1) La ciencia normal es una empresa que se especializa en el refinamiento y articulación
de un paradigma, el cual hace hincapié en un conjunto determinado de hechos considerados reveladores a pesar de que no pueda explicarlos en su totalidad. Mediante el exhaustivo análisis e investigación de estos hechos, ha alcanzado un alto grado de precisión y detalle, abocándose plenamente a esta tarea. Es gracias a este trasfondo de minuciosidad que, al surgir anomalías se evidencian con absoluta claridad. Si no fuera así, pasarían inadvertidas y los errores dentro del paradigma persistirían y quedarían sin resolver. Debido a que la ciencia tiende a oponerse al cambio que traen consigo tales novedades, cuando estas se presentan por primera vez, son descartadas o el científico se engaña a sí mismo y las clasifica como resultado normal, previsto y habitual. Sin embargo, llega un punto en el que las anomalías ya no pueden ser evadidas ya que, a pesar de la constante resistencia de la comunidad científica, estas siguen reapareciendo y poniendo en duda el paradigma vigente. Es en ese momento en que la anomalía se hace evidente, por lo que la mente de los científicos se adapta para recibirla y reconocerla como tal, siendo conscientes de que esto implica una falla en el paradigma y que, de este modo, debe ser modificado. Así, una vez producida la variación, lo inicialmente anómalo se transforma en lo previsto. Cabe destacar que, a pesar de que la ciencia normal no busca generar anomalías, ya que se concentra en la resolución de enigmas que poseen una solución garantizada, constantemente aparecen novedades que no habrían surgido si la ciencia normal no llevara a cabo un análisis tan esotérico.
2) A pesar de que el descubrimiento fáctico y la invención teórica se solapan, como bien
afirma Kuhn, es importante establecer una distinción entre ellos. Ambos comparten ciertas similitudes, pero no pueden coexistir a la vez con respecto a un determinado hecho, razón por la cual Kuhn establece que la sugerencia de que el oxígeno fue tanto un descubrimiento como un invento es “insostenible”. Esto es así debido a que el descubrimiento no necesariamente lleva a la ruptura de un paradigma y la adopción de otro distinto. El descubrimiento no siempre contradice las creencias o va en contra de las reglas de la ciencia normal de una determinada época. En cambio, un invento surge de un conjunto de conocimientos previos y provoca una alteración en el paradigma ya que se crea un nuevo concepto que no fue previsto, y, por lo tanto, no pudo ser considerado en el momento de adopción del paradigma. Cabe destacar que, a pesar de que las teorías posean un potencial para cambiar el paradigma vigente, potencial del cual los descubrimientos carecen, esto no implica que siempre que aparezca una nueva teoría, esta sea adoptada mediante la modificación del paradigma. La adopción de nuevas teorías ocurre en casos particulares en los que el paradigma se encuentra en crisis, por lo cual hay una necesidad de reemplazarlo. Sin embargo, es importante subrayar que los descubrimientos, aisladamente, nunca logran tal cambio. Esta diferencia entre descubrimiento e invento, teóricamente simple, se vuelve dificultosa de aplicar a un hecho de la realidad, por lo cual puede considerarse una distinción ideal o utópica. Podríamos decir, como afirma Kuhn, que el oxígeno fue descubierto por Priestley, quien fue el primero en recolectarlo, mientras que Lavoisier lo inventó, ya que fue quien llegó a la conclusión de que se trataba de una sustancia distinta. Sin embargo, al indagar sobre ambos científicos y los experimentos que los condujeron a sus respectivas conclusiones, observamos que esta distinción no es tan fácil como parece, ni tan acertada; pero sí sería más simple de comprender, razón por la cual la creencia errónea de la coexistencia del descubrimiento y la invención sobre un mismo hecho “no deja de tener su atractivo”.
3) Las crisis paradigmáticas se presentan en el momento previo al cambio de un
paradigma. Esto ocurre debido a que una o varias anomalías irrumpen repetidas veces en el desarrollo de la ciencia normal, penetrando profundamente en el núcleo del paradigma. En un principio, cuando las anomalías surgen, es decir, cuando al resolver un problema de la ciencia normal no se obtiene el resultado esperado, los científicos intentan ajustar tales resultados para que coincidan con las resoluciones previstas de los enigmas de la investigación normal. Sin embargo, llega un momento en el que el fracaso es evidente y los científicos empiezan a aceptar la posibilidad de que el paradigma tenga falencias. Se inicia así un proceso de inseguridad profesional, debido a que los resultados obtenidos a partir de la resolución del rompecabezas no son los previstos por la teoría, poniéndose en duda la eficacia de la misma. Debido a todas estas dificultades y estragos generados por estas novedades en el trabajo de investigación, los científicos comienzan a elaborar y buscar teorías alternativas que sean más competentes a lo hora de representar la naturaleza. Para lograr que lo anómalo se convierta en lo previsto, se debe cambiar el paradigma, generando la redefinición de los métodos legítimos para resolver problemas, los hechos considerados relevantes y el instrumental científico utilizado. Un claro ejemplo de cambio paradigmático es el de la astronomía de Ptolomeo, ya que presenta todos los estados de crisis mencionados anteriormente. En su comienzo, el modelo astronómico ptolemaico era muy eficaz, debido a que predecía con gran exactitud la posición de los planetas y las estrellas, razón por la cual era admirado por la comunidad científica. A pesar de ello, este sistema no era perfecto, ya que los resultados obtenidos a través de él no coincidían del todo con las observaciones astronómicas. Sin embargo, estos errores eran corregidos para que se adaptaran a lo esperado por el paradigma. Problemas de este tipo fueron aquellos que ocuparon a los científicos durante el desarrollo de la ciencia normal bajo este paradigma. Igualmente, el ajuste forzado de resultados comenzó a generar problemas ya que no se resolvían completamente y las discrepancias volvían a aparecer con una complejidad mayor y con mayor frecuencia. Muchos científicos entonces comenzaron a aborrecer el sistema y a considerarlo demasiado complejo e intrincado, reconociendo así su estado de crisis. Es por ello que emprendieron la búsqueda de su reemplazo, que resultaría ser el sistema de Copérnico, quien estableció el heliocentrismo. Sin embargo, esta idea había sido propuesta previamente por Aristarco en el siglo III a.C. Cuando esto ocurrió, en el contexto histórico del momento, el sistema geocéntrico era mucho más razonable que el heliocentrismo, y no poseía discrepancias, por lo que no había necesidad de reemplazar tal sistema. Sin embargo, cuando, 19 siglos después, Copérnico propuso el sistema heliocéntrico, su teoría fue adoptada ya que el paradigma vigente en esa época, el ptolemaico, se encontraba en crisis. Al reconocer la ciencia su estado de inseguridad, y al no poder la teoría de Ptolomeo resolver sus problemas, los científicos decidieron darle una oportunidad a su rival, la teoría heliocéntrica de Copérnico, esperando así obtener mejores resultados para alcanzar la recuperación de la ciencia.