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EI placer de leer: otra vuelta de tuerca Los que lidiamos con la escritura sol, frases publicitarias, las maximas, las consignas, las muletillas y, lenguaje congelado. Imaginamos que, cuando las palabras se endurecen en una férmula, cuando dejan de ir y venir, de buscarse, blandas, por entre los repliegues del cuerpo de un texto, cuando se vuelven estatua, Seguramente nos estan ha- ciendo trampa. Tememos que ya no sirvan para mostrar sino para ocultar, que sean engafiosas. Nos da pena que dejen de ser los animalitos silvestres que eran para volverse trinchera. Y suponemos que, cuando eso sucede, tal vez sirvan para aplastar, para combatir o para defenderse, pero ya no més para decir. Al fin de cuentas se sabe de muchas palabras-trin- chera que se convirtieron en carcel y de muchas palabras- bandera que terminaron ahogando en un abrazo mortal al propio abanderado. Por eso pensé que ésta podia ser una buena oportunidad para sacudir algunas de esas mantas duras que echamos encima de las cosas. Me interesa aqui sobre todo una formula, un eslogan que ha venido recorriendo la educacion, formal y no formal de estos Ultimos aiios: “el placer de leer”. Estoy segura de que a todos resulta familiar; en cambio, no estoy tan segura de que les traiga resonancias, de que les signifique, de que les diga So, Sé que lo van a reconocer de inmediato y que, de inme me sin el menor titubeo, lo van a “clasificar” como perteneciente : : ; omo propio de a cierto paradigma educativo —y no a otro-, como prop mos desconfiar de las ‘Os eslogans, los refranes, en general, de toda forma de ZA ciertas personas, de ciertos discursos —y no de otros_ van a vincular con ciertos libros, ciertos ensayos, ., Nowe lo cambio, si todavia podran reconocer como palabras, las »,, en bras que estan ahi encerradas. “El placer de leer” es le formula muy sélida, muy soldada. Admito entonces a a, que les propongo que hagamos aqui implica alguna violen, lo supone des-soldar lo soldado, y eso nunca es facil. No eg a propuesta caprichosa, creo; es necesaria, porque ~y vuelyg a del principio— las palabras no slo se sueldan entre si, sing lo se sueldan alrededor de nuestro pensamiento, y termina que convirtiéndonos en prisioneros de ellas.!4 Mos Para empezar -es un buen ejercicio de lectura— Propongo que tratemos para nuestros adentros de arrimar a esq caiits tan bien cerrada —“el placer de leer”— 1a mayor cantidad po sible de ideas afines. Es un modo de rodearla para después tomarla por asalto. Por mi parte, voy a enumerar, sin critj- car, algunas ideas que suelo encontrar asociadas de manera bastante cristalizada con la frase de nuestros desvelos. Con “el placer de leer” vienen siempre “comodidad’, “facilidad”, “diversion”, “humor”, “buen humor’, a veces —sélo a veces~ “eleccién”, “libertad”... Con el consiguiente dibujo de un universo opuesto donde estan reunidos la incomodidad, el esfuerzo, la preocupaci6n, el rigor, el deber, la disciplina, etc. El orden de la enumeracién de las ideas asociadas no es “El placer de leer” ¢s el titulo del famoso ensayo en que Roland Barthes busca fundar ~segiin sus propias palabras “una erdtica del texto, de la lectura, del significante’. Su defi nicién, sin embargo, se ocupa de diferenciar placer y goce: Nada hay mas cultural, y por lo tanto més social, que el placer. El placer del texto (que opongo aqui a goce) esta ligado a todo un aparato cultural, o, si se prefiere, a una si- tuacién de complicidad, de inclusién (bien simbolizada por el episodio en que el joven Proust se encierra en el gabinete de los senderos de iris para leer alli sus novelas, apat- tindose del mundo, encerrado en una suerte de paraiso). El goce del texto, en cambio, es at6pica, asocial; se produce de manera imprevisible en las familias de la cultura, del lenguaje; nadie puede dar cuenta de su goce, ni clasificarlo. ;Una erdtica de la lectura? $i, con la condicién de que no se elimine nunca la perversién, y hasta dirfa: el miedo 78 do arbitrario: creo que lectura” M . 4 » Me tir en c4mara lenta algunas Pequefias tracey TA tape. lado, hay un deslizamiento modal, de actitud nS OF uy ey respecto al receptor, digamos. A la €NUNCiaci6n | 4. de que los nifios juegan, y de que, cuando jue Mdicatiys_ truyen, siguiéd primero una apelacién; « mos!” y luego un pasito mas hacia la orde sembozado imperativo: “ha Ones entonce, . FEN, el franco > es : I 'Y que jugar”, Inventen jue 0s? La primera patinada, entonces, fue del ind a icativo al im . sy era tivo, de la enunciacién a la orden, de la Ciencia ala ma . a- tiva. Simultdneamente con esta Pirueta de los modo, que fueron de la constatacién de un hecho deslumbramiento por el hallazgo—a la didactica, se produjo otro deslizamiento paralelo, esta vez en el significado de la palabra misma, en su “jugo connotativo’, digamos. E] juego, que es en la infancia una actividad no solemne, claro esta, pero si perfectamente seria, en la que el que juega busca construirse un lugar en el mundo, de a ratos en forma gozosa —dominandolo-, de a ratos explorando casi a ciegas, bus- cando, o purgando tristezas, o anticipando temores, 0 en- mendando faltas, pasé a ser el juego juguetén, el juego sin compromiso ni consecuencia. Grave, imperdonable deslizamiento. sada sQuién que haya visto jugar a un nifio dejo lola vida soluta entrega? Cuando un nifio juega, se le vaené De ahi al El juego tiene riesgo, no es un simple pasatiempo. S verbales, ~y el consiguiente 80 _ geton, a la consigna de que “la cuestién es pasarla iweb? ye tinse” hay un trecho y un pozo. pews este contexto de pequefios deslizamientos y peque- sen jones que S¢ inserta, me parece, la cuesti6n de la lec- ie era, del “placer de leer’, al que intento aqui dar uf pe ’, vuelta de tuerca, con la esperanza de que nos de- e nuevos significados. pe qué consiste el placer que me depara un poema, por en a soneto de Quevedo acerca del triunfo del amor cere muerte?!5 Esas lineas no me hacen reir; me hienden. sobre »eavician No me llevan de la mano ni me resultan fa- No a ay muchas contorsiones, claves ocultas, asombrosos - if Y nientos. Me exigen mas bien y me sobresaltan. Y re, © por eso, me hacen gozar. Me gusta que me srravieseN y se queden ahi en su apasionada promesa de in- mortalidad. Me gusta que TO, S€.COnSUMAN, GUE TO STE agoten en la lectura, que me dejen la sensacién de que puedo seguir mascandolas y robandoles los jugos secretos para see eaeeeee +s Una nota al pie es un lugar tan bueno como cualquiera para recordar un soneto inolv- dable: Cerrar podré mis ojos la postrera sombra, que me llevare el blanco dia, y podra desatar esta alma mia hora, a su afin ansioso lisonjera, Mas no de esotra parte en la rivera dexaré la memoria en donde ardia; nadar sabe mi llama la agua fra, y perder el respeto a ley severa. Alma, quien todo un dios prisién ha sido, venas, que humor a tanto fuego han dado, médulas, que han gloriosamente ardido, su cuerpo dexaran, no su cuidado; seri cenaas, mas tendran sentido. Vo seran, mas polvo enamorado. 81 : jendo en los tiltimos treinta aio, siempre (lo he: eet hasta el final). sy seguir h el placer de la comodidad, el placer blando Me pregun 4 én que evocdbamos al principio, deja siti, nen éste que me produce el soneto, el place, io del lector que acorrala un texto y lo toma -y es penetrado por él- una y mil or asalto ¥ 1 estando, resiste. veces; ee . me he propuesto hacer aqui no es cOmodg ” cone io no es simple sino complejo, voy a dejar sys. ae ali ave pregunta acerca del placer que me suscita g| te cides hacer un rodeo y volver ala cuestin desde otro sitio. Ensayo otro camino y busco llegar al “placer de leer” pa. sando por el “placer de escribir” -si es que esc animal existe, porque me parece que uno puede iluminar a! otro. Voy a in- tentar describir algun momento de la escritura que uno pueda llamar “placentero” 0, mejor, “gozoso’, porque hay po- cas zonas serenas. Los mejores momentos se producen, creo, cuando Ilego a zonas no planeadas de antemano (necesaria- mente se llega a zonas no planeadas en la escritura) y las atravieso bien montada en las palabras, cuando no hay asti- las ni corcovos ni leches agrias, cuando el texto no sélo “suena bien” sino que “suena con musica verdadera’. A veces predomina la sensacién de poder, el dominio sobre las pala- bras. Los casos de la sdtira, la parodia o la ironia son domi- nantes y dan gozo. Otras veces predomina la busqueda por zonas boscosas, poco iluminadas, donde se va a tientas entre las palabras; ahi se goza cuando se encuentra. No me gustaria dejar la sensacién de que la escritura es algo magico 0 mistico, no lo es. Es un oficio, sdlo que se ejerce sobre una materia muy escurridiza, las palabras, que ofrecen resistencia y que, como contienen en ellas toda la 82 cultura, conducen a sitios insospechados; €sa cuota di racion y riesgo asocia la escritura con el juego j : le a sus goz0s y Sus sombras. El que escribe, como dl nin , con sobre el universo de las Palabras, que le ofrece Tesiste minio mismo modo en que el nifio que juega ensaya sus dor cia, del construye lo propio y trata de domesticar al munda Sn za cuando se encuentra, aunque lo que se icons ae a veces mas que otros caminos para Seguir buscando, Para escritor su escritura, como para el nifio su juego, . perfectamente serias. Jugar. Escribir. Y leer. Leer es, en un sentido amplio, puede estar cifrado en imagenes, en palabras, en trozos privile- giados de ese continuum que llamamos “realidad”. Se lee cuando se develan los signos, los simbolos, Cuando se alcanza el sentido, SON cosas develar un secreto, El secreto los indicios, do, que no esta hecho sélo de la suma de los significados de los signos sino que los engloba y los tras- ciende. El que lee llega al secreto cuando el texto le dice. Y el texto, si le dice, entonces lo modifica. El lector entra en relacion con el texto. Es él el que le hace decir al texto, y el texto le dice a d, exclusivamente. Lector y texto se construyen uno al otro. Jugar, escribir y leer tienen, parece, algunas cosas en comin. Y no creo que haya que desprender los ejemplos mas ela- borados de lectura de las formas elementales de la alfabeti- zacion. Leer es leer a Joyce, y también descifrar con esfuerzo una palabra. Son sdlo momentos, y tienen mucho més en comin que diferencias. El texto que esta ahi para el primer desciframiento (miste- rio inicial). El texto (descifrado) que dice. Y el texto (por fin leido) que nos dice. Que entra en dia- logo con lo que somos y, por lo tanto, nos modifica. 83 Pensemos por un momento en lo que ha sido la lectur, nuestras vidas, sin dejar afuera ni al que somos ni al queue mos. Incluyamos al lector del bello soneto de Quevedo i también al pequefio héroe que esta atravesando ¢] ee bosque de la alfabetizacion y avanza con una mezcla a luo dacia y de cautela sobre el renglén escrito, sosteniéndos au. el dedo para no caerse en el caos, topandose con feimege les y con letras peligrosas, con sefiales que reconoce de ci mediato con una sonrisa Y con otras que le envian Mens in- confusos, que lo sumen en el desasosiego, pero que ig ~arriesgando a veces una apuesta— termina por conquistar para su gozo. r, 3Quién dijo que leer es facil? sQuién dijo que leer es con- tentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente, Porque no es facil, es que convertirse e s n lector resulta una conquista, Precisamente, porque no es facil, es que no es posible con- vertirse en lector sin la “codicia del texto”. Si leer fuese sélo vivir entre almohadones, los planes de lectura y Otros afanes no tendrian el menor sentido. jHizo falta alguna vez conven- cer a la gente de que la descansada contentura es una gran ventaja? En cambio, nos desvelamos por provocar la “codicia del texto”. Sabemos que sélo ella justifica el esfuerzo, Que leer vale al pena para develar el secreto. Y, sin embargo, antes de empezar a leer, el secreto est4 bien encerrado. 3Céomo saber si es codiciable? Es codiciable, precisamente, porque lo nico que promete es la lectura —el juego-, es decir, promete dejarse construir si dejamos que nos construya, promete de- cirnos algo. sHay tanta distancia entre la lectura incipiente del que busca el sentido perdido en el mar de los signos y la lectura del lector formado que, desafiado por un texto, busca penetrar en €l por diferentes puertas? ;No son, los dos, buscadores de te- soros, de secretos, no corren los dos sus riesgos? 84 Vuelta atrds, entonces, para revisar el juego jugueton, elal- nadén como simbolo y la facilidad como bien supremo. Te mitanme intentar una vuelta mas de tuerca. ;Qué se a bajo el poncho ese “placer de leer’, al parecer tan traer jnocente, tan amable, tan atractivo, tan blando, tan Sie i se lo contrapone al rigor de “la letra con sangre mu entra’? Convengamos que la facilidad y la comodidad, que ya jdentificamos como compafieras inseparables de ene pn so corriente, excluyen todo riesgo. Si es facil y co en E es hay peligro. Y un paso mas: si no hay peligro, es oo todo esta bajo control, porque todo esta mena Es curioso, pero terminamos llegando por otro camino a mismo punto. Habfamos salido al rescate de la A Por que estaba encerrada en cotos poco ventilados y resulta de nuevo “controlada’, y entonces ‘encerrada’, trenzada, encor- setada... Es curioso, pero no es extrafio. La “facilitaci6n con- trolada”: era ése el espiritu de los comienzos? Llegados a este punto en el que, insolitamente, hemos jun- tado al juego, la escritura, la lectura, el placer, el almohad6n, la sangre que ayudaba a entrar a la letra, Quevedo, los goces y los desvelos del novato de primer grado, mas algunos otros ingredientes que tienen que ver con nuestra vida cotidiana, tal vez hayamos terminado por des-soldar algunas cosas sol- dadas, abrir algunas ranuras 0, al menos, introducir inquie- tud donde antes habia sdlo complacencia. Y, llegados a este punto, exactamente a este punto —lo sé-, comenzard el clamor por nuevas certezas, el ruego porque aparezcan maximas, otro eslogan, consignas, refranes, mule- tillas que hagan mis facil la vida, ya que es muy dificil vivir sin ellas. Es en este punto también donde asumo las conse- cuencias de defraudar a los rogantes. Tal vez no haya modo de sobrevivir sin formulas nuevas, pero no seré yo quien las 85 otorgue. Y no por pereza, por no pensar més, sino, precisa mente, porque no hay mas remedio que seguir pensando, y leyendo también, que es una actividad bastante més aventy. rera que un almohad6n, por suerte. (Cérdoba, 1991) 86

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