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Rev Chil Salud Pública 2012;


Vol 16 (3): 264 -271
Historia / historia de la enfermedad / historia
de la salud pública*
Investigación en historia
de la salud pública
HISTORY / HISTORY OF DISEASE / HISTORY OF PUBLIC HEALTH

El gran historiador holandés Johan Huizinga solía decir algo así como “es-
cribimos la historia del mejor modo que podemos”. Es una airmación falsa-
mente modesta que de todos modos suscribo con energía. No se trata de una
proposición complaciente a cualquier cosa, a un vale todo. Tengo mis predilec-
ciones, gustos, prioridades, reservas. Me interesa la historia bien narrada que
busca analizar el pasado contextualizando eventos y circunstancias, hilvanán-
dolos entre sí de modo de poder reconstruir y explicar procesos. Me impongo
lidiar con el pasado como una totalidad donde cuentan discursos, políticas y
experiencias. De una parte, se trata de mirar lo que ya pasó como una suer-
te de mundo complejo, contradictorio y multifacético. De otra, reconstruir ese
pasado con evidencias dispares, discontinuas, sesgadas e incompletas que
luego se entretejen con más o menos soisticación. Allí están de las evidencias
estadísticas -que organizan la realidad de una cierta forma -a los discursos de
los políticos, que muchas veces son sólo discursos y no políticas efectivamente
aplicadas esto es, intervenciones que de algún modo modiican la realidad. Del
registro periodístico -que no es necesariamente un cuidadoso espejo de los
aconteceres cotidianos- a las reconstrucciones más o menos iccionales que
ofrecen los relatos literarios. De los recuerdos individuales o grupales -esto es,
memoria histórica, que no es sinónimo de historia- a las imágenes desplegadas
en una foto, una escena de una película o una propaganda. Del mundo de las
ideas formuladas con más o menos claridad -las que apuntan a cambiar las
cosas en algún sentido y las que apuntan a mantenerlas tal como están- al de
las ideologías que vanamente se pretenden consistentes, omnicomprensivas,
sin isuras. De las acciones u omisiones de ciertas instituciones y del Estado
-a veces muy poco signiicativas en la vida cotidiana, otras no- a las de las
organizaciones sociales, con frecuencia dispuestas a invocarse la obligación y
el derecho de hablar en nombre de la gente o de un cierto grupo. La lista puede
seguir porque todas esas evidencias son útiles, especialmente si se hace un
uso crítico de ellas. Disponer de una, cien o mil de esas evidencias puede ser
irrelevante si quien las lee no aspira a contextualizarlas. Claro que es mejor
tener muchas, pero es bueno tener presente que la acumulación de datos sin
interpretación está más cerca del anticuario que de la historia. Sin duda, los
datos y eventos adquieren relevancia cuando son parte de procesos.
En ese empeño por contextualizar, trabajamos con marcos teóricos y trata-
mos de ser más o menos consistentes metodológicamente. Así, y con mayor
o menor cautela, abrevamos en diversas tradiciones, evitando encorsetar la
compleja trama del pasado usando -y abusando- de las teorías y metodologías,
tanto las de turno, como las que tuvieron su momento de gloria y ya perdieron
DIEGO ARMUS(1) relevancia o presencia. Las teorías -sus categorías, sus modelos- así como las
Swarthmore College
(1)

500 College Avenue


Swarthmore,
PA 19081-1397.
Estados Unidos. * Estas notas retoman, sin modiicaciones sustanciales, una presentación realizada en abril de 2012 en la
darmus1@swarthmore.edu Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
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metodologías sirven en la medida en que permi- sostenido esfuerzo por renovar la tradicional
ten empezar a ordenar y leer ese bagaje de evi- historia de la medicina sino también transforma-
dencias discontinuas, incompletas y parciales. ron a la salud y a la enfermedad en promisorios
Pero sirven poco, o mal, cuando la reconstruc- objetos de relexión por parte de las ciencias so-
ción del pasado que se termina haciendo resulta ciales y las humanidades.*
de un más o menos indisimulado empeño por En este contexto de sostenida airmación del
forzar la realidad pretérita a la teoría. Algo simi- campo de la historia de la enfermedad y la sa-
lar sucede con las generalizaciones. Como con lud se fueron perilando tres modos o estilos de
los modelos teóricos, son tan necesarias como abordar y narrar el pasado que despliegan énfa-
riesgosas puesto que pueden terminar borrando sis diversos y también muchas superposiciones:
o aplanando -aún sin buscarlo- la rica urdimbre la nueva historia de la medicina, la historia de
que resulta de eventos singulares y procesos la salud pública y la historia sociocultural de la
inevitablemente anclados en un momento histó- enfermedad.
rico y lugar deinidos. Así, la historia se preigura La nueva historia de la medicina busca ten-
como una película -no tanto como una fotogra- sionar la historia natural de una patología y los
fía- donde el cambio y la continuidad, lo nuevo y inciertos desarrollos del conocimiento biomé-
lo viejo, lo que perdura y lo que se desvanece, dico, discutir no solo el contexto -en particular
conviven tensionados. Algunas de las dimensio- el cientíico, pero también aunque en menor
nes de esa historia también están presentes de medida el social, cultural y político- en el cual
algún modo en otros lugares y otros tiempos, algunos médicos, investigadores, instituciones
y por eso son pasibles de generalizarse. Pero y tratamientos “triunfaron”, haciéndose un lugar
marcadas implacablemente por el tiempo y el en la historia, sino también el de aquellos otros
lugar, esa trama es ante todo especíica y pecu- que quedaron perdidos en el olvido.
liar. Está saturada de incertidumbres y ambigüe- La historia de la salud pública tiende a en-
dades, cruzada por el azar y las circunstancias, focarse en el poder, la política, el Estado, las
condicionada por estructuras sobre las que la instituciones y la profesión médica. En gran me-
acción humana puede incidir pero solo hasta un dida es una historia donde la medicina pública
cierto punto. suele aparecer en clave progresista -intentando
Escribir historia con estas premisas no es ofrecer soluciones eicaces para la lucha contra
cosa sencilla. Y no lo es porque en el fondo, lo las enfermedades del mundo moderno- y donde
que está marcando a esa reconstrucción del pa- las relaciones entre las instituciones de salud y
sado es una ambiciosa aspiración signada por las estructuras económicas, sociales y políticas
la contextualización, el diálogo interdisciplinario están en el centro de la narrativa. Discute no
y un deliberado empeño dirigido a aprehender la tanto los problemas de la salud individual sino
totalidad de la experiencia humana. la de los grupos, estudia las acciones políticas
La historiografía sobre la enfermedad y la para preservar o restaurar la salud colectiva y
salud descubre un panorama disparejo donde suele enfocar su atención en los momentos en
con frecuencia las aspiraciones de contextuali- que el Estado o algunos sectores de la sociedad
zación no son más que eso, aspiraciones. En han impulsado iniciativas concretas resultantes
varios artículos y libros intenté dar cuenta de los de una evaluación donde los factores médicos
distintos modos en que se estaba escribiendo y epidemiológicos cuentan tanto como los po-
sobre la salud y la enfermedad en perspectiva líticos, económicos, culturales, cientíicos y tec-
histórica. Indicaba que en la historiografía con- nológicos. Es una historia que se pretende útil
temporánea, incluyendo la de América Latina, e instrumental. Quienes la practican conforman
las últimas tres décadas no solo reconocen un un grupo variado. Algunos dirían que hacen his-

* Diego Armus, “Disease in the Historiography of Modern Latin America”, en Disease in the History of Modern Latin America: From Malaria
to AIDS, (ed.) Diego Armus (Durham y Londres: Duke University Press, 2003); Diego Armus, “Legados y tendencias en la historiografía
sobre la enfermedad en América latina moderna” en Avatares de la medicalización en América latina, 1870-1970 (ed.) Diego Armus
(Buenos Aires: Lugar Editorial, 2005); Diego Armus y Adrián López Denis, “Disease, Medicine, and Health, 1500-1950”, en The Oxford
Handbook of Latin American History, (ed.) José Moya (New York: Oxford University Press, 2011).
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toria “de” la salud pública puesto que tienden a to uno de los más inluyentes historiadores en
investigar el pasado con el objetivo de encontrar este campo, una oportunidad para desarrollar y
allí pistas que, se supone, deberían reducir -de legitimar políticas públicas, facilitar y justiicar la
modo no especíico sino general- las inevitables creación y el uso de ciertas tecnologías y de-
incertidumbres que marcan a todo proceso de sarrollos institucionales, canalizar ansiedades
toma de decisiones en materia de salud públi- sociales de todo tipo, descubrir aspectos de las
ca en el presente. Otros, en cambio, no ocultan identidades individuales y colectivas, sancionar
que hacen historia “en” la salud pública -no tanto valores culturales y estructurar la interacción en-
“de” la salud pública- toda vez que ellos mismos tre enfermos y proveedores de atención a la sa-
se reconocen como activos protagonistas en la lud. Así, este modo de escribir la historia de las
formulación e instrumentalización de proyectos, enfermedades asume que una dolencia, mal o
visiones y políticas contemporáneas para las patología existe luego de que se ha llegado a un
que la historia sería una suerte de insumo. De acuerdo que revela que se la ha percibido como
fuerte tono estructuralista -una perspectiva que tal, denominado de un cierto modo y respondido
parece haber perdido el fervor que gozaba hace con acciones más o menos especíicas.*
dos o tres décadas- o crecientemente marcada De modo que la historiografía de la enferme-
por un énfasis neo-institucionalista y, en con- dad y la salud en América Latina releja bastante
secuencia, atento a los muy diversos caminos adecuadamente esa variedad de enfoques, que
pasibles de ser recorridos por las políticas públi- tienden a entender a la medicina como un terre-
cas- la historia de la salud ofrece una discreta no incierto, donde lo biomédico está penetrado
variedad de enfoques. por la subjetividad humana y donde la biología
La historia sociocultural de la enfermedad está connotada por fenómenos sociales, cul-
resulta del trabajo de historiadores, demógrafos, turales, políticos y económicos. La calidad de
sociólogos, antropólogos y críticos culturales este corpus es inevitablemente despareja y sus
que, desde sus propias disciplinas y participan- perspectivas diversas, marcadas por el pluralis-
do del inluyente giro historicista de las últimas mo temático, metodológico y de estilos narrati-
décadas, han descubierto la riqueza, compleji- vos. A su modo expresan la fragmentación de
dad y posibilidades de la enfermedad y la sa- los tiempos historiográicos que corren, cuando
lud, no solo como problema sino también como las grandes narrativas históricas están ausen-
excusa o recurso para discutir otros tópicos. tes. Sea porque campea un cierto escepticismo
Apenas dialoga con la biomedicina y se con- frente a las grandes narrativas, sea porque la
centra en los procesos de profesionalización, dinámica del trabajo académico -con frecuen-
los avatares de la medicalización, las institucio- cia hasta el hartazgo o el absurdo- demanda
nes y prácticas de asistencia, disciplinamiento el recorte temático, esta fragmentación parece
y control médico-social, el rol del Estado en la estar ayudando a explicar más y mejor las rela-
construcción de la infraestructura sanitaria, las ciones entre enfermedad, salud e historia. Pero
condiciones materiales de vida y de trabajo así esa misma fragmentación, con frecuencia, lleva
como las asociadas con la raza y el género y a ignorar a la contextualización, una dimensión
sus efectos en la vida cotidiana y en la mortali- clave junto al cambio y la continuidad, a lo que
dad y la morbilidad, la historización de lo normal perdura y lo que se modiica, a la especiicidad
y lo patológico, las ideas sobre el cuerpo indi- que da el cruce del tiempo y el espacio en cual-
vidual y social, las metáforas asociadas a una quier esfuerzo de reconstrucción del pasado.
cierta enfermedad. Así, pareciera ser necesario asumir la fragmen-
Se trata de narrativas que reconocen en las tación historiográica y, al mismo tiempo, aspirar
enfermedades no solo la existencia de algún a contextualizar, tanto como se pueda, la narra-
tipo de sustrato biomédico -aquello de que una tiva histórica.
enfermedad es algo más que un virus o una Yo celebro este prolíico pluralismo temático,
bacteria- sino también, y tal como lo ha escri- metodológico y de estilos narrativos. Y lo cele-
* Charles Rosenberg, “Framing Disease: Illness, Society and History”, en Framing Disease: Studies in Cultural History, (eds.) Charles
Rosenberg y Jeanne Golden (New Brunswick: Rutgers University Press, 1992), xiii.
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bro, no tanto por todo lo que se ha producido animo a listar una serie de asuntos que, creo,
-hay mucho que no me gusta o con lo que no son pertinentes a ese esfuerzo de contextuali-
coincido o que está muy alejado a mi estilo de zación. Debo aclarar, con todo, que se trata de
contar la historia o articular un argumento- sino preocupaciones de un historiador socio-cultural,
precisamente por su diversidad. Muchos de esos alguien que usa la teoría pero sin venerarla con
trabajos son muy puntuales, incluso bastante espíritu cuasi religioso, alguien que busca ser
poco imaginativos. Pero no dudo en subrayar metodológicamente consistente pero evitando
que son imprescindibles en esta instancia en que la rigidez, alguien que cree y trata de cultivar la
sabemos muy poco de temas y cuestiones muy narrativa histórica -aquello de contar una histo-
básicas. Sin esos estudios es imposible hacer re- ria-, alguien que se propone hacer todo esto con
inadas y elaboradas síntesis y explicaciones de una respetable base empírica y no con dos citas
procesos muy complejos. Más aún, sin esa base de diario, un capítulo de una novela y abundan-
empírica se hace muy difícil o riesgoso usar una tes referencias teóricas o indicaciones origina-
cierta teoría o metodología, explicitada o no. das en la historiografía norteamericana, inglesa
No tengo dudas de que bajo la muy amplia o francesa.
etiqueta de la historia de la salud y la enferme- Paso entonces a hacer algunas observacio-
dad no solo hay un promisorio campo de estu- nes sobre ciertos tópicos que al día de hoy me
dios en vías de deinición y reformulación sino interesan cuando escribo sobre la historia de
también muchas preocupaciones con alguna una enfermedad.
trayectoria -la historia demográica, de las profe-
siones e instituciones, de las políticas públicas, 1. El registro de la enfermedad como
de la biomedicina- que comenzaron a ampliar su experiencia individual
agenda, se hicieron más ambiciosas, desborda- Lo sabemos bien: las historias clínicas tie-
ron sus límites originarios y creo que ganaron en nen muchas posibilidades y también muchas
contextualización. limitaciones. Me detengo en las limitaciones.
Sabemos que son tiempos en que las gran- Primero el problema del número: ¿cuántas ne-
des narrativas históricas están ausentes. No sé cesitamos? ¿Una, cien, mil historias clínicas?
si volverán alguna vez. Lo que es seguro es que Mejor más que menos, pero sin duda la cuestión
el tono de estos tiempos historiográicos es el no es solamente cuantitativa porque el proble-
de la fragmentación. Tal vez porque somos más ma con que estamos lidiando es la dimensión
escépticos de las grandes narrativas, porque la individual de la enfermedad.
dinámica de la vida académica demanda el re- Es curioso, nuestro sistemático esfuerzo por
corte temático, con frecuencia hasta el hartazgo trabajar con la enfermedad como un hecho bio-
o el absurdo, porque -nos guste o no- así parece social que circula en la esfera pública nos ha
que se sobrevive en el mundo académico. Y si a llevado a dirigir nuestra mirada a la enfermedad
veces esa fragmentación parece estar ayudan- como proceso colectivo y nos olvidamos que no
do a saber y en ocasiones incluso explicar más todos los cuerpos se enferman por igual (y no
y mejor las relaciones entre enfermedad, salud e me estoy reiriendo a aquello de que los pobres
historia, a veces también juega en contra y hace se enferman más que los ricos sino que algunos
perder una dimensión clave en nuestro trabajo. pobres se enferman más que otros pobres).
Me reiero a la contextualización. Junto al cam- Por otra parte, la historia clínica es un re-
bio y la continuidad, lo que perdura y lo que se gistro que resulta de la mirada y práctica del
modiica, junto a la especiicidad que da el cruce prestador de salud, en general un médico, pero
del tiempo y el espacio, la contextualización le no siempre. Quiero decir: trabajar con historias
da sentido a la narración histórica. clínicas no signiica haber atrapado la perspecti-
Diría que ese es, al menos para mí, el gran va del enfermo. Es una conclusión ingrata, pero
desafío. Se trata de asumir la fragmentación do- necesaria. Ser conscientes de esta limitación no
minante de la que resultan nuestros objetos de implica dejar de lado la difícil tarea de tratar de
estudio pero aspirar a contextualizarlos. Creo jerarquizar el lugar y la perspectiva del enfermo
que no hay recetas para lograrlo. Con todo, me en la narrativa histórica.
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Algo parecido ocurre con la memoria indivi- En in, se me ocurre que una buena historia
dual de una patología. La memoria nos acerca a global de una enfermedad debería tomar la for-
la subjetividad y al recuerdo individualizado de la ma de un ensayo o debería ser como las buenas
experiencia de la enfermedad. No es necesario historias de las diásporas y los grupos migrato-
indicar que darle lugar a esta dimensión es, de rios, donde se busca tensionar similitudes y di-
por sí, un notable hallazgo y una justa reincorpo- ferencias resultantes de procesos macroestruc-
ración del enfermo en la historia. Pero es preciso turales -que en el caso de la enfermedad deben
tener presente que la memoria -tanto la individual sumar la dimensión biológica o natural- y todo lo
como la colectiva- no es toda la historia. que resulta de procesos deinitivamente locales.

2. La dimensión global, regional y local 3. La periodización en la historia de las


de una enfermedad enfermedades
Durante un tiempo la historia de una enfer- Si los sociólogos y los cientistas políticos se
medad en, digamos, Inglaterra, era escrita como preocupan poco, o nada, por la periodización,
si fuera una historia global de esa enfermedad. nosotros historiadores somos -o deberíamos
Más tarde se fue entendiendo que era preciso ser- más respetuosos del paso del tiempo, más
dar cuenta de peculiaridades locales o regiona- cuidadosos en organizar de algún modo los
les, toda vez que la historia de la enfermedad cambios y las continuidades. Me parece que la
como fenómeno colectivo, sus cambios y con- periodización de la historia de las enfermedades
tinuidades, transcurren en un lugar y tiempo debe reconocer por lo menos dos cuestiones.
especíicos. Más aun, lo que ahora aparece En primer lugar, los tiempos largos de lo que
tranquilamente etiquetado como enfermedad podríamos llamar la historia natural de la en-
tropical -estoy pensando en la malaria, pero pro- fermedad -siguiendo a Rosenberg-, los tiempos
bablemente no sea el único caso- también tuvo donde cuentan el descubrimiento y encuadre
su historia en zonas no tropicales. de la patología, la construcción de los necesa-
Este nuevo y jerarquizado lugar de lo local, rios consensos, la búsqueda y logro o fracaso
sin embargo, no debe hacer perder de vista de respuestas que lleven al control, erradicación
que, en efecto, las enfermedades son procesos y la desaparición de la enfermedad.
trashumantes que si bien no lorecen del mis- En segundo lugar, los tiempos relativamente
mo modo en todos lados, sí comparten algunas más cortos marcados o atados a los avatares
características. Este registro global solo puede generales de una historia necesariamente más
hacerse cuando se dispone de suicientes es- especíica y acotada a una ciudad o a un país.
tudios locales. Pero, otra vez, cabe preguntar- En este territorio, el problema es dejarse ten-
se: ¿cuántos estudios locales son suicientes tar por la periodización ofrecida por la historia
para escribir una historia global de una enfer- política. Lo digo de otro modo y mucho más di-
medad? No tengo una respuesta. Lo que sí sé rectamente: ¿Para cuántas enfermedades en la
es que no me satisfacen las historias globales historia de Chile un cambio de gobierno no trajo
de una enfermedad armadas solamente, diga- ningún cambio signiicativo?
mos, sobre casos del mundo anglo-americano Tal vez para quienes escriben la historia
a los que se agregan sus periferias coloniales de una enfermedad a partir de los presupues-
o pos-coloniales. Estoy seguro que ustedes tos de la historia de la salud pública tal como
conocen esos trabajos que vienen de la aca- fueron presentados más arriba, estos quiebres
demia inglesa o norteamericana y espero que en la historia política puedan signiicar algo. Sin
ustedes compartan mi disgusto. Para decirlo de embargo, me parece que las más de las veces
otro modo: por incluir la India en ese escenario esas implicaciones se asumen como tales y no
no se puede pensar que el caso brasilero está son resultado de un estudio detenido. Lo que
cubierto, o mencionar los casos de Australia y me gustaría sugerir con este comentario es que
Nueva Zelanda no debe hacer suponer que se la historia de las políticas públicas enfocadas en
puede prescindir de leer lo que hay escrito sobre una enfermedad es algo más que una propuesta
Argentina o Chile. de ley en el Congreso Nacional. En otras pa-
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labras, hay una gran distancia entre discursos del consolidado peril que marca a muchas so-
públicos sobre una enfermedad y la producción ciedades y vastos sectores sociales -no todos-
de instrumentos legales, la aprobación de fon- hacia ines del siglo XX y comienzos del XXI.
dos para permitir el desarrollo de una serie de Discutir la medicalización como proceso
intervenciones, la creación de agencias especí- signiica trabajar con cambios y continuidades
icas. Y también una gran distancia entre estas en un tiempo y espacio muy deinidos. Esto
iniciativas discursivas y los resultados efecti- debiera ser una obviedad, especialmente entre
vos de estas políticas. Y todo esto asumiendo historiadores. Pero tan pronto se mira algo de
que se disponen de recursos y estrategias que la producción historiográica, las tentaciones de
permiten un eicaz control de la enfermedad en trasladar modelos teóricos o referencias con-
cuestión. Todo esto puede leerse como una ob- temporáneas a los momentos de formación y
viedad. Pero si repasamos mucho -no todo, por consolidación del proceso de medicalización,
suerte- de lo que se ha escrito sobre historia de suelen aparecer estudios que concluyen en ob-
la salud pública estas precauciones destinadas servaciones, diría yo, casi ridículas. Por ejem-
a diferenciar entre discursos, políticas y resulta- plo, los estudios sobre ciudades de medio millón
dos no parecen muy desatinadas. de habitantes supuestamente disciplinadas con
Para cerrar estas observaciones sobre la tres visitadoras sociales que trabajan en la re-
cuestión de la periodización en la historia de las cién creada asistencia pública municipal… Es
enfermedades: Los tiempos de una enfermedad que la búsqueda, casi desesperada, del esce-
se me ocurren más cercanos a los tiempos de nario del panóptico puede llegar a desorientar
la historia de las ideas, largos en su gestación, cualquier investigación, asumir que la existencia
arrastrando inercias, siempre permeados por de discursos disciplinadores supone la presen-
circunstancias socio-culturales y políticas loca- cia -me reiero a una presencia signiicativa- de
les y, también, por otras sin duda menos locales prácticas disciplinantes y disciplinadas. Todo
y más vinculadas con la mayor o menor incer- esto es aun más relevante en las historias de
tidumbre biomédica que circunda a una cierta enfermedades para las cuales sigue dominando
enfermedad, esto es, cuánto se sabe y cuánto la incertidumbre biomédica.
se puede hacer para controlarla. Creo que estos abusos -encontrar consoli-
dados escenarios cuando en verdad se trata
4. La necesidad de reconocer de procesos que recién están emergiendo o to-
las ambigüedades que marcan a mando forma y que no tienen por qué tener un
la medicalización en tiempos de inal preestablecido- resultan de una sesgada y
incertidumbres biomédicas frente a muy poco creativa lectura de Michel Foucault,
una cierta enfermedad que sigue siendo, quisiera subrayar esto, tre-
Los ritmos de la medicalización son peculia- mendamente inspirador y sugerente. Queda en
res y ciertamente imprevisibles Así, hay proce- nosotros darle historicidad a muchas de sus pro-
sos de profesionalización y especialización mé- vocativas proposiciones.
dicas que pueden o no consolidarse. También Debo confesar mi tremendo gusto cuando
la formulación y puesta en práctica de políticas veo que los modelos teóricos se revelan in-
públicas y dispositivos disciplinadores, asisten- competentes al momento de ser testeados en
cialistas y de atención pueden terminar incidien- la compleja trama del pasado. No es muy difícil
do positiva o negativamente en la trama social recordar los mandatos -algunos muy efímeros,
pero no en el sustrato biomédico de una cierta otros más resistentes al paso del tiempo- que in-
enfermedad y, por ende, de su historia. Y mien- dicaban cuáles eran las preguntas correctas, las
tras que para algunas enfermedades la biome- categorías que no podían faltar, las citas -mu-
dicina logró articular respuestas convincentes, chas veces innecesarias pero obligadas- que se
efectivas y eicaces, para otras el cuadro puede suponía daban el encuadre teórico esperado.
seguir estando marcado por las incertidumbres En otras disciplinas, estoy seguro, pasaba algo
biomédicas. El desafío, me parece, es abordar parecido. Creo que tiempo atrás esos mandatos
la medicalización como un proceso y no a partir me tranquilizaban porque me daban certezas.
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Ahora, y tal vez porque ya no soy tan joven, es- las instituciones juegan un papel marginal o di-
toy cómodo con el pluralismo teórico, metodoló- rectamente inexistente?
gico y temático. Michel Foucault, Norbert Elias, Son preguntas que nos llevan a la problemá-
Mary Douglas, Carlos Marx, Max Weber, Karl tica del pluralismo médico, especialmente cuan-
Polanyi… la lista puede seguir. Todos se han re- do no se quiere ignorar la perspectiva del en-
velado más o menos útiles al momento de tratar fermo. Hablo de enfermos, no necesariamente
de interpretar lo que ofrecen las fuentes -me re- pacientes, toda vez que los enfermos devienen
iero a las orales y escritas, oiciales y no, legas en pacientes cuando entran a participar -como
o populares- y reconstruir procesos históricos. actor subordinado- en la trama más o menos
cerrada o consolidada de las instituciones de la
5. La historia de una enfermedad en el medicalización.
marco más amplio de la historia de los Pero sabemos muy bien que la gente -yo me
sistemas de atención de la salud incluyo en ese colectivo socialmente diverso y
En cualquier de sus variantes metodológicas, heterogéneo- circula por varios, complemen-
del más relativamente novedoso neo-institucio- tarios o no, sistemas de atención de su salud.
nalismo histórico a los ahora muy cuestionados Diría que el desafío es discutir esos sistemas
enfoques estructuralistas, el estudio de los sis- con tanta dedicación y soisticación como lo
temas de atención es un tema importantísimo estamos haciendo con los sistemas de atención
pero en modo alguno suiciente para discutir la de la medicina hegemónica. No es fácil hacerlo
enfermedad y la salud en perspectiva histórica. y no estoy seguro que podamos hacerlo convin-
Digo insuiciente porque cabe preguntar- centemente: el asunto no es sencillo para los
se ¿Qué pasa cuando las instituciones de ese antropólogos y etnógrafos que lo estudian en
sistema son apenas relevantes en la vida de la el presente, aun más complicado para quienes
gente, sea porque la gente no las usa porque buscan hacerlo en el pasado, en gran medida
no cree en lo que estas instituciones puedan por la falta de fuentes e informantes.
ofrecerle, porque no son suicientes o porque la En cualquier caso, tener presente esta
accesibilidad a esos servicios está seriamente cuestión puede permitir poner en perspectiva la
limitada por circunstancias individuales y/o co- discusión de la relevancia temporal de los sis-
lectivas de muy diverso origen, socio-econó- temas de atención de la medicina hegemónica.
mico, cultural, político? ¿Qué hacer con todo Y si el pluralismo médico destaca el problema
lo que ocurre por fuera de las instituciones de del protagonismo de los enfermos, creo que es
atención, ese plural mundo saturado de prácti- muy importante tener presente que en la historia
cas de cuidado y cura distintas a las ofrecidas de muchas enfermedades, los que la padecen y
por la medicina institucionalizada? ¿Cómo estu- también devienen en pacientes suelen ser una
diar la salud y la enfermedad en tiempos en que minoría entre el total de los afectados.
la medicalización es incipiente, más un discurso
que una práctica realmente instalada en la so- 6. La enfermedad y sus metáforas
ciedad? ¿Cómo dar sentido a las subjetividades, Desde el celebrado ensayo de Susan Son-
reacciones y percepciones de la gente común al tag no han faltado los empeños en buscar la me-
momento de lidiar con sus dolencias? ¿Cómo táfora de la enfermedad bajo estudio. La inten-
explorar la frecuente distancia entre los así lla- ción, creo yo, debe ser celebrada. Sin embargo,
mados actores -el Estado, los partidos políticos, es un esfuerzo que debe hacerse con cuidado.
los colectivos de todo tipo- que se proponen Mi impresión es que ciertas enfermedades, en
hablar en nombre de ciertos sectores sociales ciertos contextos, efectivamente quedan aso-
y las prácticas cotidianas de cuidado de salud ciadas a una o varias metáforas. Asimismo, al-
de esos mismos sectores? ¿Qué hacer con la gunas metáforas parecen circular a la manera
historia natural de ciertas enfermedades, la que de registros transnacionales. Y otras parecen
descubre largas impotencias biomédicas donde ser parte de la experiencia humana. Con todo, y
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se quiere evitar los esencialismos y las genera- escépticos de las grandes narrativas. Tal vez
lizaciones abusivas, las metáforas revelan toda porque la dinámica de la academia demanda
su densidad cuando son leídas e interpretadas el recorte temático, con frecuencia hasta el har-
en un tiempo y espacio deinidos, cuando se las tazgo o el absurdo. Tal vez porque -nos guste o
aborda como manifestaciones locales. no- así parece que se sobrevive en la academia.
Dicho esto, también es necesario tomar nota Y si a veces esa fragmentación parece estar
de que algunas enfermedades no producen me- ayudando a saber más y en ocasiones incluso
táforas. explicar más y mejor las relaciones entre enfer-
medad, salud e historia, a veces también juega
7. La contextualización y la aspiración en contra y hace perder una dimensión clave en
a una historia total de la enfermedad nuestro trabajo. Me reiero al gran desafío de la
La totalidad histórica es escurridiza y proba- contextualización. Junto al cambio y la continui-
blemente imposible de aprehender. Por eso es dad, lo que perdura y lo que se modiica, junto a
tranquilizador hablar de aspiraciones de totali- la especiicidad que da el cruce del tiempo y el
dad. ¿Cómo hacerlo con la historia de las enfer- espacio, la contextualización la da sentido a la
medades? Supongo que hay muchas maneras. narración histórica.
Yo trato de integrar en una misma narrativa tres Al menos para mí, ese es el gran desafío.
niveles de análisis: el de los discursos, repre- Para insistir en algo ya dicho: Asumir la fragmen-
sentaciones y metáforas, el de las políticas, el tación dominante de la que resultan nuestros ob-
de las experiencias de los enfermos y de los jetos de estudio pero aspirar a contextualizarlos.
que ofrecen curas. Y si esos tres niveles, por No hay recetas que nos permitan saber cuánto y
los motivos que fueren -de la falta de fuentes cómo contextualizar. Al inal de cuentas, nuestro
a nuestras propias limitaciones, falta de ima- objeto de estudio -la enfermedad y la salud- es
ginación o ignorancia- no pueden incluirse en multifacético y muy cercano a lo multifacético de
nuestra narrativa, es bueno indicar claramente la vida misma. Por eso me cuesta creer que una
que estamos escribiendo historia de discursos, teoría o una metodología nos ayudarán a apre-
o historia de políticas, o historia de experiencias. hender esa complejidad. Por eso, creo que tal
Sabemos que son tiempos en que las gran- como lo hacemos en la vida es imprescindible
des narrativas históricas están ausentes. No sé tratar de hilvanar del mejor modo que podamos
si volverán alguna vez. Lo que es seguro es que discursos, representaciones, instituciones, polí-
el tono de estos tiempos historiográicos es el ticas y experiencias.
de la fragmentación. Tal vez porque somos más

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