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Versión 10/05/22

Romper los límites intergeneracionales, incluir el tema de las motivaciones ocultas. Llamar
la atención sobre las compañías que están excluyendo a las personas con títulos por sus
afectaciones a la iniciativa y creatividad.

Cada vez más personas con título de doctorado no consiguen cómo resolver las cosas más
importantes de su vida.

El buen vivir como horizonte de sentido de la crianza, aprendizaje y educación

El Buen Vivir es la satisfacción de las necesidades, la consecución de una calidad de vida y muerte dignas, el
amar y ser amado, y el florecimiento saludable de todos, en paz y armonía con la naturaleza, para la
prolongación de las culturas humanas y de la biodiversidad.

El Buen Vivir supone tener tiempo libre para la contemplación y la emancipación, y que las libertades,
oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos/colectivos se amplíen y florezcan de
modo que permitan lograr simultáneamente aquello que la sociedad, los territorios, las diversas identidades
colectivas y cada uno —visto como un ser humano/colectivo, universal y particular a la vez— valora como
objetivo de vida deseable (tanto material como subjetivamente, sin producir ningún tipo de dominación a un
otro).

René Ramírez Gallegos

¿Qué es el Buen vivir?

Este concepto múltiple y diverso constituye el horizonte de sentido de las indagaciones,


preguntas, actividades, experiencias, y proyectos de vida que se engloban dentro de la
línea de investigación que intentamos presentar a lo largo de este libro. El concepto del
buen vivir reúne discursos de todo el mundo que postulan la necesidad de una
transformación cultural, institucional e individual frente al modelo de desarrollo
dominante en el mundo occidental. Este concepto es bastante amplio y se ha venido
tejiendo tanto a partir de discursos globales que buscan anclaje en lo territorial (éticas
alternativas, derechos de la naturaleza, aportes del feminismo ante el patriarcado, justicia
y bienestar humano, etc.) como a partir de prácticas de vida locales y étnicas que
empiezan a influir de manera cada vez más decisiva en los discursos globales.

El Buen vivir es un concepto complejo, sus diversas ramificaciones son tan amplias que
quizás sea más conveniente hablar de “buenos vivires” de manera plural. En todo caso al
elegir este concepto como eje central del sentido del aprendizaje queremos apuntar a la
necesidad de que la búsqueda del conocimiento teórico, el aprendizaje técnico,
tecnológico, artístico, etc., debe ser lo más consciente y coherente posible frente a sus
consecuencias en términos de bienestar individual, comunitario, social y ambiental.
Lo que se entiende por buen vivir es diferente en una comunidad u en otra, es un
horizonte que invita a que cada persona aporte y nutra esta concepción de la buena vida.
Sin embargo, no todo cabe dentro del Buen Vivir; a lo largo de este capítulo esbozaremos
los principales rasgos que nos permiten proponer el Buen vivir como un horizonte de
sentido para el aprendizaje, la crianza y la educación. Un horizonte que trascienda lo
humano e incluya el bienestar de la naturaleza como condición necesaria para el bienestar
y el buen vivir armónico de los diferentes seres del planeta.
La noción de buen vivir es, en rigor, otro paradigma. En consecuencia, otro modo de ver, comprender,
aprehender el mundo (otro lugar epistemológico); otro modo de convivir, vincularse, construir
colectivamente (otro lugar ético-político); otro modo de situarse, ubicarse, ‘colocarse’ en el mundo (otro
lugar social).
Analía Minteguiaga

Más allá del paradigma del Desarrollo capitalista.

Hasta hace poco tiempo el desarrollo había estado protegido por un tabú. Desde la izquierda o la derecha,
los académicos respaldaban la reivindicación de los políticos de que el sufrimiento de las mayorías era el
precio que debían pagar por el bienestar que finalmente obtendrían. Sin embargo, una sucesión de crisis,
empezando por la de los años ochenta -oficialmente “la década perdida para el desarrollo en América
Latina”- permitió desgarrar el velo que escondía la naturaleza del desarrollo. La corrupción de la política y la
degradación en la naturaleza, que se le asocian sin remedio, pudieron finalmente ser tocadas y olidas por
todos.

Gustavo Esteva

Gustavo Esteva en su texto Más allá del desarrollo: la buena vida, expone que la palabra
desarrollo se ha caracterizado por la ambigüedad y diversidad de significados.
Básicamente se la define de una manera diferente en cada contexto en la que se usa y en
ella cabe cualquier ideal de lo que se considera debe ser la existencia social. Sin embargo,
en la práctica hemos sufrido el desarrollo que vendió Europa y Estados Unidos a los países
que nunca podrían alcanzarlo. El tiempo se ha convertido en un periodo de crisis cada vez
más intensa; los pobres cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos y la mayoría
(ricos o pobres) con altos índices de problemas emocionales, enfermedades psiquiátricas,
adicciones, infelicidad, aburrimiento, sin sentido, etc. Lo anterior es innegable, se presenta
en cada una de nuestras familias y se reproduce en el mundo de manera fractal.

Ante este panorama han surgido “nuevas” corrientes que proponen desarrollos
sostenibles, desarrollos con contenidos sociales, desarrollos integrales como intento de
superar las crisis del desarrollo capitalista. Sin embargo, en la mayoría de los casos se trata
de nuevas máscaras para el mismo rostro que intentan ocultar los horrores que ha traído
el desarrollo moderno: destrucción, guerras, muerte, inequidad. De acuerdo a Eduardo
Gudynas:
“(…) no es suficiente intentar “desarrollos alternativos”, ya que estos se mantienen dentro
de la misma racionalidad de entender el progreso, el uso de la Naturaleza y las relaciones
entre los humanos. Lo alternativo sin duda tiene su importancia, pero son necesarios
cambios más profundos. En lugar de insistir con los “desarrollos alternativos” se deberían
construir “alternativas al desarrollo.” Gudynas (2011, p.5).

En efecto, las críticas al modelo de desarrollo que surgen dentro de la concepción del
Buen vivir van más allá del desarrollo y cuestionan asuntos más esenciales. Por ejemplo, la
manera como comprendemos nuestra identidad, como nos vemos a nosotros y nosotras
mismas desde el punto de vista del género, las relaciones afectivas, nuestro lugar frente a
las demás formas de vida en la tierra. En pocas palabras, nuestra concepción del mundo.

La noción de Buen vivir surge en América Latina inspirada en algunos rasgos de la forma
de vida de las comunidades indígenas que sobrevivieron a la colonización. El buen vivir
busca encontrar un nuevo horizonte social más allá del desarrollo, más allá del
capitalismo, más allá del comunismo. Un horizonte propio que nace a partir de las
particularidades de cada comunidad y cada territorio. El buen vivir “implica un
cuestionamiento sustancial a las ideas contemporáneas de desarrollo, y en especial su
apego al crecimiento económico y su incapacidad para resolver los problemas de la
pobreza, sin olvidar que sus prácticas desembocan en severos impactos sociales y
ambientales” Gudynas (2011 p.4).

Por lo tanto, el Buen Vivir se aparta de los discursos y prácticas que eligen el crecimiento
económico, el aumento de la rentabilidad y el consumo material como indicadores para
medir el bienestar. Para medir el buen vivir se acuden a variables que comprendan la
calidad de vida tanto de las personas como de los territorios que habitan. Desde este
nuevo paradigma se asume que la calidad de vida no depende de la posesión de bienes
materiales y los niveles de ingreso económico. La calidad de vida implica poder satisfacer
las necesidades materiales y espirituales; vivir y morir dignamente, amar y ser amados y
amadas, gozar de salud, vivir en paz y armonía con la naturaleza, tener tiempo libre para
la contemplación y el ocio, poder sentir la libertad y potencialidad en cada ser, todo ello
sin ejercer dominio sobre la libertad de otros.

Buen vivir, aprendizaje y educación

A partir del esbozo que hemos hecho sobre el buen vivir ¿cómo podemos aplicar las
características de este nuevo paradigma al aprendizaje, crianza y educación? En primer
lugar debemos unir esfuerzos para que el aprendizaje sea la mayoría de las veces
colectivo, cooperativo, comunitario. Esto implica concentrarnos y valorar mucho la
capacidad de aprender en comunidad. Los logros cooperativos y colaborativos deben
tener más importancia y ser mejor valorados que los logros individuales. Inclusive
consideramos que se deben desestimar los logros que solo involucran a una persona y que
solo traen que nos importen los demás seres que habitan el planeta, es clave inventar
escenarios donde las relaciones sean lo más importante. Esto de manera silenciosa le
devuelve a la vida el sentido que viene perdiendo tras tanta comodidad y tantos logros
individuales. beneficios para una persona. Nos enfrentamos a la necesidad urgente de
volver a tejer la sociedad y por ello el paradigma del triunfo personal, la fama, el éxito, la
gloria individual debe ser cosa del pasado. Es clave que nos importe cómo vive el vecino o
la vecina.

Por otro lado proponemos que las relaciones de aprendizaje, crianza, educación incluyan
el componente inter-generacional lo cual implica abandonar la segmentación etaria como
criterio principal de organización de las diversas propuestas sociales y pedagógicas en el
mercado y fuera del mercado. Implica promover espacios donde personas de todas las
edades puedan compartir juntos lo que saben y lo que son. En nuestra cultura los diálogos
ínter-generacionales están rotos y deteriorados. La conversación franca de los niños y
niñas con los ancianos y ancianas de una sociedad es terreno fértil para aprender los
asuntos verdaderamente importantes de la vida. En este tipo de relaciones no solo fluye
conocimiento; fluye sabiduría, fluye la frescura y vitalidad que los niños y niñas comparten
con personas de mayor edad. En la sociedad que imaginamos hay una apertura y se
promueve el trabajo intenso necesario que hay que hacer para romper las barreras que
separan a las personas por edad, género, trabajo, estatus. Imaginamos madres que
pueden ir con los hijos e hijas al trabajo, abuelas o abuelos que puedan aprovechar
espacios en las escuelas, que pueden ingresar a las clases; parques para gozar y divertirse
en los complejos de oficinas. Imaginamos un mundo para todos y todas en donde
podamos volver a confiar y compartir la vida sin tantas restricciones.

Esta apertura social -de acuerdo al paradigma del buen vivir- no solo incluye las relaciones
humanas sino que se trata de una apertura radical que invita a participar dentro de los
espacios de aprendizaje (es decir, en todos los espacios) a los seres no humanos.
Invitamos a las plantas, los animales a que nos acompañen a pensar, reflexionar, dialogar.
Todas las formas de la vida están llamadas a ingresar y transformar los espacios de
aprendizaje convencionales. Aulas transformadas en verdaderos espacios vivos donde
fluya el agua, donde la gente venga a aprender con el bebé, con el perro. Aulas en donde
pase algo cuando llore el niño, cuando ladre el perro. Aulas donde estas voces no sean
acalladas por impertinentes sino que seamos capaces de escuchar qué tienen que decir y
aprender juntos y juntas a leer el libro de la vida real. Todo esto es clave si lo que
queremos es aprender a vivir, aprender a crear. El pensamiento vivo sufre encerrado en
un salón por más lujoso que sea. Como decía Aristóteles solo se puede pensar caminando.

El Buen Vivir busca superar la dualidad humano/naturaleza característica del pensamiento


occidental. El lugar del ser humano encuentra aquí una nueva posición como parte
integrante de la naturaleza, actor importante de la trama de la vida pero no más
importante que la lluvia, las plantas, los animales. Se trata de un nuevo lugar
epistemológico para el ser humano. Este reposicionamiento tiene profundas
consecuencias éticas pues los seres humanos ya no son los dueños de la naturaleza que
pueden estudiar y cambiarlo todo. No. Las demás especies también merecen respeto y
debemos aprender a escucharlas.

El aprendizaje, crianza y educación incluye en todos sus espacios el cuidado de la vida en


cada uno de los humanos, humanas y no-humanos presentes. Es más importante estar
bien, sentirse bien, que ser eficientes y obtener buenas calificaciones, recompensas,
salarios, pensiones. Es más importante tener la capacidad de escuchar al otro diverso
(humano, niño, viejo, no humano) que tener la razón. Es más importante ayudar al otro
que demostrar la propia fuerza. Es más importante contar cómo nos sentimos y actuar de
acuerdo a ello que cumplir el deber y ser recompensados.

¿Quiénes son los dueños del conocimiento dentro del paradigma educativo del buen vivir?
Todos y todas, humanos y no humanos; hombres, mujeres, niños, niñas, científicos y
poblaciones étnicas, gerentes, equipos de aseo, de cocina... Todos y todas sin excepción
tienen una parte de la verdad que necesitamos descubrir para comprendernos entre
todos. Qué interesante sería invitar a las personas (todavía normalmente mujeres) que
asean los colegios privados a una clase, que estas mujeres nos cuenten cómo está el
colegio frente a la responsabilidad de todos y todas de tener un espacio aseado y
agradable, que cuenten cómo se sienten, que cuenten cómo viven… ¿acaso ellas no
poseen una parte clave de nuestra verdad? Si lo que queremos es vivir bien es acaso
insignificante preguntarnos por las personas que tienen tan importante rol? ¿Qué nos
dicen los pájaros del lugar donde estamos? ¿Acaso sus cantos no nos dicen nada? ¿Es esto
menos importante o más importante que el álgebra lineal? El paradigma educativo del
buen vivir es una invitación permanente al diálogo de saberes y a reflexionar con el otro y
la otra sobre la realidad real.

Los aprendizajes que proponemos están ligados de manera intensa a los territorios que
habitamos. El conocimiento que necesitamos no está en Harvard, en la Sorbona, en
Oxford. El conocimiento que necesitamos producir se encuentra aquí. Aquí (donde está
cada una de las personas que lee este texto) está la fuente de todo lo que necesitamos
saber y transformar. No hay donde escapar. Los problemas que necesitamos resolver, las
enfermedades que necesitamos sanar, los vínculos rotos que necesitamos reinventar, los
flujos económicos que queremos gozar. Todo está aquí y la tarea de aprendizaje que
proponemos es permanente, gozosa y a veces dolorosa.

¿Para qué estudiamos? ¿Para qué aprender? Para vivir bien, para sentirse bien consigo
mismo, conmigo misma. Necesitamos algunas cosas materiales para vivir pero de lo que
se trata la vida es de ser no de tener. Recuperamos las relaciones humanas y no humanas,
reinventamos rituales para dar sentido a la vida. Recuperamos el sentido de lo sagrado
que no se contradice con la ciencia 1. De hecho la mejor ciencia está por hacerse y llegará a
vivir y comprender lo sagrado. Esperamos ver y vivir todas estas transformaciones en una
cultura que elija como nuevo paradigma el Buen Vivir más allá del desarrollo.
1
Escindir la ciencia de la espiritualidad humana ha sido una propuesta de la cultura occidental con graves
consecuencias para la vida.
Bibliografía

Esteva, Gustavo. Más allá del desarrollo: la buena vida


https://pedrogarciaolivo.files.wordpress.com/2022/02/esteva.pdf

Gudynas, Eduard. Buen vivir: Germinando alternativas al desarrollo. Revista América


Latina en Movimiento. Febrero 2011.

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