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Java fue diseñado para cubrir algunas de las deficiencias de sus antecesores como
el recolector de basura, un mecanismo de limpieza y compactación de la memoria que
deja de utilizarse para cerrar procesos en la computadora. Al hacer estas acciones
de manera automática libera al programador de las tareas de limpieza del desorden
que pueden producir las omisiones de gestión de los recursos de la computadora.
Así como las reglas de sintaxis para construir “oraciones” o sentencias del
lenguaje. Sin embargo, el problema es que los programas se desarrollan para
determinado procesador o sistema operativo, cuando se quiere llevar a una
computadora de otra arquitectura hay que recompilar el programa, a veces hacer
cambios en la codificación en el código fuente y generar un nuevo archivo binario
que pueda entender la computadora. Con la idea de evitar esto, surgen los
intérpretes, que leen una línea a la vez y la ejecutan en el momento que lo
requieren. Después de ejecutar una instrucción compilan la siguiente y la ejecuta y
así continúan hasta terminar. Los problemas de esta estrategia es que hay que
contar con el código fuente, teniendo la posibilidad de perder la propiedad
intelectual, o que falle el programa porque no se revisó completamente desde un
principio y la ejecución es más lenta. Java al descubrir estas carencias, generó
una estrategia de “precompilar” el código fuente “.java” a uno “.class” que
contiene un código intermedio “byte code” que se interpreta en una máquina virtual
(de Java) en el sistema operativo distinto. Obteniendo lo mejor de ambas
estrategias.
¿Cómo funciona?