 Luce Irigaray, Könsskillnadens etik och andra texter, trad. de Christina
Angelfors, Symposion, 1994, pág. 62.

191 Jennifer Terry y Jacqueline L. Urla (eds.), Deviant Bodies: Critical..., op. cit.,
pág. 241.

192 Yvonne Hirdman, Genus: om det stabilas..., op. cit., pág. 175.
Vuelve el modelo de sexo único
El género solo ha tardado cien años en recuperar su puesto
como amo y señor del sexo. Porque la nueva teoría del género
contiene precisamente la misma idea básica que el modelo de sexo
único: que el sexo está supeditado al género. Que el estatus
jerárquico de una persona determina su género y que el género es
su verdadero sexo.
Entonces se decía que un hombre que tenía un comportamiento
femenino se arriesgaba a perder el pene, y ahora se dice que
debería extirpárselo. Entonces se decía que los fluidos del hombre
eran más calientes que los de la mujer, ahora se dice que un
hombre es aquel que ha sido expuesto a un intenso baño hormonal.
Es exactamente la misma creencia en que serán las esencias
invisibles las que decidirán si la persona será dominante o débil. Y
se usa exactamente la misma construcción (más y adjetivo) al
describir la masculinidad: las esencias del hombre son más
potentes, más fuertes, más grandes.
Una vez más se dice que el rol sexual es congénito. Entonces era
la temperatura de los fluidos, el viento o la falta de forma lo que lo
determinaba; ahora son los genes, las hormonas o el cerebro.
Entonces la relación entre los dos sexos se explicaba con telas y
lanas; ahora los símiles proceden de la tecnología digital.
Una vez más se afirma que el sexo conforma una línea recta, en
la cual tenemos a Barbie en un extremo y a G. I. Joe en el otro. A
hombros más anchos, a más interés por las armas, más hombre; a
cintura más estrecha, a más interés por los vestidos, más mujer 193 .
El sexo no existe ya por su propio derecho, sino que se ha
convertido en los puntos de apoyo de una línea, y cuanto más
hombre, menos mujer.
El significado del cuerpo es ahora secundario. De nuevo es la
personalidad lo que determina el sexo. El idealismo está de vuelta.
Por lo tanto, el cuerpo debe adaptarse, y la diferencia entre el
modelo de sexo único actual y el antiguo es que en aquellos tiempos
había que recurrir a la magia para imaginarse un cambio de sexo
mientras que hoy en día disponemos de una tecnología más
avanzada. Sin embargo, el contenido ideológico es exactamente el
mismo, emana prejuicios acerca del lugar que ocupa la mujer en la
vida. Y las mujeres volvemos a ser no-hombres.

193 http://www.butterfliesandwheels.org/2019/the-barbie-gi-joe-scale/.
Biologismo sin biología
Pero aunque esto suponga un claro retroceso al biologismo, es a
los críticos a quienes se tilda de biologistas. Las mujeres que
critican la nueva teoría del género desde la perspectiva feminista a
menudo tienen que oír que «en realidad» son conservadoras. Se les
llama tiranas, policías y juezas, y muchas veces son tratadas con
dureza. Lo interesante es que los que realmente son conservadores
no tienen que aguantar el mismo trato en absoluto, al contrario, son
atendidos con un respeto servil. El filósofo Torbjörn Tännsjö acusó
en un artículo en el Dagens Nyheter al Lobby de Mujeres de Suecia
y a J. K. Rowling. Son «feministas conservadoras», ya que están a
favor de la «división convencional de dos sexos», según Tännsjö 194 .
Pero así como acusa a las feministas de ser conservadoras, no
nombra para nada a los conservadores que discuten la
transexualidad.
Pensadores conservadores masculinos como Fredrik Svenaeus,
Ivar Arpi, Douglas Murray, Jordan B. Peterson y Austin Ruse han
lanzado duras críticas contra la nueva teoría del género. Se oponen
a la idea de que todo el mundo pueda ser lo que le plazca, que la
biología no desempeñe ningún papel y, en especial, que se imponga
esta idea a la sociedad entera.
El psicólogo Jordan B. Peterson ganó fama mundial por su
oposición a la ley canadiense C-16, que tipificaba como delito usar
el pronombre erróneo al dirigirte a alguien. Peterson decía que la
histeria de los pronombres no tenía ningún sentido y que la ley C-16
era el síntoma de una ideología autoritaria al estilo maoísta: «Una
cosa es que no se puedan decir ciertas cosas y otra que te obliguen
a decir ciertas cosas» 195 . En su libro The Madness of Crowds,
Douglas Murray critica algunos aspectos de la nueva teoría del
género como, por ejemplo, que los hombres puedan competir en
deporte en las categorías femeninas. En esto coinciden a menudo el
pensamiento conservador y la crítica feminista. Aunque casi todos
los conservadores mezclan a las bravas género, queer, trans,
marxismo y liberalismo, y creen que Judith Butler es una activista
trans o que los marxistas son posmodernos.
Sin embargo, muchos conservadores se muestran dispuestos a
aceptar el aspecto biologista de la nueva teoría del género. Si se
considera natural haber nacido con el sexo equivocado, opina
Fredrik Svenaeus en su libro Lo natural, entonces no hay de qué
preocuparse. Critica a los activistas queer y trans que quieren
«abandonar completamente los roles sexuales» cuando en cambio
deberían enfatizar el «elemento natural existente en los que sienten
que han nacido con el sexo equivocado y por ello desean que sea
corregido» 196 . Douglas Murray está dispuesto a aceptar la tesis y
asume la posibilidad de que haya individuos que biológicamente
puedan haber nacido con el cuerpo equivocado siempre y cuando la
tesis mantenga dos roles distintos, y cuenta el caso de Jan (antes
James) Morris:

Morris describió a modo de ejemplo los puntos de vista y


actitudes que distinguen fundamentalmente ambos sexos. Así
pues, como hombre, James estaba mucho más interesado en
los «grandes temas» de su tiempo, mientras que a Jan, como
mujer, le preocupaban más «las pequeñas cosas». Desde
que era una mujer, dice Jan, «se estrecharon mis miras y ya
no veía tanto las grandes pinceladas de la existencia sino sus
reveladores detalles» 197 .

Y Murray añade, satisfecho: «No es algo que alegrara mucho a


una feminista moderna». Mientras la transgresión confirme el
género, es del agrado de Murray. Si los roles de género se
conservan, y unos cuantos, pocos, individuos se pasan al otro
silenciosamente, las cosas son como deben ser; y hasta podría ser
positivo. He aquí el testimonio de un sabio, un transexual propio,
demostrando que a las mujeres les falta la capacidad de plantearse
cuestiones políticas, que les interesan más los pequeños detalles.
Murray, exultante, cuenta más adelante que a Jan no le molestó lo
más mínimo el interés suscitado en los hombres, por ejemplo «el
taxista que se le acercó y le dio un beso no indeseado en los labios»
dejando entrever que es así como se siente una mujer de verdad.
¿Cómo hay que entender esto?
Los conservadores quieren preservar la unión del sexo y el
género, pero en su análisis el sexo determina el género. Las
mujeres son femeninas y los hombres masculinos. La nueva teoría
del género también se basa en mantener unidos el sexo y el género,
pero en este caso es el género lo que determina el sexo. Las
personas que son femeninas son mujeres y las que son masculinas
son hombres. La misma relación pero en el orden inverso, lo cual da
lugar a una especie de biologismo posmoderno. Tienen en común la
creencia en la congruencia de sexo —que un determinado cuerpo
encaja con una determinada personalidad—, pero ahora es la
conducta lo que decide sobre el cuerpo. Las ideas han tomado el
relevo y las riendas. Mandarán sobre la materia, lo cual puede ser
interpretado como una forma de omnipotencia. La carne no decidirá
sobre el ser humano en una sociedad controlada por la alta
tecnología. Al contrario, la carne será sometida a la voluntad del ser
humano y a los avances de la ciencia.
Contrariamente a esto, las feministas han defendido durante
mucho tiempo que el sexo debe liberarse del género, que no tienen
ninguna relación. Para la feminista, el género no es más que
opresión y prejuicios sexistas.

194 Torbjörn Tännsjö, «Avskaffa all särbehandling på grund av kön», DN Debatt,


2/1, 2020, y «Kön bör vara en privatsak», DN Debatt, 8/1, 2020.

195 Kelefa Sanneh, «Jordan Peterson’s Gospel of Masculinity», The New Yorker,
26/2, 2018.

196 Fredrik Svenaeus, Det naturliga. En kritik av queerteorin, transhumanismen


och det digitala, Gidlunds, 2019, pág. 42.
197 Douglas Murray, The Madness of Crowds. Gender, Race and Identity,
Bloomsbury, 2019, pág. 194.
Cuando el feminismo empezó a querer al género
Sin embargo, algo curioso ha pasado. De pronto, parte del
feminismo ha empezado a adoptar la nueva teoría del género.
¿Cómo ha podido pasar? ¿Cómo puede ser que tantas feministas la
sigan? ¿Cómo se convirtieron los roles sexuales en el mejor amigo
del feminismo? ¿Cómo puede ser que los biologistas fueran el
enemigo hasta hace poco y hoy sean sus aliados? ¿Cómo puede
ser que el partido político Feministiskt Initiativ de Suecia juegue con
la idea de que el género es una construcción y a la vez una
identidad fija, tal como señalan Sara Edenheim y Malin Rönnblom?
198 . ¿Cómo puede ser que el partido de izquierdas Vänsterpartiet

diga que se sustenta sobre una base materialista y a la vez defienda


que quien diga que es una mujer se convierte automáticamente en
ello?
Pensándolo bien, la tesis sobre la identidad de género congénito
se opone radicalmente a los principios fundamentales del
feminismo. Lo cierto es que los conceptos de feminismo y
biologismo nacieron al mismo tiempo, a finales del siglo XIX, y desde
entonces han ido uno en contra del otro. Desde Frida Stéenhoff
hasta Virginia Woolf y Betty Friedan, el movimiento feminista ha
peleado por que el sexo signifique únicamente órgano sexual y no
decida el destino.
Desde principios del siglo XX el pensamiento feminista ha
afirmado que la diferencia entre sexos no implica automáticamente
la desigualdad. En su lugar, la desigualdad era consecuencia de un
orden social patriarcal. A finales de la década de los setenta, esta
idea se hizo evidente a través de la división entre sexo y género. La
palabra «género» (del latín: «origen», «especie», «clase») se refería
a partir de entonces solamente a las representaciones del sexo.
Yvonne Hirdman, quien introdujo el término en Suecia, consideraba
que la palabra «género» era más «pura» que las palabras «sexo» y
«rol sexual», ya que en este caso la palabra solo se refiere a la
manera en que se ha hablado y se habla sobre el sexo 199 . Con la
palabra «género» el feminismo adquirió un vocabulario que
desvinculaba la biología del sistema que había creado el
patriarcado. El sexo era una realidad biológica, ni más ni menos. En
consecuencia, la palabra «sexo» fue declarada inocente: el cautivo
que el patriarcado había secuestrado había sido liberado. En
cambio, el «género» era el culpable, ya que vino a designar el orden
social y todo lo que el feminismo quería abolir (aunque había otras
razones más prosaicas para empezar a utilizar la palabra «género»;
tal y como señala Toril Moi, las estadounidenses que luchaban por
los derechos de las mujeres preferían hablar de «género» porque la
palabra «sexo» se podría confundir con el coito).
Cuando el biologismo hizo su actuación, corta pero intensa, como
artista invitado en el debate social de los años noventa, un fuerte
movimiento feminista lo combatió obligándole a la retirada, tanto
dentro como fuera de la academia. Fue la época en que las mujeres
empezaron a desafiar en serio a los hombres en las posiciones de
poder en el mundo capitalista industrializado. Las que se habían
formado en los años setenta habían llegado tan lejos que estaban a
punto de romper el techo de cristal. Entonces, de repente, se
disparó el mercado para las teorías biologistas sobre los diferentes
roles femenino y masculino. En 1993, los libros más vendidos tenían
títulos como El sexo en el cerebro: la verdadera diferencia entre
hombres y mujeres y Los hombres son de Marte, las mujeres de
Venus. Con el libro Hombres de Hierro, el poeta Robert Bly impulsó
un mítico movimiento masculino y centenares de hombres se
reunieron en el bosque para encontrar la masculinidad salvaje que
habían perdido. La periodista Maria Borelius opinaba que las
hormonas rebajaban el cociente intelectual de las mamás recientes
y que la maternidad era incompatible con salir a pelear en el
mercado laboral. La catedrática Anna Dahlström fue una invitada
asidua en los medios de comunicación por sus opiniones, como que
los papás no eran progenitores adecuados, así como que a las
mujeres de los años cuarenta les había ido la mar de bien porque
recibieron «testosterona en el vientre materno». El suministro de
clichés sobre el sexo se convirtió en un mercado gigante, y
cualquiera que trabajara en un entorno laboral dominado por
mujeres en los años noventa probablemente asistió a alguna
conferencia con el título «¡Atrévete a pensar en femenino!» y oyó a
Rigmor Robért o Matti Bergström explicar el conflicto entre el orden
masculino y el caos femenino, y que las mujeres se parecen más a
los niños que los hombres. El biologismo de los años noventa era
una mezcla de espíritu emprendedor, filosofía junguiana y reacción
contra el progreso de la mujer.
Sin embargo, el biologismo fue vencido por el movimiento
feminista. Susan Faludi bautizó toda la oleada con una palabra:
Backlash, «reacción violenta». En Suecia, Nina Björk publicó Bajo el
edredón rosa, y Carin Holmberg, Nos llaman misándricas, contra de
la idea de que exista algo «naturalmente» femenino.
Pronto triunfó la teoría de Judith Butler, de acuerdo a la cual no
había un sexo fijo detrás del género. En realidad, según Butler, lo
que llamamos «sexo» es un producto del género. No hay nada fuera
del discurso, ninguna realidad «puramente» material más allá del
lenguaje. Uno se convierte en mujer u hombre a través de la
interpelación del acto de nombrar. Y «mujer», dice Butler en El
género en disputa (1990), «es de por sí un término en
procedimiento, un convertirse, un construirse del que no se puede
afirmar tajantemente que tenga un inicio y un final» 200 . El género es
«la estilización repetida del cuerpo, una sucesión de acciones
repetidas» 201 . En Butler, el «género» es sobre todo una expresión,
un «estilo físico». Ser mujer no es, como en Beauvoir, una situación.
Según Butler, no se puede ser nunca una mujer o un hombre, solo
puede intentar serlo. Pero este intento está condenado al fracaso
porque el género siempre «gotea». Un intento demasiado
empeñado en parecer femenino puede acabar derramándose y
hasta dar una impresión masculina.
Siguiendo los pasos de Butler, nació el movimiento queer, cuya
focalización en desestabilizar y burlarse de los roles de género fue
emblemática en la primera década del siglo XXI. Tal y como dicen
Martin Berg y Jan Wickman en su libro Queer, el drag (dressed-as-a-
girl, «vestida como una chica») fue la primera expresión del
movimiento queer 202 . Según la teoría queer, no existen identidades
fijas, tal como lo define Sara Edenheim, profesora de historia y
teórica queer: «Nadie es culpable de su identidad de género, sus
sentimientos, sus deseos. Pero nadie es tampoco del todo
inocente» 203 . No existen las esencias, nada «es», todo se hace y se
crea mediante el lenguaje —o al menos no se puede acceder a una
realidad sin filtro más allá del discurso. A pesar de que Butler en su
último libro, Cuerpos que importan, matiza y habla de la existencia
del cuerpo, no fue esta la idea que tuvo tanta repercusión en su
momento.
Con las teorías de Butler se aplicó el posmodernismo al debate
sexual. Tal y como ha definido el teórico de la literatura Victor Malm,
el posmodernismo se caracteriza por la ausencia de un referente —
y el referente que desapareció en este caso fue el sexo biológico 204 .
Se había vencido al biologismo, pero por el mismo precio se había
expulsado también a la biología y con ella a la realidad material.
Por consiguiente, se dejó de hablar de mujeres y hombres en el
ámbito académico. Los estudiantes de las nuevas generaciones ya
no escribían sobre el trabajo de las mujeres, sino sobre la imagen
de la feminidad; ni sobre crímenes de honor, sino sobre los
discursos contemporáneos sobre los crímenes de honor, ni sobre la
vida de las mujeres, sino acerca de la idea de qué es lo que
constituye una mujer de verdad. Lo empírico desaparece en favor
del análisis del discurso. El discurso devino realidad y la realidad
pasó a quedar entrecomillada. La lógica posmoderna implica tomar
la superestructura como la base, lo que significa que el género fue
arrancado, cobró vida propia y empezó a deambular por la
academia completamente solo. El trabajo, la reproducción, la
producción y las condiciones de vida se quedaron ahí. La historia de
la mujer se rebautizó como «estudios de género», de Revista de
estudios de la mujer se pasó a Revista de estudios de género y de
la violencia contra las mujeres a violencia de género (el término más
usado en español y en inglés).
El paso de mujer a género se solía explicar diciendo que ya era
hora de que se incluyera a los hombres en estos estudios, lo que se
llama «estudios críticos sobre la masculinidad». Esto también tiene
su lado negativo. Los recursos destinados a los proyectos sobre
mujeres podían ir a parar también a proyectos sobre hombres, ya
que se incluían en los de «género». Cada vez se mencionaba más
el género como algo que la gente hacía y no tanto como un sistema
para clasificar a las personas.
Pero en el siglo XXI sucede algo más con el concepto de género:
deja de deambular por ahí y queda congelado. De pronto, ya no es
un sistema de signos, sino una identidad individual. Olvídate del
género como construcción cultural o como estructura; olvídate
también del género como algo que la gente hace: ahora es algo que
el individuo es, una esencia íntima y eterna más allá de la cultura y
de las jerarquías de poder, incluso más allá de los órganos
sexuales. Te dicen que el género es algo congénito y eterno y que
no hay ninguna sociedad en el mundo que pueda cambiarlo, que tu
género emana de tu interior como una esencia misteriosa y solo tú
puedes reconocer su auténtica fragancia. ¡Dime tu pronombre y te
diré quién eres! Y cuando descubras tu género, no tendrás ninguna
duda: ahí está la auténtica verdad sobre ti. Tú «eres» mujer,
hombre, no binario, trans o agénero y, por lo tanto, lo has sido
siempre. El péndulo ha vuelto a girar. La identidad de género vuelve
a ser algo fijo. En otras palabras, el género ha ocupado el antiguo
lugar del sexo.

El posmodernismo y la teoría queer quedaron demodés. Fue un


paso intermedio que derrumbó el concepto de sexo físico. Sobre sus
ruinas se construyó después un nuevo esencialismo porque ahora
vuelve la gran narrativa del tema con la pretensión de poseer la
verdad sobre el sexo. Enseguida nos inundan con clichés de género
que no son otros que los colores rosa y azul, las armas, las
muñecas, el maquillaje, la pasividad y la acción. Los hombres
vuelven a ser de Marte y las mujeres de Venus, pero ahora puedes
comprar un billete para un viaje de ida si has ido a parar al planeta
equivocado. ¡Todo está en su sitio!
Lo dicho: estamos viendo nacer una especie de biologismo
posmoderno, un biologismo sin biología, en el que la idea de que
uno puede llegar a ser lo que quiera se combina con la creencia en
las esencias sexualizadas. De ese modo es posible conservar el
credo neoliberal sobre la libertad individual y al mismo tiempo se
retoman con toda su fuerza las rígidas normas que definen lo
masculino y lo femenino. El antiguo biologismo era monolítico y
fatalista: el cerebro de quien nacía con cuerpo de mujer estaba
adaptado por la naturaleza para ciertos comportamientos y tareas.
No había escapatoria. Todo aquel que se lanzara contra los
imposibles roles sexuales se topaba con una pared. El nuevo
biologismo en cambio está fragmentado: se dice que el cerebro y el
cuerpo pueden tener cada uno su sexo. Y así, se abre una puerta de
salida: a quien sienta que el rol sexual le aprieta demasiado se le
brinda la posibilidad de cambiar para que así pueda sentirse
cómodo en su yo «verdadero». Los dos biologismos ponen el signo
de igual entre el sexo y el género, pero en el orden opuesto: según
el antiguo biologismo, el sexo determina el género; según el nuevo,
el género determina el sexo.
Al volver con este nuevo formato, el biologismo no se topa con la
misma oposición. Al contrario, a menudo recibe elogios acríticos por
parte de los partidos, medios e investigadores feministas. Y lo
curioso es que con frecuencia las mismas personas que entonces
criticaban con dureza el biologismo ahora propagan la teoría de que
todos tenemos una identidad de género congénita.
Ulrika Westerlund, entonces redactora jefa de la revista feminista
Bang, dijo que fue precisamente la oposición al biologismo y «los
firmes pronunciamientos sobre las luces y las sombras de chicas y
chicos, hombres y mujeres» lo que hizo que se volviera feminista.
En el prólogo a una antología sobre el biologismo de 2002, dice: «Al
considerar que nuestra biología nos limita, también limitamos el
potencial transformador de la política» 205 . Quince años después,
Ulrika Westerlund fue designada por el gobierno miembro
investigador del informe sobre el colectivo trans. El estudio es, como
hemos mencionado antes, una extensa oda al nuevo biologismo: el
sexo está en el cerebro, los individuos que no encajan en él deben
ser tratados para conseguir la «congruencia de sexo», y de nuevo
desaparece la crítica a la sociedad. ¿Qué estructuras crean el
género? o ¿quién ha forjado la idea de que las niñas que no quieren
tener el pelo largo no son niñas? Son preguntas que ya no se
formulan. La revista entera ha sufrido una metamorfosis y ha
aceptado la nueva teoría del género sin debatirla. Lo mismo vale
para el partido Vänsterpartiet y Feministiskt Initiativ —
probablemente los partidos que han ido más lejos a la hora de exigir
que el género sea una cuestión de identidad. El artículo del biólogo
Henrik Brändén donde asegura que los hombres han nacido para
«montar» y las mujeres para «balancear» habría provocado grandes
carcajadas veinte años atrás, pero ahora se lo considera un aliado y
las discusiones de los años ochenta y noventa sobre el sexismo en
la publicidad y la misoginia parecen haberse evaporado cuando el
número de muchachas que quieren ser un chico aumenta al 1.000
por 100.
Es lógico que Judith Butler haya ido a parar en medio de una
tormenta por no respetar la esencia sexualizada. Al defender que no
existe el sexo, solo el género, canceló todas las identidades
congénitas, tanto las personas cis como las trans. Cada vez más
presionada por los que deberían ser sus aliados, Butler se vio
obligada a distanciarse de toda su obra y trayectoria:

Hace veinticuatro años que escribí El género en disputa, y


entonces no pensé suficientemente a fondo sobre el tema de
la transexualidad. Parte de los trans creyeron que al defender
que el género es performativo estaba afirmando que todo es
ficción y que su experiencia íntima del género podía ser
«irreal». No fue nunca mi intención. Intentaba ampliar nuestra
manera de percibir el género en la realidad. Pero creo que
debería haber tenido más en cuenta los sentimientos, cómo
se expresa la percepción primaria del propio cuerpo y las
exigencias legítimas y perentorias de recibir apoyo y
reconocimiento en el tema del sexo. Mi voluntad no era
defender que el género es fluido y cambiante (el mío
ciertamente no lo es). Solo quería decir que todos
deberíamos tener más libertad para definir y llevar nuestra
vida sin patologizaciones, sin tener que vivir con una
sensación de irrealidad, sin abusos, amenazas o violencia o
que nos cuelguen la etiqueta de criminales. Me uno a la lucha
para conseguir que un mundo así sea posible 206 .

¡Lo único que quería Butler era sostener la Declaración de los


Derechos Humanos de Naciones Unidas! Ni siquiera puede hacer
una elegante retirada basada en sus propios fundamentos teóricos,
sino que tiene que refugiarse en el individualismo. A lo largo de la
entrevista, se esfuerza por unir su propia teoría con la nueva teoría
del género. La que pensaba que el género se creaba mediante la
interpelación carece de herramientas para explicar cómo alguien
puede tener una experiencia íntima y real del género por sí mismo.
A la pregunta sobre si el sexo y el género son construcciones
sociales, responde ahora:

Creo que existen diferentes maneras de entender qué es


una construcción social y tenemos que ser pacientes con
estos términos. Hay que encontrar una forma de comprender
cómo se «asigna» una categoría de sexo y cómo otro sentido
del sexo puede hacer que nos opongamos y rechacemos esa
asignación. ¿Cómo podemos comprender ese otro sentido
del sexo? No es el mismo que el primero —no es lo que los
demás nos asignan. Pero ¿quizás sea algo que nos
asignamos a nosotros mismos? En ese caso, ¿no
necesitamos entonces el mundo de los demás, con usos
lingüísticos, Servicios Sociales e ideas políticas diferentes
que nos hagan avanzar y reivindicar las categorías que
necesitamos y rechazar las que nos contrarían?

Entonces, ¿cómo se debe entender el sexo y el género? De


todas las formas posibles, según Butler: hoy todo el mundo puede
pensar que el sexo es lo que cada uno quiera que sea. Menos las
teóricas feministas lesbianas como Sheila Jeffreys, a la cual Butler
se refiere como «tiranía feminista» y «prisión moral», «juez» y
«policía» en el mismo artículo —o sea, todos los niveles de la
política criminal.

No solo las teóricas feministas de pronto son consideradas el


mismísimo demonio, sino que las tesis fundamentales del feminismo
de repente se han transformado en un delito de odio. ¿Quién no
recuerda la clásica introducción de Nina Björk a Bajo el edredón
rosa de 1996? «Cuando te diriges a un baño público tienes dos
puertas para escoger. Si has nacido con vagina, escoges la puerta

con esta figura: . En este símbolo tan trivial hay inscrita una
declaración de qué es ser mujer: las mujeres son seres con
falda» 207 .
Y sigue: «todos los hablantes de sueco saben qué es una mujer:
una persona con slida [vagina] y bröst [pecho]» 208 . Su libro era una
crítica al biologismo, es decir, a la idea de que a ciertos cuerpos,
cierta ropa. He aquí una explicación clarísima de la diferencia entre
sexo y género. El género es la falda, mientras que el sexo son los
genitales. Y ¿qué tiene que ver la vagina con la falda?
Hoy en día esa misma frase —«todos los hablantes de sueco
saben qué es una mujer: una persona con vagina y pecho»— es
considerada terriblemente controvertida. El ala radical del
movimiento feminista británico imprimió pósteres con la definición de
sexo del diccionario: «woman: adult human female», para defender
su posicionamiento. Esos pósteres se retiraron cuando fueron
denunciados por ser hate speech, tránsfobos y por causar
inseguridad en las personas 209 . Por lo tanto, la definición de mujer
que aparece en el diccionario ahora es considerada como expresión
de extremismo y de odio.
Lo raro ocurre cuando una gran parte del feminismo adopta un
doble discurso: el género es una construcción social para todo el
mundo excepto para los trans, para los cuales es una esencia
íntima. En otras palabras: los trans tendrían una relación auténtica
con el género mientras que el resto estaría influenciado por las
normas sociales. Ahora bien, ¿es posible defender que los trans
tengan un «género íntimo» y a la vez, por parte del feminismo,
seguir combatiendo los roles de género? Porque si los trans tienen
un género íntimo claro, ¿no significa eso que todos los demás
también lo tenemos? ¿Se puede decir que titubear, ser pasivo y
vanidoso es «femenino» sin que eso de alguna manera influya
negativamente en la posición de la mujer en la sociedad? Julia
Serano, activista transexual y escritora, dice en su libro pionero
Whipping Girl:

En lugar de tratar de empoderar a las mujeres


animándolas a alejarse de la feminidad, deberíamos aprender
a empoderar la propia feminidad [...]. Para muchas, vestirnos
o actuar de forma femenina es algo que hacemos para
nosotras mismas, no para los demás. Es nuestro modo de
recuperar nuestros propios cuerpos y expresar sin miedo
nuestra personalidad y sexualidad 210 .

Serano desarrolla la tesis de que no son las mujeres las que


están oprimidas, sino la feminidad. En lugar de levantarnos en favor
de las mujeres, debemos hacerlo por la feminidad. El feminismo,
según Serano, ha atraído sobre todo a las mujeres masculinas, a las
que no les gustan los roles de género y que no entienden que
muchas mujeres «sencillamente se sienten bien con la
feminidad» 211 . No podemos explicar por qué hay tantas mujeres que
«se mueven hacia la feminidad» si no nos damos cuenta de que hay
algo que «resuena en lo más hondo de su ser» 212 .
Pero ¿por qué entonces, se pregunta Serano, es justamente a las
que «han nacido como mujeres» a las que hay que animar a actuar
y a vestirse «de forma femenina»? Aquí vemos que el género es
primero retirado del sexo para después volver a arrojarlo a él.
Porque, tal y como dice Toril Moi: «Cada teoría general sobre el
género o sobre “la feminidad” creará un estereotipo cosificado de la
mujer» 213 . No se puede institucionalizar la relación entre feminidad y
vestidos de color rosa sin que eso recaiga en las propias mujeres —
aunque uno se obstine en defender que «feminidad» y «mujer» son
dos cosas totalmente distintas.

198 Sara Edenheim y Malin Rönnblom, «Representations of equality. Processes of


depoliticization of the citizen-subject», en Hilde Danielsen, Kari Jegerstedt,
Ragnhild L. Muriaas y Brita Ytre-Arne (eds.), Gendered Citizenship and the Politics
of Representation, Palgrave, Macmillan, 2016, págs. 75-76.

199 Yvonne Hirdman, Genus: om det stabilas..., op. cit., pág. 16.

200 Judith Butler, El género en disputa, trad. de M.ª Antonia Muñoz, Paidós, 2007,
pág. 98.

201 Ibíd.

202 Martin Berg y Jan Wickman, Queer, Liber förlag, 2010, pág. 42.

203 Sara Edenheim, «Ett samhälle där kroppens begränsningar drabbar alla lika»,
Feministiskt Perspektiv, 1/2, 2018.

204 Victor Malm, Är det detta som kallas postmodernism?, Ellerströms, 2019,
págs. 61-62.

205 Ulrika Westerlund, introducción de Hjärnsläpp. Bang om biologism, Bang


förlag, 2002, pág. 7.

206 http://radfem.transadvocate.com/gender-performance-an-interview-with-judith-
butler/.

207 Nina Björk, Under det rosa täcket, Wahlström & Widstrand, 1996, pág. 9.
208 Ibíd., pág. 11.

209 «Woman billboard removed after transphobia row», BBC News, 26/9, 2018.

210 Julia Serano, Whipping Girl. El sexismo y la demonización de la feminidad


desde el punto de vista de una mujer trans, trad. de Rosa María García, Ménades,
2020, pág. 38.

211 Ibíd., pág. 338.

212 Ibíd., pág. 339.

213 Toril Moi, What Is a Woman?, op. cit., pág. 7.


Cuando el patriarcado secuestró la experiencia trans
Yo reconozco que me siento mujer, me siento muy
femenina, pero yo no soy ninguna mujer. Mujer, mi madre,
que es la que me ha parido, y mujer, tú, mujer, tú (señalando
a la reportera y la cámara), pero yo soy un peaso de maricón,
asín de claro. A mí que no me vengan a decir las que están
operadas que se sienten mujer porque no, mujer, mi madre,
que tiene matriz. Ellas, el organismo por dentro, son de
hombres, por mucho que se operen, ellas no pueden parir, no
pueden hacer nada 214 .

Estas palabras son de la leyenda española La Veneno, una


estrella de la televisión, artista e icono de la cultura española
transexual y sin pelos en la lengua, superviviente de la prostitución y
una de las primeras en poner rostro a las personas trans en España.
La Veneno exhibió a menudo un desdoblamiento: parecer una mujer
despampanante con unos pechos gigantes y a la vez vociferar
palabrotas relacionadas con el sexo e insultos con una voz grave
masculina y bromear con su pene. En su autobiografía, La Veneno
habla de su amor por las variantes más extremas del rol femenino y
de querer ser una supermujer —no solo una mujer normal, ni un
maricón normal, ni un travesti normal 215 . La realidad es que el rol
femenino aparece como hecho a medida para La Veneno.
En 2020, cuatro años después de su muerte, la televisión
española filmó su vida. Pero su historia se ha reescrito. La Veneno
ya no es un maricón afeminado transexual, sino una mujer
heterosexual. Ya no queda nada del desdoblamiento. En cambio,
tenemos una narración corregida de una mujer que nació con el
cuerpo equivocado y que luchó por ser aceptada como mujer. «Si
eres mujer, siempre lo serás, porque es algo que llevas dentro»,
dice La Veneno de la serie, que fue muy elogiada por parte de la
ministra de Igualdad, Irene Montero, quien escribió: «La Veneno
será decisiva para que mucha gente entienda la necesidad de una
ley que garantice vuestros derechos. Gracias por luchar» 216 . La ley
a la que Montero alude, la Ley Trans, toma la autodeterminación
como base para el sexo jurídico, lo contrario de lo que La Veneno
representaba.

¿Qué es lo que está pasando aquí? Si alguien hubiera afirmado


cincuenta años atrás que la existencia de las personas trans era lo
que demostraba que la identidad de género era eterna y congénita,
la mayoría habría meneado la cabeza: ¡eso, si demuestra algo, es
todo lo contrario! Aun a mediados de la década de los noventa no
era la esencia sino la contradicción lo que se decía que
caracterizaba la experiencia trans. Con esta sencillez y elegancia lo
contaba la activista por los derechos humanos estadounidense
Leslie Feinberg en 1996:

Yo soy una persona trans. Nací como mujer, pero mi


expresión de género se identifica con la masculina. No es mi
sexo lo que determina quien soy, ni mi expresión de género.
Es un hecho que mi expresión de género parece que se da
de bruces con mi sexo. ¿Lo entendéis? Es la contradicción
social entre ellos lo que determina quien soy 217 .

En esta cita, Feinberg aclara la diferencia entre sexo y género. El


sexo es biológico, el género es social, en la línea de la tesis de la
politóloga y feminista Sheila Jeffreys: «La identificación del género
está relacionada con un sistema en el que solo hay dos géneros, la
masculinidad para la casta sexual masculina dominante, y la
feminidad para la casta sexual femenina, subordinada» 218 . La
interpretación de Feinberg abre las puertas a un vuelco total. ¿Por
qué las mujeres, y no los hombres, deben llevar vestido? ¿Por qué
tenemos diferentes estatus en la sociedad? Feinberg insiste:
«Puesto que el sexo y el género siempre eran vistos como
sinónimos en mi infancia, distinguirlos fue un avance muy importante
en mi pensamiento» 219 . Ser transgénero es un acto revolucionario
de calado, según Feinberg, no se trata solo de encajar en un
género. En su libro Transgender Warriors, Feinberg retrata a gente
que ha transgredido las normas sexuales a lo largo de la historia:
mujeres que se han vestido como hombres y han ido a la guerra,
hombres que se han vestido con ropa de mujer, homosexuales,
feministas, maricas y marimachos (butches) —pero, según ella,
nada de todo esto demuestra que hubieran ido a parar a un cuerpo
equivocado y que «en realidad» encajaran en otro sitio. Más bien
pretende cuestionar el patriarcado y la idea de que las cosas tengan
que encajar siempre en alguna parte.
El sistema de género siempre ha tenido sus disidentes y sus
prófugos. No todos han querido derrumbar necesariamente el
patriarcado, pero han sido el aliado natural del feminismo porque
han evidenciado lo artificioso de un sistema que obliga a los
hombres a ser de una manera y a las mujeres de otra.
Pero lo que fue un movimiento progresista se ha incorporado al
discurso neopatriarcal. En lugar de lanzar el dardo contra los roles
sexuales estereotipados, el discurso trans apunta el arma contra el
feminismo. El discurso anterior decía que el patriarcado era
excluyente; el nuevo, que lo es el movimiento feminista. A partir de
la experiencia trans se crea ahora un discurso esencialista sobre la
identidad de género congénita y eterna. En el nuevo discurso sobre
el género, las personas trans tienen un papel principal, pero exige
que el patriarcado se apropie de la experiencia trans. El discurso de
las personas trans debe entonces seguir un guion escrito de
antemano que corrobore las ideas profundamente patriarcales
acerca del género congénito. En este guion solo te puedes desviar
del sistema de género cumpliendo las condiciones del sistema de
género. Puedes desviarte... siempre y cuando intentes adaptarte. Es
a través de este embudo como los disidentes pasan del frío a una
supernormalidad. Ya no son la prueba de que el sistema de género
tiene escapes de agua, sino la prueba de su impermeabilidad.
Finalmente ya podemos afirmar que la feminidad es natural. ¡Y se
nace con ella!
¿Qué hacemos entonces con los discursos que dicen otra cosa,
el de los disidentes, el de los prófugos, el de los autoginéfilos?
Como el escritor sueco Staffan Beckman, que explora su sexo y su
etnicidad en las novelas autobiográficas Camino a Jerusalén, de
1989, y Freak, de 2013, en las que el deseo de ser el Otro ocupa el
lugar central:

Ahora me resulta de lo más evidente: yo soy mis imágenes


de la mujer. Por un lado está el sexo, la profunda oscuridad,
la víctima; por el otro la fuerza, la resistencia, la rebeldía.
Mujer o judío, es lo mismo, aunque quizás la imagen más
fuerte sea la unión de los dos: judía [...]. Pienso en aquel
Staffan que tuvo una infancia feliz, y tengo la impresión de
que una de las líneas principales, o quizás la línea central de
mi vida, ha ido para abajo, ha ido descendiendo peldaño a
peldaño hacia el abismo abierto en el fondo de mí mismo,
hacia la judía que está ahí, tramando, como un nudo
pequeño, negro, malo 220 .

Beckman, que después se cambió el nombre y pasó de llamarse


Staffan a Alice, describe cómo entra en su «cuerpo de mujer, grande
y suave» 221 . Se ata un cojín a la barriga con una cuerda de manera
que sobresalga como un pecho y cuando habla de sí mismo utiliza
la tercera persona para contarlo:

Él dormía con su cuerpo de mujer, podaba los arbustos y


recogía las hojas con su cuerpo de mujer, pescaba en el
embarcadero con su cuerpo de mujer. Sabía que una mujer al
otro lado de la bahía solía espiar a los vecinos con los
prismáticos y él iba hasta el embarcadero y a las rocas para
que le viera [...]. La novela que escribió trataba sobre sus
sueños de poder descansar, liberarse de la responsabilidad,
quizás sobre el sueño de volver al vientre materno 222 .
La novela empieza con una escena donde la mujer de Beckman
cuenta que tiene la sensación de qué él la ha violado. Esto le lleva a
«intentar penetrar en las máscaras, en mi papel y en mí mismo.
Tuve que llegar a ciegas a alguna forma de respuesta a la pregunta
de cómo una felicidad matrimonial inigualable podía quebrarse y
desembocar en una violación» 223 . A lo largo de la novela, oscila
entre entregarse a la identidad de judío y mujer: «En todo caso, soy
judío en su sentido más profundo», y el acecho de las dudas: «¡No
tengo ninguna cifra marcada a fuego en la piel! ¡Mis imágenes son
solo prestadas!» 224 .
El retrato que hace Beckman de su experiencia trans se basa en
el deseo de ser otro, en concreto, lo contrario del hombre blanco.
Busca en su pasado sucesos que le den el tique de entrada: que al
nacer salieran los pies primero «creo que puede llamarse un inicio
auténticamente judío», y que su madre le atara las manos para que
no se arañara el eccema podía haber hecho que «en mis fantasías
sexuales de la pubertad siempre me viera atado, sometido,
esperando algo, yo era siempre mujer» 225 . En 2013, cuando escribe
Freak, la ciencia médica ha avanzado y Beckman dice que a veces
fantaseaba con la idea de operarse los genitales, aunque en ese
caso le gustaría que le hicieran un trasplante y recibir la vagina de
una mujer biológica: «Lo más excitante de estas fantasías es que
entonces podría ir a los baños Forsgrén y desvestirme entre otras
mujeres desnudas o medio desnudas, exhibir con toda naturalidad
mi cuerpo femenino y ser una de ellas...» 226 .
Ser percibido como una mujer por otras mujeres es una fantasía
sexual reiterada, pero Beckman también sabe que es precisamente
esto lo que lo distingue de las mujeres.
La noción que Beckman tiene del género no es esencialista —no
cree que tenga los genes de una mujer— sino psicológica. El género
es una relación psicológica entre las personas en la que la mujer
siempre es la perdedora. Es la impotente, y es impotente lo que
Beckman quiere llegar a ser; libre de toda responsabilidad de haber
violado a alguien, sueña que entra en un cuerpo de mujer y que es
la violada.
En el estudio de Afsaneh Najmabadi sobre las personas trans en
la década de los treinta en Irán, encontramos diferentes
interpretaciones. En 1930, la prensa iraní publicó la historia de
Munirah, una mujer que decidió que «eso de ser mujer no era nada
bueno». Había estado casada, pero su marido no se ocupaba de
ella, de manera que «decidí abandonar la feminidad y ganarme el
pan por mí misma». Munirah cambió su nombre por el de Abd Al-Ali
Khan y se puso a trabajar como criado 227 .
En este caso, el foco está en el estatus social. El acto de Munirah
se nos presenta como una especie de ascenso de clase y una
manera de poder vivir con más libertad sin necesidad de transformar
el cuerpo. Ese mismo año se realizó la primera operación de cambio
de sexo en Irán, cuando un chico de dieciocho años entró en un
hospital público de Teherán y pidió que lo convirtieran en una mujer.
Su explicación fue que sentía «deseo femenino pero ningún deseo
masculino en absoluto» 228 . Los médicos hicieron lo que pidió y la
prensa publicó la hazaña tan hábil de esa «creación maravillosa que
quizás nunca se había dado antes en el mundo entero». Unos
meses antes, había tenido lugar en Alemania la primera operación
de reasignación de sexo, pero fracasó y el paciente murió poco
después. El joven iraní, sin embargo, siguió vivo.
Los dos iraníes describen su experiencia de dos formas
radicalmente distintas. En un caso, se trataba de querer lograr la
independencia económica; en el otro, prevalecía un tema de
sexualidad. En el primero, el sexo es una cuestión de clase; para el
segundo, tenía que ver con la posición ocupada en una relación
heterosexual. Para ambos, la rebeldía se convirtió también en una
forma de capitulación.

Para el periodista sueco Johan Ehrenberg, que describió su


experiencia de vivir como una mujer en el reportaje «Mi cambio de
sexo» de 1983, se trata de entender «los muros del miedo y del
menosprecio, casi impenetrables, que regulan los límites del sexo».
Ehrenberg cuenta que cuando tenía siete años iba llorando por la
calle y una señora mayor le llamó niña, y que este sentimiento le
infunde una tristeza que arrastrará consigo a lo largo de toda su
juventud. Se decide a «intentar vivir como una mujer» y su
experiencia es fuente de inspiración de ideas innovadoras:

Cruzar la tierra de nadie que hay entre los dos sexos


significa poder ver el rol sexual propio y el de los demás, y
después de esto ya nada vuelve a ser lo mismo.

Leer lo que los columnistas escriben sobre el sexo como


algo «natural» me hace sonreír.
Entiendo que haya tanta gente que se esconda detrás de
sustancias químicas y la ideología de género para no tener
que ver la propia prisión ni enfrentarse a su responsabilidad
del statu quo.
Quieren que la diferencia entre hombres y mujeres sea
«natural» porque, si no, su vida es en parte un fracaso.
Pero si los individuos pueden cambiar de sexo, entonces
todos los demás también pueden cambiar los roles sexuales.
Esta es la vertiente realmente política en este reportaje
sobre el cambio de sexo 229 .

Este tipo de discursos poliédricos son cada vez más raros de ver.
No solo se consideran obsoletos sino abyectos —nadie quiere saber
nada de ellos porque proponen otra interpretación. La contradicción
y el deseo han desaparecido; fuera han quedado también la
psicología, la economía y la sexualidad. Fuera quedó la discusión
sobre el patriarcado y la experiencia trans que cuestiona el género,
que desemmascara los roles de género y pone al descubierto la
arbitrariedad de las jerarquías. Ahora se dice que quien se siente
mujer es que siempre lo ha sido y realmente lo es. No hay nada más
que la esencia íntima. Quien duda da un paso adelante y dos hacia
atrás, quien decide cambiar de sexo por otras razones, se
arrepiente, no es auténtico y, por lo tanto, no se le incluye. También
se dice que es exactamente lo mismo pasar de mujer a hombre que
de hombre a mujer —pero no se analizan los sistemas de
sexo/género de estos fenómenos altamente sexualizados.
La historia de la humanidad es reinterpretada a una velocidad
vertiginosa. El esencialismo patriarcal se extiende por todo el mundo
y arrastra consigo a todas las culturas y personalidades que han
osado salirse de la normatividad de género. Todas ellas son ahora,
según una lógica peligrosa, la prueba de que el género es
congénito.
«En muchas culturas indígenas de América existen más sexos
aparte de hombres y mujeres», dijo el biólogo molecular Henrik
Brändén. Es una frase muy desconcertante. Entonces, ¿los
americanos pueden reproducirse de otras maneras distintas que el
resto de la humanidad? No, en la frase siguiente explica lo que ha
querido decir: «Las personas con genitales femeninos que llevaban
el pelo cortado igual que los hombres iban a luchar con el arco y la
flecha y competían con los hombres» 230 . A lo que Brändén se
refiere es, pues, a que a lo largo de la historia han existido mujeres
que se han comportado de una manera que él no considera
típicamente femenina. O sea, que Brändén se está refiriendo al
género y no al sexo. Pero este caso y otros parecidos son según él
la demostración de que «el sentimiento íntimo de ser hombre o
mujer respectivamente parece que es congénito en un alto
grado» 231 . O sea, que Brändén da por hecho que las mujeres
guerreras de la cuenca del Amazonas se han sentido hombres de
nacimiento. Pero ¿cómo lo sabe? ¿Y si las guerreras de pelo corto
eran una imagen habitual en el Amazonas y luchar quizá no se veía
como una tarea masculina? Brändén tampoco tiene ninguna
explicación de por qué justamente ahí apareció por azar tal cantidad
de mujeres con una identidad masculina congénita. ¿Acaso las
mujeres que salen a luchar no son mujeres? ¿Por qué Brändén las
excluye de la definición de feminidad en lugar de ampliar su propia
idea de lo que las mujeres pueden hacer y han hecho en la historia?
Así como biólogos como Brändén se han puesto manos a la obra
para descubrir la identidad sexual eterna y natural en el cerebro, los
humanistas viajan por el mundo buscándola en la historia y en otras
culturas. Al releer la historia de Lasse-Maja, el gran ladrón sueco
que a menudo se vestía con ropa de mujer, o del dios Tor y la diosa
Atenea, resulta que en realidad eran trans 232 . Descubrimos que la
reina Cristina en realidad era un hombre ¡porque una figura con
tanta personalidad y poderosa no podía ser una mujer! 233 . De la
misma manera, Juana de Arco, la mujer que lideró un ejército
medieval y lo llevó a la victoria a la edad de diecisiete años y la
mataron por llevar «ropa de hombre», ahora sería un hombre. Como
llevaba pantalones y era tan guerrera, y quizás también le
interesaban las mujeres, tenía que ser un hombre a pesar de que se
llamase a sí misma «doncella» 234 . Actualmente, la soldado sueca
Elisa Servenius aparece en la entrada «LGBT History of Sweden»
en la Wikipedia, aunque sea una mujer y esté casada con un
hombre, únicamente porque fue a la guerra con pantalones. Y la
artista Elisabeth Ohlson Wallin dice haberse dado cuenta de que
muchas mujeres lesbianas de antes «evidentemente no eran ni son
lesbianas, sino hombres trans» 235 . Parece ser que la tesis de que el
individuo puede definirse a sí mismo no tiene validez en la Historia.
El investigador Sam Holmqvist se cuestiona por qué
interpretamos que las mujeres más preeminentes de la Historia son
mujeres si llevaban ropa de hombre. ¿No deberíamos entonces
considerarlas hombres trans o, simple y llanamente, hombres?

¿Dijo algo de que fuera un hombre o que se sintiera como


un hombre? ¿Hizo esa persona algún intento de cambiar su
cuerpo o la manera en que era percibida por los demás?
¿Vivía esa persona como el otro sexo, distinto de aquel con
que le inscribieron al nacer, o hizo algún intento de ocultar el
sexo con el que fue inscrito al nacer? Si la respuesta es sí,
según Cromwell podemos considerar a esa persona como
trans independientemente de que viviera mucho antes que
esta categoría existiera 236 .

Por consiguiente, cualquiera que no haya encajado en los


ceñidos roles sexuales es reinterpretado como si «en realidad»
hubiera nacido con el sexo equivocado y se le expulsa de la historia
de su sexo. La historia del sexo femenino, por tanto, se empobrece
mucho, puesto que todas las valquirias y las reinas, las pensadoras
y las inventoras, las pioneras y las lesbianas de una forma u otra
vivían «como hombres». ¿Eran en realidad todas ellas hombres? Si
es así, la historia de las mujeres eminentes se convierte en la
historia de los hombres.
En la serie de televisión española Las chicas del cable,
ambientada en los años treinta, el espectador puede seguir la vida
de un grupo de telefonistas. Cuando dos de ellas se enamoran, el
espectador piensa que asistirá a una escenificación del amor
lésbico. Pero la cosa solo dura un capítulo. En el siguiente se
introduce un hombre, Miguel, que se junta con las dos mujeres en
un ménage à trois con ardientes escenas de sexo. Y justo cuando
Miguel enferma a causa de su dependencia de las drogas y
desaparece de la serie, y el espectador piensa que volverá el
romance lésbico, una de las dos mujeres cuenta que no se llama
Sara sino Óscar, y le vemos fajarse el pecho, vestirse como hombre
y decir que ahora él y Carlota podrán casarse, «porque no te
casarás con Sara, sino con Óscar». El tema lésbico desaparece con
la misma celeridad con la que se introdujo. En consecuencia, las
lesbianas son borradas póstumamente de la historia. Las mujeres
lesbianas en realidad son hombres, reza la moraleja rancia que
ahora se ha vuelto progresista.
Somos testigos de una especie de revisión de la historia en la
que tradiciones y culturas muy divergentes se incorporan
bruscamente a un único y mismo discurso patriarcal sobre el rol
sexual eterno y congénito. Diferentes culturas son utilizadas en
parte para legitimar el discurso sobre el género congénito (puesto
que las culturas no occidentales figuran en la categoría de
«natural»), en parte para demostrar que Occidente ha llegado más
lejos que nadie en lo que a los derechos humanos se refiere. Solo
hay un problema: los periodistas a menudo descubren otras cosas y
muy diferentes. Las culturas que han institucionalizado
completamente el cambio de sexo como una práctica cultural son
por el contrario las sociedades más patriarcales en la faz de la Tierra
y las que no han llegado muy «lejos» respecto a los derechos de las
mujeres y de los homosexuales. De hecho, el cambio de sexo es
más habitual en Irán y Tailandia.

Los médicos iraníes estuvieron durante mucho tiempo a la


cabeza de las innovaciones quirúrgicas, y después de la revolución
islámica Irán se convirtió muy pronto en el país que realizaba más
operaciones de cambio de sexo de todo el mundo 237 . A muchos
homosexuales se les obliga a someterse a un cambio de sexo, y de
no hacerlo, se arriesgan a la pena de muerte o latigazos 238 . La
homosexualidad es vista como una enfermedad con un único
remedio: la corrección de sexo. El cambio de sexo restablece el
orden heterosexual —ya no se trata de un hombre que desea a otro
hombre, sino de una mujer que desea a un hombre— y muestra su
disposición a someterse a este orden hasta el punto de sacrificar la
propia fertilidad. Al hombre que confiesa a un imán que sueña con
tener relaciones sexuales con otros hombres se le manda a menudo
a una clínica para hacerle un cambio de sexo.
En el país donde la policía moral patrulla por las calles y arresta a
las mujeres que van con la melena descubierta o a los hombres que
llevan cola de caballo la televisión pública emite películas sobre
personas trans. Un hombre que se sometió a una cirugía
feminizante contó en una entrevista que: «todos me trataban como a
un santo. Me admiran y me respetan en un sentido totalmente
distinto» 239 . Una organización LGTBI iraní entrevistó a cien
homosexuales, y resultó que «docenas» de ellos habían sido
obligados a cambiar de sexo contra su voluntad. Muchos lo hacen
para poder casarse, pero entonces tienen que ocultar su identidad
anterior. Es habitual que la gente que es obligada a someterse a una
operación de cambio de sexo se quite la vida 240 . A muchos
periodistas se les ha pasado por alto que un Estado está corrigiendo
la homosexualidad mediante la esterilización de los homosexuales.
En cambio, en muchos artículos sobre el tema Irán es presentado
como «el paraíso trans», un país que se preocupa por los derechos
de las personas trans, aceptando que «el estigma está aún muy
extendido» 241 . «Los derechos de los trans en Irán son únicos en el
mundo», se afirma en un artículo de la revista estadounidense
Quartz 242 . Y en la novela juvenil de Johanna Nilsson Si pudiésemos
intercambiar los cuerpos se le da la vuelta a la historia: Queen O
llega a Suecia porque «en Irán ser como ella, haber nacido con un
cuerpo con el sexo equivocado, se castiga con pena de muerte».
Cuenta: «Seguramente me colgarán, pero no sin antes haberme
violado y torturado durante meses» 243 . Parece que a ningún crítico
le ha llamado la atención la flagrante falsificación de la historia, pero
Nilsson también confunde a los chiíes y los suníes sin que nadie
levante una ceja.
En Afganistán, las bacha posh son un fenómeno relativamente
frecuente: son niñas que se visten como niños durante unos años
para poder moverse libremente en la sociedad. Una familia que
necesita ayuda en la tienda o para tejer alfombras puede decidir
sencillamente que una hija pase a ser un hijo y así puede cambiarle
el nombre y la indumentaria. La periodista Jenny Nordberg, que ha
investigado el fenómeno en su libro Las niñas disfrazadas de Kabul,
dice que las bacha posh han surgido como oposición a las rígidas
normas patriarcales. En parte es una solución práctica para poder
escapar de una segregación sexual restrictiva, en parte es una
manera que tiene la madre de salvar el honor —porque quien solo
tiene hijas sufre la dura condena de la sociedad— y en parte es una
forma ritualizada de invocar un hijo, ya que existe la creencia de que
si uno convierte a una hija en un hijo tiene más posibilidades de
traer al mundo un varón. Nordberg entrevistó a una madre, que le
contó que:

Había una razón más para la transformación, dice Azita


con una risa por lo bajini; se acerca un poco más a mí y en
confianza me dice: «Yo quería enseñarle a mi hija pequeña
cómo es la vida al otro lado». Esa vida podía consistir en
hacer volar una cometa, correr tanto como quisiera, reír a
carcajada limpia y saltar solo porque es maravilloso, trepar
por los árboles y sentarse en una rama [...]. Hablar con la
gente sin miedo, que la gente te escuche y que no te
pregunte qué haces en la calle tú sola y con esa ropa cómoda
que te permite moverte como quieres. Todo lo que sería
impensable para una niña afgana 244 .

En resumidas cuentas, ser una persona. Pero eso solo es posible


hasta que las niñas llegan a la pubertad. Cuando pueden quedar
embarazadas, hay que protegerlas y encerrarlas en casa como a las
demás niñas a la espera de casarse. Nordberg explica que a
muchas niñas les cuesta volver a adaptarse a la vida encerrada.
Algunas se niegan y defienden que son niños; otras sacan provecho
del tiempo que fueron niños y siempre llevarán consigo ese plus de
seguridad en sí mismas. Pero la sociedad no tiene una visión
negativa de la mujer que ha vivido como un niño o la familia que
viste a una hija como a un niño. Es un fenómeno aceptado que
existe en esta zona desde antes de que lo hiciera el islam, según
dicen 245 .

En Albania existía anteriormente una manera de proceder


parecida, aunque no era tan habitual: la «virgen jurada» o
burrnesha, una figura regulada en la kanun, la ley albanesa, desde
el siglo XV: por medio de un juramento delante de los ancianos del
pueblo, una mujer puede ganarse el estatus de un hombre y sus
derechos. Podrá entonces regentar un negocio, fumar, usar reloj y
hasta soltar tacos en voz alta. Se vestirá con ropa de hombre
durante toda su vida y será vista como un hombre en todos los
sentidos excepto uno: el sexual. Es decir, que jura no tener nunca
relaciones sexuales y mantenerse virgen hasta la muerte.
En Irán, Afganistán y Albania el cambio de género es una forma
de integrar la excepción sin cuestionar el orden establecido. Es una
manera de hacer manejable la rebelión. No pasa nada si un hombre
se acuesta con otro si lo hace como mujer. No pasa nada si una
niña juega al fútbol y se pelea mientras lo haga como niño, porque
no es una amenaza para la idea de que las niñas no pueden / deben
comportarse así. Que sea un fenómeno aceptado demuestra que las
personas son totalmente conscientes de que las niñas pueden
pelear y jugar al fútbol, pero que no pueden hacerlo como niñas. La
combinación niña y libertad de movimiento sigue estando prohibida.
La combinación mujer y estatus, mujer y derechos es inexistente.
Según el orden patriarcal ancestral, una mujer no puede regentar un
negocio si no renuncia a su identidad como mujer. También
comprobamos que el cambio de identidad sexual tiene que darse
fuera de la reproducción —o bien antes, como en Afganistán, o bien
en su lugar, como en Albania. ¿Por qué la reproducción? ¿Por qué
una burrnesha debe mantenerse virgen y por qué una bacha posh
no puede seguir siendo un niño cuando le viene la regla? Está claro:
porque la reproducción es fundamental en la construcción de lo que
llamamos género, es la cultura de la opresión de la mujer.

El género es un sistema patriarcal basado en el hecho de que las


personas que dan a luz ocupan un lugar determinado en la
sociedad, y las que fecundan, otro. Un elemento básico del
patriarcado es, a saber, la patrilinealidad: que la herencia pasa de
padre a hijo, lo cual tiene una clara relación con la aparición de la
propiedad privada y la conservación del patrimonio familiar. Si el
hombre tiene el poder y quiere dar su patrimonio al hijo, hay que
controlar la fertilidad de la mujer.
Las sociedades patrilineales han tenido muchas formas de
control de la fertilidad de la mujer: pies atados, prohibición del
aborto, pena de muerte por adulterio y sobre todo la condición de
virgen que nunca se ha aplicado al hombre. Lo que tienen en común
es lo siguiente: el patrimonio pasa por la mujer, y para que el
hombre pueda saber que su hijo es suyo, tiene que estar seguro de
con quién ha estado la mujer. Por eso, «las normas» que rigen la
sexualidad femenina no provienen de ellas mismas sino que son
una función de la sociedad patrilineal. Más que un signo de
apertura, el cambio de género en las mujeres ha sido un instrumento
del patriarcado para manejar la inviabilidad de las propias reglas.
Cuanto más rígidas sean las normas, más difícil será para la
sociedad vivir según su dictamen.
Pero hoy en día estas tradiciones se usan para demostrar que los
roles sexuales son congénitos: esas mujeres sencillamente habrían
obtenido una identidad masculina en el vientre de la madre y la
sociedad los habría «reconocido» sin más. Un periodista de la BBC
opina que la bacha posh es un signo de progreso que viene a
demostrar que «la idea de género ha eludido todo tipo de
limitaciones similares a lo largo de los siglos» 246 . El género aparece
aquí como una fuerza indómita de la naturaleza, que se enfrenta ella
sola a la cultura y a la opresión. Los investigadores afirman que las
bacha posh pueden ser consideradas un ejemplo de «subjetividad
trans» 247 . Y la directora y guionista británica Isla Badenoch llora por
la burrnesha como una «tradición trans en vías de extinción». Pero
¿por qué han desaparecido las burrneshas mientras que las bacha
posh perviven? Pues porque en la Albania actual las mujeres
pueden regentar un negocio, llevar pantalones y moverse
libremente, mientras que en Afganistán todavía no es posible.
Nuestros cromosomas son los mismos, pero la sociedad ha
cambiado y, en consecuencia, también nuestra idea de qué es una
mujer.
Pero en el pensamiento contemporáneo, las formas de expresión
y las conductas transgresoras de género ya no son, como en el caso
de Butler, una forma de desestabilizar el vínculo sexo-género, ya no
son una rebelión contra la opresión, sino que expresan la verdad
sobre el individuo. Uno ya no construye su género, sino que es su
género, y la identidad de género es eterna y no se puede cambiar.
Uno nace con ella y después se mantiene intacta durante el resto de
su vida. No le afectan ni la pubertad, ni las circunstancias vitales, ni
el desarrollo social ni la concepción cultural del sexo. Ni siquiera un
aumento de más del 1.000 por 100 de personas que quieren una
reasignación de sexo se puede considerar como un cambio por
parte de la sociedad —siempre se ha sentido así el mismo número
de personas, lo que pasa es que hasta ahora eran invisibles.
Este es el típico ejemplo de una cosmovisión metafísica. Todo lo
que existe ha existido siempre, nada puede ser creado o
transformado. Todo es susceptible de visualizarse u ocultarse,
permitirse o prohibirse. La naturaleza humana es fija. Esta
cosmovisión metafísica, tal como la describió Friedrich Engels,
implica

el hábito de enfocar las cosas y los procesos de la naturaleza


aisladamente, sustraídos a la concatenación del gran todo;
por tanto, no en su dinámica, sino enfocados estáticamente;
no como sustancialmente variables, sino como consistencias
fijas; no en su vida, sino en su muerte 248 .

A diferencia de la visión dialéctica del mundo que pone el foco


precisamente en el cambio, en el movimiento —¿adónde va el
mundo?—, la cosmovisión metafísica es incapaz de comprender los
cambios. Por esta razón tampoco ve su propio rol en el cambio.
Consolida el statu quo como eterno.

214 «Las 20 mejores frases de La Veneno por las que siempre la recordaremos»,
Bekia.es, 11/11, 2016.

215 Cristina Ortiz y Valeria Vegas, ¡Digo! Ni puta, ni santa. Las memorias de La
Veneno, Cedro, 2016.
216 Comentario en Instagram de Irene Montero, https://www.instagram.
com/p/CGb-j5-iyZA/.

217 Leslie Feinberg, Transgender Warriors. Making History from Joan of Arc to
RuPaul, Beacon Press, 1996, pág. 101.

218 Sheila Jeffreys, Gender Hurts. A Feminist Analysis of the Politics of


Transgenderism, Routledge, 2014, pág. 153.

219 Leslie Feinberg, Transgender Warriors..., op. cit., pág. 102.

220 Staffan Beckman, Till Jerusalem, Arbetarkultur, 1989, págs. 207-208.

221 Ibíd., pág. 259.

222 Ibíd., pág. 233.

223 Ibíd., pág. 10.

224 Ibíd., págs. 36 y 228.

225 Ibíd., pág. 38.

226 Staffan Beckman, Freak, Books On Demand, 2013, pág. 59.

227 Afsaneh Najmabadi, Professing Selves. Transsexuality and Same-Sex Desire


in Contemporary Iran, Duke University Press, 2014, pág. 40.

228 Ibíd., pág. 41.

229 Johan Ehrenberg, Könsbytet. Mörka berättelser från en annan värld, ETC
förlag, 2004, pág. 109.

230 Henrik Brändén, Själens biologi..., op. cit., pág. 276.

231 Ibíd., pág. 277.

232 Sobre estas relecturas, véase por ejemplo Sam Holmqvist, Transformationer.
1800-talets svenska translitteratur genom Lasse-Maja, C.J.L. Almqvist och Aurora
Ljungstedt, Makadam, 2017, pág. 29.

233 Loretto Villalobos, «Transmannen Kristina får liv», Aftonbladet Kultur, 3/3,
2017.

234 Emilia Philomena Sanguinetti, Joan of Arc. Her Trial Transcripts, Little Flower
Publishing, 2016.
235 Elisabeth Ohlson Wallin, «Transpersonen är Guds gåva till mänskligheten»,
Expressen Kultur, 28/2, 2018.

236 Sam Holmqvist, «Att skriva transhistoria – Cisnormativitet och historiens


könsöverskridare», Tidskrift för genusvetenskap, 2016, núm. 37(4).

237 Neha Thirani Bagri, «“Everyone Treated Me Like a Saint” – in Iran, There’s
Only One Way to Survive as a Transgender Person», Quartz, 19/4, 2017.

238 Mohammadrasool Yadegarfard, «Are Iranian Gay Men Coping with


Systematic Suppression Under Islamic Law? A Qualitative Study», Sexuality and
Culture, 20/5, 2019.

239 Neha Thirani Bagri, «“Everyone Treated Me Like a Saint”...», art. cit.

240 Johan Bergendorff, «Transparadiset Irans mörka baksida», Sveriges Radio,


6/12, 2019. «“Everyone Treated Me Like a Saint”...», art. cit.

241 Neha Thirani Bagri, «“Everyone Treated me Like a Saint”...», art. cit.

242 Ibíd.

243 Johanna Nilsson, Om vi bara kunde byta kroppar med varandra, Rabén och
Sjögren, 2018, pág. 9.

244 Jenny Nordlund, De förklädda flickorna i Kabul, trad. de Ann-Marie Ljungberg,


Albert Bonniers förlag, 2015, pág. 25.

245 Zarifa Sabet, «Bacha Posh: An Afghan Social Tradition Where Girls Are
Raised as Boys», The Newsminute, 2/3, 2018.

246 Catriona White, «A Gender Mindbender», BBC, 7/3, 2018.

247 Julienne Corboz, Andrew Gibbs y Rachel Jewkes, «Bacha Posh in


Afghanistan. Factors Associated with Raising a Girl as a Boy», Culture, Health &
Sexuality, 2019; DOI: 10.1080/13691058.2019.1616113.

248 Friedrich Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico, trad. de


Grupo de traductores de la Fundación Federico Engels, Fundación Federico
Engels, 2006, pág. 58.
SEGUNDA PARTE
O niña o niño. Los 71 géneros se
convierten en dos
Cuando el Estado reasigna el sexo
¡Hola, que tal! A lo largo de mis doce años
de vida me he sentido como un chico en un
cuerpo de chica. Quiero ponerme ropa de la
«sección de chico» y quiero tener el carácter de
un chico en diferentes situaciones. Intento
esconder el pecho y la regla me provoca
ansiedad. Me siento fatal psicológicamente por
haber nacido chica, pero no me atrevo a
contárselo a nadie. ¿Cómo podría explicar que
soy trans?

Mi nombre es Hasselfjäl

Fox responde: ¡Hola! Entiendo que quieras


contar que eres un chico porque es muy duro
para ti tener un cuerpo de chica ahora que
llegas a la pubertad, y quizás también quieras
que los demás te vean como lo que tú te
sientes. Pues, ¡ármate de valor! Explícaselo a
alguien que sepas que te va a apoyar.
Recuerda que tienes derecho a ser quien eres y
a que te respeten por ello. Cuéntaselo a tus
padres cuando te sientas preparado. Te pueden
ayudar a ir al médico de la escuela y luego al
centro de atención trans. De esta manera
recibirás la ayuda que necesitas para poder ser
el chico que eres y de la manera que deseas.

«Kropp och knopp», Kamratposten 249 , 2018 250


De pronto están en todas partes: niños y jóvenes que desean la
reasignación de sexo. En Estados Unidos se abren nuevas clínicas
cada año y aun así no dan abasto para responder a todas las
demandas de tratamiento hormonal y operaciones que reciben. En
Suecia el número de niños y jóvenes con diagnóstico de disforia de
género ha aumentado en más del 1.000 por 100 en la última
década. Además, cada vez son más pequeños. Hace quince años
apenas había un diagnóstico de disforia de género al año en la
franja de entre los diez y los doce años. Ahora son unos cuantos a
la semana 251 .
Y casi todos son chicas.
Antes los que cambiaban de sexo eran sobre todo hombres
mayores. La gran mayoría piensa en un hombre mayor cuando oye
la palabra «transexual»; los travestis y más adelante las mujeres
trans son los que han escrito la historia, y sobre todo: las
investigaciones científicas se han centrado en ellos. Deberíamos
preguntarnos por qué hay tan pocas mujeres que quieran cambiar
de sexo, decía la pensadora Toril Moi en 1999 252 .
Pero ahora ha ocurrido algo histórico. La mayoría de los que se
dirigen a las clínicas son niñas en la adolescencia temprana. En
Suecia hay más chicas que chicos en la edad comprendida entre los
trece y los diecinueve a los que se les ha recetado hormonación 253 .
Las solicitudes al registro para cambiar el sexo jurídico han
aumentado de 10 a 15 por año a 446, más de un 4.000 por 100 254 .
El incremento es más acusado en las grandes ciudades: en
Estocolmo el número de niñas entre quince y diecinueve años con
diagnóstico de trastorno de género ha aumentado un 8.250 por 100
desde 2006 255 . Se puede observar el mismo fenómeno en otros
países occidentales. En Gran Bretaña el número de chicas jóvenes
que han recibido tratamiento para la disforia de género ha
aumentado un 4.400 por 100 en la última década 256 .
Podría ser un signo positivo de demostración de que la sociedad
se ha vuelto más abierta y tolerante. ¿Quizás siempre han sido
tantos los que han querido cambiar de sexo pero han vivido con ese
estigma y esa negación y no han osado contarlo? Para muchos ha
sido innegablemente así. Pero ¿eso podría explicar la totalidad del
incremento?
Cuando la doctora e investigadora estadounidense Lisa Littman
estudió los casos de niños y jóvenes que se habían dirigido a las
unidades de atención trans, vio que tenían mucho en común. El 82,8
por 100 eran niñas, y, a diferencia de lo que prescriben los criterios
para el diagnóstico —que la persona debe «haber experimentado la
pertenencia al otro sexo desde hace mucho tiempo»—, la nueva
disforia de género aparece a menudo sin indicios previos. Ese
deseo repentino de cambiar de sexo les suele coger por sorpresa a
las familias. En una antología, los padres de Anna, una niña sueca
de trece años, cuentan que:

Cuando Anna tenía once años, le regalamos un


smartphone y dejó de entrenar, dejó de salir, dejó de traer
amigos a casa. Con la llegada del smartphone, pasaba más
tiempo en su habitación con el teléfono. De alguna manera
estaba «ausente». No sabemos qué pasó, pero en poco
tiempo sufrió una transformación. Empezó a interesarse por
los cómics japoneses, el cosplay, hizo nuevos amigos en
internet y poco después me dijo: «Mamá, soy un niño» 257 .

Los padres cuentan que no sabían qué creer, ya que Anna no


había dado muestras de insatisfacción con su sexo antes; pero les
mandó un sms en el que les decía que a partir de ese momento
tenían que referirse a ella como «él» aunque fueran personas cis y
no entendieran su situación. A partir de ese momento todo fue muy
rápido: Anna se compró unos binders para ocultar el pecho y ella
misma se puso en contacto con el centro de salud. Los padres
creyeron que ahí estaría en buenas manos. Le contaron al
especialista que les atendió que creían que el desencadenante
podía ser que le hacían bullying en la escuela, pero la respuesta que
recibieron fue que no tenían una hija, sino un hijo que se llamaba
Jaako. La solución al problema de Jaako era frenar la pubertad con
inyecciones. «Rogamos y suplicamos a la clínica que se detuviera a
analizar por lo que Anna había pasado, ya que podrían sacar
información sobre por qué había cambiado tan deprisa y de repente
pensaba que era un chico [...]. Nadie nos escuchó».
No solo se diagnostica la disforia de género con gran celeridad,
sino que el tratamiento está a la vuelta de la esquina. Se ha pasado
de un seguimiento médico a las personas con disforia de género,
que era un proceso complejo y frustrante y cuyos exámenes
tardaban años, a todo lo contrario. En Estocolmo, se tarda unos
siete meses de media desde la primera consulta hasta que se inicia
el bloqueo de la pubertad o el tratamiento hormonal 258 . Sanidad ha
adoptado las tesis del lobby WPATH (World Professional Association
for Transgender Health) sobre «la atención afirmativa», lo que
significa afirmar la visión del paciente. Si el paciente quiere recibir
tratamiento, no se podrá cuestionar bajo ninguna circunstancia; e
incluso en los casos en que el paciente dude, muchas clínicas
estadounidenses recomiendan poner en marcha el tratamiento
mientras la persona se lo piensa. Pocas son las instancias a las que
se puede dirigir un joven y que se nieguen a proporcionarle una
atención afirmativa, tal y como demuestra la carta de respuesta de
Kamratposten en el encabezamiento del capítulo. A la chica de doce
años que se siente chico porque le gusta más la ropa de la «sección
de chico» no le aconsejan pensárselo con calma y tranquilidad ni le
dicen que en realidad no hay ropa para chicos o para chicas. El
consejero del Kamratposten le recomienda acudir directamente a la
unidad de atención a las personas trans para que le «ayuden a
convertirse en quien es» 259 .
En el siglo XXI se han abierto centros dedicados a la identidad de
género en diversas ciudades suecas y algunos más están
planificados. En 2016 se inauguró Anova, el centro de atención
médica trans en Estocolmo del hospital Karolinska. «Nace una
estrella», anunció el Karolinska, mientras un grupo de música
tocaba en directo y la consejera de Sanidad de la diputación, Anna
Starbrink, cortaba la cinta en otra localidad, lejos del arco iris. Las
dependencias se ubicaron en otra localidad, lejos del hospital, ya
que «la intención era mostrar a las claras que se dejaba atrás la
estigmatización y la marginación y por esta razón se abría el centro
en unas instalaciones nuevas, con un aire de renovación y de
frescor» 260 . También se creó un departamento especial, el Kid-
Team, destinado a niños y jóvenes.
Muy pronto Anova fue conocido en todo el país como el lugar
donde era más fácil y más rápido recibir tratamiento. La clínica tiene
como principio no rechazar a ningún paciente, y en su página web
explican que: «Durante el examen y el seguimiento de cada caso no
intentamos nunca cuestionar ni desafiar los sentimientos íntimos del
individuo» 261 . Actualmente hemos pasado de una serie de
exámenes que trataban de averiguar si el paciente «realmente» era
transexual a todo lo contrario. El paciente establece él mismo el
diagnóstico, independientemente de la edad, y qué cuidados debe
recibir en consecuencia.
Anova tiene una explicación contradictoria acerca de qué es lo
que tratan en el centro. Por un lado afirman que la identidad de
género es biológica: «Cada vez hay más estudios que sostienen el
modelo de explicación biológica, que indica que la identidad de
género se establece en el estadio fetal». Por otro lado, no logran
ubicar esa identidad en el cuerpo y dicen que tampoco saben de
qué depende el diagnóstico que ellos mismos se han especializado
en tratar: «No sabemos lo que causa la disforia de género. Los
estudios científicos actuales apuntan a que algo sucede en el
desarrollo del cerebro durante la vida fetal». Sin embargo, no se
concreta qué es ese «algo», y tampoco disponen de los métodos
científicos para hallarlo: «Probablemente la transexualidad es una
variante normal de la conducta humana que se establece en la fase
temprana del desarrollo» 262 .
La clínica Anova dice que tampoco sabe por qué han aumentado
drásticamente las solicitudes estos últimos años. Algunas
explicaciones posibles son que a las personas con enfermedades
mentales ya no se les impide solicitar tratamiento, lo cual «es
positivo», o que «la población sueca aumenta y la tasa de natalidad
entre los años 1988 y 1991 es elevada», asimismo se puede
observar que «desde la década de los ochenta las cifras de
diagnósticos de Transexualidad [sic] son altas en Islandia y en
Taiwán» 263 . No queda claro qué tienen que ver Islandia y Taiwán
entre sí o con Suecia. Como tampoco por qué el incremento de la
tasa de natalidad a finales de los ochenta (7 por 100) explicaría un
aumento de más de 1.000 por 100 en el número de solicitudes, hoy
en día, de los nacidos en el siglo XXI 264 . No obstante, en Anova
están convencidos de una cosa: de que «la disforia de género
comporta un gran sufrimiento para el individuo y las medidas que se
aplican en la reasignación de sexo son un tratamiento eficaz». A
continuación veremos qué ocurre.

249 Kamratposten es una revista destinada a los adolescentes que trata sobre
diferentes temas relacionados con esta edad. «Kropp och knopp» es su sección
dedicada al cuerpo. Los adolescentes pueden escribir cartas y pedir consejo y
reciben una respuesta por parte de un especialista, como en este caso. (N. de la
T.).

250 «Kropp och knopp, Fox Foxhage svarar på läsarnas frågor», Kamratposten,
2018, núm. 6, 18.

251 Base de datos estadística del Departamento de Salud y Bienestar Social:


Diagnósticos, únicamente atención primaria especializada, número de pacientes,
F64 Trastornos de identidad de género. Nivel estatal, Edad: 10-14, 2006-2019,
leído el 25/11, 2020.

252 Toril Moi, What Is a Woman?, op. cit., pág. 116.

253 «Läkemedelsstatistik antalet patienter G03BA03 testosteron, Stockholms län,


ålder 15-19», Agencia de Medicamentos.

254 http://www.anova.se/TM3.htm.

255 Base de datos estadística del Departamento de Salud y Bienestar Social:


Diagnósticos, únicamente atención primaria especializada, número de pacientes,
F64 Trastornos de identidad de género. Región de Estocolmo, edad: 15-19, 2006-
2019, leído el 25/11, 2020.
256 Stella O’Malley, «Trans Kids. It’s Time to Talk», en Michele Moore y Heather
Brunskell-Evans, Inventing Transgender Children and Young People, Cambridge
Scholars, 2019, pág. 153.

257 Michele Moore, «Rapid Onset Gender Dysphoria», en Michelle Moore y


Heather Brunskell-Evans, Inventing Transgender Children..., op. cit., pág. 242.

258 http://www.anova.se/TMQA.htm.

259 «Kropp och knopp, Fox Foxhage svarar på läsarnas frågor», Kamratposten,
2018, núm. 6, 18.

260 «En stjärna föds» – Inauguración de ANOVA; https://nyheter.ki.se/en-stjarna-


fods-invigningen-av-anova.

261 http://www.anova.se/TM3.htm.

262 Louise Frisén et al., «Multidisciplinärt samarbete har gett bättre kun-
skapsläge», Läkartidningen, 2019, 116: FR6M.

263 http://www.anova.se/TM3.htm.

264 SCB, Evolución demográfica: nacimientos, defunciones, inmigrantes y


emigrantes, matrimonios y divorcios, 1749.2018.
«A los médicos se nos hace la boca agua ante la
posibilidad de bloquear la pubertad...»
En el caso de que un niño que está entrando en la pubertad
sienta una aversión creciente hacia su sexo, los Servicios Sociales a
día de hoy recomiendan que se detenga la pubertad por la vía
médica 265 . Cuando la pubertad conlleva «una presión psicológica»,
impedir el desarrollo sexual puede «disminuir el sufrimiento». No
obstante, hay que hacerlo pronto, a menudo antes de los doce años
en el caso de las niñas, porque si la pubertad ha llegado demasiado
lejos, resulta «más difícil percibirse de acuerdo con la propia
identidad de género en la edad adulta». Por esta razón, los
Servicios Sociales recomiendan aplicar estas medidas antes de que
el pecho o el pene se desarrollen. Es en este momento cuando
debería ofrecerse el «tratamiento hormonal bloqueador de la
pubertad con análogos de la GnRH para reducir el sufrimiento y el
riesgo de alteraciones psíquicas».
Frenar la pubertad es descrito como un respiro inofensivo que se
puede aplicar mientras el niño se da tiempo para pensar qué género
quiere ser. Es necesario que se aplique, dicen los protocolos de los
Servicios Sociales, incluso cuando la disforia de género no está
confirmada. Si los senos y el pene no llegan a desarrollarse se
obtendría una «buena base» para establecer una opinión
posteriormente. Entonces «la juventud tiene la oportunidad de
explorar más su identidad de género y el joven cuya disforia de
género, contra pronóstico, no se mantiene puede interrumpir la
medicación, con lo cual se reinicia el desarrollo de la pubertad de su
cuerpo».
Los Servicios Sociales no mencionan que la medicación que
recomiendan no tiene la aprobación para tratar la disforia en
menores. En realidad, es un tratamiento médico contra el cáncer de
próstata que tiene como consecuencia que cesa el 95 por 100 de la
producción de hormonas sexuales. El uso en menores está
restringido a la afección extremadamente poco frecuente de
pubertad precoz, definida como el inicio de la menstruación en las
niñas y el aumento de tamaño de los testículos en los niños antes
de los nueve años. Por eso se pueden administrar los análogos de
la GnRH para demorar la pubertad, aunque por un tiempo limitado y
solo en algunos casos aislados durante más de un año. Incluso en
estos casos de pubertad precoz, el médico recomienda «esperar un
poco y ver si la situación se mantiene realmente» 266 . La dosis
recomendada es la más pequeña posible: 3,75 miligramos, de los
que únicamente se administrará la mitad en caso de que el niño
pese menos de treinta kilos 267 .
Esto quiere decir que se medica off label a niños con disforia de
género. Off label significa que se administra un medicamento para
una patología o a un colectivo para los cuales no está aprobado. No
está prohibido —los médicos pueden usarlo—, pero la empresa
farmacéutica no tiene permiso para comercializarlo, puesto que no
se ha demostrado que sea ni seguro ni eficaz para esta finalidad
específica. En consecuencia, ni las farmacéuticas ni las agencias
del medicamento estatales disponen de estadísticas sobre sus
secuelas. Tampoco se informa de los efectos secundarios, y las
compañías de seguros no cubren a los pacientes, no se
responsabilizan de su aplicación y no responden a las preguntas
sobre este grupo de pacientes... aunque ganen dinero a su costa.
Cuando contacté con Ipsen, el fabricante de Pamorelin, uno de los
análogos de la GnRH más comunes en Suecia, me respondieron
que desconocían cómo se usa con niños y jóvenes con disforia de
género, ya que «la disforia no consta como indicación» y «no hemos
llevado a cabo ninguna investigación sobre disforia de género» 268 .
En una conferencia para maestros de escuela suecos, el doctor
Olle Söder, de Anova, contó que la clínica receta inyecciones de
11,25 miligramos de Pamorelin a niños con disforia de género 269 .
Sin embargo, la Agencia del Medicamento desaconseja
taxativamente administrar esta dosis a menores. En el prospecto del
producto leemos que: «No se ha podido establecer el nivel de
seguridad ni sus efectos en recién nacidos, bebés, niños y jóvenes.
En consecuencia, no debe administrarse la dosis de 11,25 mg de
Pamorelin a pacientes de estas edades» 270 .
El preparado, dice la Agencia del Medicamento, solo se ha
testado en «hombres voluntarios de edades comprendidas entre los
20 y los 22 años», y «no está indicado para las mujeres».

¿Cómo hemos llegado a este punto?


Fue en Ámsterdam, a finales de la década de los noventa,
cuando a dos endocrinólogas se les ocurrió que los análogos de la
GnRH podían utilizarse para evitarles la pubertad a los niños 271 .
Henriette Delemarre-van de Waal y Peggy Cohen-Kettenis fundaron
juntas una gender identity clinic e iniciaron algo así como una
revolución. Nunca antes la identidad de las personas había sido el
objetivo de una clínica. Ciertamente, en Estados Unidos habían
existido especialistas en cambio de sexo desde los años sesenta,
pero eran clínicas de cirugía plástica para adultos.
Ahora la idea era otra: empezar pronto. Impidiendo el desarrollo
sexual ya antes de que se hubiera iniciado, se le proporcionaba al
paciente la oportunidad de «pasar por» el género deseado. Así, los
niños no desarrollarían nunca la nuez de Adán ni darían el estirón
de la pubertad, y a las niñas ni les vendría la regla ni les crecería el
pecho. Delemarre-van de Wall y Cohen-Kettenis probaron los
bloqueadores en una niña de trece años que más tarde se operó
para cambiar de sexo a los dieciocho. El resultado se publicó en un
estudio que tuvo un gran impacto, y en toda Europa se empezó a
hablar del «protocolo holandés» para el tratamiento de la
transexualidad en menores.
El «protocolo holandés» supone administrar los bloqueadores
hacia los doce años, las hormonas a los dieciséis y el cambio de
sexo total hacia los dieciocho 272 . La televisión británica hizo un
documental sobre los niños de su país que iban a Holanda y veían
con envidia que sus coetáneos holandeses se libraban de pasar la
pubertad 273 . Cohen-Kettenis ocupó un cargo en el lobby WPATH, la
organización que publica las directrices sobre la atención médica a
los trans.
La industria farmacéutica empezó a poner los ojos en esta
revolución. Ferring Pharmeceuticals, propiedad del «millonario de
las pastillas», el sueco Fredrik Paulsen, patrocinaba los congresos
con Delemarre-van de Waal y de Cohen-Kettenis como
conferenciantes principales 274 . En Ferring fueron pioneros en la
investigación sobre las hormonas en los años cincuenta, y dado que
fabricaban la GnRH, vieron la oportunidad de ser los primeros en
apostar. Empezaron a patrocinar también los trabajos de
investigación de Delemarre-van de Waal y Cohen-Kettenis, lo cual
explica por qué esta pareja es autora de la mayor parte de los
estudios sobre el tema: la financiación que reciben les permite
producir varios al año.
Los estudios tienen dos elementos en común: casi todos exponen
los efectos positivos de los bloqueadores y en casi todos aparece el
agradecimiento hacia Ferring Pharmaceuticals por haber hecho
posible el estudio. Ferring también era el patrocinador principal del
congreso del colegio de ginecólogos de Estados Unidos que se
clausuró con el pronunciamiento de que la sanidad pública debe
financiar la atención médica a los trans 275, 276 . Ferring donó
también más de 250.000 libras al Partido Liberal Demócrata, que
tres años después exigió el «derecho» de los niños trans a que se
les recetara bloqueadores de la pubertad 277 . Sin embargo, el mismo
Ferring dijo que su apoyo era un no al Brexit 278 . Otras empresas
farmacéuticas no quisieron ser menos. Pfizer, AbbVie y otras
entraron en el juego y empezaron a patrocinar estudios y congresos
acerca de la formación médica en temas de género 279 . Sin este
gran apoyo, esta cuestión no hubiera crecido tan rápidamente.
Entonces entró en escena el endocrinólogo estadounidense
Norman P. Spack, quien se ve a sí mismo como el padre de la
revolución trans y da Ted-talks con el título «How I help transgender
teens become who they want to be». Otros, más prosaicos, le
llaman «el profeta hormona». Spack enseguida se dio cuenta del
potencial de los bloqueadores y empezó a usarlos con sus pacientes
del hospital de Boston. Poco después, en 2007, abrió la primera
clínica pediátrica de cambio de sexo de Estados Unidos (hoy en día
hay hasta ochenta). Spack cuenta que los padres llegaban en
manadas desde todos los rincones del país para que sus hijos
recibieran tratamiento, y que su mantra era: «¿Por qué esperar?».
Cuanto antes se hormonen, mejor será el resultado, según Spack,
quien a menudo presume de haber conseguido reducir en diez
centímetros la altura prevista de un joven 280 .
En su opinión, no es necesario un examen médico más a fondo
de los niños y jóvenes con disforia de género. El tratamiento ya es el
propio examen: «Si una niña empieza a sentir que le salen los
pechos y se los quiere cortar, probablemente sea una persona trans.
Si el medicamento [los bloqueadores de la pubertad] le procura una
sensación de liberación, se confirma el diagnóstico» 281 .
El gran obstáculo, publicó Spack en el 2008, es el precio de estos
medicamentos. Pocos padres se lo pueden permitir, y Spack se
lamentaba: «A los médicos se nos hace la boca agua ante la
posibilidad de aplicar el protocolo holandés para bloquear la
pubertad, pero no tenemos el permiso de las aseguradoras médicas,
que son las que deberían pagar estos tratamientos tan caros» 282 .
Esto pronto cambiaría. Cuando tanto él como Cohen-Kettenis y
Delemarre-van de Waal ocuparon un asiento en la junta directiva de
la asociación internacional de endocrinólogos, The Endocrine
Society, pudieron incluirlo en las directrices de la atención médica a
los niños trans 283 . Entre los estudios citados que demostrarían que
los bloqueadores funcionan no son pocos los firmados por ellos
mismos. Y cuando Cohen-Kettenis estuvo en la junta directiva del
lobby WPATH y participó en la redacción de sus directrices, los
bloqueadores también se incluyeron en la lista. En este caso,
también con sus propios estudios como bibliografía de referencia.
Asimismo, Cohen-Kettenis constaba también como referencia
cuando el DSM-5, el manual diagnóstico de los trastornos mentales
a nivel internacional, se revisó a principios del siglo XXI y se dio a la
disforia de género pediátrica una categoría propia. Ocho son los
criterios para diagnosticar la disforia de género, de los cuales cinco
hacen referencia a los roles de género. Por ejemplo, que el niño
juegue con amigos del sexo opuesto, que le gusten los juguetes
considerados como pertenecientes al sexo opuesto y que le guste la
ropa del sexo opuesto 284 . Después de que muchas organizaciones
internacionales se pronunciaran a favor de que los niños con disforia
de género fueran tratados con bloqueadores y con hormonas, los
estados y las compañías de seguros empezaron a costear estos
tratamientos.
A partir de este momento, se impuso la idea general de que se
tenía que intervenir cuanto antes mejor. Anteriormente se decía que
lo mejor era esperar, puesto que la mayoría de los que
experimentan disforia de género al inicio de la adolescencia lo
superan cuando crecen. Las diferencias entre niños y niñas son
mínimas, ya que es en la pubertad cuando el sexo físico se hace
evidente.
Spack y los demás pioneros defendían en cambio que la
identidad de género era permanente. Si se podía detectar en la
adolescencia, probablemente se mantendría siempre 285 . Sus
estudios demostraban que todos los niños que habían tomado
bloqueadores pasaban más adelante al tratamiento hormonal
cruzado y finalmente a la operación de cambio de sexo, y que nadie
abandonaba durante el proceso. Y en caso de arrepentimiento, no
habrían sufrido ningún daño, porque los efectos de los
bloqueadores, repetían una y otra vez, eran totalmente reversibles.

Esto se convirtió en una verdad. Que los bloqueadores de la


pubertad eran seguros, inofensivos y reversibles constaba por
escrito en las directrices de la WPATH y de la asociación de
endocrinólogos, y esta información se fue replicando. Un
documental de la BBC explicaba de forma muy pedagógica que era
como apretar la tecla de pausa (y la tecla aparecía en la imagen), y
si más adelante uno quería retomar la pubertad, apretaba la tecla de
play (y en la imagen aparecía la tecla) 286 .
Son varias las ventajas de empezar pronto, decían Cohen-
Kettenis y Delemarre-van de Waal en 2008 287 . Habían observado
que las personas que acudían a la clínica eran cada vez más
jóvenes y que «no quieren esperar muchos años» sino que desean
empezar el tratamiento de inmediato. Eran personas informadas,
conscientes y tenían el apoyo de sus padres. Si estos niños se
libraban de desarrollar el pecho o el vello facial, les sería más fácil
«pasar por» lo que deseen en el futuro. Y cuanto más fácil les fuera
«pasar por» el género deseado, menor sería el riesgo de ser
víctimas de la discriminación y la violencia. Pero empezar pronto
tenía desventajas, por ejemplo, si un pene no llega a desarrollarse
nunca del todo, no hay material suficiente para hacer una vagina;
aunque lo importante no era tener un órgano funcional, sino «pasar
por» a los ojos del entorno.
Desde entonces la cosa ha venido rodada. El 2010 el Sistema de
Salud Británico decidió realizar un ensayo con bloqueadores con
cincuenta niños. El resultado demostró que los niños manifestaban
menos problemas de comportamiento y más seguridad en sí
mismos, pero al mismo tiempo tenían más propensión al suicidio y
su salud física y mental empeoraba. A pesar de la poca claridad del
resultado, en 2014 se decidió darle el espaldarazo definitivo y se
empezaron a recetar bloqueadores de la pubertad a cualquier
edad 288 .
La información que Anova da a sus pacientes y a la sociedad
sueca es que «el tratamiento [es] seguro y está comprobado» 289 . El
último posicionamiento de los endocrinólogos es que todos los niños
deben ser tratados con bloqueadores hasta que hayan averiguado
qué pubertad desean tener, si la masculina o la femenina 290 .
Sin embargo, aún no tenemos estudios a largo plazo sobre qué
pasa cuando se detiene totalmente la pubertad. Los estudios
pediátricos tratan a niños a los que se les ha demorado la pubertad,
pero desconocemos todavía cómo afecta al cuerpo interrumpir el
proceso por el que se pasa de niño a adulto. La mayoría de los
trabajos existentes sobre los análogos de la GnRH están hechos
con adultos y demuestran que están muy lejos de ser un tratamiento
seguro y reversible, como afirma la clínica Anova. Los efectos
secundarios más frecuentes entre los hombres son «cansancio,
sofocos, bajada de la libido y un empeoramiento de la calidad de
vida, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, pérdida
de densidad ósea y un elevado riesgo de fractura de hueso» 291 .
Según la Agencia del Medicamento, el consumo crónico de este
medicamento conduce a «la atrofia de los órganos sexuales», es
decir, que el pene y los testículos se encogen 292 . Más de una de
cada diez mujeres padecen hemorragias. Se ha constatado que
especialmente las que lo tomaron al inicio de la pubertad padecen
osteoporosis, piorrea dental e intentos de suicidio 293 . Una secuela
bastante común es la pérdida del deseo sexual —razón por la cual
se administra este medicamento a los delincuentes sexuales
estadounidenses. Las estadísticas de la Agencia Estadounidense
del Medicamento sobre casos de suicidio y los informes
relacionados con los análogos de la GnRH han aumentado
considerablemente desde 2010, pero es difícil determinar por qué, y
como solo se registran los casos en que la prescripción ha sido
aprobada, los niños y los jóvenes con disforia de género no
aparecen en las estadísticas 294 .
Recetar bloqueadores a un adulto que ya ha pasado por la
pubertad es una cosa, pero interrumpir del todo el proceso natural
de la pubertad es otra, y conlleva que la nuez de Adán o el pecho no
crezcan, que la voz no cambie, que los órganos sexuales, los
ovarios y la matriz no se desarrollen, ni el esqueleto, ni tampoco las
caderas, y que no se inicie la menstruación. Pero también puede
comportar la obstrucción del desarrollo del cerebro. Los estudios
muestran que los bloqueadores pueden deteriorar la memoria y
otras funciones cerebrales, y que a largo plazo la memoria no
mejora al finalizar el tratamiento 295 . El estudio de un caso brasileño,
el de un niño al que le administraron bloqueadores durante dos años
y cuatro meses, concluye que el coeficiente intelectual había bajado:

Se puede observar una bajada general del coeficiente


intelectual. Al término de veintiocho meses de tratamiento, la
velocidad de procesamiento cognitivo y de las funciones de la
memoria es más reducida que antes del tratamiento con
bloqueadores de la pubertad 296 .

Por lo tanto, el desarrollo mental no solo se estancó, sino que


retrocedió.
Se recomienda no utilizar medicamentos off label, afirma el
Departamento del Medicamento, pero se puede hacer en los casos
en que no haya alternativa. Si se carece de los suficientes
conocimientos ni experiencia probada, se deberá administrar solo en
el marco de estudios clínicos. Eso significa que se analizará a
grupos de personas sanas en cuatro fases y se hará un seguimiento
exhaustivo de los resultados. Respecto a una prescripción de más
envergadura, la agencia subraya la importancia de hacer un
seguimiento de la seguridad del medicamento por medio de un
registro, por ejemplo, y notificar los casos de efectos secundarios
sospechosos 297 .
¿Cómo sigue la Sanidad sueca la evolución de los niños y los
jóvenes con disforia de género que reciben análogos de la GnRH?
La respuesta es: de ninguna manera.

265 «God vård av barn och ungdomar med könsdysfori. Metodbeskrivning och
kunskapsunderlag», Departamento de Salud y Bienestar Social, 2015, págs. 33-
34.

266 Mats Halldin, «För tidig pubertet», netdoktor.se.

267 Agencia de Medicamentos, prospecto, Pamorelin 3,75 mg en polvo y solución


líquida, suspensión inyectable, L02AE04, Triptorelin.
268 Correo electrónico de Erik Sandberg, Ipsen Nordics, 20/12, 2019.

269 Olle Söder, «Könsidentitet ur endokrinologiskt perspektiv», conferencia en la


Asociación de Pediatras Escolares, en Gävle, 2017, koxxnsdysfori-gaxxvle-feb-
2017.pdf (slf.se).

270 Agencia de Medicamentos, prospecto, Pamorelin 11,25 mg en polvo y


solución líquida, suspensión inyectable, L02AE04, Triptorelin.

271 First Biennial Conference, «Transgender health care in Europe», EPATH


2015, págs. 16-17.

272 Paul W. Hruz, Lawrence S. Mayer y Paul R. McHugh, «Growing pains.


Problems with puberty suppression in treating gender dysphoria», The New
Atlantis, primavera de 2017.

273 Michael Biggs, The Tavistock’s experiment with puberty blockers, Oxford
University, julio de 2019, pág. 2.

274 Peggy Cohen-Kettenis y Henriette Delemarre-van de Waal, «Clinical


management of gender identity in adolescents. A protocol on psychological and
paediatric endocrinology aspects», European Journal of Endocrinology, 2006, 155.

275 https://annualmeeting.acog.org/sponsors/.

276 https://www.acog.org/About-ACOG/News-Room/Statements/2019/Physicians-
Urge-Trump-Administration-to-Protect-Transgender-Patients-and-Womens-Health?
IsMobileSet=false.

277 https://nationalfile.com/pro-trans-liberal-democrats-receive-300k-from-puberty-
blockers-firm/.

278 Correo electrónico de Ferring Pharmaceuticals, 10 de febrero de 2020.

279 https://www.eurospe.org/news/item/12555/First-ESPE-Science-Symposium-
%27The-Science-of-Gender%27.

280 Pagan Kennedy, «Q&A with Norman Spack. A Doctor Helps Children Change
Their Gender», Boston Globe, 30/3, 2008.

281 Ibíd.

282 Norman P. Spack, prólogo a Stephanie Brill y Rachel Pepper, The


Transgender Child..., op. cit., pág. xi.

283 Wylie C. Hembree, Peggy Cohen-Kettenis, Henriette A. Delemarre-van de


Waal, Louis J. Gooren, Walter J. III Meyer, Norman P. Spack, Vin Tangpricha y
Victor M. Montori, «Endocrine Treatment of Transsexual Persons. An Endocrine
Society Clinical Practice Guideline», The Journal of Clinical Endocrinology &
Metabolism, 1/9, 2009, vol. 94, núm. 9.

284 https://www.psychiatry.org/patients-families/gender-dysphoria/what-is-gender-
dysphoria.

285 Peggy Cohen-Kettenis, Henriette A. Delemarre-van de Waal et al., «The


Treatment of Adolescent Transsexuals. Changing Insights», The Journal of Sexual
Medicine, 2008, 5: 1892-1897.

286 Michael Biggs, The Tavistock’s experiment with puberty..., op. cit., pág. 8.

287 Peggy Cohen-Kettenis, Henriette A. Delemarre-van de Waal et al., «The


Treatment of Adolescent Transsexuals...», art. cit.

288 Michael Biggs, «Britain’s experiment with puberty blockers», en Michelle


Moore y Heather Brunskell-Evans, Inventing Transgender Children..., op. cit., pág.
46.

289 Olle Söder, «Könsidentitet ur endokrinologiskt perspektiv», op. cit.

290 Transgender 201: Advanced Practice in the Care of Gender-Diverse Youth,


AACAP Annual Meeting, 18/10, 2019.

291 Seungtaek Choi y Andrew K. Lee, «Efficacy and Safety of Gonado-tropin-


Releasing Hormone Agonists Used in the Treatment of Prostate Cancer», Drug,
Healthcare and Patient Safety, 2011, 3: 107-119.

292 Agencia de medicamentos, prospecto, Pamorelin 11,25 mg en polvo y


solución líquida, suspensión inyectable, L02AE04, Triptorelin.

293 Christina Jewett, «Drug Used to Halt Puberty in Children May Cause Lasting
Health Problems», Statnews, 2/2, 2017.

294 FDA Adverse Advents Reporting System: Lupron (P), Lupron Depot-Ped (P),
30/6 2019 https://fis.fda.gov/sense/app/d10be6bb-494e-4cd2-82e4-
0135608ddc13/sheet/45beeb74-30ab-46be-8267-5756582633b4/state/analysis.

295 D. Hough et al., «Spatial Memory is Impaired by Peripubertal GnRH Agonist


Treatment and Testosterone Replacement in Sheep», Psychoneuroendocrinology,
2017, vol. 75, 173-182.

296 Maiko A. Schneider et al., «Brain Maturation, Cognition and Voice Pattern in a
Gender Dysphoria Case under Pubertal Suppression», Frontiers in Human
Neuroscience, 14/11, 2017, vol. 11, 528; doi:10.3389/fn-hum.2017.00528.
297 Visión de la Agencia de Medicamentos sobre la prescripción off-label, Agencia
del Medicamento, 24/9 2020.
Probablemente serán estériles, pero es el precio que
hay que pagar para encajar: la nueva época de
esterilización
Sin embargo, el mayor problema de los bloqueadores de la
pubertad no son los efectos secundarios, sino que casi la totalidad
de los pacientes a quienes se les receta más tarde pasan al
tratamiento hormonal cruzado. He aquí un cambio significativo.
Estudios anteriores demuestran que más del 80 por 100 de las
personas que expresan el deseo de cambiar de sexo en la
adolescencia pero no toman ninguna medida dejan de estar
interesados en la reasignación de sexo cuando alcanzan la mayoría
de edad. Si reciben bloqueadores de la pubertad, pasa justo lo
contrario. Después de los bloqueadores, casi todos siguen con las
hormonas y más adelante se someten a la operación quirúrgica 298 .
Solo un 1,4 por 100 de los que reciben bloqueadores interrumpen el
tratamiento 299 . Esto es justamente lo que detectaron Cohen-
Kettenis y sus colegas: que muy pocos se arrepienten. A su
entender, este hecho confirma que el diagnóstico es correcto. Los
que recibieron los bloqueadores son realmente trans, pues, de no
ser así, habrían abandonado muchos más. La Dirección Nacional de
Salud y Bienestar Social de Suecia comparte el mismo
posicionamiento.
Hay otra explicación posible: que los bloqueadores en sí cierren
la puerta a la posibilidad de escoger otra cosa que no sea seguir el
camino trazado. Eso explicaría por qué las diferencias entre los que
se han sometido a los bloqueadores y los que han completado el
proceso de la pubertad son tan enormes. El adolescente de trece
años que se detiene en la infancia mientras sus compañeros de
clase empiezan a desarrollarse ata todo su cuerpo a la identidad. El
cuerpo se convierte en un imperativo exigente del proyecto de
reasignación de sexo. El contacto con el centro de salud, las
inyecciones y las consultas son un recordatorio permanente de su
identidad como joven trans, y en la mayoría de los casos se
complementa con una comunidad en internet cuya base es la
identidad trans. Puesto que cada vez son más las escuelas en
Occidente que han adoptado esta política de cambiar el nombre de
los jóvenes trans incluso antes del cambio de sexo oficial, la
juventud entra de lleno en su nueva identidad. Cuanto más se
invierte y cuanto más se sacrifica, más difícil es, por regla general,
dar marcha atrás.
Motivos al margen, los resultados son claros: quien empieza con
los bloqueadores de la pubertad sigue después con la terapia
hormonal y la cirugía. Los bloqueadores no son, pues, una vía para
hacer todo un proceso de exploración de la identidad propia con
calma y sosiego, tal y como defiende Sanidad, sino todo lo contrario,
significan el estancamiento en el camino trazado.
Así como los efectos de los bloqueadores son reversibles,
siempre y cuando se interrumpan a tiempo, y aunque tengan efectos
secundarios como la osteoporosis y un empeoramiento del
coeficiente intelectual, la cosa cambia si más adelante se recetan
testosterona o estrógenos. Con toda probabilidad, significará la
esterilidad de por vida 300 . Si los órganos sexuales no llegan nunca a
la maduración, el cuerpo no puede desarrollar óvulos ni
espermatozoides. En un estudio estadounidense sobre jóvenes a
quienes se les habían recetado tanto bloqueadores de la pubertad
como hormonas, nadie había preservado la fertilidad 301 . Esto no es
ningún secreto entre los endocrinólogos, pues incluso profetas como
Norman P. Spack lo reconocen, pero a su entender vale la pena
pagar el precio:

Cuando las personas jóvenes detienen la pubertad antes


de que sus cuerpos se hayan desarrollado y después se
hormonan durante unos años, probablemente serán estériles.
Es necesario explicar a los pacientes que si siguen con el
tratamiento no podrán tener hijos. Hablar de esto en una
conversación con un adolescente de doce años es difícil. ¿De
veras un niño a esa edad piensa en la fertilidad? Pero si no
se inicia el tratamiento, siempre tendrá el problema de poder
encajar. Y mis pacientes me recuerdan constantemente que
lo más importante para ellos es su identidad 302 .

Esto significa que cuando un menor de entre diez y doce años


llega a la clínica y le cuentan que es del todo inofensivo pausar la
pubertad mientras se explora la propia identidad, se le está
empujando a internarse por una senda cuya meta final es la
esterilidad. En otras palabras, este respiro inofensivo es un avance
rápido hacia la esterilización. Cuando el Kamratposten
recomendaba a los adolescentes que se dirigieran a un centro de
atención trans, les estaba dando un consejo con consecuencias
gravísimas y sin que se les informase de ello.
Lo cierto es que un joven que busque información sobre qué
conlleva la terapia hormonal no encontrará nada sobre su
consecuencia más grave: la esterilidad. En la página web
informativa destinada a los jóvenes de la RFSL sobre la atención
sanitaria al colectivo trans, a la que recurren muchos de los jóvenes,
no se dice nada de esto; al contrario, se les induce a creer que es
posible «dejar el tratamiento hormonal y esperar a que el cuerpo
mismo vuelva a producir hormonas» 303 . Anova tampoco hace
constar la esterilidad como secuela, y la Guía de la Salud tampoco
incluye la esterilidad entre sus efectos secundarios. Quien sepa leer
entre líneas lo podrá deducir en frases como «antes de iniciar un
tratamiento hormonal te preguntarán si quieres congelar tu esperma
o tus óvulos para, dado el caso, poder tener hijos con los que estés
genéticamente vinculado en el futuro», pero estas insinuaciones no
siempre son fáciles de entender para un adolescente de doce
años 304 .
Parece que son pocos los que se dan cuenta de que la
esterilización de las personas trans no solo no es historia, sino que
su era acaba de empezar. Y no son los adultos los esterilizados,
sino niños y adolescentes. La Dirección Nacional de Salud y
Bienestar Social recomienda iniciar el tratamiento hormonal
independientemente de la edad, siempre y cuando el joven
«comprenda los efectos del tratamiento y sus consecuencias» 305 .
Pero ¿cómo puede un niño de diez años tomar una decisión que
implica no poder tener nunca descendencia, no poder ir a recoger a
un hijo al colegio, no asistir a la graduación de un nieto? Es por esta
razón por la que el límite de edad para la esterilización voluntaria
entre la población en general está en los veinticinco años —ni tan
siquiera cuando se llega a la mayoría de edad se tiene el cerebro
completamente desarrollado para que un individuo sea capaz de
hacerse una idea de conjunto de las consecuencias. La Dirección
Nacional de Salud y Bienestar Social ha constatado que no hay
literatura científica sobre todo lo relativo a la fertilidad en los jóvenes
trans, pero aun así cree que los niños deben ser informados sobre la
posibilidad de congelar los óvulos y el esperma —si bien a menudo
no hay esperma que congelar en los casos en los que se ha
empezado pronto con el tratamiento de bloqueadores de la
pubertad.
El tono de Salud y Bienestar Social al explicar el método a seguir
es liviano como si se tratara de un experimento médico: una
posibilidad, dicen, es extraer óvulos y congelarlos. Con «la
estimulación hormonal y la punción vaginal de los ovarios con la
ayuda de una ecografía» se pueden extraer óvulos de una niña de
catorce años. Otra posibilidad es «congelar tejido ovárico y
posteriormente intentar extraer óvulos maduros para la fecundación
in vitro», aunque se añade: «no obstante, los resultados son
insatisfactorios» 306 . Para la niña un tratamiento como este comporta
primero la estimulación hormonal con grandes dosis de estrógenos y
progesterona para aumentar la producción de óvulos de forma que
se puedan extraer y congelarlos y posteriormente la administración
de grandes dosis de testosterona para masculinizar su cuerpo.
¿Cómo afecta al cuerpo de una chica de dieciséis años un
tratamiento así? ¿Cómo le afecta psicológicamente? Al parecer,
nadie lo sabe.
El hecho de que la posibilidad de tener hijos después de tratarse
con una combinación de bloqueadores y hormonas sea tan baja ha
abierto un nuevo mercado para los endocrinólogos: la reproducción
asistida para las personas trans. Unas cuantas clínicas
estadounidenses se han especializado en esto y ofrecen la
congelación de óvulos a mujeres jóvenes antes de empezar a tomar
testosterona. Cuando están preparadas para tener hijos, las clínicas
ofrecen también la implantación de embriones en una madre de
alquiler que dará a luz al bebé 307 .
Sin embargo, no es solo la posibilidad de tener hijos lo que se
desvanece para siempre. La función sexual y la capacidad de gozar
del sexo también se ven significativamente dañadas. Un niño tratado
con bloqueadores a los once años y con hormonas más tarde tendrá
un pene de niño de once años toda la vida, si es que quiere
conservarlo. Muchos adolescentes atestiguan que el deseo sexual
desapareció por completo después de la intervención 308 .
¿Adónde van a parar estos adolescentes cuando se hacen
mayores?
Cinco o seis años más tarde no es extraño encontrarles en una
clínica de fertilidad.

A finales de 2020 entrevisté a un especialista en fertilidad. Me


contó que durante ese año había empezado a ver los efectos de los
tratamientos contra la disforia de género. Uno de los casos que él
mismo había tratado era el de una mujer de unos veinticinco años
que había ido a la clínica con su pareja porque no conseguía
quedarse embarazada. Gracias a un estudio de esterilidad, se
detectó que sus ovarios tenían un nivel de tejido conjuntivo
demasiado alto, así como múltiples quistes pequeños. Un análisis
de sangre demostró asimismo que la actividad de los ovarios era
muy baja y que no se podía saber con certeza si nunca llegaría a
ser madre biológica. Cuando se lo explicó a la paciente, se
derrumbó y le contó que cuando era adolescente siguió un
tratamiento en la clínica Anova con bloqueadores de la pubertad y
testosterona. Más adelante decidió dar marcha atrás y volver a vivir
como una mujer, pero que la clínica le había informado de que el
tratamiento no conllevaba ningún riesgo de infertilidad.
El doctor se puso en contacto con Salud y Bienestar Social, que
lo remitió tímidamente al doctor responsable del tratamiento en la
clínica Anova. A la pregunta sobre cuál era el control y seguimiento
que se hacía a los pacientes, la respuesta fue que no se hacía
ningún seguimiento a largo plazo.
«Esto va contra toda lógica», me dijo el especialista en fertilidad.
«En ningún centro de salud se recetaría un medicamento que tiene
efectos secundarios graves sin hacer un seguimiento a largo plazo.
En la oncología ginecológica se sigue a todos los pacientes durante
cinco o diez años después de terminar el tratamiento. No se puede
afirmar que el tratamiento es inofensivo si no se hace un
seguimiento a largo plazo porque no tenemos otra manera de
averiguarlo».

Pero este no es el único efecto secundario: el tratamiento con


estrógenos prolongado en hombres multiplica por cinco el riesgo de
enfermedades cardiovasculares 309 . Cuando unos investigadores
daneses examinaron a todos los individuos que habían sido
sometidos a tratamientos de reasignación de sexo en Dinamarca
entre 1978 y 2010, las enfermedades cardiovasculares habían
aumentado en este colectivo. El 9,6 por 100 habían muerto con una
media de edad de 53,5 años 310 . Otros efectos secundarios del
tratamiento con estrógenos son también la depresión, nerviosismo,
cambios de humor e insomnio, y afectan a más de uno de cada diez
usuarios 311 . La sueca Vanessa Lopez contó en la revista Allas las
secuelas de su tratamiento:

Me he arrepentido muchas veces, mi salud ha empeorado,


padezco osteoporosis, mi médico me dijo que tenía el cuerpo
de alguien de noventa y tres años. Tengo mal la espalda y no
sabemos cómo puede afectar al corazón. Me tendré que
medicar el resto de mi vida 312 .

Cuando se le recetaron estrógenos a un niño deprimido en la


clínica Anova, su madre descubrió que el medicamento podía
agravar la depresión y decidió enfrentarse a la clínica y grabar la
conversación. En la grabación se puede oír como la directora de la
clínica, Cecilia Dhejne, así como a la psicóloga Annika Johansson,
subestiman los riesgos:

Cecilia Dhejne: No, no es generalizado que los estrógenos


provoquen depresión.

Progenitor: ¿Pero es un efecto secundario frecuente?


Cecilia Dhejne: No.
Progenitor (saca el prospecto): Los comunes, en Estradot,
los efectos secundarios comunes, entre uno y diez de los
casos, es decir, alrededor de un 10 por 100, depresión,
nerviosismo, cambios de humor, insomnio. Es lo que dice la
Guía del Medicamento.
Cecilia Dhejne: Mmm. Pero... pero Estradot es un
medicamento, y lo damos muchísimo, las dos lo utilizamos,
sobre todo para la menopausia, y de manera prolongada, a
muchas mujeres.
Annika Johansson: Hay muchos temas en los que se
podría profundizar, pero claro, dónde situamos el bienestar de
un paciente, es decir, tratar la disforia de género frente al
riesgo un poco elevado de tomar estrógenos, y es que la
propia disforia de género es degradante, no poder expresarse
como a uno le plazca o experimentar constantemente esta
disforia corporal, y si uno se siente aliviado en este aspecto
también se sentirá mejor gracias al hecho de tratar la disforia
de género.
Progenitor: Pero estos efectos secundarios del Estradot,
esto de la depresión y demás, ¿no valen también para
alguien que tiene los cromosomas XY?
Cecilia Dhejne: Sí, o sea, tanto da que los cromosomas
sean XX o XY, ahora bien, no tenemos constancia de ninguna
experiencia clínica por parte de endocrinólogos y ginecólogos
que prescriben estos medicamentos de que se haya dado
ningún caso de depresión 313 .

Así pues, la dirección de la clínica niega los riesgos que son tan
conocidos que figuran en el prospecto del medicamento.
Otro caso, el de la madre de una niña que recibió tratamiento en
Anova y que en una reunión con los familiares empezó a plantear
preguntas críticas sobre las hormonas; quería saber hasta qué
punto se había comprobado de verdad la eficacia del tratamiento. Le
dijeron que esas preguntas no eran pertinentes en esa reunión y en
la siguiente no la dejaron entrar. La razón, por lo que dijeron, era
que ella se comportaba de una manera «agresiva». En
compensación, le ofrecieron una entrevista particular con el
responsable médico durante la cual se le informó del tratamiento sin
opción a hacer preguntas. Cuando pidió tener una reunión de
seguimiento para poder hacer preguntas, se la anularon porque el
responsable médico consideró que «no formaba parte de sus
obligaciones» contestar las preguntas de los familiares 314 . Le
aconsejaron que se dirigiera «a la administración».
En lugar de información objetiva sobre los riesgos del
tratamiento, los padres tienen que oír por parte de las clínicas que
«es un terreno inexplorado» y que si no se avienen a hormonar a
sus hijos puede que lleguen a ser culpables de que el niño se quite
la vida 315 .

En 2015 se anunció un primer estudio de gran envergadura que


tenía que demostrar cuáles eran los efectos de los bloqueadores de
la pubertad y las hormonas en niños con disforia de género 316 . Con
el pequeño detalle de que los nombres de los cuatro endocrinólogos
estadounidenses que llevaron a cabo el estudio eran demasiado
conocidos —los habían sacado directamente de la industria
farmacéutica. He aquí a nuestro amigo Norman P. Spack, al que se
le hacía la boca agua con los bloqueadores de la pubertad; al
entusiasta de las hormonas, Robert Garofalo, director del Lurie
Children’s Hospital, que había recibido grandes aportaciones
económicas de la industria farmacéutica; a Stephen Rosenthal,
fundador del UCSF, Child and Adolescent Gender Center, quien
durante mucho tiempo había hecho campaña a favor de que Lupron
fuera aprobado para administrarse en casos de disforia de género y
había patrocinado a su fabricante, AbbVie, y por último, pero no por
eso menos importante, a Johanna Olson-Kennedy, directora de Los
Angeles Center for Transgender Health and Development Children’s
Hospital, exempleada de AbbVie y de Endo Pharmaceuticals 317 .
La línea de pensamiento de Olson-Kennedy es que el tratamiento
hormonal no puede ser nunca un error, y que cuando hay que tomar
la decisión, no es necesario que el médico esté seguro de ello, ya
que «la compasión es más importante que la certeza» 318 . Ella
misma ha hormonado a niños de tan solo doce años y afirma con
orgullo que nunca ha visto ningún caso de tratamiento con
bloqueadores de la pubertad que no haya pasado después al
hormonal. Extirpar el pecho en niñas no es una cosa tan grave, dice;
«si más adelante quiere volver a tener pechos, es tan fácil como
ponerse un par de nuevos» 319 . Además, Olson-Kennedy piensa que
el clásico juramento hipocrático «lo primero, no hacer daño»
(primum non nocere), es un concepto relativo:

[lo primero, no hacer daño] es muy relativo. Venimos de una


historia con una perspectiva muy paternalista [...] [en la que]
los médicos tienen margen para decidir qué causa un daño y
qué no. Y esto es extremadamente problemático cuando se
trata del género 320 .
298 Dictamen para dar respuesta a la consulta sobre «El cambio de sexo que
consta en el registro civil», informe 2018: 17, Karolinska Institutet.

299 Annelou L. C. de Vries, «Challenges in Timing Puberty Suppression for


Gender-Non-Conforming Adolescents», Pediatrics, octubre de 2020, 146 (4):
e2020010611; DOI: 10.1542/peds.2020-010611.

300 https://transcare.ucsf.edu/article/information-estrogen-hormone-therapy.

301 John F. Strang et al., «Transgender Youth Fertility Attitudes Questionnaire:


Measure Development in Nonautistic and Autistic Transgender Youth and Their
Parents», Journal of Adolescent Health, 1/2, 2018, vol. 62, núm. 2, 128-135.

302 Pagan Kennedy, «Q&A with Norman Spack...», art cit.

303 http://www.transformering.se/vardhalsa/hormoner.

304 https://www.1177.se/liv--halsa/konsidentitet-och-sexuell-laggning/
konsdysfori/.

305 «God vård av barn och ungdomar med könsdysfori. Metodbeskrivning och
kunskapsunderlag», Departamento de Salud y Bienestar Social, 2015, págs. 33-
34.

306 Ibíd., pág. 93.

307 Sarah Marie Winther, «Egg-Freezing Is Giving Young Trans Men Hope for
Starting a Family», Vice Magazine, 16/8, 2017.

308 S. Nikkelen y B. Kreukels, «Sexual Experiences in Transgender People. The


Role of Desire for Gender-Confirming Interventions, Psychological Wellbeing, and
Body Satisfaction», Journal of Sex & Marital Therapy, 2018, vol. 44, núm. 4.

309 M. S. Irwig, «Cardiovascular Health in Transgender People», Reviews in


Endocrine and Metabolic Disorders, septiembre de 2018, 19(3): 243-251; doi:
10.1007/s11154-018-9454-3.

310 Rikke Kildevæld Simonsen et al., «Long-Term Follow-Up of Individuals


Undergoing Sex-Reassignment Surgery. Somatic morbidity and Cause of Death»,
Sexual Medicine, 2016, vol. 4: e60-8; doi:10.1016/j.esxm.2016.01.001.

311 https://www.fass.se/LIF/product?userType=2&nplId=20011130000260.

312 Malin Aunsbjerg, «Vanessa om könsbytet: “Jag har ångrat mig många
gånger”», Allas, 5/4, 2019.
313 Grabación de la conversación entre Cecilia Dhejne, Annika Johansson, la
madre «M» y el paciente, 17/1, 2020.

314 Correo electrónico de Cecilia Dhejne a la madre «T»: «Después de sopesarlo,


Katarina Görts Öberg y yo hemos decidido retirar nuestra invitación a celebrar una
nueva reunión. Por esta razón, no podremos recibirla el día 1 de octubre. A
nuestro parecer, el propósito de esta reunión no se corresponde con nuestras
funciones. Referente a sus preguntas sobre el tratamiento y la información acerca
de sus riesgos, nos reafirmamos en la información que ya le remitimos
anteriormente; nosotras nos ceñimos a los fundamentos científicos en los que se
basa el Departamento de Salud y Bienestar Social, la ciencia y la experiencia
probada. Informamos a los pacientes de los riesgos y los efectos secundarios de
los tratamientos. Respecto a sus preguntas de carácter más general, escapan a
nuestras funciones, no somos la instancia indicada para responderlas. Le
sugerimos que se dirija a la administración pública».

315 https://vettigt.blog/2018/05/30/foraldrar-skrams-till-tystnad-av-transvarden-i-
brist-pa-vetenskapligt-stod/.

316 Juliana Bunim, «First U.S. study of transgender youth funded by NIH»,
University of California, 17/8, 2015.

317 «Care of a transgender adolescent», American Family Physician, 15/7, 2015,


vol. 92, núm. 2 (AbbVie), y Douglas Murray, The Madness of Crowds..., op. cit.,
pág. 229 (Endo Pharmaceuticals).

318 https://www.healio.com/endocrinology/pediatric-
endocrinology/news/online/%7Ba2eedc18-0009-4682-80dd-
b259bc13b45a%7D/care-for-transgender-children-starts-with-affirmation-safety
och https://www.gendergp. com/gender-affirmative-johanna-olson-kennedy/.

319 Douglas Murray, The Madness of Crowds..., op. cit., págs. 223-225.

320 Johanna Olson, discurso dirigido a los estudiantes de medicina en 2014.


Puede consultarse en: http://theshortcoat.com/tag/johanna-olson/, más tarde se
eliminó a petición de Olson. La transcripción de la conferencia puede consultarse
en: https://www.gendertrending.com/2014/11/11/skipping-the-puberty-blockers-
american-transgender-children-doctors-are-going-rogue/.
Cuando la medicina convierte a los homosexuales
¿En qué consiste entonces este grupo de pacientes?
Bien, pues sobre todo son homosexuales y jóvenes con
problemas psiquiátricos.
La mayoría de los que acuden a las unidades de atención a los
trans provienen de familias con estudios universitarios y un 41 por
100 se habían identificado anteriormente como homosexuales o
bisexuales. Al 62 por 100 de las niñas británicas se les había
diagnosticado antes una enfermedad mental o una patología
neuropsiquiátrica 321 . Son especialmente frecuentes la anorexia,
TDAH, depresión o trauma psicológico. Estas cifras son casi
idénticas en todo Occidente: 60 por 100 de los solicitantes en
Suecia y Noruega padecen trastornos mentales complejos 322 . Un
estudio estadounidense llegó a la conclusión de que el 44 por 100
de las niñas entre tres y doce años con el diagnóstico de disforia de
género que no fueron hormonadas resultaron ser homosexuales o
bisexuales en la adolescencia 323 . Un estudio holandés de 2011 que
hizo el seguimiento a 77 niños que habían sido derivados a una
clínica para tratar la disforia de género a los ocho años de edad dio
un resultado similar: la mayoría resultaron ser más adelante
homosexuales o bisexuales. Sobre todo los niños. El 46 por 100 ya
no tenían disforia de género en la adolescencia, alrededor de la
mitad de los niños resultó que eran homosexuales, y de los que aún
padecían disforia de género, tenían todos relaciones homosexuales
o bisexuales. Los investigadores —entre ellos ni más ni menos que
Cohen-Kettenis— se vieron obligados a sacar conclusiones que iban
en contra de sus trabajos anteriores:

La mayoría de niños con disforia de género no la


mantendrán pasada la pubertad. Los que padecen un
trastorno de la identidad de género permanente se
caracterizan por una disforia más extrema en la infancia que
los que tienen una disforia decreciente. Teniendo en cuenta la
orientación sexual, la salida más probable del trastorno de
identidad de género en la infancia sea la homosexualidad o la
bisexualidad 324 .

Muchos de los menores habían sido llevados a la clínica a causa


de su conducta femenina durante la infancia. Para poder evaluar la
identidad de género de su hijo o hija, los padres tenían que
responder a preguntas sobre los patrones de juego y conductas de
rol de género. Se observaba al menor mientras jugaba y tenían que
responder a preguntas como «¿Qué crees que es mejor, ser niño o
niña?». Cuarenta y cuatro niños se identificaron como «femeninos».
En el estudio consta que uno de los que recibieron tratamiento
seguía identificándose como niña. El resto, que no habían pasado
por un proceso de reasignación de sexo, resultó que en realidad
eran homosexuales o bisexuales: «De esos cuarenta y cuatro niños
afeminados, solamente había un único caso de disforia de género
que seguía manteniéndola a los dieciocho», mientras que «el 80 por
100 de los niños afeminados eran o bien homosexuales o bien
bisexuales» 325 .
Estos estudios se elaboraron antes del aumento masivo de niñas
adolescentes con diagnóstico de disforia de género. Un problema de
estos estudios es que alrededor de un 30 por 100 nunca responde a
las encuestas de seguimiento. No se sabe por qué ni cómo se
encuentran. Lo que sin embargo sí sabemos es que sobre todo a los
niños y a los adolescentes homosexuales se les lleva a la clínica
para seguir un tratamiento de reasignación de sexo. Mediante
inyecciones primero y operaciones quirúrgicas más tarde logran
parecerse al sexo opuesto, lo cual significa volverlos heterosexuales
a los ojos del entorno. El niño que tiene una conducta «femenina» y
es llevado a la clínica a los ocho años es transformado en una niña
y además esterilizado. Tal como describe la mamá de un niño de
once años de Suecia:
Fue como si le diéramos nosotros la idea. A él le gustaba
llevar vestidos y entonces leímos en el periódico que podía
ocurrir que uno naciera con el cuerpo equivocado. Creímos
que esto le ayudaría. No sabíamos adónde le conduciría todo
esto. Confundimos ser femenino con ser una chica 326 .

Aunque los padres decidan no llevar a su hijo a la clínica, se


pueden sentir presionados por la escuela o por la sociedad. Los
padres de un alumno de primaria estadounidense al que le
encantaban los vestidos de princesa, las espadas, los pokémon y su
larga melena rubia fueron llamados a una entrevista con el director
en la que se les dijo que Sam debía escoger entre un sexo u otro ya
que los niños podían ser muy crueles. O bien dejaba de llevar sus
crocs de color rosa y se cortaba el pelo, o bien transicionaba
socialmente y acudía al colegio como «una niña» 327 . Al parecer el
entorno se siente especialmente incómodo cuando se trata de niños
con conducta «de niña». Mientras que a las niñas que juegan con
niños a menudo se las elogia por ser fuertes e independientes;
molesta que un niño no sea masculino.
Los partidarios del cambio de sexo en menores aluden a menudo
a las luchas del movimiento gay. Ya tenemos interiorizado el
archiconocido discurso sobre la minoría sexual oprimida que lucha
por su reconocimiento. Aunque se topan con fuertes resistencias por
parte de los grupos conservadores y religiosos, la tolerancia va
ganando terreno y pronto todo el mundo entenderá que hay que
aceptar a la gente tal y como es. Cincuenta años de lucha del
movimiento gay han allanado bastante el camino y los trans son, por
tanto, el «siguiente colectivo» que se espera que recorra esa misma
senda. Los trans pasarán ahora por lo que pasaron los
homosexuales entonces: este es el mensaje. Es cuestión, pues, de
estar en el lado bueno de la historia, y no hay duda de lo que esto
significa: el derecho de todo el mundo a ser «él mismo».
A pesar de la oposición inicial de muchas asociaciones trans en
contra de «que les relacionen con, entre otros, los travestis» y
conceptos con «contenido sexual», la analogía ha quedado grabada
en la conciencia general 328 . Recordad las luchas del movimiento
gay... ¡esto es lo mismo! Si estás en contra de que los niños trans
reciban tratamiento... ¡estás en contra de Stonewall, de los desfiles
del orgullo LGTBI y del matrimonio para todos! Ulrika Stahre dice en
un artículo publicado en Aftonbladet Kultur que las críticas a las
intervenciones quirúrgicas en menores «le suenan a la historia de la
homofobia» 329 . La formulación «le suena a» asocia rápidamente la
crítica a la cirugía con la homofobia, sin tener que hacer ningún
análisis de lo que en realidad tienen en común estos dos
fenómenos. Stahre dice más adelante: «Más irónico resulta
recordarlo en estos días, ya que hace cuarenta años que la sede de
Salud y Bienestar Social fue ocupada por los activistas LGTBI, lo
cual contribuyó a que ya no se tachara a la homosexualidad de
patología».
Pero mientras que el movimiento gay luchaba por el derecho a
ser uno mismo, contra el diagnóstico patológico, ahora se trata
precisamente de una lucha a favor de diagnosticar a la gente —y en
no pocos casos son los mismos homosexuales. Lo que se presenta
como la misma cosa resulta que muchas veces es todo lo contrario.
Cuando los padres de Jazz Jenning, de tres años, le llevaron al
médico porque quería ponerse vestidos de niña y les dijeron que
tendría que hormonarse y más tarde operarse para extirpar el pene,
la cuestión no era «aceptarle tal como es», sino tildarle de
defectuoso porque un niño no debería llevar vestido. Se trata pues
de transformar a un niño femenino, quizás homosexual, en una niña
heterosexual. La incongruencia de género es un diagnóstico. Lo que
pasa con los niños «con pluma», a los que les gusta ponerse
vestidos, los que montan coreografías de baile en casa, a los que no
les interesa el fútbol, a los que les gusta experimentar con
peinados... es que los esterilizan de por vida. Y lo que pasa con las
niñas a las que les importa un bledo el maquillaje o les gusta el
fútbol, las niñas que se sientan con las piernas abiertas y les gusta
jugar con coches, a las niñas que les gustan las niñas... es que las
esterilizan de por vida.
¿No es esto una forma de terapia de conversión sexual en la que
la sociedad patologiza a los jóvenes homosexuales por su conducta
divergente y en la que el Estado les corrige convirtiéndoles en
heterosexuales... al precio de quedar estériles? ¿Y si es cierto que
la historia se repite..., esta será la de la esterilización de los
homoxesuales?

321 Lisa Littman, «Parent reports of adolescents and young adults perceived to
show signs of a rapid onset of gender dysphoria», Plos One; https://doi.
org/10.1371/journal.pone.0214157.

322 «Tranståget och tonårstjejerna», SVT, «Uppdrag granskning», abril de 2019.

323 K. D. Drummond, S. J. Bradley, M. Peterson-Badali et al., «A Follow-Up Study


of Girls with Gender Identity Disorder», Developmental Psychology, 2008, 44(1):
34-45.

324 M. S. C. Wallien y P. T. Cohen-Kettenis, «Psychosexual outcome of gender-


dysphoric children», Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 2008, 47(12): 1413-1423.

325 Ibíd., pág. 1414.

326 Jannika Häggström, «Blandar vi ihop två alldeles diametralt motsatta idéer?»,
Anhöriga berättar, www.genderchallenge.se, 30/10, 2019.

327 Margaret Talbot, «About a Boy: Transgender Surgery at Sixteen», The New
Yorker, 11/3, 2013.

328 «Ändrad könstillhörighet», pág. 38.

329 Ulrika Stahre, «Nej det finns ingen transmaffia», Aftonbladet Kultur, 2/9, 2019.
Operaciones
Después de los bloqueadores de la pubertad y las hormonas,
llegó la hora de dar el siguiente paso: la operación quirúrgica. En la
página web de la clínica Anova se puede leer: «La necesidad de la
cirugía para la reasignación de sexo (tórax, genitales, voz, nuez de
Adán), el tratamiento de la voz, preservación de la fertilidad,
depilación y tratamiento hormonal va en aumento» 330 .
Pero a pesar de que incluso el «protocolo holandés», bastante
radical de por sí, no recomienda la cirugía en menores de edad, esta
cada vez es más frecuente. El primer paso para las chicas es, por
regla general, la mastectomía, lo que significa la extirpación de los
senos. Cerca de un 80 por 100 dicen que se sienten satisfechas el
primer y segundo año después de la operación 331 . Sin embargo,
deja una cicatriz de por vida y imposibilita dar el pecho en el futuro.
El lobby WPATH no establece ningún límite de edad para la
extirpación de los senos y afirma que se puede realizar en menores
siempre y cuando se hayan sometido a un tratamiento de
testosterona durante un año 332 . En algunos estados
norteamericanos no hay un límite de edad para la mastectomía
desde 2015 y solo es necesaria la autorización de un progenitor 333 .
En Suecia se ha llevado a cabo la extirpación de los pechos en,
como mínimo, una niña de catorce años —ahora bien, se desconoce
el número de casos porque las clínicas no quieren facilitar esa
información. Per-Anders Rydelius, el anterior jefe y director médico
de la sección Kid-team de la clínica Anova, dijo:

Si tener pecho es una tortura hasta el punto de no querer


salir a la calle, no quedar con otros jóvenes, si no puedo ir a
la escuela, si no me siento bien, entonces es lógico que si los
padres, nosotros los profesionales y la joven lo vemos igual,
queramos ayudarla a librarse de los pechos 334 .
Cuando la Sanidad pública no cubre los gastos de las
operaciones, los jóvenes reúnen el dinero a través de campañas de
crowdfunding para poder pagárselas y los empresarios publican
posts y mensajes animándolos a participar en las redes sociales 335 .
A la extirpación de los pechos se le suele llamar eufemísticamente
top surgery o chest surgery —la palabra «pecho» ya ha sido
relegada del propio lenguaje— y las clínicas lo promocionan como el
camino a la felicidad. La McLean Clinic canadiense promete a las
chicas que se quiten el pecho que se librarán de la depresión, se
querrán a sí mismas, tendrán amigos y, por si fuera poco, hasta
encontrarán el amor:

Más allá de las ventajas psicológicas en general de la top


surgery / cirugía del tórax, también tiene ventajas
emocionales. Entre ellas un amplio espectro de efectos
positivos, desde un riesgo reducido de sufrir depresión hasta
un elevado sentimiento de autoestima y confianza. El amor
propio y una sana autoestima son dos requisitos para poder
vivir una vida feliz y digna, como sea que te la imagines.
Aunque no suceda de la noche a la mañana, la cirugía de
tórax puede ayudarte definitivamente a avanzar en el camino
de quererte y apreciarte aún más. Una sólida confianza en ti
misma puede ayudarte a construir relaciones auténticas y
duraderas con tus amigos, con tus familiares y con tus
compañeros de trabajo. Y esto también incluye encontrar una
pareja con quien puedas compartirlo todo 336 .

Es relativamente poco frecuente que las niñas se operen los


genitales, ya que en la actualidad no es posible crear un pene
funcional. La mayoría conservan pues sus órganos sexuales
femeninos pero a la mujer que realiza el cambio de sexo jurídico ya
no se la llamará más para hacerse una citología.

Más frecuente es la operación de los genitales en las personas


nacidas con sexo masculino. El pene se invierte para poder crear
una neovagina. Es una intervención quirúrgica compleja que puede
derivar en multitud de complicaciones. En el 27 por 100 de los casos
se producen infecciones en el 15 por 100, hemorragias, y en el 21
por 100, la vagina es demasiado corta 337 . Incluso ha llegado a
suceder que el paciente fallezca durante la operación. Para que la
neovagina no se cierre, el paciente debe dilatarla regularmente con
un dilatador, a lo largo de toda la vida. La empresa que fabrica estos
dilatadores explica que es cuestión de pensar en la vagina como
una herida y que

el uso del dilatador es absolutamente necesario para que la


vagina funcione [...]. Los pacientes sometidos a una
vaginoplastia empiezan a utilizar el dilatador unos días
después de la intervención y lo siguen usando, en cierta
medida, el resto de su vida.

Al paciente que se siente intranquilo sobre cómo va a ser su vida


después de la operación la empresa le dirige estas palabras de
ánimo: «Es necesaria una fuerza interior considerable para ser
quien eres y por eso queremos felicitarte y aplaudirte allá donde
estés en tu viaje» 338 .

330 http://www.anova.se/TM3.htm.

331 «God vård av barn och ungdomar med könsdysfori. Metodbeskrivning och
kunskapsunderlag», Socialstyrelsen, 2015, pág. 51.

332 The World Professional Association for Transgender Health, «Standards of


Care for the Health of Transsexual, Transgender, and Gender Nonconforming
People No 7», pág. 21.

333 UPDATE: Transgender Healthcare in Oregon, TransActive Health Project,


14/8, 2015.

334 SVT Nyheter, «Sveriges största könsmottagning har opererat bort bröst på
minst en 14-åring», 3/4, 2019.
335 Jared Lawthorn, «Transgender Man’s Mastectomy Surgery Dubbed
“Mutilation”», BBC Wales, 19/7, 2019.

336 https://www.ftmtopsurgery.ca/blog/ftm-surgery/positive-effects-ftm-top-
surgery/.

337 S. Cristofari et al., «Postoperative Complications of Male to Female Sex


Reassignment Surgery: A 10-Year French Retrospective Study», Ann. Chir. Plast.
Esthet., febrero de 2019, 64(1): 24-32; doi: 10.1016/j.anplas.2018.08.002. E-pub,
27 de seotiembre de 2018.

338 «After your surgery», The Pelvic Hub;


https://www.thepelvichub.com/conditions/sr-surgery.
¿Más joven, más rápido, más feliz?
En Suecia la cirugía genital se realiza hoy en día a partir de los
dieciocho años, pero a nivel internacional no es extraño que los
cirujanos operen a menores, especialmente a los chicos. En un
proyecto de ley que la ministra de Asuntos Sociales Annika
Strandhäll y la de Cultura y Democracia, Alice Bah Kuhnke,
presentaron en 2018, se proponía que el límite de edad para las
intervenciones quirúrgicas de los órganos sexuales se redujera a los
quince sin la autorización de los padres 339 . Un chico o una chica de
quince años podría así solicitarla por sí mismo o misma y tener voz
propia en lo referente a la intervención de sus órganos sexuales.
Los niños podrían asimismo cambiar el sexo jurídico a partir de los
doce años con el consentimiento de los padres y sin ella a partir de
los quince. Con doce años ni siquiera sería necesaria la firma de los
dos progenitores, y si uno de los dos se posicionara en contra, una
comisión de asuntos sociales le pasaría por encima:

Si uno de los dos titulares de la guardia y custodia no está


de acuerdo, se propone que sea la comisión de asuntos
sociales lo que decida sobre una solicitud de cambio de sexo
jurídico si es necesario, considerando como primordial el
interés superior del niño 340 .

Hoy en día los menores suecos no pueden cambiarse ni el


nombre sin la firma de ambos progenitores. Incluso en los casos en
que solo uno de ellos tiene la custodia, no puede quitarle el apellido
del otro progenitor si este no está de acuerdo. Si eres madre y
tienes la guardia y custodia tú sola de un niño que se llama Berg
porque es el apellido de su padre, no puedes cambiar el Berg sin ir
al juzgado 341 . Ahora podrías cambiarle el sexo al niño aunque el
padre tenga la guardia y custodia y se oponga a ello. El nuevo
proyecto de ley también dice lo siguiente: «Es importante que el
punto de vista de los padres pueda quedar relegado, considerando
como primordial el interés superior del niño» 342 . Y el progenitor que
no estuviera de acuerdo sería denunciado a Protección de Menores:
«Se propone que el no consentimiento de uno de los titulares de la
guardia y custodia pueda dar lugar a una denuncia a la comisión de
asuntos sociales» 343 .
A partir de ahora se podría realizar el cambio de sexo sin ningún
informe médico, si bien no sería tan fácil volver a cambiarlo. Aquel
que quiera volver atrás debe pasar por un examen exhaustivo para
demostrar que «piensa que podrá vivir con la misma identidad de
género también en el futuro» 344 . Eso significa que la decisión que
un niño de doce años tome dando la lata y la que uno de quince
pueda tomar de la noche a la mañana no serán fáciles de cambiar.
De ese modo, muchos jóvenes corren el riesgo de quedar atrapados
en una decisión que tendrá grandes consecuencias para ellos.
«A un quinceañero no se le puede privar de la posibilidad de
someterse a la cirugía genital solo porque uno o los dos titulares de
la guardia y custodia se opongan a ello», según el proyecto de ley
del gobierno. Puede que extirpar los órganos sexuales sea la única
salvación para que un joven se sienta normal, piensa el gobierno:

Por ejemplo, el sufrimiento puede ser el causante de que


un joven no quiera ir a la escuela, salir con los amigos, iniciar
una relación, sentirse cómodo al mostrar su cuerpo o tener
sexo. A veces, la cirugía genital es lo único que da la
posibilidad a los jóvenes de vivir según su identidad de
género y llevar una adolescencia «normal» 345 .

En el proyecto de ley no consta ninguna reflexión acerca de lo


que realmente significa que un quinceañero quiera quitarse sus
órganos sexuales; ¿dónde está el error, en sus genitales, en la
sociedad o en otro sitio? ¿Qué vida sexual normal puede tener un
quinceañero que se acaba de operar el sexo, cuando apenas sabe
lo que es el sexo?
El hecho de que una de las razones para permitir las operaciones
de cirugía genital en menores sea que han de poder tener
relaciones sexuales es de por sí significativo. Considerar que una
operación compleja con riesgo de causar daños graves en la función
sexual y ocasionar complicaciones para toda la vida sea la única
solución para los problemas de los quinceañeros es incomprensible.
Este proyecto de ley sorprende en una Suecia en la que los
menores de edad ni siquiera pueden ir al psicólogo sin el
consentimiento de ambos titulares de la guardia y custodia. Durante
la elaboración del proyecto se había «consultado» a Cecilia Dhejne,
directora médica de Anova —la que realizaba las operaciones—, así
como a la RFSU (Asociación Sueca para la Educación Sexual), la
RFSL (Asociación Sueca de LGTBI+) y las juventudes de la RFSL.
No se había preguntado a ninguna organización de mujeres y
tampoco a ninguna organización que trabaje con los derechos de
niños y jóvenes.
La ley recibió duras críticas por parte de los especialistas. Un
informe del equipo de DSD (Desarrollo Sexual Diferente) para los
trastornos del desarrollo sexual del hospital Karolinska encargado
por el gobierno dice que es «particularmente inadecuado» cambiar
el sexo jurídico de un joven menor de quince años. «No es
consecuente con los estudios científicos ni la experiencia probada»,
ya que los trabajos de investigación demuestran, al contrario, que el
80 por 100 de los que quieren cambiar de sexo en la pubertad se
arrepienten y se quedan con su sexo original 346 . La capacidad de
evaluar las consecuencias de una toma de decisión tampoco está
completamente desarrollada hasta los 20-25 años. El hecho de que
el límite de edad se mantenga en los doce a pesar de que el equipo
de DSD ya hubiese señalado con anterioridad que era demasiado
bajo es «digno de atención». El informe del equipo de DSD dice
además que no son pocas las veces que los jóvenes que solicitan
atención trans padecen otras patologías mentales y que no es fácil
para una persona joven hacerse una idea general de las
consecuencias de sus decisiones.
El proyecto de ley fue fustigado por parte de otras instancias,
como la Federación Nacional de Pediatras y el Consejo Nacional de
Ética Médica, cuya opinión era que la cirugía genital en menores no
era ni tema de debate. También le llovieron las críticas en forma de
panorámica elaborada por el Centro de HTA (Evaluación de
Tecnologías Sanitarias) de Götaland occidental, cuya misión es
evaluar los métodos médicos. Su trabajo concluía que

La base científica de la cirugía de reasignación de sexo es


reducida, la bibliografía sobre el tema limitada a los estudios
de observación de calidad generalmente baja, los estudios
comparativos son escasos y sin un calendario a largo plazo;
por eso, las evidencias de los beneficios de las
intervenciones en los genitales y otras partes del cuerpo,
incluido el rostro, son en general insuficientes, mientras que
las complicaciones graves son probablemente bastante
comunes después de una cirugía de reasignación de sexo 347 .

La crítica más contundente vino del Lagrådet, el consejo de


Estado, según el cual la ley era contraria a la convención de
Europa 348 . Permitir que la voluntad de un hijo estuviera por encima
del poder de decisión de los padres comportaba que, según el
consejo, «en la práctica se les retirara tanto el derecho como la
responsabilidad de juzgar qué es lo mejor para su hijo en estos
casos, y además queden fuera del proceso en el cual se toman las
medidas correspondientes». Entre los miembros que redactaron el
informe para el gobierno ninguno trabajaba con temas como la
igualdad de género.
Es probable que el proyecto se hubiera convertido en ley de no
haber sido por el documental del programa de la televisión pública
Uppdrag Granskning («Objetivo: examinar») «El tren trans y las
adolescentes», que casualmente se grabó en ese momento y que
criticaba con dureza las operaciones de cambio de sexo en los
jóvenes. Dos chicas que se habían sometido a tratamientos
irreversibles y se arrepentían explicaban sin tapujos lo
decepcionadas que se sentían por una asistencia sanitaria que les
había dado la espalda. En la segunda parte del documental se ponía
a la ministra de Asuntos Sociales, Lena Hallengren, contra las
cuerdas. Resultó que en el documento base en el que se apoyaba el
gobierno había información errónea. Entonces, de repente, Lena
Hallengren encargó a Salud y Bienestar Social que revisara a fondo
el apartado de las operaciones a menores. Y, de repente, también
Salud y Bienestar Social hizo un viraje. Si en 2018 habían
secundado todas las propuestas, dos años más tarde publicaban un
informe en el que decían que «hoy en día hay más argumentos en
contra que a favor de posibilitar estas intervenciones quirúrgicas
antes de los dieciocho años» 349 .
Aun así, el proyecto de ley sigue ahí y algunos partidos quieren
llevarlo más lejos y suprimir por completo el límite de edad para los
tratamientos de reasignación de sexo. Los liberales, la izquierda, el
partido Pirata y el feminista (FI) quieren, al igual que la RFSL y la
RFSU, que no haya ningún límite de edad, ni siquiera en la cirugía
para extirpar los órganos sexuales 350 . El partido feminista piensa
que es suficiente con el deseo del niño y el consentimiento de uno
de los padres. La izquierda no menciona a los padres, sino que
considera que es una cuestión que deben decidir los médicos. En
una moción de 2015 el entonces líder del partido, Jonas Sjöstedt, y
otros publicaron que era «problemático establecer un límite de edad
en las actuaciones de los centros de salud» dado que era necesario
hacer «una evaluación de cada caso en particular, en la que la edad
no cumpla ninguna función» 351 . En 2018 la izquierda elevó el tono
aún más: el partido exigía que se eliminara del todo el límite de edad
ya que «todas las personas tenemos los mismos derechos» 352 . Los
liberales hicieron constar en su moción de 2017, firmada por su líder
Jan Björklund, que «sin embargo no hay ninguna razón objetiva para
que la ley fije un límite de edad inferior», ya que el Sistema de Salud
tiene que evaluar cada caso de «reasignación de sexo de la misma
manera que haría con el resto de servicios que presta» 353 . Incluso
la derecha y los verdes quieren rebajar el límite de edad, aún sin
precisar hasta dónde. Los últimos piensan que «puede reforzar la
situación de los jóvenes que se rebaje el límite de las intervenciones
médicas, así como reducir las colas» 354 . El partido Pirata tampoco
considera positivo que los padres tengan que desempeñar un papel
en este contexto, sino que son los niños, independientemente de la
edad que tengan, los individuos competentes que saben lo que
quieren:

También queremos eliminar el límite de edad para los


tratamientos de reasignación de sexo puesto que
consideramos que los médicos, los psicólogos y los pacientes
están más preparados que los políticos para saber cuándo ha
llegado el momento 355 .

Siguiendo este mismo razonamiento la mayoría de edad también


debería ser eliminada en su totalidad.
Las discrepancias que, por lo general, suelen caracterizar la
política brillan por su ausencia en este caso. La derecha y la
izquierda piensan igual —se diferencian solo en la velocidad de los
cambios: la derecha quiere rebajar el límite de edad, la izquierda
desea eliminarla. Es interesante remarcar la ligereza que caracteriza
las propuestas. Que a menudo las firmen los líderes de los partidos
demuestra que se toman el tema muy en serio pero a la vez parece
que ninguno de ellos se esfuerce mucho. ¡Adelante! ¡Cuanto más
rápido, mejor! Parece que a los políticos no se les ha ocurrido
pensar que quizás la extirpación de los órganos sexuales de los
niños es algo que exige una reflexión ética seria. Es como si los
seres humanos llamados personas trans ya no fueran seres
humanos, sino símbolos de la modernización. Lo que la mayoría de
los partidos propone no es poner el límite de edad a los diez, ni a los
cinco, ni a un año siquiera, sino la eliminación total del límite.
¿Nuestros partidos en Suecia entienden lo que están
proponiendo? ¿Son conscientes de la puerta que están abriendo?
¿Cómo pueden, a menudo en la misma propuesta que exige
disculparse ante los adultos que han sufrido la esterilización forzada,
proponer que los niños sean esterilizados de por vida?

339 Ministerio de Asuntos Sociales, Gabinete del Gobierno, «Vissa kirurgiska


ingrepp i könsorganen», informe 2018: 11.

340 Annika Strandhäll y Lars Hedengren, «Vissa kirurgiska ingrepp i könsorganen


och ändring av det kön som framgår av folkbokföringen», anteproyecto de ley
remitido al Consejo de Estado, 30/8, 2018.

341 https://www4.skatteverket.se/rattsligvagledning/edition/2018.1/361282.
html#h-Namnbyte-for-barn-som-har-fyllt-12-ar.

342 Annika Strandhäll y Lars Hedengren, «Vissa kirurgiska ingrepp i könsorganen


och ändring...», op. cit., pág. 32.

343 Ibíd., pág. 41.

344 Informe 2018: 17, pág. 8.

345 Informe 2018: 11, pág. 75.

346 Dictamen emitido sobre «Ändring av det kön som framgår av


folkbokföringen», informe 2018: 17, Karolinska Institutet.

347 «Gender affirmation surgery for gender dysphoria – effects and risks», Region
Västra Götaland, HTA-centrum, Health Technology Assessment HTA report 2018:
10.

348 Extracto del acta de sesión 2018-10-23: «Vissa kirurgiska ingrepp i


könsorganen och ändring av det kön som framgår av folkbok-föringen», Consejo
de Estado.

349 «Åldersgräns för vissa kirurgiska ingrepp i könsorganen och socialnämndens


roll vid ändring av det kön som framgår av folkbokföringen», informe
gubernamental, Departamento de Salud y Bienestar Social, 31 de marzo de 2020.

350 Declaración de RFSU en respuesta a la consulta sobre el SOU 2017:92


«Transpersoner i Sverige. Förslag för stärkt ställning och bättre levnadsvillkor»
(dnr. Ku2017/02516/ DISK).
351 Moción 2015/16: 49 presentada en el Parlamento por Jonas Sjöstedt et al.
(Izquierda): «Förstärkta rättigheter för transpersoner».

352 https://www.vansterpartiet.se/politik/hbtq/.

353 Moción 2017/18: 3578 presentada en el Parlamento por Jan Björklund et al.
(Liberales): «Liberal politik för hbt-personers rättigheter».

354 «Nya reformer för hbtq-personers rättigheter», Moción 2018/19: 2297


presentada por Åsa Lindhagen et al. (MP).

355 https://www.qx.se/samhalle/sverige/27335/partiernas-svar-om-transpolitiska-
fragor/.
Los profetas de las hormonas: sobre la industria
farmacéutica
Uno se pregunta cómo es posible que la OMS, los departamentos
de salud y bienestar social y los gobiernos recomienden unos
tratamientos de tales consecuencias y que no hayan pasado por un
examen científico. ¿Cómo es posible que los partidos se tomen el
tema tan a la ligera?
A menudo se ha dicho que lo sorprendente de la lucha trans es lo
rápido que ha ido. Mientras que muchos colectivos, como el de las
mujeres o los homosexuales, han tenido que luchar durante
décadas para conseguir visibilidad y algunas pequeñas mejoras, los
cambios legales relativos a la identidad de género se han colado en
el orden del día y son de la máxima prioridad sin que nadie sepa
cómo ha podido suceder. En diez años la cuestión del colectivo
trans ha tenido un gran impacto y ha provocado cambios profundos,
mientras que los homosexuales tuvieron que luchar durante
cincuenta años para conseguir siquiera poder registrar oficialmente
a su pareja. En algunos países, como en Chile, el género es una
decisión libre que toma cada individuo mientras que el aborto, en el
momento de escribir este libro, aún está prohibido.
Hay que recordar, sin embargo, que la reasignación de sexo es
un mercado. Para las clínicas y la industria farmacéutica ha surgido
un nuevo grupo de pacientes que se acerca ya al 1 por 100 de la
población juvenil de los Estados Unidos. Es un grupo ideal: vienen
por su propio pie, te piden el medicamento y, una vez que han
empezado, dependerán de él toda la vida. Solo los bloqueadores de
la pubertad cuestan 775 dólares al mes; si el paciente los consume
durante cinco años, eso supone 27.000 dólares. Las operaciones
cuestan 300.000 dólares, y si añadimos las hormonas, la eliminación
del vello, las operaciones de mandíbula, la extirpación de la nuez de
Adán o de los pechos, la cifra asciende a más de 5.000.000 de
coronas suecas (unos 500.000 euros). Los clientes fieles son el
sueño de toda empresa, y he aquí un grupo de pacientes que debe
continuar consumiendo. En un análisis financiero que hizo Global
Market Insights, el mercado de la reasignación de sexo está
considerado una muy buena inversión puesto que se calcula que
crecerá un 25 por 100 los próximos seis años.

El valor del mercado de la salud especializado en la


reasignación de sexo era de más de 316 millones de dólares
estadounidenses en 2019 y el ritmo de crecimiento anual será
de un 25,1 por 100 de media entre 2020 y 2026. Algunas de
las explicaciones de este crecimiento del mercado de la salud
especializado en la resignación de sexo inciden en una mayor
concienciación sobre la cuestión del colectivo trans y el
acceso y la disponibilidad de clínicas de reasignación de
sexo. La propensión de estos clientes a la cirugía, así como
un aumento del número de operaciones, también son factores
que impulsan la evolución del mercado 356 .

Se afirma que el mercado de reasignación de niñas que quieren


ser niños tiene un enorme potencial que alcanza el 73 por 100 del
total. Que cada vez haya más clínicas especializadas en
mastectomía y extirpación de la matriz «atraerá a un gran número
de pacientes y así contribuirá a la expansión del mercado». Cada
región es analizada minuciosamente, y Estados Unidos, Alemania y
el sudeste asiático aparecen como los mejores mercados a la hora
de invertir. Para los idealistas que creyeron que nos acercábamos a
un mundo donde quedaban superados los conceptos de sexo y
género es una decepción, porque a los ojos de los analistas de
mercado se erige un futuro muy binario:

el mercado se divide en dos: los que hacen la transición de


hombre a mujer y los que la hacen de mujer a hombre. El
segmento de hombre a mujer comprende el rostro, el pecho y
los órganos sexuales; el segmento de mujer a hombre
comprende el rostro, el tórax y los órganos sexuales 357 .

Sin embargo, uno de los requisitos para que eso se cumpla es


convencer a los gobiernos para que el Estado cargue con los
gastos. Los países en los que los ciudadanos pobres no pueden
permitirse un cambio de sexo son una mala inversión. En un informe
de 2018 de Transparency Market Research se ponía el énfasis en
eso mismo: «el aumento de casos de disforia de género» y «la
predisposición de los estados a cargar con los gastos» son los
factores que «hacen que el mercado crezca» 358 . Por consiguiente:
para que el mercado crezca es necesario que haya cada vez más
casos de disforia de género, así como que los estados paguen las
facturas. De esta manera, toda persona que no está satisfecha con
su cuerpo es un éxito para la industria farmacéutica.
Cómo procede la industria para alcanzar esos objetivos se
deduce claramente de un documento sobre estrategias de Denton,
el bufete de abogados más grande del mundo, y el conglomerado
mediático Thomas Reuters Foundation, con el apoyo de la Unión
Europea e IGLYO, una organización LGBTI 359 . El documento lleva
por título «Only adults? Good practices in legal gender recognition
for youth» y es muy ilustrativo. Empieza declarando que «existen
algunos métodos que son sorprendentemente eficaces cuando se
trata de fomentar los derechos de los trans en países con buenas
prácticas».
La estrategia se debe basar en utilizar los derechos humanos
como argumento, ya que los que se oponen serán víctimas de una
«estigmatización política por vulnerar los derechos humanos». La
declaración de las Naciones Unidas debe ser utilizada de manera
que «el derecho a la salud» pueda interpretarse como el derecho a
un tratamiento de reasignación de sexo; que «el derecho a la vida
privada» pueda interpretarse como el derecho a decidir uno mismo
su sexo, y que «el interés superior del niño» pueda interpretarse
como que este tiene derecho a decidir sobre las eventuales
intervenciones en su cuerpo 360 . Los cambios legales no deben
presentarse como fruto del interés de las empresas farmacéuticas o
de las clínicas, sino como el derecho de los jóvenes a no tener que
«avergonzarse de lo que son» 361 . Es decir, no se trata del derecho
del niño a una atención sanitaria basada en evidencias científicas y
segura, sino de su derecho a la reasignación de sexo sin el
consentimiento de los padres. O sea, que estorban: «Todo el mundo
sabe que exigir el consentimiento de los padres o el de un tutor legal
puede suponer un obstáculo y ser un problema para un menor» 362 .
Hay que hablar menos de cirugía porque la gente se asusta cuando
lo oye. En lugar de operación, debe decirse «derecho a ser uno
mismo». La clave del éxito está en seguir otras reformas populares,
como el matrimonio igualitario, ya que constituyen «una tapadera,
especialmente en Irlanda, donde el matrimonio homosexual tenía un
fuerte respaldo pero la identidad de género todavía es un tema al
que le cuesta mucho ganarse el apoyo de la gente» 363 . Lo mejor es
presionar directamente a los políticos jóvenes. Hay que evitar el
debate público:

Otro método que se ha utilizado con gran éxito es la


limitación de la cobertura mediática [...] son muchos los que
opinan que las campañas oficiales han sido perjudiciales, ya
que gran parte de la sociedad no tiene muchos conocimientos
sobre el colectivo trans y por esta razón pueden darse
algunos malentendidos. En Irlanda los activistas han influido
en algunos políticos en particular mediante la presión y han
intentado restringir la cobertura mediática al mínimo para
evitar este problema 364 .

Precisamente esto es lo que sucedió con el proyecto de ley trans


del gobierno sueco: se presentó rápido, el plazo para las enmiendas
abarcó solo los dos meses de verano, no hubo tiempo para el
debate y se habló menos de las operaciones que de disminuir el
sufrimiento de un colectivo vulnerable. No se examinaron en
absoluto los intereses del mercado.
Las que sí tienen visibilidad son las organizaciones como IGLYO,
cuya dirección está compuesta por idealistas entre los 21 y los 29
años que en sus currículums declaran que el momento de su vida
en que se sintieron más orgullosos fue cuando crearon una
«tamborrada en Croacia en apoyo de las protestas en favor de los
derechos de los animales» 365 . Sin embargo, un grupo de amigos de
los animales que tocan el tambor lo habría tenido difícil para lograr
que se llevaran a cabo cambios legales de calado. Para eso se
necesitan recursos.
Si examinamos este asunto un poco más detenidamente,
veremos que a menudo son los mismos propietarios de las clínicas
los que impulsan estudios y deciden financiar las intervenciones vía
impuestos. Un ejemplo muy citado es el de la familia Pritzker, una de
las más ricas de Estados Unidos. El consorcio empresarial Pritzker
tiene la sede en Chicago y es propietario de centenares de
empresas, entre otras la cadena hotelera Hyatt y multitud de
compañías del sector de la informática, la inteligencia artificial y las
farmacéuticas 366 . Poseen la Facultad de Medicina de la Universidad
de Chicago, la Pritzker School of Medicine (en Estados Unidos no es
raro que las universidades sean medio o totalmente privadas),
donde se investiga la disforia de género 367 . La Pritzker School of
Medicine colabora también en proyectos de investigación con
AbbVie, la empresa que fabrica los bloqueadores de la pubertad
Lupron 368 . La familia Pritzker es una de las grandes inversoras en
clínicas para niños con disforia de género, así como en «clínicas
LGTBI» —un nombre un poco engañoso ya que los homosexuales,
los bisexuales y las personas queer no necesitan clínicas. El
consorcio Pritzker también ha creado nuevas cátedras de estudios
trans en las universidades 369 . Sus inversiones incluyen unas
cuantas clínicas especializadas en tratamientos de reasignación de
sexo para «niños con incongruencia de género», así como:
seis millones y medio de dólares en programas dedicados a
los estudios de sexualidad en la Universidad de Minnesota;
casi seis millones de dólares en el Palm Center, un think tank
LGTBI para estudios sobre las personas trans en el ejército;
dos millones de dólares a la primera cátedra de estudios
trans del mundo en la Universidad de Victoria en la Columbia
Británica; un millón de dólares al hospital infantil Lurie de
Chicago para un programa sobre desarrollo sexual y género,
y quinientos mil dólares al primer curso de estudios trans en
la Universidad de Toronto 370 .

El consorcio Pritzker financia desde hace años al lobby WPATH,


el que elabora las directrices de cómo, a su entender, se debe
materializar la atención sanitaria a los trans a nivel global. En el año
2018 el WPATH recibió 250.000 dólares de Pritzker, destinados a
desarrollar las nuevas directrices SOC8 (Standards of Care 8), las
que utilizan los estados, los gobiernos y el personal sanitario en el
mundo entero 371 . El WPATH trabaja también intensamente para que
las aseguradoras médicas cubran los tratamientos hormonales y las
operaciones, y entre otras cosas han firmado una colaboración con
Starbucks, que actualmente ofrece la extirpación de los pechos
gratis a sus empleadas y las implantaciones mamarias gratis a sus
empleados —pero no al revés 372 . Los miembros de la familia
Pritzker también ocupan un cargo en los institutos de estudios de la
sexualidad y de género de las universidades. Al margen de lo que
significan las beneficiosas inversiones de una industria con una
perspectiva de crecimiento del 25 por 100, puede que detrás haya
un verdadero compromiso. El coronel James Pritzker, republicano,
paracaidista, millonario y fundador de museos del ejército, se
convirtió en Jennifer Natalya Pritzker en 2013 y de repente apareció
en las listas de las mujeres más ricas de Estados Unidos 373 .
El primo de Jennifer Natalya, J. B. Pritzker, es el gobernador del
estado de Illinois y decretó que el Sistema de Salud del estado
cubriría los tratamientos hormonales y las operaciones de
reasignación de sexo 374 . Eso significa que el mismo consorcio
empresarial que invierte en las clínicas también financia los estudios
realizados en las mismas clínicas y promulga leyes para que los
contribuyentes carguen con los gastos. «La salud es un derecho, no
un privilegio», declaró el gobernador con orgullo. Asimismo, ahora
todos los baños públicos del estado son inclusivos, la enseñanza de
la historia del colectivo trans es obligatoria y ha dispuesto un
«batallón» de 25 empleados que se ocuparán de que los derechos
de las personas trans y no binarias sean respetados 375 .
Por supuesto que todo esto es positivo; el problema es que lo
que se persigue con estos derechos no son derechos humanos
comunes, como evitar el bullying o la discriminación, sino un viraje
ideológico. Un año después de su creación, este «batallón» ha
procurado que la totalidad de los empleados en las escuelas del
Estado entiendan que la identidad de género de un individuo «no
está relacionada con el sexo asignado al nacer. La identidad de
género es una parte congénita de la identidad del individuo» y que
las escuelas implanten un gender support plan y contraten a un
gender support coordinator cuya función será prestar atención y
ayudar a los individuos con su identidad de género. Está prohibido
revelar la identidad de género de otra persona, y «si los empleados
de una escuela la revelan, se podría vulnerar el derecho del alumno
a la privacidad», lo cual es un equilibrio difícil de conseguir ya que,
al mismo tiempo, el personal de la escuela no puede equivocarse de
género porque «podría ser considerado bullying y acoso». Si los
titulares de la guardia y custodia no apoyan al alumno en su
transición, el gender support coordinator debe encargarse del caso y
establecer un plan junto al alumno. Todos los alumnos que lo pidan
tendrán su gender support plan personal, que deberá satisfacer sus
deseos relativos al vestuario, el pronombre y la terapia. No se
obligará a nadie a usar vestuario «propio» porque lo que prevalece
es la autodeterminación. Todas las empresas que trabajen para la
escuela tienen que firmar estos principios 376 .
Para los idealistas que luchan por los derechos del colectivo
LGTBI, esto es una revolución progresista. Para las clínicas y las
compañías farmacéuticas, es puro negocio. En algún punto de la
intersección entre estos dos movimientos opuestos, que podrían
chocar y convertirse en antagonistas, en cambio se funden. Los
activistas quieren luchar para conseguir el derecho de todo el
mundo a ser uno mismo y las clínicas quieren rehacer a las
personas, y en lugar de combatir al otro entran los dos en una
curiosa simbiosis. Lo que podría parecer una actividad empresarial
cínica que esteriliza a los jóvenes para lucrarse se vuelve un acto
para salvar vidas, fomentar la tolerancia y romper con los patrones
de género. La comercialización se convierte en un acto humanitario.
El consorcio Pritzker es solo un ejemplo entre muchos de
capitalistas que han invertido en la reasignación de sexo en
menores y jóvenes y cuya actividad empresarial incluye también la
presión política. Los capitalistas fundan clínicas con una mano y con
la otra logran que los contribuyentes paguen la factura... y de
boquilla dicen que solo pretenden ayudar a la gente a ser ella
misma. Los pioneros en este campo han recibido premios y
distinciones por su trabajo en favor de los derechos humanos a
pesar de que a menudo trabajan para la industria del sector. Un
ejemplo claro es el de Diane Ehrensaft, la autora de una serie de
libros sobre niños y jóvenes con «disconformidad de género» que
han sido galardonados con varios premios otorgados por las
asociaciones de psicólogos. Cuando escribió los libros, trabajaba
para AbbVie 377 .
En Suecia hemos asistido a la misma evolución. La directora
médica Cecilia Dhejne, responsable del centro de atención trans de
la clínica Anova, fue nombrada «Heroína trans del año» en el
Festival Pride de 2016. Que un médico que ha convertido a muchos
homosexuales en heteros reciba un premio LGTBI es sin duda un
giro histórico. Pero también ejemplifica un fenómeno singular: los
investigadores y los médicos son también, cada vez más, un lobby.
Cecilia Dhejne tiene la costumbre de practicar el activismo y
buscar argumentos en los grupos de Facebook. Después del
programa Uppdrag Granskning, en el que se vio que los jóvenes con
problemas psiquiátricos se dirigían a los centros de atención trans,
Cecilia Dhejne escribió en un grupo de Facebook de activistas trans:
«¿Hay alguien en este grupo que pueda redactar algo con
referencias científicas sobre “el contagio mental” o conoce a alguien
que pueda hacerlo? ¿En qué se sustenta y cómo funciona? Creo
que lo necesitaremos. En otoño pondrán otro reportaje de Uppdrag
Granskning» 378 . En el hilo, Dhejne discute con jóvenes activistas y
usa constantemente la palabra «nosotros» y «ellos». Ella —directora
sanitaria del hospital Karolinska y responsable de la atención
sanitaria a los trans— y los jóvenes trans, entre ellos algunos de sus
pacientes, constituyen el «nosotros» y los que critican a esa unidad
asistencial constituyen el «ellos». Dhejne busca argumentos y a la
vez proporciona argumentos a los jóvenes asegurándoles que «ellos
intentan decir que la gente se suicida porque se arrepienten. No
entienden que estos estudios no existen».
Los grupos de interés también desempeñan un papel importante,
como el británico Mermaids o el español Crysallis, fundados por
padres de niños y niñas trans. Mermaid ha recibido millones en
donaciones, a través de loterías por ejemplo, todo bajo el lema de la
tolerancia y el respeto. Han apostado por una línea agresiva en el
tema de las intervenciones médicas en menores, con congresos en
los que los conferenciantes defienden argumentos como «en otros
países se considera que con doce años los niños son
suficientemente mayores para ir a la guerra» 379 . O sea, que los
niños de Sudán sufran mutilaciones es utilizado como vara de medir
para lo que hay que hacer en tiempos de paz. En julio de 2019
Chrysallis logró que el Tribunal Constitucional avalara que los
padres puedan cambiar el sexo de sus hijos independientemente de
su edad, incluso si uno de los progenitores se opone a la
decisión 380 . Ahora Chrysallis quiere ir más lejos y eliminar el
requisito de que el niño deba acudir a un médico primero. En
Suecia, la RFSL apuesta por una línea parecida y quiere eliminar
totalmente el límite de edad aunque sin metáforas bélicas.
La RFSL ha avanzado mucho desde octubre de 1950, cuando 36
personas se reunieron para escuchar música con un tocadiscos y
crear una organización en favor de los derechos de los
homosexuales. Hoy en día la RFSL es un grupo de poder que recibe
millones de coronas al año de ayudas públicas y que, una vez
lograda la igualdad jurídica para los homosexuales, ha convertido la
cuestión trans en su máxima prioridad. La cuestión trans ha dado
continuidad a la relevancia de la RFSL y la organización tiene la
responsabilidad de configurar la formación en materia de identidad
de género, vende cursos con certificado LGTBI a empresas y
administraciones, el gobierno le consulta como experta en temas
trans y en Suecia los que investigan este tema han salido
directamente de la RFSL.
De defender el derecho de los homosexuales a no tener que ser
considerados enfermos, la RFSL ha pasado a ser el mayor impulsor
de la intervención médica y quirúrgica para rehacer a las personas.
Venden binders a las adolescentes en su tienda en línea con el
mensaje: «Fajar el pecho con la ayuda de binders puede ser una
manera de cuidarse» 381 . En la página web de las juventudes de la
RFSL (www.transformering.se) se asegura a los jóvenes que las
hormonas no comportan ningún riesgo: «no corres ningún riesgo si
te autorrecetas las hormonas y te las tomas como te ha indicado el
médico, y el riesgo es en gran medida el mismo que si el cuerpo
produjera las hormonas» 382 . Si los padres se niegan a dar su
aprobación a hormonarse, se recomienda al joven que se ponga en
contacto con los Servicios Sociales, ya que «impedir o negar la
atención médica para la reasignación de sexo puede tener graves
consecuencias en la salud del niño» 383 . Los representantes de la
RFSL incluso han llegado a llamar a las personas trans críticas con
los tratamientos médicos para instarlas a reflexionar sobre cómo se
pronuncian en los medios de comunicación 384 .
La RFSL minimiza constantemente los riesgos de la hormonación
y las intervenciones quirúrgicas y obstaculiza los trabajos de
investigación en este campo. Cuando Lisa Littman, investigadora,
publicó su estudio sobre el aumento del número de chicas
adolescentes afectadas por la aparición súbita de la disforia de
género, la RFSL hizo un pronunciamiento en el que se declaraban
disconformes con el concepto de Littman rapid onset gender
dysphoria («Inicio rápido de disforia de género»). La RFSL defendía
que «es muy frecuente que la disforia de género surja o aumente en
relación con la pubertad», así como que «la identidad de género de
los niños y sus reflexiones acerca de su sexo deben ser
respetadas». Respetar a los niños es una palabra clave sacada del
documento estratégico del bufete Denton, porque pocos son los que
se oponen a que los niños reflexionen sobre su sexo.

En mayo de 2019, la OMS modificó la clasificación de disforia de


género en su manual de patologías, el CIE-11. De haber estado
clasificada en la rúbrica de psiquiatría, ahora aparece en la de salud
sexual y se denomina «incongruencia de género» 385 . Así, el grupo
de pacientes se ha ido ampliando sucesivamente. Del antiguo
diagnóstico «transexual», que se definía por haber sentido toda la
vida que uno pertenecía al sexo opuesto, se pasó a la disforia de
género, centrada en el sufrimiento en el aquí y ahora, y
posteriormente a la incongruencia de género. El foco se sitúa ahora
en la identificación de «juegos, juguetes, actividades y compañeros
de juego que sean típicos del sexo vivido en lugar del sexo
asignado» 386 .
La transexualidad como diagnóstico, trataba de afirmar que una
persona se había comportado toda su vida según el patrón de
conducta del sexo opuesto. El término fue sustituido por «disforia de
género», centrado en cómo se sentía la persona —estaba tan
deprimida que la intervención médica era necesaria. Con el
diagnóstico de disforia de género ya no era importante que la
persona en cuestión se hubiera sentido así durante mucho tiempo.
La incongruencia de género, gender incongruence en inglés, se
define, sobre todo, por un comportamiento que no sigue los
patrones de género —aunque únicamente este criterio, en teoría, no
es suficiente para establecer un diagnóstico— y por tanto es
aplicable a niños pequeños. El estado psíquico ya no se incluye en
esta definición.
Este es un cambio muy relevante para la industria farmacéutica.
Significa que ahora muchísimos más niños y jóvenes podrán ser
diagnosticados muy pronto y así constituir una base de clientes.
También significa que una persona que solicite tratamiento ya no
tendrá que pasar por el psicólogo, sino por el endocrinólogo. Las
hormonas se podrán recetar directamente sin que el paciente tenga
que hablar con el psicólogo. Todos estos cambios se han trabajado
en estrecha colaboración con el lobby WPATH 387 .
Es una muy buena solución, dice la RFSL sueca, dando una muy
buena acogida a las modificaciones: por un lado esto significa que
las personas trans ya no serán patologizadas, pero por el otro que
no se debería eliminar del todo la patologización puesto que «es
necesario que haya un código de diagnóstico para asegurar el
acceso a la atención sanitaria para aquellos que lo necesiten» 388 .
Si eliminamos la patologización, los que quieran someterse a
cirugía tendrán que pagársela ellos; si la mantenemos,
reconocemos que hay un problema y que el paciente a pesar de
todo quizá deba hablarlo con alguien. ¿Cómo lo hacemos para
obtener las hormonas gratis y evitar el psicólogo? Los
endocrinólogos han encontrado la solución, la máxima: «un
diagnóstico no tiene por qué ser una patología». En 2015 se incluyó
esta formulación en las recomendaciones de Salud y Bienestar
Social 389 . Y en 2018 apareció exactamente la misma formulación en
el proyecto de ley del gobierno sobre las intervenciones quirúrgicas
de los genitales. Se propone también que el diagnóstico ahora se
llame «incongruencia de género» y que «quede claro que un
diagnóstico no tiene por qué ser necesariamente una patología» 390 .
En pocas palabras, los roles de género se transforman en ley. A
partir de ahora hay juguetes que pertenecen a los niños y juguetes
que pertenecen a las niñas. Un niño de tres años que juegue con
coches es normal, una niña que juegue con coches no lo es. Según
las nuevas directrices del gobierno, podría recibir el diagnóstico de
incongruencia de género.

356 «Sex Reassignment Surgery Market Size by Gender Transition (Male to


Female [Facial, Breast, Genitals], Female to Male [Facial, Chest, Genitals]),
Industry Analysis Report, Regional Outlook, Application Potential, Price Trends,
Competitive Market Share & Forecast, 2020-2026», Global Market Insights, marzo
de 2020.

357 Transparency Market Research, «Sex Reassignment Surgery Market. Global


Industry Analysis, Size, Share, Growth, Trends, And Forecast, 2018-2026».

358 Ibíd.

359 Dentons Iglyo, Thomas Reuters Foundation y Nextlaw, «Only Adults? Good
Practices in Legal Gender Recognition for Youth. A Report on the Current State of
Laws and NGO Advocacy in Eight Countries in Europe, with a Focus on Rights of
Young People», noviembre de 2019.

360 Ibíd., pág. 19.

361 Ibíd., pág. 8.

362 Ibíd., pág. 19.

363 Ibíd., pág. 20.

364 Ibíd.

365 https://www.iglyo.com/wp-content/uploads/2018/09/Board-Applications-
2018.pdf.

366 https://www.pritzkergroup.com/venture-capital/portfolio/.

367 https://www.plasticsurgery.theclinics.com/article/S0094-1298(18)30014-
2/abstract.

368 AbbVie News Center, «AbbVie, University of Chicago collaborate to advance


cancer research», 20/4, 2016.
369 https://thefederalist.com/2018/02/20/rich-white-men-institutionalizing-
transgender-ideology/.

370 https://www.vanityfair.com/news/2019/06/why-billionaire-republican-donor-
jennifer-pritzker-is-abandoning-trump-after-coming-out-as-trans.

371 https://www.wpath.org/media/cms/Documents/History/Awards/2018/
Awards%20Information%20Page.pdf.

372
https://www.wpath.org/media/cms/Documents/Public%20Policies/2018/6_June/Tra
nsgender%20Medical%20Benefits.pdf.

373 https://www.vanityfair.com/news/2019/06/why-billionaire-republican-donor-
jennifer-pritzker-is-abandoning-trump-after-coming-out-as-trans.

374 Ethan Conley-Keck, «Pritzker Changes State’s Medicaid Policy to Cover Sex
Reassignment Surgery», WQAD, 7/4, 2019.

375 Dan Petrella, «Gov. J. B. Pritzker Signs Law Requiring One-Person Public
Bathrooms Be Gender-Neutral», Chicago Tribune, 26/7, 2019.

376 Strengthening Inclusion in Illinois Schools, Report of the Affirming and


Inclusive Schools Task Force to Governor JB Pritzker, enero de 2020.

377 Curriculum vitae, Diane Ehrensaft, Ph.D. https://files.eqcf.org/wp-


content/uploads/2016/09/35-Doe-MPI-UNDER-SEAL.pdf.

378 Cecilia Dhejne, comentarios en el grupo Tankesmedja – transpersoner och


transexkluderande feminism, 12/6, 2019.

379 Julian Vigo, «Pseudo-Scientific Hokum and the Experimentation on Children’s


Bodies», Forbes, 27/12, 2018.

380 J. J. Gálvez y R. Rincón, «Los menores transexuales podrán registrar su


nuevo sexo en el DNI», El País, 19/7, 2019.

381 http://transformering.se/vard-halsa/hjalpmedel/binders-och-binding.

382 http://transformering.se/vardhalsa/hormoner.

383 http://transformering.se/ratt-och-fel/nar-vardnadshavare-vagrar.

384 Samtal med X, transperson, octubre de 2020.

385 ICD-11, International Classification of Diseases 11th Revision, The Global


Standard for Diagnostic Health Information.
386 ICD-11, HA61 Gender Incongruence of Childhood.

387 «Wpath consensus process regarding TRANSGENDER and TRANSSEXUAL-


RELATED DIAGNOSES in ICD-11», 31/5, 2013.

388 FAQ om könsdysfori som diagnos, RFSL 14/2 2019.

389 «God vård av vuxna med könsdysfori: nationellt kunskapsstöd», Departmento


de Salud y Bienestar Social, 2015.

390 «Vissa kirurgiska ingrepp i könsorganen», informe de 2018: 1, Ministerio de


Asuntos Sociales, 2018, pág. 32.
Trumblr, trans y trauma: el testimonio de los jóvenes
Escuchando los testimonios de la nueva generación, se evidencia
que muchas de ellas cuentan otra historia. Y no es el discurso
clásico de siempre haberse sentido hombres, no es el discurso que
los trans del núcleo duro han contado; sino que sobre todo hablan
de redes sociales y de qué significa ser adolescente hoy en día y no
encajar. En entrevistas, vídeos de YouTube, blogs y autobiografías
cuentan cómo llegaron a la clínica. Aunque todas cuentan sus
propias historias vitales —algunas han disfrutado de una infancia
feliz, otras se han sentido inadaptadas, algunas se definen como
marimachos mientras que otras no pensaron en el género hasta la
adolescencia—, hay, sin embargo, un relato común, tanto en las que
defienden que la reasignación de sexo les ha salvado la vida como
en las que opinan que fue un error fatal.
Pasado un breve período de confusión al inicio de la
adolescencia, los sentimientos de soledad vinculados al bullying o a
la pérdida de amigos, y a veces a una historia más complicada de
abusos y anorexia, muchas de ellas tuvieron la sensación de no vivir
en el mismo mundo que los demás y que no satisfacían las
expectativas de lo que tenía que ser una chica. Entonces entraron
en fórums en línea buscando una nueva comunidad. Muchas
mencionan la web Tumblr y cuentan que crearon un avatar
alternativo como no binario, agénero (sin género) o trigénero para
después tomar la decisión de «recorrer todo el camino» hasta llegar
a ser un chico trans. El papel de internet es fundamental: aparece
en casi todos los testimonios. Fue buscando por internet y entrando
en fórums como «se dieron cuenta» de que eran trans, fue cuando
«los vídeos empezaban a aparecer en el flujo de recomendaciones»
cuando «mi malestar obtuvo un nombre» 391 . La sueca Gina cuenta
que
en aquel momento había empezado a mirar cada vez más
todos los vídeos de YouTube donde jóvenes trans contaban
su historia y mostraban cómo las hormonas y la cirugía les
habían salvado la vida y les habían transformado en su
auténtico yo. Me ponía muy sensible cuando los miraba,
pasaba horas sentada en la cama llorando. Tenía la
sensación de ser ellos, que su historia era la mía, y que yo
necesitaba la ayuda que ellos habían tenido. De algún modo
era terrible que nadie me hubiera ayudado antes. El proceso
de la evaluación médica y el diagnóstico tardó poco más de
un año. Después, estaba a punto para la mastectomía 392 .

«¡TUMBLR! ¡Dios mío! ¡TUMBLR! Y YouTube. Fue así como


entendí que yo era trans... a través de un vídeo» 393 . «Nunca habría
descubierto mi verdadero género sin Tumblr», cuenta un
adolescente que ha empezado con la testosterona. «Fue al empezar
a leer sobre los trans y las diferentes identidades de género cuando
finalmente entendí que yo era un chico», cuenta Eirin, de dieciocho
años, en la web Ungdomsmottagning («Consultorio juvenil») 394 .
Otro testimonio describe una impresión que tuvo justo después de
empezar a publicar en Tumblr: «cuantos más posts colgaba, más
cuenta me daba de que cada vez que etiquetaba mis mensajes con
el hashtag #trans se hacían virales». Y un tercer testimonio: «yo no
supe cómo se llamaba ser no binario ni las otras identidades de
género hasta que entré en Tumblr» 395 . «A menudo pienso que, en
muchos sentidos, empecé a vivir como yo mismo en internet»,
cuenta Mikael Hansén Goobar en una antología sobre jóvenes trans,
y añade: «en internet podía salir de mi cuerpo y entrar en otro... en
un cuerpo virtual, una personalidad basada en mis palabras, en una
imagen de mí mismo que se correspondía mejor con mis
sentimientos» 396 . Incluso se ha llegado a llamar a la web Tumblr
«tecnología trans» por los investigadores, ya que, a diferencia de
Facebook, incita a los usuarios a crear sus propios nombres e
identidades 397 .
En 2013 Tumblr era la página web más popular entre los jóvenes
de entre 13 y 25 años: era el espacio donde confesaban sus
secretos más íntimos, aprendían a hacer política y creaban su
identidad 398 . La identidad de género era una parte central del perfil
del usuario: un perfil típico podía escribir «they / them» (el
pronombre que la persona prefiera) y «pansexual birromántico» (se
enamora de personas de los dos sexos pero se siente atraído
sexualmente por todos los géneros). Las reglas informales pero muy
estrictas establecen: todos los usuarios definen su identidad; la
orientación sexual y la romántica no van unidas; la identidad de
género es una esencia interior, mientras que la expresión de género
varía de un día para otro; el género se puede rebasar, pero los
límites de la etnicidad son fijos. En Tumblr se podían seguir las
transiciones día a día y los usuarios que enseñaban las cicatrices de
la mastectomía con el texto «¡Por fin libre!» eran inundados con
comentarios tipo «¡Qué valiente!» y «¡Uau! Goals». Muchos tenían
botones en los que clicar para hacer una donación con la que
costear las operaciones. En Tumblr se crearon los debates que más
tarde se trasladaron a Twitter y se dieron a conocer en el mundo de
los adultos; hasta tal punto fue así que en Tumblr circula la broma
de que todo lo que nace en Tumblr acaba en Twitter dos años más
tarde 399 .
La popularidad de Tumblr se disparó entre diciembre de 2013 y
febrero de 2014 400 . En 2014 el número de derivaciones registradas
para una evaluación diagnóstica de disforia de género aumentó
drásticamente: nunca antes se había observado un aumento
semejante 401 . El año 2014 fue designado el «Transgender Tipping
Point» por el Time Magazine.
El otro tema central de los relatos de las chicas es su rechazo al
cuerpo femenino. Una y otra vez insisten en el asco y el pavor que
sienten ante sus propias formas. Mientras algunas nunca se han
sentido cómodas en el rol de chica, hay una mayoría aplastante que
cuenta que el mayor cambio lo sufrió cuando llegó a la pubertad. Es
durante la pubertad cuando la aversión por su cuerpo hace acto de
presencia, y mencionan especialmente el pecho. Dagny, una joven
de veintitrés años de Estados Unidos, lo cuenta así:

Recuerdo que estaba emocionalmente destrozada a causa


de la propia conciencia de tener un cuerpo femenino. Fue
devastador. Antes de empezar a hormonarme, ya he hablado
de mi conducta suicida de los quince a los diecisiete, y sí, era
como si hubiera declarado la guerra a mi cuerpo... Fue
cuando mi cuerpo empezó a desarrollarse, cuando me salió
todo lo que yo no quería tener, los pechos y la regla eran
realmente una tortura, entonces autolesionarme se convirtió
en mi manera de protestar. Creo que fue así como mi disforia
de género se evidenció más, este odio verdaderamente
extremo que sentía hacia mi cuerpo y que fuera un cuerpo
femenino 402 .

Primero se identificó como trigénero: «esto significaba que era


algo más que una chica y ya está», para después exigir a sus
padres que le permitieran empezar a hormonarse, lo cual hicieron al
cabo de dos años 403 . El sueco Timo Hedberg cuenta en un cómic
autobiográfico: «Una vez empezó la pubertad, no me sentí cómodo
con mi cuerpo. Algo le fallaba, pero no sabía formular qué era. Yo lo
vivía como si fuera una mente sin arraigo en el cuerpo» 404 . En el
blog A Transman’s Blog, Mike cuenta que «cuando era pequeño, me
encantaba nadar, pero después llegó la adolescencia y empezó a
darme asco. ¡Estar casi desnudo no tenía nada de divertido!
Entonces yo no sabía aún que no me sentía cómodo con mi propio
cuerpo» 405 . Una viñetista cuenta en Tumblr:

O sea, que hasta la pubertad estuvo bien ser chica. La


pubertad me resultaba desagradable y aterradora, pero hasta
entonces no sospechaba nada. Casi siempre llevaba ropa
cómoda y holgada, sudaderas, t-shirts y vaqueros [...].
Navegaba por internet anónimamente y hacía mis pesquisas
aquí y allá, y fui aprendiendo la terminología básica. Empecé
a aprender que existían diferentes identidades de género 406 .

Un youtuber llamado BrotherWarriorXXX colgó un vídeo después


de cuatro años de clips sobre su exitosa transición, que retiraría
enseguida, en el que contaba lo siguiente:

Cuando decidí empezar a hormonarme, me pareció lo más


lógico. Me encontraba fatal psicológicamente. De verdad que
me odiaba a mí mismo. Odiaba mi cuerpo. No me identificaba
para nada con él, me resultaba de lo más extraño. Me influyó
ver vídeos de YouTube con otras personas que
transicionaban, ver que era una opción [...]. Mis padres se lo
tomaron bastante bien. No se lo habrían tomado nada bien si
hubiera sido lesbiana [...] ahora ya no tenían que decir
«Tengo una hija lesbiana» sino: «Tengo un hijo straight» 407 .

Algunos cuentan que el factor desencadenante fue un abuso: «yo


supe que no quería ser mujer porque las mujeres sufren situaciones
jodidas. Desarrollé una personalidad muy masculina después de
que me violaran, y eso fue definitivo para poder mantener el dolor a
raya», dice un exhombre trans en una antología bajo seudónimo 408 .
En el momento en que fue víctima de violencia y desprecio dirigidos
precisamente a su cuerpo de mujer, quiso desprenderse de él. Un
cuerpo de hombre no podía ser violado. La sueca Solveig, que se
trató con testosterona con dieciocho años y vivió como hombre
durante décadas, cuenta que era el rol de mujer lo que no
soportaba:

Fue como huir de ser mujer. No soportaba vivir con un rol


que te han asignado de una forma u otra. Uno tiene que ser
de una determinada manera, tener un determinado aspecto,
uno tiene que hacer así o asá. A raíz de que en la
adolescencia mis sentimientos no se vieran correspondidos
por el chico de quien me había enamorado, empecé a vivir en
un mundo de fantasía con ese chico y al final me convertí yo
misma en el chico. Pensé que así me hacía un poco más
dura, y que si me vestía como un chico, me aceptarían en la
banda 409 .

Solveig quería «ser libre, fuerte, tratar con caballos y evitar los
comentarios del entorno sobre su cuerpo». Cuando sufrió el abuso,
ya no se vio capaz de seguir viviendo con su cuerpo de mujer. No
fue hasta los 59 años, al ver un programa de televisión sobre otra
mujer que se arrepentía, cuando Solveig se dio cuenta de que no
estaba sola.
Otras cuentan que se sentían atraídas por chicas pero
detestaban la idea de ser lesbianas. La belga Nele lo explica así:

Yo me imaginaba realmente que sería una de esas


mujeres repulsivas y que mis amigas ya no querrían salir
conmigo porque pensarían que intentaría ligármelas... Vi
unos cuantos vídeos de chicos trans que tomaban
testosterona y pasaban de ser una bollera tímida a un chico
guapo y superpopular 410 .

El blogger Lucas Fabray, de veintidós años, cuenta que la


sensación de no querer ser una mujer le vino un día en un
supermercado mientras miraba a las mujeres mayores de su
alrededor: «Las veía yendo de acá para allá con el carro sin pensar
en otra cosa, cargadas con la cesta, buscando los cupones de las
ofertas [...] y me di cuenta de que yo no quería envejecer como
mujer» 411 .
Muchas chicas viven la menstruación como algo especialmente
desagradable. El periódico Sydsvenskan publicó una entrevista a
Benjamin, que contaba lo siguiente: «Cuando sangro, me siento
sucio y como si mi cuerpo estuviese desacompasado con mi
persona» 412 . Skylar Kergil describe en su autobiografía Before I had
The Words. On Being a Transgender Young Adult cómo se
derrumbó durante un viaje en coche cuando de pronto vio sangre
entre las piernas 413 .
Anna Bohlin, de la Universidad de Göteborg, ha entrevistado a
personas transexuales sobre su experiencia con la menstruación.
Mientras una parte de las mujeres trans sienten curiosidad por la
regla, los hombres trans dan testimonio de una relación con ella
difícil y angustiosa 414 . Casi todos explican que asocian la palabra
«regla» a la vergüenza y al tabú, que buscan perífrasis o utilizan
estrategias para comprar espuma de afeitar y compresas a la vez y
hacer ver que las compresas son para otra persona. Muchos utilizan
formulaciones drásticas: «Me sentía totalmente desnudo... se
hundirá el mundo si la gente descubre que son para mí». Una de las
personas entrevistadas, llamada A, cuenta que la aversión a la regla
empezó con la anorexia: «Creo que está un poco relacionado con
los trastornos alimentarios... Cuando me vino la identidad trans, fue
como si se deslizara hacia ahí de alguna manera».
Son pocos los casos de chicas que desean ser un chico, lo que
domina es la aversión a ser chica. Y es el cambio de niña a mujer y
el encontrarse con el mundo en este proceso lo que describen como
más desagradable. El británico Charlie Evans lo cuenta así:

Siempre he sido algo descuidada, incongruente de género,


me han apasionado los camiones, he llevado el pelo corto, un
marimacho tierno. Cuando era adolescente, odiaba mis
pechos como la mayoría de chicas —ese nuevo miembro de
mi cuerpo que de repente hacía que los chicos me miraran.
Nuevas caderas, nuevas formas que me convertían en un
objeto. Ya no podía jugar en el barro y divertirme; en lugar de
eso tenía que acordarme de cruzar las piernas al sentarme,
taparme el pecho, no provocar a los hombres que me
triplicaban la edad. No «distraer» a los profesores masculinos
con mis hombros. A los doce años, trece quizá, le conté a mi
mejor amiga que estaba enamorada de ella. La noticia corrió
como la pólvora por la escuela. Me expulsaron del vestuario y
me obligaron a cambiarme en el baño cuando tocaba
gimnasia. A las otras chicas les empezaron a gustar los
chicos —les mandaban sms e iban cogidos de la mano por
los pasillos. Yo deseaba desesperadamente que una chica
me mirase de la misma manera que miraban a los chicos. Me
corté el pelo bien corto, usaba loción de afeitar, escogí las
asignaturas de ciencias. Todos mis modelos eran hombres:
Albert Einstein, el epidemiólogo John Snow. Tenía pósteres
de todos ellos en mi habitación. Y entonces alguien dijo algo
que cambiaría mi vida. «Quizá seas un chico con el cuerpo
equivocado». ¡Sí! ¡Era eso! Era exactamente eso. ¡Tengo el
cerebro de un chico! Es por eso por lo que me encantan las
ciencias naturales y las armas y el barro y los camiones y las
máquinas y los coches y las chicas. Soy un chico. ¡Por eso
odio mi cuerpo! Mi intención pues era ser un chico. Ya tenía
la respuesta. Todo encajaba, y comprendí que si me afeitaba
la cabeza, me ataba los pechos y cambiaba de pronombre,
estaría por fin en paz. Era tan sencillo como lograr el aspecto
físico de lo que yo era. Mi médico confirmó mi disforia de
género, y estaba convencida de que me operaría los pechos
cuando tuviera los diecisiete y más tarde me sometería a una
intervención quirúrgica para que me pusieran un pene. No
pensaba en otra cosa, día y noche; así pues, encargué
testosterona en gel ilegalmente y me prepararé para la
transición. El día que cumplí los diecisiete llegó y pasó, los
dieciocho también, sin que hubiera podido reunir el dinero
que necesitaba para «arreglar» mi cuerpo para que
«encajara» con mi cerebro. Y después empecé la
universidad. Los estudios de ciencias naturales hicieron que
pensara en otras cosas. Dejé de corregir a la gente cuando
decían «ella», y dejé de usar binders para poder respirar en
las clases. Mi disforia de género no desapareció nunca.
Estaba ahí. Pero acepté que nunca habría podido cambiar de
sexo de verdad —tendría algo parecido a un pene, me
dolería, habría tenido que hincharlo con una bomba en la
pierna. La operación de pecho me habría dañado el sistema
nervioso. Más dolor. Pero sobre todo: hacer la transición por
haber aprendido de los hombres a odiar mi cuerpo femenino,
porque no me «sentía» como una mujer, para mí era apoyar
el pensamiento binario 415 .

Las protestas contra la pubertad son el clásico del género


femenino. Las generaciones anteriores han pasado hambre, se han
autolesionado, han ahorrado para operarse y tener unos pechos
más grandes y han cultivado la depresión como cultura. Nueve de
cada diez adolescentes afirman que no están satisfechas con su
cuerpo y quieren cambiarlo, en contraste con los cuatro de cada
diez en los chicos 416 . Para muchas adolescentes es una experiencia
profundamente estremecedora tener de pronto un cuerpo que les
resulta extraño, que los demás miran y juzgan y que parece que
pertenezca más al mundo que a ellas mismas. Las imágenes
femeninas de la cultura no son un alivio tampoco: el cuerpo
femenino se presenta de una forma alienada, como una mercancía
para comprar y vender. La disociación del cuerpo está ahí, latente.
Tienes un cuerpo femenino, pero no eres ese cuerpo. Es una cosa
extraña a la cual te tienes que acostumbrar pero que ya ha sido
colonizado por la mirada de los demás. Y la moda unisex de rayas
de los años ochenta queda ya muy lejos: los nacidos en el siglo XXI
se encuentran con un extremismo de género nunca visto. La sección
de niñas es una explosión de lentejuelas de color rosa; la sección de
niños, un campo de batalla. Los adolescentes ya no descubren el
porno en revistas legendarias escondidas en el bosque, sino en sus
móviles, donde el que tenga curiosidad y busque sexo o besos
puede ir a parar a un mundo de sadismo y tortura misóginos. La
mujer en la música, el cine y las redes sociales puede ser tan
«fuerte» como se quiera, pero su cuerpo es un ser sobrenatural con
el que ninguna adolescente se identifica. Puede que la segregación
por sexos en el mercado laboral esté en vías de desaparecer, pero
nuestro ideal de cuerpo nunca había estado tan disgregado como
ahora: cada detalle del cuerpo femenino, desde las uñas hasta el
trasero, desde los labios hasta las pestañas, es objeto de un
mercado gigante —algo que no existe aún para los hombres.
La psicóloga Lisa Marchiano se pregunta si «adoptar una
identidad trans se ha convertido en la nueva manera que tienen las
adolescentes de expresar el malestar que les provoca su cuerpo —
una experiencia típica de las chicas en esta edad» 417 . A menudo
son las mismas personas que primero padecen anorexia y después
pasan a querer ser un chico. La diferencia está en que esta nueva
manera de luchar contra el propio cuerpo femenino es sancionada
por el Estado.
Porque lo curioso es que nadie —ni el Sistema de Salud, ni las
Administraciones públicas, ni los informes oficiales o las
organizaciones que trabajan con los temas trans— parece tener una
explicación a lo que está pasando. En el año 2019, el SBU, el
comité nacional de evaluación médica y social, manifestaba lo
siguiente:

No hemos podido identificar estudios que expliquen el


incremento de niños y jóvenes que durante la última década
han solicitado tratamiento de disforia de género. No hay
estudios sobre si o, en todo caso, sobre cómo ha cambiado la
incidencia de la disforia de género en la sociedad, ni tampoco
sobre los posibles factores de la sociedad que puedan
explicar el incremento de los que solicitan tratamiento para la
disforia de género 418 .

Es como si internet no hubiera existido nunca. Las redes sociales


y las subculturas que proliferan ahí no se mencionan ni en la
explicación del drástico aumento en más del 1.000 por 100. Huelga
decir que Tumblr y YouTube han sido un humus increíblemente rico
para académicos que se ganan la vida estudiando cómo se crean
las identidades, y multitud de publicaciones académicas combinan
en el título las palabras ciber, trans, identities, post y space 419 . Aun
así, parece que las instituciones estatales no se han enterado de
nada de todo esto.
Tampoco se dice nada de la cuestión principal: que se trata del
género. Es asombroso que sean tan pocos los que hagan un
análisis desde la perspectiva de género, del género mismo. Todos
los documentos oficiales deben someterse a un criterio de igualdad:
las planificaciones urbanísticas, la política exterior y las políticas
educativas tienen que ser evaluados desde una perspectiva de
género. Pero por alguna razón, cuando se trata del género mismo,
no se hace. Sanidad, los informes oficiales, los ministros
responsables y las organizaciones LGTBI: todos dicen que
escuchan las demandas de las personas trans, pero nadie entiende
lo que en realidad dicen. La explicación más común de los
investigadores, los políticos y los sanitarios es que son «la
visibilidad» y «la tolerancia» las que han aumentado. En lugar de
interpretar este incremento drástico como una señal de alarma, con
esta formulación consiguen que se vea todo como una mejora.
Siempre ha existido el mismo número de mujeres que «en realidad»
son hombres... lo que pasa es que hasta ahora no las veíamos.
En 2004 la entonces ministra de Asuntos Sociales, Berit Andnor,
tomó la iniciativa de llevar a cabo el proyecto «Niña» para
contrarrestar los roles de género y el odio hacia sí mismas de las
chicas jóvenes*. Hoy en día, cuando la disforia de género en las
mujeres jóvenes aumenta a más del 1.000 por 100, no se lanza
ningún proyecto «Niña». En el año 2019 la ministra de Asuntos
Sociales, Annika Strandhäll, en cambio, facilitó la reasignación de
sexo para los jóvenes pensando que el proceso tenía que ser rápido
y sencillo. Cuando la jugadora de balonmano Lou Sand terminó su
carrera deportiva para ponerse a la cola de quienes esperaban una
operación de reasignación de sexo, Strandhäll le escribió un
mensaje en Twitter: «Mucha suerte con el camino que tienes por
delante. Es muy valiente y significativo que seas una persona tan
sincera» 420 . Que más de la mitad de los jóvenes trans informen de
que tienen una relación problemática con los alimentos y el comer
es interpretado por parte del Departamento de Salud Pública como
una prueba de que el colectivo trans sufre discriminaciones. De ese
modo, un gran grupo de chicas con anorexia dejan de ser un
problema 421 . Ya no se les puede llamar chicas y todos sus
problemas son derivados a la oficina para la identidad trans. Nadie
se pregunta si hay algo en nuestra sociedad actual que provoque
que las mujeres huyan en masa de la feminidad.

391 Singal, Jesse, «When Children Say They’re Trans», The Atlantic, julio-agosto
de 2018.

392 «Upptäcker trans», En annan typ av kvinna, 10/2, 2018; https://


enannantypavkvinna.wordpress.com/2018/02/10/en-detransitioners-resa/.

393 Dianna T. Kenny, «Gender development and the transgen dering of children»,
en Michele Moore y Heather Brunskell-Evans, Transgender Children and Young
People..., op. cit., pág. 102.

394 https://www.umo.se/umo-podden/umo-podden/umo-podden-5.Jag-ar-kille-
men-kanner-mig-som-tjej/.

395 http://theconversation.com/theres-something-queer-about-tumblr-73520 y
Harsin Drager, Transforming Cyber Space and the Trans Liberation Movement. A
Study of Transmasculine Youth Bloggers on Tumblr.com, University of Colorado,
2012.

396 Mikael Hansén Goobar, «På mina villkor – en inloggning bort», en Veronika
Berg y Edward Summanen (eds.), Det är vår tur nu! Att vara trans i en
tvåkönsvärld, RFSL Stockholm, 2011, pág. 29.

397 Oliver L. Haimson y Gillian R. Hayes, Changes in Social Media Affect,


Disclosure, and Sociality for a Sample of Transgender Americans in 2016’s
Political Climate, Department of Informatics, University of California, 2017.

398 Harsin Drager, Transforming Cyber Space and the Trans Liberation
Movement..., op. cit., pág. 18.

399 «Tumblr: A call-out post», Helena/The Pique Resilience Project, 4/2, 2019.

400 https://hackernoon.com/tumblr-is-tumbling-d6deb3bb831e.

401 Louise Frisén, Per-Anders Rydelius y Olle Söder, «Kraftig ökning av


könsdysfori bland barn och unga», Läkartidningen, 2017, 114, EFMY.
402 Feminist Current Podcast, «Dagny of The Pique Resilience Project on
detransitioning», 26/3, 2019.

403 Ibíd.

404 Timo Hedberg, «Trangst – en självbiografisk serie», en Veronika Berg y


Edward Summanen (eds.), Det är vår tur nu! Att vara..., op. cit., pág. 54.

405 TransMan’s Blog; https://mikael-nc.tumblr.com/, 19/8, 2018.

406 https://a-trans-comic-by-me.tumblr.com/.

407 Citado en «The trans-kid honeymoon is sweet – while it lasts», 4th Wave Now,
19/2, 2016.

408 Carey Maria Catt Callahan, «Unheard voices of detransitioners», en Michelle


Moore y Heather Brunskell-Evans, Transgender Children and Young People..., op.
cit., pág. 177.

409 https://www.svtplay.se/video/24001219/uppdrag-granskning-nar-solveig-
angrade-sig.

410 Linda Pressly y Lucy Proctor, «Ellie and Nele. From She to He – and Back to
She Again», BBC News, 10/3, 2020.

411 Jessie Ellison, «For transgender youth, a home on Tumblr», The Daily Dot
24/12/2012.

412 Tindra Englund, «P-pillren minskar Benjamins ångest och smärta»,


Helsingborgs Dagblad, 27/4, 2016.

413 Skylar Kergil, Before I Had the Words, Skyhorse Publishing, 2017.

414 Anna Bohlin, Transgendering Menstruation. En kvalitativ studie av


uppfattningar kring menstruation i relation till transidentitet i Sverige, Göteborgs
Universitet, 2017, pág. 22.

415 https://threadreaderapp.com/thread/1165369008801091589.html, hilo


guardado en: I have a retraction to make. Last year I tweeted this in response to
#GetTheLOut in London. mumsnet.com.

416 «Reklamera!», Sveriges Kvinnolobby, 2013.

417 Lisa Marchiano, «Outbreak: On Transgender Teens and Psychic Epidemics»,


Psychological Pespectives, 2017, vol. 60.
418 «Könsdysfori hos barn och unga. En kunskapskartläggning», SBU 307/2019,
pág. 74.

419 Harsin Drager, Transforming Cyber Space and the Trans Liberation
Movement..., op. cit.

420* El proyecto «Niña» fue una apuesta del gobierno que se inició en 2004 para
tratar de criticar la fijación por el aspecto físico y el ideal de belleza en los
anuncios de ese momento, cuestionar los roles de género y contribuir a reforzar la
autoestima de las jóvenes. El proyecto zarpó de la mano de la entonces ministra
de Asuntos Sociales, Berit Andnor, y comprendía campañas de información en los
medios, los municipios y las escuelas.

https://twitter.com/strandhall/status/1082406960547487744?lang=en.

421 «Hälsan och hälsans bestämningsfaktorer för transpersoner: En rapport om


hälsoläget bland transpersoner i Sverige», Departamento de Salud Pública, 2015,
pág. 37.
Operarse o morir: el suicidio como argumento
El mensaje de la sociedad a los jóvenes que se sienten fatal con
su cuerpo o rol de género es: hormónate y opérate, entonces te
sentirás mejor, encajarás, lograrás la congruencia de género, es
decir, tu aspecto físico y tus sentimientos más íntimos coincidirán.
Serás normal. Porque si no encajas como chica, encajarás como
chico. Los medios entrevistan a personas trans felices que cuentan
que las operaciones fueron lo mejor que les podía haber pasado.
«Ahora Amanda ya puede ser ella misma», sería un titular típico 422 .
El Sistema de Salud y la sociedad mandan el mensaje de que es
fácil cambiar de sexo. El lenguaje es un elemento fundamental en
todo esto: a extirpar los pechos se le llama «tratamiento»; a la
esterilización, «terapia», a la detención del desarrollo sexual del
cuerpo, «tomar un respiro».
Y si no lo haces... te arriesgas a morir.
Cuando no se puede demostrar que el tratamiento se apoya en
una base científica, las clínicas y sus partidarios tienen un
argumento difícil de contradecir: si no lo hace, el niño se quitará la
vida.
Diane Ehrensaft, la directora de la clínica universitaria para niños
con disforia de género de California, explica a los padres que dudan
que la radiación contra el cáncer también esteriliza a la gente y que
«las intervenciones de reasignación de sexo salvan vidas de la
misma manera que las intervenciones oncológicas en niños con
cáncer» 423 . No ponerlo en marcha con bloqueadores de la pubertad
y hormonas, según Ehrensaft, es maltrato infantil: «Podemos incluso
considerar una negativa al tratamiento como una clase de maltrato
infantil —ahí está el salvavidas pero nos quedamos mirando cómo el
niño se ahoga» 424 . Joel Baum, el jefe de formación de la
organización estadounidense The Gender Spectrum, convence a los
padres para que accedan a hormonar a sus hijos como sigue: «O
bien tendrás nietos o no tendrás ningún hijo porque él o ella habrá
roto la relación contigo o en algunos casos porque escogerá un
camino más arriesgado» 425 .
Acceder a esterilizar a tu hijo de quince años puede hacer dudar
a cualquier padre o madre, especialmente si la idea de hacer la
transición le ha venido de repente. Pero si la alternativa es la
amenaza de que el hijo se suicide, la cosa adquiere otro cariz. El
dato de que el joven morirá si no se somete a una reasignación de
sexo ha aparecido incluso en unos cuantos informes oficiales. En el
que lleva por título «Sexo jurídico y reasignación médica de género»
de 2014 se defiende que son específicamente los órganos sexuales
la causa de suicidio entre los jóvenes:

Es especialmente importante destacar que sucede que


jóvenes transexuales se quiten la vida mientras esperan a ser
operados a causa del sufrimiento que les provoca la disforia
de género. No hay duda de que a veces los padres y los
profesionales médicos tienen las manos atadas por el límite
de edad y se quedan sin lo que en algunos casos es un
instrumento muy poderoso para poder ayudar al joven, a
saber, la aplicación de la cirugía de los órganos sexuales o la
extirpación de las gónadas en cuestión 426 .

Estos datos causaron una gran impresión en los políticos, que no


tardaron mucho en presentar un proyecto de ley para rebajar el
límite de edad a los quince años en el caso de operaciones de los
órganos sexuales. La ministra de Asuntos Sociales, Lena
Hallengren, explicó por qué: «Este niño..., este joven quizá no logre
sacar adelante su vida. Si nos fijamos en la incidencia del suicidio,
etc., vemos que está sobrerrepresentada en este segmento de la
población» 427 .
Solo hay una peculiaridad, nadie sabe de dónde salen estos
datos. En el informe no se citan las fuentes, y cuando la SVT, el
canal público de televisión, fue hasta el fondo de la cuestión cinco
años más tarde, los autores del informe dijeron que «fue
desacertado, está mal formulado [...]. No puedo responder a eso, a
cómo y por qué lo escribimos así. En su lugar debería poner que los
jóvenes trans se quitan la vida a causa de su condición de vida» 428 .
Louise Frisén del Kid-team de la clínica Anova dice que ninguno
de sus clientes se ha quitado la vida: «Si alguien se hubiera
suicidado, lo sabríamos porque habría dejado de venir o porque nos
lo habrían dicho los de la unidad de psiquiatría infantil que nos lo
derivó» 429 . Y en general es muy poco habitual que un menor se
quite la vida.
A pesar de eso, los datos siguieron circulando. En verano de
2019 las juventudes de la RFSL sostenía que «el 91 por 100 de los
que habían intentado suicidarse lo habían hecho antes de empezar
el tratamiento de reasignación de sexo. O sea, que el tratamiento
salvaba vidas» (las cifras citadas son de Amnesty Press 430 ).
Cuando intenté averiguar de dónde salía la cifra, me remitieron a un
estudio en marcha de un catedrático noruego, uno de los activistas
trans más prominentes, que a su vez reclama el derecho a la
confidencialidad, ya que la investigación aún, en 2021, no ha sido
publicada. A pesar de que nadie ha visto la base del estudio, ya
circulan las cifras como si fueran hechos. La revista VeckoRevyn
opina que los padres que no cambian el nombre y el pronombre de
sus hijos podrían ser culpables de su muerte. En el artículo «Llamar
a las personas trans por su nombre correcto disminuye el suicidio y
la depresión» se dice que «las deficiencias del Sistema de Salud y
la incomprensión de la gente al equivocarse de género o usando el
llamado “nombre muerto” (el nombre que les asignaron al nacer) se
consideran causas de ello» 431 .
Pero, en realidad, ¿es eso cierto? Sí, hay muchos estudios que
demuestran que las personas trans piensan en el suicidio con más
frecuencia que el resto de la población. Y parece que ha ido a peor
con los años. En 2007 se informó de que el 67 por 100 de los trans
gozaban de buena salud, en contraste con el 12 por 100, que la
tenía mala, según un estudio del Departamento de Salud Pública del
Estado en aquel entonces. El 21 por 100 había intentado alguna vez
suicidarse. Los trans en aquel momento se sentían mejor que las
mujeres homosexuales, de las cuales el 60 por 100 admitían que
tenían una buena salud 432 .
En 2015 las cifras eran significativamente más altas. El 18 por
100 de las personas trans tenían mala salud, según un informe del
Departamento de Salud Pública. La idea del suicidio había
aumentado de forma notoria: el 33 por 100 lo había intentado alguna
vez, y el 57 por 100 del grupo entre quince y diecinueve años había
sopesado seriamente la posibilidad de quitarse la vida el último
año 433 . Por supuesto que no pueden sacarse grandes conclusiones
de las encuestas hechas en internet con muestra autoseleccionada,
y responder que uno ha pensado en suicidarse no es lo mismo que
hacerlo de verdad. Aun así, es una diferencia digna de ser
contemplada. ¿Qué ha sucedido?
El informe del Departamento de Salud Pública constata que el
estado de salud no ha mejorado en los últimos diez años a pesar de
«que haya leyes contra la discriminación que incluyen la expresión
de género y la identidad de género como criterios de discriminación,
de que los niños menores de dieciocho años han obtenido el
derecho a la atención sanitaria y a los servicios sociales
relacionados con la transexualidad sin el consentimiento de ambos
titulares de la guardia y custodia», pero termina con el mensaje
tranquilizador de que probablemente se tarde mucho tiempo en ver
los efectos de estas mejoras 434 .
Pero si cada vez es más fácil recibir tratamiento, ¿por qué las
personas trans se encuentran cada vez peor? ¿Por qué va a más la
idea del suicidio?
¿Y si resulta que clínicas de reasignación de sexo han abducido
a un grupo de jóvenes que en realidad tienen otros problemas? ¿Y
si resulta que las medidas que lograrán que los trans se sientan
mejor también contribuyen a que muchos se sientan peor? ¿Y si el
incremento de recetas de bloqueadores de la pubertad y hormonas
empeora la condición de muchos?
La tasa de muerte por suicidio es «mucho más alta» entre los que
se han sometido a operaciones de reasignación de sexo que entre
los que no lo han hecho, como demuestra uno de los estudios más
amplios y extensos en personas que han pasado por la cirugía de
reasignación de sexo 435 . El estudio hace referencia a 324 suecos
que se operaron entre 1973 y 2003. El 59 por 100 eran mujeres
trans: así pues, el estudio se elaboró antes del aumento de casos de
disforia de género entre las adolescentes. Diez años después de la
operación empieza a incrementarse la frecuencia del suicidio. Lo
mismo pasa con el riesgo a ingresar en un hospital mental. La
conclusión del estudio es que la reasignación de sexo no ayuda a
disminuir la tasa de suicidio en las personas trans* (cabría añadir
que resulta arriesgado comparar a personas que han pasado por
una reasignación de sexo con el resto de la población). Lo mismo
concluyeron en la Universidad de Birmingham al reunir cien
expedientes médicos de gente que había pasado por una
reasignación de sexo: no había ninguna evidencia médica
concluyente de que la reasignación de sexo les llevara a sentirse
mejor 436 .

Uno de los que se quitó la vida después de la operación de


reasignación de sexo fue Jonatan, de Uppsala, cuyo caso fue
explicado en la revista Filter 437 . Jonatan no había mostrado señales
de disforia de género en la infancia ni en la adolescencia. Sus
padres lo describen como un chico alegre, sociable y atento que
tenía una buena relación con ellos y con los demás. Incluso su
mejor amigo en el instituto (que ahora es psiquiatra) y su exnovia
cuentan que no notaron nunca nada en ese tiempo. Fue hacia los
veinte cuando empezó a entrar en una psicosis. No le importaban
los estudios y se pasaba el día jugando a «World of Warcraft». Sus
padres cuentan que cuando iba a verles, «se paseaba por la casa
hablando consigo mismo». Abandonó las rutinas y dejó de comer.
Después de cuatro visitas a la consulta de psiquiatría de la
Universidad de Lund, lo derivaron a la unidad de identidad de
género por su «dudoso deseo de cambio de sexo». Entonces se
constató que era borderline y tenía rasgos de esquizofrenia
narcisista y paranoia. Jonatan, que entonces entró en contacto con
la comunidad trans en internet, se dirigió a la clínica Anova del
hospital Karolinska. Después de dos consultas, lo derivaron al
endocrinólogo y al cirujano plástico para extirparle los órganos
sexuales. Sus padres, desesperados, llamaron y mandaron cartas a
la clínica pidiéndoles que esperaran a hacer la operación, ya que
Jonatan tenía trastornos psicóticos graves. El director médico de la
clínica Anova definió la reacción de los padres como
«preocupación» y les pidió que, en lugar de preocuparse, apoyaran
los deseos de «Jennifer».
Cinco meses después de la operación Jonatan fue detenido por
la policía por deambular por Lund y entrar en una casa dejando
rastros de sangre y diciendo que tenía agentes dentro de su cabeza;
le amenazaban con desahuciarlo cuando aporreaba las paredes de
su casa por las noches; había dejado los estudios y sus padres
ingresaban dinero en la cuenta del súper cada mes para que
pudiera comer. Al día siguiente de ingresar por voluntad propia en la
clínica psiquiátrica de Lund, tenía hora para someterse a la segunda
operación en la clínica Anova de Estocolmo. Jonatan salió de la
clínica psiquiátrica y se fue a Estocolmo, pero a pesar de que el
personal de Anova se fijó en que llevaba sandalias en pleno invierno
y hablaba consigo mismo, realizaron la operación (era la segunda
vez que Anova le operaba durante un brote psicótico). En el
expediente de Jonatan dice que sus estudios y su economía iban
bien y que gozaba de una vida social rica con muchos amigos.
Al cabo de un mes, la policía le volvió a detener en el aeropuerto
de Copenhague, sin dinero ni pasaporte y diciendo que era un
diplomático de camino a la India. Pasado un tiempo, rompió los
ventanales del jardín botánico de Lund mientras decía que era una
diosa llamada Shakti. En julio de 2017 lo encontraron muerto. Se
había colgado en su piso.
Cuando hablé con los padres de Jonatan, me contaron su lucha,
larga y estéril, para que el personal sanitario entrara en razón. Han
denunciado al hospital, han encargado a especialistas
independientes que estudien el caso de Jonatan y sus expedientes,
han presentado estudios científicos... pero de nada ha servido. La
clínica Anova del Karolinska todavía hoy se niega a comentar o
aclarar qué pasó con este tratamiento.

Existen muchos estudios que demuestran que las terapias de


reasignación de sexo pueden mejorar el estado de ánimo y reducir
la idea del suicidio sobre todo en la primera generación de
transexuales. Sin embargo, la mayoría de los estudios posteriores
tienen el problema de estar elaborados por investigadores que
trabajan en clínicas de reasignación de sexo o son patrocinados por
el propio centro, y además son encuestas que no hacen un
seguimiento de los pacientes durante un largo período de tiempo.
Un estudio holandés de 2014, citado frecuentemente porque
muestra que la reasignación de sexo conduce a un aumento del
bienestar mental, formuló una serie de preguntas a los pacientes
transcurrido un año desde la operación —cuando tenían 20,7 años
de media 438 —, lo cual, como muestra el estudio sueco más extenso,
es demasiado corto. El estudio holandés adolece de otro problema
clásico: uno de cada cinco pacientes desaparece antes de la última
encuesta. En este caso porque la persona murió después por una
necrosis durante la vaginoplastia.
Sin embargo, a finales de 2019 se publicó un estudio que parecía
demostrar que estas operaciones lograban que la gente fuera más
feliz. Un nuevo estudio elaborado en el Instituto Karolinska y Yale
mostraba que cuanto más tiempo transcurría desde la última
intervención quirúrgica, menos probable era que la persona
demandara atención médica por trastorno mental 439 . Es decir: el
resultado contrario del obtenido en el estudio sueco más extenso.
Los investigadores, Richard Bränström y John Pachankis, habían
analizado los datos de toda la población sueca entre 2005 y 2015,
incluyendo a 2.600 personas trans, y habían documentado las
visitas al hospital. Puesto que el estudio se sustentaba en una base
de datos y no en encuestas, tuvo repercusión a nivel mundial. El
Dagens Nyheter publicó un extenso artículo con el título «Los trans
son más felices después de la operación» donde explicaba que «los
trans que se someten a la operación de reasignación de sexo se
encuentran mejor cada año que pasa» 440 . Magacines como QX y
Out, con un gran público lector de personas LGTBI, contaban que
«La atención sanitaria para los trans en Suecia mejora sus vidas».
Pero cuando la catedrática y doctora Agnes Wold analizó los
datos utilizados como base para el estudio, descubrió que de hecho
demostraban todo lo contrario. En una carta al American Journal of
Psychiatry y al Dagens Nyheter, Wold decía:

El estudio de Bränström no compara el estado de salud


mental antes y después de la operación. Tampoco se
compara la salud mental de las personas trans que se han
operado con la de las que no han pasado por la cirugía.
Aunque se puede calcular. De los datos presentados en el
artículo se puede desprender que el 1,3 por 100 de las
personas trans que se han operado y el 0,54 por 100 de las
que no lo han hecho fueron ingresadas por intento de suicidio
en 2015. Así pues, el riesgo de intento de suicidio es 2,4
veces mayor entre los trans operados que entre los no
operados, lo cual estadísticamente es un incremento
relevante del riesgo 441 .

Trece de cada veintidós personas trans ingresadas por intento de


suicidio en 2015 se habían sometido a una operación de
reasignación de sexo, frente a nueve que no estaban operadas. Así
pues, el riesgo era más alto entre las que se operaron. Lo único que
demuestra el estudio, según Wold, es que el riesgo disminuye
cuanto más tiempo pasa desde la operación, lo cual también se
podría interpretar como que «la operación no solo comporta una
intervención física en el cuerpo, sino un trauma psicológico que
hasta cierto punto se va atenuando con el tiempo».

Wold no fue la única. Doce investigadores más escribieron a la


revista y señalaron el error. Bränström y Pachankis se vieron
obligados a rectificar y admitieron que la conclusión de que la gente
se siente mejor gracias a la operación no se podía sustentar con los
datos:

Se instó a los autores a analizar de nuevo los datos del


estudio para comparar el resultado entre los individuos
diagnosticados con disforia de género y sometidos a
intervenciones quirúrgicas de reasignación de sexo y los
diagnosticados con disforia de género que no lo fueron.
Aunque la comparación se hizo a posteriori y no formaba
parte del planteamiento que en un principio se formuló, en el
sentido de que podían distinguirse otros factores entre los
grupos, el resultado mostró que la cirugía no tiene ninguna
ventaja comparada con las visitas posteriores al centro de
salud para lograr superar los cambios de humor o la angustia,
la prescripción médica o el ingreso en el hospital como
consecuencia de un intento de suicidio 442 .

Sin embargo, son pocos los profanos en la materia que leen el


American Journal of Psychiatry, y ni el Dagens Nyheter ni QX ni Out
publicaron la rectificación —los lectores de estos medios tienen
todavía la información errónea de que la ciencia ha podido
demostrar que las operaciones hacen que la gente sea más feliz.
Agnes Wold es una de las catedráticas más citadas de Suecia, y
probablemente no pasa un día sin que un periódico la entreviste
para hablar de cualquier tema, desde la pandemia hasta el
embarazo. Pero en esta ocasión nadie la hizo caso.

Naturalmente hay mucha gente que se siente mejor gracias a la


operación y tiene la sensación de haber empezado una nueva vida
con un nuevo cuerpo. Así lo muestran varios estudios, en especial el
primer grupo de pacientes formado sobre todo por hombres
mayores. De este «núcleo duro» de transexuales, pocos son los que
se arrepienten; pertenecer a él disminuye la ansiedad, según un
estudio. Otro factor importante para prevenir la ansiedad es pasar
por la experiencia de la vida real antes de empezar el
tratamiento 443 . Es probable que las personas del núcleo duro se
operen de todas maneras, independientemente de lo que digan los
medios. Y si todo esto hubiera permanecido en el ámbito de la
cirugía plástica privada, sería un asunto privado y listo —quien
quiera tener pechos, que se los compre, sea del género que sea; no
es asunto de nadie más.
El dilema surge cuando se difunde el mito de que el cambio de
sexo es el único camino para llegar a la felicidad y que lo realiza
Sanidad financiado con fondos públicos como solución a los
problemas psicológicos, lo que hace que algunos indecisos puedan
decidir dar el paso, con lo que se corre el riesgo de empeorar la
salud mental y causar daños corporales que no se curarán nunca.
Patrick, un hombre británico a quien se le administraron hormonas
justo después de una entrevista con el médico de tan solo cuarenta
y cinco minutos, cuenta en una antología que

transicionar me volvió suicida. Sufrí varios intentos de suicidio


durante el proceso de transición [...]. Cuando ya había
empezado, tenía tendencias suicidas porque comencé a
desarrollar una percepción de mi yo que no encajaba con mi
realidad corporal [...]. Someterme a una transición médica
hizo que quedara atrapado en una especie de identidad sin
marcha atrás, con un cuerpo saturado de medicamentos que
quizá tenía aspecto de cuerpo de mujer pero sin que eso me
convirtiera en una mujer... Después de varios intentos de
suicidio y de gastarme una fortuna en intervenciones,
finalmente pude oponer resistencia no solo a nivel intelectual,
sino también emocional 444 .
Una sueca, Gina, cuenta que tuvo un sentimiento parecido. Tras
la euforia vivida justo después de la mastectomía, muy pronto
empezó a sentirse peor, y un nuevo tipo de disforia se fue abriendo
paso. Había transicionado porque no encajaba como mujer —pero
tampoco como hombre. Gina decidió entonces detransicionar.
Juntamente con otra mujer joven que también había
detransicionado, creó la página web www.detransifo.se, donde
explican que las hormonas no les ayudaron a superar la disforia de
género, que tienen muchos efectos secundarios sobre los cuales
Sanidad no te informa y que, «aunque uno tenga un sentimiento
muy fuerte de pertenecer a otro sexo, eso no quiere decir que vayas
a sentirte mejor en el otro género» 445 . El grupo de
detransicionadores ha aumentado vertiginosamente: el fórum de
internet r/trans ha pasado de 300 miembros a 17.500 en dos años.
Un caso sueco que se denunció al HSAN, el comité de asuntos
internos del Departamento de Salud y Bienestar Social, afectaba a
un hombre de treinta y cinco años, seropositivo y bipolar. Tras una
conversación telefónica con el centro sanitario, le recetaron un
preparado de hormonas sin que se le hiciera una exploración
médica. El hombre denunció al centro «en parte por los efectos
secundarios sufridos pero sobre todo porque había empezado a
dudar de su inclinación transexual». El médico sostenía que «el
objetivo siempre fue ayudar al paciente con la mejor intención», pero
recibió una advertencia por parte del HSAN 446 .
En el consultorio de Lundström, en Alingsås, han empezado a
ofrecer un nuevo tipo de tratamiento: traumaterapia para los
arrepentidos 447 . La misma clínica que realiza las intervenciones
atiende también a sus pacientes por el trauma causado por el
tratamiento —una iniciativa que debe ser única en la historia
médica. Los que han detransicionado son por norma general muy
críticos con la asistencia sanitaria. Tres mujeres jóvenes tratadas en
Anova y arrepentidas escribieron una carta que quisieron leer en voz
alta en un encuentro con familiares de personas trans:
La creencia de que la medicina puede mitigar la disforia y
hacer la vida más fácil a las personas trans está
sobrestimada. Funciona para un grupo, pero en general no es
infrecuente que el malestar persista después de la transición,
incluso la idea del suicidio —aunque no nos guste hablar de
ello. Y a la vez sabemos que es difícil comprender las
dificultades que sobrevienen al «integrarte como un hombre»
y ser visto como un hombre en la sociedad. A lo largo de la
evaluación médica todas esperábamos con ganas ese
momento, pero durante la transición y los años siguientes nos
dimos cuenta de que también era una situación difícil y
extraña, y nunca nos llegamos a sentir «hombres». En
cambio, muchas veces nos sentíamos muy solas 448 .

A la dirección le pareció que ese encuentro no era el «fórum


idóneo» donde escuchar esta historia y no permitieron que se leyera
la carta.
La madre de una niña sueca que empezó a dudar de la
reasignación de sexo me escribió para explicarme que estaba
indignada porque nadie en un ningún momento examinó los
trastornos mentales de su hija. La niña había tenido algunos
problemas en la infancia, pero en el centro de salud nadie tuvo
interés en escucharla, lo único que le ofrecieron fueron hormonas y
operaciones. Actualmente la chica se encuentra atrapada en un
estadio intermedio entre niña y hombre sin que nunca haya llegado
a ser mujer. La madre me decía en una carta desesperada:

En todo el proceso de reasignación de sexo no me han


llamado ni ofrecido siquiera una sola entrevista, no he
conocido al personal que la trata y no creo que nadie les haya
explicado cuál es la situación en casa. Por lo que sé,
tampoco se brindan a hacer una entrevista a fondo a quien
pide atención médica por disforia. Únicamente se ofrece un
tipo de tratamiento: las hormonas y la cirugía. Estoy furiosa.
Quiero chillar, romper a puñetazos y a patadas esta jaula en
la que nos han intentado meter. Quiero plantarme en todas
las plazas del país y manifestarme en defensa de todas las
madres, del derecho y el deber de las madres a pensar por
nosotras mismas cuando se trata de nuestros hijos, ¡a
mantenernos firmes y a no desviarnos de los hechos
reales! 449 .

Sin embargo, en las recomendaciones de Salud y Bienestar


Social, a los padres que no aceptan el tratamiento de reasignación
de sexo se los considera un palo en las ruedas problemático. El hijo
sabe mejor que nadie lo que le conviene, y si los padres tienen otra
opinión, necesitan ayuda. Salud y Bienestar Social recomienda que
los padres reciban atención psicosocial para «ayudarles a apoyar» y
«a adaptarse [...] a la disforia del niño o del joven» 450 . En las
recomendaciones se explica que «las actuaciones deben ir
encaminadas a ayudar a los titulares de la guardia y custodia y a
otros familiares a adoptar una actitud de aceptación y de apoyo» y
de «acompañamiento a lo largo de la terapia con bloqueadores y
hormonal cruzada» 451 .
El Kid-team también dispone de un formulario preparado para
denunciar maltrato infantil a los Servicios Sociales. En numerosas
ocasiones Servicios Sociales se ha hecho cargo de niños cuyos
padres eran críticos con las intervenciones médicas. Cuando una
chica de catorce años de Estocolmo llamó a Bris, una organización
sueca que defiende los derechos de los niños, y contó que su madre
había cuestionado que marcara la casilla «Niño» en un test de
inteligencia que había hecho por internet, Bris la animó a denunciar
a su progenitora a los Servicios Sociales 452 . En otro caso una niña
contó que sus padres no querían utilizar el pronombre «él» cuando
se referían a ella, razón por la cual la escuela presentó una
denuncia de maltrato. Incluso salió a la luz que se habían opuesto a
las hormonas bloqueadoras. Los Servicios Sociales se hicieron
cargo de la niña y la colocaron en una familia de acogida. El padre,
creador de videojuegos, me contó que
La colocaron en casa de una familia que no conocíamos.
Las primeras semanas no tuvimos ningún contacto con ella.
Al cabo de tres meses los informes demostraron que no
habíamos hecho nada malo y volvió a casa. Había recaído en
la anorexia. Durante casi dos años nos visitaron psicólogos
de familia examinándonos como padres. Al principio venían
un par de veces por semana. A pesar de que estaba muy
enferma por la anorexia, la clínica quería recetarle hormonas
bloqueadoras, a lo que nos negamos. Y en mayo del año
siguiente nuestra hija se arrepintió. Al volver a casa nos dijo
que no quería seguir, que lo dejaba. La clínica intentó que
continuase el tratamiento, pero ella no volvió allí jamás 453 .

Otra madre, que prefiere mantenerse en el anonimato, cuenta lo


siguiente:

Mi hijo empezó con todo esto justo antes de cumplir los


diecisiete. De haber sabido cómo iría, lo habría afrontado de
otra manera, pero cuando me vino y me dijo que no estaba
seguro de sentirse cien por cien como un chico, pensé que el
centro de atención juvenil era un buen lugar donde los
jóvenes podían hablar sobre este tipo de exploraciones de la
propia identidad, pero en la primera visita ya le derivaron. Él
se lo tomó como un diagnóstico y pasó de dudar de su
identidad a aceptarla de lleno y a comprar las hormonas por
internet. Nunca antes había tenido esos sentimientos, nunca
se había sentido insatisfecho con su sexo. Yo intenté hablar
con el centro de atención trans sobre mis temores de que
padeciera esquizofrenia, porque hay casos en mi familia. Y
no era solo que quisiera ser una mujer: se atrincheraba en la
habitación, bloqueaba la puerta poniendo trastos delante y
dormía con un cuchillo debajo de la almohada. Pero no
quisieron escucharme, y cuando cumplió los dieciocho Anova
empezó a administrarle hormonas a pesar de que no todos
los miembros del equipo estaban de acuerdo. Un año
después encontré una carta de suicidio en su ordenador.
Todo esto ha sido una pesadilla. Ha abandonado a sus
amigos y ya no habla con nosotros, sus padres 454 .

La madre tiene la sensación de que no ha tenido voz en todo


esto, que el Sistema de Salud le ha «arrebatado» a su hijo. Insiste
en que ella no ha intentado prohibirle que reciba tratamiento, solo
quería hablarlo con él. Le pregunté si creía que el centro de atención
trans experimenta con los jóvenes y ella me contestó que si tan solo
fuera así, los experimentos son intentos serios de averiguar algo, se
toma nota y se sacan conclusiones. Por lo que a su hijo respecta,
me dijo, parece que nadie en el Sistema de Salud tenga ningún
interés en las consecuencias.

Las críticas empiezan a llegar también desde dentro del sistema,


de los médicos que trabajan en las clínicas que ofrecen tratamientos
de reasignación de sexo. Angela Sämfjord es una de ellos. Como
especialista con años de experiencia trabajando en el BUP, la
Unidad de Psiquiatría Infantil y Juvenil de Estocolmo, fue nombrada
responsable médica del centro de atención trans infantil y juvenil
que iba a construirse en la región de Götaland occidental. Al
principio creyó que trataría con pacientes que coincidían con los
criterios tradicionales que definen a las personas trans: «precoces y
claros» con su identidad de género. Lo que en cambio se encontró
fue a un alud de jóvenes, sobre todo chicas, infelices.

Los jóvenes que venían al centro trans buscando ayuda


tenían patologías psiquiátricas y problemas psicosociales en
mayor medida que los pacientes del BUP. ¡Era un BUP de
luxe! Hicimos un estudio y obtuvimos unas cifras alarmantes.
Cerca de la mitad, comparado con el 1 por 100 del resto de la
población, tenían autismo. Además, estaba claro que
empezaban a sentirse mal unos años antes o al reflexionar
sobre la identidad de género. Presentamos las cifras a la
RFSL con la esperanza, ingenuos de nosotros, de que se las
tomarían en serio. En lugar de eso, los representantes de la
RFSL levantaron las manos y gritaron: ¡Esto es la revolución
trans! 455 .

Sämfjord decidió que ya no podía seguir trabajando ahí. Ella lo


define como una cuestión de conciencia, ya que los centros de
atención trans han adoptado una postura que, en la práctica, les
impide decir no a un paciente. Los grupos de interés alzan mucho la
voz al plantear sus demandas, y al médico que no les da el
diagnóstico deseado le acosan en internet. En lugar de dedicarse a
la atención médica, se trata de satisfacer las necesidades de los
pacientes: «Si un paciente se entera por su médico de que no tiene
cáncer», dice Sämfjord, «se alegra. Pero si un paciente se entera
por su médico de que no es trans, se pone como una fiera. Es muy
habitual que vayan a otras clínicas del país buscando otro
diagnóstico». También hay casos de padres muy insistentes y que
están más convencidos que el propio paciente.
En marzo de 2019 siete médicos del hospital Sahlgrenska
publicaron un artículo en el SvD Debatt con el título «Los cambios
de sexo en niños son un gran experimento»:

En Suecia —y en otros países— se está produciendo un


aumento acelerado de la experimentación con niños.
Centenares de niños son sometidos en cada país y cada año
a «tratamientos» con hormonas y más tarde a la mutilación
genital, sin que exista nada parecido a una base científica o
experiencia probada. En general no se incluye a los niños en
estudios científicos de ética probada. Es muy común que los
tratamientos se lleven a cabo contra la voluntad de los padres
de los menores. Y todo esto se produce con el beneplácito de
Salud y Bienestar Social 456 .

En Gran Bretaña, treinta y cinco médicos en activo en Tavistock,


la clínica de reasignación de sexo de Londres, presentaron su
dimisión en tan solo tres años. Así lo explicaba uno de ellos:
Las alarmas empezaron a sonar [...]. Me sentía incapaz de
expresar mi inquietud, y cuando lo hacía, a menudo era
silenciado por otros médicos que animaban a los pacientes a
seguir el tratamiento. Cuando miro atrás, veo que hay
pacientes jóvenes a los que no era necesario medicar 457 .

La crítica masiva hizo que en abril de 2020 el gobierno británico


detuviera las operaciones de reasignación de sexo en menores 458 .
La industria nos remite a menudo a las estadísticas que muestran
que son pocos los que se arrepienten de su transición. Pero en
primer lugar hay que decir que son pocos los que tienen el coraje de
dar la cara y decir que se arrepienten de una gran decisión vital —
tener hijos, entrar en una secta o exiliarse— por mucho que les haya
hecho sufrir. Arrepentirse implica reconocer que uno ha tomado una
decisión errónea, y puede ser insoportable convivir con este
sentimiento cuando no se puede deshacer lo hecho. A los que han
transicionado les puede resultar difícil considerar la decisión, ya que
contradice el discurso imperante de que el tratamiento es una
evidencia.
En segundo lugar, muchos estudios solo tienen registrados a los
que han cambiado de sexo jurídico y después han recuperado el
antiguo, con lo cual no se incluye a todos los que han recibido
tratamiento.
En tercer lugar, casi todas las estadísticas están hechas en base
a la población adulta que ha transicionado en otra época, cuando las
evaluaciones eran largas y exhaustivas. Si uno le da unas cuantas
vueltas al asunto y se lo piensa tranquilamente en lugar de tomar
una decisión precipitada en la adolescencia, en realidad impulsado
por otros problemas, pueden aumentar las posibilidades de sentirse
satisfecho. Pero también surgen problemas en este caso. Una
persona con la que hablé que se había operado en esa época me
contó que las largas evaluaciones podían ser vividas como una
oposición que te impulsa a combatir a cualquier precio, lo que podía
empujarte a someterte al tratamiento. El desafío se convirtió en un
objetivo en sí mismo, de modo que te olvidabas de reflexionar sobre
si era lo que de veras querías. Sin embargo, todo indica que los que
han transicionado después de sopesarlo largamente están más
satisfechos que los que se deciden rápidamente.
Aun así, las operaciones de reasignación de sexo se siguen
vendiendo como el mejor camino hacia el bienestar para todos, a
pesar de los indicios de que puede que ocurra todo lo contrario. Lo
que la sociedad vende a los jóvenes es una promesa de
autenticidad y normalidad que no se preocupa demasiado por
cumplir. Pronunciar las palabras «reasignación de sexo» es más
fácil que pasar por él, y muchos jóvenes con esperanzas poco
realistas —sobre todo los que se encuentran en el espectro autista,
dada su frecuente interpretación literal de la realidad— pueden
llegar a pensar que de verdad sería posible levantarse un día
transformados en una mujer o en un hombre completo. La industria
difunde esta idea con eslóganes como «One Pill Makes You Boy,
One Pill Makes you Girl» y comercializa los tratamientos como una
vía para cambiar de sexo por completo 459 . Como un paciente me
dijo: «No me explicaron nunca que, como era un chico de diecisiete
años, 1,85 cm de estatura y espalda ancha, quizá no pasaría nunca
por mujer». No todos serán la youtuber Blaire White. Y aunque la
idea del género como identidad se ha impuesto de manera
hegemónica en el Estado, la escuela, el deporte y los documentos
oficiales, eso no significa que sea fácil ser aceptado en la realidad. A
quien cree que pasará completamente como una persona de su
nuevo sexo se le recuerda una y otra vez que su aspecto es otro.
Las mujeres trans tienen que soportar el acoso en la calle y corren
el riesgo de ser víctimas de delitos de odio. Los hombres
homosexuales que se han convertido en mujeres pueden sentirse
excluidos del mundo gay y aun así no sentirse incluidos en el mundo
heterosexual. Los hombres trans lo tienen más fácil para «pasar
por» hombres si se dejan crecer la barba, pero las dificultades en la
fabricación de un pene que funcione puede convertir las citas en una
pesadilla, ya que tanto las mujeres heterosexuales como los
hombres homosexuales salen en busca de penes. Excluidos de la
comunidad masculina, muchos hombres trans se quedan en la
comunidad lésbica, donde tampoco son siempre bien acogidos
puesto que son vistos como hombres. Si el objetivo era superar la
disforia de género, el resultado en algunos casos puede ser que
surja una nueva disforia, una que no se puede eliminar con
tratamientos.
La estrella de Miss Trans Star International, la sueca Vanessa
Lopez, cuenta en su autobiografía, Yo me arrepiento, que ya no
quería usar más la expresión «reasignación de sexo» y lo llama
«adaptación al género». Cuando era niño, le encantaba jugar con
muñecas sin pensar nunca que eso tuviera ninguna relación con los
órganos sexuales. Las muñecas eran muñecas y era divertido jugar
con ellas, punto final. «Que yo tuviera una polla, a diferencia de mi
madre, no alteraba mi identificación con lo femenino» 460 . Algo pasó
en el encuentro con su entorno: «Fue cuando empecé la educación
infantil cuando me di cuenta de que había algo en mí que no
cuadraba» 461 . Ya no podía seguir siendo niño y jugar con muñecas.
Le pegaban casi todos los días, le llamaban marica, y

nadie me dijo que podía actuar como las niñas tanto como
quisiera y que los niños podían tener aspecto de chica y
comportarse como una chica sin que por esta razón tuviera
que pasar por todo el proceso de cambiar de sexo
quirúrgicamente 462 .

Y más adelante dice: «Yo sabía que nunca llegaría a ser un


hombre con éxito en un mundo que considera la feminidad en los
hombres como algo vergonzoso» 463 . En la actualidad le entristece
no poder tener hijos y declara: «Si tuviera que dar un consejo a los
jóvenes de hoy, les diría que el fallo no está en ellos o en su sexo,
sino que son los desequilibrios de la humanidad lo que falla» 464 .
A los «aliados» del debate político les gusta presentarse como
los guerreros de los trans. Se consideran a sí mismos personas
abiertas y clarividentes, e incapaces de criticar lo que para ellas es
la elección de una persona vulnerable. Pero los ánimos que puedan
llegarle a un recién transicionado por parte de los aliados a través
de internet no siempre se traducen en un apoyo real, y la persona
en cuestión corre el riesgo de quedarse sola con su cuerpo; un
símbolo en los medios pero excluida en la realidad, sola con sus
medicamentos y sus dudas. Por un lado, objeto del escarnio de la
extrema derecha y, por el otro, elogiada por los aliados como
vanguardia de la lucha —corresponde a los propios trans
mantenerse firmes en su posición e inyectarse las hormonas, año
tras año. Si se arrepiente o da muestras de la más mínima duda, se
arriesga a que le echen de la comunidad trans y lo señalen como
traidora.
Y cuando se pone el tema encima de la mesa, la sociedad
reacciona quitándoselo de encima. Cuando los médicos,
detransicionadores y padres empezaron a hacer sonar las alarmas,
la respuesta no vino de los responsables de Sanidad, sino que
fueron intelectuales y figuras públicas las que salieron en tromba.
Pero la mayoría malinterpretó las críticas y creyó que se criticaba a
los trans, no a los centros de atención trans, como si fueran
sinónimos.
Anna Dahlqvist calificó las críticas realizadas por «antitrans» en
un artículo en la revista Ottar donde afirmaba que podía demostrar
que los padres de niños trans que habían criticado el Sistema de
Salud de hecho «estaban vinculados a grupos conservadores
cristianos y feministas radicales con una agenda crítica contra los
trans» 465 . El famoso vínculo consistía al final en que tanto un
cristianodemócrata noruego como una polemista feminista
consideraban que existen dos sexos biológicos.
La crítica de arte Ulrika Stahre se encogió de hombros en el
Aftonbladet: «Que haya gente que no se sienta cómoda con su
cuerpo y le ayuden a seguir viviendo con él o a encontrar otras
soluciones no es en absoluto el problema más importante». Según
ella, el gran problema es «el aumento de las brechas sociales, el
paro y el cambio climático», y deseaba que una «persona trans
contenta y feliz» tomara la palabra 466 .
En el periódico Expressen, la polemista Myra Åhbeck Öhman
opinaba que la crítica contra los bloqueadores era una «caricatura
del pánico moral», era «obsoleta, estrecha de miras y
unidimensional» 467 . Los bloqueadores funcionaban bien, sostenía
Åhbeck Öhman, y mencionaba tres estudios, entre ellos un
«metanálisis que mostraba que 52 de 56 estudios demostraban que
la reasignación de sexo tenía un efecto positivo en la salud mental
de los individuos». Lo sorprendente es que, al parecer, no se leyó
ninguno de esos estudios, porque no hay ni uno que trate sobre los
bloqueadores, ninguno analiza el nuevo grupo de chicas
adolescentes (la mayoría son encuestas hechas a mujeres trans que
transicionaron cuando eran adultas y hace ya tiempo). Tampoco
cuadra que 52 de los 56 estudios demuestren que la reasignación
de sexo tenga un efecto positivo. Åhbeck Öhman parece en cambio
menos interesada en averiguar qué sucede realmente con los
efectos de los bloqueadores, ya que termina el artículo animando a
les lectores a escoger «en qué lado de la historia quieren estar».
La misma indiferencia caracteriza casi todos los artículos
aparecidos en la opinión pública. Sus posicionamientos son de
principio, y da la impresión de que no tengan ningún interés en
conocer los resultados de la transición médica y estén más ansiosos
por posicionarse en el lado bueno de la historia —sea el que sea—;
pero lo más grave es que parece que se apoyen en un puñado de
artículos encontrados en Google a toda prisa para defender
tratamientos cuyos efectos secundarios desconocen. ¿Cómo puede
ser que la gente que está del lado de los trans aboga por
tratamientos que entrañan el riesgo de ser directamente
perjudiciales para su salud?
Los responsables de Sanidad mantienen, por su parte, un
silencio muy significativo.
422 «Nu kan Amanda äntligen vara sig själv», Piteå-Tidningen, 30/3, 2016.

423 Citado en Lisa Marchiano, «Outbreak: On Transgender...», art. cit.

424 Diane Ehrensaft, The Gender Creative Child, The Experiment LLC, 2017, pág.
13.

425 Citado en Lisa Marchiano, «Outbreak: On Transgender...», art. cit.

426 SOU 2014:91, «Juridiskt kön och medicinsk könskorrigering», Betänkande av


Utredningen om åldersgränsen för fastställelse av ändrad könstill-hörighet, pág.
161.

427 https://www.svt.se/nyheter/granskning/ug/ug-referens-transtaget-del-2.

428 «Självmordsrisk används som argument för underlivskirurgi på unga


transpersoner – saknar stöd», SVT Nyheter, 9/10, 2019.

429 Ibíd.

430 Jennie Aquilonius, «PRIDE2019: Självmordstankar vanligt bland


transpersoner», Amnesty Press, 31/7, 2019.

431 Irena Pozar, «Att kalla transpersoner vid rätt namn minskar självmord och
depression», VeckoRevyn, 13/4, 2018.

432 Regina Wintzer y Gunnel Boström, «Psykisk ohälsa, självmordstankar och


självmordsförsök bland homosexuella, bisexuella och transpersoner (hbt) –
resultat från två svenska undersökningar», Suicidologi, 2001, núm. 1.

433 «Hälsan och hälsans bestämningsfaktorer för transpersoner: En rapport om


hälsoläget bland transpersoner i Sverige», Departamento de Salud Pública, 2015,
pág. 40.

434* La autora del estudio, Cecilia Dhejne, es sin embargo profesional en activo
en el centro de asistencia trans como directora médica en la clínica Anova y en
numerosas ocasiones ha intentado explicar el resultado de su estudio diciendo
que el suicidio puede deberse a que el individuo no «pasa por» el género
deseado, y por eso se opera «demasiado tarde», o a factores que no tengan nada
que ver con la transición. Sin embargo, los datos que constan en este estudio no
lo respaldan.

Ibíd., pág. 48.

435 Cecilia Dhejne et al., «Long-term follow-up of transsexual persons undergoing


sex reassignment surgery. Cohort study in Sweden», https://doi.
org/10.1371/journal.pone.0016885.

436 David Batty, «Sex changes are not effective, say researchers», The Guardian,
30/7, 2004.

437 Madeleine Pollnow, OskarSonn Lindell y Mattias Göransson, «Fartblinda»,


Filter, diciembre-enero de 2019-2020.

438 Annelou L. C. de Vries et al., «Young Adult Psychological Outcome After


Puberty Suppression and Gender Reassignment», Pediatrics, octubre de 2014,
vol. 134, núm. 4.

439 Richard Bränström y John Pachankis, «Reduction in Mental Health Treatment


Utilization Among Transgender Individuals After Gender-Affirming Surgeries. A
Total Population Study», American Journal of Psychiatry, 2019.

440 Hans Arbman, «Ny studie: Vuxna transpersoner sökte mindre psykiatrisk vård
efter operation», DN, 24/10, 2019.

441 Agnes Wold, «Gender-Corrective Surgery Promoting Mental Health in


Persons with Gender Dysphoria Not Supported by Data Presented in Article»,
American Journal of Psychiatry, 768; https://doi.org/10.1176/appi.
ajp.2020.19111170.

442 American Journal of Psychiatry, «Correction to Bränström and Pachankis»,


2020, 177(8): 734-734; https://doi.org/10.1176/appi. ajp.2020.1778correction.

443 F. Pfäfflin, «Regrets after Sex Reassignment Surgery», Journal of Psychology


& Human Sexuality, 1993, 5(4): 69-85, y M. Landén, J. Wålinder, G. Hambert y B.
Lundström, «Factors Predictive of Regret in Sex Reassignment», Acta
Psychiatrica Scandinavica, 1998, 97(4): 284-289.

444 Patrick, «Detransition was a beautiful process», en Michelle Moore y Heather


Brunskell-Evans, Inventing Transgender Children..., op. cit., págs. 176-177.

445 https://www.detransinfo.se/orsaker-till-detransition/.

446 HSAN, 1802/08.

447 https://www.svt.se/nyheter/granskning/ug/har-behandlas-flera-som-angrar-sin-
konskorrigering-fem-till-tio-personer.

448 En AnnanTypAvKvinna, «S» y «R», «Hälsning till Anovas anhörigmöte från tre
detransitionerare», publicado en https://vettigt.blog/, 16/12, 2018.

449 Carta de Martina, abril de 2020.


450 «God vård av barn och ungdomar med könsdysfori. Metodbeskrivning och
kunskapsunderlag», Socialstyrelsen, 2015, págs. 19-20.

451 Ibíd.

452 Entrevista de la autora con «V», madre de la niña, marzo de 2019.

453 Entrevista de la autora con «R», padre de la niña, 21/3, 2020.

454 Entrevista de la autora con «M», madre del niño, 27/4, 2020.

455 Conversación con Angela Sämfjord, 4/4, 2020.

456 Christopher Gillberg, EvaBillstedt, JovannaDahlgren, Elisabeth Fernell,


Carolina Gillberg, Nouchine Hadjikhani y Darko Sarovic, «Könsbytena på barn är
ett stort experiment», SvD, 13/3/2019.

457 Laura Donelly, «Children’s Transgender Clinic Hit by 35 Resignations in Three


Years As Psychologists Warn of Gender Dysphoria Over-Diagnoses», Telegraph,
12/12, 2019.

458 https://www.gov.uk/government/speeches/minister-for-women-and-equalities-
liz-truss-sets-out-priorities-to-women-and-equalities-select-committee.

459 Diane Ehrensaft, «One Pill Makes You Boy, One Pill Makes You Girl»,
International Journal of Applied Psychoanalytic Studies, enero de 2009.

460 Vanessa Lopez, Jag har ångrat mig, Two-spirit publisher, 2014, pág. 191.

461 Ibíd.

462 Ibíd., pág. 192.

463 Ibíd., pág. 193.

464 Ibíd., pág. 194.

465 Anna Dahlqvist, «Antitrans-allians», Ottar, 20/6, 2020.

466 Ulrika Stahre, «Nej det finns ingen transmaffia», art. cit.

467 Myra Åhbeck Öhman, «Anna Björklunds försvar av J. K. Rowling är


moralpanik», Expressen, 29/7, 2020.
El caso Keira Bell
La británica Keira Bell tenía quince años cuando se dirigió a un
centro de atención trans. Después de tres entrevistas de tres horas,
le recetaron bloqueadores de la pubertad. Al cabo de un año le
administraron testosterona y a los veinte se operó para quitarse los
pechos.
Tres años más tarde Bell se arrepintió. Denunció a la clínica con
el argumento de que no se debería permitir que un menor dé su
consentimiento a tratarse con bloqueadores, que la información que
le proporcionó la clínica era engañosa, así como que el
procedimiento contraviene el artículo 8 de la Convención Europea
de Derechos Humanos, que prohíbe la intervención del Estado en la
vida privada de las personas 468 .
En diciembre de 2020 el Tribunal Supremo le dio la razón. La
clínica, el Tavistock Gender Identity Development Service, que
funciona gracias a los recursos públicos y es de régimen público, ya
no tiene la potestad de recetar bloqueadores a menores 469 . En esta
sentencia histórica se establece que los bloqueadores deben ser
considerados un tratamiento experimental con resultados todavía
inciertos, que el sentido del tratamiento aún no está claro y que
además tiene consecuencias de una importancia vital. El tratamiento
no puede ser únicamente interpretado como una manera de darle
«tiempo para pensar» al paciente, ya que más bien es un trampolín
a las hormonas, que a su vez puede desembocar en la esterilidad.
Por esta razón, este tipo de tratamientos no pueden ser
contemplados como una terapia común con la finalidad de prevenir,
mitigar o curar una enfermedad. No se debería admitir que un niño
menor de dieciséis años pueda dar su consentimiento a un
tratamiento de estas características.
Al día siguiente, el National Health Service detuvo todos los
tratamientos con bloqueadores de la pubertad para menores de
dieciséis años 470 .
En febrero de 2021, la clínica sueca Anova hizo lo mismo y acabó
de inmediato con la aplicación del protocolo holandés.

468 In the High Court of Justice: Case No: CO/60/2020, Between Quincy Bell (2)
Mrs A and the Tavistock and Portman NHS Foundation Trust.

469 Ibíd.

470 Amendments to Service Specification for Gender Identity Development


Service for Children and Adolescents (E13/S(HSS)/e).
TERCERA PARTE
El modelo de sexo único
¿Un discurso sobre los trans?
Se suele decir que la nueva teoría del género es un discurso
sobre y para los trans. Es por el colectivo trans por el que debemos
cambiar nuestra concepción del género. De repente este colectivo
se ha convertido en devoción y preocupación del mundo entero.
Lo que está claro es que cuando se analiza el cuidado que recibe
el colectivo trans, se cae en la cuenta de que no es cierto en
absoluto. En el mismo momento en que uno se denomina «trans»,
empieza a ser visto como una persona divergente —por mucho que
se diga que esto es algo positivo— y es necesario corregirla, como
un fallo que hay que rectificar. De pronto, la ética médica y la ciencia
probada dejan de ser relevantes. Además, sacrifica su vida y su
fertilidad en un mismo pack y no recibe ayuda alguna o disculpas si
su cuerpo sale dañado. Si tiene ideas de suicidio antes de la
reasignación de sexo, son utilizadas como un argumento para
vender las virtudes de las hormonas, y si las tiene después del
tratamiento, todo el mundo mira para otro lado. Si se quita la vida o
muere, el Sistema de Salud no se responsabiliza. Es un símbolo, no
un ser humano por el que hay que preocuparse. Se considera que
no merece un futuro como todos los demás y su sufrimiento es
interesante solo si se puede utilizar como munición política en otros
temas que a menudo no tienen ninguna relación con la situación de
esa persona.
De hecho, no tiene el papel de protagonista: es el atrezo de un
discurso que va mucho más allá de él, un discurso que aborda la
reformulación del concepto de género en su totalidad y apunta a un
segmento de población mucho más amplio. La nueva teoría del
género no solo construye un relato sobre las personas trans sino
que incluso inventa una identidad completamente nueva: los cis.
«Mujer», una palabra peligrosa
La palabra «mujer» se ha vuelto problemática. Cada vez son más
los contextos en los que la palabra «mujer» es sustituida por
«persona con vulva», «persona gestante» o «menstruante». En
Inglaterra, a menudo utilizan la expresión «mujeres no trans» 471 . La
revista ETC definió un grupo de debate que se creó para discutir los
problemas genitales de las mujeres como «un grupo para todas las
personas con coño» 472 . El 8 de marzo de 2017, el Día de la Mujer,
la cadena de tiendas de ropa de segunda mano Emmaus Björkå
lanzó una oferta «para todos los clientes que se definían como no-
hombres» 473 . La empresa Always, fabricante de compresas, declaró
en octubre de 2019 que habían decidido eliminar el símbolo de la
mujer de sus envoltorios. El símbolo de Venus ha suscitado quejas
por parte de clientes, ya que les provocaba repulsa y no era
suficientemente inclusivo 474 . La empresa Tampax, fabricante de
tampones, no quiso ser menos y al cabo de un año dejó de utilizar la
palabra «mujer» y empezó a dirigirse a «personas que menstrúan»
para celebrar la diversidad: «Es un hecho que no todas las mujeres
menstrúan. Y también es un hecho que no todas las personas que
menstrúan son mujeres. ¡Celebremos pues la diversidad entre todos
los menstruantes!» 475 . Tampax se pronuncia regularmente sobre la
necesidad de romper tabúes acerca de la regla, pero ha sustituido
esos tabúes por uno de nuevo: la palabra «mujer». «Las personas
que menstrúan pueden hacer todo lo que hacen los hombres pero
mejor... Y sangrando», publicaron en su cuenta de Instagram
evidenciando en la misma frase que la palabra «hombre» no es tabú
y que todavía se usa como opuesta a mujer. Pero la palabra
«mujer» no se debe pronunciar ya. Planned Parenthood, la mayor
organización de Estados Unidos para la salud sexual y reproductiva,
celebraba que todos «los menstruantes de Nueva York» se librasen
ahora de pagar impuestos al comprar tampones 476 . Cuando un
estado norteamericano prohíbe el aborto, a los que dicen que es un
ataque a los derechos de la mujer enseguida se les responde: el
aborto no es una cuestión de mujeres, como afirman un centenar de
artículos en Forbes, Rewire y Amnesty International, ya que
«abortan personas de todos los géneros» 477 .
En diciembre de 2020 el Kvindemuseet, el museo de la mujer de
Dinamarca, uno de los primeros del mundo, anunció que cambiaban
el nombre por el de museo del género. La palabra «mujer», explicó
la dirección, era excluyente, mientras que la palabra «género»
«incluía a todas las personas» 478 .
Algunas empresas inglesas y estadounidenses han empezado a
usar la palabra womxn. El motivo por el cual cambiaron la a por la x
es que «así las mujeres negras y las trans también están incluidas».
Ahora bien, no aclaran qué tiene en concreto la a que no tenga la x
para excluir a las mujeres negras y a las trans. Es evidente que algo
pasa con la palabra mujer que de pronto nos hace daño a los ojos.
La revista Ottar planteó la pregunta: «¿Se puede hablar de las
mujeres?». Y entrevistó a la activista trans Maria Ramnehill, que
declaró:

No todas las mujeres tienen coño y no todas las personas


con coño son mujeres. Es así de sencillo [...]. Un ejemplo es
el programa de radio de P3, Musikhjälpen, de 2013 sobre el
tema «Todas las chicas tienen derecho a sobrevivir a su
embarazo». Un eslogan que podría haber sido «Todos
tenemos el derecho a sobrevivir al embarazo» para que fuera
más inclusivo [...]. Ramnehill propone hablar de «no-
hombres», una formulación que incluye a todas las personas
que no se benefician de las ventajas de una sociedad
patriarcal. En lugar de decir «debería haber más mujeres en
las juntas directivas de las empresas», podríamos decir
«debería haber más no-hombres en las juntas directivas de
las empresas», según Ramnehill 479 .
O sea, que son las palabras «chica» y «mujer» las que hay que
eliminar, en opinión de Ramnehill. Sin embargo la palabra «hombre»
no tiene por qué desaparecer. No se la considera problemática ni
excluyente, sino que se presenta como un punto de referencia con
la que se relacionan todas las demás, como el sol alrededor del cual
gravitan todos los planetas. El término «no-hombre» parece que
sugiriera la existencia de dos grupos: los hombres y todos los
demás. El primer grupo, el hombre, es una categoría fija, y no se le
descompone en productor de semen o persona con pene, sino que
sigue siendo un ser entero y su propio punto de referencia (a este
no se le llama no-mujer). En el otro grupo, el que antes se llamaba
«mujeres», ahora están «todos los demás», disueltos como
categorías independientes y a los cuales se les designa por sus
órganos o por lo que no son.
En este mismo sentido, Bobby Noble, catedrático de Estudios de
Sexualidad, sostiene que el concepto «mujer» debe disolverse:

La perspectiva crítica trans debería dificultar mucho más el


reivindicar poder decir verdades sobre lo que todas las
mujeres tienen en común —la experiencia vivida u otros
aspectos— sin que al menos se utilice con mucha más
precisión para establecer que todo lo relativo a la mujer ya no
se puede reducir al cuerpo femenino ni al concepto
censurable de «las experiencias de mujer» 480 .

Según Noble, lo problemático es la palabra «mujer» y no la


palabra «hombre». Ni el cuerpo ni la experiencia deberían constituir
la base de un colectivo o una lucha. Hasta levantar la mano y pedir
a un conferenciante, que está hablando de historia, que nombre a
las mujeres es problemático:

La incitación a «acordarse de las mujeres», tan marcada


por el pánico de género, ¿no es indicio de un inequívoco
fundamentalismo de género? Y esos fundamentalismos —
que no son diferentes de los nacionalistas, los militaristas, los
racistas o los cristianos, por nombrar solo algunos— ¿no
forman la base de una cosmovisión feminista con métodos
sociales, morales y biológicos para imponer una
normalización? 481 .

Ni se os ocurra hacer una pregunta al patriarcado, chicas,


porque... ¡estaréis en un tris de instaurar un régimen militar
supremacista! En cambio, para Noble dar una conferencia
únicamente sobre hombres no es excluyente. El texto se publicó en
una antología tildada de feminista, pero que dispara contra todo
intento de solidaridad entre mujeres con una batería de símiles
amenazadores. Cierto, esto no es nuevo: la historia del movimiento
feminista es la historia de los mil y un backlash. Pero, a diferencia
del backlash de la extrema derecha, que no se esconde, el backlash
liberal se acerca vestido con sus propios ropajes, usando conceptos
feministas ya conocidos. El lector interesado en el feminismo se
siente como «en casa» y baja la guardia, mientras que el mensaje
es el clásico y patriarcal chantaje emocional: ¡Mujer! ¡No te atrevas
a pensar en ti misma! ¡Eres problemática!
«Mujer... ¡evítalo!», dice con grandes letras rojas la página web
de la Guía de la Salud. Al hablar del cuerpo, la palabra «mujer»
debe evitarse en la medida de lo posible. Por ejemplo, no se puede
decir «A muchas [mujeres] les preocupa el parto». En lugar de eso,
deberá hablarse de las partes del cuerpo: «A menudo hay un
mínimo común denominador, como por ejemplo las partes del
cuerpo o las hormonas» 482 .

Cada vez es más habitual reducir la sexualidad y la reproducción


de la mujer a algo relativo solo a los órganos. Cuando Sandra
Dahlén, la especialista en temas de género y sexualidad, publicó el
libro Hallongrottan («La cueva de las frambuesas»), que trata sobre
la vagina, la palabra «mujer» estaba ausente en las reflexiones: la
vagina se comportaba como si fuera algo separado que practicaba
el sexo por sí misma y además tenía su propia personalidad:
«¿Cree la vagina que debería cambiar de trabajo? ¿Cree la vagina
que debería salir sin los niños más a menudo?».
En una entrevista en la revista ETC, le preguntaron a Dahlén:
«¿Cuál es el estatus de la vagina en la sociedad hoy en día?». Y
ella respondió: «La vagina es un espacio muy connotado, sometido
a mucha violencia, tanto en tiempos de paz como de guerra» 483 .
Hablar sobre la vagina sin ni siquiera mencionar a las mujeres lo
vuelve todo muy críptico: es como si toda la sociedad sintiera un
odio irracional hacia algo que podría estar perfectamente en una
nevera y estaría igual de connotado y sometido a la misma
violencia.
En julio de 2019 la izquierda lanzó su nueva reforma en este
mismo sentido: «Una apuesta que salva vidas. Hoy se introduce el
programa de citologías gratuitas para todos los que tengan
útero» 484 . Cuando se les criticó, respondieron que «no todas las
personas con útero son mujeres». Dejando de lado que optasen por
el recurso más incomprensible desde el punto de vista estratégico
—escoger el grupo destinatario más reducido ya que pocos, si es
que hay alguien, son los que se definen como «persona con
útero»—, la pregunta es cómo define el sexo este partido político. Si
no se encuentra entre las piernas, ¿qué es entonces? ¿Un
estereotipo? ¿Un sentimiento? ¿Una esencia? Y si el concepto
«sexo» tiene que dejar de existir, la cuestión entonces es cómo se
puede formular una crítica al patriarcado.
La escritora estadounidense Naomi Wolf opina que el concepto
«mujer» ya no tiene ninguna justificación:

Ahora con esta nueva tendencia de los estudiantes de la


universidad femenina Smith que han cambiado de sexo de
mujer a hombre y se preguntan «¿qué es una Smithie?» —
incluso qué es una mujer o un hombre—, ¿cómo podemos
justificar los eventos, las clases o las ideologías dirigidos solo
a mujeres? 485 .
A la pregunta sobre para quién escribió el libro El mito de la
belleza, cuyo subtítulo es Cómo se utilizan las imágenes de la
belleza contra las mujeres y que en la primera página ya utiliza la
palabra «mujer» diez veces, hoy contesta: «Son muchos los
hombres y los transexuales que han leído El mito de la belleza y me
han dado las gracias. No lo escribí solamente para los lectores
nacidos con útero». A la pregunta de qué es una mujer, contesta
que «una mujer es quien quiere ser mujer. ¿Para qué queremos
controlar la elección del género de los demás? ¿A quién le importa?
¿Qué relevancia tiene? Hablando en serio, lo que tiene sentido es
ser una buena persona» 486 . El género es ahora, según Wolf, una
elección personal, ya no es una opresión estructural. Sin embargo,
si el género es tan irrelevante que ya no tiene ninguna importancia,
¿no serán entonces sus anteriores obras inviables? En 1991 decía:

El mito de la belleza se basa en una mentira: la cualidad


llamada «belleza» tiene existencia universal y objetiva. Las
mujeres deben aspirar a personificarla y los hombres deben
aspirar a poseer a mujeres que la personifiquen. Es un
imperativo para las mujeres pero no para los hombres 487 .

Si ya no podemos hablar de hombres y mujeres, ¿se pueden


hacer análisis como estos? ¿Cómo se puede entender que los mitos
de la belleza influyan en la mitad de la población de manera muy
diferente a como lo hacen en la otra mitad? ¿No es una elección
personal ser mujer y, por consiguiente, no es una elección personal
dejarse influir por los mitos de la belleza? Nos encontramos una vez
más con la misma asimetría, donde la palabra «hombre» no se
considera problemática —muchos hombres han leído El mito de la
belleza, dice Wolf, sin ningún problema— mientras que «mujer»
queda reducida a «lectora con útero», lo cual es bastante menos
inclusivo que la palabra «mujer». Incluso a las mujeres biológicas
que nacieron sin útero o se les ha extirpado les afectan los mitos de
la belleza. No es el útero lo que tiene que ser bello, sino la mujer.
La supresión de la palabra «mujer» se justifica normalmente con
un encogimiento de hombros cargado de incomprensión: ¡solo se
trata de incluir a todo el mundo! Si no todo el mundo se reconoce en
términos como mujer, ¿para qué utilizarlos? El hecho de formularlo
como una cuestión de inclusión hace que parezca algo evidente e
irrebatible, como si fuera cuestión de invitar a todos los niños de la
clase a la fiesta de cumpleaños. ¿Quién se opondría a esto, aparte
de un mezquino amargado? ¡Seguro que solo un retrógrado que
solo quiere fastidiar la vida de los demás! No cuesta nada
abandonar una palabra, ¿no?
Supongamos que todo esto es cierto: que la supresión de la
palabra «mujer» realmente se debe al descubrimiento de que el 0,25
por 100 de la población que tiene cromosomas XX no quiere
llamarse mujer; que un 0,25 por 100 más tiene cromosomas XY y
quiere llamarse mujer, que un 0,5 por 100 más no quiere llamarse
nada y que la palabra «mujer» en relación con asuntos como la
regla y el embarazo irrita hasta en el fondo de su corazón al 1 por
100 de la población, y que por eso nadie debería utilizar más estas
palabras. ¿Por qué, entonces, no se exige la misma disolución de la
palabra «hombre» dado que es igual de excluyente? Siguiendo la
misma lógica, deberíamos suprimir todas las palabras. No hay
ninguna que sea exhaustiva: la palabra «negro» no incluye a los
albinos, la palabra «proletariado» no incluye a los jubilados, por no
hablar de palabras como «mayor», impuesta a los jubilados que no
se sienten viejos y además es de tipo relacional. ¿Cómo pueden ni
siquiera existir las palabras?
Cuando el músico Salif Keita, albino, canta «Soy negro / mi piel
es blanca...», todo el mundo le entiende sin necesidad de campañas
para exigir la abolición del término black. Todas las palabras son,
por definición, generalizaciones que crean sus excepciones. Que los
trans existen es un hecho que podemos reconocer totalmente sin
tener que exigir por ello la eliminación de la palabra «mujer». Pero
en lugar de ser la excepción lo que confirma la regla, ahora la
excepción tumbará cualquier regla.
Sin embargo, la supresión de la palabra «mujer» acarrea
consecuencias bastante más graves. Si ya no podemos decir
«mujer», ya no es posible hablar de la salud de las mujeres, de la
discriminación de la mujer en la investigación médica o del concepto
del cuerpo femenino en general. Los órganos sexuales se abordan
en una discusión aparte, la menstruación en otra, el embarazo en
una tercera, etc. Perdemos la posibilidad de ver la opresión de la
mujer como una totalidad. Empezamos a conceptualizar las partes
del cuerpo como si se hubieran escindido y tuvieran vida propia, y
en lugar de ser una parte de nosotras somos un apéndice de esas
partes: vamos de un lado a otro con el coño y el útero a cuestas,
aunque, más allá de eso, no existimos como concepto. Ninguna de
las palabras nuevas contiene un potencial emancipador: «soy una
persona con útero» no alegra a nadie, y resulta difícil imaginar que
las «menstruantes» se unan para rebelarse. Es una alienación de la
mujer de largo alcance que el hombre no experimenta. Esto supone
una violencia verbal que descuartiza a la mujer intelectualmente
como si no fuera una unidad orgánica sino una composición de
partes del cuerpo sin ninguna relación entre sí y se pudieran separar
y recolocar con una disposición distinta. No es solo la posibilidad de
comprender la estructura patriarcal lo que desaparece, sino la
posibilidad de concebirse a sí misma como un yo, como una
persona. La mujer ya no puede ser —como dijo Simone de Beauvoir
— una situación.
El nombre de nuestro sexo no es un mero detalle. El nombre en
común es el propio fundamento de todos los colectivos. Toda
concienciación empieza por el nombre común: ¿Quienes somos?
Naturalmente que las mujeres existimos aunque no nos llamemos
mujer —nacemos, nos alimentamos y morimos, respiramos, la
sangre circula por nuestras venas—, pero sin una conciencia de
sexo no podemos comprender nuestra situación ni organizarnos
alrededor de ella. Es por esta razón por la que todos los colectivos
oprimidos tienen que llamarse de alguna manera. Los trabajadores,
los pueblos y los países colonizados, los homosexuales, los negros,
los racializados se han dado un nombre. Borrando la posibilidad de
hablar del color de la piel borran también la posibilidad de luchar.
Borrar la palabra «mujer» es, asimismo, un ataque frontal al
movimiento feminista.
En el patriarcado siempre hay algo en la palabra «mujer» que
molesta; recordemos las palabras de Karolina Ramqvist en su
novela Alltings början («El inicio de todo»):

Por mi parte no sé qué es lo que falla en la palabra


«mujer», pero algo es. Es difícil leerla, escribirla, decirla. En
cambio, es muy fácil usar la palabra «hombre» [...]. Es normal
y no emborrona. ¡No es nada! 488 .

Desde el punto de vista puramente biológico, todo esto es una


sandez, claro. El cuerpo masculino emborrona lo suyo y
estadísticamente hablando no es más normal que el de las mujeres.
Es la jerarquía de género construida culturalmente la que ha forjado
la idea de que el hombre es la norma y el estándar. Y es
exactamente la misma idea que impera en el discurso de que la
palabra «mujer» es problemática pero la palabra «hombre» no. No
hay nada malo, al menos en esta fase, en hablar de los órganos
sexuales femeninos; se puede hablar de vaginas, de pechos, de
úteros..., pero hay que tener cuidado de no decir que tienen algo
que ver con las mujeres. Aunque en el paso siguiente también los
órganos sexuales serán proscritos.

471 https://www.versobooks.com/blogs/4090-i-m-not-transphobic-but-a-feminist-
case-against-the-feminist-case-against-trans-inclusivity.

472 Karin Holmberg, «Ha ett underbart fittliv», Dagens ETC, 20/11, 2018.

473 «Feministisk rabatt 8 mars»; http://emmausbjorka.se/2017/02/21/ feministisk-


komensationsrabatt-8-mars/.

474 Heather Murphy, «Always Removes Female Symbol from Sanitary Pads»,
New York Times, 22/10, 2019.
475 Post de Instagram de Tampax, 15/9, 2020.

476 Meghan Murphy, «Are We Women or Are We Menstruators», Feminist


Current, 7/9, 2016; https://www.feministcurrent.com/2016/09/07/are-we-women-or-
are-we-menstruators/.

477 «Women Are Not the Only Ones Who Get Abortions», Rewire News, 1/3,
2019.

478 Kvindemuseet skifter navn til KØN, Kvindemuseet 5/12, 2020; https://
kvindemuseet.dk/nyhed/nyt-navn-til-kvindemuseet/.

479 Hugo Ewald, «Kan vi prata om kvinnor?», Ottar, 7/12, 2014.

480 Bobby Noble, «Trans. Panic. Some Thoughts Toward a Theory of Feminist
Fundamentalism», en Anne Enke, Transfeminist Perspectives in and beyond
Transgender and Gender Studies, Temple University, 2012, pág. 50.

481 Ibíd.

482 https://www.1177.se/riktlinjer-och-material/sprakliga-riktlinjer/diverse-ord-och-
uttryck-a-o/k2/kvinna---undvik/, läst, octubre de 2020.

483 https://www.etc.se/kultur-noje/slidan-ar-missforstadd.

484
https://www.facebook.com/vansterpartiet/photos/a.10151247679410348/10158226
447210348.

485 Naomi Wolf, «Do We Still Need Women-Only Spaces?», The Guardian, 15/2,
2013.

486 https://twitter.com/naomirwolf/status/1288919444131991552.

487 Naomi Wolf, El mito de la belleza, trad. de Lucrecia Moreno, Emecé Editores,
1991, pág. 15.

488 Karolina Ramqvist, Alltings början, Norstedts, 2013, pág. 115.


«Vagina», una palabra peligrosa
En el año 2014, el Mills College y el Mount Holyoke, dos
universidades privadas para mujeres de Estados Unidos, decidieron
cambiar su definición de mujer. A partir de entonces ya no tendría
nada que ver con la biología sino que cualquiera que se definiese
como mujer sería bien recibida. La presidenta del Mount Holyoke,
Lynn Pasquerella, lo explicaba así: «Somos conscientes de que el
significado de ser mujer no es estático [...] hemos visto que la
identidad de género no puede reducirse al cuerpo» 489 . Al cabo de
un año el Mount Holyoke tuvo que cancelar la representación anual
de Los monólogos de la vagina, de Eve Ensler, con el argumento de
que «la obra era problemática porque no incluía a las mujeres
trans». La portavoz del grupo de teatro que iba a representarla, Erin
Murphy, explicó en una entrevista que:

El género es una experiencia amplia y variada [...] que no


se puede reducir simplemente a la diferenciación biológica y
anatómica, y muchos de los que hemos participado en esta
obra hemos sentido un malestar cada vez mayor al actuar en
una representación que es reduccionista y excluyente 490 .

Eve Ensler defendió su obra con el argumento de que no hablaba


de las mujeres, sino solo de vaginas, pero fue inútil. Hoy las vaginas
también son tabú. En la Universidad de Washington se sigue
representando la obra, pero se ha eliminado la palabra «vagina» y
ahora lleva por título The (Blank) Monologues. Donde debía
mencionarse la palabra «vagina» hay ahora un vacío, un espacio
innombrable, encerrado en un paréntesis 491 .

Nos hemos apartado mucho del discurso inicial de la ideología


que hablaba de tolerancia y diversidad. Incluso nos hemos apartado
mucho de la segunda capa, donde todos tenemos que encontrar
nuestra propia identidad de género y donde el hombre y la mujer
tienen una relación simétrica de opuestos. En esta tercera capa, las
mujeres son una categoría problemática que debe ser rebautizada,
cuestionada o sustituida por un espacio vacío. El cuerpo femenino
se ha vuelto amenazador y excluyente. No ocurre lo mismo con el
cuerpo masculino —es el discurso de las mujeres sobre su cuerpo lo
que se ha vuelto problemático. Los hombres pueden seguir
nombrando los órganos de las mujeres. No hay un policía de género
que se lance a las páginas porno exigiendo que pussy o cunt sean
sustituidas por blank porque son excluyentes. Únicamente cuando
las mujeres hablan de su sexualidad se considera inadecuado
nombrar esos órganos. El deber del feminismo ya no es ser
emancipador, sino inclusivo.

Cuando las palabras del candidato a la presidencia de Estados


Unidos, Donald Trump, grab them by the pussy, llegaron a oídos del
público en plena campaña de 2016, la ira se desató por todo el país.
Se organizaron manifestaciones multitudinarias bajo el lema
«Women’s March» en todos los estados y se extendieron por
Europa. La feminista Krista Suh diseñó un gorro rosa con forma de
vulva para arrebatárselo a Trump y recuperar el órgano sexual de
manera simbólica. Miles de mujeres tejieron el gorro, que se
convirtió en la respuesta de las mujeres a la gorra roja de los
votantes de Trump. Sin embargo, esta acción se puso en cuestión
por parte de las propias líderes. En muchas ciudades, las
organizadoras desaconsejaron que las manifestantes llevaran el
gorro rosa ya que la vulva podía interpretarse como un símbolo
excluyente. La revista Bustle intentó convencer a las mujeres de que
dejaran el gorro en casa:

Cuando la vulnerabilidad de los niños trans vuelve a


generar titulares y las mujeres trans de color siguen siendo el
blanco aún en 2017, no es quizás un buen momento para
poner la vagina en el centro de las manifestaciones
feministas [...]. No hay duda de que las pancartas con el
«coño» de protagonista y las consignas de las
manifestaciones feministas del 21 de enero sitúan a las
mujeres cis por delante de las mujeres trans, y que los
círculos feministas por norma general privilegian a las
mujeres cis 492 .

Al parecer, las advertencias no funcionaron: un periódico informó


de que a pesar de que las líderes de las manifestaciones lo
desaconsejaron, eso no «impidió que miles de mujeres se pusieran
a tejer gorros con forma de coño como unas locas y a colgar las
fotos en Instagram sujetando pancartas con ovarios dibujados» 493 .

Entre los que intentaron prohibir los gorros como coños había
pocos trans. Y, por lo que parece, el número de personas trans a las
que les preocupa algo tan irrisorio como el gorro de los demás es
insignificante. O bien los trans en cuestión tienen vagina o la han
tenido, y en ambos casos se identifica, o bien el trans en cuestión
tiene pene y entonces quizá entienda que también existen otros
órganos sexuales. En todo caso, lo que motivó la marcha contra
Trump, que en ese momento ya era presidente, fue que este
consideraba que uno podía coger un coño sin preguntar. La raison
d’être de la marcha era, por tanto, que las personas con coño no
son unas privilegiadas. Y aun así se exigía a las que tenían coño
que dieran un paso atrás —en su propia manifestación— porque los
penes se podían molestar y sentirse excluidos.

489 Dominique Mosbergen, «All-Women’s Mount Holyoke College Changes Policy


to Welcome Transgender Students», Huffington Post, 3/9, 2014.

490 Tyler Kinkade, «Mount Holyoke Cancels “Vagina Monologues” for Not Being
Inclusive Enough», Huffington Post, 16/1, 2015.

491 Katherine Timpf, «Students Drop “Vagina” from The Vagina Monologues to Be
More “Inclusive”», National Review, 20/2, 2019.
492 Noor Al-Sibai, «How to Acknowledge Your Privilege at The Women’s Strike»,
Bustle, 6/3, 2017.

493 Chloe Sargeant, «Until the Women’s March is Inclusive of All Women, I Can’t
Identify with It», SBS News, 22/1, 2018.
La creación de la persona cis o el arte de hacernos
asumir los roles de género
El nuevo discurso sobre el género quiere quitarse de encima la
pareja «binaria», hombre y mujer, pero en su lugar ha creado otra
pareja igual de binaria: trans y cis.
El significado etimológico de la palabra «cis» es «del mismo
lado» y empezó a utilizarse en la década de los noventa para
designar a todo aquel que no era trans. Lo más habitual es que se
aplique a las mujeres. Dado que el concepto «mujer» se ha
ampliado para incluir a los hombres biológicos, las mujeres
biológicas han sido rebautizadas como mujeres cis. La palabra entró
en el Diccionario de la Academia Sueca en 2014 y la Secretaría
Nacional para los Estudios de Género lo define así:

A menudo se usa el término «cis» para indicar que el sexo


biológico y jurídico de un individuo concuerda con su
identidad de género. Un ejemplo de persona cis sería una
persona que nació con vulva (sexo biológico), fue registrada
como «mujer» por la administración (sexo jurídico), se ve, y
siempre se ha visto, a sí mismo como una mujer (identidad de
género) y mediante, por ejemplo, la vestimenta, el lenguaje
corporal, el peinado y la conducta social expresa su
pertinencia de género como mujer (expresión de género).
Estos individuos pueden ser denominados personas cis; lo
fundamental en estas personas es que por lo general se las
asocia a la idea que la sociedad tiene de algo normal, natural
y sano, lo cual conlleva muchos privilegios 494 .

Una explicación que despierta particularmente mucho interés ya


que suscita muchas más preguntas de las que responde. ¿Qué
significa, por ejemplo, que siempre se ha «visto» a sí misma como
una mujer? ¿Es suficiente con haber descubierto sus órganos
sexuales o implica algo más, y en ese caso, qué? ¿Qué significa
que mediante «la vestimenta, el lenguaje corporal, el peinado y la
conducta social expresa su pertinencia de género»? ¿Qué es una
conducta social masculina? ¿Quién lo decide? Con la formulación
resbaladiza «se las asocia a» se establece un hecho, pero los
autores de la definición no asumen la responsabilidad, sino que
echan la culpa a unas normas sociales difusas.

A primera vista puede parecer una explicación comprensible:


todos «sabemos» que hay ropa de mujer y ropa de hombre. Si lo
seccionamos a nivel individual, la afirmación es imposible de aplicar
como categoría analítica. Una mujer puede llevar el pelo largo
(femenino, para muchos) y trabajar como directora de banco (un
cargo que antes únicamente ocupaban los hombres), ¿es una
persona cis entonces? ¿Es Pippi Calzaslargas una persona cis?
Intentemos determinar cómo alguien expresa su masculinidad
«mediante la conducta social»: ¿Es suficiente con ir al fútbol una
vez al año? ¿Dónde colocamos a los culturistas fortachones que
posan embadurnados de aceite delante del público con un tanga de
lentejuelas?
Son justamente estas las preguntas que los estudios de género
suelen problematizar. Curioso es, entonces, que tan pronto como el
concepto cis hace acto de presencia, los estudios de género dejan
de dedicarse a lo que es su objetivo: cuestionar los roles de género.
Lo que en realidad se está diciendo con la palabra «cis» es que la
mayoría de la gente encaja con su rol de género. Rápidamente nos
hemos desprendido tanto de Margaret Mead como de Judith Butler
en un solo párrafo. El género ya no es conflictivo, ya no es una
jerarquía de poder, ya no es algo que haya que negociar
constantemente. De repente los roles de género son estáticos,
naturales, eternos. Tal como dice un centro de atención juvenil
regional:
Si te sientes satisfecho con tu género y no quieres
cambiarlo, puedes llamarte persona cis. Si tienes la
sensación de que algo no está bien, o no te sientes
satisfecho con el género que los demás creen que tienes,
puedes llamarte persona trans 495 .

No solo se trata de encajar con tu rol de género... ¡también tienes


que sentirte a gusto con él, según dicen! ¡Podríamos preguntarnos
entonces si existe alguna persona cis! Es razonable pensar que la
mayoría quedaría fuera de esos criterios. El centro de atención
juvenil más adelante añade que si «algo» no está bien, «existe el
tratamiento de reasignación de sexo. Este tratamiento comporta que
el cuerpo cambie a través de la cirugía, por ejemplo, o las
hormonas». Tenemos pues dos alternativas: sentirse satisfecho o la
cirugía. Librarse de los roles de género, construir tu propio yo,
hacerte feminista no existe como alternativa. El mensaje dirigido a
los jóvenes es que los que no encajan en esas estrechas normas
deben cambiar su cuerpo.

En la mayor parte de las definiciones de «persona cis» aparece la


palabra «contento». Mathilda Åkerlund, de la Universidad de Umeå,
la define por ejemplo como alguien que «está contento con el sexo
con el que nació» 496 . Así pues, si la mayoría de la gente es cis y ser
cis es estar contento con el género, en esencia con el género encaja
el 99 por 100 de la población.

Desde Wollstonecraft hasta Beauvoir, la misión principal de las


intelectuales del pensamiento feminista ha sido todo lo contrario:
mostrar que los roles de género no son compatibles con la libertad
humana. Tal y como dicen Gerda y Åsa Christenson en su ensayo
«Cis no es un análisis feminista»:

Ser feminista es cuestionar las normas de género. No es,


para nada, tener la sensación de que la expresión de género
sea lineal ni que la identidad de género de uno «siempre»
haya concordado o deba concordar con las normas de
género. La mayor parte de las feministas consideran que el
género es principalmente una construcción social. Es
precisamente la misma noción de cis lo que el feminismo ha
combatido desde tiempos inmemoriales. Por esta razón, un
análisis feminista no definiría nunca ser cis como un
privilegio; al contrario, el género lineal es la prisión construida
que el feminismo quiere destruir 497 .

Gerda Christenson y Åsa Christenson fueron criticadas por el


transactivista Lukas Romson, quien sostiene que carecen de
consciencia de su posición como mujeres cis, y que ni siquiera
deberían debatir sobre este tema: «Dejémoslo claro de una vez por
todas, cómo definen el concepto las personas trans en particular, el
transactivismo o el transfeminismo, no es de la incumbencia de las
personas cis y punto» 498 . En otra respuesta, Maria Ramnehill dijo
que Gerda Christenson y Åsa Christenson eran unas «ignorantes»,
que «nunca han dedicado mucho tiempo a pensar qué significa ser
trans, y a pesar de ello escriben artículos sobre el tema», y que «no
tienen la patente exclusiva de lo que es el feminismo» 499 .
Ahora bien, lo que Gerda Christenson y Åsa Christenson
analizaban no era a las personas trans sino, por el contrario, el
concepto «cis». Un concepto que pretende definir a mujeres justo
como ellas. Sin embargo, el mensaje tanto de Romson como de
Ramnehill es que «las mujeres cis» no tienen derecho de hablar
sobre el concepto «cis». Las mujeres, por tanto, son definidas por
otros, pero no tienen derecho de cuestionar esta definición ya que
por el hecho de ser mujeres biológicas no tienen ninguna legitimidad
para hablar sobre ello. Tan solo opinar sobre sí mismas es ya
cometer una intrusión ilícita en el territorio trans.

Para empezar, el concepto cis se utiliza como opuesto a trans. Es


cis quien no es trans. Como señala Elizabeth Hungerford, este par
es aún más binario que el compuesto por hombre y mujer:
Puede darse que una persona no pueda definirse a sí
misma ni como cis ni como trans, pero lo que no puede pasar
es que sea ambas cosas. Sería ilógico. Cis y trans son
opuestos, dos categorías que se excluyen mutuamente. Al
igual que hombre y mujer, cis y trans constituyen un estado
binario. Cis / trans son las nuevas categorías del género
binario 500 .

La palabra «cis» tiene incluso otra cualidad: se usa sobre todo


para denominar a las mujeres. Cisgender woman da 268.000
resultados en Google, mientras que cisgender man da 198.000. Eso
significa que a una mujer se la designa en función de lo que no es:
es decir, un no hombre de nacimiento. O sea, que tenemos una
nueva definición de mujer que otra vez más se refiere a ella en
relación al hombre. Es mujer, o sea, no es un hombre, pero es
también esa clase de mujer que no ha nacido como hombre. Es una
subcategoría de su propia categoría.
La mujer cis, por tanto, es una mujer contenta con su rol de
género. Se adapta de forma natural y nunca ha reflexionado mucho
al respecto. Ante todo, es una privilegiada; porque si hay algo a lo
que se vuelve una y otra vez en relación con el concepto cis es a los
privilegios. La mujer es muy afortunada precisamente por haber
nacido mujer y seguir siéndolo. Y como es tan afortunada, debería
pedir perdón por ello. Debe aprender a ceder el paso y no centrarse
en el feminismo.

De repente, la mujer —el sexo oprimido con derecho a decir


basta— se ha transformado en mujer cis, la privilegiada que debería
pedir perdón.
¡Y vaya si lo hace! Mujeres de éxito hacen cola para explicar con
humildad hasta qué punto son unas privilegiadas por haber nacido
mujer. La política estadounidense Alexandra Ocasio-Cortez dice en
una entrevista: «Soy una mujer cis. Es decir, que no llegaré nunca a
comprender el trauma que comporta haber nacido con el cuerpo
equivocado. Y es un privilegio que tengo» 501 . Leyendo la revista de
moda Elle, las mujeres se enteran de que luchar por los derechos de
las mujeres es de privilegiadas y consentidas. Hay un colectivo
mucho más oprimido:

Mientras que las mujeres cis pueden optar por desafiar los
estereotipos sexistas, las mujeres trans, los hombres trans y
los no binarios tienen que oponerse a ellos para poder ser
ellos mismos. Los trans, y en especial las mujeres, mueren
regularmente por haber ejercido los derechos que las
feministas cis trabajan por conseguir 502 .

De repente ser mujer es algo así como ser millonario y defender


a las mujeres de pronto es estar en el lado de la élite. Artículos
como estos rezuman un sentimiento de culpa que es impensable en
los dirigidos a hombres. En las revistas de hombres no hay
reportajes sobre cómo es la vida de los hombres trans o instándoles
a ceder el paso y dejar pasar a los hermanos que por azar nacieron
mujer —tampoco sobre el deber de apoyar a las mujeres trans. El
imperativo es únicamente femenino, y establece que luchar por
nuestros derechos es de egoístas, por no hablar de tener la osadía
de «desafiar los estereotipos sexistas».

Sam Dylan Finch, activista trans estadounidense, elaboró una


lista de las ciento treinta «ventajas inmerecidas» de las que disfrutan
las personas cis 503 . Estas incluyen: librarse de preguntas sobre
cómo hacen el amor, poder moverse en público sin que te miren
fijamente, una atención sanitaria competente, no sufrir
discriminación en el mercado laboral, que no te bombardeen con
noticias sobre asesinatos de gente de tu mismo género, poder usar
ropa en concordancia con tu género, librarse de que te vean como
un fetiche sexual y que tus potenciales parejas sexuales sepan
cómo son tus órganos sexuales y cómo se llaman.
Finch acaba de describir el día a día de la mayoría de las
mujeres. Recibir una peor atención a causa de tu sexo, que te
magreen, ser víctima de una agresión sexual y que te hagan
preguntas íntimas, así como leer noticias de asesinatos de una
compañera a manos de su pareja precisamente por ser de nuestro
sexo, es de lo más normal en nuestras vidas como mujeres. Pero
hacia el final del artículo esas mismas cosas contra las cuales ha
luchado el movimiento feminista ahora son descritas como
«privilegios inmerecidos». Deberíamos estar contentas porque
podemos vestirnos de acuerdo con nuestro sexo a pesar de que no
hemos hecho nada para merecérnoslo. Deberíamos estar
agradecidas por poder llevar zapatos de tacón y velo, ya que
«concuerda» con nuestro sexo. Si llevamos el análisis hasta el
extremo, incluso una niña a quien han mutilado los órganos
sexuales a los nueve años y casado a los doce es una persona cis
y, por consiguiente, una privilegiada: se la trata de acuerdo con su
género. Una niña víctima de un abuso sexual por ser niña también
es una privilegiada —sus parejas sexuales saben cómo se llama su
órgano: ¡coño! E incluso un hombre homosexual en Arabia Saudí o
en Uganda es considerado según esta misma interpretación como
«normal, natural y sano» y disfruta de muchos privilegios.
Que se pueda llamar «mujeres» a las mujeres simplemente por
cómo nacieron es, según la activista trans Julia Serano, una
injusticia. Ser mujer en el mundo de Serano es algo que tienes que
ganarte, y que las mujeres vayan por ahí creyéndose que son
mujeres sin siquiera esforzarse es un ejemplo de privilegio:

El mito más habitual a la hora de justificar el privilegio cis


es el de que las personas cis adquieren el derecho a
denominarse mujer u hombre en virtud de haber nacido en un
sexo concreto 504 .

No, esta nueva figura política que es la mujer cis tiene una sola
misión: ser la segundona. Una misión que las mujeres cis deben
tomarse muy en serio, además de asumir que ni el feminismo es
para ellas. En un artículo de la revista Brand, la filóloga Anna
Remnets define a las mujeres trans como «las mujeres más
vulnerables». Las mujeres que no lo entienden tienen «una visión
intolerante y excluyente de las mujeres que se hallan entre las más
vulnerables del patriarcado: las mujeres trans», y pregonan a gritos
«las teorías conspiratorias fruto de las más ridículas paranoias que
afirman que las mujeres trans son hombres», y si no lo ven
«entonces el feminismo solo es emancipador para las mujeres
cis» 505 .
A menudo el epíteto «blanca» se cuela mecánicamente en las
definiciones de mujer cis. Así se refuerza el efecto de que estas
mujeres pertenecen a un colectivo elitista. Esto implica, al fin y al
cabo, que la mujer, por definición, es blanca. No hay otro tipo de
mujer. Como respuesta a este tipo de argumentación, el seudónimo
Fleshphobe escribe en Tumblr:

Las mujeres negras no son vuestra coartada para afirmar


que los hombres son parte del movimiento feminista. Somos
tan mujeres como las demás, y tener la piel negra no es
comparable a tener un jodida polla...

El intento de restringir el concepto «mujer» —que abarca a la


mitad de la población terrestre— a una élite política obsoleta
formada únicamente por mujeres de clase alta privilegiadas e
inconscientes de ello lo lleva a cabo precisamente este mismo
colectivo, las denominadas «mujeres cis blancas». Puede parecer
extraño... ¿no estarán cortando la rama en la que están sentadas?
Pero podría ser una jugada inteligente. Una actitud aparentemente
autocrítica les permite afianzar su posición distanciándose
simbólicamente de su propia identidad. Se anticipan a la crítica, que
podría estar dirigida a ellas mismas ejerciendo una crítica más dura
aún hacia su propio posicionamiento. Así, dejan de ser «la mujer cis
blanca» para ser «la que ataca a las mujeres cis blancas».
Hasta ahora era evidente que el sujeto del feminismo es la mujer,
tan evidente como que el sujeto del socialismo es el obrero. Estos
dos movimientos surgieron justamente a raíz de una situación muy
específica. Eso no significa que otros colectivos no hayan podido
apoyar la causa y que sus intereses no puedan coincidir con los de
otros colectivos. Tampoco significa que las mujeres trans con
mentalidad feminista no puedan contribuir al compartir el mismo
objetivo. La meta del discurso contemporáneo es que las mujeres
deben darse cuenta de que ya no son las protagonistas de su propio
movimiento porque «las mujeres trans a menudo son el género más
vulnerable económicamente», y «solo llegar a insinuar que las
mujeres cis lo pasan peor, que las mujeres cis de algún modo
ocupan la verdadera posición de vulnerabilidad ante la violencia y la
opresión del patriarcado es una actitud desfasada y cargada de
prejuicios», dice el escritor y antiguo portavoz de Grön Ungdom («La
juventud verde»), Alexander Alvina Chamberland 506 .
Llama la atención la cantidad de conceptos —privilegios cis,
normatividad cis, misoginia— que se han tomado prestados de la
terminología feminista. En lugar de «sexismo», ahora hay que decir
«sexismo cis», explica el estudioso de la literatura Sam Holmqvist,
significa «que los géneros normativos se ven más legítimos que los
no-normativos» 507 . Pero si «cis» es la norma, entonces ¿no sería
«trans» una manera de adaptarse a ella? ¿Ser «trans» no es el
intento de llegar a ser «cis»? ¿No es precisamente lo lineal —que el
sexo del cuerpo y del espíritu concuerden— el proyecto al que
aspira la reasignación de sexo? ¿No es entonces la persona que
mantiene su sexo biológico pero se niega a adaptarse al rol de
género la que va contra las normas, la que se niega a ser
congruente, la que no tiene ningún interés en que el sexo y el
género se correspondan? Estas preguntas son un gran dilema para
los representantes de la nueva teoría del género. ¿Cómo adaptarse
y conservar la posición transgresora a la vez? Iwo Nord, Signe
Bremer y Erika Alm lo explican apoyándose en los escritos de Susan
Stryker:

Stryker enraíza su teoría en la experiencia corporeizada de


la transexualidad. Pero el quid del planteamiento de Stryker
no es que el cuerpo transexual sometido a cirugía y/o
tratamiento hormonal sea expresión de la normatividad cis.
Lo que defiende es que a pesar del propósito normalizador de
la profesión médica, el cuerpo remodelado con instrumentos
médicos es «something more, and something other than the
creatures our makers intended us to be». Dicho con otras
palabras, Stryker pone el acento en la inestabilidad de la
constitución del sujeto y al mismo tiempo plantea la
inscripción corporal como intersubjetiva, lo cual abre las
puertas a la subjetividad 508 .

Estas contorsiones lingüísticas aparentemente sin sentido


pretenden asegurar que la posición subversiva no recaiga en manos
de la mujer cis, que nunca será «something more», porque la
posición subversiva lleva implícito el poder discursivo.
Y el eje cis / trans en muchos contextos ha venido a sustituir el
orden de género hombre / mujer como instrumento analítico. Un
ejemplo muy claro se puede ver en la entrevista con Andrea
Edwards, actriz y directora, sobre el espectáculo El manifiesto
SCUM que llevó a escena en 2011 con Erik Holmström y que dividía
al público según el sexo. Los hombres se sentaron en los palcos de
un lado de la sala, y las mujeres, en los del otro. Cuando entraron
los hombres, las mujeres ya estaban en su sitio aplaudiendo
irónicamente para demostrarles lo acostumbrados que están a que
los elogien. Las mujeres se sentaron en cojines dorados y las
invitaron a golosinas y uvas. A los hombres les hablaron en tono
despectivo y tuvieron que oír que tenían cerebro de mono y que
biológicamente eran un eslabón fallido. El debate posterior fue duro.
Varios críticos masculinos opinaron que la obra incitaba a la
violencia y criticaron especialmente la división por sexos de los
espectadores; la policía tuvo que vigilar la función porque los
actores habían recibido amenazas de muerte 509 . En la acogida de la
obra se evidenció una clara división por sexos: quienes más
apreciaron la representación fueron principalmente mujeres,
mientras que los que la desaprobaron fueron principalmente
hombres. Y en la revista Brand, Andrea Edwards dijo:
Quisiera hacer hincapié en que el odio y las amenazas
solo iban dirigidos a las mujeres involucradas en el proyecto.
Si el odio estuviera motivado por haber puesto en escena el
manifiesto SCUM en concreto, entonces Erik también se
habría llevado las peores invectivas. Esto no es odio al
feminismo, sino odio a las mujeres 510 .

O sea, que el odio no iba dirigido al feminismo como idea, sino


contra las mujeres como sexo. Las reacciones demostraron así el
quid de la obra: que el sexo sí importa. Siete años después,
preguntaron a Andrea Edwards si volvería a representar la obra y
ella respondió que sí, pero añadió:

Pero, si soy sincera, también me da un poco de miedo


porque la obra plantea un problema bastante cisnormativo:
los palcos de hombres y mujeres. Al final lo resolvimos
poniéndonos en contacto con una organización trans que nos
ayudó con la venta de las entradas —pero lo jodido es que en
el teatro solo hay dos lados para los palcos 511 .

Se supone entonces que la existencia de las personas trans haría


imposible aplicar el análisis feminista basado en la jerarquía de
sexo. Así pues, la asistencia de algunas personas que se han
sometido a un cambio de sexo tumbaría la idea entera del
patriarcado: que los hombres oprimen a las mujeres. Pero ¿por
qué? Es innegable que hay personas que han cambiado de género.
No es nada nuevo. Siempre ha habido excepciones a todas las
reglas y siempre hay una manera práctica de resolverlo en función
de lo que se trate. Se puede dividir por sexo o por género —y las
dos segregaciones tienen su gracia—, pero en ambos casos
podemos conservar la segregación generalizada de hombres y
mujeres. La novedad está en que la excepción se utiliza cada vez
más como palanca para tumbar toda la regla entera y así conseguir
que no se divida nunca entre hombres y mujeres.
Una y otra vez se usa la cuestión trans como pretexto para, de
repente, dejar de hablar sobre sexo y poder, lo cual no tiene nada
que ver. Más bien es la vieja crítica que vuelve adoptando una
nueva forma. Considerar un error la división del público en hombres
y mujeres es exactamente la misma acusación que los airados
críticos masculinos vertieron siete años antes; pero lo que entonces
era reaccionario ahora se había vuelto progresista, aunque el
contenido fuera curiosamente igual: es controvertido y peligroso
visibilizar las jerarquías de poder entre sexos.
Analizado someramente, nos puede parecer que el problema
está en hablar de biología, ya que «no podemos limitarnos a la
biología», lo cual puede resultar adecuado porque somos algo más
que nuestro cuerpo, la biología no es el destino y todo eso.
Pero si no podemos hablar de biología, tampoco podemos
mencionar la palabra «trans». Lo que pocas veces se dice es que la
categoría «sexo biológico» de hecho es una premisa a la hora de
usar los conceptos trans y cis. Todos los que mencionan las
palabras «trans» o «cis» hablan de sexo biológico. La base de esta
división es precisamente la relación con el propio sexo biológico.
Los que mantienen el sexo con el que han nacido se llaman «cis»,
los que «transitan» se llaman «trans». A la hora de definir «cis», la
Secretaría Nacional para los Estudios de Género escribe, sin vacilar,
que quien nace con vagina es una mujer biológica, con la misma
claridad con que Mathilda Åkerlund habla de «nacer con un
determinado sexo». No hay ninguna problematización. O sea, que
se saca de la basura el sexo biológico con la misma rapidez con que
lo tiramos. Lo que de pronto se ha vuelto «problemático» no es en
realidad el hecho de «hablar de biología», sino hacer un análisis del
poder basado en el sexo.
La teoría es, pues, asimétrica. Mientras la división sea entre trans
y cis, se puede partir del sexo biológico sin problemas. Pero si se
usa la misma base de la división para hacer un análisis a partir de
hombre / mujer, chocamos con todo tipo de obstáculos. La escritora
Julia Serano, una de las que acuñó el concepto de «persona cis»,
dice en su libro Whipping Girl que ya es hora de purgar la lengua de
palabras como «mujer biológica». No existe ninguna diferencia entre
las mujeres biológicas y las trans, sostiene Serano: «Siendo así, al
llevar cinco años con estrógenos, ¿no debería ser considerada yo
misma una mujer “biológica”?» 512 . Asimismo, Serano habla de las
«mujeres cis» y sus privilegios a lo largo de todo el libro, de las
mujeres cis que no comprenden lo afortunadas que son al no tener
que ponerse capas y capas de maquillaje encima de la barba de dos
días 513 , de las mujeres cis que se ríen con desprecio del miedo de
los hombres a ponerse ropa de color rosa 514 , de las mujeres cis
desagradecidas que intentan hacerse las víctimas:

Cuando miro a los ojos a las mujeres trans, veo una honda
apreciación de lo jodidamente empoderante que puede
resultar ser mujer, una apreciación que parecen haber
perdido muchas mujeres cis a las que tristemente les resultan
evidentes su identidad y su anatomía, o que tratan de
situarse a sí mismas como víctimas perpetuas, en lugar de
instigadoras 515 .

Serano aplica un doble rasero que ha devenido característico: por


un lado no existe la categoría de mujer biológica cuando hay que
hablar de colectivos oprimidos y por el otro sí existe cuando se trata
de un grupo privilegiado. Pero si somos consecuentes, la palabra
«mujer» no es más excluyente que los términos «trans», «cis» u
«hombre». Todas tienen la misma división biológica de base. «Las
mujeres biológicas» y «las mujeres cis» son el mismo colectivo: las
nacidas con cromosomas XX. El propio análisis también está robado
del feminismo, solo que se le ha dado la vuelta al concepto:
quitamos mujer / hombre y en su lugar colocamos trans / cis. En
este nuevo análisis de las relaciones de poder la mujer trans ocupa
el lugar de la mujer, mientras que la mujer ocupa el lugar del hombre
y así se la reformula como instigadora.
Por lo visto, la problematización del sexo solo atañe justo a la
categoría de mujer. A la hora de definir «trans» y «cis», resurge la
base biológica del sexo e impera sin límite. Y la división trans / cis
no se puede problematizar ni cuestionar, no es fluida, sino rígida y
sólida. A una mujer biológica no se le puede ocurrir llamarse trans
porque para serlo hay que haber nacido hombre. Se la ha relegado
a la categoría de mujer cis y, por consiguiente, es una privilegiada. A
no ser que se decida a cambiar de sexo y convertirse en hombre
trans, y entonces se le considerará un privilegiado por ser hombre.
En esta nueva jerarquía de género no hay ninguna plataforma desde
la cual las mujeres puedan hablar sin que se les atribuya el rol de
privilegiadas.
En 2018, el Parlamento escocés dejó de utilizar el término «mujer
biológica» y lo sustituían por «mujer cis» 516 . Se mantiene la misma
división pero con otra forma. La categoría «mujer» se abre para
significar también «hombre». La palabra «mujer» en el sentido de
sujeto político oprimido incluye a partir de ahora tanto a hombres
como a mujeres. Queda absolutamente prohibido pronunciar la
palabra «mujer» refiriéndonos únicamente a la mujer biológica.
Existe una palabra lícita para hablar del mismo colectivo, pero con
prefijo obligatorio: «cis», que significa «privilegiado». Por tanto,
según esta terminología, solo se puede hablar del colectivo de
mujeres biológicas en el sentido de grupo privilegiado. ¡Zas!,
desaparece la mujer como grupo oprimido y reaparece como
privilegiado. Y ¡zas!, la definición del más oprimido es... ¡el que nace
con pene!

494 «Kunskap om genus», Nationella sekretariatet för genusforskning, https://


www.genus.se/ord/cis/.

495 https://www.umo.se/jag/sexuell-laggning-och-konsidentitet/trans-och-cis/.

496 Mathilda Åkerlund, «Representations of Trans People in Swedish


Newspapers», Journalism Studies, Routledge, 2018.
497 Gerda Christenson y Åsa Christenson, «Cis är inte feministisk analys»,
Feministiskt Perspektiv, 17/6, 2014.

498 Lukas Romson, «Cispersoner kan inte definiera transkamp», Feministiskt


Perspektiv, 25/6, 2014.

499 Maria Ramnehill, «För nyanslöst för en progressiv...», art. cit.

500 Elizabeth Hungerford, «Female Erasure, Reverse Sexism, and the Cisgender
Theory of Privilege», en Ruth Barrett (ed.), Female Erasure. What You Need to
Know About Gender Politics’ War on Women, the Female Sex and Human Rights,
Tidal Time Publishing, 2016, pág. 39.

501 The Intercept Podcast, «Alexandria Ocasio-Cortez on Her First Weeks in


Congress», 29/1, 2019.

502 Sady Doyle, «It’s Trans Remembrance Day, and It’s Way Past Time Cis
Women Show Up For Trans Rights», Elle, 20/11, 2018.

503 Sam Dylan Finch, «130+ Examples of Cis Privilege in All Areas of Life for You
to Reflect on and Address», Everyday Feminism, 29/2, 2016;
https://everydayfeminism.com/2016/02/130-examples-cis-privilege/.

504 Julia Serano, Whipping Girl: El sexismo..., op. cit., pág. 200.

505 Anna Remnets, «Hur radikal är radikalfeminismen?», Brand, núm. 1, 2018.

506 https://www.facebook.com/alexalvinachamberland/posts/1586319884816654?
tn =-R.

507 Sam Holmqvist, «Att skriva transhistoria...», art. cit.

508 Iwo Nord, Signe Bremer y Erika Alm, «Cisnormativitet och feminism», Tidskrift
för genusvetenskap, 2016, núm. 37(4).

509 Sabinah Gustavsson, «En scum affär. En grundläggande retorisk analys av


recensioner som behandlar Turteaterns uppsättning av SCUM manifestet»,
Litteraturvetenskapliga institutionen, Uppsala universitet, 2014.

510 Eva-Maria Benavente Dahlin, «Det handlar om kvinnohat, inte om


feministhat», Brand, 2012, núm. 2.

511 Rebecka Bohlin, «Jag är sugen på att sätta upp Scum-manifestet igen»,
Dagens ETC, 10/12, 2018.

512 Julia Serano, Whipping Girl. El sexismo..., op. cit., pág. 173.
513 Ibíd., pág. 206.

514 Ibíd., pág. 287.

515 Ibíd., pág. 324.

516 https://www.heraldscotland.com/news/17438641.iain-macwhirter-get-over-it-
cis-women-are-just-on-the-wrong-side-of-history/.
La autodeterminación
La mayoría de los suecos no han oído hablar del memorando
2018:17. Los españoles sin embargo no han podido evitar oír hablar
de la Ley Trans, y todos los canadienses saben lo que es el Bill C-
16. Todos estos proyectos de ley distinguen la reasignación de sexo
clínica y el sexo jurídico. Es decir, cualquier persona debe tener la
posibilidad de cambiar el sexo que aparece en el pasaporte y en el
registro civil solicitándolo por internet. Argentina, Noruega y
Australia ya han implantado leyes parecidas. Según la proposición
sueca, todas las personas que hayan cumplido los doce pueden
cambiar el sexo jurídico sin tener que dar ninguna razón 517 .
Cambiar el sexo es así tan sencillo como cambiar de dirección:
basta con comunicar a la administración que uno considera que
pertenece al otro sexo.
La explicación es que el propósito de estas nuevas leyes es
facilitar las cosas a las personas trans. En España el proyecto de ley
viene acompañado por el lema «¡Despatologización ya!». Para
poder vivir según el nuevo género no es necesario cambiar el
cuerpo, al parecer del gobierno español. Ahora uno se libra de
someterse a tratamiento y presentar un informe médico para poder
cambiar el sexo del pasaporte. A menudo se dice que precisamente
el pasaporte ha sido un obstáculo para que los trans «pasen por» el
sexo nuevo, porque provoca preguntas y miradas en el aeropuerto.
El proyecto de ley sueco aborda «el derecho privado de definir su
pertinencia de género», pero la propuesta dice que afecta
específicamente a las personas trans o a «las que sienten que su
identidad de género no concuerda con el sexo que consta en el
registro civil».
Es curioso, entonces, que lo que estas leyes consiguen es de
hecho lo contrario: abrir la puerta a que cualquier persona que no
sea transexual pueda cambiar el sexo jurídico. Probablemente sean
pocos, si es que hay alguno, los trans que no quieran tener ningún
contacto en absoluto con los centros de salud pero que aun así
quieran cambiar el sexo que aparece en el pasaporte o en el
registro. ¿Qué sentido tendría? ¿Qué hombre biológico querría tener
un pasaporte donde ponga que es una mujer sin que su aspecto se
parezca en nada al de una mujer? Solo le acarrearía aún más
problemas en el aeropuerto. El sexo jurídico es a menudo lo último
que cambia un trans, una vez ha pasado por la transición social y
médica. También están los que solo quieren hormonarse sin
someterse a ninguna operación de genitales, por ejemplo, pero eso
es perfectamente posible hoy en día puesto que las leyes suecas,
españolas y de otros países permiten el cambio jurídico de sexo en
los casos en que ya se ha empezado el tratamiento hormonal.
Lo que sucede es algo mucho más radical: la nueva teoría del
género se convierte en ley. Las proposiciones son históricas,
significativamente más históricas de lo que parece que comprenden
los legisladores. El sexo es, a partir de ahora, una identidad
individual sin ninguna conexión con el cuerpo. El sexo ya no es un
hecho físico, biológico, ni tampoco una identidad congénita, ni una
construcción social que depende de cómo te ven los demás: ahora
es íntegramente una cuestión personal. Todo el mundo puede
decidir a qué sexo pertenece.
Sin embargo, el sexo no es una cuestión individual en realidad. El
sexo también es una estructura social. El sexo afecta a otras
personas más allá del propio individuo. Las estadísticas, el deporte,
los vestuarios, las cárceles, la reglamentación de los registros
integrales, las casas de acogida, las medidas contra la
discriminación y la investigación médica: todo está dividido por sexo.
Y si cualquier hombre tiene derecho a cambiar de sexo solo porque
le apetece, salta a la vista que eso puede constituir un problema
para las mujeres. Un hombre que cambia su sexo jurídico por el de
mujer sin haber tenido ningún contacto con un médico sigue siendo
un hombre desde el punto de vista físico y de la apariencia.
En Suecia no se ha prestado atención alguna a las
consecuencias que esto pueda tener para las mujeres. Apenas se
debate el memorando 2018:17 en sí, e incluso los colectivos
feministas y las organizaciones de izquierdas parecen coincidir en
que no es un tema de debate ni vale la pena discutirlo. El proyecto
de ley, que se elaboró en colaboración con la policía y varias
organizaciones trans, no consultó a nadie que esté trabajando en el
campo de las políticas de igualdad. En el análisis de las
consecuencias, se dice brevemente:

El proyecto no se considera que pueda tener ninguna


consecuencia en las áreas de independencia regional, los
servicios públicos, las políticas de integración o las metas de
igualdad entre hombres y mujeres 518 .

En Gran Bretaña, Canadá y España la situación es distinta. El


movimiento feminista se ha movilizado. En Gran Bretaña se han
creado una multitud de organizaciones feministas expresamente
para trabajar contra las nuevas leyes, como Woman’s Place UK,
Declaration on Women’s Sex-Based Rights y Fair Play for Women.
En Canadá, la revista feminista Feminist Current ha celebrado actos
públicos y escrito artículos contra el Bill C-16. En España, feministas
destacadas como la jurista Paula Fraga o la filósofa Alicia Miyares,
cofundaron la organización Contra el Borrado de las Mujeres. Su
manifiesto dice:

El sexo es la base de la discriminación y la violencia que


sufrimos las mujeres. Eliminar la categoría sexo y sustituirla
por la de género autopercibido es un acto de misoginia. Al
eliminar el sexo como categoría jurídica, todas las políticas
para combatir la desigualdad estructural que las mujeres
padecemos se tornan irrelevantes 519 .

Podría ser una opinión válida deducir que los espacios para las
mujeres deberían incluir a las mujeres trans, pero estas leyes son
otra cosa. Abren todos los espacios destinados a las mujeres
también a los hombres que no son para nada mujeres trans. Por
tanto, es un derecho de todos y cada uno de los hombres decidir si
quieren ser mujeres. Cualquiera puede registrarse como mujer e
ingresar en una cárcel de mujeres, una casa de acogida, en las
cuotas de mujeres o en sus vestuarios.
Se podría objetar que esto no lo haría nadie. Que es
conspiratorio creer que los hombres estén tan interesados en entrar
en los espacios de las mujeres y que seguro que solo serían unos
pocos.

517 Gabinete del Gobierno, Ministerio de Asuntos Sociales, informe 2018:17,


«Ändring av det kön som framgår av folkbokföringen», pág. 8.

518 Ibíd., pág. 140.

519 https://contraelborradodelasmujeres.org/contexto/.
Una habitación propia
El 1 de julio de 2016 entró en vigor la ley del cambio de sexo
jurídico en Noruega. Ese mismo mes, la estudiante Birgitte entró en
el vestuario del Sis Sportssenter en Stavanger a cambiarse para
entrenar y vio a una persona desnuda, con pene, en la ducha. Le
preguntó si se había equivocado, pero la respuesta que obtuvo fue
que era una mujer, que su carné de identidad así lo confirmaba.
Birgitte se dirigió a la recepción, donde le dijeron que los hombres
no pueden acceder al vestuario de las mujeres.
Al cabo de medio año, en febrero de 2017, Birgitte volvió a ver el
mismo pene en el vestuario. Cuando le preguntó qué hacía ahí, la
persona en cuestión le respondió, de acuerdo con el informe de la
Comisión para la Discriminación: «¿Qué problema hay? ¡A ti qué te
importa!» 520 .
El centro había cambiado desde entonces su política: cualquiera
que tenga el sexo jurídico de mujer puede acceder a los vestuarios
de mujeres. Da igual que el hombre tenga un cuerpo masculino
intacto. Birgitte empezó a cambiarse de ropa en el baño y otras
mujeres a ducharse en casa, por lo que me contó.
La historia no termina ahí: el hombre denunció a Birgitte al
defensor del pueblo por un delito de discriminación. Declaró que se
sintió acosado por ella por haber cuestionado sus derechos. «Se
sintió gravemente ofendida cuando ella insinuó que no era una
mujer». Y el hombre añadió que él era mucho más vulnerable ante
la violencia de los hombres que el resto de mujeres y por eso tenía
más derecho a ser protegido en el vestuario de mujeres.
Cambiar jurídicamente de sexo de hombre a mujer implica
también poder recibir ayuda gratuita del JURK, Asesoramiento
Jurídico para Mujeres, para llevar a Brigitte a los tribunales. El
bufete fue creado en 1972 por el movimiento feminista para ayudar
a las mujeres víctimas de, entre otros delitos, la agresión sexual
machista. Pero la nueva política del bufete incluye «a todo aquel que
se defina como mujer», y ese hombre, que ahora se llama Sandra,
es un ejemplo.

Según la ley noruega contra la discriminación por identidad de


género, las personas trans son un colectivo especialmente
vulnerable y expuesto, ya que desafían la noción tradicional de
género. La ley estipula: «La lucha contra las vejaciones por
identidad de género y expresión de género abarcan la identidad de
género sentida, es decir, lo que no es visible sin más a ojos de los
demás» 521 . Por consiguiente, cualquier persona puede ser ofendida
por rasgos invisibles sin que quien la haya ofendido tenga
conocimiento de esos rasgos. Que Birgitte no quisiera coincidir con
ese hombre en el vestuario no se debe, según la nueva ley, al sexo
del hombre, sino a que según su propia percepción él es una mujer,
y, por tanto, se trata de una discriminación por identidad de género.
La prensa se hizo eco del caso. La organización estudiantil de la
Universidad de Stavanger publicó un pronunciamiento en el que
daban su «total e incondicional apoyo a Sandra ya que pone encima
la mesa un debate crucial», y confiaban en que Birgitte fuera
condenada 522 . La persona con pene tiene el apoyo de los activistas
trans, que sostienen que es un modelo a seguir y «una de las
muchas que últimamente han empezado a exigir su lugar en el
espacio público», según un artículo del Stavanger Aftenblad, que
termina con las siguientes palabras: «Y bien, ¿dónde se va a duchar
Sandra? Pues se duchará donde le plazca» 523 .
La oficina pública para la igualdad y contra la discriminación falló
contra Birgitte por haber discriminado a la persona con pene por su
identidad/expresión de género. Como ella sabía después del primer
encuentro con el hombre que este se definía como mujer, debería
haber entendido que eso podía «indignar» a la persona en cuestión.
El defensor del pueblo del comité falló en el sentido contrario y la
absolvió con un resultado de tres votos a favor y dos en contra, ya
que era «una situación jurídicamente ambigua», y en su
conversación con los recepcionistas Birgitte podía haber entendido
que las personas con pene no podían estar en el vestuario de
mujeres.
A Birgitte le afectó salir retratada como tránsfoba en los medios,
mientras que el hombre se convirtió en un héroe por haber estado
desnudo en un vestuario de mujeres.

En Canadá, dieciséis mujeres que se dedican a la depilación a la


brasileña han sido demandadas en el Human Rights Court por
haberse negado a depilar un escroto. Todas ellas tienen un pequeño
negocio, son inmigrantes, la mayoría de Asia oriental, y muchas
trabajan desde casa. El escroto en cuestión pertenece a una
persona que recientemente hizo un cambio de nombre, de Jonathan
Yaniv a Jessica Yaniv, y que antes fue denunciado a la policía por
haber pedido a chicas de catorce años que le mandaran imágenes
de sus tampones usados 524 . Yaniv ha demandado a estos salones
uno por uno a pagar grandes cantidades de dinero por
discriminación de género. Puesto que su sexo jurídico es el de
mujer, estarían obligadas, en su opinión, a depilarle el escroto. Las
mujeres se defendieron en vano argumentando que desconocían la
técnica de la depilación del escroto y que el hombre podía haberse
dirigido a cualquier especialista en este tipo de depilación, la
llamada manzillian. Hasta ahora Yaniv ha fracasado a la hora de
recibir una compensación por daños y perjuicios, pero varios de los
negocios de estas mujeres han quebrado como consecuencia de las
demandas 525 .
Cuando la canadiense Meghan Murphy escribió un tuit sobre el
caso en el que decía «Los hombres no son mujeres» y utilizaba el
pronombre «él» para referirse a Yaniv, le cerraron la cuenta de
Twitter permanentemente. Por lo visto, las personas trans son una
categoría protegida según Twitter, y «equivocarse en el género o
llamarle por su nombre muerto» (es decir, utilizar su nombre
antiguo) va contra las normas. Lo paradójico es que cualquiera
puede definirse a sí mismo como trans, lo que significa entrar en
una categoría protegida y que todo lo que ha hecho anteriormente
bajo su antiguo nombre es innombrable.

Para mucha gente los casos mencionados más arriba son


excepcionales y, por tanto, no tenemos que tomárnoslo en serio.
Cierto, es poco creíble que los vestuarios de mujeres se llenen de
hombres que se han cambiado el sexo jurídico solo para joder.
Ahora bien, en primer lugar no se puede ofrecer a la gente la
posibilidad real de hacer algo y después alegar que nadie lo hará.
Las leyes deben tener en cuenta que la gente hace de todo. En
segundo lugar, el problema es que precisamente hacer justo eso
encaja en el patrón de conducta de los delincuentes sexuales y los
maltratadores de mujeres. ¿Quién si no querría registrarse como
mujer sin querer serlo de veras? Hay una razón por la cual hemos
construido un conjunto de estructuras sociales para crear espacios
de privacidad para las mujeres. Si lo único que tiene que hacer el
delincuente para poder entrar ahí es decir que es una mujer, la
protección se vuelve cuando menos porosa.
Otra objeción es que tampoco se acaba el mundo porque una
mujer vea a un hombre desnudo de vez en cuando y que de hecho
no deberían existir los vestuarios separados por sexos. Y es una
opción a considerar... Pero hay una cantidad suficiente de mujeres
que por razones íntimas, culturales, religiosas o por experiencia no
quieren, bajo ningún concepto, estar en la misma habitación
desnudas con un hombre desconocido y desnudo
independientemente de cómo este se defina. Solo el riesgo de que
esto pueda ocurrir impide a algunas mujeres sentirse libres de
utilizar los vestuarios, al margen de lo que opinen los demás.
Cambios legislativos como este tienen como consecuencia que el
acceso de las mujeres al espacio público se vea considerablemente
restringido. Tal y como lo ha expresado la británica Stephanie
Davies-Arai: «En nombre de la inclusión se ha excluido a las
mujeres de sus propios espacios» 526 .
En Canadá, el Bill C-16 ya ha acarreado algunos problemas en
las casas de acogida. Hubo un caso en que una mujer sin vivienda
que huía de un agresor sexual tuvo que compartir habitación con un
«hombre barbudo y peludo que le hablaba de sexo» y que no tenía
para nada aspecto de mujer trans. Cuando protestó porque no
quería dormir con lo que para ella era sin ninguna duda un hombre,
los encargados de la vivienda le dijeron que «estaba cayendo en la
discriminación», ya que según su sexo jurídico era una mujer. La
mujer sin techo tuvo que abandonar la vivienda y dormir en el sofá
de unos amigos 527 .
Casos como este son más graves todavía porque las mujeres
que viven en casas de acogida a menudo han huido de hombres
muy peligrosos. En un litigio en Canadá que duró veinticinco años,
el servicio de atención a la mujer más antigua de Canadá,
Vancouver Rape Relief & Women’s Shelter, finalmente en el año
2019 perdió la ayuda estatal que recibía por no haber contratado a
un hombre biológico como psicoterapeuta de mujeres violadas. Al
identificarse como mujer, el hombre consideró que tenía todo el
derecho a trabajar ahí, mientras que el centro opinaba que era muy
importante para las víctimas ser acogidas por alguien que ellas
vieran como una mujer 528 .
Cada vez hay más servicios de atención a la mujer que en sus
documentos de política del centro consideran mujer a todo aquel
que se defina como mujer. Lo formulan como un tema de inclusión,
de apertura y de «acoger a todas las hermanas» y a menudo se
plantean preguntas capciosas del tipo «¿Quién es bienvenido en el
espacio feminista? ¿A quién se excluye?», seguidas de la
explicación de que las personas trans son las más vulnerables y, por
consiguiente, las más necesitadas.
Y que los trans son más vulnerables que la media de la población
está más que probado. Lo que raramente se dice es que la clase de
violencia es distinta: la violencia que sufren las mujeres se produce
normalmente en el ámbito de una relación íntima, mientras que en el
caso de los trans sufren mucho más los delitos de odio cometidos
por un desconocido. El informe de Salud y Bienestar Social del año
2015 sobre la salud de las personas trans constata que: «Respecto
a la violencia, en la mayoría de casos el instigador es una persona
desconocida que actúa en un lugar público» 529 .
Así pues, la ayuda que se debe prestar es radicalmente distinta.
Pero en lugar de averiguar las características específicas de las
necesidades de las personas trans víctimas de la violencia, a
menudo se dice que la solución es que los servicios de atención a la
mujer cambien su definición de sexo. Como señala Lea Honorine,
del servicio de atención a la mujer, en la práctica raras veces se
aplica una política excluyente, ya que el servicio tiene por principio
no pedir nunca el número de carné de identidad ni registrar a la
gente. Si viene una mujer trans que «pasa por» mujer, no le
hacemos preguntas. Incluso alguna vez ha venido un hombre
homosexual huyendo de maltrato y ha recibido la ayuda del servicio
de atención a la mujer.
Son pocas las mujeres que consideran que las mujeres trans
serias, con buenas intenciones y que necesitan ayuda constituyan
un problema. Si abordamos el problema desde un punto de vista
práctico —hay mujeres que necesitan que se las proteja de un
hombre y hay personas trans que necesitan que se las proteja de un
hombre—, también hay soluciones prácticas que satisfacen todas
las necesidades sin tener que restringir nada ni coartar a nadie.
Organizaciones como la RFSL podrían, por ejemplo, apostar por la
creación de servicios de atención a los trans en todo el país, centros
certificados y especializados en la necesidad de protección de los
trans.
Lo que está sucediendo ahora es otra cosa: se está reduciendo el
espacio de las mujeres.

Otro campo de batalla de la lucha ideológica sobre el género son


las cárceles de mujeres. Sin tener en cuenta la opinión de las
presas. No tienen opción. Están encerradas.
En diciembre de 2019, Kristoffer Johansson, el asesino
descuartizador sueco, fue trasladado a la cárcel de mujeres de
Hinseberg tras haberse cambiado el sexo jurídico. Johansson fue
condenado a diez años de prisión por haber matado y descuartizado
a su exnovia tailandesa, Vatchareeya Bangsuan, de veinte años. En
la decisión que tomó la Secretaría General de Servicios
Penitenciarios no figura ninguna discusión sobre la seguridad de las
presas. Lo único que se menciona es que el solicitante ha alegado
«condiciones especiales», y que Hinseberg «facilita la ocupación y
la seguridad adecuadas» 530 . Todo eso a pesar de que a Johansson
le rebajaron un nivel de seguridad —la prisión de Norrtälje, donde
estaba antes, era de clase 1, de máxima seguridad, y Hinseberg es
de clase 2, con muchos más espacios comunes. No hay ninguna
cárcel para mujeres de clase 1.
Según la información que apareció en la prensa, el único
tratamiento por el que pasó Johansson para convertirse en mujer
fue un parche de estrógenos y bloqueadores de testosterona 531 . En
Hinseberg hubo un gran escándalo cuando empezó a comportarse
de forma incontrolable, escribía novelas pornográficas sobre el
personal y amenazaba con ser violento y romper el pescuezo a uno
de los conejos que hay en la cárcel para los hijos de las presas que
vienen de visita 532 . Desde que fue puesto en libertad, Johansson se
ha dedicado a amenazar a las feministas en internet. En su recién
creada cuenta de Instagram, aparece posando con armas y
mostrando dibujos de miembros del cuerpo cortados, y se llama a sí
mismo Terf-hunter. Se pone en contacto con feministas que se han
mostrado críticas con él o con el activismo trans y las amenaza a
ellas y a sus parejas con mensajes como «no es muy inteligente por
su parte teniendo en cuenta por qué me condenaron» 533 .
En Suecia hay ahora tres hombres que han asesinado a mujeres
o chicas y que han cambiado o solicitado el cambio de sexo. Ulf
Olsson, que asesinó a Helén Nilsson, de diez años, en Hörby,
después de haberla maltratado, violado y matado de hambre
durante días, explicó a lo largo de 2015 que en realidad se sentía
mujer, y se dijo que se había hormonado 534 . El asesino del doble
crimen de Hjo, que en enero de 2020 mató a puñaladas a sus
padres, se había cambiado el nombre unos años antes pero
conservaba el carné de identidad masculino. Los titulares de toda la
prensa decían: «Una mujer detenida por doble crimen en Hjo» 535 .
A raíz del éxito de Johansson, varios maltratadores han
empezado a solicitar el traslado a una cárcel de mujeres. Uno de los
casos es el de B., un hombre de sesenta y dos años, condenado a
pena de prisión por maltratar a su novia 536 . Con la ayuda de su
abogado, Silas Aliki, activo también en el debate sobre la cuestión
trans, ha solicitado el traslado a un centro penitenciario para
mujeres a pesar de no haber cambiado su sexo jurídico ni haberse
sometido a ningún tipo de tratamiento de reasignación de sexo. En
la solicitud se dice que B. «se ha percibido como una niña desde
que era pequeña pero nunca se atrevió a pedir ayuda hasta estos
últimos años», y que su ubicación en una prisión de hombres
comporta «el riesgo de ser víctima de amenazas o de agresiones».
Además B. no tiene intención de someterse a ningún tratamiento
para maltratadores de mujeres ya que no se considera un hombre.
El hecho de haberle llevado a una prisión de hombres «hace que le
sea imposible participar en ningún programa para los delitos de
violencia conyugal, ya que el centro Kolmården solo ofrece
programas dirigidos a hombres que han cometido un delito de
violencia conyugal». La solicitud de B. fue rechazada porque no
había tramitado el cambio de sexo jurídico. Según su propia
declaración, no había empezado el tratamiento porque «puede llevar
años». Si el proyecto de ley sueco se aprueba, B. podrá cambiar de
sexo jurídico y de cárcel sin dificultades.
En los últimos años se han dado centenares de casos parecidos
en Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos, Canadá y Australia.
Como el único requisito para cambiar el sexo jurídico es la
autodeterminación, y para poder cumplir la pena en una cárcel de
mujeres es suficiente con que el sexo jurídico sea mujer, se ha
registrado un verdadero aluvión de solicitudes. Entre las solicitudes
de traslado a una cárcel de mujeres que han sido aceptadas están
la del canadiense Adam Laboucan, condenado por abusos a un
bebé; la de Matthew Harks, que abusó de más sesenta niñas, o la
de la británica Karen White, quien después de ser trasladada violó a
presas y tuvo que ser devuelta a la prisión de hombres 537 . Ciento
setenta presos de las cárceles de hombres de Colorado han
presentado una solicitud conjunta para poder cumplir la pena en una
cárcel de mujeres 538 .
En 2015, la British Association of Gender Identity Specialists
publicó una carta en la que llamaba la atención sobre el enorme
aumento de delincuentes sexuales masculinos que habían solicitado
someterse a tratamiento de reasignación de sexo con el objetivo de
ser trasladados a una cárcel de mujeres. Los médicos que habían
entrevistado a los presos decían que estaban muy lejos de tener un
sentimiento genuino de haber nacido con el sexo equivocado.
Muchos de ellos tenían otros motivos. Los médicos afirmaban que
aprobar esas solicitudes se había convertido en una práctica, lo cual
«obligaba a los médicos a establecer un plan cuyo punto de partida
era facilitar futuras agresiones sexuales» 539 . Y la solicitud es cada
vez menos necesaria. En octubre de 2020 el estado de California
introdujo una norma por la cual los presos pueden escoger
libremente la cárcel de acuerdo con la identidad de género sentida.
A todo delincuente condenado se le formula la pregunta de con qué
género se identifica y en función de la respuesta se le traslada a una
prisión u otra 540 .
Si antes el precio por hacerse pasar por una persona trans era
demasiado alto para la mayoría de las personas con intenciones
serias —nada menos que extirparse el pene—, hoy en día es
suficiente con considerarse uno mismo una mujer, un precio que se
antoja muy bajo para poder acceder a estar entre mujeres
encerradas, como un lobo en un corral de ovejas. Incluso se han
dado casos de delincuentes sexuales puestos en libertad antes de
cumplir la condena porque se suponía que sus niveles más bajos de
testosterona reducían el riesgo de recaída 541 .
No se conoce todavía ni un solo caso de hombre trans que haya
solicitado el traslado a una cárcel de hombres.

520 Comité para la prevención de la discriminación, expediente, expediente


68/2018.

521 Ibíd.

522 Publicación en Facebook, 4/3, 2017, organización estudiantil StOr ved UiS.

523 Karoline Skarstein, «Sandra er mitt forbilde, og jeg ble rørt da Student-
organisasjonen gikk ut og støttet henne», Stavanger Aftenblad, 29/3, 2017.

524 https://thepostmillennial.com/exclusive-15-year-old-alleged-victim-of-jessica-
yaniv-speaks-out.

525 Helen Joyce, «A Canadian Human Rights Spectacle Exposes the Risks of
Unfettered Gender Self-ID», Quillette, 25/7, 2019; Quillette.com.

526 Citado en https://twitter.com/Agnes_KB/status/1191270323649499136.

527 Joseph Brean, «Forced to Share a Room with Transgender Woman in Toronto
Shelter, Sex Abuse Victim Files Human Rights Complaint», National Post, 2/8,
2018.

528 Camille Baines, «Trans Woman Hopes Funding Cut Will Send Message to
Vancouver Rape Crisis Group», The Canadian Press, 21/3, 2019.

529 «Hälsan och hälsans bestämningsfaktorer för transpersoner», Departamento


de Salud y Bienestar Social, 2015.

530 Establecimiento de destino, Instituciones Penitenciarias, Int número 2018/457,


2019-11-04.

531 Kim Malmgren, «Kim Johansson styckade sitt ex – korrigerar sitt kön i
fängelset», Expressen, 21/9, 2018.

532 Johan Ronge, «Raseri i kvinnofängelset: Hotade honom till livet», Expressen,
1/1, 2020.

533 https://kuriren.nu/bli-prenumerant/artikel/grm3gp1j.

534 Per Lindelöw y Lars Palmborg, «Helén-mannen på väg att bli kvinna»,
Expressen, 31/3, 2005.
535 https://www.svt.se/nyheter/lokalt/vast/kvinna-begars-haktad-for-dubbel-mord-i-
hjo.

536 Juzgado de lo Contencioso Administrativo de Göteborg, sentencia 12186-18,


2019-02-05.

537 April Halley, «Male-Bodied Rapists Are Being Imprisoned with Women. Why
Do So Few People Care?», Quillette, 12/10, 2019; Quillette.com.

538 Jamiyla Chisholm, «170 Incarcerated Transgender Women Sue Colorado


Corrections for Discrimination», Colorlines, 11/12, 2019.

539 Prueba escrita presentada por la Asociación Británica de Identidad de


Género, especialistas en investigación sobre igualdad transgénero, cuyo
presidente es James Bearrett, 20 de agosto de 2015.

540 Jonathan McDougle, «California to House Transgender Inmates Based on


Gender Identity», CBS News, 7/10, 2020.

541 Jimmy McCloskey, «Pedophile Who Molested Baby Freed from Jail after
Transitioning to Become a Woman», Metro UK, 17/1, 2020.
La violencia innombrable
En noviembre de 2018 los medios de comunicación dieron a
conocer el caso de una mujer de Luleå que había sido acusada por
un delito grave de pornografía infantil. Le encontraron 13.656
imágenes y vídeos de violaciones de niños, y el delito se calificó
como grave porque «los niños eran muy jóvenes y sometidos a una
explotación sin escrúpulos», según la demanda presentada. En una
entrevista publicada en la prensa, el fiscal comentó que era
inhabitual que una mujer cometiera un delito de estas
características 542 . Enseguida los hombres empezaron a dejar
comentarios en los fórums: ya veis que las mujeres no son mejores
que los hombres, etc. A algunos comentaristas masculinos incluso
les pareció que era una mujer poco común, apasionante incluso, y
querían conocerla.
De hecho, esa persona era un hombre cuando cometió el delito.
Hizo el cambio de sexo jurídico en agosto de 2017, según el registro
civil, mientras que el delito tuvo lugar el 10 de julio de 2016 543 . Lo
que parecía una instigadora de pornografía infantil resultó ser un
instigador —por cierto, de profesión militar y con inclinaciones
nacionalistas 544 . Tres meses más tarde, el hombre fue condenado
bajo régimen de libertad condicional, pero en los medios se le llamó
constantemente mujer. Nadie mencionó su pasado como hombre,
salvo una página web sensacionalista rusa.
Cuando mostré interés por investigar este caso, la Oficina
Nacional de Impuestos no quiso confirmarme que la persona había
cambiado de sexo, sino que se negaba a contestar, porque decía
que era un tema «delicado». Después de la tercera llamada, me
confirmaron que había obtenido un carné de identidad femenino
hacía un año. Cuando quise escribir una crónica sobre esta
problemática en el periódico Metro, me dijeron que no podía
designar al acusado como «hombre», sino que estaba obligada a
escribir «persona». Al no aceptarlo, cancelaron la publicación de la
crónica. O sea, que la palabra «hombre» en este contexto era
controvertida; no lo eran ni el delito ni describir a la persona que lo
cometió, pero sí definirla como hombre. Si hubieran condenado a
este militar a una pena de prisión, el número de mujeres
condenadas por delito de pornografía infantil hubiera aumentado un
5 por 100. Los delitos, en especial los delitos sexuales, son un
fenómeno extremadamente sexualizado. Los hombres cometen el
98 por 100 de los delitos sexuales según BRÅ (el Comité para la
Prevención del Delito) 545 . Por consiguiente, el delito sexual, con
muy pocas excepciones, es una actividad masculina. Y la violencia
también lo es. El 90,4 por 100 de todos los crímenes y el 79 por 100
de los maltratos son cometidos por hombres 546 .

Nombrar es poder. No hay nada banal en la semiótica. Poder


llamar a la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres
justamente «violencia machista» y no «violencia conyugal»,
«violencia doméstica» o la expresión francesa crime passionel ha
sido una lucha larga y persistente del movimiento feminista.
Visibilizar las relaciones de poder, quién hace qué contra quién, no
ha sido fácil. La palabra «hombre» es sin duda la más controvertida
en este contexto. Una palabra tan neutra y universal en el uso
general del lenguaje llega a connotarse muchísimo cuando se trata
de actos delictivos contra mujeres y niños. Como sabemos, el
clásico titular de la noticia de una violación ya no dice «Un hombre
violó», sino «Mujer violada».
Lo que está sucediendo ahora es que en el momento en que un
hombre decide que es una mujer desaparece la posibilidad de
nombrarle. Se sale lingüísticamente del patriarcado y se convierte
en víctima en lugar de instigador. Todo el ideario feminista queda
fuera de juego. Aunque su acto responda al arquetipo de delito
sexual masculino —descuartizador, consumidor de pornografía,
exhibicionista—, no podemos verle como un hombre.
De golpe y porrazo, con una sola acción —pronunciando las
palabras «soy una mujer»—, el delincuente sexual tiene la
posibilidad de apretar el interruptor y apagar todo el análisis
feminista. No solo deja de ser hombre discursivamente, sino que
además pasa a ser la más mujer de todas las mujeres, la más
oprimida de las oprimidas.
Hay pocas acciones a las que un delincuente puede recurrir para
que le absuelvan y además saltar del banco de los acusados al del
acusador. De pronto, el instigador de pornografía infantil es la
víctima que debe ser protegida tanto de los hombres como de las
mujeres —y las feministas corren a defenderle. La transformación
también es retroactiva, lo que significa que un delito cometido
cuando jurídicamente era un hombre se considerará un delito
perpetrado por una mujer si cambia de sexo en el futuro (no pasa lo
mismo con sus éxitos: las medallas que Caitlyn Jenner ganó como
Bruce no se le retiran ahora porque «en realidad» fuese una mujer
que participó en la categoría masculina).
Es decir, que se produce un gender-washing de la violencia
machista, una violencia que no se registra en la cuenta de los
hombres, sino en la de las mujeres. Cuando a un intelectual se le
expulsa permanentemente de Twitter porque se refirió al instigador
por su pronombre masculino «él», cuando se cancela la publicación
de un artículo por aludir al instigador como «él»... ¿de qué se trata?
Exacto, se establece una nueva hegemonía en la que no está
permitido nombrar la violencia machista.
Algunos de los que se han dado cuenta de esto y lo aplauden son
los del partido de extrema derecha y antifeminista español Vox, con
raíces fascistas. Cuando la ministra de Igualdad del gobierno de
España presentó el proyecto de la Ley Trans, que incluye que la
violencia machista contra las mujeres se redefina en base a la
autodeterminación de género, la portavoz de Vox, Macarena Olona,
tuiteó: «Nunca imaginé que el feminismo de Irene Montero sería
nuestro mejor aliado. La violencia no tiene género. Ahora damos el
primer paso para suprimir la legislación discriminatoria de
género» 547 .

542 https://www.norran.se/nyheter/blaljus/tusentals-barnpornografiska-bilder/.

543 Véase Tribunal de Primera Instancia de Luleå, B, 121-17.

544 https://www.forsvarsmakten.se/sv/aktuellt/2016/06/stolt-soldat-i-lulea-pride/.

545 https://www.bra.se/statistik/statistik-utifran-brottstyper/valdtakt-och-
sexualbrott.html.

546 https://sahlgrenska.gu.se/forskning/aktuellt/nyhet/stora-skillnader-mellan-
kvinnor-och-man-som-begar-dodligt-vald.cid1377316 y https://
www.bra.se/statistik/statistik-utifran-brottstyper/vald-och-misshandel.
html#Konsfordelning.

547 https://twitter.com/macarena_olona/status/1326098944888287233.
Los derechos del hombre
Mientras nuestro foco está en el primer plano, en el telón de
fondo están sucediendo otras cosas dignas de atención: de repente
el significado de los roles de género ha desaparecido. Uno de los
pilares de la teoría era el supuesto de que la identidad de género es
congénita. Se afirmaba con toda rotundidad que un niño dulce y a
quien le gustan las muñecas es una niña. Ahora las mismas
personas aseguran que un hombre que descuartiza mujeres, las
viola y después eyacula encima de ellas es indiscutiblemente una
mujer si así lo dice. De pronto no existe ni lo masculino ni lo
femenino, eso son prejuicios, y los dos sexos son igual de violentos.
Si un militar con inclinaciones nacionalistas que se descarga
toneladas de pornografía infantil de lo más brutal dice que es una
mujer, lo es, y la justicia y la prensa tienen que llamarle mujer.
Vemos pues cómo se produce un nuevo giro de la teoría de la
identidad de género. En el estadio inicial se trataba únicamente de
un espectro, de la diversidad y la tolerancia. En el estrato siguiente,
fueron apareciendo palabras como «cerebro», «genes», «vida fetal»
e «inmutable». Es mujer aquel que es empático, al que le gustan las
faldas y muestra interés por temas sociales, nos dijeron. Pero
cuando la teoría después se convierte en legislación, todos estos
puntos tan sólidos desaparecen. El concepto «mujer» es ahora de
dominio público y los hombres lo pueden reivindicar sin necesidad
de preocuparse por la cuestión de los roles: una mujer es lo que él
dice que es. Sus palabras —independientemente de que haya sido
condenado por un delito sexual y esté en prisión— pasan por
encima de todas las teorías. De repente, aquel sistema rígido de
hace un momento ha cobrado una gran plasticidad. Lo que vemos
aparecer aquí no son solo casos particulares: es el propio fondo
ideológico de la teoría de la identidad de género.
Podemos describir la teoría de la identidad de género como
compuesta por tres capas, cada una de las cuales borra la anterior.
La más superficial está conformada por una capa de tolerancia: todo
el mundo tiene derecho a ser uno mismo y la diferencia es positiva,
para después descubrir que debajo subyace una normatividad de
género rígida donde solo existen los colores azul y rosa a los que o
bien te amoldas o, si no, te corriges. No hay espacio para la
feminidad de los niños, y a quien no se adapta a las normas de
género se le dice que le espera un final terrible: la muerte. Está
grabado en piedra y no se puede cambiar porque así ha sido desde
tiempos inmemoriales. Pero una vez lo hemos aceptado con
resignación y la teoría se ha convertido en una ley, descubrimos de
pronto otra capa que anula la anterior. Ahora, por muy lejos que
miremos, ya no vislumbramos a la biología en el horizonte.
Cualquier hombre que diga que es una mujer lo es, al margen del
aspecto que tenga. Con una sola palabra puede reivindicar que se
siente discriminado por razón de género o por su expresión de
género mientras que corporalmente sigue siendo un hombre. Es
también la única categoría de discriminación que puede ser
totalmente invisible.
Lo raro es que cuando se intenta explicar la nueva legislación, se
dice que la identidad de género es un hecho biológico, pero cuando
se trata de aplicar, lo biológico desaparece y en su lugar queda solo
la decisión de cada uno.
Esta misma dualidad la encontramos en los intelectuales que
proponen la nueva teoría, así como en la escritora y activista trans
Julia Serano, quien anteriormente se declaró «un alma femenina» y
había argüido en favor de la existencia de una «esencia femenina».
Es decir, lo femenino existe, las mujeres no. Pero cuando se trata de
si las mujeres tienen derecho a sus propios espacios, de repente
desaparecen también todas las esencias:

De hecho, algunos de los argumentos más usados para


negarnos el derecho a participar en los espacios no-mixtos
resultan ser también los más antifeministas. Por ejemplo, se
dice mucho que se nos debería eliminar de estos espacios
porque supuestamente seguimos teniendo «energía
masculina». Pero, al sugerir que las mujeres trans poseemos
alguna clase de «energía masculina» mística como
consecuencia de haber nacido y haber sido criadas como
hombres, estas mujeres están afirmando fundamentalmente
que los hombres tienen capacidades y aptitudes de las cuales
las mujeres carecen. Otra excusa común para excluirnos es
que algunas tenemos genitales masculinos (ya que muchas
no podemos permitirnos o no queremos someternos a la
cirugía de reasignación). Este argumento no solo nos objetiza
al reducirnos a nuestros genitales, sino que alimenta el mito
masculino de que el poder de los hombres viene del falo, de
algún modo 548 .

Por consiguiente, un pene no hace al hombre. La «energía» no


hace al hombre. La experiencia tampoco hace al hombre. Los
hombres no son especiales en ningún sentido (aquí Serano se
equivoca al suponer que una mujer, cuando habla de «energía
masculina», se refiere a habilidades y no a la arrogancia, por
ejemplo) y no existe una esencia masculina. Serano deconstruye
aquí el mismo concepto de género que había construido antes y
muestra cómo ella misma salta entre los diferentes niveles de
interpretación. A veces la feminidad contiene una esencia, un
espíritu, un determinado nivel de estrógenos. Pero cuando las
mujeres definen lo que es una mujer, esto ya no vale. De repente ya
no existe ningún género ni sexo. Los argumentos que utiliza Serano
para decir que existe una esencia femenina no son válidos para las
mujeres que quieren utilizarlos para excluir a los hombres.
Chocamos con un muro final contra el cual no se puede
argumentar: el derecho soberano del hombre. El sexo es de su
propiedad: es lo que él dice que es.
548 Julia Serano, Whipping Girl. El sexismo..., op. cit., pág. 278.
Los invisibles hombres trans
Entonces ¿las mujeres tienen el mismo derecho a convertirse en
hombres si así lo desean? ¿De ingresar en una cárcel de hombres y
entrar en el vestuario de hombres, de ganar su mismo sueldo y en la
práctica ser aceptadas como hombres? Lo interesante es que todo
el debate gira en torno al derecho de los hombres a entrar en el
espacio de las mujeres mientras que muy pocas mujeres han
mostrado interés por entrar en el de los hombres. Apenas hay
bibliografía sobre la situación de los hombres trans y nadie ha
levantado barricadas para impedir que entren en ningún sitio.
Existen centenares de estudios sobre presos trans y todos ellos son
mujeres trans. Solo he logrado encontrar un único artículo en una
revista académica sobre los hombres trans en prisión, e intenta
responder por qué no existen estudios sobre los hombres trans en
prisión 549 .
En Estados Unidos, donde ha arrasado el debate sobre los baños
segregados por sexo, apenas se ha mencionado a los hombres
trans. En general se supone que si las mujeres trans usan el de
mujeres, el mismo criterio debería aplicarse a los hombres trans,
cuyo baño adecuado sería el de hombres. Pero, tal y como explica
el trans Jackson Bird en un artículo inusual, a una persona con
vagina le resulta difícil mear en un urinario 550 . Es cierto que existen
ciertos aparatos diseñados ex profeso, cuenta Jackson, pero los que
son suficientemente realistas para que uno se atreva a utilizarlo en
público, no siempre funcionan, y el resultado son unos pantalones
meados. Queda el baño individual, sobre el cual Jackson constata:
«Me paso tantas horas de mi vida delante de un retrete ocupado
que me he planteado escribir una serie de crónicas bajo el título
“Esperando que el hombre cis termine de cagar. Vida y milagros de
un transexual”».
Aun así, el dilema de los hombres trans con los baños no ha
incitado a nadie a exigir la supresión de los meaderos. Tampoco la
situación de los hombres trans en los vestuarios. No he logrado
encontrar a nadie que haya denunciado o que haya sido
denunciado, ningún testimonio de hombre horrorizado por haber
visto a una mujer desnuda y con vagina paseándose entre hombres.
Las historias que circulan tratan sobre el temor de los hombres trans
a que se descubra que son mujeres y en consecuencia exponerse al
acoso sexual. A menudo el hombre trans pasa por hombre de
cintura para arriba mientras que de cintura para abajo todavía tiene
los genitales femeninos y, por eso, se esfuerza por «cambiarse
tapándose con una toalla, para no enseñar sus genitales a los
demás usuarios del vestuario», tal como explica el performer Jason
Barker 551 .
Casi todos los titulares sobre «el primer transexual» hablan de
una mujer trans. Durante la segunda década del siglo XXI los trans
ocuparon cargos electos en varios estados de Estados Unidos:
Kansas, Vermont, Arkansas, Delaware, así como en tantos otros
países, entre ellos, Filipinas, Francia, Rumanía, Bélgica, Brasil,
Venezuela, Uruguay, Perú, Portugal, Polonia y Italia. Todos ellos
eran mujeres trans.
La entrada de las personas trans en la política se interpreta por
regla general como un hito en la lucha por la justicia. Sin embargo,
desde la perspectiva feminista, es difícil no verlo como la misma
baraja de cartas que se vuelve a barajar, ya que los hombres trans
brillan por su ausencia en los parlamentos. Incluso le resulta más
difícil a una mujer triunfar en la política como hombre que como
mujer.
Y mientras que las mujeres trans cosechan triunfos en el mundo
del deporte, hay pocos ejemplos de hombres trans que triunfen en
las categorías masculinas. A veces la prensa cuenta el caso de
deportistas de élite femeninas que han cambiado de sexo, pero
como ya no les permiten competir en la categoría femenina porque
se han hormonado con testosterona, desaparecen del mundo del
deporte en el mismo momento en que se convierten en hombres. A
veces hacen un intento por participar en la categoría masculina,
pero raramente suben al podio. Como deportista femenina, ya se
estaba en la sombra del deporte masculino, pero como hombre
trans, incluso llega a perder su sitio en la sombra.
Mientras que una mujer trans a menudo logra mayores éxitos en
el espacio público como mujer que como hombre, parece que
sucede todo lo contrario en el caso de los hombres trans. Para un
hombre el cambio de sexo puede significar que pase de ser un
deportista mediocre a batir el récord mundial en la categoría
femenina, de ser un apéndice en un reality show a convertirse en la
Mujer del Año, de ser un adolescente común y corriente a liderar el
Comité de Mujeres del Partido Laborista 552 . Para una mujer, por el
contrario, el cambio de sexo raras veces significa un avance en su
carrera. Es posible que dediquen un titular al hombre trans si se
queda embarazado, si es la cara visible de un anuncio de tampones
o si hace películas porno: los tres titulares más comunes que
incluyen la expresión «hombre trans». Si es activo en la lucha de los
trans, se tendrá que contentar con ser el apéndice de la causa de
las mujeres trans, del mismo modo que las lesbianas han quedado
relegados detrás de los gais. A veces incluso se trata de las mismas
personas.
Los hombres trans también lo tienen bastante más difícil para
conseguir una cita en el mundo gay: solo un 12 por 100 de los
homosexuales se plantearían citarse con un hombre trans, mientras
que el 29 por 100 de las lesbianas sí se citarían con una mujer
trans, según un estudio estadounidense 553 .
En general, no se habla de los hombres trans. Casi es como si no
existieran. Se les trata como mujeres, es decir, se las empequeñece
y se las invisibiliza, pero sin que oficialmente pertenezcan al grupo
de las mujeres, y, por esa razón, no tienen acceso a ser sujetos
políticos como mujeres ni al movimiento para su emancipación, es
decir, el feminismo.
549 Elias Lawliet, «Criminal erasure. Interactions Between Transgender Men and
the American Criminal Justice System», Aleph, UCLA Undergraduate Research
Journal for the Humanities and Social Sciences, 2016, vol. 13.

550 Jackson Bird, «A Trans Guy on Adjusting to Men’s Bathroom Culture», The
Advocate, 24/9, 2019.

551 Catherine McNamara, «Using Men’s Changing Rooms When You Haven’t Got
a Penis. The Constitutive Potential of Performing Transgendered Masculinities»,
Central School of Speech and Drama, 2010.

552 «Trans Teenager Lily Madigan Voted in As a Labour Women’s Officer», The
Times, 20/11, 2017.

553 M. J. Murphy, «Why (Some) Gay Men Won’t Date Transmen», Medium.com,
5/2, 2020.
Espacios masculinos cerrados, espacios femeninos
abiertos
En un ensayo publicado en el blog de la editorial británica de
izquierdas Verso, las filósofas Lorna Finlayson, Katharine Jenkins y
Rosie Worsale hablan de la legislación sobre la autodeterminación
de género en Gran Bretaña. Empiezan diciendo que muchas
feministas se han opuesto a esta legislación, ya que se pone en
riesgo a las mujeres en situación de vulnerabilidad ante la violencia
machista, como las presas, por ejemplo. En cambio ellos afirman:

Aunque tengamos pruebas contundentes que demuestran


que los hombres ejercen la violencia sobre las mujeres en un
grado mucho más alto que las mujeres tanto sobre mujeres
como sobre hombres, esto no nos lleva a afirmar que sea
debido a la constitución biológica de los hombres o al patrón
social masculino, como hacen los opositores a la
autodeterminación 554 .

Podría ser, siguen las autoras, que la propia identidad fuera lo


que marca la diferencia, es decir, el sentimiento de ser un hombre.
Si el hombre entonces cree que no es un hombre, quizá ya no sea
tan peligroso. Pero: «No pretendemos saberlo con certeza. A
nuestro entender, esto no lo sabe nadie». Y por eso, afirman,
tampoco se puede defender que las mujeres deban tener un espacio
propio en las cárceles, por ejemplo.
Ahora bien, resulta que no es cierto que «nadie lo sepa», todo lo
contrario: la mayor compilación estadística de datos recogidos sobre
el tema, el estudio sueco de 2011, demuestra que el nivel de
delincuencia es notablemente más alto en los hombres que
cambiaron de sexo que en las mujeres, lo cual lleva al estudio a
concluir que «conservan el patrón de conducta masculino en lo que
respecta a la criminalidad. Se podía hacer la misma constatación en
cuanto a las agresiones» 555 . O sea, que no es cierto que cuando un
hombre cambia de sexo automáticamente deje de ser violento, lo
cual debería poder aplicarse en mayor medida a los hombres que
sin someterse a tratamiento alguno únicamente se definen como
mujeres. Sin embargo, las filósofas parece que adoptan el «no lo
sabemos» como posicionamiento principal: uno no debe tener
ningún interés en saberlo porque se trata de una cuestión acerca de
la cual nada debe saberse.
Ahora bien, cuando pasan a abordar la cuestión de si las mujeres
trans y los hombres que se definen como mujeres pueden ocupar
los espacios masculinos el tono cambia mucho. En este caso, no
hay ninguna duda de que su integridad está en peligro:

Que las mujeres trans están expuestas a la violencia


machista está más que probado, y eso significa que si le
pedimos a las mujeres trans que usen los espacios
destinados a los hombres no solo se pone en riesgo su
bienestar, sino también su integridad. Como hemos visto, la
propuesta de un «tercer espacio» es menos una propuesta
que un deseo de lavarse las manos. Aunque pudiéramos
crear estos espacios, se desvelaría la identidad de las
personas trans, la cual todavía hoy está muy
estigmatizada 556 .

De repente, la discusión filosófica sobre qué es lo que hace a los


hombres peligrosos se ha desvanecido en el aire: ahora son, sin
lugar a duda, terriblemente peligrosos y ninguna mujer trans debería
estar en el mismo espacio que ellos. Las autoras sugieren que un
agresor que sea un hombre biológico si se define como mujer puede
que renuncie a la violencia. Pero si es tan fácil dejar de ser violento,
¿por qué no pueden hacerlo todos los hombres?
El modelo que defienden las autoras es de hecho uno de dos
espacios: uno masculino y cerrado, y otro femenino y abierto. Este
modelo es tan «binario» como el anterior, pero no simétrico. El
espacio masculino se denota como homogéneo, monolítico,
excluyente y violento. El espacio femenino está abierto a todo «el
resto» —mujeres, trans y no binarios— y se exige su inclusión, pero
no se reconoce la necesidad de protección. Es el núcleo del nuevo
modelo de género: el nombre masculino, el deporte masculino, el
espacio masculino se mantiene intacto, el femenino se abre.
El modelo anterior, construido en base al sexo biológico, al
menos era igualitario como modelo: nadie tenía acceso al espacio
del otro. Tampoco se tenían en cuenta los estereotipos porque, al
margen de cómo te vestías, de tu aspecto o de cómo te definías, lo
que valía era el sexo biológico. El nuevo modelo permite que el
espacio masculino se mantenga intacto y refuerce los muros que lo
rodean para que ningún hombre que se vista como mujer, ningún
hombre femenino, ningún hombre de género divergente tenga
acceso a él.
Un ejemplo de este modelo lo tenemos en el Parlamento de
Cataluña, donde han reformulado los carteles de los baños. Uno
para las mujeres, trans, minusválidos, niños y copas menstruales (¡!)
y el otro solo para hombres 557 . El espacio que antes solía estar
reservado a las mujeres ahora se ha convertido en una categoría
abierta, un punto de encuentro del resto de no hombres. El espacio
de los hombres es todavía exclusivamente masculino: no puede
entrar nadie más.

¿Cómo se mantienen entonces los límites del espacio


masculino? La respuesta está implícita en el artículo de Finalyson,
Jenkins y Worsdale: amenazando con la violencia. Las mujeres
trans no deberían estar en los espacios masculinos ya que puede
ser peligroso. ¿Por qué no cuestionan las autoras esta violencia?
La respuesta es que ningún participante en el debate lo hace.
Nadie problematiza la integridad del espacio masculino porque la
amenaza de la violencia se da por sentada y se considera natural.
Los hombres pegan y violan a todo lo que consideran femenino, es
así y por eso no hay que desafiarles. Pero que las mujeres, por la
misma razón, puedan pensar que es desagradable encontrarse
desnudas con hombres que ellas ven como hombres en un mismo
espacio son prejuicios que hay que desafiar. A los hombres no es
necesario exigirles que sean tolerantes, solo a las mujeres. Desde
luego, el espacio femenino no amenaza con la violencia. Entonces
caemos en el estremecedor descubrimiento de que lo que dicta los
límites de forma implícita no es otra cosa que la ley de la violencia.
Con la violencia se traza y se mantiene un límite: ¡aquí no entra
nadie! Los hombres desnudos con la toalla atada a la cintura no
necesitan ni amenazar con la violencia —filósofos, legisladores y
administraciones lo hacen en su nombre. Así es como se crea la
estructura del nuevo modelo de género: espacios masculinos
cerrados, espacios femeninos abiertos.
No vemos que el concepto «hombre» se esté ablandando, ni que
se cuestione o se cambie por el de no-mujer, hxmbre o h*mbre. La
nueva teoría del género supone tan solo un cuestionamiento de la
mujer como categoría y la consolidación implícita de la del hombre.
Se aplica tanto al lenguaje como a los espacios o al poder. El
territorio del hombre se conserva mediante la violencia y las
estructuras informales; el de las mujeres, mediante normas. No hay
forma de entrar en la red masculina ni de ser aceptada como
hombre por parte de los hombres en su vestuario apelando solo a
una norma: es el hombre mismo quien debe dar su consentimiento.
Una mujer no puede decir: Ahora soy un hombre, ¡dejadme ser la
presidenta! O: Cierto, tengo vagina, pero soy un hombre, o sea que
¡no me violes! Por lo visto nadie espera que los hombres se
subordinen a una definición.
¿Qué pasa entonces con la mujer? Pues bien, en el escrito
firmado por las filósofas aparecen tres categorías distintas: la que
ejerce la violencia (el hombre), la que necesita protección (la mujer
trans) y otra que ni ejerce la violencia ni necesita protección (la
mujer). Al hombre trans ni se le menciona. ¿Qué implica para el
estatus de la mujer que la categoría de mujer se amplíe? Pues una
mujer sigue siendo una mujer independientemente de cómo se la
denomine: su existencia y su espacio de acción no se amplían.
Fijémonos en la cuestión de la desnudez y los vestuarios para
ilustrarlo. La regla hiperpatriarcal y muy ilógica relativa a la
desnudez dice así: el hombre quiere ver mujeres desnudas pero la
mujer no quiere ver hombres desnudos. El hombre quiere mostrarse
desnudo ante las mujeres mientras que la mujer no quiere mostrarse
desnuda ante los hombres. La vieja práctica masculina de exhibirse
ha experimentado un auge con el fenómeno de internet, donde
millones de hombres mandan de forma descarada fotos de sus
genitales a mujeres a las que no han visto nunca y disfrutan con la
idea de que ellas les vean el pene. Cuando ella vea mi pene, reza la
lógica patriarcal, tendré todo el poder sobre ella. Pero incluso
cuando él la ve a ella desnuda, tiene todo el poder sobre ella. Un
hombre que ve a una mujer desnuda puede arruinarle la vida: puede
echar a perder la posibilidad de casarse (en determinadas culturas)
o puede convertirla en el hazmerreír de todos y hacerle pasar una
vergüenza atroz. Una mujer, sin embargo, no tiene ningún poder
sobre el hombre al que ve desnudo: su único y pírrico consuelo es
difundir el rumor de que tiene un micropene.
Que se abran las puertas del vestuario a todo aquel que se llame
mujer no implica que nada cambie en este aspecto. Cuando el
patriarcado posmoderno coincide con el viejo patriarcado, las
mujeres son las que tienen que resolver el dilema, ellas solas.

Lo que vemos aparecer aquí, a través de estas tres capas, es la


vuelta de la estructura básica de la ideología patriarcal. Todos los
sistemas patriarcales se mantienen gracias a un conjunto de normas
sociales, que pueden ser: a los hombres les toca pagar, a las
mujeres cuidar de la casa y de los hijos, los hombres tienen que ser
unos caballeros, las mujeres preservar la virginidad, los hombres
son fuertes y no lloran, etc. Mucha gente cree, erróneamente, que el
patriarcado es esto, pero las normas en sí no tendrían por qué ser
opresivas... si se aplicaran de verdad. Los distintos roles no son
necesariamente un signo de los diferentes estatus. Lo que
caracteriza al sistema patriarcal es que los hombres en realidad
tienen mucha más libertad para romper esas normas mientras que a
las mujeres se las castiga tanto si obedecen como si se oponen.
Así, por ejemplo, una norma puede decir: el sexo fuera del
matrimonio está mal y castigar solo a las mujeres que la infringen. O
que la infidelidad va en contra de Dios para después decirle a una
mujer engañada que el perdón es la mejor de las virtudes. O que el
hombre debe mantener a su familia para después permitirle que
deje embarazadas a otras mujeres y huya sin que eso tenga
ninguna consecuencia. El núcleo de la ideología patriarcal, como en
todo ejercicio de poder, no son nunca las reglas, sino la doble moral.
Precisamente es esta estructura la que vuelve a emerger con la
nueva teoría del género, una teoría que en la superficie crea nuevas
normas que definen qué es un hombre y qué es una mujer pero en
la realidad solo permite libertad de acción a los hombres. Y al final
los dos sexos acaban siendo propiedad del hombre.

554 Lorna Finlayson, Katharine Jenkins y Rosie Worsdale, «“I’m Not Transphobic,
but...”. A Feminist Case against the Feminist Case against Trans Inclusivity»,
Verso, 17/10, 2018.

555 Dhejne et al., «Long-term follow-up of transsexual persons...», op. cit.

556 Ibíd.

557 Foto taget av den katalanska parlamentsledamoten Ángeles Álvarez;


https://twitter.com/AAlvarezAlvarez/status/1335483900236353536.
«El deporte femenino cambiará radicalmente»
Aunque se pueda pensar que existe un espíritu masculino y otro
femenino, hay un ámbito en el que lo que cuenta no es el espíritu
sino el cuerpo: el deporte. Aquí sí, el sexo biológico desempeña un
papel determinante. Casi todas las disciplinas deportivas, excepto la
hípica y el ajedrez, están segregadas por sexo. Algunos deportes
incluso están divididos por edades, por altura (fitness) y por peso (el
boxeo o el remo).
Pero la nueva definición de género ha llegado también al mundo
del deporte y se están cambiando las reglas de las categorías
femeninas de arriba abajo. De cara a los Juegos Olímpicos de Río,
el COI dictó unas nuevas directrices que facilitan que un hombre
que desee competir en la categoría femenina solo necesite
considerarse una mujer, así como demostrar que su nivel hormonal
se ha mantenido en los 10 nmol/L (nanomoles por litro) durante un
año como mínimo, independientemente del deporte que practique.
Antes se exigía la cirugía, pero ahora ya no. La Federación Sueca
de Gimnasia permite ahora que todos los gimnastas escojan
categoría hasta la clase júnior 558 . Diecisiete estados
norteamericanos permiten que los hombres adultos compitan en las
categorías femeninas con solo definirse como mujer 559 . Otras
organizaciones deportivas tienen sus propias reglas: la Federación
Norteamericana de Ciclismo, la NCAA, exige únicamente que el
hombre haya pasado por un tratamiento hormonal para reducir el
nivel de testosterona en la sangre durante un año, al margen de la
categoría en la que compita. Lo mismo vale para la federación de
maratonistas, la WSER, que ahora permite que todos los deportistas
puedan competir en categorías femeninas; pero si una persona
nacida como hombre está entre los diez primeros puestos, se exige
una prueba que demuestre que se ha hormonado a lo largo de un
año 560 .
Lo curioso de estas nuevas reglas del COI es que parecen del
todo arbitrarias, no hacen referencia alguna a ningún trabajo
científico. El nivel de testosterona se ha situado en los 10 nmol/L
para todos los deportistas sin tener en cuenta que los hombres
tienen más ventajas en determinados deportes que en otros. Y
además es muy alto: los niveles de testosterona de los hombres
normalmente rondan los 30 nmol/L, mientras que en las mujeres se
sitúan en los 2 nmol/L 561 . El catedrático de Genética Eric Vilain, que
participó en la redacción de estas reglas para el COI, explica que se
estableció un nivel alto porque si no sería imposible que un hombre
compitiera en la categoría de mujeres:

No se trata de igualarlos a todos biológicamente, y creo


que es un malentendido bastante común hablar de
deportistas trans. La gente quiere que las mujeres trans sean
fisiológicamente idénticas a las que han nacido como
mujeres, y si no lo son, entonces es injusto. Eso no es posible
[...]. El objetivo es trazar un camino para incluir a los
deportistas trans, no crear la igualdad total 562 .

Las nuevas reglas han permitido que varios hombres biológicos


triunfaran en el deporte femenino. Un nuevo récord mundial de los
200 metros en ciclismo de pista femenino fue batido en el
campeonato mundial de 2018 por la catedrática de Estudios de
Género Rachel McKinnon, hombre de nacimiento. La anterior
campeona mundial, Sarah Caravella, abandonó antes de la carrera
en protesta contra la injusticia de que McKinnon pudiese participar
en la categoría femenina. También la medalla de bronce Jennifer
Wagner-Assali presentó una protesta después de la carrera 563 . Un
nuevo récord mundial de halterofilia para mujeres lo batió en 2017 la
levantadora de pesas Laurel Hubbard, que diez años antes había
representado a Australia en la categoría masculina con el nombre
de Gavin Hubbard. En la categoría de hombres Hubbard no hizo un
gran papel, pero en la de mujeres obtuvo una gran victoria
levantando diecinueve kilos más que la medallista de plata, y fue el
primer hombre en la categoría femenina en las Olimpiadas de
2021 564 . Y en mayo de 2019, Mary Gregory, obrera de la
construcción que salió del armario como trans dos años antes, batió
cuatro récords mundiales en categoría femenina de halterofilia en un
día. Cuando al hacerle el test de dopaje descubrieron que Gregory
tenía pene, respondió que era un hecho secundario, ya que «Yo soy
una mujer 100 por 100. Llevo peinado de mujer, pendientes y las
uñas pintadas» 565 . Más tarde, después de muchas protestas, se
anuló el récord mundial de Gregory.
Si en los deportes de fuerza el tema está en los récords, en los
deportes violentos las consecuencias son aún más graves. Cuando
la luchadora de artes marciales mixtas (MMA) Tamikka Brents tuvo
que pelear contra Fallon Fox, exmarine que había cambiado de sexo
de hombre a mujer ocho años antes, no solo perdió el combate, sino
que sufrió una conmoción cerebral y se rompió un hueso craneal
antes de que el arbitro lo parara 566 . Más tarde, Brents dijo en una
entrevista:

He peleado contra muchísimas mujeres y nunca, hasta


esta noche, he notado esa fuerza en un combate. No sé si es
debido a que ella nació hombre, porque no soy médico. Solo
puedo decir que nunca me había sentido tan dominada en
toda mi vida, y soy una mujer muy fuerte. Su agarre era
diferente; normalmente yo me puedo mover en el clinch
contra otras mujeres, pero en el caso de Fox no pude
moverme en absoluto 567 .

Cuando la tenista Martina Navratilova se enteró de que la ciclista


McKinnon había batido el récord mundial en categoría femenina,
escribió un tuit espontáneo que decía: «¡No puede ser que a un
hombre, con solo llamarse mujer, se le permita competir contra
mujeres!». Le llovieron los mensajes de odio. Navratilova contó que
su reacción a todo ese odio fue la reflexión sobre si había hecho
algo mal, si podría haberlo dicho de otro modo, «quizá con más
delicadeza y no mostrándome tan dogmática». Y lo dijo Martina
Navratilova, con dieciocho Grand Slams y número uno del mundo
durante 332 semanas seguidas, públicamente lesbiana desde 1981
y defensora de los derechos de los homosexuales durante treinta
años. Pero después de habérselo pensado mejor e investigar sobre
el tema, dos meses después publicó un artículo en el Sunday Times
en el que afirmaba que «como mínimo su opinión se había
reforzado». Reducir el nivel de testosterona no es suficiente, decía:

Un hombre va fortaleciendo los músculos y la masa ósea,


y va creando una gran cantidad de glóbulos rojos que
transportan oxígeno, desde la infancia. El entrenamiento
aumenta la diferencia. Para que un hombre cambiara de sexo
de manera que no obtuviera ninguna ventaja corporal debería
empezar a hormonarse antes de la pubertad 568 .

Navratilova recibió el apoyo de mucha gente, pero en


determinados círculos su nombre se convirtió en un insulto. De un
día para otro la expulsaron del colectivo LGTBI Athlete Ally, que
había contribuido a fundar, y en una gran cantidad de artículos la
condenaron. El desdén que aflora en esos artículos, el tono
despectivo contra una de las grandes estrellas del tenis, hace que
uno se pregunte si el deporte femenino todavía existe por
compasión. En un peculiar artículo publicado en el Socialist Worker,
Isabelle Bartter, desarrolladora de páginas web y socialista que unos
años antes respondía al nombre de Allan Bartter, dijo:

Yo juego al Frisbee Ultimate. Me enamoré de este deporte


en 2003, en mi primer año de instituto. Dejé de practicar otros
deportes. No solicité entrar en ninguna universidad que no
tuviera equipo de Frisbee [...]. Dejé en el campo de juego mis
lágrimas, mi sangre, todo lo que soy. Me he lesionado y me
he curado gracias al Frisbee. Siempre he intentado estar a la
altura de este juego, pero no me avergüenza reconocer que
no siempre he sido un digno ganador o un humilde perdedor.
Espero haberlo sido más a menudo que lo contrario, pero yo
he crecido seguro gracias al Frisbee. El deporte es mi casa.
Es mi sentimiento de pertinencia. Mi historia es la razón por la
cual comentarios como el de Martina Navratilova me hieren
como deportista trans 569 .

En el artículo se ve claro que a Bartter le interesa mucho el


Frisbee. También queda claro que le interesa mucho su propia
persona. Lo que, sin embargo, no está tan claro es por qué las
deportistas de élite no tienen derecho a una competición justa —o
qué tiene esto que ver con los trabajadores socialistas.
Lo mismo se puede aplicar a las discusiones sobre los espacios.
Si los que creen en la identidad de género a menudo son muy
escrupulosos a la hora de defender las diferencias cerebrales entre
«masculino» y «femenino» en cuanto a la pasión por el rosa, cuando
entramos en el mundo del deporte es justo al revés. De pronto no
existe diferencia ninguna entre hombres y mujeres. La Federación
Británica de Fútbol opina que es un mito que los hombres sean más
altos y más fuertes que las mujeres, ya que estas «pueden tener
aspectos muy variados» 570 .
La RFSL sueca usa la misma argumentación para suprimir la
segregación por sexo en el deporte, ya que es un mito que los
hombres sean mejores que las mujeres en el deporte:

La suposición subyacente de que todo aquel a quien se le


ha asignado el sexo masculino al nacer goza de una ventaja
injusta frente a aquel a quien se le ha asignado el femenino
ha sido rechazada por toda una serie de científicos. Pero a
pesar de la superposición documentada entre el rendimiento
de mujeres y hombres en el deporte, así como el
conocimiento de que las diferencias dentro del grupo de los
hombres a menudo son más grandes que las diferencias
entre los grupos, parece que persiste la idea de que los
hombres siempre son mejores en el deporte. Una posible
explicación es que las hipótesis del género binario y de la
superioridad masculina raramente son desafiadas, más bien
reforzadas, en una actividad tan segregada por sexos como
lo es el deporte 571 .

El estudio estatal «Las personas trans en Suecia» de 2017


plantea la cuestión del deporte y defiende que se elimine la
segregación por sexo en el deporte al menos entre los jóvenes, ya
que «no existe ningún trabajo de investigación que sostenga que las
mujeres trans o los hombres trans tengan ventajas atléticas en
ninguno de los estadios de la transición» 572 . En ningún estadio de la
transición incluye también la etapa anterior a que se inicie el
tratamiento, cuando la identidad de género solo es una idea
concebida. Esto significaría que no hay diferencias físicas entre
hombres y mujeres, un descubrimiento sorprendente al revisar los
récords mundiales en casi todos los deportes. El estudio dice que se
basa en una panorámica general de 2016 que incluía ocho artículos
científicos y treinta y una normas de competición pertenecientes al
mundo del deporte y que «constataba» que no había evidencias que
sostuvieran la diferenciación por sexo biológico en el deporte.
Lo que no dice es que siete de estos artículos científicos constan
de entrevistas en las que diferentes colectivos cuentan su
experiencia en el deporte 573 . No hay ni uno solo que ofrezca
resultados a nivel físico. De hecho, no existe ni un solo estudio de
estas características en todo el mundo. Únicamente uno calcula la
capacidad física comparando los músculos de hombres y mujeres
trans antes y un año después del tratamiento hormonal. Y la
conclusión que saca no coincide con lo que afirma el estudio sueco.
Es cierto que dice que las mujeres que toman testosterona durante
un año llegan a tener una masa muscular comparable a la de
determinados hombres, pero el nivel de los hombres no se reduce al
de las mujeres al cabo de un año: «Después de un año bajando el
nivel de andrógenos, la masa muscular de las mujeres trans se ha
reducido considerablemente, pero sigue siendo bastante más
potente que la de los hombres trans antes de tratarse con
testosterona» 574 .
La conclusión a la que llegan los investigadores es que no hay
suficientes pruebas para responder a la pregunta sobre la necesidad
de segregar por sexo el deporte y que las pequeñas diferencias no
representan una gran desigualdad en este ámbito. Es probable,
dicen, que los hombres trans —las mujeres que cambian a hombre
— puedan competir con hombres, mientras que no es tan seguro
que suceda lo mismo con las mujeres trans.

Los otros estudios tampoco corroboran lo que decía el estudio


sueco estatal. Uno de ellos es una discusión filosófica que acaba
concluyendo lo difícil que es tomar una decisión en este tema, en
parte porque las deportistas son cada vez más altas y en parte
porque el número de personas afectadas es muy bajo. «La
incidencia de síndrome de disforia de género es baja, y por
consiguiente es de esperar que el número de casos en que los
deportistas tengan una influencia significativa en un deporte
concreto también sea reducido» 575 . Como hemos dicho, son varios
los estudios cualitativos en los que los trans cuentan su experiencia
en el mundo del deporte y la competición 576 . En uno de ellos se
entrevista a una única persona, una mujer trans que cuenta su
relación con el hockey sobre hielo 577 .
¿De verdad que esta es la base sobre la que se va a decidir el
futuro del deporte femenino en Suecia? ¿Por qué un estudio estatal
distorsiona la investigación científica de esta manera? La gran
pregunta es, sin embargo, por qué este estudio se auto-autoriza
para abordar este tema. La finalidad del estudio es, entre otras
cosas, «proponer actuaciones concretas para la mejora de las
condiciones de vida de las personas trans». Por lo tanto, debería
tratar de hacer propuestas prácticas que hagan la vida más fácil al
0,5 por 100 de la población. El capítulo sobre el deporte constata, a
modo de introducción, que los trans suelen ser más sedentarios que
el resto de la población y tienen hábitos menos saludables 578 . De
esta situación, que más bien afecta a la necesidad de hacer ejercicio
y de cuidar la salud, se pasa de golpe a exigir que los deportistas de
élite puedan competir en la categoría que quieran. Las propuestas
siguientes van en la dirección de exhortar a la sociedad entera a
redefinir el concepto de sexo. Eliminar la categoría femenina del
deporte de élite no parece que vaya a ayudar a las personas
sedentarias, que sobre todo necesitan salir y moverse.

Ese desliz constante —problema para unos, solución para todos,


limitación para las mujeres— impregna casi todos los sectores en
los que penetra la nueva teoría del género. De forma que ¡las
dificultades de un número escaso de personas que han modificado
su carné de identidad nos ha conducido a la propuesta de
eliminación del sexo jurídico para todos! Afirman que la propuesta
surge de la voluntad de ayudar a las personas trans, pero el
resultado es la restricción de los derechos de las mujeres.
Desde los lobbies, las federaciones deportivas y los legisladores,
se repite una y otra vez que el deporte femenino debe acoger a todo
el mundo —es decir, que el deporte femenino no será femenino. Es
un tema de «inclusión», de «derechos humanos» y de «la
participación de todos». En el documental de Martina Navratilova
The Trans Woman Athletic Dispute aparecen varios deportistas de
élite masculinos que quieren competir en la categoría femenina —
una parte de ellos sin haber hecho nada más que cortarse el pelo al
estilo «bob» y pintarse los labios. Un golfista profesional dice no
tener ningún interés en hormonarse, pero que está convencido de
querer competir con mujeres, ya que «le agobiaría muchísimo tener
que salir a jugar entre hombres». Un corredor de Fórmula 1 que
había competido durante años como hombre consideraba que
conducía mejor como mujer y, a su entender, podía ser un buen
modelo a seguir para las practicantes de este deporte. Un jugador
de fútbol que no se había sometido a ningún tratamiento pensaba
que era evidente que tenía que jugar con las mujeres porque, según
decía: «yo soy una mujer y a los hombres les parecería extraño
verme en el terreno de juego» 579 . Pero no pensó qué les parecería
a las mujeres. Martina Navratilova quedó muy afectada y al final del
documental dice que quizá sea ella la que tiene que replanteárselo.
No quiere herir a nadie. Y es cierto que hay que preguntarse cómo
se pueden solucionar los desafíos del día a día de los deportistas
trans en lo que se refiere a los vestuarios, la segregación por sexo y,
sobre todo, las actitudes.
Pero no estamos hablando del fútbol infantil, sino del deporte de
élite, de competición y no de inclusión. La mayoría de la gente no
competirá nunca en unos Juegos Olímpicos, y no es un derecho
humano poder hacerlo. En el deporte de élite se ponen en juego
récords, dinero y prestigio. ¿Por qué los estados no podrían sacar
provecho de estas nuevas reglas y utilizar a los hombres y mujeres
biológicos para ganar medallas? Quien piense que esta es una idea
poco realista, que reflexione sobre cómo ha tratado Irán a su equipo
femenino de fútbol. En 2015 ocho de los jugadores eran hombres
esperando cirugía de reasignación de sexo 580 .
Algunos van más lejos y piensan que el deporte femenino
debería suprimirse por completo en favor de una única categoría
mixta. El catedrático de sociología Ellis Cashmere considera que

es una cuestión de tiempo que algún día lleguemos a anular


la distinción entre deporte masculino y femenino. Estamos en
el siglo XXI, entramos en una nueva era. La
autodeterminación es ya legión en las cárceles y en la
política; por tanto, ¿por qué no en el deporte? Dentro de diez
años el deporte femenino no será como el actual 581 .

Y todo esto está pasando justo en el momento en que el deporte


femenino por fin está ganando terreno. Lentamente, después de
años de lucha, el dinero y la atención empiezan a llegar a las
deportistas. No han pasado ni cien años desde que en 1928 las
mujeres pudieron empezar a competir en los Juegos Olímpicos.
Para el fundador del nuevo movimiento olímpico, el aristócrata
francés Pierre de Coubertain, los Juegos eran «la exaltación
solemne y periódica de la capacidad atlética de los hombres» con
«el aplauso de las mujeres como premio» 582 .
Hasta hace poco, se discutía si las mujeres podían participar en
las competiciones deportivas. Durante mucho tiempo se les impidió
hacerlo por razones como que el deporte disminuía la fertilidad o
que las deportistas no eran mujeres femeninas. Las afganas no
pudieron participar en los Juegos Olímpicos de 2004, y la IFBB, la
Federación Internacional de Bodybuilding, eliminó recientemente la
especialidad femenina Ms Olympia alegando que las mujeres
musculosas dan una mala imagen a este deporte. En Irán el deporte
femenino no se puede ver en la televisión ni practicar cuando los
hombres miran. Hoy en día el número de mujeres que practican
deporte y compiten es más elevado que nunca. Para muchas niñas
que provienen de situaciones de pobreza el deporte puede ser una
forma de evitar el matrimonio infantil o una vida de privaciones.
Es suficiente echar un vistazo a los récords mundiales para darse
cuenta de por qué es necesaria la segregación sexual. El récord
mundial masculino de maratón está en este momento en 2:01; el
femenino, en 2:15. El récord mundial masculino en los 100 metros
está en 9,58 segundos; el femenino, en 10,49. El récord mundial en
salto de altura está en 2,45 metros para los hombres, 2,09 para las
mujeres; el de salto de pértiga, en 6,18 metros para los hombres y
5,06 para las mujeres. Esto no significa que los hombres sean
mejores o que entrenen más, sino que nuestros cuerpos tienen
aptitudes distintas. Antes de la pubertad hay muy pocas diferencias
entre los dos sexos, pero después, cuando suben los niveles de
testosterona de los hombres, su rendimiento mejora entre un 10 por
100 y un 12 por 100 de media en las carreras de velocidad y en
natación, y un 20 por 100 en salto de altura y salto de longitud. Tal y
como dicen los investigadores David J. Handelsman, Angelica L.
Hirschberg y Stephane Bermon en un artículo publicado en Journal
of Endocrinology, las mujeres tienen de media entre un 50 por 100 y
un 60 por 100 de la masa muscular que tienen los hombres en los
brazos, entre un 65 por 100 y un 70 por 100 de la masa muscular
que tienen los hombres en los muslos y entre un 60 por 100 y un 80
por 100 de su resistencia ósea. Los hombres jóvenes tienen de
media 12 kilos más de masa ósea que las mujeres jóvenes 583 . Sin
una categoría femenina, pocas mujeres tendrían la oportunidad de
ser nunca deportistas de élite.

¿Qué pasa entonces con las reglas que rigen el deporte


masculino? Bien, ahora viene lo interesante. Según el COI, los
hombres trans pueden competir en la categoría masculina sin
restricciones, pero según la Agencia Mundial de Antidopaje no están
permitidos los potenciadores de testosterona. Para tomarlos, deben
solicitar una exención especial, y la regulación es bastante más
compleja y larga que la sencilla norma que se aplica en el deporte
femenino de 10 nmol/L. Son bastantes las deportistas que tras
cambiar de sexo han dejado de competir al descubrir que no podían
participar en la categoría femenina porque ya no eran mujeres y
tampoco en la masculina por haber tomado testosterona 584 . Pocos
hombres trans han triunfado en el deporte masculino. No hay ningún
movimiento en defensa de la inclusión de los trans en el deporte
masculino. A pesar de que los niveles de testosterona aceptados en
la categoría femenina se han adaptado para poder incluir a los
hombres, no existe ninguna propuesta acerca de cómo adaptar las
reglas de la categoría masculina para poder incluir a las mujeres.
¿Quizá se podría introducir un sistema de handicap como en el golf,
o un cambio en el sistema de puntuación? ¿O dar facilidades al
equipo que tenga un trans en el terreno de juego? Nadie habla
siquiera de esto. No se hacen documentales, y el estudio sobre los
trans tampoco plantea el tema. La única cuestión que se discute es
la de abrir la categoría femenina.
Incluso aquí vemos el patrón de feminidad abierta, masculinidad
cerrada. La categoría mujer se abre a todo el mundo, mientras que
la categoría hombre permanece cerrada. Estos cambios implican
que la mujer se queda sin categoría. En la masculina no puede
competir y en la suya propia se arriesga a perder contra un hombre.
Al hombre se le abren ambas categorías: sigue siendo el dominante
en la masculina y, si no logra triunfar ahí, tiene la posibilidad de
destacar en la femenina. Una vez más, comprobamos que la
categoría femenina se protege mediante reglas mientras que la
masculina se defiende con la fuerza física.

558 «Gymnaster får välja tävlingsklass oavsett juridiskt kön», SVT, 30/11, 2020.

559 «The Trans Women Athletic Dispute with Martina Navratilova», BBC
Documentary, 26/6, 2019.

560 Stephanie Case, «Western States Has New Rules for Transgender Athletes»,
Outside Online, 9/5, 2019.

561 Stephane Bermon, David J. Handelsman y Angelica L. Hirschberg,


«Circulating Testosterone as the Hormonal Basis of Sex Differences in Athletic
Performance», Endocrine Reviews, octubre de 2018, vol. 39, núm. 5, 803-829.

562 VeloNews.

563 Fred Drier, «Commentary: The Complicated Case of Transgender Cyclist Dr.
Rachel McKinnon», VeloNews, 18/10, 2018.

564 Armen Hammer, «Transgender Weightlifter Laurel Hubbard Sets Masters


World Records», FloElite, 1/5, 2017.

565 Dawn Ennis, «Trans Powerlifter Smashes Records and Draws Backlash»,
Outsports, 7/6, 2019.

566 «Transgender MMA Fighter Breaks Skull of Her Female Opponent. Are We
Becoming Too Careful Not to Offend Any Group of People?», BJJ World, 21/10,
2018.

567 Alan Murphy, «Exclusive: Fallon Fox’ Latest Opponent Opens Up to


#WhoaTV», whoatv.com, 17/9, 2014.

568 Martina Navratilova, «The Rules on Trans Athletes Reward Cheats and
Punish the Innocent», The Sunday Times, 17/2, 2019.
569 Isabelle Bartter, «Transwomen Won’t Be Sidelined by Bigotry», Socialist
Worker, 12/3, 2019.

570 The Football Association, «A Guide to Including Trans People in Football»,


marzo de 2016.

571 «Trans och idrott. Ingen ska lämnas utanför», RFSL, octubre de 2020.

572 SOU 2017:92, pág. 363.

573 Jon Arcelus, Walter Pierre Bouman, Emma Haycraft y Alice Bethany Jones,
«Sport and Transgender People. A Systematic Review of the Literature Relating to
Sport Participation and Competitive Sport Policies», Sports Med., 2017, 47(4):
701-716.

574 M. C. Bunck y L. J. Gooren, «Transsexuals and Competitive Sports»,


European Journal of Endocrinology, 2004, vol. 151, núm. 4.

575 J. C. Reeser, «Gender Identity and Sport: Is the Playing Field Level?», British
Journal of Sports Medicine, 2005, vol. 39, núm. 10.

576 Véase, por ejemplo, Owen D. W. Hargie, David H. Mitchell e Ian J. A.


Somerville, «People Have a Knack of Making You Feel Excluded if They Catch on
to Your Difference. Transgender Experiences of Exclusion in Sport», International
Review for the Sociology of Sport, 22/4, 2015.

577 Jodi H. Cohen y Tamar Z. Semerjian, «The Collision of Transexperience and


the Politics of Women’s Ice Hockey», International Journal of Transgenderism,
2008, vol. 10.

578 SOU 2017:92, pág. 349.

579 «The Trans Women Athletic Dispute with Martina Navratilova», op. cit.

580 https://womenintheworld.com/2015/10/01/eight-players-in-irans-womens-
soccer-team-are-men/.

581 «The Trans Women Athletic Dispute with Martina Navratilova», op. cit.

582 https://www.smithsonianmag.com/science-nature/rise-modern-sportswoman-
180960174/#Fukt0kXYIrjhYWFg.99.

583 Stephane Bermon, David J. Handelsman y Angelica L. Hirschberg,


«Circulating testosterone as the hormonal basis...», art. cit.

584 Noel Filén Hammarström, «Var som en spik i hjärtat»; https://www.svt.


se/sport/basket/noel-soker-dispens-att-spela-med-damlag.
El sexo vuelve a ser un asunto privado
Si se cuestiona la palabra «mujer», ¿qué pasa entonces con el
concepto de igualdad en general?
Como es sabido, las políticas de igualdad parten de la idea de
que existen mujeres y hombres. El objetivo de las políticas de
igualdad suecas es que mujeres y hombres tengan las mismas
oportunidades, los mismos derechos y las mismas
responsabilidades en todos los ámbitos de la vida 585 . Desde 1994
Suecia ha adoptado el concepto de integración de la igualdad, que
significa que la perspectiva de igualdad de género debe incluirse en
todas las decisiones, a todos los niveles y en todos los pasos del
proceso. Por esta razón, la consigna del trabajo del SCB (Instituto
Nacional de Estadística) es que todas las estadísticas basadas en
individuos estarán segregadas por sexo. El SCB lo expresa con la
máxima claridad: «Presentar las estadísticas por sexos significa que
las categorías de niñas y niños, mujeres y hombres serán
visibles» 586 . Todos los resultados, textos, gráficos y diagramas
deben mostrar los resultados de hombres y mujeres por separado.
Un requisito para que sea así es contar con un sistema de números
de identidad separado por sexos, como el de Suecia, que es líder
mundial en las estadísticas sobre las condiciones de vida de
mujeres y hombres. El sexo es asimismo una pregunta obvia en las
encuestas e investigaciones de todo tipo.
Cada dos años, el SCB publica un libro titulado A propósito de las
mujeres y los hombres. Compendio sobre la igualdad de género,
donde se resume el estado de la cuestión en el país: número de
mujeres y de hombres, edades, cuántos tienen estudios superiores,
cuánto ganan, quién realiza las tareas no remuneradas, cuál es su
estado de salud y su representación en los órganos políticos.
Empresas, administraciones locales, investigadores, periodistas y
activistas recurren a este libro. Aquí es donde aparece negro sobre
blanco la desigualdad en Suecia. A los que defienden que «nosotros
ya hemos alcanzado la igualdad» o que «no tenemos ningún
problema en este aspecto» puede que los datos les contradigan,
pero también a los que creen que no se está haciendo ningún
progreso.
Ahora incluso esto se cuestiona. El estudio SOU 2017:92
propone que se explore la «posibilidad de introducir una numeración
del documento de identidad totalmente neutra», que «se parta de la
idea de que la pertinencia de género parte a su vez de la
autodeterminación», así como que las encuestas, en lugar de
preguntar por el sexo, lo formulen así: «¿De qué género eres? Con
género nos referimos a identidad de género, es decir, el género que
tú sientes que es el tuyo» 587 .
Varios partidos políticos están presentando propuestas para
suprimir el sexo jurídico. El liberal Robert Hannah presentó una en el
Parlamento para eliminar la numeración del documento de identidad
segregado por sexo: «El propósito de introducir una numeración
neutra es que los individuos, muchos de ellos personas trans, no
tengan que ser “identificados por el sexo” cuando enseñan el carné
de identidad» 588 . En su moción, Hannah no explica cómo se
elaborarán las estadísticas de igualdad. Otros políticos del
Vänsterpartiet, entre ellos Nooshi Dadgostar, Linda Snecker y
Rossana Dinamarca, van en el mismo sentido y quieren explorar la
posibilidad de «introducir un sistema de numeración sexualmente
neutro» 589 . Incluso Feministiskt Initiativ quiere abolir el sexo jurídico,
así como el sistema de numeración del documento de identidad
basado en el sexo 590 .
¿Por qué querrán los partidos feministas suprimir la herramienta
más importante que tienen para trabajar en pro de la igualdad?
Tanto el partido de izquierdas como el feminista hacen hincapié en
el peso que tiene poder seguir elaborando estadísticas basadas en
la diferenciación de sexos. Sin embargo nadie explica cómo se hará
la compilación de datos cuando se haya eliminado la herramienta
que la hacía posible, y ambos partidos opinan que «la
autodeterminación del individuo debe ser decisiva». Pero ¿son los
estereotipos sexistas la base para la estadística o el sexo físico?
¿Un hombre deja de disfrutar de los privilegios masculinos el día en
que se define como mujer?
En la actualidad nos llegan demandas parecidas de todos los
ámbitos. Al principio, el filósofo Torbjörn Tännsjö era escéptico frente
a las demandas del movimiento transexual y expresaba el temor de
que «se abandonara la normalidad sexual», convencido de que
había «contundentes diferencias biológicas» entre ambos sexos 591 .
Diez años más tarde, Tännsjö no solo se ha subido al tren, sino que
aspira a ocupar el puesto de maquinista. Ahora piensa que el sexo
es un «tema privado» y exige la supresión de cualquier segregación
sexual en el Sistema de Salud, el deporte y las estadísticas 592 . «La
segregación sexual en el deporte es un error», dijo en un artículo en
el DN Debatt, ya que el género es una cuestión complicada que no
se puede definir —en cambio, se podrían hacer otro tipo de
divisiones, como mejor o peor 593 . Las mujeres tampoco deberían
tener un vestuario propio, dijo en otro artículo, para no «provocar a
las personas trans» en las instalaciones deportivas 594 .
O sea que el sexo, en opinión de Tännsjö, ya no debe ser tratado
como una cuestión social: «Empiezo a decantarme cada vez más
por dejar de hablar de sexos» 595 . Y más adelante dice que ya va
siendo hora de dejar la discriminación sexual. Pero no se refiere a la
discriminación sexual en la vida laboral, en los sueldos o en la
sanidad que beneficia a los hombres; la discriminación sexual que
Tännsjö quiere abolir es solo la que beneficia a las mujeres, como
en el deporte, la estadística o los vestuarios. En un debate filosófico,
Tännsjö explicó cómo había llegado a esta conclusión: «Todo
empezó cuando me di cuenta de que las mujeres no existen» 596 . A
las risitas del público, Tännsjö respondió, en una mesa redonda
totalmente masculina, que el concepto de mujer era innecesario:

¿Debe la mujer poder competir con mujeres que tienen


una cantidad de testosterona inferior a la suya? ¿No es eso
injusto? Bien, en ese caso lo que importa es la cantidad de
testosterona. ¿Que se quiere tener relaciones sexuales
vaginales con ella? Entonces es importante que tenga vagina.
¿Corre el riesgo de padecer hemorragias? Entonces son los
cromosomas.

Fragmentando a la mujer en diferentes partes del cuerpo,


Tännsjö consigue que la historia, la cultura y la sexualidad se
vuelvan incomprensibles —la sexualidad no equivale únicamente a
«tener vagina». Pero sobre todo imposibilita la existencia del
movimiento feminista. No se puede hablar pues de la situación de la
mujer si no se puede decir que las mujeres existen. Pero fijémonos
en que Tännsjö no argumenta a favor de que los hombres no
existan. Es cierto que durante mucho tiempo Tännsjö no
simpatizaba demasiado con los derechos de la mujer, pero se había
limitado a querer legalizar el mercado del sexo y de los vientres de
alquiler. Nunca antes se había atrevido a ir tan lejos como defender
la supresión de lo que fundamenta las políticas de igualdad. Pero
aprovechando la nueva teoría del género, puede atacar todas las
demandas del movimiento feminista a la vez que se presenta como
una persona progresista y reformista.
A menudo se dice que la razón por la que se quiere suprimir el
sexo jurídico es aliviar a los trans y poderles definir como un
colectivo específico. Por supuesto que es positivo analizar la
situación en que viven las personas trans, pero cuando
preguntamos por el sexo, lo que queremos saber es otra cosa: en
qué se diferencian las condiciones de vida de los que han nacido
con vagina de los que han nacido con pene. Si les preguntamos de
qué género se sienten, la respuesta que obtendremos será
parcialmente distinta. Las políticas de igualdad parten del sexo
biológico justamente porque existen grandes evidencias de que el
hecho biológico es relevante. No es a la igualdad entre jóvenes y
viejos, obreros y capitalistas o personas trans y cis a lo que se
refiere. Para medir estas diferencias existen otros recursos y
encuestas, pero la igualdad trata justamente de poner remedio a la
injusticia que reina entre mujeres y hombres biológicos.
Lo que proponen Tännsjö, Hannah y otros no es añadir una
perspectiva más, sino eliminar una. Quieren eliminar toda la base
sobre la que descansa el esfuerzo de Suecia en pro de la igualdad.
Sin sexo jurídico y numeración segregada por sexos desaparece la
posibilidad de analizar los ingresos, las pensiones, los índices de
delincuencia, los expedientes médicos, los patrimonios y las
asignaciones por maternidad y paternidad por sexos. El número del
documento de identidad es también básico para la integración de la
igualdad en, por ejemplo, la vida laboral y el sistema educativo.
Cuando las universidades se ponen como meta que el 50 por 100
de los nuevos profesores e investigadores contratados sean
mujeres, es el número del documento de identidad lo que les
permite calcular si logran alcanzar o no esa meta 597 . O cuando las
politécnicas intentan que se matriculen más estudiantes femeninas,
el documento de identidad es determinante 598 . Es sencillo y se
puede hacer incluso cuando el registro es anónimo. Usar el nombre
como base se ha demostrado que es mucho menos eficaz; en una
sociedad multicultural, no siempre es fácil para los reclutadores
saber a qué sexo pertenece un determinado nombre, al margen de
que muchos nombres se usan tanto para hombres como para
mujeres.
El camino de la lucha feminista desde el movimiento subversivo
hasta la política oficial no ha sido fácil. Se ha tenido que enfrentar
constantemente a resistencias en todos los niveles de la sociedad, y
a grandes sectores de la población no le gusta el trabajo que se está
haciendo en favor de la igualdad. Sería, sin embargo, políticamente
arriesgado exigir la supresión del sexo jurídico con el argumento de
que uno está en contra de la igualdad. Cuando la demanda proviene
en cambio de una posición más progresista —para hacer más fácil
la vida de una minoría—, de pronto se vuelve una meta posible para
liberales, feministas y filósofos. Entonces es sospechosamente fácil
hacer tambalear toda la política de igualdad. Incluso, y es muy
elocuente, los Sverigedemokraterna, un partido de ultraderecha,
conservador y nacionalista, también quiere suprimir el sexo jurídico
(pero en su caso sin tener que dar un rodeo y pasar por las
personas trans y las no binarias) 599 .

585 «Könsuppdelad statistik. Ett nödvändigt medel för jämställdhetsanalys»,


Instituto Nacional de Estadística, 2004, pág. 6.

586 Ibíd., pág. 9.

587 SOU 2017:92, págs. 489 y 463.

588 Robert Hannah, Moción 2016/17:58 presentada en el Parlamento, «Ett tredje


kön och könsneutrala personnummer».

589 «Förstärkta rättigheter för transpersoner», Moción 2017/18:3596 de Lotta


Johnsson Fornarve et al. (Izquierda).

590 https://feministisktinitiativ.se/politik/sexualpolitik/konsidentitet-och-konsuttryck/.

591 Torbjörn Tännsjö, «Transplanterad livmoder ett steg mot fullt könsbyte», DN
Debatt, 24/9, 2009.

592 Torbjörn Tännsjö, «Avskaffa all särbehandling...», art. cit.

593 Torbjörn Tännsjö, «Fallet Semenya visar att könsuppdelad idrott är fel», DN
Debatt, 7/5, 2019.

594 Torbjörn Tännsjö, «Kön bör vara en privatsak», art. cit.

595 Pi-samtal, «Vad skiljer egentligen kvinnor och män?», Fri Tanke, 5/12, 2019.

596 Klubb Apollo, «Finns individen? Kollektiva drömmar och den fria viljans
dilemma», 1/10, 2019.

597 Karin Thorsell, «Chalmers mål: 40 procent kvinnliga professorer om tio år»,
Tidningen Ingenjören, 18/9, 2018.

598 «Jämställdhetsintegrering: Plan med identifierade utvecklingsbehov, mål och


aktiviteter vid Luleå tekniska universitet 2017-2019».

599 «Majoritet av riksdagspartierna vill utreda tredje kön», TT, 18/1, 2018.
«Se merece una patada en los ovarios»
Llegados a este punto, uno quizá se pregunte: ¿Cómo es posible
que las propuestas de suprimir el deporte femenino, dificultar las
políticas de igualdad, esterilizar a jóvenes homosexuales, colocar a
delincuentes sexuales en las cárceles de mujeres e impedirnos que
hablemos de las mujeres se consideren progresistas? ¿Qué tienen
que ver estas propuestas con los trans? ¿Por qué no hay debate
social? Al fin y al cabo, se trata de cambios a largo plazo, y cada
uno de ellos merecería un examen a fondo en la academia, en la
política y en el debate social.
Cuando uno intenta discutirlo, enseguida se da cuenta de que no
es tan fácil, porque en tan solo diez años se ha ido extendiendo una
cultura en la que la mayoría de mujeres que intentan oponerse a ello
son víctimas de represalias. Se les cierra la cuenta de Twitter,
pierden el trabajo, se las agrede o amenaza con la violencia o
aparecen en listas de personas no gratas. Discutir la nueva teoría
del género desde el punto de vista teórico e ideológico se ha
convertido en un tabú social.
Cuando la investigadora británica Maya Forstater, que en realidad
es experta en política fiscal, expresó su opinión sobre la ley trans
británica, su jefe decidió no prolongarle el período de prueba.
Considerar que el sexo es una categoría biológica y física y no un
sentimiento no era una opinión aceptable según los que la habían
contratado, la organización Centre for Global Development. En
diciembre de 2019, el tribunal laboral británico emitió una sentencia
contra Forstater: a su juicio, sus opiniones no «eran de naturaleza
filosófica» y por eso no entraban en la categoría de la libertad de
expresión, sino que eran «absolutistas, ofensivas e insultantes» 600 .
Cuando la escritora británica J. K. Rowling expresó su apoyo a
Forstater y su oposición a la nueva teoría del género, fue víctima de
una campaña de boicot organizada. Varias librerías retiraron sus
libros de los estantes, tuvo que devolver un premio de los derechos
humanos y la prensa animó a sus fans a boicotear los productos de
merchandising de Harry Potter 601 . En los muchos artículos que se
escribieron en torno a la polémica, pocas veces o nunca se rebatía a
Rowling sobre la cuestión en sí. Un titular típico decía «Rowling es
criticada por sus pronunciamientos tránsfobos», sin explicar qué
había de tránsfobo en sus palabras.
Algo parecido le sucedió a la feminista india Vaishnavi Sundar,
que había hecho una película sobre el acoso sexual en el trabajo —
la primera de este tipo en la India. La película se llamaba But What
Was She Wearing? y estuvo lista para el 8 de marzo de 2020. Tenía
que ser un hito del movimiento Me Too de la India, pero la película
no se pudo exhibir. Como Sundar había expresado su oposición a
que los hombres que no se habían sometido a la reasignación de
sexo pudiesen, por ejemplo, ingresar en las cárceles de mujeres, se
fueron cancelando todas los pases, uno tras otro. Detrás del boicot
estaba el colectivo estadounidense The Polis Project 602 .
Cuando la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie dijo en
una entrevista «Cuando la gente pregunta “¿Las mujeres trans son
mujeres?”, mi sensación es que las mujeres trans son mujeres
trans», se desató el infierno. Le llovieron las amenazas de boicot y
Adichie, estremecida y escandalizada, se vio obligada a salir como
pudo del embrollo:

Creo que quedaba claro desde el principio que yo de


ninguna manera he afirmado que las mujeres trans no sean
mujeres. Es algo muy evidente para mí; por lo tanto, doy por
sentada esta premisa tan obvia. Está claro que son mujeres,
pero cuando hablamos de feminismo y de género y todo eso,
es importante para nosotras reconocer las diferencias
relativas a la experiencia de género. Esto era lo que en
realidad quería decir.

Adachie se escapó por los pelos, pero ha procurado no


pronunciarse nunca más sobre el tema. Peor le fue a Meghan
Murphy, una de las feministas más destacadas de Canadá y
fundadora del Feminist Current, a quien le han cerrado
permanentemente la cuenta de Twitter después de haber escrito
«Los hombres no son mujeres» 603 . Sus conferencias sobre el tema
de la identidad de género y las consecuencias que la nueva
legislación tendrá para las mujeres se han cancelado a menudo a
causa de las presiones y las amenazas 604 . Y la charla «An Evening
With Canceled Woman» que se había organizado en la biblioteca
pública de Nueva York con mujeres intelectuales que se habían visto
silenciadas o cuyas conferencias se habían cancelado a causa de
sus escritos sobre las consecuencias de la nueva legislación en las
mujeres también se anuló 605 .
En estos tiempos que corren de debates sociales acalorados, uno
puede tener la sensación de que se produce una inflación de
bloqueos en internet. Sin embargo, que alguien sea odiado no
significa que tenga razón. Y defenderse afirmando que ha sido
silenciado por el poder también se ha convertido en una argucia
retórica, con la cual la misma persona que dice que ha sido
censurada al día siguiente aparece con más seguidores todavía. Lo
que de veras ha sido censurado es lo que no llegamos a saber
nunca.
Pero la exclusión de los que intentan discutir los aspectos de la
nueva teoría del género tiene su propio mecanismo. En primer lugar,
afecta a todas las mujeres que opinan sobre el tema pero casi a
ningún hombre. En segundo lugar, no importa lo que estas mujeres
digan o lo cuidadosas y respetuosas que sean a la hora de
expresarse. La dureza con la que se las trata es la misma. A las que
intentan una aproximación intelectual al tema por regla general no
se las responde en el plano intelectual, sino que se les pone la
etiqueta de «transfobas» sin más discusión y se les insta a no
expresar nunca más su opinión. La cuestión del género se ha
convertido en un cementerio intelectual. Los polemistas masculinos
que expresan su opinión por regla general no reciben muchas
reacciones contrarias y no les anulan conferencias ni se les ataca
físicamente.
Las redes sociales siguen la misma lógica: fórums dominados por
hombres, como el sueco Flashback o el español Foro Coches,
rezuman el más burdo racismo, sexismo, transfobia, homofobia y
hasta puro nazismo sin que nadie intervenga —se considera libertad
de expresión—, mientras que los fórums dominados por mujeres
como el británico Mumsnet son cerrados o moderados con mano
dura si surgen discusiones sobre, por ejemplo, qué es una mujer.
En tercer lugar, se excluye a las mujeres de su propio movimiento
desde las plataformas que ellas mismas han contribuido a crear y
hacer crecer. Por consiguiente, no tienen adonde ir. Cuando me
encontré con Meghan Murphy en Estocolmo, en 2018, me explicó
hasta dónde la llevó su posicionamiento:

Ya no puedo volver a trabajar. Me han quitado los trabajos


que tenía en el campo del periodismo. Yo trabajaba como
redactora en rabble.ca, un periódico progresista, pero
después de criticar por escrito que la palabra «menstruantes»
sustituyese a «mujeres», se retiraron mis artículos, me
llamaron «tránsfoba» y tuve que marcharme. Arrastraron mi
nombre por el barro... No puedo entrar en los círculos
«progresistas». Yo solía tener una vida social muy activa,
conozco a casi todo el mundo en mi barrio de Vancouver.
Ahora no salgo de casa sin mi novio. No es que sea tan
conocida como para que me paren por la calle, cierto, pero
aun así tengo miedo de que alguien se acerque y me dé un
puñetazo en la cara. Me da miedo que alguien entre en mi
casa. Y puede que la gente sea amable conmigo cuando me
ven, pero cuando llego a casa veo que me han dejado como
una mierda en internet. Eso me provoca también una
sensación de paranoia 606 .

En 2016 el grupo de activistas trans Degenderettes montó una


exposición en la biblioteca de San Francisco. Los visitantes podían
ver, por ejemplo, un camisón manchado de sangre con el rótulo «I
punch terfs» y una pintura con el texto «May Terfs Wither Cold and
Alone». Había también una colección de hachas y bates de béisbol
de color rosa, según el catálogo de la exposición «un viraje del
clásico símbolo americano para defender su casa», así como una
pancarta con el texto «Die Cis Scum» 607 .
La exposición generó un gran debate. ¿Era, como defendían los
artistas que había detrás de ella, una protesta antifascista que
mostraba la vulnerabilidad de los trans? ¿O se trataba de la vieja
violencia machista contra las mujeres que ahora quedaba legitimada
gracias a una presunta aura progresista? Según los críticos
conservadores, las dos caras del debate eran la prueba de que «la
ideología de género» había invadido el espacio público, que el arte
había degenerado y que las bibliotecas públicas no deberían ni
siquiera existir, y según una parte de los socialistas, estas peleas no
eran más que una guerra cultural sin sentido que ocultaba los
conflictos reales de la sociedad.
¿Qué es entonces una «terf» y por qué hay que maltratarlas?
«Terf» es la abreviación de «feminista radical transexcluyente».
Pocas feministas —si es que hay alguna— se denominan a sí
mismas «terf», pero la palabra ha sustituido a «feminazi» como el
insulto más habitual contra las feministas. Se usa para referirse a
mujeres que creen en el separatismo feminista, que prioriza a las
mujeres en la lucha feminista, o, como el caso de Liv Strömquist,
que ha escrito una novela gráfica sobre los órganos sexuales
femeninos. Internet está lleno de declaraciones como «Terfs como
Germaine Greer son culpables de genocidio» y «si eres una terf me
gustaría que literalmente cogieras un cuchillo, te lo metieras en la
garganta y te lo retorcieras ahí dentro» 608 .
A menudo el odio va dirigido directamente al cuerpo femenino:
«Esa terf se merece una patada en los ovarios», «yo pagaría para
que alguien les arrancara los ovarios con violencia», comentaban
dos activistas trans en Twitter; «hay que ahogar a las terfs con mi
pene de chica» —una de las amenazas más frecuentes— o, a
propósito de lo que ocurrió cuando una feminista sufrió malos tratos:
«Espero que sean más las que sufran los golpes, y aún mejor si las
violan y las matan LOL» 609 .
Seguramente son pocas las feministas a las que no han acusado
alguna vez de terf. Se ha normalizado hasta tal punto que es
suficiente con llamar a una mujer «terf» para que sea expulsada o
vetada. La revista sueca Kontext Press elabora listas con el top
cinco de «feministas antitrans» y sostiene que, según estas
feministas, «no son el capitalismo, el racismo y el sexismo la raíz de
la subordinación de la mujer, sino las PERSONAS TRANS» 610 . Sin
embargo, resulta que ninguna de esas feministas ha dicho nada
parecido; lo que las hace culpables es, según Kontext Press, haber
elogiado la sororidad, haber escrito libros con títulos como Haggan
(«La bruja») o haber sido «extremadamente heterosexuales». Un
representante de las juventudes de izquierdas de Malmö hizo
imprimir bolsas de tela con el dibujo de una silla y el texto «Directo a
la cara de los tránsfobos de tu ciudad», y publicó los nombres de los
que deberían ser maltratados. Estas incitaciones a la violencia son
bastante ridículas en sí mismas. El problema con la retórica violenta
subida de tono es que por norma general se da en un contexto en el
que unos difunden odio, otros señalan los blancos, mientras que
otros se ponen manos a la obra —y no pocas veces son enfermos
mentales o agresores. Al mismo tiempo que el representante de las
juventudes de izquierdas de Malmö colgaba posts incitando al
maltrato de mujeres, Kristoffer —ahora Kim— Johansson, el
descuartizador recién puesto en libertad, creaba una cuenta en
Instagram donde posaba con armas, se llamaba a sí mismo
Terfhunter y publicaba posts con amenazas de muerte contra esas
mismas mujeres.
No existe el equivalente masculino de terf. A pesar de que casi
únicamente son hombres los que ejercen la violencia contra las
personas trans, no hay una sola palabra para denominarlos.
Tampoco existe ningún movimiento que les señale con el dedo o les
acuse de asesinar a transexuales. El grupo de artistas
Degenderettes decía en el catálogo de la exposición que querían
atraer la atención sobre los asesinatos de personas trans, y
mencionaban el caso de Brandi Seals, «una mujer trans, negra
asesinada en diciembre de 2017», así como sobre todos los que
han muerto de sida como resultado de la política de Ronald
Reagan 611 . Aun así, no son los asesinos de Seals el objeto de odio,
ni hay que pegar a Reagan con un bate de béisbol, sino a las
feministas. Justo este patrón —violencia machista / mujeres chivos
expiatorios— vuelve una y otra vez. Una gran cantidad de artículos
empiezan describiendo a los trans como víctimas de la violencia y
después pasan a atacar a las feministas. En un artículo del
Huffington Post la activista trans Kelsie Brynn Jones decía: «Cuando
una mujer cis es asesinada en Estados Unidos, la violencia contra la
mujer asesinada es eclipsada por la forma en que las mujeres trans,
en la mayoría de los casos, son mutiladas, descuartizadas o
quemadas en una orgía de odio» 612 .
O sea, Jones sostiene que el asesinato de mujeres trans eclipsa
el de las mujeres cis por su brutalidad. Las mujeres asesinadas son
entonces unas privilegiadas comparadas con las que han nacido
hombres. Pero ¿quién ejerce esta violencia? ¿Y por qué? El artículo
no dice nada al respecto. A los asesinos no se los menciona en
absoluto. En cambio, el chivo expiatorio del texto es definido como
«Terf, un colectivo poco organizado con un mensaje a favor del odio
y la exclusión de las mujeres trans». Todo el texto trata de acusar a
las mujeres que se equivocan de pronombre, y termina el artículo
con una mirada victimista: por su valiente lucha contra las terfs,
Brynn Jones había «recibido correos spam, pornografía y fui a parar
a varias listas de correo», aunque no queda claro qué relación tiene
esto con la cuestión en sí.
De esta manera se utiliza a los trans muertos como rehenes de
una campaña política que tiene pocas posibilidades de frenar las
muertes. Las estadísticas sobre los trans muertos en Estados
Unidos durante la primera mitad de la década de 2010 muestran lo
siguiente: el riesgo que corre una persona trans de ser asesinada es
relativamente más bajo que el de una persona cis, excepto cuando
se trata de personas negras o latinoamericanas, en cuyo caso es
considerablemente más alto 613 . De los 28 trans muertos en Estados
Unidos en 2017, 24 eran negros; de los 20 trans muertos en
Estados Unidos en 2018, 14 eran negros 614 . Parece que el racismo
estructural es un fuerte factor desencadenante en la mayoría de los
asesinatos. En varias de las muertes se desconocen las causas: en
algunos casos se trata claramente de un delito de odio, otros están
relacionados con las drogas o la vida en la calle, a otros les ha
matado la pareja o los clientes de la industria de la prostitución. La
mayoría absoluta de los asesinos son hombres 615 . Con la
información que tenemos a día de hoy, no se conoce ningún caso de
asesinato de persona trans por motivos feministas. Los hombres, el
racismo, la prostitución, la desigualdad económica estructural y la
homofobia son los que matan a los trans.
Y aun así las feministas son el primer blanco de Degenderettes y
muchas otras campañas antiterfs. Si Denderettes se hubiera
inventado el término MOT, Murderers Of Transpeople, y hubieran
escrito «I punch MOTS», habrían puesto el foco en los hombres que
ejercen la violencia y matan a transexuales. Entonces habrían
podido hacer causa común con la lucha feminista. Si en su análisis
hubieran visto que tanto las mujeres como las mujeres trans que
mueren en la prostitución son víctimas de la industria del sexo,
habrían podido hacer causa común con las abolicionistas. La
prostitución es una de las situaciones más letales en las que una
mujer se puede encontrar, independientemente de su sexo de
nacimiento. En cambio, el asesinato de las mujeres trans es
explotado con cinismo por una campaña antifeminista para legalizar
la prostitución. En la página web «Stop Trans Murders» se muestran
imágenes de trans que han muerto para después defender que la
solución está en la legalización del mercado del sexo, ya que la
prostitución es un trabajo necesario 616 .
En el Transgender Day of Remembrance, la RFSU colgó la
estadística de las mujeres trans muertas en Brasil. También en este
caso la mayoría eran negras, y muchas de ellas murieron en la
prostitución; aun así, la RFSU las llama «trabajadoras sexuales» y
de ese modo legitima implícitamente la causa de la muerte. El
mensaje es que la prostitución es un trabajo legítimo para las
mujeres trans. No parece que la finalidad de hablar de las mujeres
trans asesinadas responda siempre a un interés sincero, sino más
bien a la utilización de sus cadáveres para atacar verbalmente a las
feministas. Porque de forma mecánica se sitúa a las mujeres trans
asesinadas contra las mujeres asesinadas en lugar de hacerlo
contra los hombres asesinados o contra los hombres vivos que
cometen el crimen. Es tristísimo históricamente hablando y una
oportunidad perdida tanto de hacer algo contra la violencia como de
construir una alianza fuerte.
Históricamente, el movimiento feminista ha acogido a los
disidentes de la masculinidad como aliados en la lucha contra el
patriarcado. Hubo un tiempo en que el movimiento feminista y el
LGTBI estaban en el mismo bando. En esta tradición se inscribe la
feminista británica Germaine Greer, que en su libro La mujer
completa de 1999 decía:

Siempre ha existido una alianza entre las mujeres y los


que se han rebelado contra el condicionamiento machista,
sean homosexuales, travestis o transexuales, y las feministas
deben seguir impulsando estas relaciones, pero no a
expensas de negar su propia percepción de la realidad
femenina 617 .

Parece ser que ese tiempo pasó. La mano tendida de Greer fue
respondida con ataques. A causa del fragmento anterior fue atacada
durante una firma de libros en Wellington, Nueva Zelanda, y le
echaron un cubo de brillantina por encima. En una nota de prensa,
el colectivo que estaba detrás del ataque, Queer Avengers, dijo que
«el feminismo tránsfobo era del siglo XX. La emancipación de la
mujer debe significar el rechazo a las normas de género impuestas,
pelear por un concepto multicultural del género», que era
exactamente lo que había dicho Greer. Pero a partir de entonces no
basta con menos que la capitulación total.
En los últimos diez años este tipo de ataques se han vuelto cada
vez más agresivos. Desde el movimiento en favor del derecho al
voto, la lucha feminista en Occidente no ha sido víctima de
campañas parecidas. Feministas que se han pronunciado a favor de
los derechos de la mujer en relación con la nueva teoría del género
han sido, además, agredidas físicamente. En septiembre de 2017 se
celebró una concentración de mujeres en Londres bajo el lema «We
Need To Talk About Gender». Tras recibir presiones y amenazas
para cancelarla y que varios propietarios se sintieran obligados a no
ceder sus locales, las mujeres decidieron reunirse en el Speaker’s
Corner de Hyde Park 618 , un tradicional punto de reunión desde hace
más de cien años, donde nada menos que las sufragistas se
concentraron para reivindicar el derecho de las mujeres a votar. Un
grupo de manifestantes contrarios apareció con pancartas que
decían «No Debate» y «Terfs not Welcome» 619 . Las atacaron
violentamente y más tarde un hombre de veinticinco años llamado
Wolf fue condenado por haber agredido a una mujer de sesenta.
Wolf se define como mujer y anteriormente había escrito mensajes
en Twitter diciendo que pensaba ir a la concentración para «apalear
a algunas terfs». Suyo es también este comentario: «Si eres una terf
y/o piensas que las mujeres trans no son mujeres, chúpame la polla,
¡hija de puta!» 620 . Un testimonio del juicio declaró que:

Dos docenas de individuos —la mayoría hombres


enmascarados, algunos con uniforme de combate—
acompañaron a Wolf en el juicio. Tres de los seguidores de
Wolf llevaban perros peligrosos (dóberman y mastines
ingleses), así como un enorme radiocasete por el que sonaba
death metal reventándote los oídos. La mitad se quedaron
fuera del juzgado y la otra mitad entró. El machismo era
manifiesto [...]. El segundo día la manada de seguidores de
Wolf se había reducido hasta la docena. Todos eran hombres
excepto uno. Las seguidoras de MacLahan eran todas
mujeres 621 .

Una escena curiosa, ciertamente: un grupo de jóvenes


enmascarados que se reúnen para apoyar a un hombre que ha
golpeado a una mujer de sesenta años y todos están convencidos
de que son ellos las mujeres. El movimiento feminista ha pasado por
muchos conflictos a lo largo de los años, pero nunca los ha resuelto
agrediéndose entre sus integrantes. Tampoco el movimiento trans
tiene un historial de ataques a las mujeres.
Y cuando la feminista lesbiana Julie Bindel fue agredida por un
barbudo en junio de 2019, en circunstancias normales el hecho en sí
se habría interpretado como una agresión machista a una mujer,
además de un delito de odio contra los homosexuales. Pero en el
momento en que el hombre afirmó que era una mujer, este análisis
de poder quedó borrado 622 . El hombre resultó ser un tuitero
exaltado que además se hacía llamar Cathy Brennan, por una
conocida feminista lesbiana 623 . Críticos progresistas se pusieron de
su lado, convencidos de que Bindel había ejercido la violencia solo
con expresar su opinión 624 . Se produce entonces un reversal
simbólico, de un parecido escalofriante con lo que puede pasar en
una situación de abuso machista, en la que el agresor adopta el
papel de víctima alegando que él es el vulnerable. Que los hombres
adopten el papel de la mujer y agredan a esta esgrimiendo como
argumento la protesta contra la violencia contra las mujeres es una
forma especial de gaslighting, o manipulación emocional, lo cual
probablemente tiene muy poco que ver con el deseo sincero de ser
trans o mujer. En cambio estamos ante un movimiento político
neopatriarcal con el propósito de silenciar y asustar a las mujeres.
Presentándose con barba y comportándose de forma violenta,
«Brennan» manda señales muy claras a la mujer diciéndole «he
aquí un hombre dominante», a la vez que afirma que se siente
oprimido como mujer y mujer trans y por eso merece la simpatía del
mundo que lo rodea. Sin embargo, las dos caras no son posibles: un
hombre biológico con barba que no «pasa por» mujer no puede ser
tratado ni oprimido como una mujer por la sociedad. Es una forma
avanzada de manipulación, donde la posición de ambos, la del
opresor y la del oprimido, es ocupada por el mismo «Brennan», lo
cual deja a la mujer sin una posición real. Pero la idea es la clásica
de siempre: es la mujer la que provoca que el hombre le pegue por
hablar...

600 Owen Bowcott, «Judge Rules against Researcher who Lost Job over
Transgender Tweets», The Guardian, 18/12, 2019.

601 https://www.independent.co.uk/arts-entertainment/games/feature/hogwarts-
legacy-jk-rowling-harry-potter-boycott-transphobia-b485188.html.

602 Vaishnavi Sundar, «I Was Cancelled for my Tweets on Transgenderism»,


Spiked Online, 4/3, 2020.

603 «Twitter-Ban Feminist Defends Transgender Views Ahead of Holyrood


Meeting», BBC, 22/5, 2019.

604 https://dailyhive.com/vancouver/gender-identity-meghan-murphy-sfu-
cancelled.

605 Richard Bernstein, «On the Left, a New Clash Between Feminists and
Transgender Activists», The Daily Signal, 21/2, 2020.

606 Kajsa Ekis Ekman, «Feministen som kom ut i kylan», Kvinnotryck, 1/2018.

607 https://fourelementsfitness.com/2016/12/10/color-guard-an-exhibition-of-
baseball-bats-as-lgbtiq-flags-by-the-degenderettes/.

608 https://twitter.com/RobbieTravers/status/662683596336062464/ y
https://speakupforwomen.nz/dont-call-women-terfs/.

609 Citado de http://radfem.info/wp-content/uploads/2018/12/img3.png y


https://speakupforwomen.nz/dont-call-women-terfs/ och https:// terfisaslur.com/.

610 Silas Aliki, «Lista: Topp fem transfientliga feminister», Kontext Press, 15/3,
2020.

611 https://sfpl.org/uploads/files/pdfs/Degenderettes-Labels.pdf.
612 Kelsie Brynn Jones, «Trans-Exclusionary Radical Feminism. What Exactly is
it, and Why Does it Hurt?», Huffington Post, 2/8, 2014.

613 A. Dinno, «Homicide Rates of Transgender Individuals in the United States:


2010-2014», American Journal of Public Health, septiembre de 2017, 107(9):
1441-1447.

614 https://everytown.org/press/texas-moms-demand-action-everytown-respond-
to-shooting-death-of-transgender-woman-in-houston/ och https://
transgenderlawcenter.org/archives/14357.

615 Human Rights Campaign, «Violence against the Transgender Community in


2017»; «Transgender Woman Admits Shooting, Killing Transgender Wife»,
WWSB, 21/3, 2019.

616 http://www.stoptransmurders.org/.

617 Germaine Greer, La mujer completa, trad. de Mireia Bofill Abelló y Heide
Braun, Kairós, 2007, pág. 502.

618 Meghan Murphy, «Historic Speaker’s Corner Becomes Site of Anti-Feminist


Silencing and Violence», Feminist Current, 15/9, 2017.

619 https://www.youtube.com/watch?time_continue=47&v=9_d3ozhSE-U.

620 Maria MacLachlan, «The Ostensible Trial of Tara Wolf – Part 1»,
peaktrans.org, 18/4, 2018.

621 Jen Izaakson, «Trans-Identified Male, Tara Wolf, Convicted of Assault after
Hyde Park Attack», Feminist Current, 27/4, 2018.

622 https://www2.bfi.org.uk/people/cathy-brennan.

623 https://www.pinknews.co.uk/2019/06/07/radical-feminist-julie-bindel claims-


physical-attack-by-trans-person/.

624 https://www.thetimes.co.uk/article/julie-bindel-the-man-in-a-skirt-called-me-a-
nazi-then-attacked-8dfwk8jft?_ga=2.157655866.1864798478.1560328713-
723508512.1560328712.
La excepción de la interseccionalidad
Si la respuesta de la sociedad a la pregunta ¿quién es mujer? es,
por tanto, «todo aquel que se define como mujer», ¿esto también se
puede aplicar a otras categorías: la edad, la clase o el color de la
piel? ¿Están todas las categorías abiertas? Puede parecer una
comparación ingenua, pero probémoslo. Podríamos tratar la edad
como un espectro: hay muchas personas de ochenta años que
tienen el cuerpo de una de sesenta y cuarentones que han
envejecido prematuramente a causa de su estilo de vida y sus
genes. ¿Sería erróneo definir la edad únicamente a partir de los
años de vida? Siguiendo la propuesta de Tännsjö sobre el género,
deberíamos dividir las edades también por una gran cantidad de
elementos y permitir a los quinceañeros que mostraran una cierta
madurez pudieran beber alcohol, pero a los de veinticinco
inmaduros no. A la larga, uno podría cambiar de edad sin tener que
pasar por la consulta del médico, de manera que en el pasaporte
constara la edad que uno siente que tiene. Un canadiense de
cincuenta y dos años hizo justamente esto y decidió que en realidad
era una niña de seis años, y después dejó a su mujer y a sus hijos y
fue adoptado por otra pareja 625 .
Cada vez son más las personas que afirman que nacieron con el
color de piel equivocado. Pongamos que de ahí surgiera un
movimiento político: que los blancos empezaran a sentirse como
negros «internamente» y al revés, que no se hubieran sentido nunca
blancos en realidad, que se sintieran más a gusto en la «cultura
negra»; que el Estado ofreciera tratamientos para las personas que
quisieran cambiar el color de la piel y del pelo, mientras otras
pudiesen declarar que son negras sin tener que modificar nada, ya
que no se puede creer que sea «el color de la piel lo que define
quién es negro»; que a los niños que mostraran una conducta
incongruente con su color de piel se les llevara al médico para que
les administraran inyecciones y les operaran; que se dijera que los
niños cuya conducta no se corresponde con los estereotipos que se
supone que encajan con su etnicidad sufrieran tanto por tener un
color de piel equivocado que lo correcto fuera rehacerlos
médicamente. Que las cuotas de matrículas y becas universitarias
reservadas a las minorías étnicas en países donde las hay se
abrieran también para los blancos que se definen como miembros
de una minoría. Que a las personas negras se las llamara
«privilegiadas» y «de color cis» porque nunca habían tenido que
reflexionar sobre el color de su piel. Y que se exigiera que todas las
consignas como «Black Lives Matters» desaparecieran de las
manifestaciones, ya que algunos se podían sentir excluidos por esos
enunciados normativos. Que se empezara a defender que la
etnicidad no es una cuestión del color de la piel, sino de
sentimientos. Que los más oprimidos de los negros son los blancos,
porque a ellos no solo les oprimen por ser negros sino también por
ser «transraciales». Y que la investigación empezara a dedicarse
frenéticamente a encontrar diferencias raciales en el cerebro para
identificar a los blancos que realmente habían nacido con el cerebro
de una persona negra. Que los antropólogos estudiaran a las
personas que habían transitado por las fronteras de la etnicidad, no
para mostrar la lucha contra la discriminación y el apartheid, sino
para demostrar que en realidad habían nacido con el color
equivocado.
Los blancos que intentaron cambiar de raza, como la presidenta
de la NAACP, Rachel Dolezal, por ejemplo, o la modelo alemana
Martina Big, se encontraron con un claro y rotundo no. Si no lo eres,
no podrás serlo. Dolezal fue expulsada de la ejecutiva local de la
NAACP cuando se descubrió que era blanca, y todos los polemistas
(a excepción de Whoopi Goldberg) pensaban que no tenía derecho
a hablar en nombre de las mujeres negras. Dolezal —ahora Nkechi
Amare Diallo— afirma que cuando era niña dibujaba autorretratos
con una tiza marrón en lugar de beis y piensa que «el negro es un
estado de ánimo, una construcción fluida», lo cual no fue muy bien
acogido. Martina Big —ahora Malaika Kubwa— parece que ha sido
aceptada en Kenia, donde mucha gente se alegra de que quiera ser
keniana, pero en los círculos antirracistas occidentales no ha tenido
el mismo éxito. En septiembre de 2020 se descubrió también el caso
de la académica estadounidense Jessica Krug. Había basado toda
su carrera en el hecho de ser un afrolatina del Bronx, con un
hermano muerto por la policía y unos padres que eran toxicómanos,
y su apellido, Krug, provenía de un error de la policía de frontera al
escribir mal Cruz. Lo cierto es que era una mujer judía y acomodada
de Kansas. Una vez descubierta, su carrera se terminó de la noche
a la mañana, y en un artículo dijo:

Todos los pasos que he dado a lo largo de gran parte de


mi vida adulta, cada relación que he tenido, ha brotado de un
humus de mentiras envenenado con napalm [...]. Hacéis bien
en excluirme, y yo me autoexcluyo también [...]. No tengo
ninguna identidad aparte de esta. Nunca he desarrollado
ninguna. Tengo que intentar comprender cómo podré llegar a
ser una persona que no creo que debiera existir 626 .

Decir que ella es la persona que los demás ven o que la raza
está en los ojos del que mira no ayudó a Krug. Todas las
experiencias que derivan de haber «pasado por» negra durante
años quedan invalidadas de repente al no ser negra desde el
principio.

No se puede comparar totalmente a estas personas con los trans.


Tanto Dolezal como Krug mintieron sobre sus vidas e inventaron un
pasado que no tenían. Sin embargo, en el plano filosófico, es
interesante preguntarse en qué sentido se diferencian el género y la
raza, la clase y la edad. La filósofa Rebecca Tuvel, en su ensayo «In
Defence of Transracialism», sostiene que se pueden aplicar los
mismos argumentos tanto a la raza como al género: la raza como
factor de autodeterminación, la raza como experiencia de opresión,
la raza como una construcción social y la raza como una cuestión de
«pasar por», es decir, que la raza está en la mirada del otro 627 .
El ensayo de Tuvel levantó muchas críticas y ochocientos
académicos firmaron una carta de protesta en la que defendían que
la raza no podía compararse con el género, lo que decidió a la
revista de filosofía feminista Hypatia a retirar el artículo. La redactora
jefa de la revista, la filósofa británica Cressida Heyes, publicó una
disculpa. Ella misma afirmó que la raza no puede compararse con el
género, ya que «las opiniones sobre qué es la raza influyen en la
posibilidad de cambiar de raza. En concreto [...] la opinión de que la
identidad racial de un individuo procede de sus progenitores
biológicos socava la posibilidad de cambiar de raza» 628 .
Es decir: como la sociedad ha decidido que la raza / la etnicidad
es algo congénito que se hereda de los padres y no se puede
adquirir —uno no puede nacer con una raza y morir con otra—, en el
marco de esta concepción social no se puede cambiar de raza. En
resumidas cuentas, no se puede cambiar de raza porque la gente no
piensa que se pueda cambiar de raza.
Convertir el concepto de clase en una cuestión identitaria
tampoco acaba de funcionar: el aristócrata que «se siente proletario
por dentro ya que siempre le ha gustado la sencillez»
probablemente suscitaría algunas carcajadas sarcásticas.
¿Qué es lo que hace pues que otras categorías se vean como
fijas mientras que el sexo —en especial el femenino— se vea como
fluido? A pesar de todo, las categorías de clase y de etnicidad son
significativamente más fluidas en sí. Estas son realmente
construcciones sociales que no tienen significado fuera del sistema
de dominación de la sociedad. Es perfectamente posible imaginar
una sociedad sin clases. La clase trabajadora y los capitalistas
tienen las mismas funciones corporales, lo único que les diferencia
es su posición social. Una cultura puede tener centenares de
categorías raciales (recuerdo la fijación de la América española por
las clasificaciones de pardos, mestizos o criollos) o no tener
ninguna, y la gente suele tener varias etnicidades, a diferencia del
género. La última vez que alguien intentó afirmar que la clase y la
raza no estaban dotados por igual en materia de inteligencia fue en
el libro The Bell Curve, de 1994, que fue machacado por su burdo
racismo y del que solo se volvió a hablar utilizándolo como ejemplo
negativo —excepto, posiblemente, para Per Gudmundsson del
Svenska Dagbladet 629 . Hoy en día la mayoría acepta que la raza y
la clase son construcciones sociales, que es posible pertenecer a
más de una a la vez y que no siempre es fácil definir los límites. No
obstante, hay un amplio consenso social en que la raza y la clase
existen como categorías sociales reales y como jerarquías sociales
que influyen en la vida de la gente.
El sexo es sin embargo la base de la función reproductiva.
Incluso en una sociedad con paridad total, con el 50 por 100 de
hombres y el 50 por 100 de mujeres en los puestos de dirección y
en las escuelas infantiles, donde la ropa y los peinados fueran
iguales, se mantendría una diferencia: las mujeres pueden dar a luz
y los hombres no. No todas las mujeres tienen hijos, pero todas las
personas han nacido del vientre de una mujer. Hasta el momento,
nadie ha venido al mundo si no es saliendo de una mujer. La
totalidad de los casi ocho mil millones de habitantes de la Tierra han
sido creados, de la simiente al ser humano, en el cuerpo de una
mujer. Aunque parir no forme parte ni mucho menos de la vida de
todas las mujeres —una cuarta parte de todas las mujeres en
sociedades rurales no tenían hijos, en contraste con la décima parte
de hoy en día—, pertenecer a la clase de las que paren constituye la
base tanto del poder de la mujer bajo el matriarcado como de su
opresión bajo el patriarcado. Por mucho que se reasigne el sexo,
una persona con cromosomas XY no puede parir y una persona con
cromosomas XX no puede fecundar.
La procreación de seres humanos, la reproducción, es el hecho
más fundamental de la existencia, sobre la cual se construyen todas
las culturas y sociedades. Eso no significa que de ahí deban
derivarse la desigualdad y los roles de género. Existen muchas
maneras de organizar una sociedad a partir de las condiciones
materiales dadas y todas ellas dan resultados distintos. Sin
embargo, el sexo es la categoría más fija de todas y la que es
considerada la más fluida de todas. Con esta nueva teoría, el sexo
es para las mujeres aquello de lo que no podemos huir y aquello
que no podemos conservar.

¿Quizá tenga eso alguna relación? ¿Quizá es visto como algo


que fluye precisamente porque es fijo? ¿Quizá es porque el sexo,
más que las otras categorías, está asociado al deseo y a la
sexualidad, y la sexualidad es una fuerza transformadora y
transgresora en sí misma? ¿Quizá el sexo y el género están más
cerca de lo que es el núcleo de la identidad? Pero mucha gente lo
rebatiría y afirmaría que la clase y el color de la piel tienen un
significado social más relevante que el género. ¿Qué pasa pues con
el sexo, que se convierte en una excepción a las reglas de identidad
y esencia?
El hecho es que cuando aplicamos el pensamiento interseccional,
vemos que algo pasa con el concepto de sexo, algo que lo distingue
de manera clara del resto de categorías. Aplicar las herramientas
teóricas que suelen ser la mejor defensa de los colectivos oprimidos
—el privilegio de la perspectiva parcial, los privilegios y la
apropiación cultural— está prohibido en el caso del sexo. Dicho en
otras palabras: la interseccionalidad no es aplicable al sexo.
En la década de 2010, la teoría del punto de vista se hizo tan
popular en las redes sociales como el de selfi. El término se basa en
el concepto de Donna Haraway «conocimientos situados». El
concepto «conocimientos situados» parte de la idea que tus
conocimientos dependen de lo que has vivido y del lugar donde te
encuentras. Un hombre de Wall Street no tendrá la misma
cosmovisión que un rohingya de Myanmar. Lo más probable es que
un hombre de Wall Street piense que uno puede llegar a ser lo que
quiera solo con esforzarse, mientras que lo más probable es que un
rohingya de Myanmar piense que nuestro destino está en manos de
Dios. Y para comprender una cuestión social hay que tener
experiencia en ello. Es una idea básica obvia incluso dentro del
marxismo: se puede obtener el mejor conocimiento de una cuestión
a través de la experiencia práctica. Ya lo dijo Mao: «los únicos que
tienen auténticos conocimientos de primera mano son las personas
que en el mundo se dedican a la práctica» 630 . De algún modo esta
idea está en la base del pensamiento interseccional: quien haya
estudiado a fondo el racismo y el sexismo por haber sido víctima de
él, por ejemplo, tiene más posibilidades de acumular conocimientos
sobre el tema que el que no lo ha hecho. La teoría es la brújula, y la
práctica el mapa. Sin la práctica, no hay mapa para poder
comprobar la validez de la teoría. Pero la práctica, sola, para los
marxistas, no nos proporciona el análisis. La práctica puede estar
basada en una situación de excepcionalidad que no se puede
comprender si no se sirve de una teoría para situar la experiencia en
un todo. Puede ser que te encuentres en un mapa pero en la cima
de una montaña y creer que todo el mundo está compuesto por
montañas. Los que únicamente parten de la experiencia se parecen
a lo que Mao llamó «los prácticos vulgares»:

[...] respetan la experiencia pero desprecian la teoría, y en


consecuencia no pueden tener una visión que abarque un
proceso objetivo en su totalidad, carecen de una orientación
clara y de una perspectiva de largo alcance, y se contentan
con sus éxitos ocasionales y con fragmentos de la verdad. Si
esas personas dirigen una revolución, la conducirán a un
callejón sin salida 631 .

Teoría y práctica es una combinación imbatible y todos los


movimientos políticos que han triunfado las han combinado. La
práctica ha pasado de ser casi menospreciada y tratada como la
prueba de que una persona es «parcial» a estar en auge y ser
considerada una de las mejores vías para aprender algo en nuestro
tiempo. Quien cuenta con una experiencia directa es ahora una
autoridad.
La apropiación es otro de los conceptos que los intelectuales
desfavorecidos han utilizado con éxito para denominar el fenómeno
de un grupo dominante que se aprovecha de la cultura y la identidad
de un grupo oprimido. James O. Young, autor de The Ethics of
Cultural Appropiation, dice que existen diferentes clases de
apropiación: la material, como cuando un museo europeo exhibe
objetos robados de países colonizados; la estilística, como cuando
un artista europeo copia el folclore de un país colonizado, así como
la apropiación de sujeto: «cuando alguien de una cultura representa
a los miembros o los aspectos de otra cultura» 632 .
Ahora una pátina de ridiculez recubre esta palabra, ya que a
menudo se la utiliza para criticar manifestaciones individuales, como
cuando un blanco lleva rastas o un vestido con dibujos africanos;
pero como demuestra Lauren Michele Jackson en su conjunto de
ensayos White Negroes. When Cornrows Were in Vogue and Other
Thoughts on Cultural Appropiation, es más bien un tema de
trasferencia de poder y de capital 633 . Un grupo desfavorecido
económicamente es utilizado como pool de recursos para generar
ideas que generen beneficios para el grupo dominante. Por ejemplo,
las cadenas Taco Bell, Taco Bar e Indiska son propiedad de
personas blancas que ganan dinero gracias a otras culturas. La
mayor parte de los libros de cocina sobre gastronomía china, india y
mexicana se comercializan en Occidente y sus autores son blancos.
Las manifestaciones culturales de los negros americanos «afloran»
convirtiéndose en memes que son comercializados por las
empresas, pero los beneficios se quedan ahí arriba. La apropiación
es estructural y una explotación cultural lucrativa.
Sin embargo, algo raro ocurre cuando el género entra en escena.
De repente todo el aparato conceptual de la interseccionalidad
queda fuera de juego y ni la experiencia vivida ni los privilegios ni la
apropiación cultural son aplicables. Exactamente las mismas
personas que habitualmente usan esos conceptos los apartan a un
lado cuando se trata del sexo. Cuando Kendall Jenner posa para la
revista Vogue con un peinado afro, se la critica por dedicarse al
blackfishing, es decir, apropiarse de la apariencia física de las
personas negras. Cuando su padre, Bruce Jenner, se cambió el
nombre y pasó a llamarse Caitlyn, se puso pechos y vagina, fue
nominado a la Mujer del Año.
Meredith Talusan dijo en The Guardian que el género y la raza
son incomparables: la decisión de Dolezal de ser negra fue una
elección, pero cuando un hombre decide pasar a ser mujer solo está
expresando la verdad sobre quien es. Esto porque el género es
eterno, claro:

Los médicos no hacen constar nuestra raza o color de piel


al nacer, sino nuestro sexo. La gente que se aliena de su
supuesto sexo y se define a sí misma como perteneciente a
otro género existe desde las primeras fuentes históricas que
tenemos; la raza es un invento de la Edad Media europea.
Dolezal se definió a sí misma como negra, pero yo soy una
mujer y otras personas trans son del sexo que sientan como
suyo 634 .

O sea, que el concepto de sexo es más antiguo que el de raza —


cierto. Pero ¿por qué eso debería significar que no se pueda
cambiar de raza? La filósofa Talia M. Bettcher y la catedrática de
Estudios de Género Susan Stryker, en su introducción a una
antología sobre el feminismo trans, dicen que un análisis
interseccional exige que el sujeto oprimido pueda hablar y definirse
a sí mismo para después contar que

el New York Times publicó un artículo de opinión firmado por


Elinor Burkett, «What Makes a Woman?», en el que la autora,
una directora de cine feminista, daba por sentado que tenía
derecho a dar una respuesta a la pregunta que excluía a las
mujeres trans de su definición... 635 .

Los sujetos oprimidos se pueden definir a sí mismos... excepto


las mujeres. Estas no deben ni siquiera discutir la definición de su
propio colectivo. Bettcher y Stryker no entran a discutir la cuestión
en sí, sino que se limitan a afirmar que Burkett no tiene derecho
alguno a tener una opinión sobre el tema. La frase «daba por
sentado que tenía derecho» evidencia que casi rozaban la
indignación por el descaro de Burkett al reflexionar sobre su propio
grupo. Las autoras defendían, en cambio, remitiéndose a la activista
trans Sylvia Rivera, que «las mujeres que han intentado pelear por
su cambio de sexo o por ser mujeres ¡expresaban la verdadera
emancipación de la mujer!» 636 .
O sea, que las mujeres no tienen el derecho de la «experiencia
vivida» cuando se trata de su propio grupo. Tampoco se puede usar
el concepto «privilegios masculinos» —esta herramienta ha sido
declarada no válida por innumerables autoridades en este campo.
Kat Callahan explica en su escrito «Las feministas cis deben
entender los privilegios masculinos provisionales»: «Yo tengo
muchos privilegios y la mayoría de ellos no tienen nada que ver con
que me asignaran el sexo masculino al nacer». Y continúa diciendo
que él es blanco y creció en el seno de una familia adinerada, pero
que «desde muy joven, en primero o algo así, no tuve amigos» 637 .
Callahan cuenta que se burlaban de él y le hicieron bullying cuando
era niño, que le arrojaron una pelota de baloncesto a la cara y que
los maestros pensaban que lo que decía estaba mal y que era mejor
que permaneciera callado. Por eso, dice Callahan, «no tengo la más
remota idea de qué es ser tratado como un niño».
Lo que se nos está diciendo aquí es que un episodio triste, y por
desgracia demasiado habitual, de bullying y de marginalidad
contribuyó a que esta persona fuera menos hombre. Lo esencial de
esta historia es que un niño no puede vivir estas cosas, a un niño
sencillamente no se le hace bullying y que si un niño sufre bullying,
no es un niño. Uno se pregunta: ¿cómo puede existir la
masculinidad si se basa en la dominación y en arrojar pelotas de
baloncesto a otros chicos pero los que reciben la pelota en la cara
de repente dejan de ser chicos?
A pesar de que este análisis cojee, los razonamientos como el de
Callahan tienen la función de neutralizar la herramienta que
constituye la palabra «privilegiado». Arrancando la herramienta de
las manos de la mujer y apuntando hacia ella, consigue que esta no
le apunte a él: ella es la privilegiada. Ella no puede decir que se
siente apropiada por él, que él es un privilegiado. Las herramientas
se han vuelto mudas de repente, no tienen ningún efecto. El aparato
conceptual de la interseccionalidad está perfectamente adaptado
para ser usado por las mujeres pero ha sido neutralizado porque en
el momento en que un hombre pronuncia las palabras «no, yo soy la
mujer», es él quien toma el relevo y se lo queda. Entonces ocurre lo
contrario: las herramientas son usadas contra ella.
¿Y cómo ha sucedido todo esto? Un buen ejemplo lo tenemos en
la disputa en el seno del partido laborista británico. Nunca ha habido
una presidenta pero no hay ninguna norma escrita que diga que
tenga que ser un hombre. Aun así, siempre ha sido un hombre, una
elección tras otra desde hace años. Para aumentar el número de
parlamentarias, se han introducido listas a las que solo pueden optar
mujeres. Cuando el partido adoptó la nueva definición de género en
2018, todas las personas que se definían como mujer optaban a la
lista, era tan fácil como poner la cruz en la casilla «Mujer».
Trescientas mujeres abandonaron el partido como protesta, ya que
en teoría la lista ya no tenía ningún sentido 638 . Un escenario
parecido se produjo cuando la empresa bursátil Nasdaq propuso en
diciembre de 2020 una regla que establecía que todas las empresas
incluidas en la lista necesitarían como mínimo una persona que se
definiera como mujer en la junta directiva, así como una que se
definiera como LGTBI o perteneciera a un colectivo minoritario.
Según la propuesta, era suficiente con que la mujer se definiera
como tal «sin tener en cuenta el sexo asignado al nacer de la
persona en cuestión» 639 .
La propuesta parece estar basada en el pensamiento
interseccional, pero la realidad material de las mujeres no se
considera importante. Un análisis verdaderamente interseccional
habría puesto de manifiesto que la realidad material de las mujeres
es la base de una opresión específica, tan específica como la que
sufren las personas de las minorías o el colectivo LGTBI. La
interseccionalidad se ocupa de las diferentes relaciones de poder,
pero la relación de poder basada en el sexo biológico no merece
ninguna consideración expresa.

625 Brie Borrell, «Trans Age: The Reality», The Pawprint, 17/1, 2019.

626 Jessica A. Krug, «The Truth, and the Anti-Black Violence of My Lies»,
Medium, 3/9, 2020.

627 Rebecca Tuvel, «In Defence of Transracialism», Hypatia, primavera de 2017,


vol. 32, núm. 2, 263-278.

628 Citado en Rebecca Tuvel, «In Defence of Transracialism», art. cit.


629 Es un hecho interesante desde el punto de vista histórico, y que en sí
demuestra la validez de la teoría de la base y la superestructura, que en el mismo
momento en que las desigualdades empiezan a desbocarse y el sistema del
estado del bienestar se está desmantelando, tanto en Occidente como en Oriente,
surjan un montón de teorías que sostienen que mujeres y hombres, ricos y
pobres, negros y blancos son diferentes por naturaleza.

630 Mao Tse-tung, «Sobre la práctica», en Obras escogidas de Mao Tse-tung,


Ediciones de lenguas extranjeras, 1968, pág. 322.

631 Ibíd., pág. 327.

632 James O. Young, «The Ethics of Cultural Appropriation», Dalhousie Review,


2000, vol. 80, núm. 3.

633 Lauren Michele Jackson, White Negroes. When Cornrows Were in Vogue and
Other Thoughts on Cultural Appropriation, Beacon Press, 2019.

634 Meredith Talusan, «There is No Comparison between Transgender People


and Rachel Dolezal», The Guardian, 12/6, 2015.

635 Talia M. Bettcher y Susan Stryker, «Trans/Feminisms», Transgender Studies


Quarterly, mayo de 2016, vol. 3.

636 Ibíd., pág. 9.


637 Kat Callahan, «Cis Feminists Need To Understand “Provisional” Male
Privilege»; https://roygbiv.jezebel.com/cis-feminists-need-to-understand-
provisional-male-pri-776071122.

638 Aubrey Allegretti, «300 women to quit Labour to protest all-women shortlist
update», Sky News, 1/5, 2018.

639 https://listingcenter.nasdaq.com/assets/RuleBook/Nasdaq/filings/SR-
NASDAQ-2020-081.pdf.
Biología y cultura: un enfoque dialéctico
Volvamos atrás y recordemos las palabras de Catharine
MacKinnon al inicio del libro:

Mi pregunta principal era de QUÉ está construido el sexo


socialmente. Mi respuesta, en la que aún creo, es la
sexualidad. La sexualidad en sí no es biológica sino social, o
sea, que la construcción es también lo construido, lo cual es
lógico ya que no hay espacio fuera de la sociedad 640 .

Seguramente MacKinnon va en la buena dirección y su


focalización en el poder y la opresión la distingue de las teóricas
queer como Judith Butler que raras veces hablan de jerarquías entre
sexos.
Pero decir que la sexualidad es el pilar del sexo es como decir
que el dinero lo es de la sociedad de clases —una confusión
catastrófica entre la causa y el efecto. Naturalmente que la jerarquía
sexual es un criterio para medir las relaciones de poder, igual que el
dinero puede ser un criterio para medir las diferencias de clase.
Pero ¿por qué las diferentes clases tienen diferentes cantidades de
dinero? Pues a causa de su rol en el sistema de producción. Y ¿por
qué los distintos sexos ocupan distintos lugares en la jerarquía
sexual? Pues a causa de sus roles en el sistema de reproducción.
La reproducción es el pilar del patriarcado, igual que la producción
es el de la sociedad de clases. Existen dos sexos, por razones
reproductivas. Y esto no tiene por qué generar necesariamente
ninguna desigualdad: es la organización de la reproducción lo que
determina cómo será la cosa, igual que es la organización de la
producción lo que determina si habrá una sociedad de clases y
cómo se estratificará.
El materialismo dialéctico nos permite hacer un análisis que
incluya la realidad material y las relaciones de poder social. Tanto
los biologistas que piensan que todo está en la naturaleza y el
cerebro como los constructivistas que piensan que todo está en el
discurso y en la cultura tienen, en el fondo, una visión metafísica de
la existencia. ¡Nada puede cambiar si no se mueven las cosas! Si
todo está en la naturaleza, no hay salida; si todo está en la cultura,
no hay entrada. Los que piensan que todo está en la naturaleza no
pueden responder a la pregunta ¿cómo salimos de aquí? Y los que
piensan que todo está en la cultura no pueden responder a la
pregunta ¿por qué llegamos hasta aquí? Unos ven la existencia
como algo grabado en la piedra y los otros, como algo que fluye en
un océano sin brújula. Ninguna de las dos teorías nos da las
herramientas para cambiar la existencia ni nos ayuda a comprender
por qué la existencia, efectivamente, cambia. La frase de
MacKinnon «no hay espacio fuera de la sociedad» es claustrofóbica
y, en el fondo, una teoría desesperada. Las mujeres ni existen más
allá del patriarcado, estamos hechas de lo que odiamos; la
sexualidad es, para siempre, una relación de poder con el hombre
arriba y la mujer debajo, y es mujer quien está debajo. Para ser una
mujer, piensa MacKinnon, «hay que vivir en la situación de la mujer
en la sociedad. Es lo que hacen las mujeres trans, y por experiencia
sé que contribuyen con puntos de vista muy valiosos» 641 . Esto
último es del todo cierto: la posición que ocupan las mujeres trans
les da la posibilidad de tener una comprensión única de lo que es el
sexo y el género, y de las diferencias en como son tratados mujeres
y hombres en la sociedad. Pero ¿qué es el sexo si dejamos de lado
la biología? Una mujer, según MacKinnon, está por definición
subordinada y no hay nada más allá de esto. Pero entonces, ¿ cómo
llegamos a alguna parte?
Para el materialismo dialéctico existe ciertamente algo natural, un
espacio independiente de la sociedad y del lenguaje. Una mujer
embarazada es algo material, un hecho biológico que resultará en el
nacimiento de un niño nueve meses más tarde, al margen de cómo
sea comprendido este hecho desde el lenguaje o desde la cultura.
No podemos abstraerlo ni darle rodeos, pasará de todas formas.
Tampoco es posible que un hombre biológico se quede embarazado
por mucho que cambien los roles de género. Podemos crear una
sociedad que carezca de palabras para nombrar el sexo, o una
sociedad donde la mujer tenga todo el poder y muerda a sus
amantes durante el coito, como la mantis religiosa, o una sociedad
en la cual se espere que los hombres solo se enamoren de
hombres... pero los hombres seguirán sin poder quedarse
embarazados.
Esta afirmación no es controvertida en sí misma si uno no es
biologista. Únicamente para el biologista el reconocimiento de una
realidad natural por fuerza significa que una determinada sociedad
deriva de ella. Quien acepta las premisas del biologista —que el rol
de género deriva del sexo— debe entonces negar el sexo para
poder negar los roles de género. Esto nos conduce a una postura
totalmente ajena a la realidad, donde nuestros cuerpos se vuelven
aterradores y peligrosos y deben ser ignorados —como si fueran
reaccionarios en sí mismos. Justamente lo que opina el biologista.
El materialismo dialéctico no tiene ningún problema en ver el
sexo biologista como una realidad. El hecho de que las mujeres
puedan parir y los hombres no es tan fundamental que hace que las
condiciones de vida para ambos sexos sean radicalmente distintas.
Independientemente de las formas sociales, hay unas
consecuencias obvias derivadas de esta premisa. Las mujeres
saben a través de su cuerpo cuándo van a ser madres. Los hombres
saben que serán padres cuando una mujer se lo dice. Ninguna
madre duda de quién es la madre de su hijo, un padre siempre
puede dudar. Los hombres pueden abandonar un feto con solo salir
por la puerta, la mujer necesita un médico y una ley del aborto. Los
hombres pueden tener centenares de hijos al mes, las mujeres uno
al año. El cuerpo de la mujer se ve alterado cuando tiene un hijo, el
de los hombres no. Ser mamá duele, ser papá no. Las mujeres
pueden alimentar a sus hijos con su cuerpo, los hombres no. Las
mujeres sangran cada mes, los hombres no. Un pene puede dañar
una vagina, una vagina no puede dañar un pene, a no ser que tenga
el frenillo corto.
Sin embargo, no es la naturaleza sola la que decide sobre las
estructuras sociales. La naturaleza coopera con la cultura y las
relaciones de poder vigente en un momento dado para crear la
totalidad. Y los cambios provocados por la cultura y la sociedad
también pueden influir en la naturaleza. Una visión dialéctica presta
atención a los hechos objetivos pero no piensa, como los
metafísicos, que la biología sea el destino; al contrario, es en la
confluencia de naturaleza y cultura donde encontramos la respuesta
de por qué la sociedad es como es. La dialéctica entre naturaleza y
cultura se manifiesta en los conceptos de sexo y de género. La
biología, como Yvonne Hirdman dice:

No conduce en sí misma a la superioridad masculina. No


crea en sí misma la normatividad masculina. Afirmar que algo
es natural no significa que debamos aceptar una serie de
fenómenos derivados de ello y eternamente entendidos como
naturales: que las mujeres tienen que estar atadas al hogar, a
la cotidianidad, etc. 642 .

No hay ninguna sociedad en la que las mujeres no menstrúen,


pero la gestión de la menstruación sí que varía enormemente entre
sociedades. En la patrilineal la regla es un tabú. En la matrilineal se
celebra una fiesta cuando a una niña le viene la regla por primera
vez. Dicho de otra manera, tanto las sociedades patrilineales como
las matrilineales se han desarrollado con la biología como base.
Podemos imaginar una sociedad en la que quien da a luz tenga todo
el poder, exactamente igual que en las sociedades en las que quien
fecunda tiene todo el poder. También podemos imaginar una
sociedad igualitaria. Pero si queremos entender por qué las
sociedades matrilineales raras veces devienen matriarcados, la
respuesta es tan sencilla como que la mujer no necesita encerrar al
hombre para saber que el hijo es suyo. Por consiguiente, puede
transferir las propiedades y las creencias al hijo sin tener que
controlar al marido.
Pero si la estructura social es patrilineal y la propiedad es
privada, se tiende al patriarcado y a la opresión sexual de la mujer.
Tal como señala Elisabeth Hermodsson: «Para estar seguro de su
paternidad, el hombre tiene que controlar la sexualidad de la mujer...
En cambio, para estar segura de su maternidad, no hace falta
controlar al hombre. La maternidad es una realidad manifiesta» 643 .
El sistema para limitar las posibilidades sexuales de la mujer se
desarrolla solo en sociedades patrilineales que también mantienen
la propiedad privada. Pero este sistema —mutilación genital, atar los
pies, la obligatoriedad de ir cubiertas del todo, el tabú de la mujer
que sale sola de casa— más tarde ha evolucionado hasta ser un
rasgo cultural con vida propia. Son estos símbolos de la opresión los
que hoy día llamamos «género» o «roles de género». Conceptos
sexualmente connotados como «bastardo», «virginidad» o
«lascivia» no se pueden entender si se desvinculan del rol de la
reproducción. Y esto es así porque es la mujer quien da a luz y, por
ello, es la persona que transmite la herencia y el apellido y en quien
se ven las consecuencias de la sexualidad. Desvincular, como hace
Catharine MacKinnon, la reproducción de la sexualidad y pensar
que la sexualidad tiene vida propia y provoca la opresión ella sola
hace que la cuestión sea incomprensible desde el punto de vista
histórico y, por consiguiente, irresoluble. Entender qué son el sexo y
el género es una obligación para entender el origen del patriarcado y
poder trabajar en favor de su disolución.

640 Cristan Williams, «Sex, gender, and sexuality...», art. cit.

641 Ibíd.

642 Yvonne Hirdman, Genus: om det stabilas..., op. cit., pág. 83.

643 Elisabeth Hermodsson, «Det tillåtna modersmordet», en Birgitta Onsell (ed.),


Någonting annat har funnits, Carlsson, 1999, pág. 104.
Sobre la palabra «mujer»
Si no supiéramos qué es una mujer e hiciéramos una búsqueda
en los archivos de la historia, nos quedarían claras dos cosas: es
una palabra usada por los hombres y designa algo que no les gusta
demasiado.
Bajo el patriarcado la palabra «mujer» ha pertenecido al hombre.
Desde los textos de la Antigüedad hasta finales del siglo XIX, la
palabra «mujer» se utiliza en un contexto denigrante en la mayoría
de los casos. La mujer es una pecadora o una subordinada cuando
no es una no-persona. Aparece por primera vez en el Antiguo
Testamento como una ayuda al hombre y se la llama varona
«porque del varón fue sacada», para ser castigada a parir con dolor
y obligada a obedecer al hombre. Después se la borra de la historia
con largas listas de hombres que tuvieron hijos varones ellos solos.
En el Rigveda se declara que la mujer «tiene poco intelecto» y «el
corazón de una hiena», y en la antigua Grecia la mujer no puede
participar en rituales por prohibición expresa 644 . Para Aristóteles la
mujer es una discapacitada condicionada por la naturaleza, un error,
según Tomás de Aquino, y un ser que por sus anchas caderas haría
bien en quedarse sentada, según Lutero. Para Balzac es una
propiedad y un apéndice del hombre, y para Proudhon es tan inferior
moral y intelectualmente que tiene el valor de ocho veintisieteavas
partes del hombre 645 .
Una se queda ojiplática, pero es bastante descorazonador hacer
una búsqueda de la palabra «mujer» en las bases de datos que
contienen textos históricos y clásicos. En rarísimas ocasiones
aparece en términos positivos, ni siquiera neutros. Uno tras otro, los
hombres —científicos, líderes religiosos, políticos— explican qué es
una mujer y cuál debe ser su lugar. Para una lectora, el peso de una
historia milenaria, mucho antes de la aparición del capitalismo y la
industrialización, tiene un efecto claramente demoledor.
Pero hacia finales del siglo XVIII ocurre algo.
Las mujeres empiezan a recuperar la palabra «mujer».
En 1761 Hedvig Charlotta Nordenflycht escribe En defensa de las
mujeres; en 1792 Mary Wollstonecraft, su Vindicación de los
derechos de la mujer; en la primera mitad del siglo XIX, Fredrika
Bremer plantea la causa femenina en forma de novela; en 1878
Maria Deraismes organiza el primer congreso internacional de
mujeres. Una tras otra, esas mujeres explican que lo que los
hombres han dicho sobre ellas a o largo de los siglos no es cierto.
Los hombres empiezan a seguirles y el marqués de Condorcet en
Francia o Qasim Amin en Egipto se pronuncian a favor de la
igualdad entre hombres y mujeres.
En aquel momento frases como congreso para la causa
feminista, uniones en favor del sufragio femenino, desfiles de
mujeres o publicistas femeninas invaden la prensa. A principios del
siglo XX la palabra «mujer» aparece a menudo asociada al
movimiento sufragista. En la segunda mitad del siglo y a principios
del siglo XXI el uso de la palabra «mujer» eclosiona definitivamente.
Ahora es casi una rareza ver la palabra en un contexto de
infravaloración, a no ser que sea para citar un texto histórico o
referirse a una opinión distinta a la del autor. La palabra «mujer»
tiene ahora otro significado: de ser inferior ha pasado a designar un
sujeto político oprimido con derecho a luchar. «Mujer» se ha
convertido en un grupo que no solo existe en sí mismo sino también
por sí mismo (una clase social que existe en sí misma es un grupo
que objetivamente tiene unas condiciones de vida y posición
comunes pero no tiene por qué ser consciente de ello. Cuando
deviene una clase por sí misma, sabe que existe, ve cuáles son sus
condiciones y se organiza políticamente). La palabra «mujer» ha
cogido fuerza, tiene poder, los milenios de esclavitud y de ira
legítima la hace vibrar. La palabra «mujer» ya no es del patriarcado,
ahora es la palabra propia de las mujeres.
Cuando una herramienta deja de ser útil, se desecha y la palabra
«mujer» no es solo una herramienta inútil para el patriarcado, sino
que además es peligrosa, ya que ha caído en manos del movimiento
de resistencia. Por consiguiente, hay que neutralizarla.
Al fragmentar, remover y partir en pedazos la palabra, reducirla a
miembros del cuerpo y darle el significado opuesto, añadiendo un
prefijo, al ponerle el sello de problemática, difamar a los que la usan
y cuestionar la legitimidad de su existencia, se abre una guerra con
la intención de imposibilitar que la mujer sea un sujeto político. Pero
esta guerra no es el resultado de una conspiración consciente, es un
proceso orgánico que restablece el poder perdido. Un proceso que
no podría llevarse a cabo si no se interpretara como un tema de
derechos humanos con aires progresistas. De repente, en la
conciencia colectiva, el progreso, los derechos humanos y la
inclusión se han convertido en sinónimos de la supresión de la
palabra «mujer». En realidad, esto tiene muy poco que ver con la
cuestión «trans». Más bien las personas trans son utilizadas para
justificar un backlash del patriarcado que hace tambalear al
movimiento feminista suprimiendo su concepto central.
Sin la palabra «mujer» es difícil que exista un movimiento
feminista. Sin la palabra «mujer» se hace difícil pensar y hablar
sobre la situación de la mujer. Sin la palabra «mujer» es imposible
entender la opresión a la mujer.
La opresión no desaparece con la eliminación de la palabra. Las
mujeres seguirán quedándose embarazadas y pariendo hijos. Las
mujeres seguirán haciendo la mayor parte del trabajo reproductivo
en la Tierra y poseyendo menos de un uno por 100 de los recursos;
nosotras seguiremos siendo la mayoría de las víctimas de delitos
sexuales y de la violencia doméstica; seguiremos sufriendo
discriminación laboral; seguiremos siendo invisibles en la ciencia
médica; seguiremos amando más y recibiendo menos; seguiremos
siendo unas explotadas económica, física, sexual y
emocionalmente.
Solo que no podremos comprenderlo ni sabremos explicarlo. No
sabremos qué decir. Cuando intentemos luchar por nuestros
derechos, nos daremos cuenta de que nuestro grupo no tiene
nombre. El teléfono al que llamar no existe.

644 Rigveda 8: 33: 17 y 10: 95: 15; bloque de mármol en Tasos, datado en 450-
425 a.C.

645 Simone de Beauvoir, El segundo sexo, op. cit., pág. 179.


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to Security Reasons», DH News, 1/11, 2019.
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transpersoner – saknar stöd», SVT Nyheter, 9/10, 2019.
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— «Fallet Semenya visar att könsuppdelad idrott är fel», DN Debatt,
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— «Avskaffa all särbehandling på grund av kön», DN Debatt, 2/1,
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— «Kön bör vara en privatsak», DN Debatt, 8/1, 2020.
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THIRANI BAGRI, Neha, «“Everyone Treated Me Like a Saint” – in Iran,
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«Trans Teenager Lily Madigan Voted in as a Labour Women’s
Officer», The Times, 20/11, 2017.
«Transgender Woman Admits Shooting, Killing Transgender Wife»,
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300 litteraturprofiler: «Transpersoners rättigheter är mänskliga
rättigheter», DN Kultur, 26/10, 2020.
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Holyrood Meeting», BBC, 22/5, 2019.
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er niet geweest was”», HP De Tijd, 1/9, 2019.
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Attack by Trans Person», Pink News, 7/6, 2019.
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WILLIAMS, Cristan, «Sex, Gender, and Sexuality: An Interview With
Catharine A. MacKinnon», The Conversations Project, 27/11,
2015.
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from Those of Cisgender People?», The Scientist, 1/3, 2018.
WINTHER, Sarah Marie, «Egg-Freezing Is Giving Young Trans Men
Hope for Starting a Family», Vice Magazine, 16/8, 2017.
«Woman Billboard Removed After Transphobia Row», BBC News,
26/9, 2018.
«Women Are Not the Only Ones who get Abortions», Rewire News,
1/3, 2019.
WOLF, Naomi, «Do We Still Need Women-Only Spaces?», The
Guardian, 15/2, 2013.
YOUNG, James O., «The Ethics of Cultural Appropriation», Dalhousie
Review, 2000,vol. 80, núm. 3.

OTROS TIPOS DE DOCUMENTOS

«A Guide to Including Trans People in Football», The Football


Association, marzo de 2016.
Curriculum Vitae, Diane Ehrensaft, Ph. D. https://files.eqcf.org/ wp-
content/uploads/2016/09/35-Doe-MPI-UNDER-SEAL.pdf.
FAQ sobre la disforia de género como patología, RFSL, 14/2, 2019.
Good Practice across the Counselling Professions 001: Gender,
Sexual, and Relationship Diversity (GSRD), British Association for
Counselling and Psychotherapy, 2017.
IGLYO, Dentons, Thomas Reuters Foundation och Nextlaw, «Only
Adults? Good Practices in Legal Gender Recognition for Youth. A
Report on the Current State of Laws and NGO Advocacy in Eight
Countries in Europe, With A Focus on Rights Of Young People»,
noviembre de 2019, https://www.iglyo.com/wp-
content/uploads/2018/09/Board-Applications-2018.pdf.
«Jämställdhetsintegrering: Plan med identifierade utvecklingsbehov,
mål och aktiviteter vid Luleå tekniska universitet, 2017-2019».
«Kunskap om genus», Nationella sekretariatet för genusforskning,
https://www.genus.se/ord/cis/, leído en enero de 2018,
https://listingcenter.nasdaq.com/assets/RuleBook/Nasdaq/filings/
SR-NASDAQ-2020-081.pdf.
Press Release: «Texas Moms Demand Action, Everytown Respond
to Shooting Death of Transgender Woman in Houston»,
Everytown For Gun Safety, 18/12, 2017.
Pre-School Activities Inventory, The Psychometrics Centre,
Cambridge Judge Business School.
«Reklamera!», Sveriges Kvinnolobby, 2013.
«Sex Reassignment Surgery Market Size By Gender Transition
(Male to Female [Facial, Breast, Genitals], Female to Male
[Facial, Chest, Genitals]), Industry Analysis Report, Regional
Outlook, Application Potential, Price Trends, Competitive Market
Share & Forecast, 2020-2026», Global Market Insights, marzo de
2020.
«Trans och idrott. Ingen ska lämnas utanför», RFSL, octubre de
2020. «Transgender Factsheet», Ilinois Department of Health,
15/2, 2017. Transparency Market Research, «Sex Reassignment
Surgery Market. Global Industry Analysis, Size, Share, Growth,
Trends, and Forecast 2018-2026».
«Wpath Consensus Process Regarding TRANSGENDER and
TRANSSEXUAL-RELATED DIAGNOSES in ICD-11», 31/5, 2013.
PROGRAMAS DE TELEVISIÓN

«The Trans Women Athletic Dispute with Martina Navratilova», BBC


Documentary, 26/6, 2019.
Uppdrag granskning: «Tranståget och tonårsflickorna», 3/4, 2019.
Uppdrag granskning: «Tranståget och tonårsflickorna», 2, 9/10,
2019.

PODCASTS

Feminist Current Podcast, «Dagny of The Pique Resilience Project


on Detransitioning», 26/3, 2019.
Klubb Apollo, «Finns individen? Kollektiva drömmar och den fria
viljans dilemma», 1/10, 2019.
Pi-samtal: «Vad skiljer egentligen kvinnor och män?», Fri Tanke,
5/12, 2019.
The Intercept Podcast, «Alexandria Ocasio-Cortez on Her First
Weeks in Congress», 29/1, 2019.
UMO-podden, núm. 05, «Jag är kille men känner mig som tjej»,
29/11, 2016.

ENTREVISTAS

«V», la madre de un niño, marzo de 2019.


«Gina», detransicionada, septiembre de 2019.
«R», el padre de una niña, 21/3, 2020.
Angela Sämfjord, 4/4, 2020.
«M», la madre de un niño, 27/4, 2020.
«X», persona trans, octubre de 2020.
«H.H.», médico, Estocolmo, 10/12, 2020.
Se han cambiado sus nombres y sus datos personales para
proteger la identidad de estas personas.

SITIOS WEB
1177.se
a-trans-comic-by-me.tumblr.com
detrans.info
emmausbjorka.se
enannantypavkvinna.wordpress.com
everydayfeminism.com
feministisktinitiativ.se
fourelementsfitness.com
genderbread.org
genus.se gov.uk
4thwavenow.com
kvinnor-funktionshinder.se
mikael-nc.tumblr.com
plasticsurgery.theclinics.com
pritzkergroup.com
radfem.transadvocate.com
ridsport.se stoptransmurders.org
svtplay.se
transformering.se
transgenderlawcenter.org
umo.se
versobooks.com/blog
vettigt.se
womenintheworld.com
wpath.org
Índice

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE
71 GÉNEROS: UNA REVOLUCIÓN EN MARCHA...

«Ampliamos nuestra visión de la existencia humana»


Entonces, ¿las mujeres existen?
Los niños trepan, las niñas hacen collares de abalorios: la vuelta de
los estereotipos
A la caza del cerebro sexualizado
El género está en los ojos del que mira
2007: el orden modernista
2017: el nuevo ser humano: congruencia de género
¡Socorro! ¡A mi hijo le gusta el rosa!
La teoría invisible
El sexo en la historia: el modelo de sexo único
Vuelve el modelo de sexo único
Biologismo sin biología
Cuando el feminismo empezó a querer al género
Cuando el patriarcado secuestró la experiencia trans

SEGUNDA PARTE
O NIÑA O NIÑO. LOS 71 GÉNEROS SE CONVIERTEN EN DOS
Cuando el Estado reasigna el sexo
«A los médicos se nos hace la boca agua ante la posibilidad de
bloquear la pubertad...»
Probablemente serán estériles, pero es el precio que hay que pagar
para encajar: la nueva época de esterilización
Cuando la medicina convierte a los homosexuales
Operaciones
¿Más joven, más rápido, más feliz?
Los profetas de las hormonas: sobre la industria farmacéutica
Trumblr, trans y trauma: el testimonio de los jóvenes
Operarse o morir: el suicidio como argumento
El caso Keira Bell

TERCERA PARTE
EL MODELO DE SEXO ÚNICO

¿Un discurso sobre los trans?


«Mujer», una palabra peligrosa
«Vagina», una palabra peligrosa
La creación de la persona cis o el arte de hacernos asumir los roles
de género
La autodeterminación
Una habitación propia
La violencia innombrable
Los derechos del hombre
Los invisibles hombres trans
Espacios masculinos cerrados, espacios femeninos abiertos
«El deporte femenino cambiará radicalmente»
El sexo vuelve a ser un asunto privado
«Se merece una patada en los ovarios»
La excepción de la interseccionalidad
Biología y cultura: un enfoque dialéctico
Sobre la palabra «mujer»
BIBLIOGRAFÍA

CRÉDITOS
Feminismos

Consejo asesor:

aloma Alcalá: Profesora de enseñanza media


Ester Barberá: Universitat de València
Cecilia Castaño: Universidad Complutense de Madrid
M.ª Ángeles Durán: CSIC
Ana de Miguel: Universidad Rey Juan Carlos
Alicia Miyares: Profesora de enseñanza media
Isabel Morant Deusa: Universitat de València
Mary Nash: Universitat de Barcelona
Verónica Perales: Universidad de Murcia
Concha Roldán: CSIC
Verena Stolcke: Universitat Autònoma de Barcelona
Amelia Valcárcel: UNED

Dirección y coordinación: Alicia Puleo, Universidad de Valladolid

Edición en formato digital: 2021

Diseño de cubierta: aderal

Ilustración de cubierta: Verónica Perales Blanco

© Kajsa Ekis Ekman, 2021


© De la traducción, Carolina Moreno Tena, 2021
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2021
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid

www.catedra.com

ISBN ebook: 978-84-376-4349-6

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