28 julio 2013 Estoy a favor del turismo y de los turistas. ¡Faltaría más!
Conjuntamente con la Delegación de Turismo de nuestra diócesis trabajamos para
que los turistas disfruten entre nosotros de una acogida de “calidad”. Cada uno de nosotros podemos ser “turistas” algunos días del año, o en breves períodos de nuestra vida, para desconectar, descansar y descubrir nuevos espacios y lugares.
Es evidente que en Girona, generalmente, nos interesa la venida de turistas, pero la
forma de vida “del turista” no es permanente o habitual: no se es turista los 365 días del año. A nosotros, nos va bien ejercer de turistas, aunque no lo sea nuestra condición cristiana. Desde siempre, la vida del Pueblo de Dios, la vida cristiana, se ha considerado un “peregrinaje”. Por ello me permito esta reflexión en pleno verano.
Jesús nos desea peregrinos y no “turistas”.
- El turista llega, escoge aquello que le interesa, se lo pasa bien, desconecta de su
día a día, descansa, paga la cuenta y se va. El turista capta imágenes para el recuerdo, pero no queda cautivado. - El turista no se implica en la vida del pueblo o ciudad. Contempla espectáculos, manifestaciones folklóricas, diferentes actividades. Pasa junto a muchas personas sin implicarse en sus vidas, porque sólo dispone de unos pocos días. - El turista desea el máximo bienestar al mínimo coste, sin preguntarse quien hace posible sus días de descanso. - El turista, mientras ejerce como tal, piensa que se pueden comprar muchas cosas, incluso la felicidad, el amor, el auténtico bienestar, la paz del corazón… El turista quiere olvidarse, aunque sea sólo por unos días, de las grandes preguntas, de los sufrimientos, de las tensiones de la vida ordinaria. - El turista “pasa” y, cuando se va, piensa que tal vez volverá, eso sí, dependiendo de las ofertas del momento.
Y el peregrino, ¿cómo recorre el camino de la vida?
· El peregrino lo es porque por el Bautismo adquiere carácter de hijo o hija de Dios,
siguiendo a Jesucristo, gracias al Espíritu, formando el nuevo Pueblo de Dios. · El peregrino queda impresionado por cada rincón y pequeño detalle del camino, y sobretodo por las personas y sus necesidades. · El peregrino sabe que está de paso, que la auténtica patria, la vida y el amor total y para siempre será un regalo al final del camino, cuando llegue a la casa del Padre, de donde ha salido, traspasado el abismo de la muerte, porque Jesús lo ha pasado, ha vencido la muerte y nosotros formamos parta de la misma cordada. · El peregrino lleva consigo un conjunto de libros, llamado Nuevo Testamento, en el que encuentra una Palabra que es Buena Nueva, que ofrece orientación, ánimos, coraje y también exigencias. Para entenderlo hay que recurrir al Antiguo Testamento, una colección que ayuda a conocer como Dios ha preparado la venida de Jesús. · El peregrino, durante el camino, necesita alimentarse de una forma especial que sea capaz de darle la fuerza y la capacidad que vienen de Jesús, por ello se detiene y participa en la Eucaristía junto a otros peregrinos. · El peregrino camina junto a otros peregrinos y se “hace” prójimo, capaz de dialogar, ayudar, sacrificarse por los demás, para poder alcanzar juntos la meta. · El peregrino, pese a las ofertas más fáciles y atrayentes que se le ofrecen, no abandona. · El peregrino, a lo largo del camino, reflexiona sobre grandes cuestiones, sobre lo que desea, siendo capaz al mismo tiempo de buscar respuestas, fiándose de la “sabiduría” de los compañeros de camino, y sobretodo de Jesús de Nazaret, que murió y resucitó por él y que ahora le acompaña: “Yo estaré con vosotros cada día”. · Por ello el peregrino puede contemplar el mundo, los hechos y las personas de una forma distinta, desde la mirada amorosa de Dios, que descubre en Jesús, y en los grupos y en las parroquias, sus discípulos de hoy.