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IV Jesús se encuentra con su Madre.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al
mundo”.

Una espada traspasará tu alma de ti misma (Lc 2, 35).

En estas palabras se advierte la gran compasión de la bienaventurada Virgen hacia


Cristo. Conviene saber que cuatro cosas hicieron sobremanera amarga la Pasión de
Cristo a la bienaventurada Virgen.

Primero, la bondad del Hijo, que no hizo pecado, ni fue hallado engaño en su boca (1
Ped 2, 22); segundo, la crueldad de los que le crucificaron, pues ni siquiera quisieron
dar agua al moribundo, ni permitieron que la madre se la diera, aun cuando ella
diligentemente se la hubiese dado; tercero, la ignominia del suplicio: Condenémosle a
la muerte más infame (Sab 2, 20); cuarto, la crueldad del tormento: Oh vosotros, todos
los que pasáis por el camino, atended, y mirad, si hay dolor como mi dolor (Lam 1, 12).

Sermones

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