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EL POSEEDOR
PRECARIO
UN ENFOQUE DOCTRINARIO
Y JURISPRUDENCIAL
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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INTRODUCCIÓN
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Introducción
de su definición (ello con relación a las dos tesis –amplia y restrictiva– entre las
que se debatía la doctrina), sino que incluso los jueces habían llegado a considerar
que cualquier circunstancia invocada por los demandados para justificar su pose-
sión descartaba su condición de precarios y hacía inútil al desalojo, obligando al
demandante a acudir a una acción reivindicatoria a efectos de recuperar la pose-
sión del bien en litigio.
Es así como el criterio que hasta ese momento se había consolidado a nivel
jurisprudencial, según el cual “cualquier circunstancia que justifique el uso y dis-
frute del bien” descartaba la condición de precario, resultaba suficiente para que
el juez encargado de la controversia emitiera una sentencia inhibitoria.
El escenario era preocupante, por cuanto –por ejemplo– cualquier contrato
presentado por el demandado para justificar su posesión eliminaba su condición
de precario y, ante el intento del demandante de cuestionar la validez de dicho
título, las puertas del desalojo le eran cerradas y se le cedía qué controversias de
ese tipo debían ser resueltas en un proceso de conocimiento.
Lo mismo ocurría con las construcciones que realizaba el demandado en el
bien del cual se le buscaba lanzar. El argumento de siempre era que las construc-
ciones le deban cierta legitimidad sobre el bien –como si construir sobre un terreno
ajeno lo convirtiera a uno en propietario de lo edificado (¡!)– por lo que antes de
discutir si correspondía o no ser desalojado, debía dilucidarse quién era el dueño
de las construcciones (como si fuese posible que el demandante fuese dueño del
terreno y el demandado de las edificaciones). Los jueces se dejaban seducir por
el argumento y solían fallar señalando que la discusión sobre la propiedad de lo
edificado (o sobre si correspondía que al poseedor se le pague el valor de ello)
no podía ser hecha en un proceso de desalojo, debiendo el demandante acudir a
la acción reivindicatoria, en donde sí era factible realizar un juicio de titularidad
tanto respecto del terreno como de lo construido.
El mensaje para los precarios, entonces, era claro: fabriquen contratos que
legitimen su posesión (arrendamientos, usufructos, compraventas) o realicen edi-
ficaciones sobre el bien respecto del cual se les pretende lanzar, pues ni la validez/
invalidez de los primeros, ni la determinación de la propiedad de las segundas,
podrán ser dilucidadas en un desalojo. El precario sabía que la derivación de la
controversia a la vía de conocimiento jugaba a su favor, pues el trámite y duración
del litigio (casi siempre por encima de los cuatro años) transcurrían con él en pose-
sión del bien. El demandante, entonces, termina perdiendo el caso por cansancio
y los precarios acababan, en los hechos, consolidando su posesión.
El IV Pleno Casatorio fue importante –sin perjuicio de las críticas que (fun-
dadamente) se hicieron contra el mismo y que también son abordadas en el Capí-
tulo II de este libro– en tanto ha detallado en qué casos (en los que antes había
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este, sobre el que tanto se ha dicho y escrito (aunque muchas veces no con el rigor
que se debiera).
He trabajado esta obra tomando como referencia las mismas premisas con las
que escribí mis primero dos libros: buscando confrontar ideas, poniendo a prueba
postulados que parecen sólidos, falseando sus argumentos, incentivado el inter-
cambio de puntos de vista. Mantengo estas premisas como patrones que rigen mi
forma de pensar, y no abandonarlas no responde a una cuestión de obstinación o
falta de flexibilidad; por el contrario, responde a la necesidad de evitar la versa-
tilidad frívola o interesada, la moda o la seducción del momento en cualquiera
de sus formas.
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CAPÍTULO I
¿QUÉ ES LA POSESIÓN PRECARIA?
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(1) Cfr. ESCOBAR ROZAS, Freddy. Teoría General del Derecho Civil. 5 ensayos. Ara Editores, Lima, 2002,
pp.135-157: “El derecho subjetivo debe entenderse como la facultas agendi o posibilidad de obrar que tiene
por finalidad realizar o satisfacer una pluralidad de intereses dignos de tutela (…). Lo esencial, es que la
realización del interés al cual tiende no sea obligatoria, esto es, no sea de algún modo impuesta, sino más bien
libre, en el sentido de que su titular ostente la posibilidad de decidir si ejerce o no la facultad concedida”.
(2) FERNÁNDEZ SALAS, José Carlos. “¿Derecho real de posesión?”. En: <https://www.enfoquederecho.
com/2010/10/08/derecho-real-de-posesion/>.
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¿Qué es la posesión precaria?
jurídico, pues algo no puede ser causa y efecto al mismo tiempo. De igual forma,
un derecho subjetivo no implica el acaecimiento de un suceso en la realidad –a
diferencia del hecho jurídico– sino más bien tiene solo existencia en la abstrac-
ción del ordenamiento jurídico; mientras que los hechos jurídicos sí encuentran
como sustento hechos o datos de la realidad.
Y si aplicamos todo lo hasta aquí dicho a la posesión, ¿estamos frente a un
hecho jurídico o un ante un derecho subjetivo? La posesión –definida por nuestro
CC como el ejercicio de hecho de uno o más poderes inherentes a la propiedad o,
si se quiere, el “actuar como propietario”– es claramente un hecho jurídico. Los
comportamientos de usar un vehículo o usufructuar un predio, constituyen sucesos
que se producen en la realidad. Diferentes son los derechos que se originan de ese
hecho (como podría ser el derecho al reembolso de las mejoras o la posibilidad de
defender el bien frente al tercero que pretenda despojarnos del mismo) así como
los derechos que subyacen o que dan sustento a dicha posesión (como podría ser
el derecho de propiedad que legitima al poseedor a estar en contacto con el carro
o el derecho de usufructo que faculta al poseedor a disfrutar del predio(3)).
Estos derechos tienen una existencia abstracta que no depende de su ejercicio
fáctico. Por ejemplo, el propietario puede no usar el bien y mantendrá la calidad de
propietario; el usufructuario puede no disfrutar el bien por un tiempo y no dejará
de ser usufructuario; el que tiene derecho a la defensa posesoria puede no ejercerla
y eso no significará que nunca tuvo tal prerrogativa. La posesión, en cambio, es
por definición una situación fáctica, un ejercicio de hecho, una actuación como
propietario que es perfectamente perceptible por los sentidos, lo que no ocurre con
los derechos. Como suele decirse coloquialmente, nadie puede señalar a alguien
en la calle diciendo “vean, por allí va un propietario” o “miren, allá se aprecia a
un usufructuario”, pues los derechos son abstractos y no percibimos su existen-
cia con nuestros sentidos. Algo totalmente distinto ocurre con la posesión, a cuya
percepción y entendimiento accedemos a través de los sentidos, en tanto se trata
de una situación (hecho jurídico) que tiene perfecto correlato en la realidad (tal
como ocurre con la caída de un edificio, la muerte de un anciano, el nacimiento
de una persona, el desprendimiento de un pedazo de tierra por la fuerza de un río,
todos ellos hechos jurídicos que, por ser tales, producen consecuencias jurídicas).
En consecuencia, la posesión es un hecho jurídico productor –como no podría
ser de otro modo– de efectos jurídicos y que en su relación con los derechos rea-
les (propiedad, usufructo, uso, habitación, etc.) constituye el contenido de estos.
(3) Como bien suele decirse, la posesión solamente se refiere al ejercicio del derecho, mas no al derecho subjetivo
que subyace. La posesión es la puesta en práctica del derecho de propiedad, del derecho de usufructo, etc.
pero el título o justificación del comportamiento es el derecho de propiedad, el de usufructo, etc.
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(4) Aun cuando la doctrina suele usar este término para hacer referencia a una forma en particular de adquirir
el derecho de propiedad, considero que puede hacerse extensible para englobar cualquier supuesto en donde
alguien adquiere una justificación (sea o no la propiedad) para estar en posesión de un bien.
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(5) Artículo 929° CC.- “Las cosas que no pertenecen a nadie, como las piedras, conchas u otras análogas que
se hallen en el mar o en los ríos o en sus playas u orillas, se adquieren por la persona que las aprehenda, salvo
las previsiones de las leyes y reglamentos”.
(6) El título negocial podría ser “no contractual”, como sería el caso de un testamento mediante el cual se instituye
como heredero voluntario a determinada persona, quien gracias a dicho acto unilateral (no contractual) mortis
causa pasa a ostentar el estatus de propietario de todos los bienes dejados por el causante y en función de
dicha condición comienza a ejercer la posesión de los bienes que integran la masa hereditaria.
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segundo análisis que exige el título será el de eficacia. El típico ejemplo de título
negocial válido pero ineficaz es aquel en donde alguien busca transferir un dere-
cho que no tiene: si le compro el bien a quien, sin serlo, se hace pasar como pro-
pietario, tendré un contrato válido pero no idóneo para transferirme la propiedad
(vicio de ineficacia).
Lo mismo sucederá en caso “A” (sujeto capaz y propietario de un bien) cele-
bra una compraventa a favor de “B”, pero en el contrato las partes incorporan una
condición suspensiva y acuerdan que la entrega de la posesión se producirá una
vez cumplida dicha condición. Luego de ello “A” viaja al extranjero y en ínterin
“B” decide tomar posesión del predio. Esta posesión será ilegítima, pues en tanto
no se cumpla la condición suspensiva “B” contará con un título negocial válido
pero ineficaz, lo cual impide que la propiedad haya quedado transferida a su favor.
En síntesis, para estar frente a una posesión legítima el poseedor deberá acre-
ditar que cuenta con un título legal o negocial, y en este último caso deberá acre-
ditar que el mismo es válido y eficaz. Y de esto último se desprende que la pose-
sión será ilegítima en tres supuestos: i) ausencia de título; ii) contar con un título
negocial inválido (una compraventa nula, por ejemplo); y iii) contar con un título
negocial válido pero ineficaz (por ejemplo, una compraventa válida pero que ha
quedado resuelta por haberse incumplido con el pago del precio).
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Y a tal punto ello es así que el tratamiento que le otorga nuestro ordenamiento
jurídico al poseedor ilegítimo de buena fe, es considerablemente blando (por lla-
marlo de algún modo) en comparación con el régimen que le aplica al ilegítimo
de mala fe:
i) El de buena fe se queda con los frutos que el bien produce; el de mala fe
devuelve los frutos percibidos o paga el valor de estimado de aquellos
que debió percibir.
ii) El de buena fe no responde por la destrucción del bien por hechos que no
le son imputables, mientras que el de mala fe solo se libra de responsa-
bilidad si acredita que el bien se hubiese destruido aun estando en pose-
sión del propietario.
iii) El de buena fe puede acceder a un régimen de prescripción adquisitiva
más beneficioso (5 años para inmuebles y 2 para muebles); el de mala fe
debe cumplir con plazos prescriptorios más largos (10 años para inmue-
bles y 4 para muebles).
Vistas las diferencias, queda claro que siendo un poseedor ilegítimo es mejor
ser considerado como uno de “buena fe”. ¿Pero qué se requiere para tener esta
condición?
De forma muy genérica podemos decir que el poseedor de buena fe es aquel
que cree equivocadamente en su legitimidad, es decir, incurre en un error que
lo lleva a creer que tiene derecho a estar en el bien. El ilegítimo de mala fe, en
cambio, es consciente de que no tiene un derecho que respalde su posesión. Sin
embargo, –y como resulta obvio– para ser calificado como un poseedor ilegítimo
de buena fe no basta con que alguien diga “yo creí que tenía un derecho a estar
en el bien”. Esta “creencia” que se invoca –y que es el fundamento de la buena
fe– tiene que cumplir con ciertas condiciones:
i. Debe respaldarse en “algo”: piénsese en el usurpador que invade una pro-
piedad y que pretende sustentar su buena fe diciendo que él creía tener
derecho a estar en el bien. ¿En qué podría sustentar esta creencia? En
nada. La creencia que se invoca (o lo que es lo mismo, el error en el que
se dice haber incurrido) debe recaer en algo, y ese algo es precisamente
el título.
El primer requisito, entonces, es la creencia de que el título en base al
cual se posee es válido y eficaz. O lo que es lo mismo, el error en el que
se dice haber incurrido debe recaer sobre el título que ostenta el posee-
dor: el poseedor creyó erróneamente que su título era válido, cuando en
realidad no lo era; o el poseedor creyó erróneamente que su título era
eficaz, cuando en realidad no lo era.
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(7) Más aún si en nuestro sistema jurídico no es posible invocar el desconocimiento de la información registral,
tal como lo establece el artículo 2012° CC, sin posibilidad de prueba en contrario.
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las cuales tenía un jefe llamado pater familias. Este era el administrador de los
bienes familiares, dotado de poderes absolutos sobre su familia en virtud de la
patria potestad establecida en su favor. Era al mismo tiempo sacerdote de los dio-
ses familiares y magistrado con potestad absoluta sobre su familia y sus esclavos.
Este pater familias (patrono) entregaba porciones de tierra en precarium tanto a
los plebeyos como a los siervos manumitidos y a otros extranjeros sometidos o
acogidos voluntariamente por una gens (conjunto de varias familias).
Es aquí donde encontramos al “precario”, que deriva de la palabra “preces”,
que a su vez significa “ruego”(8). En su origen, este precario constituyó la única
forma de participar en la propiedad ajena(9) y se caracterizó por las siguientes notas:
a) concesión del uso de cierta cosa;
b) que se hiciese mediante ruegos (preces); y
c) sin fijación de plazo, por el tiempo que estimase oportuno el cedente(10)
Es así como “en el Derecho Romano el precarium era un contrato innomi-
nado por el cual una persona, el concedente, cedía a otra la posesión y disfrute
temporal y gratuito de una cosa, con la obligación de devolverla en el momento
en que lo solicite el concedente. Este cedente tenía el Derecho de revocarla a su
voluntad”(11), pero mientras ello no ocurriese el precario era un poseedor legítimo
y, como tal, estaba facultado defienda su posesión frente a terceros, el pretor le
confirió los interdictos de retener y recobrar(12).
Por el contrario, cuando la facultad de revocar se ejercía, el título de libera-
lidad fenecía y el precario quedaba obligado a devolver el bien. La negativa a la
devolución convertía al poseedor en un ilegítimo, y el mecanismo que el propie-
tario tuvo para recuperar la posesión varió con el tiempo: originalmente el pretor
le otorgó un interdicto, pero posteriormente, en la época del Derecho Justinianeo,
además se le otorgó la actio praescriptio verbis, también encaminada a la recu-
peración de la posesión.
(8) Pero este no era el único caso de precario. En las siguientes figuras también se encontraba inmerso el precario:
1) el deudor prendario que conservaba la posesión del bien dado en garantía; 2) el comprador que ha recibido
la posesión del bien pero aún no la propiedad; 3) el mandatario que posee los bienes de la persona que se
encuentra ausente; y 4) terceros que poseen el bien gracias a la tolerancia del poseedor pleno.
(9) SIMORRA OLLET, Montserrat. “El precario: la complejidad de una institución aparentemente simple”. En:
Revista Jurídica del Perú. Volumen 52, N° 32, 2002, p. 79.
(10) SÁNCHEZ-PALACIOS PAIVA, Manuel. El ocupante precario. Doctrina y jurisprudencia casatoria. Ediciones
Legales, Lima, 2003, pp. 54-55.
(11) ALBALADEJO, Manuel. Derecho Civil III. Derecho de bienes. Volumen I, 8ª edición, Bosch, Barcelona,
1994.
(12) TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. “¿En qué consiste la posesión precaria?”. En: Actualidad Jurídica. Nº 137,
Gaceta Jurídica, Lima, abril, 2005, p. 50.
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(16) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Jurista Editores, Lima, 2011. No cito los artículos
publicados en revistas especializadas porque el libro en buena cuenta es una recopilación de todo lo escrito
por el autor en tales trabajos.
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(17) GONZALES BARRÓN, Gunther. “El poseedor precario en su hora definitiva: Una visión desde todas las
perspectivas”. En: Actualidad Jurídica. N° 214, Gaceta Jurídica, Lima, septiembre, 2011, p. 54.
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(18) Los errores en que incurre este sector de la doctrina los he expuesto en detalle en mis trabajos: “Sobre la
posesión precaria, el desalojo y los intolerantes. Analizando al analizador: una tesis sugestiva pero poco
recomendable”. En: Actualidad Jurídica. Nº 219, Gaceta Jurídica, Lima, febrero, 2012; y “Hacia un correcto
entendimiento de la finalidad restitutiva del desalojo contra el precario”. En: Actualidad Jurídica. Nº 225,
Gaceta Jurídica, Lima, agosto, 2005.
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(19) Este no es un caso aislado, pues son frecuentes los denominados “contratos de compraventa con precario”, en
donde el comprador adquiere el bien asumiendo el costo de recuperar la posesión de manos de un precario. Para
todos estos compradores, que nunca antes estuvieron en posesión del bien, el desalojo por precario quedaría
vetado. Por eso es importante ver la manera de superar una aplicación literal del término “restitución”.
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entenderse al poseedor precario entre los años 1984 y 1993, periodo durante el
cual no estuvo vigente el CPC de 1993 y, por ende, no existía en nuestro ordena-
miento jurídico el término restitución (que es a partir del cual la doctrina minori-
taria construye su particular concepto de precario)? La única respuesta posible es
que en dicho periodo de tiempo la tesis restrictiva era inaplicable; siendo así, lle-
vando al extremo la tesis de Gonzales tendríamos que entre 1984 y 1993 un inva-
sor sí era un poseedor precario y, por ende, contra él cabía plantear una demanda
de desalojo, mientras que a partir de 1993 ese mismo usurpador perdió su condi-
ción de precario (figura que se limitaría a los casos de mediación posesoria), por
lo que ya no sería factible el desalojo.
Gonzales, cuando sostiene que la “vulgarización” (como él la denomina) del
concepto de precario comenzó con el artículo 970º del Código de Procedimientos
Civiles de 1911, el cual estableció que “hay acción de desahucio(20): “¿Cómo se ori-
gina, entonces, el problemático artículo 911º de nuestra codificación civil? Cree-
mos que la definición legal tuvo en cuenta el artículo 970º del derogado Código
de Procedimientos Civiles (CPC) de 1911, en cuanto el precario es el poseedor
“que no paga pensión”, por lo cual ya durante la vigencia del Código de 1936 se
dedujo en vía jurisprudencial que el precario no tenía título, ni vinculación alguna
con el propietario; se trataba, entonces, de un poseedor que no podía justificar su
situación posesoria”(21).
Para Gonzales, entonces, la definición del precario que contiene nuestro CC
ha variado gracias a la entrada en vigencia del actual Código Procesal Civil. Es
decir, una norma procesal termina variando el sentido y la definición de una norma
sustantiva. Esto claramente termina siendo un sinsentido.
Ahora bien, más allá de si esto último es correcto (dejar librada las definicio-
nes sustanciales a las normas procesales), corresponde preguntarse si en realidad
hubo una variación entre la forma cómo se reguló al precario en el derogado CPC
de 1911 (forma vulgar, como la llama nuestro contradictor) y la manera como nues-
tro actual CPC lo regula. En realidad, no existe ninguna diferencia entre ambos
cuerpos normativos en lo que se refiere a la regulación que se le dio a la posesión
precaria. Así, si el CPC de 1911 concibió al precario de forma “vulgar”, como un
poseedor que no pagaba renta y, por ende, como un poseedor ilegítimo, nuestro
CPC vigente tiene exactamente la misma regulación.
(20) Artículo 970º CPC 1911.- “Hay acción de desahucio para recuperar bienes sujetos a enfiteusis, usufructo,
uso o habitación en los casos de los artículos 1002º, 1006º y 1174º CC, sin necesidad de juicio anterior en que
se declare el comiso o la conclusión o pérdida de la enfiteusis o de las servidumbres mencionadas.
Hay también acción de desahucio para recuperar bienes inmuebles que usa otra persona de modo precario y
sin pagar pensión”.
(21) GONZALES BARRÓN, Gunther. Curso de Derechos Reales. 2ª edición. Jurista Editores, Lima, 2003, p. 255.
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(22) En efecto, mientras que el artículo 954° del Código de Procedimientos Civiles de 1911 permitía plantear la
“acción” de desahucio con los arrendatarios, el artículo 1970 del mismo cuerpo normativo permitía accionar
para recuperar bienes sujetos a enfiteusis, usufructo, uso o habitación.
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(23) GONZALES BARRÓN, Gunther. El poseedor precario en su hora definitiva. Ob. cit., p. 54.
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(24) Ibid.
(25) Puede que esté de más decirlo, pero no se debe perder de vista que el hecho de que exista un contrato de
comodato entre las partes no implica que ellas tengan, necesariamente, un documento firmado en donde
consten sus respectivas obligaciones. El comodato, como todo contrato en nuestro sistema jurídico, existirá
desde el instante en que coincidan oferta y aceptación, lo que puede darse –sin ningún problema– de forma
verbal y sin necesidad de redactar un documento. Por ello, cuando –por ejemplo– yo le digo a mi hermano
que está facultado para ingresar a mi casa y habitarla por tiempo indefinido hasta que yo le pida que se retire,
estamos ante un contrato de comodato, por lo que el título de posesión de mi hermano será jurídico y no social.
(26) La propia fuente de la cual parte Gonzales para elaborar su tesis del precario, reconoce la cercanía entre el
poseedor precario y el comodatario: “(…) el precario nace en Roma como parte de las relaciones entre el
cliente y el pater (…), el pretor le concedió a este último un interdicto para recuperar la posesión que había
conferido por mera tolerancia. En el derecho justinianeo se otorgó al concedente (antiguo pater), además del
interdicto, la llamada actio praescriptio verbis, para recuperar el bien. Esta actio era otorgada a los contratos
innominados, entre ellos el comodato. Así se origina la identificación entre el comodato y el precario”: WONG
ABAD, Julio Martín. “El precario”. En: Themis. Revista de Derecho. N°15, 1989, pp. 85-87.
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El propio Gonzales niega tal posibilidad, ya que cuando habla del título que
vincula al poseedor mediato con el poseedor inmediato, sostiene que para la exis-
tencia de una mediación posesoria es fundamental la existencia de “conexión o
vínculo jurídico” en la entrega: “No es intermediario de la posesión o poseedor
inmediato, el ladrón, ya que en este caso falta conexión o vínculo jurídico entre
el afectado y el ladrón: este no deriva su posesión de aquel. La misma situación
se presenta entre el que halló un bien perdido en la vía pública: no existe vínculo
alguno entre el que perdió el bien y el hallador”(27). De este modo, Gonzales reco-
noce que para la mediación posesoria necesariamente debe existir un vínculo jurí-
dico entre las partes. ¿Cómo es que ahora sostiene que entre mediato-inmediato
no hay título jurídico sino social?
Y si vamos un poco más allá queda clarísimo que el propio Gonzales reco-
noce la necesaria existencia de un título jurídico en una mediación posesoria: “El
elemento clave de la mediación posesoria es la existencia de una relación jurí-
dica, en la que hay una pretensión de restitución del bien entregado”(28). Ya con
esto último, no debe quedar ninguna dura respecto a la existencia de un vínculo
jurídico (y por ende respecto de la existencia de un título jurídico –y no social–)
entre el poseedor mediato y el inmediato.
Luego, citando a Mühl, Gonzales nos dice que tal autor propuso reconocer
una relación mediadora posesoria “contractual” y otra “extracontractual”; no obs-
tante, (continúa Gonzales) “con mayor precisión podría decirse que esta figura (la
mediación posesoria) requiere solamente un contacto social, o una relación social;
por lo que entrarían dentro del esquema de posesión mediata e inmediata no solo
las relaciones provenientes de negocios nulos, sino además las relaciones mera-
mente sociales (“pactos de caballeros”) o consentidas (“precario”)”(29).
Aquí es importante hacer una aclaración: si bien el propio Mühl –a quien
Gonzales cita como sustento de su posición– habla de una mediación posesoria
contractual y otra extracontractual, en ninguna parte emparenta a esta última con
lo que Gonzales denomina “título social”.
En efecto, Mühl expresamente señala lo siguiente: “Para la fundamentación
de la relación mediadora posesoria solo es preciso una voluntad particular dirigida
a ello del poseedor mediato, cuando existe un convenio (Übereinkunft) contrac-
tual. Por el contrario, no es exigible ninguna voluntad fundamentadora poseso-
ria (Besitzbegründungswille) del poseedor superior en las relaciones mediadoras
(27) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., p. 45; en el mismo sentido: HEDEMANN,
Justus Wilhelm. “Derechos Reales”. En: LEHMANN-HEDEMANN. Tratado de Derecho Civil. Traducción
y notas de José Luis Díez Pastor y Manuel González Enríquez. Tomo II. Edersa, Madrid, 1955.
(28) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., pp. 45-46.
(29) Ibídem, p. 46.
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(30) MÜHL, Bürgerliches Gesetzbuch, citado por FUENTESECA, Cristina. La posesión mediata e inmediata.
Dykinson, Madrid, 2002, p. 86.
(31) GONZALES BARRÓN, Gunther. Curso de Derechos Reales. Ob. cit., p. 264.
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(32) GONZALES BARRÓN, Gunther. Derechos Reales. 2ª edición. Jurista Editores, Lima, 2005, p. 331; también
en: “Nuevamente sobre el precario (réplica a un reciente artículo)”. En: Foro Jurídico. Revista de Derecho
de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Nº 7, agosto, 2007, p. 76.
(33) LORCA MARTÍN DE VILLODRES, María Isabel. “Interpretación jurídica e interpretación constitucional: La
interpretación evolutiva o progresiva de la norma jurídica (el derecho como instrumento de cambio social)”.
En: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/7/3015/15.pdf, p. 32.
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(34) MARTÍNEZ ROLDÁN, Luis y FERNÁNDEZ SUÁREZ, Jesús. Curso de Teoría del Derecho y Metodología
Jurídica. Ariel, Barcelona, 1994, pp. 286-288.
(35) PIETRO SANCHÍS, Luis. Interpretación jurídica y creación judicial del Derecho. Palestra - Temis, Lima -
Bogotá, 2005, p. 226.
(36) PÉREZ LUÑO, Antonio Enrique. Teoría del Derecho. Una concepción de la experiencia jurídica. Con la
colaboración de Alarcón Cabrera, C., González-Tablas, R., Ruiz de la Cuesta, A. Tecnos, Madrid, 1997,
p. 89.
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(37) Ídem.
(38) GONZALES BARRÓN, Gunther. “El poseedor precario en su hora definitiva”. Ob. cit., p. 45.
(39) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., p. 100.
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sola existencia de un título no podría ser suficiente para vencer a alguien que cuenta,
a su favor, con la posesión: “¿Quién se encuentra en mejor situación? ¿El demandante
sin título fehaciente o el demandado con posesión? La sola alegación de un título
no es suficiente para acreditar la adquisición de la propiedad y, en consecuencia, no
debería bastar para obtener éxito en este proceso. Sin embargo, en la actualidad es
perfectamente posible, y amparado por el sistema legal, que un no-propietario pueda
lograr el desalojo por el solo hecho de mostrar un documento” (40).
La “crítica” no tiene ningún sentido, por la sencilla razón de que incluso apli-
cando la tesis restrictiva del precario –que Gonzales defiende– se llega exacta-
mente a la misma conclusión: ¿Qué deberá mostrar, sino, el poseedor mediato que
entregó gratuitamente el bien para vencer en un proceso de desalojo? ¿No deberá
presentar acaso el documento en donde conste el acuerdo de voluntades en donde
se obligó a entregar el bien gratuitamente a su contraparte a cambio de que esta
se lo restituya al vencimiento de cierto periodo de tiempo? Sin la existencia de
dicho medio probatorio, al poseedor mediato le será extremadamente difícil pro-
bar la existencia de la cesión gratuita, con lo cual, en la mayoría de casos, todos
ellos dejarán constancia de la entrega del bien mediante un documento debida-
mente firmado.
Entonces, el hecho de que los desalojos se ganen con la presentación de un
documento no es nada reprochable (como absurdamente sostiene Gonzales), sino
más bien algo típico en este tipo de controversias. Y esto queda acreditado con los
casos más frecuentes de posesión precaria: culminación del plazo del contrato de
mediación posesoria, resolución del contrato de arrendamiento por incumplimiento
del pago de la renta, carta notarial cursada al inquilino pidiéndole la devolución
del bien una vez finalizado el plazo del arrendamiento. ¿Cuál es el principal medio
probatorio que presentan los demandantes en estos procesos? El documento que
da cuenta de la relación de mediación posesoria y del vencimiento del plazo o de
la renta impaga. Una vez más, como resulta evidente, la “crítica” de Gonzales a
la tesis amplia del precario carece totalmente de fundamento.
(40) Ídem.
(41) Ídem.
44
¿Qué es la posesión precaria?
45
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(42) GONZALES BARRÓN, Gunther. “Nuevamente sobre el precario (réplica a un reciente artículo)”. Ob. cit.,
p. 79.
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¿Qué es la posesión precaria?
(43) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., pp. 137-138.
(44) GONZALES BARRÓN, Gunther. Curso de Derechos Reales. Ob. cit., p. 263. Ratifica este punto de vista en:
Derechos Reales. Ob. cit., p. 337.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
tanto las mismas ventajas que este nos proporciona podrían ser logradas con una
acción reivindicatoria: ¿para qué entonces mantener la regulación del desalojo?
Y las mismas críticas que vengo sosteniendo aplican para el resto de supues-
tos de posesión precaria planteados por Gonzales: (i) el concedente que permi-
tió la entrada en posesión de un tercero por razones de amistad o benevolencia;
(ii) el concedente que no autorizó la inicial entrada en posesión de un tercero sobre
el bien, pero que luego lo permite tácitamente o por medio de comportamientos
concluyentes; (iii) el concedente que entregó el bien a un tercero con ánimo de
custodia, sin mediar relación jurídica ni de dependencia.
Si el concedente (propietario, en la gran mayoría de casos) cuenta con el de-
salojo para recuperar el bien de manos del poseedor que se niega a la devolución,
la misma arma deberá tener contra el usurpador que se niegue a la restitución. Al
propietario no le interesa si, en su momento, tuvo una relación contractual con el
actual poseedor; lo único que le interesa es recuperar el bien lo más pronto posi-
ble, y se atenta contra este interés cada vez que al propietario se le cierra el camino
del desalojo y se le “obliga” a acudir a la acción reivindicatoria.
Es más, si la tesis restrictiva de Gonzales se impusiera, los propietarios que
quieran desalojar a un usurpador estarán incentivados a mentir, diciendo que dicho
poseedor ingresó al predio con su permiso y de manera gratuita, para que de este
puedan accionar vía desalojo sin necesidad de recurrir a una acción reivindica-
toria. Y el incentivo no solo sería mentir, sino también evitar denunciar las usur-
paciones y los delitos contra el patrimonio que impliquen desposesión del bien,
porque la denuncia conllevaría a un reconocimiento (por parte del propietario
denunciante) que nunca hubo entrega voluntaria del bien, y ello lo privaría de la
posibilidad de accionar a través del desalojo.
En conclusión, la tesis restrictiva, además de absurda y contradictoria, genera
incentivos socialmente reprobables.
(45) Artículo 897° CC.- “No es poseedor quien, encontrándose en relación de dependencia respecto a otro,
conserva la posesión en nombre de este y en cumplimiento de órdenes e instrucciones suyas”.
(46) GONZALES BARRÓN, Gunther. Curso de Derechos Reales. Ob. cit., p. 263.
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¿Qué es la posesión precaria?
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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¿Qué es la posesión precaria?
Sin embargo, el guardián que Juan contrató para que cuide su casa durante todo
el verano y que se niega a abandonar el inmueble ante los reiterados pedidos no
podría ser desalojado por precario, en cuanto se trataría. El mundo al revés.
51
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(50) VARGAS LLOSA, Mario. La llamada de la tribu. Alfaguara, Lima, 2018, p. 282.
52
¿Qué es la posesión precaria?
posesoria, se mantiene en pacífico disfrute del bien. Sin embargo, por efecto de
asimilación vamos a considerar que el sujeto que posee, en virtud de un título
obligacional nulo, es precario. En buena cuenta, se trata de un poseedor inmediato
de hecho, derivado del mediato; y efectivamente, el precario no es otra cosa que
un típico poseedor inmediato de hecho. Siendo así, las consecuencias jurídicas se
asimilan, y el artículo 911º gana en operatividad porque así se entiende el término
“título fenecido”(51). En tal contexto “(…) el arrendatario nacido de título inválido
es también un ‘poseedor inmediato de hecho’, al igual que el precario, por lo que
convenimos en asimilar ambas figuras. Es decir, el arrendatario en esas condi-
ciones es un precario cuyo ‘título ha fenecido’ (art. 911º CC). La particularidad
del título obligacional de disfrute invalidado, es que no permitirá la usucapión
por falta de posesión en concepto de dueño o de titular de algún derecho real, lo
que le emparenta con el precario, ya que en este tampoco es posible la prescrip-
ción adquisitiva”(52).
Siguiendo la posición de Gonzales, estaríamos ante una posesión precaria por
fenecimiento del título en dos supuestos: (i) contrato de comodato nulo; y (ii) con-
trato de arrendamiento nulo. En ambos casos, según Gonzales, pese a la nulidad
del contrato, existiría una mediación posesoria que facultaría a una de las partes
(poseedor mediato) a exigir a su contraparte (poseedor inmediato) la entrega del
bien a través de una demanda de desalojo.
El primer problema con esta posición consiste radica en la manera incorrecta
en que se entiende el término “fenecer”. El “fenecimiento”, en el ámbito jurídico,
está referido a aquellos casos en los que una relación jurídica contractual que
venía produciendo efectos, decae como consecuencia de determinada circuns-
tancia (por ejemplo, el vencimiento del plazo de vigencia pactado por las par-
tes al momento de la celebración del contrato). Tomando en cuenta ello, es claro
que el término “fenecer” no está asociado a los contratos nulos, en la medida que
estos no generan ninguna relación jurídica contractual entre las partes (si bien
es cierto un contrato nulo puede producir efectos –pensemos en la obligación
de las partes de restituirse aquello que hubiesen ejecutado con ocasión del con-
trato nulo– no se trata de efectos negociales o típicos del contrato, sino más bien
de consecuencias derivados directa e inmediatamente de la ley). En conclusión:
(i) el presupuesto para que un título “fenezca” es que haya existido entre las partes
una relación jurídica válidamente constituida; (ii) una cosa es el “título fenecido”
y otra muy distinta es el “título nulo”; y (iii) la similitud entre ambos conceptos,
a la que pretende arribar Gonzales, carece de todo sustento.
(51) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., pp. 131-132.
(52) Ibid., p. 136.
53
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¿Qué es la posesión precaria?
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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¿Qué es la posesión precaria?
con lo acordado, por lo que decide resolver el contrato y exigir la devolución del
bien, a lo cual B se niega. Según Gonzales, B es un precario y como tal puede ser
desalojado. Sin embargo, si el propio Gonzales sostiene que la resolución de un
contrato no puede ser controvertida en un proceso de desalojo, ¿cómo es que enton-
ces el comodante podrá acreditar, dentro del desalojo, que el contrato ha quedado
resuelto y por ende que tiene derecho a que se le restituya la posesión? Como se
puede apreciar, Gonzales se enreda en su propio laberinto, porque el mismo argu-
mento que lo lleva a descartar que en determinados casos estemos ante un pre-
cario con título fenecido, podría ser empleado en su contra, para descartar como
poseedor precario a quienes él le otorga tal condición.
Es más, llevando al límite la tesis de Gonzales, la posesión precaria por fene-
cimiento del título desaparecería de nuestro ordenamiento jurídico, pues en toda
demanda de desalojo que se sustente en dicha causal, lo primero que deberá esta-
blecer el juez es si el título feneció o no, y esta –qué duda cabe– es una “cuestión
contractual”. Si rechazamos –como lo hace Gonzales– que cuestiones contrac-
tuales puedan ventilarse en un desalojo, entonces el fenecimiento del título nunca
podrá ventilarse en un desalojo y por ende el poseedor con título fenecido, senci-
llamente, dejaría de ser un precario.
El callejón sin salida al que nos conduce la tesis restrictiva del precario que
Gonzales defiende, es una clara muestra de que dicha postura hace agua por todos
lados.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
nace precisamente del contrato que aún subsiste y no está fenecido. Otro tanto
sucede con la penalidad para caso de incumplimiento, pues el arrendador tiene
derecho a cobrar la cláusula incluso luego de la culminación del plazo (art. 1704º
CC). ¿Cómo explicarlo? Si los efectos típicos del contrato siguen produciéndose
luego de la culminación del plazo, entonces solo cabe admitir que el contrato se
mantiene, y con ello la penalidad convenida en él, así como el pago de la renta y
el deber de restitución”(57).
Resumamos lo que dice Gonzales: en el caso del arrendatario con plazo ven-
cido, en donde el arrendatario no ha cumplido con devolver el bien pese a que ya
le fue solicitado, el contrato mantiene vigencia para que pueda ser liquidado; es
decir, pese al transcurso del plazo, el arrendatario seguirá obligado a devolver el
bien, a pagar la renta, a pagar la penalidad, y todo ello por efecto directo de la rela-
ción jurídica nacida del arrendamiento. En tal sentido, la relación jurídica nacida
del arrendamiento mantendría plena vigencia, lo cual descarta el que estemos ante
un título fenecido y por ende frente a un poseedor precario.
Continúa Gonzales: “Una cosa es el vencimiento del plazo, que hace exigible
los derechos, entre ellos los de liquidación; y otra cosa muy distinta es la extinción
absoluta de la relación jurídica, que no se produce por el solo transcurso del plazo
cuando aún se encuentran pendientes los deberes propios de liquidar el vínculo.
Por el contrario, si el contrato hubiese ‘fenecido’, entonces resultaría un imposi-
ble el cobro de la cláusula penal, o de la renta, pues el negocio en donde aquella
consta estaría extinto y fuera del mundo jurídico”(58).
A partir de ello, Gonzales plantea que el artículo 1700º CC –según el cual
el arrendamiento se mantiene vigente pese al transcurso de su plazo resolutorio–
se aplica a todos los títulos temporales (contrato de comodato, usufructo, uso,
habitación, superficie y en general cualquier contrato que genere una mediación
posesoria) cuyo plaza haya vencido: “La regla del artículo 1700º CC no es una
excepción, sino la aplicación concreta de una regla general implícita para todos
los casos análogos. Es decir, si el usufructuario o superficiario no devuelven la
cosa en el plazo convenido, entonces el título jurídico se mantiene hasta agotar los
deberes de liquidación; y en ningún caso se entenderá que el título ha fenecido.
En caso contrario, no se explicaría el derecho a exigir la restitución de la cosa, de
pagar la renta o penalidades, o de indemnizar por responsabilidad contractual si
se producen daños sobre el bien luego de la culminación del mencionado plazo”(59).
(57) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., pp. 110-111.
(58) GONZALES BARRÓN, Gunther. La posesión precaria. Ob. cit., pp. 110-111.
(59) Ibídem, p. 112.
58
¿Qué es la posesión precaria?
(60) Artículo 1365° CC.- “En los contratos de ejecución continuada que no tengan plazo convencional o legal
determinado, cualquiera de las partes puede ponerle fin mediante aviso previo remitido por la vía notarial con
una anticipación no menor de treinta días. Transcurrido el plazo correspondiente el contrato queda resuelto
de pleno derecho”.
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(61) MORALES HERVIAS, Rómulo. Patologías y remedios del contrato. Jurista Editores, Lima, 2011, p. 265.
(62) FORNO FLÓREZ, Hugo. “Resolución por incumplimiento”. En: Temas de derecho contractual. Cultural
Cuzco, Lima, 1987, p. 76.
(63) ROPPO, Vincenzo. El contrato. Traducción de Nelvar Carreteros Torres. A cura de Eugenia Ariano. Gaceta
Jurídica, Lima, 2009, p. 861.
(64) La doctrina sostiene de forma mayoritaria que el “desistimiento unilateral” debe ser tratado como parte de
las causas que extinguen un contrato. DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial.
Volumen II. Civitas, Madrid, 1993, p. 891 y ss. Es más, “para la doctrina alemana, la Kündigung, que es la
figura que más se acerca a nuestro concepto de desistimiento, es un acto de configuración jurídica de ejercicio
unilateral, cuya función es extinguir la relación obligatoria; pero, sobre todo, es un instrumento típico de los
contratos de carácter duradero”: KLEIN, Michele. El desistimiento unilateral del contrato. Civitas, Madrid,
1997, p. 26.
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¿Qué es la posesión precaria?
(65) MORALES HERVIAS, Rómulo. Patologías y remedios del contrato. Ob. cit., p. 297.
(66) NAVARRETA, Emanuela. “Hechos y actos jurídicos”. Traducción de Rómulo Morales Hervias.
En: Revista Jurídica del Perú. Nº 91, setiembre, 2008, pp. 313-316.
(67) RAVERA, Enrico. Il recesso. Giuffrè Editore, Milán, 2004, p. 8.
(68) PADOVINI, Fabio. “Il recesso”. En: I contratti in generale. A cura di Enrico Gabrielli. Trattato
dei contratti dirigido por Pietro Rescigno. Tomo secondo. UTET, Turín, 1999, p. 1234.
(69) LARENZ, Karl. Lehrbuch des Schuldrechts. Tomo I. München, 1987, p. 30; MEDICUS, Schul-
drecht. I. München, 1986, p. 244; ambos citados en: KLEIN, Michele. El desistimiento unilateral
del contrato. Ob. cit., p. 26.
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¿Qué es la posesión precaria?
del plazo (no debemos confundir el desalojo por posesión precaria con
el desalojo por vencimiento del plazo del arrendamiento)(70).
(iv) No hay “título fenecido” en el caso del arrendamiento nulo o comodato
nulo. Si como consecuencia de la celebración de alguno de estos contratos
se hubiese entregado la posesión del bien y ahora se pretendiese su resti-
tución, la parte interesada (comodante o arrendador) deberán accionar a
través de una demanda de nulidad de acto jurídico, pudiendo solicitar de
forma accesoria (tal como lo establece el art. 590° CPC(71)) la restitución
de la posesión (salvo que estemos ante un caso de nulidad manifiesta, en
donde sí es posible plantear directamente la demanda de desalojo y analizar
dentro de este proceso la nulidad del título posesorio del demandado(72)).
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¿Qué es la posesión precaria?
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restrictiva debe ser acogida en una eventual reforma legislativa, considero que
los argumentos de Gonzales carecen de la solidez necesaria como para justificar
tal reforma, pues han sido muchas las ocasiones en las que he podido acreditar
cómo sus planteamientos nos llevan o bien a un callejón sin salida o bien a situa-
ciones absurdas.
La tesis amplia del precario goza de la solidez necesaria y en hora buena que
haya sido acogida por la Corte Suprema. Sin embargo, ello no significa que todos
los problemas vinculados al precario hayan quedado resueltos. El Cuarto Pleno
ha sido importante para, de una vez por todas, darle sentencia de muerte a la tesis
restrictiva de Gonzales, pero ha abierto otra serie de dudas y debates que merecen
una aproximación crítica y analítica. A ello me dedicaré en los capítulos siguientes.
66
CAPÍTULO II
LA POSESIÓN PRECARIA
POR AUSENCIA DE TÍTULO
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(73) Casación N° 1147-2001-La Libertad, publicada en El Peruano el 01/10/2002, p. 8883; Casación N° 2016-97-
Lima, publicada en El Peruano con fecha 01/03/2001, p. 7009.
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(75) Artículo 225° CC.- “No debe confundirse el acto con el documento que sirve para probarlo. Puede subsistir
el acto aunque el documento se declare nulo”.
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La posesión precaria por ausencia de título
una modificación del IV Pleno que permita eliminar esta contradicción entre sus
considerandos y la parte resolutiva).
(76) El IV Pleno ha establecido que, en el caso de las construcciones, este solo dato no constituye un título que
impida o trabe el proceso de desalojo; por el contrario, en el caso de la posesión prolongada, ello sí podría
generar un título en beneficio del poseedor demandado si es que logra generar en el juez la convicción (con el
material probatorio aportado en el proceso) de que es un prescribiente. Para más detalles sobre esto, remito
al lector al Capítulo III.
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demandante) contra Jessica Yanina Saravia Trillo (en adelante, la demandada) res-
pecto del inmueble ubicado en la calle San Clemente número setecientos nueve,
provincia de Pisco, departamento de Ica (en adelante, el “inmueble”), inscrito a
favor de la demandante en la Partida Registral Nº 02006765 del Registro de Pro-
piedad Inmueble de Pisco.
La demandante sustentó su pretensión en su condición de propietaria registral
del inmueble. La demandada, por su parte, sostuvo que vivía en el inmueble en
su condición de conviviente y madre de los hijos del señor Robin Fausto Bendezú
Huarcaya (hijo de la demandante), a quien esta última le había otorgado un dere-
cho de uso y habitación sobre el inmueble. En la medida que el derecho de uso y
habitación se extienden a favor de la familia del titular(77), la demandada –en su
condición de conviviente– consideraba tener derecho a ocupar el predio.
En primera instancia se declaró fundado el desalojo, pues mientras la deman-
dante había acreditado su condición de propietaria del inmueble, la demandada
no había presentado título que legitime su posesión, habiéndose limitado a adjun-
tar el acta de nacimiento de sus menores hijos y la partida de nacimiento de su
conviviente.
La Sala Superior confirmó el fallo de primera instancia, ya que si bien la
demandada señalaba que poseía el inmueble en compañía de su conviviente y sus
dos menores hijos, no había presentado medio probatorio que acredite ello, con
lo cual no estaba probado que contara con un título que justifique su posesión.
En su recurso de casación la demandada insistió en que su derecho a estar en
el inmueble derivaba de su condición de conviviente del hijo de la demandante, a
quien esta le había otorgado un derecho de uso, el cual le era extensible en apli-
cación del artículo 1208° CC.
La Corte Suprema –por mayoría– declaró fundado el recurso de casación y en
consecuencia nula la sentencia de vista, y actuando como sede de instancia revocó
la sentencia de primera instancia y reformándola declaró improcedente el desalojo.
Los fundamentos del fallo de la Corte fueron los siguientes:
• Si bien el artículo 1028° CC hace extensible el derecho de uso a favor
de la familia del beneficiario directo (en el presente caso el hijo de la
demandante era el beneficiario directo y su familia estaba integrada por
su conviviente –la demandada– y sus dos menores hijos), ello no implica
la creación de un derecho independiente del otorgado a aquel (beneficiario
(77) Artículo 1208° CC.- “Los derechos de uso y habitación se extienden a la familia del usuario, salvo disposición
distinta”.
76
La posesión precaria por ausencia de título
directo) sino solo la extensión del mismo, de manera tal que el derecho
de uso no pierde su carácter de derecho personalísimo.
• La familia del titular del derecho de uso podrá beneficiarse del mismo
mientras este se encuentre vigente; una vez extinguido el derecho a favor
del beneficiario directo concluye también el de sus familiares.
• La demandante otorgó un derecho de uso a favor de su hijo, quien es
conviviente de la demandada, por lo que tal derecho de uso beneficia a
esta última.
• No se acreditó en autos que la demandante haya extinguió el derecho de
uso otorgado a favor de su hijo.
• El hecho de que la demandante haya exigido la restitución del inmueble
solo a la demandada, permitiendo que el conviviente de esta, así como
sus menores hijos, permanezcan en posesión del predio, tendría como
única finalidad quebrar la unidad familiar, algo que no puede ser admi-
tido en tanto la misma encuentra protección en la Constitución Política
del Perú.
Este caso contó con dos votos en discordia:
Por un lado, los vocales supremos Rodriguez Mendoza, Valcárcel Saldaña y
Cunya Celi votaron porque se declare infundado el recurso de casación y en con-
secuencia no se case la sentencia de vista, pues –desde su punto de vista– no se
había acreditado en autos: i) el otorgamiento de un derecho de uso por parte de la
demandante a favor de su hijo; y ii) la convivencia entre el hijo de la demandante
y la demandada, pues durante la Audiencia Única la demandante sostuvo desco-
nocer si su hijo vivía en el inmueble.
Por ende, al no haberse acreditado la existencia del derecho de uso en benefi-
cio del hijo de la demandante, la demandada no tenía en qué sustentar su posesión.
El otro voto en discordia fue el del vocal Ticona Postigo, quien optó porque
se declare fundado el recurso de casación y se case la resolución impugnada,
declarando nula e insubsistente la sentencia de primera instancia y ordenando al
juez de primera instancia que actúe de oficio los medios probatorios (inspección
judicial al inmueble, ampliación de la declaración de la demandante y la deman-
dada, la declaración del conviviente), que permitan crear convicción sobre si la
demandante otorgó a favor de su hijo un derecho de uso sobre el inmueble que se
hiciera extensible a favor de la demandada.
Antes de analizar la forma (correcta o incorrecta) en que se resolvió el caso
materia de comentario, es importante realizar algunas precisiones sobre la pose-
sión precaria.
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2.2. Análisis del caso: el título “legal” invocado por la demandada para
evitar el desalojo
En el caso planteado la controversia giró en torno a determinar si la deman-
dada contaba o no con un título que sustente su posesión. Por mayoría, la Corte
Suprema dio por acreditados los siguientes hechos: i) que la demandante había cons-
tituido a favor de su hijo (conviviente de la demandada) un derecho de uso; ii) que
la demandada y el hijo de la demandante mantenían una relación de convivencia.
Si damos por ciertos tales hechos, entonces la consecuencia indefectible es la
aplicación del artículo 1028° CC: el derecho de uso otorgado por la demandante a
su hijo beneficia a la familia de este, es decir, a la demandada. Esta precisamente
fue la conclusión de la Corte, lo cual la llevó a desestimar la demanda.
¿Qué tipo de título constituye esta “extensión” del derecho de uso? Sin duda
alguna no es un título negocial, pues la demandante y la demanda nunca celebra-
ron un acuerdo en tal sentido. Muy por el contrario, la pretensión planteada por la
demandante dejaba en claro que su intención nunca había sido que la demandada
permanecería en el inmueble. Sin embargo, es la ley la que acudió en auxilio de la
demandada, otorgándole un derecho de uso que no solo no requería el asentimiento
de la demandante, sino que incluso no le permitía a esta dejarlo sin efecto (salvo
que previamente hubiese dejado sin efecto el derecho de uso otorgado a su hijo).
Al haberle reconocido suficiencia a este título legal, la Corte Suprema –aun
cuando no lo haya mencionado expresamente– contradijo el concepto de “título”
elaborado por el IV Pleno, en donde se limita esta figura a los casos de posesión
sustentadas en un acto jurídico.
El problema fue que para no contradecirse con lo señalado en el IV Pleno, la
Corte incurrió en una contradicción manifiesta: partió por reiterar que el “título”
solo puede emanar de un “acto jurídico”:
“Sétimo: El artículo 911 del Código Civil exige que se prueben dos condi-
ciones copulativas: Primero: Que la parte demandante sea la titular del bien cuya
desocupación pretende; y, Segundo: Que la parte emplazada ocupe el mismo sin
título o cuando el que tenía ha fenecido. El ‘Título’ a que se refiere la segunda
condición copulativa es el que emana de un acto jurídico por el que se otorga
al poseedor la propiedad, arrendamiento, usufructo, uso, comodato, superficie,
anticresis, entre otros, del bien que detenta, y no nace del solo estado o condición
familiar del ocupante, como sería el ser hermano, padre, hijo, primo o cónyuge
–entre otros– del actual propietario del bien, o del anterior, inclusive” (el énfasis
es agregado).
Sin embargo, luego sostiene que la demandada tenía a derecho a estar en el
bien porque la ley le hacía extensible el derecho de uso otorgado a favor de su
conviviente:
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(78) Salvo que en el mismo acto de constitución del derecho de uso se haya establecido que el derecho de uso no
se hacía extensible a la familia del beneficiario directo, lo que no había sucedido en el presente caso.
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Con relación a esto último, considero que la Corte acertó parcialmente cuando
en su considerando octavo sostuvo que:
“El ‘título’ a que se refiere el artículo 911° CC (…) no nace del solo estado o
condición familiar del ocupante, como sería el ser hermano, padre, hijo, primo o
cónyuge –entre otros– del actual propietario del bien, o del anterior, inclusive”.
El problema con la sentencia que vengo comentando es que por un lado la
Corte rechaza que la sola condición de ser familiar constituya un “título” para
evitar el desalojo (Criterio 1), pero por otro lado considera a la “unidad familiar”
como una razón que legitimaría a un familiar a evitar el desalojo (Criterio 2). Es
contradictorio que por un lado se diga que la sola relación de parentesco no cali-
fica como título para poseer, y por el otro se le otorgue a la “unidad familiar” la
condición de causa justificante para poseer.
Pensemos en el siguiente caso: “A” es propietario de un inmueble de dos
pisos. En el primero vive con sus dos menores hijos y en segundo vive su her-
mano “B”. “B” tiene 35 años, no padece ningún tipo de incapacidad, pero aun así
ocupa (con la venia de “A”) el primer piso. “A” acaba de contraer matrimonio así
que le pide a “B” que busque otro lugar donde vivir. Ante la negativa de “B”, “A”
lo demanda por desalojo.
Si seguimos el Criterio 1, el solo hecho de que “B” sea hermano del deman-
dante no lo legitima a estar en el bien, con lo cual el desalojo debería proceder.
Sin embargo, siguiendo el Criterio 2, podría sostenerse que como “B” se lleva
muy bien con sus sobrinas (hijas de “A”), sacarlo del inmueble podría romper la
unidad familiar.
Una de dos: o se admite que la sola existencia de un vínculo familiar, y
por ende la necesidad de proteger la “unidad familiar”, constituyen un “título”
que legitima la posesión, o se rechazan ambas como razones justificantes de la
posesión.
Es cierto que en la vida diaria se dan muchos casos de desalojo que, ante la
opinión pública, pueden resultar condenables: nietos que buscan desalojar a sus
abuelos; hijos que demandan a sus padres ancianos; hermanos que litigan entre
sí por un inmueble, sin importarles que ello implique dejar a su contraparte sin
un lugar donde vivir. Casos como estos podrían invitar a plantear la existencia
de un “vínculo familiar” como causa que impida, en todos los supuestos, el de-
salojo. Sin embargo, como ya tuve ocasión de analizar en el acápite precedente,
para dichos casos podemos valernos de la “obligación alimentaria” y del “dere-
cho de retención” para evitar que personas que por sus particulares caracterís-
ticas y en vista de la situación de desamparo e incapacidad para valerse por sí
mismas, puedan ser víctimas de un desalojo que, a todas luces, atenta contra cri-
terios básicos de justicia.
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que estos se encontraban o en todo caso, asociar la edad que tenían con
dicho estado de necesidad, estableciendo una relación de causa-efecto
entre aquella (la edad) y este (el estado de necesidad).
c) Los demandados habían sido anteriormente propietarios del inmueble;
En honor a la verdad, no encuentro ninguna razón para que no pueda
ser lanzado de un inmueble quien anteriormente ostentó la calidad de
propietario. ¿Qué relevancia tiene que el hoy demandado por desalojo
haya sido, anteriormente, propietario, usufructuario o comodatario del
bien? Ninguna. Lo importante en un proceso de desalojo es determinar
si, en el momento en que se plantea la demanda, el demandado cuenta a
su favor con alguna circunstancia (título) que le dé el derecho a perma-
necer en posesión del bien.
Es más, el argumento me parece inadecuado en tanto abre la puerta para
futuros poseedores precarios que pretendan sacarle la vuelta al desalojo.
Pensemos en el vendedor que se niega a entregar la posesión del bien
materia de transferencia, y frente a la demanda de desalojo planteada
por su comprador se defiende señalando que, habiendo ostentando con
anterioridad la calidad de propietario sobre bien, no corresponde que la
demanda sea amparada.
En conclusión, argumentos como este no ayudan a la solución del caso
puntual y más bien dejan regados por el camino armas de defensa que
podrían ser indebidamente usadas en el futuro por poseedores precarios.
(d) Los demandados habían convivido anteriormente en el inmueble con la
demandante.
Este, la igual que el anterior, es un argumento que no aporta a la solu-
ción del caso. ¿Qué relevancia puede tener el que hecho de que el hoy
demandado por desalojo haya convivido previamente en el inmueble con
su demandante? Si este va a ser un argumento para que los desalojos no
procedan, entonces el mensaje para los ciudadanos es que no alojemos
en nuestra casas a nadie, pues cuando el huésped no quiera retirarse y
los demandemos por desalojo, la demanda estará condenada al fracaso.
(e) Defensa y respeto de la persona y la dignidad humana
Debemos tener cuidado con este argumento, pues sostener –como lo hace
la Corte– que el desalojo implica un atentado o afectación de la dignidad
de la persona, podría generar que los desalojos (y no solo los que son
planteados contra familiares) puedan ser cuestionados.
Qué duda cabe que ser lanzado de un inmueble atenta contra la dignidad
de la persona, en tanto se le niega, en los hechos, el derecho a una vivienda
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La posesión precaria por ausencia de título
y como tal el derecho a una vida digna. Sin embargo, esto mismo ocu-
rre cada vez que alguien sufre la ejecución de sus bienes (previamente
embargados) para que estos respondan por sus deudas pecuniarias. Y
lo mismo se podría decir respecto de las ejecuciones hipotecarias y, en
general, de cualquier otra garantía que implique una pérdida de la pro-
piedad en perjuicio del “ejecutado”.
El concepto “dignidad humana” es tan amplio que allí podría entrar sen-
cillamente todo, con lo cual, en los hechos, podría ser empleado para
impedir no desalojos contra familiares, sino cualquier clase de desalojo
y, peor aún, para paralizar cualquier tipo de pretensión procesal que bus-
que ejecutar bienes o recuperar, por la fuerza, la posesión de los bienes
(una acción reivindicatoria o interdicto de recobrar, por ejemplo).
El argumento, entonces, puede ser efectista en el caso puntual, pero deja
regadas una serie de bombas de tiempo que en cualquier momento podrían
explotar. Considero, por ello, que tal argumento no debiera ser empleado
para solucionar conflictos interpersonales, como lo es un desalojo.
(f) Mandato constitucional de protección del anciano y la familia
El artículo 4º de la Constitución señala que “[l]a comunidad y el Estado
protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano
en situación de abandono. También protegen a la familia y promueven
el matrimonio”.
En esta norma se amparó la Corte Suprema para brindarles protección a
los demandados frente a la pretensión de desalojo planteada en su con-
tra. Creo que la intención es buena, pero el argumento malo. En princi-
pio, el artículo 4° de la Constitución no tiene como finalidad la solución
de conflictos interpersonales, como lo es el determinar si corresponde
que un sujeto de derecho restituya la posesión de un bien a favor de otro
sujeto de derecho; por el contrario, la doctrina que se encarga de desa-
rrollar el contenido del referido artículo deja en claro que se trata de una
norma programática dirigida al Estado, a efectos de que este implemente
políticas públicas pensando en el respeto e inclusión de las personas de
avanzada edad:
“Con relación a la protección especial durante la ancianidad, en los tra-
tados internacionales sobre derechos humanos se destaca la adopción de
medidas destinadas a mejorar la calidad de vida de los ancianos; como
son, por ejemplo, la ejecución de programas laborales específicos desti-
nados a concederles la posibilidad de realizar una actividad productiva
adecuada a sus capacidades y deseos, la formación de organizaciones
sociales destinadas a proporcionar instalaciones adecuadas, así como
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(79) PLÁCIDO VILCACHAGUA, Alex. “De los derechos sociales y económicos”. En: GUTIÉRREZ, Walter
(director). La Constitución comentada. Tomo I. Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 373.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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La posesión precaria por ausencia de título
que previamente había señalado que era la sociedad conyugal (conformada por la
demandante y el hijo) la propietaria del bien:
(i) Considerando Segundo: “De lo expuesto en la demanda, la contestación
de la demanda y la partida de nacimiento de José Cáceda Marín, los
demandados son padres de este último, que resulta ser copropietario
y quién permitió el acceso de los emplazados al inmueble” (el énfasis
es mío).
(ii) Considerando Tercero: “Estando a lo expuesto, la demandante es la
copropietaria del bien y, como tal, conforme lo expone el artículo 586º
del Código Procesal Civil, es posible que solicite la restitución del pre-
dio” (el énfasis es mío).
(iii) Considerado Quinto: “Existe una relación entre el copropietario del
bien y los demandados que pasa por vínculos directos de parentesco, y
haber vivido juntos en el mismo inmueble” (el énfasis es mío).
Si la sociedad conyugal era la propietaria del inmueble, entonces no es posi-
ble sostener (salvo que se quiera violentar la normativa vigente y la esencia del
esquema germánico de comunidad) que los cónyuges eran copropietarios. Una
cosa es que la sociedad conyugal sea la propietaria (y allí no existe ningún régi-
men de copropiedad) y otra muy distinta que los cónyuges sean los condóminos (lo
cual excluye cualquier posibilidad de que la sociedad conyugal sea la propietaria).
O es uno o es otro, y las diferencias entre ambos esquemas son trascendentales.
En el primer caso (sociedad conyugal propietaria del inmueble) los cónyuges
no son titulares de ninguna cuota, alícuota o porcentaje de participación sobre el
bien, con lo cual ninguno puede vender “su” cuota de participación por separado,
por la sencilla razón de que esta no existe. Cualquier acto de disposición o grava-
men que pretendan celebrar los cónyuges sobre el bien (y nunca sobre las inexisten-
tes cuotas) deberá ser realizado por ambos, tal como lo exige el artículo 315° CC.
En el segundo caso (cónyuges que, casados bajo un régimen de separación
de patrimonios, adquieren durante el matrimonio un inmueble pagando cada uno
de ellos la mitad del precio de venta y convirtiéndose así en copropietarios) cada
cónyuge es propietario exclusivo de su cuota de participación. En tal sentido, cada
uno de ellos podrá, libremente, sin necesidad de consultarlo con el otro ni de reca-
bar su autorización, celebrar actos de enajenación y/o gravamen (dar en hipoteca,
por ejemplo) sobre su respectiva cuota.
Ambas posibilidades pueden presentarse en la realidad. Lo que no puede darse
es un régimen de copropiedad entre los cónyuges respecto de un bien de propie-
dad de la sociedad conyugal. O es uno o es el otro, por lo que ambos regímenes
son excluyentes y como tal no pueden convivir. Siendo así, el error de la Corte
al hablar de copropiedad (entre cónyuges) en un caso en el que había quedado
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
clarísimo (incluso para los propios magistrados supremos) que la propietaria era
la sociedad conyugal, resulta inaceptable y preocupante.
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La posesión precaria por ausencia de título
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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La posesión precaria por ausencia de título
reducirse a que el derecho de los demandados tiene que ser respaldado por el lazo
de parentesco con estos, sino que, en el caso en concreto, se debe girar la mirada
para la resolución del conflicto aplicando normas de orden constitucional, como
las referidas, razón por la cual, se aprecia que la motivación efectuada por la Sala
Superior se ha circunscrito a analizar de manera aislada el conflicto puesto a deci-
sión, omitiendo confrontar el análisis con normas de orden constitucional, que en
el caso en concreto, sin duda, ayudan a emitir una decisión que no solo pone final
al conflicto, sino, fundamentalmente, busca optimizar derechos de orden funda-
mental respecto de los demandantes” (Considerando Décimo).
Según la Corte, no correspondía aplicar el artículo 1028° CC en tanto quienes
lo invocaban a su favor (los demandados) si bien eran familiares de los deman-
dantes, ya habían cumplido la mayoría de edad, a diferencia de lo que ocurrió en
la Casación N° 1784-2012-Ica (que ya fue ha sido analizada en los numerales pre-
cedentes), en donde el derecho de uso reconocido a favor de la demandada bene-
ficiaba a sus hijos menores de edad. Sin embargo, esta no es la razón por la que,
en la primera de las citadas casaciones (a diferencia de la segunda) sí correspon-
día aplicar el artículo 1028° CC y reconocerle un derecho de uso a la demandada.
El artículo 1028° CC aplica en aquellos casos en los que existe un derecho de
uso previamente otorgado a favor de una persona, y la familia de este se “aprove-
cha” de tal derecho para hacer frente a una demanda de desalojo. Es lo que ocu-
rrió, precisamente, en la Casación N° 1784-2012-Ica, en donde la demandante le
había otorgado un derecho de uso a su hijo, del cual se aprovechó la conviviente
de este para hacer frente a la demanda de desalojo planteada por su suegra.
Por el contrario, si no estamos ante la presencia de un derecho de uso, sino de
propiedad, el artículo 1028° CC sale sobrando. Así, dicha norma en ninguna parte
menciona que los familiares del propietario tienen un derecho de uso sobre los
bienes de este último (esta parece ser la forma en que la Corte Suprema ha inter-
pretado dicho artículo). Aplicar el artículo 1028° CC para los casos en donde el
familiar demandante es el propietario, implicaría negar la posibilidad de desalojar
a los familiares, pues estos siempre podrían sostener que del derecho de propiedad
del demandante se desprende, a favor de ellos, un derecho de uso.
Lo que el artículo 1028° CC establece es que, habiendo un titular del derecho
de uso (que no podrá ser el propietario, pues si fuese propietario ya no necesitaría
que alguien le otorgue un derecho real de uso), su familia puede beneficiarse de
ese mismo derecho, el cual les aplica por “extensión”.
Y eso es precisamente lo que ocurrió en la Casación N° 1784-2012-Ica y no
así en la Casación N° 4742-2017-Cuzco, en donde solo estábamos ante demandan-
tes que tenían la calidad de propietarios y no de titulares de un derecho de uso.
Siendo así, el artículo 1028° CC nada tenía que hacer en dicho conflicto.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
1. La Casación N° 417-2009-Ica
En la Casación N° 417-2009-Ica se resolvió el siguiente caso: una persona inter-
pone demanda de desalojo por ocupación precaria, alegando ser propietario registral
del inmueble cuya restitución exige. Señala, además, que cedió el inmueble tem-
poralmente al demandado para que la cuide por unos meses; sin embargo, una vez
solicitada su devolución, el demandado se negó. Por su parte este último alega ser
poseedor del inmueble desde hace muchos años, para lo cual presenta un certificado
de posesión expedido por la Municipalidad Distrital de Sunampe - Chincha, y otros
documentos que le reconocerían la calidad de poseedor desde hace más de 20 años.
Tanto en primera como en segunda instancia se declara fundada la demanda,
y luego de interpuesto el recurso de casación, alegándose interpretación errónea
del artículo 911 del Código Civil (en adelante, CC), la Corte Suprema falla decla-
rando improcedente el recurso, por cuanto “(…) el demandado no ha cumplido con
acreditar que la posesión que detenta del bien sublitis se sustente en algún título
que lo justifique” (considerando décimo primero) por cuanto “(…) el Certificado
de posesión número 374-2007-DS/A expedido por la Municipalidad Distrital de
Sunampe - Chincha que adjunta el demandado, no genera vínculo jurídico entre
el recurrente y el demandante, que pueda justificar de alguna manera la posesión
del inmueble” (considerando décimo segundo).
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La posesión precaria por ausencia de título
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
que antes representada y la aparición de uno propio. “En ese sentido, un guardián
con contrato vigente puede tornarse en poseedor, si, desconociendo las instruc-
ciones de su mandante, realiza en adelante la custodia pero para sí, o realiza otras
conductas posesorias en interés y beneficio propio. Por supuesto, la conducta del
servidor infiel debe ser tal que permita al mandante tomar conocimiento de su
rebeldía, pues sería injusto que el servidor adquiera condición posesoria mediante
una actitud clandestina”(82).
En el presente caso queda del todo claro que el demandado se comportaba como
poseedor, desconociendo la relación de dependencia que tenía con el demandante
(propietario del inmueble), al punto que se negaba a la restitución del inmueble.
Por ello, siendo un poseedor sin título y estando acreditado el derecho de propie-
dad del demandante, consideramos acertado el que la demanda haya sido decla-
rada fundada.
Incluso si se llega a considerar que el demandado siempre se comportó como
un servidor de la posesión y no como un poseedor(83), sería del todo injusto negarle
al demandante –con derecho de propiedad acreditado e inscrito sobre el bien– la
posibilidad de desalojar a este “detentador” del bien. Desde mi punto de vista
resulta contradictorio sostener que ser poseedor le otorga a alguien una calidad
jurídica con mucho mayores prerrogativas que las que le corresponden a un servi-
dor(84), y al mismo tiempo reconocer que un simple servidor de la posesión goza,
en comparación con el poseedor precario, de una mayor protección frente a una
demanda de desalojo, la cual sí procedería frente a este último y no contra aquel.
Véase la absurda conclusión a la que arribaríamos de sostener semejante posi-
ción: el usurpador que se introduce de manera subrepticia en el inmueble de Juan
y se niega a salir sí puede ser “lanzado” por mandato judicial luego de que Juan
haya obtenido sentencia fundada en un proceso de desalojo por ocupación preca-
ria. Sin embargo, el guardián que Juan contrató para que cuide su casa durante
todo el verano y que se niega a abandonar el inmueble ante los reiterados pedidos
de Juan no podría ser desalojado por precario en cuanto se trataría de un mero
tenedor o detentador de la posesión – ello siempre que se niegue la posibilidad de
que un servidor se convierta en poseedor cuando actúa en contra del interés del
principal. Es decir, los servidores de la posesión estarían mejor protegidos que
los poseedores (¡!).
(82) MEJORADA CHAUCA, Martín. “Servidor de la posesión”. Ob. cit., pp. 62-63.
(83) Es decir, en caso se pretenda negar la posibilidad de que un servidor se convierta en poseedor ilegítimo de
mala fe cada vez que actúa en contra de los intereses del principal.
(84) En efecto, interpretando a contrario sensu el artículo 921º CC, el servidor de la posesión no cuenta con los
remedios interdictales; de igual forma, el servidor no puede ejercer la defensa posesoria extrajudicial.
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(85) Artículo 1414° CC.- “Por el compromiso de contratar las partes se obligan a celebrar en el futuro un contrato
definitivo”.
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La posesión precaria por ausencia de título
(86) El derecho potestativo se caracteriza por permitir la modificación de la esfera jurídica ajena mediante una
conducta unilateral. Por ejemplo, imagínese que usted ha recibido una oferta de alguien que está vendiendo su
casa: usted tiene la sartén por el mango, ya que será su conducta unilateral (a través de la aceptación a dicha
oferta) la que determinará que su contraparte (vendedor) pase a formar parte de un contrato de compraventa y,
como tal, obligado –entre otras cosas– a la entrega de la posesión. No hay nada que dicho ofertante (vendedor)
pueda hacer para que usted, a través de la aceptación, dé automáticamente por celebrada la compraventa.
Ocurre igual con el ejercicio de un derecho de opción: la decisión del optante determinará que la contraparte
(que fue quien otorgó la opción) quede vinculada a los efectos jurídicos que se activan producto de dicho
ejercicio.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
del inmueble mientras se encuentre vigente el plazo para la celebración del con-
trato definitivo; y ii) en caso venza dicho plazo sin que se haya celebrado la trans-
ferencia definitiva “B” deberá devolver el inmueble a favor de “A”.
Imaginemos que luego de transcurrido 1 mes desde la firma del compromiso
de compraventa “A” exige la restitución de la posesión, y ante la negativa de “B”,
aquel interpone una demanda de desalojo por ocupación precaria. ¿Podrá defenderse
“B” presentando como “título” su compromiso de compraventa? Considero que no.
¿Qué derecho adquiere “B” sobre el bien como consecuencia del compromiso
de compraventa? Ninguno. Tal compromiso solo genera la obligación de las par-
tes de firmar el contrato definitivo (obligación de hacer)(87), pero no transfiere la
propiedad ni ningún derecho real sobre el bien a favor del futuro adquirente (“B”)
que lo legitime a estar en el bien.
¿Significa eso que la demanda de “A” debe prosperar? No. “B” sí tiene dere-
cho a estar en el bien, pero ese derecho no deriva del compromiso de compraventa.
En dicho contrato las partes incorporaron un acuerdo en virtud del cual “B” se
mantendría en posesión durante el plazo del compromiso de compraventa. Este
acuerdo podría tomarse o bien como un contrato de comodato(88) o bien como la
constitución de un derecho de uso a favor de “B”(89): en cualquiera de estos supues-
tos “B” queda legitimado para ocupar el inmueble. Entonces, al ser un acuerdo de
partes, ni el comodato ni el derecho de uso podría ser dejado sin efecto de manera
unilateral por “A”, por lo que la demanda de desalojo deberá ser desestimada.
Naturalmente, si se llega a suscribir el contrato definitivo el título de pose-
sión a favor de “B” cambiará: ya no poseerá en virtud de un contrato de como-
dato o un derecho de uso (incluidos en el compromiso de compraventa), sino en
base al derecho de propiedad adquirido como consecuencia de la celebración del
contrato definitivo.
¿Y qué sucederá si vence el plazo del compromiso de compraventa y el con-
trato definitivo no se ha llegado a celebrar por culpa de “A”? Aparentemente ahora
sí “A” quedaría legitimado para demandar el desalojo, más aún si tenemos en
cuenta que el propio compromiso de compraventa indicaba que, vencido el plazo
sin que se hubiese firmado el contrato definitivo, “B” debía devolver el inmueble.
(87) Así lo reconoce la propia Corte en su sentencia: “El compromiso de contratar genera solamente una obligación
de hacer, vale decir, dicha prestación consiste en celebrar el contrato definitivo dentro del plazo fijado por las
partes o dentro del máximo legal de un año”
(88) Artículo 1728º CC.- “Por el comodato, el comodante se obliga a entregar gratuitamente al comodatario un
bien no consumible, para que lo use por cierto tiempo o para cierto fin y luego lo devuelva”.
(89) Artículo 1206º CC.- “El derecho de usar o de servirse de un bien no consumible se rige por las disposiciones
del usufructo, en cuanto sean aplicables”.
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La posesión precaria por ausencia de título
Sin embargo, considero que incluso en este caso “B” mantiene a su favor un dere-
cho a poseer el bien.
¿Cuál sería, en este caso, el título que legitimaría la posesión de “B”? Tenga-
mos en cuenta que “A” se ha negado a celebrar el contrato definitivo, con lo cual
ha incumplido con su “obligación de hacer”, derivada del compromiso de compra-
venta. Si bien es cierto que “B” queda autorizado para demandar a “A” el cumpli-
miento de tal obligación (demanda que dará lugar a la celebración “forzosa” del
contrato de compraventa definitivo), también está legitimado para “garantizarse”
dicho cumplimiento “reteniendo” el inmueble a su favor.
En efecto, de conformidad con el artículo 1123° CC(90), el derecho de reten-
ción autoriza al acreedor insatisfecho (“B”) a conservar la posesión del bien de su
deudor (“A”) siempre que el crédito (celebración del contrato definitivo) no esté
lo suficientemente garantizado (“B” corre el riesgo de que mientras demanda la
celebración de la compraventa definitiva “A” transfiera el bien a un tercero, lo cual
frustraría su pretensión de hacerse con la propiedad del bien).
Entonces, en este caso el título que autoriza a “B” a poseer el inmueble (y por
ende a rechazar la demanda de desalojo) es el derecho de retención (título legal),
derivado del incumplimiento de “A” de su obligación de celebrar el contrato defi-
nitivo de transferencia.
Si no admitimos que “B” pueda ejercer sobre el bien un derecho de retención
se le podría generar un perjuicio irreparable: si “B” es declarado precario y se
ordena la restitución a favor de “A”, este podría vender el bien a un tercero, quien
al inscribirlo a su favor de buena fe se convertiría en un tercero registral inatacable.
Esto se podría evitar inscribiendo el compromiso de compraventa en la par-
tida del inmueble, sin embargo, por alguna razón (que no corresponde analizar
en este punto) la ley no permite la inscripción de un compromiso de contratar.
Por ello, la única forma que tiene “B” para publicitar su condición de poten-
cial comprador es a través de la posesión, pero si la Corte lo considera un preca-
rio y ordena el desalojo le quita toda posibilidad de publicidad y por ende toda
forma de desvirtuar la buena fe del tercero adquirente. Es cierto que “B” podría
inscribir su demanda en la partida, pero esta anotación podría darse una vez que
“A” ya vendió el bien, por lo que el perjuicio ya estaría consumado.
Entonces, en síntesis, el título posesorio de “B” va variando de acuerdo a
las circunstancias (contrato de comodato, derecho de uso, derecho de propiedad,
derecho de retención), pero en ningún caso el “compromiso de compraventa” (aun
(90) Artículo 1123º CC.- “Por el derecho de retención un acreedor retiene en su poder el bien de su deudor si su
crédito no está suficientemente garantizado”.
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(91) Artículo 1363° CC.- “Los contratos sólo producen efectos entre las partes que lo otorgan y sus herederos,
salvo en cuanto a éstos si se trata de derechos y obligaciones no transmisibles”.
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Si luego de ello “A” transfiere el bien a favor de un tercero (“C”) y este demanda
el desalojo contra “B”, ¿podrá “B” defenderse invocando su derecho de retención?
Si “A” no hubiese vendido el bien y la demanda la hubiese interpuesto él, sin
duda alguna la misma sería desestimada, pues el título de “B” sería precisamente
el derecho de retención que ejerce como garantía del cumplimiento de la obliga-
ción de “A” de celebrar la compraventa definitiva. Pero ahora el escenario es dis-
tinto, pues se involucra un tercero que compró el bien: ¿le es oponible el derecho
de retención? La respuesta es no.
El artículo 1128° CC se encarga precisamente del supuesto en donde el bien
sobre el cual se ejerce la retención es transferido a favor de un tercero:
“Para que el derecho de retención sobre inmuebles surta efecto contra terce-
ros, debe ser inscrito en el registro de la propiedad inmueble.
Solo se puede ejercitar el derecho de retención frente al adquirente a título
oneroso que tiene registrado su derecho de propiedad, si el derecho de retención
estuvo inscrito con anterioridad a la adquisición”.
Entonces, salvo que el derecho de retención se hubiese inscrito, el mismo no
podrá serle opuesto al comprador del bien (“C”) y por ende no servirá como un
título oponible que impida el desalojo.
Y aprovecho este espacio para hacer una crítica respecto a la forma como el
CC ha regulado el derecho de retención, y que precisamente genera que este no
pueda ser opuesto, en la gran mayoría de los casos, al tercero que compra el bien
y demanda el desalojo.
El artículo 1127° CC señala que el derecho de retención se puede hacer valer
de dos formas: (i) extrajudicialmente, rehusando la entrega del bien hasta que no
se cumpla con la obligación por la cual se invoca (que es precisamente lo que hace
“B” en el ejemplo planteado); y (ii) judicialmente, como excepción que se opone
a la acción destinada a conseguir la entrega del bien.
Tal como ya indiqué, la condición para que el derecho de retención ejercido
por “B” sea oponible a “C”, es que aquel se encuentre inscrito. Mientras la reten-
ción se ejerza de forma extrajudicial no podrá acceder al Registro, en tanto el
registrador siempre exigirá que el derecho conste en un instrumento público(92),
por ejemplo, una escritura pública (otorgada por un notario) o una sentencia judi-
cial que reconozca tal derecho.
(92) De acuerdo con el principio de titulación auténtica, regulado en el artículo III del Título Preliminar del Regla-
mento General de los Registros Públicos, “Los asientos registrales se extienden a instancia de los otorgantes
del acto o derecho, o de tercero interesado, en virtud de título que conste en instrumento público, salvo
disposición en contrario”.
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(ii) “A” demanda a “B” exigiéndole la restitución del bien, y frente a esa
demanda “B” invoca su derecho de retención;
(iii) El juez falla a favor de “B” reconociendo en su sentencia la existencia de
un derecho de retención a favor de “B” sobre el inmueble en disputa;
(iv) La sentencia es enviada a Registros Públicos para que se inscriba, con
lo cual el derecho de retención de “B” queda registrado;
(v) “A” transfiere el inmueble a favor de “C” y este lo inscribe a su favor,
luego de lo cual demanda a “B” la restitución del bien;
(vi) “B” se defiende invocando su derecho de retención, el cual quedó ins-
crito antes de la transferencia a favor de “C”.
En este caso la retención sí podría ser invocada contra “C”, pero para que ello
suceda “B” tuvo que haber inscrito su derecho de retención, lo cual presupone
que, antes que “C” lo adquiriese, “A” inició un proceso para recuperar el bien, el
cual terminó con una sentencia que reconocía el derecho de retención de “B” y
que permitió su inscripción.
¿Pero qué sucede si “A” no demandó en su momento a “B”, sino que la pri-
mera demanda exigiendo la devolución del bien la planteó directamente el com-
prador (“C”)? “B” no tendrá forma de oponer su retención, pues no esta no habrá
podido ser inscrita.
¿Qué genera esta situación? Crea incentivos para que cada vez que alguien
ejerce derecho de retención, su deudor transfiera la propiedad a favor de un tercero
para que sea este quien interponga la demanda encaminada a lograr la recupera-
ción del bien. Y al no serle oponible a este adquirente el derecho de retención no
inscrito, el mismo termina siendo burlado.
Por ello sería importante una modificación en el segundo párrafo del artículo
1127° CC, a efectos de que no se limite el ejercicio judicial del derecho de reten-
ción en la forma de “excepción”, sino que el mismo pueda ser hecho valer como
“acción”. Así, quien ejerce la retención podrá, en cualquier momento, demandar
el “reconocimiento” de su derecho, lo cual derivará en una sentencia cuyo acceso
al Registro permitirá la inscripción del derecho de retención, haciéndolo inmune
frente a posteriores transferencias del bien.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
mismo que deberá ser confrontado contra el título de “C” (propietario con dere-
cho inscrito, por ejemplo).
Se produciría, entonces, una confrontación de los títulos de las partes: por
un lado el demandante (“C”) con su derecho inscrito y por el otro el demandado
(“B”) con una compraventa definitiva derivada de un compromiso de compraventa
celebrado con “A”. ¿Cuál de los títulos debe prevalecer? Esta, probablemente, es
una pregunta que no corresponda ser respondida dentro de un proceso de desa-
lojo, pues si lo que se va hacer es una confrontación de títulos, el escenario idóneo
es el proceso de reivindicación, cuya amplitud le permitirá al juez confrontar los
títulos y concluir cuál de ellos es “oponible” al otro, para en función a eso deter-
minar si corresponde o no la restitución de la posesión a favor del demandante.
(93) MENÉNDEZ HERNÁNDEZ, José. “La prescripción y la seguridad jurídica”. En: Revista Crítica de Derecho
Inmobiliario. Año LXXXIII, Nº 702, julio-agosto, 2007, pp. 1603-1643.
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9. Conclusión
La decisión de la Corte Superior (validada por la Corte Suprema) es correcta,
pero los considerandos que llevaron a la misma no fueron los adecuados. Si bien
(94) MAZEAUD, Henri, León y Jean. Lecciones de Derecho Civil. Derechos Reales. Traducción de Luis Alcalá
Zamora y Castilla. Volumen IV. Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1960, p. 213.
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(95) En el proceso se formuló denuncia civil contra el Padre del Demandado, por lo que fue incorporado como
parte demandada. Sin embargo, dado que se acreditó su condición de copropietario del Inmueble, la demanda
contra él fue desestimada en primera instancia.
(96) Artículo 971° CC.- “Las decisiones sobre el bien común se adoptarán por:
1. Unanimidad, para disponer, gravar o arrendar el bien, darlo en comodato o introducir modificaciones en él”.
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(97) LA CRUZ BERDEJO, José. Elementos de Derecho Civil III. Volumen II. 2ª edición. J. M. Bosch, Barcelona,
1991, p. 567.
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(98) En el caso específico de la copropiedad, la unidad de objeto debe ser entendida como la existencia de un
mismo e idéntico derecho que confiere a sus varios titulares el dominio de un bien corporal o incorporal.
(99) ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo. Tratado de los Derechos Reales. Tomo I. 2ª edición. Temis - Editorial
Jurídica de Chile, Bogotá, 2001, p. 107.
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(102) Artículo 882° CC.- “No se puede establecer contractualmente la prohibición de enajenar o gravar, salvo que
la ley lo permita”.
(103) Artículo 926° CC.- “Las restricciones de la propiedad establecidas por pacto para que surtan efecto respecto
a terceros, deben inscribirse en el registro respectivo”.
(104) Es más, esta limitación a la facultad de uso podría ser recíproca, a efectos de que cada uno de los copropietarios
goce del uso exclusivo de determinada área del bien común. Así, imaginemos un departamento de 3 habita-
ciones sobre el que existe un régimen de copropiedad entre A, B y C. Cada uno de ellos podría limitar por
determinado período de tiempo su facultad de uso respecto de las otras 2 habitaciones en las que no dormirá,
para que de este modo a cada copropietario le corresponda el uso exclusivo de determinada habitación, siendo
este pacto plenamente oponible entre los condóminos e incluso pasible de inscripción en el Registro (con lo
cual gozará de oponibilidad frente a terceros).
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La posesión precaria por ausencia de título
Ahora bien, estamos ante un acto de disposición que si bien recae sobre la cuota
de participación (bien propio) tiene implicancias o repercusión posesoria sobre
el bien común, ya que a partir de ello será el tercero (titular ahora del derecho de
uso) quien ejercerá los actos posesorios sobre el bien común de la misma forma
como lo ejercía el copropietario. Y esto último hay que remarcarlo: la facultad de
uso que recibe el tercero deberá ser ejercida dentro de los mismos límites aplica-
bles al propietario de la cuota; siendo así, el tercero no podrá ejercer la facultad
de uso excluyendo al resto de copropietarios del bien común.
¿Y qué ocurriría si el tercero comienza a usar el bien común con exclusión de
los demás condóminos? ¿Podrá ser desalojado? La respuesta es negativa. Mien-
tras el acuerdo entre el copropietario y el tercero se mantenga vigente, este osten-
tará un título que lo legitimará a ejercer la posesión del bien común. Así como el
copropietario que abusa de su facultad de uso y excluye a los demás, no puede ser
desalojado del bien (pues siempre conserva su condición de propietario), el tercero
titular de la facultad de uso tampoco podrá ser desalojado, pues dicha facultad es
su título habilitante y legitimante.
Siendo así, el remedio con que cuentan los copropietarios afectados por haber
sido excluidos del uso, antes que el desalojo, consistirá en: (i) solicitar al juez que
regule el uso del bien común(105); (ii) exigir al copropietario o tercero que los ha
excluido del uso, el pago de una indemnización(106).
Negar que los copropietarios puedan otorgar derechos de uso sobre su cuota
de participación (lo cual terminará materializándose “posesoriamente” sobre el
bien común), implicaría una restricción arbitraria a la facultad de disposición que
el artículo 977° CC le reconoce a cada uno de ellos sobre su alícuota. Y que no se
diga que en estos casos lo que el copropietario está haciendo es disponer del bien
común, por lo que requeriría la venia o asentimiento de todos los condóminos.
Es muy distinto que el copropietario transfiera el derecho de uso sobre su cuota
de participación, de tal modo que el tercero use el bien común como lo haría el
copropietario, esto es, compartiendo y tolerando el uso del resto de condóminos,
y otra muy distinta es que el copropietario otorgue la facultad de uso sobre la
totalidad del bien común, porque en ese caso se está asumiendo que el uso que
transfiere le otorgará exclusividad al tercero, lo cual no es posible por tratarse de
un bien sometido a un régimen de copropiedad.
(105) Artículo 974° CC.- “El derecho de usar el bien común corresponde a cada copropietario. En caso de des-
avenencia el juez regulará el uso, observándose las reglas procesales sobre administración judicial de bienes
comunes”.
(106) Artículo 976° CC.- “El derecho de disfrutar corresponde a cada copropietario. Estos están obligados a
reembolsarle proporcionalmente los provechos obtenidos del bien”.
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Siendo así, el acto de tolerancia otorgado por uno de los condóminos llegará
a su fin (y, por ende, el hasta entonces servidor se convertirá en un precario) una
vez que el resto de copropietarios pongan de manifiesto dicha situación atenta
contra sus intereses.
En conclusión, en el caso resuelto por la Casación N° 2521-2016-Lima todas
las instancias equivocaron el camino:
a. El juez y la Sala Superior acertaron al amparar la demanda de desalojo,
pero fallaron al amparar su decisión en el artículo 971° CC. La referencia
a dicha norma resulta incorrecta en la medida que no estábamos ante un
acto de disposición celebrado por uno de los condóminos sobre el bien
común, por lo que no era necesario que el padre recabara el asentimiento
del resto de copropietarios al momento de autorizar el ingreso de su hijo
(demandado) al inmueble.
b. La Corte Suprema, por su parte, acertó al concluir que en este caso no
era de aplicación el artículo 971° CC, pero se equivocó al desestimar la
demanda de desalojo. Si bien la autorización que otorgó el padre a favor
de su hijo (demandado) no encaja dentro del supuesto de hecho del artículo
971° CC, ello no significa que el resto de copropietarios no puedan reac-
cionar frente a dicha situación (a través del desalojo) cuando ella lesiona
sus intereses.
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(107) Artículo 141° CC.- “La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita (…) Es tácita, cuando la voluntad
se infiere indubitablemente de una actitud o de circunstancias de comportamiento que revelan su existencia”.
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De acuerdo con esta definición, serían necesarias dos condiciones para estar
frente a una posesión precaria: (i) que el poseedor no pague renta; y (ii) que el
poseedor no tenga título para ejercer la posesión. De esto se desprendería que
mientras no se cumplan las 2 condiciones no habrá posesión precaria. Es decir:
(i) Si el poseedor cuenta con un título que le autorice a estar en el bien pero
no paga renta, no será un poseedor precario. Esto es correcto, pues resulta
perfectamente posible que teniendo un título negocial de posesión vigente
(por ejemplo, arrendamiento, usufructo, superficie, uso, etc.) el poseedor
incumpla con el pago de la renta. Aquí si bien habría un incumplimiento
contractual, ello no generaría automáticamente el que la posesión devenga
en precaria.
Sin embargo, aun si la Corte no hubiese hecho esta referencia al “no pago
de la renta”, la conclusión habría sido la misma al amparo de lo dispuesto
en el artículo 911º CC. Y es que cada vez que se sindica a alguien como
poseedor precario, simplemente se analiza si su posesión se sustenta o
no en un título, independientemente de si está o no al día en el pago de
la renta. El agregado de la Corte, en este punto, resulta irrelevante.
(ii) Si el poseedor no cuenta con título que lo autorice a estar en el bien pero
sí paga renta, entonces no sería un poseedor precario. Esto claramente
es un error: piénsese en aquella persona que sin autorización del propie-
tario comienza a poseer el inmueble y mensualmente deposita el dinero
de la “renta” en la cuenta de ahorros del propietario, pese a que este en
innumerables oportunidades ha hecho conocer su interés en recuperar
la posesión de su predio. ¿Este pago de la “renta” que hace el poseedor
sin contar con un título legal ni negocial que lo respalde, impide que sea
calificado como un poseedor precario?
De acuerdo con la definición de la Corte, si hay pago de la renta no se
estaría cumpliendo con una de las condiciones para estar frente a una
posesión precaria, por lo que no procedería el desalojo contra este posee-
dor. Esto claramente resulta inadmisible: poco importará si el poseedor
paga, deposita o consigna la renta mensual; lo relevante es si tiene o no
un título que lo autorice para mantenerse en posesión de bien. Y en este
caso no lo tiene, por lo que se debería considerar éste como un caso de
posesión precaria.
Entonces, pese a la pretensión de la Corte Suprema de crear “doctrina vincu-
lante” mediante el IV Pleno Casatorio, no debiera asumir ninguna relevancia en
nuestro análisis de “precariedad” si el poseedor paga o no renta por el uso del
bien; lo determinante será únicamente si la posesión se ejerce o no al amparo de
un título, que podrá ser legal (un derecho de retención nacido de una relación con-
tractual previa entre demandante y demandado) o negocial (un negocio jurídico
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CAPÍTULO III
EL IV PLENO CASATORIO CIVIL
Y LA SOLUCIÓN DE LOS CASOS CONFLICTIVOS
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(108) Al respecto, puede verse mi trabajo: PASCO ARAUCO, Alan. “¿Qué debió cambiarse en la Sentencia del IV
Pleno Casatorio?” En: <https://laley.pe/art/3779/que-debio-cambiarse-en-la-sentencia-del-iv-pleno-casatorio>.
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que estos últimos habían dejado de ser propietarios del inmueble, ya que los
demandados lo venían poseyendo por más de 40 años de forma pública, pacífica,
continua y como propietarios, por lo cual se habían convertido en los nuevos due-
ños del inmueble.
Si bien la excepción deducida por los demandados fue desestimada en la
audiencia única, el argumento de la prescripción adquisitiva a favor de los deman-
dados se mantuvo como parte de la defensa de fondo.
Mediante sentencia de primera instancia de fecha 15 de setiembre de 2019, se
amparó la demanda, ordenándose el lanzamiento de los demandados del inmueble
una vez el fallo haya quedado consentido o ejecutoriado.
Los demandados interpusieron recurso de apelación alegando que: i) el juez
había invocado normas referidas a la conclusión del arrendamiento, las cuales no
venían al caso para la solución de la controversia; y ii) el juez no tuvo en conside-
ración el proceso judicial de prescripción adquisitiva que los demandados venían
siguiendo respecto del mismo inmueble contra los demandantes, el cual –a crite-
rio de los apelantes– debió acumularse al proceso de desalojo.
La Sala Superior especializada en lo civil y afines de Ucayali, mediante sen-
tencia de vista del 8 de abril de 2011, confirmó el fallo de primera instancia en
todos sus extremos, precisando que varios de los documentos presentados por los
demandados, a efectos de acreditar su condición de propietarios por usucapión,
aparecen a nombre de terceros, con lo cual los demandados no habían desvirtuado
su condición de poseedores precarios.
La demandada Mirna Lisbeth Panduro Abarca interpuso recurso de casación,
el cual fue declarado procedente por la causal de infracción normativa de naturaleza
procesal, consistente en: “La infracción del inciso 3 del artículo 122° del Código
Procesal Civil, puesto que la demanda de desalojo por ocupación precaria se plan-
teó usando normas referidas a la conclusión del arrendamiento, no obstante ello, la
sentencia de primera instancia lejos de corregir ese error, incrementó un artículo
más, el artículo 1697° del Código Civil, referido a las causales de resolución del
arrendamiento, resultando claro que se ha hecho uso indebido de una norma de
derecho material, puesto que el caso versa sobre desalojo por ocupación precaria”.
La Corte Suprema resolvió el recurso de casación señalando lo siguiente:
• En ninguna de las sentencias de mérito se hace alusión alguna –expresa
o implícitamente– a los artículos del Código Civil referidos al contrato
de arrendamiento que menciona la demandada, con lo cual, formalmente,
no se puede señalar que dichas normas hayan servido de sustento jurí-
dico a los jueces de mérito para resolver sobre el fondo de la controver-
sia. De hecho, han sido otras normas sustantivas y procesales las que se
han invocado para amparar la demanda (considerando 19).
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(109) La Corte, sin embargo, no especificó en qué hubiese consistido o de qué forma se hubiese producido dicha
afectación al derecho de defensa de las partes en caso se hubiesen acumulado los procesos de desalojo y
prescripción adquisitiva.
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(110) Naturalmente, para que ello ocurra, el demandado por desalojo deberá encontrarse litigando en otro proceso
buscando ser declarado propietario por usucapión.
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(111) La ponencia que presenté en el referido evento puede verse en: <https://legis.pe/reinvindicacion-
prescripcion-adquisitiva-dominio-alan-pasco-arauco/>.
(112) Artículo 55° CPC.- “En este proceso [sumarísimo] no son procedentes: 1. La Reconvención”.
(113) Artículo 88° CPC.- “La acumulación objetiva sucesiva se presenta en los siguientes casos: (…) 2. Cuando
el demandado reconviene”.
(114) Artículo 85° CPC.- “Se pueden acumular pretensiones en un proceso (…) cuando las pretensiones sean
tramitadas en distinta vía procedimental, en cuyo caso, las pretensiones acumuladas se tramitan en la vía
procedimental más larga prevista para alguna de las pretensiones acumuladas”.
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contrato, sin decidir la validez de las condiciones por las que se dio esa resolu-
ción. Excepcionalmente, si el juez advierte que los hechos revisten mayor com-
plejidad, podrá resolver declarando la infundabilidad de la demanda, mas no así
la improcedencia” (precedente 5.1 del IV Pleno Casatorio).
Voy a poner un ejemplo a efectos de explicar los alcances de este prece-
dente. Imaginemos que A, propietario de un inmueble, se lo vendió a B, habiendo
las partes acordado que: (i) la posesión le sería entregada inmediatamente a B;
(ii) el precio sería cancelado por este último dentro de los próximos 15 días; y
(iii) el incumplimiento de dicho pago facultaba a A a resolver extrajudicialmente
y de pleno derecho la compraventa, conforme a lo regulado en el artículo 1430°
CC. Imaginemos ahora que A ejercía la cláusula resolutoria expresa debido al
incumplimiento de B en el pago del precio de venta, pese a lo cual este último se
negaba a restituir la posesión del bien.
Hasta antes del IV Pleno Casatorio se discutía si la pretensión de A, enca-
minada a obtener la restitución de la posesión, debía ser tramitada a través de un
proceso de desalojo, en el que la pretensión fuese directamente la devolución del
bien, o a través de un proceso de “reconocimiento de resolución judicial”, en el que
la pretensión consistiese en que el juez valide la resolución extrajudicial llevada
a cabo por A para, en función a ello, ordenar al demandado (B) la devolución del
bien. La Corte ha optado por dejar en claro que este pedido de restitución debe
hacerse valer en el proceso de desalojo.
Ahora bien –y como resulta obvio–, para que la demanda sea amparada es
necesario que primero se acredite que la resolución operó, pues de lo contrario no
habría razón para ordenar al demandado a la devolución del bien. Sin embargo,
la Corte le dice al juez del desalojo que se limite a establecer si los aspectos for-
males de dicha resolución se han cumplido.
Es decir, en el caso de la resolución por intimación (art. 1429º CC), el juez
del desalojo deberá acreditar que, en efecto, se le dio a la contraparte (poseedor
demandado) un plazo no menor de quince días para que regularice el cumpli-
miento de sus obligaciones. Sin perjuicio de ello, si la modalidad de resolución
hubiese sido establecida de un modo distinto en el contrato, el juez deberá cons-
tatar que la resolución haya sido hecha del modo pactado. Por ejemplo, si en el
contrato de compraventa planteado líneas arriba se hubiese establecido que, para
la resolución, el vendedor debía darle a su contraparte un mínimo de veinticinco
días a efectos de que subsane su incumplimiento, el juez deberá constatar que, en
efecto, en la carta intimatoria remitida el plazo otorgado al comprador no haya
sido inferior a los veinticinco días.
Y el mismo cuidado deberá tener el juez en caso vía contrato las partes hayan
tratado de pactar en contra del artículo 1429° CC, estableciendo que el plazo para
la subsanación del incumplimiento será de diez días. Si una de las partes pretende
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que este cumpla con pagarle una deuda dineraria que nada tiene que ver con el
arrendamiento ni con la renta, conminándolo a que de no recibir el pago en el plazo
indicado el contrato quedará resuelto de pleno derecho. Z no contesta la carta y
tampoco se apersona al proceso, por lo que es declarado rebelde.
¿El juez deberá admitir sin más la resolución realizada por X? Responder
afirmativamente implicaría darle validez a una resolución que no se ajusta míni-
mamente a lo dispuesto ni en el contrato ni en la ley. El análisis de fondo respecto
de la validez de la resolución deberá llevar al juez a la conclusión de que la obli-
gación por la que X ha pretendido resolver el contrato no es una que ni el contrato
ni la ley le imponga a un arrendatario, con lo cual su incumplimiento no justi-
fica la resolución. Siendo así, el juez deberá desestimar la demanda de desalojo.
Ahora bien, si el análisis de fondo que debe realizar el juez es de tal magni-
tud que no puede ser realizado –por su complejidad– dentro del desalojo, en tanto
excedería sus límites, el juez deberá proceder tal como lo dispone la última parte
del precedente 5.1: “Excepcionalmente, si el juez advierte que los hechos revisten
mayor complejidad, podrá resolver declarando la infundabilidad de la demanda”.
Imaginemos que en el mismo contrato de arrendamiento se hubiese pactado
que el evento que habilitaba al arrendador (X) a dar por resuelto el contrato era el
“uso imprudente del bien” que hiciera Z, ¿qué ocurrirá cuando X envíe la carta
resolutoria y Z la conteste negando que haya venido haciendo uso imprudente del
inmueble? ¿Podrá el juez del desalojo constatar si lo que dice X es cierto y, por
ende, declarar resuelto el contrato por haber hecho Z uso imprudente del bien?
Es en este tipo de situaciones que, me parece, el juez debiera ampararse en
la parte final del precedente 5.1. Por el contrario, en todos los demás casos el juez
deberá resolver con base en la resolución invocada por una de las partes, y ello lo
obliga a tener que analizar (aunque de manera somera), además de los requisitos
de forma que la ley y el respectivo contrato establezcan para la resolución extra-
judicial, las condiciones de validez de esta última.
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
un terreno que no es el suyo tiene derecho a que se le pague por las mismas si
actuó con buena fe y siempre que el propietario del terreno quiera quedárselas
(otra posibilidad es que dicho propietario opte por vender al constructor la totali-
dad del bien, es decir, terreno más edificaciones, en cuyo caso el constructor solo
deberá pagar el valor del suelo).
Para ir por partes sobre este punto, lo primero que debe tenerse en cuenta es
que, tratándose de un poseedor a quien se pretende desalojar del bien, estamos
frente a alguien que ha construido sobre un bien que no le pertenecía. Siendo así,
las normas que corresponderán aplicar en relación “propietario-poseedor/cons-
tructor” son las de accesión.
Frente a un supuesto de construcción en terreno ajeno, nuestro legislador ha
optado por asignarle la propiedad de la totalidad del predio resultante a alguna de
las partes en conflicto (ya sea al dueño del suelo o al constructor).
Tal como ya he indicado en anteriores oportunidades(115), el artículo 938° CC(116)
es importante no tanto por la solución que da (el propietario del bien principal
–suelo– se hace dueño del producto resultante luego de la adhesión o unión), sino
por la idea que subyace: el bien resultante (suelo y edificación) debe pertenecerle
a la misma persona, ya sea al propietario del suelo o a quien construyó.
En efecto, este supuesto podría haber sido resuelto de otro modo por el legis-
lador: por ejemplo, otorgándole al constructor un derecho de superficie forzosa,
de tal forma que aquel se convierta en propietario de lo construido por un tiempo
determinado, manteniéndose el dominio sobre el suelo a favor de la contraparte.
¿Por qué el legislador no optó por esta solución? De haberlo hecho, se habría tenido
que establecer el plazo de la superficie forzosa, el monto de la renta por el uso del
suelo ajeno, se habría tenido que determinar cuál de las partes tendría el derecho
de consolidarse como propietario de la totalidad del bien una vez vencido el plazo
legal, entre otros aspectos no menos relevantes. Este esquema, claramente, resul-
taba demasiado costoso y engorroso.
Otra forma de resolver el problema habría sido establecer entre las partes un
régimen de copropiedad sobre la totalidad del bien: constructor y dueño del suelo
se convertirían en titulares del 50 % de acciones y derechos sobre la totalidad del
predio resultante. No obstante, ello habría representado, al igual que la “superficie
forzosa”, un régimen antieconómico y complejo, dada la exigencia de unanimidad
(115) PASCO ARAUCO, Alan. “Prescripción contra el Estado y la reivindicación vs. construcción en terreno ajeno.
A propósito del Pleno Nacional 2016”. En: Gaceta Civil & Procesal Civil Nº 40, octubre, 2016, pp. 121-141;
y PASCO ARAUCO, Alan. “El ‘mejor derecho de propiedad’ sobre la edificación sin incluir el terreno.
Reflexiones sobre el derecho de superficie”. En: Actualidad Civil N° 34, abril, 2017, pp. 57-86.
(116) Artículo 938° CC.- “El propietario de un bien adquiere por accesión lo que se une o adhiere materialmente
a él”.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
o mayorías absolutas para las tomas de decisiones sobre el bien común(117) (com-
munio est mater discordiarum).
Frente a estas dos opciones, nuestro legislador optó (acertadamente) por una
tercera vía (que es la tradicional en los sistemas jurídicos de formación romano
germánica): debe haber un único propietario para el bien resultante: “No queda,
pues, otra solución más justa y económica, que la impuesta por la lógica del acces-
sorium sequitur principale: de este modo, cuando dos cosas de diferente dueño se
unen o se incorpora una a la otra, la accesoria seguirá a la principal; accessorium
sequitur principale: lo accesorio cede a lo principal: el dueño de la cosa principal
se convertirá en dueño de la cosa accesoria”(118).
Admitida tal solución, lo que quizá pueda resultar más discrecional es decidir
qué cosa es la principal y cuál la accesoria. Nuestro legislador, siguiendo la tra-
dición, ha considerado al suelo como el bien principal y a la edificación como lo
accesorio. No obstante, para mitigar un poco los excesos que ello podría generar,
se ha optado por darle relevancia a la buena o mala fe con que actúan las partes.
Así, para los casos de construcción en terreno ajeno la regla a aplicarse no
siempre es la del artículo 938º CC (el dueño del suelo se queda con el bien resul-
tante). Todo dependerá, como bien ha establecido el Código Civil, de la buena o
mala fe con que las partes hayan actuado:
(117) Artículo 971° CC.- “Las decisiones sobre el bien común se adoptarán: 1. Unanimidad, para disponer, gravar
o arrendar el bien, darlo en comodato o introducir modificaciones en él; 2. Mayoría absoluta, para los actos
de administración ordinaria. Los votos se computan por el valor de las cuotas”.
(118) CERDEIRA BRAVO DE MANSILLA, Guillermo. “Superficie solo cedit: Un principio (natural) en crisis
(económica)”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario N° 278, 2011, pp. 3063-3104.
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ser hecha dentro del desalojo –pues claramente excedería sus límites–, sino más
bien en el proceso que posteriormente inicie el precario.
Esto trae consigo un cambio radical en la forma cómo se venían solucio-
nando esta clase de conflictos. Antes del IV Pleno, era moneda corriente que ante
la defensa del precario invocando haber hecho construcciones y tener derecho al
pago de las mismas (lo que era negado categóricamente por el demandante), los
jueces se dejaran seducir y fallaran señalando que la discusión sobre si correspon-
día o no el pago (o, incluso, respecto de a quién le correspondía la propiedad de lo
edificado) no podía ser hecha en un proceso de desalojo, debiendo el demandante
acudir a la acción reivindicatoria.
El IV Pleno ha invertido la regla, por lo cual, la discusión sobre si corresponde
o no el pago deberá iniciarla el precario en un proceso posterior, asumiendo él
el costo que dicho proceso genera en términos de tiempo; es decir, la discusión
sobre las construcciones se llevará a cabo estando el propietario en todo momento
en posesión del bien.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Esta regla guarda perfecta coherencia con el artículo 178° CC, que regula
la manera en que impacta el “plazo resolutorio” en los efectos generados por un
contrato (“Cuando el plazo es resolutorio, los efectos del acto cesan a su venci-
miento”), así como con el inciso 10 del artículo 1681° CC, que establece la obli-
gación del arrendatario de devolver el bien inmediatamente luego de vencido el
plazo (con lo cual está diciendo que el arrendamiento llega a su fin una vez cum-
plido el plazo).
Y, como para que no queden dudas de ello, el mismo artículo 1699° CC en
su parte final establece que, una vez concluido el plazo pactado por las partes, no
será necesario ningún aviso previo de ninguna de las partes para que el arrenda-
miento deje de producir efectos: “El arrendamiento de duración determinada con-
cluye al vencimiento del plazo establecido por las partes, sin que sea necesario
aviso previo de ninguna de ellas” (el énfasis es mío).
Hasta aquí, entonces, el artículo 1699° CC no deja lugar a dudas sobre la forma
como debiera ser aplicado a un caso concreto: si A (propietario) y B (arrendata-
rio) suscriben un contrato de arrendamiento con plazo de vigencia (“plazo reso-
lutorio”, para usar la terminología del artículo 178° CC) hasta el 31 de diciembre
de 2020, llegada esa fecha el contrato habrá quedado automáticamente sin efecto
legal, por lo que B, de mantenerse en posesión del bien, pasará a ser inmediata-
mente un poseedor precario (pues el título que lo habilitaba a estar en el bien –el
contrato de arrendamiento– habrá fenecido), sin que para ello sea necesario que el
propietario le haga llegar algún tipo de aviso o notificación judicial o extrajudicial.
Sin embargo, esta claridad comenzaba a desvanecerse con el artículo 1700° CC:
“Vencido el plazo del contrato, si el arrendatario permanece en el uso del
bien arrendado, no se entiende que hay renovación táctica, sino la continuación
del arrendamiento, bajo sus mismas estipulaciones, hasta que el arrendador soli-
cite su devolución, la cual puede pedir en cualquier momento”.
Si aplicamos este artículo al caso recién planteado, la solución sería diame-
tralmente opuesta: B no se habría convertido en precario el 1 de enero de 2021,
sino que mantendría aún su condición de arrendatario, pues no es que el contrato
haya vencido automáticamente (como lo decía el artículo 1699° CC), sino que,
al no habérsele solicitado la devolución del inmueble, el arrendamiento mantiene
vigencia y B conserva su estatus de arrendatario. Solo una vez que A solicite –no
necesariamente por escrito ni por conducto notarial– la devolución, el contrato
(recién) habrá vencido y solo a partir de ese momento B quedará convertido en un
poseedor precario y, como tal, obligado a la devolución del bien.
Nótese cómo las soluciones que nos brindan los artículos 1699° y 1700° CC die-
ran la impresión de ser antagónicas, y ello se ve graficado con claridad cuando res-
pondemos a la pregunta: ¿en qué momento B se convirtió en un poseedor precario?
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
Según el artículo 1699° CC, desde el 1 de enero de 2021; según el artículo 1700°
CC, desde el día siguiente en que A le solicite la devolución del bien.
Para solucionar este impase, es necesario hacer una lectura de las normas que
permita mantener la vigencia de ambas y sin que ello impida dar una respuesta
unívoca a la pregunta: ¿en qué momento un arrendatario se convierte en precario?
El artículo 1699º CC señala que: “El arrendamiento de duración determinada
concluye al vencimiento del plazo establecido por las partes, sin que sea necesa-
rio aviso previo de ninguna de ellas”. Una primera lectura podría llevar a pen-
sar que vencido el plazo del arrendamiento este finaliza, correspondiendo que el
arrendatario, automáticamente y sin necesidad de requerimiento de ningún tipo
por parte del arrendador, restituya el bien.
Sin embargo, nótese que la norma no dice que al vencimiento del plazo “con-
cluye el contrato de arrendamiento”, sino que concluye el “contrato de arrenda-
miento de duración determinada”. Es decir, transcurrido el plazo finaliza el arren-
damiento de duración determinada, pero subsiste el arrendamiento como tal, solo
que ya no tendrá una duración o plazo determinado. Por eso es importante tener
en cuenta que cuando el CC habla del “vencimiento del plazo” no se refiere a la
extinción total y definitiva de la relación jurídica de arrendamiento, sino única-
mente a la extinción de la relación jurídica del arrendamiento a plazo determinado.
Y esto quedaría corroborado con el artículo 1700º CC, que habla de la “con-
tinuación del arrendamiento en sus mismos términos una vez vencido el plazo
fijado por las partes.
La interpretación sistemática y finalista de ambas normas nos permite enton-
ces extraer la siguiente norma jurídica (entendida como el producto de la interpre-
tación de una disposición normativa): el vencimiento del plazo del arrendamiento
no da lugar a una liberación de las partes del vínculo contractual; se genera, más
bien, una continuación del arrendamiento en sus mismos términos, salvo en lo que
se refiere al plazo, que pasa a ser indeterminado, pues se le otorga arrendador la
posibilidad de solicitar en cualquier momento la devolución del bien.
Por ejemplo, si A y B firman un contrato de arrendamiento el 1 de enero de
2011 por un plazo de dos años, el contrato de arrendamiento de duración deter-
minada estará vigente hasta el 31 de diciembre de 2013. Si durante los meses de
enero y febrero de 2014 las partes continuaron ejecutando sus prestaciones, el
arrendamiento se mantendrá vigente y las partes deberán respetar todos los tér-
minos originalmente pactados en el contrato del 1 de enero de 2011, salvo en lo
que se refiere al plazo, por lo que no será necesario que se mantengan vinculados
por dos años más (no hay renovación tácita del plazo), pudiendo el arrendador
solicitar en cualquier momento la devolución.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
(119) TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. “Posesión precaria”. En: Revista Jurídica del Perú. Año 55, N° 62, mayo-junio,
2005, p. 10.
(120) “Es preciso distinguir si la legitimidad de la posesión supone necesariamente un título válido. En otras pala-
bras, cabe preguntarse si el título o causa jurídica de adquisición de la posesión es el elemento determinante
para la legitimidad de la misma. Creemos que la respuesta es negativa. Si bien es indispensable que el título
sea válido, puede haber posesiones ilegítimas a pesar de ello; esto es, la causa jurídica de la adquisición
puede ser inobjetable, pero podría ocurrir que el derecho transmitido esté viciado o sea defectuoso. Así por
ejemplo, ocurre cuando un usurpador da en arrendamiento el bien que ha usurpado. El título del arrendatario
es inobjetable porque su contrato lo es. Pero sin duda su posesión es ilegítima porque el arrendador carece
de derecho para dar en arrendamiento. Por consiguiente, para determinar la legitimidad de la posesión es
indispensable comprobar la absoluta validez del título y del contenido del derecho transmitido”: AVENDAÑO
VALDEZ, Jorge. “La posesión en el Código Civil de 1984”. En: Material de lectura. Derecho Civil III de la
UNMSM, 2006, pp. 93-94.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(121) LAMA MORE, Héctor. “¿Es precario quien posee un bien con título manifiestamente nulo?”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia Nº 28, enero, 2001.
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
(122) LAMA MORE, Héctor. “La posesión precaria y la posesión ilegítima”. En: Diálogo con la Jurisprudencia
N° 34, julio, 2001, pp. 49-64.
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
sino que incluso ahora podrá “declarar”, en la parte resolutiva de su fallo, dicha
nulidad (y consecuentemente con ello, amparar la demanda el desalojo).
De este modo, como consecuencia de lo dispuesto en el precedente 8 del
IX Pleno Casatorio, el precedente 5.3. del IV Pleno ha quedado redactado del
siguiente modo:
“Si en el trámite de un proceso de desalojo, el juez advierte la invalidez
absoluta y evidente del título posesorio, conforme lo prevé el artículo
220 del Código Civil, previa promoción del contradictorio entre las par-
tes, declarará dicha situación en la parte resolutiva de la sentencia y,
adicionalmente, declarará fundada o infundada la demanda de desalojo,
dependiendo de cuál de los títulos presentados por las partes es el que ado-
lece de nulidad manifiesta” (el énfasis es mío).
El cambio es considerable: con el IV Pleno la nulidad se “valoraba” en los con-
siderados; hoy, con el IX Pleno, dicha nulidad es “declarada” en la parte resolutiva.
¿Cuáles fueron las razones que invocó la Corte para modificar dicho
precedente?
“La necesidad de conciliar en la mayor medida posible la tutela de los inte-
reses generales que se ven perjudicados con la nulidad y la tutela de las
garantías procesales de las partes del proceso, así como las ventajas que, en
coherencia y economía procesal, determina la ‘declaración’ de la nulidad
manifiesta” (considerando 65 del IX Pleno).
De este modo, lo que ha buscado la Corte es que no existan soluciones con-
tradictorias entre lo valorado en el desalojo y lo que se resuelva posteriormente
en un proceso de conocimiento. Así, se quiere evitar que en el desalojo se valore
como válido el título posesorio del demandado y luego, en un proceso de nuli-
dad de acto jurídico, el demandante obtenga una sentencia que declara nulo ese
mismo título. O viceversa: evitar que un título valorado como nulo en el proceso de
desalojo sea usado posteriormente por el mismo demandado para ganar un pro-
ceso de reivindicación o de prescripción adquisitiva contra aquel que previamente
lo había desalojado.
Ahora bien, por un tema de coherencia en el discurso, considero que la Corte
debió también modificar el precedente 5.6 del IV Pleno, indicando que la usucapión
no solo podrá ser “valorada” por el juez del desalojo, sino también “declarada”
como tal en la parte resolutiva de la sentencia. De este modo se evitarían fallos
contradictorios (tal como se ha querido evitar tratándose de la validez/nulidad
del título posesorio del demandado). Por ejemplo, se evitaría que en el desalojo el
juez valore positivamente el argumento de usucapión del demandado y luego, en
el respectivo proceso de prescripción adquisitiva, la demanda sea desestimada.
Y viceversa, se evitaría que luego de haberse declarado fundado el desalojo por
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
(v) ¿Cuáles son los requisitos (además de tratarse de una nulidad “mani-
fiesta”) que deben cumplirse para que el juez del desalojo pueda
declarar la nulidad del título posesorio?
Que haya habido contradictorio entre las partes. Es decir, que la nuli-
dad haya sido materia de debate entre las partes dentro del proceso de
desalojo.
(vi) ¿El contradictorio sobre la nulidad del título posesorio debe gene-
rarse a pedido de la parte interesada (que sería el demandante en el
desalojo) o puede ser planteado de oficio por el juez?
En aplicación del artículo 220° CC, el juez, actuando de oficio, puede
sacar a la luz el tema, para que a partir de ello se genere el contradicto-
rio entre las partes.
(vii) ¿En qué momento debe darse el contradictorio sobre la nulidad
manifiesta?
Antes de realizar el saneamiento del proceso, a efectos de permitirle a las
partes formular excepciones procesales respecto de dicha nulidad: por
ejemplo, una excepción de cosa juzgada o excepción de litispendencia.
(viii) Teniendo en cuenta que la “acción” de nulidad prescribe a los diez años,
¿la parte interesada en que dicha nulidad no sea declarada (que sería
el demandado por desalojo) puede invocar la prescripción extintiva?
Este es un tema que no ha sido abordado por la Corte en el IX Pleno, por
lo que daré mi opinión personal sobre el particular.
Considero que si el demandado por desalojo, que se defiende mostrando
un título que adolece de nulidad, alega que dicha nulidad ya no puede ser
materia de debate en tanto ha transcurrido el plazo prescriptorio que el
CC establece (diez años), se le debiera contestar señalando que el plazo
prescriptorio está pensado para las demandas que buscan atacar un con-
trato por nulidad, mas no para las defensas que son ejercidas frente a
quien, valiéndose de un título nulo, pretende obtener un beneficio.
Es decir, el plazo prescriptorio de diez años aplica solo cuando la nuli-
dad se hace valer en vía de “acción” (cuando se demanda) y no cuando
se invoca como excepción sustancial o defensa de fondo. En este caso,
frente a aquel que pretende valerse de un contrato nulo para obtener un
beneficio (que vendría a ser el demandado por desalojo, que emplea el
acto nulo para no ser lanzado del bien), alguien se defiende (el deman-
dante del desalojo) invocando la nulidad de dicho contrato, con lo cual
no es que se esté “accionando” la nulidad (como demanda), sino excep-
cionando la misma (como forma de defensa).
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(123) Un análisis de cómo habría sido resuelto el I Pleno Casatorio si en aquella oportunidad (año 2007) los vocales
supremos hubiesen manejado el criterio que ha imperado al momento de resolver el IX Pleno, puede verse
en: PASCO ARAUCO, Alan. “Sentencia del IX Pleno Casatorio: un fallo que corrige, pero no redime”. En:
<http://www.parthenon.pe/mas/sentencia-del-ix-pleno-casatorio-un-fallo-que-corrige-pero-no-redime/>.
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validez del título del demandante; por ello debe desestimarse tal alegación
y dejarse a salvo el derecho de la parte demandada”.
La segunda posición es manifiestamente errada, en tanto en el IX Pleno la
Corte dejó en claro que un proceso sumarísimo no deja de ser un proceso plena-
rio, por lo que las partes no encuentran restricción en torno a las alegaciones que
puedan formular ni a los medios probatorios que pueden aportar, lo que conlleva
que la cognición del juez sobre la controversia sea plena o completa.
Así, con relación al grado de cognición del juez, la Corte indicó que los pro-
cesos pueden ser plenarios o sumarios. Los plenarios son aquellos en donde las
partes no encuentran restricción en torno a las alegaciones que podrían formular
y a los medios probatorios que podrían aportar, lo que conlleva que la cognición
del juez sobre la controversia sea plena o completa. Los procesos sumarios (o de
cognición sumaria), por el contrario, son aquellos en donde, por ley, se han limi-
tado las alegaciones que podrían formular las partes o los medios probatorios que
estas podrían aportar, lo que conlleva que la cognición del juez sobre la contro-
versia sea también limitada, por lo que esta clase de procesos se basa en un cono-
cimiento no definitivo o parcial o superficial.
Dentro de los procesos plenarios cabe distinguir tres tipos: i) los más amplios,
denominados plenos o de conocimiento propiamente dichos; ii) los intermedios,
en donde la capacidad y tiempo se ha reducido, y reciben el nombre de plenarios
rápidos o abreviados; y iii) aquellos cuya discusión se reduce a la prueba de uno
o dos hechos específicos, llamados plenarios rapidísimos o sumarísimos.
El desalojo es un proceso plenario rápido y, por ende, distinto a un proceso
sumario o de cognición sumaria. En el primero no existen limitaciones relativas
a las alegaciones ni a los medios probatorios que las partes podrían aportar; en
el segundo, sí. En el primero existe una cognición completa sobre la controver-
sia; en el segundo la cognición es limitada, por ello la sentencia que se emita en
el primero puede adquirir la calidad de cosa juzgada, mientras que la sentencia
recaída en el segundo, no. No se debe confundir, por ello, el “proceso sumarí-
simo” (como lo es el desalojo) con el “proceso sumario” (o de cognición sumaria).
Siendo el desalojo un proceso plenario, es plenamente factible realizar un control
de validez y eficacia de los títulos que las partes exhiben.
Por su parte, la primera posición tampoco se salva, en tanto si bien dice aplicar
el criterio del IX Pleno, termina resolviendo de un modo distinto: de acuerdo con
el IX Pleno, si el juez advierte la nulidad del título del demandante debe declararlo
en la parte resolutiva del fallo; por el contrario, el Pleno Jurisdiccional concluyó
–erróneamente– que la actuación del juez se limita a dar cuenta de dicha nulidad
en la parte considerativa (expresamente dice que “el juez lo evaluará en la parte
considerativa de la sentencia”).
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efectos de determinar cuál de ellas tiene el “derecho a la posesión”, sino que úni-
camente se limitará a constatar si el demandante fue indebidamente privado de la
posesión (no importaba si la ejercía producto de haber robado el bien), y de com-
probarse ello ordenará al despojante (no importan que se trate del mismísimo pro-
pietario) a devolverlo(124).
Ahora bien, como el propio artículo 601° CPC lo indica, el plazo para que
quien ha sufrido un despojo ilegítimo plantee el interdicto de recobrar es de un
año, contado desde que se produjo dicho despojo:
“La pretensión interdictal prescribe al año de iniciado el hecho que funda-
menta la demanda. Sin embargo, vencido este plazo, el demandante puede
ejercer su derecho a la posesión en un proceso de conocimiento”.
Ahora bien, ¿qué nos está queriendo decir el precedente 7 cuando cita al
artículo 601° CPC y establece el plazo de un año para interponer la demanda de
desalojo? Me parece que la intención de la Corte es que en aquellos casos en los
que una persona haya sido privada de la posesión contra su voluntad y de forma
ilegítima (pensemos en el caso de una invasión), contará con el plazo de un año
ya sea para interponer el interdicto de recobrar o la demanda de desalojo. A partir
del momento del despojo, el afectado tendrá el mismo plazo para poner en fun-
cionamiento uno u otro remedio, de tal forma que a quien se le haya vencido el
plazo para plantear el interdicto de recobrar, se le habrá vencido también el plazo
para interponer el desalojo. De ocurrirle ello, el único remedio que le quedará a
la parte afectada (en caso se trate de un propietario) será la acción reivindicatoria.
Tomando en cuenta ello, el precedente 7 no aplicaría a los siguientes casos
de precariedad:
• Supuestos de mediación posesoria que han llegado a su fin, en los que el
poseedor inmediato se niega a la restitución del bien. No aplicaría el pre-
cedente 7 en la medida que entre el poseedor inmediato que se niega a la
devolución y el poseedor mediato que exige la restitución, no ha habido
despojo que justifique el ejercicio de una acción interdictal. Muy por el
contrario, el poseedor inmediato entró en posesión del bien con la venia
del poseedor mediato.
• Persona que adquiere el derecho a ejercer la posesión de un bien cuando
este ya se encuentra en control del precario. Pensemos en quien com-
pra un inmueble cuya posesión viene ejerciendo un precario. Sería un
(124) Excluyo de estos casos a la defensa extrajudicial de la posesión, siempre que esta haya sido correctamente
ejercida. El propietario que ha recuperado su bien ejerciendo correctamente la defensa posesoria extrajudicial
(es decir, ciñéndose a los parámetros y cumpliendo con los requisitos que establece el artículo 920° CC) no
perderá frente al eventual interdicto de recobrar que el despojado plantee en su contra.
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El IV Pleno Casatorio Civil y la solución de los casos conflictivos
propiedad del bien por usucapión, lo cual implica que haya venido ejerciendo la
posesión por más de diez años. Ahora bien, gracias al precedente 7 podría ya no
ser necesario que el usurpador acredite haber estado en el bien diez años, sino úni-
camente por el plazo de un año, contado desde que se produjo el despojo contra
el hoy demandante por desalojo. Es decir, en este caso la defensa del demandado
no será la prescripción adquisitiva, sino la prescripción extintiva del derecho del
demandante de accionar el desalojo.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
variantes (por más pequeñas que sean) que presentan cada uno de ellos “obliga”
a nuestros magistrados a alejarse de los criterios vinculantes fijados por el Pleno.
En el capítulo siguiente, entonces, el lector podrá encontrar un concierto de
casos en los que la propia Corte, o bien contradijo los precedentes fijados en el
IV Pleno, o bien partió de las ideas expuestas en este último para, a partir de ello,
proponer soluciones novedosas (aunque no siempre correctas).
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CAPÍTULO IV
LA SITUACIÓN LUEGO DEL IV PLENO
CASATORIO: SENTENCIAS QUE LO
CONTRADICEN O COMPLEMENTAN
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La situación luego del IV Pleno Casatorio: sentencias que lo contradicen o complementan
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es más amplia, pues se le abre la puerta a todo aquel que acredite tener derecho
a la posesión y, por ende, derecho a que se le restituya el bien) sino también en lo
que puede ser materia de discusión y probanza al interior de cada uno de ellos.
El IV Pleno había hecho bien en admitir el análisis de nulidad y resolución
extrajudicial del título posesorio del demandado dentro del desalojo de forma
excepcional, cuando la nulidad resultaba manifiesta o cuando la resolución extra-
judicial había cumplido los requisitos formales y no presentaba mayor comple-
jidad, dejando fuera del desalojo –y derivándolos al proceso de reivindicación–
todos los demás casos en los que el demandado presentase un título cuya nulidad
o eficacia pretendiera ser controvertida o discutida.
La Sentencia elimina estos límites y nos deja en la incerteza absoluta, pues
si nos ceñimos a lo dicho en su Considerando Noveno, todo podría ser controver-
tido dentro del desalojo, con lo cual se vacía –injustificadamente– de contenido
a la reivindicación. ¿Cuándo plantear, entonces, un desalojo y cuándo una acción
reivindicatoria? Es un misterio sin resolver que la Sentencia nos ha dejado.
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La situación luego del IV Pleno Casatorio: sentencias que lo contradicen o complementan
(125) Artículo 1028° CC.- “Los derechos de uso y habitación se extienden a la familia del usuario, salvo disposición
distinta”.
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“Sétimo.- El ‘título’ [a que se refiere el art. 911º del CC] es el que emana
de un acto jurídico por el que se otorga al poseedor la propiedad, arren-
damiento, usufructo, uso, comodato, superficie, anticresis, entre otros,
del bien que detenta, y no nace del solo estado o condición familiar
del ocupante, como sería el ser hermano, padre, hijo, primo o cónyuge
–entre otros– del actual propietario del bien, o del anterior, inclusive”
(el énfasis es mío).
Y digo que esta reincidencia en el error es lamentable porque solos unos
cuantos considerandos después, la propia Corte sostuvo que la demandada tenía a
derecho a estar en el bien porque la Ley (y no un acto jurídico) le hacía extensible
el derecho de uso otorgado a favor de su conviviente por parte de la demandante:
“Décimo primero. (…) no obstante el carácter personal del derecho de
uso, la ley permite una excepción: El derecho de uso puede extenderse a
la familia del usuario, salvo disposición distinta, a tenor de lo prescrito
en el artículo 1028º del Código Civil (…) de lo expuesto se puede adver-
tir que el derecho de uso y habitación que otorgó la demandante a su
hijo se extiende por excepción, a la familia de este, es decir, a su con-
viviente (la demandada) y a sus menores hijos” (el énfasis es nuestro).
Si es la “ley” la que hacía extensible el derecho de uso a favor de la deman-
dada, entonces no estábamos ante un título derivado de un acto jurídico (título
negocial), sino ante un título legal. El problema es que la Corte, para no contradecir
al IV Pleno, parte de una premisa (“solo califican como títulos aquellos derechos
que se sustentan en un acto jurídico”) que no guarda relación con la conclusión
(“el título que legitima la posesión de la demandada deriva de la ley”).
Sin perjuicio de ello, y más allá de que la Corte se enrede en sus propios fun-
damentos, la conclusión es clara: para defenderse de un desalojo el demandado
puede mostrar un título que derive o bien de un acto jurídico (un contrato de arren-
damiento vigente, por ejemplo) o de la ley (la prescripción adquisitiva, el derecho
de retención o el derecho de uso vía extensión decretada por el artículo 1028° CC).
Y en el caso puntual del derecho de uso, siempre que se pueda acreditar su
otorgamiento y existencia a favor de alguien, la familia de este quedará también
protegida por extensión, salvo, claro está, que quien otorgó el derecho –y que
ahora pretende la devolución del bien– acredite que el mismo perdió vigencia. Un
ejemplo de ello sería el derecho de uso otorgado por un periodo determinado de
tiempo, el cual ya transcurrió: si esto puede ser acreditado en el proceso, enton-
ces el desalojo procederá tanto contra la persona a favor de quien originalmente
se concedió el derecho como contra su familia.
Lo mismo sucederá si es que en el acto de otorgamiento del derecho de uso
se hubiese acordado que este quedaría revocado a sola decisión unilateral del
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(126) A esta Comisión –según se refiere en la Casación– la Caja de Beneficios y Seguridad Social del Pescador le
habría hecho entrega provisional del Inmueble.
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(127) Téngase en cuenta que no es lo mismo hablar de un “derecho a la posesión” (posesión sustentada en un derecho)
que un “derecho de posesión”. En este último caso se le pretende dar a la posesión la categoría de “derecho real”,
algo que desde mi punto de vista resulta incorrecto, pues la posesión –como ya tuve oportunidad de demostrar
en el Capítulo I– antes que un “derecho” es un hecho jurídico. Mis críticas a una sentencia que reconoce un
inexistente “derecho de posesión” pueden verse en: PASCO ARAUCO, Alan. “El fantasma del mejor derecho
a la posesión y su deslinde con el interdicto de recobrar”. En: Actualidad Civil. N° 26, agosto, 2016.
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(128) Mi comentario a una sentencia casatoria en donde el demandado por desalojo trató de defenderse con un
certificado de posesión puede verse en: PASCO ARAUCO, Alan. “La defensa del poseedor precario en el
proceso de desalojo. ¿El certificado de posesión constituye título que justifique la permanencia en el bien?
La Corte Suprema se reivindica”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 119, enero, 2011.
(129) Definición contenida en la ratio decidendi contenida en el fundamento 41 del IX Pleno Casatorio Civil.
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por el propietario para plantear de forma exitosa una tercería de propiedad con-
tra el embargo inscrito:
“En los procesos de tercería de propiedad que involucren bienes inscritos, debe
considerarse, de conformidad con lo dispuesto en la segunda parte del artículo
2022º del Código Civil, en concordancia con los artículos 949º y 1219º inciso 1
del mismo cuerpo legal, que el derecho de propiedad del tercerista es oponible al
derecho del acreedor embargante, siempre que dicho derecho real quede acre-
ditado mediante documento de fecha cierta más antigua que la inscripción
del embargo respectivo” (el énfasis es mío).
Entonces, en la medida en que el IV Pleno –a diferencia del VII– no ha esta-
blecido a la “fecha cierta” como un requisito de eficacia del título con el que el
poseedor se defiende frente a una demanda de desalojo, mal hizo la Sala Superior
en pasar por alto el “Certificado de Adjudicación” que había presentado el deman-
dado para justificar su posesión.
Finalmente, debe tenerse en cuenta que el demandado pudo haber susten-
tado su derecho sobre el inmueble en la posesión prolongada que había venido
ejerciendo por un periodo superior a los 10 años (esta circunstancia fue invocada
por el demandado en su recurso de casación mas no así en su contestación de
demanda). Ahora bien, si el demandado pretendía impedir el desalojo basándose
en dicha posesión, no habría sido suficiente con invocarla, sino que habría tenido
que aportar el material probatorio necesario para generar en el juez la convicción
de que se trataba de un prescribiente (precedente vinculante contenido en el punto
5.6 del IV Pleno Casatorio).
En conclusión, estamos ante dos fallos (el de la Sala Superior y el de la
Corte Suprema) que dicen (ambos) aplicar el IV Pleno, cuando en realidad
lo contradicen: i) el fallo de la Sala Superior exige que el título de posesión
del demandado cuente con fecha cierta, algo que jamás se dijo en el IV Pleno;
y ii) el fallo de la Corte Suprema considera que cualquier título mediante el
cual se le haya hecho entrega de la posesión a alguien es suficiente para impe-
dir el desalojo, cuando en realidad el IV Pleno exige que dicho título otorgue
el “derecho a poseer”.
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que esta última restituya la posesión del inmueble ubicado en la manzana 3148,
lote 16 (también denominado jirón Diana, manzana B, lote 20) de la urbanización
Santa Modesta, del distrito de Santiago de Surco, provincia y departamento de
Lima (en adelante, el inmueble).
Los argumentos de la demandante fueron los siguientes:
i. El inmueble formó parte de un área de 30,000.00 m2 (en adelante, el pre-
dio matriz), inscrito en la Partida Nº 44702924 del Registro de Propie-
dad Inmueble de Lima, el cual fue de propiedad de su padre. Al fallecer
este, el predio matriz pasó a ser de la demandante y sus ocho hermanos,
declarados todos ellos como herederos universales.
ii. Posteriormente, el 26 de agosto del año 2011 se realizó la inscripción de
la habitación urbana y la independización de los lotes construidos sobre
el predio matriz, uno de los cuales fue el inmueble, el cual se le asignó
la Partida Registral N° 12714901.
iii. El 25 de mayo del 2012 se inscribió la escritura pública de división, par-
tición y adjudicación mediante la cual la demandante pasó a ser la única
propietaria de 18 lotes, entre ellos el inmueble.
La demandada se defendió señalando lo siguiente:
i. Poseía el inmueble a título de propietaria, al haberlo adquirido de Juan
Mauro Torres Manco mediante minuta de compraventa de fecha 14 de
julio de 1995, como consecuencia de lo cual edificó sobre el terreno una
fábrica de material noble, que constituye su vivienda;
ii. El predio matriz que en su momento fue de propiedad del padre de la
Demandante, le fue expropiado a este;
iii. Mediante Resolución N° 1206-2011-RASS de fecha 9 de noviembre del
2011, se declaró nula la habilitación urbana realizada sobre el predio
matriz, por lo que todas las independizaciones realizadas en mérito a
dicha habilitación (entre ellas, la independización del inmueble a nom-
bre de la demandante) carecen de efecto legal.
En primera instancia se declaró la improcedencia de la demanda, en tanto el
juez consideró que habiéndose anulado en la vía administrativa la partida registral
en donde la demandante figuraba como propietaria del inmueble, este había vuelto
a ser de copropiedad de la demandante y sus 8 hermanos, por lo que aquella no
podía accionar individualmente a efectos de recuperar la posesión.
La Sala Superior, por el contrario, consideró que era la demandada quien no
había acreditado tener título posesorio válido sobre el inmueble, pues el derecho
de propiedad que invocaba a su favor había sido desestimado previamente en un
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(130) Ahora, si lo que busca el demandante es que se determine cuál de los dos títulos de propiedad es oponible
frente al otro (es decir, cuál de ellos es “mejor”), ello no podrá ser discutido ni resuelto dentro del desalojo,
debiendo acudir a una acción reivindicatoria o a un proceso de mejor derecho de propiedad.
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(131) Artículo 100° del Decreto Legislativo N° 1049.- “El notario certificará la entrega de cartas e instrumentos
que los interesados le soliciten, a la dirección del destinatario, dentro de los límites de su jurisdicción, dejando
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(133) De darse este caso, el interesado en recuperar la posesión deberá plantear una demanda de resolución de
contrato (ya no una de desalojo), solicitando –como pretensión accesoria– que el inmueble le sea devuelto.
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La norma que nos ayuda a determinar esto es el artículo 1374º CC, según
el cual las comunicaciones contractuales (entre ellas, aquella mediante
la cual se declara resuelto un contrato) se consideran conocidas (y, por
ende, surten efectos) cuando llegan a la dirección del destinatario, salvo
que este pruebe que estuvo, sin su culpa, en la imposibilidad de cono-
cer la comunicación.
Imaginemos, por ejemplo, que el demandado por desalojo sostiene que no
llegó a conocer la carta resolutoria porque su hermano la recibió y nunca
llegó a entregársela. ¿Este argumento hace complejo el caso y, por ende,
el juez debe desestimar la demanda? Considero que no, pues la carta nota-
rial llegó al domicilio consignado en el contrato, por lo que se presume
conocida y, por ende, la resolución deberá surtir todos sus efectos.
Por el contrario, imaginemos que la carta fue recibida en la mañana por
el guardián del edificio, pero este muere antes de entregarla. Determinar
si esta circunstancia realmente se produjo e imposibilitó al destinatario
tomar conocimiento de la comunicación, sí podría requerir un análisis
mucho más amplio, lo cual convertiría al caso en complejo y obligaría al
juez a tener que desestimar la demanda de desalojo para que el tema sea
discutido en un proceso sobre reconocimiento de resolución extrajudicial.
En el Caso Solano se acreditó que la carta notarial fue dirigida al domi-
cilio consignado por el propio Solano en la compraventa, sin embargo,
el día de la notificación apareció alguien diciendo que Solano ya no vivía
en dicha dirección. Asumamos por un momento que realmente esta per-
sona no fue enviada por Solano y voluntariamente (sin que nadie se lo
pidiera) engañó al notificador diciéndole que Solano no vivía ahí(134). ¿Es
responsable Solano de este engaño?
Si se considera que sí, entonces el caso no puede considerarse complejo:
si Solano era responsable de lo que pasaba en el inmueble, debe darse
por bien hecha la notificación, pues la “imposibilidad” de conocer la
comunicación le es imputable (es decir, fue su culpa).
Por el contrario, si se considera que Solano no tuvo ninguna responsabili-
dad en que alguien se hiciera pasar por él y negara que vivía allí, entonces
deberá considerarse como que la comunicación nunca llegó a destino por
lo que la resolución no se produjo y la compraventa se mantendría vigente.
¿Cuál es la interpretación correcta? Desde mi punto de vista, el que alguien
aparezca diciendo que el destinatario no vive allí no puede considerarse
(134) Tengamos en cuenta que luego quedó acreditado que Solano sí vivía en dicha dirección, pues la invitación a
conciliar fue recibida sin inconvenientes.
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La situación luego del IV Pleno Casatorio: sentencias que lo contradicen o complementan
como una situación que complejice el tema y, por ende, que frustre el de-
salojo, porque si eso se va a tomar como válido entonces se acabaron las
cartas notariales resolutorias: cualquier persona que sepa que lo pueden
notificar con la resolución o se muda sin decirle nada a su contraparte o,
simplemente, envía a un dependiente a abrir la puerta y le pide que diga
que ya no vive ahí. Si por el solo hecho de que ocurra esto, los jueces van
a considerar que el caso se volvió complejo, entonces todas las demandas
de desalojo sustentas en resoluciones de contrato serán desestimadas.
Y en el caso de Solano el análisis era aún más sencillo, porque quedó
acreditado que al momento de la notificación de la carta resolutoria
Solano sí vivía en el inmueble, pues una segunda notificación (aquella
mediante la cual Solano fue invitado a conciliar) fue recibida sin incon-
venientes. Si es que quedó acreditado que en todo momento Solano vivió
en el inmueble, ¿es creíble que un buen día alguien, sin que nadie se lo
pida, abra la puerta negado que ese sea su domicilio?
A ello se le debe agregar que en la propia compraventa las partes esta-
blecieron que las notificaciones hechas en las direcciones consignadas
surtirían plenos efectos, con lo cual cada una de las partes asumió el
riesgo de lo que pudiese ocurrir ante eventuales notificaciones. De ello
dejó constancia la propia Corte en el Considerando Sexto de la Casación:
“Del mismo modo, la cláusula décimo primero (de la compraventa)
establece que toda comunicación o notificación que, con motivo del
presente contrato deba ser cursada a cualquiera de las partes, se
entenderá válidamente efectuada si esta es dirigida a los domicilios
consignados en la introducción del presente documento. Cualquier
modificación a los domicilios indicados, deberá ser notificada a la
otra parte, con una anticipación no menor de tres días hábiles. En
caso contrario, toda comunicación o notificación realizada a los
domicilios indicados en la introducción del presente documento,
se entenderá válidamente efectuada para todos los efectos. Se con-
cluye entonces, que la cláusula resolutiva expresa, solo producirá
sus efectos de pleno derecho cuando las causas sean imputables al
comprador, bastando una comunicación por parte del vendedor de
resolver el contrato en el domicilio señalado en el contrato que los
vincula”.
El precedente que ha marcado la Corte con esta sentencia genera una
incertidumbre absoluta, cuando lo que se debió haber hecho fue todo lo
contrario: establecer de manera contundente que todo aquel que consigna
su domicilio en un contrato y establece que el mismo será vinculante para
todo lo relacionado con este, asume una posición de garante respecto de
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(137) La Corte se preocupó por enfatizar que, si bien producto de dicho apartamiento, lo normal hubiese sido que
termine actuando en sede de instancia a efectos de pronunciarse sobre el fondo de la controversia –tal como
lo dispone el segundo párrafo del artículo 396 del Código Procesal Civil–, las particularidades que presentaba
el caso exigían que la causa sea devuelta a la Sala Superior, a fin de que este órgano jurisdiccional cumpla
con las indicaciones descritas en los fundamentos de la casación, pues solo así podía alcanzarse, de forma
adecuada, la efectividad del precedente establecido en el IV Pleno Casatorio.
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(138) Un análisis detallado sobre el derecho de superficie y la excepción que este representa respecto de la regla
romana de la superficie solo cedit, puede verse: PASCO ARAUCO, Alan. Derechos Reales. Análisis de la
jurisprudencia de la Corte Suprema. Gaceta Jurídica, Lima, 2017, pp. 367-403.
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(139) Artículo 942° CC.- “Si el propietario del suelo obra de mala fe, la opción de que trata el artículo 941° (com-
prar el terreno u obligar al dueño del suelo a que le pague el valor de la construcción) corresponde al invasor
de buena fe, quien en tal caso puede exigir que se le pague el valor actual de la edificación o pagar el valor
comercial actual del terreno”.
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(140) Ley de Regularización de Edificaciones, del Procedimiento para la Declaratoria de Fábrica y del Régimen de
Unidades Inmobiliarias de Propiedad Exclusiva y Propiedad Común.
(141) Cuyo Texto Único Ordenado fue aprobado por Decreto Supremo N° 035-2006-VIVIENDA.
(142) En efecto, según el artículo 134° del Reglamento el terreno sobre el que está construida la edificación no solo
es un bien común, sino que es un bien común de naturaleza intransferible.
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(143) De acuerdo con el artículo 42° del Reglamento de la Ley N° 27157, el Reglamento Interno debe contener,
obligatoriamente –y entre otras cosas– los porcentajes que a cada propietario corresponden en la propiedad
de los bienes comunes, de acuerdo al criterio adoptado por el Reglamento Interno, a fin de atender los gastos
que demanden los servicios comunes, la conservación, mantenimiento y administración de la edificación, y
en las votaciones para adoptar acuerdos en las Juntas de Propietarios.
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lo que es declarado rebelde. ¿El juez deberá dar por resuelto el contrato y ordenar
el desalojo automáticamente? Responder afirmativamente implicaría darle validez
a una resolución que no se ajusta mínimamente a lo dispuesto ni en el contrato ni
en la ley. El análisis de fondo respecto de la validez de la resolución deberá lle-
var al juez a la conclusión que la obligación por la que el vendedor ha pretendido
resolver el contrato no es una que ni el contrato ni la ley le imponga a un compra-
dor, con lo cual su incumplimiento no justifica la resolución. Siendo así, el juez
deberá desestimar la demanda de desalojo.
En conclusión, aun cuando el IV Pleno diga algo distinto, siempre deberá
haber un análisis de fondo respecto de la resolución extrajudicial que sirve de sus-
tento a una demanda de desalojo. La Casación, por ello, contradice al IV Pleno,
en tanto la Corte no se limitó a determinar si la Compraventa contenía o no una
cláusula resolutoria o si es que la carta resolutoria había sido debidamente notifi-
cada, sino que además se preocupó por constatar que el demandado haya incum-
plido con el pago del precio de venta y que esa hay sido la razón para declarar la
resolución del contrato.
En conclusión, estamos, sin duda, ante una Casación que contradice al IV
Pleno, pero me parece que es una contradicción saludable, en tanto permite resol-
ver los casos de resolución extrajudicial y desalojo de la forma más acorde con la
realidad de los hechos.
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(144) Artículo 2012° CC.- “Se presume, sin admitirse prueba en contrario, que toda persona tiene conocimiento
del contenido de las inscripciones”.
(145) Artículo 2013° CC.- “El contenido del asiento registral se presume cierto y produce todos sus efectos, mientras
no se rectifique por las instancias registrales o se declare su invalidez por el órgano judicial o arbitral mediante
resolución o laudo firme”.
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contrario, ellos se consideraban dueños de la totalidad del bien y con base en ello
justificaban su posesión.
En segundo lugar, la accesión aplica cuando, sin existir una relación jurídica
entre el constructor y el dueño del terreno, el primero edifica sobre este último.
Las normas de accesión establecen distintas soluciones dependiendo del estado
subjetivo con que actuó cada una de las partes en conflicto:
(i) Mala fe del constructor (sin importar la buena o mala fe del dueño del
suelo): lo edificado pasa gratuitamente a favor del dueño del terreno,
quien puede también exigir la demolición de lo edificado a costa del
constructor;
(ii) Buena fe del constructor y buena fe del dueño del suelo: este último puede
elegir entre quedarse con todo el bien pagando el valor de la construc-
ción o vender la totalidad del bien al constructor, debiendo este pagar el
valor del terreno; y
(iii) Buena fe del constructor y mala fe del dueño del suelo: es al constructor
a quien le corresponde alguna de las opciones detalladas en el numeral
(ii), es decir, él podrá optar entre quedarse con todo el bien pagando el
valor del suelo, o exigir al dueño del suelo a que se quede con la totali-
dad del bien pero pagando el valor de lo construido.
En el caso materia de análisis, por el contrario, sí existía una relación jurídica
entre el demandante y los demandados (la compraventa), lo cual imposibilitaba la
aplicación de las reglas de accesión(146).
En conclusión, ninguna relación guardaba con el caso las normas de acce-
sión, por lo que mal hizo la Corte en amparar la demanda por considerar que la
accesión no podía ser materia de debate en un desalojo (¡los demandados nunca
pidieron la accesión!). Desde mi punto de vista, lo adecuado hubiera sido que la
Corte Suprema analice (y rechace) el argumento empleado por la Sala Superior
para desestimar la demanda, el cual consistió en que los demandados conserva-
ban la propiedad de la edificación ya que la compraventa había tenido como objeto
únicamente el terreno.
Lo dicho por la Sala Superior demuestra que aún no queda claro para muchos
de nuestros magistrados que la edificación y el terreno se encuentran en una rela-
ción de “parte integrante - bien principal” (tal como ocurre con la pintura respecto
de la pared o las manecillas respecto de un reloj), por lo que aquella (la edificación)
(146) Esto lo he desarrollado en extenso en: PASCO ARAUCO, Alan. “Resolución de compraventa y restitución
del bien. ¿Incluye las construcciones realizadas por el comprador?”. En: Gaceta Civil & Procesal Civil.
N° 46, abril, 2017, pp. 13-22.
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(147) Sobre el particular pueden verse las dos sentencias casatorias vinculadas al derecho de superficie, que he
analizado a detalle en: PASCO ARAUCO, Alan. Fraude inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa
legal de la propiedad. Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
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Nótese, entonces, que aquí no se discutía la validez del título del demandante
(algo que desde mi punto de vista –y como ya tuve oportunidad de explicar en su
momento(148) – es perfectamente factible en un desalojo, pues además encuentra
respaldo en lo resuelto por el Pleno Jurisdiccional Distrital Civil de Huánuco del
2017(149)), sino su eficacia, pues habiendo celebrado una compraventa con quien
–supuestamente– no era el propietario (Sr. Ugarelli), su título de adquisición no
debía de producir efectos jurídicos.
¿Y qué relación hay entre este caso y lo resuelto en la Casación N° 2156-
2014-Arequipa que comenté previamente? De acuerdo con esta última, en un
desalojo sí es posible analizar el defecto en el título del demandado por haber
adquirido de quien no tenía el derecho a poseer, mientras que en el presente caso
ese mismo defecto se habría presentado con relación al título del demandante.
Entonces, la pregunta cae por su propio peso: ¿El criterio fijado en la Casación
N° 2156-2014-Arequipa, con relación a los defectos en el título del demandado
que pueden ser analizados en un desalojo, aplica también cuando lo que se pone
en tela de juicio es el título del demandante?
Esta es una interrogante que el IV Pleno no ha resuelto y que la Corte
Suprema, a través de sentencias posteriores, ha puesto sobre el tapete. Espere-
mos que futuros pronunciamientos nos vayan dando luz sobre el particular. Yo, por
mi parte, me mantengo en la posición que sustenté cuando comenté la Casación
N° 2156-2014-Arequipa: la misma rigurosidad con que el juez del desalojo exa-
mina el título del demandado, debe ser aplicada cuando corresponda analizar el
título del demandante; es decir, si la Corte va comenzar a realizar, sobre el título
posesorio del demandado, análisis de validez y eficacia (algo con lo que no estoy
de acuerdo, pues terminaría borrando de un plumazo las diferencias entre el de-
salojo y la acción reivindicatoria), el mismo examen deberá hacer con relación al
título que exhibe el demandante a efectos de acreditar que cuenta con el derecho
a que se le restituya la posesión del bien.
(148) Remito al lector a la conferencia que sobre este tema brindé en su momento, y que puede ser consultada en:
<https://legis.pe/evaluar-titulo-accionante-valido-proceso-desalojo-ocupante-precario-via-sumarisima-ix-
pleno/>.
(149) El lector podrá encontrar mis comentarios a dicho Pleno en el Capítulo III.
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(150) La reversión se hace sin la obligación del Estado de reembolsar al afectado, salvo que la adjudicación haya
sido a título oneroso y en el contrato mismo se haya pactado dicho reembolso.
(151) Las causales de resolución son las siguientes: (i) no haber concluido con la habilitación urbana y no haber
construido hasta el 29 de diciembre del año 2000 una vivienda para habitarla; (ii) haber subdividido el lote;
(iii) haber edificado contraviniendo la zonificación y el uso asignado al terreno; (iv) haber transferido el predio
a terceros antes del término de cinco (5) años, contados a partir de la fecha de suscripción del contrato de
adjudicación; y (v) no residir ni haber fijado residencia o domicilio habitual en el lote de terreno adjudicado
en el término de tres (3) años, contados a partir de la fecha de la entrega del terreno.
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(152) El PECP es, para el caso en particular, la entidad encargada de ejecutar las acciones orientadas y destinadas
a programas de vivienda del Estado.
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XIV. CONCLUSIÓN
El IV Pleno Casatorio, tal como he desarrollado a lo largo del presente capí-
tulo, tiene aciertos –no reconocerlos sería mezquino– pero no deja de presentar
vacíos, desaciertos y contradicciones. Enhorabuena sus puntos positivos, pero
ello no debe cegarnos ante sus falencias, frente a las cuales corresponde –por una
cuestión de honestidad intelectual y rigor en el análisis– alzar la voz y proponer
soluciones o guías de interpretación que respondan adecuadamente a la pugna de
los intereses que se enfrentan.
Aparentemente la propia Corte Suprema ha sido consciente de ello, lo cual la ha
incentivado a emitir diversas sentencias que, con posterioridad al IV Pleno, lo han
contradicho o complementado. Todos estos fallos –incluidos los temas discutidos
en los plenos jurisdiccionales– no hacen sino mostrarnos cómo los casos resueltos
por el IV Pleno, antes que haber quedado zanjados, mantienen plena movilidad.
Las distintas variantes (por más pequeñas que sean) que presenta cada caso
en particular ha obligado (y seguirá obligando) a nuestros magistrados a adaptar
los criterios vinculantes fijados por el IV Pleno a cada realidad particular. Todo
esto lleva a una conclusión: un Pleno Casatorio no es una invitación a la parsi-
monia ni una excusa para el reposo intelectual; la realidad siempre superará los
“criterios vinculantes” que un Pleno pueda fijar y es este desfase entre norma
(jurisprudencial) y realidad la que debe incentivar al operador jurídico a estar en
constante estudio y actualización; solo a través del constante análisis podremos
estar a la altura de las circunstancias y dar una respuesta sólida e ingeniosa a los
distintos casos que la realidad nos ponga al frente.
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CAPÍTULO V
EL PRECARIO CON TÍTULO FENECIDO
Y EL CONTRATO DE ARRENDAMIENTO:
UN DOLOR DE CABEZA CRÓNICO
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(154) MÜHL, BürgerlichesGesetzbuch, citado por FUENTESECA, Cristina. La posesión mediata e inmediata.
Ob. cit., p. 86.
(155) La única excepción a esta “voluntariedad” estaría representada por el arrendamiento que surge por mandato
legal como consecuencia del vencimiento del plazo originalmente establecido por las partes. En este caso
en particular, se forma la mediación posesoria sin que haya habido un acuerdo voluntaria y conscientemente
asumido por las partes. Sobre esta situación (que nuestro CC denomina “continuación del arrendamiento” y
que se encuentra regulada en el artículo 1700° CC) me pronunciaré detenidamente en los siguientes puntos
del presente Capítulo.
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El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
de que deban respetar los topes o límites máximos fijados por la ley). Cada vez que
se celebra un contrato de mediación posesoria y las partes establecen el plazo de
su vigencia, lo que están haciendo es valerse de una modalidad del negocio jurí-
dico denominado “plazo resolutorio”, el cual se encuentra regulado en el artículo
178° CC:
“Cuando el plazo es resolutorio, los efectos del acto cesan a su vencimiento”
Lo que usualmente se denomina en los contratos de mediación posesoria
como “plazo de vigencia” o “plazo de duración”, no es otra cosa que el pazo reso-
lutorio del que nos habla el Libro II del CC. Al introducir en un contrato dicha
modalidad negocial, lo que las partes están haciendo es declarar su intención de
quedar vinculadas jurídicamente solo durante cierto periodo de tiempo. Es decir,
vencido el plazo resolutorio el contrato deja de tener eficacia jurídica o, lo que es
lo mismo, se produce su “fenecimiento”.
Es sumamente importante tener esto muy claro, porque si estamos diciendo
que al vencimiento del plazo resolutorio el contrato fenece, entonces la conclusión
lógica es que el poseedor inmediato (arrendatario, usufructuario, superficiario,
etc.) deja de ser tal y pasa a convertirse en un poseedor precario, y como tal obli-
gado a cumplir con la restitución de la posesión (quedando expuesto a la posibili-
dad de ser demandado por desalojo de no cumplir con tal obligación).
Ahora bien, ¿cómo es que se produce este “fenecimiento” del contrato? Es
decir, ¿qué debe ocurrir para que el poseedor inmediato pase a ser un poseedor
precario? ¿Debe haber algún tipo de comunicación en la que el poseedor mediato
informe a su contraparte que el plazo ha vencido y, por ende, que está obligado a
la devolución del bien? ¿Dicha comunicación deberá ser hecha de forma escrita?
¿Habrá que recurrir a la vía notarial?
Todas estas interrogantes quedan resueltas con una lectura sencilla del artículo
178° CC: la norma es clara en el sentido de que el solo vencimiento del plazo
genera que los efectos del contrato cesen; es decir, el contrato fenecerá inme-
diatamente una vez que el plazo resolutorio (o plazo de vigencia, como suele ser
denominado) llegue a su fin, sin necesidad de que las partes se cursen algún tipo
de comunicación o aviso.
Tomando en cuenta ello, entonces, el poseedor inmediato pasará a conver-
tirse automáticamente en un poseedor precario (y, por ende, quedará expuesto a
la posibilidad de ser demandado por desalojo) en el instante en que venza el plazo
resolutorio pactado en su respectivo contrato.
Con esto no pretendo negar que las partes, al momento de la negociación
del contrato, podrían acordar algo distinto. Por ejemplo, en el contrato de usu-
fructo con plazo resolutorio de 12 meses, se podrá acordar que transcurrido dicho
periodo de tiempo el usufructuario solo estará obligado a la devolución del bien
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
una vez que el usufructuante se lo haya solicitado por conducto notarial. En este
caso, las partes, en ejercicio de su autonomía privada, habrán suspendido para un
momento posterior al vencimiento del plazo la conversión del poseedor inmediato
en un precario, de modo tal que solo con la notificación del pedido de restitución
el usufructuario estará obligado a devolver el bien.
Sin embargo, si las partes no establecieron una estipulación de este tipo, a
todos los contratos de mediación posesoria se les aplicará la regla general contenida
en el artículo 178° CC, por lo que el contrato fenecerá (y, por ende, el poseedor
quedará convertido en un precario y como tal expuesto a una eventual demanda
de desalojo) en el instante en que el plazo de vigencia llega a su fin.
Con lo dicho hasta aquí no he agotado aún el análisis, pues bien podría ocurrir
que al momento de la celebración del contrato las partes no hayan fijado un plazo
de duración. Sería un error considerar que en este caso el contrato se entiende
celebrado por el plazo máximo legal (por ejemplo, 10 años en caso estemos ante
un arrendamiento o 30 tratándose de un usufructo). Lo cierto es que la ausencia
del plazo al momento de la celebración del contrato no acarrea un vicio que afecta
su validez o eficacia, por lo que no es necesario que la ley (a través de sus plazos
máximos) supla la voluntad de las partes y pase a integrar el contrato.
Por ello, en estos el contrato quedará celebrado a plazo indeterminado, sién-
dole de aplicación lo dispuesto por el artículo 1365° CC:
“En los contratos de ejecución continuada que no tengan plazo convencio-
nal o legal determinado, cualquiera de las partes puede ponerle fin mediante
aviso previo remitido por la vía notarial con una anticipación no menor de
treinta días. Transcurrido el plazo correspondiente el contrato queda resuelto
de pleno derecho”.
Lo que hace este artículo es otorgar a las partes de un contrato de mediación
posesoria en el que no se ha incorporado un plazo resolutorio, un derecho de
desistimiento, de tal forma que cualquiera de ellas, en cualquier momento y sin
necesidad de justificar o fundamentar su decisión, comunique a la otra su decisión
de dejar sin efecto el contrato, generando con ello su fenecimiento y quedando,
ambas, liberadas de las distintas situaciones jurídicas creadas por él.
Entiéndase, por ello, que este desistimiento no es otra cosa que una excep-
ción a la regla de vinculatoriedad de los contratos, consagrada en el artículo 1361°
CC (“Los contratos son obligatorias en cuanto se haya expresado en ellos”), y que
consiste en un negocio jurídico unilateral mediante el cual una de las partes del
contrato dispone que el mismo fenezca o deje de producir efectos jurídicos. Es así
como el desistimiento implica el ejercicio de un derecho potestativo (es decir, se
ejerce incluso contra la voluntad o negativa de la contraparte) que le ha sido atri-
buido por el propio contrato o por la ley.
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(156) Artículo 1833° CC.- “El depositario que tenga justo motivo para no conservar el bien puede, antes del plazo
señalado, restituirlo al depositante, y si éste se niega a recibirlo, debe consignarlo”.
(157) Artículo 1769° CC.- “El locador puede poner fin a la prestación de servicios por justo motivo, antes del
vencimiento del plazo estipulado, siempre que no cause perjuicio al comitente. Tiene derecho al reembolso
de los gastos efectuados y a la retribución de los servicios prestados”.
(158) Artículo 1786° CC.- “El comitente puede separarse del contrato, aun cuando se haya iniciado la ejecución
de la obra, indemnizando al contratista por los trabajos realizados, los gastos soportados, los materiales
preparados y lo que hubiera podido ganar si la obra hubiera sido concluida.
(159) Artículo 59° CPDC.- “El consumidor tiene derecho a la restitución inmediata de las prestaciones materia del
contrato de consumo en aquellos casos en que el proveedor haya incurrido en alguna de las prácticas indica-
das en el artículo 58 [método comercial agresivo o engañoso], cualquiera sea la modalidad de contratación
empleada.
Para tal efecto, el consumidor cuenta con un plazo de siete (7) días calendario, contados a partir del día en que
se produjo la contratación del producto o servicio, o desde el día de su recepción o inicio de su ejecución, lo
que ocurra con posterioridad, sin perjuicio de su derecho a ejercer las acciones administrativas pertinentes
conforme a las disposiciones del presente Código o a solicitar la anulación del contrato en la vía jurisdiccional
correspondiente.
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un plazo adicional de 30 días (desde que la devolución le fue solicitada) para que
desocupe el bien. Si las partes fijaron desde un inicio la vigencia de la relación
contractual, no existe justificación para obligarlos a quedarse vinculados por un
plazo adicional de 30 días. Sin embargo, y como ya dije, las partes siempre ten-
drán plena libertad para establecer en el contrato una regulación distinta; así por
ejemplo, podría pactarse que una vez comunicada la intención de alguna de ellas
de ponerle fin al contrato, deberá transcurrir determinado número de días (10, 20,
30 o 40) para que recién allí se entienda concluido el arrendamiento.
En conclusión:
(i) La regla para todos los contratos de mediación posesoria (usufructo,
uso, comodato, superficie, etc.) es que el transcurso del plazo resolutorio
genera automáticamente su extinción o fenecimiento. Inmediatamente
luego de transcurrido el plazo de vigencia fenece el título de posesión y
el poseedor pasa a tener la condición de poseedor precario;
(ii) La excepción está en el artículo 1700º CC y aplica solo para el caso del
contrato de arrendamiento: si luego de transcurrido el plazo resolutorio
el arrendatario permanece en posesión del bien, habrá continuación de la
relación jurídica pero ahora por un plazo indeterminado, que finalizará
cuando cualquiera de las partes dé aviso a la otra sobre su intención de
dejar sin efecto el contrato. Entonces, vencido el plazo del contrato de
arrendamiento el arrendatario no deviene automáticamente en poseedor
precario; pasará a tener tal condición solo cuando alguna de las partes
haya dado aviso a la otra comunicando su intención de dejar sin efecto
el arrendamiento.
Dicho esto, corresponde analizar ahora los problemas y confusiones que esta
particular regulación del contrato de arrendamiento genera en el proceso de de-
salojo y la posesión precaria.
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La primera parte de esta segunda ponencia es correcta: dado que una vez
transcurrido el plazo pactado por las partes, el arrendamiento continúa vigente
con un plazo indeterminado, no corresponde demandar el desalojo por precario,
sino el desalojo por la causal de vencimiento del plazo original.
Sin embargo, la segunda parte de la ponencia contradice a la primera: si se
le exige al arrendador enviar la carta al inquilino dando por concluido el arrenda-
miento, entonces el título del arrendatario fenecerá y, por ende, el desalojo deberá
sustentarse en la causal de posesión precaria y ya no en la de vencimiento del plazo
del contrato. Como ya indiqué, el artículo 1704º CC diferencia el desalojo con-
tra el arrendatario cuyo plazo determinado ya venció, pero a quien aún no se le
solicitó la restitución del bien, del desalojo contra el exarrendatario (y, por ende,
precario), a quien ya se le formuló dicho pedido de devolución. Si queremos que
el primer supuesto de desalojo mantenga autonomía respecto del segundo, enton-
ces no debiera exigírsele al arrendador –como presupuesto para el desalojo– que
envíe ninguna comunicación previa al inquilino, pues de hacerlo ya pasaríamos
a estar, automáticamente, en el segundo supuesto de desalojo.
En total fueron siete los grupos de trabajo, y en la interna del Grupo 3 se
generó una tercera ponencia:
“Que, vencido el plazo como condición resolutoria del acto jurídico de arren-
damiento, fenece el título por el que se autoriza la posesión, por tanto este último
tiene la condición de precario; igualmente si al vencimiento del plazo no se exige
la restitución del bien, debe asumirse la continuación del mismo conforme a lo
dispuesto por el artículo 1700° del Código Civil, por lo que a la exigencia del
arrendador para que el bien sea restituido a su favor, a partir de ese momento el
arrendatario se convierte en precario por lo que en ambos supuestos, la acción es
de desalojo por ocupación precaria”(160).
Quisiera dar cuenta de algunos errores (groseros) en los que incurre esta ter-
cera ponencia:
i. No se entiende la referencia que se hace al “plazo como condición resolu-
toria del acto jurídico de arrendamiento”. O algo es plazo (hecho futuro
y cierto) o es condición (hecho futuro e incierto), pero no puede ser las
dos cosas al mismo tiempo. Cuando un contrato de mediación posesoria
contempla un plazo de vigencia, claramente estamos ante un plazo reso-
lutorio y no ante una condición, pues se tiene la certeza de que ocurrirá
el evento que hará que el contrato deje de producir efectos;
(160) He transcrito literalmente la Ponencia, por lo que los errores de redacción no me son imputables.
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El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
“Tras la emisión del IV Pleno Casatorio Civil, ¿ha quedado impedido el arren-
dador de interponer demanda de desalojo por vencimiento de contrato cuando ya
realizó el requerimiento (carta notarial) de restitución del bien, o es facultativo
que lo haga valer por esa causal o por ocupación precaria?”.
Voy a ejemplificarlo para que quede más claro: imagínese que “A” es arrenda-
dor y “B” arrendatario. El plazo del contrato fue de un año y este ya transcurrió.
Hace una semana “A” le envió una carta notarial a “B” exigiéndole la entrega del
bien, pero este se niega. “A” desea plantear una demanda de desalojo.
El Pleno Nacional se pregunta: ¿“A” está impedido de demandar el desalojo
por vencimiento de contrato? ¿“A” puede optar –facultativamente y a su libre
elección– por demandar el desalojo por vencimiento de contrato o por ocupa-
ción precaria?
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(162) POZO SÁNCHEZ, Julio. “Precario y desalojo por vencimiento de contrato”. En: <http://laley.pe/
not/4373/precario-y-desalojo-por-vencimiento-de-contrato>; PRETEL ALONZO, Efraín. “Dos vías
vigentes para la restitución de bienes: vencimiento de contrato y precario”. En: <http://laley.pe/not/4398/
dos-vias-vigentes-para-la-restitucion-de-bienes-vencimiento-de-contrato-y-precario>.
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razón para permanecer en posesión del bien. Lo que no se puede sostener es que
“A” tiene el derecho de optar entre demandar el desalojo o el pago del precio de
venta: ambas pretensiones son contradictorias, pues lo primero (pretensión de de-
salojo) supone que el contrato ya quedó resuelto; lo segundo (pretensión de pago
del precio) implica que el contrato se mantiene vigente. En la misma contradic-
ción se incurre cuando se pretende darle al arrendador el derecho de “elegir” entre
causales de desalojo que resultan contradictorias.
Otro argumento que pretende justificar que el arrendador elija entre el desa-
lojo por precario o por vencimiento de plazo ha sido el siguiente: ambas preten-
siones buscan lo mismo (recuperar la posesión), por lo cual el demandante tiene
derecho a optar por cuál camino seguir.
Según este razonamiento, entonces, el hecho de que la finalidad sea la misma
justifica que la causal a invocar no tenga mayor importancia. Siguiendo ese crite-
rio, un contrato en donde no hubo manifestación de voluntad de una de las partes
debería ser atacado, a elección del demandante, por cualquiera de las 8 causales
que regula el CC, porque como todas ellas buscan lo mismo (que se declare la
nulidad) entonces la causal a invocarse carece de relevancia. Y lo mismo aplicaría
cuando alguien pretenda divorciarse: como al margen de la causal invocada siem-
pre se busca lo mismo (obtener la disolución del vínculo matrimonial) el deman-
dante podría optar a su libre elección por cualquiera de las causales de divorcio.
Claramente, un criterio como este no es admisible.
En conclusión, el desalojo por precario (contra el exarrendatario) y el desa-
lojo por vencimiento del plazo del contrato (contra el aún arrendatario) son figu-
ras incompatibles: la una excluye a la otra, por lo que si ya se convirtió a alguien
en precario entonces no corresponde demandarlo invocando su condición de
arrendatario.
Pero a todo esto, hay una pregunta de fondo no ha sido respondida: ¿por qué
razón se le quiere dar al arrendador este derecho de elección?
Entiendo que lo que se busca es que el arrendador que ya solicitó la devolu-
ción del bien –y con ello convirtió al arrendatario en precario– no esté “conde-
nado” a iniciar su demanda ante un JE, quedando expuesto a la posibilidad de que
su caso llegue vía casación hasta la Corte Suprema. Si se le permite demandar el
desalojo por vencimiento del plazo el proceso iniciará ante un JPL y con ello se
ahorraría mucho tiempo de litigio.
Sin embargo, a esta misma finalidad se puede llegar con una adecuada inter-
pretación del Código Procesal y sin necesidad de confundir conceptos, tal como
expliqué en el acápite 6.2 del presente Capítulo: es cierto que al solicitar extraju-
dicialmente la devolución del bien el arrendatario queda convertido en precario,
pero ello no excluye que el desalojo se pueda plantear ante un JPL, pues la renta
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El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
que en su momento pactaron las partes (renta histórica) es la que deberá ser tomada
en cuenta a efectos de determinar si el caso inicia ante el JPL (solo si dicha renta
supera las 50 URP el caso deberá iniciar ante el JE)(164).
Por ello, se incurre en un grosero error cuando se sostiene que:
“En los procesos de desalojo (…) no existen rentas vigentes: en el caso del
vencimiento de contrato, vencido el plazo ya no hay renta; en caso del precario,
concluido el arrendamiento, ya no hay renta; e incluso en la falta de pago, el arren-
datario dejó de pagar, por lo que no hay renta actual. Sin embargo, nadie cuestio-
naría que en el primer y último caso existe cuantía. ¿Existe alguna diferencia con
el segundo caso? Ninguno”(165).
Los errores son manifiestos, como paso a detallar:
(i) El autor sostiene que en un arrendamiento con plazo vencido no existe
renta: Falso. El CC es clarísimo cuando establece que al vencimiento del
plazo el contrato se mantiene “bajo sus mismas estipulaciones”, y ello
obviamente incluye a la renta (lo único que no se mantiene es el plazo
original, pues el arrendamiento queda convertido en un contrato a plazo
indeterminado).
(ii) El autor sostiene que en un arrendamiento en donde el inquilino deja de
pagar la renta, esta no existe más. Falso. ¿Acaso puede depender del arren-
datario moroso el determinar que se extinga la renta? Obviamente no. El
incumplimiento no puede permitirle al incumplidor dar por extinguido
el contrato (y con ello la renta). Si el arrendatario persiste en el incum-
plimiento y el arrendador opta por no resolver el contrato, entonces este
se mantiene vigente y la renta sigue existiendo. Tan simple como eso: el
hecho de que se incumpla el pago de la renta no la extingue como con-
cepto, del mismo modo que el incumplimiento en el pago del precio de
venta no implica que el contrato deje de tener un precio.
Entonces, en estos dos casos sí existe renta vigente, y, por ende, no son igua-
les al caso del exarrendatario que ha pasado a ser precario. Sin embargo, ello no
excluye que en los tres casos, ya sea con renta vigente o renta “histórica”, esta deba
tomarse como referencia para determinar la competencia del juez del desalojo.
En conclusión, en un arrendamiento por 1500 soles de renta en donde el arren-
dador ya solicitó extrajudicialmente la devolución del bien, la causal de desalojo
será la de posesión precaria, y el juez competente será el JPL. Para llegar a esta
(164) Esto lo he explicado en detalle en: PASCO ARAUCO, Alan. “¿Desalojo por precario o por vencimiento de
contrato? ¿Ante Juez de Paz o Juez Especializado? ¡Qué ha hecho el Pleno Nacional Civil!”. En: <http://legis.
pe/desalojo-precario-vencimiento-contrato-juez-paz-juez-especializado-pleno-nacional-civil/>.
(165) PRETEL ALONZO, Efraín. Ob. cit.
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irremediablemente, a las puertas del Poder Judicial, pues será este el único camino
que le quede para obtener la restitución de aquello que le pertenece. Nadie, en su
sano juicio, puede afirmar que esta es la solución idónea a los problemas de un
arrendador.
En conclusión, no es cierto que el Pleno Nacional –por sí mismo– no sea
aplicable a los ACA. Teóricamente, la forma de “burlar” la conclusión del Pleno
Nacional es: (i) incluir en el arrendamiento una cláusula de allanamiento; (ii) no
exigir extrajudicialmente la devolución; y (iii) no invitarlo a conciliar. A nivel
práctico, sin embargo, esto dista mucho de ser una solución.
(169) Y de contener el arrendamiento una cláusula resolutoria, la misma podrá ser activada para el mismo fin.
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1. Primer argumento en defensa del “desalojo por falta de pago”: dura lex,
sed lex
Por las consecuencias relevantes que trae el determinar si existe o no el de-
salojo por falta de pago de la renta, no debieran admitirse (a favor de ninguna de
las posiciones en disputa) argumentaciones fútiles del tipo “la ley así lo dice y por
ende debe ser respetada”. Sin embargo, y por increíble que parezca, a estas alturas
del partido, cuando la hermenéutica jurídica ha alcanzado importantes niveles de
desarrollo, se insiste en este tipo de argumentaciones.
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(170) PRETEL ALONZO, Efraín. “¿Es cierto que no existe la causal de ‘falta de pago de renta’?”. En: <https://
legis.pe/es-cierto-no-existe-causal-falta-pago-renta-respuesta-alan-pasco/>.
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(171) PINTO OLIVEROS, Sheraldine. “Breves notas críticas sobre la simulación en el Código Civil peruano a la
luz del Derecho Comparado”. En: Themis. N° 70, 2017, pp. 31-41.
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(iii) Artículo 207° CC: “La anulación del acto por error no da lugar a indem-
nización entre las partes”.
Este artículo, al igual que los otros dos previamente analizados, con-
tiene, aparentemente, una claridad inequívoca. Según él, si al momento
de la celebración de un contrato, una de las partes manifestó su volun-
tad movida por un error que resulta esencial y conocible para su contra-
parte, y como consecuencia de ello el contrato termina siendo anulado,
entonces los daños generados para cualquiera de las partes como conse-
cuencia de tal anulación no serán resarcibles.
El texto es aparentemente clarísimo y no dejaría lugar a dudas: no hay
lugar a resarcimiento entre las partes. Pero, ¿realmente es así? ¿Qué ocu-
rre si aplicamos el “dura lex, sed lex” que plantea Pretel? No solo deja-
mos sin protección a una serie de intereses que merecerían el respaldo
del sistema jurídico, sino que también rompemos completamente con la
coherencia interna del CC.
El tema ya ha sido advertido por una atenta doctrina que (a diferencia de
Pretel) no se queda en una aplicación mecánica y literal de la ley, sino que
va más allá, buscando que el proceso interpretativo de la norma arroje
un resultado coherente con el resto de la normativa:
“Resulta claro que si durante las tratativas una de las partes sufre un
vicio y la otra se percata de ello, esta última debe revelar la existen-
cia del mismo y evitar de este modo la invalidez del contrato. Si no lo
hace, viola abiertamente el principio de la buena fe y, por consiguiente,
lo establecido en el artículo 1362° del Código Civil vigente. Siendo
eso así y en aras de mantener un mínimo de coherencia en el sistema,
resulta claro que el artículo 207º del Código Civil no puede aplicarse
literalmente.
En efecto, el referido artículo no puede exonerar de responsabilidad a
quien advirtiendo el error del declarante decide guardar silencio, en lugar
de evitar la invalidez del contrato. Por consiguiente, a no ser que no se
quiera dar valor alguno al contenido del artículo 1362º del Código Civil
y se esté dispuesto a pasar por alto la mala fe, la regla contenida en el
artículo 207º debe ser reinterpretada.
Tomando en cuenta lo hasta aquí expuesto, propongo, pues, reducir,
a través del recurso de la interpretación restrictiva, el ámbito de
aplicación del artículo en cuestión, de modo tal que la exoneración de
responsabilidad que prevé solo opere cuando ambas partes han actuado
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(174) ESCOBAR ROZAS, Freddy. “Apuntes sobre la responsabilidad por ineficacia contractual (El caso del artículo
207 del Código Civil peruano)”. En: Themis. Nº 49, 2004, pp. 153-160.
(175) PRETEL ALONZO, Efraín. Ob. cit.
(176) WROBLEWSKI, Jerzy. “Creación del Derecho e interpretación”. Traducción española de Eugenio Bulygin.
En: El lenguaje del Derecho. Homenaje a Genaro R. Carrió. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1983, p. 479.
(177) MIRAUT MARTÍN, Laura. “Reflexiones en torno a la doctrina del sentido claro de los textos jurídicos”. En:
Anuario de Filosofía de Derecho. Nº XIX, enero, 2002, pp. 377-378.
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El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
problema de oscuridad. Se dijo por ello que “si la interpretación de las disposi-
ciones jurídicas tiene su origen en la falta de claridad que ofrece su significado,
cuando esta falta de claridad no se produce, no tiene ningún sentido plantearse
la realización de interpretación, dado que no se puede aclarar, ni tan siquiera se
puede pretender aclarar, lo que ya está claro”(178).
Esto último está representado, precisamente, por el brocardo romano in cla-
ris non fit interpretatio (o doctrina del sentido claro de los textos jurídicos), la
cual concibe a la interpretación del derecho como una actividad prioritariamente
reparadora de la falta de claridad de las disposiciones jurídicas.
Esta es la doctrina en la que se basa Pretel (aunque probablemente sin tener
idea de su existencia) cuando sostiene que los artículos 585° y 591° CPC no requie-
ren interpretación porque “son del todo claros”. Sin embargo, Pretel no ha consi-
derado el error –puesto de manifiesto hace ya bastante tiempo por Giovanni Tare-
llo– del cual parte tal (equivocada) idea.
En efecto, la doctrina del in claris non fit interpretatio es consecuencia de
una defectuosa comprensión de la relación que guarda la interpretación jurídica
con el propio contenido normativo de los textos jurídicos que se interpretan. La
teoría tradicional de la interpretación jurídica la ha entendido como el descubri-
miento o el esclarecimiento del significado de las normas jurídicas(179). Frente a
esta idea, Giovanni Tarello ha propuesto otra mucho más eficaz, consistente en la
consideración de que la norma “no precede como dato, sino que sigue como pro-
ducto, al proceso interpretativo”(180). Se destaca, así, la función que corresponde
al intérprete como persona que determina el contenido normativo de las dispo-
siciones jurídicas y a la interpretación como operación dirigida a establecer algo
que hasta después de realizado el proceso interpretativo no existía: la norma jurí-
dica. Esta no se confunde, por consiguiente, con el documento normativo, sino
que constituye el resultado al que se llega a través de la realización de la interpre-
tación del propio documento normativo. El documento normativo y el sujeto que
le atribuye significado constituyen así los “elementos necesarios” de la interpre-
tación del Derecho(181).
En este mismo sentido se ha dicho –algo que también desconoce Pretel– que
“la crisis del positivismo jurídico ha contribuido bastante a crear una situación de
cuestionamiento de sus tesis fundamentales (se refiere a la doctrina del in claris
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
non fit interpretatio], porque la idea de claridad de los textos responde perfecta-
mente al planteamiento y a los presupuestos teóricos positivistas. La “normalidad”
del Derecho se correspondía así perfectamente con la idea de la interpretación
como indagación de un sentido ya dado y con la de la aplicación automática de la
norma de sentido claro. Hoy arrecian, sin embargo, las críticas contra la doctrina
del sentido claro de los textos no solo desde los autores críticos con el positivismo
jurídico, sino también desde quienes asumen de uno u otro modo la dimensión
activa de la interpretación del Derecho”(182).
Tenemos, por ejemplo, entre los filósofos del Derecho, a Luis Prieto Sanchís,
quien nos habla de la “decadencia de aquel principio”, que en su opinión “no obe-
dece a que haya dejado de creerse en la posibilidad de leyes claras, sino de modo
principal a que ya no se concibe la interpretación como una tarea meramente inte-
lectiva y descubridora de un significado propio e independiente de los enunciados
normativos”(183). Coincide con este punto de vista Rafael de Asís Roig, quien señala
que “prácticamente la totalidad de los estudios sobre la interpretación tienden a
recalcar que la claridad de las normas es algo que viene después de la interpreta-
ción y no antes”(184).
Todo ello parece desconocerlo Pretel, y por eso se anima a defender una posi-
ción que toma como base –aunque sin saberlo, probablemente– una doctrina que,
con el correr de los años, ha ido perdiendo terreno producto de los avances en los
estudios de Filosofía del Derecho.
Es más, Pretel también desconoce los denominados “efectos perversos” que
trae consigo la doctrina en la que se apoya. “No hay duda de que la creencia gene-
ralizada en la claridad de determinados textos jurídicos facilita mucho las cosas
desde el punto de vista del funcionamiento del Derecho. Cuanto más claro se con-
sidere un texto más fácil es su aplicación y la obediencia al mandato que contiene.
En este sentido, la doctrina del sentido claro de los textos jurídicos podría pensarse
que cumple una función positiva, aunque para ello sea necesario reformular la idea
de claridad de los textos como uniformidad de las reacciones de los receptores de
los mensajes normativos que llevan estos textos”(185). Sin embargo, “entender así
las cosas supone asumir una ficción sin base real, cuyos efectos resultan enorme-
mente negativo. Estamos de acuerdo en este punto con la opinión que dice que
la doctrina del sentido claro de los textos no es desde luego inocente. Ello es así,
sobre todo, por la función de ocultación o disimulación que cumple en el mundo
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El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
jurídico. En efecto, las acciones y decisiones que toman los diferentes operado-
res jurídicos e incluso el hombre de la calle en tanto que destinatario general de
las disposiciones jurídicas, pueden disimular bajo la apariencia de la aplicación
automática de la ley que sugiere el principio de la claridad de los textos jurídicos
la adopción de su postura personal, ocultando la diversidad de opciones de actua-
ción que se le ofrecían en función de la diversidad de interpretaciones posibles.
En este sentido, se ha identificado a la falsa transparencia de los textos jurídicos
como el abrigo, aparentemente más inocente, detrás del cual se puede disimular
el ejercicio dogmático de un poder que entiende ocultar los motivos reales de sus
decisiones y sustraerlas a todo control verdaderamente racional, así como a toda
discusión”(186).
En conclusión, es sumamente irresponsable defender una posición tomando
como referencia doctrinas que ya han sido ampliamente rebatidas. Lo mínimo que
se debe hacer cuando se pretende sustentar una posición es conocer la fortaleza de
los principios o postulados sobre los cuales se construye la argumentación, porque
de lo contrario caemos en razonamientos vacíos como las que nos propone Pretel.
Y como si todo esto no fuera suficiente, hay algo incluso más llamativo con
relación a la postura de Pretel sobre el particular. El propio Pretel parece no haberse
percatado que la causal que defiende (desalojo por falta de pago de la renta) no es
del todo clara, y requiere de un importante ejercicio interpretativo para poder ser
aplicada en la práctica. Con un ejemplo esto quedará del todo claro.
Pensemos en un contrato de usufructo celebrado entre A (propietario) y B
(usufructuario). Se pacta un plazo de 24 meses y una renta mensual de US$ 5,000.
Durante los meses 6, 7, 8, 9 y 10, B incumple con el pago de la renta y A, sin
haber resuelto el contrato, lo demanda por desalojo invocando la causal de “falta
de pago”. ¿Procede la demanda?
El tema no es tan sencillo, porque para responder dicha interrogante primero
debemos dar respuesta a otra pregunta: ¿El desalojo por la causal de falta de pago
de la renta aplicaría para todo contrato de mediación posesoria (arrendamiento,
usufructo, uso, habitación, superficie, etc.) o solo es factible de ser invocada para
los arrendamientos?
Aunque Pretel desconozca los aspectos básicos y elementales de la hermenéu-
tica jurídica e insista con el brocardo in claris non fit interpretatio lo cierto es que
incluso las normas del CPC que regularían al desalojo por falta de pago deben ser
interpretadas para poder dar respuesta a la interrogante planteada.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Por un lado tenemos al artículo 591° CPC, el cual hace referencia, de forma
genérica, al “desalojo que se sustenta en la causal de falta de pago”, con lo cual
diera la impresión que esta “causal” estaría pensada para todos los contratos de
mediación posesoria. Sin embargo, el artículo 585° CPC se refiere al desalojo
por la falta de “pago de arriendo”, con lo cual se estaría limitando al contrato de
arrendamiento.
Entonces, si consideramos aisladamente al artículo 585º CPC, el legislador no
habría regulado el desalojo por falta de pago para el contrato de usufructo; por el
contrario, si leemos autónomamente el artículo 591° CPC, no habría ninguna duda
(al menos para quienes sostienen que existe esta causal de desalojo) que el usu-
fructuante podría pedir el desalojo porque no se le ha pagado la renta convenida.
¿Cuál es la interpretación correcta? ¿El desalojo por falta de pago aplicaría
solo para el contrato de arrendamiento o incluye a todos los contratos de media-
ción posesoria?
Yo, particularmente, me inclinaría por la primera interpretación (entiéndase
que con ello no estoy afirmando que exista el desalojo “por falta de pago”; úni-
camente estoy haciendo este ejercicio para que quede claro cómo el artículo 585°
CPC no es un texto claro y sí requiere de interpretación). Son tres las razones que
me llevan a concluir ello.
Primera razón: El artículo 585° CPC comienza hablando del desalojo por
falta de pago de arriendo, con lo cual estaría encasillando dicha causal para el
contrato de arrendamiento. Entonces, si ya el artículo 585° CPC fijó la pauta, el
artículo 591° CPC (que es posterior) debería ser leído en consonancia con dicha
pauta, limitando, por ello, la causal de falta de pago al contrato de arrendamiento.
Segunda razón: Para todos resulta claro que el tipo contractual que más está
vinculado a los procesos de desalojo es el arrendamiento, y consciente de ello, el
legislador del CPC, en el Subcapítulo referido al “Desalojo”, ha hecho continuas
referencias al arrendamiento, y no así a tipos contractuales, como es el caso del
usufructo. Atendiendo a ello, no sería extraño que al regular el (mal denominado)
“desalojo por falta de pago de la renta”, la intención del legislador procesal haya
sido restringir la figura para los contratos de arrendamiento.
Tercera razón (esta sería la razón más determinante de todas): Si conclui-
mos que el desalojo por falta de pago de la renta aplica para todos los contratos de
mediación posesoria (incluido, por supuesto, el arrendamiento), entonces se gene-
raría una inconsistencia mayúscula, pues el artículo 585° CPC permite acumular
a la demanda de desalojo por dicha causal la pretensión de pago del arriendo
adeudado. Es decir, la posibilidad de esta acumulación se daría solo con ocasión
del contrato de arrendamiento, y no así para cualquier otro contrato de media-
ción posesoria.
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Ahora bien, alguien podría sostener –para salir del paso– que no es que el
CPC esté incompleto, pues el desalojo por “falta de pago de la renta” se entenderá
activado desde el instante en que se haya producido el retraso en dicho pago. Es
decir, si en un arrendamiento por 24 meses se ha acordado que la renta se pagará
el día 20 de cada mes, y resulta que en el mes 5 el inquilino se ha retrasado un
día, entonces el arrendador podría demandar el desalojo por cuanto ya estaríamos
ante una “falta de pago de la renta”.
Una interpretación de este tipo, sin duda alguna, resultaría absurda, pues esta-
ríamos diciendo que un evento (el incumplimiento del pago de la renta por un día)
que no le permite al arrendador resolver el contrato (pues para poder resolverlo
el incumplimiento debe ser de por lo menos de 2 meses y 15 días) sí le permite
obtener algo (la devolución del bien) que formalmente solo es posible conseguir
una vez que el contrato ha quedado resuelto.
Es decir, lo que legalmente le está vetado al arrendador conseguir (recupe-
ración del bien) a través del máximo remedio posible (resolución del contrato), le
estaría permitido a través de una medida que mantiene con vida al contrato (de-
salojo por falta de pago).
La incongruencia sería absoluta, por lo que un razonamiento de este tipo no
puede ser avalado.
En conclusión, la pretendida causal de “desalojo por falta de pago” está incom-
pleta, lo cual la hace absolutamente inaplicable. Por ello, antes que plantear de
cualquier manera –sin una base sólida ni argumentos coherentes– la existencia
de una causal de desalojo (falta de pago de la renta) respecto de la cual no se tener
certeza de cómo se aplica, en qué momento y ante qué tipo de incumplimiento,
lo adecuado es reconocer que el legislador cometió un error, y allí cuando habló
del desalojo por “falta de pago”, a lo que en realidad se refería era al desalojo por
la “resolución del arrendamiento por falta de pago”.
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que la pretendida autonomía no es más que una ilusión, pues al estar incompleta
la “causal” defendida por Pretel, su aplicación en la práctica se hace inviable.
Y como si todo esto no fuera ya suficiente para descartar la existencia del “de-
salojo por falta de pago de la renta”, esto ha sido confirmado por los dos últimos
cambios normativos que están referidos al desalojo y que han entrado en vigencia
con posterioridad al CPC. Me refiero a la denominada “cláusula de allanamiento
a futuro” como al “desalojo notarial”.
El artículo 594° CPC regula la denominada “cláusula de allanamiento” en
los siguientes términos:
“En los contratos de arrendamiento de inmuebles, con firmas legalizadas ante
notario público o juez de paz, en aquellos lugares donde no haya notario público,
que contengan una cláusula de allanamiento a futuro del arrendatario, para la res-
titución del bien por conclusión del contrato o por resolución del mismo por
falta de pago conforme a lo establecido por el artículo 1697º del Código Civil, el
juez notifica la demanda al arrendatario para que, dentro del plazo de seis días,
acredite la vigencia del contrato de arrendamiento o la cancelación del alquiler
adeudado” (el énfasis es mío).
Nótese cómo las dos causales para el desalojo en este caso son: (i) la conclu-
sión del contrato; y (ii) la resolución del contrato por falta de pago.
Esto quiere decir que el arrendador primero deberá haber procedido con la
resolución del contrato producto del incumplimiento en el pago de la renta, para
luego de ello presentar su demanda de desalojo. Es decir, en tanto el desalojo se
fundamente en esta causal, el arrendador demandante deberá acreditar haber
resuelto previamente el contrato.
Es decir, ni por asomo se menciona al desalojo por “falta de pago de renta”,
sino que, correctamente, se toma dicha situación para generar la resolución del
contrato, que es lo que finalmente autoriza a proceder con el desalojo.
Lo mismo ocurre con el denominado proceso único de desalojo regulado
en el Decreto Legislativo N° 1177 –que comentaré a detalle en el Capítulo VI–,
en donde se hace referencia, como causal para demandar el desalojo, no al mero
incumplimiento del pago de la renta, sino a la resolución contractual sustentada
en el incumplimiento de dicha obligación:
Cláusula 14.2:
“El desalojo procede por terminación el contrato, por cualquiera de las siguien-
tes causales:
(…)
271
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
272
El precario con titulo fenecido y el contrato de arrendamiento
273
CAPÍTULO VI
LOS DESALOJOS ESPECIALES EN EL
ORDENAMIENTO JURÍDICO PERUANO
(188) Cabe señalar que empleo aquí el término “desalojo” de un modo no técnico, sino más bien en el sentido que
le otorga la RAE, esto es, como la acción de sacar o hacer salir de un lugar a alguien o algo.
275
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Esta norma reprodujo al artículo 830° del Código Civil de 1936, el cual a su
vez tomó el modelo de la defensa posesoria extrajudicial del BGB(189) de finales del
siglo XIX(190). Los principales aspectos de la defensa posesoria extrajudicial, tal
como originalmente la teníamos regulada en el artículo 920° CC eran los siguientes:
a) La ejercía necesariamente el poseedor, es decir, quien se encontraba efec-
tivamente en control del bien.
b) La ejercía cualquier poseedor, independientemente de si contaba o no
con un derecho que respalde su posesión, es decir, la podía ejercer tanto
el poseedor legítimo como el ilegítimo.
c) No había ninguna restricción para que esta defensa posesoria pudiera ser
ejercida incluso contra el mismísimo propietario, en caso este hubiese
pretendido recuperar el control del bien prescindiendo de los caminos
institucionalmente diseñados para tal fin (esto es, el proceso judicial).
d) No debía mediar intervalo de tiempo entre el ataque y la defensa, es decir,
debía haber “inmediatez”. Por ello, si el poseedor dejaba transcurrir algún
tiempo, por breve que sea, sin ejercer su derecho de repeler la fuerza con
la fuerza, más tarde ya no podía ejercerlo y solo le quedaba el recurso de
las acciones judiciales. Sin embargo, esto último fue relativizado por la
Policía, pues cada vez que alguien solicitaba su apoyo para materializar
la defensa extrajudicial, aquella solía exigir que no hubiese transcurrido
un plazo mayor de 24 horas de producido el despojo contra el cual ahora
se pretendía reaccionar.
e) La norma no diferenciaba el tipo de bien respecto del cual cabía la defensa
extrajudicial; es decir, esta se aplicaba por igual para un terreno sin cons-
trucción, una casa de dos pisos o un celular.
f) El que ejerciera la defensa extrajudicial debía abstenerse de emplear aque-
llos mecanismos que no estuvieran justificados por las particulares cir-
cunstancias en las que se produjo. Por ejemplo, si a una persona alguien
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
(191) En adelante, me referiré al actual artículo 920° CC, tal como este quedó redactado producto de la entrada en
vigencia de la Ley, como “el actual 920° CC” o simplemente como “el 920° CC”. En cambio, cuando quiera
referirme al 920° CC antes de la Ley, usaré la expresión “el original 920° CC”.
(192) RONQUILLO PASCUAL, Jimmy. “La nueva –y desnaturalizada– defensa posesoria extrajudicial”. En: Gaceta
Civil & Procesal Civil. Nº 13, julio, 2014. pp. 85-86.
277
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Considero, por el contrario, que el actual 920° CC –al igual que el original–
es genérico cuando señala que el poseedor podrá “repeler” la fuerza que se emplee
contra él, independientemente de si esta fuerza se llega o no a materializar en un
despojo. Es más, notemos cómo el 920° CC solo establece como una posibilidad
que el poseedor resulte desposeído (“si fuere desposeído”); por ende, solo “si lle-
gara a ser desposeído” el afectado se valdrá de la defensa extrajudicial para “reco-
brar” el bien; por el contrario, si no hay despojo, entonces únicamente será nece-
sario hacer uso de la defensa a efectos de “repeler la fuerza empleada contra él”.
Siendo así, en tanto el 920° CC asume al despojo como un escenario posible,
mas no necesario, podemos concluir que la defensa extrajudicial podrá ser ejer-
cida: (i) frente a despojos que determinaron una pérdida de la posesión en perjui-
cio del afectado; y (ii) frente a actos perturbatorios de la posesión que no llegaron
a concretarse en un despojo.
Habiendo hecho esta aclaración, pasaré ahora sí a detallar los cambios más
importantes que ha introducido la Ley con relación al original artículo 920° CC,
aprovechando la oportunidad para, además, aclarar ciertos puntos que podrían
no estar del todo claros debido a la (en algunos casos) confusa redacción en que
ha incurrido el legislador.
278
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
279
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(193) Como ya indiqué el desarrollar los alcances del IV Pleno Casatorio (ver el Capítulo III), la Corte Suprema,
frente a un supuesto de despojo, ha establecido que el afectado tiene el plazo de 1 año para interponer tanto
el respectivo interdicto de recobrar como la demanda de desalojo. Transcurrido dicho periodo de tiempo solo
podrá accionar judicialmente a través de la acción reivindicatoria.
(194) Todos hemos sido testigos –gracias a los medios de comunicación– de desalojos mal llevados que terminaron
con la muerte (o la grave afectación de la integridad física) de alguna de las personas involucradas.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
será la defensa posesoria extrajudicial (dentro de los 15 días desde que se ente-
raron del despojo) o no será nada(195). Nuevamente, entonces, el sistema jurídico
los empuja a optar por la acción por mano propia, convirtiendo lo que debiera ser
una excepción, en una regla general.
(195) Aunque claro, siempre tendrán la posibilidad de solicitarle al propietario que les arrendó o usufructuó que
ejerza la acción reivindicatoria. Ahora bien, y en honor a la verdad, los afectados difícilmente se inclinarán
por esta opción.
(196) Exposición de Motivos de la Ley.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(199) MERINO GUTIÉRREZ, Javier. “La posesión”. En: DELGADO DE MIGUEL, Juan Francisco (Coordinador).
Instituciones de Derecho Privado. Tomo II: Reales, Volumen 2. Europa Notario-Civitas, Madrid, 2003,
pp. 27-31.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
No tendría ningún sentido sostener que con este párrafo la finalidad del legis-
lador ha sido darle a los afectados el plazo de 10 años para recuperar extrajudicial-
mente sus bienes, pues con ello se estaría dejando sin efecto el plazo que expresa-
mente el propio 920° CC establece para dicha defensa extrajudicial.
¿Cómo entender, entonces, las referencias hacen el segundo y último párrafo
del 920° CC al hecho de que no habrá posibilidad de ejercer la defensa posesoria
extrajudicial frente al poseedor favorecido con la prescripción adquisitiva?
La respuesta es muy sencilla: en estos casos será irrelevante que el afectado
con el despojo recién haya tomado conocimiento del mismo, pues aun estando
dentro de los 15 días, no habrá posibilidad de desalojar extrajudicialmente al
actual poseedor (que ya se convirtió en propietario gracias a la usucapión). Así,
pensemos en el propietario que se fue del país hace 11 años, periodo de tiempo
durante el cual un invasor ha venido ejerciendo la posesión. Acaba de apersonarse
al inmueble y se encuentra con dicho poseedor. Formalmente tendría 15 días para
ejercer la defensa extrajudicial (pues acaba de tomar conocimiento de la situación),
sin embargo, en la medida que se trata de un poseedor que ya consumó a su favor
la usucapión, el remedio extrajudicial no podrá ser puesto en funcionamiento.
Es así como debe ser interpretada –y aplicada– la referencia que hace el 920° CC
a los casos de prescripción adquisitiva: no como una ampliación del plazo –de 15
días a 10 años– para que el afectado por el despojo recupere extrajudicialmente el
bien, sino como un límite que aplicará frente a quien, estando formalmente dentro
del plazo de 15 días, pretenda ejercitar dicha acción extrajudicial.
(200) PASCO ARAUCO, Alan. “Desvaríos legislativos sobre la defensa posesoria extrajudicial y la estocada final
a la fe pública registral. ¡Que celebren los traficantes de terrenos (más que los “neoliberales”)!”. En: Gaceta
Civil & Procesal Civil. Nº 17, noviembre, 2014.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Imaginemos que Juan compra una casa de dos pisos y se dirige (por primera
vez) a tomar posesión de la misma. Llega y se da con la sorpresa que la casa está
habitada por dos poseedores precarios desde hace 1 año. ¿Puede ejercer la defensa
extrajudicial para tomar posesión del bien? ¿Y si la compra se hubiese dado sobre
un terreno sin construcción? ¿Y si habiendo comprado los dos pisos ya construi-
dos, la invasión se produce con posterioridad a la celebración de la compraventa?
Creo que la mejor forma de dar respuesta a dichas interrogantes es haciendo
un listado de aquellos supuestos que, desde mi punto de vista, quedan excluidos
de la defensa posesoria extrajudicial:
(i) La persona que compra un inmueble con edificación que ya está ocu-
pado por un precario: el primer párrafo del 920° CC faculta a ejercer la
defensa extrajudicial al “poseedor” que sufrió (él directamente, o el bien
sobre el cual ejercía la posesión) la violencia que llevó al despojo. En el
caso propuesto, el propietario no era poseedor cuando se produjo el des-
pojo, con lo cual no está legitimado para ejercer la defensa extrajudicial
contra el invasor; tendrá que iniciar contra este último un proceso judi-
cial de desalojo o una acción reivindicatoria.
Por el contrario, si lo que ha sido materia de adquisición es un terreno
sin edificación o en proceso constructivo, la solución cambia: para
que la defensa posesoria pueda ser ejercida sobre este tipo de bienes,
el segundo párrafo del artículo 920° CC prescinde de la condición de
“poseedor”, bastando la sola condición de propietario, siendo irrelevante
que este último no haya tenido la condición de poseedor en el momento
en que se produjo el despojo. Siendo así, el propietario que compra un
terreno sin edificación con un precario adentro, está legitimado para
desalojarlo extrajudicialmente pero siempre dentro del plazo de 15 días
desde que tomó conocimiento de la existencia de dicho invasor (y siem-
pre que este último no haya consumado a su favor la usucapión).
(ii) El propietario contra su inquilino que se niega a la devolución del
bien: si el propietario ya cumplió con solicitar extrajudicialmente la res-
titución de la posesión y pese a ello su inquilino se niega, entonces no
le quedará otra alternativa que accionar judicialmente a través de una
demanda de desalojo por posesión precaria(201). El propietario no puede
despojar extrajudicialmente a su (ex) inquilino, cambiarle las cerraduras,
arrojar a la basura sus pertenencias, etc.
(201) De acuerdo con el IV Pleno Casatorio Civil, el requerimiento de devolución del inmueble que hace el arrendador
convierte a su arrendatario en un poseedor precario por fenecimiento de su título, por lo que la recuperación
de la posesión podrá darse a través de una demanda de desalojo.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
(202) Como ya tuve oportunidad de detallar en el Capítulo V, en los contratos de arrendamiento el fenecimiento del
título del arrendatario se producirá una vez que el arrendador haya cursado el aviso comunicando su decisión
de que se le devuelva el bien; en todos los demás casos de mediación posesoria (usufructo, uso, habitación,
comodato, etc.) el vencimiento del título posesorio se producirá automáticamente luego del transcurso del
plazo de duración pactado en el respectivo contrato (sin que sea necesario ningún pedido o aviso de restitución
por parte del poseedor mediato).
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(203) Artículo 598° CPC.- “Todo aquel que se considere perturbado o despojado en su posesión puede utilizar los
interdictos, incluso contra quienes ostente derechos reales de distinta naturaleza sobre el bien objeto de la
perturbación”.
(204) Artículo 603° CPC.- “Si se prueba que el despojo ocurrió en ejercicio del derecho contenido en el artículo
920 del Código Civil, la demanda será declarada improcedente”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(208) Parto de una suposición, porque lo cierto es que a la fecha se viene cuestionando la validez de dicha venta,
en tanto la misma habría sido otorgada de manera irregular. De esto la prensa dio cuenta en su oportunidad:
<https://larepublica.pe/politica/1137815-terrenos-comprados-por-evangelicos-son-de-alianza-lima>.
(209) Otros ejemplos de autotutela privada en materia civil serían el corte de raíces y ramas (art. 967º del CC) y la
pretensión material del acreedor (art. 1219º, inc. 2 del CC).
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(210) Lo cierto, sin embargo, es que existen litigios en trámite en los que precisamente se viene discutiendo quién
es el propietario del área en controversia.
(211) Incluso los representantes del Club llegaron a decir que la posesión era de más de 40 años.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
invasión, debiéndosele atribuir las consecuencias legales (de índole civil y penal)
sobre las que previamente ya me pronuncié.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
del tipo de posesión que ejercían; ii) como la defensa extrajudicial estaba pensada
para el poseedor que estuviese en contacto efectivo con el bien, el plazo para su
ejercicio se contaba desde el despojo mismo (que coincidía con el momento en
que el afectado tomaba conocimiento del mismo); iii) tal como estaba regulada,
la defensa extrajudicial era una excepción frente a la regla general, según la cual
el afectado en su posesión puede poner en funcionamiento los distintos mecanis-
mos judiciales (interdictos, desalojo, acción reivindicatoria) que la ley le otorga.
Hoy, nuestro vigente artículo 920° CC, deja más dudas que certezas: (i) con-
funde los mecanismos de tutela de la posesión con los de la propiedad; (ii) trae
como consecuencia que, en determinados supuestos, la defensa extrajudicial ter-
mine convirtiéndose en regla, dejándose de lado a los mecanismos judiciales de
recuperación de la posesión; iii) al señalar, de forma genérica, que el plazo de
quince días para el ejercicio de la defensa extrajudicial comienza a correr desde
que se toma conocimiento del despojo, se generará incertidumbre en su aplica-
ción, pues resulta sumamente complicado establecer dicho momento (quien pre-
tenda ejercer la defensa extrajudicial dirá que tomó conocimiento del despojo ayer,
mientras que la persona contra quien se ejerza la misma dirá que el despojo fue de
conocimiento público y que por ende el accionante está fuera del plazo); y (iv) en
todo caso, habría tenido sentido que en el caso de la “posesión ficta” (terrenos sin
edificación o en proceso constructivo) el plazo comience a correr desde la toma
de conocimiento del despojo, mas no así en todos los otros supuestos en donde
el afectado sí ejercía una posesión efectiva del bien (en estos casos, el legislador
debió establecer el cómputo del plazo a partir del momento del despojo).
Esperemos que todos estos inconvenientes que trae consigo el artículo 920°
CC vayan saltando a la luz conforme dicha figura sea aplicada en la realidad; nadie
mejor que esta para confirmar que, en efecto, el cambio normativo del artículo
920° CC, pese a las buenas intenciones, ha sido un error.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
ser una denuncia por usurpación o una demanda de resarcimiento de daños o pago
de frutos durante el tiempo en que ejerció la posesión.
Así lo ha dejado claramente establecido el último párrafo del artículo 65°:
“La recuperación extrajudicial no exonera de responsabilidad civil y/o penal
a quienes ocuparon de manera ilegal los predios de propiedad estatal”.
Habiendo terminado con este análisis, nos queda por responder una interro-
gante de suma relevancia: ¿Cuál es el plazo que tiene el Estado para ejercer el
desalojo extrajudicial? Imaginemos que la persona a quien se pretende desalojar
alegue haber adquirido la propiedad del bien por prescripción. ¿Dicho argumento
podrá paralizar el desalojo extrajudicial que lleva a cabo el Estado? Nótese que a
diferencia de lo que establece el artículo 920° CC (desalojo extrajudicial a favor
de particulares), el artículo 65° de la Ley no impide el desalojo extrajudicial por
parte del Estado en aquellos casos en los que el poseedor invoque haber ganado
la propiedad por prescripción adquisitiva.
Y esto último pareciera resultar lógico si tenemos en cuenta que, a la fecha,
ningún bien del Estado (tanto los de domino público como aquellos que pertene-
cen al dominio privado) puede ser adquiridos por prescripción.
En efecto, el artículo 73° de la Constitución establece que “Los bienes
de dominio público son inalienables e imprescriptibles”. Por su parte, la Ley
N° 29618 (vigente desde noviembre del 2010) dispuso la imprescriptibilidad de
los inmuebles de dominio privado estatal.
Las dudas se generan con relación a este último tipo de bienes (los que son
de propiedad privada del Estado), pues originalmente no existía impedimento
constitucional ni legal para que pudieran ser adquiridos por prescripción(212). El
Estado goza de “inmunidad” frente a este intento de prescripción recién a par-
tir del año 2010, por lo que resulta perfectamente posible (como en efecto se ha
dado en la práctica) que antes de dicha fecha algún particular haya consumado
a su favor la prescripción de un bien de dominio privado del Estado, sin que la
entrada en vigencia de la Ley N° 29618 pueda privarlo de manera retroactiva de
la propiedad ya ganada(213).
(212) La Constitución de 1993 solo estableció la imprescriptibilidad de los bienes de dominio público del Estado,
por lo que siempre se entendió (a contrario sensu) que la propiedad de los bienes de dominio privado del
Estado podía ser ganada por prescripción, lo cual llevó a que muchas veces el Estado perdiera sus tierras a
manos de invasores, quienes planteaban con éxito demandas de usucapión luego de haber ejercido la posesión
por 10 años de forma pública, pacífica, continua y actuando como propietarios.
(213) Sin embargo, este caso no ha estado exento de controversia, motivo por el cual se convocó en el año 2016 a un
Pleno Jurisdiccional Nacional Civil y Procesal Civil, en donde –entre otras cuestiones– se buscó dar respuesta
a la siguiente interrogante: “¿Es posible que las personas puedan obtener por prescripción de Inmuebles del
Estado o con la entrada en vigencia de la Ley N° 29618, todos los inmuebles, indistintamente del tiempo, se
vuelven imprescriptibles?”. Ante las dos propuestas de solución, el Pleno concluyó que “[p]uede declararse la
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
prescripción adquisitiva de dominio sobre bienes de dominio privado del Estado si es que antes de la entrada
en vigencia de la Ley N° 29618 el poseedor ya ha cumplido con los requisitos necesarios para acceder a la
prescripción”. Mis comentarios a este Pleno Civil pueden verse en: PASCO ARAUCO, Alan. “Prescripción
contra el Estado y la reivindicación vs. Construcción en terreno ajeno. A propósito del Pleno Nacional 2016”.
En: Gaceta Civil & Procesal Civil. N° 40, octubre, 2016, pp. 121-140.
(214) Artículo 950° CC.- “La propiedad inmueble se adquiere por prescripción mediante la posesión continua,
pacífica y pública como propietario durante diez años. Se adquiere a los cinco años cuando median justo título
y buena fe”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
última norma para el hecho “X”, en tanto este se agotó al amparo de la ley “Y”.
Sin embargo, si ese hecho “X” no se hubiese consumado aún, y en el intermedio
entra en vigencia la Ley “Z”, entonces esta sí será aplicable al hecho “X”.
La regla, por ello, es la aplicación inmediata de la norma: ni aplicación retroac-
tiva de la Ley “Z” para un hecho “X” que se agotó antes de su entrada en vigencia,
ni aplicación ultractiva de la Ley “Y” para un hecho “X” que se inició durante su
vigencia pero que culminó cuando aquella ya había sido derogada por la ley “Z”.
Entonces, en el caso propuesto, si la prescripción se produjo (y agotó) en
un momento determinado (año 1995(215)) en el que no existía impedimento legal
para prescribir los bienes de dominio privado del Estado, una ley posterior (Ley
N° 29618) no puede afectar ni retrotraer el efecto jurídico (adquisición de propie-
dad) ya consumado en el año 1995. Permitir que la Ley N° 29618 (vigente desde el
2010) afecte un hecho consumado 15 años antes de su entrada en vigencia, impli-
caría admitir su aplicación retroactiva, lo cual –como ya se indicó– se encuentra
proscrito tanto por nuestra Constitución como por el Código Civil(216).
En conclusión, es perfectamente posible que un bien del Estado haya sido
adquirido por prescripción por un particular.
Atendiendo a ello, llama poderosamente la atención que la Ley N° 30230 no
haya establecido, para el caso de la defensa extrajudicial de los bienes de domi-
nio privado del Estado, un límite a dicha defensa, basada en la eventual pres-
cripción adquisitiva que los privados hayan podido consumar (aun sin contar con
sentencia favorable) hasta antes del año 2010. En efecto, no se logra comprender
por qué razón el propietario por prescripción puede defenderse contra el expro-
pietario que busca despojarlo extrajudicialmente y no contra el Estado, si es que
en ambos casos estamos ante una propiedad legítimamente ganada (si bien es
cierto la posesión que da lugar a la usucapión puede iniciarse mediante un acto
de despojo o una invasión, el uso continuo que dicho poseedor ilegítimo hace del
bien, sumado a las características que la ley exige y por el plazo que esta impone,
convierte en legítimo lo que en un inicio fue ilegal). Atendiendo a ello, lo lógico,
coherente y legal es que la propiedad ganada por prescripción sea respetada tanto
(215) Desde mi punto de vista, la prescripción se consuma con el solo paso del tiempo, lo cual encuentra respaldo
tanto en el artículo 952° CC (según el cual la sentencia que se pronuncia sobre el particular se limita a
“declarar” –léase, “reconocer”– la adquisición ya consumada) como en la doctrina jurisprudencial vincu-
lante contenida en el Precedente 5.6 del IV Pleno Casatorio Civil (de acuerdo con la cual la prescripción no
reconocida judicialmente puede ser invocada como medio de defensa frente al demandante en un desalojo).
Sobre este punto en particular remito al lector al Capítulo III del presente libro.
(216) La misma solución aplicaría en caso el prescribiente no hubiese obtenido aún una sentencia mediante la cual
se reconozca su prescripción consumada en el año 1995. Así, el día de hoy (2019) podría plantear una demanda
de usucapión, la cual tendría que ser resuelta en sentido favorable, pues la Ley N° 29618 no le impide al juez
reconocer los efectos de la prescripción consumada antes de su entrada en vigencia.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
por los particulares como por el Estado, salvo que un juez (luego de un proceso
tramitado con todas las garantías y luego de habérsele dado al prescribiente la
posibilidad de argumentar y probar) diga lo contrario.
A modo de síntesis podemos decir, entonces, que el día de hoy coexisten en
nuestro sistema jurídico dos tipos de defensa posesoria extrajudicial, una más arbi-
traria que la otra, dependiendo de si quien la invoca es un privado o el Estado. Si
ya el artículo 920° CC (luego de su modificación) ha legitimado e institucionali-
zado el uso de la fuerza como regla general para la recuperación de inmuebles de
propiedad de particulares, los artículos 65º y 66º de la Ley N° 30230 han llevado a
la autocomposición de los conflictos (en beneficio del Estado) a su máximo nivel.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
1. El falso “allanamiento”
De acuerdo con el artículo 594° CPC, las partes de un contrato de arrenda-
miento están facultadas a incorporar una cláusula en la que el arrendatario se
“allane” a la eventual demandada de desalojo que formule el arrendador en caso
el contrato quede sin efecto, ya sea porque se venció su plazo o porque fue resuelto
como consecuencia del incumplimiento en el pago de la renta.
La opinión pública creyó –erróneamente– que incorporando esta cláusula al
contrato el arrendatario aceptaba, desde el momento uno, la eventual demanda
de desalojo que el arrendador pudiera interponer en el futuro, con lo cual se evi-
taba el litigio y la recuperación de la posesión se producía de manera casi inme-
diata. Contribuyó a esta equivocada idea el hecho de que el segundo párrafo del
artículo 594° CPC señale que “si dentro de los seis días calendario” desde que el
inquilino fue notificado con la demanda, no acredita que el contrato se mantiene
vigente o que está al día en el pago de la renta, la demanda es amparada y se pro-
cede al “lanzamiento en quince días hábiles”.
Tanto la inadecuada terminología como los plazos de ficción establecidos por
el legislador generaron que se instale en el imaginario popular la idea de que los
arrendadores iban a poder recuperar sus bienes de manos de inquilinos morosos
en no más de 30 días calendario. Nada más alejado de la realidad, pues aun cuando
el artículo 594° CPC haga referencia al “allanamiento” del inquilino a la futura
demanda de desalojo, dicho término no debe ser equiparado al “allanamiento”
que el CPC regula –en sus artículos 330° y siguientes– como una forma especial
de conclusión del proceso.
En efecto, de acuerdo con los artículos 330° y 333° CPC, respectivamente, “el
demandado puede expresamente allanarse a la demanda”, y una vez “declarado
el allanamiento, el juez debe expedir sentencia inmediata”. Es decir, el verdadero
allanamiento genera un efecto conclusivo en el marco del proceso judicial, ampa-
rándose las pretensiones planteadas por el demandante.
Por ello, el que se haya denominado a esta cláusula como una de “allana-
miento”, ha dado lugar a que se piense que, inmediatamente, luego de planteada la
demanda, el juez emitirá sentencia ordenando la devolución del bien, pues habién-
dose el inquilino “allanado” al (futuro) pedido de desalojo, no hay lugar para que
formule ningún tipo de contestación o argumentación en contra de lo sostenido
por el demandante.
Lo cierto, sin embargo, es que el propio artículo 594° CPC establece la posibili-
dad de que el inquilino que se “allanó” conteste la demanda de desalojo, ofreciendo
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(217) Artículo 554° CPC.- “Contestada la demanda o transcurrido el plazo para hacerlo, el juez fijará fecha para
la audiencia de saneamiento, pruebas y sentencia, la que deberá realizarse dentro de los diez días siguientes
de contestada la demanda o de transcurrido el plazo para hacerla, bajo responsabilidad”.
(218) Artículo 556° CPC.- “La resolución que declara fundada una excepción o defensa previa y la sentencia son
apelables con efecto suspensivo, dentro de tercer día de notificadas”.
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(219) VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “Innovaciones legislativas y jurisprudenciales al régimen del arrendamiento
contenido en el Código Civil peruano de 1984”. En: Reflexiones en torno al Derecho Civil: A los 30 años del
Código. Ius et Veritas, Lima, 2015, p. 366.
(220) Ibid., p. 366.
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(222) Artículo 4.1º del D.Leg. N° 1177.- “Mediante dichos formularios se celebran y suscriben los contratos
regulados en el presente Decreto Legislativo”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
(223) De acuerdo con el artículo 5.2 del D.Leg. Nº 1177, el acceso a la información contenida en el RAV es de
carácter público (el requirente de la información deberá identificarse), pudiendo ésta ser utilizada para evaluar
la capacidad financiera de los arrendatarios por parte de las empresas de Sistema Financiero y para evaluar
el otorgamiento de beneficios en programas de vivienda a cargo del Estado.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
¿Qué busca el D.L.? i. Promover, facilitar y dar seguridad jurídica para el arrendamiento de
inmuebles destinados para vivienda.
ii. Promover la inversión en la construcción de inmuebles destinados al
arrendamiento para vivienda.
Requisitos que deben i. Estar suscritos ante un notario o en su defecto ante un juez de paz le-
cumplir los contratos trado, del distrito o provincia en el que se ubica el inmueble materia
de arrendamiento. El notario certifica la firma.
ii. La copia certificada de los formularios suscritos ante un notario debe
inscribirse en el Registro Administrativo de Arrendamiento para Vi-
vienda - RAV.
iii. Pueden inscribirse en el Registro de Predios.
308
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
¿Qué se inscribe en a. Las copias certificadas de los formularios remitidas electrónicamente por
el RAV? los notarios y los jueces de paz letrados, según corresponda.
b. Las resoluciones judiciales que dispongan el desalojo y la orden de cum-
plimiento de la obligación demandada que se emitan en los Procesos Úni-
cos de Ejecución de Desalojo.
c. La información referida a la puntualidad o morosidad del Arrendatario en
el pago de las rentas del arrendamiento, cuotas periódicas y/o conceptos
complementarios del inmueble.
¿Quién está a cargo El Fondo MIVIVIENDA S.A. tiene a su cargo el diseño, desarrollo, im-
de este Registro? plementación, administración y mantenimiento del sistema informático que
permita la existencia y operatividad del RAV, para que de este modo se lo-
gre, de la forma más prolija posible, la inscripción, búsqueda y actualiza-
ción electrónica de la información relativa a los contratos contenidos en los
formularios.
¿Es una formalidad No. El hecho de que los formularios no se inscriban traerá únicamente como
solemne? consecuencia que a los contratos en ellos contenidos no se les aplique el
D.Leg. N° 1177, por lo que se regirán por la normativa general del CC (y tra-
tándose de un arrendamiento financiero, por el D.Leg. N° 299).
Por otro lado, cabe señalar que el notario asume un rol importante en este
tipo de contratos, pues se encarga –entre otras cosas– de:
• Verificar la identidad de las personas que suscriban los contratos mediante
el Sistema de Identificación por Comparación Biométrica.
• Verificar que el arrendador o el arrendador financiero (según corres-
ponda) sea el propietario del inmueble materia de arrendamiento.
• Certificar las firmas del arrendador o arrendador financiero así como la
del arrendatario (o sus representantes o apoderados), tanto en los formu-
larios como en sus prórrogas y modificaciones.
• Expedir copias certificadas de los formularios.
• Remitir electrónicamente las copias certificadas de los formularios al
administrador del RAV para su inscripción, dentro de los tres (3) días
hábiles siguientes de la certificación de firmas.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Analizaré ahora cada uno de los contratos regulados por el D. Leg. N° 1177.
310
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(224) Artículo 2017° CC.- “No puede inscribirse un título incompatible con otro ya inscrito, aunque sea de fecha
anterior”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
Plazo Plazo determinado máximo de 10 Determinado por las partes, sin un tope le-
años. gal, y con posibilidad de prórroga de común
Si no se pacta plazo, es indetermi- acuerdo.
nado.
¿Qué ocurre El Código Civil no contiene una re- i. Los pagos de la renta convenida no
si no se ejerce gulación supletoria, por lo que el constituyen pagos a cuenta para la ad-
la opción de contrato deberá establecerlo. quisición del inmueble.
compra? ii. El no ejercicio de la opción de compra
no conlleva a la devolución de ningún
concepto dinerario a su favor.
iii. Si no se ejerce la opción, al término del
contrato se debe proceder con la devolu-
ción del bien.
iv. Si el arrendatario ejerciera el derecho
de opción de compra antes de la fecha
pactada para dicho ejercicio, al pago del
precio de la opción de compra, se acu-
mulará el pago del importe total de las
rentas mensuales por vencer conforme
al cronograma incluido en el FUAO,
salvo pacto en contrario de las partes.
i. Para ejercer la opción de compra, el
arrendatario debe haber cumplido con el
pago de las rentas mensuales, conceptos
complementarios e intereses, de corres-
ponder, según se indique en el FUAO; y,
pagar el precio de compra pactado, en la
cuenta de abono.
313
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(225) Esto último es algo estándar para cualquier contrato de opción, pues de conformidad con el artículo 1422°
CC, “el contrato de opción debe contener todos los elementos y condiciones del contrato definitivo”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(226) En efecto, el literal f) del artículo 15º del D.L. N° 1177, menciona que “la invocación a la carga procesal no
exime al juez de su responsabilidad por incumplimiento del plazo previsto, debiéndose determinar dicha
responsabilidad a través de las instancias pertinentes del Órgano de Control de la Magistratura del Poder
Judicial”.
(227) En caso la PNP no preste dicha colaboración, el juez a cargo del proceso de desalojo deberá remitir copias
certificadas al fiscal provincial de turno de forma inmediata, para que este, con arreglo a sus atribuciones,
formalice la denuncia penal correspondiente por la desobediencia incurrida (así lo establece el literal f del
art. 15º del D.L. N° 1177).
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
Si se ampara la de- Sí; el lanzamiento se ordenará No. En la resolución que declara fundado el
manda, ¿es necesario a pedido de parte luego de seis desalojo se dispone: a) el descerraje en caso
que el demandante so- días de notificado el decreto que de resistencia al cumplimiento del mandato
licite el lanzamiento? declara consentida la sentencia judicial o en caso de encontrarse cerrado el
o la que ordena se cumpla lo inmueble, contra el demandado o contra quien
ejecutoriado, según sea el caso. se encuentre en el inmueble; b) la orden de
cumplimiento de la obligación demandada.
Procedimiento para el No se dice. Se cursa oficio a la dependencia correspon-
lanzamiento: ¿Cuál es diente de la Policía Nacional del Perú y de-
el trámite para solici- más autoridades correspondientes, para que
tar apoyo a la Policía y en el plazo de tres (3) días hábiles contados
en qué plazo esta debe desde la notificación, obligatoriamente y
atender la solicitud? bajo responsabilidad presten asistencia y ga-
rantía para la ejecución del desalojo en la for-
ma y plazo indicados en su resolución judicial
Si la PNP incumple el juez debe remite
copias certificadas al fiscal provincial de
turno de forma inmediata, para que con
arreglo a sus atribuciones formalice la de-
nuncia penal correspondiente por la deso-
bediencia incurrida.
Si el arrendatario impide o se resiste a
cumplir la orden judicial de desalojo, el
juez pondrá en conocimiento de tal hecho
al fiscal de turno para que inicie las accio-
nes legales que correspondan.
La resolución judicial que dispone el desa-
lojo y la orden de cumplimiento de la obli-
gación demandada, son remitidas por el
juez al RAV en el plazo de tres (3) días há-
biles, para su correspondiente inscripción,
bajo responsabilidad.
¿Cómo se concede la Con efecto suspensivo. Sin efecto suspensivo.
apelación?
¿En qué tiempo se Cinco días contados desde que Dos días hábiles, contado desde que se
eleva el expediente al se concedió la apelación. concedió la apelación.
superior jerárquico?
¿En qué plazo el supe- Dentro de los cinco días de re- Dentro de los tres (3) días hábiles de reci-
rior jerárquico debe in- cibido el expediente, el superior bido el expediente, el juez superior admiti-
formar que está expe- comunicará a las partes que los rá o no el recurso de apelación y notificará
dito para fallar? autos están expeditos para ser su decisión a las partes.
resueltos y señalará día y hora Si la apelación fue admitida, el juez supe-
para la vista de la causa. rior tendrá el plazo de tres días hábiles para
comunicar a las partes que el proceso ha
quedado expedito para ser resuelto.
319
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
V. EL DESALOJO NOTARIAL
Mediante el D. Leg. N° 30933, publicado con fecha 24 de abril de 2019 en el
diario oficial El Peruano, se aprobó la “Ley que regula el procedimiento especial
de desalojo con intervención notarial” (en adelante, la Ley), que tiene por objeto
320
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
321
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(228) En el caso de los contratos de arrendamiento suscritos con anterioridad a la entrada en vigencia de la Ley, si el
arrendador pretende recurrir al desalojo notarial deberá suscribir junto con su inquilino una adenda al contrato
de arrendamiento, la cual deberá cumplir todos y cada uno de los requisitos que acaban de ser detallados.
322
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
Esta fase notarial se inicia con una solicitud escrita presentada por el intere-
sado, la cual deberá cumplir con las siguientes exigencias:
(i) Debe señalar el nombre del propietario o el de aquel que tenga derecho
a la restitución del bien inmueble, su domicilio, documento de identidad
y firma; así como, el nombre del arrendatario, su domicilio contractual,
de ser el caso, su número o copia del documento de identidad.
(ii) Solo puede sustentarse en las causales de posesión precaria, ya sea por-
que: (1) se venció el plazo de vigencia y el arrendador solicitó la devolu-
ción del bien; o (2) el arrendador resolvió el arrendamiento por incum-
plimiento del pago de la renta pactada.
(iii) Debe ir acompañada de los siguientes documentos:
a. El original o la copia legalizada del formulario FUA o de la escri-
tura pública del contrato de arrendamiento.
b. El original o la copia legalizada de la carta notarial cursada al arren-
datario mediante la cual: (1) se le haya requerido la restitución del
bien por el vencimiento del plazo; o (2) se haya resuelto el contrato
por falta de pago de la renta.
Una vez recibida la solicitud, comienza la labor del notario, quien deberá:
(i) Constatar el cumplimiento de los requisitos de procedibilidad, el conte-
nido del contrato de arrendamiento y los requisitos de la solicitud.
Nótese que en esta etapa el notario no examina aún si se cumplen algunas
de las causales de desalojo que regula la Ley, pues este análisis deberá
ser hecho más adelante, una vez que el arrendatario haya presentado sus
respectivos descargos (“oposición”, como lo denomina la Ley).
(ii) Notificar al arrendatario en el inmueble materia de desalojo y en su domi-
cilio contractual, de ser el caso, para que, dentro del plazo de cinco (5)
días hábiles de recibida la comunicación formule su oposición.
Esta oposición del arrendatario únicamente podrá sustentarse en las siguien-
tes razones:
(i) La renovación o prórroga del plazo del contrato de arrendamiento, la
cual deberá cumplir con la misma formalidad que el contrato primige-
nio. Es decir, si el arrendatario cuenta con una adenda mediante la cual
se amplía el plazo del arrendamiento, pero ella no ha sido elevada a escri-
tura pública, simplemente no será de utilidad para paralizar el desalojo.
(ii) La constancia de transferencia o depósito de los pagos de la renta reali-
zados en la cuenta de abono acordada por las partes. Es por eso, precisa-
mente, que la Ley señala que solo podrán acudir al desalojo notarial los
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(229) En efecto, la Ley expresamente señala que “[e]l notario solo considera la constancia de transferencia o depósito
de los pagos realizados a través de la cuenta de abono acordada por las partes” (y siempre que dichos pagos
hayan sido realizados hasta antes de la resolución del contrato).
(230) Sin perjuicio de ello, también es posible que las partes, en cualquier momento durante el desarrollo de la fase
notarial, comuniquen al notario su decisión de finalizar con el procedimiento, en cuyo caso este levantará el
acta no contenciosa correspondiente dando por concluido el trámite.
324
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
325
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
2.2. ¿El desalojo notarial procede con el solo vencimiento del plazo del con-
trato o es necesario que al arrendador haya solicitado previamente la
devolución del bien?
El inciso a) el artículo 7° de la Ley señala como una de las causales del desa-
lojo notarial el “vencimiento del plazo del contrato de arrendamiento”.
Aplicando esta norma, entonces, si un contrato de arrendamiento tiene plazo
de vigencia hasta el 25 de junio, el arrendador podría solicitar el desalojo nota-
rial al día siguiente del vencimiento. ¿Realmente esto es así? Nuevamente la Ley
contiene una redacción que lleva a confusión al justiciable.
En efecto, el inciso 2 del artículo 6° de la Ley señala que la solicitud de de-
salojo notarial que formula el arrendador debe contener “copia legalizada de la
carta notarial cursada al arrendatario en el inmueble materia de desalojo, mediante
la cual se requiere la restitución del inmueble por el vencimiento del plazo”.
¿Qué efecto produce el envío de esta carta? Tal como lo establece el artículo
1704° el CC y lo ha confirmado el IV Pleno Casatorio (numeral 5.2 de la parte reso-
lutiva), con dicha carta el arrendatario queda convertido en precario. Esto quiere
decir que la causal de desalojo notarial no será el vencimiento del plazo del arren-
damiento (que presupone que el contrato se mantiene vigente aunque sometido a
un plazo indeterminado), sino más bien el fenecimiento (resolución) del contrato
como consecuencia del envío de la referida carta.
La mala redacción de la Ley podría llevar a las personas a creer que basta con
el vencimiento del plazo del arrendamiento para poder solicitar el desalojo nota-
rial, cuando lo cierto es que primero deberán requerir notarialmente al inquilino
la devolución del bien (y así convertirlos en precario) para luego de ello (recién)
formular dicha solicitud.
2.3. ¿El desalojo notarial procede por el incumplimiento del pago de la renta
o es necesario que primero el contrato haya sido resuelto por dicha
causal?
La segunda causal de desalojo que regula el artículo 7° (inciso b) de la Ley
es el “Incumplimiento del pago de la renta convenida de acuerdo a lo establecido
en el contrato de arrendamiento”.
326
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(231) Artículo 139° de la Constitución de 1993.- “Son principios y derechos de la función jurisdiccional:
1. La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional. No existe ni puede establecerse jurisdicción alguna
independiente, con excepción de la militar y la arbitral”. Como se puede apreciar, la Constitución no reconoce
la “jurisdicción arbitral”.
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Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
(232) En efecto, el artículo 8º de la Ley solo hace referencia a la “oposición” planteada por el arrendatario, pero en
ninguna parte menciona a los “terceros”.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
defensa de fondo o plantee las excepciones que correspondan. Y esto sería lo ade-
cuado, pues dicho tercero no suscribió el contrato de arrendamiento original ni se
sometió a la competencia del notario ni se allanó al proceso judicial de desalojo
(como sí lo hizo el inquilino original, pues no olvidemos que uno de los requisi-
tos para acceder al desalojo notarial es que el contrato de arrendamiento incluya
la cláusula de allanamiento), por lo que no habiendo renunciado a la posibilidad
de defenderse, dicho tercero tendrá que ser oído primero por el juez antes de que
este pueda ordenar su lanzamiento.
Esto significa que la fase judicial se convertirá, al igual que en el caso ante-
rior, en un proceso judicial de desalojo ordinario, común y sin ninguna particula-
ridad en términos de ahorro de tiempo, con lo cual –nuevamente– la fase notarial
habrá servido únicamente para que el arrendador pierda su tiempo.
VI. CONCLUSIONES
Quisiera cerrar este capítulo mostrando un cuadro en donde se encuentran
resumidos los diversos tipos de desalojo que coexisten en nuestro ordenamiento
jurídico. Pero antes de ello, quisiera que el lector entienda algo muy importante:
no siempre estos tipos de desalojo serán excluyentes; podrán ser, en algunos casos,
complementarios, y en otros casos, sucesivos al momento de su aplicación. Me
explico.
Habrá casos en los que la misma persona podrá poner en funcionamiento,
alternativamente, cualquiera de estos desalojos, sin que esté constreñido a valerse
de uno en particular.
Así, imaginemos un contrato de arrendamiento en el que las partes se some-
tieron expresamente a las disposiciones contenidas en la Ley del Desalojo Notarial.
Esto no quiere decir que el arrendador esté impedido de –si así lo quiere– prescindir
del notario y plantear su demanda de desalojo directamente ante el Poder Judicial
y en la vía sumarísima, sujetándose a la normativa general regulada en el CPC.
Lo mismo ocurrirá con un contrato de arrendamiento con fines de vivienda,
suscrito al amparo del D. Leg. N° 1177 y en cuyo formulario las partes decidieron
someterse al desalojo notarial. Producido el evento que habilita al arrendador a
exigir la devolución del bien (por ejemplo, resolvió el contrato debido al incum-
plimiento en el pago de la renta), aquel podrá optar por el Proceso Único de De-
salojo (D. Leg. N° 1177) o por el desalojo notarial.
Otros tipos de desalojos, en cambio, solo podrán ser ejercidos en momentos
distintos y sucesivos: imaginemos al propietario víctima de un despojo a quien
se le vencen los 15 días para ejercer la defensa posesoria extrajudicial (desalojo
extrajudicial), por lo que no tiene más remedio que valerse del desalojo judicial
ordinario al amparo de la normativa contenida en el CPC.
330
Los desalojos especiales en el ordenamiento jurídico peruano
Desalojos en el Perú
Casos a los que Contra quien se
Normativa Titular de la acción
aplica dirige la acción
Código Procesal Civil Posesión precaria Titular del derecho a Precario sin título
en sus dos variantes la posesión
Ex poseedor mediato Precario con título
fenecido (ex posee-
dor inmediato)
Código Procesal Civil Arrendamiento a Arrendador Arrendatario
plazo determinado
que ya venció
Código Procesal Civil con Arrendamiento Arrendador Arrendatario
cláusula de allanamiento para cualquier uso
Decreto Legislativo N° 1177, Arrendamiento Arrendador Arrendatario
Decreto Legislativo que esta- para uso de vivien-
blece el Régimen de Promo- da
ción del Arrendamiento para
Vivienda
Ley N° 30933, Ley que re- Arrendamiento Arrendador Arrendatario
gula el procedimiento espe- para cualquier uso
cial de desalojo con inter-
vención notarial
Defensa extrajudicial Invasión Propietario Invasor
331
CAPÍTULO VII
PROPUESTAS DE MODIFICACIÓN
LEGISLATIVA PARA ORDENAR, SIMPLIFICAR
Y MEJORAR EL DESALOJO
333
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
restitución del bien; (v) cuáles son las causas o razones para demandar el desa-
lojo; (vi) en qué casos a dicha demanda se puede acumular la pretensión de pago
de las rentas adeudadas por el poseedor inmediato (arrendatario, usualmente);
(vii) quién es el Juez competente para conocer esta clase de procesos; (viii) qué
efectos genera respecto de la competencia judicial para el desalojo el hecho de que
el contrato de arrendamiento haya sido resuelto previamente; entre otras cuestio-
nes que no dejan de ser relevantes.
A continuación, y como colofón de este libro, el lector encontrará aquellas
propuestas de modificación legislativa que, considero, se hacen urgentes y –como
tal– resultan necesarias, en la medida que permitirán definir cada uno de los aspec-
tos señalados en el párrafo precedente.
Cada propuesta de modificación que a continuación sugiero está acompañada
del estado actual de la cuestión (esto es, los problemas que nos genera la regula-
ción vigente) así como de las razones que justifican la propuesta normativa y los
beneficios que nos traería el cambio propuesto.
334
Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
Hasta aquí, entonces, el 1699° CC no deja lugar a dudas sobre la forma como
debiera ser aplicado a un caso concreto: si A (propietario) y B (arrendatario) sus-
criben un contrato de arrendamiento con un plazo de vigencia (“plazo resolutorio”,
para usar la terminología del 178° CC) hasta el 31 de diciembre del 2020, llegada
esa fecha el contrato habrá quedado automáticamente sin efecto legal, por lo que
B, de mantenerse en posesión del bien, pasará a ser inmediatamente un poseedor
precario (pues el título que lo habilitaba a estar en el bien –el contrato de arren-
damiento– habrá fenecido), sin que para ello sea necesario que el propietario le
haga llegar algún tipo de aviso o notificación judicial o extrajudicial.
Sin embargo, esta claridad comienza a desvanecerse con el artículo siguiente,
esto es, el artículo 1700° CC:
“Vencido el plazo del contrato, si el arrendatario permanece en el uso del
bien arrendado, no se entiende que hay renovación táctica, sino la continuación
del arrendamiento, bajo sus mismas estipulaciones, hasta que el arrendador soli-
cite su devolución, la cual puede pedir en cualquier momento”.
Si aplicamos este artículo al caso recién planteado, la solución sería diame-
tralmente opuesta: B no se habría convertido en precario el 1 de enero del 2021,
sino que mantendría aún su condición de arrendatario, pues no es que el contrato
haya vencido automáticamente (como lo decía el art. 1699° CC), sino que, al no
habérsele solicitado la devolución del inmueble, el arrendamiento mantiene vigen-
cia y B conserva su estatus de arrendatario. Solo una vez que A solicite –no nece-
sariamente por escrito ni por conducto notarial– la devolución, el contrato (recién)
habrá vencido y solo a partir de ese momento B quedará convertido en un posee-
dor precario y como tal obligado a la devolución del bien.
Nótese cómo las soluciones que nos brindan los artículos 1699° y 1700° CC
son antagónicas, lo cual se ve graficado con claridad cuando tratamos de respon-
der a la pregunta de ¿en qué momento B se convirtió en un poseedor precario?
Según el artículo 1699° CC, ello habría ocurrido el 1 de enero del 2021; según
el artículo 1700° CC, la precariedad se generará desde el día siguiente en que A
solicite la devolución del bien.
La única forma de solucionar este impase –tal como detallé en el Capítulo
III– es haciendo una lectura particular del artículo 1699° CC: en la medida que
esta norma no dice que al vencimiento del plazo “concluye el contrato de arren-
damiento”, sino más bien el “contrato de arrendamiento de duración determi-
nada”, eso significaría que transcurrido dicho plazo finaliza el arrendamiento de
duración determinada pero subsiste la relación jurídica de arrendamiento, solo
que ya no tendrá una duración determinado sino que pasará a ser un contrato a
plazo indeterminado. Por ello, cuando el artículo 1699° CC habla del “vencimiento
del plazo” no se estaría refiriendo a la extinción total y definitiva de la relación
335
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
336
Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
“La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita (…) Es tácita, cuando
la voluntad se infiere indubitablemente de una actitud o de circunstancias de com-
portamiento que revelan su existencia”.
Según este artículo, la conducta desplegada por alguien puede servir como
manifestación de voluntad generadora de efectos jurídicos; y si llevamos esto al
ámbito del arrendamiento, significaría que el legislador, al momento de redactar
el artículo 1700° CC, habría tenido en cuenta la conducta de ambas partes (arren-
dador y arrendatario) para concluir que existió una intención encaminada a conti-
nuar con la relación jurídica pese al vencimiento del plazo originalmente pactado.
Ahora bien, ¿realmente el artículo 1700° CC ha tomado en cuenta la conducta
de ambas partes para que se genere la continuación? En realidad, no, pues lo
único a lo que la norma hace referencia es a la conducta desplegada por el arren-
datario, consistente en mantenerse en posesión del bien pese al vencimiento del
plazo; la conducta del arrendador, por el contrario, no es tomada en cuenta ningún
momento. Siendo así, la conclusión es que el artículo 1700° CC está muy lejos de
regular a la continuación del arrendamiento como la consecuencia de un acuerdo
contractual formado con voluntades manifestadas tácitamente a través de conduc-
tas sociales típicas desplegadas por el arrendador y el arrendatario.
Frente a esta afirmación alguien podría sostener que en el artículo 1700° CC
el legislador sí tomó en cuenta la conducta del arrendador, que vendría a ser su
silencio, esto es, su inoperancia e inacción ante la posesión que el arrendatario
decidió conservar pese al vencimiento del plazo del contrato. A quien sostenga
ello, habría que recordarle que el silencio no califica como manifestación de volun-
tad (ni expresa ni tácita), por lo que en el ámbito de los negocios jurídicos (y en
especial, en el de los contratos) no aplica el famoso dicho “el que calla otorga”.
Para que se note la diferencia, veamos un ejemplo en donde la continuación
del arrendamiento sí se produce como consecuencia de un acuerdo tácito (es decir,
producto de la conducta desplegada por ambas partes): una vez vencido el plazo
del arrendamiento, el inquilino deposita en la cuenta de ahorros señalada en el
contrato para el pago de la renta, el monto correspondiente a tres periodos men-
suales adicionales. Este dinero es retirado por el arrendador, quien le da uso. Sin
duda alguna, aquí sí estamos ante dos conductas (pago y retiro/uso del dinero) de
las cuales es posible concluir la existencia de un acuerdo encaminado a mantener
vigente la relación contractual pese al vencimiento del plazo pactado en un inicio.
Nada de eso ocurre cuando quien actúa es el arrendatario (manteniéndose en
posesión del bien) mientras que el otro (arrendador) guarda absoluto silencio. Ahora
bien, este silencio sí puede calificar como manifestación de voluntad (que no es lo
mismo que decir que el silencio “es” una manifestación de voluntad tácita) cuando
la ley o el propio acuerdo de las partes le otorgan dicho significado (art. 142° CC):
337
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
vez vencido su plazo. De este modo, cada vez que se celebre un arren-
damiento a plazo determinado, las partes tendrán plena convicción que
al vencimiento del mismo, y sin necesidad del envío de ningún tipo de
comunicación, notificación o aviso, se generarán las siguientes conse-
cuencias: 1) el contrato fenecerá; 2) el arrendatario quedará inmediata-
mente obligado a restituir la posesión del bien; 3) de no hacerlo pasará
automáticamente a ser un poseedor precario; y 4) el arrendador quedará
facultado a exigir la restitución de la posesión a través de una demanda
de desalojo por posesión precaria.
Particularmente, considero que debiéramos optar por el segundo camino (dero-
gar el art. 1700° CC, manteniendo vigente el 1699° CC), para que de este modo el
contrato de arrendamiento siga la misma suerte que todos los demás contratos de
mediación posesoria. En efecto, pensemos en el contrato de comodato, contrato
de constitución de usufructo, contrato de constitución de una superficie, etc. En
todos estos casos la persona que recibe la posesión del bien con ocasión del con-
trato (comodatario, usufructuario, superficiario) está obligada a devolver el bien
inmediatamente luego de vencido el plazo resolutorio, salvo que las propias par-
tes hayan acordado una prórroga o renovación. Si no se da ninguna de estas situa-
ciones, y el poseedor conserva el bien a su favor, ello no genera en ningún caso
que el usufructo, comodato o superficie se consideren ampliados o que el contrato
“continúe bajo sus mismas estipulaciones”. Por el contrario, el solo vencimiento
del plazo convierte automáticamente al poseedor en precario y, por ende: (i) lo
obliga a devolver inmediatamente el bien; y (ii) de no hacerlo, lo expone a una
eventual demanda de desalojo por posesión precaria, sin que sea necesario que
la contraparte le haya dirigido previamente algún tipo de aviso o comunicación.
Entonces, si para todos los contratos de mediación posesoria no existe nin-
guna norma confusa que hable de una “continuación” del comodato, usufructo o
superficie, ¿por qué mantener una norma así solo para el arrendamiento? ¿Cuál
es la racionalidad que subyace a esta “continuidad”?
El CC no da una respuesta y la Exposición de Motivos también guarda silencio
sobre el particular. En lo personal, pienso que tal vez el legislador buscó no dejar
desprotegido al arrendador durante todo el tiempo que el arrendatario se mantenga
en posesión del bien pese a que el contrato ya venció. Es decir, la lógica que habría
inspirado al legislador habría sido la siguiente: si el arrendatario queda convertido
automáticamente en precario producto del vencimiento del plazo, entonces el con-
trato fenece y se extingue el concepto de “renta mensual” pactada originalmente
por las partes, con lo cual, si un inquilino se queda en posesión del bien una vez
finalizado su contrato, tendría la ventaja de no seguir obligado al pago de dicha
“renta mensual” pues ésta ya no existe más. Por ello, para no “desproteger” al
arrendador, el legislador habría considerado necesario establecer la “continuación
del arrendamiento”, para que así el concepto de “renta mensual” no desaparezca
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Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
previo remitido por la vía notarial con una anticipación no menor de treinta días.
Transcurrido el plazo correspondiente el contrato queda resuelto de pleno derecho”.
Hasta aquí, el artículo 1704° CC quedaría redactado del siguiente modo:
“Vencido el plazo del contrato, en caso estemos ante un contrato de arrenda-
miento a plazo determinado, o cursado el aviso de conclusión del arrendamiento,
en caso estemos ante un contrato de arrendamiento a plazo indeterminado, el
arrendador tiene derecho a exigir su devolución (…)”.
Con esto solo quedaría pendiente de afinamiento la parte final de la norma, en
donde se dice que “el arrendador tiene derecho a exigir su devolución”. La duda
es, ¿de qué forma debe exigir dicha devolución? ¿debe entenderse como un pedido
de devolución extrajudicial o, más bien, se refiere a la posibilidad de solicitar judi-
cialmente la restitución a través de una demanda de desalojo?
Considero que si el plazo ya venció (en caso estemos ante un arrendamiento a
plazo determinado) o si el contrato quedó sin efecto conforme al artículo 1365° CC
(en caso estemos ante un arrendamiento a plazo indeterminado), el arrendatario
ya está obligado a restituir la posesión, por lo que ningún sentido tiene que se le
imponga al arrendador la carga de solicitar extrajudicialmente (por carta notarial,
por medio escrito o de cualquier otra forma) la devolución del bien. Debe enten-
derse, por ello, que cuando el artículo 1704° CC señala que “el arrendador tiene
derecho a exigir su devolución”, a lo que se está refiriendo es a la posibilidad de
interponer la respectiva demanda de desalojo contra el poseedor que ha dejado de
ser un “arrendatario” y ha pasado a convertirse en un “precario”.
Por ello, el artículo 1704° CC debiera quedar redactado del siguiente modo:
“Vencido el plazo del contrato o, en el caso del arrendamiento a plazo inde-
terminado, una vez que este haya quedado resuelto conforme a lo establecido en el
artículo 1365°, el arrendatario estará obligado a la devolución inmediata del bien.
El arrendador, por su parte, tiene el derecho de demandar el desalojo y cobrar la
penalidad convenida o, en su defecto, una prestación igual a la renta del periodo
precedente, hasta que se produzca la devolución efectiva. El cobro de cualquiera
de dichos conceptos no importará la continuación, prórroga ni renovación del
arrendamiento”.
Con un texto como este quedaría del todo claro que:
(i) En los arrendamientos con plazo determinado, vencido el plazo (y sin
necesidad de ningún tipo de aviso, notificación ni requerimiento previo)
el arrendatario queda convertido automáticamente en precario y obligado
a la devolución del bien, mientras que el arrendador queda facultado para
demandar el desalojo y cobrar, por todo el tiempo que el precario se man-
tenga en posesión del bien, una prestación igual a la renta del periodo
precedente o la penalidad que se hubiese pactado en el contrato.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(ii) En los arrendamientos con plazo indeterminado, todos los efectos deta-
llados en el numeral (i) precedente se activan una vez que el contrato
ha dejado de producir efectos conforme al artículo 1365° CC, es decir,
transcurridos los 30 días desde que alguna de las partes envió a la otra
el aviso informando su decisión de dejar sin efecto el arrendamiento (sin
embargo, el plazo podría ser superior a los 30 días en caso así se haya
indicado en el referido aviso).
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Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
(i) Para el desalojo contra el poseedor precario por ausencia de título (lo que
nuestro actual artículo 547° CPC denomina “inexistencia de cuantía”),
serán competentes los jueces civiles.
(ii) Para el desalojo contra el poseedor precario por fenecimiento del título
(por cualquier razón, y no necesariamente resolución por falta de pago),
en donde la renta haya sido mayor a las cincuenta URP, serán competen-
tes los jueces civiles.
(iii) Para el desalojo contra el poseedor precario por fenecimiento del título
(por cualquier razón, y no necesariamente resolución por falta de pago),
en donde la renta haya sido igual o inferior a las cincuenta URP, serán
competentes los jueces de paz letrados.
Entonces, aplicando esta modificación legislativa ya no habría razón para
sostener que si el contrato de mediación posesoria (arrendamiento, por ejemplo)
se resuelve, estaremos ante una “inexistencia de cuantía”, con lo cual el poseedor
mediato (arrendador, por ejemplo) que resolvió dicho contrato no estará “conde-
nado” a plantear su demanda ante el juez civil (y con lo cual su caso no llegará
hasta la Corte Suprema).
Así, pensemos en el arrendamiento por un año de una oficina por la cual se
cobra una renta mensual de S/ 1500. La resolución del contrato por parte del arren-
dador generará el fenecimiento del título del arrendatario, pero ello no determi-
nará que la controversia se haya quedado sin “cuantía”. Muy por el contrario, la
renta originalmente pactada en el arrendamiento seguirá siendo de utilidad, por lo
que (conforme al numeral (ii) del art. 547° CPC que propongo) siendo un monto
menor a las 50 URP, la competencia le correspondería a los jueces de paz letrado.
Lo mismo ocurrirá si el arrendamiento (o cualquier otro contrato de media-
ción posesoria) se resuelve por cualquier otra causal o si simplemente se vence el
plazo y el arrendatario se niega a devolver el bien. En ambos casos el contrato habrá
quedado sin efecto y el arrendatario habrá pasado a ser un poseedor precario, pero
ello no significa que la renta pactada en un inicio deje de tener relevancia, pues
será en función a ella que se determinará si la competencia le corresponde al juez
civil o al de paz letrado (solo si supera las 50 URP habrá que acudir al juez civil).
Nótese cómo con esta modificación legislativa no solo ganamos en predic-
tibilidad y certeza, pues dejamos de lado interpretaciones antojadizas respecto
de qué debe entenderse por “inexistencia de cuantía”, sino que además evitamos
que el arrendador de un inmueble de escaso valor, por el que cobraba una renta
baja (inferior a las 50 URP), quede expuesto a la necesidad de litigar ante los jue-
ces civiles y que su caso llegue hasta Corte Suprema por el solo hecho de haber
cometido el “error” de resolver el contrato. Muy por el contrario, gracias a este
cambio legislativo los poseedores mediatos (entre ellos, los arrendadores) podrán
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
354
Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
Para evitar todos estos problemas, considero que lo más conveniente es apli-
car para el arrendamiento a plazo indeterminado la regla general contenida en la
Parte General de los Contratos, específicamente el artículo 1365° CC, el cual detalla
con minuciosidad la manera en que cualquiera de las partes debe –cuando así lo
quiera– dejar sin efecto un contrato de duración celebrado a plazo indeterminado:
“En los contratos de ejecución continuada que no tengan plazo convencional
o legal determinado, cualquiera de las partes puede ponerle fin mediante aviso
previo remitido por la vía notarial con una anticipación no menor de treinta días.
Transcurrido el plazo correspondiente el contrato queda resuelto de pleno derecho”.
La norma deja claramente establecido que: (i) el desistimiento (decisión de
poner fin al contrato) puede ser ejercido por cualquiera de las partes; (ii) el desis-
timiento se ejerce por la vía notarial; (iii) la antelación de la comunicación debe
ser de por los menos 30 días calendario, siendo facultad de la parte que ejerce
el desistimiento otorgar un plazo mayor; y (iv) vencido el plazo otorgado el con-
trato queda automáticamente sin efecto, sin necesidad de ningún tipo de aviso o
notificación posterior.
Entonces, si ya tenemos un artículo que se preocupa por regular de manera
detallada la manera como cualquier contrato a plazo indeterminado queda sin
efecto, carece de todo sentido que para el contrato de arrendamiento se haya esta-
blecido una regulación particular.
Lo ideal, por ello, es que el artículo 1703° CC deje de hacer referencia al “aviso
judicial o extrajudicial” y simplemente se remita al artículo 1365° CC, para que
de este modo al arrendamiento le sea aplicable la regla que a la fecha existe para
todos los contratos celebrados a plazo indeterminado.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
devolución del bien. Dada esta condición, recién se puede asumir que el posee-
dor ha pasado a constituirse en poseedor precario por fenecimiento de su título”.
Con este precedente (que ya tuve oportunidad de comentar detenidamente
en el Capítulo III) lo que la Corte Suprema ha hecho es dejar en claro que cuando
se celebra un arrendamiento a plazo determinado, con el vencimiento de dicho
plazo el arrendatario no queda convertido en precario, pues en ese caso se produce
–conforme al actual artículo 1700° CC– la “continuación del arrendamiento”.
Siendo así, el arrendador que quiere convertir en precario al arrendatario deberá
primero solicitarle extrajudicialmente la devolución del bien, y solo a partir de ese
momento: (i) el arrendatario quedará convertido en precario; (ii) el arrendatario
quedará obligado a restituir la posesión; y (iii) el arrendador quedará facultada
para interponer la demanda de desalojo por posesión precaria.
Ahora bien, con los cambios legislativos que vengo proponiendo, el artículo
1700° CC quedaría derogado, con lo cual en todos los casos en que venza el plazo
del arrendamiento se producirá de forma automática el fenecimiento del título del
arrendatario, quedando éste convertido automáticamente en un poseedor precario
–sin necesidad de ningún tipo de aviso, solicitud o pedido de devolución– y por
ende obligado a la restitución de la posesión.
Siendo así, con la derogación del artículo 1700° CC, el Precedente 5.2 del
IV Pleno Casatorio Civil también quedaría sin efecto y por ende resultaría inapli-
cable a los nuevos casos que se presenten.
Por otro lado, los cambios legislativos aquí propuestos también tendrían un
impacto importante en el criterio establecido por nuestros magistrados en el Pleno
Nacional Civil del 2017 celebrado en Chiclayo, respecto de la competencia de los
jueces encargados de conocer procesos de desalojo.
Con el cambio que he propuesto respecto del en el artículo 547° CPC, la con-
clusión a la que ha arribado el Pleno Nacional carecería de efecto y devendría en
inaplicable, pues aun en aquellos casos en los que el contrato de arrendamiento (y
en general cualquier contrato de mediación posesoria) haya sido resuelto, la renta
pactada originalmente seguirá siendo útil a efectos de determinar si la competen-
cia le corresponde al juez civil o al juez de paz letrado.
De igual forma, la pregunta planteada en el referido Pleno Nacional merece-
ría otra respuesta. Recordemos que la pregunta fue la siguiente:
“Tras la emisión del IV Pleno Casatorio Civil, ¿ha quedado impedido el arren-
dador de interponer demanda de desalojo por vencimiento de contrato cuando ya
realizó el requerimiento (carta notarial) de restitución del bien, o es facultativo
que lo haga valer por esa causal o por ocupación precaria?”.
Dado que –con los cambios normativos aquí propuestos– la única causal para
demandar el desalojo será la de posesión precaria, carecerá de sentido discutir si
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Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
(233) No obstante, no descarto analizarlos en una próxima publicación que se enfoque únicamente en el contrato
de arrendamiento.
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Propuestas de modificación legislativa para ordenar, simplificar y mejorar el desalojo
Artículo 1704º.- Vencido el plazo del contrato o Artículo 1704º.- Vencido el plazo del contrato de
cursado el aviso de conclusión del arrendamiento, arrendamiento o, tratándose de un arrendamien-
el arrendador tiene derecho a exigir su devolución to a plazo indeterminado, una vez que el mismo
y a cobrar la penalidad convenida o, en su defec- haya quedado resuelto conforme a lo establecido
to, una prestación igual a la renta del periodo pre- en el artículo 1365°, el arrendatario estará obliga-
cedente, hasta su devolución efectiva. El cobro de do a la devolución inmediata del bien. El arren-
cualquiera de ellas no importará la continuación dador, por su parte, tiene el derecho de deman-
del arrendamiento. dar el desalojo por posesión precaria y cobrar la
penalidad convenida o, en su defecto, una presta-
ción igual a la renta del periodo precedente, hasta
que se produzca la devolución efectiva. El cobro
de cualquiera de dichos conceptos no importará
la continuación, prórroga ni renovación del arren-
damiento.
Artículo 1681º inciso 10.- El arrendatario está Artículo 1681º inciso 10.- El arrendatario está
obligado a devolver el bien al arrendador al ven- obligado a devolver el bien conforme a lo esta-
cerse el plazo del contrato en el estado en que lo blecido en el artículo 1704° CC. La devolución
recibió, sin más deterioro que el de su uso ordi- deberá ser hecha en el estado en que el arrendata-
nario. rio recibió el bien, sin más deterioro que el de su
uso ordinario.
Código Procesal Civil vigente Propuesta de modificación
Artículo 585º.- La restitución de un predio se tra- Artículo 585º.- La restitución de un predio se tra-
mita con arreglo a lo dispuesto para el proceso su- mita con arreglo a lo dispuesto para el proceso su-
marísimo y las precisiones indicadas en este Sub- marísimo y las precisiones indicadas en este Sub-
capítulo. capítulo.
Procede, a decisión del demandante, el acumular Procede, a decisión del demandante, el acumu-
la pretensión de pago de arriendo cuando el desa- lar la pretensión de pago de la renta adeudada en
lojo se fundamenta en dicha causal. aquellos casos en los que el desalojo se funda-
mente en la causal de posesión precaria por fene-
cimiento del título.
Artículo 586º.- Pueden demandar: el propietario, Artículo 586º.- Pueden demandar: el propietario,
el arrendador, el administrador y todo aquel que, el arrendador, el administrador y todo aquel que,
salvo lo dispuesto en el artículo 598°, considere salvo lo dispuesto en el artículo 598°, considere
tener derecho a la restitución de un predio. tener derecho a la restitución de un predio.
Pueden ser demandados: el arrendatario, el suba- La demanda de desalojo se plantea contra el po-
rrendatario, el precario o cualquier otra persona a seedor precario.
quien le es exigible la restitución.
Artículo 591º.- Si el desalojo se sustenta en la Artículo 591º.- Si el desalojo se sustenta en la
causal de falta de pago o vencimiento del plazo, causal de resolución del contrato por falta de
sólo es admisible el documento, la declaración de pago, solo es admisible el documento, la declara-
parte y la pericia, en su caso. ción de parte y la pericia, en su caso.
(234) Artículo 1365° CC.- “En los contratos de ejecución continuada que no tengan plazo convencional o legal
determinado, cualquiera de las partes puede ponerle fin mediante aviso previo remitido por la vía notarial con
una anticipación no menor de treinta días. Transcurrido el plazo correspondiente el contrato queda resuelto
de pleno derecho”.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
Artículo 547º.- En el caso del inciso 4) del ar- Artículo 547º.- En el caso del inciso 4) del ar-
tículo 546°, cuando la renta mensual es mayor de tículo 546°, se seguirán las siguientes reglas:
cincuenta Unidades de Referencia Procesal o no (i) Para el desalojo contra el poseedor precario
exista cuantía, son competentes los jueces civiles. por ausencia de título, serán competentes los
Cuando la cuantía sea hasta cincuenta Unidades jueces civiles.
de Referencia Procesal, son competentes los jue- (ii) Para el desalojo contra el poseedor precario
ces de paz letrados. por fenecimiento del título, en donde la renta
haya sido mayor a las cincuenta Unidades de
Referencia Procesal, serán competentes los
jueces civiles.
(iii) Para el desalojo contra el poseedor precario
por fenecimiento del título, en donde la renta
haya sido igual o inferior a las cincuenta Uni-
dades de Referencia Procesal, serán compe-
tentes los jueces de paz letrados.
Cuarto Pleno Casatorio Civil Cuarto Pleno Casatorio Civil
Precedente 5.2: “Será caso de título de posesión
fenecido, cuando se presente el supuesto previs-
to por el artículo 1704° del Código Civil, pues-
to que con el requerimiento de la devolución del
inmueble se pone de manifiesto la voluntad del
arrendador de poner fin al contrato. No consti-
tuirá un caso de título fenecido el supuesto con-
templado por el artículo 1700° del Código Ci-
vil, dado que el solo vencimiento del contrato de
arrendamiento no resuelve el contrato sino que,
por imperio de la ley, se asume la continuación Precedente 5.2: Inaplicable
del mismo hasta que el arrendador le requiera
la devolución del bien. Dada esta condición, re-
cién se puede asumir que el poseedor ha pasado
a constituirse en poseedor precario por feneci-
miento de su título”.
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Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
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ix-pleno-casatorio-un-fallo-que-corrige-pero-no-redime/.
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trato? ¿Ante Juez de Paz o Juez Especializado? ¡Qué ha hecho el Pleno Nacio-
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paz-juez-especializado-pleno-nacional-civil/.
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369
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE GENERAL
Agradecimientos .................................................................................................... 9
Introducción ........................................................................................................... 11
CAPÍTULO I
¿QUÉ ES LA POSESIÓN PRECARIA?
373
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
CAPÍTULO II
LA POSESIÓN PRECARIA POR AUSENCIA DE TÍTULO
374
Índice general
375
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
CAPÍTULO III
EL IV PLENO CASATORIO CIVIL
Y LA SOLUCIÓN DE LOS CASOS CONFLICTIVOS
376
Índice general
CAPÍTULO IV
LA SITUACIÓN LUEGO DEL IV PLENO CASATORIO:
SENTENCIAS QUE LO CONTRADICEN
O COMPLEMENTAN
377
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
CAPÍTULO V
EL PRECARIO CON TÍTULO FENECIDO
Y EL CONTRATO DE ARRENDAMIENTO:
UN DOLOR DE CABEZA CRÓNICO
378
Índice general
CAPÍTULO VI
LOS DESALOJOS ESPECIALES
EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO PERUANO
379
Alan Pasco Arauco / El poseedor precario
380
Índice general
CAPÍTULO VII
PROPUESTAS DE MODIFICACIÓN LEGISLATIVA PARA ORDENAR,
SIMPLIFICAR Y MEJORAR EL DESALOJO
381
Este libro se terminó de imprimir
en setiembre de 2019, en los talleres gráficos
de Imprenta Editorial El Búho E.I.R.L.
San Alberto Nº 201, Surquillo
Central: 242-2281
Lima, Perú