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Su nombre verdadero fue Isabel Flores de Oliva, pero su madre comenzó a llamarla “Rosa”

cuando descubrió que su rostro iba luciendo sonrosado y poseía una gran belleza a medida
que la pequeña iba creciendo. Entonces, el arzobispo de la época, Santo Toribio de
Mogrovejo, le puso ese apelativo, luego de impartirle el sacramento de la Confirmación.Santa
Rosa de Lima tuvo diversos momentos en su vida dignos de admirar y recordar. Uno de ellos,
por ejemplo, se dio cuando rezaba ante la Virgen María y le pareció escuchar al Niño Jesús
decir: “Rosa, conságrame a mí todo tu amor”. Desde ese momento, su inclinación por orar y
meditar se incrementó. Otro suceso ocurrió cuando oraba de rodillas ante la Virgen para poder
descubrir si debía ingresar a un convento o no. Sin embargo, al tratar de levantarse, no pudo y
entendió el mensaje que María le quería transmitir. Es así como Rosa de Lima no fue una
religiosa, sino que consagró su vida a Dios como laica. Una antigua tradición explicaba que
Santa Rosa de Lima era amiga de San Martín de Porres. La patrona de la Policía Nacional del
Perú solía salir de su ermita e ir a la iglesia de la Virgen del Rosario para cuidar de las
personas enfermas. Es allí donde habría conocido al tan querido “santo de la escoba”.
Seguramente uno de los recuerdos más conocidos de la primera santa de América son sus
penitencias. Algunas de ellas estuvieron relacionadas con el ayuno continuo y el descanso en
tablas. Al realizarlas, Rosa de Lima miraba el crucifijo y recordaba, por ejemplo, la sed de
Jesús en la cruz, para tener valor y resistir, todo por amor a Dios. La vida de Santa Rosa de
Lima es considerada como un ejemplo a seguir, principalmente, porque tuvo muchas virtudes
que puso en práctica con Dios y con sus semejantes. Precisamente, el Cardenal Joseph
Ratzinger (Papa Benedicto XVI), durante su visita a nuestro país en 1986, resaltó tres puntos
importantes sobre ella. El primero es la oración, entendida “no como una recitación de
fórmulas, sino como un dirigirse interiormente al Señor, como estar en su luz, como dejarse
incendiar por su fuego santo”. La capacidad para comunicarse con Dios era parte de la vida
misma de Rosa, pues ella lograba orar, incluso, cuando realizaba sus labores diarias. En ese
sentido, el ejemplo de Santa Rosa de Lima nos lleva a pensar que orar y alabar a Dios debe
ser parte de nuestro día a día, pues solo mediante una constante comunicación con Él,
podemos sentir su presencia, su bondad y su amor. Por ello, la oración no es sinónimo de
repetición. El cardenal también resalta otro punto muy importante de la patrona de las
Américas: el amor a los pobres. “Puesto que ella ama a Cristo, al despreciado, el doliente,
aquel que por nosotros se ha hecho pobre, ella también ama a todos los pobres que llegaron a
ser sus hermanos más cercanos”. Esta mística del sufrimiento que “Rosa” mostraba con los
más desvalidos radica en la solidaridad con Cristo Jesús. Tal como lo afirma el Catecismo de
la Iglesia Católica, el amor a los pobres se traduce en las obras de misericordia, aquellas
acciones caritativas mediante las cuales socorremos al prójimo en sus necesidades
espirituales y corporales. Finalmente, el tercer punto clave que menciona el cardenal
Ratzinger, está relacionado con la misión de Santa Rosa de Lima, es decir, cumplir la voluntad
de Dios, así esta no sea la que ella quería. “Ella deseaba ir, libre a través de las ataduras y de
los límites (…), a través de las calles de todo el mundo y conducir a los hombres hacia el
Salvador”. Pero el cardenal y representante de la Iglesia Católica no ha sido el único en
pronunciarse acerca de las virtudes de Santa Rosa de Lima. En el año 2017, el Papa
Francisco, hizo referencia a la patrona de América, India y las Filipinas con la siguiente frase:
“creció como un lirio entre las espinas”, para describir su entrega a Dios desde la infancia. El
Sumo Pontífice resalta que “Rosa” ofreció completamente su vida a Dios, vistiendo el hábito
de las Hermanas de la Tercera Orden Regular de los Predicadores. Su gran ejemplo fue
Santa Catalina de Siena, terciaria dominica, a quien consideraba su “madre espiritual” y a
quien buscó imitar siempre.“Entregada a la penitencia y a la oración, y ardiendo de pasión
amorosa por ganar para la vida eterna en Cristo a todos, pecadores e indígenas. Pero,
también, inflamada por el amor a toda la creación (…) invitaba frecuentemente a animales,
flores, hierbas y a todo ser viviente a alabar al Creador”, destaca el Papa Francisco.

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