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Revista de cultura
Atio XX + Nimero $7
Bucnos Aires, abril de 1997
Sumario
1 Daniel Garcia Helder, (Tomas para wn documental)
6 Adrién Gorelik, Arqueologia del porvenir. Arte Y
ciudad en Buenos Aires fin de siglo
11 Graciela Silvestri, E! Riachuelo como paisaje
21 Beatriz Sarlo, Anomalias
24 Sergio Che}
preparaciér
. Pater, fragmento de una novela en
28 Carlos Altamirano, Isidoro Cheresky, Julio Godio,
eTiene futuro la izquierda?
35. Jorge F. Dotti, Sobre el origen
40 Jacques Le Goff, Barthes administrador
43. Pablo Alabarees, De la heteronomia a la
continuidad? Las culturas populares en el
espectéculo futbolistico
Las ilustraciones de este nimero son
de Félix Eleazar Rodriguez (Buenos
Aires, 1955), de sus series de
grabados fabriles ‘Riachuelo’ y
“Puente Alsina’; el grabado de tapa
‘fue realizado especialmente para
Punto de Vista
Consejo de direccién:
Carlos Altamirano
José Aries (1931-1991)
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Buenos Aires.éDe Ia heteronomia a Ia continuidad?
Las culturas populares en el especticulo futbolistico
Pablo Alabarces
A pesar de la persistencia de cierto
sentido comin Cabonailo perils
menie) que sefiala el espacio del fit-
Dol argeatino como tertitorio propio
de las précticas populares (como es-
pectadores, como actores. como eje ar-
ticulador de idemtidades, como lugar
de distinei6n), una lectura més atenta
observa que en la actualidad tal refe-
rencia debe, por lo menos, ponerse se-
riamente en euestiGn. Los procesos de
hipetespectacularizacién, a insdtuciGa
definitiva del fatto! como mercancta
lewiada de la industria cultural, ka
llamada massmediatizaciGn de las so-
iedades, tas wansforn
estructura de clases y en la pasticina-
jones en ta
ci6n de sujelos populares en la pric
tica deportiva exigen repensar la airi-
bucién tradicional para preguntarse si
Puede ser mantenida, si debe ser rela-
tivizada, € incluso, si debe ser deste
rrada de la interpretacién cultural.
Miradas (1); la superficie
Al hablar de los estudios sobre futbol
n la Argentina hablamos al mismo
tempo emtonces de un objeto que apa
rece abusivamente extendido y de un
campo excesivamente reducido, Asi
como se puede describir una historia
del deporte en ¥ del fitbol en
panicular ea la Argentina como un
Dprogresivo y desmesurado aumento de
su presencia en Ia esfera ptilica, al
mismo tiempo se puede hablar de un
‘campo que nunca se constituy6 en s
de acadimica. En esia descripcién, se
puede constatar una relaci6n segda la
‘cual la importancia del deporte, la for-
‘ma como inficiona todos los espacios
de la agenda piblica, crece cada vez
‘més, mientras permancee como con-
Nlictiva la posibilidad de constituirlo
como un campo de estudios legitimos,
pertinente y reconocido.
Creo que el problema puede ser
mejor cercato por una discusiOn so-
bre las miradas que se han aproxima-
do al objeto. Y la mirada clésica y
mis visible ¢> la mirada periou!
casi contemporiinea con el nacimiento
del deporte en la Argentina, Précticas
de la modemnidad, en ambos cxsos, im-
pensables antes de ella, deporte y pe
Fiogismo wansitan caminos cronol0-
gicos similares. aunque sus croces y
relaciones distan de permitir monocau-
salidades y reduccionismmos interpre-
tativos. La popularizacién del fitbol
argentino no admite la causalidad me-
idtica. aunque su mercaniilizacién sca
impensable sin su massmediaci6n, al
igual que cualquier producto cultaral
de masas en el siglo xx.
Pero esa mirada periodistica con
siste bésicamente en narar una su-
perficie anecdotica 9 mftica, y en cl
camino, construir una linea del cos-
tumbrismo argentino. La mirada pe
odistica en el depone tendi a una
superficie interpretativa muy débil.
43privilegiando el relato costumbrista,
desprovisto de distancia y de critica,
fntegrando la mirada analitica esiric-
tamente al interior de la serie deporti-
va (theticas, estrategias, movimientos,
desempenos), La mirada periodisti
‘constituye apenas un corpus, para —de
manera oblicua— leer en Borocots,
por ejemplo, las buellas de un imagi-
nario 0 de una construcei6n mitica.!
Frente a este aserto, un periodista
Seportivo me podrta reprochar mi re-
proche: el periodista no tiene por qué
construir ese discusso, escapa a sus
‘gramaticas, debe limitare a la presen-
tacién, acabada y rigurosa, de la su-
Perficie factual. Pero, aceptada la ob-
jecin, ef problema surge nuevamente
al volver sobre la pregnancia abusiva
de la que habldbames antes: asf como
los guréies massmediéticos sentencian
indiscriminadamente sobre cualquicr
espacio de lo social, aprovechando
elespacio desocupaso por una inter-
‘vencidn poco eficaz del intelectual 0
del politico, el periodismo deporiivo,
doefio absolute de un territono que Ia
academia parece no dispatar, no duda
en instituir su voz como dnica legiti-
‘ma, sefalando el silencio intelectual
como afasia, como imposibili
nado ademds por la apelacién al sen~
tio coman: si a ese diagnostico ¥ a
6m le pregamos ta des-
rmesura del centiil y la programacin,
el periodismo deportivo se presenta,
mal grado la no-obligacién alezada,
como amo y seior del relato, de ta
inerpretacion y del sentido.
Miradas (1): la erftiea
Sin embargo ba habido intentos de
acercarse al futbol, de constiuirte co-
mo objeto en el sentido fuerte de las
ciencias sociales; y su responsable ha
sido una seguoda mirada, la mirada
sociolégica, y que se entendié como
mirada critica. Pienso, fundamental-
mente, en los textos de Juan José Se-
breli que aparecen entre 1966 y 1981.
Ese ejercicio de Sebreli constituyé una
especie de propiedad transitiva segiin
Ja cual el deporte es un fenémeno de
masas, por lo tanto es un fenimeno
de alienacién, por lo tanto es un fen6-
meno de fascismo, por lo tanto es un
feadmeno de populismo; el orden de
Jos factores podia alterarse, pero lo que
unia a todos los calificativos era la
igualdad. Y toda otra posibilidad que-
da excluida, ya que no por los argu-
mentos, si por imposibilidad de la 16-
ica.
En Sebreli se pueden ver muchas
limitaciones favorecidas por su debi-
lidad t6rica, por sv uso y abuso de
todos los recursos més cldsicamente
polémicos y su exclusidn de los re-
cursos argumentativos, Pero ademés,
la limitacin més fuerte ¢s que Scbre-
lino sabe horadar una superficie en la
due se articulan una gran cantidad de
discursos, no uno solo, Y en tanto que
toda practica debe leerse en multiples
niveles, la sociologia sebreliana, re-
ductiva y pertinazmente esquemética,
no podia perforar esa superficie; soto
podia producir linealidad, monocay-
salidad, determinismos.
Contradictontamente: en ta cons-
trvccién de sus argumentos, Sebreli
persistia en su trabajosa construccion
‘de una imagen de enfant terrible, de
‘outsider incomprendido y antiacadé-
mico, de francotirador impoluto —ca-
paw, de gjercer el derecho a la primera
piedra: y la eleccién del fétbol como
objeto colaboraba precisamente en esa
Uireocién, Interogar la vida coudia-
nna, pensar en contra de los sentidos
comunes y las mitologtas precons-
‘uuidas, necesitaba incluir el fétbot ex
su agenda. Pero —agut la contradic-
cién— en su deconstrucci6n mitol6-
_gica, Sebreli s6lo ejereéa la imagen del
Peéndulo: pensar contra el sentido co-
min instituido en verdad absoluta sig-
nificé deslizarse hacia ott sentido co-
main absolutista, apenas revestido del
ropaje cientifico (0 con efecto de cien-
tificidad): Ia saga que entre mediados
y fines de los sesenta construyen Vin-
nai, Brohm, la revista Partisans. y otra
serie de denunciantes del opio de los
Pueblos. Si et deporte debia scr estu-
diado y analizado era para desmitifi-
fear su uso por parte del Estado y de
fas clases dominanics en el proceso
de adoctrinamiento de las masas mas-
culinas y la juventud con el objetivo
explicito de despolitizartas.
Desplazamiento, entonces, hacia
‘iro repertorio de lugares comunes: el
uso instrumental de la categoria de ide-
‘ologia, la reificacién del peor althus-
serianismo, la obsesi6n por les meca-
nismos de control. Sebreli, al menos,
sume y ejercita el desplazamiento: en
el resto de los estudios sociales y cul-
turales argentinos, o en su infinita ma-
yoria, este repertorio obiuré, inclusi-
ve, la posibilidad de la palabra, Para
ccolmo, un fantasma recorre Ia acade-
mia: el populismo.
(Clausuras: el riesgo populist
EI popalismo, por su peso en la vida
politica, econémica, cultural y social
‘dela Argentina, funcion6 en este caso
como una especie de marca distintiva.
Como un presupuesto: un objeto de
las dimensiones del ftbol, sélo podia
leerse con una mirada populista; por
ello. cualquier tipo de lectura fue til-
dada antes de construirse. En tanto la
incorporacion al repertorio visible de
objetos y précticas consideradas infe-
riores, desplazadas por la econcmia
axlologica del campo (los yéacros de
Ja industria cultural, las prcticas po-
Iitico-culturales de las clases popula-
ses urtanas, los rituales masivos, los
repertorios del ocio, entre otros) habia
sido producida desde el populisino cul-
wal, en cl campo més vaio de la
lucha politica de 10s sesenta, en los
senderos abiertos por el gramscianis-
mo y la sustancializaci6o de 103 acto-
res populares, se ereyé —se afirmé—
laimposibilidad de constnuir saber Fuc-
a de este paradigma acerca de esos
otjetos. ¥ en consecuencia, a contra-
‘mano de las tendencias curopeas, que
construian un objeto, un campo, un
tema de lecturas, progmumas de and-
a contramano de las propiasten-
dencias miméticas de nuestro campo
intelectual, que hubieran habilitado la
discusi6n futbolfstica-deportiva en se-
de académica. por el recurso a ta legi=
timacién externa, ¢! objeto permane-
ci6 obturado.?
‘ua paradgja: si ta Gnica mirada
posible era populista, se calificd ima-
ginariamente una condicién de posi-
Dilidad, una gramstica, pero jams un
discurso. Cuando Sebreli intenta des-
calificar las aproximaciones popalis-tas al fitbol hasta 1981 (el momento
de su Fitbol y masas), s6lo pucde ci-
{ar fragmenios de pocmas 0 relatos,
cexénicas periodisticas, alguna metéfo-
a perdida en el campo de batalla (“el
alma esta en orsay/ che bandonesa”).
Si La cultura popular del peronismo
(1973) es un climax de la efervescen-
ia populista, el deporte estaré minu-
ciosamente expurgado. Si Medios de
comunicacién y cultura popular
(1985) es ta recopilacién mas impor-
tante que los paradigmas populistas de
andlisis cultural produjeran en la cri-
tica argentina, e1 fOtbol no ocupa nin-
‘guno de sus capitulos. Fortuna que sf
obiienen el tango, la historiet, el me-
fodrama, ef radiowato, la prensa po-
pular, el cine de masas. No hay
produccién sobre el fitbol en la Ar-
‘gentina; el fantasma —et estigma?—
del mote parece clausurar el discurso,
inclusive el populista; y desplazarto a
lacharla de café—que, aunque prSxi-
ma, no puede calificarse de sede aca-
démica— 0, nuevamente, al cos-
tumbrismo, Fontanarrosa, Galeano,
Soriano, Dolina, Sasturain: en la na-
‘rativa antes que en el ensayo, 0 en la
ficcién sentimental memoristica antes
{que en la historia. Aun en et poputis-
mo de izquierda: tas condiciones de
produccién, circulacién y reconoci-
‘mignto de Galeano son narrativas an-
tes que académicas; cuando Sasturain
trabaja “monogrificamente™ el obje-
to, lo desplaza hacia el humor y ta
observacién border.
A pesar de la exiensi6n, de la ca-
pacidad del fitbol argentino para in-
terpelar sujetos de distints proceden-
cias, de su condicién probable de
formacién transclasista, persiste en la
raiz de estas dificultades un apoteg-
‘ma, 0 mejor adn, un fetiche: ln condi-
ccién de mas popular de los deportes.
Reconociendo, sf, que cl fatbol pare-
ce habilitar todos los presupucstos: tan-
to por su condicion de mercancia por
‘excelencia de la industria cultural con-
temporinea, su ligaz6n indudable con
Pricticas politicas autortarias, como
Dor su operatividad identitaria: por su
extrema habilidad para revestirse de
las formas més descorazonadoras cl
‘conservatismo y la reproduceién de la
dominaci6n, y también de los mejores
optimismos impugnadores. Frente a
ello, una mirada que postule decons-
tir esa fetichicidad, descomponer la
ambiguedad significaiva, y hallar las
‘marcas de una hetcronomia, parece di-
ficil de construirse fuera del circulo
epistemologico del populisino: de la
‘exaltaci6n acritica a la reivindicacién
provocativa. Este dltimo lugar, espe-
Gialmente, en tiempos de neopopulis-
mo menemista, aparece sugestivo: si
ta gente lo consumefo practica, algo
bueno debe tener.
Cultura popular?
La vieja pregunta de De Certeau acer-
cade si existe la cultura popular fucra
del gesio que la suprime, es un punto
de arranque fundamental al transitar
cesta agenda. En el doble sentido de la
pregunia: en un sentido te6rico-epis-
temolégico (puede conocerse la cul-
tura popular?) y en términos ontol6si
co-politicos (zexiste, puede decirse
fuera de una lengua docta?). Y entien-
do con Carlo Ginzburg, y con el mis-
mo programa posterior de De Certe-
au, que esa pregunia debe ser leida
como set6rica, y en consecuencia co-
‘mo afirmacién, aun con “la acatada
conciencia de la violencia ideolégica
que puede ocultarse tras as més nor-
‘mal y aparentemente inocua opcracion
cognoscitiva” (Ginzburg, 1981: 14).
Entiendo que puede leerse lo popular
fen este escenario contempordnco de
deportivizacién de la agenda piblica,
‘en que la industia cultural trabaja co-
‘mo jamds en Is historia los fenéme-
nos deportivos, en que éstos son los
‘de mayor facturacién de toda la in-