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Introducción a las disciplinas espirituales

Daniel Valladares09:56 No hay comentarios.

Introducción a las disciplinas espirituales[1]

¿Qué son las disciplina espirituales? Donald S. Whitney lo define así[2]:

“Las disciplinas espirituales son aquellas prácticas que se encuentran en las Escrituras y que
promueven el crecimiento espiritual entre los que creen en el evangelio de Jesucristo. Son
los hábitos de devoción y cristianismo experiencial que el pueblo de Dios ha practicado
desde los tiempos bíblicos”

En la historia del cristianismo las disciplinas espirituales se han dividido en diversas maneras
como 1) las disciplinas personales e interpersonales[3]. 2) Personales y corporativos[4] 3)
Las disciplinas internas, externas y comunitarias[5].  También han existidos tradiciones
cristianas respecto a las disciplinas espirituales. Richard Foster las enumera en 6
tradiciones[6]. 1) La tradición contemplativa, descubrir la vida de oración. 2) la tradición de la
santidad, descubrir la vida virtuosa. 3) la tradición carismática, descubrir la vida de poder en
el Espíritu Santo. 4) La tradición de la justicia social, descubrir la vida de compasión. 5) la
tradición evangélica, descubrir la vida centrada en la palabra. 6) la tradición de la
encarnación, descubrir la vida sacramental.

Cuando las personas piensan en disciplina piensan en algo negativo, en algo que los
esclaviza y no les permite hacer lo que desean hacer o tal en alguna mala experiencia de su
vida con lo que conocen como “disciplina”. Algunos cristianos llegan a decir que hablar
respecto a disciplina es ser legalista o tratan imponer cosas sobre los creyentes que no son
bíblicas ya que Cristo nos hizo libres (Gal 5:1) pero ¿Qué es realmente la disciplina? ¿Es
algo que nos esclaviza? ¿Es algo legalista? ¿Es algo que se impone? ¿Es acaso una
especie de salvación por obras?
El comentarista bíblico William Barclay cuenta una historia de un hombre que ilustra la
indisciplina:

“Nunca se ha logrado nada sin disciplina; y muchos atletas y muchos hombres se han
echado a perder porque abandonaron la disciplina y se volvieron cada vez más inactivos.
Coleridge es la mayor tragedia de la indisciplina. Jamás una mente tan genial produjo tan
poco. Dejó la Universidad de Cambridge para incorporarse e en el ejército; pero abandono el
ejército porque, a pesar de toda su erudición, no podía almohazar a un caballo; volvió a
Oxford y se marchó sin graduarse. Inicio un periódico llamado “El Vigilante”, que vivió diez
ejemplares y después dejó de existir. De él se ha dicho “Se perdía en las visiones del trabajo
que tenía por hacer, que siempre quedaba por hacer. Coleridge tenía todos los dones
proféticos, excepto uno; el don del esfuerzo constante y concentrado. Tenía toda clase de
libros en su cabeza y en su mente, como se decía a sí mismo: “Completos, salvos por la
transcripción”. “Estoy en víspera, decía, de enviar a la imprenta dos volúmenes pequeños”.
Pero los libros nunca se escribieron fuera de la mente de Coleridge porque él no se sometió
a la disciplina de sentarse a escribirlos. Sin disciplina, nadie ha alcanzado eminencia alguna,
y nadie que le haya alcanzado, la ha mantenido jamás sin disciplina.[7]”

Por tanto para comenzar a analizar de la disciplina debemos definir ¿Qué es la disciplina?
Según la Rae disciplina es “doctrina, instrucción de una persona, especialmente de lo moral.
Especialmente en la milicia y en los estados eclesiásticos secular y regular, observancia de
las leyes y ordenamientos de la profesión o instituto[8]” Debido a que esta es la definición de
la disciplina pensamos que la disciplina bíblica tiene que ver también con nuestros propios
esfuerzos para “superarnos” o cosas así. Pero ¿Es bíblicamente esto así? En las Escrituras
es Dios quien nos salva y  no nuestros esfuerzos (Tito 3:4-5). Por tanto en la disciplinas
espirituales es también el Espíritu Santo quien en primer lugar obra en nosotros el querer y el
hacer (Fil 2:13).

Por tanto las disciplinas espirituales deben estar basadas en el Evangelio. Donald Carson
reflexiona sobre esto y escribe[9]:

“El evangelio no es un tema segundario que trata del punto de entrada al camino cristiano,
que va seguido de una gran cantidad de material que, en realidad, da lugar a la
transformación de la vida. Sectores muy grandes del evangelicalismo simplemente
presuponen que ese es el caso. Se argumenta que predicar el evangelio es proclamar como
ser salvos de la condenación de Dios, creer en el evangelio garantiza que usted no irá al
infierno. Pero para que se produzca una verdadera transformación, usted necesita llevar
muchos casos de discipulado, cursos de enriquecimiento espiritual, cursos de
“profundización” en las disciplinas espirituales y cosas por el estilo. Tiene que aprender a
escribir un diario, o el ascetismo, o el estilo de vida sencillo, o a memorizar las Escrituras;
tiene que unirse a un grupo pequeño o un grupo al cual rendirse cuentas o a un estudio
bíblico. Ni por un momento se me ocurriría hablar en contra del potencial beneficioso que
tienen todos esos pasos; más bien, hablo en contra de la tendencia a tratarlos como
disciplinas postevangelio, disciplinas divorciadas de lo que Dios ha hecho en Cristo Jesús en
el evangelio del Señor crucificado y resucitado”

Entonces ¿Qué es la disciplina bíblica? En las Escrituras tenemos distintos tipos de


disciplina. Tenemos la disciplina de Dios a sus hijos o su pueblo (Hebreos 12:5-11) la
disciplina de la iglesia (Mateo 18:15-20) la disciplina de los padres a los hijos (Efesios 6:4) la
disciplina personal (1 Cor 9:24-27) Por tanto cuando nos referimos a las disciplinas
espirituales nos referimos a las disciplinas que individualmente como comunitariamente se
practican. En el Nuevo testamento la palabra traducida por “disciplina” viene de la palabra
griega “gummasia” de la cual derivan nuestros  términos gimnasio y gimnasia[10]. Esta
palabra significa “ejercitar, entrenar o disciplina” (1 Tim 4:7) Muy contrario a lo que muchos
cristianos afirman hoy en día, la disciplina no es contraria a la gracia sino que fluye de la
misma gracia de Dios. Por eso mismo es que Pablo hablo de “esforzarse en la gracia”

“Tú, hijo mío, esfuérzate en la gracia que tenemos en Cristo Jesús” 2 Tim 2:1-7

Por tanto la disciplina no es legalismo sino que es mandato de Dios basada en la gracia (1
Cor 9:24-27; Col 1:28-29) Por ejemplo ¿Cómo el evangelio me motiva a leer la Biblia?
¿Cómo el evangelio me motiva a orar? ¿Cómo el evangelio me motiva a evangelizar?
¿Cómo el evangelio me motiva a servir? El evangelio debería ser el corazón que me motiva a
todas las disciplina espirituales.

La disciplina no es esclavitud sino que es verdadera libertad como bien nos dice Elisabet
Eliott[11]:

“La libertad y la disciplina han llegado a considerarse como mutuamente excluyentes,


cuando, de hecho, la libertad no es en absoluto lo opuesto sino la recompensa final de la
disciplina”

“Si te dedicas a buscar la libertad, entonces aprendes sobre todo la disciplina del alma y los
sentidos, para que tus pasiones y tu cuerpo no te lleven a un confuso ir y venir. Castos sean
tu espíritu y tu cuerpo, sujetos a tu voluntad, y obedientes en la búsqueda del objetivo que se
les ha dado. Nadie descubre el secreto de la libertad sino a través del dominio propio”
Dietrich Bonhoeffer[12]

Por ejemplo todos hemos conocido personas expertas en algún deporte o instrumento y nos
sorprendemos por su capacidad de practicar ese deporte o tocar ese instrumento de una
manera muy fácil en cualquier momento y cuando les preguntamos ¿Cómo es que ellos
llegaron a tener esa capacidad? ¿Cómo es que ellos ahora tienen la libertad de hacer uso de
estas habilidades? Es porque es el fruto de la disciplina. De igual manera muchos nos
sorprendemos y admiramos la capacidad que tenían de conocer las Escrituras y vivir
piadosamente en sus vidas espirituales, pero nuestra generación no se disciplina de la
misma manera que ellos.

La falta de nuestras disciplinas espirituales revela que vivimos en una cultura postmoderna
que es perezosa en las disciplinas espirituales. Las Escrituras nos enseñan que la pereza es
pecado ante el Señor (Pro 6:6; 12:24; 13:4; 20:4; 21:25; 26:13-14; 16)

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