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SINALEFA, ELISION Y LICENCIA METRICA Este trabajo es un intento de profundizar en la precisién concep- tual —mds que terminolégica— del fenémeno que desde los metricé- logos clésicos se viene denominando synaloephe (o sus respectivas adaptaciones en las distintas lenguas en que ha entrado: ya en latin synalifa, etc.), a base de aplicarle la distincién propia de la métrica estructuralista entre sistema y realizacién, Para el cardcter de esta distincién, permitaseme remitir a un artfculo publicado en la Re- vista de nuestra Sociedad +. Dicho intento no aspira, en realidad, a poder ser tenido.como de ‘Métrica comparada. Para ello haria falta la consideracién del fené- meno en la versificacin de todas las lenguas roménicas, as{ como en Ja del griego, antiguo y moderno, Jo cual rebasa ampliamente mis posibilidades y capacidad. Se cifie, pues, a la métrica de mi lengua, a la latina —que habitualmente ensefio— y a la de la Jengua en que ensefio, también habitualmente. La intencién, al haber atendido a las tres, ha sido delimitar mejor las facetas de la precisién propuesta como meta, mediante el contraste. El alcance que las consideracio- nes resultantes logren conseguir dentro de la Métrica general depen- derd de lo extensible que sea su aplicacién a la versificacién en otras Jenguas que admitan también —sisteméticamente 0 no— la coales- cencia ritmica entre sflabas final e inicial de vocablo, en lo que con- siste corrientemente la sinalefa, o fenémenos similares al indicado. 1 eHacia una métrica estructurals, RSEL, 1, 1971, pgs, 299-333. IV, 2-4 294 ‘SEBASTIAN. MARINER Punto de partida de este intento de mayor precisién podré ser —creo que justificadamente— la exposicién més lograda y actual, entre las por mi conocidas, de aquellas que no han empleado, al tratar la sinalefa, la distincién entre realizacién y sistema que cons- tituiré aguf el instrumento de trabajo: a saber, las pags. 66-84 del Sistema de ritmica castellana, del doctor R. de Balbin®, Con una referencia a la pag. 23 de la Ortologia de F. Robles Dé- gano, Balbin concluye? en la improcedencia de alinear la sinalefa castellana entre las licencias poéticas, dado su carécter mayoritario frente al hiato. Ella es lo sistemdtico en castellano, frente al hiato, que resulta ser lo excepcional, como lo pueden ser Jas con razén Ia- madas licencias del tipo de la diéresis. Parece claro que el mismo cardcter es aplicable mutatis mutandis fa todos estos fenémenos o a sus correspondientes en la métrica la- tina, donde los tres citados se presentan con caracteristicas de re- gularidad y de excepcionalidad respectivamente andlogas. Pero que no se trata de una condicién necesaria 0 poco menos que ineludible Jo comprueba nada mas que asomarse a la métrica catalana, donde incluso a nivel de manual’ es bien conocida la indole excepcional de la sinalefa de vocales desiguales en la poesfa cldsica (= renacentis ta) y en la mayor parte de la moderna, hasta el punto de poder pre- sentarse —segtin hacen los autores aludidos en la ultima nota— con visos de castellanismo métrico la practica contraria, como lo com- prueba el hecho de darse sobre todo en los primeros poetas de la Renaixenca, formados en la Preceptiva castellana. Ello hace posible tomar como licencia métrica este tipo de sinalefa las veces que se siga admitiendo en catalén, donde es repelida por el sistema versifi- catorio regular, que asi se diferencia en este punto del latino y del castellano, pese a proceder de aquél y de haber evolucionado en tan estrecho contacto con éste, Los preceptistas catalanes pueden seguir 2 Madrid, 1967. 3 Op. cit, pag. 84: «Los textos que al tratar del miicleo sinaléfico quedan anotados, atestiguan que el hecho lingiifstico de la sinalefa, es un fenémeno totalmente general, en Ia constitucién de la cadena ritmica castellana, y que sélo deja de producirse por la presencia del acento ritmico en alguna de las vocales contiguas (§§ 17-18). ¥ aun en ese caso —numéricamente insignificante— Ia existencia del hiato responde a principios fonolégicos generales. No parece propio, por ello, lamar licencia a la sinalefa, y desvalorar asf el efecto estilis- tico general de la trabazén fénica, que se funda en el niicleo sinaléficos, 4 CL, p. ej, el de A. Serra y R. Latas, Barcelona, s. a. SINALEFA, ELISTON ¥ LICENCTA atimRica 295 alineando esta clase de sinalefa junto a otras licencias, como la cita- da diéresis. Pero gcémo una doctrina parecida puede haber cabido en precep- tivas castellanas y en métricas latinas, e incluso de modo atin més drdstico, al englobar como licencia cualquier sinalefa, incluso Ia de vocales iguales? Una influencia de tratadistas catalanes —o de cual- quier otra métrica que ofreciera una discrepancia semejante— pare- ce descartable mientras no se hallen testimonios directos de tal in- flujo y se pueda encontrar una explicacién viable por otro camino. Este otro camino, jalonado de suficientes testimonios histéricos Y que permite alcanzar una explicacién satisfactoria, es, probable- mente, el que se recorre atendiendo a la realizacién de estos fend- menos de coalescencia ritmica de sflabas contiguas, sean sistematicos ‘0 no. En efecto, ya de entrada y con sélo atender a las tres versifica- ciones aqui consideradas, aparece una chocante diferencia. La coinci- dencia entre los sistemas castellano y latino se rompe en sus reali- zaciones respectivas; la discrepancia entre aquellos sistemas y el ca- taldn se resuelve parcialmente, de modo que dicha realizacién de la coalescencia coincide entre catalin y castellano; la diferencia, ahora, 5 entre ambas prosodias roménicas y la latina, Es bien sabido: mien- tras las vocales reunidas en sinalefa castellana (y lo propio en la ca- talana, cuando se da) mantienen su entidad’, en cambio, en latin somos muchos los que creemos que en la realizacién de este fend- meno se perdia generalmente Ja primera de ellas —e incluso la 4 que pudiera seguirla—é, con lo que, més que de sinalefa, seria apro- piado hablar de elisién, al modo como se suele hablar de aféresis cuando —excepcionalmente— la vocal desaparecida es la segunda (tipo sitast por sita est). La distinta alineacién tipolégica que a estas lenguas prestan di- ferentemente sus sistemas versificatorios y las realizaciones de los 3 Cf. Balbin, op. cit., pags. 67 y 6971. 6 Nuevamente me creo dispensado de repetirme, remitiendo, a propésito de los testimonios explicitos del gramético M. Plocio Sacerdote en su De sinalifa acerca de las pronunciaciones menincepto y monstrhorrendum por mene incep- to ¥ monstrum horrendum, al articulo citado arriba en la nota 1. Para la pos: tura contraria, ef. tltimamente J. Soubiran, L’élision dans la poésie latine, Paris, 1966, y L. E. Rossi, eLa pronuntiatio plena: sinalefa in luogo ¢’elisione», RFIC 91, 1969, pags. 433447. Agradezco gustoso el haberme llamado Ia atencién sobre estos trabajos a mis colegas doctores Correa Rodriguez y Gonzdlez Ro- lin, respectivamente. 296 SEBASTIAN MARINER mismos en el punto concreto de esta coalescencia no debe escanda- lizar. Ejemplos de discrepancias parecidas no son raros en varios aspectos del funcionamiento de las lenguas. Asi, en el fonolégico, Ienguas que coinciden en tener irrelevante en el sistema la colocacién del acento (latin y francés, p. ej.), discrepan en la realizacién del mismo (tonal, probablemente, en latin cldsico —cuando su coloca- cién era realmente irrelevante, condicionada por la cantidad de la pentiltima—, intensivo en francés —coincidente, por tanto, con la rea- lizacién en lenguas de colocacién relevante, como las hispénicas, por ejemplo). Mejor que escandalizar, debe aleccionar, poniendo en guardia con- tra el peligro que se corre al teorizar a nivel de sistema lo que, a lo sumo, podrfa haberse admitido para el de realizacién. Algo de esto ha ocurrido, probablemente, acerca del concepto de sinalefa, contri- buyendo a encuadrarla entre las licencias métricas, pese a su regula- ridad en sistemas como el latino y el castellano. Asf, por Jo que res- pecta a esta ultima lengua, véase c6mo los dos pasajes ltimamente citados del Sistema... de Balbin recalcan la «peculiaridad> de los grupos vocilicos que se forman en sinalefa frente a los que admite que se pueden dar en el cuerpo de un mismo vocablo?, Esta pecu- 7 Me parecen especialmente significatives al respecto los siguientes pasa- Jes (los espaciados son mios): Pag. 61: «Es un nucleo espiratorio distinto de la silaba, y de- nominado sinalefa, euya mayor amplitud en el espacio actistico —por extenderse 2 unidades léxicas separadas y diversas~ permite Ia coexistencia sin pérdida de perceptibilidad de dos articulaciones vocilieas plenas, que nunca coexisten ‘como tales en la sflaba castellanas. Pég. 68: «En el texto de J. L. Hidalgo, abundan mis las sinalefas, y junto al nticleo espiratorio del v. 3, que se forma con voeales idénticas, pueden egistrarse otros nucleos espiratorios extraléxicos o sinalefas, ‘que agrupan fonemas dtonos, en combinacién muy diversa (v. 1, -0_€, -0_i V2, by ow) ae Pég."69: «Dejando aparte las sinalefas del v. 1 (y e+ del v. 2 Ce ey -0 7 oe) del v. 4 (ee; ~¢ e4, puede observarse que él v. 3 de B, del Alcéiar, tice dos grupos espiratorios extraléxicos: el primero (o_e, constituide por dos vocales desiguales abiertas y dtonas, y una articulacién Con- sonante m, en posicién explosiva. Y configura ademas este v. 3, otra sinalefa més amplia y compleja (1 a 1-)» 'Pég. 70: «El v. I de AlarG6n rogistra una sinalefa (a.a,ALw) de tres voca- les abiertas, flanqueadas por vibrante -r- en posicién expiosiva y semivocal -u, en implosiva, Quintana configura el nticleo sinaléfico en suv. 3, me iante la agrupacién de cinco fonemas (-ci_ a a ho), y sittia en posicién explost vva Ia interdental c- y la semiconsonante ~i. En el terceto de E. Florentino Sanz, cl v. 2 forma sinalefa (-e a 0}) con tres vocales abiertas, desiguales y étonas», SINALEFA, ELISION ¥ LICENCTA METRICA 297 Jiaridad, este cardcter diferente de muchas agrupaciones en sinalefa, pudo tratar de razonarse como algo especifico del lenguaje poético, equiparable a las pronunciaciones en que se dislocaban trozos de silaba en sflabas ritmicamente distintas (diéresis). En otros términos y mas concretamente: mucho me temo que la conocida resistencia a admitir en castellano otras concurrencias en una sflaba que las constituidas por una vocal fuerte y otra débil o dos débiles (diptongos), o bien una fuerte entre dos débiles (tripton- gos), haya sido el motivo determinante de otra resistencia: Ia opues- ta a admitir como fenémeno regular la sinalefa, donde tantas veces se agrupaban vocales fuertes, bien del mismo timbre, bien de timbres diferentes y relegarla al papel de artificiosidad lingiiistica, de licen- cia métrica. Pero, si bien se mira, parece que ni siquiera como peculiaridad sistematica del verso castellano frente a la prosodia de las palabras aisladas hay que tomarla, Por lo menos desde que la propia doctrina académica ha reconocido la existencia de los que denominé cuasi- diptongos: Ia reunién de dos vocales fuertes en una sola emisién de voz es una tendencia abundante también fuera del verso en la pro- nunciacién no esmeradamente cuidada pero no por ello incorrecta (jé-rreo bisilabo, cae monosilabo, frente a los esmerados fé-rreo tri- sflabo y cae bisilabo y sin incurrir en los incorrectos fe-rrio y cai). Ms bien todo parece aconsejar la admisién de estas combinacio- nes entre los auténticos diptongos, ampliando el concepto de estos por encima de Ja limitacién a la necesaria presencia en ellos de una ‘vocal débil por lo menos. Pues, en fin de cuentas, gqué es una vocal débil y en qué se diferencia de una fuerte? Indudablemente, en cas- tellano las dos débiles son las més cerradas —cada una en su serie—, y una de ellas —la i— presenta un problematico parentesco fonolé- gico con una auténtica consonante —la y-. Pero en el caso de la otra, la u, no hay en castellano tal afinidad fonolégica con una con- sonante —como no la hay de parte de las tres fuertes a, e, o—, lo que no impide catalogarla como débil. Luego no parece ser elemento valido en la clasificacién dicha vinculacién con una consonante, que, en principio, se podrfa pensar que fuera lo que ha «debilitador la consideracién vocdlica del fonema. Excluida, pues, esa afinidad como motivo determinante, queda el mayor grado de cerrazén. Pero ¢por qué Ia combinacién de dos timbres vocdlicos en una sola silaba ha 298 SEBASTIAN. MARINER de comportar necesariamente la presencia de al menos uno de los mis cerrados de cada serie de localizacién? En principio, no se ve para ello ninguna necesidad de indole fo- nolégica ni fonética generales. Sin ir mas lejos, ahi estin los dipton- gos ae y oe del latin, a interpretar como «vocales de timbre cambian- te» en una determinada época de dicha lengua* y sin que el cambio requiera hacerse desde o hacia el mas cerrado de los timbres vocé- licos del sistema latino de tales fonemas. Asoma entonces la sospecha de que se ha producido en Ia elaboracién de la doctrina recepta sobre el inventario de diptongos castellanos una especie de peticién de principio. Es indudable que desde los orfgenes hasta el periodo aureo de Ja lengua —en que Ia situacién pudo variar bastante con la en- trada masiva de nuevos elementos tomados del latin por los ambien- tes cultos— el mimero de diptongos con al menos una vocal débil resultaba no ya sélo mayoritario, sino aplastante: as{ eran todos los nuevos diptongos roménicos descendentes, producto de las antiguas breves ténicas (ie, ue); ast, los procedentes de la reduccién de anti- guos hiatos del latin clésico (cf., p. ej., vendimia, cuajo), que hablan cerrado al maximo una de sus vocales si ya no lo era (caso de cwajo); asi, los provenientes de la transfonologizacién de las labiovelares ante a (p. ej., cual, antigua, lengua). Frente a ellos, apenas si representa- ban nada los tipos cae(s), roe(s), en los que seguramente la pronun- ciacién hidtica seria mucho més frecuente que en Ja actualidad, por hallarse més préximos a Ia época en que entre las dos vocales habia mediado una consonante (cf. cadis, rodis). La exigencia de una débil, por Io menos, en los diptongos se aparece, pues, como una es- pecie de eregla» transformacionalista avant ta page, producto nada equivocado de la observacién del material Iéxico del castellano pri- mitivo y dureo, pero que descuidaba la posibilidad del encuentro de las otras vocales en determinados vocablos cultos y, sobre todo, en frontera de vocablos contiguos. Pues apenas se necesita decir aqui y ahora que Ja sinalefa castellana no es privativa de su verso: igual- mente se practica en la elocucién normal. jNueva gran diferencia con la diéresis, y nueva gran diferencia con el catalén! De rechazo, ahi pudo estar un motivo auténticamente determi- nante de la calificacién de débiles para las vocales i y u: precisamente ¥ Cf. mi «Valor fonemético de los diptongos en latin clisico», Helmdntica, 25, 1957, pégs. 1730. SINALEFA, ELISION Y LICENCTA METRICA 299 en el observar que se plegaban habitualmente sélo ellas a acompafiar a las demés o a ellas mismas «tolerando» que las acompafiadas ocu- paran la parte central del micleo sildbico, cargaran principalmente con el acento en caso de ser ténica Ia sflaba, etc. Mutatis mutandis, algo parecido hay que sospechar respecto a los triptongos: también aquf la posibilidad de pronunciacién en dos si labas de un vocablo como peleado en su emisién cologuial (e. e, pe- Jeao) cuadra exactamente con la admisibilidad de sinalefas como la entre estas tres mismas vocales mencionada por el propio doctor Balbin®, Notando, empero, entre los mutanda que, a diferencia de Jos diptongos y de las sinalefas de dos vocales, en que pueden com- binarse cualesquiera, en los grupos de tres parece que han de ser tales que comporten una acomodacién a la teorfa saussureana de la silaba, permitiendo un tinico movimiento de apertura hacia el Apice silébico y cerraz6n consiguiente, y no viceversa. Por lo menos, yo no conozco ninguna sinalefa de tres que no cumpla este requisito, desde el octosilabo dentro de su pecho ahorcados, de ta Preceptiva de mi infancia, hasta las mencionadas por el doctor Balbin en el pasaje que acabo de citar, ‘SEBASTIAN MARINER % Op. cit, pig. 70. 10 Al corregir pruebas, cimpleme anotar que los nuevos puntos de vista académicos (Esbozo de una nueva gramdtica de la Lengua espafiola, Madrid, 1973, pp. 5740) corroboran buena parte de lo sostenido en la segunda porcién de ¢ste trabajo. Desaparecida la distincién de efuertes» y «débiless, se admite explicitamente que grupos entre dos de aquéllas pueden emitirse segin los casos como hiatos 0 como diptongos.

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