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Lesenvolahistoriade"Elsacoprodigioso",uncuentodeLasMilyunaNochesqueevoqucuando
estuvimosenCasaModesto,enMarzagn.LespasotambinenlacesconpelculasdeAmaurySantana.
Seguimos.Unabrazo,Mariano
EL SACO PRODIGIOSO
Cuentan que el califa Harn Al-Raschid, atormentado una noche por
uno de sus frecuentes insomnios, llam a Giafar, su visir, y le dijo:
"Oh Giafar! esta noche tengo extremadamente oprimido el pecho por
el insomnio, y anhelo mucho ver cmo te arreglas para dilatrmelo!"
Giafar contest: "Oh Emir de los Creyentes! tengo un amigo llamado
Al el Persa, que posee en su alforja una porcin de historias deliciosas
a propsito para borrar las penas ms tenaces y calmar los humores
irritados."
Al-Raschid contest: "Venga, pues, a mi presencia al instante tu
amigo!" Y Giafar le puso enseguida entre las manos del califa, que le
hizo sentarse y le dijo: "Escucha, Al! Me han dicho que sabes
historias capaces de disipar la pena y el fastidio, y hasta de procurar
el sueo a quien sufre insomnio. Deseo de ti una de esas historias!"
Al el Persa contest: "Escucho y obedezco, oh Emir de los Creyentes!
Pero no s si debo contarte algo que haya odo con mis odos o algo
que haya visto con mis ojos!" Al-Raschid dijo: "Prefiero una historia
en que t mismo intervengas!"
Entonces dijo Al el Persa:
"Un da estaba yo sentado en mi tienda vendiendo y comprando,
cuando lleg un kurdo para ajustar conmigo algunos objetos; pero de
pronto se apoder de un saquito que haba delante de m, y sin
tomarse el trabajo de ocultarlo quiso llevrselo, como si le
perteneciese absolutamente desde que naci. Entonces me plant en
la calle de un salto, le agarr por el faldn de su traje y le inst a que
me devolviera mi saco; pero se encogi de hombros, y me dijo: "Pero
si este saco me pertenece con todo lo que tiene!"
Entonces grit en el lmite de la sofocacin: "Oh musulmanes, salvad
de las manos de ese descredo lo que es mo!" Al or mis gritos, todo
el zoco se agrup a nuestro alrededor, y los mercaderes me
aconsejaron que fuese a quejarme al kad en el instante. Acept y me
ayudaron a arrastrar a casa del kad al kurdo que me rob mi saco.
Cuando estuvimos en presencia del kad, nos mantuvimos de pie
respetuosamente entre sus manos, y empez por preguntarnos l:
"Quin de vosotros es el querellante y de quin se querella?"