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Era una noche más en la vida de Roberto, el chico pervertido que había sido asignado para hacer guardia

nocturna en la casa de las chicas más sexis y provocativas de la ciudad. Él sabía que no podía confiarse,
así que mantuvo sus ojos bien abiertos y se aseguró de revisar cada rincón de la propiedad una y otra
vez.

Pero cuando llegó el momento de vigilar la habitación de la chica más sexy y provocativa de todas, algo
extraño sucedió. Roberto notó que la puerta de su habitación estaba abierta y que ella ya se había ido a
dormir. No pudo evitar sentir un cosquilleo en su entrepierna, imaginándose todas las cosas que podría
hacer mientras ella dormía.

Roberto se acercó sigilosamente a la habitación y la miró con detenimiento. Sus ojos perversos se
posaron en la figura de la chica, que estaba profundamente dormida y se movía suavemente al ritmo de
su respiración. Él se acercó aún más y se inclinó sobre ella, imaginando lo que podría hacer si tan solo
tuviera el valor de tocarla.

Justo cuando estaba a punto de dar el primer paso, algo lo hizo detenerse. Quizás fue el miedo a ser
descubierto, o quizás fue una pequeña voz en su cabeza que le decía que esto estaba mal. En cualquier
caso, Roberto decidió alejarse suavemente y dejar que la chica continuara durmiendo en paz.

Mientras caminaba por el pasillo, se dio cuenta de que su vida de chico pervertido estaba a punto de
cambiar. Tal vez no sería fácil resistir la tentación, pero estaba decidido a hacerlo. Por primera vez en
mucho tiempo, Roberto había aprendido que había algo más importante que sus deseos perversos: el
respeto por los demás.

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