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EL CORSARIO ee EMILIO SALGARI Versidn abreviada de MARIA TERESA ADRIASOLA. ustracién de portada de MARIANO RAMOS. Viento Joven 15° edicibn: mayo de 2010, Obras Escogidas LSB: 956-12-1265-X. 16" edicin: mayo de 2010, Direccidn editorial: José Manuel Zafar Direeci6n de arte: Juan Manuel Neira. Direecin de produceién: Franco Giordano, © 1987 por Empresa Ealitora Zig-Zag, 8A Inseripcign N° 67.184, Santiago de Chile Derechos exclusivos dela presente versin reservados para todos ls paises, Estado por Empresa Ecitora Zig-Zag, S.A. Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia, Teléfono 8107400, Fax 81074 E-mail: zigzag @zigzag cl Santiago de Chile Impreso por RR Donley Antonio Escobar Williams 590, Cerillos, Santiago de Chile PROLOGO milio Salgari nacié en Verona, Italia, en 1863, y se wicidé cerca de Turin, en 1911. De una fecundidad extraordinaria, en s6lo veintiséis aflos publics ciento cincuenta novelas. La primera de ellas ~Gli amori de un selvaggio, 1884— la publicé a los veintidin afios de edad. Pero fue con las dos que aparecieron en 1897 -I pirati della Melesia ¢ I pescatori di Trepang— con las que conocié el éxito, especialmente entre Jos lectores juveniles. Estos devorarfan mas tarde, entre otras, I! Corsaro Nero (1899), Le due tigri (1905), Ire del mare (1906), Sandokan a la riscossa (1907), Gli ultimi filibusteri (1909) y La riconquista di Mompracem (1910). Las obras de Salgari representan genuinamente a la novela de aventuras de la primera mitad del siglo XIX. Pues aunque ellas fueron escritas cuando los grandes novelistas coetineos del escritor habian abandonado el romanticismo, éste se queds en él, Salgari esta mas cerca de Walter Scott aunque lejos de su excelente estilo-, de Vietor Hugo ~sin su profundidad-, y especialmente de Alexandre Dumas padre. Es muy posible que las novelas de “capa y espada” de este timo, como Los tres ‘mosqueteros (1844) y El conde de Montecristo (1849), con su evocacién de los tiempos galantes y caballerescos de Francia, hayan influido en el novelista italiano, (sate 6 PRoLoGO : Es muy posible, también, que Salgari haya conocido las obras de Julio Verne, del que fue contemporineo, y que intentara, como éste, entregar en sus novelas descripciones de tipos y costumbres de los mis variados lugares del planeta. Pero sus descripeiones estén lejos de tener la riqueza y rigurosidad de su modelo, En muchos casos Salgari cae en ligerezas y comete errores, que ni lo numeroso de sus obras nila velocidad con que fueron eseritas sirven de excusa Lo que si es muy rescatable en las novelas de Salgari ~y que es lo que lo transformé rapidamente en el novelista de la juventud- es el ritmo cinematogrifico de su accién, el dramatismo de la mayoria de sus escenas y la exaltacién de Ja voluntad y de ta valentia de sus protagonistas. Valores que aparecen reforzados por las virtudes caballerescas en boga durante el siglo XVIML El Corsario Negro La trama de esta obra es tipica de las novelas de aventuras. Un corsario italiano de origen noble-el Corsario Negro— decide recuperar el cuerpo de su hermano -el Corsario Rojo-, que pende de una horea en la plaza mayor de la ciudad de Maracaibo, en Venezuela, El corsatio ha sido ejecutado por orden del gobemador de la ciudad, Wan Guld, un noble holandés que ha traicionado a los suyos pasndose al bando de los colonos espafoles Estamos en pleno siglo XVII, época en que los corsarios Y piratas ingleses, franceses y holandeses asaltaban a los barcos espafoles que traficaban entre la metrpoli y sus colonias, asolando a veces a las ciudades portuarias mismas. PROLOGO 7 Ayudado por dos de sus fieles seguidores ~Carmaux y Wan Stiller, y tras audaces aventuras, el Corsario Negro rescata el cadiver de su hermano y le da honrosa sepultura en cl mar. Jura, entonces, no descansar hasta vengarse de Wan Guld, extermindndolo a él y a toda su familia, Cuando inicia sus correrias para cumplir con su promesa, asalta a una nave espafiola y aprisiona a sus pasajeros. Enire estos hay una hermosa joven noble, de la que se enamora sin confesarselo a si mismo. Pero nada debe obstaculizar su venganza, por lo que atraca en la isla de la Tortuga —refuugio de los filibusteros que infectan el Caribe para dejar alli su botin y sus prisioneros, y urdir un plan para acabar con Wan Guld. ‘Sin embargo, el destino del Corsario Negro, como el de todos sus hermanos, es trigico. Luego de tomar por asalto 4 Maracaibo, en persecueién de Wan Guld, descubre que este es el padre de su amada. Pero como ha jurado exterminar a la familia de su enemigo, cumple su promesa sacrificando a la joven y a su amor por ella. Como a la mayoria de sus héroes, Salgari también dio al protagonista de esta novela una ascendencia noble. Emilio di Roccanera, sefior de Ventimiglia-el Corsario Negro~ es un noble italiano, que procede de aquella pequefia ciudad fronteriza con Francia, en el Mediterraneo. ElCorsario Negro posee, pues, todos los atributos de un noble caballero. Su sentido del honor hace que luche limpiamente. Previene a su adversario que va a atacarle, le devuelve la espada si éste la pierde en el combate, y reanuda la lucha, Es valiente y sabe reconocer el valor de los dems. Perdona, incluso, la vida del enemigo que lo ha combatido con audacia y valor. Y 6 PROLOGO Es muy posible, también, que Salgari haya conocido las obras de Julio Verne, del que fire contemporéneo, y que intentara, como éste, entregar en sus novelas descripeiones de tipos y costumbres de los més variados lugares del planeta. Pero sus descripciones estan lejos de tener la riqueza y rigurosidad de su modelo, En muchos casos Salgari cae en ligerezas y comete cerrores, que ni lo numeroso de sus obras ni la velocidad con que fueron escritas sirven de excusa, Lo que si es muy rescatable en las novelas de Salgari =y que es lo que lo transformé répidamente en el novelista de la juventud- es el ritmo cinematogrifico de su accién, el dramatismo de la mayoria de sus escenas y Ia exaltacién de Ta voluntad y de la valentia de sus protagonistas. Valores que aparecen reforzados por las virtudes caballerescas en boga durante el siglo XVII. El Corsario Negro La trama de esta obra es tipica de las novelas de aventuras. Un corsario italiano de origen noble —el Corsario Negro decide recuperar el cuerpo de su hermano -el Corsario Rojo-, que pende de una horca en la plaza mayor de la ciudad de Maracaibo, en Venezuela. El corsario ha sido ejecutado por orden del gobernador de la ciudad, Wan Guld, un noble holandés que ha traicionado a los suyos pasindose al bando de los colonos espafioles. Estamos en pleno siglo XVII, época en que los corsarios y Piratas ingleses, franceses y holandeses asaltaban a los barcos espaiioles que traficaban entre la metrépoliy sus colonias, asolando a veces a las ciudades portuarias mismas. PROLOGO 7 Ayudado por dos de sus fieles seguidores ~Carmaux y Wan Stiller, y tras audaces aventuras, el Corsario Negro rescata el cadaver de su hermano y le da honrosa sepultura en el mar. Jura, entonces, no descansar hasta vengarse de Wan Guld, exterminandolo a él y a toda su familia, Cuando inicia sus correrias para cumplir con su promesa, asalta a una nave espafiola y aprisiona a sus pasajeros. Entre estos hay una hermosa joven noble, de a que se enamora sin confesirselo a si mismo. Pero nada debe obstaculizar su venganza, por lo que atraca en la isla de la Tortuga ~refugio de los filibusteros que infectan el Caribe~ para dejar alli su botin y sus prisioneros, y urdir un plan para acabar con Wan Guld. Sin embargo, el destino del Corsario Negro, como el de todos sus hermanos, es trigico, Luego de tomar por asalto a Maracaibo, en persecucién de Wan Guld, descubre que este es el padre de su amada, Pero como ha jurado exterminar a la familia de su enemigo, cumple su promesa sacrificando a la joven y a su amor por ella. Como a la mayoria de sus héroes, Salgari también dio al protagonista de esta novela una ascendencia noble. Emilio di Roccanera, sefior de Ventimiglia-el Corsario Negro~ es un noble italiano, que procede de aquella pequefta ciudad fronteriza con Francia, en el Mediterréneo. ElCorsarioNegro posee, pues, todos losatributos de un noble caballero. Su sentido del honor hace que luche limpiamente Previene a su adversario que va a atacarle, le devuelve la espada si éste la pierde en el combate, y reanuda Ia lucha. Es valiente y sabe reconocer el valor de los dems. Perdona, incluso, la vida del enemigo que lo ha combatido con audacia y valor. Y 8 PROLOGO respeta escrupulosamente los e6digos de honor de los hombres de mar: su derecho a saqueo, sus modos de repartir el botin, sus supersticiones. Hay otra virtud caballeresca que adorna al Corsario Negro: la delicadeza y galanteria para tratar a las mujeres; siempre, claro esta, que estas sean de noble estirpe. El juramento y la palabra empefiada de un caballero son sagrados. Atado por estas caracteristicas, el Corsario Negro no s6lo expondra su vida en su cumplimiento, sino que renunciar’ al tnico amor de su existencia. Otros dos personajes, Carmaux y Wan Stiller, son, en cierto modo, coprotagonistas de la novela, aunque quien lleva el hilo de la trama es el Corsario Negro, El primero es de origen francés, y el segundo, holandés. Ambos se caracterizan por la invencible fidelidad con que sirven a su lider. Fidelidad que no esté hecha de servilismo sino que de admiracién, Son hombres tan audaces como valerosos, que s6lo pueden seguir a quien sea ain mas audaz y valeroso que ellos mismos. e entre las tinieblas del mar, surgié una voz potente y metilica: {Alto los de la canoa o los echo a pique! Al ofr tan amenazadoras palabras, los dos hombres que tripulaban fatigosamente una barquilla apenas visible, soltaron los remos y miraron con inquietud el algodonoso seno del mar. ‘Tenfan unos cuarenta aos, y sus facciones enérgicas y angulosas atin parecfan mds hoscas a causa de sus enmarafiadas barbas. Llevaban sobre 1a cabeza sombreros amplios agujereados de balas, cuyas alas parecfan rotas a dentelladas; sus camisas de franela y sus calzones estaban desgarrados, y sus pies desnudos demostraban que habfan caminado por lugares fangosos. Sin embargo, sostenfan pesadas pistolas, de aquellas que se usaban en los tiltimos afios del siglo XVI. Ambos hombres, a quienes cualquiera habria tomado por fugitivos escapados de algiin presidio del Golfo de México, si en aquel tiempo hubieran existido tales establecimientos, al ver la gran sombra sobre ellos cambiaron entre sf inquietas palabras. —Carmaux, mira bien -dijo el que parecta mas joven-; tt tienes mejor vista que yo. —Veo un gran barco, a unos tres tiros de pistola. Pero no sabria decir si vienen de las Tortugas o de las colonias espaiiolas. —Sean quienes sean, nos han visto, Wan Stiller, y no nos dejarén escapar La misma voz de antes volvié a resonar en las tinieblas que cubrian las aguas del gran Golfo: ~,Quign vive? -E1 diablo -murmurs el llamado Wan Stiller. 0 EMILIO SALGARI Su compaiiero, en cambio, grité con toda la fuerza de sus pulmones: ~Si tiene tanta curios diremos a pistoletazos! La fanfarronada no parecié ineomodar a la voz. que interro gaba desde la cubierta del barco: ~jAvancen, valientes -respondié-, y vengan a abrazar a los hermanos de Ia costa! Los hombres de Ia canoa lanzaron un grito de alegria, —Que me trague el mar si no es una voz conocida ~dijo Car maux; y afiadi6-: Sélo un hombre, entre todos los valientes de las Tortugas, pueden atreverse a venir hasta aqui, a ponerse a tiro de los cafiones de los fuertes espafioles: el Corsario Negro. {Truenos de Hamburgo! jEl mismo! iY qué triste noticia para ese marino audaz! Otro de sus hermanos colgado en la infame horca. {Se vengard, Carmaux! {Lo creo, y nosotros estaremos a su lado el dia que ahorque aese condenado gobernador de Maracaibo! EI magnifico barco del Corsario se habia puesto al pairo para esperar la canoa. Pero sobre su proa, y a la luz de un farol, se vefan diez 0 doce hombres armados de fusiles ;Quiénes sois? ~pregunt6 un hombre alos recién llegados, arrojando sobre ellos la luz de una kimpara, ~iPor Belcebti, mi patrén! ~exclam6 Carmaux-, ;Ya no conoce a los amigos? Que me trague un tiburén si no es éste el vizeaino Carmaux! ~grité el hombre de la kimpara—. ¥ ese otro gno es el hamburgués Wan Stiller? ;Los crefamos muertos! —La muerte no nos quiso. iY el jefe? lad, acérquese hasta nosotros y se lo EL CORSARIO NEGRO " ~iBandada de cuervos! ,Han concluido de graznar? -grit6 Ja vor metélica que amenazara a los hombres de la canoa. —jEl Corsario Negro! —barboté Wan Stiller. —iAquif estamos, comandante! ~respondié Carmaux. Un hombre descendié desde el puente de mando. Vest completamente de negro, con una elegancia poco frecuente entre Jos filibusteros del Golfo de México. Llevaba una rica easaca de seda negra con encajes oscuros y vueltas de piel, calzones en el mismo tono negro e idéntica tela; calzaba botas largas y cubria ‘su cabeza con un chambergo de fieltro, sobre el cual habia una gran pluma que le cafa hacia la espalda. Tal como en su vestimenta, en el aspecto del hombre habfa algo fiinebre. Su rostro era palido, marméreo. Sus cabellos tenfan una extrafia negrura y Hevaba barba cortada en horquilla, como lade los nazarenos. Sus facciones eran hermosas y de gran regu- laridad; sus ojos, de perfecto diseio y negros como earbunclos, se animaban de una luz que muchas veces habfa asustado a los mis intrépidos filibusteros de todo el Golfo. ~Quiénes son ustedes? ;De dénde vienen? —pregunté el Corsario, frente a ellos, con la diestra en la culata de 1a pistola. Somos filibusteros! de las Tortugas; dos hermanos de la costa, y venimos de Maracaibo ~contest6 Carmaux: fa ' Conviene distinguir entre corsario, pirata,flibustero y bucanero. Mientras el corsario es un navegante autorizado por su pais para com- batir y saquear barcos de un pais enemigo, el pirata es un ladrén de los mares sin autorizacién alguna, Se am6 filibusteros a los piratas que infectaron el mar de las Antillas durante el siglo XVII, y bucaneros a los piratas que durante los siglos XVII y XVIII saqueaban las posesiones espafiolas de ultramar. (N. del E.) R EMILIO SALGARI ~Han escapado de los espafioles? -{S{, comandante! (A qué barco pertene —Al del Corsario Rojo, Aloft estas palabras, el Corsario se estremeci6. Agarr6 brus- camente a Carmaux por un brazo, y lo condujo casi a la fuerza hacia popa, gritando: ~{Sefior Morgan! Usted dard la alarma si algo sucede. ;Todos alas armas! Elcorsario descendié hasta una pequeita cémara, elegante e iluminada, y le indie6 a Carmaux que hablara, Pero el marinero de la canoa no pudo despegar los labios. Lo han matado, gverdad? -Si, comandante. Tal como mataron al otro hermano, el Corsario Verde Un grito ronco, salvaje y desgarrador, sa del comandante. ~Murié como un héroe, sefior. Aun cuando el lazo de la horca le quitaba la vida, tuvo fuerzas para escupir la cara del gobernador. ~jAh, ese perro de Wan Guld! No moriré sin haber ex- terminado antes a ese maldito y a toda su familia, y entre- gado a las Hamas la ciudad que gobierna. No dejaré piedra sobre piedra. ;¥ ahora, amigo, cuéntamelo todo! ;Cémo los apresaron? -No lo hicieron por la fuerza de las armas, comandante, sino por sorpresa, a traicién. Como usted ya sabe, el hermano de usted se habia dirigido a Maracaibo para vengar la muerte del Corsario Verde. Eramos ochenta hombres decididos, pero en Ja embocadura del Golfo nos sorprendié un tremendo huracén que hizo pedazos nuestro barco. Sélo veintisiete hombres pu- de ta garganta EL.CORSARIO NEGRO. B dimos aleanzar la costa. Su hermano de usted nos condujo por los pantanos, y cuando crefamos que encontrarfamos refugio, caimos en la emboscada que nos tendié Wan Guld en persona. El Corsario Rojo se defendié como un leén, decidido a morir en el campo antes que en 1a horca. Pero el flamenco lo reconocié y ordené que lo respetaran El marinero hizo una pausa. Luego prosiguié: —Conducidos a Maracaibo, después de haber sido injuriados y maltratados por los soldados y la poblacién, nos condenaron a la horea. Pero ayeren la mafiana, mi compaiiero Wan Stiller y yo escapamos estrangulando a nuestro centinela, Desde la espesura asistimos a la muerte de su hermano de usted y de sus animosos filibusteros, Después, durante la noche, y ayudados por un negro, nos embarcamos en la canoa dispuestos a llegar a las Tortugas. Eso es todo, comandante. —Todavfa estard colgando de la horea dijo el Corsario, con una calma terrible. ~Durante tres dfas, seffor —ZY después lo arrojaran a cualquier basural? ~Seguramente, comandante. ~{Tienes miedo? —le pregunté el Corsario, con extraiia voz —jNo! —Entonces me seguiras. —jAdénde? sta noche iremos a Maracaibo y asaltaremos esa ciudad Iremos nosotros dos y tu compaiiero. —{Pero, qué quiere usted hacer? —Recuperar el cadaver de mi hermano —repuso el Corsario, jRayos y truenos! {Usted es el filibustero mas audaz de las Tortugas! 4 EMILIO SALGARL je a esperarme en cubierta, y manda que preparen una chalupa! ‘Carmaux se apresur6 a obedecer; sabfa que cualquier vacilacién ante el Corsario era peligrosa, Cuando el hamburgués supo que volverfan ala costa de la cual se habfan escapado milagrosamente, no pudo disimular su asombro y sus recelos. Pero Carmaux ya estaba entusiasmado con el plan del Corsario Negro. —(Ah{ esta! dijo en aquel momento Wan Stiller. Sobre la cubierta aparecié el Corsario. Se habia ceftido una espacia muy larga y puesto en el cinto un par de grandes pistolas ¥y un puial de los que los espaiioles Hlamaban de misericordia. Los tres hombres bajaron en silencio a la canoa pertrechada, EL barco filibustero apagé sus luces de posicién. Los marinos echaron manos a los remos. El Corsario, tendido en la proa, escrutaba el negro horizonte con sus ojos de dguila, tratando de distinguir la costa americana. De tiempo en tiempo, volvia la cabeza hacia su barco ‘Wan Stiller y Carmaux bogaban con gran brfo, haciendo volar el esbelto botecillo. Haca una hora que remaban, cuando el Corsario divisé una luz que brillaba al ras del agua. ={Maracaibo! ~dijo con acento sombrfo y un movimiento de furor {Sil ~contesté Carmaux, volviéndose. ~iEs cierto que hay una escuadra en el lago? -Si, comandante; Ia del contralmirante Toledo, que vigila Maracaibo y Gibraltar. ~iTienen miedo! Pero entre el olonés y nosotros, la echa- remos a pique. Debia ser medianoche cuando la canoa embarrancé en me, de la manigua, quedando oculta entre las plantas. El Corsario salts a tierra y pistola en mano inspeccion6 répidamente el lugar. CORSARIO NEGRO 5 ~Saben dénde estamos? —pregunt6. —A diez 0 doce millas de Maracaibo, ~;Podremos entrar esta noche en la ciudad? -Eso es imposible, capitén. El bosque es espesisimo. Lle- garfamos por la maiiana. ~Mostrarnos de dia en Ia ciudad es una imprudencia ~dijo el Corsario, y agreg6, como si hablara consigo mismo- aqui mi barco, me atreverfa; pero El Rayo cruza ahora las aguas del Golfo. Después de meditar en silencio, el Corsario pregunts, ~{ Hallaremos todavia a mi hermano? Estar expuesto tres dias en la plaza de Granada. -Entonces tenemos tiempo. {Conocen a alguien en Maracaibo? Si, al negro que nos ayud6 a escapar. Tiene una cabaiia en el bosque. No nos har traicion? —Respondemos con nuestras vidas. ~{Pues, andando! E] oscuro bosque se alzaba ante ellos impenetrable. Los Arboles, con sus troncos gigantescos y su desmesurado follaje, no les dejaba ver una estrella del cielo. Las ramas cafan en fes- tones por todas partes, y raices misteriosas se levantaban stibitas, obligdndolos a hacer uso de sus hachas. Miles de puntos luminosos danzaban a nivel del suelo y proyectaban haces de luz para luego apagarse. Bran las gran- des luciémagas de la América meridional, vaga lume, que en nimero de dos o tres dentro de un frasco, pueden iluminar una habitacién, Habrian recorrido unas dos millas cuando Carmaux, que iba delante, mont6 su pistola y exclam6, deteniéndose: 6 EMILIO SALGARI —{Un jaguar o un hombre? El Corsatio se eché a tierra y escuché conteniendo la respi- raci6n, Luego les hizo una sefia y ambos filibusteros lo siguicron empuiiando sus sables. De pronto, Wan Stiller y Carmaux le vieron lanzarse hacia delante y caer sobre una forma humana que se inguié de repente en la maleza. El hombre qlied6 tumbado y Carmaux y Wan Stiller se abalanzaron sobre él. Era un soldado espafiol. —{Lo mataron de un pistoletazo? -No. Vivo puede sernos més titi que muerto. Lo ataron firmemente. El pobre diablo que habia caido en manos de los corsarios era un hombre que no tenfa treinta afl, largo y flaco como su compatriota Don Quijote. Vestia una r de piel amarilla y calzones anchos y cortos a rayas negras y rojas, y botas negras. Llevaba un casco con una pluma rota y una larga espada en una vaina estropeada. ~Por Beleebti, patrén -exclamé Carmaux riendo-; si el gobernador de Maracaibo tiene valientes como éste, no los alimenta con capones, porque nuestro prisionero est més seco que arenque ahumado. Habla, si aprecias el pellejo! ~dijo el Corsario, tocando al prisionero con la punta de la espada. El pellejo ya lo tengo perdido. Nadie sale con vida de sus manos -respondis el espaiiol. ~Te he prometido la vida. YY quign va a creerle? Usted es un filibustero, Si, pero que se llama el Corsario Negro. iPor Nuestra Seffora de Guadalupe! Ha venido usted para exterminarnos a todos -exclamé el espafiol con pénico. ~Asf es. Pero el Corsario Negro es un noble caballero y un noble que nunca falta a su palabra ~contest6 el capitan con voz solemne. la casa EL CORSARIO NEGRO. W ~iEn ese caso, interrogue usted! Apenas el prisionero les hubo revelado que el Corsario Rojo seguia colgado en la Plaza de Granada, se pusieron en camino, marchando en hilera y Hevando al espaitol consigo. Comenzaba a alborear. Los monos, muy abundantes en Ve~ nezuela, despertaban dando extraiios gritos, También chillaban a voz en cuello enormes variedades de péjaros y papagayos. Los hombres, acostumbrados a todo ello, no se detenfan ni un minuto. Llevaban caminando unas dos horas, cuando resonaron en medio de la espesura unos sonidos melodiosos. -Es la flauta de Moko —dijo sonriendo Carmaux. ~GY quién es Moko? ~pregunté el Corsario. -El negro que nos ayudé a huir. Debe estar domesticando a sus serpientes. El Corsario desenvaind su espada e hizo sefia de seguir adelante. Ante una cabaiia de ramas entretejidas hallabase sentado uuno de los més bellos ejemplares de la raza africana. De elevada estatura, tenia un cuerpo musculoso que debfa desarrollar una fuerza descomunal. En su rostro no se observaba la ferocidad que se encuentra en muchos rostros de esa raza; habfa en él cierto aire de bondad, de ingenuidad, cierto aspecto de nif. Aloir el grito de Carmaux, el negro aparts la flauta de sus ios ~{Ustedes todavia aquf? Yo los crefa en el Golfo. —Viene conmigo el capitan de mi barco, el hermano del Corsario Rojo ~dijo Carmaux desde la espesura, -{El Corsario Negro, aqui? ~Silencio, negrito! Necesitamos tu cabaita, cain B EMILIO SALGARL El Corsario, que en aquel momento llegaba con Wan Stiller el prisionero, saludé al negro. Luego pregunté a Carmaux: ~jAcaso odia a los espaiioles? —Tanto como nosotros. El negro les offeci6 una comida de harina de mandioca, pifias y pulque, bebida fermentada hecha de pita. Mas tarde, los filibusteros se echaron sobre algunas brazadas de hojas secas y se durmicron tranquilamente. Sin embargo, Moko hizo‘de centinela después de atar al soldado. Ninguno de os tres filibusteros se movié en todo el dia. Pero apenas sobrevino la noche, el Corsario se levant6. =Ti permanecerds aqui, cuidando al espafiol ~dijo a Wan Stiller, que se habia puesto de pie. —Basta el negro, capitan. =No; el negro es fuerte como un hércules y lo necesito para transportar el cadiver de mi hermano. ;Ven, Carmaux: iremos a beber una botella de vino de Espafia a Maracaibo! —{Mil tiburones! ;,A estas horas, capit: Y los tres hombres, entre risas burlonas, entraron en la selv 2 ‘Aun cuando Maracaibo no tenfa ms de diez mil alma entonces una de las ciudades mis importantes que los espafioles habfan levantado en el Golfo de México, Era, ademds, un gran fuerte muy bien attillado. ¥ los primeros aventureros habfan erigido en aquellas playas hermosas casas y no pocos palacios. Cuando el Corsario y sus dos compaiieros entraron en Maracaibo, las tabernas estaban atin Ienas. Los recién legados era EL CORSARIO NEGRO 1 fueron a la plaza de Granada. Esta ofrecia un aspecto tan liigubre, que harfa temblar al hombre mas impasible de la tierra. Quince cadaveres pendian en semicirculo frente al palacio y, sobre ellos, revoloteaban numerosas bandadas de zopilotes, los pajaros e cargados del aseo en las ciudades de la América Central. Una terrible emocién descompuso las facciones del Cor- sario, quien se alejé de allf a grandes pasos, entrando luego en una posada, ~jA ver, un vaso de tu mejor jerez, hostelero de los demonios! ~grit6 Carmaux en vizcaino, mientras se sentaba con el negro junto al Corsario. El capitén de filibusteros estaba absorto en tétricos pensa- mientos. No parecfa escuchar la conversacién de la taberna, la burla que hacfan de los ahorcados. : ~Cuentan que al Corsario Rojo le han puesto un cigarro entre los dicntes ~dijo uno. —Yo quiero ponerle un quitasol en la mano para que se dé sombra ~agreg6 otro Carmaux, ineapaz de contenerse, cayé encima de la mesa vecina dando un tremendo puiietazo y pidiendo respeto por Jos muertos. Los cinco bebedores de la mesa, estupefactos, se Jevantaron de inmediato con sus navajas abiertas y se abalanza- ron hacia é1. Pero el negro, a una sefial del Corsario, lanz6 una silla que detuvo a los cinco vascos. Bl estrépito hizo salir de la habitacién contigua a una veintena de bebedores, precedidos por un hombrazo armado de un espadin. Qué sucede? ~pregunté rudamente el hombrote. ~jNada que a usted le importe! -repuso Carmaux. ~iPor toxios los infiernos! ~gritd el hombre, enrojeciendo. .No hay nadie que pueda enviar al seffor de Gamara al otro mundo para hacerle compaiifa al perro del Corsario Rojo? 20 EMILIO SALGART ~iTii eres el perro, y tu alma la que acompaiiaré a los ahor- cados! -respondié el Corsario, sacando su espada. Un momento, caballero! {Cuando se cruza el hierto, se tiene derecho a saber cusil es el adversatio! ~jSoy mis noble que tii! Es el nombre lo que quiero. El Corsario se le acere6 y le murmuré al ofdo algunas palabras. El aventurero lanz6 un grito de asombro, mientras el Corsario le atacaba vivamente, obligdndole a defenderse. Los bebedores abrieron un amplio circulo para los contendientes. Pero el sefior de Gamara no era un espadachin cualquiera: alto, robusto y de pulso firme, podia poner larga resistencia. El Corsario manejaba su espada con velocidad abismante, saltaba como un jaguar y la célera le brillaba en los ojos. Pronto, el aventurero se encontré atrapado por un muro, palidecié, y la transpiracién invadié su frente: ~iBasta! -grit6. -jNo! {Mi secreto debe morir contigo! -{Socorto! jEs el Cor... No pudo concluir: la espada del Corsario le atraves6 el pecho, clavandole en la pared, Un chorro de sangre salié de sus labios, y cay6 al suelo, quebrando el acero que lo sostenfa al muro. ~jEse se ha ido! -dijo Carmaux, burlén EI Corsario tomé la espada del vencido, cogié el sombrero, tir6 un doblén de oro sobre la mesa y salié con sus acompafiantes sin que nadie osara detenerlos. ‘Cuando Ilegaron a la plaza, reinaba un profundo silencio, int rrumpido tinicamente por los pajaros que vigilaban las horcas. Esta vez fue Moko quien inicié las acciones. Astuto como sus serpientes, se desliz6 en las sombras para eliminar a dos centinelas del palacio del gobernador. EL CORSARIO NEGRO a El Corsario, oculto tras un tronco de palmera, le observaba admirado enfrentarse casi inerme a un hombre bien armado. ~iE] compadre tiene higados! dijo Carmaux. Pronto el negro fue a reunirseles y los tres Hegaron al centro de la plaza. En medio de los hombres desealzos que colgaban, habfa un ajusticiado que vestfa de rojo y al que habian colocado entre los labios un pedazo de cigarro'. —{Malditos! ~exclamé con horror el Corsario~. jEsto es lo liltimo del desprecio! El negro trepé a la horea, cescolgé el cadaver y lo envolvi en la negra capa del Corsario. Adiés, valientes y desgraciados compaiieros! ;Los filibus- teros Vengardin sus muertes! ~se despidié Carmaux. -iEntre Wan Guld y yo est la muerte! -sentencié el Corsario, Répidamente se alejaron del lugar. Habfan caminado tres 0 cuatro callejas desiertas, cuando Carmaux crey6 ver sombras ocultas tras unas arcadas, jon los cinco vizeainos! dijo Carmaux~. Veo relucir sus navajas en los cinturones. ~iTi te encargas de los dos de la izquierda y yo de los tres de la derecha! -ordené el Corsario-. Moko, t6, lleva el cadaver hasta el bosque. Los vizcainos avanzaban con sus navajas abiertas y las capas enrolladas en el brazo izquierdo. "En la época en que Salgari sitia la accién -mediados del siglo XVI-, no se fumaba. (WN. del 2 EMILIO SALGARE {Qué es lo que quieren? ~los frené Carmaux ‘Satisfacer una curiosidad: saber quién es usted —dijo uno. ;Un hombre que mata a quien le incomoda! ~contest6 con fiereza el Corsario, y avanz6 con la espada desmuda. ‘Los cinco vizcainos esperaban la acometida de ambos fi- libusteros. Debfan ser cinco valientes, para quienes los golpes ‘mis peligrosos no parecfan serles desconocidos; el jabeque, que produce una afrentosa herida sobre el rostro, 0 el desjarretazo que se da por detras, bajo la altima costilla, y que secciona Ia columna vertebral. Los filibusteros atacaron con prudencia al percatarse de la. peligrosidad de sus adversarios. Los siete hombres Iuchaban con furor, pero sin Janzar un grito, atentos todos a parar y tirar tajos y estocadas. De pronto, el Corsario, al ver que un vizcaino perdia pie, se lanz6 a fondo y le tocé en el pecho. El hombre cayé sin un gemido. Los vizcainos no s¢ atemorizaron y arremetieron buscando dar un desjarretazo. El Corsario respondfa con viveza cuando st espada se embot6 en el sarape de su adversario y salt6 quebrada por la mitad. —jA mi, Carmaux! ~grit6 con rabia. Carmaux no podia deshacerse de sus atacantes. El Corsatio amartill6 precipitadamente una pistola que levaba al cinto. En- tonces, desde la oscuridad, una sombra gigantesca cay6 sobre los cuatro vizcainos, descargando sobre ellos una Iluvia de garro- tazos, que los tir6 por tierra con las cabezas rotas y las costillas, hundidas: era Moko. ~ Gracias, compadre! ~grité Carmaux-. {Qué granizada! —jHuyamos! ~dijo el Corsario-. ;Aqui ya no hay nada que hacer! EL CORSARIO NEGRO 2B Iban a emprender la marcha, pero una patrulla se acereaba al lugar. Carmaux cedié su espada al Corsario y recogié una navaja vizcaina, Echaron a correr sigilosamente, precedidos por Moko; pero, a los pocos pasos, oyeron el andar cadencioso de otra patrulla, Vamos a vender caras nuestras vidas -susurré el Corsario— Moko, tii levards a bordo el cadaver de mi hermano. Ponte a salvo con Wan Stiller. ~iVolveré con refuerzos, seiior! El negro salié corriendo. Pero como la calle estaba ocupada por ambas patrullas, se oculté en un jardin. Los ocho alabarderos dle una de las patrullas disminuyeron su marcha, ~{Despacio, muchachos! ~dijo uno de ello deben andar cerca! El taberero dijo que eran dos y nosotros somos ocho —comienté otro de los soldados. ~jAdelante! ~grité el Corsario, con su espada en alto. Soxprendidos, los alabarderos no supieron qué posicién tomar. Cuando se repusieron, los filibusteros ya estaban lejos. —{Deténganlos! ;Deténganlos! El Corsario y Carmaux corrian desesperados por calles y més, calles, sin saber por dénde iban. El vecindario habfa despertado con los gritos y abria sus ventanas. La situacién de los fugitivos se hacfa desesperada —{Truenos, capitan! ~exclamé Carmaux-. Esto es una trampa, La calle no tiene salida. Adin tenjan tiempo para volverse; la patrulla estaba distante, pero el Corsario decidié hacerles perder el rastro con un poco de astucia. ~jCarmaux! ;Abreme esa puerta! iEsos bribones u EMILIO SALGARE Era una vivienda modesta, de dos pisos, construida parte con mamposterfa y parte con madera; en lo alto de la azotea tenia tiestos con flores. ‘Amos filibusteros se apresuraron a entrar, cerrando la puerta tras ellos. Por la calle pasaban los soldados gritando. ‘Atientas se dirigieron a la escalera y llegaron al piso superior, donde Carmaux encendié una mecha de caiién. Por una puerta centreabierta escapaba un ronquido, Carmaux ubicé una vela y la encendi6; luego los filibusteros entraron, Un viejo calvo y arrugado, de piel color ladrillo y barba de chivo, dorméa alli, a pesar de la habitaci6n iluminada. El Corsario le cogié de un brazo y lo sacudié rudamente. —Necesita que le disparen un cafionazo ~dijo Carmaux. Ala tercera sacudida, el hombre desperts. Al divisar a los hombres armados exelamé: —{Muerto soy! Nosotros no tenemos intenciones de hacerte dafio si con- {estas nuestras preguntas, {No son ladrones —Somos filibusteros de las Tortugas. —4Filibusteros! {No hay duda de que soy hombre mucrto! {Vives solo en esta casa? Solo, sefior. ~¥ en la vecindad, ,quiénes viven? -Honrados burgueses. ~GA qué te dedicas? {Soy un pobre viejo! ~(Viejo zorro! -dijo Carmaux-. Tienes miedo de quedarte n el dinero. {Yo no tengo dinero, excelencia! Carmaux se eché a reir FL CORSARIO NEGRO 25 {Tratas de excelencia aun filibustero! [Este es el compadre mis alegre que he visto! jAcabemos! ~grit6 el Corsario al viejo~. ;Qué h Soy notario. ;Bien! Nos alojaremos en esta casa hasta que nos ponga- mos en marcha. No te haremos dafio. Pero cuidate de hacernos traicién. ;Ahora, levéntate! Mientras Carmaux amarraba al viejo, el Corsario abrié las ventanas para ver lo que sucedfa. Los vecinos y la soldadesca estaban alborotados con los filibusteros e intereambiaban frases a gritos en la calleja. ~Ya llegar‘ el dia en que tendriin noticias mias tes respondié en voz. baja el Corsario. Entretanto, Carmaux, recordando que no habfan tenido tiempo de comer la noche anterior, registraba la despensa ~Seiior ~dijo Carmaux al Corsario-, mientras los espaiioles persiguen nuestra sombra, pruebe un trozo de este pescado, que es una magnifica tenca de lago, y de este pato silvestre. Después traeré algunas botellas de Jerez y Oporto que el notario guardaba para las grandes ocasiones 1 Corsario agradecié, se senté a la mesa, pero le hizo muy poco honor a la comida. Estaba silencioso y triste, como siempre Je vieron los filibusteros. Por su parte, Carmaux no s6lo se comié todo, sino que se bebié un par de botellas ante la desesperacién del notario. BI Corsario volvié a la ventana. Media hora después, Car- maux lo vio entrar precipitadamente, ~(Eis de confianza el negro? ~jComandante! ;Es un hombre fiel! ~jEsta rondando la calleja! ~Lo iné a buscar, comandante. Déme diez minutos. 6 EMILIO SALGART . El Corsatio se encontraba muy inquieto cuando entraron Carmaux vestido de notario, el negro y Wan Stiller. Répidamente, Carmaux, que ya conocfa lo sucedido, le re- Iaté al Corsario que el bosque estaba plagado de soldados, que el negro habia dejado el cadver en su choza y que. tras soltar a Jas serpientes, habfa regresado con Wan Stiller. La situacién es grave, capitan —dijo Wan Stiller, no creo que podamos volver a bordo de El Rayo TEl Corsario se paseaba de un punto a otro de la habitaci6 tratando de resolver el aprieto, pero no tuvo tiempo de seguir pen- sando: un sonoro golpe dado en la calle vibré en la escalera ~jRelimpagos! ~exclamé Carmaux—. Alguien viene a buscar al notario. *"Alggin cliente que quizas me harfa ganar buen dinero “bal- buces el viejo. jCéllate, charlatén! ;Carmaux! ~dijo el Corsario, que haba tomado una reso~ Tucién-, Abre la puerta. Atas al importuno y Jo traes para que haga compaiifa al notario. "Al off un tercer golpe que casi asill6 la puerta, Carmaux bajé para abrisla,Un jovencito de dieciocho aos, vest seforialmente y con un elegante pufial, entr6 apresuradamente w jHlacen esperar asia los clientes? ;Condkizcame ante el no- tario! Se le habia advertico que hoy debfa casarme con la seriorita Carmen de Vasconcelos. Por lo visto, se hace de rogar esc. i ‘Las manos del negro le cayeron de improviso sobre los hombres. y el joven, medio estrangulado por la presién, cayé de rodillas, Desarmado y atado, fue conducido al piso alto junto al notario. {Quién es usted? ~pregunts el Corsario “Uno de mis mejores clientes dijo el notario. FL CORSARIO NEGRO 7 aC Soy el hijo del juez de Maracaibo, don Alfonso de Con- venxio. Ahora, espero que me explique usted el motivo de mi secuestro. Eso es imitil. Si no ocurren acontecimientos imprevistos, mafiana quedaré usted libre. Mafiana! -exclamé el jovencito, asombrado-. jHoy me n la hija del capitén Vasconcelos! —Se casaré maiiana. Cuidado! Mi padre es amigo del gobernador y en Maracail hay soldados y caiiones. -{No los temo! -Ie respondié el Corsario y le volvié ta espalda. Carmaux y el negro habfan logrado preparar répidamente otra comida con una cecina ahumada y cierta especie de queso bastante picante, ademas del buen vino que a todos debfa poner de buen humor. Sin embargo, no habfan alcanzado a anunciat los ‘manjares cuando oyeron llamar nuevamente a la puerta. —jEs un criado! -anuncié Carmaux desde la ventana, rdiganlo hasta aca! -roncé el Corsario, que intuyé que era el criado del jovencito. El almuerzo, muy al contrario de lo previsto por Carmaux, estuvo poco alegre. Todos estaban inquietos. No podia pasar inadvertida la misteriosa desaparicién del jovencito y su criado, y era de esperar nuevas visitas. —Demonios! -exclamé Carmaux-. jSi esto continta, vamos a hacer prisioneros a todos los habitantes de Maracaibo! El Corsario y sus dos marineros discutieron varios proyectos de huida, pero ninguno parecia bueno. Los filibusteros, general- mente fecundos en astuci en un atolladero, ate! caso se encontraban en aquel momento SALGARI 28 EMILIO is Ma sItas al asunto, a perplejidad, dandole vue Hallabanse on 6 ona golpes a a puerta del note, c ol indo una tercera persona g¢ ell ws Desde la ventana, Carmaux vio que el que dejaba ein cesar el llamador de hierro no iba a dejar dominarse con i ito y del crindo. Tidad del jovencito y del eriado . “Ve, Carmaux! —le apur6 el Corsario. iAqu por lo visto, se necesita un cafiOn ~iAqui, ! =i cién Megado. erta! dijo el recién im ae : ra un hombre de unos cuarenta aos, ano gRn ae estatura, de tipo varonil y altivo, ojos negrisimos y “A Sm Tera negra, que le daba cierto aspecto matcial. Vesta elegante y evaba botas largas con cespuelas. ~ ;Perdén, caballero! ~diyo Carmaux- ocupadisimos. ' En qué? —pregunts el castellano. “iE 8 —En curar al seffor notario. Tiene mm ante! —jLldmame conde, tunante! ; i dean sefior conde, no tenta el honot de conocerle a p 4 mi sobrino? nnio! Donde est mi so : Ame a Tre Carmautx, el negro cayé sobre el visitante Issaplierd é y 1a agilidad prodigiosa, + Rayo, pero éste, con una agilidad prodis con la rapidez dEl Rayo, Ps wad eo 6 ja Carmaux y, sacando la espada, grit0: esquivé, empujo & Carmi 1 i 10 es ola! Ladrones! ;Canallas! VOY & comes las ores! 4 \ 6 a lesde lo ~;Rindase, seit! —le grit6 el Corsario corredor. iA quién atraicién a las personas ; No: al caballero Emilio de Ro: para que abran la Pero estibamos wucha fiebre, sefior. ‘Aun bandido que tiene un lazo para asesinar ceanera, seitor de Ventimiglia. —{ Ah? cEs usted ‘de hacerme asesinar por sus criados. noble? Quisiera saber por qué trataba EL CORSARIO NEGRO 29 eS una suposicién que usted ha hecho. Nadie quiere ase~ sinarle, solamente retenerlo por algunos dias como prisionero. —{Por qué razén? -Para evitar que usted advierta a las autoridades de Mara- caibo de mi presencia. {Un noble con problemas! ;No entiendo! —{Entréguese! ~{,Quién es usted? ~{Debié haberlo adivinado! Somos filibusteros de Jas Tor: Defiéndase, porque lo mataré! En ese caso, lo pondré muy pronto fuera de combate. jUsted no conoce el brazo del Conde de Lerma! Ni usted el del seffor de Ventimiglia. ;Defiéndase, conde! -Sélo una pregunta: ; Qué ha hecho usted con mi sobrino y su criado? ‘an presos juntamente con el notario. No se inquiete por ellos. Mafiana estarén libres ~{Gracias, caballero! Instantes después, sélo se oia en el corredor el ruido de los aceros. El castellano se batia de un modo admirable, como un espadachin valiente, pero pronto hubo de convencerse de que tenia por delante a un adversario de los mas temibles. El Corsario realizaba un inteligente juego para cansar al enemigo. En vano, el castellano habfa procurado arrastrarle hasta la escalera. De improviso, el Corsario se lanz6 a fondo. Dio un golpe seco a la hoja del adversario y la hizo caer al suelo. Al verse desarmado, el conde se puso palido. La hoja de la espada del Corsario, que le amenazaba el pecho, se levants. =jEs usted un valiente! ~dijo el Corsario, saludéndolo~. Usted no querfa ceder el arma: ahora yo me la tomo, pero le dejo la vida. tugas be en 30 EMILIO SALGARI Un profundo asombro dominaba al castellano, No crefa estar vivo avin _Mis compatriotas dicen que os filibusteros son hombres sin fe ni ley, dedicados s6lo al robo en el mar; ahora puedo decir que entre ellos también hay valientes que, en Jo que a caballe- rosidad se refiere, pueden dar punto y raya a los més cumplidos caballeros de Europa. Seffor caballero, permitame estrechar su ‘mano. jGracias! El Corsario se la estrech6 cordialmente, y recogiendo la espada caida, se la alargé al conde ~Conserve su arma, sefior. A mi me basta con que me prometa usted no esgrimirla contra nosotros hasta majiana. {Se lo prometo por mi honor, caballero! Ahora, por favor, déjese atar. Me disgusta recurrir a este extremo, pero no puedo hacer otra cosa. =jHaga usted lo que quierat Pronto la casa del notario se vio envuelta en una gran ope- racién de fortificacién. El negro Hevé hasta el portal los mue~ bles mas pesados de la casa. Cajas, armarios y mesas quedaron obstruyendo la puerta. Ademés, los filibusteros levantaron una segunda barricada en la parte baja de la escalera ‘Apenas habfan terminado los preparativos de defensa, cuando Wan Stiller, que montaba guardia junto a los prisioneros, bajé corriendo la escalera. jComandant frente a la casa. El Corsario no se inmut6, Wan Stiller habia dicho la verdad, ‘Alrededor de cincuenta personas seitalaban la casa del notario, {Va a sucedet lo que me temia! ~murmuré el Corsario~- Estaba escrito también que yo debfa morir en Maracaibo. Pobres ~grité-, los vecinos se estin agrupando EL CORSARIO NEGRO ET hermanos mios, muertos sin que pueda vengarlos! {Maldicién! iCarmaux! —jAquf estoy, comandante! stoy, ie! -respondié el ma i nt p arino, al ofrse ~iMe habfan dicho que habfas encontrado municiones? —Si: un barrilito de pélvora como de ocho o diez. libras, un areabuz. y municiones. —Coloca el barril en el el ba el portal, detras de la puerta, y ps sence puerta, y pénle ~{Relémmpagos! 4Vaa volar la casa? z¥ los prisioneros? ~Peor pata ellos silos soldados quieren prendemnos, ;Tenemos derecho a defendernos y lo haremos sin vacilar! er Jacalle avanzaba un pelotén de arcabuceros, perfectamente armadbos para el combate. Frente a casa del notario, se colocaron cn triple linea, con los arcabuces listos para hacer fuego. —jAbran, en ne 6 jAbran, en nombre del gobernador! ~§ aw -grit6 el teniente comandaba el pelotén. a —jEstin ustedes dispuestos, mis valientes? —preg mis ae pregunté el ~iSf, seffor comandante! -contestaron Carmaux, Wan Stiller yel negro. —iUstedes permanecerdn conmigo! Y ti, mi bravo africano, sube al piso alto y busca algiin lugar que no: escapar \gar que nos permit Dicho esto, abrié la ventana y pregunté: {Qué es lo que desea, sefior? ~iQuién es usted? Yo pregunto por el notatio. -EI notario no puede moverse. Yo contesto por él la 60 orden de averiguar qué le ha pasado al sefior don .a su criado y a su tio, el Conde de Lerma AE: Ae RRR ORES: iE A 2 EMILIO SALGARE fi de _§i le interesa saberlo, le digo que ellos estén sanos Y muy buen humor. _{Mandelos usted bajar! cat Sefior, eso es imposible! -contest6 el Corsaro é la puerta! —jObedezca! {0 haré derribar ides . jHégalo! Pero leadvierto gue hay un bat de poor es dela puerta. Al primer intento que usted haga para forza, Po fuego a la mecha y volar la casa con todos sts ocuPaMS: : ‘én es usted? —grit6 frenético el teniente —;Pero, quién es usted? ~g1 i i coemtrombre que no quiere ser molestado ~respondi6 con calma el Corsario, {Un loco! —{Tan loco como usted! ; {Eso es un insulto! ;Concluyamos! a. zt aux; anda a poner fuego a la Lo quiere usted’? Eh, Carmaux; anda a poner [wee jLa broma ha durado pélvora! ‘Al ofr la terrible amenaza, a a salvo; otros entraban en sus: casas — rescatal di dos retrocedieron. is valor. Hasta los soldac a ; sew Deténgase, sefior! ~grit6 ef teniente-. jEsté usted loco! éjeme la tropa. {Déjeme en paz! Retire a : ; En aquel momento se acores al teniente un hombre con una venda ensangrentada en la cabeza; caminaba como si llevarau : a st 6. ia herida. Carmaux se estremect ; Sea s uno de los vizcainos que e,nos delatan! esuno de: ={Comandante, nos nos acometieron 4“ “jSefior teniente, que no se le escape! j filibusteros! Un grito, no de espa’ partes. Le siguieron un dispa Jos veeinos corrieron a ponerse 1 sus abjetos de s uno de los nto, sino que de furor, estall6 por todas /0 y un gemido doloroso EL CORSARIO NEGRO 33 Auna seiial del Corsario, Carmaux habfa levantado el mos- quete y con admirable punteria tumbé al vizcaino. ~{Quémenlos vivos! -gritaban algunos. —{Ahdrquenlos en la plaza! ~pedian otros —Son las seis de La tarde, sefior —grit6 el Corsario al teniente-. Mientras usted decide qué hacer, voy a tomar un bocado con el Conde de Lerma y su sobrino y beberé un vaso por usted antes de que vuele la casa. {Qué vamos a hacer, asombrado. ~iQuia! Nuestra iltima hora esta més lejos que nunca! Cuando Hegue la noche, ese barrilito de pélvora hard maravillas. Entré en la habitacién y sin més explicaciones corté las amarras del Conde de Lerma y su sobrino, a quienes invité a compartir la improvisada comida y a mantener la promesa de no intervenir en el asunto, ~Qué hacen mis compatriotas? He ofdo un vocerio ensor- decedor —pregunté el conde. ~Por ahora, se limitan a sitiarnos, Lamento decirselo, pero el asedio continuard, y tarde 0 temprano tendra usted que rendirse. Y le aseguro que seria un disgusto para mf ver a un hombre amable y valiente como usted en manos del gobernador. jE no perdona a los filibuster: —iNo me coger! Es preciso que arregle cuentas con el flamenco. ~Lo conoce usted? —Ha sido un hombre fatal para mi familia, y si me he hecho filibustero, a él se lo debo. Pero no hablemos de esto, me Heno de odio y me vuelvo triste. ;Beba usted, conde! La comida terminé en silencio, sin que nada ta interrum- piera. Los soldados, a pesar de sus ganas de quemar vivos a pits n? —pregunté Carmaux, uM EMILIO SALGART erminacién. No Jos filibusteros, no habfan tomado ninguna determi nacion. Jes faltaba el valor, ni los espantaba el barr de pélvora: Pet temian por el Conde de Lerma y su sobrino, dos personas muy respetables en la ciudad. an : Pe caer noche, Carmaux vig llegar ms soldados F la cae Répidamente llamaron al negro, quien habfa Togrado hundi a ete de escape. arte del techo, haciendo un boqu pe Par an aquel momento son6 una descarga y la.casa seestremeci6 las y el techo. as balas horadaron las murallas y el techo nies he prometido la vida ~dijo el Corsario al conde y @ ‘a, sostendré mi palabra, pero su sobrino-, y suceda lo que quier 1 e rebelaran. ustedes deben jurar que no se re ' “Hable usted, caballero dijo cl conde. Siento tnuco ue tos asaltantes sean mis compatriotas. Sino lo fuesen, le asee que tendria el placer de combatira sulado. ‘Tienen ustedes que seguirme sino quieren volar =,Cémo? Van a volar mi case? ;Quieren arruingeme’ i ; itd mnice el A ‘aro! —grit6 Carmaux-. (Que te inden —|Calllate, avaro! 2! gobernador! ae En Ia calle soné otra descarga. ae = Carmaux, la mecha! ;Adelante, hombres del mar! —grit6 el Corsatio. Ya en el desvin, el afticat entré por él y salié al tejado. vefa un muro al lado de una palmera. Por allf debemos descender? Si, patron ~respondis el negro. ir por el jardin? ‘no mostré el boquete. El Corsario Cuantro tejados més adelante, se 'g0 espero! — Pronto! ~grité Carmaux- {1 nuestros pies! La casa se va a hundir bajo a EL CORSARIO NEGRO 35 jEstoy arruinado! ~exclam6 el notario. A pesar de tener que llevar en vilo al notario, que no podia moverse de espanto, los filibusteros llegaron en pocos instantes al borde del tiltimo tejado, junto a la palmera, Habja allf un jardin que parecia prolongarse en direccién del campo, Yo conozco este jardin -dijo el conde-. Pertenece a mi amigo Morales ~{Bajemos pronto! ~apuré Carmaux~. ;La explosion puede lanzarnos al vacfo! Apenas habja terminado de decir esto, cuando se vio brillar un enorme relémpago, al cual siguié un horroroso estampido, Inmediatamente cayeron sobre ellos trozos de maderas, mucbles deshechos, pedazos de tela ardiendo. ~Estan todos vivos? ~pregunté el Corsario, Eso creo -respondio Wan Stiller. Pero el notario yacfa desvanecido y hubo que arrastrarlo, para evitar que muricra abrasado tras el incendio de su casa Ya caminaban hacia el muro que cercaba el jardin, cuando unos hombres armados de arcabuces se lanzaron fuera de la espesura gritando: ~{Quietos, 0 hacemos fuego! El Corsario empuiié la espada con la diestra y con la otra mano se quité la pistola del cinto, dispuesto a abrirse paso; el conde lo detuvo con un gesto y adelanténdose grité: ‘émo! ,Acaso no conocen a los amigos de su amo? El sefior conde de Lerma! ~exclamaron aténitos. ~Perdone usted, sefior conde —dijo uno de los criados— hemos ofdo una detonacién espantosa, y como sabfamos que los soldados cercaban en la vecindad a unos corsarios, hemos acudido para impedirles la fuga, 36 EMILIO SALGARI Los filibusteros han escapado ya; por lo tanto, ustedes pueden regresar. No hay alguna puerta en la tapia del jardin’ Si, sefior conde: i - ~Pues, ébranla, para que mis amigos y yo podamos s El conde guis a los filibusteros unos doscientos pasos fuera del jardin. : i Caballero ~dijo luego, deteniéndose-,usted me ha concedido la vida y yo me felicito de haberle podido prestar este pequetio ‘o. Hombres tan valerosos como usted no deben morir en ¥ le aseguro que no habria perdonado al gobernador si sted hubiese caido en sus manos, ;Vuelva usted en seguida & bordo de su buque! : —Gracias, Conde ~contest6 el Corsatio. Los dos nobles se estrecharon las manos cordialmente y se it sombrero, separaron quitandose el somt s on : = Ese es un hombre de una pieza ~dijo Carmaux—. Si volve: mos @ Maracaibo, no dejaré de ira busearle. Se detuvieron unes cuantos minutos ala sombra de un gigantesco simaruba, Cuando estuvieron ciertos de que ningtin espaiiol inane Ta campifia, i los arboles. avanzaron a escape, siempre bajo : ‘Cuando Hlegaron a la cabaiia encontraron al prisionero emebundo. ne Beane’ ;Quieren ustedes hacerme morir de hambre? Prefiero que me ahorquen en seguida. ; as {Ha venido alguien a rondar por estos sitios? ~le pregumts el Corsario. i. aie “Sefior, yo no he visto més que vampiros. “Anat jRecoge el cadaver de mi hermano! ~dijo el Corsario dirigiéndose al negro. ; et euego, se volvi6 hacia el prisionero y le corté Tas ligaduras. EL CORSARIO NEGRO 37 Eres libre, porque el Corsario Negro cuando promete algo lo cumple. Pero debes jurarme que cuando Ilegues a Maracaibo, ids donde el gobernador y le dirds que he jurado por el mar, Dios y el Infierno, que le mataré a él y a todo el que lieve el nombre de Wan Guld. Ahora, ;vete, y no vuelvas! ~{Gracias, sefior! —dijo el espafiol, escapando con verdadero miedo. El Corsario se volvié a sus acompafiantes: ~iAndando: el tiempo apremia! ~apuré 3 El Corsario y sus hombres, guiados por el africano, avanzaban a la carrera por el bosque, buscando aleanzar con prontitud la orilla del Golfo. Estaban inquietos por la suerte del barco, pues tem/an que el gobernador hubiera pedido ayuda a la escuadra del almirante Toledo. Alls dos de la mafiana, Carmaux, que iba delante del negro, ‘oy6 un rumor lejano que indicaba la cercania del mar. El Corsario hizo seitas para que apresuraran més el paso y, poco después, Hegaron a una playa baja Ilena de plantas. La oscuridad era muy grande, pues habfa una niebla densa que se elevaba de las marismas que costeaban el Iago. Las crestas de las olas parecfan despedir chispas y en muy pocos instantes, trazos grandes de mar, poco antes negros como si fuesen tinta, se iluminaban de pronto, como si en su seno se hubiera encendido una poderosfsima lampara eléctrica, ~iLa fosforescencia! ~exclamé Wan Stiller ~iQue el diablo se la Hleve! ~dijo Carmaux-. Hasta los peces parece que estén de parte de los espafioles. 38 EMILIO SALGARI El Corsario, entretanto, miraba el mar. Como no distingufa nada, mir6 hacia el Norte, y vio sobre el llameante mar una gran mancha negra que se destacaba entre la fosforescen: Alli esta El Rayo —dijo-. ;Busquen el bote! Carmaux y Wan Stiller se orientaron lo mejor que pudieron, pero no sabian dénde estaban. Después de recorrer més de un kilémetro, lograron descubrir la chalupa, que Ia marea baja habia dejado entre la espesura. Colocaron el cadaver cuidadosamente envuelto y le taparon el rostro. Inmediatamente se hicieron mar adentro, remando con: vigor. El Corsario, sentado en la popa, frente al cuerpo del ahorcado, habfa vuelto a caer en su tétrica melancolfa [La chalupa se deslizaba con rapidez alejandose de la playa. agua llameaba y los remos parecian levantar chorros de chis- pas, Bajo las aguas, moluscos extrafios onxlulaban en nimero infinito, jugando entre aquella orgia de Tuz. con sus cuerpos de diamantes y con sus desplazamientos, seguidos de breves re Lémpagos azules. ‘Sin dejar de remar, los filibusteros miraban en todas direc- ciones con inquietud, temiendo ver de un momento a otro los navios enemigos. ‘Ya no distaban ms de una milla del barco, el cual salfa a su encuentro corriendo bordadas pequeiias, cuando Ilegé a sus ofdos un grito extrafio que semejaba un quejido y parecia terminar en un sollozo. ‘Ambos remeros se detuvieron en el acto y miraron en de- rredor Ilenos de espanto. {Has oido? ~pregunt6 Wan Stiller, baffado en sudor frio, ~jSi! -contest6 Carmaux {Habra sido un pez? EL CORSARIO NEGRO 39 ~jJamés he ofdo a un pez gritar de esa manera! ~jSerd el hermano del muerto? : ~{Silencio, camarada! Los dos miraron al Corsario, pero éste segufa inmévil, con Jos ojos fijos en el muerto. ‘ ~iHas ofdo ese grito, compadre negro? ~{ Qué crees que haya sido? ~Quizas lo haya lanzado un lamantino!! ~iHum! -exclamé Carmaux—. Habré sido un lamantino, pero. i nn ae interrumpi6 bruscamente y palideci6. Detras de la popa el bote, entre un cfrculo de espuma luminosa, desaparecia una forma oscura e indecisa, os a 5 Negros ra e indecisa, hundiéndose en el act to en los negros z sto? - Has visto? -pregunt6 con vor ahogada a Wan Stile ~iSi! -contest6 éste, con un castaiieteo de dientes: na cabeza, ;verdad? ‘Si, de un muerto. 4Y el Corsario no ha visto ni ofdo nada? Es el hermano muert C loan he 10 del Corsario Roj ; io Rojo lamando a s ~Ti, compadre, no has visto nada? ~iSf; una cabeza! —contesté el africano, De quién? ~pregunts Carmaux. —De un lamantino. Al diablo En aquel instante resoné una voz que vent: iEh!, los de la chalupa. ;Quién vive? del bareo. Lamantino: Especie de cetiiceo. (NV. del E.) 40 EMILIO SALGARI EI Corsario Negro —grité Carmaux. Cuando el Corsario sintié que la proa del bote chocaba con- tra el casco del barco, hizo un movimiento como si despertara de tétricos pensamientos. Estaba asombrado de verse junto a su nave. Un vez. que izaron el bote a bordo, toms el cadaver de su hermano y fue a depositarlo junto al palo mayor. Al ver al muerto, la tripulacién que estaba escalonada, se descubris. Morgan, el segundo comandante, descendié del puente de Ordenes y se dirigié al encuentro del Corsario Negro. iA sus Grdenes, sefior! ~dijo. ~i¥a sabe usted lo que debe hacer! - con rabia y tristeza. Comenzaba a clarear con una luz pesada como hierro. El Corsario llegé al puente y allf se qued6 inmévil. Su bandera hab} sido puesta a media asta, en seffal de Iuto, Toda la tripulacién estaba en cubierta, La campana resoné en la toldilla de popa y la tripulaci6n en masa se arrodill6, En aquel momento, parecia que la formidable figura del Corsario adquirfa gigantescas propor- ciones. Su voz metilica rompié de improviso el fiinebre silencio que reinaba a bordo del buque. ~jHombres de mar! ~grit6-. ;Oidme! ;Juro por Dios, por estas olas, nuestras compaiieras, y por mi alma, que no gozaré de bien alguno sobre la tierra hasta que haya vengado a mis hermanos muertos por Wan Guld! Que los rayos incendien mi barco y los abismos los traguen a todos sino mato a Wan Guld y no extermino a toda su familia, asi como é1 ha exterminado la mfa! Hombres de mar! {Me han ofdo? ~{Sf,comandante! ~grité la tripulacién al unfsono. —jAl agua el cadaver! -ordené con voz sombria. spondié el Corsario EL CORSARIO NEGRO 1 1 contramaestre y tres marinos tomaron Ia hamaca con el cadaver y la dejaron caer. El finebre bulto se precipits entre las las, levantando un chorro de espuma como una Hamarada. De repente, lejos, se oy6 otra vez el misterioso grito que tanto asustara a Carmaux y Wan Stiller. Ambos se miraron, pilidos como dos muertos. ~jEs el grito del Corsario Verde lamando al Corsario. Rojo! murmur Carmaux. ~iSi! Los dos hermanos se han encontrado al fondo del mar, Un silbido les corté bruscamente la palabra. ~{Sobre babor! ~grité el contramaestre. EI Rayo vir de bordo, y volte6 entre los islotes del lago huyendo hacia el Gran Golfo. Las aguas se doraban ya con los primeros rayos del sol, y se extinguié de repente la fosforescencia. El dia que siguié al entierro del Corsario Rojo fue tranquilo. El comandante no se habfa dejado ver, habia abandonado el mando y el gobierno del buque a su segundo, Morgan, para encerrarse en su camarote, Nadie lo haba visto, ni siquiera Wan Stiller y Carmaux. Se sospechaba, eso sf, que estaba con el afticano, pues a éste tampoco se le encontraba por parte alguna det buque. Llegada la noche, y mientras El Rayo recogia parte de sus velas, Wan Stiller y Carmaux, que rondaban cerca de la cémara, vieron salir por la escotilla la cabeza lanuda del african. -iEh, compadre! ~dijo Carmaux al negro-. Ya era tiempo dle que vinieras a saludar al compadre blanco. -E! patrén no ha hecho otra cosa que hablar de sus hermanos y de venganzas tremendas. ~Y las cumplird. Wan Guld siente un odio implacable hacia cl Corsario, pero le sera fatal —aseguré Carmaux. 2 EMILIO SALGARI ~zY se sabe cual es el motivo de ese odio, compadre 0? “Es muy antiguo. Desde que estaban en Europa. Wan Guld habfa jurado vengarse de los tres corsarios antes de venir a América. —zYa se conocfan de antes? Eso dice. Los tres eran hermosos y valientes. El Verde era el mas joven, y el Negro, el mayor; pero en dnimo, ninguno era inferior al otro. ¥ sus tres barcos eran los més veloces y los mejor armados de todo el filibusterismo. =Lo creo ~contesté el africano-. Basta con mirar este barco. Pero también para ellos legaron dias tristes ~prosiguis Carmaux-. El Corsario Verde, que habfa zarpado de las Tortu- gas, fue sorprendido por la escuadra espafiola. Tras una batalla desesperada, le capturaron y le condujeron a Maracaibo, donde Jo ahorcaron por orden de Wan Guld. “Lo recuerdo -expresé el negro-; pero su cadiver no queds para pasto de las fieras. El Corsario Negro, con algunos servidores, robé el cadaver y logrs sepultarlo en el mar. Ahora le ha tocado al Corsario Rojo. También ha sido sepultado en el mar Caribe ~Compadre, va air a Maracaibo muy pronto. El comandante me ha pedido datos precisos. Piensa atacar la ciudad con una flota numerosa El terrible olonés Pedro Nun es amigo del Corsario Negro yy se encuentra todavia en las Tortugas. , Quién va a poder resistir ‘esos dos hombres? ;Mirale! No da miedo ese hombre? ‘Alli, sobre el puente, estaba el Corsario con su atuendo negro. ;Parece un espectro! ~murmur6 en voz baja Wan Stiller. EL CORSARIO NEGRO 43 __~¥ Morgan no le va en zaga ~dijo Carmaux-. s tétrico como la noche, el otro no es mucho mas alegre. Entre las tinieblas reson6 una voz. Descendia de Io alto de la cruceta del palo mayor. (Barco a sotavento! ~iMorgan, mande usted apagar las luces! ~grité el Corsario. ~Gaviero —volvié a decir el Cor {por dénde navega ese barco? ~Hacia el sur, comandante. —jHacia la costa de Venezuela? —Eso creo. {A qué distancia? —Cinco o seis millas. El Corsario se incliné sobre la pasarela: ~jHombres, a cubierta! -grit6. Los ciento veinte filibusteros de Ia tripulacién de El Rayo se colocaron en sus puestos de combate. Era tal Ia disciplina en el bareo, que podria considerarse desconocida aun en los buques de guerra de las naciones mas marineras. Sabfan que sus jefes no dejarfan impune una falta por pequefia que fuese, y se las harian pagar con un pistoletazo en Ia frente 0 abandondndolos en una isla desierta. uno es ario, ya en la oscuridad-, ~iAtacaremos esta noche a ese barco espatiol, sefior? —p sunt Morgan ~jLo echaremos a pique! pero ya no dormiran solos! ~;Atacaremos con el espolér -Si, si es posible. ~iPerderemos los prisioneros, sefior! ~jA mi qué me importa? Id abajo duermen mis hermanos; 4 EMILIO SALGARL Ese bareo puede ir cargado de riquezas! ‘Tengo tierras y castillos en mi patria! —Hablaba por lo que toca a nuestros hombres, Para ellos tengo oro. Mande usted virar de bordo. El Rayo vito de bordo, casi en el mismo sitio, y empujado por ‘una brisa fresca que soplaba del sudeste, se lanz6 sobre la ruta del velero sefialado, dejando a popa una estela ancha y rumorosa Alo largo de las amuras, los arcabuceros inméviles espiaban el barco enemigo, ¢ inclinados sobre las piezas, los artilleros soplaban Jas mechas dispuestos a desencadenar una tempestad de metralla, El Corsario Negro y Morgan se mantenfan vigilantes en el puente de mando. Carmaux, Wan Stiller y el negro, en el castillo de proa, conversaban en voz baja. Ja noche para esa gente ~decfa Carmaux~. {Me temo que el comandante, con Ia ira que Heva en el coraz6n, no deje vivo ni un solo espaiiol! —A mi me parece que ese barco es muy alto de bordo —re- fiexionaba Wan Stiller-. No me gustaria que fuera un barco de linea que va a reunirse con el almirante Toledo. —jPsch! Ya habréis ofdo que el comandante hablaba de aco- meterle con el espolon —jTruenos de Hamburgo! ;Si hace eso, cuando menos lo piense se quedaré sin proa El Rayo! La vor del Corsario corts de pronto la conversaci6n. —jHombres de la maniobra! jArriba las suplementarias y afuera las bonetas! —{De caza! -exclamé Carmaux-. Segiin parece, boga bien el barco espafiol para obligar a El Rayo a largar todo el trapo EL CORSARIO NEGRO 45 En aquel instante reson6 en el mar una voz fuerte. Procedia del bareo contrario. ~jOheé! jBarco sospechoso a babor! El Corsario subié sobre la cubierta de eémara gritando: ~iVenga la barra! ;Hombres de mar, a la caza! Solamente una milla separaba a ambos buques, pero los dos debian tener una velocidad extraordinaria, porque la distancia no pareefa acortarse. Habja transcurtido una media hora, cuando la cubierta del barco espaiiol se ilumin6 répidamente y una estruendosa detona- cién se propagé sobre las aguas. Un silbido bien conocido de los Filibusteros se oy6 en el aire; después un chorro de agua salt6 a mis de veinte brazas de la nave corsaria. Aquel caitonazo era la advertencia del buque adversario para que no lo siguieran. El Corsario Negro se hizo cargo en seguida de fa ruta. ~(Seitor Morgan, a proal -ordend, ~{Comienzo el fuego? ~Todavia no. Vaya usted a disponerlo todo para el abordaje, ~jAbordaremos? ~Ya se verd Morgan y el contramaestre se dirigieron al castillo de proa, donde habfa cuarenta hombres con el hacha de abordaje colocada delante y un fusil en ta mano ~iEn pie! —ordené-. ;Prepare lanzamiento! los bicheros de Los cuarenta hombres se pusieron en silencio a la faena de los bicheros y a levantar barricadas con barriles Henos de hierro, en el caso de que el enemigo ocupara el barco. Si temfan al Corsario Negro, no menos miedo tenian de Mor- gan, tan audaz. como su jefe. De origen inglés, habfa emigrado a 46 EMILIO SALGARI ‘América. Habfa hecho sus pruebas de modo sorprendente bajo las 6rdenes del famoso corsario Mausfled. Pero luego habfa superado a todos los filibusteros mas célebres con la famosa expedicién a Panamé, considerada como imposible. Dotado de una robustez excepcional y de una portentosa fuerza, hermoso de facciones, como el Corsario Negro sabja imponerse a sus rudos hombres con la sola indicacién de una mano. Pronto todo estuvo dispuesto bajo su mirada severa. El buque adversario se hallaba entonces a unos seiscientos pasos de El Rayo. A pesar de no haber luna, se podia distinguir perfectamente el barco espaifol, que, como Wan Stiller sos- pechara, era un barco de linea, un verdadero barco de guerra, armado seguramente de una manera formidable y tripulado en consecuencia por hombres aguerridos. Otro corsario cualquiera de las Tortugas se habria guardado muy bien de atacarle, porque aun cuando venciesen, muy poco tendrfa que saquear. Pero el Corsario Negro, como hombre a quien las riquezas le tenfan sin cuidado, no pensaba asi Al ver que le seguian de modo tan obstinado, el buque espafiol disparé a quinientos metros otro cafionazo con una de sus grandes piezas de proa. Esta vez la bala no se perdié en el ‘mar; pas6 por entre las velas para romper el extremo del pico de randa, haciendo caer la bandera del Corsario. Comandante, ;comenzamos? -;Todavia no! —respondié el Corsario. Un tercer cafionazo resoné en el aire y una bala hundis 1a amura de popa, a unos tres pasos del timén, que manejaba el Corsario. Una sarilénica sonrisa aparecié en los labios del filibustero, pero no dio orden alguna. comarescmnamcsiaaas EL CORSARIO NEGRO EI Rayo acrecentaba la rapidez de la carrera, presentando el alto espoldn al barco enemigo. Avanzaba calladamente, sin con- testar las provocaciones ni dar sefial de que lo tripulase alguien, Parecia una sombra al ataque. Muy pronto produjo un efecto siniestro entre los supers- ticiosos marinos espafioles. Ofanse gritos de terror y Grdenes precipitadas, —iFuego de costado! ~ordené una voz, probablemente la del comandante. Las siete piezas de estribor y los dos cafiones de proa de la cubierta vomitaron sobre el barco corsario todos sus proyectiles. Las balas atravesaron velas, cordajes, se clavaron en él casco, hundieron amuras, pero no detuvieron el empuje de El Rayo. Guiado por el brazo robusto del Corsario Negro, éste cayé con todo su impetu sobre el gran barco. Por suerte para él, un golpe de barra dado a tiempo por su piloto, le salvé de una catastrofe espantosa, huyendo milagrosamente. Fallado el golpe, el barco corsario prosiguié su carrera y desaparecié entre las tinieblas sin haber dado sefiel de su nume- rosa tripulacién ni de su poderoso armamento. ~jRelampagos de Hamburgo! -exclamé Wan Stiller, conte- niendo la respiracién—. jEspaitoles, eso se Hama tener suerte! =No se han producido mas que averfas insignificantes. -iCalla, Carmaux! El Corsaro gritaba por el portavoz: ~{Dispuestos para virar de bordo! ~;Volvemos? —pregunté Wan Stiller. ~;Por Baco! ;Por lo visto, no quiere dejar marchar al barco espaiiol! —contesté Carmanx. ~iY a mi me parece que éste tampoco tiene intenciones de irse! 48 EMILIO SALGARE Era verdad; el buque espafiol viraba lentamente de bordo, presentando ahora el espolén, para evitar una nueva embestida. —Compafiero, preparémonos para una lucha desesperada. Y como es costumbre entre nosotros, 10s filibusteros, si me parte tuna bala «le caién o muero.en el puente enemigo, te nombro heredero de mi fortuna, {Qué asciende...? ~dijo Wan Stiller, sonriendo. —A dos esmeraldas de mas o menos quinientas piastras que Hevo cosidas en el forro de mi chaqueta. —Con eso me divierto una semana en las Tortugas. Yo tam- bién te nombro mi heredero; pero te advierto que no tengo més de tres doblones cosidos en el cinturén. c — {Basta para vaciar media docena de botellas de vino a tu ‘memoria! EL Rayo, entretanto, continuaba su carrera en derredor del barco de linea, sin contestar los cafionazos que de cuando en cuando éste le lanzaba sin éxito. AL amanecer,el Corsario, que no habia soltado la barra del timén, hizo clavar su bandera y dirigié derechamente su barco contra el enemigo resuelto a abordarle _jHombres de mar! ;Ya no les detengo mas! ; Vivan los filibusteros! ‘Tres vivas formidables le respondicron A mil pasos comenz6 el caitoneo con furor. - Elbarco de linea era un gran buque de tres puentes, altfsimo de bordo y con catorce bocas de fuego; un barco de batalla, pro- bablemente destacado por algin asunto urgente de la escuadra del almirante Toledo, Llevaba en el palo mayor el estandarte de Espaiia y se dirigia hacia El Rayo caiionedndolo de un modo terrible. CORSARIO NEGRO 49 Bastante més pequetio, el buque corsario apresuraba la marcha contestando con sus cafiones de proa y en espera del momento oportuno para descargarle las doce piezas de sus costados En el puente cafa una espesisima lluvia de balas, que ya iba abriendo claros entre los filibusteros. Pese a ello El Rayo se dirigia con audacia sin par al abordaje. Accuatrocientos metros, los fusileros fueron en ayuda de los caffones de proa y acribillaron Ia cubierta de la nave espaiiola Los hombres de ésta cafan por docenas a lo largo de las bordas: fan los artilleros y caian también los oficiales del puente de mando. Bastaron diez minutos para que ni uno solo quedara vivo. Incluso el comandante cayé en medio de su oficialidad. Pero quedaban atin los hombres de las baterfas, mas numerosos que los marineros de cubierta. Habfa que disputar la victoria final El Rayo se apart6 de pronto al impulso de un violento golpe de barra y fue a meter el bauprés por entre las escalas y el cordaje de mesana del barco enemigo. El Corsario salté a la cubierta de la en la diestra y una pistola en la izquierda. ~jHombres de mar! ~grit6-. ;Al abordaje! Al ver que su comandante y Morgan se abalanzaban sobre cl bareo enemigo, los Filibusteros les siguieron empufiando sus pistolas y hachas de abordaje Hallaron una resistencia inesperada. De todas las escotillas aiparecfan aguerridos espaffoles, que hasta entonces habjan estado irviendo a las baterias de los caijones. De un nuevo salto, el Corsario Negro cayé sobre la toldilla del buque espaiiol nara, con la espada CASE NE LRT At SIERO OPES EN AO I ~iA mi, los valientes de las Tortuga ! ~gritaba.

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