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 Rojo.

Incentiva la producción de colágeno y elastina para reparar los


tejidos dañados, reducir arrugas, líneas de expresión y ojeras. Así,
incrementa la elasticidad de la piel y le devuelve su firmeza y vitalidad.

 Amarillo. Aumenta el intercambio de oxígeno, promueve el drenaje


linfático y proporciona un efecto lifting. Asimismo, disminuye el
enrojecimiento y la irritación.

 Verde. Perfecta para pieles sensibles y con manchas. Se encarga


de nutrirla, unificar el tono, acelerar su regeneración y acelerar la
cicatrización.

 Azul. Aconsejable para pacientes con acné debido a su efecto


antinflamatorio. Penetra en los poros con el objetivo de eliminar los
agentes bacterianos que provocan su aparición.

 Celeste. Relaja, aporta energía y calma la piel sensible. Ideal después


de un día duro, estrés y cansancio.

 Violeta. Combina los beneficios de la luz azul y la roja. De forma que


tiene poder cicatrizante: ayuda a difuminar las secuelas del acné,
cerrar heridas y tratar las rojeces.

 Blanco. Consiste en la mezcla de todas las longitudes de onda. En este


sentido, penetra bajo las capas más profundas de la piel para atenuar las
líneas de expresión, regenerarla tras el paso de los años y mejora la
flacidez.

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