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FILOSOFIA

GRADO 11° - 2023


I PERIODO

FILOSOFIA DE KARL JASPERS


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"La filosofía bien trabajada está vinculada sin duda a las ciencias. Tiene por supuesto éstas en el estado más
avanzado a que hayan llegado en la época correspondiente. Pero el espíritu de la filosofía tiene otro origen. La
filosofía brota antes de toda ciencia allí donde despiertan los hombres." Karl Jaspers
(nació en Oldemburgo, 1883 – murió en Basilea, 1969) Psiquiatra y filósofo existencialista
alemán. Aplicó su reflexión al drama humano y a sus problemas principales: la comunicación, el
sufrimiento, la culpabilidad o la muerte, y fue uno de los pensadores que conformaron el existencialismo
y la fenomenología. En el campo de la psicología se alineó junto a Wilhelm Dilthey, e impulsó la
aplicación de la fenomenología en psiquiatría, en la búsqueda de una explicación más subjetiva que
genética de los fenómenos psicológicos. En su opinión, las relaciones humanas deben ser concebidas
como formas de un "combate amoroso" que oscila sin cesar entre el amor y el odio, teoría que le
aproxima al psicoanálisis de Freud.
Estudiante de leyes (1901), Karl Jaspers resolvió finalmente graduarse en medicina tras un largo
viaje a Italia (1902). Durante los años de colegio había leído a Spinoza, de quien aprendió la prudencia
intelectual. En 1908 estudió las obras de Edmund Husserl, y empleó su fenomenología para la
descripción de las experiencias psicopáticas; aun cuando quedara desilusionado de Husserl en cuanto
filósofo (dijo que transformaba la filosofía en ciencia), Jaspers admiraba mucho su método, su rigor
intelectual.
El valor de la filosofía: ¿Qué sea la filosofía? y ¿cuál es su valor? es cosa discutida. De ella se
esperan revelaciones extraordinarias o bien se la deja indiferentemente a un lado como un pensar que
no tiene objeto. Se la mira con respeto, como el importante quehacer de unos hombres insólitos o bien
se la desprecia como el superfluo cavilar de unos soñadores. Se la tiene por una cosa que interesa a
todos y que por tanto debe ser en el fondo simple y comprensible, o bien se la tiene por tan difícil que
es una desesperación el ocuparse con ella. Lo que se presenta bajo el nombre de filosofía proporciona
en realidad ejemplos justificativos de tan opuestas apreciaciones.
Algunas notables concepciones de la Filosofía.
Primero. En materia de cosas filosóficas se tiene a casi todo el mundo por competente. Mientras que
se admite que en las ciencias son condición del entender el estudio, el adiestramiento y el método,
frente a la filosofía se pretende poder sin más intervenir en ella y hablar de ella. Pasan por preparación
suficiente la propia humanidad, el propio destino y la propia experiencia.
Hay que aceptar la exigencia de que la filosofía sea accesible a todo el mundo. Los prolijos caminos de
la filosofía que recorren los profesionales de ella sólo tienen realmente sentido si desembocan en el
hombre, el cual resulta caracterizado por la forma de su saber del ser y de sí mismo en el seno de éste.
Segundo. El pensar filosófico tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a cabo cada
uno por sí mismo. Una maravillosa señal de que el hombre filosofa en cuanto tal originalmente son las
preguntas de los niños. No es nada raro oír de la boca infantil algo que por ser sencillo penetra
inmediatamente en las profundidades del filosofar. He aquí unos ejemplos.
Un niño manifiesta su admiración diciendo: "me empeño en pensar que soy otro y sigo siendo siempre
yo". Este niño toca en uno de los orígenes de toda certeza, la conciencia del ser en la conciencia del
yo. Se asombra ante el enigma del yo, este ser que no cabe concebir por medio de ningún otro. Con
su cuestión se detiene el niño ante este límite.
Otro niño oye la historia de la creación: Al principio creó Dios el cielo y la tierra..., y pregunta en el acto:
"¿Y que había antes del principio?" Este niño ha hecho la experiencia de la infinitud de la serie de las
preguntas posibles, de la imposibilidad de que haga alto el intelecto, al que no es dado obtener una
respuesta concluyente.
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Otra niña, que va de visita, sube una escalera. Le hacen ver cómo va cambiando todo, cómo pasa y
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desaparece, como si no lo hubiese habido. "Pero tiene que haber algo fijo... que ahora estoy aquí
subiendo la escalera de casa de la tía siempre será una cosa segura para mí." El pasmo y el espanto
ante el universal caducar y fenecer de las cosas se busca una desmañada salida.
Tercero. El filosofar original se presenta en los enfermos mentales lo mismo que en los niños. Pasa a
veces —raras— como si se rompiesen las cadenas y los velos generales y hablase una verdad
impresionante. Al comienzo de varias enfermedades mentales tienen lugar revelaciones metafísicas de
una índole estremecedora, aunque por su forma y lenguaje no pertenecen, en absoluto, al rango de
aquellas que dadas a conocer cobran una significación objetiva, fuera de casos como los del poeta
Hölderlin o del pintor Van Gogh. Pero quien las presencia no puede sustraerse a la impresión de que
se rompe un velo bajo el cual vivimos ordinariamente la vida. A más de una persona sana le es también
conocida la experiencia de revelaciones misteriosamente profundas tenidas al despertar del sueño,
pero que al despertarse del todo desaparecen, haciéndonos sentir que no somos más capaces de ellas.
Hay una verdad profunda en la frase que afirma que los niños y los locos dicen la verdad. Pero la
originalidad creadora a la que somos deudores de las grandes ideas filosóficas no está aquí, sino en
algunos individuos cuya independencia e imparcialidad los hace aparecer como unos pocos grandes
espíritus diseminados a lo largo de los milenios.
Cuarto. Como la filosofía es indispensable al hombre, está en todo tiempo ahí, públicamente, en los
refranes tradicionales, en apotegmas filosóficos corrientes, en convicciones dominantes, como por
ejemplo en el lenguaje de los espíritus ilustrados, de las ideas y creencias políticas, pero, ante todo,
desde el comienzo de la historia, en los mitos. No hay manera de escapar a la filosofía. La cuestión es
tan sólo si será consciente o no, si será buena o mala, confusa o clara. Quien rechaza la filosofía,
profesa también una filosofía, pero sin ser consciente de ella.
¿Qué es, pues, la filosofía? La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a
sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión
del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la
búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía. Filosofía quiere decir: ir de
camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una
nueva pregunta.
Hoy es posible, hablar de la filosofía. el sentido de la filosofía es:
1. Ver la realidad en su origen;
2. apresar la realidad conversando mentalmente conmigo mismo, en la actividad interior;
3. abrirnos a la vastedad de lo que nos circunvala;
4. osar la comunicación de hombre a hombre sirviéndose de todo espíritu de verdad en una lucha
amorosa;
5. mantener despierta con paciencia y sin cesar la razón, incluso ante lo más extraño y ante lo que
se rehúsa.
La filosofía es aquella concentración mediante la cual el hombre llega a ser él mismo, al hacerse
partícipe de la realidad.
Bien que la filosofía pueda mover a todo hombre, incluso al niño, bajo la forma de ideas tan
simples como eficaces, su elaboración consciente es una faena jamás acabada, que se repite en todo
tiempo y que se rehace constantemente como un todo presente —-se manifiesta en las obras de los
grandes filósofos y como un eco en los menores. La conciencia de esta tarea permanecerá despierta,
bajo la forma que sea, mientras los hombres sigan siendo hombres.
La filosofía debe, pues, justificarse. Pero esto es imposible. No puede justificarse con otra cosa
para la que sea necesaria como instrumento. Sólo puede volverse hacia las fuerzas que impulsan
realmente al filosofar en cada hombre. Puede saber qué promueve una causa del hombre en cuanto
tal tan desinteresada que prescinde de toda cuestión de utilidad y nocividad mundanal, y que se
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realizará mientras vivan hombres. Ni siquiera las potencias que le son hostiles pueden prescindir de
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pensar el sentido que les es propio, ni por ende producir cuerpos de ideas unidas por un fin que son un
sustitutivo de la filosofía, pero se hallan sometidos a las condiciones de un efecto buscado —como el
marxismo y el fascismo. Hasta estos cuerpos de ideas atestiguan la imposibilidad en que está el hombre
de esquivarse a la filosofía. Ésta se halla siempre ahí.
La filosofía no puede luchar, no puede probarse, pero puede comunicarse. No presenta
resistencia allí donde se la rechaza, ni se jacta allí donde se la escucha. Vive en la atmósfera de la
unanimidad que en el fondo de la humanidad puede unir a todos con todos.
En gran estilo, sistemáticamente desarrollada, hay filosofía desde hace dos mil quinientos años
en Occidente, en China y en la India. Una gran tradición nos dirige la palabra. La multiformidad del
filosofar, las contradicciones y las sentencias con pretensiones de verdad, pero mutuamente
excluyentes no pueden impedir que en el fondo opere una Unidad que nadie posee, pero en torno a la
cual giran en todo tiempo todos los esfuerzos serios: la filosofía una y eterna, la philosophia perennis.
A este fondo histórico de nuestro pensar nos encontramos remitidos, si queremos pensar
esencialmente y con la conciencia más clara posible.

LA FILOSOFÍA DE HANNAH ARENDT

Hannah Arendt (1906-1975) es una pensadora de cultura alemana y origen étnico judío. Estudió
latín, griego, teología y, con Jaspers y Heidegger, filosofía. Con la llegada al poder de Hitler tuvo que
exiliarse y pasó varios años en Francia; logró salir de Europa en el último momento y fue recibida en
los Estados Unidos, donde desarrollaría una intensiva actividad intelectual. En el plano personal, tuvo
una relación con el propio Heidegger, estuvo casada brevemente con Günther Stern y después, en el
exilio en París, encontró al que sería su compañero y marido para el resto de su vida, Heinrich Blücher,
un refugiado como ella, un ex comunista que ni siquiera se había sacado el bachillerato pero que resultó
un magnífico interlocutor para los temas políticos. No era de origen judío.
Hannah Arendt se interesa sobre todo por la teoría de la política, pero ya que sus escritos tratan
de qué es ser humano, cómo funciona la convivencia social y qué es característico de la vida intelectual,
en realidad se puede sacar de sus escritos una filosofía de la educación. Arendt no se preocupa por
mantenerse dentro de tal o cual campo disciplinar porque su meta es comprender el mundo valiéndose
de su propia mente. La palabra alemana que usa es Selbstdenken, el pensar por sí mismo, una
expresión tomada de Lessing. En lo propiamente filosófico, Arendt cita en particular el pensamiento de
Sócrates y Kant. Quiere mejorar el pensamiento más que enseñar tal o cual contenido. El punto de
partida de una reflexión suele ser algún dato histórico y el resultado se caracteriza por la imparcialidad.
Arendt escribe dentro de la tradición occidental, y nada parecerle serle ajeno: la filosofía, la
religión, la historia, la literatura, la etimología y en particular todo lo relacionado con la Antigüedad.
También reflexiona sobre las revoluciones americana y francesa, el antisemitismo, el imperialismo, el
nazismo y el comunismo soviético. Además, escribe una gran cantidad de artículos que comentan
hechos políticos de relevancia, como la creación del Estado de Israel, el juicio a Eichmann, el mayo del
68 o la política norteamericana durante la guerra del Vietnam. Elaborará una antropología en La
condición humana (1958).
Pensar por sí mismo: En los textos sobre Kant y en el primer volumen de La vida del espíritu
(1978) Arendt desarrolla sus ideas sobre lo que significa pensar. Estructura sus ideas en torno a las
que encuentra en Kant y se detiene en el pensar por sí mismo, el colocarse en el lugar del otro y el
estar de acuerdo con uno mismo.
Arendt considera fundamental, en el ejercicio de la facultad de pensar, la interrelación entre la
percepción y la facultad de crear esquemas o imágenes. Nuestras facultades mentales nos permiten
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crear imágenes y comprender lo que algo sea. Lo que inicia el proceso de pensamiento es la vida
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misma, la experiencia y la observación, y es fundamental adecuar lo que se dice con lo que se observa.
Arendt subraya la importancia de pensar por sí mismo para entender el mundo. La narración y la
valoración son pilares en este pensar por sí mismo.
En cuanto al ponerse en el lugar del otro, nos permite no caer en el egocentrismo. Arendt apunta
que Homero cantó tanto al héroe de los griegos como al de los troyanos, es decir, se mostró imparcial,
y este dato merece ser destacado y relacionado con el avance griego hacia la filosofía y la ciencia.
Arendt habla también de Sócrates y su búsqueda desinteresada de la verdad, y de los desestimados
sofistas, que a pesar de ser enemigos de Sócrates dejaron un valioso legado: la costumbre de dar
vueltas a un argumento para barajar diferentes puntos de vista. Arendt considera que estas posturas
son auténticas virtudes en política. Tanto Kant como Arendt se interesan por el pensamiento como
actividad pública, como la costumbre de dar cuenta de actos y argumentos, por ejemplo, en un contexto
político.
Turno ahora para la no aceptación de contradicciones en el propio pensamiento, que guarda
relación con la aceptación de informarse, valorar los hechos y sacar las conclusiones correctas, por
mucho que no nos agraden. Arendt se interesa por la facultad de juicio, y sostiene que se aprende a
usarla más con la práctica que mediante la enseñanza.

Arendt distingue entre el saber y el pensar. Su interés se centra en éste, que a su vez presupone
a aquél. Asimismo, se concentra en la comprensión. Cree que la vida es comprensión, y que para llegar
a ella es importante valorar. Considera que el negarse a valorar es un defecto importante, una cobardía.
En la vida diaria, todos tenemos que valorar lo que sucede a nuestro alrededor, así es posible valorar.
Además, si no fuéramos capaces de discernir el bien del mal, nuestro sistema jurídico sería impensable,
porque presupone dicha distinción.
Llegados a este punto, podemos sacar algunas conclusiones para la educación según el
pensamiento de Arendt. Arendt pone el énfasis en los conocimientos históricos, literarios, lingüísticos,
en una palabra, humanísticos; pero no como simple acumulación de datos, sino como generadores de
comprensión y valoración de lo que supone ser humano. Cita una y otra vez las palabras de William
Faulkner de que el pasado no está muerto y ni siquiera es pasado; también las de René Char: la cultura
nos es legada sin testamento previo. Lo histórico es la base de la condición humana.
Se puede encontrar una reflexión concreta sobre el modo de operar del pensamiento en la
propia obra de Arendt. Cuando, en 1961, Eichmann fue capturado en Argentina y llevado a Israel,
Arendt pidió a la revista New Yorker que la mandara a Jerusalén para dar cuenta del juicio al que sería
sometido. Eichmann en Jerusalén salió en 1963 con el subtítulo "La banalidad del mal", que generó no
poca controversia. En ese libro, Arendt viene a ser un ejemplo de alguien que se informa y que elabora
conceptos; que se coloca en el lugar del otro; y que no acepta la contradicción. Eichmann es un ejemplo
de lo contrario.
Quizá lo más interesante es lo que dice Arendt de Eichmann como persona. Lo tiene por un
hombre en todo mediocre. Un hombre no muy alto, pálido y sin rasgos distintivos, que habla con cierto
tonito y se expresa a través de clichés. No parece sentir las cosas profundamente, tampoco sabe
expresar su pensamiento de manera matizada, sino que recurre a frases hechas, aprendidas durante
su juventud o tomadas de los periódicos. No da la impresión de ser una persona con una verdadera
vida interior. Vive según reglas que no ha examinado, y parece que podría vivir igual sometido a otras,
pues las opiniones aceptadas en su sociedad funcionan como una pantalla entre su conciencia y la
realidad. No compara lo que se dice con lo que sucede. Si hubiera vivido en un Estado no criminal, es
posible que no hubiera tenido un comportamiento criminal. Eichmann cumplió las leyes según su propia
manera de ver porque consideraba que las palabras de Hitler tenían rango de ley, lo cual por otro lado
era cierto. Rechaza toda valoración propia de los hechos.
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Arendt concluye que Eichmann no sabe pensar y que se niega a valorar. No es tonto porque,
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evidentemente, sabe realizar las tareas diarias, pero no sabe verse a sí mismo desde fuera. El ejemplo
más impresionante es que el policía israelí que conduce el interrogatorio previo al juicio intenta
sonsacarle si se arrepiente, pero no da con indicio alguno en tal sentido. Todo lo contrario: Eichmann
considera que ha cumplido con las tareas que le han sido asignadas. Se jacta de los contactos que ha
tenido con oficiales importantes. Lo que le corroe es que considera que tenía méritos para ascensos
que no llegaron. O sea, que los propios oficiales nazis lo consideraron un mediocre. Todo esto lleva a
que Arendt considere que Eichmann, más que profundamente malvado, es un ser muy limitado que no
ha desarrollado su humanidad. No ha aprendido a ponerse en el lugar del otro. No entiende lo que
pueda pensar el policía israelí que le está escuchando, o quizá le da lo mismo. Padece una suerte de
autismo social. Eichmann no leía más que los periódicos y los documentos que tenía que leer en su
trabajo. Así que tampoco por la vía de la literatura llegó a ver el mundo desde otras perspectivas.
Lo real y lo verdadero. En las dictaduras, los consejeros del dictador no se atreven a contarle
los datos negativos. Así, el dictador puede resultar el último en enterarse de ciertas cosas. En los
estados totalitarios, la mentira está ligada a la violencia, porque la única manera de hacer coincidir la
mentira con la realidad es cambiar la realidad a través de la destrucción. Pero también existen mentiras
en los Estados democráticos.
Arendt descubre dos nuevas variantes de la mentira. A la primera la llama de relaciones
públicas. Los funcionarios del gobierno maquillan los datos no para confundir al enemigo sino para
quedar bien ante sus propios conciudadanos. Durante la guerra del Vietnam, esto se convirtió en una
rutina. Había personas que recogían datos verdaderos, pero no fueron escuchadas. Este tipo de
mentira equivale a un autoengaño.
El segundo tipo de mentira fue muy utilizado por los consejeros inteligentes del presidente de
los Estados Unidos que trabajaban con teorías o fórmulas. Trataron de ajustar la realidad a sus
esquemas previos mediante la manipulación de los datos.
El efecto del empleo de estos dos tipos de mentira fue doblemente negativo para los Estados
Unidos, subraya Arendt. Por un lado, los norteamericanos perdieron la fe en su propio gobierno; por
otro, los norvietnamitas tomaban buena nota del descenso del apoyo a la guerra entre la población de
su enemigo.
Para Arendt, el estudio debe centrarse en tratar de comprender lo que sucede en el mundo y,
sobre todo, entrenar la facultad de valorar lo que sucede. Rechaza la corriente de pensamiento que
dice que no se puede saber si algo es bueno o malo. Ella, como judía alemana, sabe perfectamente
que hay cosas buenas y cosas malas. Llama realismo a la actitud respetuosa con la realidad y rechaza
el uso de teorías que la deformen.
Frases Famosas de Arendt.
1. Los niños necesitan ser enseñados y exigirles esfuerzos y una buena conducta no significa ser
autoritario.
2. Los maestros y profesores necesitan buenos conocimientos para poder enseñar y para cumplir
su papel de líderes en la educación.
3. La escuela constituye una mini sociedad y, como la sociedad de los adultos, tiene sus límites y
sus reglas.
4. La cultura, y en especial las humanidades, son la base de la educación porque nos permiten
entender lo que es ser humano.
5. Para aprender a pensar, es importante aprender a informarse y a formar conceptos, a colocarse
en el lugar del otro y a valorar.
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JEAN-PAUL CHARLES AYMARD SARTRE


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Jean-Paul Charles Aymard Sartre nació el 21 de junio de 1905 en la ciudad de París, Francia,
siendo el hijo de un oficial de la Marina llamado Jean Baptiste Sartre y de Anne Marie Schweitzer. Sin
embargo, a los pocos meses de nacer su padre falleció a causa de una enfermedad contraída durante
sus viajes. Su madre, con la ayuda de los abuelos maternos de Jean-Paul, le educaría en un entorno
estimulante e intelectual. Su abuelo le inició además en el interés por las artes. En 1915, a la edad de
diez años, Sartre entró en el Lycée Henri IV de París para iniciar su educación. Sin embargo, su madre
conocería y contraería segundas nupcias con Joseph Mancy, haciendo que el joven Sartre tuviera que
trasladarse a La Rochelle. Sería en el Liceo de dicha localidad donde continuaría sus estudios hasta
1920, en que volvería a París y terminaría su educación en su instituto original.
Una vez terminados sus estudios secundarios, ingresaría durante 1924 en la École Normale
Supérieure de París para realizar sus estudios universitarios. Durante estos estudios conocería a
diferentes personas que en el futuro se convertirían en grandes autores, entre los que se encontraba
la que se volvería su compañera sentimental principal (establecerían durante toda su vida una relación
abierta controvertida para la época), Simone de Beauvoir. Se doctoró en filosofía en 1929, siendo el
primero de su promoción (seguido por De Beauvoir).
Sartre, prestigioso filósofo influenciado por grandes pensadores alemanes (Husser y Heidegger)
desarrolló la línea filosófica del existencialismo, marcando una huella en su generación.
La filosofía existencialista tuvo mayor impacto en la conferencia que ofreció en 1946,
“Existencialismo y humanismo”, por su optimista mirada hacia la libertad. Se convirtió en la inspiración
para muchos pensadores de su época. Dicha corriente se origina desde la mirada ateísta, por ello, que
la libertad juega un rol fundamental en el hombre, ya que, al no existir un ser superior, éste no puede
ser definido, es decir, no viene “preconcebido” (por un plan mayor) y es ahí donde el ser humano se
encuentra dotado de plena libertad, dado que, al no venir condicionado, se encuentra arrojado al
mundo. Sartre declara que, si hay o no un Dios da exactamente lo mismo, lo cierto es, que estamos en
el mundo y nada sabemos anterior a eso. De ahí la famosa frase “La existencia precede a la esencia”.
El hombre parte desde una nada para convertirse en un proyecto, un dirigirse hacia algo, ya que
para Sartre el hombre se constituye cuando muere, porque al poseer plena libertad éste puede cambiar
cada día de su vida, pero, solo deja de hacerlo cuando el individuo ha muerto, porque somos cuando
ya hemos dejado de existir.
La libertad entonces es lo que se antepone a cada acto y se considera de carácter individual,
ya que nacemos y morimos en plena soledad, por lo que, uno mismo puede decidir por sobre sus
propios actos, cosa, que ni siquiera la moral y la ética son factores decisivos en nuestras elecciones.
Dicho lo anterior, se puede reflexionar sobre el concepto de angustia en Sartre. El miedo, la
ansiedad, la culpabilidad y la conciencia, son elementos que permiten al hombre dar cuenta de su
estado de libertad, en tanto que, cada decisión y consecuencia al no estar definida por una esencia
(ser superior) residen en la absoluta responsabilidad del sujeto. Vale decir, que tiene directa relación
con la conciencia de ser libres. El sentimiento de angustia nace por el darse cuenta de que todo lo que
sucede es consecuencia de nuestras propias decisiones y nada ni nadie nos podrán ayudar. He aquí,
el sentimiento de” arrojado al mundo” y de soledad; angustia de no tener a quien culpar por todo lo que
decidas vivir. Por ello, el concepto de angustia parte por la responsabilidad, de estar plenamente
conscientes de nuestra propia existencia, que conlleva al hombre a ser libres para dirigir y juzgar el
transcurso o proyectos de sus vidas. Según él, “no tenemos excusas detrás de nosotros ni
justificaciones ente nosotros”. Se está “condenado a ser libres”.
La obra filosófica de Sartre se puede dividir en tres períodos. El primero, marcado por la
influencia de la fenomenología de Husserl. El segundo, marcado por la adopción de una postura atea
y la asimilación de los presupuestos del existencialismo, siguiendo en este último aspecto las
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reflexiones de Heidegger respecto a la ontología de la filosofía de la existencia. Y el tercero, marcado


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por el intento de sintetizar el existencialismo con una visión crítica y alejada de las ortodoxias
dominantes del marxismo. Por lo demás, hay que tener en cuenta de forma general la actividad literaria
de Sartre, continuada a lo largo de toda su vida, así como la actividad periodística y su constante
preocupación por las cuestiones sociales y políticas, que hicieron de él un modelo de referencia para
los intelectuales comprometidos con la lucha contra la injusticia y las contradicciones sociales de su
tiempo.
a) El periodo fenomenológico: Tras su estancia en Berlín como becario del Instituto Francés,
habiendo estudiado sobre todo la filosofía de Husserl, los primeros escritos de Sartre, escritos entre los
años 1936-1940, tienen una orientación claramente fenomenológica. Así ocurre, por ejemplo, con su
primera obra, "La trascendencia del Ego", en la que se discute la naturaleza de la conciencia,
distinguiéndose de la posición adoptada por Husserl, pero en clara dependencia con los planteamientos
fenomenológicos. Lo mismo ocurre con sus otras obras, filosóficas o literarias, de la época, centradas
en el interés por la psicología y la angustia y libertad.
b) El período existencialista: En los años posteriores, hasta 1952, la actividad filosófica de Sartre
se vuelve hacia el existencialismo que, a partir de la publicación de "El ser y la nada", le van a convertir
en el principal, o al menos en el más popular y conocido, representante del existencialismo. El
conocimiento de los principales elementos de su pensamiento existencialista, que se desarrollan
posteriormente, constituye el objeto de esta exposición, lo que se advierte explícitamente para dejar
constancia de las deliberadas limitaciones de este trabajo.
c) El período marxista: Sin que se pueda decir que abandona las tesis más radicales del
existencialismo, Sartre, a partir de los años 60 y hasta el final de su vida, orientará su actividad hacia
el marxismo. No, ciertamente, hacia las formas más ortodoxas de marxismo, pero mostrará
públicamente su interés hacia los países en los que el marxismo se constituyó en una forma de poder
político, aunque sin escatimar las críticas, especialmente en aquellos aspectos en que un régimen
totalitario choca con su concepción existencialista del ser humano como libertad. De esta época datan
obras tan importantes como la "Crítica de la razón dialéctica".
El existencialismo es un movimiento filosófico que se desarrolla a partir de 1927, con la
publicación de "El ser y el tiempo", de Martín Heidegger, y que alcanzó su máximo esplendor en los
años 40 del presente siglo, para decaer hacia la década de los 60. Su fundamental principio filosófico
es el análisis de la existencia humana como punto de partida para cualquier ulterior reflexión sobre lo
real. Como precursores de este movimiento hay que citar a Kierkegaard, quien influye poderosamente
en el ambiente intelectual pre-existencialista, aportando numerosos temas de reflexión, y a Husserl, no
tanto por el contenido de sus doctrinas como por el uso que harán algunos existencialistas (como
Heidegger) de su método fenomenológico. Como lugares comunes del existencialismo podemos
reseñar los siguientes puntos:
1. Todas las filosofías de la existencia arrancan de una llamada "vivencia existencial", que es
entendida de diversos modos por los existencialistas: como fragilidad del ser", como "marcha
anticipada hacia la muerte", o como "repugnancia o náusea general".
2. Su tema principal de investigación es la existencia, entendida como '`un modo de ser
particularmente humano". El ser humano es, pues, el único animal que tiene existencia, en ese
preciso sentido.
3. La existencia es concebida como una actualidad absoluta, no como algo estático, de lo que se
pueda decir que es, sino como algo que se crea a sí misma en libertad, que deviene, que es un
proyecto. La existencia, por lo tanto, es algo que pertenece sólo a los seres que pueden vivir en
libertad.
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4. En consecuencia, el ser humano es pura subjetividad, es decir, puro despliegue de su capacidad


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creadora, de su capacidad de ser para sí mismo, de su propio hacerse, de su "existir ". El ser
humano se crea libremente a sí mismo, es su libertad.
5. Pero pese a su subjetividad el ser humano no queda cerrado en sí mismo, sino que se halla esencial
e íntimamente vinculado al mundo y, en especial, a los demás seres humanos. En su real y efectivo
hacerse, la existencia deviene "coexistencia".
6. La distinción entre sujeto y objeto, tal como es planteada por la metafísica tradicional, es también
rechazada por los existencialistas, entre quienes prevalece la vivencia de la realidad sobre el
conocimiento de la realidad. Y en esa vivencia la oposición sujeta/objeto queda anulada.
La realidad es vivida fundamentalmente mediante la angustia, es decir, por medio de aquello
por lo que el ser humano se da cuenta de su finitud y de la fragilidad de su posición en el mundo. La
angustia se presenta como el modo en que el ser humano accede al fondo último de la realidad. No
olvidemos las condiciones históricas que acompañan el surgimiento del existencialismo: entre la
primera y la segunda guerra mundial.
La filosofía de la existencia se presenta como una filosofía pesimista, cuya conclusión es la de
que la existencia humana carece de sentido, es un absurdo (el ser humano, como dice Sartre, es "una
pasión inútil "), ya que no hay ninguna esencia, ninguna dirección fija en la que deba desarrollarse.
Pero es a partir del reconocimiento de la existencia de donde, precisamente, al no haber ninguna
esencia prefijada, al no ser el ser humano esto o aquello, sino pura libertad, como es posible reconstruir
el ser de esa existencia y, con ello, la realidad toda y el ser humano, como un fruto de su libertad.
Jean Paul Sartre fue el filósofo existencialista más comentado y el que alcanzó mayor notoriedad
en los círculos culturales de la Europa de la primera mitad del siglo XX, incluidos los no existencialistas
y los no estrictamente filosóficos.

FENOMENOLOGÍA DE LA PERCEPCIÓN DE MAURICE MERLEAU PONTY

(Nación en Rochefort-sur-Mer, 1908 – murió en París, 1961) Filósofo francés. Estudió en la


École Normale Supérieure. Fue profesor en varios institutos de provincias y, más tarde, ejerció la
docencia en la École Normale hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial, durante la cual participó
activamente en la Resistencia. En los años siguientes a la conflagración enseñó en la Universidad de
Lyon, y más tarde fue profesor de psicología pedagógica en la Sorbona y en la École Normale; a partir
de 1952 fue profesor de filosofía en el College de France.
Después de la guerra, Maurice Merleau-Ponty colaboró estrechamente en el plano político y
cultural con Jean-Paul Sartre y con Simone de Beauvoir, participando desde su fundación en el comité
directivo de Temps modernes. Su colaboración con Sartre se interrumpió a causa de profundas
divergencias en las ideas políticas; Merleau-Ponty criticó de forma más bien dura el pensamiento de su
amigo, acusándole de ultrabolcheviquismo. Partiendo de una posición de izquierda radical de fondo
revolucionario, su ideario político evolucionó hasta desembocar en una postura reformista.
¿Qué es la fenomenología? [...] La fenomenología es el estudio de las esencias, y todos los
problemas, según ella, se reducen a definir esencias: esencia de la percepción, esencia de la
conciencia, por ejemplo. Pero la fenomenología es también una filosofía que vuelve a colocar las
esencias en la existencia y considera que no se puede comprender al hombre y al mundo sino a partir
de su "facticidad". Es una filosofía trascendental que pone en suspenso, para comprenderlas, las
afirmaciones de la actitud natural, pero es también una filosofía para la cual el mundo está siempre "ya
ahí", antes de la reflexión, como una presencia inalienable, y todo cuyo esfuerzo se encamina a recobrar
este contacto ingenuo con el mundo para darle de una buena vez estatuto filosófico. [...] Es el intento
de hacer una descripción directa de nuestra experiencia tal cual es, y sin ninguna consideración de su
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génesis psicológica y de las explicaciones causales que el especialista, el historiador o el sociólogo


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puedan dar [...]. Está en camino desde hace mucho tiempo, sus discípulos la encuentran por todas
partes, en Hegel y en Kierkegaard desde luego, pero también en Marx, en Nietzsche, en Freud.
La fenomenología sólo es accesible por medio de un método fenomenológico. Intentemos, pues,
anudar deliberadamente los famosos temas fenomenológicos tal como se han anudado
espontáneamente en la vida.
Las perspectivas científicas, según las cuales soy un momento del mundo, son siempre
ingenuas e hipócritas, puesto que sobrentienden, sin mencionarla, esta otra perspectiva, la de la
conciencia, por la que de inmediato se dispone de un mundo en torno mío y comienza a existir para mí.
Volver a las cosas mismas, es volver a este mundo anterior al conocimiento y del que el conocimiento
habla siempre, y frente al cual toda determinación científica es abstracta, significativa y dependiente,
como la geografía con relación al paisaje en que hemos aprendido por vez primera qué es una selva,
una pradera o un río.
El mundo está ahí antes de cualquier análisis que yo pueda hacer de él y sería artificial hacerlo
derivar de una serie de síntesis que enlazarían las sensaciones y las perspectivas del objeto, mientras
que unas y otras son justamente productos del análisis y no deben ser realizadas antes que él [...].
Lo real hay que describirlo, y no construirlo o constituirlo. Esto quiere decir que no puedo asimilar
la percepción a síntesis que son del orden del juicio, de los actos o de la predicación. En todo momento
mi campo perceptivo está lleno de reflejos, de crujidos, de impresiones táctiles fugaces que no soy
capaz de enlazar precisamente al contexto percibido y que, sin embargo, coloco desde luego, en el
mundo, sin confundirlos jamás con mis ensueños. En todo instante también sueño en torno a las cosas,
imagino objetos o personas cuya presencia aquí no es incompatible con el contexto, y que, sin embargo,
no se mezclan con el mundo, están ante el mundo, en el teatro de lo imaginario. Si la realidad de mi
percepción no estuviera fundada sino en la coherencia intrínseca de las "representaciones", tendría
que ser siempre vacilante, y, entregada a mis conjeturas probables, tendría en todo momento que
deshacer síntesis ilusorias y reintegrar en lo real fenómenos aberrantes que primeramente habría
excluido. Pero no hay nada de esto. Lo real es un tejido sólido, no espera nuestros juicios para anexarse
los fenómenos más sorprendentes, ni para rechazar nuestras imaginaciones más verosímiles. La
percepción no es una ciencia del mundo, no es ni siquiera un acto, una toma de posición deliberada,
sino que es el fondo sobre el que todos los actos se destacan y está presupuesta por ellos. El mundo
no es un objeto del cual posea la ley de su constitución por intermedio de mi yo, es el medio natural y
el campo de todos mis pensamientos y de todas mis percepciones explícitas. La verdad no "habita"
solamente en el "hombre interior", o, mejor dicho, no hay hombre interior, el hombre es en el mundo, y
es en el mundo donde se conoce. Cuando vuelvo en mí a partir del dogmatismo del sentido común o
del dogmatismo de la ciencia, encuentro no un foco de verdad intrínseca, sino un sujeto destinado al
mundo. Con ello se hace visible el verdadero sentido de la célebre reducción fenomenológica [...].
Finalmente, así como es indivisible en el presente, la historia lo es en la sucesión. En relación
con sus dimensiones fundamentales, todos los períodos históricos aparecen como manifestaciones de
una existencia única o episodios de un único drama del que no sabemos si tendrá desenlace. Puesto
que somos en el mundo estamos condenados al sentido, y no podemos hacer o decir nada que no
asuma un nombre en la historia. La más importante de las adquisiciones de la fenomenología consiste,
sin duda, en haber unido el extremo subjetivismo y el extremo objetivismo en su noción de mundo o de
racionalidad. La racionalidad es exactamente medida a las experiencias en las cuales se revela. Hay
racionalidad, es decir, las perspectivas se recubren, las percepciones se confirman, aparece un sentido.
Pero no debe ser puesta aparte, transformada en Espíritu absoluto o en mundo en sentido realista. El
mundo fenomenológico no es el ser puro, sino el sentido que transparece en la intersección de mis
experiencias y las del otro, por el engranaje de las unas en las otras, es pues inseparable de la
FILOSOFIA
GRADO 11° - 2023
I PERIODO

subjetividad y de la intersubjetividad que integran su unidad por la reasunción de mis experiencias


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pasadas en mis experiencias presentes, de la experiencia del otro en la mía.
El filósofo intenta pensar el mundo, al otro y a sí mismo, y concebir sus relaciones. Pero el ego
mediante, el "espectador imparcial" (uninteressierter Zuschauer) no se unen a una racionalidad ya
dada, sino que se "instauran" y la instauran por una iniciativa que no tiene su garantía en el ser y cuyo
derecho reposa enteramente sobre el poder efectivo que nos da de asumir nuestra historia.
La racionalidad no es un problema, no hay detrás de ella algo desconocido que tengamos que
determinar deductivamente o probar inductivamente a partir de ella: asistimos en todo momento a este
prodigio de la conexión de las experiencias y nadie mejor que nosotros sabe cómo se hace, puesto que
somos este nudo de relaciones. El mundo y la razón no son problemáticos; digamos, si se quiere, que
son misteriosos, pero este misterio los define, no podría intentarse disiparlo por alguna "solución", está
más acá de las soluciones. La verdadera filosofía consiste en aprender de nuevo a ver el mundo, y en
este sentido contar un cuento puede significar el mundo con tanta "profundidad" como un tratado de
filosofía. [...]

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