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Dossier: 20 años de historia intelectual

La historia intelectual hoy: itinerarios latinoamericanos y diálogos transatlánticos

Discurso por el contexto:


hacia una arqueología de la historia
intelectual en Argentina
Jorge Myers
Universidad Nacional de Quilmes / conicet

Como ocurre en todas las disciplinas huma- cos– encierra en sí mismo un conjunto de pre-
nísticas, la idea que podamos tener de la his- conceptos metodológicos, epistemológicos y
toria intelectual como campo, subcampo o hasta ontológicos, un conjunto de expectati-
simple zona de intersección de miradas evoca vas apriorísticas acerca de los contornos de su
una cuestión de fronteras al mismo tiempo objeto de estudio, sus límites y su importan-
que las pone en cuestión. El término historia cia, que varían entre sí profundamente, tanto
intelectual, que ha servido para designar las hasta tornarlos, en ciertos otros contextos,
actividades realizadas por quienes pertenecen absolutamente inconmensurables entre sí.
al Centro cuyo aniversario estamos ahora Postulan, si se quiere, epistemes alternativas
conmemorando, es tan solo uno entre muchos en cuyo interior la propia naturaleza del ob-
que pudieron haber servido para dar nombre a jeto analizado muda radicalmente de identi-
las mismas: historia de los conceptos, histo- dad. La consolidación, en las últimas décadas,
ria de los discursos, historia del pensamiento, del espacio propio de indagación de la historia
historia de los intelectuales y su producción, intelectual, tanto en el mundo como en la Ar-
historia de las mentalidades, historia de las gentina, no ha podido ser ajena a esa condi-
ideas, historia cultural, historia de la civiliza- ción específica de incomensurabilidad o de
ción, o –aun– filología histórica, son tan solo incongruencia entre los distintos campos que
algunos de los términos posibles que hubiera de algún modo le han servido de anteceden-
sido legítimo emplear como designación del tes. En las páginas que siguen proponemos
objeto de estudio de esta institución. “What’s esbozar el desarrollo de aquellos antecedentes
in a name? A rose by any other would smell as de la “historia intelectual” que juzgamos más
sweet!” Más allá de la elocuencia con que el importantes, para luego reflexionar sobre los
gran bardo inglés supo expresar su nomina- prolegómenos de este espacio disciplinar en
lismo radical, solo se puede responder en este la Argentina.
caso: sí, es cierto, pero no. Cada uno de esos Un primer esfuerzo sostenido por estable-
nombres –por más que ellos enfoquen, por cer un dominio de investigación constituido
más que recubran semánticamente, en mayor autónomamente frente tanto a la filosofía
o en menor medida, un mismo territorio de como a las demás ramas de la historia fue la
actividades humanas, por más que puedan pa- Kulturgeschichte alemana, producto tardío de
recer, al menos en ciertos contextos, solaparse la universidad de los mandarines, corriente
y hasta volverse (potencialmente) sinoními- cuya consolidación fue impulsada por figuras

Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 19, 2015, pp. 173-182


como Eberhard Gothein, Wilhelm Dilthey, Burckhardt, así como algunos estudios re-
Karl Lamprecht, Karl Burdach, entre otros. cientes lo incluirían al Walter Benjamin de los
Utilizado ese término en 1852 por primera ensayos sobre Goethe y sobre los Trauers-
vez, el espacio de una historia cultural que se piele del barroco alemán. Como modo de
pretendía disciplinarmente autónoma se con- practicar la historia, la Kulturgeschichte per-
solidó a partir de la importante obra de los mitió organizar dentro de un campo unificado
historiadores de Basel, Jacob Burckhardt (Die de estudios un conjunto de fenómenos y obje-
Kultur der Renaissance in Italien [La cultura tos que hasta ese momento habían sido, o ig-
del Renacimiento en Italia], 1860, y Griechis- norados por completo, o recluidos en un espa-
che Kulturgeschichte [Historia de la cultura cio muy marginal de la práctica hegemónica
griega], 1902) y Johan Jakob Bachofen (hoy de los historiadores: todos aquellos referidos
considerado más bien un antropólogo histó- a los procesos de simbolización en el interior
rico, Das Mutterrecht [El derecho materno], de una sociedad, tanto en sus aspectos discur-
1860, Versuch über die Gräbersymbolik der sivo-ideológicos cuanto en sus aspectos mate-
Alten [Investigación acerca de la simbólica riales. Si la existencia de clásicos representati-
funeraria de los antiguos], 1859), prolongán- vos de gran proyección intelectual, que podían
dose como zona de gran productividad inte- servir para ofrecer un paradigma de in­­ ves­
lectual hasta mediados de la década de 1930. tigación, si la multiplicación de líneas de in-
Erich Auerbach describió la Kulturgeschichte vestigación conducidas dentro de ese para-
del siguiente modo: digma, la creación de revistas, de espacios
institucionales en las universidades, etc., con-
La Kulturgeschichte de Burckhardt se dis- firman la existencia de un campo consoli-
tingue de la Geistesgeschichte en tanto sus dado, entonces de la Kulturgeschichte se
ideas generales muy elásticas no implican puede decir –y ello con independencia de la
ningún sistema de filosofía de la historia creciente crisis que afectó en su país de origen
ni mística histórica alguna; y se distingue a ese territorio historiográfico luego de la Pri-
de los métodos positivistas porque Burck­ mera Guerra Mundial– que en 1920 o 1930 lo
hardt no tuvo necesidad de procedimientos era ya, y de una forma muy clara. De modo
tomados de la psicología o de la sociología que para el momento en que comenzó a perfi-
–un conocimiento vasto y exacto de los he- larse como una práctica profesional el estudio
chos, dominado por el juicio instintivo de de la historia en la Argentina, la “historia cul-
un espíritu sin prevenciones apriorísticas, tural”, tal como esta se practicaba en Alema-
le ha bastado–. Ha encontrado un sucesor nia y en los países, como Italia o Inglaterra,
que se le puede parangonar por el método hacia los cuales se proyectaba la inteligencia
y por el espíritu en el holandés Johan Hui- alemana, estaba ya disponible como espacio
zinga, autor de un célebre libro sobre el consolidado en cuyo interior legitimar el esta-
ocaso de la edad media (1ª edición holan- tuto de la propia obra.2
desa de 1919).1

El propio Auerbach pudo haberse incluido a 2


De la vasta bibliografía sobre la Kulturgeschichte y la
Geistesgeschichte germanas, además de las menciona-
sí mismo dentro del elenco de sucesores de das en el texto, me han resultado especialmente útiles:
Pietro Rossi, Lo storicismo tedesco contemporaneo,
Milán, Edizioni di Comunitá, 1994; Antonello Giu-
gliano, La storia della cultura fra Gothein e Lamprecht,
1
Erich Auerbach, Introduzione alla filologia romanza, Cattanzaro, Rubettino Editore, 1998; Karl Löwith, Mea-
Turín, Einaudi, 2001, p. 40. ning in History: the Theological Implications of the Phi-

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En paralelo a la Kulturgeschichte se iría diar las ideas separadas de las escuelas –de
consolidando en los años intermedios del si- los ismos– en que se dividía la tradición filo-
glo xx otro gran espacio paradigmático-disci- sófica occidental, historizando de ese modo la
plinar para la realización de estudios históri- acción de pensar. Las ideas, por fuera de cual-
cos acerca de los objetos y los discursos del quier concepción filosófica o religiosa, tenían
pasado cuyo interés radicaba principal o úni- una historia propia, específica, y esta podía
camente en su capacidad de vehiculizar signi- ser reconstruida por el historiador. Puede ser,
ficados, es decir, en su poder para expresar los quizá, que la innovación más importante –en
aspectos simbólicos de una sociedad: la his- términos teórico-metodológicos– lanzada por
tory of ideas de prosapia anglo-norteameri- Lovejoy en ese libro haya sido la noción de
cana. Es ya parte de la historia canónica de la las unit-ideas: las ideas como unidades sim-
“historia de las ideas”, no solo entre quienes ples, básicas, aprehensibles por parte del his-
siguen identificándose principalmente con toriador y factibles, por ende, de ser el objeto
este término, sino también entre muchos de primordial de cualquier investigación acerca
los que practican la historia conceptual o la de la historia del pensamiento. Las unit-ideas
historia intelectual, el señalamiento de que constituyen el objeto específico que define
esa orientación disciplinar tuvo su momento los propósitos y las fronteras del campo de la
de cristalización en 1933, con la presentación historia de las ideas. Desligadas de cualquier
de las conferencias que luego derivaron en la vínculo apriorístico con los “ismos” religio-
publicación (1936) del libro clásico del ger- sos, filosóficos, político-ideológicos existen-
mano-norteamericano Arthur Lovejoy, The tes, el hecho de que el historiador colocara el
Great Chain of Being [La gran cadena del foco de su análisis sobre las unit-ideas consti-
Ser]. Cuatro años más tarde, el propio Love- tuía una garantía de la cientificidad de su em-
joy impulsaría la fundación de una revista presa y reduciría –al menos ello era lo que se
académica dedicada exclusivamente a publi- esperaba– la posible contaminación por parte
car trabajos realizados dentro de este campo: de creencias dogmáticas externas al objeto de
el Journal of the History of Ideas, en existen- estudio. Cuarenta años antes de que Bourdieu
cia continua desde 1940. Lovejoy enfatizó en insistiera –con razón– en la importancia de
la introducción a su libro sobre la gran cadena practicar una historia de los intelectuales des-
del ser la relación que había existido entre la ideologizada, en cuyo seno el señalamiento
interrogación histórica acerca del pensa- de identidades de “derecha”, “centro” o “iz-
miento pretérito y la filosofía: en su opinión, quierda”, con sus concomitantes juicios de
la historia del pensamiento había sido hasta el valor, quedara desterrado a favor de un análi-
siglo xx, siempre, una parte de la práctica de sis anclado en el estudio de las reglas concre-
la filosofía, asumiendo fundamentalmente la tas que regían la vida intelectual como activi-
forma de una historia de la filosofía. Su pro- dad social, la propuesta de Lovejoy, asociada,
pio proyecto consistía en establecer un campo es cierto, a una concepción de las “ideas” que
autónomo en cuyo interior fuera posible estu- tendía a minimizar sus vínculos con un con-
texto específico y a inyectar –de un modo
hasta cierto punto contrario a la intención ori-
losophy of History, Chicago, University of Chicago
ginal del propio Lovejoy– cierto esencialismo
Press, 1949; Karl Löwith, Jakob Burckhardt, Bari, Edi- ahistórico a la propia noción de unit-ideas,
tori Laterza, 2004; Raymond Aron, La philosophie criti- buscó generar el mismo efecto de laicidad en
que de l’histoire, París, Seuil/Vrin, 1969. Estas referen-
cias no agotan, evidentemente, el campo de lecturas que un campo que cargaba –sobre todo en el
he buscado sintetizar en estas breves líneas. mundo anglosajón, donde la polémica reli-

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giosa seguía estando muy viva– con el lastre “history of ideas”, a su vez, si comenzaba a
de una demasiada proximidad a sus raíces fi- ser cuestionada en los años sesenta por su ori-
losóficas y teológicas. Más allá de la especifi- gen norteamericano, en medio de la creciente
cidad teórica o conceptual concreta del mo- polémica entre la espada/fusil y la pluma y en
delo promovido por Lovejoy, el hecho es que un clima erizado de antiimperialismo, tam-
a partir de fines de la década de 1930 se con- poco dejaba de hallar autores en nuestra re-
solidó también ese campo –con obras repre- gión que se sentían interpelados por una parte
sentativas de historia de las ideas referidas al al menos del programa que había venido a
Renacimiento en Italia y en Europa, a la Re- proponer. En 1953-1955 –el momento de
forma, a la revolución científica y aun al naci- Imago Mundi– y todavía en 1962-1965 –de-
miento de disciplinas como la sociología (el canato de José Luis Romero en la Facultad de
caso de la obra de Robert A. Nisbet, The So- Filosofía y Letras de la uba– cada uno de
ciological Tradition [La formación del pensa- esos campos disciplinares con sus respectivos
miento sociológico], 1966)–, llegando a ofre- paradigmas tenía todavía cierta presencia en
cer a los historiadores que se interesaran en la la Argentina y podía seguir siendo un surti-
historia de los fenómenos culturales o de los dero de perspectivas de investigación para
modos de pensamiento del pasado una alter- quien se interesara en los aspectos de la histo-
nativa a la más antigua “historia cultural” de ria más vinculados a la dilucidación de las
prosapia alemana.3 tramas de significación pretéritas que a sus
Desde una perspectiva latinoamericana, aspectos exclusivamente materiales y/o polí-
entonces, se hallaban en existencia, hacia me- tico-fácticos.
diados del siglo xx, dos grandes campos de En la construcción del pasado de la historia
investigación, cada uno con su tradición y sus intelectual, si las grandes corrientes paradig-
reglas, en cuyo interior era posible imaginar máticas y las obras monográficas contenidas
una exploración sistemática de la producción dentro de los límites estrechos de una estricta
cultural, intelectual, discursiva del pasado, sin dependencia disciplinar definieron el espacio
que esta estuviera necesariamente subordi- para el estudio histórico de los fenómenos de
nada al espacio disciplinar de la filosofía. Si producción intelectual y cultural –y fue a par-
para ese momento la tradicional Kulturges- tir del contexto configurado por ellas que de-
chichte parecía estar mostrando claros signos bió necesariamente surgir la historia intelec-
de agotamiento –las obras que se reclamaran tual que hoy se practica–, hubo otro elemento
de su legado comenzaban a estar, hacia 1955 que a nuestro juicio ha sido tan importante
o 1965, impregnadas de cierto tufillo de ave- como los ya mencionados: la existencia de
jentamiento–, no por ello dejaba de contar en ciertas obras devenidas puntos de condensa-
Hispanoamérica con investigadores que colo- ción canónica de la historiografía –clásicos si
caban su obra bajo esa égida. La más reciente se quiere–, que han podido y quizás exigido
ser aprehendidas desde los parámetros actua-
les del campo como antecedentes directos o
3
Sobre Arthur Lovejoy véase Daniel J. Wilson, Arthur tangenciales del mismo. Entre estos libros
O. Lovejoy and the Quest for Intelligibility, Chapel Hill, modélicos se encontraban algunos estudios
University of North Carolina Press, 1980. Sobre otros
dos historiadores norteamericanos afines, especializados
generales, que habían pretendido abrazar sin-
en historia del pensamiento, véase H. Lark Hall, V. L. téticamente zonas ampliamente panorámicas
Parrington, Through the Avenue of Art, New Brunswick/ del pasado cultural o intelectual de la Argen-
Londres, Transaction Publishers, 1994; William E. Cain,
F. O. Matthiessen and the Politics of Criticism, Madison, tina o de Hispanoamérica, y también otros
University of Wisconsin Press, 1988. cuya perspectiva era en apariencia más limi-

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tada, pero que bajo esa apariencia engañosa parecer original, esta obra se divide en tres
escondían ambiciones interpretativas tan am- partes: La Revolución, La Restauración,
plias como las de los primeros. Algunos de los y La Organización, precedidas por una
hitos de condensación canónica más impor- sinopsis de La Mentalidad Colonial. En
tantes fueron, sin agotar la lista, los siguien- cada una –sirviéndole de cañamazo la his-
tes: José Ingenieros, Evolución de las ideas toria– el autor expone lo que sabe acerca
argentinas (1917/1918), Alejandro Korn, In- de las ideas en lucha: políticas, sociales,
fluencias filosóficas en la evolución nacional religiosas, filosóficas, educacionales, de
(1936); José Luis Romero, Las ideas políticas su genealogía, de sus hombres representa-
en la Argentina (1946); Pedro Henríquez tivos, de su función militante, de sus corre-
Ureña, Historia cultural de la América Hispá- laciones invisibles. Algunos juicios no son
nica (1947). Quisiera detenerme, aquí, en solo los corrientes ni podrían serlo; lo que ocu-
dos de estas obras. rre sobre el tablado no es igual para quien
En 1917, José Ingenieros, conocido hasta admira los títeres que para quien observa
ese momento más como sociólogo positivista los hilos.4
que como historiador –en aquella época la
distinción entre estas dos identidades era mu- En las más de 1200 páginas de texto que si-
cho más tenue que hoy– había dado inicio a guieron, Ingenieros buscó cumplir con el pro-
un proyecto intelectual muy ambicioso, con- pósito enunciado: interpretar la historia ar-
sistente en una reinterpretación del conjunto gentina en términos de una lucha de ideas, en
del pasado argentino a partir del estudio de la cuyo interior las ideas particulares estaban
historia de las ideas que habían animado el puestas al servicio de dos grandes principios
accionar de generaciones sucesivas, y que de- organizativos –la conservación de la Feudali-
bía ser a la vez un estudio objetivo de los he- dad y la propulsión de la Democracia–, y or-
chos verdaderos del pasado argentino y una ganizadas en función de ellas. Si bien la crí-
guía para el comportamiento ético destinado a tica más directa que se le puede dirigir hoy a
las juventudes de este país. Obra ambiciosa e ese temprano esfuerzo, desde el mirador de
inconclusa por la muerte temprana de su au- una historia intelectual en vías de consolidar
tor, y escrita con la urgencia que le imprimía su identidad, es que la especificidad de las
el hecho de la gran guerra en curso, fue la pri- ideas parecía por momentos diluirse en un re-
mera quizás en defender –a partir de un marco lato dominado por el análisis político-social,
teórico que todavía manifestaba muchas hue- el proyecto paralelo que acompañó la escri-
llas del positivismo cientificista en el cual se tura de ese libro desmiente parcialmente tal
había formado– la centralidad de la historia conclusión, y constituye también un impor-
del pensamiento, de las ideas, para la com- tante antecedente de la práctica actual de la
prensión del pasado argentino. Explicaba su historia intelectual en este país: la edición de
proyecto del siguiente modo: clásicos del pensamiento argentino en la co-
lección que llevaba el título de La cultura ar-
Después de mucho leer y meditar sobre las gentina entre 1915 y su fallecimiento en
corrientes ideológicas que han inspirado a 1925. Cada uno de los tomos incluía una
las minorías cultas, durante la formación breve semblanza biográfica del autor más un
de la sociedad argentina, el autor ha creído
llegar a una arquitectónica de su asunto,
solo modificable por retoques de albañi- 4
José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas
lería. […] Deseando ser exacta antes que [1918], Buenos Aires, El Ateneo, 1951, pp. 8-9.

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estudio introductorio sobre la obra en cues- también los remedos de ideas, cuyas de-
tión escrito por un especialista.5 formaciones constituyen ya un hecho de
En 1946 un entonces muy joven escritor, cultura de profunda significación; y son
José Luis Romero, publicaba en la colección ciertos impulsos que entrañan y presupo-
Tierra Firme del Fondo de Cultura Econó- nen una determinada predisposición, con
mica de México su primer libro clásico, Las los que se nutrirán luego las ideas claras
ideas políticas en Argentina. Allí enunciaba y distintas, apenas entrevistas en el mo-
su visión de lo que debía ser una moderna e mento primero de su irrupción, pero laten-
intelectualmente productiva historia de las tes en su indecisa forma y en su orienta-
ideas en los siguientes términos: ción aproximativa. Acaso se pueda objetar
que el autor se exceda en el uso de la pala-
El autor considera imprescindible hacer al- bra idea; pero está convencido de que en el
gunas aclaraciones sobre el punto de vista campo de la historia de la cultura no es po-
que ha adoptado. Si se concibiera la his- sible aislar en ese concepto las formas pul-
toria de las ideas políticas exclusivamente cras y perfectas de las formas elementales
como exposición del pensamiento doctri- y bastardas. La vida social es el resultado
nario, acaso no hubiera valido la pena es- de la convivencia de quienes poseen muy
cribir este libro. Ni en la Argentina ni en el variados patrimonios intelectuales, y sería
resto de los países hispanoamericanos ha un peligroso criterio histórico no apreciar
florecido un pensamiento teórico original la significación de ciertos aportes de opi-
y vigoroso en materia política, ni era vero- nión, porque nunca fueron expuestos con
símil que floreciera. Pero el punto de vista claridad y con plena conciencia. Firme en
adoptado al concebir este libro ha sido este propósito, el autor ha procurado siem-
otro. Aparte que sea o no original en el pre descender desde el plano de las ideas
plano doctrinario, el pensamiento político claras y distintas hasta el fondo oscuro de
de una colectividad posee siempre un altí- los impulsos elementales y las ideas bas-
simo interés histórico; pero no solamente tardas, seguro de llegar, de este modo, a la
en cuanto es idea pura, sino también –y fuente viva de donde surge la savia nutricia
acaso más– en cuanto es conciencia de una que presta a las convicciones esa fiereza
actitud y motor de una conducta. tan particular de nuestra historia política.6

Y explicaba más adelante: Romero –cuya obra temprana había estado


dedicada a dilucidar la historia política y cul-
Las ideas políticas que el autor ha tratado tural romana empleando las herramientas que
de precisar y seguir en el hilo del tiempo le otorgaba la Kulturgeschichte alemana, la
no son sólo aquellas puras y originales en sociología de la tradición de Simmel, Weber y
que ha florecido el genio especulativo; son Sombart y la filosofía de Max Scheler– de-
jaba traslucir en esta declaración de princi-
pios metodológicos su profunda compenetra-
ción con la tradición de la historia cultural,
5
Sobre Ingenieros véanse de Oscar Terán, José Ingenie-
ros: Pensar la Nación, Buenos Aires, Alianza, 1986; En
busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catálo-
gos, 1986; Positivismo y nación en la Argentina, Buenos
Aires, Puntosur, 1987; Vida intelectual en el Buenos Ai- 6
José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina
res “Fin-de-siglo”, Derivas de la Cultura Científica, [1946], México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp.
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000. 10-11.

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pero también permitía intuir ya lo que sería su tista de la teoría de la vanguardia –valoriza-
segunda época como historiador de las ideas, ción de lo popular que también se fortaleció a
cuando la historia cultural terminara de trans- partir de la legitimación de la cultura popular
mutarse para él en “historia social”. Para lle- como objeto de interés científico para la an-
gar allí debió pasar por la importante expe- tropología cultural y la sociología de la cul-
riencia de dos revistas culturales: Realidad tura–, la historia de las ideas o del pensa-
(1947-1949) e Imago Mundi (1953-1956). En miento como se había practicado durante el
ellas, al mismo tiempo que se renovaba el uni- siglo xx –aun en sus versiones teóricamente
verso de referencias teóricas y metodológicas más pedestres– pareció condenada a una nece-
disponibles en la Argentina para encarar tra- saria extinción. Por un lado la noción de la
bajos dedicados a la historia del pensamiento, “crisis del sujeto” ponía en tela de juicio la pro­
aparecieron también ecos de la crisis que ­­pia existencia del tipo de agencia que hasta
desde antes de la Segunda Guerra venía agrie- entonces se les venía asignando a las minorías
tando el edificio otrora tan aparentemente só- cultas, a las elites doctas, a los productores de
lido de la Kulturgeschichte, y ello en el pre- conocimiento, a ideólogos e intelectuales de-
ciso momento en que, si hemos de aceptar la finidos de múltiples maneras; y, por otro lado,
periodización y el argumento de Francis Mul- la creciente puesta en valor de la “cultura po-
hern, también se derrumbaban las certezas pular” –definiérase esta del modo que se qui-
que habían permitido la emergencia de ese siera– implicaba que aun en el caso de que
tan particular oficio intelectual –el de la Kul- existiera una agencia humana por detrás de
turkritik– que hacía de la “alta cultura” un tri- los sistemas de signos que “nos hablaban”,
bunal independiente desde el cual someter a aquella tradicionalmente reconocida como
juicio los problemas sociales y políticos de la portadora de las ideas que habían sido el ob-
propia época.7 jeto por excelencia de la historia del pensa-
A lo largo de los años de 1960, 1970 y miento y de la cultura –las minorías o las eli-
1980 esa crisis terminó de liquidar la legitimi- tes cultas– merecía ser dejada de lado por el
dad de la empresa tradicional de la Kulturges- estudioso ya que no era en ella donde se po-
chichte y socavó también las certezas del mo- dría encontrar un saber suficiente para develar
delo “lovejoyano” de historia de las ideas: en los enigmas de las sociedades modernas.
un clima intelectual marcado por una catarata Una excepción podría aducirse que, sin
de novedades desde fines de la década de embargo, no lo fue tanto: el sartrismo verná-
1950, cuando el existencialismo sartreano ce- culo. A semejanza de su fuente francesa, sí
dió rápidamente el lugar de preeminencia a reconocía la importancia de las ideas doctas y
una competencia entre corrientes “estructura- de los intelectuales en los procesos sociales e
listas” de variada procedencia –aunque la va- históricos, pero entendía la misión del escri-
riante antropológica y la semiótica hayan sido tor –incluyendo bajo esta categoría también a
las más difundidas–, y que a su vez debieron los que escribían sobre historia de las ideas
competir con renovaciones del debate mar- y de la cultura– en términos de compromiso y
xista que tanto desde el neo-gramscismo denuncia. A partir de Contorno y su grupo se
cuanto desde el marxismo cultural inglés ten- plasmó una corriente muy nutrida de historias
dían a poner en cuestión el presupuesto eli- culturales e intelectuales de la Argentina cuyo
signo preponderante consistió en cierto “de-
nuncialismo”: David Viñas y Juan José Se-
7
Véase Francis Mulhern, Culture/Metaculture, Londres, breli. Más allá de la calidad intrínseca de su
Routledge, 2000. obra, difícilmente pudo convertirse en antece-

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dente o fuente para una historia intelectual que habitan todo esfuerzo por dar cuenta, me-
que asumiera el desafío de la reconstrucción diante las herramientas del lenguaje y del inte-
contextual del pasado. lecto humano, de una experiencia histórica que
En los orígenes de la historia intelectual que siempre se mostraba reacia a ser sometida a
hoy es posible practicar en la Argentina se si- esquemas intelectuales, algunos de los cami-
túan dos historiadores de proporciones mayo- nos que habría de transitar la historia intelec-
res, el ya mencionado José Luis Romero y Tu- tual contemporánea, en casi todas sus diversas
lio Halperin Donghi. De Romero, cuya obra ya zonas de especialización. Sin espacio para ex-
ha sido invocada, añadiré simplemente que el plorar más detalladamente su legado para la
impacto de su libro tardío, América Latina: las naciente historia intelectual, menciono simple-
ciudades y las ideas, sigue inspirando impor- mente dos clásicos de historia intelectual avant
tantes vetas de investigación en este país y en la lettre nacidos de su pluma: Tradición polí-
América Latina. Sería demasiado arriesgado tica española e ideología revolucionaria de
decir que la obra de Tulio Halperin Donghi es- Mayo (1961) y Una nación para el desierto
tuvo dominada por cuestiones relativas a la argentino (1982).
historia de las ideas, de la cultura y de los inte- En un lapso de tiempo cuyas fronteras
lectuales: concedió, sin embargo, a estas tres exactas son difusas, emergió en la Argentina a
cuestiones un lugar de privilegio en libros y mediados de los años 1980 una nueva historia
ensayos publicados desde los años 1950. Ya de las ideas renovada por el impacto de la
sus primeros trabajos habían abordado el pen- obra de Michel Foucault, por la recepción de
samiento de algunos de los principales auto- la obra del marxismo cultural inglés –sobre
res/políticos del siglo xix, entre los cuales des- todo de E. P. Thompson (a Williams lo ubico
taca su coup-de-grâce de 1951 a la reputación en otro registro)–, y por la incorporación de la
póstuma de Esteban Echeverría, que fue tam- sociología de los intelectuales y de la cultura
bién su primer libro. Esos tempranos libros y de Pierre Bourdieu y su escuela a la agenda de
ensayos –que se fueron escalonando a lo largo debate histórico local. Casi al mismo tiempo
de los años 1949 a 1961– hicieron del análisis comenzaban a circular, de un modo sistemá-
del pensamiento, y sobre todo del pensamiento tico, entre los historiadores interesados en la
de los escritores de la primera generación ro- historia del pensamiento, los textos básicos
mántica argentina, su centro. Obras menores de dos corrientes historiográficas que ten-
en el contexto de un largo oficio de historiador drían un importante desarrollo en la Argen-
que lo llevó a conquistar para su interpretación tina y en toda América Latina. Por un lado,
un dominio magistral simultáneo de la historia aquellos asociados a la llamada “escuela de
económica, social, política, cultural e intelec- Cambridge” de historia de las ideas políticas
tual de la Argentina –cuyas coordenadas utili- –centrada en la obra de J. G. A. Pocock y
zaría además para intentar ordenar el abiga- Quentin Skinner–, cuyo énfasis estuvo colo-
rrado espectro de la historia contemporánea de cado sobre la importancia de una lectura con-
América Latina–, indicaban ya en su capaci- textualizada de las obras y las ideas del pa-
dad para colocar el movimiento de las ideas en sado. Pocock, de un modo más sistemático
sus contextos específicos de origen y de circu- que Skinner, ha insistido en que el propósito
lación –tanto sociopolíticos cuanto específica- específico de la historia del pensamiento de-
mente ideológico-discursivos–, en el escepti- bía ser la identificación y la reconstrucción
cismo historiográfico que aplicaba su mirada histórica de lenguajes o discursos formados
escudriñadora a las ideas recibidas y en la rara por un cuerpo heterogéneo de ideologemas, y
habilidad para detectar las aporías profundas en cuyo interior los clásicos debían disol-

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verse, perdiendo su estatuto de objetos dota- la sociología de los intelectuales desarrollada
dos de una especificidad especial, “aurática”, en las obras de Pierre Bourdieu y su escuela,
ya que todo enunciado de una época determi- que en su recepción por parte de los historia-
nada, sin importar el tipo de vehículo que lo dores locales dedicados a la historia del pen-
movilizó –libros, periódicos, discursos parla- samiento se solapó con aquella de la obra más
mentarios, etc.– contribuye a la elaboración sociológica del padre fundador de los cultural
de un lenguaje específico de la política. Am- studies del Reino Unido, Richard Hoggart, y
bos han coincidido en postular que las pala- con aquella otra del principal teórico del ma-
bras son acciones, que las expresiones verba- terialismo cultural, Raymond Williams. Mien-
les emitidas en el plano de la discursividad tras que la progresiva transformación de la
tienen efectos tan concretos como cualquier sociología de la cultura desenvuelta por Bour-
otro tipo de acción humana, y que, por ende, dieu a partir de su inicial marca estructuralista
el estudio de los discursos no ocupa un lugar en una sociología posestructuralista de los in-
marginal y aislado dentro de la compleja geo- telectuales ofrecía al historiador todo un arse-
grafía que ha ido asumiendo la ciencia histó- nal de sugerencias teóricas y metodológicas,
rica en las últimas décadas, sino que repercute con sus propios vocabularios especializados,
de un modo directo e intenso sobre todos los la obra de Hoggart tanto como la de Williams
demás espacios de la misma. ha enfatizado la necesaria segmentación so-
La segunda corriente que ha tenido un gran cial de todo fenómeno, de toda práctica u ob-
impacto visible en la historia latinoamericana jeto cultural, y el rol que en la construcción de
durante los últimos veinte años ha sido la Be- los significados socialmente legítimos que
griffsgeschichte –sucesora hasta cierto punto “marcan” esas prácticas y esos objetos ejer-
de las ambiciones heurísticas de la antigua cen las minorías cultas, los estratos poseedo-
Kulturgeschichte aunque con una conciencia res de autoridad en materia cultural. De este
mayor de los límites modestos a los que puede modo, la intersección entre ambas miradas ha
aspirar cualquier empresa de reconstrucción permitido delinear un espacio de indagación
y/o interpretación historiográfica–. No me de- cuyo sentido podría ser expresado metafórica-
tendré a describir los rasgos básicos de una mente a través de la siguiente figura concep-
corriente cuya amplísima repercusión la ha tista: el proyecto willamsiano de análisis his-
hecho moneda corriente entre nosotros: me tórico de la cultura y de la sociedad parecería
limitaré a sugerir que la relación entre esta y haber dado lugar a otro en el cual el lugar de
el campo de la historia intelectual, si bien ha la conjuntiva ha sido ocupado ahora por un
sido productiva desde el punto de vista de la referente específico: los intelectuales. El tí-
tematización de los núcleos de significación tulo tan preciso de Cultura y sociedad exigiría
lingüísticos como constituyentes centrales de ahora transformarse en: Cultura, Intelectua-
cualquier empresa historiográfica moderna, les, Sociedad.
subrayando al igual que la escuela de Cam- ¿Por qué historia intelectual? ¿Por qué, en-
bridge la posibilidad y la productividad de un tre tantas designaciones posibles, esta para
análisis histórico centrado en el análisis se- designar la actividad que realiza el Centro
miótico de la sociedad –como lo ha hecho cuyo aniversario ha incitado esta reflexión?
también en sede antropológica Clifford Este término, en sintonía con lo ocurrido en
Geertz–, registra ciertas zonas de mutua in- otras partes del mundo, desde Francia hasta
conmensurabilidad. los Estados Unidos, ha venido a identificar ex-
Un tercer modo de enfocar el estudio histó- plícitamente la ruptura entre el modo contem-
rico de las ideas y de sus productores ha sido poráneo de abordar el pensamiento de épocas

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pasadas y aquel de las dos grandes corrientes Index der Bilder” [el registro histórico de las
que mencioné al principio, la historia cultural imágenes] y que la tarea del historiador con-
y la historia de las ideas. Sin estar afiliada a siste básicamente en una Bildforschung).8 Los
ninguna posición teórica exclusiva –y esta es discursos y las ideas (o ideologemas) que ve-
una diferencia básica entre la “historia intelec- hiculizan no pueden ser tratados de un modo
tual” que se desarrolla, no solo en este Centro, adecuado por una historia que no acepte que
sino en muchas universidades del mundo, y la una parte central de su tarea consistirá en una
“historia de los conceptos” que cubre en gran reconstrucción e interpretación de la dimen-
medida el mismo terreno– la historia intelec- sión contextual de los mismos: al menos este
tual analiza los procesos de producción de sig- parecería ser el desafío principal del que debe-
nificados en el interior de una sociedad, cen- ría hacerse cargo una historia del pensamiento
trando su análisis tanto en el producto final de o de la cultura llevada a cabo en clave de his-
esos procesos, con sus contenidos –que por su toria intelectual. En un espacio que por defini-
propia naturaleza están abiertos a una plurali- ción ha estado abierto a una multiplicidad de
dad de interpretaciones–, cuanto en los pro- perspectivas de análisis, y en cuyo interior han
ductores y en los contextos de producción de confluido distintas prácticas disciplinares y
los mismos. Si hay algo que define la diferen- distintos paradigmas filosóficos –incluyendo,
cia entre la historia intelectual del momento en gran medida, aquellos en los cuales se ha
actual y la historia de las ideas de tipo más basado la historia de los conceptos–, la princi-
tradicional, es la atención que presta la actual pal prescripción metodológica parecería ser,
al contexto en cuyo interior están ínsitos los pues, esta: que solo será historiográficamente
discursos (vale la pena recordar que los dis- legítima aquella exploración que acepte la ne-
cursos objeto de la historia intelectual no ne- cesidad de acceder –en términos historiográfi-
cesariamente son exclusivamente verbales; la cos– al discurso por el contexto. o
producción de imágenes también elabora se-
ries discursivas, una evidencia de la cual Ben-
jamin parece haberse hecho cargo en los años 8
Christian J. Emden, Walter Benjamins Archäologie der
1930, al sostener que la arqueología de la mo- Moderne: Kulturwissenschaft um 1930, Munich, Wil-
dernidad es consustancial a una “historische helm Fink Verlag, 2006, p. 12.

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