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SEVERINO DI GIOVANNI

LA PASIÓN ANARQUISTA
COLECCIÓN FUNDADORES DE LA

IZQUIERDA ¡
ARGENTINA!*

SEVERINO
DI GIOVANNI
LA PASIÓN ANARQUISTA

c ¡ I CAPITAL INTELECTUAL
DIRECCIÓN EDITORIAL: J o rg e Sigal
DIRECCIÓN DE LA COLECCIÓN: Daniel González
AUTORA: C ristina N oble
COORDINACIÓN: Juan M anuel S a ntoro
CORRECCIÓN: A lfre d o Cortés
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DIAGRAMACIÓN: Verónica Feinm ann
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© 2006, Cristina Noble
© 2006, Capital Intelectual
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Di Giovanni, el idealista de la violencia de Osvaldo Bayer.
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permiso escrito del editor.

Noble, Cristina
Severino Di G iovanni: la pasión anarquista
1a ed„ Buenos Aires, Capital Intelectual, 2006. 128 p., 21x15 cm
(Fundadores de la Izquierda Argentina, dirigida por Daniel González, N2 5)
ISBN-10: 987-1181-81-7 ISBN-13: 978-987-1181-81-0
1. Sociología. I. T ítulo CDD 301

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y singular - Mirá Quién Vino, Vinos y Gastronomía - Pasión Celeste y Blanca -
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c ¡ CAPITAL INTELECTUAL
Fecha: Julio 2017
NUM ADQ: 00018

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difunde libremente

Biblioteca Internacional Anarquista (BIA)


UN HEROE CON MALA SUERTE
POR OSVALDO BAYER

Cuando com encé el e studio de esta figura tan com batida por
muchos, tan amada por pocos y tan difícil de encasillar, creía que
iba a te n e r que vé rm e la s con un in d ivid u o sin escrúpulo s, ni
morales ni ideales; acomodaticio, con todos los defectos de un
delincuente común un poco brillante. Es decir, un gángster elegante,
nada más.
Pero no es así. El estudio de documentos, testim onios y cróni­
cas, el diálogo exhaustivo con los que lo conocieron y el total desa­
p a s io n a m ie n to al e n carar el te m a lle va ro n a ir d e s tru y e n d o
muchos de los mitos en que estaba enclaustrada la figura de Seve-
rino Di Giovanni.

Severino Di Giovanni 9
Sería tonto tratar de rehabilitar una figura calificada com o delin­
cuente común, por el solo hecho de causar sensacionalismo.
Pero Di Giovanni no fue un delincuente común. No fue -co m o
esporádicamente lo repiten los refritos periodísticos de la crónica
policial de nuestros diarios- un hampón. Di Giovanni no robó, mató
o cometió delitos para el placer personal, para la buena vida, para no
trabajar o ser poderoso.
Di Giovanni es un héroe con mala suerte, un hombre joven que
tom ó en serio todo lo que le decían los libros de su ideología. Ideo­
logía que, según se interprete, puede pasar de la bondad y el respeto
por la condición humana en todos sus aspectos, a ia más desespe­
rada y violenta acción avasalladora con el pretexto o el ideal de
querer implantar la libertad absoluta para todo el mundo.
El Che Guevara vale hoy como héroe para gran parte de la juven­
tud, especialm ente la europea. Su retrato se pasea por las uni­
versidades de Francia, Alemania y hasta de Estados Unidos. Y
Guevara fue un hombre que se propuso llegar a la concreción de sus
ideales por medio del terrorismo, de la violencia, de la rebelión, de
los fusilamientos. Y llegó a ser héroe indiscutible porque supo jugarse
hasta sus últimas consecuencias.
Di Giovanni es lo m ism o (mucho más joven, cuando fue fusi­
lado tenía apenas 29 años; el Che ya había llegado a los 40). Pero las
circunstancias no se le dan, tiene mala suerte.
En prim er térm ino era extranjero y debió actuar en un medio
d e s c o n o c id o para él, hablando una lengua que no era la del
país, y luego debió enfrentar dentro del anarquismo una oposi­
ción tenaz y que en ningún m om ento se dio por vencida a pesar
de las amenazas.
Di Giovanni presenta en su vida aspectos más generosos que
otras figuras de la lucha ideológica. A la par que combate y da su vida

10 La pasión anarquista
por sus ideales, es capaz de enamorarse hasta las orejas, y jugar y
perder su vida por cumplir con su palabra de liberar a su compañero
Alejandro Scarfó.
Luego viene la otra discusión: "Los atentados terroristas de Di
Giovanni sólo pudieron ser obra de un loco o un desequilibrado". Y
aquí se presenta entonces la dificultad de definir y descarnar al
terrorismo.
Terrorismo hubo en la Argentina después de Di Giovanni en todos
los colores y en nombre de todas las libertades. ¿Es siempre el terro­
rista un ser cruel, Inmensamente cruel?
Las bom bas que cayeron en 1955 en el ce n tro de Buenos
Aires lanzadas por aviones argentinos es, sin duda alguna, terro­
rismo. ¿Es diferente del de Di Giovanni? A éste lo fusilaron. A los
que estuvieron en ese bombardeo se les rindieron honores y fueron
repuestos en sus cargos y mirados como héroes. Uno llegó a ser
ministro de la Nación.
¿Y los que pusieron las bombas en el subterráneo en 1953, que
ocasionaron la muerte de muchos inocentes, eran locos, desequili­
brados, hombres inm ensam ente crueles? Parece que no fueron
interpretados así, porque hace muy pocos años tres de ellos llegaron
a m uy altos puestos ministeriales.
Y así lo mismo podríamos decir de los atentados terroristas de
organizaciones peronistas (como aquel en Córdoba a una empresa
petrolífera, que ocasionó la m uerte de toda una familia). Pero los
peronistas nos explicarán que fue una reacción comprensible con­
tra el régimen imperante...
En cuanto a los otros actos delictuosos, los asaltos con fines
ideológicos: basta con m encionar a Stalin, que asaltaba trenes
para reunir fondos para la revolución y luego llegó a ser el gran héroe
de su país. Y hoy mismo se lo critica por otras cosas, pero los asal­

Severino Di Giovanni 11
tos de trenes son contados como episodios épicos de la forma en
cómo se financiaban las acciones revolucionarias.
Por eso, todo es según el color del cristal con que se mira. Y para
pasar a la historia como un héroe hay que tener una pizca de suerte,
que se le den las circunstancias. A Di Giovanni no se le dieron.
Y ese hombre todo coraje, todo violencia, en una carrera impa­
rable por volcarse a la vida con todas sus energías, con todos sus
sueños, derrochando vigor, crueldad y hasta tal vez bondad, debió
morir en la anécdota, quedar en la página policial.
Hoy lo rescatamos de allí. No para que se lo tom e de ejemplo.
Sino para decir la verdad.

El texto que Osvaldo Bayer autorizó a reproducir en la Colección “ Fundadores de


la Izquierda Argentina" fue escrito originalmente para la revista Todo es Historia,
números 22 y 23.

12 La pasión anarquista
Severino D i G iovanni llega a A rgentina en 1923, form an do parte de una de
las últim as oleadas in m igra to rias venidas desde el Viejo Continente.
CAPITULO UNO
DE MUSSOLINI A URIBURU

La Ita lia d e p o s g u e rra re s u ltó el c a m p o p ro p ic io pa ra el


d e s a rro llo d e un m o v im ie n to re v o lu c io n a rio d e iz q u ie rd a
y, c o m o re a c c ió n , p a ra la g é n e s is d e l fa s c is m o . B e n ito
M u s s o lin i, el s o c ia lis ta q u e se c o n v ir tió en g e n d a rm e
d el o rd e n c a p ita lis ta . P e rs e g u id o s p o r el n u e v o ré g im e n ,
m u c h o s ita lia n o s c ru za n el o c é a n o y lle g a n a B u e n o s
A ire s. E ntre e llo s, n u m e ro s o s m ilita n te s a n a rq u is ta s , c u y o
d is c u rs o in c e n d ia rio p re n d e rá p id a m e n te , en e sp e cia l
e n tre lo s in m ig ra n te s p o b re s q u e ya v iv ía n en el país,
a q u e llo s q u e p o c o te n ía n q u e v e r c o n lo s s o ñ a d o s
p o r S a rm ie n to y A lb e rd i.

Severino Di Giovanni 15
Italia había Ingresado tardíamente a la Primera Guerra Mundial. Lo
hizo, eso sí, en el bando de los vencedores.
Pero el sangriento epílogo de la confrontación había dejado un
saldo de diez millones de muertos y heridas graves no sólo en los
vencidos, sino tam bién en algunos de los triunfadores. El mapa
político del continen te europeo se había transform ado: el gran
im perio austro-húngaro se disolvía y trasm utaba en pequeñas
repúblicas; Alemania era derrotada, humillada, amputada y cargada
de obligaciones.
Italia, socia de la victoria, se decepcionó rápidam ente al no
obtener la porción que esperaba en la repartija territorial de los
vencedores, y consideró que no se habían cumplido las promesas
realizadas por Francia e Inglaterra en vísperas de su ingreso a la
guerra, en mayo de 1915.
Esa desilusión generalizada se sumaba a una gravísima situación
social: con 600.000 muertos y más de un millón de heridos en los
campos de batalla, los campesinos que habían sido la masa de las
tropas movilizadas regresaban a la patria para encontrarse sin nada.
A ellos tampoco se les cumplía la promesa de facilitarles el acceso
a la propiedad de la tierra.
Predominaba una atm ósfera de depresión y anomia política y
social, agravada por el fenómeno de la inflación. La lira había perdido
el 80 por ciento de su valor y la deuda estatal se había elevado a
las nubes. Desde la participación en la contienda hasta la paz el costo
de vida había ascendido en un 560 por ciento.
La situación estaba tan deteriorada que se traslucía en hechos
denigrantes. Por ejemplo, pululaban por las calles grupos de ex com­
batientes que cazaban ratas para sobrevivir. Y los sacerdotes cerra­
ban las iglesias si no les pagaban para celebrar misa. El descontento
se extendía acompañado por una creciente desconfianza en las ins­
tituciones de la democracia liberal, a las que se culpaba por la falta

16 La pasión anarquista
de resultados positivos para el país en el período de la posguerra y
en las negociaciones de la Conferencia de Paz.
Severino DI Giovanni era entonces apenas un joven, casi un niño,
pero no se le borrarían jamás esas imágenes de decadencia coti­
diana, de soldados sobrevivientes mendigando en las calles.

Aparecen los "fasci"


Derrumbe económico, desesperación y temor a integrar el ejército de
marginales empujarían a amplios sectores de la clase media italiana a
posiciones extremas, tanto de izquierda como de derecha. Las crisis
profundas, se sabe, engendran revoluciones o contrarrevoluciones.
Afirma Francois Furet en su libro El pasado de una ilusión: "Para
la historia del siglo XX, la guerra de 1914 tiene el mismo carácter de
matriz que la Revolución Francesa para el siglo XIX. De ella salie­
ron directamente los acontecimientos y movimientos que se hallan
en el origen de las tres tiranías (...) La cronología lo expresa a su
manera, ya que Lenin toma el poder en 1917, Mussolini en 1922 y
Hitler fracasa en 1923 para tener éxito diez años más tarde. Ello
permite suponer una comunidad de época entre las pasiones susci­
tadas por tales regímenes inéditos, que convirtieron la movilización
política de los ex soldados en la palanca de la dominación exclusiva
de un partido único".
La década del '20 contemplaba una Europa estremecida. La rebe­
lión obrera se acentuaba y se vivía una explosión de afiliaciones a
gremios, manifestaciones, paros y diferentes tipos de alzamientos
provocados en parte por la guerra y en parte por la influencia de la
Revolución Rusa en todo el continente.
En Italia, los anarquistas protagonizaron un papel relevante en
las ocupaciones de fábricas, una situación que se había hecho habi­
tual y que denunciaba una tensión y radicalización en aumento. El
gobierno estaba desbordado.

Severino Di Giovanni 17
El clima de crisis revolucionaria es hábilmente explotado por Benito
Mussolini, quien había sido expulsado del Partido Socialista después
de dirigir varios años el órgano partidario, Avanti!
El ex admirador de Marx y Proudhon procura canalizar el des­
contento nacional, el resentim iento de la joven oficialidad y los
ex combatientes ante "la victoria mutilada", los apremios sociales,
la inquietud de las clases medias y propietarias frente al desorden
y la falta de respuesta del gobierno, en el que convivían socialistas
y liberales.
El 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro de Milán, Mus­
solini reúne su primer centenar de seguidores, núcleo original que
quedará en la historia como los "sansepolcristas", un nombre rápi­
damente suplantado por el más popular de "fascistas". El término
no era nuevo: giraba en el panorama político local desde un lustro
atrás, como alusión al fasces lictoriae de la antigua Roma (en italiano,
fascio littorio) que era un símbolo de poder (una suerte de cilindro
compuesto por ramas unidas y entornadas por el ojo de un hacha,
una alusión a la fuerza que surge de la unidad de fines) y que había
sido empleado al comienzo de la guerra por los sectores que impul­
saban la Intervención italiana en ella (entre ellos el propio Mussolini)
y que formaran los fasci de azione revolucionaria.
En 1919, ya fuera del socialismo, Mussolini lanza en la plaza mila-
nesa los fasci italiani di combattimento, un movimiento contrario a
los partidos políticos que plantea un programa de "acción para el
cambio". Pocas semanas después, en paralelo con grandes mani­
festaciones y tomas de fábricas y fincas rurales por obreros, cam­
pesinos y organizaciones de izquierda, los fasci di combattimento
tienen su módico bautismo en el terreno de la acción: junto a gru­
pos de estudiantes y ex oficiales nacionalistas toman por asalto y
desmantelan la sede central del diario socialista Avanti!, el mismo
que había dirigido Mussolini desde 1912 hasta su expulsión.

18 La pasión anarquista
Interpreta Francois Furet: "El fascism o mussoliniano de 1919
puede ser concebido com o una reacción a la amenaza de un bol­
chevism o a la italiana, tam bién él surgido de la guerra y cons­
truido en mayor o menor medida sobre el ejemplo de la Revolución
Rusa de 1917".
El joven Di Giovanni, en ese entonces un autodidacta que ejercía
de maestro en una escuela de aldea en la región de los Abruzzos y
que ya leía a los teóricos del socialismo y el anarquismo, viviría exas-
peradam ente el clima a la vez incitante y opresivo en el que se
mixturaban las pulsiones revolucionarias, las persecuciones y la
batalla entre extremos. Allí se afirmará su inclinación hacia los grupos
anarquistas más radicalizados, liderados por cuadros militantes que
se destacaban como oradores de barricada en esa Italia que vivía en
vísperas de alguna revolución, cuyo signo aún no estaba definido.
El desgobierno y el avance de las revueltas obreras y campesinas,
la toma de fábricas y de campos eran paralelos al conflicto abierto:
se olfateaba el olor de la guerra civil.
El 19 de noviem bre de 1919 se celebran elecciones. Musso-
lini hace debutar electoralmente a su movimiento en el único lugar
que puede: Milán. Y el resultado es un desastre: consigue apenas
4.795 votos contra 170.000 de los socialistas y 70.000 de una fuerza
demócrata conservadora.
Pero los socialistas, pese a ese triunfo electoral, están desborda­
dos por movilizaciones obreras radicalizadas que harán que ese año
y 1920 pasen a la historia com o el "bienio rojo". No tan rojo, sin
embargo, porque, como reacción, sectores de la burguesía, las clases
medias y los propietarios agrarios se deslizan paulatinamente al área
de influencia del fascismo.
Las milicias fascistas empiezan a actuar contra las juventudes
socialista y anarquista, atacan manifestaciones obreras y disuel­
ven por la fuerza algunas ocupaciones de propiedades. El propio

Severino Di Giovanni 19
gobierno adm ite la acción directa de las milicias mussolinianas.
Después de algunas acciones violentas llevadas a cabo por los mili­
tantes fascistas contra trabajadores en huelga, el m inistro de la
Guerra, general Caviglia, felicita a sus cabecillas. Mussolini niega
que el enfrentamiento estuviera organizado y lo explica como una
manifestación espontánea de gente del pueblo. Esa combinación
de violencia y doble discurso que prevalece en la época envenena
el cerebro del joven Severino Di Giovanni.
En agosto de 1920, el caos parece estallar definitivam ente en
Italia: todo el mundo se pliega al paro y ocupa las fábricas como res­
puesta a las rebajas de los salarios y a los cierres de empresas. Los
huelguistas no se limitan a la huelga, sino que imponen un régimen
de autogestión en las plantas tomadas. En un corto período, medio
millón de obreros están trabajando y produciendo para ellos mismos.
Errico Malatesta, protagonista de ese instante histórico, lo sin­
tetizaba así: "Los trabajadores pensaron que el m om ento estaba
maduro para la toma de posesión, de una vez y para siempre, de los
medios de producción. Se armaron para su propia defensa y comen­
zaron a organizar la producción por su propia cuenta".
A lo largo de aquellas agitadas jornadas la Unión Sindical Italiana
(USI), expresión del sindicalismo revolucionario, creció hasta llegar
a casi un millón de miembros, y la Unión Anarquista Italiana (UAI)
alcanzó la cifra de 20 mil afiliados.
En medio del vértigo revolucionario, jóvenes trabajadores como
Di Giovanni se iniciaban en la lucha gremial. Él, que estaba apren­
diendo el oficio de tipógrafo -uno de los sindicatos tradicionalmente
anarquistas-, asistiría a la mejor escuela de cuadros: la que se desa­
rrollaba en las calles y en las asambleas obreras.
La estrategia del fascismo consistió en aliarse con los sectores
de poder y exhibirse como fuerza indispensable para garantizar el
orden. Así, los matones de Mussolini empezaron a recibir de 35 a

20 La pasión anarquista
48 liras diarias -e l doble del jornal que cobraba un trabajador- para
"lim piar" las calles de "inadaptados". Las violentas acciones de los
militantes fascistas -palizas a huelguistas y anarquistas en particular,
incendios a locales gremiales, asaltos a periódicos de izquierda,
saqueos de cooperativas obreras e incluso varias m uertes-se llevaban
a cabo en el marco de una Impunidad difícil de asimilar. Pese a todo,
las luchas populares no amainaban.
Lo cierto es que en pocos meses Mussolini pasó de aquel desas­
tre electoral inicial a transformarse en un líder político de relevancia:
su acceso al poder luego de la Marcha sobre Roma, en octubre de
1922, tornó insoportable la vida de muchos sectores que no adherían
a su doctrina ni estaban dispuestos a someterse a su imperio. Para
los anarquistas, que por definición se rebelaban a la existencia de cau­
dillos, la situación era particularmente difícil de sobrellevar.
Severino DI Glovanni no podía aceptar el som etim iento de sus
¡deas: lo consideraba algo peor que la muerte. Por eso adoptó el des­
tierro como camino, junto a tantos otros compatriotas y camaradas.

Inmigrantes no deseados
Di Giovanni había dejado atrás una Italia convulsionada por los enfren­
tamientos y persecuciones de los fascios contra la izquierda, y se
integraba a otro escenario, uno en el que sus compatriotas anarquis­
tas se habían organizado en asociaciones libres y sindicatos con
amplia influencia entre los trabajadores inmigrantes y locales: en ver­
dad, mucho mayor sobre los primeros que sobre los segundos.
"En la Argentina, el anarquismo alcanzó su más alto grado de
organización -cuenta el sociólogo Luis Vítale en su Contribución
a una historia del anarquismo en América Latina-, La Federación
Obrera Regional Argentina (FORA) con más de 200.000 afiliados
en 1915 se constituyó en la organización anarquista más poderosa
de América Latina".

Severino Di Giovanni 21
Desde que Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento
habían propiciado el ingreso de inmigrantes europeos -con la ilusión
de civilizar a los nativos, y no de impulsarlos a la rebelión-, el país
inició un cambio de composición poblacional que influyó decisiva­
m ente en el curso de su historia. Con predom inio de italianos y
españoles, gente muy humilde de diversos orígenes, campesinos y
trabajadores urbanos, la inmigración comenzó a concentrarse en
la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, y en menor medida en
algunos centros urbanos del Litoral.
Para Sarmiento, uno de los factores de desarrollo-y de conflicto-
de la Argentina residía en sus dimensiones territoriales ("el mal de
la Argentina es su extensión", había concluido). El, como Alberdi,
formularía la necesidad de poblarla y civilizarla para integrarla activa­
mente al progreso del mundo. Según su criterio, había que traer nue­
vos habitantes que introdujeran en el continente bárbaro hábitos civi-
lizatorios: disposición al trabajo, respeto al orden familiar, a las
instituciones y a las autoridades.
Pero la ingeniería social tiene sus misterios, y en ocasiones el
diseño teórico se plantea por un lado y la realidad se escapa por otro.
El propio Sarmiento se dio cuenta de inmediato de que la corriente
inmigratoria que empezó a llegar al país no respondía a sus expec­
tativas. En La condición del extranjero en América el sanjuanino des­
cribe a un hom bre que él m ism o había observado bajar de un
barco en el puerto de Buenos Aires: lo pinta com o el prototipo
del inmigrante pobre y poco urbanizado que llegaba a estas costas
"cargado de hom bros y m em brudo, con una ropilla pobre y mal
cortada que caminaba por el centro de la calle como hacía la gente
no habituada a vivir en una gran ciudad".
Efectivam ente millares de hom bres de "ropilla pobre" conti­
nuarán desembarcando masivamente en el país durante décadas,
m odificando el paisaje en los centros urbanos. Buenos Aires es

22 La pasión anarquista
prácticam ente invadida por una inm igración extranjera distinta
de la deseada por los padres fundadores. En la ciudad puerto, a
comienzos del 1900, 7 de cada 10 habitantes eran extranjeros. En
1914, el 30 por ciento de la población era inmigrante, con predo­
minio de italianos y españoles.
A unque él lo ignoraba, cuando Di Giovanni llega al país, en
1923, formaba parte de una de las últimas grandes oleadas migra­
torias: había sido antecedido por millones de compatriotas italianos
que buscaban "hacer la América".
Algunos buscaban otra cosa. Entre tantos inmigrantes se con­
taban m uchos "e le m e n to s anarquistas" -c o m o los describía la
verba policial-, cuyas convicciones se propagarían con éxito en su
nuevo hogar. Eran hombres capaces de convulsionar la vida coti­
diana y que introdujeron en las asambleas obreras los nombres de
Bakunin, de Kropotkin, de Malatesta, así com o esas utopías que
sorprendían a los obreros nativos, por primera vez alentados a insu­
bordinarse contra el patrón y exigir mejores salarios y condiciones
de trabajo.
Ese anarquismo incorporado al país por los exiliados políticos
term inó influyendo a vastos sectores agremiados, muy especial­
mente a los inmigrantes europeos más desprotegidos, con dificulta­
des para asimilarse a la Argentina y habituados a vivir en condiciones
de suma precariedad. Esta masa de gente -m uchos hombres solos
y a la d e riv a - se e ncontrab an en una situ a ció n propicia para
sumarse a las organizaciones anarco sindicalistas, donde encon­
traban la contención de un ambiente familiar, identidad lingüística
y solidaridad organizada.
En esa Argentina de los años veinte, el joven Severino que ense­
guida se acerca a los círculos libertarios, sería visto por los viejos
anarquistas como un poco impetuoso, poseedor de una expresividad
casi incendiaria.

Severino Di Giovanni 23
Di Giovanni era uno de esos tantos italianos extremistas que, por
oposición, quedaron ligados al fascismo como contrafigura de la que
nunca iban a desligarse. Los principales atentados y bombas que
él cometió u organizó en nuestro país apuntaban sobre todo a deses­
tabilizar el régimen de Benito Mussolini, el dictador que lo había
empujado al destierro.
Recién a partir del golpe del general José Félix Uriburu y de las
persecuciones, terror y m uerte que sembró esa dictadura, encon­
tra ría una razón para a c tu a r c o n tra el ré g im e n local, al que
caracterizaba com o expresión vernácula del fascismo. Una carac­
terización que comparten la mayoría de los historiadores. En pala­
bras de Torcuato Di Telia, en su Historia Argentina, "U riburu se
rodeó de un elenco donde se combinaban conservadores tradi­
cionales con nacionalistas de derecha. Los nacionalistas preten­
dían establecer un régimen corporativo al estilo fascista, con apoyo
de grupos de acción en la calle". Ese era, en el fondo, el m otor
de la acción directa que había impulsado la trayectoria de Severino
Di Giovanni.

24 La pasión anarquista
Teresa M asculli, Teresina, la esposa con qu ien Severino vino a Argentina,
en la im agen, ju n to a sus tres hijos m ayores, Laura, A u ro ra e llvo.

J
CAPITULO DOS
CON LA PLUMA Y LA DINAMITA

Hijo rebelde de una familia católica de los Abruzzos,


Severino Di Giovanni nació con el siglo y entre
el ruido de las bombas anarquistas que, por esos días,
mataban reyes y poderosos. Maestro y tipógrafo, se
encontró rápido con los escritos de Bakunin y Malatesta.
Con el arribo al poder del fascismo, la atmósfera se
hace irrespirable y decide emigrar a Argentina, ya
casado y con una hija. Su destino es Ituzaingó, una
huerta y una paz que le dura poco. Al tiempo ya
publica su propio periódico, Culmine.

Severino Di Giovanni 27
La pacífica ciudad de Chieti descansa en los Abruzzos, una región
de altas montañas surcada por el río Pescara, a 180 kilómetros de
Roma. Allí, el 17 de marzo de 1901, nació Severino Di Giovanni, uno
de los hijos menos sosegados de esa vecindad.
Al m om ento de su nacimiento, Italia era uno de los tres princi­
pales centros europeos del anarquismo (y del terrorismo anarquista);
los otros dos se hallaban en Francia y España. Predominaba entonces
la línea individualista del anarquismo, a la que Di Giovanni adscribiría
desde su juventud.
"N o se destaca a principios del siglo XX en Europa organización
alguna -señala Aldo De Jaco en su libro Glianarchici- (...) Lo que
sí sobresalía eran las acciones espontáneas de militantes libertarios."
Algunos de los anarquistas italianos más exaltados del mom ento
"llevaron a cabo atentados de gran repercusión -agrega el autor-, en
su mayoría cometidos fuera de Italia."
Famoso había sido, por caso, el que a mediados del año 1900,
unos meses antes del nacimiento de Severino, había perpetrado
Gaetano Bresci en Monza contra Humberto I, rey de Italia. El asesi­
nato de una testa coronada no era poca cosa. El libertario Bresci
habría de integrar la iconografía de Di Giovanni. Muchos años más
tarde, cuando éste llegue a ser editor de un periódico ácrata en Bue­
nos Aíres, publicará un homenaje al asesino de Humberto de Saboya
y también a otro magnicida, Michele Angiolillo, quien mató a balazos
al español Antonio Cánovas del Castillo, un conservador monárquico
que había sido jefe de Estado: "Recordem os a Bresci y Angiolillo
-alentaría Severino-. Recordemos sus figuras renovando el entu­
siasmo, los heroísmos, sus felices actos de justicia".

Primeros pasos
Pero en Chieti, hacia 1901, esas expresiones de pasión anarquista
están lejos de esa familia de origen católico formada por Carmine Di

28 La pasión anarquista
Giovanni y Rosaría Durante. Nadie imagina que ese bebé rubito, ese
querubín de ojos celestiales, llegará un día a exaltar a figuras tan con­
trapuestas con las creencias religiosas e ideas que imperaban en
el seno de su hogar. En cualquier caso, Severino ocupó pronto el
lugar del indomable de la familia, el que no deponía argumentos y
reclamos, aunque sus otros cuatro hermanos -d o s mujeres, dos
varones- tampoco desentonaban.
Aunque no se conoce demasiado sobre sus primeros años, un
periódico anarquista de la colectividad italiana en Estados Unidos en
donde él solía escribir, L'Adunata dei refrattari, citado por Osvaldo
Bayer en su ya clásica biografía sobre Di Giovanni, testimonia que
"de pequeño fue inteligente, vivaz, rebelde a la autoridad familiar",
y que “ sus padres lo enviaron por cierto tiem po a un instituto de la
ciudad de Ancona para que aprendiera a comportarse".
Sin embargo, a juzgar por los resultados, la tradicional institu­
ción católica que recibió a Severino no tuvo demasiado éxito en la
misión. Es más, probablemente esa estadía disciplinaria en Ancona
haya sido un aditam ento que exacerbó su tendencia a enfrentar
cualquier tipo de autoridad.
Ya adolescente, quiso ser m aestro de escuela y estudió para
eso. Luego aprendió el oficio de tipógrafo. Tenía la típica inquie­
tud intelectual que caracteriza a los autodidactas y el nuevo oficio
se la estimuló. Siempre ávido de lecturas nuevas, se inició de joven
en las ideas anarquistas a través de los libros que le acercaban
sus maestros tipógrafos. Gracias a este aporte, empezó a abrevar
en los escritos de Bakunin, M alatesta, Proudhon, Kropotkin y
Elíseo Reclus.
Años más tarde, cuando ya en Buenos Aires edita su periódico
Culmine , Di Giovanni recordaría sus tie m p o s iniciáticos en los
Abruzzos, encarnados en un personaje singular, el librero Camillo
Di Sciullo, que había sido condenado por los fascistas por editar

Severino Di Giovanni 29
y vender libros clasificados como inconvenientes. "Eran los tiem ­
pos gloriosos del anarquismo heroico de los temples de diamante
-evocaría Severino- (...) y el buen Camlllo no hacía nada más que
inspirar aquella onda de simpatía que le fue fiel y lo acompañó
en casi toda su laboriosa vida (...) Lo conocí en tiem pos en que yo
todavía no era anarquista, pero a Di Sciullo, a quien veía m uy
seguido por las estrechas calles de la aldea de los Abruzzos, lo
miraba con aquella adm iración que sólo los espíritus elevados
saben ganarse".
El autor recordaba en las páginas de Culmine que, para defender
al librero encarcelado, había viajado a los Abruzzos el famoso líder
anarquista Pietro Gori. Di Giovanni habría de citar algunas frases del
alegato pronunciado por el abogado y poeta ácrata: "Llegué, seño­
res del jurado, por entre las encantadoras colinas de vuestra región,
diciéndome a m í mismo 'quien dice Abruzzos, dice belleza y corte­
sía'. Absolved a Camillo Di Sciullo, declarad con vuestro veredicto
que el pensamiento humano debe ser libre (...), y yo me despediré
de vosotros repitiendo en voz alta 'quien dice Abruzzos, dice justicia
y libertad' ". En esos tiempos de inicios del fascismo, un alegato tan
candoroso podía tener éxito. Di Sciullo fue liberado.
Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, la adolescencia de Seve­
rino transcurría en un ambiente teñido por las miserias de la con­
tienda. Pero si los tiempos eran lúgubres por ese motivo, también
eran excitantes por los cambios radicales que anunciaban y que
comenzaron a conmover la estructura política de Italia. Y también al
espíritu del joven DI Giovanni.
Hacia el fin de la guerra, la insubordinación obrera estaba a la orden
del día y las discusiones entre las diferentes corrientes de izquierda
eran públicas. Severino solía asistir a las asambleas del gremio grá­
fico, donde los dirigentes anarquistas y socialistas lanzaban arengas
encendidas que a él le abrían un mundo nuevo. Jamás se olvidaría

30 La pasión anarquista
de esos hombres de voces graves, cuyas retóricas encendidas alen­
taban a enfrentar sin tem or la codicia y arbitrariedad de los patrones
y reivindicaban la venganza justa y necesaria, y un orden nuevo sin
opresores ni oprimidos. Esa prédica se abrió paso en la mente inquieta
y el corazón temerario de Di Giovanni.
A los 19 años quedó huérfano, y un año más tarde, en 1921,
adhirió sin vacilaciones a las ideas anarquistas que pregonaban tra­
bajadores y líderes gremiales, sus compañeros de oficio. El encuen­
tro con el ideario ácrata tuvo para Severino una relevancia espe­
cial: por primera vez encontraba una explicación abarcadora capaz
de contener y dar cauce a su inconformismo y su anhelo de liber­
tad. Sin exagerar podría afirmarse que las concepciones libertarias
fueron para él como la religión para los creyentes: le dieron un sen­
tido a su existencia, lo hicieron sentir parte de un conjunto en el
que no desentonaba. El otro elemento que term inó de conformar
su identidad fue el fascism o. Y no es raro: suele suceder que la
corporización de un adversario poderoso contribuya a estructurar
un pensamiento propio.
En 1922, año de la mussoliniana Marcha sobre Roma, cuando
el fascism o se im puso en el país, Severino -c o m o su hermano
Alejandro y tantos otros militantes obreros- sufrió la dura persecu­
ción de los fascios, y se sintió impelido a abandonar la península,
como muchos de sus amigos y camaradas. Algunos se radicaron en
Francia (tal el caso de Alejandro Di Giovanni); otros partieron hacia
América. Entre estos últimos estaba Severino, que rumbeó para el
sur de aquel continente. José, en cambio, el tercer hermano varón,
se quedó en Italia.

Ituzaingó, flores e imprentas


Llegó a B uenos A ire s una típ ica m añana o toñal de m ayo de
1923, con apenas 22 años. Fue un viaje de algo más de dos sema-

Severino Di Giovanni 31
ñas, tiem po suficiente para comenzar a asimilar el gran cambio.
Sin solución de continuidad pasó de Villamagna, el pueblito mon­
tañoso donde vivía, cercano a su Chieti natal, a Ituzaingó, un barrio
de la zona oeste del Gran Buenos Aires. Ese fue su primer refugio
en el nuevo mundo.
Al comienzo, su estancia en el oeste bonaerense le sirvió como
breve recreo para alejarse de sus preocupaciones y acercarse al
m undo bucólico que le había inspirado la lectura de las obras de
Reclus. Pero ese período no duraría mucho tiempo.
Severino no había llegado solo a Argentina. Junto a él bajaron del
barco a vapor "Sofía" su esposa y prima, Teresa Masculli -Teresina,
una m ujer dócil que lo amaba in condicionalm ente-, y Laura, la
pequeña hija de ambos.
El suyo había sido un casam iento repentino y arreglado, de
esos que en esa época se pactaban para salvar el honor de la mucha­
cha cuando se suponía -alcanzaba con la sospecha-, que había exis­
tido contacto íntimo entre los enamorados. Y el nacimiento de Laura
pareció probar la plausibilidad de las suposiciones que empujaron a
ambos primos al altar.
Severino se había decidido a viajar a Argentina por dos motivos.
El primero, porque sabía que muchos compatriotas habían elegido
este destino para reordenar sus vidas y "hacerse la Am érica"; el
segundo, porque aquí estaba ya instalado un hermano de Teresina,
que podía abrirles puertas y facilitarles los trámites de ingreso.
Así fue que del puerto partieron hacia Ituzaingó con todos sus bár­
tulos: allí, el hermano de Teresina les había conseguido una casita
modesta pero con suficiente terreno com o para plantar hortalizas
y cultivar flores; un espacio donde, en caso de necesidad, podrían
encarar una economía de subsistencia.
A sí fu e cóm o , gracias a la c u ltu ra ca m pesina de plantar y
cosechar, Severino se las arregló cultivando rosas y otras especies

32 La pasión anarquista
de flores que luego comercializaba en el Mercado Central. En un
principio, hasta pensó en dedicarse a la floricultura. Pero el entu­
siasm o por ese oficio duró lo que un suspiro. Al poco tiem po
consiguió un trabajo como tipógrafo en una pequeña imprenta de
Morón, y ese fue el umbral de acceso al ambiente del anarquismo
local, donde militaban muchos compatriotas suyos.
La investigadora italiana María Luisa Magagnoli relata en su libro
Un café muy dulce que a Di Giovanni no le fue nada sencillo hacerse
un lugar entre sus compatriotas libertarios: "En aquella época fre­
cuentaba a los italianos, anarquistas como él, pero también a los
socialistas, a los liberales y a los republicanos que trataban de
organizar el movimiento antifascista en la Argentina. Con ellos las
relaciones no eran fáciles. Severino, siempre preparado para pasar
de la broma al párrafo serio, no ahorraba a los ocasionales aliados
los repertorios más mordaces porque los consideraba no muy dife­
rentes del enemigo que quería combatir. Su problema era que no
conseguía que lo tomaran en serio porque tenía la apariencia de un
buen muchacho y, a pesar de sus modales no m uy formales, les
resultaba simpático a todos".
A Severino le costaba no perder los estribos por los comentarios
irónicos que le dedicaban los camaradas más viejos, a quienes, en
general, despreciaba. "M ientras él los acusaba de ser burgueses
golpeando la mesa con los puños -escribe Magagnoli-, ellos se son­
reían tranquilos sin siquiera ofenderse. A las asambleas iba siempre,
pero solamente para manifestar su desacuerdo, para echarles en
cara el antifascismo organizado que, según él, confundía a las masas,
o las adormecía con dosis masivas de propaganda estúpidamente
inocua. Inocuo era su adjetivo preferido, y lo usaba para describir la
acción y las ideas de los antifascistas no anarquistas (...) Si la discu­
sión se encendía, él explicaba que, como positiva, existía solamente
la acción directa; pero los que lo oían hablar no podían hacer otra

Severino Di Giovanni 33
cosa que reírsele en la cara porque lo consideraban incapaz de
retorcerle el cuello a una gallina."
La actitud paternalista aunque simpática de los viejos militantes
irritaba al irascible muchacho, y a ella respondía con una actitud de
desprecio que acentuaba su aislamiento. Di Giovanni no había que­
rido ni Dios ni maestros: el anarquismo era lo único que le cabía.
Pero los anarquistas organizados tam poco le gustaban, de modo
que se fue haciendo un anarquista individualista: jamás podría per­
te n e c e r a ninguna organización que le reclam ara disciplina o
compromiso colectivo. Si algo lo caracterizaba era un individualismo
a ultranza. Algunas veces sus compañeros de ruta lo acusaban de
no entablar relaciones Igualitarias, lo cual derivaba de su dificultad
para delegar responsabilidades.

La voz de la dinamita
En cuanto a su vida matrimonial, por más retórica de defensa de la
mujer que empleara en su discurso público, cada vez le resultaba
más difícil la convivencia con Teresina. Estaba convencido de que
su esposa era incapaz de entender su afán por querer cambiar el
mundo. La falta de afinidad con ella la compensó con los hijos, a los
que amaba entrañablemente. Vinieron en seguidilla: después de
Laura, llegó Aurora, y al año siguiente llvo (el único varón) y luego
María. Pero, como suele ocurrir, los hijos poco pueden hacer para
salvar la relación de sus padres.
"Teresa no alcanzaba a descubrir de dónde surgía el irreducti­
ble rechazo que su m arido le echaba en cara al m undo -re fie re
M agagnoli-, pero comprendía m uy bien que sería la ruina de su
familia. Para Severino, renunciara la lucha política era como morir,
y se lo repetía siem pre. De cualquier form a morirem os -rebatía
la campesina de los Abruzzos- porque nos matarán a todos."

34 La pasión anarquista
Él no la escuchaba y hacía su vida. Dormía poco por su actividad
frenética: durante el día trabajaba com o tipógrafo y linotipista, y
durante la noche se dedicaba a conspirar. Se había conseguido un
trabajo extra como imprentero en el Banco de Boston, y de allí se
llevaba la tinta que emplearía en la impresión de su primer periódico,
Culmine, que empezó escribiendo en su lengua natal.
Teresina sabía que su esposo gastaba dinero en esas manías,
pero no conocía el periódico. Un día encontró un ejemplar en su casa
y leyó una nota que cantaba loas a la dinamita: no pudo creer (ni acep­
tar} que hubiera sido escrito por Severino. Él ni siquiera intentó darle
alguna explicación: creía que era inútil.
El ejemplar de la dinamita estaba dedicado a celebrar los atenta­
dos contra Benito M ussolini y a hom enajear especialm ente al
anarquista Gino Lucetti, que había intentado (sin éxito} asesinar al
Duce con una bomba poderosísima.
"El tercer atentado y el tirano camisa negra otra vez se salva
-escribía Di Giovanni-. Ni siquiera una lastimadura, ¡nada! El único
resultado es la tormenta caída violentamente sobre el proletariado
de Italia. La única ganancia, en vez de la supresión de la hiena, es
la persecución contra todo y contra todos, y aquello que es lo que
más repugna: las maldiciones de los castrados que defienden el
derecho a la vida tam bién del ve rd u g o ". El final de la frase era
un ataque dirigido a los anarquistas reform istas, que alzaban la
voz contra los anarquistas individualistas, autores de los temera­
rios atentados.
"N osotros -concluía la nota de Di Giovanni-, acción y pensa­
miento; nosotros, anarquismo y rebelión; nosotros, iconoclastas y
vengadores: no, no dam os derecho de vida a la fiera. No esta­
mos de acuerdo en tener misericordia con el reptil. Estamos con
el heroísmo vindicador, ¡estamos con Gino Lucetti! Dinamita, poder
del desheredado, poder de la miseria, poder del hambre, potencia

Severino Di Giovanni 35
del atormentado (...) Dinamita, nuestra arma anarquista, fuerte voz
que rompe los tímpanos más protegidos."
Gracias a una constitución física muy sana, y una energía a toda
prueba, Severino no se daba tregua: después de trabajar en la
imprenta, a la noche se quedaba escribiendo proclamas del tenor de
"Dinamita", o largas cartas a diarios anarquistas extranjeros. Él creía
en la palabra (la propaganda) y en el atentado. Cuando no escribía,
iba a reuniones de anarquistas y de exiliados antifascistas.
Severino llevaba ese tipo de vida frenética muy propia de los
fanáticos o de los condenados. Pese a los cotidianos reproches
de su esposa, no paraba: dormía de pie si era necesario, pero no
detenía el ritm o de su actividad. Como si intuyera que su tiem po
era breve.
Cuando Teresina le señalaba la extravagante anormalidad de su
vida, Severino le replicaba que él no era ninguna excepción; que hacía
lo mismo que cualquier trabajador anarquista o socialista que com­
binara el trabajo con la militancia política.

36 La pasión anarquista
Di Giovanni, de frente y de perfil -la característica foto de prontuario de aquellos
años-; corresponde a la época en que se hallaba pró fu go en Rosario.
CAPÍTULO TRES
BAJO EL INFLUJO DE LA FORA

A c a b a llo d e la p o b re z a y las p é s im a s c o n d ic io n e s
la b o ra le s q u e re g is tró el in fo r m e B ia le t M a ssé , el
s in d ic a lis m o se d e s a rro lló c o n fu e rza d e s d e fin a le s
del s ig lo X IX . Y, d e n tro d e la a c tiv id a d g re m ia l, se
d e s ta c ó la g ra n in flu e n c ia del m o v im ie n to a n a rq u is ta .
En 1904 nace la F e d e ra c ió n O b re ra R e g io n a l A rg e n tin a
(FO RA), q u e c o n d u c irá las lu c h a s o b re ra s de las
d é c a d a s s ig u ie n te s . S im ó n R a d o w itz k y , las b o m b a s ,
las e x p ro p ia c io n e s y la d iv is ió n d el m u n d o ácrata.
La S e m a n a T rá g ica y la P a ta g o n ia R ebelde.

Severino Di Giovanni 39
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, el
anarquismo consiguió un apoyo que a priori hubiera sido difícil de ima­
ginar, no sólo entre los trabajadores inmigrantes pobres, sino tam­
bién entre los obreros criollos. En ningún otro país de Sudamérica esa
corriente política obtuvo la adhesión que logró en Argentina, apenas
comparable con la que tuvo en países como Italia y España.
A estas tierras habían llegado inmigrantes de diversos orígenes
políticos que viajaban huyendo de persecuciones y represiones, exi­
liados políticos algunos junto a muchos otros que sólo aspiraban a
vivir en paz y encontrar alguna mejora económica. Miles de estos
trabajadores que llegaban con la ilusión de "hacer la Am érica" se
sintieron estafados: la tierra de promisión que esperaban descubrir
no era precisamente un paraíso en lo que a condiciones laborales se
refería. Esa realidad quedaría evidenciada en el inform e sobre el
mundo del trabajo que el presidente Julio Argentino Roca le encargó
al ingeniero Juan Bialet Massé.
En esa masa de trabajadores inmigrantes desilusionados cose­
chó adherentes el sindicalismo libertario. Trabajadores de todos los
oficios se agruparon en asociaciones gremiales, y se movilizaron en
diversas luchas que convulsionaron al país, la mayoría de las veces
alentadas por los anarquistas.
Órganos de prensa com o La Protesta, que vio la luz en 1897 y
llegó a publicar dos ediciones diarias de más de 60 mil ejemplares,
difundían el ideal de la anarquía. A partir de 1901, muchos libertarios
encontraron un canal de militancia en la recién fundada Federación
Obrera Argentina (FOA), que cambió su nombre en 1904 por el de
Federación Obrera Regional Argentina. La FORA se pronunció por
el comunismo anárquico y por la huelga general como el instrumento
de lucha de los trabajadores.
Aunque había m uchos simpatizantes de una izquierda no tan
extrema que ya tenían su Partido Socialista de línea reformista, como

40 La pasión anarquista
ocurría en Europa, en esos primeros pasos del siglo XX la hegemo­
nía política del movimiento obrero corría por cuenta de los anarco­
sindicalistas, especialmente en los gremios artesanales.
Pietro Gori y Enrique Malatesta, italianos ambos, jugaron un papel
sobresaliente en la orientación del anarcosindicalismo. En especial
Malatesta, que fue una figura de gran importancia en el movimiento
mundial anarquista. Había nacido en 1853, en una familia burguesa
de origen marsellés. De jovencíto fue republicano y fervoroso sim­
patizante de Giuseppe Mazzini, y el énfasis militante que puso en la
defensa de esas ideas pronto lo condujo de la universidad a la cár­
cel. En 1871, después de las batallas de la Comuna de París, migró
de las filas republicanas a las barricadas anarquistas. Fue amigo de
Bakunin, de Elíseo Reclus y de Piotr Kropotkin, desplegó una intensa
actividad sediciosa en Italia y en otros escenarios, como Rumania,
Egipto y Siria.
En 1884, tras un paso por Nápoles para colaborar con las víctimas
de una epidemia, viajó a América Latina, tanto para contribuir al desa­
rrollo de su corriente política en el nuevo continente com o para
evitar que el largo brazo de las autoridades de varios países que que­
rían verlo en la cárcel lo aprisionara. Se estableció en Buenos
Aires, donde entró en relación con el Círculo Com unista Anár­
quico, y publicó un periódico, pero a los dos años se encontraba bus­
cando oro en la Patagonia. Tras el fracaso de su experiencia minera,
fundó el primer Sindicato de Panaderos de Argentina, cuyos estatu­
tos él mismo redactó. En 1888 fue acusado de falsificación de dinero,
un infundio que, sin embargo, lo convenció de que había llegado la
hora de abandonar el país, lo que concretó al año siguiente. Regresó
a Europa tras un breve paso por Montevideo, pero mantuvo siempre
un estrecho vínculo con el anarquismo argentino.
Pietro Gori, por su parte, llegó a Argentina a fines dei siglo XIX.
Llegaba huyendo, como Malatesta, de diversas persecuciones en

Severino Di Giovanni 41
el Viejo Continente. Abogado, intelectual y poeta -autor de algunas
de las más famosas canciones anarquistas-, impulsó en nuestro país
la organización de la FORA y se destacó también en el plano cientí­
fico: dio cursos sobre criminología en la Universidad de Buenos Aires
y fundó la revista Criminología Moderna. Gori murió en Italia en 1911,
a los 46 años.

Las luchas gremiales


Al iniciarse el siglo XX ya se perfilaban en el seno del movimiento
obrero argentino dos corrientes bien definidas: para simplificar,
podría caracterizárselas como la de los moderados y la de los intran­
sigentes. Estos últimos eran los que no aceptaban establecer nego­
ciaciones con los representantes del poder político, institucional
o empresarial.
Los socialistas, dispuestos a establecer un diálogo con el poder,
llegaron a entenderse con el gobierno de Julio A. Roca durante su
segundo período, finalizado en 1904, especialmente en lo referido
a implementar algunas reformas vinculadas a la legislación laboral,
como el régimen de accidentes del trabajo y de enfermedad, donde
se establecía que el patrón debía asumir la responsabilidad y pagar
a los afectados.
Pero, junto al progresista proyecto de Ley Nacional del Trabajo,
inspirado por el inform e de Bialet Massé, en el que se llegaba a
reconocer el derecho de los trabajadores en huelga a la realización
de piquetes, el roquismo también promovía la llamada Ley de Resi­
dencia, que permitía la expulsión casi sumaria del país de los extran­
jeros acusados de participar en actividades consideradas subversi­
vas. Se trataba, sin maquillaje, de un In strum ento destinado a
deportar a los activistas anárquicos que inducían a la organización
gremial. En un inciso de dicho proyecto se aclaraba qué antece­
dentes pecaminosos serían tomados en cuenta para "excomulgar"

42 La pasión anarquista
a los activistas:" Haber tomado parte en asonadas o acontecimien­
tos anarquistas en su propio país o en cualquier o tro " era una de
las causales,
En ese momento, cuando el movimiento libertario acaparaba la
atención de los gobiernos de turno por su intransigencia y represen-
tatividad, el socialismo se volvía marcadamente reformista. Torcuato
Di Telia sintetiza: "La convergencia entre un liberalismo conserva­
dor pero abierto y un socialismo moderado, era una pauta que se
estaba imponiendo en diversos países europeos. Ahora la Argentina
quería emular ese proceso (...) En Europa la nueva corriente estaba
representada por el escritor alemán Eduard Bernstein. En la Argen­
tina Juan B. Justo estaba claramente enrolado en esa línea, pero la
oposición interna era fuerte y amenazaba con una división del par­
tido, o el alejamiento de sectores militantes hacia posiciones dis­
tintas. Un ejemplo de esto fue la separación de los sindicalistas revo­
lucionarios, que se alejaron del partido en 1906". Ese sector confluiría
coyunturalmente con el anarcosindicalismo.
Pero además de buscar neutralizar al anarquismo mediante acuer­
dos con la dirigencia socialista, los gobiernos de turno apelaban a
la persecución lisa y llana de los libertarios. Tal era el espíritu de la
Ley de Defensa Social, promulgada en 1910, que prohibía expresa­
mente "toda asociación o reunión de personas que tuviesen por
objeto la propaganda anarquista". Tales proyectos no hacían más
que poner en evidencia el grado de desarrollo que había tenido la
prédica libertaria, y el grado de organización al que había llegado
el anarcosindicalismo.
Estas leyes fueron denunciadas por los anarquistas, en primer
lugar por quienes ejercían la conducción de la principal federación
sindical, la FORA. Pero también se opusieron los dirigentes de la
Unión General de Trabajadores (UGT), la central obrera controlada
por los socialistas y los sindicalistas revolucionarios.

Severino Di Giovanni 43
Pese a la legislación represiva, la organización gremial y la capa­
cidad de lucha de los trabajadores seguía en aumento, y crecía la
confllctividad laboral: en 1906 hubo en Buenos Aires 39 huelgas, en
las que participaron 137.000 trabajadores. Esta situación de antago­
nismo social permanente preocupaba mucho a las autoridades. En
ese marco, el jefe de la policía, coronel Ramón L. Falcón, juró que
terminaría con la rebellón Impulsada principalmente por los liberta­
rlos. Y para conseguirlo aplicó "procedimientos de excepción".
Entre el movimiento anarquista y forista por un lado y el Estado
argentino y sus fuerzas de seguridad por el otro se planteaba un enfren­
tamiento de difícil retorno. Las cabezas más lúcidas del establishment
conservador alentaban, como política compensatoria, una paulatina
integración del socialismo moderado, de modo de aislar los levanta­
mientos obreros alentados por los anarquistas y canalizar en el seno
del sistema político los pujos reformadores de la clase trabajadora.
1905 y 1906 fueron años de enorme convulsión política. El orden
conservador ya era jaqueado no sólo por las movilizaciones sindi­
cales, sino también por los reclamos de reforma política que acau­
dillaba un radicalismo especializado en organizar revoluciones. Tras
el fracaso de uno de esos ensayos (en fe b re ro de 1905), que
impulsaba Sin demasiada discreción el jefe del comité radical de la
provincia de Buenos Aires, Hipólito Yrigoyen, sobrevino la impo­
sición del estado de sitio. Pese a las limitaciones de la nueva situa­
ción, se multiplicaron las luchas sindicales.
El país, Incorporado a la economía internacional a través de su
especialización agraria y la exportación de cereales, asistía a una nota­
ble expansión que, durante la presidencia de José Figueroa Alcorta,
parecía consolidarse con la noticia del descubrimiento de petróleo
en Comodoro Rivadavia (diciembre de 1907). Tal auge económico
no se traducía, sin embargo, en tranquilidad social. Y la inquietud se
incrementó con la caída coyuntural de la actividad que se produjo en

44 La pasión anarquista
el ciclo 1906-1907. Se sucedieron los conflictos, la mayoría de los
cuales estaban bajo la guía de conducciones ácratas.
Las respuestas gubernamentales oscilaban desde las tácticas ten­
dientes a crear una brecha entre trabajadores nativos y extranjeros
hasta la represión sistemática: clausura de locales sindicales, allana­
miento de bibliotecas populares, cierre de publicaciones revolucio­
narias, y persecución de activistas, incluyendo la deportación y la cár­
cel para muchos de ellos.
El movimiento obrero, en sus distintas tendencias (y con sus mati­
ces), m antuvo una postura com bativa: es que la Influencia del
anarquismo se hacía sentir bastante más allá de sus propias filas.
El 1S de mayo de 1909 se produjo un hecho dram ático, que
adquiriría relevancia histórica para el conjunto del m ovim iento
obrero, pero m uy especialmente para la corriente anarquista. Se
acercaba el Día Internacional de los Trabajadores y nada hacía pre­
sagiar que pudiera ser distinto de otros anteriores. Se llevarían a
cabo dos actos: los anarquistas, en la plaza del Congreso: los socia­
listas, en Constitución.
Los primeros juntaron unas 30.000 personas. Todo parecía trans­
currir normalmente, pero justo antes de iniciarse la manifestación
un escuadrón policial disparó a mansalva sobre la multitud. Hubo
ocho muertos y 105 heridos. Entre los participantes del acto se encon­
traba un joven ruso recién llegado al país: se llamaba Simón Rado-
witzky, tenía 18 años y cobraría notoriedad en poco tiempo.
En respuesta a la agresión policial, los socialistas de la UGT y
los a narquistas de la FORA declararon la huelga general por
tiem po indeterminado. El acatamiento fue unánime y el paro se pro­
longó d u ra n te una sem ana pese a la brutal re presión que se
desató y que cobró nuevas víctimas. Ante la envergadura de los acon­
tecimientos, el gobierno de Figueroa Alcorta se vio obligado a poner
en libertad a unos 800 detenidos y a permitir la apertura de locales

Severino Di Giovanni 45
sindicales, como forma de neutralizar el ambiente de sublevación.
Todo indicaba que las aguas tenderían a aquietarse.
Sin embargo, para el joven Radowitzky las cuentas no estaban
bien saldadas: consideraba que el gobierno no estaba pagando lo
justo por la represión sangrienta y decidió ocuparse personalmente
del asunto. El 14 de noviembre de 1909, seis meses después de
aquel 1e de mayo, Radowitzky, sin apoyo de ninguna índole, acertó
un poderoso artefacto explosivo en el carruaje que transportaba al
coronel Ramón Falcón, el jefe policial al que responsabilizaba por
la represión.
La Protesta, que había sido prohibida por el gobierno, publicó un
boletín clandestino aplaudiendo al joven ruso. Por su parte, la FORA,
a través de un periódico también clandestino (Nuestra Defensa) rei­
vindicó el "acto justiciero" de Simón Radowitzky.
La represión generalizada posterior al atentado no logró aliviar el
clima de tensión, que seguía in crescendo. La situación se tornaba alar­
mante para el establishment, que veía acercarse la fecha del Cente­
nario (25 de mayo de 1910) y temía que la agitación se encrespara en
ocasión de los grandes festejos conmemorativos que se planificaban.
Tales temores no estaban desencaminados. La FORA pretendía
transformar esa fiesta patria en fiesta obrera, revolucionaria e inter­
nacional, y así decidió llamar a un congreso obrero sudamericano
para abril de 1910. En vísperas de ese encuentro, que congregaría
la presencia masiva de asociaciones obreras vinculadas a la Fede­
ración, comenzó una durísima represión. Los primeros detenidos
fueron los redactores de La Protesta, y los miembros del Consejo
Federal de la FORA y de la CORA (Confederación Obrera Regio­
nal Argentina, de Inspiración "sindicalista" y "economicista" según
los ácratas más ortodoxos y escindida de la FORA en 1909, aunque
idénticamente sospechosa para los jefes policiales). Entre las dece­
nas de m ilitantes detenidos se contabilizaba un gran número de

46 La pasión anarquista
extranjeros; muchos de ellos fueron deportados y otros enviados a
la cárcel de Ushuala, la Slberla argentina. Bandas paramilitares pro­
tegidas por el poder se lanzaron a las calles, Incendiaron centros
sindicales de identificación libertaria y atacaron las redacciones de
los periódicos anarquistas y socialistas. Pese a la furia represiva, en
Buenos Aires se declaró la huelga general.
Como resultado de esos hechos, la FORA se vio obligada a actuar
en la clandestinidad durante un buen tiempo. La atmósfera comen­
zaría a cambiar recién unos meses después de iniciada la presiden­
cia de Roque Sáenz Peña, que asumió a fines del contradictorio,
co n flictivo año del Centenario. El nuevo presidente, decidido a
consolidar con reformas un sistema político más abierto e integrado,
se em peñó en incorporar al siempre rebelde radicalismo y tendió
puentes hacia el movimiento obrero.
Acompañando la baja de los niveles de represión salieron a la luz
las dife re n cia s internas en el m o v im ie n to obrero. En abril de
1915, la FORA terminó dividiéndose. Una fracción se identificó como
FORA del IX Congreso, línea sindicalista-economicista, y la otra
como FORA del V Congreso, línea anarquista radicalizada. Ambas
fracciones se lanzaban recíprocamente dardos envenenados.
En verdad, ya antes de la división formal, existía en el seno del
sindicalismo anarquista el germen de una desavenencia profunda.
La piedra del escándalo estaba dada por ciertos hechos violentos
-asaltos a bancos o em presas- protagonizados por libertarios indi­
vidualistas: algunos admitían la "expropiación" y otros se oponían a
dichos procedim ientos por considerarlos ajenos a la esencia del
anarquismo y a la ética revolucionaria.
El primer anarquista que empleó en el país la "expropiación" como
método se llamó Germán Boris Wladimirovich, un multifacético ruso
de 43 años, que era m édico, pintor, e s c rito r y biólogo, y que
estaba llamado a hacer escuela.

Severino Di Giovanni 47
influencias de ultramar
En 1917 el movimiento obrero de inspiración anarquista tuvo un nuevo
florecimiento. A partir de ese año, todas las organizaciones de izquierda
-incluyendo a los ácratas- encontraron una nueva motivación con la
Revolución Rusa: el triunfo comunista en el imperio de los zares pare­
cía hacer realidad las antiguas ilusiones del movimiento obrero.
La rebelión de los soviets, así como la agitación desarrollada en
Europa en los años 1919 y 1920, dio lugar a un auge, de las organi­
zaciones obreras en el mundo occidental, sin excluir a Argentina y
otros países de América Latina.
Las ocupaciones de fábricas en Italia, la subversión social en
España o la revolución en Hungría influirían decisivamente en el
país y alimentarían una creciente politización de los trabajadores
jóvenes que se encauzaría a través de la FORA y otros grupos
afines. Lejos de la dimensión actual, Argentina estaba incorporada
a una especie de red de globalización informativa alentada por la
relación de las comunidades de inmigrantes con sus países de ori­
gen y con otros fragm entos de la diáspora europea: así, ciertos
hechos que ocurrían a miles de kilómetros repercutían en el país
con enorme velocidad.
En el ámbito local, el proceso de integración del radicalismo al sis­
tem a político que había impulsado Sáenz Peña había tenido tanto
éxito que Hipólito Yrigoyen estaba sentado, desde octubre de 1916,
en el despacho principal de la Casa Rosada.
En lo económico, el país no atravesaba un buen momento. Se
observaban los efectos de la crisis mundial: habían caído las expor­
taciones y la inversión de capitales externos no llegaba. La carestía
y la desocupación se hacían sentir en los sectores más humildes. El
clima político se iba exaltando poco a poco y todo indicaba que alguna
mecha iba a encenderse y, entonces, algo estallaría. Finalmente, esa
sospecha se confirmó.

48 La pasión anarquista
Durante la primera presidencia de Yrigoyen se produjo una explo­
sión de la sindicalización. La FORA sindicalista pasó de 20.000 afilia­
dos en 1915 a 500.000 en 1919. Lógicamente, también crecieron
los niveles de conflictividad. El gobierno enfrentó la situación de
manera ambigua: a veces promovió la mediación conciliadora entre
la patronal y los trabajadores; en otras ocasiones mandó a la policía
a reprimir duramente.
A fin e s de 1918, las huelgas arreciaban. Marítimos, tranviarios,
petroleros de la Patagonia, ferroviarios, obreros municipales y de los
frigoríficos: no había sector que no reclamara. A esto se sumaban
las manifestaciones en favor de la Revolución Rusa. En medio de
esta enrarecida atmósfera, se destacó la huelga de los obreros de
la fábrica metalúrgica Vasena, cuyo sindicato estaba adherido a la
FORA anarquista.
El 7 de enero de 1919, la policía, aparentemente sin orden de la
superioridad, disparó sobre los huelguistas, causando 4 muertos y
40 heridos. La FORA convocó de inmediato a la huelga general. Al
día siguiente se plegaron varios sindicatos. Los piquetes salieron a
recorrer las fábricas en busca de adhesiones. El gobierno no fue
capaz de resolver de inmediato la situación, y el conflicto se expan­
dió de forma irremediable. Los anarquistas interpretaron que existía
una situación prerrevolucionaria, y se dispusieron para alentarla. Lo
peor aún no se había desencadenado.
El jueves 9 de enero por la tarde una procesión rodeada de
gran tensión acompañó a las víctimas al cementerio. La policía mon­
tada también siguió el cortejo fúnebre. En la Chacarita, mientras los
oradores daban sus encendidos discursos saludando la bravura de
los huelguistas y repudiando la cobardía del régimen, se desató la
gran tragedia: parapetados detrás de carros de asalto, policías y bom­
beros empezaron a disparar indiscriminadamente sobre la muche­
dumbre, causando una cantidad de muertos y heridos nunca preci­
sada. A simple vista los caídos se contaban de a cientos.

Severino Di Giovanni 49
Esa misma noche se reunió la FORA sindicalista para convocar a
la huelga general. El Partido Socialista adhirió, pero reclamaba "pru­
dencia y sensatez" a la clase obrera, y se pronunció en contra de
cualquier aventura revolucionaria. Los anarquistas llamaron a exten­
der la huelga a nivel nacional.
El llamado tuvo éxito: casi la totalidad de los gremios adhirió y
se hizo extensivo al Interior del país. Como respuesta, Yrigoyen nom­
bró a un nuevo jefe de policía (el radical Elpidio González) y resolvió
movilizar a las fuerzas militares.
La huelga exhibía una fuerza extraordinaria. Sin embargo, la FORA
sindicalista comenzó a intentar levantarla, mientras los anarquistas
de la FORA intransigente querían mantenerla.
Aunque muchos foristas radicalizados entendían que se estaba
viviendo un momento de inflexión en las luchas obreras, y que habían
ingresado al vestíbulo de la Revolución Social, los efectos fueron otros:
los dramáticos acontecimientos de la Semana Trágica no hicieron más
que profundizar las diferencias entre los dirigentes sindicales.
Finalmente, los foristas que buscaban el acuerdo lograron que el
gobierno se comprometiera a liberar a los detenidos si se suspen­
día la huelga, cosa que finalmente ocurrió y acreditó como exitosa
la gestión llevada a cabo por ellos.
Aceptaron las decisiones de la FORA moderada los gremios que
respondían a esta central: gráficos, ebanistas, canillitas, emplea­
dos del Estado y otros. Por su parte, la central anarquista resistió con
el apoyo de varios gremios importantes.
En los días siguientes al conflicto, una gran cantidad de dirigen­
tes anarquistas fueron detenidos. En total, entre anarquistas y mili­
tantes de otras tendencias, se contabilizaron 55.000 presos. Como
era inevitable, se agudizó el resentim iento del sector más intran­
sigente contra el más moderado, al que virtualmente se imputaba
complicidad con la represión oficial que sufría principalmente el

50 La pasión anarquista
gremialismo ácrata. Desde la vereda de enfrente se acusaba a ia
FORA intransigente por los m étodos inflexibles que había pro­
movido: la huelga general, el activismo insurreccional, la expansión
del conflicto.
Si bien tras los hechos de la Semana Trágica se observó un pau­
latino retroceso de la FORA libertaria, su capacidad de resistencia
y su organización harían que su influencia perdurara en el seno del
movimiento obrero argentino durante varios años más.
Durante el primer gobierno yrigoyenista se produciría otro dramá­
tico proceso que también concluiría con gran cantidad de muertos.
Sucedió en el sur del país y se desarrolló durante varios meses, con
un clímax en agosto de 1921. El trabajo de investigación de Osvaldo
Bayer inmortalizaría su recuerdo com o "la Patagonia rebelde".
Así lo contaba por aquellos días Diego Abad de Santillán desde
las páginas de La Protesta: "Empieza el m ovimiento de la Patago­
nia a preocupar a la atención pública. Fue al comienzo un simple
movimiento de reivindicaciones modestas, pero la persecución poli­
cial y el odio de los hacendados hicieron de él un acontecimiento his­
tórico. Abarcó a millares de obreros de las estancias y se mantuvo
casi un año, hasta que fue salvajemente aniquilado por el Ejército
Nacional (...) Se calculan en millares los obreros muertos y heridos".
Pero en agosto de 1921, Severino Di Giovanni, que se destacaría
emblemáticamente en el anarquismo más intransigente, ni siquiera
pensaba en abandonar Italia.

Severino Di Giovanni 51
A m érica Josefina Scarfó, Fina, el gran a m o r de Severíno: la fo to es la de su
prontuario y está fechada el m ism o día en que fusilan a Di G iovanni y horas
antes de que hagan lo pro pio con su hermano Paulino.
CAPITULO CUATRO
AMOR Y ANARQUÍA

Di Giovanni se hace conocido en junio de 1925,


a partir de un acto relámpago en el Teatro Colón que
denuncia al régimen fascista y su intento de mejorar
su imagen internacional. Su tarea como propagandista
del anarquismo, la edición del periódico Culmine
y sus campañas a favor de Radowitzky y de Sacco
y Vanzetti. El apasionado romance con una jovencita,
casi niña (América Josefina Scarfó), y los actos de
terror que protagonizó fueron dos perfiles de
una trayectoria filosa y cortante, tan romántica
como polémica.

Severino Di Giovanni 53
Cuando Severíno llegó a Argentina, en 1923, gobernaba el país un
radical bastante diferente a Hipólito Yrigoyen: Marcelo Torcuato de
Alvear. "Galerita" -eufem ism o con el que se aludía a su estilo y sus
buenas relaciones con la clase alta-, "antipersonalista" -para subra­
yar su distanciamiento con el ex presidente y jefe partidario-, a Alvear
le había tocado gobernar el país en una época afortunada.
La economía se encontraba en un m om ento pujante tras supe­
rar la crisis de posguerra. La industria se desarrolló notoriamente en
comparación con el primer período de gobierno de Yrigoyen. Para
ponerlo en cifras: el sector metalúrgico, de un índice 10 de expan­
sión en 1921, pasó a 29 en 1926 y a 35 en 1930. El textil también
creció: en los mismos años aumentó su volumen productivo de un
índice de 12, a 15 y a 22.
Según afirmaban sus propios correligionarios, "Alvear es un suer­
tudo", porque las variables económicas y políticas lo beneficiaban.
Como sea, fue la suya una etapa de prosperidad y tranquilidad des­
pués de muchos años de tensiones y violencia política.
Sin embargo, un personaje como el brillante escritor Leopoldo
Lugones, quien había abandonado sus iniciales posturas de izquierda
para pasarse al bando conservador, pronosticaba "la hora de la
espada", los años de dictadura que esperaban a la vuelta de la
esquina: "Lo único que sobrevive es el poder presidencial, nuestro
sistema constitucional no tiene ya remedio en sí mismo. De ahí ha
de salir por iniciativa o por abdicación, aquella gloriosa dictadura que
está triunfante o que se ve venir por todos los pueblos de nuestra
raza." La intuición de Lugones tenía inspiración mussoliniana: el vate
se refería al gobierno fuerte del jefe fascista italiano.
Pero eso ocurría en 1924, y aún faltaban algunos años para que
el golpe inaugural contra las instituciones tuviera lugar en Argentina.
En tiempos del presidente Alvear, la atmósfera de prosperidad aún
predominaba. En el trastrocado mundo de la posguerra, el país podía

54 La pasión anarquista
mostrar instituciones representativas en estado de derecho, una
clara política liberal y una eficiente administración: todas virtudes que
resultaban favorables para la inversión.
A ese país conservador y pacificado llegaba Severino Di Giovanni.
Lo hacía como uno más de una impresionante oleada inmigratoria:
650.000 sumaban los nuevos pobladores, y arribaban de Italia y otras
partes del mundo. La pacificación argentina lo era en comparación
con las guerras que habían asolado el Viejo Continente, pero aún
había aquí heridas sin cerrar por los cientos de obreros ultimados
durante la Semana Trágica en Buenos Aires y en la dramática revuelta
patagónica animada por el anarquismo.
¿Qué irían a hacer los anarquistas revolucionarios en esos tiem ­
pos de paz, cuando había ocupación plena y el número de huelgas
tendía a ser insignificante? ¿Qué motivos encontrarían para desarro­
llar una política de enfrentamiento al gobierno de Alvear? Como se
verá, el movimiento ácrata no tuvo dificultades en hallar razones para
acciones vindicatorias.
El mismo año en que Severino desembarcaba con su familia en
el puerto de Buenos Aires, otro anarquista, Kurt Wilckens, colocaba
una bomba de gran potencia que terminaría con la vida del teniente
coronel Héctor Varela, jefe de la represión sangrienta en la Pata-
gom a. Luego, d e te n id o el vengador, no tardaría en aparecer
muerto en su celda. Dos años más tarde, Severino dedicará a ese
Wilckens la primera nota del primer número de la revista Culmine,
que él se lanza a editar en Buenos Aires: "Bello y terrible, bueno y
vindicador... ¡Gloria, oh Kurt Wilckens, héroe valeroso!".
Severino se había alejado de Italia para combatir mejor al fascismo.
Y a esa misión se va a dedicar en Argentina. El gobierno de Alvear
mantenía una buena relación con el régimen del Duce, y Di Giovanni
se empeñaría en perturbar esa ligazón no sólo con publicaciones, no
sólo con la palabra. También con la acción.

Severino Di Giovanni 55
Debut en el Colón
El acto relámpago del Teatro Colón significó el debut público de Seve-
rlno. El objetivo era denunciar la política dictatorial del fascism o
mediante una acción que trascendiera internaclonalmente. Benito
Mussolini procuraba ganar aliados en el exterior, particularmente en
aquellos países en los que la Inmigración italiana fuera numerosa,
como era el caso de Argentina. Hacia esos blancos dirigía una fuerte
acción propagandística.
En el seno de la colectividad italiana en el país, por otra parte, tam­
bién se contaban muchos interesados en quedar bien con el máximo
jefe del fascismo, el hombre más poderoso de Italia. En ese con­
texto se había organizado la celebración, a principios de junio de 1925,
del vigésimoquinto aniversario de la llegada al trono de Víctor Manuel
III de Saboya con una majestuosa fiesta de gala en el Teatro Colón.
La noche del 6 de junio de ese año los principales palcos y pla­
teas del coliseo porteño estaban ocupados por el presidente Alvear,
su esposa -Regina Pacini, cantante lírica portuguesa muy celebrada
entre el público italiano- y las figuras más encumbradas de la colec­
tividad ítaloargentina. Todo estaba minuciosamente organizado. La
seguridad y el orden estaban a cargo de jóvenes fascistas.
Cuando la audiencia, ya de pie, se disponía a cantar los himnos, se
escucharon voces exaltadas provenientes del paraíso, con enérgicos
insultos al fascismo y a sus representantes. Claramente pudo oírse:
"¡Assassini! ¡Ladri! ¡Viva M atteotti!". Enseguida una lluvia de volan­
tes de colores cayó sobre la platea de notables. Su texto acusaba al
régimen del Duce de asesinar al diputado Giacomo Matteotti, disi­
dente socialista raptado y ejecutado un año atrás después de un céle­
bre discurso en el Parlamento contra los atropellos y asesinatos de
los camisas negras, el ejército paramilitar del régimen. Al terminarlo,
y cuando era aplaudido por un puñado de camaradas que saludaban
su arrojo, Matteotti les dijo: "Yo ya he hecho mi discurso, ahora les
toca a ustedes preparar el discurso fúnebre para mi entierro".

56 La pasión anarquista
La batahola del Colón fue infernal, el homenaje a Víctor Manuel
quedó desbaratado y a Severlno lo detuvieron por primera vez. Cuando
le preguntaron sobre su ideología política se reconoció militante del
anarquismo desde cuatro años antes y especificó que difundía sus
ideas por medio de conferencias o artículos publicados en diarios y
revistas, especializándose en la crítica al actual gobierno italiano. Era
la pura verdad: todavía no tenía m otivos para esconder nada. De
hecho, en su declaración policial jura que "repudia todo acto que sig­
nifique violencia, estando su modo de pensar más próximo a Tols-
toi que a Ravachol" (seudónimo de François Koënigstein, terrorista
ácrata francés que había muerto en 1892 en la guillotina, convirtién­
dose en icono del anarquismo más extremista).
Finalmente, el acto relámpago le dio popularidad y no le costó
más que unas horas de prisión. Después se sucederían en seguidi­
lla atentados y otros hechos de mayor gravedad que lo convertirán
en el anarquista más buscado por la policía argentina.
Di Giovanni intensificaría la potencia y la secuencia de las bom­
bas y las expropiaciones revolucionarias tiem po más tarde, poco
antes de que cayera el segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen y
cuando el general José Félix Uriburu, al inaugurar su régimen dic­
tatorial, le ofreciera plenos justificativos con su liquidación de las
instituciones democráticas y su represión al m ovim iento obrero y
a las corrientes revolucionarias. Severino se volvería más activo justo
en el m om ento en que la mayoría de los dirigentes anarquistas y
socialistas buscaban asilo en el vecino Uruguay.

Culm ine y otras luchas


Antes de contar con su propia publicación. Di Giovanni había escrito
para periódicos locales com o La Antorcha y L'Avvenire, así como
para otros del exterior, como L'Adunata dei Refrattari, de los anar­
quistas italianos residentes en Nueva York. No iba a interrum pir

Severino Di Giovanni 57
ninguna de estas tareas cuando, en agosto de 1925, empezó a editar
su propio periódico: Culmine.
Tenía un talento natural para los idiomas, de modo que no le costó
demasiado hablar ni escribir el castellano con fluidez. Sin embargo,
continuaría redactando sus artículos en italiano; incluso en su
periódico raramente aparecían textos en español. La única explica­
ción de esto es la ratificación de que su activismo político estaba
dirigido en primer lugar-y en especial en la etapa inicial de su exilio—
a sus com patriotas, los que eran sus aliados potenciales para
desarrollar la lucha contra el fascismo.
Así sintetizaba Di Giovanni el objetivo de Culmine:
• Difundir las ideas anarquistas entre los trabajadores italianos.
• Contrarrestar la propaganda de los partidos políticos seudo-
revolucionarios, que hacen del antifascismo una especulación para
sus futuras conquistas eleccionarias.
• Iniciar en el medio de los trabajadores italianos agitaciones de
carácter exclusivam ente libertario para m antener vivo el espíritu
de aversión al fascismo.
• Interesar a los trabajadores Italianos en todas las agitaciones
proletarias de Argentina.
• Establecer una intensa y activa colaboración entre los grupos
anarquistas Italianos, los compañeros aislados y el m ovim iento
anarquista regional.
Como se observa, el eje de su militancia revolucionaria continúa,
básicamente, ligado a Italia, lo cual no le impidió solidarizarse con
muchas causas argentinas e internacionales. DI Giovanni sería, por
ejemplo, un fervoroso miembro del comité de lucha por la amnistía de
Simón Radowitzky, el joven inmigrante ruso que había terminado con
la vida de Ramón Falcón, el jefe de policía a quien se responsabilizaba
por la masacre del 1Qde Mayo de 1909, durante la celebración en la
plaza del Congreso del Día Internacional de los Trabajadores.

58 La pasión anarquista
También impulsaría una enérgica campaña para reclamar la conmu­
tación de la pena de muerte de Nicoia Sacco y Bartolomeo Vanzettl,
dos emigrantes Italianos en Estados Unidos que, acusados del ase­
sinato de un cajero y un vigilante, y del robo de más de 15.000 dólares
en una fábrica de zapatos de Massachusetts, habían sido condenados
a la silla eléctrica.
La repulsa Internacional a esa condena, alentada por el anarquismo
y el socialismo, encontró en Severlno una encarnación emblemática:
redactó proclamas, pronunció ardientes discursos, organizó demos­
traciones y hasta llegó a poner bombas con ese motivo. La naciona­
lidad de los condenados no resultaba un detalle ¡rrelevante en su
cruzada. Es que, más allá de su definición libertarla e Intemacionalista,
las marcas de Identidad más hondas de DI Giovanni parecían ser
su sentimiento Itálico y su empeño antifascista.

En la clandestinidad
Después de aquel debut público en junio de 1925, los siguientes
pasos fueron menos candorosos. El atentado contra la embajada
norteamericana, realizado unos meses después, ya representó una
acción de mayor envergadura.
Lejos de tirar la piedra y esconder la mano, Di Giovanni casi fir­
maba sus atentados. En Culmine describía así la acción: "Una
bomba ha explotado en la embajada de los Estados Unidos. ¡Es la
señal de la lucha! ¡El delito contra nuestros dos compañeros (por
Sacco y Vanzetti) será vengado! ¡No esté segura la casta burguesa
norteamericana!".
La cadena de atentados no se detendría. A fines de 1926, las auto­
ridades argentinas y los servicios de inteligencia italianos ya tenían
a Severlno en la mira.
Oficiosamente, el régimen de Mussolini se expresaba en Buenos
Aires a través del periódico II Mattino d'ltalia, fundado por el indus­

Severino Di Giovanni 59
trial Vittorio Valdano, un ex secretario personal de Giovanni Battista
Pirelli que vivía en Argentina desde principios del siglo XX y que,
cuando Mussolini llegó al poder, organizó aquí los fascios.
Valdano comenzó a editar la publicación para organizar a la cre­
ciente colectividad italiana y le dio la dirección al periodista Mario
Appelius, quien tuvo com o una de sus ocupaciones predilectas
seguirle los pasos a Di Giovanni.
Un editorial de Culmine enfrentaría esa realidad: "El libelo denun­
ció todas nuestras manifestaciones, hizo una lista con nuestros nom­
bres, nos individualizó, uno por uno, con un detallismo verdaderamente
policial, para poder entrar en guerra con todo el beneplácito de la
autoridad argentina. Sobre nosotros arrojó todo su fango pestilencial,
calumniándonos de mil modos, tal vez para asustarnos. Pero ellos
saben m uy bien que no jugam os y que si reciben alguna lección
vendrá seguramente de nuestro lado".
Severino constataba que los fascistas estaban infiltrándose entre
los exiliados por decisión del mismísimo gobierno italiano, consciente
del riesgo que las organizaciones anarquistas en el exterior podían
entrañar. Al apuntarle a Di Giovanni, el régimen también pretendía
esmerilar al movimiento del que él era uno de sus referentes.
Además, después del atentado a la embajada norteamericana, la
persecución policial se había acentuado, los servicios de inteligen­
cia tenían información pormenorizada sobre sus actividades y las de
sus seguidores. Estaba cercado. Hombre de acción al fin, el editor
de Culmine decidió hacerles más difícil la tarea a los agentes locales
y a los fascistas pasando a la clandestinidad.
En principio decidió abandonar su casa de M orón y buscar un
nuevo domicilio a través de amigos y compañeros. La ayuda vino de
un admirador suyo, Paulino Scarfó, y de su hermano, Alejandro, quie­
nes lo ayudaron a mudarse a una casa pegada a la de ellos, ubi­
cada en la calle M onte Egmont (actual Tres Arroyos) 3834, en una

60 La pasión anarquista
zona entre Flores y La Paternal -la calle es la misma que luego inmor­
talizaría Leopoldo Marechal en Adán Buenosayres-, Ese traslado
abrió una puerta nueva al destino de Severino: y a través de ella iba
a penetrar el amor.
"La familia Scarfó, de origen siciliano y católico, vive sencillamente,
en una casa típica de barrio, con galería, patio y macetas -escribe
Osvaldo Bayer en su recordado trabajo sobre Severino-. Pedro Scarfó,
el padre, es un italiano trabajador que ya ha pasado los 60 años; su
esposa, Catalina Romano, anda por los 50. Ocho son sus hijos: Anto­
nio, José, Alejandro, Domingo, Paulino, América, Santa y Asunta (...)
Antonio, el hijo mayor, da el ejemplo a sus hermanos trabajando y
estudiando. Es Antonio el encargado de vigilar de cerca la marcha
de sus hermanos, pero le resultó imposible impedir que a Alejandro
y Paulino se les diera por las ideas políticas y, para peor, por el
anarquismo. De todos los hermanos es una chica la que sobresale
por su inteligencia: América, que concurre a la Escuela Normal NB4,
Estanislao Zeballos, sección Liceo."
Severino, un hombre joven y un temperamento romántico, nece­
sitaba un amor significativo y éste se encarnaría en Josefa América
Scarfó, Fina para todos, la hermana adolescente de Paulino y Ale­
jandro. Con ella e n contraría el am or-pasión que nunca había
tenido y que en un principio le costó admitir: es que la niña apenas
tenía 14 años.
Si bien el primer encuentro entre ambos fue breve y casual, se
produjo entre ellos un intercambio de miradas que preanunciaba el
romance. Décadas más tarde, las confesiones de América le permi­
tirían a María Luisa Magagnoli reconstruir aquel momento:
"Severino y América se habían mirado de cerca, por primera vez,
hablando de plantas. ¿Cómo están las begonias? -había bromeado
él pasando delante del jardín. Están tristes -había respondido ella
yendo a su encuentro con un florero, para mostrarle las flores que

Severino Di Giovanni 61
se inclinaban tristemente. Prueba a quitarlas de la sombra y poner­
las al sol -le sugirió él con tono paternal. Pero ella ya no lo escuchaba
porque estaba naufragando en su mirada. Él no se dio cuenta y se
fue sonriendo, aunque se sorprendió pensando: ¡Pero si todavía
es una niña!, y no comprendió sus pensamientos.
"Durante algún tiempo la atracción entre ellos habría estado oculta
porque los separaban una infinidad de obstáculos, básicamente el
hecho de que ella era demasiado joven y de que él estaba casado.
Entre ellos había pequeñas señas, un alfabeto de pocos gestos y pocas
palabras, un juego que parecía inocente, pero al cual ninguno de los
dos ya entonces podía negarse. Sin que nunca se hubiesen dado una
cita, se encontraban todos los días, a la mañana temprano, cuando él
salía de casa para ir a la imprenta y ella salía al jardín antes de ir a la
escuela (...) América, con el rabillo del ojo, controlaba su llegada (...)
No lo miraba directamente, pero él sabía que lo estaba esperando."
El romance con América acentuaría el costado lírico de Severino,
que siempre había estado presente. Según reseña Bayer, en casi
todos los núm eros de Culmine editaba algún poema suyo: en el
número uno había publicado "Grito Nocturno", un canto a la vida y
a la naturaleza, al sol, a la oscuridad. Esa poesía expresaba su nece­
sidad de devorar todo con la ferocidad y la entrega de quien sabe, o
desea, abandonar este mundo antes de que la fatiga lo aletargue.
En L'Avvenire había escrito sobre sus sentimientos con intensa
franqueza: "N o es un delito sacrificar una fruslería de prejuicio y
convencionalismo anarquista por un amor inmenso, más cuando en
el amor grande e infinito está basada la anarquía misma". En ese párrafo
anticipaba un punto de vista que llevaría a la práctica al tomar distancia
de Teresina para entregarse apasionadamente al amor con América
Scarfó, dejando de lado "las fruslerías y los convencionalismos".
Su estilo literario, explosivo y poco académico, se refleja bien
en algunas de sus imágenes:

62 La pasión anarquista
"(...) El sol enloquece.
Se marchaba, lejos, lejos.
Y con él, la fiesta que me había excitado de entusiasm os y
promesas.
Y en la borrachera de su rojo, le envié mi último adiós con la mirada,
mientras triunfalmente Ingresaba en la amplia vorágine de fuego.
¡Se había marchado!
¡Oh, voracidad jamás saciada de nostalgia!
¡Oh, desesperación infinita de tanta libertad huida!
¡Oh, desgarro inmenso de amor que concluye tan rápidamente
y nos abandona presuroso!
¡Oh, noche de misterios, de consuelos y de silencio! Tu peso,
como el cuerpo de una bella muchacha que se aproxima, se com­
penetra y deja un olvido infinito".
El primer período de enamoramiento de Severlno y América se
limitó a diálogos breves, préstamos de libros y sueños premonito­
rios con “ esa bella m uchacha" que no sería un "olvido infinito".
Luego, cuando él pase a vivir perseguido por la policía, separado
de hecho de Teresina, empezarían los encuentros furtivos y clandes­
tinos. Pero ese m omento no ocurrió de inmediato.
Como buen romántico, el riesgo y la intensidad también signaron
sus actos de amor. La pasión que dominaba el pensamiento y la
acción del joven Severino, y que se manifestaba en las páginas de
Culmine y en su entrega sin límites al Ideal revolucionario, se com­
binaba ahora con la pasión secreta por aquella jovenclta del Liceo.

Severino Di Giovanni 63
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M a r i« C e r tu tc i, J « a * N w lli, 3o 4 M e n u r i ► > »»■ ««!«


d o t« n id » . d a la n id * . P a r. P oh >1-o

C o m p o n e n te s d e (e b an da de
D i G io va n n i a q u ien es la p o lic ía
b u sca e m p e ñ o s a m e n te .
R a h r r la A il* ! »
I. e t « d e A « u tn .

Un recorte pe rio d ístico registra la im agen de los m ie m bros principales del


g ru p o de D i G iovanni, buscados pese a que su je fe los había desligado de
toda responsabilidad.
CAPITULO CINCO
EL ESTRATEGA DE LA VIOLENCIA

Desde sus iniciales acciones directas, el recorrido


político de Di Giovanni no hará más que profundizar
su nivel de violencia. Las primeras víctimas inocentes
que produce un atentado con su firma lo empujan al
aislamiento dentro del propio movimiento anarquista:
y mucho más después de saldar a balazos un diferendo
con el director de La Protesta. Las incursiones en el
accionar expropiatorio. Y un intento final por salvar
su honra revolucionaria y redimirse a través
del juicio de un tribunal ácrata.

Severino Di Giovanni 65
Ese embriagador cóctel de creciente violencia, romanticismo, cruel­
dad y terrorismo le valdría muchas condenas, sin excluir entre ellas
algunas surgidas de las propias filas anarquistas. En el mismo período
en que se mudó a la casa alquilada por los Scarfó, Severino establecía
la estrategia de enfrentamiento contra el fascismo que definió como
guerrilla autónoma.
"Las últimas leyes represivas y el domicilio obligatorio han debi­
litado aun más la resistencia activa -escribía en un artículo perio­
dístico-, Sugerimos, en Italia y afuera, a todos los que quieran moles­
tar al enemigo, hasta hundirlo, la guerrilla autónoma (...) No está
dicho que no deban cometer actos violentos (...), cada grupo debe
realizar actos de ataque al enemigo. Que cada com ité o grupo de
acción conozca y controle a los propios componentes."
La alusión al control se basaba en el conocimiento de la política
de infiltración que practicaban los camisas negras: ya se habían cono­
cido varios casos en que éstos se infiltraban en las organizaciones
socialistas y anarquistas para disgregarlas.
Severino estaba decidido a profundizar la lucha contra los fascis­
tas italianos y argentinos. Las acciones vinculadas con la campaña
por la reivindicación de Sacco y Vanzetti le servirán para mostrar el
camino que propugnaba.
"El 10 de agosto de 1927 es el día señalado para la ejecución
en la prisión de C h a rle sto w n -re c u e rd a B a ye r-, La agitación
aumenta. Desde las enjundiosas pero tal vez demasiado juiciosas
reclamaciones de La Protesta hasta las fogosas y violentas tira­
das de la publicación en italiano de Di Giovanni (...), los anarquis­
tas van martillando acerca de la necesidad de un gran movimiento
de masas para dem ostrar a la burguesía que no se puede matar
im punem ente a dos hijos del pueblo. Ese m ovim iento significa:
huelga general, grandes manifestaciones y, en el caso de Culmine,
también la acción directa."

66 La pasión anarquista
Quince días antes de la fecha fijada para sentar a los dos tra­
b a ja d o re s ita lia n o s en la silla e lé c tric a , el 22 de ju lio por la
noche, un estallido m onumental sacude la zona de Palermo y sus
ecos llegan hasta los barrios vecinos. Un poderoso artefacto de
dinam ita y gelinita, colocado ju n to al pedestal de la estatua de
George Washington, en los bosques de Palermo, cum plió expe­
ditivam ente el objetivo para el que había sido diseñado. Casi en
sim ultáneo con esa explosión, un estruendo similar retumba en
pleno centro: los cristales de una agencia de Ford son los primeros
en hacerse trizas, pero en varias manzanas a la redonda no quedan
vidrios sanos.
No había en la época demasiados sospechosos de provocar seme­
jante demostración. En cuestión de horas la policía allanó la casa de
Morón donde había vivido Di Giovanni con su familia y, un rato más
tarde, entró a golpes de bayoneta en la que le alquilaba a la familia
Scarfó, en la calle M onte Egmont.
Sorprende que un hombre decidido a librar una lucha sin cuartel
contra una trama de enemigos en la que ubicaba al fascismo reinante
en Italia, al Estado burgués de Argentina, a las empresas capitalis­
tas, las jerarquías eclesiásticas y a todas las fuerzas de seguridad,
no tomara los suficientes recaudos para evitar ser detenido.
Más aun, Di Giovanni solía dejar pistas y hasta señas persona­
les tras la ejecución de algún atentado o acto propagandístico. Por
ejemplo, la campaña de solidaridad con Gino Lucetti -e l anarquista
que atentara contra Mussolini y fuera condenado a treinta años de
prisión- la realizó distribuyendo volantes firmados con su nombre
y apellido. ¿No creía en la capacidad represiva de sus enemigos,
se sentía impune o quería inmolarse?
Más allá de estos interrogantes, cuando a las 3 de la mañana la
policía irrumpió en su vivienda sólo encontró a Teresina y los chicos.
Dieron vuelta la casa en busca de armas de guerra, dinamita y pól­

Severino Di Giovanni 67
vora. Y de Severino, claro está. Pero no encontraron nada. Sólo se
llevaron un paquete con periódicos y algunas cartas llegadas del exte­
rior. Esa noche Di Giovanni dormía en otro lado.

El grito de Sacco y Vanzetti


El procedimiento policial confirmó algunas sospechas de Catalina
Romano de Scarfó, la madre de América. Ella estaba convencida de
que era la influencia de Severino la que estaba alejando a algunos
de sus hijos de los valores familiares. Tiempo después, la mujer evo­
caría ese período: "Hace unos años vino a casa un hombre para alqui­
lar una pieza. Era Severino Di Giovanni. Le pareció conveniente el
alquiler y cerramos trato. Al día siguiente llegó con su mujer, Tere-
sina, y sus tres hijos. Era un hom bre al parecer, bueno, sencillo.
Hablaba bien de los pobres, y se pasaba las horas que tenía libres
leyendo. Trabajaba de tipógrafo. M is tres muchachos tenían en
ese entonces menos de 20 años. Di Giovanni empezó a prestarles
libros. Se hizo gran amigo. Con el poder enorme de atracción que
tenía se acercó a ellos y empezó a influenciarlos con sus ideas".
Catalina no imaginaba entonces, sin embargo, el vínculo que
ligaba a Severino con América. Y se equivocaba también en cuanto
a la influencia del anarquista sobre sus hijos. El prim er contacto
de Paulino Scarfó con las ideas socialistas que disgustaban a su
padre, católico y conservador, lo provocó un tío que le llevaba libros
prohibidos, que el chico leía a escondidas y luego le prestaba a
Alejandro y a América.
"M i tío era m uy rom ántico-escribiría América, ya mayor-: fre­
cuentaba los libros de Dante, Tasso, Ariosto, Alfieri, además de toda
la literatura socialista de la época. Mi tío lo instó a Paulino para que
leyera a Alfieri, el que decía que el tirano debe morir. Las primeras
influencias libertarias nos vinieron de nuestro tío, a quien queríamos
mucho y tratábamos, dada su juventud, como a otro hermano."

68 La pasión anarquista
En cualquier caso, tras el violento despertar que la policía les
había deparado a los S cartò en su p e rsecución de Severino,
éste cargaba inevitablemente con todas las culpas y parecía mere­
cedor de todas las sospechas. Pedro Scartò, el dueño de casa, le
pidió, después del allanamiento, que se mandara a mudar y se
alejara de sus hijos. Di Giovanni no puso reparos en deshacer el
contrato de alquiler, e irse de inmediato: su esposa e hijos tam ­
bién se marcharían ni bien les consiguiera una habitación donde
vivir, prometió.
La onda expansiva de las bombas de Severino tendría conse­
cuencias inmediatas sobre los Scartò. Pedro y Catalina mantuvieron
una discusión aciaga con Paulino y Alejandro que te rm in ó vio­
lentam en te cuando el padre, fuera de quicio, les ordenó a los
muchachos que abandonaran la casa. La familia iniciaba una desin­
tegración fatal, pero la madre nunca perdió contacto con sus hijos,
aunque ellos tampoco menguaron su adhesión a la acción anárquica
e individual. Formaban parte del pequeño ejército que comandaba
Di Giovanni.
Faltaban días para la ejecución de Sacco y Vanzetti, anunciada
para el 10 de agosto de 1927, y luego pospuesta dos semanas.
Durante todo ese año Severino había decidido vestirse de negro.
Usaba un sombrero de ala ancha y un pañuelo al cuello. No fumaba,
no bebía, trabajaba incansablemente y comía cuando se acordaba.
Se sentía parte importante de una cruzada mundial. El anarquismo
estaba concentrado y unido -p o r última v e z - en defensa de los
dos italianos condenados a muerte en Boston.
En el marco de la lucha por la conmutación de la pena, el anar­
quismo argentino protagonizó por esos días una espectacular movi­
lización de 100 mil personas. Pero de nada sirvió. Una multitud esperó
hasta la madrugada del 22 de agosto en los cafés de la Avenida de
Mayo un milagro que no se produjo: el desenlace trágico sería anun­

• Severino Di Giovanni 69
ciado finalm ente en las pizarras de los diarios: "Sacco y Vanzetti
murieron gritando ¡Viva la Anarquía! a la hora cero del día 23".
Di Giovanni les dedicó un número especial de Culmine a los dos
hombres ejecutados en Charlestown, anunciando que tronaría el
escarmiento: "A su violencia debemos responder con nuestra vio­
lencia: la venganza. A su instrumento infame que ha quemado los
cuerpos de Sacco y Vanzetti, debemos oponer nuestros cuerpos
vengadores que quemarán los mil tentáculos monstruosos de la fiera
vampírica que envuelven todos los senderos de la tierra (...) Nues­
tra dinamita purificará los lugares que la maldita casta del dólar ha
apestado (...) La dinamita afirmará el boicot y el sabotaje a los pro­
ductos norteamericanos".

Hacia el aislamiento
Mientras el am biente continuaba enrareciéndose y preanunciaba
otros atentados, quizá más violentos, Severino mantenía su romance
prohibido, tan secreto que ni siquiera Paulino y Alejandro estaban
enterados. Sin embargo, Paulino algo intuía y trata de interferir. En
una oportunidad Catalina recibe una esquela de su hijo: "No dejes
salir a América, ¡es tan joven todavía! Ya tendrá tiem po".
Pero América se veía con su amado a la salida del Liceo donde
estudiaba. Y así siguieron durante varios meses: él prestándole libros
de poesía, de política, a veces relativos a la liberación femenina,
siempre cautivándola. Ella, asimilando todo lo que él le trasmitía,
convirtiéndose en su mejor amiga, alumna, amante.
Según interpreta Bayer, en la relación con la joven, Severino busca
superar la soledad, acceder a confidencias y certezas que no ha
podido encontrar con sus amigos: "Los encuentros con ella son
como un bálsamo en medio de la actividad que desarrolla esa prima­
vera del '27. Busca en la mujer lo que hasta ese m om ento no ha
podido encontrar en los hombres: un verdadero amigo".

70 La pasión anarquista
Para más, se ha peleado con Aldo Aguzzi, su alter ego, quien sigue
representando para él su marco de referencia teórico, quizás el inte­
lectual de mayor prestigio del ámbito anarquista local, verdadero ani­
mador de L’Awenire, Pubblicazione Anarchica di Cultura e di Lotta
donde Di Giovanni estaba orgulloso de escribir.
Entre su amigo Aguzzi y Severino existía un vínculo profundo de
admiración recíproca. Aguzzi era un pacifista a ultranza que pretendía
convencer con los argumentos de la razón. Pero admiraba el proceder
de Di Giovanni, su valentía, su decisión, su altruismo: acaso, en el fondo,
creyera que sin violencia no se podía cambiar nada, aunque odiara la
violencia y quedara paralizado ante cualquier acto de crueldad.
Severino rechazaba los pruritos de Aguzzi porque para él equi­
valían a una pérdida de tiempo, pero tampoco podía disimular cierta
admiración por la lucidez y paciencia de ese compañero, por su
infinita calma, propia más bien de un cristiano de las catacumbas. El
respeto intelectual hacia Aguzzi se asemeja al que siente por el geó­
grafo ácrata Elíseo Reclus, también pacifista.
Sucede, no obstante, que ese pacifismo no encaja en la persona­
lidad de Di Giovanni: él está envuelto en los procedimientos violen­
tos, está lanzado por una vía que no le ofrece posibilidades de retorno
y refuerza ese sino negándose a imaginar otro, reivindicando ese
camino hasta las últimas consecuencias.
En la Navidad de 1927, por primera vez, un atentado consumado
por Severino da com o resultado víctim as ¡nocentes. El objetivo
había sido el National City Bank de la calle San Martín, en pleno
centro porteño.
Con severidad, La Protesta califica como un "núcleo de imbé­
ciles o desequilibrados" a los autores del atentado. Y la acusación
siem bra sospechas sobre su intención: "Puede desconocerse,
si así conviene, ese concepto de humanidad que hay en nues­
tras ideas y que nos imposibilita para la comisión de hechos que

Severino Di Giovanni 71
epiloguen con víctimas inútiles e inocentes. Pero, en tal caso, aun­
que se les despojara de su mejor atributo que es ese concepto de
justicia que motiva todas sus acciones, debe reconocerse que el
m ovimiento obrero y anarquista tiene un sentido de la convenien­
cia. Cabe preguntar entonces qué conveniencia podía contemplar
nuestro m ovim iento en un hecho de tal naturaleza. Empeñados
com o estábamos en la campaña liberadora de Simón Radowitzky,
el hecho del City Bank no ha venido sino a perjudicarnos. Se com­
prende ahora por qué hemos hablado de violencia sospechosa.
(...) No es sospechoso un movimiento que se desenvuelve a la luz
del día, seguro de la posición que ocupa y del propósito ju s ti­
ciero que persigue".
Pero Di Glovanni no expresa arrepentim iento ni autocrítica y
así se refuerza su aislamiento en el seno del propio m ovim iento
anarquista. La política del terror lo encierra en una trampa de la
que no parece poder evadirse. Cada hecho terrorista lo lleva a otro
y así sucesivamente.
El 23 de mayo de 1928 nuevas víctimas inocentes constituirán el
trágico saldo de otro atentado. Una explosión destruye el flamante
edificio del Consulado italiano en Buenos Aires, que se acaba de
inaugurar sobre la avenida Quintana. Los objetivos eran el embaja­
dor (conde Martín Franklin) y el cónsul (Italo Capanni), pero los que
pierden la vida son nueve italianos que tramitaban sus pasaportes.
Este hecho divide al anarquismo vernáculo para siempre: aunque
hay sectores llamados revolucionarios que apoyan estos atentados,
La Protesta, que ya había adelantado genéricamente su censura a
los m étodos de Di Giovanni, lo acusa ahora de ser un espía fas­
cista y agente policial.
Severino se enfurece ante esta acusación y se rebela ante la
posibilidad de quedar convertido en un paria, sin ideas ni organis­
mos políticos que lo respalden, por lo menos moralmente. Pole­

72 La pasión anarquista
miza durante meses con Diego Abad de Santillán y Emilio López
Arango, los responsables de La Protesta, pero los ataques y críticas
no sólo no cesan sino que se vuelven cada vez más feroces y per­
sonalizados. Ninguno de los contrincantes da un paso atrás en un
debate en el que las palabras son armas destinadas a descalificar el
pensamiento y la acción del otro.

El círculo se cierra
A fines de 1928, sin recursos y con la responsabilidad de mantener
a su familia y seguir actuando, Di Giovanni recurre a la "expropiación
directa". Además, se asocia con falsificadores de dinero. El anar­
quismo moderado dictamina entonces que se ha pasado a las filas
del "banditism o" (bandolerismo).
A esta altura su modo de vida era ya definitivamente nómade. Y,
se sabe, la clandestinidad no es un hábito ligero de llevar, por más
curtidos que sean los que la padecen. Severino pasó mom entos
m uy difíciles, según el testim onio de América Scarfó a María Luisa
Magagnoli: "Solo y perseguido, empezó a cambiar de lugar sin tre­
gua. Llegaba y se iba de Buenos Aires, donde había encontrado refu­
gio por los túneles subterráneos de la Manzana de las Luces, esca­
paba al Tigre, hacía una parada en Rosario, se escondía en Córdoba
y en la M e so p o ta m ia , en C uruzú-C uatiá. D urante una fuga a
Resistencia estuvo a punto de morir. M ientras tanto, Teresina
recibía constantes amenazas y requisas. Los agentes llegaban de
día y de noche, y la apuntaban con la pistola en m edio de la
frente, bajo la mirada de los niños que trataban de darse ánimo man­
teniéndose juntos, abrazados".
Eran m om entos duros, pero el peor golpe llegaría con la deten­
ción de Alejandro Scarfó: se produjo a fines de 1928 cuando la poli­
cía lo encontró en una casa donde guardaban dinamita y billetes
falsos. La situación lo puso a Severino ante un hecho dramático

Severino Di Giovanni 73
del que se sentía responsable. Esa m ism a noche buscó deses­
peradamente a América, quería prometerle que no cesaría en su
lucha hasta liberar a su hermano, y que después se irían a París,
como tenían planeado.
La detención de Alejandro sucedió en un m om ento en que su
grupo sufría graves carencias económicas. Para conseguir dinero de
inmediato Di Giovanni se había conectado con un grupo de expro-
piadores comandado por Miguel Arcángel Roscigna. Juntos come­
tieron varios asaltos. En ese tiem po escribió: "Vivir en monotonía
las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los aco­
modados, de las conveniencias, no es vivir la vida, es solamente
vegetar y transportar en forma ambulante una masa de carne y de
huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita del
brazo y de la m ente".
Mientras la Justicia pedía prisión perpetua para Alejandro Scarfó,
Di Giovanni y su grupo se trasladan a Rosario para atentar contra
colectivos y tranvías en apoyo de una huelga general. Pero la suerte
no estaba de su lado: a uno de sus mejores com batientes, José
Romano, Ramé, le estalla un explosivo que llevaba bajo el perramus.
Luego caerá preso y será salvajemente torturado por el célebre sub­
comisario Juan Velar.
Tiempo después, con la frialdad de ánimo que lo caracterizaba, Di
Giovanni le disparó a la cara a Velar, desfigurándolo para siempre. El
grupo organiza meses después una espectacular acción de salvataje
que permite rescatar del hospital Carrasco de Rosario a Ramé, recién
operado en la pierna izquierda. El rescate de película quedó registrado
en el diario La Capital de Rosario: "Romano dio un salto de la cama no
acordándose para nada de la muleta. Iba en camisón y calzoncillos.
Todos salieron por la calle América y desaparecieron en un auto".
El hombre capaz de arruinarle el rostro al comisario rosarino y
organizar el rescate de Ramé, sufre por las noches de melancolía.

74 La pasión anarquista
El anarquista expropiados el temible terrorista describe así sus sen­
tim ientos, con rústico lirismo: "Selva de flores, ¿qué esperáis?
Hoy no viene la jardinera a acariciar vuestros delicados pétalos. Ella
os ha olvidado. Su cabecita se orienta hacia otras cosas. No presta
atención a nuestro sol, a nuestra espera, a nuestros latidos. Hoy, oh
flores, no viene mi jardinera (...)".
La soledad, y la imposibilidad de cumplir la promesa de liberar a
Alejandro lo deprimen: el reo no era sólo el hermano de América,
sino uno de sus mejores hombres. En medio de la impotencia los
ataques personales y políticos que le dedicaban López Arango y Abad
de Santillán desde La Protesta le resultan difíciles de soportar. En
octubre de 1929, Severino les exigió una retractación pública, que
no se produjo. Di Giovanni se decide a actuar drásticamente, como
era su estilo.
Así fue como, en una última discusión con López Arango, frente
a su domicilio, al no lograr ni siquiera una retracción verbal del español,
y sin mediar aviso Di Giovanni desenfunda su revólver y le dispara
varias veces al pecho, dejándolo moribundo.
Esa muerte violenta representó otro punto de inflexión en la vida
de Severino. El "ajusticiamiento” del español López Arango lo con­
virtió en un personaje repudiado en muchas organizaciones anar­
quistas. Aislado, censurado, se respaldó en su grupo mínimo de
ácratas individualistas, en dos o tres organizaciones del exterior y
en América Scarfó.

Breve cielo
Con su amada no compartía su lado más oscuro. Ya fuera para no
perderla o para no comprometerla, Severino nunca defendía frente
a América sus atentados, aunque sí justificaba en términos teóricos
la acción directa y violenta como método contra los "burgueses capi­
talistas que hambreaban al pueblo". Pero era imposible evitar que

Severino Di Giovanni 75
le llegaran las duras acusaciones que publicaban los diarios. Y, para
su desesperación, la muchacha no era inmune a ellas.
"A esa altura -señala Magagnoli- su joven amiga se había trans­
form ado en una anarquista convencida, com o sus dos herm a­
nos, pero no concebía acciones que pusieran en peligro la vida
humana. Tus escrúpulos son el resultado de una educación cató­
lica, le respondía él sin que ni siquiera una sombra de duda lo rozara.
Pero estas incomprensiones, aunque estaban magnificadas por las
dificultades que los rodeaban, no hicieron mella en la esencia de
su relación."
Las cartas a Fina eran para Severino un rem edio parcial a su
desconsuelo. A través de la escritura él encontraba una vía para
emocionarla: "A rdo internam ente com o una rama de abeto -le
decía- Soy demasiado salvaje, no sé tocar las cuerdas de tu sen­
sibilidad divina, soy demasiado salvaje y para nada bueno, de lo
contrario mi amor no se perdería en la cima del desasosiego. ¿Qué
estarás haciendo a estas horas? ¿Estarás pensando en tu rubio
m alito?".
La liceísta pensaba en él y trataba de superar las presiones fami­
liares, y las del entorno anarquista que criticaba su relación con Seve­
rino. Bayer cita la carta que América le envió el 3 de diciembre de
1928 al pensador libertario francés, Emlle Armand: "Querido cama-
rada: el motivo de la presente es, principalmente, consultarlo. (...)
MI caso, camarada, pertenece al orden amoroso. Soy una joven
estudiante que cree en la vida nueva. (...) Deseo para todos lo
que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir,
deseo la anarquía para toda la humanidad. (...) Para que esa revo­
lución llegue, no hay que contentarse con esperar sino que se hace
necesaria nuestra acción cotidiana. En el amor, por ejemplo, no
aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despre­
ciando los prejuicios, las Innumerables mentiras que se nos opo­

76 La pasión anarquista
nen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de
ideas. Según las leyes burguesas, él está casado. (...) He aquí
que algunos se han erigido en jueces. Y estos no se encuentran
tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de
ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que
en el fondo son intolerantes (...)".
Severino no encontraba la hora de que se fueran a vivir juntos,
pero ¿cómo? Si no podía tener un domicilio fijo, si se había conver­
tido en un paria. Finalmente, más pudo su necesidad de verla y
empezó a urdir un plan novelesco, aunque no tan extravagante en
el mundo de los inmigrantes: inventar un casamiento con alguien
que sim ulara ser el novio, para e lu d ir el cerco fa m ilia r de los
Scarfó. Severino convenció a Silvio Astolfi para que protagonizara la
farsa y la llevara al altar. Luego liberaría a Alejandro y los dos viajarían
a Francia. Ese era el plan.
Aunque los Scarfó opinaban que Astolfi no era el muchacho ideal
para su hija, la posibilidad de alejarla de las malas influencias de Di
Giovanni les parecía auspiciosa a Pedro y Catalina. Jamás llegaron a
Imaginar que ese casam iento uniría a Fina con el "hom bre más
maligno" del país (según lo caracterizaba la Iglesia católica).
En febrero del 30, cuando ella se transforma en la señora de Astolfi,
la pareja pudo empezar a convivir. La extraña luna de miel la pasaron
en una quinta apartada donde se alojaba el anarquista exproplador
Andrés Vázquez Paredes.
Por el mismo tiempo, Severino venía madurando la idea de crear
su propia editorial -c o m o aquella de Camlllo DI Sciullo, el editor
de los Abruzzos perseguido por el fa scism o-. También ansiaba
ser redimido en las filas del anarquismo internacional, y por ello
había solicitado insistentem ente que se le hiciera un juicio polí­
tico: el hecho de ser condenado por sus propios pares era un
peso que su espíritu no podía soportar.

Severino Di Giovanni 77
Mientras preparaba los descargos para ese tribunal anarquista, Di
Giovanni no abandonaba sus actos expropiatorios. En una de las últi­
mas acciones -ya el general Uriburu estaba en el poder, y la plana
mayor de la FORA y La Protesta se habían asilado en Uruguay tras
declararse la pena de m uerte-, junto a Miguel Arcángel Roscigna
asaltaron un camión pagador de Obras Sanitarias y se hicieron de un
botín de 286.000 pesos, una fortuna para la época.
Una semana después, América alquiló la quinta "Ana María", en
Burzaco, y paga al contado. Allí pasaron sus días más felices, tra­
bajando la tierra, editando el periódico Anarchia e instalando la
imprenta con la que venía soñando Severino.
Según ella, fue un período inolvidable. Pero duró poco, hasta el
verano del 31, más precisamente hasta el 1a de febrero, cuando
Severino salió rumbo al centro porteño para seguir con los trabajos
de edición de un libro de Elíseo Reclus.
América sólo volvería a verlo unos instantes en el umbral del ajus­
ticiamiento.

78 La pasión anarquista
T
'frtf/U/

Dibujo aparecido en la portada del diario Culmine, que orientaba Di Giovanm.


A llí expresaba sus ¡deas, com o la que reza el epígrafe: "D iam o fuoco alia dina­

m ite vendicatrice!".
CAPITULO SEIS
LO QUE PENSABA

A pesar de que quedó inscripto en la historia como


un hombre de acción, Severino Di Gióvanni jamás
despreció la teoría. Se formó políticamente en la
lectura de los clásicos del anarquismo: Bakunin,
Proudhon, Kropotkin, Malatesta, y especialmente
Elíseo Reclus, a quien admiraba sin límites. Siempre
le atribuyó gran importancia a la propaganda y a la
difusión de su ideario a través de periódicos propios
o participaciones en otros, de Argentina y el mundo.
Escribió mucho, y entre libros, diarios, folletos y
cartas personales, casi no dejó cuestión por abordar.

Severino Di Giovanni 81
Un hombre peligroso
(Una especie de te sta m e n to personal y político de Severino Di
Giovanni, escrito antes de ser fusilado)

"Combatí y perdí. Ahora pago con la vida y no busco atenuantes.


El destino y la voluntad han hecho de mí un hombre que debe ser
aniquilado y, a pesar de no haber deseado la muerte que me espera,
no he logrado exorcizarla.
Me pasó, de manera clamorosa, lo que le pasa a todos. Después
de haber vivido en la ilusión, de golpe nos encontramos ante el abismo.
(...) Mi yo personal está muerto para siempre, escribió Bakunin.
Suscribo la frase para mí mismo.
No busqué la afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco
una vida tranquila. Para mí, elegí la lucha. Pasar monótonamente las
horas enmohecidas de la gente común, de los resignados, de los aco­
modados, de las conveniencias, no es vivir, es solamente vegetar, lle­
var encima una masa informe de carne y huesos.
A la vida hay que ofrecerle la exquisita rebelión del brazo y de
la mente.
Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza,
por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso."

Escrito en su celda de la Penitenciaría Nacional, el 1ede febrero de


1931, unas horas antes de morir.

Sobre el mal
(En varios de sus escritos, especialmente en los más personales, Di
Giovanni se cuestiona el sentido de su existencia y evidencia influen­
cias como la del filósofo alemán Friedrich Nietzsche)

" i Oh, cuántos problemas se presentan en los senderos de mi


joven existencia, trastornada por miles de torbellinos del mal! No

82 La pasión anarquista
obstante, el ángel de mi mente me ha dicho tantas veces que sólo
en el mal está la vida. Y yo vivo plenamente mi vida.
El signo de mi existencia se ha perdido en eso: ¿en el mal? El mal
m e hace amar al más puro de los ángeles. ¿Hago yo acaso mal?
¿Pero, es esa mi guía? En el mal está la afirmación más alta de la
vida. ¿Y estando en él, estoy equivocado? ¡Oh, problema del ignoto,
¿por qué no puedo descifrarte?!"

Carta fechada ei 22 de octubre de 1928.

¡Destruyamos!
(Primera colaboración realizada para L'Avvenire, la publicación que
orientaba Aldo Aguzzi, su m entor ideológico)

"Destruyamos a Cartago. ¡A la Cartago moderna, esa de los ricos,


de los curas y de los militares! Este debe ser el grito de los rebeldes
y el lema de la revolución social (...)
¡Destruyamos a los Tartufos! ¡Destruyamos las cuevas de los tira­
nos! ¡Destruyamos las cortes, sean monárquicas o republicanas!
¡Destruyamos los cuarteles! ¡Destruyamos los tribunales! ¡Y des­
truyamos también a la iglesia!"

En L'Avvenire, Pubblicazione Anarchica di Cultura e di Lotta, 1926.

¡A las armas!
(Fragmento de un alegato contra la ejecución de los anarquistas
italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en Estados Unidos)

"Dos desgarros de nuestra carne están por ser electrocutados.


Dos corazones palpitantes del más bello entre los ideales.

Severino Di Giovanni 83
¡A las armas! ¡A las armas, falanges de generosos, es la hora
del supremo sacrificio! ¡El verdugo ha preparado ya el instrumento
de la muerte!
¡A las armas! Valga este grito de guerra de nuestra guerra para
re u n ir a los d is p e rs o s ce n tin e la s de la re vo lu ció n de to d o el
mundo. ¡ Impidamos con todas nuestras fuerzas que se renueve una
trágica ejecución como aquella de noviembre de 1887 en Chicago!"

En Culmine, junio de 1926.

Recuerdo, ¿recuerdas?
(Esquela enviada a su amada Fina al cumplirse un año de las muer­
tes de Sacco y Vanzetti)

"Recuerdo lo de un año atrás, pleno de tormentos, de impoten­


cia, de esperanza y de fatiga. La mañana del 24 -no, del 2 3 - regresé
luego de una noche de luchas sin resultado. Los habían asesinado
-pavorosamente, en una celda de C harlestown- y todo el mundo
apretaba su corazón y levantaba los puños.
Tú, con aquella nuestra otra compañera, sollozabas al conocer
la triste noticia. ¡Oh bellísimo corazón femenino, rezumo de todos
los amores excelsos y puros! Sollozabas y en tu corazón malde­
cías a los malos, a los poseedores de la fuerza, y en esa tragedia
fortificabas tu fe iconoclasta y rebelde, inmaculabas tu alma -ya de
por sí tan abierta-, tomabas -d e los cercos de nuestro camino liber­
ta rio -a manos llenas todas las flores de la gran redención y las
apretabas contra tu pecho con todo el arrebato de tus 14 años de
entonces. ¿Recuerdas?
En aquel m o m e n to se luchaba en to d o s los rin co n e s del
mundo. Un alma gemela a la tuya, en Chicago, elevaba el más bello
monumento del heroísmo de la juventud femenina. ¿Te acuerdas de

84 La pasión anarquista
Aurora D'Angelo? Ella era hermosa como tú. Ella era generosa como
tú. ¡Ella era desprejuiciada como tú, oh bella hija de la anarquía! ¡Oh
dulce compañera mía! ¡Oh mi gran amor! "

Carta a América Scarfó, 24 de agosto de 1928.

Poniendo la firma
(Una costum bre de Di Giovanni: hacer evidente la autoría de los
atentados)

"Será una crónica rápida la nuestra, sin tantos detalles tan aprecia­
dos por los periodistas de los grandes diarios, y yendo directamente
a los hechos daremos a los compañeros una visión cronológica de
lo que es un com plem ento a aquella más grande protesta: la que
desde hace catorce días están cumpliendo Sacco y Vanzetti en las
tristes celdas de Charlestown.
En la noche del viernes 22 de julio, en una hora, de las 10 y media
a las 11 y media, aproximadamente, estallaron en la zona central de
Buenos Aíres, que rompieron así el silencio glacial que com o un
manto letal cubría los últimos acontecimientos ocurridos con motivo
del proceso a Sacco y Vanzetti.
Esa protesta directa era más que lógica: era necesario tocar los
intereses y las cosas más caras a la escoria reunida en los meandros
oscuros de Wall Street. ¡Y así se actuó!
Los brazos anónimos que encendieron la mecha no pudieron con­
tener más la angustia interna que desde hace tiempo los atormen­
taba, y ante la burla, la charla y las volteretas políticas de un Fuller (el
gobernador norteamericano que tenía autoridad sobre el penal de
Charlestown), prefirieron tocar al monstruo en su carne viva."

En Culmine, agosto de 1927.

Severino Di Giovanni 85
Sustancialidad revolucionaria
(Una síntesis del deber ser de los anarquistas italianos)

"El problema de la revolución de las fuerzas subversivas italianas


no es una cuestión de propaganda o de demostración teórica: es un
problema de sustancialidad revolucionaria. El anarquismo-luego de
tantos años de vida pública- debe volver a la oscuridad, debe iniciar
el movimiento conspirativo.
(...) El pueblo italiano dejará de ser miedoso y estar aterrorizado
el día que inicie el período de tentativas revolucionarias."

En Culmine, 1926.

Charlas y más charlas


(En el marco de su conflicto con el anarquismo moderado, debatió
crudamente contra la conducción del tradicional periódico anarquista
La Protesta)

"Es la mentalidad de quienes hoy están al frente vergonzosa­


mente de los treinta años de La Protesta, treinta años de vida bata­
lladora y de sacrificios intensos en pro del más bello de los movi­
mientos anarquistas de América Latina. Mentalidad suicida que hace
ostentación inconsciente de su maldad innata.
(...) Para vosotros que sois los puros, los incensurables, los per­
fectos, los que no cometéis errores, es bueno, muy bueno erigir el
pùlpito y dictar cátedra bizantina.
(...) De los castrados, de los eunucos, de los guardianes del
harén infalible no se puede esperar otra cosa que charlas, charlas
y más charlas."

En Culmine, 1928.

86 La pasión anarquista
r

Tanto amor, tanto odio


(En una carta personal, Seveñno revela la existencia de un conflicto
que lo tenía a mal traer)

"Tú no puedes comprender mi tragedia. Verdadera tragedia de


quien vive diariamente proscripto de la sociedad y vituperado por
los anarquistas... aceptables. Solamente en contacto conmigo podrías
comprenderme y justificar la ira, la actitud, la rebelión contra ciertos
anarquistas. Y no vayas a creer que no amo al compañero... porque
te equivocarías. (...) Quien me conoce íntimamente puede saber de
cuánto am or está acorazado mi espíritu (...) Sólo aquel que sabe
amar tanto puede odiar tanto.
(...) Cómo sueño, a veces con un mundo todo en armonía: cada
tendencia basada en su propia iniciativa, sin jamás chocar; sin
jamás humillarse, para ser más fuertes en el mañana cuando deba­
mos correr todos hacia la gran batalla de la revolución. Pero son
todos sueños."

Carta al anarquista Hugo Treni, verano de 1928.

Desasosiego
(En sus últimos meses de vida, el aislamiento respecto al movimiento
anarquista lo fue empujando hacia un profundo pesimismo)

"Un espectáculo triste ha sido la última huelga. Y la tristeza la han


dado esta vez los llamados compañeros del sector sindical.
Esperan nada menos que clemencia para nuestro Simón Rado-
witzky de Yrigoyen, el asesino principal de Santa Cruz y de la semana
de enero.
¡Y dónde ha ido a esconderse el valor, la intransigencia, el extre­
mismo, el espíritu revolucionario y combatiente que alguna vez fue­
ron la virtud más preciosa de esta sombra de sí m isma! ¿Y esto

Severino Di Giovanni 87
es la FORA? ¿Y esto es el anarquismo? ¿Y esto es el heroísmo de
Rosario? ¡Cuánta tristeza!
Estate segura, amiga mía, que así no vendrá el Indulto del verdugo
Yrigoyen. ¡Otros medios, otras batallas sirven para imponer nuestra
voluntad a los poderosos! ¡Con posición fiera y varonil, y no de rodillas!"

Carta a Fina, fines de 1929.

Hipólito Yrigoyen
(Di Giovanni nunca ahorró calificativos a la hora de definir al caudi­
llo radical)

"Si la Argentina es la tierra del caudillismo, Hipólito Yrigoyen es


el prototipo del caudillo: una mezcla Inconfesable de camorrista y de
mafioso, caracterizado por la ausencia absoluta de ese coraje caba­
lleresco que hace aparecer de algún modo simpático al antiguo domi­
nador de la campaña argentina, el gaucho.
Yrigoyen, en sesenta años de vida política -con maniobras oscuras
e intrigas disimuladas bajo la charlatanería del demagogo- logrará por
dos veces la suprema magistratura de la República. Los sucesos más
sangrientos y feroces fueron consumados bajo su primera presiden­
cia en homenaje a su profundo amor de Padre de la Patria y de los pobres,
título con que es disfrazado por la innoble cortesanía de sus escribas."

Fragmento de "Yrigoyen, el caudillo", escrito en el periódico neo­


yorquino L'Adunata dei Refrattari, febrero de 1930.

Bajas pasiones
(En un periódico ácrata que dirigían Di Giovanni y América Scarfó, un
editorial apunta contra el apoyo de las clases medias al golpe de Estado)

"La gran masa carente de espíritu crítico para penetrar en las bajas
pasiones que im pulsan los a co n te cim ie n to s que a su vista se

La pasión anarquista
sucedían siguió, cuando el triunfo los auroleaba, a los jefes del cuar­
telazo político-militar-dictatorial.
Su actuación fue vivar a los nuevos déspotas con igual fervor que
había elevado a la categoría de ídolo a un viejo senil y valetudinario,
ahora convertido en triste y miserable guiñapo humano.
Como homenaje al gobierno naciente, la multitud saqueó e incen­
dió el domicilio del ídolo caído con la misma inconciencia que años
antes había tirado de su carroza. ¡ El pueblo cambiaba de amor!
(...) El pueblo fácilm ente olvida por un jarro de vino al patrón
que lo veja y lo explota. Hoy más que nunca, en el carnaval que se
perfila en el horizonte, olvida la cruz en la que los acostumbrados
fariseos y escribas lo clavarán."

Extracto del artículo "La avalancha dictatorial", publicado a fines


de 1930 en el periódico Anarchia.

Feminismo
(Di Giovanni escribió varios artículos sobre la emancipación femenina
y el amor libre)

"Así como los obreros sufren la tiranía económica de la clase capi­


talista, así las mujeres -e n la costumbre y en la ley- son víctimas de
la tiranía del sexo masculino (...)
Las mujeres deben tener la misión y el interés de preocuparse
con todo amor por la cuestión social, porque el feminismo fuera de
ella será sólo una vana academia de pocas comadres ambiciosas."

En Culmine, 1927.

Más sobre el amor libre


" El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pue­
den comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá

Severino Di Giovanni 89
llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano
de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas
y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor."

Carta a América Josefina Scarfó, 1928.

Editor
(Otro sueño de Severino: convertirse en el principal editor de los clá­
sicos de la literatura anarquista, quizás una forma de balancear el
despliegue de una actividad militante teñida por la violencia)

"Nosotros, los italianos en el extranjero, debemos revivir todas


aquellas iniciativas que en Italia eran la ambición de nuestro movi­
miento. El libro es una de esas iniciativas.
(...) Hace años que pienso recoger en volúmenes los Escritos
Sociales de diversos compañeros desaparecidos y vivos, y que per­
manecen dispersos (...) Por ejemplo Reclus, Ciancabilla, (...) Fabbri...
también Fabbri, aunque él me crea un antediluviano."

Carta al anarquista Hugo Treni, verano de 1928.

El amor
(Un extracto de una de las muchas cartas que Di Giovanni le escri­
biera a su amada América Scarfó)

"Amiga mía, tengo fiebre en todo mi cuerpo. (...) Te dije, en aquel


abrazo expansivo, cuánto te amaba, y ahora quiero decirte cuánto
te amaré.
Porque el pan de la mente que sabe materializar todas las ideali­
dades elegidas de la existencia humana nos será la guía más experta
para resolver nuestros problemas, y debo decirte con toda la sin­

90 La pasión anarquista
ceridad de un amigo, de un amante y de un compañero, que nuestra
unión será bella y prolongada, gozosa y plena de todos los sentimien­
tos, grande e infinitamente eterna.
Y cuando te hablo de eternidad (todo aquello que el corazón ha
querido, gozado y amado es eterno) quiero aludir a la eternidad del
amor. El amor jamás muere.
El amor que ha germinado lejos del vicio y del prejuicio es puro,
y en su pureza no se puede contaminar. Y lo incontaminado perte­
nece a la eternidad."

Carta a Fina, 19 de agosto de 1928.

Sobre las relaciones


(Severino le cuenta a su amada América una visita a su esposa Tere-
sina, quien nada sospecha de su affaire con la muchacha)

"H e ido a ver a mis hijos, los besé. Pero no pude reír ni un solo
momento.
La buena amiga nuestra (se refiere a Teresina, su esposa) advirtió
mi tempestad. Pero no le conté nada. ¿Para qué contarle? ¿Acaso
ella habría podido consolarme?
Es tan simple, tan buena, que no podrá jamás com prender la
manera cómo se esparce un bálsamo sobre las heridas profundas y
sangrientas.
Ella sólo sabe llorar. Es mi deber no hacerla llorar. Ha sufrido tanto
que sería un delito agregarle un nuevo sufrimiento.
Le he prometido que uno de estos días iré de nuevo, contigo, a
visitarle. Y quedó contenta."

Carta a Fina, octubre de 1928.

Severino Oi Giovanni 91
Esposado y custodiado, Paulino Scarfó, herm ano de Fina, llega a la Peniten­
ciaría de la avenida Las Heras: horas después será fusilado com o Di Giovanni.
CAPITULO SIETE
LO QUE PENSABAN DE ÉL

Severino Di Giovanni detestaba las reacciones neutrales.


Ni siquiera apreciaba las demasiado juiciosas. Las
prefería claras, contundentes, extremas en lo posible,
y si violentas mejor. No podía, entonces, esperarse
que las que su nombre despertara carecieran de esas
características. Y así fue: lo enaltecieron hasta elevarlo
a las más altas consideraciones; lo aborrecieron
hasta compararlo con los más bajos enemigos. Entre
ambas opciones, y aunque él no los compartiera,
también se cuentan juicios serenos.

Severino Di Giovanni 93
"Paladea la muerte"
"Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanosos tras de las rejas. Rechina
el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan
como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes sal­
tos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras
que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.
Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una
cómoda silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lám­
paras cuya luz castiga la oscuridad. Un rectángulo. Parece un ring.
El ring de la muerte. Un oficial.
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un ros­
tro que parece embadurnado de aceite rojo. Unos ojos terribles y
fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huida
como las de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos.
Frente roja. Mejillas rojas. Los labios parecen llagas pulimentadas.
Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento,
lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura.
Paladea la muerte."

Roberto Arlt, crónica publicada en el diario El Mundo el 2 de febrero


de 1931.

"Ejemplo sin igual de coraje"


"Cuando supe que Severino había sido condenado a muerte, reclamé
el permiso para verlo por última vez. Me fue acordado. Lo encon­
tré calmo, con el espíritu muy lúcido. Me dijo estar conmovido por
haberse enterado de que en el tiroteo que precedió a su detención

94 La pasión anarquista
había sido muerta una niña, lo que, al pensar en sus hijos, le había
ocasionado una emoción profunda. Sufría con la idea de que era el
autor de esa muerte. Su defensor había solicitado una pericia balís­
tica para demostrar que Di Giovanni no había sido el autor de la muerte
de la niña.
(...) Me esforcé para alegrar las últimas horas de su vida; él, por
su lado, se ocupó de frustrar el intento de todos aquellos que hubie­
ran deseado encontrarse delante de un enemigo vencido. Como yo
quería, él aparecía, por el contrario, en todo su brillo, la personifica­
ción del ideal que no cede nunca.
Severino y Paulino (Scarfó) permanecieron serenos hasta el ins­
tante supremo, ejemplos sin igual de coraje y estoicismo."

América Scarfó, publicado en la revista francesa L'en dehors en marzo


de 1933, citado por Osvaldo Bayer.

La defensa
" ¡He aquí a Di Giovanni! Motivo de avidez de los comentarios tru­
culentos de los cronistas policiales. El fantasmagórico personaje que
era el plato fuerte policial servido por una policía de supernumera­
rios, que debía justificar de alguna manera la existencia de esos en
el presupuesto general de gastos.
El honorable tribunal sabe que el acusado no ha sido detenido ni
condenado una sola vez. Se había creado, pues, el delincuente fan­
tasma que vivió radicado en la Argentina durante ocho años.
Adm itir que Di Giovanni era un personaje capaz de burlar a jue­
ces, policías y al pueblo, sería reconocer la superioridad de este hom­
bre sobre todas las fuerzas físicas y morales de la Argentina.

Severino Di Giovanni 95
(...) Por todo lo expuesto, después de afirmar que Di Giovanni
fue llevado a la agresión, pido que el acusado no sea juzgado por
la ley marcial."

Teniente primero Juan Carlos Franco, defensor de oficio de Di Gio­


vanni, en su alegato del 31 de enero de 1931. Inmediatamente fue
ordenado su arresto y se le dio de baja.

La defensa II
"Creo que esta ciase de sujetos de ideas anárquicas y disolventes,
en vez de ser llevados a los estrados de la justicia, debieran ser inter­
nados en sanatorios especiales, ya que los considero seres anorma­
les y desprovistos de todos los sentimientos de humanidad.
Mi defendido es casi un niño y desde hace varios años se encuen­
tra dirigido por el temible delincuente Di Giovanni, lo que hace que
la educación recibida en la mejor época de su vida haya sido de lo
más perjudicial.
Dada la confesión plena que ha hecho mi defendido del delito que
se le acusa, sólo me resta pedir al tribunal, al dictar sentencia, se
sirva hacerlo con la mayor dosis de humanidad.
Como nos encontram os ante un tarado mental, un individuo
que es el prototipo del sugestionable dominado por una voluntad
ajena a la suya, pido al señor presidente que el acusado sea pre­
sentado a una junta de m édicos psiquiatras para que sea debi­
damente examinado."

Teniente primero David Armando Lavori, defensor de oficio de


Paulino Scarfó, en su alegato del 31 de enero de 1931.

96 La pasión anarquista
Tardío hom enaje
"Digamos como acto de justicia que así como hubo una parte de
la población que no perdió el equilibrio moral en esas horas, también
hubo dos corazones y dos frentes de hombres contra los cuales se
estrelló toda la organización criminal de la dictadura: los dos reos (Di
Giovanni y Scarfó), que servían de muñecos en la sangrienta farsa,
salvaron la dignidad humana en ese instante.
¡ Qué hermoso ejemplo de serenidad, de firmeza, de amor al ideal,
dieron ambos condenados a muerte, en los postreros momentos
de sus vidas! Acosados por carceleros, periodistas, jueces, aristó­
cratas, sacerdotes, llevados a la tortura bárbara que dejó en sus cuer­
pos huellas horribles, la burla verbal que pretendía alterar su Inmu­
table serenidad, obligados a discutir de altas cuestiones filosóficas
y responder a preguntas fútiles y banales, Invitados a gozar de un
pequeño placer de vida cómoda mientras se les señalaba el pelotón
que habría de fusilarlos.
Así, pasando de una a otra situación, ninguno de los dos dejó de
ser quien era. A ntes bien, fueron más que nunca lo que habían
sido y por lo que morían.
Se superaron a ellos mismos y se hicieron -m ás que hombres, que
poco habían de durar como tales- bandera del ideal perseguido y caye­
ron dando un supremo grito que el eco repetirá por mucho tiempo."

Editorial del 5 de febrero de 1932 del diario Crítica, el medio


que más había contribuido al golpe de Estado encabezado por
el general José Félix Uriburu.

"Nos abre interrogantes muy complejos"


"Di Giovanni fue uno de los últimos justos justicieros. Actuó en nom­
bre no sólo de las ideas sino también del afecto apasionado.

Severino Di Giovanni 97
Pero cuando la m uerte actúa no podemos acompañarla, pasar
no a la palabra que la dice sino a los hechos que ella abre sin que el
alma misma del que sigue su camino y ejecuta sus gestos y sus actos
abra en uno mismo la dimensión de la muerte, sin que acunemos y
gestemos en nosotros mismos su gusano, y nos transforme, es cierto,
en aquello mismo que pretendemos comprender para situarnos.
Pero para entender el alma tierna y combatiente de un Severino
Di Giovanni tenemos que rozar un poco nosotros mismos la muerte.
Abrir la dimensión colosal y siniestra de la injusticia y del oprobio
sobre los hombres para entender que alguien quiera poner un límite,
con la muerte del impune, al desborde obsceno de la muerte.
Di Giovanni vuelve a abrir en nosotros interrogantes muy comple­
jos y m uy próximos.
(...) Pero ¿quién hace justicia allí donde la justicia no existe? Es
entonces donde la responsabilidad de un hombre como Di Giovanni
se agiganta y se convierte en trágica. Asume en sí mismo lo impo­
sible: es el lugar humano que se consume en realizar por sí mismo
lo que todos los hombres colectivamente no hacen, muchedumbre
de sometidos pasivos que han delegado en la unidad de una vida, la
suya, todo el peso de la injusticia del mundo.
Es entonces cuando Di Giovanni se reconoce como el justiciero
de lo impune: asume solo, para poder dar la cara en la vida, la res­
ponsabilidad por los asesinados."

León Rozitchner, en el diario Página/12, el 17 de mayo de 1998.

"Un hombre sencillo"


"En las reuniones antifascistas (...) era contrario a todas las tenden­
cias políticas. Para él, los socialistas, los demócratas y más que todos
los comunistas, eran idénticos a los fascistas.

98 La pasión anarquista
(...) Para él, el antifascism o organizado por todas las tenden­
cias engañaba a las masas y por eso inició la publicación de un
periódico libertario propio, Culmine lo llamó. Lo escribía, lo com ­
ponía y lo imprimía él mismo, en sus m om entos libres, robando
horas al sueño, (...) Cuando lo conocim os era un hombre senci­
llo, con un rostro agotado de m uchacho a quien no siem pre le
alcanza para comer.
Vestía más que humildemente, como un obrero común: saco y
pantalón que a primera vista demostraban un prolongado uso, camisa
sin cuello, un echarpe, gorra a la cabeza y las clásicas alpargatas
proletarias.
De rasgos bien conformados, rubio tirando al castaño, tez lige­
ramente rosada, tenía en sus ojos -d e color azul m ar- una luz intensa,
casi febril."

Artículo sin firma publicado en el diario liberal L'ltalia del Popolo, que
se distribuía entre la colectividad italiana en Argentina, el 31 de enero
de 1931.

"Se olvidaba de comer"


"Era de esos hombres que lo quieren hacer todo porque si no, creen
que nada marcha. Se olvidaba de comer en sus interminables horas
de trabajo. De vez en cuando mascaba algún pedazo de pan que
encontraba por ahí mientras seguía embebido en su tarea.
Su carácter era im petuoso y reaccionaba espontáneam ente,
sin cálculos."

Donato Rizzo, administrador del periódico anarquista La Antorcha.

Severino Di Giovanni 99
"Impetuoso, pero jovial"
"Quien lo recuerda en la época en que todavía no estaba prófugo,
sabe con cuánta pasión se dedicó a la propaganda de las ¡deas
libertarias y recuerda que si bien era impetuoso, la jovialidad de su
carácter le hacía ganar amigos y compañeros."

Artículo sin firma aparecido en L'Adunata dei Refrattari de Nueva York.

"El más turbulento"


"El individuo indicado es el más notorio y el más turbulento de los
anarquistas que apestan la colectividad italiana en esta república.
(...) Si bien es casi analfabeto, se ha formado, a fuerza de leer,
una cierta cultura que le permite escribir artículos en sus periódicos
y mantener discursos en público: todos revolucionarios, todos vio­
lentos, todos apologéticos de los más infames delincuentes, desde
Gaetano Bresci a Gino Luceti."

Conde Martín Franklin, embajador de la Italia fascista en Argentina.

"Un vino espumante italiano"


"Di Giovanni era como un vino espumante italiano en el momento en
que se descorcha: desbordante, entusiasta, activísimo. De atractiva
presencia. Su pasión era, terminada su jornada de labor, continuar con
el plomo y la tinta para expresar sus ideas, ya sea en sus volantes o
en sus publicaciones, en las que se gastaba su propio dinero.
Lo recuerdo alimentándose con algún sandwichito mientras aco­
modaba letras en largas noches de febril trabajo."

Alberto Bianchi, periodista del diario La Antorcha, en testimonio


recogido por Osvaldo Bayer.

100 La pasión anarquista


"¿De qué vive?"
"Hace más de dos años hemos reclamado la atención sobre un indi­
viduo que se decía anarquista y que de acuerdo a todo su compor­
tamiento daba la impresión de ser un provocador.
(...) Lo que no hemos podido saber jamás es de qué vive, porque
le escapa al trabajo como si fuera peste; lo único que sabemos es
que el dinero por las víctimas políticas que haya caído en sus manos
no arribó jamás al punto que se lo destinaba.
Y lo que más ha llamado la atención es su facilidad para eludir las
razzias policiales. Querem os suponer que no sea un confidente
policial ni un agente provocador del fascismo en la Argentina."

Artículo sin firma aparecido en La Protesta, el 13 de noviembre de 1928.

"Agente fascista o pobre loco"


"En ocasión de los actos terroristas que tanto material dieron en
estos últimos años entre nosotros a la crónica policial, hemos alu­
dido a un sinvergüenza, sobre el cual habíamos planteado las siguien­
tes hipótesis; o bien es un agente fascista, un instrumento policial
o un pobre loco.
Aludir a un sinvergüenza y salir ese individuo de la oscuridad para
dar su nombre en un gesto de exhibicionismo fue todo uno.
Se nos ha dicho que la polémica contra el anarcobanditismo habría
debido mantenerse en el terreno teórico. Hay algo de razón, pero no
toda la razón está en eso. No, no es posible siempre abstraer en
estos casos a las personas. ¿O es que se quiere que reconozcamos
la doctrina de que todo lo procedente de anarquistas o supuestos
tales es santo y bueno? Creemos que no se llegará a tanto."

Diego Abad de Santillán, en La Protesta, febrero de 1929.

Severino Di Giovanni 101


"Ni espía ni provocador"
"Severino Di Giovanni no es un espía. No es un agente provoca­
dor. Los compañeros de su tendencia o de cualquier tendencia tie­
nen el deber de defenderlo.
En éstas, mis afirmaciones, no hay una sombra de duda ni la creo
admisible. M uchos saben que he tenido con Di Giovanni algún
incidente: por ello mismo queda descartada toda sospecha de que
yo hablo por demasiada amistad con él o por aversión a Abad de San-
tillán (el director de La Protesta)."

Aldo Aguzzi, en su periódico L'Allarme, en respuesta a las acusacio­


nes de La Protesta.

102 La pasión anarquista


Severíno, marchando hacia el patio donde será ejecutado, pasa entre los perio­
distas que cubren el hecho: entre las crónicas se destacó la de Roberto A rlt para

el diario El Mundo.
CAPITULO OCHO
A I PIE DEL PATÍBULO

A p e n a s h a b ía n tr a n s c u r r id o un p a r de h o ra s d e s d e su
d e te n c ió n y la d ic ta d u ra ya h a b ía c o n d e n a d o a m u e rte
a S e v e rin o Di G io v a n n i. C u rio s a m e n te , en el ú ltim o
v o la n te q u e e s c rib ie ra y d is trib u y e ra , el m ilita n te
a n a rq u is ta h a b ía h e c h o lo p ro p io c o n el g e n e ra l
U rib u ru . Esta ve z n o p o d ría c u m p lir c o n su p a la b ra .
La jo rn a d a p re v ia a la e je c u c ió n . Las d e s p e d id a s co n
A m é ric a , P a u lin o , T e re sin a y s u s h ijo s . S o lo , en su
ú ltim o c a la b o z o , re p a sa su v id a , u n a v id a v e rtig in o s a ,
a p a s io n a d a , b re v e y s o n o ra c o m o u n e s ta llid o .

Severino Di Giovanni 105


El gobierno militar que encabezaba ei general José Félix Uriburu lo
consideraba el enemigo público número uno, y en ese verano de
1931 celebró la mejor noticia que se le podía ofrecer: las fuerzas poli­
ciales habían atrapado a Di Giovanni. En un calabozo de la Peniten­
ciaría de la avenida Las Heras, Severino esperaba el anunciado final.
Si el largo brazo de Mussolini estaba lejos, el de la dictadura argen­
tina había revelado su proximidad y le había dado alcance.
El último panfleto que el militante de la anarquía había escrito y
repartido en libertad retaba a m uerte a Uriburu y a todo el esta­
blishment. "Sepan Uriburu y su horda fusiladora que nuestras balas
buscarán sus cuerpos. Sepa el comercio, la industria, la banca, los
terratenientes y hacendados, que sus vidas y posesiones serán que­
madas y destruidas". Ahora, todos ellos iban a hacer lo posible para
que esa amenaza no fuera cumplida.
Las grises paredes de la celda registran el trazo nervioso y las ini­
ciales de presos anteriores: algún ruego, una cébala, una maldición,
un último mensaje. Di Giovanni no escribe nada. Es un hombre que
retiene sus emociones. Solo, espera el final con dignidad.
En las primeras horas del 31 de enero de 1931 un Tribunal Militar
decidió su suerte: el notable anarquista italiano radicado en Argentina
sería fusilado 24 horas después. La sentencia se cumplió cerca de
las 5 de la mañana de ese 1ede febrero: ocho balazos terminaron con
la vida de la figura más buscada por las fuerzas de seguridad.
En juicio sumario se había hallado a Di Giovanni culpable de la
m uerte de tres policías y de una serie de asaltos com etidos en
Buenos Aires.
M ientras espera la sentencia, ese hom bre de ojos claros y
vehem entes no se arrepiente del rum bo que le diera a su vida,
sólo lamenta el dolor que ese final va a provocar en sus seres más
queridos: sus hijos y su amada América Josefina Scarfó, esa adoles­
cente con la que estaba unido apasionadamente. Cuando lo detu­

106 La pasión anarquista


vieron, soñaban viajar juntos a Francia, y de allí a Italia, para integrarse
a las brigadas clandestinas antifascistas.
A la hora de despedirse de Fina, Severino contuvo su emoción
y le pidió que continuara con su lucha antifascista, pero no en la pri­
mera línea de fuego sino en un nivel más propagandístico, quizá
como editora de libros, esa vocación que él ya no desarrollaría. Tam­
bién le desea que encuentre un buen compañero anarquista para
form ar una nueva pareja. Ella, una niña casi, asiente en silencio.
Mientras dura el breve encuentro permanecen tomados de la mano,
fuertemente, hasta que los carceleros los separan.
Las decenas de testigos que presencian la escena (periodistas,
fotógrafos, carceleros, curiosos) no logran captar ningún signo de
debilidad, de quiebre espiritual.
Algo parecido ocurre durante la charla que mantiene con Paulino
Scarfó, quien en una celda vecina también aguarda la hora de su
propio fusilamiento. Aunque es evidente que Severino se siente res­
ponsable por la m uerte del muchacho, en los pocos minutos que
están juntos, de pie, tomados de las manos a pesar de las esposas,
ambos camaradas dialogan con serenidad. Y así se despiden.
El único m om ento en que se evidencia que la emoción lo atrapa
es cuando le traen a la celda a sus hijos y a su mujer, Teresina.
Parece que los abrazos y besos de los niños lo van a desarmar,
pero enseguida se recompone y comienza a contarles chistes y a
hacerles gracias que arrancan las risas de todos. Del otro lado de
las rejas, los testigos no pueden creer la capacidad humorística del
condenado a muerte.
Esas son las visitas que Severino pidió tener antes de morir.
Cuando concluyen, queda solo en el calabozo. Al rato pide la presen­
cia de una autoridad policial, y se hace cargo de todos los atentados
y asaltos ocurridos en los últimos tiempos. No es tomado en serio.
"Quiere liberar de culpa a otros compañeros de fechorías", comenta

Severino Di Giovanni 107


el subprefecto de la policía, doctor David Uriburu, primo hermano
del presidente.
Mientras tanto, la madre de Paulino Scarfó y de América ha reco­
rrido cuanto despacho oficial pudo, pidiendo por la vida de su hijo.
Pero el general Uriburu no ha querido recibirla. Paulino no está de
acuerdo con el periplo de doña Catalina. "Un anarquista no pide nunca
clemencia", dice, convencido.

IMi el último café


. La oscuridad es densa, temible. Los carceleros se mueven como
sombras en la Penitenciaría, y cada tanto aparece alguien para obser­
var al preso. A solas con su conciencia, Severino, que hubiera
cumplido 30 años el próximo 17 de marzo, decide esperar las últi­
mas horas sin fumar. Sólo ha pedido un café dulce, que sin embargo
rechaza al probar el prim er sorbo: "Pedí con mucha azúcar... No
importa, será la próxima vez", suelta, con humor ácido.
A pocas horas de ser ejecutado, Di Giovanni no se arrepiente de
haber vivido según su conciencia. Una conciencia formada con los
valores de la anarquía. Por qué arrepentirse, pensaba, de estar dando
la vida por una sociedad sin gobierno, una comunidad libre de todo
dominio político autoritario, sin regulaciones externas, donde los
seres humanos pudieran actuar en paz y libertad, sin tutelas, sin órde­
nes ni mandamientos.
Desde joven Severino se había sentido identificado con esos prin­
cipios que tanto coincidían con su espíritu rebelde y que le daban
un significado trascendente a una personalidad como la suya, de por
sí contestataria y vehemente.
En esa noche, calurosa y larguísima, el condenado debe haber
repasado las distintas etapas de su vida: los momentos transcurri­
dos en la Italia de posguerra; el recuerdo de heroicos levantamien­
tos obreros que había escuchado relatar en su adolescencia; la mise-

108 La pasión anarquista


ría, luego la persecución de los fascios, y más tarde la madurez en
esta patria que no era la suya, donde continuó com o m ilitante
anarquista librando a sangre y fuego una guerra personal contra su
peor enemigo, Benito Mussolini, y sus émulos y aliados locales.
En el transcurso de esa guerra ha cosechado odios y amores,
rechazos y reconocim ientos. Y una parte de esas pasiones con­
trapuestas se dejan sentir aún en esa celda, tras los gruesos muros
del penal. Allá afuera se escuchan las voces de ciudadanos que
se han acercado a la Penitenciaría para presenciar, o aunque más
no sea, oir, la ejecución del monstruo. Cuando el pelotón cumpla
su tarea y se escuche la descarga, una fuerte gritería estremecerá
la madrugada.
Horas después del fusilam iento, bajo la abrumadora canícula
del febrero porteño, las autoridades harán retirar en secreto el
cuerpo baleado de DI Giovanni y lo sepultarán con igual sigilo en
una tumba anónima del cem enterio de la Chacarita. Pese a tanta
reserva, a la mañana siguiente el sepulcro amanecerá cubierto de
rosas rojas.
Mientras cavila y escucha los murmullos que llegan de la calle,
un sacerdote se acerca a la celda para ofrecerle una bendición: él
la rechaza, como lo hará dos veces más antes de sentarse en el
mortal banquillo. Al hacerlo recuerda a Renzo Novatore, un anar­
quista individualista condenado a m uerte por negarse a combatir
en la Primera Guerra Mundial.
Severino había escrito un artículo sobre aquel célebre poeta y
filósofo italiano en L'Avenire, un tributo que se anticipaba a su pro­
pio final: "El, Renzo Novatore, el tribuno desafiante de la acción,
abrazó la senda de la lucha con esfuerzo titánico y, alcanzando la
cima, cantó su victoria con lírica violencia, superando valerosamente
la extenuación. (...) Y la lucha llegó. Lucha otoñal, con latigazos de
viento gélido. Pero el que la desea, la enfrenta. Heroicamente. Hasta

Severino Di Giovanni 109


que cae com o el alférez de la vida nueva, esforzándose por tener
en alto su llama. Y con la muerte conquistó su última victoria. Renzo
Novatore, el Hércules inmolado en pro de la acción libertaria". Aquel
articulista era ahora otro Hércules vulnerable que aguardaba su
última victoria.

Balance tras las rejas


El hombre de ojos transparentes mira por una ventanita con barro­
tes. Las luces de la avenida Las Heras siguen prendidas, todavía
no clarea y se instala una sensación en la que el tiempo parece dete­
nido. Aún le quedan un par de horas de vida.
Como en una película lo invaden imágenes de Italia. De Chieti, su
ciudad natal, las bellas montañas que la rodean. Revive la descon­
fianza que se instala entre los vecinos con la llegada del fascismo.
Sus primeros mítines políticos, el entusiasmo y fervor de los com­
pañeros contra Mussolini. Todo pasa en su cabeza como una secuen­
cia acelerada de noticiero cinematográfico. Afuera, los carceleros
preparan el lugar de su ejecución: un patio que da a la esquina de
Las Heras y Coronel Díaz.
Este m ontañés de los Abruzzos, m aestro sin título, tipógrafo
por necesidad militante, individualista y romántico, violento y con­
movedor, no desplegó su acción revolucionaria en la Italia que lo vio
nacer, sino m uy lejos de allí, en un país que, más allá del océano, lo
albergaría por casi una década y lo vería morir antes de cumplir los
30 años.
Severíno fue, sin duda, el anarquista más célebre de Argentina,
a pesar de no haber sido un teórico significativo, un ideólogo o un
organizador p olítico. Fue el más célebre por la intensidad que
imprimió a su vida y por el ejercicio exasperado de la acción directa,
factores que lo transform aron en una de las primeras figuras del
movimiento anárquico del país y del mundo o, para expresarlo con

110 La pasión anarquista


mayor precisión, de los islotes hispanos e ítaloparlantes del mundo
en las primeras décadas del siglo XX.
Esos m ism os rasgos fueron los que lo convirtieron, para el
gobierno dictatorial del general José Félix Uriburu, en el principal
enem igo público y en "un sujeto m onstruoso", y los que lo con­
dujeron a enfrentar un pelotón de fusilamiento en esa madrugada
del verano del 31.
La intensidad de Di Giovanni no se limitaba al uso habitual de
la violencia política que él empleó con tanto fervor. Él era intenso
en cada una de las actividades que desplegaba, y esa vitalidad
frenética la volcaba en todo, editando folletos y volantes (y distri­
buyéndolos), ejercitando su oratoria fogosa en manifestaciones y
asambleas, instalando una librería o publicando un periódico. No
todo era dinamita o expropiaciones revolucionarias. La violencia era
sólo una de las herramientas de su intensidad. Por cierto, fue la que
más consecuencias provocó a su vida, a las de otros y también al
movim iento anarquista.
Aunque no pretendía ser un referente teórico, Di Giovanni no des­
preciaba la teoría ni los libros. Fue desde adolescente un lector curioso
y, en compensación por los textos que él se sabía incapaz de ensa­
yar, se dedicó a editar los de otros, aquellos que admiraba o consi­
deraba valiosos (Elíseo Reclus, Cario Pisacane, Emile Armand,
Gugllelmo Asturi) y promovió o encaró personalmente la publicación
de periódicos ácratas, en general volcados a la agitación, pero tam­
bién al debate de temas generales.
Severino creía menos en las estructuras organizadas que en la
acción voluntaria y apasionada de unos pocos, incluso en la de uno
solo. Ese romanticismo individualista no implicaba, sin embargo, ni
mucho menos, un divorcio con los m ovimientos colectivos, de los
sindicatos, de las luchas sociales, con las que siempre contribuyó
m ilitantem ente.

Severino Di Giovanni 111


En rigor, él trataba de asociar su aventura personal con el objetivo
de la emancipación social, con la reivindicación de los trabajadores
y los desválidos (muy singularmente: con el protagonismo y la liber­
tad de las mujeres). No era, sin embargo, un hombre de disciplinas
ni de aparatos. Confiaba en la acción libre, individual, espontánea.
Confiaba en la rebeldía revolucionaria.
La desaparición de Di Giovanni coincide casi puntualmente con
el eclipse del gran movimiento anarquista argentino, cuyo sístole fue
la inmigración italiana y cuyo diàstole estuvo impulsado por la inmi­
gración española. Corriente principal en el desarrollo del movimiento
obrero del país, el anarquismo ya se encontraba en su etapa decli­
nante en los primeros pasos de la década del '30.
La crisis y la nueva industrialización, con nuevos contingentes obre­
ros y una estructura productiva que iba dejando atrás el cuño artesa-
nal en donde el anarquismo había dejado su huella, fueron generando
un ambiente en el que esa corriente no pudo ya prosperar.
Por otra parte, la burbuja cultural de las primeras olas inmigratorias
se había ido rompiendo al ritmo de una rápida integración al país. La
integración enfriaba, probablemente, la lógica refractaria del anar­
quismo. Lo cierto es que la última gran manifestación específicamente
ácrata -que congregó a más de 100 mil personas- tuvo lugar en agosto
de 1927, casi cuatro años antes del ajusticiamiento de Di Giovanni.
La intensidad anárquica de Severino dejó una marca, como lo hizo
el movimiento al que, a su manera igualmente anárquica, él le dedicó
su vida militante y, en el últim o suspiro, también sus últimas pala­
bras: "Evviva l'Anarchia!".

112 La pasión anarquista


CRONOLOGÌA
SEVERINO DI GIOVANNI

1901
En Chieti, en la provincia de los Abruzzos, Italia,
el 17 de marzo nace Severino Di Giovanni.
Un anarquista asesina al presidente de Estados Unidos,
William McKinley.
En Buenos Aires se funda la Federación Obrera
Argentina (FOA), central sindical de signo anarquista. Y en
Chicago (EE.UU.) nace la IWW, (Industrial Workers of the
World), internacional obrera de la misma tendencia.

1902
Buenos Aires: fuerte huelga general. Se dicta
la Ley de Residencia.

1904
Juan Bialet Massé publica su Estudio sobre las clases obreras
argentinas.

Severino Di Giovanni 113


1909
En noviembre, el joven anarquista ruso Simón
Radowitzky, recién llegado a Argentina, mata de un
bombazo al jefe de la Policía Federal, Ramón L. Falcón,
quien seis meses antes había comandado la masacre
de los obreros congregados en la plaza del Congreso,
durante los festejos del Día Internacional
de los Trabajadores.

1910
Festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
Roque Sáenz Peña asume la Presidencia de la República.

1912
En febrero se aprueba la Ley Sáenz Peña,
de voto secreto y obligatorio.

1914
En Roma se constituye la Unión Sindical Italiana (USI),
central de trabajadores conducida por el anarquismo.
El anarquista serbio Gavrilo Princip mata en Sarajevo en
un atentado al archiduque Francisco Ferdinando de Austria.
Se desata la Primera Guerra Mundial.
Muere Sáenz Peña. Lo reemplaza Victorino de la Plaza.

1916
En Argentina asume la Presidencia
el líder radical Hipólito Yrigoyen.

1917
Revolución Rusa: cae el zarismo y se inicia el poder soviético.

m La pasión anarquista
1918
Fin de la Primera Guerra Mundial.
Di Giovanni trabaja de maestro en un pueblito de los Abruzzos.
Aprende el oficio de tipógrafo.

1919
Inicio de la huelga metalúrgica en los Talleres Vasena. Paro
marítimo. Semana Trágica (7 al 13 de enero).

1920 En Estados Unidos arrestan a Sacco y Vanzetti,


acusados de homicidio.

1921
Huelgas y represión en la Patagonia.
En Italia, Benito Mussoliní constituye el Partido Fascista
y Antonio Gramsci lanza el Partido Comunista.

1922
Nuevo presidente radical: Marcelo Torcuato de Alvear.
El anarquista Kurt Gustav Wilckens lanza una bomba
casera y cinco disparos contra el teniente coronel Varela,
jefe de las tropas que reprimieron en la Patagonia: lo mata.

1923
En mayo, Severino llega al puerto de Buenos Aires con su
mujer Teresina y su hija Laura en el vapor "Sofía". Van a vivir
a Ituzaingó. Severino cultiva flores y las comercializa. Consigue
un trabajo como tipógrafo en Morón.

1924
Represión en Italia y asesinato del diputado socialista Matteotti.
Muerte de Lenin.

Severino Di Giovanni 115


Severino toma contacto con un grupo antifascista que edita
L'Avvenire. Comienza su militancia político-sindical.
Nace Aurora, su segunda hija.

1925
En junio Di Giovanni irrumpe con su grupo en una gala
del Teatro Colón para denunciar los crímenes del gobierno
de Mussolini. Es arrestado por algunas horas.
Sale el primer número de su periódico Culmine.
Nace llvo, su hijo varón.

1926
Sacco y Vanzetti son condenados a la silla eléctrica. Aumenta
la agitación mundial por su liberación. Incluso Benito Mussolini
pide a las autoridades norteamericanas que se les conmute
la pena a los anarquistas italianos.
Cien mil porteños manifiestan en contra de la condena
a Sacco y Vanzetti.
Di Giovanni pone una poderosa bomba frente a la embajada
de Estados Unidos. Otra estalla en el monumento
a Washington. Y otra en una agencia Ford.
Severino y su familia se mudan de Morón a una casita
que le alquilan a la familia Scarfó, en la calle Monte Egmont.
Ocurre el primer encuentro con la adolescente América Scarfó.
Dos de los hermanos de la chica, Paulino y Alejandro,
se unen al grupo anarquista de Di Giovanni.

1927
En Massachusetts (EE.UU.j el 22 de agosto
ejecutan a Sacco y Vanzetti.
En víspera de la Navidad, el grupo de Severino
pone una bomba en el City Bank: mueren dos personas
y queda un tendal de heridos.
Comienza el amor secreto con América Scarfó.
Di Giovanni vive en la clandestinidad.

116 La pasión anarquista


1928
Vuelve a la Presidencia Hipólito Yrigoyen.
Detienen a Alejandro Scarfó en Buenos Aires.
Di Giovanni se suma al grupo de los anarquistas expropiadores.
Coloca una bomba en el Consulado de Italia: son varios
los muertos y cientos los heridos.

1929
Di Giovanni atenta contra el subcomisario Juan Velar, el policía
especializado en torturar y matar anarquistas: le desfigura el rostro.
Luego de una fuerte discusión, mata de varios disparos
a López Arango, director del periódico anarquista La Protesta.
Planea un casamiento legal, pero falso, entre América y un compa­
ñero anarquista, Silvio Astolfi, para liberarla de la tutela paterna.

1930
En septiembre, golpe militar contra Yrigoyen. Asume
el general José Félix Uriburu.
La persecución política obliga a la mayoría de los
principales dirigentes de izquierda a exiliarse en Uruguay.
Se dicta la ley marcial.
Caudalosa votación a favor del Partido Nazi en Alemania.
Agitación en España y establecimiento de la República.
Severino pide que el anarquismo internacional forme
un tribunal para juzgar su conducta. Su grupo coloca tres
bombas poderosísimas en Once, Maldonado y Constitución.
Hay muertos y heridos. Nuevo asalto a pagadores de Obras
Sanitarias: el botín es de 286.000 pesos. Recopila escritos de
Reclus. Publica el primer tomo de sus Escritos Sociales.
América se casa con Astolfi. Severino, Fina y Paulino se
mudan a una quinta en Burzaco. Montan una imprenta.

1931
1Cde febrero: a las 5 de la mañana es fusilado Severino Di Gio­
vanni en la Penitenciaría de la avenida Las Heras.

Severino Di Giovanni 117


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122 La pasión anarquista


INDICE

Prólogo por Osvaldo Bayer 9

Capítulo 1. De Mussolini a Uriburu 15

Capítulo 2. Con la pluma y la dinamita 27

Capítulo 3. Bajo el influjo de la FORA 39

Capítulo 4. Amor y anarquía 53

Capítulo 5. El estratega de la violencia 65

Capítulo 6. Lo que pensaba 81

Capítulo 7. Lo que pensaban de él 93

Capítulo 8. Al pie del patíbulo 105

Cronología 113

Bibliografía 119

Severino Di Giovanni 123


Impreso en Sociedad Impresora Americana S.A., Lavardén 157, Capital Federal,
en septiembre de 2006. Distribuye en Capital Federal y GBA: Vaccaro, Sánchez y Cía.
S.A. Distribuye en interior y exterior: D.I.S.A.

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