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Amanecer y renacer en las palabras del Divino Maestro.

9 de Abril de 2023
Domingo de Resurrección

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo,…..éste


vino a Jesús y le dijo – Rabí sabemos que has venido de Dios como maestro;
porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios en él-

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no


naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?


¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de


agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (San Juan 3:1-5)

Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del


Sanedrín, que era una especie de asamblea o consejo de sabios, por ello
Jesús se sorprende al ver que “un maestro en Israel” no entiende el discurso
sobre el renacer en el espíritu.

Por eso, en este Domingo de Resurrección en el que celebramos el


renacer de Jesús, quien con su sacrificio nos liberó de la esclavitud del
pecado y nos mostró el camino a la vida eterna, es necesario comprender
las palabras del Divino Maestro.
Quizá en principio entendamos que “el nacer de agua y del Espíritu”,
se refiere al bautismo, y es cierto, pero la lección de Jesucristo es más
profunda.

Para comprenden a cabalidad, analicemos el significado del término


amanecer: el diccionario nos dice que amanecer significa la aparición de
la luz del Sol, dando comienzo a un nuevo día.

Pero que sucede si dividimos la palabra amanecer en dos: ama y


nacer.

Un día consta de dos periodos completamente definidos, en uno hay


oscuridad y en otro hay luz, al primero se le llama noche y al segundo día,
durante la noche nuestro cuerpo descansa, durmiendo tenemos una
especie de reposo y descanso para recuperar energía.

El inicio del día es el amanecer. Todos queremos ver el nuevo día


¿verdad? Por eso Dios nos mandata amar el inicio del nuevo día….amar
nacer…..amanecer.

Y eso es algo que Nicodemo no entendía, quizá porque dentro de su


sabiduría había dejado de tener la inocencia de los niños y las niñas,
aquellos a los que Jesús ponía de ejemplo a sus discípulos cuando le
preguntaban quién era el mayor en el reino de los cielos y que el apóstol
Mateo nos refiere cuando escribe…….

“y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños,


no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3)

Muchos adultos, como Nicodemo, con tanta experiencia y


conocimientos olvidan la sencillez y la inocencia que tenemos los niños, en
la escuela podemos discutir e incluso pelear con nuestros compañeros pero
pronto olvidamos y seguimos siendo amigos, las diferencias entre adultos a
veces son irreconciliables.

Nuestros corazones creyentes; están llenos de fe y son receptivos a los


sentimientos del Espíritu, con ejemplos de humildad, obediencia y amor. A
menudo somos los primeros en amar y los primeros en perdonar.

Algo que infortunadamente parece habérseles olvidado a muchas


personas adultas.

Se ha dicho, en una especie de romanticismo, que los niños somos el


futuro de las naciones para tratar de silenciar nuestro pensamiento,
olvidando que nosotros queremos ser una realidad insurgente, batalladora
que participe en la solución de los problemas de la sociedad actual.

Las generaciones actuales pareciera que olvidan la lección que nos


recrea Mateo en su evangelio:

“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las


manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo:
Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el
reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí.”
(Mateo 19:13-15)
Durante su paso por la tierra, el Divino Maestro se preocupaba mucho
por los niños, los tenía en alta estima. Y hoy nosotros tenemos la obligación
de corresponder a esa preocupación genuina.

Aprendamos la lección que nos da el apóstol Juan en su primera


epístola universal cuando nos dice:

“Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha


manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando
Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.
Todo el que tiene esta esperanza en Cristo se purifica a sí mismo, así como
él es puro.” (1 Juan 3:2-3)

Así queridos hermanos y hermanas podemos transitar por el camino


que nuestro Señor Jesucristo nos ha marcado, el camino de obediencia
para orgullo de nuestros padres, siendo ejemplo en lugar de piedra de
tropiezo, honrando el renacer de espíritu que Dios nos brinda cada
amanecer, para que, con el cuerpo descansado y el alma limpia podamos
recibir la bendición que Jehová encargara a Moisés dar a los hijos de Israel
“Jehová te bendiga, y te guarde;
Jehová haga resplandecer
su rostro sobre ti,
y tenga de ti misericordia;
Jehová alce sobre ti su rostro,
y ponga en ti paz.”
(Números 6:24-26)
Dios les colme de bendiciones

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