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HEGEL Y EL ROMANTICISMO:
La importancia de la relación
Jaume Flaquer
0.Introducción
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0. INTRODUCCIÓN
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I. CONTRA TODO LÍMITE
La luz sola no alimenta; al siglo iluminador le faltó corazón, calor, sangre, humanidad,
vida. 1
1. Dualidad finito-infinito
Si el Romanticismo y el Idealismo critican al Racionalismo su actitud despectiva respecto a
la religión, también sobre ésta recaen críticas de haberse dejado arrastrar por el espíritu
desgarrador. La religión, y especialmente el protestantismo, ha despojado el culto de su dimensión
más afectiva. La religión se ha convertido en una exigente moral de imperativos, y ha perdido la
dimensión objetivante de los símbolos, de una colorida y rica liturgia, etc. El espacio simbólico
propio de la religión creadora de comunión y de lazos estrechos entre los individuos ha
desaparecido. Hay que volver, por consiguiente, a recuperar la función socializadora de la religión.
Este hecho no es buscado únicamente por la conciencia de la necesidad de una compensación
afectiva de los individuos, sino que supone un profundo sistema filosófico. La religión ha pasado a
una total privacidad, a estar presente tan solo en el ámbito de la subjetividad. Vemos, por tanto, una
separación sujeto-objeto, como la que había entre Dios-mundo. La dicotomía es salvada cuando la
religión se abre a sus manifestaciones exteriores –y objetivantes– de ritos, símbolos, y ceremonias.
La religión carente de estos aspectos adolece de particularidad, no tiene todas las características
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que tendría que tener. Es por esta razón que el catolicismo sufre menos de la crítica romántica, y es
más apreciado que la Iglesia luterana o calvinista.
La Ilustración racionalista hace un uso del análisis cuya carencia de fundamento creyó
haber detectado. El postulado básico de aquélla era que la relación entre las cosas podía ser
retrotraída a ordenación de elementos simples. Todo fue analizado del siguiente modo: la
sustancia es reducida a sus elementos; el espíritu, a una suma de impresiones; la sociedad, a un
conjunto de individuos... Se puede caracterizar al siglo XVIII como la apoteosis de este
pensamiento, negativo y paciente, que no descansa hasta haber remitido todas las cosas a sus
elementos más pequeños. El concepto kantiano de juicios sintéticos es una revuelta contra esta
situación.2
Kant, en efecto, lanza un puente entre sensibilidad y entendimiento, y sin embargo no es
capaz de hacerlo entre la sensibilidad y la razón. En su tercera crítica fue acercando estos dos
mundos, especialmente mediante el concepto de idea estética, y haciendo tomar a la imaginación
un papel de protagonista. Más adelante, F.Schlegel dirá que la imaginación es el puente hacia lo
prohibido de lo absoluto. Si bien Kant no llega a dar el paso hacia el Romanticismo, ha introducido
en la tercera crítica todos los conceptos que le serán necesarios. El Idealismo alemán y el primer
Romanticismo tendrán a la Crítica del Juicio como inspiradora de su pensamiento. Schelling, por
ejemplo, unificará ya completamente la facultad de la razón y la de la sensibilidad mediante el
concepto de intuición intelectual. Si en la primera crítica de Kant las ideas sólo podían ser
pensadas y en manera alguna podíamos tener una representación sensible de ellas (de la idea de
Dios, del yo o del mundo) ahora se salva esta distancia por medio de la experiencia estética. En
ella, el contemplador, o el artista, se sitúa en la posición de lo absoluto y llega a tener una intuición
de éste.
3. Dualidad hombre-sociedad
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Pasemos ahora a una tercera escisión que se presenta en el Racionalismo y la Ilustración. Si
hemos hablado de la escisión del hombre con Dios y del hombre en su interior, ahora le viene el
turno a la escisión del hombre respecto la sociedad. Esta dicotomía ha llevado a una errónea
concepción del Estado y del amor –tema éste muy de moda en el Romanticismo. ¿Cuál ha sido el
núcleo de ésta separación? Una sesgada idea de libertad:
El problema nuclear de esta época podría ser formulado de la siguiente manera: ¿Cómo
es posible reconciliar al individuo particular con su comunidad política concreta y un orden
cósmico general bajo las condiciones que ha producido la idea moderna de libertad?3
Como veremos más adelante la idea de libertad que triunfa en la Ilustración acaba por
contradecirse a ella misma. El hombre, impelido por la racionalidad práctica, está llamado a
realizar absolutamente la libertad. Pero entendida ésta como libertad individual entra en colisión
con la libertad de los demás ciudadanos. No hay solución. El imperativo de la razón práctica no
puede ser puesto en práctica en la vida social. A la vez que en la modernidad se va engrandeciendo
la subjetividad individual –primero respecto al objeto, especialmente con la Revolución
copernicana de Kant, y después con la voluntad de libertad–, va entrando en colisión con los
intereses públicos. El conflicto acabará por necesidad lógica en la época del terror de la Revolución
Francesa. El Romanticismo buscará soluciones de unificación de una sociedad profundamente
escindida en piezas atómicas que son los individuos. El amor tampoco es comprensible desde la
óptica racionalista porque la entrega y donación de una persona a otra significa un descentramiento
de la subjetividad, una pérdida de libertad. El individualismo ilustrado ha reducido las relaciones
entre los hombres en meros contratos. La metáfora de la máquina, muy utilizada como paradigma
tanto para hablar del universo, del Estado o del individuo, no se ve ya como una conquista sino
como una amenaza. Es el peligro de ir acabando con toda forma de vida, esto es, con todo aliento
del espíritu. El hombre romántico se sentirá desesperar en un mundo inhóspito y amenazante.
Sentirá nostalgia del Cosmos griego y de la relación estrecha de la naturaleza con el hombre
medieval. El Racionalismo ha matado toda forma de vida, y con ella todo sentido, toda esperanza.
Esta desesperación no afectará tanto al primer Romanticismo. Se hará más patente cuando vea que
sus ilusiones de reunificación no dan los frutos deseados, cuando vea que no es capaz de crear un
sistema filosófico de la reunificación convincente, cuando vea que ninguna de las revoluciones
sociales es la definitiva.
4. Separación sujeto-objeto
Otra contraposición racionalista es la separación sujeto-objeto. El Idealismo alemán tomará
la cosa en sí kantiana como un resto dogmático. Sorprendente afirmación cuando para kant este
presupuesto significaba una pieza crítica para evitar decir más de lo que podemos conocer. La
contraposición quedará eliminada haciendo –con modalidades diferentes según las filosofías– al
sujeto creador y en posición de lo absoluto. Kant hablaba de síntesis entre un material recibido por
la sensibilidad y un a priori puesto por la subjetividad. En el Idealismo el sujeto no se diferencia
del objeto porque es su propia objetivación, su salida de sí. Esto es claro en la filosofía de Hegel.
Este autor dedica los tres primeros párrafos de su introducción de la Fenomenología del espíritu a
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criticar los presupuestos de la filosofía kantiana. Una de las críticas que le hace es la de considerar
el conocimiento como instrumento mediador entre el objeto y el sujeto. Al ser mediador es también
dicotomizador y, según Hegel, si fuésemos consecuentes, llegaríamos a la conclusión de la
imposibilidad de llegar a conocer el objeto.
5. Dualidad libertad-necesidad
Nos queda tan solo enunciar una última contraposición que la Ilustración no llega a dar
solución: la de la libertad y la necesidad. La libertad ilustrada cree que para ser absoluta ha de
carecer de toda determinación. Kant entendía la libertad como un autodeterminarse, es decir, no ser
movido para actuar más que por el mismo imperativo. El Idealismo será capaz de integrar esos dos
elementos. Es más, dirá que la verdadera libertad ha de incluir en su seno el momento de la
particularidad. Desde aquí, hará compatible concebir una historia movida por un telos, por una
necesidad, a la par que conceder libertad plena a los individuos.
Fijémonos que hemos enunciado cinco grandes dicotomías: finito-infinito, sensibilidad y
razón, individuo-sociedad, sujeto-objeto y libertad-necesidad. El problema fundamental es el
método. El Romanticismo es consciente de que el entendimiento no es capaz de captar la totalidad
de un solo vistazo. Más bien al contrario. Estudia por medio del análisis y, tanto divide las cosas,
que después no sabe reunificarlas. Por lo tanto, su punto de vista es particular, tan solo ve una parte
de la realidad, tan solo percibe las diferencias entre las cosas. Y no es que sus conclusiones sean
erróneas sino que son limitadas. Hay también verdad en la posición opuesta, la que subraya la
identidad. Hegel considera que el idealismo de Schelling o la filosofía de Jacobi, por ejemplo, y el
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Romanticismo en general, se sitúan en esta segunda opción. Por contemplar sólo la unidad son
también un punto de vista particular. No son capaces de observar que en la unidad hay también
diversidad, que no se agotan las diferencias ni la particularidad. Hegel critica a Schelling de
sostener una filosofía análoga a la noche donde todos los gatos son pardos, es decir, que no atiende
a la diferencia presente en toda unidad.
Pues bien, el Romanticismo está llamado a superar esas dicotomías ilustradas. Su
desesperación llegará si no es capaz de ofrecer una solución adecuada.
No es difícil de ver la estrecha relación entre la época del terror de la Revolución Francesa
y el movimiento romántico. Si bien la mayoría de los intelectuales franceses y alemanes saludaron
con ojos esperanzados la Revolución, también fue mayoritaria la frustración frente a sus resultados.
La barbarie que reinó durante la época del terror hizo que se disolvieran todas esas ilusiones de un
definitivo triunfo de la razón. El hombre romántico fue aprendiendo que todo gran sueño acaba, en
última instancia, en amarga frustración. Las diversas revoluciones sociales que sufrieron los países
europeos proporcionaron esta sabiduría. Son éstas, pues, las que han configurado la manera
romántica de enfrentarse con el mundo. Podríamos decir que dos son las grandes características del
Romanticismo: el deseo y el temor. Deseo porque este es el movimiento propio de la conciencia.
Para Hegel la conciencia tiene en su interior un impulso que le hace necesariamente desear saltar
todo límite. Deseo porque es éste el único síntoma de vida. El deseo es lo que empuja al
movimiento, a no pararse nunca. Es por tanto vida, aliento, espíritu. El hombre se siente obligado a
desear, como si estuviese empujado por un destino trágico escondido, y sin embargo, a la vez,
desea desear porque es aquí en el único sitio donde encuentra la vida. Sabe que después la
desolación será grande, pero estos instantes de conexión con el todo, por medio de la ilusión, bien
valen las penas futuras. El Romanticismo aún no se plantea abandonar el deseo para evitar el dolor
al modo budista. Esto quizás sería más propio de la postmodernidad, pero todavía no está presente
en el Romanticismo. El deseo romántico, aunque parte de la sensibilidad, tiene su origen en el
presupuesto de la razón práctica, la libertad. Ahora, ya somos capaces de demostrar la tesis de que
la frustración romántica es una consecuencia de haber hecho de la libertad un imperativo. Antes de
todo es conveniente aclarar a qué me refiero con este imperativo. No es extraño que sorprenda esta
formulación ya que Kant no la utiliza nunca. El imperativo de la razón práctica en Kant no obliga a
la libertad sino que la presupone. Esto es cierto, pero la Ilustración acaba yendo más allá de sí
misma cuando quiere ver realizada en la historia el ideal de la libertad. Para Kant la libertad no
puede demostrarse, pero es preciso suponerla para explicar el factum de la moralidad. Ahora, sin
embargo, no es cuestión de presuponerla sino de verla realizada. Este es el gran deseo que mueve
la Revolución Francesa. Por ello, si bien la Revolución Francesa es el final del Racionalismo que
quiere ver triunfar a la razón, también es el punto de arranque del Romanticismo y de todo el
Idealismo. Primero porque se despierta el sueño de ver realizada históricamente una idea de la
razón, y segundo porque tuvo como consecuencia lógica la época del terror, es decir, el triunfo de
la irracionalidad. Fijémonos que digo consecuencia lógica. En efecto, tal como era concebida la
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libertad no podía llevar más que a la contraposición, la lucha, la destrucción. Desde el punto de
vista del individuo, la exigencia de libertad absoluta lleva ineludiblemente al enfrentamiento con el
otro por un solapamiento de intereses y deseos.
La filosofía de Fichte es la presentación filosófica de los ideales de libertad y lucha. Para él,
el hombre no es un ser sino un deber ser. Está sumido en una constante obligación a ser actividad
pura pero por la infinitud de este proceso le lleva a una perpetua insatisfacción. Lo importante para
Fichte no es ser libre sino que para él liberarse es el cielo. Estamos en la primacía de la lucha.
Hegel no criticará esta voluntad de llegar a la libertad absoluta sino el concepto mismo de
libertad que se está utilizando. No hay solución, la libertad individual llevará a la autodestrucción,
y de aquí a la frustración. Más adelante veremos porqué. El Romanticismo se frustra porque no
puede ver conseguido su sueño de pacificación interior y exterior. Y no lo consigue porque se
mueve tanto desde un individualismo –con bases en la afectividad y no ya en la razón– como desde
un comunitarismo ingenuo. Por ello su propuesta de unificación es también particular. Un ejemplo
claro es el auge de los nacionalismos en esta época. A menudo son nacionalismos que relegan a la
persona a una mera pieza de la totalidad sin reconocerle su individualidad. En este Estado
desaparece la particularidad, ls diferencia, la pluralidad. Innerarity juzga esta incapacidad de
adecuada unificación como una consecuencia de la estricta moral racionalista:
Ahora he vuelto a encontrarte,más hermosa que como te había soñadoen las horas
solemnes del amor.¡Oh pobreza de la fantasía,sólo tú, Naturaleza, puedes crear este modelo
único,en medio de eternas armonías,feliz en tu perfección!8
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Y en adelante, mi elemento esese donde ninguna fuerza terrestre,ninguna orden divina nos
separa más,allí donde saboreamos la unión total.Porque allí, tiempos, cálculosque nada valen,
necesidad, son olvidados:por fin entonces me siento vivir.9
Pero sé, sé que mi mal de amorno encontrará pronto alivio, fieles amigos,ni los
consoladores aires que cantan los mortaleslograrán sacarme de esta pena.
Pues los que nos prestan el fuego del cielo,los dioses, también nos dan el sagrado dolor.
¡Aceptémoslo! No soy sino un hijo de la tierra,hecho para querer, para sufrir.10
En otro poema de Hölderlin, donde rememora su pasado juvenil –Antes y Ahora–, podemos
ver reflejados los dos estados de ánimo que caracterizan al Romanticismo, la felicidad y el llanto.
Cuando joven, era feliz de mañanay de noche lloraba. Hoy, más maduro,empiezo sin
ánimos la jornadapero las noches las paso calmadamente.11
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idealistas alemanes y de los románticos. Sin embargo hay una larga serie de términos que muestran
que Hegel era un hombre de su tiempo, aunque sus soluciones teóricas no coincidiesen con el
movimiento romántico. Un ejemplo es el concepto de temor o miedo. Este es un término que
aparece varias veces en la Fenomenología. En la introducción se utiliza para describir el estado de
ánimo de la conciencia ante el paso de una figura de conciencia a otra. La conciencia sólo ve lo que
pierde al ir de un sitio a otro, no aprecia que el proceso es necesario para llegar a lo absoluto. En
todo crecimiento hay un morir a algo, hay un cambio, hay una crisis. Al principio sólo vemos lo
que dejamos y no lo que obtenemos. Para la conciencia este camino es un largo camino de duda y
de desesperación.
Este camino tiene para ella un significado negativo y lo que es la realización del concepto
vale para ella más bien como la pérdida de sí misma, ya que por este camino pierde su verdad.
Podemos ver en él, por tanto, el camino de la duda o, más propiamente, el camino de la
desesperación.12
En Hegel, sin embargo, este estado no es alabado sino en todo caso constatado. Nosotros
podríamos muy bien situar a los románticos en esta situación. Éstos sólo ven la negatividad, es
decir, que sus aspiraciones no son logradas. Son saltadores de límites, como la conciencia
hegeliana, son luchadores, pero pronto ven que el fruto no es todavía el ideal. Esta es la misma
situación de la conciencia. La conciencia va pasando de un estadio de conciencia a otro y, cuando
llega al final de uno, se da cuenta que todavía no ha llegado al final del camino. La filosofía de
Hegel supone una superación de este planteamiento en cuanto que Hegel se considera en posición
de lo absoluto desde donde mira a toda la historia de la humanidad. Desde su posición puede ver
que lo que era desesperación y sentimiento de pérdida debería contener también la conciencia de
estar avanzando, es decir, contener una cierta positividad.
1. La exigencia de la libertad
Podemos volver ahora a una de las tesis que guían este estudio: la conexión entre la
exigencia de la libertad absoluta y la frustración romántica. El hombre romántico se siente
impulsado a conseguirla cuando al mismo tiempo percibe que nunca llegará. Esta tensión se llega a
hacer insufrible. Innerarity llega a decir que si no hubiese habido esta exigencia de
autodeterminación las limitaciones no se habrían percibido:
Sólo una conciencia que apunta a la autodeterminación puede sentir su carencia. Dado
que este objetivo se presenta como inalcanzable de hecho, toda dependencia irreductible se
convierte en recriminación a una libertad no realizada.13
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El hombre ha puesto excesivas esperanzas en sí mismo. Entonces, cuando se ve
incapacitado, no le queda más sentimiento que la frustración. Además, al considerarse como
responsable absoluto de la historia –y en la ontología del Idealismo también del objeto, que es
creado por la subjetividad– cae sobre él el peso enorme de la responsabilidad. Como esto se llega a
hacer insoportable, reaparece de nuevo la idea de la necesidad en el devenir de la historia.
En el Primer programa de un sistema del idealismo alemán aparece exigida una actitud
que en la medida en que no sea conseguida desolará al hombre romántico:
La libertad absoluta de todos los espíritus que llevan en sí el mundo intelectual y que no
deben buscar ni a Dios ni a la inmortalidad fuera de sí mismos.14
Podríamos decir que el motor del Idealismo y del Romanticismo es esa búsqueda de
libertad absoluta, ese afán por la totalidad. En la medida que la Ilustración ha creado cercas y
límites, el Idealismo no las soporta y desea saltarlas. Innerarity ha considerado –y ésta es según él
la tesis de su libro– que lo esencial en el Romanticismo y el Idealismo es esta búsqueda de libertad
más que de una nueva ontología.
Pero lo que desea el Idealismo y el Romanticismo no es saltar este límite o aquél sino
cualquiera. La conciencia se hace, por lo tanto negatividad, lucha constante. Aquí se enraiza la
filosofía de Fichte. La época del terror no es otra cosa que la objetivación histórica de esta forma
de libertad.
Hegel pretende superar esta sesgada concepción de la libertad. En la medida en que lo
consigue podemos considerar a Hegel como superador de las contradicciones románticas. He aquí
uno de los tres puntos focales del presente estudio que ya anunciaba en la introducción.
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Es la libertad del vacío... Se traduce en la destrucción de todo orden social existente y en
la expulsión de todo individuo sospechoso de pretender un orden, así como la aniquilación de toda
organización que quiera resurgir. Sólo destruyendo algo tiene esta voluntad negativa el
sentimiento de su existencia. Cree querer una situación positiva, por ejemplo la igualdad universal
o una vida religiosa universal, pero de hecho no quiere su realidad positiva, pues ésta acarrea
inmediatamente un orden, una particularización, tanto de las instituciones como de los
individuos.17
Es un destruyo luego existo. Es verdad que cree querer una situación positiva, pero no es
así, porque acarrearía una particularización.
Históricamente lo vemos realizado en la Revolución Francesa en la época del terror. La
lucha era por una igualdad absoluta entre todos los hombres. Ésta era la positividad que creían
buscar, el sistema político que querían. Sin embargo, como todo sistema es particular, deficiente,
no podían buscar nada concreto sino algo abstracto. Por ello la revolución viró contra ellos
mismos. Cuando ellos llegaron al poder, a una positividad, tenían que autodestruirse. La
ejemplificación de esto mismo es la muerte de Robespierre. La igualdad absoluta entre todos
borraba cualquier diferencia. Pero, no es ésta la sociedad con la que sueña Hegel. No pretenderá
eliminar las diferencias individuales.
En opinión de Hegel, otra realización histórica, cuando se mantiene en su forma teórica, se
ha dado en el fanatismo religioso de la contemplación hindú. Su ascesis tiene por objeto vaciar por
completo la mente. No pensar en nada particular.
Este momento de la voluntad es unilateral. Tiene una verdad pero no ve la realidad desde
los otros puntos de vista. Por ello para Hegel, aun criticando este tipo de libertad, no es desdeñable.
Es un momento necesario en el proceso.
El segundo momento de la voluntad es opuesto al primero. Hegel la denomina momento de
la particularidad “Entra el yo a la existencia”18 porque se decide a elegir. Es “el momento absoluto
de la finitud o particularización del yo”19. La voluntad no solamente quiere sino que quiere algo,
algo concreto. Por ello la voluntad se limita.
En este momento la voluntad sale de sí y se queda fuera de sí sin retornar a sí. Es decir, la
voluntad deja de ser libre porque elige algo particular y se aferra a ello, se queda en ello, sin ser
capaz de despegarse para poder elegir otra cosa.
Este momento es también del entendimiento, porque es unilateral; no tiene toda la verdad.
No representa la verdadera voluntad porque en su acto de elegir pierde la libertad, pues no está
dispuesta a despegarse de la particularidad contrastándola con el criterio de la elección, y estar
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dispuesto a deshacerse de ella cuando no responda ya al universal, al criterio de la elección.
El tercer momento es el de síntesis de los dos anteriores. La libertad llega a ser entonces un
elegir –porque se reconoce que la libertad es acción, elección– pero sin quedarse en lo elegido.
Constantemente se da una comparación de lo elegido con la razón de la tal elección, de manera que
la voluntad esté siempre dispuesta a abandonar esa particularidad para elegir otra que se avenga
más con el fin que buscamos. De esta manera la voluntad puede volver a sí y no queda esclava de
la particularidad. Veamos cómo lo explica Hegel:
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II. LA IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN
A. LA LIBERACIÓN
El deseo de este hombre es ser reconocido como superior –como el centro del universo,
decíamos–, pero como el otro intentará lo mismo, tendremos las bases puestas para la lucha.
Ambas personas lucharán para demostrarse uno al otro quién es superior. En la lucha, uno de los
dos sentirá miedo y preferirá someterse al otro que perder la vida. Fijémonos que el tema
romántico del miedo, la angustia, etc, también aparece en Hegel. El resultado será que el
triunfador, el que ha sabido arriesgar la vida totalmente, se convertirá en amo del que tuvo miedo a
perder la vida natural, el esclavo. Sin embargo, el amo, que se cree libre, acabará en manos del
esclavo porque dependerá de él absolutamente. En primer lugar, porque el amo es amo en tanto que
el esclavo le reconoce como tal y, en segundo lugar, porque el amo llega a no saber hacer nada con
sus manos. La lucha se ha producido porque todavía no han experimentado cuál es el ideal de
reconocimiento, cuál es la relación que libera a las personas.
El fallo ha estado en que las dos autoconciencias han pretendido quedar cada una por
encima de la otra. No han experimentado todavía que el ser reconocido por alguien inferior no
satisface totalmente. Por ello el señor pasa a ser esclavo, porque le reconoce un esclavo, y queda
así hecho a la medida del esclavo (“La verdad de la conciencia independiente es, por tanto, la
conciencia servil24”). La solución es ser capaz de negarse a uno mismo.
Pero para el reconocimiento en sentido estricto falta otro momento: el de que lo que el
señor hace contra el otro lo haga también contra sí mismo y lo que el siervo hace contra sí lo haga
también contra el otro. Se ha producido solamente, por tanto un reconocimiento unilateral y
desigual.25
Hegel toma como paradigma la Kénosis de Jesús, el abajamiento más total haciéndose
esclavo, para ser después glorificado. Así pues, la autoconciencia, que aún no lo es plenamente, a
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la vez que niega al otro como autoconciencia se supera si se niega a sí mismo. Negando al otro le
supera, pero como el otro de hecho es un espejo de lo que es él, negando al otro se niega a sí
misma superándose. La clave está en reconocer que aún no es una autoconciencia plena, que no es
un hombre pleno. Ésta es la posibilidad de crecimiento. Hegel tiene en mente esa “sabiduría” del
Evangelio que dice que quien se abaja, quien se humilla, será enaltecido. La manera de abajarse en
Hegel es reconocer las propias limitaciones, es desistir en querer ser “el centro del mundo”. Esto es
lo que no ha estado dispuesta a hacer la subjetividad inflada que ha resultado de la modernidad. Por
ello al final ha acabado en lucha. En esta descentralización es preciso pues, abajarse reconociendo
al otro como ser independiente de mí. Cuando Hegel habla de negar al otro se refiere a la necesidad
de ser igualmente consciente de que él no es tampoco la posición absoluta, que también es
limitado. Estas dos libertades llegan a cumplir el imperativo de lo absoluto cuando se han
percatado de la estrecha relación entre ambas, de la necesidad mutua. Los lazos entre las dos han
quedado establecidos. Una vez realizado este ciclo, queda ella liberada y liberándose libera a la
otra. Así pues, el resultado ha sido conceder al otro una independencia de mí, reconocerle una
libertad, reconocer que es hombre. Si falla este reconocimiento, también fallará el reconocimiento
que la autoconciencia desea. El proceso se ha de llevar a cabo entre iguales, y además con una
cooperación bien estrecha.
El tema del temor no aparece solamente aquí –en Hegel– en el momento de la lucha. Lo
vemos presente también como motivo de liberación del esclavo del amo. Hegel comenta que el
esclavo ha llegado a situarse en una posición absoluta al menos porque ha sufrido un temor
absoluto a perder la vida. No es que haya temido a este amo concreto sino que ha tenido miedo por
haber visto el abismo de lo que significa ser apartado de la Vida –y no sólo de la vida biológica
sino de toda forma de vida.
En este apartado hemos visto cómo no solamente es esencial la relación sino el
reconocimiento. Decíamos que el amo para serlo necesitaba ser reconocido como tal. Pero
también, el individuo para ser libre es preciso que los otros le reconozcan su libertad, esto es, que
le traten no como un objeto –pues los objetos son de dominio del sujeto– sino como otra
autoconsciencia que no puede ser dominada por ellos.
B. EL AUTOCONOCIMIENTO
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él proyecta sobre los demás y que éstos le devuelven de maneras diversas. Esta postura llevada al
extremo querría decir que la persona es meramente lo que los otros dicen de ella. Pero no creo que
sea esta la postura hegeliana porque olvidaría el carácter procesual. De esta manera es tan cierto
que lo que yo recibo de los demás me va configurando como que su opinión está determinada por
mi exteriorización. El proceso consiste en ir adecuando ambos polos.
Para el autoconocimiento en Hegel se precisa de la exteriorización del sujeto. Un medio de
exteriorización es el lenguaje. Hegel tiene unas páginas muy significativas en el capítulo sobre el
espíritu. El lenguaje es un medio por el que la autoconciencia se exterioriza y se pone delante del
sujeto, se objetiva, se hace para los otros.
El lenguaje es el ser allí del puro sí mismo, como sí mismo; en él entra en la existencia la
singularidad que es para sí de la autoconciencia como tal, de tal modo que es para otros. El yo,
como este puro yo, no es allí más que por medio del lenguaje; en cualquier otra exteriorización se
halla inmerso en una realidad y en una figura de la que puede retrotraerse; se refleja en sí lo
mismo de su acción que de su expresión fisonómica y deja yacer desanimado un tal ser allí
imperfecto, en el que hay siempre o demasiado o demasiado poco. El lenguaje, en cambio, lo
contiene en su pureza; solamente él expresa el yo, el yo mismo.26
C. EL AMOR
En el amor no cabe hablar de donación completa, sino tan sólo de cesión del cuerpo. Si la
donación fuera total, el hombre se convertiría en objeto y perdería su dignidad personal.28
Hegel no tendría ningún problema en aceptar esta objetivación ya que después encontraría
una vuelta a sí en una síntesis superadora. Sin embargo la Ilustración ve este proceso sólo como
pérdida de sí. Recordemos aquello que decía Hegel en la introducción a la Fenomenología del
espíritu de que la conciencia al ir avanzando en las figuras de conciencia sólo era capaz de ver lo
que iba dejando atrás. Esto mismo es lo que le ocurre al hombre ilustrado.
Para salvar la individualidad la Ilustración había reducido el amor a un contrato. El amor
era considerado como algo totalmente irracional, propio de la parte inferior del hombre, la
sensibilidad, que sólo podía ser aceptable si era racionalizado por el contrato matrimonial. Por la
regulación del amor, éste perdía parte de su carácter de irracionalidad. En esta visión jugó un papel
importante el protestantismo. El amor nunca podía ser algo valorado ya que suponía un
descentramiento de la subjetividad, un pasar a depender de la persona amada. A lo sumo era
tolerado. No eran capaces de ver el factor de potenciación de la persona en la relación amorosa. No
podían comprender cómo el amor ligando a la persona la libera profundamente. No es de extrañar
que el lenguaje religioso relacional con la divinidad fuese considerado como otra muestra más de
la poca capacidad de autonomía del vulgo. Si cualquier otra subjetividad me limita, mucho más
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Dios mismo. Por ello, desde las categorías racionalistas univocistas no será posible superar el
deísmo.
Esta severa ascesis será duramente criticada por el Romanticismo. Éste hará virar el
péndulo hasta el otro extremo. Se rechaza la dualidad ilustrada para afirmar la unidad total y
desindividualizadora. Pero un amor de fusión sí es completamente despersonalizante. Los
psiquiatras consideran, hoy en día, este tipo de relación como patológica. El sujeto se pierde a sí
mismo y queda alienado totalmente de la realidad. No me refiero que esto sucediese a los hombres
románticos sino que su formulación tomada como tal, sin conceder una subsistencia de las
individualidades en la relación, sugiere pensar en esta contradicción. Por lo tanto, a nivel de
formulación, Hegel tiene razón en decir que el Romanticismo no ha entendido tampoco lo que es la
libertad. El amor que ellos buscan no es un amor liberador sino esclavizante y alienador.
Recordemos que en Hegel siempre hay un momento de alienación, pero éste no es nunca el último
momento, tan solo una condición de posibilidad de un retorno a sí.
Otro punto donde el Romanticismo rompe con la época anterior es con respecto a la
institucionalización del amor. En el Romanticismo los compromisos inalterables son considerados
como una agresión a la libertad. Y más aún, como una contradicción al carácter siempre cambiante,
y en constante progreso, de la historia. Para el hombre romántico la historia progresa aunque no se
da nunca la estación final. Por lo tanto, todo compromiso estable es un atentado contra el mismo
devenir de la historia. Toda determinación es imperfecta. Recordemos el primer momento
hegeliano de la voluntad, la pura abstracción. Aquí vuelve a aparecernos. Así piensa Shelley
cuando habla del matrimonio como contrario a la felicidad humana. Considera una tiranía el tener
que continuar juntas dos personas cuando ha finalizado ya el amor.
Hegel consideraba que para Kant el amor resultaba demasiado externo al yo y que para los
románticos demasiado interior. Por ello Hegel pretenderá mediar entre esas dos posturas antitéticas.
El tema del amor y del matrimonio está presente en Hegel ya desde sus escritos de juventud.
También lo encontramos dentro de su sistema en Principios de la filosofía del derecho. Aquí
dedica toda una parte a hablar sobre la familia y el matrimonio como objetivación e
institucionalización del amor. Critica las posiciones contractualistas, porque el matrimonio no se
reduce a esto. Más bien dice que la esencia del matrimonio está en el compromiso verbal más que
en el acto jurídico conforme al derecho civil. Llega a decir que el amor es infinito según la forma
porque lo otro se reconoce en mí y yo en él. La limitación la encontramos en el contenido porque la
relación se da entre dos personas concretas. Respecto al tema de la disolución del matrimonio
también pretende mediar entre una falta de compromiso y una imposibilidad de la disolución.
Concede esta posibilidad diciendo a la vez que deben ponérsele trabas. Entre estas páginas
encontramos una actitud bastante despectiva del papel de la mujer. Considera que su ámbito es
meramente lo familiar y en absoluto lo político. Resulta sorprendente dentro de su mismo sistema.
Podemos ver cómo en su filosofía del derecho incluye algunos prejuicios, que van más allá de sus
principios, a la hora de llegar a concreciones prácticas. Por ello, éstas las podemos considerar como
secundarias dentro de su pensamiento. No en vano, según la aceptación o no de éstas, surgirá la
izquierda o la derecha hegeliana.
Si su teoría es que el reconocimiento mutuo entre las personas exige una igualdad, si dice
que el autoconocimiento y la liberación se da en una relación con otro que es igual que yo de
manera que me sirve como de espejo para mirarme a mí mismo, entonces ahora cae en una
24
incoherencia al considerar a la mujer por debajo del hombre. Esto hay que subrayarlo aún más
cuando dice –en la misma introducción a este libro– que el amor es el lugar privilegiado donde se
realiza la libertad.
Hegel lo explica con estas palabras:
En el amor se da esa misteriosa relación en la que las dos personas se sienten como una y
sin embargo conservan cada una su individualidad. Es necesario sentir al otro como otro. No se da
una confusión entre ambas. Por ello, ésta es también una relación liberadora, porque ninguno de
los dos esclaviza al otro. Los dos se reconocen mutuamente como personas libres. El
autoconocimiento también se ha llevado a cabo. Hegel está llevando a cabo de nuevo una unidad
entre el amar y el conocer propio de la tradición cristiana; un amor que no se identifica con la
pasión. Esta pasión, más propia del romántico, no realiza plenamente el amor porque no se
determina en nada, no acaba en ningún compromiso.
25
III. EL SENTIDO DE LA HISTORIA
Con la idea de la humanidad delante quiero mostrar que no existe una idea del Estado,
puesto que el Estado es algo mecánico, así como no existe tampoco una idea de máquina. Sólo lo
que es objeto de la libertad se llama idea. ¡Por lo tanto, tenemos que ir más allá del Estado!
Porque todo Estado tiene que tratar a hombres libres como a engranajes mecánicos, y puesto que
no debe hacerlo debe dejar de existir.30
Fijémonos cómo el desprecio ilustrado por la masa ignorante del pueblo es ahora superado.
Pero ¿qué significa una religión sensible? Un arte, unos ritos, una comunión entre todos los
hombres que haga patente la presencia de la divinidad. Los principios básicos de esta nueva
religión serán la comunión, la libertad, y la igualdad. Ésta será la última y más grande obra de la
humanidad, es decir, la realización de esta idea moral práctica efectivamente en la historia. Esta
idea no será, pues, solamente un telos kantiano hacia donde la humanidad se dirija asintóticamente.
La filosofía tiene que ser filosofía mitológica para transformar a los filósofos en filósofos
sensibles. Entonces reinará la unidad perpetua entre nosotros. Ya no veremos miradas desdeñosas,
ni el temblor ciego del pueblo ante sus sabios y sacerdotes. Sólo entonces nos espera la formación
igual de todas las fuerzas, tanto de las fuerzas del individuo (mismo) como de las de todos los
individuos. No se reprimirá ya fuerza alguna, reinará la libertad y la igualdad universal de todos
los espíritus. Un espíritu superior enviado del cielo tiene que instaurar esta nueva religión entre
nosotros; ella será la última, la más grande obra de la humanidad.32
En el Romanticismo hay una especial sensibilidad por el arte como fenómeno estético. ¿De
dónde viene este renacido interés por un tema que durante la Ilustración había estado bastante
olvidado? En el origen encontramos una voluntad pedagógica de la humanidad. El clasicismo es el
movimiento que encontramos en primer lugar. Su intención es actualizar de nuevo la cultura
griega. El paradigma donde debe inspirarse todo arte moderno ha de ser el mismo que el de la
Grecia clásica. Los cánones de belleza que entonces se utilizaron deben ser los cánones universales
de todo arte. Las otras civilizaciones no llevan a cabo un verdadero arte porque no han descubierto
los cánones de la cultura griega. Junto con estos argumentos se llegaron a dar incluso aquellos que
sostenían que dado que el clima ideal es en moderado, ni frío ni caluroso, y que éste era el propio
del mediterráneo, en dicho clima debía formarse el hombre más perfecto, no sólo moral sino
físicamente. Winckelmann es el padre de toda esta corriente de pensamiento. Schiller estuvo
fuertemente influenciado cuando escribió Cartas sobre la educación estética del hombre. En ellas
hace una teoría de la historia analizando la degradación de la cultura griega por el pensamiento
técnico y mecánico, que como ya hemos dicho es desgarrador. Su propuesta es la de educar
moralmente a la sociedad a través de un arte basado en los modelos griegos. La belleza tiene la
potencialidad de ser unificador de los impulsos de la naturaleza humana. A diferencia de
Winckelmann, Schiller considera que el objetivo no es volver a la Grecia antigua sino seguir
adelante superando los dos momentos dialécticos, Grecia y la escisión racionalista. En Hölderlin
encontraríamos también ciertas particularidades. Para él no es ya posible volver a los tiempos
antiguos. No nos queda más que la nostalgia para hacerla presente de alguna manera.
¿Cuál es la razón de que la estética sea moralizadora? Porque en ella se da la conexión de
aquellos dos niveles que en Kant hasta su tercera crítica no encontraron un punto de unión: el de la
moralidad y la sensibilidad. En las obras de arte las ideas racionales morales se sensibilizan. La
discusión entre Kant y los románticos estará en el grado de esta sensibilización. Para Kant las ideas
racionales morales –Dios, mundo, yo...– sólo pueden sensibilizarse de una manera indirecta. En la
Crítica del Juicio, Kant abre paso al símbolo. Para él, una obra de arte puede representar
simbólicamente a Dios por ejemplo, pero no de una manera directa –esquemáticamente, diría Kant.
Veamos algunos textos:
De esta manera, Kant se abre a un pensamiento analógico para comprender las ideas
racionales. En la primera cita, la consideración de que la sensibilización no pasa del ejercicio
28
imaginativo es una medida de precaución para no interpretar que la sensibilización se da de una
manera directa. La diferencia entre Kant y los románticos está en que Kant habla de símbolo y el
Romanticismo de sensibilización y presencia de lo absoluto en el arte. Esto último es común para
el clasicismo y el Romanticismo. Sin embargo entre estos dos media también una diferencia. Para
Winckelmann, Schiller, etc –y también el Kant de la Crítica del Juicio– la estética ha de estar
subordinada a la ética, el pulchrum al bonum. El Romanticismo, como también lo hará después el
arte postmoderno, independiza lo estético del bien. Se rompe la posibilidad de educación moral a
través del arte. Otra novedad será que no habrá un solo canon de belleza. El griego no será el
paradigma único, sino que en cada época encontraremos genios (el término también es tomado de
la Crítica del Juicio) que han sabido sensibilizar lo absoluto en lo finito. Ésta es la opinión de
Schelling:
Un segundo Rafael no vendrá, pero sí puede surgir otro que, de una manera igualmente
original, logre llevar el arte a la cumbre.35
El panteísmo no será sino la consideración de una naturaleza como obra de arte creada por
el Artista Supremo. Como auténtica obra de arte Él mismo se habrá sensibilizado en ella. Si
pensásemos en una sensibilización simbólica o analógica estaríamos en el último Kant –y muy
cercanos al tradicional pensamiento analógico–, pero como en el Romanticismo la sensibilización
es directa, tenemos entonces una presencia real de la divinidad en la naturaleza. No en vano el
término más utilizado para designar a lo divino entre los románticos es el de espíritu. En el mismo
Hegel se trata de un concepto esencial.
La tesis de Hegel respecto a la necesidad o no de una vuelta a Grecia es clara: no sólo no
hay necesidad sino que es imposible. El espíritu ha ido avanzando y ahora le es imposible volver
atrás; como a un adulto hacerse niño. Grecia fue un período importante que sigue vivo en nuestra
cultura pero en modo alguno hay que volver a repetir sus cánones artísticos. Este principio es
válido tanto para el arte, como para la historia o como para la filosofía:
29
C. LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA EN HEGEL
Puede considerarse, desde este punto de vista, como el camino de la conciencia natural
que pugna por llegar al verdadero saber o como el camino del alma que recorre la serie de sus
configuraciones como otras tantas estaciones de tránsito que su naturaleza le traza, depurándose
así hasta elevarse al espíritu y llegando, a través de la experiencia completa de sí misma al
conocimiento de lo que en sí misma es.37
Hegel crea un sistema absolutamente omnincomprensivo donde cada pieza tiene su sentido
y su lugar. Es, ciertamente, el último intento de la razón de llegar a poseer una explicación de todo
30
lo existente. No hay nada en la historia que se pierda o que no encuentre su sentido. Hegel llega a
ver en todo su vertiente de positividad. Este mismo esquema lo utiliza tanto para analizar las
ciencias, la historia misma o incluso la filosofía:
Toda filosofía ha sido necesaria y lo sigue siendo, por tanto; ninguna desaparece por
completo, sino que todas se conservan afirmativamente en la filosofía como momentos de un gran
todo.38
Esta misma idea la repite más adelante refiriéndose a la historia en general. Explica además
que el lugar de conservación de todos los hechos es en el pensamiento, esto es, el espíritu.
En cada ciclo o estación, Hegel considera tres momentos. Fichte ya había hablado de una
tesis, una antítesis y de una síntesis. Hegel se basa en esto para proponer un nuevo modelo. La
dialéctica propiamente hegeliana se compone de un momento de unidad abstracta, un momento de
escisión, y un momento de superación de esta escisión en una unidad que no niega las diferencias
particulares. Ésta, podríamos decir, es la clave hermenéutica que le sirve para interpretar toda la
realidad.
La dialéctica de Hegel tendrá un punto final, cuando el espíritu haya retornado a sí, y haya
recorrido todo su proceso de autoconocimiento. Hegel creyó que este momento había llegado o que
estaba muy cerca. Él se consideraba a sí mismo, en cuanto filósofo, la posición absoluta desde
donde puede juzgar a toda la historia. La plenitud de la historia había llegado con el Estado
prusiano. Pero ¿no es ésta también una determinación particular, y por lo tanto debería no ser la
definitiva? Parece que el criterio del que hablábamos al referirnos a la libertad es ahora puesto en
entredicho. ¿Qué sucederá a partir de ahora? ¿Le podremos llamar historia? Un problema
semejante encontramos en el marxismo. Quizás tengamos que postular este final como un telos que
guía la historia pero sin estar ella misma dentro de la historia, es decir, tengamos que hablar de una
trascendencia. Esto significaría volver en cierta medida al Kant que habla de la necesidad de una
inmortalidad y de un Dios para posibilitar la realización del imperativo moral. Hegel, al menos en
su última etapa, lo quiso ver realizado ya en su tiempo. El Romanticismo llega a la frustración
porque acaba viendo la imposibilidad de que ninguna particularización pueda encarnar totalmente
lo absoluto y, sin embargo, se siente obligado a perseguirlo. Hegel superando este problema peca
de excesivo optimismo. ¿Por qué no pensar en que ciertamente el mundo y la historia tienen un
sentido, así como el mal, al menos en la mente de Dios –un Dios trascendente–, pero que nosotros
no somos capaces de comprender? ¿Por qué no pensar que ciertamente los ideales morales llegarán
31
a sensibilizarse pero quizás esto se dará en un más allá de la historia, o lo que es lo mismo, en su
plenitud? Quizás desde un pensamiento más humilde podamos tomar la verdad de la filosofía de
Hegel superándola. Si consideramos que se ha absolutizado en exceso, podemos considerar como
un momento más dentro del desarrollo de la filosofía. Quizás desde esta perspectiva podamos
superar lo que parece un inevitable europeísmo hegeliano despreciador de otras culturas. Si
nosotros no estamos al final de la historia no tenemos el criterio cierto y seguro para juzgar las
diferentes culturas.
32
CONCLUSIÓN
Tres han sido los puntos que han guiado nuestra inmersión en el mundo del Romanticismo.
El primero consistía en demostrar la enorme importancia de la relación para la época romántica.
Este término es usado para fundar un Estado basado en estructuras organicistas, para hablar de la
libertad, del amor, de una nueva ontología... Es un concepto clave porque también le es esencial al
Romanticismo la lucha contra el atomismo racionalista e ilustrado. Frente a un entendimiento
desgarrador, la nueva época propone una nueva mirada hacia el mundo, la de quien es capaz de ver
en todas las cosas individuales una unidad de fondo, una relación intrínseca. Wordworth
caracterizaba a Coleridge con esta gran cualidad. Por otra parte, hemos visto cómo, según Hegel,
tanto en la liberación de la persona humana –en el proceso hacia su plenitud– como en el
autoconocimiento, la relación con el prójimo, con alguien semejante, es una mediación
absolutamente necesaria. No en vano Jesús renunció a su categoría de Dios y se hizo uno de tantos
(Cfr.Flp 2,6-7) para liberanos.
La segunda tesis que quería demostrar ha sido la relación existente entre la frustración
romántica y el imperativo de ver realizada la libertad en el ámbito sensible o histórico. La libertad,
a finales del siglo de las luces, llega a hacerse un incondicional de tal manera que el hombre se
hace especialmente sensible a la mínima carencia. La imposibilidad de conseguirla de un modo
pleno se hará insoportable. Hemos visto cómo desde la concepción atomizadora no se podía llegar
más que a contradicciones. ¿Cómo realizar la libertad si no podía estar contaminada de ningún
rastro de necesidad o de determinación? Hegel supo responder muy bien diciendo que el ejercicio
mismo de la libertad supone una determinación objetiva. En la Ilustración los ciudadanos tenían
que entrar en conflicto porque cada uno pretendía ser el punto de vista privilegiado. El
Romanticismo intenta solucionar esas contradicciones acentuando la unidad. Entonces, se da un
olvido de la particularidad, de tal manera que lo individual se funde en el todo. Este peligro lo
vemos presente en el primer Schelling, en los nacionalismos (cuando son totalitarismos), en el
amor romántico, en el renacido panteísmo... Pero en otras ocasiones el Romanticismo subraya los
aspectos genuinos de toda persona humana y marca las diferencias entre ellas. Ni en uno ni en el
otro caso puede formularse lo que es la libertad con satisfacción. En el primero, el individuo
desaparece y, en el segundo, se afirma una libertad que es pura negación de cualquier elección –por
ejemplo se rechaza la institución del matrimonio– porque cualquiera le parece insuficiente respecto
al fin que está buscando. Los dos impulsos no son contrarios absolutamente sino que son resultado
de un deseo que se ha querido exaltar. Se ha potenciado el deseo porque lo importante es desear,
sentir fuertemente. Desde aquí se exalta el polo de la individualidad y el de la comunión.
El último punto director de este estudio consistía en ver a Hegel no como un mero opositor
al Romanticismo sino como una superación de algunos problemas que éste no pudo solucionar. El
gran tema que Hegel consigue formular satisfactoriamente es el de la libertad. Hegel consigue
integrar la necesidad en la libertad. No podemos considerar a Hegel como el gran opositor al
Romanticismo porque comparte con él gran parte de sus conceptos. Hemos visto los conceptos de
espíritu, de reconciliación, de unidad, relación, reconocimiento, miedo, terror, deseo de saltar
límites, etc, presentes en ambos pensamientos. Si hemos visto que en ciertos puntos Hegel aportaba
33
soluciones podemos decidirnos a tomarlas para combatir los puntos negativos que pueda tener la
postmodernidad. Esta posibilidad, sin embargo, depende de la mayor o menor analogía de nuestra
época actual con la romántica. Por lo pronto podemos señalar una gran diferencia. Si el
Romanticismo conservaba las esperanzas de una nueva posibilidad tras una frustración, nuestra
época parece haber renunciado a desear, como si hubiese aprehendido la sabiduría de Buda. El otro
límite de tomar a Hegel como instrumento útil hoy en día es que ya no es admisible una filosofía
omniexplicativa. El orden excesivo de todas las piezas de la historia y el conocimiento del porqué
de cada cosa, incluso del mal, se juzga hoy como contrario a la experiencia vital del hombre
europeo, que ha visto por dos veces en este siglo el triunfo de la irracionalidad. Si queremos
retomar a Hegel es preciso superarlo. Pero, ¿es esto posible o hay que volver a comenzar de
nuevo?
34
BIBLIOGRAFÍA
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HEGEL: Principios de la filosofía del derecho, Ed. Edhasa, Barcelona 1988, trad.
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Primer programa de un sistema del idealismo alemán, publicado en castellano en la
recopilación: HEGEL: Escritos de juventud, F.C.E., Madrid 1978, Tr. J.M. Ripalda.
HÖLDERLIN: Poesía completa. Tomo I, Ed. Libros Río Nuevo, Barcelona 1984, Trad.
Federico Gorbea
KANT: Crítica del Juicio, Ed.Espasa Calpe, Madrid 1991, Trad. M.García Morente
SCHELLING, F: La relación del arte con la naturaleza, Ed.Sarpe, Madrid 1985, Trad.
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HYPPOLITE : Génesis y estructura de la fenomenología del espíritu de Hegel
Ed.Península, Barcelona 1974, Trad. Fco.Fernandez Buey
INNERARITY, D.: Hegel y el Romanticismo, Ed.Tecnos, Madrid 1993
SCHENK, H.G.: El espíritu de los románticos europeos, F.C.E. México 1983.
VALLS PLANA, R.: Del Yo al Nosotros Ed.Laia 2ªEd. Barcelona 1979
35
NOTAS
36
24. Ibid. pág.119
25. Ibid. pág.118
26. Ibid. pág.300
27. Idem.
28. Innerarity, O.C., pág.84
29. Principios de la Filosofía del derecho, O.C., pág.74
30. Primer Programa, O.C., $3
31. Ibid. $6
32. Ibid. $8
33. KANT: Crítica del Juicio, Ed.Espasa Calpe, Madrid 1991,
Trad. M.García Morente, $49 pág.271
34. Ibid. $59 pág.319
35. F.SCHELLING: La relación del arte con la naturaleza, Ed.Sarpe, Madrid 1985, Trad.
A.Castaño Piñán, pág.113
36. HEGEL: Lecciones sobre la historia de la filosofía, Ed. F.C.E. México 1977, Trad.
Wenceslao Roces. pág.49
37. Fenomenología, O.C. pág.54
38. Lecciones sobre la historia de la filosofía, O.C., pág.40
39. Ibid. pág.42
37