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Biogratia Mario Benedetti ‘Mario Benedetti nacié en 1920 en Paso dé los Toros, La tregua Repubioa Oriental dal Urquey. Entre 1938 y 1941 resicio en Buenos Ares, En 1945 ntogr ia redaccion del semenario turuguayo Marcha, En 1848 publcé Esta manana, su primer inva de cuertos, y un ao mas tarse, los posmas de S60 mientras tanto. En 152 apereci6 eu primera novela, Quin {6 nosotros, pero ‘us con al voluman do cuontos ‘Montevideanos, publica an 1959, que tomd forme la ‘oncepeién urbane de su obra narrative, ‘Con La wegua, que aparecio en 1960, Benedetti adquiié ‘raacendlencia internacional. La novela tuvo mas de len ediciones y fue tracucida a ciecinueve idiomas. En 1973, {debi6 abenconar su pais por razones poiticas y resici6 en la ‘Asgentina, Pers, Cuba y Espatie. En 1987 recibis el Premio Llama de Ora de Arstia internacional por su novela Primavera con una squina rota, en 1999 el Premio Reina Sofia de Povsia Iberoamericans y on 2006 el Premio internacional Menéndez y Pelayo, También obtuvo cuatro Doctoredos Honers Causa otorgados por las unversidades do Alicante, de Valladolid, de La Fabena y de ia Repciiica de ‘Montevideo. Sus libros rs recientes gon La borra do cat (1992), Perpleflades de fin de sigio 1985}, £1 olvido est leno de memoria (1984, Elamar fas mujeres y fa vida (1995), ‘Andamios (1400), La vida oBe paréntesis (128), Buzon do tiempo (1898), Rincon de Haikus (1998), BI mundo que respro (2001), Insomnios y duermevelas (2002), E] parvenir ‘fe mi pasado (2008), Defensa propia 2004) y Adioses blanvenigas (2008), Su obra postioa ha sido recogida én lnventario Uno (1980-1985), vantario Dos (7986-1991) 2 Invontaro Tree (1991-2001) publicads en este mrr0 S60 editorial, igual ave sus Cuentos completos (1994). i (Bima 20 Gogo etree SAC. Setsoae ots daca Sosesiureasomae BeSonic Ineroduccién La apreciacién plena de un texto lteratio tiene como uno de sus principales objetives, de acuerdo con Rolland Barthes, captar “la pluralidad de sentidos” que se entreeetuzan 0 subya- ‘een en ese texto. Tales sentidos milkiples proponen al lector cada dia mas participativo, ms activamentecrftico en su re cepcidn del procera litersrio— “un sistema de simbolos a de- velar", una diversidad de “replicgues insospechades y sutilezas ignocadas" (Umberto Eco). Hl destinarario se encuentra, pus, frente 2 un “mensaje original” que lo obliga a adoptat “una nueva siruacién interpretative” y lo ubica en una posicin de incerlocutor implicado en las variadas incidencias del texto: motivado a menudo por férmulas de corte coloquial que agi- lizan la interrlacién de las distintas sivaaciones que propone 1l diseurso, el lector acoede a una participacidn que lo compro ‘mete no slo cn nombre de su propia individualidad, sino co- ‘mo integrante de una comunidad en laeual, ral como el emi- sor del mensaje, ess inserto. Refiriéndose a ciertos escritoreslatinoamericanos del pre- scate, el ensayista cubano Juan Marinello sefiala que ellos han incorporado a la literatura un mensaje vinculado con. el de- venir ideolégico del continente, integrador de “una culeara libertadora con anchura para stscitar cambios superadores incontables". Al expresar fehacientemente “la existencia de 3 suentorno”, ea liceratuzastrge como acto social que tiende ‘a promover, como queria Marti la liberacién de un territo- rio en busca de su propio destino, ‘La vasta produccisn literaria de Mario Benederti (nacido en Paso de los Toros, Uruguay, en 1920) se inscribe sin du- da.cn esta modalidad del discurso, ejemplificando cabalmen- tela vinculacidn entee ol émbito histrico y la creacién artis rica que de él surge. DDsde tal pespectiva intenaremos sefala algunos line smientos que sustentan la obra de este esritor tan estrechamen te bigudo a su momento y a su espacio, para, posteriormente, scferiros particularmente a ciertas pautas que, creemos, pue den servir de ayuda para abordar una de sus producciones na- srativas més valioss y significacivas: su novela La tregua, pu blicada por primera vez en 1960. Controwertido, euestionado, polémico, revisado, admirado, considerado “el més importance bestseller uraguayo” (séeulo éte que dice no convencerlo porque, segtin declara, “la pala- bra beseseleresté bastante denigrada’) asimilado a una serie de correspondencias que permite hablar de una complemen- racién fecunda entre destinacor y destinaraio; auror eminen- temente “comunicante", Mario Benederti presenta, en este convulsionado fin de siglo y de milenio, una de las produccio- nes liverarias mas armoniosas —y polifacdtcas— de las letras latinoamericanas actuales. ‘No obstance su continua incursidn cn las categorfas gené- ricas tradicionales ("es, ciertamente, uno de los escritores la- ‘inoamericanos mas versitless se sienre igualmente cbmodo en la novels, Ia poesta, el drama, el euento y la erica", ob- serva, entre otros, el eritico Frank Dauster) y también en las 6 snodalidades fronterizas que se perfilan en el actual discurso ratio, como la navela-verdad o la novela poética, la globa- lidad de su obra se presenta como un macrotexto de “secre ra armadurs", de ajustado equilibrio. Esto puede apreciarse ranto en sus formulaciones sinticticas cuanto en el nivel se- mantico. En lo que concierne a la extendida envergadura de su cemtica, ella —adelantamos— abarca los tépicos que han preocupado, desde siempre, al arte universal. Reconocido, pues, como uno de los escritores rutelares del proceso cultural latinoamericano de este siglo, su mensaje, expuesto a través de més de cinewenea libros y twaducido a is de veinticinco lenguas, aparece particularmence unido a sus actitudes morales, a su indeclinable conducta cfvica. Es- ta esencial conjuncién ha sido reconacida, en gencra, por la criti, que manificsta un interés permanente por esclarecet los mitliplessentidos de su creatividad y, muy especialmen- te, su honda repercusin social. Hoy no se vacla en conside- farsu obra como una toralidad eurlemica cuyos vatiados en foques componen una estructura coherente, un proyecto cultural complejo y sélido, de amplio espectro elucidarorio. Artal valoracién contribuye—y no adherimos en exa apre- ciacién a le frecuentada nocién textualista, delimicadora del anilisisy la comprensién del constructor aristico— la singu lar personalidad de este escritor,a quien se ubica, en el actual «espacio hispanoparlante, como “us caso insdico en la litera- ‘ura latinoamericana’ y, en su propio medio, como intéepre- te prvilegiado de su pucblo. Sefiala cl escritor uruiguayo F g0 Alfaro que “en su poesta revela lo que ya std en nosotroe ¥ que “la gente ha hecho del escritor, del ciudadano y del hombre privado una sola, enteriza persona’ 7 Esencialmente cuestionadora, s literatura —no obstante cevidenciar momentos de marcado pesimismo— propondra ciertos derroreros que anuncian una esperarzacla transforma~ ‘a enterarme de que compendia mis buenas invncione,y nada mis. Me puse a registrar Cals eran las excasas inserrap- Cromer del consapado silencio. Jaime dijo quel sopacxtaba Sesabrida. «Ahi tenés la sal, a diez centimerros de t4 mano Gerechay, contesté Blanca, y agreg6, hiriente: «¢Querés que tela aleance’», La sopa estaba desabrida. Es cierto, pero zqué pecesidad? Eeteban informs que, a partir del proximo semes- fre, nuestro alquiler subiré ochenta pesos. Como todos con teibuimos, la cosa no estan grave. Jaime se puso a leer el dia- fo. Me puece ofensive que la gente lea cuando come com so familia. Se lo dij. Jaime dejé el diario, pero fue lo mismo Gus silo hubiera segeido leyendo, ya que siguié hosco, alu- ftado, Relaté mi encuentro con Vigna, eratando de sumir~ Io en el ridiculo para tracr a a cena un poco de animacién. Pero Jaime pregunt6: «Qué Vignale esr. «Muvio Vignale.r Un tipo medio pelado, de bigots?» El misino. «Le conor 5, Buch pievan, dijo Jaime, «es compatiero de Ferreira, Bros focoimeros. En el fondo me gusta que Vignale sea una por- “4 / } querla, ai no tengo escripulos en sacérmelo de encima, Pe- 10 Blanca progunt6: »:As{ que se acordaba de mamd?s. Me parecié que Jaime iba a decir algo, ereo que movié los labios, pero decidié quedarse callado. «Feliz de él», agregé Blanca, ayo no meacuerdor. «Xo si», dijo Esteban, ;Cémo se acorda- 182 ;Como yo, con recuerdos de recuerdos, 0 directamente, ‘como quien ve lz propia cara en el espejo’ ;Seri posible que 41, que sélo tenis cuatro afios, posea la imagen, y que a mi, fen cambio, que tengo registracas tantas noches, tantas no- ches, eantas noches, no me quede nada? Haciamos el amor a ‘escuras, Serd por eso, Seguro que es por eso. Tengo una me- roria tdtil de esas noches, y €sa sex direera. Pero, cy el dia! Durance el dia no estabamos a oscuras. Legaba 2 casa canst- do, leno de problemas, tal vez rabioso con Ia injustice de esa semana, de exe mes. ‘Avveces haclamos cuentas, Nunca alcanzaba. Acaso miré: bbamos demasiado los nuimeros, las sumas, las rests, y no tee ‘lamos tiempo de miramos nosotros. Donde ella est si es aque esti, que recuerdo tendré de mf? En definiciva, zimpor- saalgo la memoria? «A veces me siento desdichads, nada més que de no saber qué es lo que estoy echando de menos», mur- s1uxé Blanca, mientras repartia los duraznos en almibar. Nos tocaron tres ¥ medio a cada uno. Miérooles 27 de febrero Hoy ingresacon en la oficina sete empleados nuevos: cus- tro hombres y res mujeres. Tenian unas expléndidas earas de sssto y de ver en cuando divigian alos veteranos una mirada 6 de respetuosa envidia, A m{ me adjudicaron dos borjas (uno de dieciocho y oto de veintidés) y una muchacha de veinei- Cuatro afios. Asi que ahora soy todo un jefe: tengo nada me~ fhos que seis empleados a mis érdenes. Por primera vez, una mujer. Siempre les rave desconfianza para los nimeros. Ade mas, oUto inconveniente: durante los dias del perfodo mens- teual y hasta en sus visperas, si normalmente son despiertas, se vuelven un poco tontas: si normalmente son wn poce ton- tas, se vuelven imbéciles del todo. Estos nuevos» que entra ron no parecen malos. El de dieciocho afios es el que me gus- ta menos. Tiene un rostro sin fuerza, delicado, y una mirada hhuidiza, ya la ver, adulona. El otro ¢s un ererno despeinado, pero tiene un aspecto simpitico y (por ahora, al menos) evi- ddentes ganas de trabajar. La chica no parece tener tantas ga hnas, peto al menos comprende lo que uno le explica: aderais, tiene la frente ancha y la boca grande, dos rasgos que por lo {general me impresionan bien, Se llaman Alfedo San ddolfo Sierra y Laura Avellaneda. A ellos los pondié con los li- bros de mereaderias, a ella con el Ausiliar de Resultados, Jueves 28 de febrero Esta noche conversé con una Blanca casi desconacida pax samt, Fatdbamos solos después de a cena. Yo lea el diario y Cla ca un soitari, De pronto se quedé, inméwil, con una tarta en alto, y su mirada eraa la ver perdida y melancética Ta vigtlé durante unos instanees; lego, le preguneé ex. qué pensaba, Entonces parecié despertase, me dirigié una mirz- Ee desolada y, sin poderse contener, hundié la eabeza ence 6 | las manos, come si no quisiera que nadie profanara su llan- to. Cuando una mujer lloza frente 2 mi, me vuelvo indefen- 50 ys ademés, rorpe. Me desespero, no sé cémo remediarlo. Esta vex segut un impulso natural, me levaneé, me acerqué a cll y empecé a acariciane la cabeza, sin promunciar palabra. De a poco se fue calmando las llorosas convulsiones se es- paciaron. Cuando al fin baé las manos, con la mitad no usa- a de mi pafiuelo le sequé los ojos y le soné Ja nariz. En ese ‘momento no pareeia una mujer de veintiteésafios, sino una chiquilina, momenténeamente infeliz porque se le hubiera roto una mufieca © porque no Ia llevaban al zoolégico. Le pregunté si se sencia desgraciada y contests que sf. Le pre- fganté el motivo y dijo que no sabia. No me extraité dema- siado, Yo mismo me siento a veces infeliz sin un motivo cb revo, Contrariando mi propia experiencia, dije: Oh, algo habré, No se Hora por nada», Entoaces empezé a hablar atro- pelladamente, impulsada por un deseo repentino de franque za: «Tengo la horrible sensacién de que pasa el tiempo y no hhago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la rafz. Miro a Esteban y miro a Jaime y estoy segura de que cllos también se sienten desgraciados. A veces (no te enojes, papa) también te miro a vos y pienso que no quisiera llegar ‘los cincuenta afos y tener tu temple, cu equilibrio, senci- llamente porque los encuentro chatos, gastados. Me siento con una gran disponibilidad de energla. y no sé en qué em- plearla, no sé qué hacer con ella. Creo que vos te resignaste a ser opaco, y eso me parece horrible, porque yo sé que no ses opaco. Por lo menos, que no lo erase. Le contesté (qué otra cosa podla decile?) que tenfa razén, que hiciera lo po- sible por salir de nosotros, de nuestra érbita, que me gusta- 47 ‘ba mucho ofrla gritar esa inconformidad, que me parecia es tar escuchando tin grito mfo, de hace muchos aos. Encoa- ces sontid, dijo que yo era muy bueno y me eché los brazos al cuello, como antes. Es una chiquilina todavia, Viernes 1° de marzo El gerence llamé a los cinco jefes de seccién, Durante tes

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