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Carlos Gomez y Javier Muguerza (eds.) LA AVENTURA DE LA MORALIDAD (PARADIGMAS, FRONTERAS Y PROBLEMAS DE LA ETICA) {p03 Alianza Editorial CAPITULO 10 LO JUSTO Y LO BUENO Adela Cortina 1. Lo bueno y lo correcta o justo Desde la reflexién de los filésofos griegos,al menos, la ética se ocupa de la forja del cardcter. Nacemos con ua temperamento e importa, a partir de él, adquirir esas buenas disposiciones a las que llamamos virtudes, que forman un buen cardcter (Aranguren, 1994, 174-180). En la etica griega, con diver- sos matces el buen cardeter es el de la persona que sabe trmar las decisiones cortectas para alcanzar el mayor bien posible para los seres humanos: la fli- cidad. Los temas centrales dela ica son, pucs, la forja del cardcter desde la adquisicion de las vireudery el logro de la felicidad, que es el bien al que todos tienden, Obviamente, en este contexto también es preciso hablar de norma, deesa dimensidn del fendmeno moral que es lade la exigency la obligacén, y encontrar algin criterio para dilucidar cudles serdn correcas, pero tl erite~ rio viene dado por el bien que se persigue, de suerte que serin corrects las normas que conduzcan al mayor bien posible. Las normas —podriamos de- cir—estin supeditadas al bien; lo exigible, a lo bueno. in embargo, en la Modernidad las normas empiezan a cobrar autono- mia y 2 ocupar en la ética un puesto central. La pregunta «qué normas LoyUsTOYLO BUENO 383, ddebemos cumplir para actuar de forma correcta es la cuestién clave para un conjunto de teorfaséticas muy rdevantes. Hasta el punto de que es po- sible distinguir entre tipos de teortasétias, atendiendo a su peculiar forma de articular Io bueno (gus, good) y bo corcecto 0 justo (richtig, right), una distincidn que se ha ido concretando en la distincién entre Jo bueno y lo justo, porque la expresién slo correc-o» es fila en castellano y es preciso en- contrat un sinénimio mds cilido, ms cargado de experiencia y sabiduria ‘moral, como es el caso de so justo», porque el sentido para lo correcto se hha ido perfilando como sentido de I justo. Los dos tipos de teotia ética a que me refiero son las dca teleligias, que parten de lo gue es bueno para los bombres y entienden que lo correcto es lograr el mayor bien posible, y ls ¢riar deontlficas, que consideran necesa- rio decidir en primer lugar qué normas son justas, de modo que las personas puedan petseguir sus ideales de vida buena dentro del marco de la justicia (Erankena, 1963; Rawls, 1978, 42.y 43; Cortina, 1990, 83-97). © Convene aclaras, no obstante, que el nombre séticas teleolégicasn es acertado sélo si se entiende que son aquellas alas que les importa descubrit caudl es el tél del ser humano, porque consideran que lo correcto consiste enalcanzatlo, Sin embargo, existe una enorme diferencia en el seno de es- tas éticas entre las periecionistasy el hedonismo. Las perfeccionistas (Aris- tételes, Nietzsche) proponen llevar s perfeccién al ser humano mediante el cjercicio de la cualidad que le es més propia (vida contemplativa, voluntad de poder). Mientras que el hedonismo, y concretamente el utilitarista, en- tiende que una decision es correcta cuando produce los mejores resultados posbles. En el caso del perfeccionismo hablamos de perfeccionar al ser hu- ‘mano; en el del utilitaismo, de masimizar los buenos resultados de as de- cisiones y obrar por ellos. Por su pare, el rérulo éticas deontoligicas procede del vocablo griego déon, deber, yes adecuado sélo sicon él se entiende que el dmbito de las exigencias morales en sentido amplio, el ambito de las obligaciones de justicia (exigencias morales, derechos, deberes), tiene una cierta autonomifa que trataremos de explicar. » Hoy en dia no pueden entenderse las denominaciones wéticas teleolégi- cas» y adeontolégicas» como si las primeras tuvieran en cuenta las conse cuencias y las segundas no; error que se comete a menudo. En primer lugar, porque ros significa ein», no «consecuencian, y no es lo mismo perseguir ‘una meta que obrar por las consecuencias de una accién, Pero, sobre todo, porque sélo éticas deontoldgicas como la de Kant prescinden de las conse- ‘cuencias de las acciones ala hora de valorarlas moralmente; as ticas deo toldgicas accuales, por el contratio tienen en cuenta las consecuencias de Jas decisiones al valorarlas moralmente. Lo que diferencia a ls teleol6gicas 384 ADELACORTINA de las deontolégicas es que las primeras toman como prioritario el bien ‘no moral (ontolégico, psicolégico o social) para construir lo correcto 0. justo (lo moralmente obligatorio), mientras que las deontol6gicas parten delo cosrecto o justo y entienden que en su marco las gentes pueden vie vir con toda legitimidad lo que consideren su bien, siempre que no trans- agxedan el marco de lo justo (Rawls, 1978, 50; Cortina, 1990, 83 y 84 En estas cuestiones se concentra de algin modo el gran problema moder- rno de la relacidn entre lo bueno y lo ecrrecto 0 justo, que es el de la obli= \gacién moral, Desentrafiar las causas que Hlevaron a distinguir entre Io justo y lo bueno, entre las normas y el bien, no es ficil, pero daremos al En primer lugar, en el mundo moderno se oscurece la idea aristotélica de fiancin y, en consecuencia, de wfincién mds propia del hombre» (Macin~ tyre, 1987, 83-86). En la Erica a Nicdmaca habla entendido Aristételes que l télos del ser humano consisteen el eercicio de la funcién que le es més propia. De igual modo que la funcidn éel ctarsta es tocar bierla clara, si ‘hay una fancién propia del ser humano, el télor consistiré en cjercerla lo ‘mejor posible. Los juicios morales entonces podrin ser verdaderos 0 falsos; como pueden serlo las proposiciones teéricas,segiin estén 0 no de acuerdo con el ejercicio de esa funcidn: Puesto que el eercico de la vida contem- plativaes la funcién més propia, en llevarlo al méximo consistiré el sé. ‘Sin embargo, la Modemnidad rclega la explicacién teleoldgica del cos- ‘mos y la sustituye por la mecanicist, bandonando con elo la idea de una funcién esencia dl ser humano discern ble por la r226n. Los juicios mora Yes no serdn ya verdaderos o falsos segtin se ajusten al ejecicio de la fin= cidn, y se abricé una brecha entre el lenguaje descriptivo (el lenguaje de sess) vel lenguaj prescriptivo (el lenguaje de sdebes). Sélo se pueden des- cribiz hechos empiricos en proposicionss de las que emplticamente podrd ‘comprobarse si son verdaderas 0 falsas, pero no esencias metafiscas de las que extraer un #éos que se debe alcanzat, De un ees» empirico no puede extraerse un «deber, no puede extraerse obligatoriedad moral, como expli- citard mds tarde toda prohibicin de incurrr en afalacia naturalist, mejor llamada wfalacia gic Los juicios merales serdn cortectos 0 incorrectos, justos o injustos, pero no verdaderos oflsos (Frankena, 1974; Muguerza, 1977, 65-96 y 175-220). En segundo lugar, el proceso de scularizacién priva de Fandamentacion religiosa a determinados mandatos, habituales en el mundo medieval, cuya fuerza obligatoria procedia de expresarla voluntad de Dios. Aunque Dios ‘quetfa la felicidad de los hombres y su mandatosiban encaminados a pro- porcionarsela, de suerte que el fundamento de la obligacién descansaba en Lojustorto BUENO 385 fa felicidad, en lo bueno, a menudo los hombres no percibfan la conexién entre la obediencia a ios mandatos y su felicidad. Era preciso, entonces, obedecerlos por ser voluntad de Dios, aun sin entender la conexién con la felicidad. Fl mandato se expresaba en forma categérice, y ante la pregunta «GPor qué debo?s la respuesta era eporque Dios lo quiere». ¥ Dios lo queria universalmente, con fuerza obligatoria para todos los seres humans. En la Modernidad retroceden las imégenes religiosas del mundo como forma de legtimar la obligatoriedad de as normas morales. Sigue habien- do comunidades creyentes, y bien abundantes, pero con pluralismo reli gioso y aumento del agnosticismo y ef atcismo. Sin embargo, tanto en el nivel personal como en el social-continian presentes un conjunto de nor- ‘mas, que pretenden obligar univercalmente y que, precisamente por e50, n0 se confunden con las normas juridicas, con las religiosas 0 con las sociales. La juridieas sdlo pueden pretender obligatoriedad para una comunidad politica ls religiosas, para las comunidades creyentes; la sociales, para la sociedad que se acomode a sus usos. Pero hay un tipo de normas que pre- tende valer universalmente, yes a las que se va reconociendo como «mora- less, en este tiempo (de 1630 a 1850, segiin Macintyre) en el. que se va gestando un mundo especificamente moral. Tales normas no pueden cali- ficarse como verdaderas o falsas, pero tampoco pretenden valer slo subje- tivamente, sino que pueden ser correctas 0 incorrectas, justas 0 injustas, segiin criterios de abjesividad. Una objetividad que puede entenderse en términos intuicionistas, utltaristas, constructivistas 0 reconstructivistas (como intersubjetividad), y que es —como veremos— clave imprescindi- ble del pluralisso moral Por iltim, la Modernidad es la Era del Individuo, hasta el punto de que se entiende que el nacimiento de la comunidad politica, del Estado, es el fruto de un contrato entre individuos deseosos de que se respeten sus dere- chos. Por eso la mera de la politica no seré la felicidad de los miembros de la comunidad, sino la defensa de sus derechos, que es una exigencia de jus- ticia, Las instituciones son legitimas cuando estin al servicio de los dere- chos, cuando son justas:clindividuo y sus derechos constituyen la clave de la vida social Razones como las aducidas llevan al oscu to de la ética de las vircudes, dtigida a la idea de bien y al florecimicnto de una ética de las nor- ‘mas, preocupada por lo correcto 0 justo. Este cambio hunde sus rafces en Ia filosofla préctica de Kant, por eso nos remitimos a ella, y por eso acudi- remos a ella en principio, Pero apuntando desde el comienzo que en nues- ‘ros dias eeorias éicasrelovantes defienden la primacta de lo justo sobre lo ‘bueno desde dos vertientes distintas: desde una estrictamente étea (intui- 386° ADELA CORTINA ionismo, ética del discurso) y desde la érico-politica de los liberalismos qué acepran la distinci6n entre «el hombres y wel ciudadano», y dejan en manos de las doctsinas compzchensivas dl bien (las concepciones incegrales de la vvida buena) las opciones de los hombres, pero exigen alos ciudadanos ya has instituciones que acttien con justicia. 2, Lo correeto y lo justo es lo valioso en st [Ninguna teorfa ética ha éxpulsado de la moral la idea del bien, sino que las «éticas de lo justo» han intentado desentrafiar en qué consiste lo moral- ‘mente obligatorio, a diferencia de lo egalmente obligatorio, oo que obli 2 desde una dererminada religi6n, Kant intentaré averiguar qué es una ‘persona moralmente buena pero, sobre todo, qué accioner son monalmente ‘obligatorias, incluso qué instituciones lo son, como es el caso del contrato social. A fines del siglo xvt se hacfa necesario dilucidar si hay un dmbito ‘specificamente moral, y la respuesta kantiana, central para entender las diferencias entre las éticas del bien y las de lajustcia, es que el bien espect- _feamente morales lo en st walioso. Que los seres humanos tienen la capaci- ‘dad de interesase no sblo por lo que les beneficia, sino también por aquello ‘que es ualiosoen sf mismo. Justamente, el capfeulo Ide la Fundamensacin de la metafsica de las costurmbres empieza preguntindose por lo emoralmente bueno», que el len aguaje vulgar atribuye alas personas. No se dice de ellas que son buenas mo- ralmente cuando son agradables, hermosas, 0 eficaces, por muy tiles que puedan resultar estas eualidades para la colectividad. Se dice de ellas que son buenas cuando tienen la buena voluntad de poner cuanto esté en sit ‘mano para que el bien acontezca. Esa voluntad nos buena por los resul- tados, sino buena en sf misma ‘Qué tipo de acciones quiere esa voluntad es el segundo paso. -Podemos decir que hay scciones buenas en sf mismas, que todo ser hu mano deberfa realizar si quiere ser fiel a su humanidad, o la bondad de las acciones esté siempre supeditada a los resultados que se sigan de ellas? El punto de partida de laflosofia précticaserd la conciencia de los imperati- vos y, concretamente la distincién entre imperativos hipotéticos y categ6- Ficos, estrechamente conectada con la distincin entre lo correcto (lo «pric- ticamente buenos) y lo bueno por otros conceptos. Lo xprécticamente bueno» es lo que determina la voluntad por causa objeivas, es decis, por findamencos vilidos para todo ser racional come tal, mientras que lo agrada- ble es so subjetivamente bueno. En el caso dc los imperativos hipotéticos, LOWSTOYLO BUENO 387 Is accidn obliga por la bondad del resultado que puede obtenerse con ella; ‘en el caso de los imperativos categéricos, por el contraro, la accién obliga porque se presenta como sbuena en si, sea cual fuere el resultado. En el ‘primer caso, las acciones que deben ser hechas justfican su obligatoriedad por la bondad de la meta que periguen, mientras que en el segundo caso justifican su obligatoriedad por su bien intrinseco De este modo se abre una perspectiva clave en la filosofla préctica mo- derma: el obrar bumano viene movido por, al menos, da tos de interés, am- bos indispensables para la vida humana. Por el interés egotita, que, segén Hobbes, es el tinico capaz de impussar leyes morales y legales desde un pac- to que las gentes sellan por ese interés, y el interés moral, que Kant saca a a luz. En el caso del interés egofsta, quien actia obra por interés en el resulta- do de las acciones; en el caso del interés moral, quien actia obra tomando interds en aquellas acciones que son internamente buenas. Como el propio Kant afirma: «La voluntad humana puede también tomar interés en algo sin por ello obrar por interés. Lo primero significa el interés prdctico en la accién; lo segundo, el interts patoligco en el objeto de la accidn. [..] En el primer caso, me interesa la acciényen el segundo, el objeto de la accién (en ceuanto que me es agradable)» (Kant, 1992, 46 nota 1). Por eso los manda- tos hipotéticos mandan subjecivamente, teniendo en cuenta las preferen- cias y los deseos de cada sujeto. Meentras que los deberes categéricos man- ddan sin atender a preferencias y deseos: ordenan a todo ser humano, que quiera comportarse como tal, hacer lo que es bueno en st. Esta es la pers- pectiva de la objeividad moral En el nivel persona, afiemar que una accién es valiosasélo si proporcio- na felicidad o placer es vaciarla de su valor interno. En el nivel politic re- conocer que el contrato social es valioso s6lo por sus benéficos resultados es privar a la idea de contrato de valor moral (Kant, 1994, Libro I, cap. 15 1986, 1 y 2; 1985, 38). Y esto eso que ha hecho Hobbes: los demonios ineeligences, guiados por su interés egoista mds fuerte (conservar la vida y la propiedad), estin dispuestos a roner el poder en manos de Leviatén, La raz6n calculadora es la que presuntamente construye las leyes justas (Hob bes, Leviatén; Cortina, 1998, caps. IV y V). ¥, sin embargo, no es as. Como reconocerd Rawis siglos mis tarde, refiriéndose a ese heredero de Hobbes que es Gauthier, el interés egoista no permie garantizar en una sociedad mas que'un modus vivendi, fundado en incereses egoisas y resul- tado de una negociacién. El modis vivendi es inestable, depende de la co- relacién de intereses y es incapaz de expulsar a los polizones de la arena politica. Quien entra en un pacto por un interés distinto de su valor mis- ‘mo lo viola cuando le interesay se beneficia de que los dems lo cumplan, 388 ADELACOKTINA Para construie un mundo estable es preciso contar con otro tipo de interés; el interés moral, que mds tarde se caracterizard también como sentido de a _jusicia, Por cso intentard Rawls disefiar una concepcién moral-politca de a justicia, capaz de atraer el sentido dela justicia de los distintos grupos sociales, generando una wnién socal (Rawls, 1996, 179 y 180). Regresando a Kane firmar el contrato social es rambién wna accién in~ temamente buena, como lo es sencar Iss bases de un orden cosmopolita, que garantice una par duradera (Kant, 1985; 1988, 192-196). Con ello pisamos el suclo de la objetividad mora, superando cl subjetivismo. La pe- cauliasidad de lo’ correcto es que, al se- objetivamente valioso, pretende obligar universalmente, reclama univeralidad y necesidad: lo correcta es lo que exige universal cumplimiento, mientras que lo bueno s6lo acta a quie- nes lo prefieren, lo desean, o estin convencidos de que en ello se cifra su felicidad. 3. EL émbito de a exigensia yel del consejo Lo correcto y lo bueno abren dos émbitos complémentarios en le filosofla moral y politica, Los proyectos de vida buena, personales 0 colectivos,:co= bran sentido desde lo que cada persona 9 grupo considera su bien, desde lo que cada uno elige como meta desde sus preferencias, sus deseos, sus con vicciones religiosas o ideolégicas, sus tradiciones, su historia. No es que sean puramente subjetivos, incomunicables, sino que resultan de opciones personales 0 grupales, que no necestarjustificarse mientras respeten op- clones ajenas. Por eso, las normas que apatecen entrelazadas con los pro- ryestus tienen el candcter de comejes, de invitaciones;ebligan a quienes se Interesan por esos proyectos y en la madida en que se interesan por ellos. Lo correcta lo justo, por el contratio, es exigente, porque es monahmente objetivo, No invita, ni aconseja seguir un camino sies que se quiere alcan- ‘ar una meta: obliga a actuar en esa dizeccién, sea cual fuere la meta o ol proyecto de vida buena de cada persona o grupo, y por es0 necesita justifi- cacién. Aclararcudl eel fendamento dele moralmente objetivo, de su exii- bilidad, y cudles on los criterias para descubrino en las normas concretas es uno de las grandes problemas que dvds las posiciones actuales en flosofla prictica Por una parte, autores intuicionstas, como Prichard y Ross, entienden ‘que es la intuicién la que nos lleva a descubric la obligatoriedad de deter- rminados deberes: deberes de fidelidad, de reparacién, de gratitud, de justi- cia, de perfeccionamiento 0 de no dafier a otros. Si tenemos conciencia de LoUsTOYLO BUENO 389 que obligan, no es porque nos percatemos de que producen el mayor bien, sino por intuicién. Se tata de odeberes prima facies, que pueden entrar en conflicto en la accién concreta, y entonces es cada sujero el que tiene que dar prioridad a uno u otro (Ross, 1994, 36 y 37) ‘Las critieas al intuicionismo han solido centrarse en su incapacidad para mostrar un criterio racional que permita discerir en los casos concretos ‘cud es la accién més correcta de forma intersubjetiva. Y aunque el elemen- to de la intuicidn permanece presente en distintas teorias éticas, entre las posiciones més preocupadas por descubrir crterios para dlucidar que es lo ‘moralmente objetivo podrlamos sefalar las siguientes: entre las ésicas de lo «buenos a ética de los cbienes internos» alas praxis de Macintyre, y la de las «waloraciones fuertes» de Taylor, as{ como las versiones del utiitarismo que identifican lo corzecto con lo socialmente més itil y encienden que la jus- ticia es una rama de la utilidad; entre las éicas defo justo, la kantiana y los antismos, el intuicionismo deontolégico de David Ross, Ia posicién de “Hare y la Escuela de Erlangen, lo liberaismos que conceden primacia alo justo sobre lo bueno (Rawls, Dworkin, Larmore, de alguna manera Sen), “la ética del discurso, creada en los aos setenta del siglo xx por Apel y Ha- bbermas,y la ética civica transnacional que quisiera proponer al final. Co- rmentaremos brevemente cémo se relacionan lo correcto y lo bueno en al- | gunas de estas posiciones, puesto que es imposible atender a todas ells 4, Lo correcto como lo til la justicia como rama de la utilidad Desde Bentham, el utilitarismo se propone evaluar las acciones humanas basindose en sus consecuencias y en la utilidad como criterio para evaluat Jas consecuencias. Pero como buscar la utiidad individual no es una obli- gacién moral, sino un hecho psicolégico, para tomar una coloracién moral cltiterio de utlidad se somece al principio utiliarista, segin el cual, una accién 0 un curso de accién seré moralmente preferible @ una accién 0 a ‘cursos de accién alternatives cuando produzca la mayor utlidad para el ‘mayor ntimero. La buena es loti lo moralmente bseno (lo correct) es lo mds til para el mayor nlmero. EL utllitarismo entiende que st ventaja frente a otras teorlas éticas con- siste en oftecer un criteria racional para las elecciones, porque se basa et Iechor observables y cuantificabls el hecho psicol6gico constatable de que cfin iimo de la vida humana es la felicidad, y el hecho econémico de ‘que esa felicidad es cuantificable, porque la satisfaccidn o la preferencia son stusceptibles de medida. La razén moral se convierte ante todo en razdn cal- 390 ADELACOKTINA culadora de la wtilidad o la preferencia, cuya maximizacién constituye la obligacién moral. + - Sin duda existen diserepancias en el seno del utilitarismo, y Mill es el principal abogado de las diferencias cualitaivas, y no slo cuanttativas, entre los placeres (Mill, 1984, 46-53), Sin embargo, sel usiltarismo qu re presentarelcrterio de utilidad como una ventaja porque permite cuan- tificar, entonces necesita recurri al edlculo de las consecuencias de la elec- ciones para sutisfacer descosy preferencias. Por eso importa utilizar medidas | observables, que hagan posible realizar un célculo, primero sobre la base de lacanilidads y mds tarde de la epreferencian (Cortina, 2002, 194). La obli- gacién moral consiste en realizar las acciones que producen el mayor bien para el mayor niimero, o bien en realizar aquel tipo de accién que se sub- sume en una regla,siguiendo la cual se obtiene el mayor bien del mayor ni ‘mero. El utiirrismo seria exigente teniendo en cuenta ls planes de vida de la mayort:Iajusticia es una rama de [a utlidad (Mill, 1984, cap. V). Sin embargo, el uiitarismo tiene grandes dificultades la hora de tran- sitar del bien subjetivo a lo correcto, ala objetividad moral que tiene capa cidad de obligar. Ya Ross intents mostras, como hemos comentado, qué existe un conjunto de deberes cuya obligatotiedad no se funda en que duzca el mayor bien. Pero las eriticas més agudas se presentan en el iltimo tercio del siglo 2%, de la mano de autores como Rawls 0 Sen. Segiin Rawls, el utilitarismo extiende ala sociedad de forma ilegtima el principio individual de eleceiSn, fundado en la prudencia, El utilitarismo cxee qu, de la misma forma que las personas son prudentes cuando disti- bbuyen sus oportunidades de gratificacién y de sufrimiento alo largo de sus vidas, de modo que resulte para ellas el mayor bien posible, la justcia con- sisce en aplicar el principio de prudencia racional al bienestar del grupo, distribuyendo las oportunidades de placer y dolor entre sus miembros, de modo que sesulte el mayor bien para el mayor miimero, Sin embargo, esta cextrapolacién del individuo a la sociedad es inadmisible porque: 1) Es po- sible legitimar que se recorten las ibertades y derechos bisicos de algunos ‘miembros, si con ello aumenta el bienestar general. 2) Cuando un indivi- duo distribuye sus saerifcios y sus gratficaciones en el conjunto de su vida, hace uso legitimo de la prudencia, pero en el caso de la eprudencia social, os sacificios y gratificaciones se distibuyen entre personas distin- tas, y la distibucin puede ser desigual, de modo que a unas les correspon- dan los saczificios, ya otras, as ventas. Sen, por su parte entiende 1) que el afin de medis resultados al evaluat sistemas sociales, el afin de medi el cémputo de wilidades, puede llevar olvidar que hay eapacidedes valiosas por sf mismas, independientemente de Lojustoyto BUENO 391 la utilidad que puedan reportar; que el que pregunta libertad, zpara qué’s es que sha nacido para servi, siguiendo a Tocqueville; 2) que las personas mis marginadas de una sociedad pueden acabar adaptindose a un tégimnen injusto, pueden autocensurar cualcuier protest, ignorando ya cudles son sus preferencias, con tal de disfrutar del bienestar posible, en vez de aspirar a la libertad deseable. De ahf que precisamente por rizones como éstas, segiin estos autores {entre otros), resulte indispensable defender lapriaridad de ls derechosy las Uibertades de cada woo de ls miembros de a sociedad sobre el Bienestar social, de forma que el bienestar de un individuo no pueda anular el derecho de ‘tro, En una sociedad justa las libertades bisicas han de estar garantizadas ylos derechos no pueden somererse al eéleulo del interés socal 5. El bien dela politia: ta primacta de lo justo En efecto, mientras que el utilitarismo entiende que actuae segiin los prin- ‘pios de justiciay respetar los derechos naturales habitualmente es algo Stil para la sociedad, otras corrientes consideran que hay una priotidad de ‘e305 principios y del respeto a los derechos, que la obligacién de seguir ‘unos y respetar otros no se mide por la utilidad que puedan proporcionar © no: lo justo tiene prioridad sobre lo bueno, Entre esas corsientes, al ver Ja mas relevante sea hoy l liberalismo politico de John Ravis, que revived Ja tradicién contractualista, porque entiende que el contractualismo clési- co, basado en la doctrina de los derechos naturales, ha concedido la priori- dad debida alos derechos sobre los bienes, alo justo sobre lo bueno, Como dita el propio Rawls: «En una sociedad justa las ibertades bisicas se dan. por garantizadas, los derechos, asegurados por la justia, no estin sujetos al regateo politico nial edlculo de intereses sociales» (Rawls, 1978, 46). ‘Aunque lo justo y lo bueno son complementarios, la primacta de lo jus- to es un elemento esencial (Rawls, 1978, 505 1996, 206). Ahora bien, en. 1 caso de Rawls, esta primacia tiene su origen en la distincidn, ya elésica cen la filosofia modeena, entre el hombre y el eindadano. El hombre, la pet- sona en su integridad, tiende a la felicidad y la busca a lo largo de su vi Pero una de las dimensiones de la persona es su pertenencia a una comuni- dad politica, y en esa dimensién el valor supremo es la justcia. «La felici- dad —decia PJ. A. Feuezbach—no es un fin del ciudadano, sino del hom- bres (Feuerbach, 1967, 75); el fin del ciudadano es la justia. Por eso, no en el mundo ético en general, siro en el ético-politico, la justicia tiene rioridad sobre el bien. 392. ADELACORTINA Con todo, importa dilucidar en qué consiste esa primacfa cuando ha- blamos de las diferentes formas de bien cuyo tratamiento tiene pleno sen- tido en la comunidad politica. Rawls, por su parte entiende que sla prima cfa de lo justo no significa que haya que evitar las ideas del bien: eso es imposible. Lo que significa es que las ideas del bien usadas han de ser ideas ppoliticas: han de ser perfiladas con vistas a satisfacer las restricciones im- ppuestas ala concepcién politica de la justcia, encajando en el espacio per- mitido por star (Rawls, 1996, 238). En el capitulo V de Liberalismo poll- tico propone cinco tipas de bien (bondad como racionalidad, bienes primarios, concepciones comprehensivis permisibles del bien, virtudes po- Iicicas y el bien en una sociedad politiamente bien ordenada), y vamos @ tomar los tres primeros como hilo conductor para caracterizar la relacién de primacia de fo justo sobre lo bueno en distintas teorfs actuales que la defienden. 6 Bondad como racionalidad, justicia como razonabilidad De una persona se dice que obra racionalmente cuando tiene una idea de bien, tiene proyectos vitales y organim su vida tratando de alcanzarlos. ‘Adoptar los medlios mds adecuados para acceder a la felicidad cras un pro- ceso de deliberacién es una conducta -acional. Esta nocién de racionali- dlad, ligada con el bien perseguido, es la que Hobbes destacé como base dé Leviatén y la que Kane recogié en la forrmlacién de los imperativos bipo- téticos de a habilidad y de la prudencia. Sin embargo, como ya comenti- ‘mos, para comprender la conducta de las personas y de los ciudadanos no basta con suponeres ese uso de la raz6n, Eno que se refiere alas personas, también en la conciencia personal estd presente el imperativo eategérico que expresa la autonomia de la persona, su ley universalizable (Kant). En lo que hace a los eiudadanos, también et. Ia conciencia moral-politica de las sociedades pluralistas (en su cultura mo- ral-politica) se presupone que los ciudadanos, ademés de racionales, son razonables. Mientras lo racionalsiene su precedente en ls imperasivos hipoté- teas, lo nazonable lo tiene en ls imperatvo categbricos (Rawls, 1996, 79 nota 1). Si admitimos, con Ravwls, que una sociedad es un esquema de coopera- cién, es razonable el ciudadano que esti dispuesto a respetar los téeminos equitativos de la cooperacién, que entiende que los que comparten las cargas han de compartir equitativamente los beneficios,y esd dispuesto también a reconocer que puede haber diferencias de juicio entre los ciudadanos (las cargas del juicio»). Quien sélo fuera racional carecer‘a dela predisposicién. LoJUsTOYLO BUENO 393 ala personalidad moral, carecerfa de la forma de sensibilidad moral que se requiere para ser cazonable: una propuesta moral (a ley moral) no signifi- carla nada para él, porque careceria de sensbilidad moral. Seria —podria- ‘mos decis— sdiscapacitada morale, De ahi que no pueda decirse que lo razonable se deriva de lo racional, como han intentado Hobbes y Gauthies, sino que es necesario tenet un sentido especial de lo razonable, un sentido peculiar de la justicia, Precisamente este sentido de la justcia es el que per- {mite establecer lazos intersubjetivos con los demds ciudadanos que cooperan cx la misma sociedad, mientras que persegu el propio bien es cuestin sub jetiva (Rawls, 1996, 82-85). Lo razonable, la capacidad de intersubjetivi- dad cooperativa, presupone lo racional, pero lo racional std subordinado alo razonable, lo bueno a lo justo. De aul resultard que lo justo se alinea con lo vaioso en sf, con fo racio- nalmenteexigible o «razonables, com el ambito de las normas euyo cumpli- rmiento. puede cxigizse. Lo bueno, por su parte, se alinea-con lo valioso «para mio o epara nosotros», con la invitacibn, el consejo la habilidad y ka prudencia: Pero todo ello ligado, en el caso de Rawls, no a. la persona (Kan), sino al ciudadano, La ética del discurso, por su parte, uniré de nue- +o los imperativos hipotéticos y laracionalidad alas decisiones personales, en la nocién de autorrealizacién,y los imperativos categsticos a lo que ¢s moralmente intersubjetivable, a Ia autonomia que universalizartamos. Podemos decir que nazém empirico-prdctica (Kant), autorrealizacin ( cade discurso) y racionalidad (Rawls) son tres nombres para designar la dimension subjetiva de laracionalidad practica: la racionalidad de lo bueno, ‘mientras que razdn moral (Kant), autononsta (éica del discurso) y nazona- bilidad (Rawls) son tres nombres para designar la dimensiOn objetiva de la racionalided préctea, la racionalidad de lo justo, que es insersubjsivable. A esta dimensidn pertenece la exigencia de igualdad, que es, segin Dworkin, la vireud soberana. 7. Vireud soberana: la igualdad Una sociedad democritica debe tratar a sus ciudadanos —esto os exigible en justcia— como iguales. As{ lo reconoce Dworkin al intentar disefiar el nndcleo consstuyente del liberalism (Dworkin, 1978, 144). Pero zqué quiere decir que el gobierno ha de tratar alos ciudadanos como iguales 0, To que es idéntico, como libzes, ndependientes, o con igual dignidad? Dos cuestiones, al menos, se plantean a hilo de esta pregunta: igualdad de bie- nes igualdad en el matamiento de ls proyectos de vida buena. 394 ADELACORTINA 7.1. zlgualdad en qué? Hace algin tiempo Sen planteé dos preguntas cruciles en relacién con la cexigencia de igualdad: «jigualdad por qué?» ¢ «gigualdad en qué» (Sen, 1995). A la primera cabria responder desde teorfas éticas: porque son cit- dadanos (liberalismo) 0 porque, como veremos en la ética del discutso, son interlocucores vélidos, cuyos intereses deben ser tenidos dialdgicamente en cuenta, En relacién con la segunda cuestién, las respuestas més relevantes serian ls siguientes. Scgiin Rawls, la igualdad serfa de bienes primaries, que son aquellos con los que cualquier persona desearla contar para poder llevar adelante cual- «quiet plan de vida que quisiera proponerse; el criterio es la equidad: lo que

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