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Recuperando nuestros valores

Por: Antonio Luis Ferré

  
            Puerto Rico atraviesa un momento histórico en el que hay que fortalecer los valores morales y
cívicos que hacen posible una sociedad en la que exista el orden, la paz y la justicia. Quisiera compartir
contigo algunas normas de comportamiento que creo ayudarían mucho a edificar las condiciones de vida
que anhelo para nuestro pueblo.
 
            A través de los años, he aprendido que en todas las religiones el obrar de acuerdo con la voluntad
divina lleva al ser humano a un estado de beatitud ante la presencia de Dios y a una condición de paz
interior y de equilibrio. En el cristianismo es “la beatitud”, en el hinduismo es el “el nirvana” y en la religión
musulmana es “el cielo” prometido por Mahoma en el Corán. ¿Y qué pensarás, estimado lector, que
significa obrar de acuerdo con una voluntad divina?  Pues significa que el hombre actúa,
independientemente del tipo de religión, según unos valores. Cada pensamiento, cada sentimiento y cada
acción es definida  por nuestros valores.  Lo esencial es que vivir según unas normas morales nos brinda
la oportunidad de superarnos cada día y desarrollarnos para ser mejores ciudadanos, personas que
contribuyen al orden y a la paz de una sociedad.  Esto ocurre en cualquier país y en Puerto Rico.
 
 Existen muchos valores pero, de todos, el valor más importante es el respeto.  El respeto a la vida
y a la dignidad humana es la base de todos los otros valores, pues define cómo nos relacionamos con
otros seres humanos.  Determina nuestro comportamiento.  En una sociedad donde existen conflictos,
sectarismos y partidismos, el respeto a la vida, al prójimo, al trabajo, a la naturaleza, a diversas ideologías,
pensamientos y opiniones permite que existan el pluralismo y la diversidad.  Permite que convivamos. Si
no hay respeto, no  hay nada.
 
Tan significativo es este valor, que nos motiva a salir de nuestra rutina y ayudar al prójimo. Porque
respetamos, nos sentimos responsables por las frustraciones y sufrimientos de otros puertorriqueños.  A
veces nos olvidamos de que somos un país pobre, donde el 60% de la población vive bajo el nivel de
pobreza.  Estamos trabajando, pero podemos hacer mucho más para ayudar a los marginados y
necesitados de Puerto Rico. Tenemos la necesidad de  hacerlo. Porque respetamos la vida, ayudamos. No
sólo por otros, sino por nosotros mismos.  Y es que en la ayuda que ofrecemos-sea pública o privada-
sanamos nuestras propias heridas.
 
            El respeto a la dignidad humana nos hace seres honestos y verticales.  Nos lleva a no codiciar los
bienes ajenos ni a robar.  Elimina el deseo de descarrilar los dineros que pertenecen al pueblo y que se
usan para prestar servicios esenciales como los de educación y salud.  El que no respeta no ama.
 
            Por último, el amor al trabajo nos hace una sociedad en desarrollo.  Alimenta el progreso.  Fomenta
la construcción, la creación de nuevas ideas y la implantación de nueva tecnología. El trabajo dignifica y
nos supera, como hombres y como pueblo.
 
            Somos un pueblo noble, un pueblo que ante la adversidad ha demostrado las mejores cualidades
de los hombres.  Somos un pueblo trabajador que lucha por mejorar su calidad de vida, que se preocupa
por sacar de la pobreza a los más necesitados. Lo vemos en iniciativas públicas y privadas. Pero hay  
muchas fuerzas en la vida moderna como el materialismo, la competencia desbocada, la desintegración de
la familia, el fanatismo político, el egoísmo personal y la falta de tiempo para reflexionar, que tienden a
destruir los valores de nuestra gente.
 
            En fin, somos un pueblo que respeta y que lucha por mantener unos valores firmes. Pero tenemos
que hacer más.  Tenemos la oportunidad de recuperar y fortalecer nuestros valores. Trabajando unidos,
podemos aspirar a una mejor calidad de vida en Puerto Rico.

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