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14-01-2005

Introducción a la ecología de la comunicación


Vicente Romano
Rebelión

La divulgación científica, y muy en particular, la divulgación biológica, ha facilitado de modo


significativo el surgimiento y difusión del ecologismo. Es cada día más evidente que la
preocupación ecologista implica "la crítica de esta sociedad y el intento de identificar
racionalmente los factores y agentes de una posible sociedad justa y emancipada".[1] Como
es bien sabido, todo cambio tecnológico radical implica un cambio en el modo de producción y en el
consumo, o sea, introduce una revolución. De ahí que, desde hace varios decenios, se venga
hablando de "revolución científico-técnica (Radovan Richta).

La práctica ecologista se contrapone claramente al modo actual de producción, tan depredador


tanto en lo material como en lo espiritual. Surge así la conciencia de que "la revolución social
moderna sugiere puntos de vista ecologistas".[2]

Ahora bien, en el ámbito concreto de la ecología, el desarrollo tecnológico ha llevado a que hoy día
sean los seres humanos quienes determinan su medio, la sociedad, en función de sus intereses. Su
dominio de la naturaleza ha llegado a tal extremo que ya se crean entornos artificiales, eso que se
denomina realidad virtual y ciberespacio. Los seres humanos se ven obligados a adaptarse cada
vez más a la técnica y no a la naturaleza.

La creciente conciencia de que la humanidad asiste a una crisis ecológica pone de manifiesto que:

1) El comportamiento antiecológico del ser humano destruye el entorno natural.

2) Las intervenciones en el medio natural tienen repercusiones sobre los seres humanos. En este
sentido, el alemán Mathias Donath reivindica que, igual que se habla de Mit-Mensch, del prójimo
como compañero, también habría que hablar del Mit-Welt, del mundo con el que vivimos, del
mundo como compañero.

3) La relación armónica entre el ser humano y el mundo con el que vivimos requiere principios
ecológicos.[3]

Como se sabe, las intervenciones técnicas del ser humano no se limitan a la biosfera. También
afectan a la sociosfera y al ámbito de la comunicación, al medio social humano.

Es notorio que la comunicación se ha convertido en un sector estratégico de la economía, la


política y la cultura. Por eso se le aplican a este desarrollo conceptos como "sociedad de la
información", "sociedad de medios", "sociedad de la comunicación",
etc.

Las últimas innovaciones tecnológicas, eso que desde hace decenios se viene llamando
Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), introducen nuevas vías de comunicación
que implican cambios significativos en el paisaje comunicacional.

Las intervenciones tecnológicas en la esfera de la comunicación tienen consecuencias para los


individuos y para la sociedad. La actual reorganización de las comunicaciones, calificada incluso de
"revolución comunicacional" por algunos, presenta las tendencias siguientes: 1) la
sociedad dispone de más aparatos técnicos, de más comunicación técnicamente difundida y
canalizada; y 2) de más información. Pero también se levantan cada vez más voces que,

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precisamente por eso o por el uso que se hace de esas TIC, afirman que 3) cada vez hay menos
contactos personales, menos comunicación primaria, Se altera la relación entre la función
informativa y la función socializadora de la comunicación. Más aparatos tecnológicos y más
informaciones suelen traducirse en simple lujo de las pocas sociedades avanzadas y ricas del
Primer Mundo respecto de las muchas atrasadas y pobres del Tercero. La reducción de los
contactos personales, esto es, el aumento de la soledad, afecta siempre a la salud mental.

De ahí la pertinencia de estudiar también la comunicación desde una perspectiva ecológica, esto
es, de desarrollar una teoría ecológica de la comunicación (o una teoría de la comunicación
ecológica). En la comunicación humana no sólo interesan los aspectos cuantitativos, los valores de
cambio, sino también los cualitativos, los valores de uso, los que, en última instancia, afectan la
calidad de vida.

La ecología de la comunicación establece así un puente entre teoría de la comunicación y ecología


humana. En el fondo se trata de estudiar la relación entre medio humano interno y el medio
comunicativo externo. Desde esta perspectiva cabe preguntarse :

1) Cómo quieren comunicarse unos con otros los seres humanos, qué actitud tomar ante el medio
interno, social y natural.

2) Qué exigencias se derivan de esto para la organización de las condiciones tecnológicas de la


comunicación.

3) Hasta qué punto es factible crear o conservar relaciones satisfactorias con el medio interno,
social y natural,

4) Cuáles son las necesidades humanas de información y comunicación.

5) Cómo sensibilizar la percepción para las necesidades comunicativas, cómo orientar la acción
comunicativa de modo que no sólo tenga en cuenta el aspecto tecnológico, sino también el
espiritual, social y ecológico.

Se afirma, con razón, que una sociedad es como se comunique. Dada la índole social del ser
humano, la relación comunicativa, dialógica, con el otro es consustancial a su existencia, a su
calidad de vida. Por eso, cuando la tecnología y los medios masivos sustituyen las relaciones
sociales, se tiene una relación parasocial, incompleta, insatisfactoria. Se tiene entonces la
comunicación paradógica de la asistencia psicológica a través de los medios, del teléfono (de la
esperanza, por ejemplo), horóscopos, tarots,, etc. Por eso hay que reflexionar sobre las nuevas
realidades mediales, sobre el empleo de los medios por los receptores y, viceversa, de los
receptores por los medios.

De ahí que las tareas de una ecología de la comunicación estriben en:

1) Desarrollar tesis teóricas sólidas que puedan servir de principios reguladores de toda actuación
comunicativa, así como de baremo para investigar las formas y sistemas de la comunicación
humana.

2) Obtener conceptos prácticos para la comunicación ecológica: cómo, cuándo, dónde, por qué
pueden o no pueden utilizarse las TIC a corto y a largo plazo para incrementar la calidad de vida, el
bienestar del ser humano, la riqueza social.

3) Descubrir las contradicciones de los sistemas actuales de comunicaciones y apuntar vías para
superarlas.

El interés ecológico de la comunicación no debe entenderse sencillamente como descriptivo. Se

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sustenta más bien en la sospecha de amenaza que se deriva de las experiencias efectuadas hasta
ahora por la tecnología. Estas dicen que todo tipo de innovación tecnológica no sólo conlleva
efectos deseados y sorprendentes.

De todos es sabido que la industrialización del trabajo manual y la aplicación de la tecnología


durante los últimos decenios ha llevado a la amenaza grave de la biosfera. Hoy cabe preguntarse si
la "industrialización del trabajo mental" no supone una amenaza seria para la
sociosfera.

Por lo demás, parece darse una analogía entre la biosfera y la sociosfera. Igual que la biosfera es
un sistema vivo, en el que todo está interrelacionado, también lo es la comunicación, en la que
están integradas todas las partes. Esto significa que las intervenciones tecnológicas en esta red de
comunicación tienen en última instancia repercusiones globales y que los efectos pueden
presentarse en la forma típica de los sistemas vivos, a saber, según principios de autorregulación,
homeóstasis, etc.

En opinión de Barbara Mettler von Meibom, los conceptos sistémicos, tienen especial significado
para el enfoque ecológico de la comunicación debido a su índole sistémica. Mas no por eso hay que
excluir otros puntos de vista a la hora de analizar y entender los efectos de los medios o de las
tecnologías de la información y de la comunicación. La realidad es compleja y tiene muchas caras.

En este contexto interesa cómo puede desarrollarse la comunicación bajo las condiciones de los
sistemas tecnológicos, o qué condiciones espaciales, sociales y temporales se requieren para poder
adquirir competencia comunicativa bajo las condiciones de sistemas tecnológicos avanzados. La
competencia comunicativa comprende, en lo esencial, lo siguiente: capacidad para percibir el
entorno natural y social y expresar las necesidades propias en interacción con los del entorno. Esto
presupone experiencias correspondientes en situaciones sociales y espacios experimentales.

Pero las experiencias cambian. Si se contempla el desarrollo de las infraestructuras durante los
últimos 150 años, se pueden constatar cambios en los espacios que hoy parecen adquirir una
calidad nueva. Las infraestructuras pueden diferenciarse en las que sirven para el transporte de
bienes materiales (ferrocarril, carreteras, etc.) y las que transportan bienes inmateriales o noticias
(teléfono, radiodifusión, etc.).

Gracias a las primeras se han ampliado los espacios geográficos de la experiencia humana, sin que
necesariamente se tenga que perder el contacto con el entorno inmediato. Se ha efectuado un
desplazamiento en favor de los espacios lejanos. Los radios de acción se amplían a medida que
aumenta la rapidez de los medios de transporte y acercan la lejanía.

Con la segunda clase de infraestructuras se crean espacios inmateriales, es decir, espacios de


experiencia que sólo se dan en la imaginación y muy en particular en la TV. Se pierde con ellas el
lugar, el tiempo y la sensorialidad, esto es, tiene lugar una descontextualización de la información y
la comunicación.

Las posibilidades perceptivas, extraordinariamente ricas y complejas, se aprovechan en una parte


mínima. De ahí que se hable de la desmaterialización o pérdida de la sensorialidad de las
experiencias con la aplicación de las tecnologías. Las experiencias directas se reducen a
experiencias mediadas y mediatizadas.

Los intereses económicos también producen cambios. Las infraestructuras cuestan mucho dinero.
De ahí que para hacerlas rentables se siga el principio de la economía de señales (Pross). En este
sentido desempeñan un papel decisivo la superación del espacio, como factor que consume tiempo,
y el empleo racional del tiempo en el proceso de trabajo. Ambas cosas exigen innovación
constante, aunque en la actualidad sean las tecnologías relacionadas con la información y la
comunicación las que hagan la aportación más importante.

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Las innovaciones se inician en el sector militar y económico y pasan luego al sector privado. De
este modo se aplican en la esfera privada lógicas de la superación del tiempo y del espacio que
fueron determinantes en lo militar y económico. En este sentido la interacción con el entorno es el
resultado de la política militar y económica. El viejo aforismo de que una sociedad es como se
comunique en ella se modifica en el sentido de que una sociedad es como se comunique en
economía.

Se vuelve así a la sospecha de amenaza formulada al principio, a los efectos que pueden tener los
cambios inducidos por la tecnología y la economía en la interacción con el entorno natural y social.

Por la biosfera se sabe que muchas intervenciones puntuales en los contextos naturales pueden
desembocar en efectos de inversión. Cuanto más se apliquen las TIC (Tecnologías de la Información
y la Comunicación) o los medios en la comunicación cotidiana tanto más se reforzarán los procesos
de decontextualización, de pérdida de lugar, tiempo y sensorialidad en la comunicación y en la
experiencia.

Dónde y cómo se busquen los peligros de esta evolución depende, a su vez, de los intereses
específicos. Así, por ejemplo, tiene sentido analizar sus repercusiones en las estructuras de poder y
dominio y en la organización de la sociedad.

Por las teorías de la socialización y de la psicología social se sabe lo esenciales que son las
relaciones comunicativas para la formación de la identidad, la capacidad de relacionarse con otros
y la competencia comunicativa. La salud mental y la capacidad para delimitar el trato con otras
personas y declararse solidario con ellas, todo esto se aprende en la interacción directa con el
entorno natural y social. Y esto no puede hacerse de forma abstracta o medial, sino que implica
acción directa en el aquí y en el ahora, interacción directa en un espacio y en un tiempo dados, con
el concurso de los sentidos y de las posibilidades expresivas. Requiere la calidad especial del
intercambio directo, del principio dialógico (Freire). Requiere el espacio de la experiencia sensorial
concreta; la comunicación contextualizada y situacional. Exige la respuesta, la reacción humana,
que amplía la visión, la comprensión individual del entorno social y del mundo.

Pero para desarrollar y practicar esta actividad se requieren condiciones básicas externas en las
que puedan desplegarse. Es menester el entorno natural y social vivo, en vez de los sistemas
tecnológicos rígidos en los que los seres humanos están fijados en el sentido del diálogo
persona-máquina. Requiere espacios sensorialmente perceptibles en donde pueda desplegarse la
profusión social y humana del instante. Se trata de "lugares del tiempo", lugares del
encuentro, de entrar en contacto: mercados, plazas, campos deportivos, patios, cafés, iglesias,
etc.[4]

Este tipo de lugares de actividad simultánea parecen desaparecer cada vez más del escenario, ya
sea en el trabajo, en público, o en casa. El diálogo con el compañero o compañera de trabajo se ha
sustituído por el diálogo con la pantalla del ordenador. El lugar de la cocina y del comedor como
centro cálido de la familia y la comida en común lo ha ocupado la cocina rápida. La pequeña tienda
que invitaba a la charla con el vecino lo ha desplazado el supermercado despersonalizado.

Y, como dice Barbara Mettler von Meibom, aún no se ha llegado al fin. Gracias a las
infraestructuras de la telecomunicación deben desaparecer del escenario hasta esos lugares de
escasa comunicación social. Quien quiera quedarse en casa podrá hacer sus compras a través de la
pantalla de su ordenador (teletienda, telecompra, etc.), resolver asuntos burocráticos con las
autoridades (declaración de la renta, situación de las carreteras, etc.), pedir un telediagnóstico al
médico, emprender televiajes, teleaprendizaje, etc., etc. Y viceversa, quien quiera seguir en su
lugar de trabajo podrá hacer todo esto con el mando a distancia: encender el horno, encender y
apagar las luces y la calefacción, controlar robos, etc.

La tendencia económica apunta también en otra dirección: la de sustituir los lugares de

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comunicación intensiva por una profusión cada vez mayor de relaciones comunicativas
tecnológicas.

"El futuro de las ciudades está en la comunicación", se dice, significando con esta
afirmación la infraestructura telemática de las ciudades del mañana.

Ante esta creciente mutilación de los aspectos más humanos de la comunicación, la relación e
interacción directa entre las personas, cabe preguntarse, primero, ¿qué hacer? y, segundo, ¿qué
investigar?.

Los desarrollos tecnológicos del pasado y, en particular, los del presente están dispuestos de tal
manera que los espacios de la experiencia humana se definen cada vez más de manera medial. Las
experiencias mediales tienen una importancia secundaria en la formación de la personalidad, en el
aprendizaje de la capacidad de relacionarse y de la competencia comunicativa. Pueden, incluso,
oponerse a éstas si se carece de espacio suficiente para interactuar directamente con el entorno
natural y social. Por todo esto hay que reivindicar, proteger y fomentar los espacios
experimentales, los lugares públicos, contra la retificación (red, tejido) telemática de la sociedad.
Esta reivindicación se refiere tanto a la vida cotidiana privada como a la esfera pública laboral. Si se
piensa que el ser humano es, en gran medida, producto de la comunicación, gracias a la cual
compensa sus carencias afectivas y cognitivas, si se tiene en cuenta, por tanto, que necesita la
comunicación con los demás en el trabajo cotidiano, en público y en la vida privada, se reconocerá
la importancia de los lugares del tiempo como espacios de la comunicación.

Cada cual puede experimentar por sí mismo, la ola de desregulación, esto es, privatización, que
afecta a ámbitos cada vez más numerosos de la vida y de la sociedad. La privatización de los
espacios públicos equivale a una expropiación del ciudadano, por suponer siempre una limitación al
uso público, esto es, del pueblo.

Ante el abandono creciente de los servicios públicos y su privatización, esto es, su comercialización
privada, se impone la necesidad de defender los espacios públicos que aún quedan y luchar por
ampliarlos. De otro modo, pronto los ciudadanos se quedarán hasta sin plazas donde reunirse.

La democracia, como sistema abierto, implica necesariamente espacios abiertos, a los que todos
pueden acceder. El espacio público debe ser del público, o mejor dicho, de los públicos, el lugar de
encuentro del pluralismo y de la interacción social. En este sentido, los espacios públicos tienen
gran importancia para el disfrute y uso colectivo del tiempo libre, de la comunicación, del consumo
de cultura, del asueto y esparcimiento, etc.

Las plataformas municipales y las diferentes asociaciones vecinales y ciudadanas pueden ser
vehículos adecuados para la defensa y ampliación de los espacios públicos. Son las más
descentralizadas y próximas al conjunto de los ciudadanos y, por tanto, las que mejor pueden
articular sus intereses y necesidades, las que más fácilmente pueden dar acceso a la participación.
Defender los espacios públicos equivale a combatir la fragmentación social, el aislamiento, la
incomunicación, y, en última instancia, a mejorar la calidad de vida.

No hay que olvidar que uno de los rasgos distintivos de la cultura mediterránea es precisamente
este tipo de espacios. El ágora y el foro no surgieron en las frías brumas nórdicas. Estas
disposiciones y usos del espacio permiten formas de convivencia que favorecen el desarrollo de las
relaciones sociales, de la vivencia colectiva de las cosas. A través de ésta se descubre lo que se
tiene en común con el otro y, por ende, se fomentan los sentimientos democráticos y solidarios. De
ahí que reducir y privatizar los espacios públicos equivalga a mutilar las potencialidades humanas y
a empeorar la calidad de vida.

Se necesitan lugares del tiempo que fomenten la comunicación, sin tener que estar primero
organizados. Tienen que mantenerse en el tejido de relaciones sociales de manera que se visiten

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cotidianamente. Se necesitan relaciones comunicativas múltiples y creativas, esto es, una buena
mezcla de espacios comunicativos y perceptivos mediales y no mediales. Esto significa que la
telecomunicación no es deseable a cualquier hora ni en cualquier lugar.

Se necesita el derecho a la no asequibilidad y a zonas o tiempos sin tecnologías a fin de


protegernos de la omnipresente agresión medial. Esto tiene especial importancia en la época de la
telefonía móvil y de la comunicación altamente tecnificada de la oficina.[5]

Sólo si se logran reconocer estos valores se podrán defender. De otro modo ocurrirá con la
comunicación lo que sea técnicamente factible, inducible. Y eso podría ser la comunicación
atemporal, descontextualizada, insensibilizada, de que se ha hablado más arriba.

¿Qué hay que investigar, entonces?. Si el ser humano es la medida de todas las cosas, la
investigación debe abordar los desafíos de las teorías sistémicas y preguntarse qué cambios sufre
la comunicación como sistema a través de crecientes procesos de informatización y tecnificación.

Como este proceso afecta a todos, se trata, en última instancia, de formular una ética de la
comunicación ante los últimos desarrollos tecnológicos, y tomar en consideración las amenazas que
se derivan de otros procesos de difusión tecnológica. Esto lleva a toda una serie de cuestiones que
puede plantearse la investigación.

1. Cuáles son los elementos básicos de una ética de la comunicación en la era de la llamada
sociedad de la información, caracterizada, sobre todo, por procesos crecientes de mediatización e
informatización.

2. Cuáles son las condiciones sociales, espaciales y temporales para el eprendizaje de la


competencia comunicativa y, a decir verdad, condiciones necesarias, no suficientes.

3. Qué significa comunicación como sistema retificado vivo.

4. Qué significan creatividad, diversidad y productividad como premisa de la autorregulación en los


procesos de comunicación humana.

5. Qué lugares importantes del tiempo tiene la sociedad en el sentido de lugares de la


comunicación. ¿Corren peligro de desaparecer, y si es así, se pueden conservar o crear otros
nuevos?.

6. Dónde residen las fuerzas motrices (impulsos) esenciales para el cambio de la comunicación y a
qué intereses sirven.

7. Qué medidas organizativas, institucionales y tecnológicas son necesarias para lograr la


comunicación deseable.

8. Cómo puede impedirse que la comunicación se convierta en objeto de dirección y regulación


tecnológica, para que no nos desplacemos hacia una "cibernocracia" y, por tanto,
sucumbamos a la comprensión mecanicista de la comunicación.

Para la organización de la teoría de la comunicación esto significa:

a) Romper los límites entre medios de masas y medios de comunicación individual;

b) abandonar los conceptos estrechos de causa-efecto;

c) analizar cada vez más el lado tecnológico de los medios y de las TIC;

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d) incluir en la investigación los factores económicos;

e) abordar la cuestión de la ética ante este desarrollo tecnológico, que afecta al meollo de la teoría
de la comunicación, si es que se toma en serio su nombre.[6]

Tal sería el contenido de una teoría ecológica de la comunicación. Y tal el propósito de este libro.
Quien conozca a su autor podrá constatar que esta preocupación le viene de hace tiempo. Por eso
se recogen aquí, aunque puestas al día, algunas de las cosas escritas en otros lugares.

[1] Sacristán Manuel: Pacifismo, ecología y política alternatuva, Icaria antrazyt, Barcelona 1987, p.
136.

[2] Ibidem, p. 132.

[3] Donath, Matthias, Mettler-v Meibom: Kommunikationsökologie: Systematische und historische


Aspekte, Lit Verlag, Münster 1998.

[4] Cf. Romano, Vicente: El tiempo y el espacio en la comunicación. La razón pervertida,


Argitaletxe Hiru S. L., Hondarribia (Guipúzcoa) 1998.

[5] Cf. Mettler von Meibom, Barbara (ed. ): Das Private und die Technik. Frauen zu den neuen
Informations- und Kommunikationstechniken, Opladen1990.

[6] Para la relación entre ética y periodismo véase Francisco José Karam: Jornalismo, Etica e
Liberdade, Summus, Sao Paulo 1998

Enlaces relacionados - Reseña del libro:


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=4302

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