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1, RAZONES DE LA MASCARA 1, DESTRUCCION COMO UNIDAD América Latina en sus artes; Littérature latinc-américaine d aujourd'hui; Storia dell'America Latina; The modem cul- ture of Latin America: titulos tomados al azar entre mu- chos otros igualmente representativos. En todos ellos una expresién nica, América Latina, abarca un territorio quc se extiende del rio Bravo a Ja Tierra del Fuego y de océa- no a océano: la selva, la cordillera, el desierto; las mega- lépolis como México o Buenos Aires; la herencia de la in- migracién y de los imperios prehispanicos. Una expresin que quiere decir Borges y Garcia Marquez, pero también Jorge Amado y Lezama Lima y Neruda y Carlos Fuentes y Roa Bastos y Vallejo y Onetti... ¢Cémo se puede unifi- car —con qué legitimidad, sobre todo— una geografia tan “contradictoria y una tan intrincada red de historias y pre- séntes? ¢Acaso, en una operacién magica, el nombre es prueba de la existencta de la cosa? ¢Y qué es, entonces, esa entidad que llamamos “América Latina”? Esta expresion se afirma en la segunda mitad del si- glo xix, cuando la independencia de las colonias leva a la necesidad de contraponer una América del norte, an- glosajona, a una América centro-meridional no anglosa- jona.? Pero la eleccién del nombre es ya un postulado de esencia. Si es “latina”, esta América forma parte de un mundo cultural que tiene sus races, su centro perdura- ble, en Europa; es remota periferia, pero sus modelos son —deben ser— los que impone el nficleo irradiante. Cuan- do la Alianza Popular Revolucionaria Americana (apRa) 1 Respectivamente de D. Bayén (rel.), México Paris, Siglo XX1 Unesco, 1974; Colloque de Cerisy (1978), Paris, 10/18, 1980; T. Hal- perin Donghi, Turin, Einaudi, 1968; J. Franco, Londres, Pall Mall Press, 1967, ? Una vision detallada de la historia del nombre “América La- tina’ se encuentra en A. Ardao, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Caracas, Centro de Estudios Latinoamerica- nos Rémulo Gallegos, 1980, 13 14 RAZONES DE LA MASCARA fundada por Haya de la Torre en 1924 propone el nom- bre “Indoamérica” no se trata, pues, de un mero hecho verbal: se afirma la propia centralidad, se reivindica el pasado indigena como proyecto de identidad futura. Y queda esa “Afroamérica” reivindicada por Fernando Or- tiz que no ha encontrado lugar en los nombres. Ahora bien, cualquiera que sea el nombre que se elija —con sus inevitables connotaciones—, por mas que tftu- Jos de libros (como éste mismo), de catedras universita- rias, de congresos, den por descontada la unidad de Amé- rica Latina, ésta es, mds que una comprobacién, un problema. Un problema que s¢ origina en el tipo de acto que da unidad a América: “América Latina” es un mun- do creado por la Conquista. Escandalosa paradoja: el he- cho de arrasar con lo existente produce existencia, Exis- tencia, pero no de sujeto. América es el mundo nuevo inaugurado por la mirada europea; la idea misma de “des- cubrimiento” supone la legitimacién de esa mirada aje- na como la unica posible. De aqui el complejo de invisi- bilidad que aqueja a América Latina desde su nacimiento. Porque el nacimiento fue, a la vez, cancelacién. La unidad més evidente creada por la Conquista es la de la lengua: excepto Brasil, colonizado por Portugal, América Latina se expresa en una lengua tinica, el espa- fol A la llegada de los espafioles, en América se habla- ban mas de mil lenguas.* Esta fragmentacién, sumada al cardcter esencialmente sacro de la escritura —donde ésta existia—, favorecié la expansién incontenible del espaiol. La pérdida de lus lenguas indigenas no fue, de todos mo- dos, ni inmediata ni regular. En los primeros tiempos de Ja Conquista, los sacerdotes mismos aprenden la lengua de los vencidos como el instrumento de evangelizacién 3 Esta generalizacién, como todas, soslaya algunos proble- mas importantes: !a presencia de Haiti, por ejemplo, o el caso de Puerto Rico. Segun datos de A. Houaiss, el 4rea “espafiola” cuenta con 140 millones de individuos, de tos cuales 91% unilin- giles, aproximadamente 4% amerindio unilingiies, y 3% bilingiies amerindio-espaiiol; el area “portuguesa”, con unos 90 millones de individuos, de los cuales 97% unilingues y 0.7% amerindio unilingiies. Los bilingiies amerindio-portugués son estadistica- mente irrelevantes ("La pluralidad lingiistica”, en C. Fernandez Moreno (coord), América Latina en su literatura, México-Paris, Siglo XX1-Unesco, 1972, p. 41). 4 Ibid., pp. 43-44. DESTRUCCION COMO UNIDAD 15 mas rapido, facil y directo. Es asi que los primeros tex- tos que se imprimen en América son las “docirinas” bi- lingiies de México (espafiol/nahuatl) y trilingiies de Perit {espafiol/quechua/aymara). La actitud tolerante de los so- beranos espaiioles se cierra en 1770 con un decreto de Carlos IIT, quien prohibe el uso de los idiomas locales e impone la obligacién de hablar “s6lo el castellano".5 De alli en adelante, sera a través de la lengua del conquista- dor que el conquistado deberd reivindicar su derecho a ser. Esto significa, en un nivel no sé si menos trascenden- te, que se superpusieron a esas tierras desmesuradas los mapas definitivos y tranquilizadores de las comarcas es- pafiolas —Nueva Andalucia, Nueva Galicia, Nueva Casti- lla, Nueva Granada—; que la significativa y musical to- ponimia indigena se vio remplazada por listas no muy imaginativas pero sin duda mas ordenadas —el rio Su- quia, el Xanaes, el Calamuchita, e! Chocancharagua, en ja actual Argentina, se transformaron en rio Primero, rio Segundo, rio Tercero, rio Cuarto... Analogo mecanismo unificador actia en el plano es- pacial. Las grandes civilizaciones avasalladas por los es- pafioles eran geografias circunscritas, no totalizantes. América se vuelve un dnico territorio cuando son los con- quistadores quienes recorren los cuatro puntos cardina- les tras sus espejismos de oro, de poder, de mitologias finalmente realizadas. Espajia proporciona la lengua, la religion, la administracién, el orden juridico.-América ahora es una: porque es colonia. ¢Cémo no venir a la luz con una desesperada voluntad de ser, de encontrar una identidad no impuesta, si se ha nacido a la unidad gra- cias al yugo? Necesariamente, una primera afirmacién de si se produce con la ruptura de la condicion de coloni- vzado, A principios del siglo xix estallan en América La- tina las luchas para liberarse de Ja tutela de la “madre patria”, La América independiente acaricia la idea de ser una “patria grande"’: para los libertadores —para Simon Bolivar, para San Martin, para Artigas— la imagen ten- dencial de América Latina es la de un espacio sin fronte- ras. Suefio de corta duracién: el fin de las guerras de in- dependencia coincide con la atomizacion de la patria 5 Véase A. Rosenblat, “La hispanizacion de América", en Pre- sente y futuro de la lengua espafola, Madrid, Cultura Hispanica, 1964, p. 209. 16 RAZONES DE LA MASCARA latinoamericana, desgarrada por los problemas organi- zativos internas y por la falta de una comunidad eco- nomica, Otras tentativas de anulacién —primero la penetracion econémica inglesa, el expansionismo norteamericano después— renuevan y consolidan en América Latina la busqueda de la unidad. Esta paraddjica funcion unifica- dora es desempefiada esencialmente por el “hermano del Norte”’.6 En 1898, en el puerto de La Habana, una explo- sion destruye un acorazado de los Estados Unidos, que con este pretexto intervienen en la guerra entre Cuba y Espajia, y en certo sentide expropian la victoria a los cu- banos: Esparia debe renunciar a su ultima colonia, pero enviados norteamericanos “‘asisten” a los cubanos en la gestion de la propia independencia. En la constituci6n cu- bana de 1902 se introduce la “enmienda Platt”, que san- ciona el derecho de los Estados Unidos a intervenir para proteger la independencia de Cuba y la estabilidad de su gobierno. Esto marca la asuncién de una funcién como si se tratara de un destino: el de vigilar, civilizar, arran- _ cara fa tierra las riquezas que los paises del sur, desor- *denados e infantiles, no saben explotar, Esta es por ejem- plo la motivacién legitimadora de las pretensiones ancxionistas sobre México que pucde lecrse, en 1846, en el Illinois Stage Register de California: “;Ha de tolerarse que este jardin paradisiaco yazga adormecido en su sal- vaje ¢ initil abundancia?"” Con los debidos matices politico-econémicos, ésta es la motivacién vigente atin hoy: cada vez que América La- tina abre un proceso de autodeterminaci6n, se pone tam- bién en movimiento el mecanismo “protector”. Es asi que los Estados Unidos dan su apoyo en 1954 para deponer al presidente Jacobo Arbenz en Guatemala, autor de ini- ciativas tan peligrosas come la distribucién de las tierras; * Si bien la expansion de los Estados Unidos tiene lugar so- bre todo en el siglo xx, ya desde mucho antes las intenciones norteamericanas eran evidentes. Asi se expresaba al respecto en 1829 Simén Bolivar: “Los Estados Unidos, que parecen destina- dos por la providencia para plagar la América de miseria en nom- bre de la libertad” (carta al coronel Patricio Campbell, Guaya- quil 5 de agosto de 1829, citada por L. Zea, Dialéctica de la conciencia americana, México, Alianza Editorial Mexicana, 1976, p. 113), 7 Citado por L. Zea, op. cit., p. 117. DESTRUCCION COMO UNIDAD v7 vo bien envian a Jos marines a Santo Domingo en 1965 para impedir el regreso del presidente constitucional Juan Bosch, peligroso reformador también él, depuesto dos afios antes por un golpe militar; y asi en Chile, en El Salvador... No asombra, pues, que las sucesivas oleadas de explo- tacion —la colonizaci6n espaicla, la penetracion ingle- sa, el imperialismo norteamericano— se hayan analiza- do come un proceso ininterrumpido cuyo resultado es la condicién perennemente subalterna de los paises latinoa- mericanos:* la misma que Tiépolo ilustra en su alegoria de Jos continentes para el palacio de Wurzburgo. Alli Amé- rica, Asia y Africa ofrecen a Europa, tunica poseedora de la civilizacién, sus riquezas primitivas.” Si la condicién colonial significa ante todo subordina- cidn politico-econdmica, igualmente manifiesto es su efec- to en otres planos, y en particular en el de la conciencia de ser.'° Como en un juego de interdependencias, cada plano refuerza su accién paralizadora gracias a la accién del otro. El obstaculo a la fabulacién no es menos deter- minante —lo que no quiere decir, como es obvio, que ac- tie del mismo modo— que la imposicién del menoculti- vo, Buenas razones tiene el rey de Espafia para prohibir que en sus colonias se impriman o circulen libros de fic- cin, ya que: “de Hevarse a esas partes los libros de ro- mance de materias profanas, y fabulas, asi como son los libros de Amadis, y otros de esta calidad, de mentirosas historias, se siguen muchos inconvenientes”.!! « Es el enfoque que propone E. Galeano en Las venas abier- tas de América Latina, México, Siglo XX1, 1971. *Vease el catélogo de la exposicion L’Amérique vue par l'Europe, Paris, Editions des Musées Nationaux, 1976, p. xxx1 (so- bre este tipo de representacién alegorica, en referencia especial- mente a los mapas del siglo xvt, véase E. O'Gorman, La inven- cion de América, México, Fondo de Cultura Econémica, 1958, pp. 87 5). “Porque se coloniza tambicus en la medida en que se blo- quea la conciencia del otro": J. Mejia Duque, Narrativa y neoco- loniaje en América Latina, Buenos Aires, Crisis, 1974 [cursivas del autor}. " Decreto real de 1543, Cedulario indiano, recopilado por Dicgo de Encina (1596). Edicion facsimil con estudio € indices de A. Garcia Gallo, Madrid, Ediciones Cultura Hispanica, 1946, libro 1, p. 228 18 RAZONES DE LA MASCARA Hay una voluntad explicita de prohibir la imaginacion 2, lo que es lo mismo, de imponer una imaginacién con- trolada y que no se perciba como impuesta, sino como natural. La conducta mimeética aparece entonces como la Unica existente; la mascara, como el unico rostro acepta- ble. Una literatura dependiente no puede producir como imagen de si nada mds que el reflejo de la metrépoli inal- canzable, Por eso, una literatura independiente resulta peligrosa para el colonizador: se transforma en concien- cia. Esta es la razén por la que toda conquista impone el silencio. O silencio, o balbuceo, imitacién de la pala- bra de los vencedores. Se termina por no reconocerse a si mismos como emisores de un mensaje, en cuanto no existe un destinatario que acepte ese mensaje por lo que es.'? Este es el andamiaje sobre el que se ira levantando la historia de Ja escritura en América Latina: una fulgu- rante apropiacién de la palabra —de la capacidad de mensaje—; una demanda al otro para que se reconozca como un destinatario posible de este mensaje. La idea de ‘‘unidad latinoamericana" aparece pues li- gada indisolublemente a la lucha contra la condicién de colonizado, contra la definicién impuesta desde afuera por las presiones econémicas, politicas, culturales: uni- dad no tanto de lengua o de origen, sino mas bien de pro- blematicas. Son éstas, en conjunto, quienes determinan Ja buella de‘la realidad en Ia literatura latinoamericana. Uno de sus modos posibles de lectura consiste efectiva- mente en verla como paso de una actitud mds o menos inconscientemente subalterna a una actitud de concien- cia y de rechazo."* Lo que quiere decir, en transparencia, afirmacion de si. Sus textos mAs significativos parecen responder undnimemente a esta voluntad totalizadora, Es ta] vez por eso por lo que, en el acercamiento a la litera- tura latinoamericana, la atencién suele dirigirse, mas que a su literariedad, al mundo que la produce y la exige. '2 Sobre la relacion emisor-destinatario entre colonizado y colonizador, véase L. Terracini, “Il grado zero della diffusione: il silenzio americano”, en A. Morino (coord,), Terra America, Tu- rin, La Rosa, 1979, } Un enfoque mas especifico de la relacién entre subdesarro- {lo econémico y conciencia literaria se encuentra en A. Candido, “Literatura y subdesarrollo", en C. Fernandez Moreno (coord.), op, cit 19 2. LITERATURA COMO CONSTRUCCION Frente a una subalternidad de siglos, hoy América Lati- na tiende a afirmarse con el impetu del postergado que por fin reclama el derecho a decir “yo”. Pero cual es el contenido de ese “yo? El problema de una definicion del “ser nacional” y del “ser latinoamericano” subyace a toda expresién literaria y critica. La necesidad de reconocer la propia identidad parece obsesionar al latinoamerica- no." Este interrogante sobre el ser no s¢ lo plantea, por cierto, un francés, un inglés o un espanol: otra herencia del coloniaje y de un peculiar desarrollo que no ha logra- do fusionar totalmente el sustrato indigena, el coloniza- dor y el inmigrante. Por lo tanto, el primer modo de ser, es ‘ser contra”. Si Espaiia es quien ha creado la unidad de América mediante la imposicién de una lengua, el pri- mer espejismo de independencia cultural consistira en el rechazo de esa lengua impuesta. Espejismo porque las lenguas originarias ya no existen, o son patrimonio de in- fimas minorias —o bien de mayorias, pero marginales. Los que reivindican esta imposible ruptura poseen sola- mente el espafiol para defender sus posiciones. Si hoy re- sulta obvia la utopia de este intento, en la primera mitad del siglo xix aparecia en cambio como corolario légico de las luchas por la emancipacién politica. La “declara- cién de independencia intelectual" se expresa a veces confusamente en el sueno de un imperio ineaico que tome el lugar de las instituciones espafiolas, en el interés ha- cia los escritores indigenas o de algun modo relaciona- dos con las culturas precolombinas: San Martin quiere reimprimir los Comentarios reales (1609) del Inca Garci- '4 Reflejos de esta obsesién son los innumerables estudios de- dicados al tema. Véase por ejemplo A. Zum Felde, El problema de la cultura americana, Buenos Aires, Losada, 1943; H. A. Mu- rena, El pecado original de América, Buenos Aires, Sudamerica- na, 1954; J, L. Abellan, La idea de América, Madrid, Istrno, 1972; Politica Internazionale, mim. 1, 1979, dedicada a “Identita cul- turale ¢ societa in America Jatina’; Nova Americana, nim, 3, 1980, dedicada a “Storiografia, letteratura e coscienza nazionale”. '8 Con este nombre P. Henriquez Urefia designe el periodo comprendido entre 1800 y 1839 (Litterary currents in Soanish Ame- rica, Cambridge, Harvard University Press, 1945; trad. esp. Las corrientes literarias en la América Hispénica, México, Fondo de Cultura Econémica, 1949). 20 RAZONES DE LA MASCARA laso;'* en México, José Joaquin Pesado traduce las poe- sias de Nezahualedyotl, rey de Texcaco. Sin embargo, no es tan facil demoler los ‘viejos modelos. Los resultados son a menudo caricaturescos: a pesar de ios esfuerzos en pos de una produccién auténoma, a pesar de los temas de intencién revolucionaria, 0 por lo menos patridtica, siguen asom4ndose las polvorientas y tenaces musas euro- peas, todo un Olimpo de yeso heredado del neoclasicis- mo espaiiol.!? Pero ya desde entonces se va abriendo camino la con- cepcién de una literatura como busqueda de ser. En este proceso la programacion tedrica del objeto “literatura la- tinoamericana” marca la primera etapa. Los intentos de una formulacién general comienzan en la época de la in- dependencia, dando origen a polémicas que atin hoy no se han apagado, y centradas en dos puntos: legitimacion de todo lo autéctono, rechazo de la herencia espafola. Para Juan Maria Gutiérrez, el error imperdonable de Es- pafia consiste en no haber comprendido ni estudiado el nuevo mundo. y por consiguiente, en no haber dado for- ma cientifica y literaria a sus inesperadas maravillas. América debe pues buscar sola su camino, y sola encon- trar su expresién. Enel discurso de inauguracion del Sa- 1én literario de Buenas Aires, en 1837, Gutiérrez sugeria: “Nula, pues, la ciencia y la literatura espafiola, debemos nosotros divorciarnos completamente con ellas, y eman- ciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en politica cuando nos declaramos libres. Quedamos atin ligados por el vinculo fuerte y es- trecho del idioma; pero éste debe aflojarse de dia en dia, a medida que vayamos entrando en el movimiento inte- lectual de los pueblos adelantados de-Europa|...i y si he- mos de tener una literatura, hagamos que sea nacional; que represente nuestras costumbres y nuestra naturale- za, asi como nuestros lagos y anchos rios sélo reflejan ‘\ Las autoridades espafiolas, después de las numerosas su- blevaciones indigenas del siglo xvi, habian prohibido los Co- mentarios reales (C. M. Cox, Utopia y realidad en ei Inca Garcila- so, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1965, pp. 44s). 7 Se puede recordar, por ejemplo, la Oda af majestuaso rio Parand (1801) de Manuel de Lavardén, en la que desfilan carros de ndcar, caimanes recamados de oro, ninfas que pulsan liras de cristal, etcétera. LITERATURA COMO CONSTRUCCION 2 en sus aguas las estrellas de nuestro hemisferio.""® Estas propuestas, que con tonos mas matizados o bien mas perentorios se encuentran en la obra de otros con- temporaneos de Gutiérrez," a pesar de la insistencia que ponen en la creacién de un idioma propio, terminan con- finando a Ja literatura latinoamericana en el espacio del exotismo, como objeto de una contemplacién diferencia- da. Se describe, se define, se acumula una nomenclatu- ra. El término exotic ocupa el lugar de una verdadera renovacion lingiistica, Mucho tiempo debera transcurrir para que se acepte la modalidad lingiiistica latinoameri- cana en el registro literario elevado? Sélo a mediados del siglo xx se afirman cédigos nuevos de expresion. Hasta ese momento, y no obstante las declaraciones tedricas y algunas busquedas aisladas, en las novelas los america- nismos estén reservados a los personajes que, de un modo u otro, tienen connotaciones de subalternidad.”? Que se trate de la naturaleza, de las gestas patridticas, de los pro- blemas de una sociedad en busca de su definicién, el peso de Ia mirada europea sigue siendo determinante. Es uno de los modos de escape del colonizado: el ti- pismo. E! cardcter “exdtico”, producto de la condicién colonial, se reivindica como una forma de personalidad propia. ¥ sino, se persigue el opuesto espejismo de la uni- versalidad. La literatura, desgarrada entre estos dos po- los, asume e] subdesarrollo como valor, la miseria como pintoresquismo, o bien se extravia en lujosos decorados ajenos. Efecto de una conciencia de ser periférico, que leva al ansia de formar parte, sea como sea, del mundo que constituye el “centro”! J. M. Gutiérrer, Fisunomia del saber espanol: cudl deba ser entre nosotros, en El ensayo ramdntico, Buenos Aires, Centro Edi- tor de América Latina, 1967, p. 37 [cursivas del autor} ' En 1842, en Chile, Sarmiento, desde radicales posiciones de renovacién, y Bello, con un enfoque mas moderado, fueron protagonistas de una violenta polémica sobre el futuro de ta len- gua espaiola en Hispanoamérica. Al respecto, véase E. Carilla, Lengta y estilo en Sarmiento, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1964; M. Morinigo, “Andrés Bello el iniciador™, en Aime- ricanismto literario. Formas antagauicas, Tucuman, Universidad Nacional de Tucuman, 1967. Este aspecto se trata de modo mas detallado en el eapitu- fo 6, § 1. 21 Sobre el concepto de centro(periferia desde el punto de vis- 22 RAZONES DE LA MASCARA La aspiracion a la propia centralidad se vuelve espe- jismo dominante. Sélo que este desplazamiento del eje no se obtiene desde adentro de la literatura. En el dato poli- tico esta el origen de esta modificacién objetiva. La revo- lucion cubana marca el momento del viraje. Es como si, visible por primera vez para los demas, en cuanto pro- ductora de un envidiable fenomeno propio, América La- tina resultara también visible para si misma: finalmente se ha vuelto contemporanea del resto del mundo.?? A partir de este momento se desarrolla una segunda etapa, en la que el balbuceo alcanza la dignidad de la palabra. Los autores encuentran a sus destinatarios, los destina- tarios por fin st reconocen en sus autores. Se van esfu- mando los parémetros valorativos de matriz europea; se diluye la aparentemente inexorable vocacion de literatu- ra exética, No se trata, es verdad, de un fenémeno sin rai- ces. La poesia modernista a fines del siglo xix, la novela de la revolucion mexicana a principios de este siglo, en los afios veinte las vanguardias poéticas —que cuentan con nombres como los de Vallejo o de Neruda—, las ful- gurantes construcciones narrativas de un Borges, un As- turias o un Carpentier en los afios cuarenta, son un sig- no de existencia mas que suficiente, Pero es alrededor de los afios sesenta cuando, junto con el proceso de autocon- ciencia politica, se delinea una deslumbrante constelacién literaria: las obras de Sabato, Cortazar, Roa Bastos, Var- gas Llosa, Garcia Marquez, Fuentes, Puig Todos estos intentos confluyen hacia la creaci6n de una conciencia de si, cuya voz privilegiada ¢s la literatura. En- tra aqui en juego una dialéctica compleja. José Marti con- sideraba imposible la existencia de una literatura si no existia, previamente, una€sencia americana)para expré sar.” Pero esta discutida esencia también se va constru- ta cultural, véase T. S. Di Tella, “Tensiones sociales en los pai- ses de la periferia", en J, Matos Mar {coord,), La dominacion de América Latina, Buenos Aires, Amorrortu, 1972. 2 La expresién es de Octavio Paz, quien la usa en referencia al caso mexicano (EI laberinto de la saledad, México, Fondo de Cultura Econémica, 1950, p. 174). La retoma, amplidndola a los otros paises latinoamericanos, C, Fuentes, La nueva novela his- panoamericana, México, Joaquin Mortiz, 1972, p. 32. 23“"No hay letras, que son expresién, hasta que no hay esen- cia que expresar en ellas. Ni habré literatura hispanoamerica- LITERATURA COMO CONSTRUCCION 23 yendo a través de los libros. La literatura se hace cargo —o mas bien, éste es el fardo que se le adjudica— de la peligrosa tarea de definir el ser. Pero ¢cudles son los -elementos propuestos por esta narrativa —porque sobre todo de narrativa se trata— en los que va tomando for- ma el ser latinoamericano? La lista de las constantes no se agota facilmente: la lucha del hombre contra una na- turaleza avasallante; el paisaje visto como dimensién ina- barcable; la resistencia a multiples formas de explotaciét Ia idea de un mundo sin confines entre lo real y lo mara- villoso; cl redescubrimiento de un lenguaje barroco, pro- liferante, magico; la proyeccién mitica; la refundacién de utopias... Si éstos son los pardmetros que de modo mas o menos consciente enarbola la critica, es facil catalogar como latinoamericanos a los Asturias, los Guimaraes Rosa, los Garcia Marquez, los Scorza. Mas problematica se vuelve la inclusion de un Borges 0 un Onetti, latinoa- mericanos con igual legitimidad, aunque de manera me- nos vistosa, Pero tal vez el problema surge al querer ras- / trear una identidad de manifestaciones, cuando lo que existe es sobre todo una analogia de actitudes. Y esto es fo que el fector, intuitivamente, reconoce, como sugiere Cortazar: “En la obra de escritores como Neruda, Astu- rias, Carpentier, Arguedas, Cardenal, Garcia Marquez, Vargas Llosa y muchos otros, el lector encontré mas que poemas y mas que novelas y cuentos, sin que esos libros contuvieran necesariamente mensajes explicitos. Encon- tré signos, indicaciones, preguntas mds que respuestas, pero preguntas que ponfan el dedo en lo mas desnudo de nuestras realidades y nuestras debilidades; encontré hue- Has de la identidad que buscamos, encontré agua de be- na, hasta que no haya Hispanoamérica.” J. Marti, “Ni sera es- critor inmortal en América”, en Ensayos sobre arte y literatura, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pp. 50-51, » Dice al respecte F. Ainsa: “Son los libros los que hacen al pueblo y no a la inversa, como insinuaba Ezequiel Martinez Es- trada. ¢Cudntos estereotipos y esquemas aplicados a la realidad de continente tienen un origen exclusivamente ‘literario’? El con- dicionamiento de una vision de ta realidad a través de ciertas novelas parece inevitable [...), al mismo tiempo que prototipos ymitos crecen desde las paginas de muchas obras y se inscriben en la realidad” ("La espiral abierta de la novela latinoamerica- na’, en J. Loveluck {coord.), Novelistas latinoamericanas de hoy, Madrid, Taurus, 1976, p. 33) \Jeacae 24 RAZONES DE LA MASCARA ber y sombra de Arboles en los caminos secos y en las im- placables extensiones de nuestras tierras alienadas."25 Un problema nuevo se plantea cuando, dando ya por descontada Ia existencia del objeto “literatura latinoame- ricana’”, se intenta forjar un instrumento propio para ana- lizarlo; es decir, cuando se afirma Ja necesidad de una “critica latinoamericana” cuya tarea fundamental seria la de rastrear las manifestaciones del huidizo ser latinoa- mericano en la literatura.”6 La literatura puede entonces, en cierta forma, pasar en segundo plano: ya es un hecho indiscutible. Desde dis- tintas perspectivas, escritores y criticos terminan enton- ces por atribuir a la critica, mas que a la literatura, una funcién mitica. Zulma Palermo, por ejemplo, exalta en Ja critica el instrumento capaz de individualizar una li- nea que trascienda el telurismo, el pintoresquismo, etc., para llevar a la “revelacién’” del ser latinoamericano.”” Cuando en 1974 un grupo argentino ligado a la revista Megajon funda el “Centro de Estudios Latinoamerica- nos", el ambicioso objetivo que persigue es “coordinar el trabajo de intelectuales que desenvuelven su actividad en distintas regiones del pais” en modo de llegar a “'de- velar el ser latinoamericano en su pluralidad histérico- cultural’':?# como si la identidad fuese un dato indepen- diente de las contingencias, pasible de una revelacién de- finitiva. El ensayo ha tenido siempre una fuerte incidencia en la literatura latinoamericana, ya que no se trata del en- sayo estrictamente intelectual, racional, encerrado den- tro de los limites de una problematica rigurosamente de- finida. La novela sufre contaminaciones ensayisticas, el ensayo adquiere proporciones novelescas; novelistas, en- sayistas y poetas se expresan en todos los espacios posi- #4. Curtazar, “El lector y cl escritor bajo las dictaduras en. América Latina", en Argentina: aiios de alambradas culturales, Buenos Aires, Muchnik, 1984, p. 89 (publicado precedentemente en El Pais, supl, “Arte y Pensamiento”, del 25 de junio de 1978). 2 Al respecto, véase H. Achugar, “Notas para un debate so- bre la critica literaria latinoamericana”, en Casa de las Améri- cas, nim. 110, 1978, ¥ Véase Z. Palermo, “Propuestas para una critica fatinoame- ricana”, en Megafon, num. 1, 1975. 28 Cito del folleto de presentacion del Centro de Estudios La- tingamericanos. i me LITERATURA COMO CONSTR 28 bles, a la busqueda de una forma para la identidad. Para. cada pais y cada época pueden citarse escritores preocu- pados por esta problematica: Sarmiento, Martinez Estra- da en Argentina; Alfonso Reyes, Octavio Paz en México; Mariategui en Pera...” El critico latinoamericano, de to- dos modos, enfrenta un desafio que no se le exige a nin- gun otro critico: el de ser, precisamente, un critico “lati- noamericano”. Las cuestiones que aborda son muchas y complejas: ante él se despliega cl accidentado panorama de las distintas historias nacionales, de las modalidades lingilisticas de cada pais, de los contextos en los que ¢) texto se imbriea, de las periodizaciones que corren el ries- go de recortar la historia literaria americana —y no solo la literaria— segiin criterios trasladados mecdnicamen- te de la realidad europea. Pero mas alla de la delimita- cién del objeto, otro interrogante se plantea, con.drama- tismo tal vez excesivo: gcual debe ser la metodologia? Para un poeta, novelista y critico como Mario Benedetti, la Fun- cién del escritor en América Latina esta determinada por un contexto politico que se amalgama con el literario. De ja misma manera, la funcién del critice no puede ser in- terpretar la expresién latinoamericana con metodologias europeas, lo que significaria recaer en la dependencia de signo colonial. También el critico, consciente del subde- - sarrollo en el que se ve obligado a obrar, debe desentra- far en el texto las huellas de esa condicién subalterna, Ya que la literatura es testimonio —no por un pretendi- do reflejo realista, sino por el papel especial de la fabu- lacién— la critica seria algo asi como testimonio al cua- drado: testimonio de la voluntad de testimoniar.? De aqui nace, en realidad, una posicion extrema de des- confianza hacia la critica estructuralista, considerada como e] triunfo del ahistoricismo, y hasta como causa de impotencia creativa. gLa critica europea estaria pues do- tada de una fuerza tan devastadora? Sin embargo, a cri tica no ha logrado jamas decretar —y mucho menos obtener— el fin de una literatura; slo puede limitarse a constatar. El hecho de que en Europa se hablara de la 2 Sobre el desarrollo de la critica latinoamericana en esta perspectiva, véase J. L, Abellan, op. cit; A. Rama, Los geuchipo: liticos rioplatenses, Buenos Aires, Calicanto, 1976 (Introduccion). “OM, Benedetti, “El escritor y fa critica en ef contexto del subdesarrello™, en Casa de fas Americas, nim. 107, 1978. 2% RAZONES DE LA MASCARA muerte de la novela (europea) no ha impedido por cierto Ja escritura de Cien anos de soledad (1967), La critica no €s una pragmatica: no veo con cuales medios podria He- yar los textos al suicidio, Si bien el blancode los ataques es ante todo la metodologia estructural-semiolégica,*! las consideraciones negativas podrian extenderse a cual- quier metodologia aplicada mecanicamente. La sospecha y el rechazo corren el riesgo de volverse el exacto envés acritico del acatamiento. Ante estas posiciones extremas, otros autores, como Ernesto Sabato, ponen en guardia contra los peligros que entrafia un cierre total. Dado el caracter de fusion de la cultura latinoamericana —especialmente marcado en el caso de la argentina, a la que él se refiere— lo justo es reivindicar, precisamente, ese caracter mestizo. Y mes- tizo quiere decir, en esta perspectiva, la herencia de dos mundos.** Si los textos fueran palabras que se agotan en si mis- mas, esta discusién tal. vez seria ociosa. Pero se discute de algo, se lucha por algo que las palabras han fijado, si, en los textos, pero cuyo valor los trasciende. Los libros son peligrosos: no existe dictadura o junta militar que no se haya dado cuenta. En los libros, no con los mismos ins- trumentos ni cn los mismos planos que otras/acciones con- cretas, pero con la misma responsabilidad, América La- tina se construye a si misma. Este es el sentido que tendra siempre, y de todas maneras, el oficio de escribir, como. lo define Juan Gelman: f “con este poema no tomards el poder" dice. “con estos versos no hards la Revolucién” dice “nti con miles de versos hards la Revolucion” dice se sienia a la mesa y escribe*? 5) Véase por ejemplo G. P. Del Corro, “Reflexiones y esque- ma de base para una critica literaria latinoamericana”, en Me- gafén, nim. 1, 1975. RE, Sabato, La cultura en la encrucijada nacional, Buenos Aires, Crisis, 1973. 3 J. Gelman, “Confianzas", Relaciones (1971-1973), en Obra poética, Buenos Aires, Corregidor, 1975, p. 379.

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