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PARCIAL 2. Texto Colombia Racista - César Rodríguez - Columna de Opinión
PARCIAL 2. Texto Colombia Racista - César Rodríguez - Columna de Opinión
OCTUBRE 21 DE 2005
El asunto podría dar apenas para una carta indignada del lector de la revista Semana en
protesta por el lenguaje prejuiciado del reportaje. Pero el problema no es tan sencillo.
Porque lo realmente importante, más allá del artículo específico o la corrección política
del lenguaje periodístico, es lo que éste sugiere sobre problemas más profundos de
racismo y homofobia que los colombianos nos empeñamos en negar. Para centrarnos
en el punto del racismo contra los afrocolombianos, usted y yo probablemente hemos
dicho alguna vez que en Colombia la discriminación no es grave, y que aquí hace rato el
mestizaje creó una democracia racial en la que los todos -negros, indígenas y blancos-
nos fusionamos en una unión feliz de colores y culturas que contrasta con la
segregación evidente en países como Estados Unidos o Sudáfrica.
Cuando se miran los estudios históricos y las cifras actuales, sin embargo, la idea
popular del paraíso multirracial colombiano queda reducida a lo que es: un mito. De
hecho, se trata de uno de los mitos fundadores de la identidad nacional. Así lo muestra,
entre otros, el reciente libro de Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas, en el que el
conocido historiador cartagenero deja sin piso lo que llama "el viejo y exitoso mito de la
nación mestiza, según el cual Colombia ha sido siempre, desde finales del siglo XVIII, un
país de mestizos, cuya historia está exenta de conflictos y tensiones raciales". En
realidad, como lo muestra Múnera con tanto rigor como elocuencia, las poblaciones
afrodescendientes e indígenas eran muy numerosas bien entrado el siglo XIX. De allí
que el discurso y el proyecto histórico del mestizaje fueran impulsados por los
gobernantes e intelectuales de la época precisamente para "mejorar la raza" mediante
la mezcla con los blancos y diluir la influencia de grupos indígenas y afros que podrían
amenazar el poder de las elites blancas andinas. Por tanto, la idea de unidad racial
mestiza sobre la que se fundó la identidad nacional contenía desde el siglo XIX la misma
contradicción evidente hoy día. Mientras afirmamos (con la ayuda de algunas
tendencias académicas de moda) que Colombia es una sociedad híbrida, las cifras y la
experiencia cotidiana revelan una sociedad fragmentada y atravesada por el racismo.
Para pasar del mito a la realidad, basta darle una ojeada al informe del año pasado de la
misión de Naciones Unidas sobre el racismo en el país. La primera cifra que contradice
la imagen de la Colombia mestiza es que más de una cuarta parte de la población (27%)
es afrodescendiente. Y los datos sobre la discriminación socioeconómica contra estos
ciudadanos, entregados por el propio gobierno a la ONU, terminan de bajarnos de la
nube. Las tasas de analfabetismo y de mortalidad infantil entre los afrocolombianos
son tres veces mayores a las del resto de la población. Nada menos que el 76% vive en
condiciones de pobreza extrema, y el 42% está desempleado. No sorprende, entonces,
que Chocó, donde el 85% de la población es afrodescendiente, tenga un índice de
desarrollo humano igual al de los países más pobres de América Latina, como Haití. Y el
sistema educativo se encarga de reproducir semejantes desigualdades. Según el mismo
informe, de cada 100 jóvenes afrocolombianos, sólo dos tienen acceso a estudios
superiores. Así que me quedaré esperando en vano el día en que por fin haya un
estudiante afrodescendiente en mis clases de la Universidad de Los Andes.
Enlace: https://www.dejusticia.org/colombia-racista/