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A MÍ ME LO CONTARON

Todo comienza, con la llegada de Raúl Rodríguez, quien es el nuevo doctor del pueblo. Don
Benigno, dueño de la botica, le tiene una disposición, pero increíblemente mala, por su letra
inentendible, y por los chismes que rondan de boca en boca. “Es un tipo vicioso y degenerado
que está pervirtiendo a todas las mujeres de este pueblo”, decía Don Benigno, y tantas otras
cosas más que decía. Para más cahuín, Doña Bárbara llega a la botica, tiene como a su cuarto
esposo enfermo, que ya se le iba decía, además de contarle que habían visto al Doctor con una
chiquilla en la esquina de su casa. Más indignado Don Benigno, con eso tenía más pruebas de lo
mujeriego del Doctor, en esa botica chismes iban y venían, Don Benigno es más cahuinero y
echándole la culpa a todos los vecinos, aunque tampoco se salvaban de un chisme calentito. Un
día llega Carmen Rosa, la hermana de el Doctor Rodríguez, y de la suerte que se armó Don
Benigno para armar otro cahuín, cuanta cosa no inventó, que era su esposa de Santiago, igual de
fresca que él, incluso con diez cabros chicos de padres distintos, por poco no inventaba más,
aunque para seguir armando más lío sale de su botica, dejándolo a cargo de su hija Tulita, y todo
para ir a seguir esparciendo los comentarios. Tula queda a cargo de la botica mientras que su
padre se va, en eso llega Rodríguez, y es cuando se sabe una verdad, quién era la chiquilla
realmente, la que dejó en la esquina, era Tulita. Más impactado iba a quedar Don Benigno, le
quería pedir la mano de Tulita el Doctor, después de tanta cosa que andaba inventando. Avanza
la obra, y no se puede inventar más, ya Rodríguez está pidiendo la mano de Tula, y Benigno no
hace más que seguir calumniando a sus vecinos a la vez que acepta al Doctor como novio de su
hija. Una vez todos están en la Botica gritándose unos a otros, grita Don Benigno, “…el autor de
todo este enredo fue Dalmiro, el esposo de esta señora que se está muriendo, pero sigue
cagüineando.” Doña Bárbara queda impresionada, de verdad Don Benigno no sabe a quién más
echarle la culpa. Y nada más dice, “¡A mí me lo contaron!”.

Respecto de esta obra y en relación a lo que hemos estado viendo en clases, lo que más me hace
sentido, es la estrecha relación que tiene con la cultura. Cada frase o expresión, tiene algo propio
de nuestra cultura chilena, palabras coloquiales como “cahuín” o “fresca”, y entre tantas otras,
son parte de nosotros los chilenos.

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