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Eldespecho
Eldespecho
Que alguien me
explique por qué
me siento así…!
El Despecho
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Se acabó…
Se terminó…
¿Ahora qué…?
Si en medio de la adversidad
persevera el corazón con serenidad,
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con gozo y con paz,
esto es amor.
Sta. Teresa de Jesús
El despecho es como
el dolor de una herida
que tiene que cicatrizar.
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Con el paso del tiempo las emociones se tranquilizan y vemos las cosas
de una manera mas realista. Vamos sintiéndonos más independientes, menos
tristes, menos resentidos, menos culpables y vamos encontrando nuevas
formas de disfrutar.
El duelo por la pérdida no se puede resistir. Es un proceso que va
elaborándose poco a poco y no es fácil ni inmediato, ni tampoco es igual para
todas las personas. Hay que asimilarlo, comprenderlo, aprender a superarlo.
Es como el dolor de una herida abierta que tenemos que soportar, que
necesita lavarse y curar para que comience a cicatrizar.
No es fácil atravesarlo, pero es importante saber que como toda
vivencia dolorosa, algún día pasará y será sólo un recuerdo, una cicatriz que
probablemente molestará de vez en cuando,
Recuperarnos depende de nosotros mismos. Solo requiere de tiempo,
energías y voluntad para resolverlo. Con el tiempo y la confianza que
tengamos en nuestros recursos para salir adelante, aprendiendo a vivir sin
la persona amada y abriéndonos a nuevas relaciones, poco a poco, la herida
se irá cerrando.
Nos podemos demorar algún tiempo y esto depende de nuestra
personalidad, de la intensidad y calidad de nuestros sentimientos, de las
circunstancias que nos llevaron a la ruptura, del apoyo y comprensión que
encontramos en amigos y en familiares, del poder comunicar nuestros
pensamientos, nuestras ideas y sentimientos a los demás con libertad y
confianza y sin temores. De poder afrontar y resolver los problemas que
suceden al mismo tiempo y que podrían empeorar nuestra situación.
De enfrentar la realidad con autonomía, con libertad, aceptando
nuestros errores y dificultades, sin idealizar a la persona, sin idealizar
nuestra relación. Viéndonos a nosotros mismos tal como somos, sin afeites,
sin poses.
Retomando nuestra vida, aceptándonos tal como somos, con nuestros
defectos, con nuestras virtudes. Queriéndonos a nosotros mismos y
abriéndonos a las oportunidades con fe y esperanza en el futuro,
Perdonando y olvidando sin rencor, sin pena, sin culpa, volveremos a amar y a
ser amados.
Enfrenta la realidad.
Busca soluciones.
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Toma decisiones.
Así irás colocando la cura que necesitas
para que tu herida cicatrice.
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Ante estos síntomas, la persona tiende a responder con más temor y
frustración o a luchar contra los síntomas. Esto le crea mayor tensión y
mayor malestar y sobreviene en agotamiento.
Si no se libera al organismo de estos cambios ocurridos durante la fase
de reconocimiento y consideración de la amenaza, el estrés se transforma
en una reacción prolongada e intensa y se entra en un estado de estrés
crónico que puede desencadenar serios problemas físicos y psicológicos.
El impacto emocional causado por la ruptura y la pérdida, genera en
nosotros una serie de emociones y reacciones que van desde la fatiga
prolongada y el agotamiento hasta dolores de cabeza, gastritis, úlceras,
etc., pudiendo ocasionar incluso trastornos psicológicos.
Cuando uno se siente estresado y añade aun más estrés, los centros
reguladores del cerebro tienden a hiper-reaccionar ocasionando desgaste
físico, crisis del llanto, y potencialmente depresión.
El estrés crónico puede producir: Aumento de la susceptibilidad a los
resfríos; riesgo de problemas cardiacos, presión arterial alta, diabetes,
asma, ulceras, colitis y cáncer; aumento del azúcar en la sangre; del
colesterol y hay una liberación de ácidos grasos en la sangre; aumentan los
niveles de corticoides; disminuye el riego sanguíneo periférico, disminuye el
sistema digestivo.
Con frecuencia el estrés se asocia a trastornos psicológicos como la
ansiedad y la depresión. También produce una incapacidad para tomar
decisiones, sensación de confusión, incapacidad para concentrarse,
dificultad para dirigir la atención, desorientación, olvidos frecuentes,
bloqueos mentales entre otros.
Debemos prevenir entonces, el agotamiento y la enfermedad que nos
podría causar el estrés ante una ruptura, una sepración.
En esos momentos tan críticos, no te alarmes, no te desesperes, no
aumentes más tensión a tu organismo. Acepta que las reacciones y cambios
que estas experimentando. Son reacciones normales de tu organismo a una
situación que sientes amenazante: “sobrevivir al fin de una relación”.
Tranquilízate, son reacciones pasajeras que con tiempo y descanso irán
desapareciendo.
Relájate. Mantén una conversación interna contigo mismo. Dile a cada
músculo, a cada parte de tu cuerpo que se relajen. Recuéstate, cierra los
ojos y toma un breve descanso. Ten paciencia y espera unos cuantos días
para que tu organismo se recupere y los síntomas desaparezcan.
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Aquel que vive amargado no se lleva bien
ni siquiera consigo mismo.
Aquel que está lleno de rabia y de ira
no se perdona ni a sí mismo y
menos perdona a los demás
Paso a paso
voy elaborando mi duelo
y me voy sintiendo mejor
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Nuestras emociones se manifiestan sin contacto real con lo que nos
rodea y no se está en condiciones de tomar decisiones importantes.
Vivimos, nos movemos, seguimos nuestra rutina diaria, nuestro estilo de vida
en forma automática, pero con ansiedad y temor.
2. Fase de anhelo y búsqueda de la persona amada. Protesta, ilusión
y esperanza.
Al cabo de un tiempo, empezamos a enfrentar la realidad, aunque sea
por momentos, pero no la aceptamos pues el desconcierto es profundo.
Anhelamos que la persona vuelva y nos negamos a aceptar que la
ruptura o la pérdida durarán. “Esto no me está sucediendo… va a volver… se
le va a pasar… es solo una rabieta… es mentira… ya volverá…”, son
pensamientos que surgen como mecanismo de autoprotección.
Es una fase de protesta en la que se puede realizar esfuerzos intensos
por mantener contacto con el ser amado. Buscamos formas y acciones para
restablecer la relación, y nos sentimos ansiosos, esperanzados. Sentimos
anhelo, incredulidad no queremos aceptar la realidad.
Enfrentar la realidad no es fácil, nos lleva algún tiempo e implica no
sólo la aceptación razonable del hecho, sino también su aceptación
emocional. Podemos ser intelectualmente conscientes de la ruptura mucho
antes que las emociones nos permitan aceptar plenamente que ésta ocurrió.
3. Fase de Frustración y desamparo. Enojo y culpa.
Comienza cuando la negación comienza a decaer y vamos aceptando que
la ruptura ocurrió y que no podemos hacer nada para recuperar lo perdido.
Al empezar a afrontar la realidad, surge también la culpa. Se
recuerda, con resentimiento, las cosas que se hicieron con el ser amado
cuando aún estaban juntos. Se idealiza el pasado y se culpa y responsabiliza
a uno mismo, al otro, a las circunstancias, a otras personas, por faltas,
asuntos no terminados o errores que se cometieron. Nos sentimos
enojados, molestos con nosotros mismos, con el otro y con los demás. Todo
nos fastidia, todo nos molesta.
No todas las personas expresan el enojo o la rabia de la misma manera.
Algunos podrán expresar sus emociones a personas de su confianza y así
lograr manejar adecuadamente sus emociones, otros se sumirán en la
tristeza, la depresión y hasta la desesperación, otros podrán reaccionar sin
control y violencia, otros podrán reprimirla y manifestar síntomas más
graves de estrés.
Si el enojo no se ventila y se expresa verbalmente, la culpa puede
obstruir la expresión del enojo y transformarse en ira reprimida con
consecuencias en la salud física y mental de la persona, perjudicando
además sus relaciones con otras personas.
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4. Fase de desorganización desesperanza y desespero. Conciencia
de pérdida y soledad.
Durante esta fase, el dolor que se sufre es el más profundo. La
persona encuentra difícil funcionar en su medio sin el otro y comienza a
sentir una gran desorganización
El impacto de la ruptura se torna en una realidad constante. El
sentimiento de pérdida se apodera del ánimo del despechado. La realidad
llega a ser abrumadora y se acentúa cada vez que los detalles cotidianos
traen el recuerdo de la persona amada. Algo está ausente, algo falta... El
enfrentamiento con la realidad nos crea sentimientos de pérdida y de
soledad.
Durante esta fase, sentimos que es difícil vivir, actuar como lo
hacíamos antes, funcionar en nuestro medio sin la otra persona y
comenzamos a sentir una gran desorganización.
Nos sentimos enfermos, confundidos, culpables por la ruptura o las
circunstancias por las que sucedió la separación. Nos sentimos incapaces de
funcionar como lo hacíamos antes.
Soñamos con la persona amada, presentamos olvidos frecuentes, nos
sentimos amargados, frustrados, reaccionamos con hostilidad. Nos aislamos,
tratamos de evitar cosas, lugares, personas que nos hagan recordar a la
otra persona. Presentamos trastornos del sueño, trastornos en la
alimentación. Podemos presentar crisis de llanto, malestar corporal,
depresión. Nada nos emociona, nada nos gusta, nada nos conmueve.
Vivimos además una gran variedad de emociones: tristeza, rabia, odio,
culpa, ansiedad, impotencia, miedo e inclusive alivio o tranquilidad o deseos
de venganza, de hacer algo para que la otra persona sienta lo que estamos
sintiendo. Sentimos celos, desconfianza, inseguridad, faltos de valor,
sentimientos de inferioridad. Nuestra autoestima baja y no sentimos que
no somos nada ni nadie. Pensamos que no podremos vivir sin la otra persona.
Es el enojo que surge por el sentimiento de frustración y desamparo que nos
está causando el despecho.
Esta fase es peligrosa para el que sufre. Anhela llenar el vacío que
siente. Se olvidan las faltas o defectos de la persona amada y se le
atribuyen cualidades excepcionales. El peligro se da cuando el doliente
transfiere esas cualidades a otra persona o cree que nunca encontrará otra
persona como la que perdió.
Es necesario hacer fluir sanamente el dolor de la ruptura
enfrentándola tal como se da, para así recobrarnos de la pérdida y de la
soledad sin paralizarnos, sin reemplazar, sin generalizar, evadir o luchar
contra el proceso.
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5. Fase de conducta reorganizada. Alivio y restablecimiento.
A medida que vamos fortaleciéndonos y restableciéndonos de la
pérdida, volvemos a darle sentido a nuestra vida, vemos el futuro con más
confianza y seguridad en nosotros mismos, gozamos más el presente. El
recuerdo de la persona y de la ruptura se va haciendo menos doloroso.
Esta etapa se va desarrollando lentamente, mientras vamos
aprendiendo a manejar nuestros sentimientos y emociones. Vamos sintiendo
alivio al ir deshaciéndonos de la culpa y del enojo y vemos la ruptura, la
situación tal como sucedió en realidad.
Empezamos a organizar nuestra vida, a sentirnos más cómodos
viviendo, moviéndonos sin la otra persona --¡estamos viviendo nuestra vida
sin el otro y seguimos viviendo!--. Con esto no estamos renunciando al
recuerdo, estamos colocando a la persona en el lugar adecuado en nuestra
memoria. Enfrentamos la realidad y continuamos viviendo de manera eficaz
en este mundo.
El duelo, aunque nos disguste, debemos vivirlo. Es como la herida que si
no se lava, se cura o se sana a medias va a presentar complicaciones y
problemas en el futuro. Debemos dejar que el proceso fluya.
Nunca borraremos de nuestra memoria a la persona que ha estado
cerca de nosotros, de nuestra historia. Se trata de encontrarle un lugar
adecuado en nuestros sentimientos y abrirnos hacia los otros, hacia un
mundo lleno de oportunidades y esperanzas.
La ruptura, la separación, el duelo, no se supera, uno se recupera y esto
molesta de vez en cuando, como lo hace cualquier herida. Sin embargo
habremos aprendido de la experiencia. A vivir sin la angustia, sin la culpa, sin
el enojo, con nuestra realidad, nuestra personalidad, nuestros recursos,
nuestro sentido de la vida, para nuevamente amar y ser amados.
SEÑOR:
Enséñame a aceptar las cosas que no puedo cambiar.
Dame valor para cambiar aquellas que puedo y
sabiduría para aceptar la diferencia.
Alcoholicos Anónimos (A A)
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Cuando el dolor
no se procesa...
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Engañarnos a nosotros mismo y utilizar cualquier mecanismo que nos
aleje de e la realidad retrasará nuestro proceso de “curación”, ya que si
bien en un momento podremos “consolarnos” con este tipo de engaño, en
nuestro interior siempre se revelará la parte de nosotros que conoce la
verdad.
Si pensamos que la soledad, el alcohol o las drogas, huir a otro lugar,
consolarnos con relación accidentales, nos pueden aliviar, estamos muy
equivocados. No nos ayudarán, nos enfermaremos y tendremos mayores
problemas.
El alcohol y las drogas nos alejan de la realidad, nos hunden y nos
enferman. La soledad deprime, nos aparta de otras personas que nos
quieren y se preocupan de nosotros y también enferma.
Tampoco servirá confiar en personas inadecuadas, charlatanes, gente
de poca confianza, pues no nos aportarán protección, apoyo o soluciones. Es
preferible hablar de nuestro dolor, de nuestros sentimientos con personas
de confianza que nos apoyen y nos comprendan
Entablar una nueva relación prematuramente, sin haber resuelto el
duelo no es saludable ni para ti ni para la otra persona. “Un clavo no saca a
otro clavo”, Es probable que cada vez que te sientas “enamorado” en
realidad estarás “necesitado”. En lugar de enfrentar el dolor, estarás
buscando a una persona que te cuide o te acompañe para que el tiempo pase
más rápido y no estar solo, pero no a una pareja.
No es tampoco una solución aislarse, huir y dejarlo todo. El dolor lo
llevamos por dentro, nos seguirá a donde vayamos y eso nadie lo puede
cambiar.
Hay personas que insistentemente se mantienen apegados al pasado sin
darse oportunidad para construir un futuro. Encuentran la ruptura, tan
dolorosa que hacen un pacto consigo mismos para no volver a querer, no
volver a sentir no volver a amar. Cierran puertas, no se dan oportunidad para
superar su dolor y establecer una relación que le proporcione amor,
compañía, protección, apoyo tan necesario para una vida sana, para una vida
tranquila y feliz. El amar a otras personas y continuar viviendo no significa
querer menos o no querer de verdad.
Algunos se torturan escuchando música o contemplando objetos,
lugares que insistentemente le hacen recordar a la otra persona, sin darse
oportunidad para afrontar la realidad y vivir su dolor con dignidad.
No llames si no quieren escucharte, no busques si no te quieren
encontrar. Esto prolonga tu dolor, lo convierte en obsesión, baja tu
autoestima y hace que tu vida y la del otro sean un infierno
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Otros reaccionan imponiéndose, tratando por todos los medios de
lograr que se reanude la relación. La violencia, el chantaje, la manipulación,
no conduce a nada. Nos hace vivir un infierno, nos trae graves problemas.
Este comportamiento genera odio, resentimiento, enfermedad.
Estacionarse en una de las fases del duelo significa detener el proceso
y seguir sufriendo, Deja que el despecho se elabore. No te detengas, deja
que fluya y trabaja en tus emociones y sentimientos en cada etapa.
Desarrolla las técnicas necesarias para manejar mejor tus emociones
Cuando el duelo no se resuelve positivamente, se vuelve crónico y no
nos recuperamos. Lo que distingue el duelo normal del anormal, es la
intensidad y duración de las reacciones en el tiempo. En el duelo anormal el
proceso queda bloqueado y el dolor no es elaborado.
Si los sentimientos de fracaso e insuficiencia se apoderan de nosotros,
es importante recordar que somos responsables de nuestra propia conducta
y que no podemos cambiar la conducta de la pareja, a menos que ésta quiera.
Tu única preocupación deberán ser los cambios que tu necesitas hacer en tu
vida.
El amor no se obliga. Es más saludable vivir nuestro duelo, nuestro
despecho y salir adelante sin rencor, sin culpa. Perdonando y olvidando.
Viviendo y dejando vivir.
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Qué hacer para soportar...
para superar tanta angustia,
tanto dolor!!!
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tristeza y dolor en quien no lo merece. Terminas solo, frustrado, con un
dolor más intenso, más insoportable … la tristeza y la cólera permanecerán
sin superarse y la culpa se incrementará por tu actuación.
Comparte tu dolor con libertad y amor. Pon tu confianza en familiares,
en amigos de confianza, en personas que te escuchen, te comprendan y te
apoyen.
Disimular nuestro dolor no es bueno. No permite la comunicación con
otros que nos pueden acompañar y aliviar nuestro dolor.
Revive la experiencia de la ruptura, de la separación, de tu despecho,
esto facilitará tu recuperación. Duelo que no se habla es duelo que no
cicatriza.
Acércate a las personas en plan de amistad, no te aísles aunque ese sea
tu deseo. Busca a la gente, no esperes que ellos te busquen a ti. Recobra o
crea un círculo social y mantente ocupado en actividades que requieran
esfuerzo físico.
No dudes en utilizar formas paras descargar tu angustia, tu estrés,
con ejercicios físicos, relajación, imaginería, pasatiempos, deportes.
Recupera las actividades que antes te agradaban y habías dejado por tu
relación. El fin es reconstruirse, volver a vivir con plenitud.
Para facilitar el proceso de duelo, no busques a tu ex pareja, rompe
contacto con ella, al menos por un tiempo. No dejes que los demás te vengan
con comentarios o chismes. Esto te evitará interpretaciones de
pensamientos o actitudes que no conocemos y comportamiento que puede
que no se ajusten o que esté muy alejada de la realidad .
Recuerda que el duelo requiere de tiempo y esfuerzo, que depende de
la situación individual, del tipo de relación que mantuviste con esa persona,
de las circunstancias que rodean a la ruptura de la relación, de los rasgos de
personalidad de quien lo vive.
Cicatrizamos más fácilmente nuestra herida buscando información
acerca de lo que es y lo que se siente durante el proceso de duelo, cuánto
dura, qué factores modifican o alteran el proceso de cicatrización.
Recordando los hechos y circunstancias de la ruptura y nuestra vida
con la ex pareja podrán venir a nuestra memoria los detalles y las cosas que
realmente pasaron. Esto nos permitirá traer a nuestra memoria a la otra
persona, a la relación, sin culpa ni rabia.
Aunque es muy doloroso, esto permite una mayor descarga de angustia
y dolor. Es como la cura que se le hace a una herida abierta durante el
proceso de cicatrización.
Reconociendo y tratando cada uno de los componentes de nuestro dolor
y realizando actividades para superarlo, la herida se irá cerrando.
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No pretendas no vivir o acelerar un proceso que tiene varias etapas y
que es propia de los seres humanos. De ti depende que el proceso se acelere
o se retrase.
Comienza a asumir el control de tu vida, realiza los cambios necesarios
para recuperarte, para recuperar tu realidad, para levantar tu autoestima,
tu personalidad, para darle un nuevo sentido a tu vida.
Observa las oportunidades que tienes en este momento, analiza la
situación y ve los pro y los contras de la situación,. Analiza y ve el lado
positivo, aprende de la experiencia, utiliza todos tus recursos biológicos,
psicológicos y ambientales para salir adelante con fe y esperanza en un
futuro mejor.
Busca tu bienestar físico y psicológico: esfuérzate por dormir bien,
comer y trabajar bien; mantener relaciones sociales saludables, dominar o
retomar alguna actividad o tarea que te haga sentir útil y bien , dale sentido
y pertenencia a tu vida, mantén el control de tu propio destino, siente
satisfacción de ti mismo y de tu propia existencia.
Recuperando nuestra realidad, nuestro sentido de la vida, nuestra
alegría y buen humor y la confianza en el mundo, estaremos estableciendo
las bases para un futuro sano y seguro Queda la cicatriz que como toda
herida, molestará de vez en cuando.
No dudes en buscar ayuda profesional si crees que no puedes manejar
la situación o lo necesitas. En la terapia se brinda ayuda solidaria para
lograr una mejor comprensión y aceptación de nosotros mismos y cambiar
nuestras actitudes hacia nosotros, hacia los demás y hacia el mundo en
general.
C. Rogers
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¡Neutraliza esa pesada
carga que es la culpa, el
rencor…!
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decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de la
experiencia vivida.
Buscar explicaciones, una satisfacción, reparación, o la reconciliación
inmediata es con frecuencia imposible --o se tarda demasiado o nunca se
logra--. La herida permanece abierta, nuestro dolor no se cura y nos
convertimos en personas angustiadas, frustradas, amargadas,
malhumoradas, temerosas, pesimistas, solitarias, obsesivas, culpables,
agresivas, conflictivas y enfermas, pues el recuerdo y las emociones
negativas y los sentimientos encontrados, nos causan problemas físicos y
psicológicos.
Para liberarnos de la pesada carga del recuerdo que lastima y limita
debemos primero olvidar y luego perdonar.
Olvidar es una de las funciones de la memoria que nos permite liberar
de nuestra conciencia, el dolor que acompaña las experiencias penosas.
El tiempo para olvidar es muy personal y es involuntario. No se pueden
cambiar los hechos, pero si la experiencia de los mismos. Es decir,
podemos esforzarnos por transformar el recuerdo y acelerar el proceso
del olvido.
Transformar el recuerdo significa recordar y contemplar los hechos a
distancia, neutralizando las emociones, colocándonos inclusive, en el lugar de
la otra persona, sin juzgar, sin criticar, sin comparar, sin compadecerse,
sin pena ni culpas, eliminando toda emoción anidada en nuestro recuerdo y
que ha determinado la forma como hemos percibido la experiencia, para así
estar en capacidad de perdonar.
Perdonar es liberar de la deuda o neutralizar (olvidar) las emociones
ligadas al recuerdo de la experiencia o de aquel que nos causó el dolor. Sin
embargo, el perdonar no borra el daño, no exime de responsabilidad al
ofensor, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida.
Perdonar es un proceso complejo que solo nosotros mismos podemos hacer.
Perdonar no es aceptar pasivamente la situación, dejar hacer a la otra
persona o culparnos por la situación.
Perdonar no es olvidar o negar la situación y dejar que el tiempo o Dios se
hagan cargo. Tampoco es culpar a otros, a las circunstancias o al destino.
Perdonar no es justificar, entender o explicar por qué la persona actúa o
actuó de esa manera.
Perdonar no es esperar por la restitución, por una satisfacción, por alguna
explicación a los motivos que tuvo la otra persona para dejar la relación.
Perdonar no es obligar al otro a que acepte tu perdón o decirle “te
perdono” para hacerlo sentir “humillado” . Tampoco es buscar u obligar a la
reconciliación.
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Perdonar es, en primer lugar, reconocer nuestros errores y perdonarnos
a nosotros mismos. Esto es, aceptar lo que no podemos cambiar, cambiar lo
que podemos y aprender a establecer diferencias, sin remordimientos, sin
culpas, sin odios ni rencores.
Perdonar es buscar la solución a los conflictos, apartando de nosotros,
todo sentimiento negativo como el rencor, odio, culpa, rechazo, deseos de
venganza, pues son sentimientos inútiles que esclavizan y crean mayor
frustración, mayor desesperanza.
Cuando no perdonamos no tenemos alegría ni paz. Nos volvemos
impacientes, poco amables, nos enojamos fácilmente causando rivalidades,
divisiones, partidismos, envidias.
Cuando no perdonamos, nuestras ideas y pensamientos se vuelven
destructivos, pesimistas, erróneos; perdemos la confianza y respeto por
nosotros mismos, desarrollamos conductas que crean mayores conflictos y
nuestro modo de vida y nuestras relaciones con los demás, quedan
afectadas.
Cuando no perdonamos estamos permitiendo que nuestra salud, nuestro
crecimiento personal, nuestro desarrollo y nuestra vida, esté gobernada por
la decisión y la conducta de alguien que nos dejó y que decidió por la
separación.
Olvidar y perdonar nos permite en primer lugar, controlar nuestras
emociones y reacciones. Eleva la autoestima, nos da mayor seguridad y
confianza. Facilita la recuperación de la habilidad para aprender,
discriminar y seleccionar nuestras respuestas ante situaciones futuras.
Aprendemos además, a actuar con madurez y sabiduría frente a la
adversidad.
Olvidar, perdonar y perdonarnos, aunque doloroso, es deshacernos de la
pesada carga de la culpabilidad, la amargura, la ira que nos embarga cuando
nos sentimos heridos. Es abrir caminos hacia la esperanza de nuevas
oportunidades. Es crecer y desarrollarnos como personas positivas, libres
para vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.
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Sugerencias que podrían
Ayudarte a sentirte mejor.
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Aprenda a decir que NO cuando algo no te gusta o no te conviene.
Ríe más. El humor es una de las mejores formas de alejar el estrés y
estimula la producción de una sustancia similar a las hormonas reductoras
del estrés que se liberan a través del ejercicio.
No seas perfeccionista. No dejes que tu anhelo de perfección y el
temor al fracaso te paralicen de ansiedad.
Controla tu malhumor. La gente que se disgusta en silencio corre aún
mayor riesgo.
Debes buscar tiempo para almorzar, recrearte y descansar.
No pospongas, cuando algo deba ser hecho, hazlo de inmediato.
No generalices. No hagas comparaciones inútiles. Toda persona, toda
situación es diferente por más similitudes que le quieras encontrar. La
memoria y la imaginación nos causan malas pasadas.
Te pueden sobrevenir sentimientos de inferioridad, sentir que no vales
nada y por ello sentirte inseguro, hostil, malhumorado, desesperanzado.
Levanta tu autoestima, reconoce tu valer. Tienes todo un futuro por
delante, no dejes que el dolor, el pesar te hundan en la tristeza y la
desolación.
Evita buscar culpables. Esto crea odio y resentimiento. Acepta la
realidad y los hechos tal como sucedieron.
Deja de sentirte culpable. El remordimiento y la culpa te crean
angustia y desesperación y no te conduce a nada. La culpa es una de las
emociones humanas más inútiles.
Tampoco guardes rencor. El rencor te amarga, te mortifica. Perdona y
olvida.
Domina tus deseos de venganza y elimínalos de tu mente. Afronta la
realidad, Fíjate metas y objetivos reales a corto plazo y utiliza todas tus
energías y recursos para alcanzarlos.
Vive en paz y deja vivir. Cada uno de nosotros somos dueños de nuestra
vida y de nuestro destino.
Escoge tus luchas cuidadosamente. Preocúpate de las cosas que puedes
controlar, no de aquellas que escapan de tus manos.
Se fiel a tus sueños y esperanzas.
Haz ejercicios, te conviene. Aprende a jugar, utiliza técnicas de
relajación, imaginería, meditación, convierte tus quehaceres en juegos.
Busca algún pasatiempo. Realiza alguna actividad que te guste.
Aprende algo nuevo. Intenta arreglar cosas en casa o construye algo
No te aísles. Comparte más tiempo con tus familiares, con tus amigos.
Ten presente que la soledad trae amargura y depresión.
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Tu puedes mostrar a la persona que realmente eres, sin afeites, sin
irrealidades, sin engaños ni mentiras.
Tu puedes buscar formas para levantar tu autoestima, desarrollarte
como una persona adaptada, sana, capaz de dar y recibir afecto.
Tu eres capaz de todo lo que te propongas. Solo depende de ti , de que
lo hagas enfrentando la realidad con todas sus consecuencias y de los
esfuerzos que hagas por lograrlo.
Algunos rasgos positivos propios del bienestar psicológico que pueden
mejorar las capacidades y ayudar al bienestar y la salud de las personas son:
1. Dormir, comer y trabajar bien
2. Mantener relaciones sociales saludables
3. Dominar alguna actividad o tarea
4. Sentimiento de pertenencia y de sentido
5. Control sobre nuestro propio destino
6. Satisfacción de sí mismo y de la propia existencia.
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Cuando el amor se
convierte en adicción
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por complacer se centra particularmente en esta área, que probablemente es
utilizada como “disfraz” para esconder carencias afectivas y la necesidad de
ser abrazado, protegido, amado. Por esta razón los encuentros sexuales,
especialmente al inicio de la relación o después de un distanciamiento o
cuando no hay formalidad en la relación (amantes) , se suelen distinguir por el
encanto, romanticismo, erotismo y sensualidad En la dinámica de la “adicción
al amor”, los intentos por retener y/o cambiar al otro, vinculados con el manejo
y el control, se convierte en una lucha continua en la que uno es el que
“soporta” ser herido, humillado, violentado, mientras el otro desprecia,
maltrata, se deprime, llora, suplica o provoca mayor alejamiento emocional.
Muchos siguen juntos pero distantes, sin romper totalmente la relación,
causando con esto, mayor dependencia y adicción.
La relación adictiva es progresiva. El intento de controlar y dirigir la
transformación de la pareja, va haciendo que poco a poco quede a merced de
ésta. El controlador pasa a ser controlado, mientras va abandonando sus
intereses personales.
En este estado, siente enojo, ira, impotencia, frustración. Sus pensamientos
se vuelven obsesivos, con celos irracionales, ideas de venganza, planes
imaginarios para someter a la pareja o lograr su atención, inclusive puede
realizar actuaciones que provoquen o estén encaminadas la atención o el
acercamiento de la pareja. No logra manejar sus emociones ni resolver sus
conflictos y presenta síntomas físicos y psíquicos de estrés. Baja su
autoestima, pierde la confianza en sí mismo, reprime sus emociones, no logra
poner límites, se muestra poco asertivo, no logran comunicar lo que piensan y
siente. Pierde el control de su vida y funciona alrededor de las decisiones y la
voluntad del otro.
Si la pareja se distancia o romper la relación, puede presentarse el
“síndrome de abstinencia” similar a cualquier adicto, con un estado físico y
mental de profundo dolor, sensación de vacío, insomnio, llanto, angustia,
culpa, humillación, creada por el miedo a la soledad, al abandono, a ser
rechazado e ignorado. La autoestima se encuentra gravemente lesionada, la
salud deteriorada, mientras la dependencia se va haciendo mayor y más
perjudicial.
Recuperarse o prevenir esta adicción es posible con voluntad y esfuerzo.
A modo general señalamos algunos pasos a seguir:
Acepta que tienes un problema y que debes buscar la solución..
Enfrenta la realidad de la situación con honestidad, sin fantasías,
engaños o mentiras.
Procesa y resuelve el dolor que llevas por dentro.
Libérate de la carga que tienes por dentro, hablando de tus sentimientos
y emociones con alguien de tu confianza. Busca ayuda profesional si es
necesario.
Analiza tus patrones de conducta y ten la disposición y el valor de
cambiar aquellos comportamientos que te perjudican y perjudican a
otros.
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No idealices ni endioses a la otra persona. Si la relación no
funcionó, no pienses que la culpa es sólo tuya o la del otro.
Piensa siempre que cada uno es responsable de su
comportamiento. Al final, la realidad es que sólo hubo una
incompatibilidad de caracteres.
Ten siempre presente que cada persona es responsable de sí
misma y no necesita cambiar o controlar a los demás para
sentirse bien, pues para sentirnos bien solo necesitamos
controlarnos y cambiarnos a nosotros mismos.
Hay que vivir la vida plenamente y dejar vivir a los demás con libertad,
con respeto, cuidándonos y amándonos primero a nosotros
mismos para así tener la capacidad de amar a los demás.
No dejes que los fracasos menoscaben tu autoestima. Para
amar hay que amarse primero a sí mismo. El hecho de
querernos más y mejor está solo en nuestras manos y no en las
manos de los demás. Todo está en nuestra mente y en nosotros
esta el cambio que le debemos dar al concepto que tenemos
sobre nosotros mismos.
Simplifica tu vida y dirígete con optimismo y sin miedo, hacia
objetivos realmente valiosos para ti. Fíjate metas cortas que
puedas alcanzar.
Prémiate por tus logros, aunque estos sean pequeños o poco
importantes, así te sentirás mejor.
Ve los fracasos desde una óptica positiva; tómalo como un
aprendizaje — “No hay mal que por bien no venga”—. Piensa
que aunque sientas que el mundo se te viene encima, todo está
n tu imaginación. ¡Siempre habrá algo por qué vivir, por qué
soñar¡
No le des tanta importancia a cosas que no la tienen, ni a
posibles comentarios o críticas de los demás. Es probable que
en la mayoría de los casos nos estemos “ahogando en un vaso
de agua” sin necesidad. La gente no está siempre pendiente de
lo que hacemos o decimos, todo está en nuestra imaginación.
Lo pasado ha huido,
lo que esperas está ausente,
pero el presente es tuyo
Proverbio árabe
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Alejandra Palacios Banchero
alepsicon@gmail.com
alepsicon@yahoo.com
Psicóloga clínica y comunitaria con 34 años de experiencia en Perú, Venezuela y Costa Rica.
Conciliadora Extrajudicial, especialista en asuntos de familia y mediación escolar. Acreditada en
la Secretaria de Conciliación. Ministerio de Justicia del Perú.
Miembro del Equipo Técnico, capacitación, evaluaciones psicológicas en la Asociación Civil Red
de Casas Don Bosco y Proyecto Aris. Caracas
Miembro fundador, representante y ex directivo de la Sociedad Peruana de Resiliencia.
Miembro fundador y representante de la Sociedad Latinoamericana de Psicología de
Emergencias y Desastres.
Miembro y representante de la Sociedad Peruana de Psicología de Emergencias y Desastres.
Representante y corresponsal del Colegio de Psicólogos del Perú..
Acreditaciones de Conciliadora Extrajudicial y especialista en Famita. Ministerio de Justicia del
Perú
Investigador Social, Capacitadora
Instructor CPI . Agencia para el Desarrollo Internacional – USAID
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