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LA CUESTION CRIMINAL Eugenio Ratl Zaffaroni Ilustrado por Miguel Rep | ato eno econ Ee eto altaya e-Bono Aes at | Sop sem ISBN 978.950-49:2764-8 | a.encayo Argentino. 1. Rep, Miguel I. Titulo, | COD Ase © 2011, Eugenio Raul Zaffaront (©2011, Miguel Rep Disefio de cubierta: Damiin Luciani / Dpto. Arte de Grupo E Diseso de interior armadbo y diggramacion: Estudio Cicloideas © al Planeta Todos los derechos reservados ‘© 2011, Grupo Feitorial Planeta S.A.LC. Publicado bajo el sello Planets® Independencia 1682 (C1100ABQ) ‘wwweditorialplaneta.comar BA. 1 edicion: diciembre de 2011 Impreso en Grifica Pinter, Didgenes Taborda 48, C.A.B.A. cen el mes de noviembre de 2011. Hecho el depésito que prevéla ley 11.723 Impreso en la Argentina [Nose permite a cpreducin patil o total alnacenamient, el agus, a ransision 0 tranartnacion de ext libro, en cualquier forma por cualquier medio sea ectGnico ‘mecinco, mediante fotocopias,digtalizain w otros métods, sin el permiso previo yesrito ‘clad Sainfraccién esti penada por ls eyes 1.72825. la Republics Argentina academia, los medios y los muertos PAUABRA. DE es PAVERS La cuestion criminal. Rati Zaffaroni quién sabe dénde (por no usar al- guna expresién poco académica), Se habla, se dice, con ese se imper- sonal del palabrerio. Y lo mas cu- rioso es que casi todos creen tener la solucién o, por lo menos, emiten opiniones, Claro que se habla al compas de juicios asertivos en tono sentencia- dor emitidos por los medios masi- vos de comunicacién, que a veces estén en manos de grandes corpo- raciones trasnacionales enredadas con otras que le disputan el poder a Jos estados bastante impotentes del mundo globalizado. Es indispensable escuchar lo que se habla para no quedar soli- loqueando, como suele pasar en el mundo académico. Y en nuestro pais y en otros por los que a veces me desplazo se habla de la cues- tidn criminal como de un proble- ma local, Las soluciones pasan por condenar a uno u otro personaje o institucién, pero siempre hablan- do de un problema local, nacional, provincial, a veces casi municipal. Pocos se dan cuenta de que se trata de una cuestién mundial, en la que se esté jugando el meollo més profundo de la forma futura de convivencia e incluso quizd del destino mismo de la humanidad en los préximos afios, que puede no estar exento de errores fatales e fundo de la cuestién, porque mira- mos las piezas sin comprender las jugadas del tablero de un ajedrez macabro, en el que en definitiva se juega el destino de todos. Cuando nos limitamos a esos juicios quedamos entrampados en doria Rosa. Es claro que debe re- solverse el problema de dota Rosa, pero la trampa del viejo manipula- dor de los festivos afios 90 consistia en encerrarnos en el problema de dofia Rosa, Debo aclarar que siem- pre me ofendié lo de dofia Rosa, en justo homenaje a mi abuela mater- na, que se lamaba Rosa y vivia en un barrio -como yo lo hice siem- pre~ y pensaba mucho més y mejor que el personaje de ficcién con que el artifice de la comunicacién de los afios irresponsables sintetizaba su planteo tramposo. Cuando se abrié la posibilidad de escribir estas entregas, confieso que me senti seriamente desafia- do. En todo el mundo académico, los dedicados al tema observan y critican el fenomeno de centraliza- cién de la cuestion criminal, incluso con muy buen diagnéstico, Nin- gin concepto de los que exponga en estas entregas ha sido creado en al plano cientifico por mi exclusiva creatividad ni mucho menos, Pero todo se queda en el mundo académico, porque pareciera que no tenemos la capa dele el higado o cuan- sa comprar empanadas. r supuesto que el pensa- académico, universitario, ante, pero creo que Hegé de comunicarto, Las borlas 8 togas y las puiietas e llama de ese modo a s), sirven de poco » se luubla de lo que todos sa- Jo que les dicen las gran- jones mediaticas del neluyendo a muchos po- istas algunos, cons- res de un nuevo icas los més. estamos ante fenémenos 1¢Tocales, nacionales, ies ni municipales, sino problemas que podemos re- jo en parte en esos niveles, integran un entramado nsisto: si no comprende- mado siempre move- las piezas, perderemos coexistencia Vivimos un momento de poder planetario que es la globalizacién, que sucede al colonialismo y al neocolonialismo. Cada momen- to en este continuo del curso del poder planetario fire marcado por una revolucién: la mercantil del si- glo XIV, la industrial del XVIII y ahora la tecnologica del siglo XX, que se proyecta hacia el actual, Esta ultima revolucién -la tecnolégica- es fundamentalmente comunica- cional. Si no lo comprendemos y nos quedamos en nuestros ghetos académicos, muy pobre seré el ser- vicio que podremos brindar. Hay un mundo que el comtin de las personas no conoce, que se de- sarrolla en las universidades, en los institutos de investigacién, en las asociaciones internacionales regio- nales y mundiales, en los foros y en los posgrados, con una literatura in- mensa, que alcanza proporciones si- derales, de tal dimensién que nadie puede manejar individualmente, Es el mundo de los criminélogos y los penalistas. Las corporaciones los ignoran, y cuando les ceden algiin espacio, los técnicos se expresan en su propio dialecto, incomprensible para el resto de los humanos. El desafio consiste en abrir esos conocimientos, no para pontificar desde la ciencia con Ia solucién ni 1 ser los ilisminados que enmen- Jaton pre: sil para mostrar lo que se piensa y lo que hasta ahora se sabe. También para hacer autocritica sobre lo que decimos los propios ténicos que, Por cierto, tampoco tenemos una historia ni una genealogia del todo prestigiosas, porque muchas veces nuestros colegas han legitimado lo ilegitimable hasta limites increibles. Imaginemos lo que sucederia si con el mismo criterio se proce- diese en otros ambitos, como por cjemplo, el de la medicina, Sien una mesa de café alguien sostuviera la teoria de los humores, es probable que los contertulios lo mirarian con sorna. Pero como la libertad es libre, por supuesto que cualquiera puede seguir sosteniendo la teoria de los humores en una mesa de café; nadie discute ese derecho a expresarse. Pero lo grave seria que la teo- ria de los humores fuese divulgada como discurso unico por los me- dios de comunicacién, que se des- prestigie o se ningunee a quien diga algo diferente, que los investigado- res médicos y bidlogos se queden aislados con sus discursos en sus institutos, que la autoridad sanita- ria y los politicos que hacen las leyes crean en la opinién del café y no en lo que podrian decir los médicos, © peor atin, que los propios médi- cos hagan callar a quienes nieguen la teoria de los humores porque les genera un peligro politico. Es obvio que el indice de mortalidad subiria en forma alarmante. i 2 Pues bien, lo mismo. Ja cuestién criminal: aumentan los muertos en el mundo. Se sostienen peregrinas opiniones mas 0 menos parecidas a la teoria de los humo- res; los politicos y las propias au- toridades difunden o aceptan esas incoherencias y, lamentablemente, también aumentan los indices de mortalidad. Yo no estaba en 1811 cuando se suprimieron las togas en lo ju- dicial -ni siquiera en la Reforma Universitaria de 1918-, porque no soy ningiin fendmeno de la biolo- gia, pero sé que no usamos togas en Jos tribunales ni en los claustros universitarios nacionales desde mucho antes de que me pusieran el primer pafal. Sin embargo, nos siguen pesando las togas y eso no es admisible a la hora de comunicar. Si el campo de batalla es comuni- cacional, la lucha también debemos darla en ese terreno, Este es el gran desafio, Por eso debemos arreman- garnos las togas y salir al campo en que nos desafian. El comin de la ciudadania debe saber que hay un mundo académico que habla de esto, de la cuestidn cri- minal, que si bien no tiene ningtin monopolio de la verdad, ha pensa- do y discutido unas cuantas cosas, que se ha equivocado muchisimas veces y muy feo, pero que también ha aprendido de esos errores. Los médicos también se equi- vocaron muchisimas veces, desde pero No por eso nos pone- nderos nos de los cu na y la ciencia penal consiste en que liltima se trata siempre del ; lo que no es ajeno a la medi- pero por lo menos en esta la n no es tan lineal. También cierto que incluso el concepto de cia depende del poder que de- qué tiene ese estatus. Por eso, do se habla de ciencia penal 0 de ciencia criminolégica, puede ynerse en duda lo de ciencia, pero umbién se dice que Ia medicina no es una ciencia, sino un arte. Como el mundo académico tam- in se equivoca, tampoco es segu- ro que lo que en él se habla sea la realidad, La cuesti6n de la realidad, en este como en tantos otros ambi- tos, es algo muy problemético, en particular cuando vivimos una era medidtica, en que todo se construye. No me yoy a meter en una cues- mn que se discute desde los albores de la filosofia, pero lo cierto es que en esta época el problema de la rea- lidad se ha disparado hasta un limi- te tal que no falté quien sostuviese que todo es construido, que no hay de donde aferrarse. nadie pensaba en la hija de Le Pen a a cabeza de las encuestas. Nosotros estamos aqui, en el fondo del mapa oa la cabeza, depende desde dén- de se lo mire (el norte arriba es una mera convencién; los neozelande- ses alguna vez. hicieron un mapa con el sur arriba), pero por suerte lejos de latitudes hoy més peligro- sas, aunque con todos los inconve- nientes del subdesarrollo. Nos hallamos, por un lado, con Ia publicidad mediatica de las cor- poraciones mundiales y su discurso tinico de represién indiscriminada hacia los sectores mas pobres 0 ex- cluidos; por otro, con el discurso de Jos académicos, aislados en sus ghe- tos y hablando en dialecto. Si junto con el aperitivo nos en- gullimos las papitas fritas y los ma- nies y pensamos que nada hay que pueda darnos un asidero de realidad, estamos perdidos, Y no pretendo ser localista y afirmar que cuando digo nosotros me refiero sélo a los latinoa- mericanos, sino que en pocos afios se ha hecho més que evidente que si no hay un minimo asidero real en estas cuestiones, también Jos fran- ceses estarian perdidos con Sarkozy y la nifia Le Pen, para no hablar de os norteamericanos y su Tea Party (cuando era chico recuerdo que el party era algo mucho mas divertido). 13 Perdn decia que la tinica verdad es la realidad, pero las papitas fritas y los manies de Baudrillard nos di- cen poco menos que la realidad no existe, ;Serd cierto esto en relacién con la cuestién criminal? No, por lo ‘menos aqui—yno me meto con otras cosas que son de los fildsofos~ esto no es cierto, Si le hubiese pregunta- do cual es la realidad de la cuestién criminal a mi abuela Rosa que in- sisto en que razonaba mucho mejor que el comunicador que inventé al personaje- me habla respondido con toda sabiduria que la tinica rea- lidad en esto son los muertos. Y es asi, sin duda: la tinica verdad es la realidad, y la tinica realidad en la cuestién criminal son los muertos. No cualquier muerto, claro, porque la estadistica demuestra que hay casi un muerto por perso- na. Como algunos todavia no esta- mos muertos, existe una pequefia diferencia, lo que Ilevé al inmortal poeta portugués Fernando Pessoa a afirmar que el hombre es un ca- daver postergado. Por cierto, no recomiendo su lectura en casos de bipolaridad (me parece que antes se llamaban alteraciones del cir- culo timico, maniaco-depresivos 0 melancélicos, ahora es mas com- Plicado, pero tampoco me meto en cuestiones diagnésticas), En efecto: es cierto que todos Ios vivos -los que vivimos, quiero decir somos pos: 0s a los ¢ ga lo suficiente, porque los matan. Estos quedan mudos, porque suele afirmarse rotundamente que los muertos no hablan, lo que es verdad en sentido fisico, pero sin embargo los cadaveres dicen muchas cosas que esta afirmacién rotunda oculta, Veamos: un cadaver a veces llega a decirnos hasta quién lo maté (por los signos que el autor deja en él), y siempre nos dice que esta muerto, Esta es la mds obvia palabra de los muertos: decirnos que estan muer- tos. Por eso, cuando se afirma que no hay asidero ninguno para la rea- lidad en la cuestién criminal, lo que en verdad hacemos es enmudecer a los muertos, ignorar que nos dicen que estin muertos. En mi complicada vida, cuando era muy joven, inspeccionaba hos- pitales municipales y conoci a al- gunas personas que hablaban con los muertos en las morgues; por cierto que tenfan algunos patitos desordenados. Aunque no presu- mo de mi salud mental, no me de- dico a eso ahora, sino a algo bien diferente; preguntarme qué cada- veres adelantados hay en las mor- gues, en fosas comunes, en el mar 0 quién sabe dénde. Por eso, lo que les voy a ir ex: plicando tiene tres etapas funda- mentales: lo que nos fue diciendo alo largo de la historia y lo que nos dice ahora la academia (la palabra de imicos), lo que nos di «dios masivos ¢ acad bs Gunga ry estate Ladton onilanes Condenade_12 Veces Ldcdn pramoatés dor ¢ ph Nobee: >) _|Asesine, denewrinade fossil. RELI Revenne Mad Ni ji ity ade dp Villa ogo] nicacién (la palabra de los medios) y lo que nos dicen los muertos (la palabra de los muertos). Después veremos si podemos llegar a algu- na conclusién que, por mi parte, adelanto: el conjunto nos indica ante todo prudencia, cautela en el uso del poder represivo, mucha cautela. Este es el programa de esta ex: Posicién en su mayor sintesis; saber Jo que nos dicen los académicos, los medios y los muertos. Como me puedo arremangar la toga pero no quitarmela, porque cada uno tiene su deformacién profesional dificil- mente controlable pero nunca del todo cancelable, comenzaré por la palabra de la academia. Pero para entrar al tema, antes debo explicar algunas cuestiones sin las cuales no se comprende casi nada de los dialectos académicos, porque tampoco hay un tinico dia- ‘cto en la cuestién criminal. No sélo hay varios dialectos académi- cos, sino que no suelen entenderse entre ellos y, ademas, no es raro que se detesten reciprocamente, aun- que a veces no lo hagan en vor alta. De todas formas, las imputaciones reciprocas son la comidilla de los congresos y seminarios, los mati- zan y les dan sabor. Mas atin: cuando uno pasa de tun grupo al otro y logra dominar el nuevo dialecto, lo consideran un traidor o un perdido, que ha dejado de ser cientffico, 16 A veces la agresividad aleanza niveles cémicos, pero que pueden volverse draméticos, como cuan- do en Ios afios 70 del -por suer- te~ pasado siglo, segiin la posicin del dolo en la teorfa del delito se pretendia descubrir subversivos. iUstedes saben qué es la posicién del dolo en el delito? Pueden que- darse tranquilos y vivir tantos afios como Matusalén sin saberlo y sin que su existencia se altere en lo mas minimo, pero lo cierto es que hace cuatro décadas la cosa podia ter- minar muy mal. Lejos de constituir esto una cri- tica negativa, es la pura descripcién de la realidad del mundo académi- co por dentro y, por mi parte, creo que es un dato positivo -pese a sus inconvenientes- porque demuestra lo vivo que esté el debate, la pasién que se pone en Ilevarlo adelante, la intensidad de las discusiones, ‘Tampoco se trata de una carac- teristica contemporanea ni mucho menos, sino que siempre ha sido de este modo. Nos|o confirmala histo- ria, la tradicién oral en los cuentos divertidos de los mas viejos y de los que Io hemos vivido directamente. Quien participa de ese mundo no se aburre y puedo asegurarles que permite conocer a personalidades notables, gente con una capacidad de trabajo y una sensibilidad e inte- ligencia que, si se dedicasen a algo con mayor rating, habrian sobresa- ido en cualquier Ambite je c4 sel spero tener éxito y que e suiceda lo que a algunos tra- es, que terminan escribiendo estructura de la Debo confesar que me sien- mucho mas seguro por tener a Rep a mi lado, Dentro de poco les icaré la funcion del arte en la idn de estereotipos, y creo que necesario combatir en el mismo 10 para destejer esa construe- Por otra parte, estoy seguro los dibujos de Rep perdura- nucho mas que lo que yo diga. ndo hace poco lei que habia jecido Ferro, volvieron a mi me- ngostino, Bolido, el fan- tasma Benito, Tara Service, el Libro de Oro de Patoruzii, estén vivos en desde la infancia, en tanto que hace tiempo que son sélo historia nes en esos afios escribian so- uestion criminal. qu ,Quién sabe de esto? P: » yolviendo al programa de 10 ser mirar la Facultad de Derecho. Alli estin y de alli salen los penalistas. Saben derecho penal. Sin duda es algo que tiene que ver con la cues- tidn criminal. ;Pero hasta donde? La idea de que el penalista es el mas autorizado para proporcionar los conocimientos cientificos acer- ca de la cuestién criminal es una opinién popular, pero no cientifica. Ni de lejos basta con saber derecho penal para opinar con fundamento cientifico acerca de la cuestién cri minal, aunque sabiéndolo bien pue- de hacerse mucho para resolver nu- merosos aspectos fundamentales ena prictica, pero eso es otra cosa. Es necesario distinguir dos Ambitos del conocimiento que son muy diferentes, aunque suelen con- fundirse: el del penalista y el del crimindlogo, o sea, el del derecho penal por un lado y el de la crimi- nologfa por el otro. ‘Aclaro desde ahora que no se llevan nada bien, pero no pueden separarse, y aunque declaren estar diyorciados son como esas parejas que se excitan peleando y terminan como todos sabemos. En las parejas es patoldgico, claro, pero en lo que hace al derecho penal y la crimino- logia tal vez lo sea un poco menos. Qué hacen los penalistas? Ante \ stas, abogados. El de- especializa mds y més. Hoy no hay nadie que maneje todo el derecho en profundidad, como no hay nin- gin médico que domine todas las especialidades. El derecho penal es una de esas ramas que se ocupa de trabajar la legislacién penal para proyectar lo que llamamos doctrina juridico-penal, es decis, para pro- yectar la forma en que los tribuna- les deben resolver los casos de ma- nera ordenada, no contradictoria. De manera mas sintética diria que la ciencia del derecho penal que se enseiia en las catedras universi- tarias de todo el mundo se ocupa de interpretar las leyes penales de modo arménico para facilitar la tarea de los jueces, fiscales fensores. Su trabajo es basicamente de interpretacién de textos con un método bastante complejo, que se 1a dognuitica juridica, porque mento en que descompo- ley debe ser respetado como un dogma, dado que de lo contrario no interpretartan sino que crearfan o modificarian la ley. La tarea del penalista es funda- mental para que los tribunales no resuelvan arbitrariamente lo que les pluguiese, sino conforme a un or- den mas 0 menos racional, 0 sea, re- publicano y algo previsible. No voy a discutir ahora sila dogmatica juri- dica del penalista consigue 0 no es- tos objetivos. Tampoco viene al caso estion criminal. Raul Zaffaroni La fuente principal de la cien- cia juridico-penal de hoy, es decir, de la dogmatica juridica aplicada 2 la ley penal, es la doctrina de los penalistas alemanes, Los ingleses tienen su propia construccién, que influye poco en la nuestra. Los fran- ceses han hecho muy poca dogmé- tica juridica, estan muy cerca de la vieja interpretacién literal de la ley (lo que se Hamaba exégesis). Los italianos estan bastante proximos a los alemanes, aunque con una tra- dicién penal muy sélida y antigua. Los suizos y austrfacos siguen di- rectamente las escuelas alemanas. Los espaiioles lo hacen a pie jun- tillas, casi mas que nosotros. En toda América Latina se siguen cer- canamente las escuelas alemanas desde hace muchos afios. Bl pe- nalismo norteamericano es mas 0 menos comprensible en la medida en que sigue el modelo inglés, pero cuando se aparta de él es bastante antojadizo. Conforme a los principios de la ciencia juridica alemana, los pena- listas construyen un concepto juri- dico del delito que se llama teorfa general del delito. Las discusiones sobre esta teorfa son poco menos que interminables, pero en gene- ral se trata de un orden prioritario conceptual para establecer, frente a una conducta, si es o no delictiva en miras a una sentencia. e50 se dice que ef « lipica, clito es. ice de fa Constitucién, dado au. Hin segundo lugar, que mareaban limites a la libertad. ida por la ley, 0 En nuestro pais, sin ir mas lejos, 1, que cada tipo es la descripcién los cédigos penales fueron proyec- ma- tados por Carlos Tejedor en 1866, »1ro, apoderarse de una cosa que fue gobernador de la provin- + ajena, etc. En tercer lugar, cia de Buenos Aires y no lleg6 a ser he estar permitida, con las presidente de la Repiblica en lugar nes de la legitima defensa de Roca porque protagonizé la ulti- estado de necesidad. Por tl- ma guerra civil en 1880, y por Ro- debe ser culpable, 0 sea, re- dolfo Moreno (h) en 1917, que tam- able al autor: no lo es cuando bién fue gobernador de la provincia 10 sabia lo que hacia, estaba _y precandidato a presidente para las mputable), etc. elecciones de 1944, y fue derrotado esla estructura basica sobre en el interior del partido conserva- 1c se discute, respetando ciertos _ dor por Patrén Costas, Jo que preci- ‘os constitucionales como la _pité el golpe de 1943. ilidad, por ejemplo, que impide Entre medio hubo varios pro- se imponga pena por algo que yectos, y el mas importante fue el esti estrictamente descripto en de 1891, obra de los fundadores de vy anterior al hecho, o como la nuestra Facultad de Filosofia y Le- sividad, que requiere que en todo tras, que eran los jévenes brillantes haya un bien juridico lesio- de la época: Rivarola, Pifiero y Ma- » 0 puesto en peligro. tienzo. Los tres fueron destacados no puede verse, el delito de personajes publicos y uno de ellos, alistas es una abstraccién Matienzo, fue candidato a la vice- se construye con un objetivo presidencia dela Repiblica. determinado, que es llegar a La trayectoria juridica, intelec- sentencia racional o por lo me- tual y politica de estos proyectis- avonable. Pero en la realidad tas prueba que se tomaban muy en. 1c delito no existe, porque serio las leyes penales, lo que hoy plano de lo teal existen viola-cambié rotundamente, pues ahora s, las hacen los asesores de los politi cos, conforme a la agenda que les nicacion Por eso, los pel pan casi exclusivamente de lo que les cuento, es decir, de su interpre- tacidn, en la forma en que lo sefialé. Légicamente, se preguntaran qué es lo que saben estos sefores acerca de la realidad del delito, de lo que pasa en el mundo en que todos vivimos, de lo que hacen los delin- cuentes, los policfas, los jueces, las victimas, los empresarios medid- ticos, los periodistas, etc. Sencilla- mente, lo mismo que cualquier ve- cino que lee los diarios y mira tele- visidn, porque el penalista se ocupa de la ley, no de la realidad. Esto, que puede lamar la aten- cién de quien no se haya asomado antes a este mundo, es sabido e in- cluso teorizado. Desde chiquito, cuando uno entra a la Facultad de Derecho, le explican que alli se es- tudian relaciones de normas, de de- ber ser y no de ser. Incluso hay toda una corriente que pretende un corte radical entre los estudios del deber ser y del ser. Son los neokantianos, que dividen los conocimientos entre ciencias de la naturaleza y ciencias de la cultu- ra. El derecho seria una ciencia de a cultura y lo que pasa en el mundo en que vivimos todos los dias seria materia de las ciencias de la natura- leza. Les parece un poco esquizo- frénico? Algo de eso hay, es cierto, La divisién fue tan tajante que permitié que f per Imperio Aleman hasta la posguerra por sobre Weimar, los crimenes del ascenso del nazismo, las masacres, el genocidio, la guerra, sin enterarse de los millones de cadaveres, Todo eso pertenecia a las ciencias de la naturaleza y por lo tanto a ellos no les incumbia. Para que se tranguilicen les diré que hoy no todo el derecho penal si- gue este camino, aunque no faltan nostalgicos que intentan atrinche- rarse en las normas, De cualquier manera, eso es cuestién del derecho penal, o sea, de lo que no nos ocu- Pparemos aqui en cuanto tal, sino precisamente de lo que pertenece al mundo del ser, en el que vivimos todos los dias. De esto se ocupa la criminolo- fa precisamente, donde conver- gen muchos datos que provienen de diferentes fuentes: sociologfa, economia, antropologia, discipli- nas psi, historia, etc., que tratan de respondernos qué es y qué pasa con el poder punitivo, con la violencia productora de cadaveres, ete, Por supuesto que esta palabra de la academia también estuvo pla- gada de palabrotas (0 por lo menos estas son las que tenemos ganas de decirle a veces), y pas6 por diferen- tes etapas, Primero se pregunté por las causas del delito, lo que se lamé criminologia etiolégica, y trataron de responderle los demo pas que recorre »s después de dar un pantalla- zo general sobre el poder punitivo y su funcién real en el marco del poder planetario. a intensidad critica.

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