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SHOLEM ASCH

El Profeta

E D I T O R I A L HERMES
MÉXICO BUENOS AIRES
TÍTULO DEL ORIGINAL
EN INGLÉS:
" T H E PROPHET"
J
<
Traducción de
LEÓN MIRLAS

1 A
MELVILLE MINTON
como agradecido recuerdo

»,

QUEDA HECHO EL DEPÓSITO


QUE MARCA LA LEY.
COPYRIGHT BY
EDITORIAL HERMES
AVENIDA DE MAYO 6 5 1 IGNACIO MARISCAL, 4 1
BUENOS AIRES MÉXICO, D. F.
1957
1
í,

PRIMERA PARTE
El Palacio de los Jardines Colgantes que Nabucodo-
nosor se construyera en Babilonia formaba parte de una
cadena de edificios que se extendía desde el final de la
Avenida de las Procesiones hasta E-Sagila, el santuario
y ciudadela del dios Bel Merodach. Nabucodonosor le
había dado a su palacio la apariencia de una cordillera
para recordarle a su esposa el horizonte de Media, su
montuoso país natal. Las murallas, macizas e imponen-
tes, se sucedían en amenazante círculo. En aquel edificio
estaban, tallados y cubiertos con taraceas de esmalte vi-
driado, leopardos, leones y otras fieras. La enorme mole
tendía sus líneas hacia los altos cielos. Las imágenes de
piedra, los toros salvajes, los leones, los monstruos de
rostros humanos adornados con características barbas
asirias, custodiaban el palacio con aire ceñudo y tacitur-
no y proyectaban sus sombras sobre la ancha escalera de
piedra, semejante a la de una fortaleza, que llevaba allí.
Todos los detalles del edificio estaban ideados delibera-
damente para crear una atmósfera de intimidación y de
terror, para abrumar al espíritu bajo el peso del avasa-
llador poder y la terrible majestad de Nabucodonosor y
Babilonia.
Pero poco después, cuando los ojos seguían la cavilosa
fachada de las murallas, éstas parecían flotar en los aires
y la desolación de las densas sombras que asomaban so-
bre las anchas escaleras, desaparecía, como cuando avanza
trabajosamente un viajero, exhausto y llagado, por ca-
minos pedregosos y quemantes y le alivia de pronto los
pies atormentados e hinchados el verde césped que crece
junto a frescos arroyos, mientras el gorgoteo del agua
12 Sholem Asch El profeta 13
detrás del juncal y la densa sombra del ramaje le encanta que exudaba la viscosa tierra arcillosa calcinada por el
los oídos con su deleitante murmullo. Porque detrás de sol y las palmeras y cañas de los bosquecillos que se ex-
las murallas se extendían los jardines colgantes, sobre tendían sobre sus ciénagas. La madera era muy escasa
los ásperos planos del palacio de Nabucodonosor. En y por eso en Babilonia se la apreciaba mucho. Todo lo
los vastos parques, salpicados de charcos de sombra pro- que se usaba en la construcción de esos enormes edifi-
yectados por los árboles, se pavoneaban avestruces y pa- cios se traía desde lejos. Todos los bloques de piedra
vos reales. Las palomas se posaban allí y saciaban su sed colocados en las murallas habían sido arrastrados hasta
en los cristalinos estanques, ocultos a medias entre los allí por esclavos uncidos a ellos como bestias de carga.
arbustos que retoñaban en un tumulto de colores. Como Los habían transportado a través de las más salvajes so-
venas que cruzan un cuerpo, atravesaba aquella ciudad ledades, desde las rocosas colinas donde estaban las can-
de jardines un sistema de angostos canales, cuyos lechos teras, en los lejanos países que cayeran en manos del
estaban revestidos de losas verdes. Porque, en realidad, conquistador Nabucodonosor. Todas las vigas de cedro
era una ciudad lo que coronaba el palacio de Nabuco- de los grandes cielo rasos de los salones de Babilonia
donosor y se extendía a lo lejos: una perspectiva de habían sido acarreadas desde los bosques del Líbano
bosquecillos en imponente masa, una profusión de ma- hasta la capital sobre los hombros de los prisioneros de
lezas e hileras de flores desde donde llegaba el dulce guerra llegados a través de los páramos de Damasco al
rumor del agua cuando bajaba cantarína a los arroyue- Eufrates, donde dejaban las vigas a merced de la veloz
los. Todo —los jardines, los estanques— parecía colgado corriente que las llevaba a Babilonia, al propio palacio
en los aires, suspendido sobre la nada, como si las coli- de Nabucodonosor, que el río ceñía con sus anchos
nas estuviesen muy lejos y se divisaran, abajo, en gran brazos.
número, los remotos edificios de la ciudad, dispersos en
todas direcciones y encerrados por la gruesa muralla que Las gigantescas imágenes de los dioses, los toros salva-
rodeaba a toda Babilonia. jes y los monstruosos leones, los enormes bloques de
piedra, las columnas de mármol, las masas de pórfido,
Muchísimas casas de tres o cuatro pisos construidas las barras de oro y plata, toda la tan apreciada belleza
con barro y ramitas estaban agrupadas al amparo de las que el Asia cobrara como botín en sus crueles guerras
murallas, y en el centro, las torres de los templos se con los pueblos del mundo, había sido traída para ador-
remontaban con arrogancia hacia el cielo. En las aveni- no y embellecimiento de Babilonia. Los grandes perso-
das que separaban las casas se bifurcaban las arterias de najes de Nínive, quienes se enorgullecían antaño de sus
la vida babilónica: los innumerables canales y sus afluen- largas barbas trenzadas, las arrastraban ahora por el pol-
tes, que alimentaban la ciudad con las aguas del Eufrates. vo de los desiertos al doblegarse bajo la carga de aquel
Desde los jardines, la ciudad parecía muy lejana, como tesoro y al transportarlo de los puertos del Tigris, a
si se extendiera sobre un valle, en una remota planicie. través de las arenas, al Eufrates y de allí a la capital. A
Babilonia no tenía materias primas propias, de mane- los nobles de Tiro y Sidón los uncían con los ceñidores
ra que, para construir los majestuosos edificios que de color que señalaban su jerarquía a los troncos de
adornaban su capital, Nabucodonosor había tenido que cedro desarraigados de los bosques del Líbano y barrían
importar la madera, la piedra y otros materiales nece- las arenas del desierto con sus barbas al encorvarse y
sarios de países distantes. El suyo poseía el alquitrán gemir bajo el peso de los maderos que darían su above-
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dado esplendor a los tejados de los palacios de Nabuco- ñas de la tierra hasta el punto más alto de los jardines
donosor. Caravana tras caravana de chipriotas, unidos que se cernían en el espacio, miles de esclavos a quienes
en interminables cuadrillas que parecían eslabones, car- vaciaran los ojos estaban uncidos a gigantescas ruedas
gaban sobre sus hombros bolsas de ganga de cobre con que hacían funcionar bombas diseñadas e instaladas por
que se fundirían las ménsulas y barras de las verjas para ingenieros asirios y que, día y noche, traían agua del
los edificios levantados por Nabucodonosor. Así como río a los canales, para abastecer los depósitos y cisternas,
los judíos habían tenido que transportar a Babilonia haciéndola subir de piso en piso hasta que llegaba a
la vajilla sagrada del templo destruido por Nabucodo- las cañerías y canales de los jardines colgantes. Los aca-
nosor, así también se obligaba a los jefes de los demás rreadores de agua, a quienes habían vaciado también
pueblos vencidos a llevar a la capital del conquistador los ojos para que no supieran donde estaban, iban si-
los tesoros de oro y plata de sus santuarios y los ídolos lenciosamente día tras día y noche tras noche de aquí
de pedernal de sus dioses, como servil tributo al gober- para allá, en incesante procesión, como muertos en vida
nante victorioso y como signo de la humillación de sus y en una tiniebla propia del averno, moviendo las po-
deidades, que perdieran su jerarquía frente a los dioses derosas ruedas; y sus miembros se desintegraban como
babilonios. la mosca en la red de la araña, hasta que sus huesos se
El imperio de Nabucodonosor se extendía desde el desprendían del cuerpo y caían y eran reducidos a polvo
Mar Caspio hasta más allá de las montañas del Ararat, por las ruedas giratorias. Apenas caídos, los reemplaza-
llegando a las propias islas helénicas. Todo lo que vivía ban otros y los vastos piñones comenzaban a triturar un
a la sombra de la espada del gobernante de Babilonia nuevo conjunto de cuerpos vivos para reducirlo a la
era indiscutiblemente suyo: los hombres, las mujeres y eterna negrura del polvo de la muerte.
los niños y todos sus bienes. Toda aquella gente vivía En la cañería maestra, esta labor exigía la interven-
por gracia de Nabucodonosor, por su cetro eran amo- ción de viejos esclavos agotados ya por un severo esfuer-
nestados y por la vara de su ira, condenados a muerte. zo. El trabajo junto a las bombas de agua era la última
Como una gran araña que atrapa en su red a centenares etapa en el itinerario de una penosa faena que duraba
de seres y les sorbe el tuétano hasta que sus cuerpos se toda la vida y que todos los esclavos debían recorrer. A
secan y desintegran, el palacio de Nabucodonosor en- los jóvenes y vigorosos los usaban para cavar los canales
gullía a miríadas de esclavos de todos los pueblos y trazados por Nabucodonosor sobre toda la faz de Babi-
países. Los placenteros arroyos, las piscinas, las plantas lonia y sus suburbios. Cuando el esclavo quedaba exhaus-
de los jardines que pendían sobre las altas murallas del to con esta tarea o acumulando barro y acarreando al-
palacio eran nutridos por las aguas del Eufrates, que quitrán y ladrillos a los solares donde se construía, lo
lamían los cimientos de la ciudadela. Abajo, en las trasladaban a los alojamientos del palacio. Sólo a los
entrañas del palacio, estaban los aposentos de la servi- torpes que no podían ser usados para ninguna artesanía
dumbre, los talleres, las picotas y mazmorras, todo en- o comercio los reclutaban para las bombas de agua. Por-
cerrado dentro de enormes recintos unidos por angostas que en las entrañas del palacio de Nabucodonosor había
escaleras y escalerillas que se extendían a lo largo y a también talleres donde se ejecutaban trabajos delicados
lo alto del edificio. y artísticos. Allí usaban a todos los esclavos que tenían
Desde las más bajas mazmorras ocultas en las entrá- alguna habilidad y guardaban como cautivos a una mu-
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chedumbre de pisadores de olivas, boticarios que combi- gión de los vastos jardines colgantes. Los balcones y los
naban especias y perfumistas. Esa muchedumbre les compartimentos de tres o cuatro lados, sin ventanas y
proporcionaba a los peluqueros y barberos asirios los con arcadas, se entretejían, ora ascendiendo un piso, ora
aceites que necesitaban para trenzar y untar las barbas bajándolo, para sugerir una cadena de colinas. A veces,
y cuidar del cabello de los nobles babilonios que tenían un gigantesco león tallado en la roca, con las mandíbu-
el privilegio de estar en pie en presencia del rey. Había las abiertas y las garras tendidas, interrumpía repenti-
quienes hacían ásperas telas, tejedores y trenzadores ar- namente con su amenaza el fluir de la línea o lindaba
tísticos que se consagraban a la producción de las hermo- con una esquina del edificio. En los flancos de las
sas lanas multicolores que habían difundido la fama de anchas escaleras de metal forjado había monstruosas ta-
las prendas de vestir babilónicas en todas las cortes reales. llas de los dioses, que custodiaban las macizas puertas
Había herreros y forjadores que inventaban toda cla- situadas más arriba y abiertas de par en par. Esos pórti-
se de vasijas batidas, copas y platos fundidos, cuencos cos eran de cedro y los revestían placas de cobre que
de oro, plata y cobre. Y tallistas que trabajaban el mar- representaban escenas de cacerías. Más allá de la puerta,
fil, fabricantes de piedras de color, orfebres especializa- podían verse las paredes enyesadas, que coronaba un
dos en oro y plata, cordeleros, joyeros que inventaban techo sostenido por vigas de cedro y columnas ilumi-
adornos para las concubinas del gran harén de Nabuco- nadas con lámparas de aceite instaladas sobre frontones
donosor. Y picapedreros de Asiría y albañiles de Grecia de pórfido. Las paredes no estaban desnudas ni mucho
que trabajaban las losas donde se exhibían las victorias menos. Las adornaban muchas losas, bajo relieves de
de Nabucodonosor y sus memorables hazañas cuando piedra exquisitamente tallados que exhibían las victo-
salía a cazar. Había bordadores de ágil inventiva y dibu- rias de Nabucodonosor en las cacerías y en los campos
jantes que urdían los cuadros de arcilla y las sorpren- de batalla. Una de las losas mostraba a sus ejércitos en
dentes losas esmaltadas, los mosaicos con horribles mons- minucioso orden de batalla. Los hombres, en sus arma-
truos en movimiento y los frisos con escenas de cacerías. duras, tendían sus arcos contra una ciudad asediada. Los
Había curtidores y talabarteros para fabricar arneses y guerreros embestían contra las murallas de la fortaleza,
sillas de montar, zapateros que hacían sandalias, artífices la atacaban con arietes de hierro, trepaban por escale-
que trabajaban el cobre y moldeadores de espadas, toda rillas, desnucaban a los enemigos agolpados junto a las
una variedad infinita y desconcertante. defensas para tentar una salida contra los arietes dirigi-
Además, estaba la muchedumbre de cocineros, tahone- dos hacia las puertas.
ros, mayordomos, camareros y otros sirvientes que tra- Esos salones, cuyos muros cantaban las alabanzas del
bajaban en las partes altas, cerca de los alojamientos y gran Nabucodonosor, estaban atestados ahora de nobles
salones de recreo del palacio. Y palafreneros y domado- babilonios y príncipes extranjeros, gobernantes de las
res que almohazaban a los caballos uncidos a los carros provincias sojuzgadas, quienes, con sus familias, se ha-
de guerra y de caza y cuidaban de los animales salvajes bían convertido en vasallos y rehenes del rey.
que se multiplicaban en los amplios establos próximos
a los campamentos de la guardia especial y personal del El gran festín organizado por Baltasar, el príncipe
rey. regente, estaba en su tercer día. En representación de su
El palacio, propiamente dicho, comenzaba en la re- padre el rey Nabonidus, lo daba en honor de Gimil, la
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principal de las adeptas a la prostitución, mujeres que guedejas caían en graciosos rizos sobre sus hombros, es-
consagraban la pasión de sus cuerpos al culto de la diosa taba también de pie, desnudo hasta la cintura. A ratos,
Ishtar. A ninguno de los participantes en la orgía se le escanciaba una generosa cantidad de vino de un cántaro
permitía abandonar el salón por su propia voluntad. de oro. También él era de sangre real y vasallo del rey
Los grandes de Babilonia y los jefes de las provincias de Babilonia.
conquistadas estaban reunidos allí de acuerdo con su Dos filas de oficiales asirios montaban guardia a am-
rango y jerarquía en el imperio. En las antecámaras que bos lados del dosel, erectos e inmóviles como estatuas de
llevaban al salón del trono estaba la segunda jerarquía piedra, con los músculos rígidos y sin pestañear. Pare-
de la corte: los superintendentes, los inspectores, los lu- cían haber echado raíces allí, con las espadas contra los
gartenientes que gobernaban las provincias, los auxilia- muslos, las manos asiendo cortas lanzas con empuñadu-
res de los comandantes del ejército, todos aquellos de ras en forma de cuenco, el cabello y la barba ondeados
condición inferior a la nobleza que podían jactarse de y trenzados a la manera asiría; se diría que estaban ta-
que por sus venas fluía sangre regia. Estaban allí los llados en piedra y formaban parte de las losas que ador-
majestuosos señores de los reinos conquistados por Ba- naban la pared detrás del dosel regio.
bilonia. Nabucodonosor los había perdonado en sus Los concurrentes estaban ya extenuados de tanto be-
tiempos, manteniendo sus sucesores la amnistía, pero ber, operación que se desarrollaba de acuerdo con las
seguían siendo vasallos del gran rey y los retenían como reglas de un rígido ceremonial desde hacía tres días, sin
rehenes en su palacio. Las concubinas del harén que tregua. Todos los nervios de sus cuerpos se habían alis-
gozaban transitoriamente del favor real figuraban tam- tado en la lucha contra la abrumadora fatiga que los
bién entre la concurrencia, que incluía a los altos sacer- vencía. Se golpeaban con los dedos las palmas de las
dotes de Bel Merodach, a los sacerdotes castrados del manos a compás con la dulce y vibrante melodía que
Templo de Ishtar, a los generales que reflejaban el los músicos del rey tocaban lo mejor posible. Ponían
prestigio del rey, en una palabra, a todos los privilegia- en tensión todos sus sentidos para mentenerse despiertos
dos que podían lucir un anillo de sello cuya fórmula y repeler con las pocas fuerzas que les quedaban la tela-
expresaba: "Amigo del Gran Rey". Todos ellos disfruta- raña del sueño que se anudaba pesadamente sobre sus
ban del festín en el propio salón del trono. ojos. Sólo el terror que les inspiraba la idea de perder
Baltasar se hallaba entre sentado y recostado sobre el el favor del rey ahuyentaba el sueño de sus párpados
lecho real, debajo de un dosel dorado. A su derecha e y los obligaba a rivalizar en demostraciones artificiales
izquierda estaban parados dos esclavos desnudos, negros de entusiasmo ante los espectáculos, tanto sagrados co-
como el ébano. Uno de ellos sujetaba a un león enca- mo profanos, que les presentaban. Tenían que escuchar
denado, el otro a un leopardo. Detrás del lecho, dos de recitados, himnos que exaltaban las magníficas hazañas
los nobles de mayor jerarquía del país, de pie, agitaban de los heroicos dioses, las bélicas proezas de Bel Mero-
grandes abanicos sobre la real cabeza. Eran los envidia- dach contra su monstruosa madre Tiamat, la aventura
dos detentores de esa alta dignidad. Al pie de Baltasar de Gilgamesh, que le construyera un barco en la época
estaba reclinada su esposa, con una copa de oro en la en que la gran inundación cubriera la tierra. Las pre-
mano, pronta y alerta para saciar la sed regia. El copero, sentaciones se sucedían sin pausa, robándoles a los días
un muchacho de rostro fresco y barbilampiño cuyas el descanso y a las noches el sueño.
El profeta 21
20 Sholem Asch manos por sobre sus cabezas y parecieron lanzarse a los
Repentinamente, los heraldos tocaron una fanfarria y aires cuando vieron la figura central que descendía de lo
anunciaron que, por orden del rey, aparecería ante la alto. Las plañideras bajaron peldaño a peldaño, lamen-
concurrencia Gimil-Ishtar, la ramera adepta principal tándose y llorando al pisar solemnemente la escalera
del Templo de Ishtar, para interpretar el papel de la al compás del gimiente treno que surgía de sus labios.
diosa que baja al averno, la morada de la tiniebla eter- Esclavos que tocaban el laúd acompañaron a la esca-
na, a fin de presentarle batalla al dios infernal y obli- lera a las mujeres y muchachas que sollozaban y cuando
garle a devolver de entre los muertos a Tammuz, su el llanto de las plañideras se extinguió, se oyó la voz
hermano y señor, para que con su resurrección del linde de Ishtar, la voz de Gimil:
del que nadie vuelve regresara la primavera, trayéndole
nueva vida a la tierra. "Gimiendo lloraré a los héroes que abandonaron a
El vibrar de la fanfarria despertó a los invitados de [sus esposas;
su sopor y disipó su letargo. Escalofríos de aprensión gimiendo lloraré a las vírgenes que perdieron a sus
circularon de lecho en lecho. Los sacerdotes de Bel Me- [amantes;
rodach se sintieron turbados y deprimidos, mientras que con luto plañiré amargamente al hijo único
los castrados sacerdotes de Ishtar se mostraban estupe- cuyo día no había amanecido aún
factos. El rey estaba profanando el culto de Ishtar al cuando lo arrebataron y dejó de existir."
ordenar una representación de aquel ritual en su pala-
cio y no en el templo de la diosa. Reinó un profundo Así se lamentaron Gimil y las mujeres, repetidas ve-
silencio, mientras un terror mortal petrificaba a la ces, deplorando el amor que el hombre ha perdido,
concurrencia. Varios esclavos desnudos se acercaron re- llorando a la vida, a la naturaleza, hasta que Ishtar
pentinamente al trono, blandiendo largos cuchillos. Los llegó a una puerta cerrada con llave que separaba la
escoltaban soldados provistos de armaduras y lanzas. Los catacumba.
dos esclavos negros como el ébano que sujetaban al león Extendió su cuerpo sensual en el más absoluto aban-
y al leopardo encadenados, dieron un paso atrás, pero j d o n o y se dejó caer contra el pórtico, golpeándolo con
permanecieron alerta junto al trono, prontos a ejecutar los brazos abiertos. . y
la menor de las órdenes de Baltasar. Los sacerdotes ini-
ciaron el ritual superior del culto de la diosa Ishtar. rv^j "Oh, portero, ábreme tus puertas, ábreme tus puertas,
Una gran cortina se descorrió, descubriendo un tramo o las separaré, rompiéndolas.
de majestuosos peldaños que bajaban a una catacumba. Armaré a los muertos;
Los invitados distinguieron las formas de Ishtar, quien los muertos devorarán a los vivos;
se deslizaba sinuosamente hacia las profundidades. Un porque los muertos son más poderosos que los vivos."
negro velo la cubría de la cabeza a los pies y una tras-
parente gasa pendía de su frente. Muchachas y mujeres El guardián de la puerta del silencio apareció bajo la
de diversas edades, con el cabello suelto y los cuerpos apariencia de un ángel destructor, tocado con un casco
cubiertos de finísimos velos oscuros, rodearon a la diosa cónico de cobre y le gritó a Ishtar:
y se abandonaron a amargos lamentos. Se golpeaban —Con suavidad, con suavidad; no rompas la puerta.
los desnudos senos con los puños y luego alzaron las
22 Sholem Asch El profeta 23
Mira, voy a anunciarle tu llegada a la reina de las re- De modo que Ishtar franqueó puerta tras puerta y
giones oscuras. ante cada pórtico le arrancaron uno de los velos hasta
Se fué y al cabo de un instante volvió a Ishtar, quien que, finalmente, salvo un angosto ceñidor que le rodea-
esperaba. ba los ijares, se paró completamente desnuda ante la
—¿Por qué debiste venir a las puertas del silencio? puerta final.
Le contestó el coro de plañideras parado en la es- Allí, tuvo que quitar la última barrera que la sepa-
calera: raba de la desnudez. Reveló su cuerpo, con su abundan-
te cabellera ensortijada como única protección, mien-
"¡Ay, ay de los hombres obligados a abandonar a sus tras el guardián le abría la última puerta y desapareció.
[esposas! Un asombrado silencio se enseñoreó del concurso cuan-
¡Ay, ay de las mujeres arrancadas a los brazos de sus do dejó de verse la diosa. Las muchachas y mujeres que
[maridos! se habían rezagado en lo alto de la escalera prorrum-
|Ay, ay del niño intempestivamente arrebatado!" pieron en amargos lamentos. Volvió a vibrar el treno
y volvieron a oírse las voces, que entonaron lentamente,
Llegó una voz desde las profundidades de la cata- susurrando, murmurando, un cántico:
cumba:
—¡Abridle la puerta! "Ishtar ha desaparecido, ha desaparecido;
Hablaba la reina del averno. el toro no se encabrita ya sobre su compañera,
—Abridle la puerta y hacedle lo que disponen las el asno no cubre ya su hembra,
antiguas leyes infernales. el hombre no se acuesta ya sobre su esposa.
El portero abrió de par en par las puertas ante Ishtar. Solo en su lecho dormita el hombre;
—¡Ven, oh, poderosa reina! Bendita sea tu venida a solitaria, solitaria está la mujer en su cama."
la morada de las sombras.
Y al decir estas palabras, la atrajo y le arrancó el Y repentinamente, entre los gemidos y lamentos, sur-
velo que pendía sobre la frente. gió de las profundidades de la catacumba la voz de
—¿Por qué, oh, guardián, me arrancas el velo de la Ishtar: era una voz gozosa, ascendente y que se exaltaba
cabeza? en un grito de triunfo:
—Es la ley del reino infernal que está ahí abajo. La
ley del averno es tu ley si deseas franquear las puertas "He impregnado mis ojos en kohl;
de las sombras de la muerte. el perfume de los cedros brota de mis hombros;
El portero le hizo cruzar el umbral y ante Ishtar apa- el brillo de la luna de Sin, mi padre,
reció otro pórtico. Nuevamente, el portero se le acercó ha vestido mi cuerpo con la pureza del alabastro.
y le arrancó el grueso velo negro que fajaba su cuerpo. He tejido una guirnalda sobre mi frente,
—¿Por qué, oh, guardián, quitas lo que oculta mis el sabor de mis carnes es el dulce sabor del cedro;
carnes? ¡Regocíjate con eso y alégrate,
—Es la ley del dominio real del averno. La ley del Tammuz, hijo mío,
averno es tu ley. Tammuz, hermano mío,
24 Sholem Asch El profeta 25
Tammuz, amado mío! T u brillo resplandece en la ciudadela de Sin y
¡El que despierta cuando toda planta despierta, [Shamash.
desde las entrañas de la noche, desde las entrañas de T u rayo ilumina el corazón de los cielos.
pa muerte, ¡Ishtar, te llaman la diosa del cielo!
y vuelve a mí desde el más allá, Deja que el pueblo te reverencie y santifique,
desde más allá del río!" deja que se bañe en tu luz divina,
para que tu esplendor se derrame sobre él."
Las plañideras se desembarazaron de sus negros velos
de duelo y se pararon sobre la escalera. Los sacerdotes concluyeron su súplica y los grandes y
Los sacerdotes castrados, compelidos a pesar de su poderosos príncipes de Babilonia se levantaron y pasa-
ira a intervenir en la ceremonia, se dividieron en dos ron en tropel ante el regio estrado de Gimil-Ishtar.
filas y le formaron un camino a Ishtar-Gimil cuando El primero en bajar de su trono con majestuosa dig-
salió de la catacumba. Una corona de oro en que cen- nidad fué Baltasar, con la capa real sobre los hombros
telleaban brillantes coronaba su cabeza y su carne fulgía y la corona cincelada sobre la cabeza. Se inclinó ante
entre las ondulantes trenzas que brillaban sobre su cuer- Gimil, tomó entre sus dedos un puñado de especias y
po como una hermosa capa de oro. Sus senos estaban lo arrojó en el incensario. Lo siguieron los grandes dig-
aprisionados en cuencos de oro; el angosto ceñidor, bor- natarios de Babilonia, los portaabanicos, los legados de
dado con hebra de oro e incrustaciones de piedras pre- las provincias, los comandantes de sus ejércitos, los prín-
ciosas, cubría su desnudez. Sus ojos estaban subrayados cipes por cuyas venas fluía sangre real, los reyes que
con pintura verdosa y pesados adornos pendían de los traían su tributo a Babilonia; todos los que tenían de-
lóbulos de sus orejas. Anchos brazaletes centelleaban recho a peinarse las barbas formando tres puntas. Todos
sobre sus brazos y las ajorcas de sus pies tintineaban ellos se acercaron en respetuosa genuflexión, hincándose
cuando subió lentamente. sobre una rodilla ante Ishtar, desnuda en el trono de
Los sacerdotes castrados del templo de Ishtar se ali- su divinidad; ante Ishtar, cuyas carnes revelaban su ra-
nearon detrás de ella, en una procesión que concluyó diante color blanquirrosa bajo la abundancia de su ca-
por entronizarla sobre una silla de oro puro. Desnudos bello rojo, como si las formaran rayos de luna y de sol.
del ombligo para arriba, ocultos apenas los genitales Sus anchos y flexibles i jares parecían tallados en ala-
por triangulares mandiles blancos, los ojos subrayados bastro, como el cuerpo de un ídolo, mientras el rosado
con verde, empezaron luego a quemar incienso como esplendor de su piel, que descubrían las dispares trenzas
ofrenda sobre un brasero colocado junto al trono. Se rojizas, irradiaba un hechizo y encendía una quemante
postraron ante Ishtar, alzaron sus manos en gesto de fiebre en las venas y en el ser de todo varón.
plegaria y sus labios se movieron en un salmo:

"¡Levántate, Ishtar, levántate!


¡Reinas por encima de todos los dioses»
porque no hay brillo como tu brillo!
¡Te llaman estrella, oh, Ishtar!
El profeta
que usaba y los sutiles ungüentos con que se frotaba
las carnes le ganaron notoriedad entre los nobles de
Babilonia. Éstos rivalizaban entre sí para ganarse sus
favores y el precio que exigía Gimil era alto. En poco
tiempo alcanzó tal reputación en toda Babilonia como
CAPÍTULO II una de las cortesanas más codiciadas que hasta los ser-
vidores de Bel Merodach repararon en ella y el Sumo
Gimil, el nombre de aquella mujer, estaba en todos Sacerdote decidió recluirla en su santuario para que
los labios en la ciudad. El color rojizo de sus cabellos fuese adepta de la diosa de las rameras.
contribuía no poco a su fama; porque una pelirroja También reparó en ella Baltasar, el príncipe regente.
era un espectáculo raro en aquella metrópoli. Los hom- Se disponía a llevarla a su Casa de Mujeres; pero Gimil
bres la miraban con lascivia y los grandes dignatarios sentía una profunda aversión por la nueva dinastía ba-
la deseaban, ansiando conseguirla como concubina para bilónica que desposeyera a los herederos legales de Na-
su harén. bucodonosor y apeló a toda clase de tretas para librarse
Gimil era hija de un comandante en jefe, de un pro- del harén real. En el ínterin, los sacerdotes de la todo-
minente aristócrata de la corte imperial de Nabucodo- poderosa secta del templo de Bel Merodach habían ten-
nosor. Pero cuando la dinastía que le sucedió eliminó dido sus redes para capturarla y llevarla a su santuario.
a todos los miembros de aquella casa real, su padre cayó Esto, no le dejó a Gimil más alternativa que rendirse
en desgracia y fué exonerado de su cargo. Gimil no al príncipe. Para impedir que cayera en manos de los
podía confiar ya en alcanzar un rango honroso como sacerdotes de Bel Merodach, Baltasar la confió al cui-
legítima esposa de uno de los flamantes señores del rei- dado de los sacerdotes castrados de Ishtar. Para esta
no o de cualquier otro miembro de la nueva aristocra- secta, famosa por el papel que desempeñaban en el
cia que surgía. Como su encumbrado linaje la enorgu- culto las adeptas del templo, Gimil significaba el más
llecía demasiado para resignarse a ser una de tantas precioso de los haberes. Era el imán que atraía a los
concubinas en la casa de uno de los grandes, tomó por hombres prontos a reverenciar a la diosa Ishtar y se
mal camino. convirtió en la fuente principal de ingresos del san-
Cuando era todavía una muchacha, Gimil no tardó tuario.
en descubrir las mágicas virtudes de su cuerpo y que Una de las bases sagradas del culto de Ishtar obligaba
éste podía llegar a ser un sucedáneo satisfactorio de la a toda mujer que creía en la diosa y la adoraba en su
pérdida de su estirpe, ahora despreciada. Notó que su templo a entregarse, por lo menos una vez en su vida,
atracción física era la clave de su dominio sobre los a un desconocido. Este deber era general, sin distinción
hombres y ya en los albores de su juventud ansió ex- de edad ni de jerarquía. Toda adoradora de Ishtar de-
plotar los dones de que rebosaba su cuerpo y usarlos bía permanecer sentada en el santuario con el rostro
para saciar sus deseos. Una aureola de jadeante con- velado y exponer su desnudez a los lujuriosos ojos de
cupiscencia, que brotaba de su maduro cuerpo como un los desconocidos. Si un hombre se detenía ante una mu-
pesado perfume, embriagaba a los hombres más aún jer y quería tener comercio sexual con ella, en señal
que sus lascivos gestos. El sabor de los raros bálsamos de su deseo, debía colocarle sobre el pecho una moneda
28 Sholem Asch
de plata o algún otro objeto de valor. Entonces, la El profeta 29
mujer estaba obligada a ceder a su concupiscencia. Este Gimil, prediciendo el futuro y solucionando muchos
don era retirado por los sacerdotes, como una ofrenda misterios ocultos. Por su intermedio, las mujeres podían
a la diosa Ishtar. formularle a Ishtar las preguntas caras a sus corazones:
Además de esta prostitución obligatoria, que dirigían si serían fecundas y alumbrarían un hijo varón, qué
los sacerdotes de Ishtar, el templo contaba con adeptas suerte correrían sus animales domésticos, qué rendi-
que eran rameras permanentes o "kedeshot". Durante miento darían sus campos, qué remedio tendrían sus
la fiesta de primavera, cuando Ishtar bajaba al averno males. Las respuestas brotaban de los labios de Gimil-
para pedir que liberaran a Tammuz de las ligaduras Ishtar con una conmovedora monotonía musical. Las
del sueño mortal y lo devolviesen a la tierra a fin de respuestas eran formuladas en forma de oráculo, de un
renovar la fecundidad y fertilidad de ésta, las "kede- modo equívoco, susceptible de interpretaciones contra-
shot" participaban en las más salvajes orgías en el tem- dictorias. Parecía que Ishtar había penetrado realmente
plo, en honor del resucitado Tammuz que volvía. en el cuerpo de Gimil alojándose en él como un espí-
Como adepta principal de Ishtar, una de las funciones ritu familiar. En esta forma, el culto de Ishtar obtuvo
de Gimil era acicatear el entusiasmo de las mujeres por miríadas de nuevos adeptos entre los babilonios ale-
aquel culto inmoral cuando venían a lamentarse por jando a los creyentes de los santuarios de otros dioses,
Tammuz. Tenía que excitarlas con la idea del dios que sin excluir el de Bel Merodach, el poderoso.
había vuelto a la vida y al vigor. Gimil descollaba en su Los celos que les inspiraban los eunucos servidores
encarnación de Ishtar y sabía contagiarles su ardor a de Ishtar a los sacerdotes de Bel Merodach ardían como
las mujeres y a los hombres como si la poseyera real- una llama. Éstos tejían sin cesar tortuosas redes conspi-
mente el lascivo y erótico espíritu de la diosa. Cautiva- rativas para arrancar a Gimil del templo de Ishtar y
ba totalmente los sentidos. Su lozano cuerpo se retorcía llevársela a su santuario. Una cortesana de tanto éxito
y forcejeaba en todos sus miembros, sus ojos miraban y en la cual se encerraba tan evidentemente el espíritu
de un modo salvaje y extático la lejanía; repentinamen- de la deidad estaba destinada sin duda al servicio de
te entonaba un cántico. Su ardiente canto de los senti- Bel Merodach el poderoso, y si no venía a ellos por su
mientos de Ishtar cuando, empujada por su apasionado propia voluntad no dejarían de llevársela por la fuerza.
deseo, une su cuerpo al de su marido Tammuz resuci- Pero aunque la ley les permitía consagrar a Bel Me-
tado conmovía a los adeptos hasta lo más hondo. Se rodach a la mujer que quisieran, a los sacerdotes les
precipitaban en tropel al templo para contemplar con habían advertido que no apelaran a medidas extremas.
sus propios ojos aquel insólito milagro: una "kedeshah" Fué el príncipe regente quien decidió que Gimil debía
que encarnaba a Ishtar de tal modo que parecía real- quedarse en el santuario de Ishtar porque allí él ten-
mente la carne de su carne y el espíritu de su espíritu. dría acceso hasta ella. Perdería ese privilegio si Gimil
Los sacerdotes la elogiaban en forma desmedida y por pasaba al servicio de Bel Merodach, en el templo de
Babilonia se propagó el rumor de que Ishtar había ele- E-Sagila. Baltasar era el todopoderoso protector de la
gido realmente el cuerpo de Gimil como morada física. "kedeshah" y su autoridad bastaba para impedirles a los
Los sacerdotes alentaron esta superstición y anunciaron sacerdotes de Bel Merodach que lograsen su objetivo
además que Ishtar hablaba con los labios humanos de por la fuerza.
30 Sholem Asch El profeta 31
Los principales dignatarios de Babilonia y su nobleza, a la imagen del dios. Al Sumo Sacerdote lo consumía
a quienes invitaran a la fiesta de palacio, se hincaron la ira porque no había logrado llevarse a la hermosa
reverenciando a la diosa Ishtar, a pesar de que el litual Gimil y retenerla en los salones del dorado santuario
había tenido lugar en los salones reales y en una at- de Bel Merodach, en E-Sagila. Sólo a él, el Sumo Sacer-
mósfera mundana. Al hacerlo, algunos murmuraron una dote de Sharezer Bel, le sería permitido entonces penetrar
protesta contra la profanación de un rito religioso, en el sanctasanctórum donde moraba el dios y re-
pero la mayoría se inclinó con verdadera buena volun- cibir de los labios de Gimil lo que le dijera la deidad.
tad, hasta con entusiasmo, porque sus sentidos habían Sólo él estaría entonces con ella, ya que, como jefe de
sido atrapados sin remedio por la red de seducciones los servidores del dorado dios, era el único que podía
de la "kedeshah". atender a Bel Merodach. Baltasar estaba muy satisfecho
Pero dos grupos de invitados se abstuvieron de hin- de haber logrado apoderarse de la deslumbrante Gimil
carse ante Ishtar, negándose a postrarse ante el trono de antes de que la atraparan los sacerdotes del dios. Esto
su divinidad y a ofrendarles incienso a sus fosas nasales. era otro triunfo sobre sus rivales y enemigos del círculo
Uno de ellos era muy numeroso y lo formaban los ofi- sacerdotal y las familias de sangre real. Ese odio existía
ciantes de Bel Merodach, a quienes encabezaba el Sumo desde hacía largo tiempo, desde que su padre Nabo-
Sacerdote, Sharezer Bel. Estaban sentados aparte y sus nidus empezara a honrar a otros dioses, trayéndolos a
largas y rizadas barbas, sus cascos cónicos y mandiles de Babilonia para debilitar la influencia de los sacerdotes
color, todo su aspecto, sugerían más bien un glacial de Bel Merodach sobre el pueblo babilonio.
desdén. Expresaban abiertamente su amargura y su ira La ira del príncipe regente se proyectaba sobre otro
ante esta profanación del culto de Ishtar, consagrado grupo más, que mostrara su desdén por el santo ritual
por tantas generaciones. y cuyos rostros indicaban una perversa negativa a par-
El astuto Baltasar sabía perfectamente que la hostili- ticipar. Pero aunque Baltasar tenía que abstenerse de
dad reflejada por los semblantes de los sacerdotes de censurar a los todopoderosos sacerdotes de Bel Mero-
Bel Merodach y su negativa a participar en el culto no dach, podía desahogarse a sus anchas contra aquel grupo
se debían a la profanación del ritual. Estaba convencido y decidió infligirle un merecido castigo en el acto.
de que los devoraba la envidia porque Gimil, la peli- En un sitio de honor, en uno de los rincones de la
rroja, la cortesana, le estaba proporcionando una am- cámara del trono, estaba recostada sobre los lechos del
plia fama al templo rival de los sacerdotes de Ishtar. festín la más alta nobleza de los desterrados de Judea.
Tampoco se le escapaba la franca demostración de des- La encabezaban los miembros de la casa real de David.
contento del poderoso Sharezer Bel, Sumo Sacerdote de Desde que Evil Merodach, hijo de Nabucodonosor, li-
Bel Merodach, en presencia de todos los invitados. Ahí berara de su celda a Conías, rey de Jerusalén y le devol-
estaba sentado Sharezer Bel, con una ira salvaje Harneán- viera su jerarquía regia, dándole un grado superior al
dole en los ojos muy abiertos y de mirar fijo, sin rastro de los demás príncipes vasallos que podían sentarse en
de pestañas ni de cejas. Él era el único sacerdote a quien la corte, a sü familia la autorizaron y aún la obligaron
se le permitía acercarse al ídolo Bel Merodach. Por eso, a asistir a todos los actos ceremoniales de palacio. La
no debía tener un solo pelo sobre el cuerpo para evitar alojaban en los aposentos reales, habiéndosele asignado
que, por un azar fatal, pasara desde allí alguna pulga uno de los cuadriláteros próximos a la Avenida de las
32 Sholem Asch El profeta 33
Procesiones, adyacentes a la Puerta de Ishtar. El tesoro con su capacidad de olvido y de negligencia en el país
real cubría algunas de sus necesidades. En tiempos de de sus antepasados.
C'onías, su sector era conocido con el nombre de salón Por eso, la pena y el terror oprimieron sus corazones
del rey de Judá. Más tarde, los babilonios lo llamaron cuando Baltasar, quien obraba como si fuera ya real-
el palacio de los príncipes de Judea, mientras que, para mente rey de Babilonia, convirtió la alegre fiesta a la
los judíos desterrados, era el palacio de la Casa de Da- que los invitaran en un acto de culto pagano y glorifi-
vid. Ya no sobrevivía nadie de los que ocuparan el cación de la diosa Ishtar. Desde los días de Evil Mero-
trono de su reino y por eso se le discernía la jerarquía dach los habían librado de participar en aquel culto,
de príncipe a todos sus descendientes inmediatos y a to- sin obligarlos siquiera a presenciar su liturgia. Por eso,
los rostros de los desterrados no pudieron disimular su
dos los habitantes de Babilonia que podían proclamar
angustia, hecho que no se les escapó al rey y a sus dig-
su parentesco con la Casa de David.
natarios.
Mucho antes, en tiempos de Nabucodonosor, los ju-
díos, a diferencia de los demás pueblos cautivos en —Advierto que todos los reunidos aquí, los gober-
Babilonia, habían librado una enconada lucha por el nantes de las provincias y los representantes de los nu-
derecho a seguir practicando la religión que trajeran merosos pueblos de nuestro gran imperio, honran y glo-
de su país natal y de no rendirles culto a los dioses rifican a la madre de los dioses, la reina de los cielos,
locales. Muchos de los desterrados habían sufrido el Ishtar la santa —exclamó Baltasar—. Sólo los príncipes
martirologio por lealtad a su fe ancestral. Algunos fueron de Judá se abstienen de hacer lo que exige la ley y
quemados vivos en hornos, otros arrojados al cubil de otros judíos aquí presentes siguen su ejemplo.
los leones, y otros, en fin, sufrieron una lenta muerte Las cabezas de los desterrados y de los que estaban
con torturas de todo género. Pero la furia y decisión jsentados detrás de ellos palidecieron de miedo. Petrifi-
del opresor no logró quebrantar el espíritu de los sobre- cados, se quedaron inmóviles en sus asientos con la gar-
vivientes. Se mantuvieron firmes hasta que, finalmente, ganta reseca, los labios apretados y los corazones trému-
en tiempos del propio Nabucodonosor, lograron ciertos los de terror, sin saber qué contestar.
derechos. Podían habitar en aldeas independientes en Zerubabel, nieto del rey Conías, fijó sus ojos en su
el interior del país, formar barrios especiales en las ciu- padre Shaltiel, el primogénito de la Casa de David,
dades, observar sus festividades y días santos cuando revelando a las claras en su semblante juvenil el temor
correspondía y a su usanza y construir sinagogas. Estas que ardía en su corazón. ¿Hablaría el primogénito del
fueron las primeras que se levantaron entre los judíos real linaje y, en nombre de sus antepasados David y
desterrados. Con ellas, apareció cierto refinamiento en Salomón, le diría a Baltasar la Palabra que cruzaría
el ritual de la plegaria en el destierro. Los exilados como una llamarada la galería de las generaciones fu-
volcaban en ellas su apasionado apego al Dios de Jacob, turas? ¡No! El primogénito de la Casa de David guar-
su nostalgia de Jerusalén y sus esperanzas de un pronto daba silencio. Pero el joven Zerubabel se levantó para
rescate. Fué allí, cosa extraña, donde los jefes del pue- hablar en nombre de su casa y de los ancianos de Judá
blo, quienes no se interesaran hasta entonces por su quienes estaban sentados con la cabeza inclinada y el
religión, sintieron un ardiente celo por el Dios de Sión, labio reacio, como unas imágenes de piedra que escu-
observaron Su ley con una devoción sólo comparable charan servilmente las palabras de Baltasar.
El profeta 35
34 Sholem Asch
Un débil y ahogado gemido surgió del rincón en que
—jOh, gran rey, que tengas vida eterna! Si eso le es
estaban sentados los jefes de los desterrados.
grato a la vista del rey, permite que el más joven de la
Los soldados entraron en procesión, con el Señor del
Casa de David diga una palabra en nombre de mi padre
Tesoro a la cabeza. Cada uno traía un vaso de oro o de
y de los ancianos de Judá. El gran rey Evil Merodach,
plata, incensarios, cántaros y grandes copas. Como mo-
en su gloria y poder, tuvo la gracia de liberar a los que naguillos que intervienen en un ritual, se encaminaron
vinieran a Babilonia como desterrados de Judá del solemnemente y con aire respetuoso hacia la larga mesa
deber de rendirles culto a los dioses locales. Nos dio cubierta de preciosos flecos. Sobre ella colocaron la
fuerzas para que pudiéramos adorar a nuestro propio vajilla delante de la reina entronizada de las rameras
gran Dios. adeptas de la diosa, Gimil.
—Has cometido dos pecados, oh princesillo de Judá —le
El centelleo del oro y la plata, modelados en extrañas
replicó inmediatamente Baltasar, con reprimida ira—.
y exóticas formas, fascinó todas las miradas. Hasta en-
T e has atrevido a calificar de Gran Rey a Evil Merodach
tonces, ninguno de los invitados había tenido el privi-
y lo has hecho en presencia del heredero de Nabonidus
legio de ver semejante vajilla en ninguna corte real ni
y sus poderosos antepasados. Además, has tenido la pre-
en ningún templo. Su curiosidad los hostigó y muchos
sunción de llamar Gran Dios al Dios de Judá en presen-
de ellos se atrevieron a levantarse de sus lechos y a
cia de la gran diosa, madre de los dioses y reina de los
acercarse a la mesa, sobre la que yacía la vajilla ro-
cielos, que se llama Ishtar y en presencia de los sacer-
bada al misterioso templo de Jerusalén. Y escudriñaron
dotes del gran dios de Babilonia Bel Merodach. Vuél-
de cerca aquellos objetos sagrados del extraño y famoso
vete a sentar, oh príncipe de Judá, y ya te haré saber
Dios de Judá, cuya imagen nadie viera nunca, pero
mi voluntad y mi decreto. Si los ancianos de Judea,
cuyo nombre se había difundido entre las naciones.
sus príncipes y nobles que están en Babilonia y las pro-
vincias que le pertenecen se niegan a rendir tributo y Los exilados alzaron las puntas de sus vestimentas,
homenaje a la diosa Ishtar, su propio Dios hará lo se cubrieron los rostros para no profanar con su mirada
mismo y le rendirá homenaje a la gran diosa. ¡Eh! la santidad de la vajilla y en su rincón de la sala volvió
¡Tesorero Mitrádatesl a oírse el gimiente sollozar ahogado.
El Señor del Tesoro, Mitrádates, se levantó de entre Baltasar se irguió altivamente y con soberbia. Su
los más próximos al rey: la cadena que simbolizaba su cónica corona se elevaba como una torre sobre su ca-
cargo brillaba bajo su rizada barba. Se postró ante el rey beza. Avanzó majestuosamente hacia la mesa y se detuvo
y dijo: ante ella, para elegir entre las numerosas piezas. Final-
—Bastará con que se dé a conocer la voluntad del mente, le señaló una copa al copero principal y tendió
gran rey para que sea cumplida inmediatamente. la mano. El servidor escanció vino llenándola hasta el
borde y se la ofreció al rey, quien la alzó hasta Gimil,
—Vé, saca del tesoro la vajilla de oro y plata que tra-
la adepta de Ishtar y exclamó:
jeron mis grandes antepasados cuando conquistaron el
templo de Jerusalén. Que la traigan aquí, a la sala del —En ti elevo la copa del Dios de Judá para que tu
trono, para que los príncipes de Judá y sus sacerdotes gloria pueda ser exaltada. ]Oh, reina de los cielos, ma-
puedan ofrendarle en ella incienso a la gran diosa y dre de todos los dioses!
beber en su honor en la vajilla de su Dios. Apenas se hubo llevado el vino a los labios, oyó a
36 Sholem Asch El projeta 37
sus espaldas un repentino murmullo, un crujido de ex- prontos a cumplir las órdenes del rey. Nunca se efec-
citados movimientos y un susurro penosamente repri- tuaba una fiesta ni una celebración, un rito del culto o
mido. El terror y la consternación cundían en la sala, juegos o diversiones sin consultar antes a los astrólogos
al principio como el murmullo de una leve brisa, luego para investigar qué destino le reservaban las estrellas
acentuándose como un furioso remolino. Baltasar se y los planetas al rey de los reyes.
volvió hacia la concurrencia y contempló una multitud Los astrólogos se pararon ante la inscripción en sus
de ojos que miraban absortos saliéndose de las órbitas vestimentas multicolores y sus altos y característicos
y de bocas abiertas de terror. Lo que concentraba el sombreros cónicos, algunos de ellos provistos de cuer-
asombro de los invitados era un punto de la pared, nos y contemplaron las palabras. Se consultaron, argu-
situado exactamente debajo de una losa que represen- mentaron y discutieron, pesando lo escrito y examinán-
taba a Nabucodonosor sentado en todo su esplendor en dolo, absolutamente incapaces de extraerles algún
el trono, mientras sus verdugos decapitaban a los judíos sentido. Entre ellos, Baltasar y sus paniaguados, sin
cautivos y los depositaban a sus pies. Allí, en la pared, aliento y en tensión, esperaban con impaciencia su in-
debajo de esa misma losa, los dedos de una mano hu- terpretación. Finalmente los astrólogos se apartaron del
mana trazaban unos prodigiosos símbolos místicos en muro, se postraron de cara al suelo y exclamaron con-
una escritura desconocida. Luego la mano desapareció dolidos:
lentamente, pero lo escrito quedó en la pared. —¡Oh, eterna vida al gran rey! ¡La interpretación de
Bajo su cónica corona Baltasar palideció, sus rodillas esas palabras nos está oculta, oh gran rey!
se aflojaron y entrechocaron, se estremeció y poco le —¡Haced venir a los magos, a los magos! —gritó Bal-
faltó para desmayarse. Asimismo, todos los invitados, tasar, con voz ahogada.
todos los nobles y poderosos de Babilonia sentían un Se adelantaron los magos, envueltos en capas salpica-
temeroso horror. Sus ojos revelaban su absorta desola- das de estrellas. Traían una fuente de pórfido sobre la
ción. La copa se le escapó de la mano a Baltasar y cayó cual yacía el hígado de un animal que acababan de
al suelo. Ya no veía a la "kedeshah", a Gimil-íshtar, sacrificar. Examinaron la inscripción, comparándola con
quien había desaparecido por completo de sus pensa- la configuración de las venas y demás vasos sanguíneos
mientos. Los demás olvidaban hasta su existencia. Sus del hígado. También ellos iniciaron una violenta dispu-
horrorizados ojos no se apartaban de la enigmática ins- ta; también ellos pesaron, analizaron, discutieron. Pero
cripción, que sobresalía en la pared con tanta claridad como los astrólogos, tampoco los adivinos y nigroman-
como si la hubiesen tallado en relieve con un punzón tes pudieron arriesgar una explicación. Finalmente, se
de diamante. Silenciosa, insistentemente, las palabras acercaron al monarca, se postraron ante él de cara al
parecían exigir una interpretación. ¿Qué significaban, suelo y gimieron:
qué querían dar a entender, qué había de oculto en esos —¡Oh, eterna vida al gran rey! ¡La interpretación
símbolos? nos está oculta! ¡Tú eres el gran rey!
—Los magos, los astrólogos, los adivinos. .. ¿Dónde —¡Borradla, hacedla desaparecer! —vociferó Balta-
están? —exclamó finalmente Baltasar, con voz entre- sar—. Ya que ese dios extraño no quiere que conozcamos
cortada. su secreto, borradlo y que permanezca oculto. Tenemos
Sus servidores estaban en sus puestos como siempre, nuestros propios dioses. Son más fuertes que él. ¡Gran-
El profeta 39
38 Sholem Asch
sus criadas. El miedo y el temor se enseñorearon de
des de Babilonia! Reverenciemos y santifiquemos a la
la sala del trono cuando entró. Los poderosos de Babi-
gran diosa Ishtar, la reina de los cielos. lonia, los capitanes del ejército y hasta los sacerdotes,
Ya habían llamado a criados hábiles en la tarea de todos se levantaron de sus lechos y le dieron la bien-
revocar paredes, quienes trataron de borrar la inscrip- venida con una gran reverencia. Era la reina viuda, la
ción, raspándola con unas toscas piedras muy filosas. viuda de Evil Merodach, el último sobreviviente del
La leyenda desafió todos sus esfuerzos y debieron cu- linaje de la antigua dinastía de Nabucodonosor el
brirla con arcilla fresca. Grande. Los nuevos gobernantes se habían apiadado de
—Volvamos al culto de nuestra diosa —exclamó el rey. ella al adueñarse del poder, la respetaban y la dejaban
Pero su voz sonaba a hueco, como si surgiera de un vivir.
tonel vacío. Todos los ojos estaban fijos en la pared. Las doncellas condujeron a la anciana reina hacia
Acababan de tapar la inscripción cuando reapareció, Baltasar. La viuda se paró ante el rey, sostenida por
atravesando las húmedas capas de yeso y asomando so- los brazos de sus criadas y habló, con voz clara:
bre la nueva superficie de la pared con tanta claridad —¡Vida eterna al gran rey! Que no te apenen tus
y en forma tan visible como antes. Por más gruesa que pensamientos ni se ensombrezca tu rostro. Haz venir a
fuese la capa de yeso que colocaban sobre el muro los Daniel y él te explicará el sentido de esas palabras.
frenéticos yeseros con sus paletas, la inscripción resur-
—¿Quién es ese Daniel que tiene el poder de explicar
gía. A cada uno de los presentes le parecía que aquellas
lo que no logran comprender los astrólogos y adivinos
palabras le estaban destinadas específicamente a él y
y todos mis sabios? —preguntó Baltasar, maravillado.
sólo a él y taladraban su mente y sus ojos y le exigían
una explicación. Todos los corazones se agriaban de —Es un hombre que reside en tu reino y en quien
miedo ante lo oculto y misterioso; todos los ojos, ate- mora el espíritu del santo Dios. Lo que no pueden
rrorizados, no lograban apartarse de la inscripción. interpretar los adivinos, los magos, los astrólogos, los
nigromantes, los hechiceros y los caldeos, puede inter-
—¿Nadie... nadie puede decirme qué significan esas pretarlo él. Fué Daniel quien explicó los sueños de mi
palabras? ¿Nadie puede descifrar y explicarme lo es- padre, el gran Nabucodonosor, rey de Babilonia.
crito?
Apenas hubo proferido la anciana reina el nombre
El rey desfalleció y en un arranque de desesperación, de Daniel, la memoria de los invitados más viejos ta-
gritó: ladró las mortajas del olvido y recordó los legendarios
—Necesito saberlo. Necesito que me digan qué signi- relatos sobre un extraño sabio a quien dieran fama pro-
fica esa inscripción. ¡Todos necesitamos saber qué nos digiosos hechos y misteriosos dichos.
exigen esas palabras! —¡Daniel! ¿No fué él quien, arrojado al fuego, emer-
Baltasar tendió las manos con aire implorante hacia gió ileso? ¿No fué él quien, arrojado al foso de los
los hombres importantes y sabios del reino. leones, le rezó simplemente a su Dios y los leones se
Mientras suplicaba y los urgía aún, entró a los salo- inclinaron a sus pies?
nes una mujer, acompañada por sus doncellas. Venía —¡Daniel, -el que interpretó los sueños del reyl
de los aposentos interiores. Era muy vieja, seca y arru- —¿Daniel? ¿El más sabio de los hombres? ¿Será po-
gada como una momia. Apenas tenía fuerzas para mo- sible que esté vivo aún?
verse y se apoyaba pesadamente sobre los hombros de
40 Sholem Asch El profeta 41
—Daniel... D a n i e l . . . darlo del contacto profanador de una mano extraña.
Aquel nombre estaba en todos los labios. Los ojos del sabio estaban completamente velados por
—¿Dónde podré encontrarle? —preguntó Baltasar. la sombra de sus blancas cejas. Un albo turbante coro-
—Es uno de ésos... —dijo la anciana reina, señalan- naba su cabeza y la radiante blancura de su barba bri-
do con trémulo dedo los lechos donde estaban sentados llaba sobre la pureza de su nivea vestimenta.
los jefes de los desterrados de Judá. —¡Acércate a mí, oh, hombre de Dios en quien se
—¿De ésos? ¿Es... un judío? agita Su divino espíritu! —dijo el rey—. He oído decir
—Así es. Ellos saben dónde está... que nada te está oculto. Lee la inscripción de la pared
— ¡Oh, príncipes de Judá! ¿Conocéis el sitio donde y dime su interpretación. T e vestiré de escarlata, te
está ese Daniel, sabio para hallar las cosas ocultas y colgaré del cuello una cadena de oro y reinarás sobre
que podrá interpretar esta prodigiosa inscripción? un tercio de mis dominios.
—Vive entre nosotros, cerca de los jefes de los deste- —Guárdate tus dones y dedícale a otro tus honores
rrados de Judá. Junto a la gran puerta. Allí reside con —dijo el anciano, rechazando la cadena de oro que le
sus discípulos, los hijos de los profetas. Si eso le place ofrecía Baltasar—. ¡Pero te descifraré la inscripción, oh
al rey, mandaremos a una delegación para que lo traiga rey! Te diré su interpretación.
a la cámara del trono. Condujeron al anciano Daniel hacia la pared. Se de-
—Enviaré en su busca mi litera real. Lo vestiré de tuvo allí, miró fijamente durante largo rato la leyenda
púrpura, le pondré una cadena de oro al cuello. Reina- y se volvió hacia Baltasar, quien esperaba transfigura-
rá sobre un tercio de mis dominios si lee y me descifra do, pálido y turbado.
e interpreta esa inscripción —exclamó Baltasar. —Te has rebelado contra el Señor de los Cielos; y te
Varios de los principales nobles del rey salieron de han traído la vajilla de Su casa, y tú y tus señores, tus
la sala con una delegación de jefes de los desterrados esposas y tus concubinas habéis bebido vino en ella y
para traer a Daniel en la real litera a la corte. no has glorificado al Señor gracias a quien respiras. Lo
Los invitados volvieron a dejarse caer sobre sus asien- que está escrito sobre la pared es: MENE, MENE, TEKEL,
tos, aturdidos y profundamente turbados por el miste- UPHARSIN. Y su interpretación es la siguiente: MENE, los
rio oculto en la leyenda que los contemplaba desde la días de tu reino están contados; TEKEL, te han pesado
pared. La "kedeshah" Gimil, quien era Ishtar, había sido en la balanza y has sido hallado falto; PERES, tu reino
olvidada por todos y Baltasar tampoco intentó llamar será dividido y entregado a los medos y persas.
la atención de los invitados sobre ella. Los sacerdotes Baltasar, petrificado de horror, contempló en silencio
castrados de Ishtar la velaron de tal modo que ninguno a sus nobles. Éstos, trémulos, le respondieron con una
de los demás la viera. mirada desolada. El monarca a duras penas había logra-
Los jefes de los exilados y los emisarios de Baltasar do ordenar sus pensamientos o decir algo cuando entró
volvieron pronto, trayendo a un anciano que vestía de a la sala un veloz correo, cayó a sus pies y exclamó, ja-
blanco de la cabeza a los pies. A pesar de su edad, les deante:
llevaba una cabeza y aun los hombros de ventaja a los —¡Oh, Señor! Ciro ha franqueado el Tigris en Arbela
jóvenes que lo acompañaban, quienes eran sus discípu- y avanza sobre Babilonia.
los y caminaban rodeándolo de cerca, como para cui- El pánico se adueñó del recinto. Los señores babilo-
Sholem Asch
nios saltaron despavoridos de sus lechos y empezaron a
correr de aquí para allá, en la mayor confusión, con la
indumentaria en desorden y las cuidadas barbas re-
vueltas.
—¡A las armas! ¡Traed los carros de combatel —gri-
taron los generales, entre el tumulto y la consternación,
agolpándose alrededor del desorientado rey.
CAPITULO III U^- W ¿*¿
—¡A las murallas! ]A las defensas! -clamaron otros.
Aquella medianoche, cuando la brillante luz de la
Muchos de los invitados se lanzaron afuera de la sala
luna anegaba las laberínticas avenidas de la fortaleza
sin pedirle permiso a Baltasar. Consternados, se diri-
junto a las murallas de la gran ciudad, dos sombras
gieron presurosamente a otras ciudades para salvar sus
aparecieron cerca de las puertas y se resolvieron en dos
bienes y cuidar de sus familias. Habían desaparecido el
hombres, el uno alto e imponente, el otro raquítico y
orden, la veneración y el respeto que inspiraba la ma-
encogido. Las sombras se proyectaron a lo largo de la
jestad del rey. La disciplina y la férula, impuestas por
muralla mientras ambos paseaban lentamente, en silen-
los gobernantes de Babilonia con mano fuerte y tan
cio y con cautela y conversaban en voz baja:
implacable crueldad a sus propios ciudadanos y a las
naciones sometidas por igual, se esfumaron. El temor —¿Qué dice el pueblo? ¿Quién es el profeta? ¿De dón-
a la muerte dominaba a todos. Privado de consejo, con de proviene? ¿Dónde vivió hasta hoy? ¿Qué ha estado
aire de demente, Baltasar escuchó las diversas órdenes haciendo? ¿Quién podría reconocerlo?
vociferadas con acento salvaje por sus capitanes: Las preguntas que le formulara al enano la imponente
figura trajeada de negro revelaban una insistente y ava-
—¡A las armas! ¡A las murallas!
salladora curiosidad.
No pudo reunir toda la energía necesaria para una
decisión. En el tumulto, la desbandada y la confusión —Nadie sabe quién es, oh, señor Zerubabel. Nadie
general, nadie advirtió la lucha que estalló repentina- sabe de dónde proviene. Nadie lo conoce. Apareció re-
mente entre los sacerdotes de Bel Merodach y los eunu- pentinamente entre los hijos de los desterrados. Se lla-
cos adeptos de Ishtar y en que vencieron los primeros, ma Isaías, como el profeta que vivió en tiempos del rey
más fuertes y numerosos, quienes derrotaron rápida- Ezequías. Como su predecesor, habla en nombre de
mente a los sacerdotes de Ishtar, les obligaron a entregar Jehová. El Verbo de Dios surge de su boca, como ocu-
a la "kedeshah" Gimil y se la llevaron cargada sobre los rriera con el gran profeta.
hombros al templo de Bel Merodach. —¿Y qué opina la gente? ¿Quién es ese Isaías?
—Algunos dicen que es realmente un profeta: que
Dios lo resucitó de entre los muertos para traerles pa-
labras de consuelo y de fe a los desterrados de Babilo-
nia. Otros, afirman que la visión de Isaías habla con
sus labios y que el espíritu de Isaías palpita en su co-
razón. Todos creen que lo envía Dios, como dice. Hay
que tener un corazón duro para no creerle cuando
habla.
44 Sholem Asch El projeta 45
Zerubabel se arrebujó más en su negra capa, guardó Las puertas se abrieron de par en par. Una pequeña
silencio durante un instante y dijo: barca se mecía sobre la superficie del agua y golpeaba
—¿Y él te envió a mí? ¿Para decirme que Seraías, el contra el hueco de la muralla en que estaba anclada.
emisario del profeta Jeremías, vive aún y conserva el La claridad lunar que llegaba hasta la abovedada cá-
pergamino que éste escribió de su puño y letra para mara reveló gradualmente que una oscura sombra de la
los exilados de Babilonia? barca era un hombre de puntiaguda barba negra, es-
—Así es, oh, señor. El emisario de su hijo espera en palda vigorosa y ancha y macizos hombros, quien se
el esquife, a las puertas del canal. Nos llevará a pre- levantó y les ayudó a Zerubabel y Yeshu, el hijo de
sencia del anciano Seraías, quien vive con su hijo en Jehozedek, a sentarse en la barca. En la oscuridad y en
una cabana de barro, a orillas de uno de los afluentes. un sombrío silencio, el hombre se inclinó sobre sus
Allí nos espera. remos. Enfiló la barca por uno de los canales que na-
—Ciertamente, no sabíamos que Seraías, quien les cían de la artería principal y, después de haber recorri-
trajo la carta de Jeremías a los exilados, vive aún. Era do una breve distancia, tomó por un canal menor, una
uno de los que tenían derecho a estar de pie en pre- suerte de arroyo que viboreaba por los campos. Final-
sencia del rey Zedequías y se sentaban a los pies del mente, se detuvo junto a una choza de barro construida
gran profeta. ¡Vive entre nosotros! ¿Cómo pudieron en la orilla.
ocultarnos eso? —¿Neraías, hijo de Seraías? —preguntó el joven Ze-
—Se lo ocultaron a los babilonios por temor a que rubabel.
los delatores lo entregaran al opresor. Seraías vive en —Soy yo. Mi padre os espera.
su cabana del canal esperando la redención, hasta que Neraías los condujo a la cabana donde una tosca lám-
se cumplan las palabras del profeta. ]Lo oirás de sus para de arcilla, a aceite, dejaba escapar un débil fulgor.
propios labios, oh, señor! —Mi padre está acostado en su cama del rincón. Te
Ambos echaron a andar silenciosa y ágilmente hasta ruego que le perdones, oh, príncipe de la casa de los
llegar a la muralla interior que separaba a la ciudad reyes de Judá, si no puede levantarse para saludarte.
del Eufrates. Además de ese baluarte, existía otra gran Querría hacerlo, pero dada su edad sus pies ya no lo
muralla que rodeaba el puerto del río dentro de los sostienen y no puede caminar.
límites de la ciudad. Una red de canales subsidiarios Sobre un banco cubierto de badanas, yacía algo que
unía al río con la capital. A través de abovedadas aber- parecía un montón de huesos envuelto en un pergami-
turas, por debajo de esa muralla, las aguas penetraban no seco y arrugado. La momificada figura trató de in-
en los canales y se esparcían por toda la metrópoli, corporarse y sólo terminó por conseguirlo con la ayuda
mediante un complicado sistema de canales. Además de de su hijo. Con gran esfuerzo, se llevó a los labios la
esas aberturas, cada calle podía ser abordada por agua mano de Zerubabel e inmediatamente comenzó a ha-
franqueando una pequeña poterna que custodiaban los blar. Sus palabras brotaron con claridad.
guardianes encargados del abastecimiento. —[Oh, señor, vastago de los reyes de Judá! Pon aten-
Yeshu llamó a la puerta con un mazo de madera. ción en mis palabras. Dios nos ha hecho beber una
—¿Quién va ahí? copa de ajenjo y de bilis por la mano de su profeta;
—Abrid las puertas por orden del rey. nos ha hecho besar la mano que nos afligía; nos ha
46 Sholem Asch El projeta 47
obligado a caminar en paz con el opresor que despojó Así veía el profeta el futuro en su visión. Pero no hice
la casa de nuestro Dios. Ha vaciado Jerusalén de sus lo que me dijo. No arrojé el pergamino al río."
mejores hijos, reduciéndolo a un desolado páramo, El anciano guardó silencio durante unos instantes.
hasta asemejarlo a un cubil de chacales en las soleda- Tomó aliento, profunda y lentamente, miró con demu-
des. Después de haber obrado tan cruelmente con tu dado rostro la lejanía, como quien evoca visiones de
abuelo el rey Conías, quien se rindió de buena fe con lugares remotos y recomenzó:
toda su familia —para vivir en paz, a fin de que hubiese —¿Por qué no me arrebató Dios la luz de los ojos?
paz en la ciudad—, encerrándolo en una jaula como a Yo habría preferido caminar en las tinieblas a medio-
una fiera de la selva, Nabucodonosor no se contentó día que ver a los descendientes de la Casa de David
con el oro y la plata y los hermosos tesoros que le postrarse en el suelo y ofrendarle temblando la redoma
arrebató a nuestro templo, con la sagrada vajilla de de los óleos del santo templo a Nabucodonosor, sentado
nuestro Señor, con la flor de nuestros hijos, sabios y en el trono de su majestad... N o . . . No. .. Mi corazón
ancianos y los jóvenes aristócratas y nobles. Nos expri- no ha sido desgarrado por el eterno odio a Babilonia
mió la sangre como una bestia famélica con impuestos sino por el dolor y la desolación. El celo por Judá y el
y tasas; y sólo se sació su sed al obligar a nuestro rey ansia de verlo rescatado con Israel destrozaron las cá-
Conías a traerle el resto de los santos óleos que queda- maras de mi corazón. Pero mi fe en la roca de Israel
ba en el templo. Entonces Conías, en su deseo de cal- era un bálsamo para mi corazón y reparó las brechas
mar aquella concupiscencia insaciable, de satisfacer el de sus murallas. De modo que me dije: no son las pro-
hambre voraz de esa bestia maligna, recogió los restos fundidades del Eufrates las que darán testimonio de las
de los óleos, aquel precioso líquido que usara Samuel promesas de Dios. Yo seré un testigo viviente de la
para ungir rey de Israel a vuestro primer antepasado redención futura. Por eso no tiré al río el pergamino
David y que santificaba la frente de todos sus sucesores consolador del profeta Jeremías, como él me lo orde-
de la dinastía y lo trajo a Babilonia. nara. Lo colgué en una bolsita sobre mi corazón y desde
"Yo fui el hombre a quien pusieron a la cabeza de ese día lo llevo allí, como si fueran las tablas del Libro
la caravana real que llevó la sagrada vajilla por el ca- de la Ley. Juré por Dios cuidar el aliento de mis fosas
mino del desierto, como servil tributo al rey de Babi- nasales y el alma de mi cuerpo para vivir y prolongar
lonia. Antes de mi partida vino a verme mi hermano mis días: mantendré viva mi alma en mí hasta que
Baruch, hijo de Neraías, quien anotara las visiones del amanezca el día en que la promesa grabada por Dios
profeta Jeremías. Confió a mi cuidado un pergamino con un punzón de fuego se cumpla y la visión del pro-
escrito de puño y letra del profeta para que yo pudiera feta se realice. Quiero ser un testigo vivo del rescate,
leérselo al rey Conías y se lo hiciese conocer a todos como lo fui de la destrucción.
los grandes exilados al llegar a Babilonia. El profeta "Por eso Dios me ha añadido años y me ha dado una
me ordenó imperativamente que, después de leer el larga vida. Ha vertido fuerza en mis ijares y hálito
pergamino, lo atara a una piedra y lo arrojara a las vital en mis pulmones. Por eso, también, mi corazón
profundidades del Eufrates, para que se hundiera sin no se ha destrozado. Dios me dijo: '¡Vive. ..!' Y viví.
dejar huella ni recuerdo; porque así como se hundiría, Dios me dijo: ' ¡ V e . . . ! ' Y mis ojos han visto y he bebido
así también desaparecería Babilonia para no resucitar. la copa de la amargura hasta las heces."
48 Sholem Asch El profeta 49
Seraías se interrumpió para respirar. ron a uno de los campamentos de desterrados y me
Zerubabel, quien escuchara en éxtasis las palabras confiaron al rey ciego. Me ordenaron que le trajera
del viejo, dijo con impaciencia: a Babilonia vivo. Juré pagar con mi vida cualquier
—Dímelo todo, oh, Seraías. Dímelo todo porque ne- accidente que pudiera ocurrirle. Me dolía el corazón.
cesito saberlo todo. Con todo, me alegré de que Dios hubiese permitido que
—¡Zerubabel, vastago y descendiente de David el rey! me tocara la suerte de cuidar de mi afligido rey del de-
Estos ojos vieron a Zedekías, hijo de Judá, quien se solado Judá.
atreviera a rebelarse contra Babilonia, y a sus hijos y "Una noche, cuando íbamos a Babilonia y habíamos
los niños de su casa cuando los trajeron a Riblah para enclavado nuestras tiendas de campaña en las soleda-
que los juzgara Nabucodonosor. des, nuestros guardianes nos abandonaron. Lo hacían
"Nabucodonosor estaba en su trono y a su lado se a menudo, para dedicarse a sus ídolos, a sus orgías ante
hallaba parado el jefe de los verdugos. Uno tras otro, sus dioses de piedra y hierro. Pero antes me confiaron
trajeron ante él al rey y a sus hijos. Los criados aferra- la seguridad del campamento. Entonces, en las tinieblas
ron a Zedekías y ataron sus brazos al carro de combate de la noche, reuní a los ancianos de Judá que viajaban
del emperador, en tal forma que sus ojos vieran al conmigo y los senté en torno de nuestro rey ciego. Ya
verdugo decapitar a sus hijos. Al caer las cabezas, las durante la travesía yo había aflojado las cadenas de
alzaban de modo que la sangre goteara sobre el trono Zedekías. Entonces, sacándolo de la bolsita que llevaba
de Nabucodonosor y las depositaban luego a los pies sobre el corazón, les leí el pergamino del profeta."
del monarca. Así, masacraron a los príncipes de Judá. El anciano guardó silencio. Lentamente, irguió la
Un hombre decapitaba a la víctima, otro traía la cabe- parte superior de su cuerpo. La vida llameaba en sus
za hasta el trono y un tercero contaba las cabezas cer- arrugadas facciones y el fuego ardía en sus ojos. El
cenadas. Y Zedekías, el rey de Judá, permanecía ama- cuerpo consumido y reseco parecía cobrar nueva vida
rrado al carro de Nabucodonosor y sus ojos contem- como si fluyera por él una misteriosa vitalidad. Tendió
plaban todo aquello. Cuando todos sus hijos fueron la mano —se diría que sus ojos contemplaban otro
ajusticiados, los esclavos de Nabucodonosor le vaciaron mundo—. Comenzó a recitar de memoria las palabras
los ojos a Zedekías para que pudiera llevarse a la eterna del pergamino. Su voz era clara, vital y fuerte:
tiniebla el espectáculo de las cabezas de sus hijos tintas
en sangre y humilladas en el polvo. Luego, a Zedekías "Nabucodonosor, rey de Babilonia, me ha devo-
lo sujetaron con grilletes de cobre y lo arrastraron a rado;
Babilonia, con la cautiva hija de Judá que fuera des- me ha aplastado, me ha convertido en una vasija
terrada. [vacía;
"Entonces yo era un gallardo joven. La fuerza ardía me ha engullido como un dragón;
en mis ijares y mis músculos eran recios. De modo que se ha atiborrado el vientre con mis tesoros;
se compadecieron de mí y me dieron pan para que pu- me ha echado de mi casa.
diera sobrevivir y trabajar como esclavo en Babilonia.
Así, cuidaban de todo joven sano para que pudiera "La violencia hecha a mí y a mi carne caiga sobre
servirles. Los oficiales de Nabucodonosor me destina- [Babilonia
Sholem Asch El profeta 51
50
—El profeta. ¡Fué él quien lo dijo! —exclamaron a
dígalo el morador de Sión; un tiempo padre e hijo.
y caiga mi sangre sobre los habitantes de Caldea, —¿Qué profeta?
dígalo Jerusalén. —El que vino de allí. Repentinamente, se me acercó
como un torbellino y dijo: "Seraías, hijo de Neraías,
"Por eso, dice Jehová: ha llegado el día. Saca el pergamino que te dio Jere-
Ya lo ves, abogaré por tu causa y tomaré venganza mías para que lo arrojaras a las profundidades del
[por ti; Eufrates. Llama a Zerubabel, el nieto del rey Conías,
y secaré su mar y haré secar sus arroyos. quien se sienta entre los desterrados y léele el perga-
mino."
"Así dijo el Jehová de las Multitudes:
—Pero..., ¡en nombre de Diosl ¿Quién es ese profeta
Las anchas murallas de Babilonia se derrumbarán
para que todos presten atención a sus palabras? ¿Lo
y el fuego consumirá sus altas puertas;
conoces? ¿Alguien sabe quién es? ¿Qué milagro ha
y el pueblo parirá en vano y su prole será devorada
hecho? ¿Qué signos ha traído para testimoniar que lo
[por el fuego
ha enviado Dios, realmente? ¡El cielo no lo quiera! Pero
y se agotarán. la mano del mal puede entrometerse para llevar al
pueblo a la desesperación con vanas esperanzas; para
"Y ocurrió que, cuando terminé de leer las palabras causarles la ruina total a los restos de Judá, el cielo
de Jeremías, un amargo llanto brotó de los ojos de los no lo quiera. Jeremías nos mandó una carta de puño
príncipes y ancianos. Lágrimas de sangre fluyeron de y letra de Elasa, ordenándonos que esperáramos la hora
las vacías órbitas del rey. Y se dijeron el uno al otro: señalada durante setenta años. Esa hora no ha llegado
'Ved cómo Jehová nos ha mandado unas palabras de aún. Sólo cuando hayan transcurrido los setenta años,
consuelo por mano del profeta, y también de esperan- recordará Dios el exilio y liberará a los cautivos. Aho-
za, porque Él vivirá con nosotros en el exilio. Volvamos ra, viene un hombre extraño y raro, de quien nadie
al Dios de Israel con nuestros corazones, con nuestras oyera hablar hasta ayer y suscita prematuras esperan-
lágrimas en Babilonia borremos los pecados de Jerusa- zas en los corazones del pueblo. Todos están prontos
lén, para que Dios nos permita volver de nuestro cau- a dejarse arrastrar por él, a escuchar sus palabras como
tiverio.' " si fuera un ángel del cielo. Piénsalo bien y cuida de
El anciano volvió a callar. Zerubabel guardaba si- lo que estás haciendo.
lencio. Transcurrió un instante y volvió a oírse la clara —También tú ansiarás que te lleven las alas de su
voz del anciano. profecía. También tú oirás sus palabras, como si sur-
—Comprendí, entonces, que les llevaba el mensaje gieran de la boca de un ángel enviado por Dios desde
de la buena nueva de la salvación a los desterrados. Les el cielo. Bastará con que mires su rostro y le escuches
llevaba la palabra de la salvación y la promesa. Com- decir su palabra —exclamó el anciano.
prendí que mi deber era cuidar debidamente esa pa- —Por cierto que quiero verlo y oírlo —replicó Ze-
labra hasta que llegara el día. rubabel—. ¿Dónde se le puede encontrar?
—¿Y cómo sabes que ha llegado el día, Seraías? ¿Quién —Prefiere que su morada esté oculta. Aparece y des-
te lo dijo? —preguntó Zerubabel.
Sholem Asch
aparece sin anuncio previo. Los sábados predica en las
sinagogas. El último sábado habló en una congregación
de nuestros hermanos de Belén. El próximo, según un
rumor que ha llegado a mis oídos, estará entre los hi-
jos de Betel, no lejos de aquí, en el campamento de los
ladrilleros, del otro lado de la muralla. CAPÍTULO IV p ^
—¿Irá a visitar a los hijos de Betel, los vastagos de
Samaria, que adoran al becerro de oro? Fueron elimi- Cuando Nabucodonosor desterró a Judá, los sábeos
nados del libro de Israel. ¡Ya no conocen su linaje pa- obligaron a los nobles sobrevivientes llevados al cauti-
terno! Ya no se les reconoce como pertenecientes a la verio a la zaga del ciego rey Zedekías a cargar sacos
Casa de Jacob. llenos de tierra sobre sus espaldas. Así confiaba Nabu-
La protesta brotó de los labios de Zerubabel. codonosor en doblegar sus espíritus, impidiéndoles ca-
—El profeta dice que hasta para ellos, para las ovejas minar erectos. El peso los obligaría a inclinarse y se
descarriadas de Israel, él ha sido enviado por el Señor habituarían a la actitud del servilismo. Luego, los sa-
para devolverlos al Dios de Jacob. Aun a ellos Dios los cerdotes tomaron los pergaminos de la Santa Ley que
ha perdonado misericordiosamente y borrado sus peca- querían salvar de la destrucción, y pusieron sus frag-
dos. "Porque pronto se abrirán los ojos del ciego y los mentos en sacos y llenaron éstos con tierra traída de
oídos del sordo", dice el profeta. Jerusalén, cargándolos sobre los hombros de los niños
—Lo veré, y oiré lo que tiene que decir. Estaré entre de la casa real y de los nobles que se disponían a tras-
los desterrados de Samaria cuando el profeta les hable ladarse al destierro. Así, junto con la vajilla del templo
—dijo Zerubabel. que arrebatara Nabucodonosor, los jefes de Judá se lle-
varon a su exilio babilónico los pergaminos de la Santa
Ley y la tierra de Jerusalén.
Cuando llegaron a los lugares donde transcurriría su
exilio, los cautivos erigieron secretamente una sinagoga
y cubrieron su suelo con tierra de Jerusalén. Debía ser-
virles de lugar de cita y reunión. Allí pusieron los trozos
de pergamino de la Ley, que habían cosido entre sí,
formando nuevos pergaminos. Allí instalaron a los an-
cianos de Judá, sacerdotes y levitas para que pudieran
estudiar la Ley de Dios y difundirla entre la gente que
vivía en el exilio. •
Aquella sinagoga, llamada "Be Knishta", en el dialec-
to arameo que hablaban, fué la primera de las levanta-
das en las diversas poblaciones de exilados con el correr
del tiempo, al atenuarse el yugo del opresor. Allí, los
desterrados se reunían para rezar y realizar solemnes
Él profeta 55
54 Sholem Asch
Pero los desterrados no se limitaban a labrar la tierra
asambleas. Su muro ceremonial estaba siempre del lado
y a criar ganado. Eran herreros, forjadores, fundidores
que miraba a Jerusalén. Cada edificio tenía un trecho
de cobre, albañiles, ladrilleros y tallistas. Había urgen-
de tierra de Jerusalén y un pergamino recosido de la
te necesidad de sus oficios en un país en que fermen-
Ley. En cada sinagoga había un sacerdote, un levita o
taban sin cesar la edificación y el progreso.
alguien que hubiera estado sentado a los pies de algún
profeta. Esos hombres disfrutaban del honorable título El poder creciente de Babilonia, que engullera la
de ancianos entre los exilados. Leían ante la asamblea mitad del mundo, daba amplia oportunidad para co-
la Ley de Moisés los sábados y días festivos, y recitaban merciar entre los muchos países del imperio. Bajo la
capítulos de los salmos de David. vigorosa centralización y mano fiscalizadora del empe-
rador, el comercio prosperó en Babilonia más que en
En los días de Nabucodonosor, a los desterrados les
ninguna otra parte. Era una poderosa ciudad real, llena
habían permitido eventualmente moverse con libertad
de riquezas y de lujo. Y un animal voraz, famélico, devo-
por el país. Comenzaron a edificar casas y a plantar
rador e insaciable. Necesitaba suministros del mundo
jardines, como se lo ordenara Jeremías en la carta que
entero: sedas de Persia, ganga de cobre de Chipre, ma-
enviara a Babilonia. Abandonando la esperanza de un
dera del Líbano, aceite y marfil de la India. Muchos
pronto rescate, comenzaron una nueva vida en suelo
judíos se dedicaron al comercio y rivalizaron seriamen-
extraño. Activamente estimulados por las autoridades,
te con los caldeos, los tirios y los sidonios.
ansiosas de colonizar las parcelas inhabitadas aptas pa-
ra la agricultura, los nuevos inmigrantes, habituados en Después de la muerte de Nabucodonosor, su hijo Evil
su mayoría a esa clase de labor en Judá, fundaron co- Merodach liberó de la prisión al rey Conías y les con-
lonias agrícolas. La tierra era fértil, fructífera y mucho cedió a los judíos ciertos derechos, entre ellos, el de
mejor regada que el suelo duro y rocoso de su patria. consagrarse a sus prácticas religiosas. De acuerdo con
También hallaron un mercado mucho más amplio para esto, los ancianos de Judá empezaron a instituir cier-
sus productos y un excelente sistema de transporte ba- tas formas de culto adaptadas a la nueva situación en
sado en el uso de los canales y vías de agua. Las condi- que vivían, en un país extraño, entre gente extraña y
ciones de vida eran muy adecuadas para que prospera- sin un templo. El rey de Judá, sus hijos, los miembros
ran las nuevas poblaciones. Los desterrados les dieron de la corte de Jerusalén, los jefes de los sacerdotes y
nombres que recordaban a sus pueblos natales. Una co- los levitas residían en un palacio que les asignara Evil
lonia agrícola de este tipo estaba cerca de la antigua Merodach cerca de las puertas de Ishtar. Conías era
ciudad de Nippur, que ellos llamaban Nophar. No es- mantenido por el tesoro real y también los desterrados
taba muy lejos de Babilonia y usando el canal se cuidaban de que a su rey no le faltara nada. Gradual-
podía viajar directamente a la capital real en bote. mente, el rey, y luego sus hijos, se trocaron en el centro
También surgieron colonias judías en las grandes pla- de las fuerzas espirituales del exilio. El círculo palacie-
nicies saladas, sobre todo en Tel Melach, la Colonia go, o quienes tenían acceso a él, modelaron el espíritu
de la Sal. La fama de los judíos, a quienes adiestrara de los judíos. En ese tipo de vida, los profetas desem-
para el trabajo agrícola pesado la dura y firme tierra peñaban naturalmente un papel honroso. Ezequiel, en
de su país, se propagó rápidamente por toda Babilonia su tiempo, ocupó una posición tan central e influyente
y sus productos llegaron a ser muy solicitados. en el caído tabernáculo de David como Moisés en el
V
56 Sholem Asch El projeta "~ 57
suyo. Solitaria y sin ayuda, esta gigantesca personali- bleas solemnes escritos en la Santa Ley que redescu-
dad libró una implacable batalla contra la idolatría briera Josías en el templo.
que amenazaba con desgarrar al lastimero cordero de Los exilados de la primera y segunda generaciones
Israel entre Judá y el destierro, como por obra de una formaron un apretado haz, alentándose mutuamente a
fiera. También Daniel, con la ayuda de sus discípulos formar un solo pueblo. Su fe en el Dios de Israel era
del palacio real, ejerció una poderosa influencia sobre vigorosa y perdurable. Su templo de Jerusalén podía es-
los exilados. El palacio les infundió un hálito de vida. tar destruido, pero el mundo entero era el santuario
Era la más alta autoridad espiritual y sus decretos es- de Dios y todos los cielos la morada de Su gloria.
tablecían los cánones religiosos y comunales. Dirigió la
fundación de las diversas sinagogas y su transformación La sinagoga de los betelitas estaba situada en el su-
en pequeños santuarios. También regularizaba y uni- burbio de los ladrilleros, detrás de la gran muralla. La
ficaba las formas del culto. Las sinagogas no sólo esta- congregación de Betel era mixta, comprendiendo a exi-
ban consagradas al servicio divino, sino que se trans- lados de Judea y a otros de la dispersión anterior de
formaron en lugares de reunión y en centros de la vida las diez tribus de Israel que Senaquerib, rey de Asiría,
comunal. Estaban en las diversas ciudades donde vivían llevara al cautiverio después de destruir Samaria.
los desterrados y de acuerdo con las casas de sus ante- Nabucodonosor necesitaba un suministro infinito de
pasados. músculos y tendones para erigir los edificios cuyos pla-
El Dios de Israel, tal era la enseñanza, no se limitaba nes hervían en su cerebro, y para cavar los canales que
a un solo sitio, como Bel Merodach, que estaba ama- necesitaba. A las vidas de los esclavos consumidas en
rrado a Babilonia y Ashur a Nfnive. Era el Dios del esas tareas no se les asignaba valor alguno. Al empezar
universo entero: toda la tierra estaba plena de Su gloria a construir la gran muralla que rodeaba la ciudad, su
y "dondequiera yo haga mencionar mi nombre —le dijo padre, antes que él, había reclutado a toda la gente
al pueblo por boca de Sus profetas— allí iré y os ben- joven y en buenas condiciones físicas de los reinos so-
deciré". Privados de un altar y de sacrificios, los judíos juzgados. Los trajo a Babilonia y los puso a trabajar
pudieron acercarse más a su Dios. La plegaria substi- en la muralla. Su hijo, Nabucodonosor, continuó los
tuyó al sacrificio. Los judíos no poseían muchas formas vastos planes de su padre y aun les dio mayor expan-
de súplica consagradas por el uso, fuera de los salmos sión. En realidad, despojó a todos los territorios con-
que los levitas recordaban habían sido cantados por quistados de sus jóvenes y los trajo a Babilonia para
ellos o sus padres en el servicio del templo. Entre los cavar canales, hacer piscinas, carreteras y fortificacio-
judíos babilonios aparecieron poetas, quienes escribie- nes y erigir palacios y templos consagrados a los dioses.
ron nuevos salmos para expresar el dolor reprimido en Mediante el gran Canal, Nabucodonosor procuró que
sus corazones y su nostalgia de Sión y Jerusalén. la fama de Babilonia rivalizara y aun superase en es-
Esos salmos y cantos de alabanza se difundieron rá- plendor a la de Egipto. Pero el Eufrates no era el
pidamente entre los desterrados y la mayoría de los Nilo. A diferencia de éste, no desbordaba con interva-
judíos los entonaron e incluyeron en su servicio de las los frecuentes, empapando las anchas praderas. Por eso,
sinagogas. Los sacerdotes solían leer los mandamientos al suelo de Babilonia no lo enriquecía como al de
de la ley mosaica y los rituales para las fiestas y asam- Egipto capa tras capa de rico terreno aluvional y de
58 Sholem Asch El projeta 59
estiércol cuando el río decrecía y volvía a su cauce. En- de relatos narrados por los padres de sus padres sobre
tonces, a Nabucodonosor se le ocurrió irrigar sus bajas un Dios a quien sus antepasados adoraran en un país
planicies con un sistema de canales artificiales. Decidió lejano de verdes campos y fértiles valles. Un país suyo
entrelazar sobre la tierra una red de canales, afluentes, y solo suyo. Habían sido libres durante el reinado de
subafluentes y pequeñas zanjas y vías de agua locales. su propio gran rey Jeroboán, hijo de Joash. Recorda-
Para poner en práctica este plan, se requería hasta la ban a los profetas que les enviara Dios; su descenden-
última onza de labor que se pudiera exprimir de los cia de Abrahán, Isaac, Jacob; el éxodo de Egipto; a
países sojuzgados. A ese fin, hizo con Nínive y Asiría un hombre llamado Moisés y a un conquistador gue-
lo que hiciera Tiglath Pileser con Babilonia. Arrasó rrero, Josué. Un instinto latente, como el que hace
Nínive desde sus pináculos hasta sus cimientos y se lle- volver sano y salvo a su manada a un animal salvaje,
vó a todos los hombres en condiciones de trabajar nació en ellos. Muchos comenzaron a ansiar el contacto
como cautivos a Babilonia. En esa horda figuraban al- con su hermano mayor, Judá, cuyo culto de Dios era
gunos de los israelitas que Senaquerib llevara a Asiría aún tan vital y para quien Jerusalén y el Santo Templo
después de la conquista y destrucción de Samaria. resultaban algo tan vivo. Por eso, los descendientes de
Durante la generación que vivió entre las conquistas los exilados de Asiría comenzaron a buscar a los exila-
de Senaquerib y las de Nabucodonosor, los israelitas dos de Judá, deseando empapar sus sedientas almas en
cautivos del norte se habían asimilado a los asirios a las vivientes aguas del Dios de Jacob, como ansia el
tal punto que resultaba difícil diferenciarlos. Su reli- sediento ciervo el arroyo. ;,/__ \t v¿
gión no tenía tan hondas raíces como la de los israelitas Pero los exilados de Judá estaban muy celosos de su
de Judea. Carecían de un templo que fuese su organis- pureza de origen y del orgullo de su linaje. Durante
mo central compulsivo, ningún Isaías les había incul- muchas generaciones, habían abandonado la costumbre
cado la esperanza de un Mesías; ningún Jeremías había de agregar las palabras "de la tribu de Judá" a su pa-
proferido palabras de repudio o de consuelo como las tronímico. Ahora, lo estimado y lo importante era la
que los judíos se llevaran al exilio y que les dieran casa de sus antepasados. La roca en que estaban talla-
grandes esperanzas de rescate. Por eso, los desterrados dos era más preciosa para ellos que su vista y cuidaban
de Samaria se habían mezclado muy rápidamente con de su ascendencia como si fuese la niña de sus ojos. Los
los pueblos circundantes de los territorios donde los nombres de los padres de sus padres eran celosamente
establecieran sus captores, confundiéndolos totalmente custodiados por ellos de generación en generación. Su
con ellos en la desbandada general. dignidad les impedía unirse con alguien que no pudie-
Al llegar como esclavos a Babilonia, se encontraron ra probar que pertenecía a la pura simiente de Jacob.
por primera vez con los desterrados de Judá. Entonces Los infelices desterrados de Samaria, quienes soporta-
resonó una cuerda en la enmohecida y olvidada arpa ran un segundo traslado de Asiría a Babilonia, no
de su memoria y la vieja melodía hizo surgir de sus conocían su origen. No pudiendo presentar un trocito
espíritus un débil eco de antaño, olvidado desde hacía de genealogía, resultaban sospechosos para los hombres
tiempo. Esos recuerdos habían estado ocultos bajo mon- de Judá. Quizá no fuesen de la casa de Jacob, sino sim-
tañas de brasas, dejadas por las llamas del pensamiento plemente, una multitud heterogénea cuyo contacto o
que se apagaran mucho antes. Revivieron vagas formas conversación se debía rehuir,
60 Sholem Asch El profeta 61
Pero los desterrados de las diez tribus, quienes an- Israel" o "pueblo de Judá". En forma gradual pero
siaban y evocaban nostálgicamente a su Dios, imitaban segura los exilados se acostumbraron a asociarse y a
los actos de los exilados de Judá. Si ecos se organizaban considerarse un solo pueblo, el de Israel. Pero los arios
en poblaciones concordantes con los hogares de su pa- estaban habituados a usar la palabra "judío" hasta
tria y las casas de sus antepasados, ellos hacían lo mis- para aludir a los desterrados de Israel que venían de
mo. Si los desterrados de Judá creían conveniente edi- Asiría.
ficar sinagogas y reunirse en ellas los sábados y días
santos para recitar las plegarias y salmos, como los que En la sinagoga de Betel estaban efectuando un servi-
cantaban en el templo los levitas, los de Samaria hacían cio religioso sabático. La sinagoga estaba en el centro
lo mismo. Los exilados de Judá les habían dado a sus de la colonia y parecía una vivienda. Consistía en una
sinagogas los nombres de sus pueblos y aldeas natales, sola y grande habitación. Sus muros estaban hechos de
tales como "los hijos de Belén", "los hijos de Lud", "los cañas unidas con arcilla y brea. El techo era de ramas
hijos de Anathoth" o de Jericó. Los exilados samarita- de palma y la puerta una cortina trenzada y bordada.
nos que trabajaban en las canteras de arcilla y los hor- Los visitantes de la sala de reuniones se sentaban en el
nos de ladrillos decidieron llamar a su sinagoga y su suelo arcilloso, doblando debajo de sí sus pies descalzos.
congregación "Betel". Tal era el nombre de la ciudad En su mayoría, usaban camisas de arpillera y estaban
que fuera el centro de su culto mucho antes. Jacob la tocados con pañuelos blancos. La clase más acomodada
había llamado así en épocas remotas. lucía abrigos y vestimentas de diversos colores. Algunos
El tiempo causó sus cambios. El profeta Ezequiel se tenían capas negras, ostentaban anillos y de sus teñidos
esforzó en acercar más a los desterrados de Judá y de ceñidores pendían cadenas de sello. Además de este gru-
Samaría. Con los años, los exilados empezaron gradual- po de ancianos y jefes de larga y cuidada cabellera, en
mente a ingresar los unos a las congregaciones de los la congregación se veía un compacto grupo de oscuros
otros. En particular, se unieron los pobres y oprimidos, rostros bronceados por el sol, de cabello corto y desali-
cuyas condiciones de vida los obligaban a alojarse en ñado y que pendía sobre los ojos semidementes y apa-
las mismas viviendas. A veces, concurrían a la sinagoga sionados al acecho bajo las hirsutas cejas. Sus dedos
más próxima, aunque no fuera la de su comunidad. eran delgados y nudosos y sus miembros parecían pe-
Muchos miles de nativos de Judá fueron desarraigados trificados cuando concentraban su atención en la figura
de sus nuevos hogares y llevados lejos de allí, para tra- que se erguía ante ellos. Sus oídos escuchaban tensamen-
bajar en vastos proyectos en Babilonia. Como ya no te las palabras que emitía la boca de aquel hombre,
podían mantener un contacto vivo con sus comunida- hasta sus ojos y las yemas de sus dedos parecían escu-
des, recurrieron a la sinagoga más próxima, aunque per- charlo: todos los poros de su piel se mostraban sensi-
teneciera a los israelitas. bles ante él y bebían sus palabras, con entusiasmo,
Los profetas del exilio y los predicadores de la sina- éxtasis, en estado de trance.
goga intentaron aproximar a las comunidades y des- El hombre que les hablaba era joven. Rebosaba
truir la cerca que las separara durante centenares de salud, era fuerte, erecto y macizo, como tallado de un
años. Igualaron a Israel con Jerusalén y llamaron in- solo tronco de cedro y seco como madera estacionada.
discriminadamente a todos los desterrados "Hijos de Sus huesos sobresalían de su tensa piel morena a tal
62 Sholem Asch El profeta 63
punto que no había una sola onza de grasa en todo su ¿Quién les había hablado antes así, con ese tono?
cuerpo. Era todo piel, hueso y tendones. Sus fulgurantes ¿Qué profeta los había consolado como aquél? ¿El Dios
ojos estaban profundamente insertados debajo de una de aquel hombre no es un Dios de venganza. No los
alta frente y una breve, tupida y negra barba adorna- afronta con la vara y el látigo en la diestra, pronto a
ba su rostro. Les hablaba a los que se habían sentado prodigar golpes sobre sus carnes por cada pecado, por
a sus pies con las manos tendidas hacia ellos y los hue- cada maldad. No. No es como los capataces y supervi-
sudos dedos entrelazados. Su grey estaba agolpada de sores que los vigilan, los juzgan y ejecutan sentencias
tal manera como si se hubiese unido en un solo cuerpo. con ellos y los hostigan. Él no es de ésos. Este Dios es
Lo escuchaban con toda el alma y todo el ser: su cora- un pastor. Será un pastor para ellos, los apacentará
zón, su cuerpo y su espíritu anhelaban oír. ¿Qué les y los conducirá por los caminos gratos, junto a las aguas
decía aquel hombre? ¿Hablaba, en realidad? plácidas. Dios está con ellos. Conoce la suerte de cada
No se limitaba a hablar. Parecía un cálido y furioso cual y aboga por su causa. Alza en sus propios brazos
viento que embiste las cuatro esquinas de una casa, la a las ovejas descarriadas y exhaustas que se han desvia-
sacude y hace temblar. Porque su verbo era un airado do de su camino. Las oprime contra su pecho y guía con
y ardiente remolino, un poderoso grito de victoria. Se dulzura a las más jóvenes. Con dulzura. ..
habría dicho que todos los ángeles del cielo estaban con Las lágrimas brotaron de los ojos de los oyentes y
él debajo de un mismo dosel y que el canto de esos bajaron a las cicatrices y a los surcos de sus rostros
celestiales seres resonaba en vigorosas fanfarrias. Era arrugados y consumidos por el trabajo, cayendo en la
u n bramido, un trueno que retumba y vuelve a inte- maraña de sus desaliñadas barbas.
rrumpirse, pero no aterroriza. Uno de esos truenos que —¿Qué dice él?
retumban y traen buenas noticias, como un mensaje de Un espíritu los envolvió en sus alas cual nube celes-
consuelo y salvación. tial y los transportó a las alturas, más allá de todo
lugar escabroso.
"Consuélate, consuélate, pueblo mío.
Una voz gritó. En las soledades, has de despejar "Os he elegido y no os he rechazado.
[un camino No temáis... porque estoy con vosotros.
de Jehová, has de abrir en el desierto la carretera No temáis, oh, gusano Jacob, oh, hombres de Israel.
[para nuestro Dios. Yo os ayudaré, dice el Señor y T u Redentor, el
Todo valle sea alzado y baje toda montaña o collado [santo de Israel.
y se enderece lo torcido y se alise lo áspero. Cuando los pobres y los necesitados busquen agua
Sube sobre un monte alto, anunciadora de Sión. y [no la haya
Levanta tu voz, anunciadora de Jerusalén. y su lengua desfallezca de sed,
Álzala, no temas. yo, Jehová, los oiré, yo, el Dios de Israel, no los
Diles a las ciudades de Judá: ¡He aquí a vuestro [abandonaré.
[Dios!" Yo abriré ríos en los lugares altos y fuentes en mitad
[de los valles."
64 Sholem Asch El profeta 65
Les alude a que la salvación está a su alcance, a que ni apagará el pabilo humeante;
sacará el juicio a verdad.
la redención está llamando a la puerta.
No se cansará ni desmayará hasta instaurar el jui-
"Desperté a uno del norte y vendrá; [cio sobre la tierra;
desde el amanecer, él dirá mi nombre; y las islas esperarán su ley.
y hollará los príncipes como lodo Así dijo Jehová, quien creó los cielos y los extiende;
y como pisa el alfarero la arcilla." Él, que extendió la tierra y sus verduras;
Él, que da respiración a la gente que sobre ella
Los oyentes se miran absortos y en sus ojos se advir- [vive;
tió confusión. ¿A quién se refiere? ¿Estará pensando en y espíritu a los que por ella andan.
Ciro, el rey de los medos y los persas que avanza sobre Yo, Jehová, te he llamado en justicia
Babilonia? y tomaré tu mano y te retendré
Pero el profeta calla. Inmóvil como una columna de y te pondré por alianza del pueblo y por luz a los
piedra, sus ojos contemplan el vacío. Sus ojos ven algo [gentiles;
lejano, muy lejano. No. Algo que no está aquí. Que para abrir los ojos de los ciegos, para sacar a los
se halla a gran distancia. Sus ojos taladran muros y [presos de la cárcel;
vallas, llegan a remotos universos. La distancia es ani- y de la prisión a los que están sentados en las ti-
quilada, las barreras del tiempo caen ante él. El pasa- nieblas.
d o . . . el presente... el f u t u r o . . . son uno s o l o . . . algo Yo soy Jehová, tal es mi nombre; y no le daré a
único de lo cual él aparta los ojos. [otro mi gloria,
Repentinamente el profeta se tambalea; se diría que ni mi alabanza a esculturas.
va a caer. Todo su cuerpo tiembla como tocado por He aquí que las cosas primeras vinieron
una mano invisible. Palidece, palidece tan espantosa- y anuncio cosas nuevas:
mente como si se hubiese escurrido la vida de su sem- antes de que salgan a la luz,
blante. Cierra bien los ojos como si temiera ver lo que yo os las haré notorias."
v e . . . Luego las palabras se escapan de su boca, unas
palabras pensativas, reprimidas, como si un espíritu ha- El profeta guarda silencio. Permanece inmóvil y sus
blara por sus labios. Su voz es suave y musical, melo- ojos están sumidos en profundo sueño.
diosa de gracia como un niño que cantara para sí: Un gemido, como surgido de un airado mar, recorre
a la grey.
"Ved a mi siervo, a quien sostendré, —¿Quién es el hombre a que se refiere? ¿Qué adve-
a mi elegido, en quien mi alma se deleita; nimiento anuncia? ¿Será la llegada de Ciro? ¿Tomará
le he confiado mi espíritu; de la mano el Señor a un extraño, a un gentil? jNo, no
juzgará a los gentiles; lo quiera el cielo! ¿No dijo, acaso, el profeta: "No le
no gritará ni alzará la voz ni hará que se le oiga daré a otro mi gloria ni mi alabanza a esculturas"?
[en las plazas. —Ya habéis oído lo que dijo: "Una caña cascada no
Una cascada caña no romperá, romperá." Él no será como los reyes de Asiria y Babi-
66 Sholem Asch j El projeta L^0'^° ^67
Ionia que caen sobre los débiles. Estará parado a la da. Los setenta años no han transcurrido aún. Estás
diestra del débil y del caldo. Proclamará su libertad. i apurando al destino y arrastrando al pueblo hacia es-
—¿Conducirá a todos los pueblos hacia el Señor? : pejismos. Oye lo que te digo. Estás jugando con fuego.
—En el pacto de las naciones Dios hará de Su pueblo, J Tus palabras podrían ser muy bien un dogal estran-
Israel, la luz de todos los países. | guiador en torno del cuello de Israel, antes que un
—[Mesías! ¡El ungidol mensaje de consuelo. Lo llevarán al abismo de la des-
—Llega la redención... ¡La redención I trucción.
- ¡ T o d a s las islas esperan la ley del Dios de Israel! ) —¿Quién puede fijarle hora a Él? Él que ha creado
Cada hombre aferra la mano de su vecino y así, sen- las estaciones, puede cambiar las estaciones. La hora
tados en el suelo, tomados de la mano, apretados el señalada ha llegado. Esta es la hora señalada. El pueblo
uno contra el otro y corazón contra corazón, comienzan de Israel será rescatado y volverá al lugar del cual Dios
a balancearse como una sola masa, como algo sólido... lo mandó al exilio.
como u n . . . un ser vivo con muchos cuerpos. Murmu-
raban y susurraban juntos, cantando dulcemente y en
silencio, pero con fervor:
—Estábamos sentados junto a las aguas de Babilo-
nia . , ,
Alguien se paró entre la muchedumbre sentada. Ves-
tía de negro. El efod que se distinguía bajo su capa
estaba bordado de plata, y gracias a ello y al anillo
que exhibía su dedo la congregación de Betel reconoció
en él a un descendiente de la real simiente de David.
Le abrieron paso. Se acercó al profeta quien seguía de
pie, inmóvil.
—Forastero... ¿Quién eres?
El profeta abrió los ojos y miró de un modo penetran-
te al hombre que tenía delante. También él adivinó en
aquellos signos quien era.
—Soy el portador de la buena nueva del Dios de
Israel a Su pueblo israelita en Babilonia —respondió.
—¿Qué signo traes para probar que es Dios realmente
quien te envía?
—La palabra que Dios ha puesto en mi boca; tal es
el signo de mi mensaje —respondió el profeta—. Por
mi boca, Dios hace saber qué sucederá antes de que
suceda.
—Jeremías nos dio un signo. Indicó una hora señala-
>
El profeta
desde la niñez, como si la hubiera sorbido con la leche
materna. La visión del exaltado futuro del profeta
Isaías estaba escrita sobre pergaminos individuales y a
los niños se les enseñaba a aprenderlos de memoria,
como lo hacían con el "Shema Yisrael".
CAPÍTULO V ¿_£¿>>¿.&0
El niño solía saltar como un joven gamo sobre las
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colinas de Judá. Su corazón, que acariciaba sueños de
Un mocetón de Judá se crió entre las colinas de la
paz universal, estallaba casi de alegría en su deleite
Judea, donde las rocas se yerguen como brazos o cue-
ante el mundo creado por Dios. En la paradisíaca vi-
llos tendidos hacia la plegaria. El resto de la gente po-
sión de Isaías, en los umbríos valles impregnados de
bre, como águilas que huyen hacia su refugio, había
rocío, el leopardo y el cabrito se tendían juntos y un
instalado su morada en las montañas, en sus grietas,
niñito podía llevarlos de cañada en cañada y de pra-
hasta en las cavernas. Se aferraban con las uñas a la
dera en pradera. Veía, en lo alto de las frescas y majes-
precaria tierra, obtenida mejorando las escabrosas co-
tuosas colinas, como cúmulos de nubes con orlas de
linas con el sudor de sus frentes. Se aferraban a las
plata, a multitudes, multitudes de hombres... gentes
parcelas de terreno cercado que descendían al seno de
de lejanas tierras que moraban en los confines del mun-
las colinas. No las abandonaban.
do, allende las montañas, en las costas de muchos océa-
Samuel, el hijo de Salomón de la tribu de Judá, nació nos, en las dispersas islas del mar. Todas las naciones
y se crió con la esperanza del rescate. Los hombres fie- flotaban sobre las alas de las umbrías nubes, que pro-
les y dignos de confianza de Judá que quedaban creían yectaban sus purpúreas sombras en las laderas de las
que la promesa de Jeremías se cumpliría, que al cabo colinas. Eran aéreas y etéreas y las llevaba el azul del
de setenta años los exilados de Babilonia volverían a firmamento, acercándolas cada vez más a la montaña
sus tierras por obra de Dios y que Israel y Judá uni- velada por su grueso manto de nubes. El sabía adonde
rían y devolverían a Sus pueblos a la tierra que Él les iban, cuál era su propósito. Las llevaban a la montaña
diera a sus antepasados. Como los demás hijos de Judá de Dios en alas de las nubes: la montaña protegida de
que se criaran solos en las ocultas estribaciones de las la vista del ojo m o r t a l . . . la montaña de Jehová... la
montañas, Samuel aprendió de su padre a pronunciar montaña de Jerusalén... la montaña de la visión del
el "Shema Yisrael", el "Oye, oh, Israel", como lo pres- profeta.
cribe la Santa Ley de Moisés. Apenas hubo aprendido
a leer, le intereso el pergamino con las profecías de En cierta ocasión el niño estaba tendido en la pen-
Isaías, el hijo de Amos, que hallara en la casa de su diente de una colina, a la sombra de un arbusto, vigi-
padre. lando a la majada de saltarinas ovejas que le confiara
La esperanza del rescate de la llegada del Mesías del su padre para apacentarlas, cuando bajó los ojos hacia
Dios de Israel, quien no sólo redimiría a Judá sino a las profundidades del valle. Allí, vio por entre las arre-
todos los pueblos y traería a todas las naciones a la molinadas neblinas un arroyo que surgía de las hendi-
montaña de la Casa del Señor y haría morar la paz en duras de la roca y se convertía hirviendo en un espumo-
el mundo eternamente, latía en la sangre del joven casi so torrente hasta desaguar en una ancha pradera verde.
Unos rebaños más blancos que la nieve se alimentaban
70 Sholem Asch El profeta 71
de verde hierba, lozana y alta. Vio a ovejas de un solo nos dijo que Raquel se niega a dejarse consolar porque
día de edad con sus madres y a toda la majada, res- sus hijos ya no existen.
guardada por los imponentes cipreses que flanqueaban —Sí, madre. Oigo a menudo el lamento de Raquel.
el arroyo. Le oyó al torrente murmurar su feliz canción Mi padre me habló de su duelo después de haberlo
al caer sobre las piedras que yacían en su camino. La leído en el pergamino de Jeremías. Lo aprendí bien y
escena le recordó a otra de uno de los salmos de David. sé asimismo que la voz de Jehová se oye en Ramah,
Las palabras acudieron prontamente a sus labios y las calmando y consolando a la madre. "Así dice Jehová,
vio ante sus ojos: conten tu llanto y libera tus ojos de las lágrimas y
"El Señor es mi pastor, no pasaré necesidad; Él me habrá una recompensa por tus afanes, dice Jehová y
hará yacer en verdes praderas; Él me guiará hasta las tus hijos volverán de la tierra del enemigo."
tranquilas aguas." —¿Oyes la voz de Jehová? ¿Y lo oyes consolar a Ra-
Al anochecer, el joven volvió a la cabana de su padre quel?
con su majada. Y le dijo a su madre: —Sí, madre. Y hoy he oído también otras voces.
—Madre, he visto con mis propios ojos cómo apacen- —¿Qué otra cosa oíste?
taba Dios a los hombres en las verdes praderas, junto —Algo que entendí y algo que no entendí. Algunas
a las tranquilas aguas. voces parecían llamarme.
—¿Dónde viste a hombres apacentar a sus majadas en —¡Llamarte! ¿Por tu nombre?
las verdes praderas, junto a las tranquilas aguas, hijo —Algunas me llamaban por mi nombre, "¡Samuel,
mío? Samuel!". Como la voz que llamó a Samuel en la casa
—Allí. Allí abajo. En el valle. Junto a las tranquilas de Eli, cuando entró a la Casa de Dios en Shiloh.
aguas. Por una brecha de la nube, mis propios ojos lo —¡Hijo queridísimo, no te atrevas a mencionar esas
vieron al pie de la montaña. cosas! Está prohibido hablar de eso.
—Estás soñando, hijo mío. Sueña como nuestro ante- Su madre, aterrorizada, cayó de rodillas a su lado.
pasado José, hijo de Jacob. —¿Por qué no he de hablar de ellas? Oí que las voces
—Lo vi con mis propios ojos. Vi a Dios apacentar a me llamaban.
hombres en las verdes praderas. Vi otras cosas. Vi nubes —No, hijo mío. Son sueños peligrosos.
que traían sobre sus alas a pueblos de muchos países. —Madre, no estoy soñando. Cuando desperté, estaba
Descendían a la montaña del Señor al arribar de lejos entre las colinas. Oí voces que me llamaban, como des-
y al volar sobre la montaña de Jerusalén. En todos los de una grieta de la rocosa muralla; otras, parecían ha-
detalles exactamente lo mismo que la visión de Isaías, cerlo desde un arroyo del valle. Debo decirte que una
hijo de Amos. Como está escrito en el pergamino. Pue- poderosa fuerza me ordenó obedecer a las voces.
des ver muchas visiones en las colinas de Judá, madre. —¿Qué te decían, hijo mío?
—Aún no ha llegado la hora, hijo. La Casa de Jacob —Me ordenaban que fuera a Jerusalén y entrara al
está olvidada y abandonada. Los extraños viven en su patio de las ruinas del templo. Hay una caverna en que
heredad. ¿No percibe jamás tu oído la voz de Raquel viven los hijos de los profetas. La orden de las voces es
que llora en Ramah, que llora a sus hijos mientras en imperativa para mí. Me envían a la caverna, para que
las colinas resuena el eco de su lamento? ¿El profeta viva con los hijos de los profetas.
72 Sholem Asch El profeta 73
—Siento miedo, hijo mío. No debes pensar y hablar —¡Padre, padre, escúchame! Oigo resonar en mis oídos
así. la voz que me dice: "Levántate y vé a Jerusalén. En el
—Tengo que decirlo, madre. Las voces me ordenan monte del templo hay una caverna en que habitan los
ir a Jerusalén y unirme a los hijos de los profetas. hijos de los profetas. Vé allí y sé uno de ellos."
—Hablaré de eso con tu padre, hijo mío. Hasta en- —Tu visión es engañosa, hijo mío. Oyes voces extra-
tonces, has de cuidar tus labios y no decirle una sola ñas e imaginadas. Ves a Samuel porque te llaman por
palabra a nadie. Siempre serás un soñador, hijo mío. su nombre y ansias ser como él. Las voces que provie-
nen del deseo de una persona son a menudo embusteras
Salomón, de la Casa de Judá, llamó a su hijo Samuel y extraviadoras. No las sigas ni corras tras de vanas vi-
y le dijo: siones. [Vamos, esperemos para ver cómo resultan las
—Tienes sueños vacíos. Dices palabras vacías. Oyes cosas! Si Dios tiene algo para ti y se te ordena hacer
voces que te extravían. No irás a Jerusalén. algo, Él te lo hará saber a su debido tiempo. Hasta
—¿Por qué no puedo ir, padre? entonces, vive con nosotros como hasta ahora. Ahora,
—Porque Dios ha destruido Su Casa y entregado Su vé a la caverna donde vive Aries, hijo de Zacarías y
Pueblo a enemigos que exigen Su vida. Ha desampara- escucha la palabra de Dios de sus labios, tal como se
do a Su ciudad, Jerusalén, y la ha abandonado a los la dijo a sus profetas, tal como está estampada en los
ídolos de los paganos. El pie del padre de tu padre y escritos que tiene en sus manos.
el pie de tu padre no han hollado el suelo de Jerusalén
desde que fuera profanada su gloria. El Templo de En una humilde choza situada en el flanco de la mon-
Dios es un montón de ruinas, un albergue para el cha- taña vivía la familia de Salomón, hijo de Judá y se
cal y la h i e n a . . . los chacales y las hienas humanos y sustentaba con el producto de una granja y las pocas
los auténticos. Por sus ruinas se pasean los espíritus ma- y magras ovejas que a duras penas podían subsistir con
lignos. Dios le ha dejado el lugar de Su Santo Santuario los pastos de las rocas y la hierba de los valles. Como
al destructor. El Monte de Morías parece el infierno. los demás que, después de la destrucción del templo,
Los fetiches y los sucios ídolos lo profanan con la for- huyeran de la ciudad y se ocultaran en las montañas
nicación, el incesto, el adulterio y todas las malas prác- al sudoeste de Jerusalén, la familia de Salomón, hijo
ticas. Por eso, el pie de tu padre y el del padre de tu de Judá, se ganaba el sustento con la labor de sus ma-
padre no han hollado el suelo de Jerusalén y tu pie nos y el sudor de su frente. Como los demás, se privaba
no lo pisará. Vivamos aquí, en las altas montañas y los de todas las alegrías y se abstenía de todos los placeres.
hondos valles, a salvo de la furia del destructor. Vivi- Eran los Plañideros de Sión, quienes se lamentaban a
remos con las águilas en las escabrosas alturas y nos diario de la destrucción del templo, con una indecible
ocultaremos como los cuervos en los valles. Así segui- ansia de rescate.
remos hasta el grande y terrible día del Señor, hasta Acostumbraban reunirse en secreto y ejecutar un ser-
que Dios perdone los pecados de nuestros padres y pu- vicio ritual de duelo. Cuidaban de no proferir una sola
rifique a Jerusalén su ciudad de la inmundicia de las palabra de queja contra Jehová. Dios era justo y el
naciones y le devuelva su heredad a su pueblo. Eso malvado era Su pueblo. Aceptaban como justa la suerte
he dicho y eso harás. que Él le impusiera a Judá y cuidaban de no pecar con
74 Sholem Asch El profeta 75
los labios y ni siquiera con un pensamiento indebido hijos, sin liberarlos a los seis años como lo exigía la ley
contra Dios. Por eso, con los corazones lacerados y con- mosaica. La noticia del pacto se difundió por toda la
tritos, recordaban los pecados de Judá y sus reyes. Re- tierra y surgió una gran esperanza de que amanecía
petían y enumeraban los castigos con que los profetas una nueva era, de que se acercaban mejores tiempos.
amonestaran al pueblo y más que nada las palabras de La gente del pueblo se gritaba mutuamente:
Jeremías y más tarde las de Ezequiel. Contaban por se- —Ahora no hay ricos y pobres, ni poderosos e inútiles,
parado cada pecado y cada violación de la ley divina ni esclavos y corruptores, todos somos libres.
que cometieran contra Dios y contra la gente pobre Durante unos días, pareció que prevalecería la justi-
los dirigentes de Israel y de Judá, los encumbrados, los cia; luego, los opresores volvieron a sus malas costum-
jueces, los magnates, los orgullosos de su riqueza y los bres. Sus oficiales salieron de nuevo a las calles, fueron
reyes. a los campos y a los viñedos. Su cruel zarpa se tendió
Habitualmente, cuando se ponía el sol, los Plañideros una vez más hacia los hijos de Judá, hacia los libertos
de Sión se reunían en una suerte de repliegue natural de que fueran esclavos ayer. Se apoderaron de ellos, de
la roca, sentándose alrededor de una hoguera. El joven sus mujeres y sus hijos y los volvieron a convertir en
Samuel, tratando de olvidar las voces que oyera, escu- esclavos, como si no existiera orden de liberarlos.
chaba con el corazón asombrado y trémulo los terribles Entonces, Jeremías vio la abominación que se había
hechos que narraban. Entre amonestación y amonesta- cometido, rebelóse y fué a ver al rey Zedekías y le dijo
ción de los profetas, entre lamento y lamento, descu- que su fin sería amargo. Le habló del Dios de Israel:
brió hasta qué punto era amarga la suerte que le tocara —Hice un pacto con tus antepasados en los tiempos
a Israel y hasta qué punto eran duros los castigos del en que los traje de Egipto, de la casa del cautiverio,
profeta. De labios del viejo Aries, hijo de Zacarías, jefe diciendo: "[Al cabo de siete años, le enviaréis a cada
de los Plañideros de Sión en su zona de las montañas, uno el hermano hebreo que le fué vendido y éste os
oyó evocaciones de los tiempos que precedieran a la Des- servirá seis años y lo dejaréis libre luegol" Pero manci-
trucción del Templo. Más que nada le impresionó el llaste mi nombre e hiciste que todos sus siervos y sier-
episodio del rey Zedekías y el profeta Jeremías, cuando vas, que él dejara en libertad, volvieran, y los esclavizaste,
el primero había ordenado que arrojasen al profeta a para que fueran tus criados. Por eso, así dice el Señor,
un foso de arcilla para que se ahogara allí. Aries relató tú no me has prestado atención, proclamando su liber-
también la liberación de los esclavos y su inmediata tad cada cual a su hermano y cada hombre a su prójimo.
reintegración a la esclavitud y describió actos injustos He aquí que proclamo una libertad para ti, dice el
cometidos por los reyes de Judá. Después de seducir Señor, a la espada, la peste y el hambre; y haré que te
los corazones de sus príncipes y capitanes para buscar trasladen a todos los reinos de la tierra y entregaré a los
la amistad de Egipto y enfrentar juntos a Babilonia, el hombres que han violado mi pacto, los príncipes de
rey había confiado en obtener la aprobación del pueblo Judá y los príncipes de Jerusalén, los eunucos y los
mediante un nuevo pacto. Proclamó la libertad de los sacerdotes y todo el pueblo del país, que pasaron entre
esclavos hebreos tiranizados, encarcelados y desterrados las partes del becerro, a sus enemigos y a quienes ame-
por no haber pagado las injustas tasas que les impusie- nazan su vida y al rey del ejército babilonio, que se
ran. Los habían sometido a cautiverio con sus esposas e han alejado de t i . . . "
El profeta 77
76 Sholem Asch a causa del ídolo que instalara en el santuario. Zedekías
Aries, hijo de Zacarías, le habló mucho a la congre- arrojó a Jeremías a una mazmorra de greda, donde po-
gación de los pecados de las primeras y últimas gene- día ahogarse o perecer de hambre y sed. De modo que...
raciones, por los que Israel y Judá habían ido al exilio ¿por qué debía compadecernos Dios? ¡Ayl ¡Desdichados
y por los que habían destruido el templo. "Porque ellos de nosotros!"
siguieron obrando mal a la vista del Señor y no sólo Así se lamentaba Aries, hijo de Zacarías, por Judá,
pecaron contra la gente más pobre. Pecaron con los cuyos hábitos se habían corrompido y por sus hijos a
fetiches de las naciones que Dios alejara de los hijos quienes habían dado dentera las uvas agrias comidas
de Israel. Fabricaron altares para todos los ídolos de por sus padres.
los paganos y le sacrificaron a un culto extraño en los —¿Son mejores que nosotros los paganos? ¿Por qué
santuarios de las colinas. El rey Ezequías había destruí- habría de vengarse de nosotros Dios, sin reparar siquie-
do esos santuarios y los altares y luego vino el rey Ma- ra aparentemente en las fechorías de ellos? Dios ha
nases, reinó en su lugar, reconstruyó los templos, les exigido la pena, y el castigo de todos los pecados y
erigió altares a Baal y a Asherot y a toda la hueste ce- maldades que hemos cometido. Sólo a Su propio pueblo
lestial en los patios de la Casa de Jehová. Le entregó Él lo desterró de su país. ¿Por qué es nuestra suerte
su hijo, por intermedio del fuego, a Moloch —la más peor que la suya?
abominable de todas las perversiones— en el valle del Así habló Samuel en las tinieblas, confiando en ha-
hijo de Hinnom, y así un hijo de la real Casa de David llar algún argumento en favor de la justicia de Judá
halló su fin en la hoguera que ardía en el vientre del y aun del pecado de Judá.
derretido ídolo de oscuro metal. No se arrepintieron
—¿Por qué es peor nuestra suerte? —bramó Aries—.
de sus maldades y siguieron cometiéndolas. Por eso,
Sólo os he conocido a vosotros entre todas las naciones
cada generación se descarrió y lo mismo sucedió hasta
de la tierra. Por eso, cargaréis con el peso de todas
con la nuestra. Zedekías se portó mal a los ojos de Dios,
vuestras iniquidades. Eso fué lo que dijo el profeta en
sus príncipes obraron perversamente y la espada de
nombre de Jehová.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, se alzó robre sus cue-
llos. Ni siquiera se arrepintieron de sus iniquidades La voz de Aries arrancaba ecos de las montañas.
cuando se dictó el decreto contra ellos. No apelaron al —Fué por eso que le entregaron la ciudad al rey de
Dios de Abrahán en demanda de salvación: se volvie- Babilonia y sus seres más valiosos fueron exterminados
ron hacia Moloch y le gritaron que los salvara. Enton- por la espada, el hambre y la peste.
ces Jeremías vio su corrupción y la indignación de Dios "Pero a pesar de todas esas cosas, aunque están co-
lo enardeció y censuró. Les dijo, en nombre de Jehová, rrompidos, aunque se han decretado para la ciudad de
que por haber puesto su ídolo en la Casa de Dios para Jerusalén la espada, el hambre y la peste, y allí los prín-
mancillarla y por haber construido santuarios de Baal cipes instalaron los .fetiches paganos en la casa de Dios
en el valle del hijo de Hinnom, para sacrificarle sus y entregaron a sus hijos al fuego, se salvará aun. Porque
hijos a Moloch, la ciudad le sería entregada al rey de dijo el profeta en nombre de Jehová: 'Así le habló
Babilonia, a la espada, el hambre y la peste. Jehová, el Dios de Israel, a esta ciudad de la cual decís:
está entregada al rey de Babilonia, a la espada, al ham-
"El pecado se acumuló sobre el pecado. Manases ase- bre y la peste; ved que los reuniré de todas las tierras
rró en dos al profeta Isaías por haberlo censurado éste
78 Sholem Asch El profeta 79
por donde los he dispersado y los devolveré a este sitio
y los haré morar en seguridad. Y serán mi pueblo y yo El joven siguió viviendo entre los Plañideros de Sión,
seré su Dios.' en los olvidados valles de Judá y acostumbraba visitar
"Así, aun así, Él habló. Pero también dijo cuándo ocu- a menudo la caverna de Aries, hijo de Zacarías, para
rriría esto. Cuando nos volviéramos de nuevo hacia oír de sus labios las palabras de los profetas que hacían
Dios con un corazón perfecto. Así habló el profeta y sus vaticinios en Judá y en Israel. Las palabras brota-
esto, seguramente, lo recordaréis: 'Les he dado un cora- ban con fluidez de su boca.
zón y una manera de temerme en todos los días de su Samuel bebió a fondo de las fuentes de consuelo que
vida, a fin de que eso sea bueno para ellos y después pudo hallar. A la hora del crepúsculo, visitaba a los
para sus hijos. Y haré con ellos un pacto duradero; de grandes entre los Plañideros de Sión en la concavidad
que no me apartaré de su lado, para hacerles el bien. de las montañas. Pero su corazón empezaba a rebelarse
Les inspiraré el temor a mí para que no se aparten contra la dureza del castigo que debían soportar los hi-
de mí.' jos por los pecados de los padres. Sus pensamientos no
"Levantémonos ahora todos como un solo hombre y querían aceptar la verdad de que el celo de Dios es tal
volvámonos con corazón perfecto y levantado espíritu que castiga siete veces más por cada maldad con la es-
hacia nuestro Dios. Elevemos a Él nuestras súplicas y pada, el dolor, la peste y la plaga.
plegarías... pidámosle el perdón de los pecados de Los verdaderos y constantes maestros de su corazón
nuestros antepasados... Ven, porque sólo T ú puedes eran las montañas de Judá. Por escabrosas que fuesen
salvarnos. Tú, con T u propia Mano y no la carne y la esas alturas, con sus lúgubres despeñaderos y crueles
sangre. Entonces nos salvaremos. Levantaos, oremos, picos, su imagen le proporcionaba una lección sobre
confesemos nuestros pecados y los de nuestros antepasa- el tierno amor que Dios prodigara sobre toda su crea-
dos ante Jehová, nuestro Dios." ción. Su bondad se derramaba sobre todo y a pesar de
Toda la congregación de los Plañideros de Sión —los todo. Su misericordia se extendía a la majada de ovejas
hombres, las mujeres y los niños— se levantó y cayó de y de flacas vacas que estaban a su cuidado; a la ove-
cara al suelo. Todos elevaron las manos hacia el cielo. jita que lamía a su cordero recién alumbrado, el cual
Un sordo llanto y un gran clamor taladraron la noche. se revolcaba entre sus patas y le lamía la jeta mientras
"Perdónanos nuestros pecados... Los padres comieron se tambaleaba sobre sus vacilantes patas; al águila y al
las uvas agrias y los hijos tienen dentera." Los hombres halcón que se remontaban orgullosamente y traían su
se golpearon el pecho con los puños. Recogieron polvo presa diaria en sus picos; a los gusanos e insectos; y a
en las palmas de las manos y se lo arrojaron sobre la los crios en sus nidos. La gracia de Dios era la sere-
cabeza. nidad que se extendía sobre el bosque y el matorral,
Un amargo lamento cruzó gimiendo la quietud noc- sobre la ladera de la montaña y la pendiente del valle.
turna, en el vasto vacío sembrado de estrellas que abar- Esa gracia estaba en los cumulus que flotaban como
caba las montañas de Judá. Parecía el aullido del cha- ovejas recién lavadas por el límpido y anchuroso fir-
cal y la hiena, tendidos en las grietas de las rocas y mamento y proyectaban gozosas sombras, como corti-
su desesperado acento hacía terrible la desolación de la nas que crujen al viento, sobre los filos de las colinas.
noche. Su gracia cubría los verdes valles que brillaban por las
80 Sholem Asch El profeta p ^ * ^ ^ ^
hendeduras de los collados. La gran alegría que toda tas en la tierra y de mantenerse firmes frente al viento
la creación expresaba en cantos de alabanza y gratitud devorador. Pero el viento era demasiado fuerte para
a su Creador colmaba el corazón de Samuel de amor y ellas y su furia las arrastraría probablemente. Los cor-
agradecimiento a Dios. En ninguna circunstancia, po- deros fueron los primeros en resbalar; perdieron pie,
día atribuirle al Creador de un mundo tan feliz pala- no lograron enderezarse y, trabajosamente, huyeron de
bras de reproche, ásperas amenazas de castigos y penas allí. Presa de mortal temor, el corazón de Samuel se
como las que decían los profetas cuando censuraban al petrificó. Echó a correr y se arrojó a tierra en un lugar
pueblo, desenmascarando sus iniquidades y poniendo de la pendiente donde podía evitarle a parte de su
en la picota sus maldades. majada una horrible caída sobre las rocas de abajo. Su
imaginación los veía con las patas rotas y la sangre for-
El Dios de Israel era el Creador del mundo. El Dios
mando parches escarlatas sobre el empinado paredón de
de Israel no es un Dios cruel, un Dios celoso, un Señor
la montaña. Allí atisbo por sobre el borde y, con ojos
de la Venganza. Es misericordioso: es el Creador de todo.
incrédulos, vio abajo a las ovejas sanas y salvas en una
Su amor se extiende sobre toda Su creación. El hombre
verde pradera que Dios tendiera debajo de ellas, como
es el elegido entre Sus criaturas, formado a Su imagen.
tiende una madre su delantal para recoger a su hijo.
Ha querido dotarlo de algunos de Sus atributos —Sus
Las ovejas que lograron asirse a los filos de las rocas
atributos de misericordia y amor— y llevarlo hacia Él,
con los dientes contemplaban asombradas a los corde-
para que pueda amar todas las cosas y ser tan amable
ron a buen recaudo en la pradera. Había alegría en su
y misericordioso como £1 mismo. El hombre era el ele-
mirada y felicidad ante el espectáculo de sus pequeños,
gido entre Sus criaturas.
milagrosamente salvados. Samuel, y las ovejas con él,
En cierta ocasión, un día luminoso y límpido, densas volvieron a respirar y se relajaron después que los po-
nubes comenzaron a aparecer en un rincón del oeste. seyera tan inesperadamente el mortal terror.
El joven estaba apacentando a su majada sobre una
suave pendiente cuando contempló la sombría amenaza Samuel contempló la grieta del valle. Entre los des-
del cielo: las nubes parecían grávidas de ira e indigna- arraigados árboles, todo el ancho de la empinada mon-
ción, como una jauría de sabuesos ávidos de sangre. taña estaba dentado de estribaciones rocosas que tala-
Apenas las había notado cuando descargaron su carga draban el cielo como agujas. Evidentemente el remo-
de ira como odres que estallan y vierten su contenido en lineante viento era tan fuerte que había transportado
hirvientes y quemantes torrentes. Un momento después a las ovejas por encima de las pétreas mandíbulas sin
la neblinosa lobreguez se disipó y la sucedieron furio- causarles daño, haciéndolas caer suavemente sobre el
sos vientos. Como fieras de la selva que se lanzan sobre verde seno del valle. ¿Cómo podía haber sucedido
su presa, soplaron tempestuosamente por los bosques aquello?
de la cumbre de la montaña, sacudiendo y doblegando Sus ojos estaban abiertos para ver visiones y sus oídos
los árboles, destrozando las copas, ramas y raíces. El atentos para oír una voz celestial. Las ovejas caídas y
trueno se descargó y retumbó y el viento siguió hacien- arrojadas por el furioso viento se transformaron en su
do escuchar su música embravecida, rompiéndolo y aso- imaginación en Israel.
lándolo todo a su paso. Volvió a su casa y le dijo a su madre:
Samuel vio que las ovejas trataban de hundir las pa- —Madre, mis ojos vieron la mano de Dios.
82 Sholem Asch El projeta 83
aquel sitio y otra que, mágicamente, lo atraía allí. Ape-
En una de las cumbres de las montañas había cierto nas había bajado de la cumbre se sintió compelido a
sitio desde donde se podía ver el este, y en un rincón volver y a ver Jerusalén una vez más. Todas las ma-
de esa imagen se distinguía a Jerusalén como un cer- ñanas al amanecer, sus pies parecían atraídos allí por
vato sobre las colinas. Desde el día en que Dios desam- su propia voluntad. Su conciencia se volvía hacia otra
parara Su ciudad y se la entregara al destructor para dirección, pero su imaginación orientaba sus pies ha-
que el Santo Sitio se convirtiera en un centro de im- cia la cumbre y obligaba a su corazón a demorarse
pureza, los Plañideros de Sión se habían abstenido de entre las ruinas del Monte Morías.
entrar en sus límites. Hasta evitaban que sus pies pisa- Una mañana:
ran aquella cumbre por temor a ver Jerusalén desde La tierra estaba impregnada de rocío. Una niebla
lejos. Su padre le había ordenado rigurosamente a Sa- grisblanca, una suerte de vago vapor, amortajaba toda
muel que no fuera allí, por temor a que sus ojos, en la ladera de la montaña. Rasgadas nubes flotaban en
un descuido, contemplaran la ciudad. la bóveda del cielo y velaban las cumbres de las colinas
El joven hizo todo lo posible por obedecerle y se en su seno. Cavilaban pesadamente sobre las laderas y
esforzó en retroceder, temiendo llegar a aquel punto subían en remolino del hondo valle. Todo revoloteaba
de observación. Pero el poder de sus meditaciones era y flotaba. El sol no abandonaba su dosel y parecía sur-
demasiado grande y llegó un día en que su sentimiento gir de un río de sangre extendido en el este del cielo.
de obediencia fué superado. Su cabeza resultó harto Se diría que luchaba por zafarse de las rojas olas y por
pesada para sus pies y su deseo de vislumbrar la ciudad cobrar fuerzas cada vez más. Finalmente avanzó en todo
pareció empujarlo mecánicamente al lugar vedado. Al su poder, envuelto en su esplendor y majestad. Miles
mirar, le pareció que la ciudad no había sido edificada de rayos arrojaron puntas que parecían afiladas lanzas
por las manos de los hombres, sino que había baja- y franquearon las nieblas y los velos de sombra que ca-
do del cielo, posándose sobre la montaña. Vio grandes vilaban sobre las colinas. Los rayos se ensancharon hasta
grupos de casas dispersos sobre las pendientes y sende- convertirse en verdaderas columnas luminosas en la at-
ros que bajaban al valle. Sus ojos buscaron el Monte mósfera gris circundante: bajaron en saetas de luz desde
Morías. Le pareció ver muros caídos y montones de es- el cielo e iluminaron la tierra.
combros y que de los altares existentes entre las ruinas Repentinamente Samuel, hijo de Salomón, quien era
surgían columnas de humo. Se le ocurrió que semejaban ahora un robusto joven, advirtió que sus pies lo habían
una presencia destructora, con su mano tendida sobre llevado nuevamente a la cumbre desde la cual se con-
la ciudad. templaba Jerusalén. Su majada de ovejas estaba con él.
Cerró rápidamente los ojos porque no quería ver Sus desnudos pies hollaban una maleza musgosa. Tenía
más, pero no logró desterrar de sus pensamientos esa la cabeza descubierta y sus largas guedejas negras esta-
imagen. Pensó que su padre y los demás Plañideros de ban húmedas de rocío, que saturaba también su rota
Sión hacían bien al no querer vislumbrar siquiera la túnica de pastor. Se detuvo y contempló la ciudad a
ciudad, en cuyos lugares santos se había alojado una través del trozo de claridad que se veía en el brumoso
inmunda impureza. cielo. Aquello parecía haber subido allí sobre las po-
Lo desgarraban dos fuerzas, una que lo alejaba de derosas alas de los querubines y ser iluminado por mi-
84 Sholem Asch
les de rayos. Jerusalén estaba suspendido en el espacio El profeta 85
y rodeado de nubes de rocío, neblinosas a causa de los —Soy un ignorante pastorcito, sin la menor instruc-
remolineantes vapores y veladas delicadamente por los ción. Mi lenguaje es mero tartamudeo. Carezco de co-
oscilantes, puros, leves, cerúleos y radiantes manojos de nocimientos.
otras nubes. —Levántate y vé a Mi ciudad, Jerusalén. Busca allí
Sobre las columnas de niebla taladrada por el sol y a los hijos de los profetas en la caverna; mora entre
sus vagos remolinos se elevaba un magnífico edificio, ellos y sé uno de ellos. Cuando llegue el día, pondré
que brillaba con el halo de oro que lo circundaba como en tu boca una lengua instruida. Todas las mañanas
un arco iris y fulgía con todo el esplendor de los siete te abriré el oído para que sepas qué tienes que decir y
colores fundamentales. qué tienes que hacer.
Repentinamente, un pean llegó hasta los oídos de
Samuel. La voz del profeta lo hizo temblar:
—Ven, subamos a la montaña de Jehová, a la Casa del
Dios de Jacob.
El joven se dijo en el fondo de su corazón:
"Mis ojos contemplan el sacrificio de purificación
con que Dios está limpiando el mundo mediante una
nube de incienso."
Samuel cerró los ojos. Temiendo mirar las nubes, per-
maneció inmóvil, temblando de terror. Reinaba un pro-
fundo silencio y sintió que aquel silencio se extendía
y colmaba toda la bóveda del universo. Aquello lo en-
volvió y el temor lo cercó. Todo su cuerpo tembló
de terror y de éxtasis.
De pronto una voz rasgó el silencio:
—Tú no eres un chacal que aulla en la noche, ha-
blándome. Eres un ave cantora que Me canta en el
alba. Con el canto tráele Mi consuelo a Mi pueblo.
Samuel, hijo de Salomón de la Casa de Judá, com-
prendió que la voz le hablaba y le ordenaba a él.
Cerró los ojos y con temerosa voz, tiritando de terror,
con los brazos tendidos hacia el cielo, le habló a la nube:
—Ellos no me creerán. Me llamo Samuel. Ellos dirán:
" T u imaginación te hace creer que eres como él." Di-
rán: "Ese joven es un soñador, como José."
—Desde hoy, ya no te llamarás Samuel. T e llamarás
Isaías. Su espíritu está en ti.
1
El profeta
juicio, pero no absolveré de ningún modo a los culpa-
bles. Recibiréis vuestro castigo, pero con eso no habré
terminado."
Ellos llegaron a la conclusión de que Judá e Israel
eran esenciales para la redención de la humanidad,
CAPITULO VI para la paz del universo, para el cambio que se operará
en el carácter del hombre y la bestia, para el eterno
A poco de haber destruido Nabucodonosor el templo bien que reinará al cabo de los días. Sin ellos no puede
y desterrado a todo el pueblo menos a los más pobres, haber rescate; entre ellos está la simiente del Mesías;
Jeremías, antes de haberse marchado a Egipto, reunió sus ijares alumbrarán al niño, como dice el profeta: "En
a los pocos discípulos aún afectos a él, y les halló un nosotros ha nacido un niño, en nosotros se ha conce-
escondrijo en una de las cavernas ocultas de la Mon- bido un hijo y el gobierno recaerá sobre sus hombros
taña del Templo, bajo las ruinas del santuario. Los y se llamará Maravilloso, Consejero, Dios Todopodero-
caldeos que asediaban la colina no conocían aquel re- s o , Padre eterno, Príncipe de la P a z . . . " Dios Todo-
fugio. Jeremías les entregó a los hijos de los profetas poderoso, evidentemente el divino gobierno que le dio
los pergaminos con sus profecías y las de los profetas Dios a Moisés sobre el faraón. "Y sucederá que, ese día,
que lo precedieran y que confiaran a su cuidado. Tam- la estirpe de Isaí se erguirá como un signo para las na-
bién figuraba entre ellas una copia de la carta que les ciones, las naciones que lo buscarán. .. y sucederá ese
enviara a los desterrados a Babilonia. Jeremías exhortó día que Dios volverá a tender la mano para recoger
e intimó a sus discípulos a conservar el sagrado espíritu al resto de su pueblo que quede en Asiría y Egipto y.
de la profecía para que no se extinguiera, a estudiar y Patros y Etiopía y Shinnar y Hamath y las islas del mar;
repetir las palabras del gran Isaías, a llorar la destruc- y Él enarbolará una bandera para las naciones y re-
ción del templo, a esperar ansiosamente el advenimiento cogerá a los dispersos de Israel; y los dispersos de Judá
del rescate y a considerarse profetas de la verdad y la también serán recogidos desde los confines de la tierra."
santidad. —Esperad pacientemente ese día —gritaron los discí-
Cuando el joven Isaías descendió de las montañas de pulos de Jeremías—. Preparaos para ese día.
Judá y se presentó ante los hijos de los profetas, el Aunque los hijos de los profetas eran pocos y estaban
espíritu del rescate latente en ellos los despertó y exaltó aislados y ocultos en las grietas de la roca, aunque me-
y con él entonaron el canto del Israel eterno: "No te- ditaban sin cesar en las palabras de los profetas y las
mas, Jacob, mi siervo, y no te sientas consternado, oh tenían siempre sobre los labios, estaban en guardia y
Israel, porque como ves te salvo desde lejos a ti y a tu alerta ante todo lo que sucedía en el mundo a su al-
simiente del país del cautiverio y Jacob volverá y repo- rededor. Como veían en todos los hechos que ocurrían
sará y prosperará y nada le causará temor. Por lo tanto, el dedo de Dios y creían que, sin Su providencial inter-
no temas, oh Jacob, mi siervo, dijo Jehová, porque vención, ninguna brizna de hierba crecía ni se movía
estoy contigo, porque enviaré la destrucción a todas las bajo la brisa, solían pesar y considerar cada hecho de
naciones entre las cuales os he dispersado, pero a vos- acuerdo con su influencia sobre el rescate de Judá e
otros no os consumiré por completo y os castigaré en Israel, sobre el regreso de la simiente de Jacob del
88 Sholem Asch El projeta 89
exilio al país que le dieran para disfrutarlo hasta la tando sus costumbres y adorando a sus ídolos. Estaban
llegada de los ansiados días del Mesías. La esperanza entre los brazos de una tenaza. Los filisteos en la costa
del rescate de Judá e Israel era el único bálsamo que marítima, al oeste, y Moab en el este, aprovechando el
conocían sus almas sedientas. Cuando el espíritu de desorden que siguiera a la caída de Judá, arrancaban
Dios descendía sobre ellos se complacían en profecías pedazos de la carne viva del Estado.
del futuro. Sus bocas proferían palabras modeladas a Devoraron el distrito de Jericó y Hebrón, acercán-
la manera de los grandes profetas antiguos y pronosti- dose a la propia Jerusalén. Despreciados y humillados
caban los días del advenimiento del Mesías. En forma por los pueblos vecinos debido a la condición inferior
secreta y oculta, se mantenían en contacto con los des- a que los redujera Dios, los sobrevivientes de Judá
terrados. Mandaban emisarios a Babilonia y Egipto, comenzaron a declarar abiertamente que su caída se
las dos grandes Diásporas. Alentaban y reconfortaban debía a que Bel Merodach e Ishtar, los dioses babiló-
las almas de los exilados consolándolos y resucitando nicos, eran más fuertes que su Dios, Jehová. No había
sus esperanzas. Les recordaban la promesa hecha por mediado aún una generación cuando ya adoraban abier-
Dios mediante sus siervos los profetas de que reinte- tamente y sin avergonzarse a los ídolos, sobre todo a
graría a su país a los hombres dispersos de Judá e Israel. Ishtar, cuyo culto estaba muy difundido y arraigado en
A veces uno de ellos, movido por el espíritu santo, solía todos los pueblos, desde el Mar Caspio hasta las islas
sentirse tan exaltado que empezaba a profetizar por su de Grecia y más allá, desde las montañas de Ararat a
cuenta. Entonces hablaba como los grandes profetas de Etiopía. A Ishtar solían adorarla bajo distintos nom-
antaño. Cada cual amaba al vaticinador a cuyo espíritu bres. Los santuarios y las cavernas que le dedicaban
se mantenía apegado y con el que vivía, cuyo estilo existían en toda la extensión de Judá y aun invadían
adoptaba y cuyo modo de predecir usaba. Así mante- el monte del templo y las ruinas del santuario debajo
nían encendidas las brasas de los grandes profetas y las del altar de Jehová. Las mujeres cocían tortas de sacri-
llamas que avivaban tenían por objeto caldear los co- ficio y ofrendaban cochura, plañiéndole a Tammuz,
razones de los desterrados. marido y hermano de Ishtar. Esto no sólo lo hacían en
Pero en esos días el rescate parecía lejano, muy lejano. las calles de Jerusalén, sino aun entre los derruidos
Las perspectivas eran sombrías, tanto en Babilonia muros del templo. También practicaban las infames
como en Egipto. Ni el más leve rayo de esperanza se costumbres de los sodomitas y las perversiones que los
distinguía en los ensombrecidos cielos de Judá. Su brasa moabitas, vagabundos del desierto, trajeran a Judá y
parecía haberse apagado por completo bajo las cenizas el culto de Moloch a la manera de los sidonios y los
del culto pagano y la impureza. La pobreza de los res- filisteos. Para adorar a esos ídolos, erigieron santuarios
tos que quedaran en Judá los había extinguido. en el templo en ruinas de Jehová. Al principio, los
Privados de la presencia de los sacerdotes, los levitas, hombres que se quedaran en Judá los adoraban en se-
los miembros de la familia real, los nobles y encumbra- creto, pero con el tiempo lo hicieron abiertamente.
dos, a todos los cuales Nabucodonosor había llevado a "Jehová nos ha olvidado —dijeron y al parecer les ale-
Babilonia, los demás se vieron abandonados a los ca- graba mucho haberse liberado del yugo de Sus man-
prichos de la suerte. Rápidamente cayeron bajo la in- damientos y mezclarse con las naciones que los rodea-
fluencia de los cananitas entre quienes vivían, adop- ban y hacer lo que hacían.
90 Sholem Asch El profeta 91
Mientras vivió Ezequiel, el profeta más grande de su la p i e l . . . " Y también la visión de Jerusalén revestida
generación, viajaba ida y vuelta a Judá, castigando y y la casa de Dios renovada y el culto devuelto al resca-
censurando sin cesar a los hombres que se quedaran allí tado pueblo de Israel.
y en Babilonia, recordándoles su pasado y reavivando Así el profeta los transportó como un titán enviado
sus esperanzas de un feliz futuro. Así, con sus palabras por los cielos, con una mano tendida al averno, al Va-
y consuelos, logró conservar encendida la brasa de Judá lle de los Huesos Secos, y con la otra, recogió los huesos
para que la vacilante llama no se apagara. Fué él quien que había esparcido y dispersado y los resucitó a nueva
anunció antes que nadie el principio de la responsabi- vida, poniéndoles en vez del corazón de piedra uno de
lidad individual de todo hombre por sus pecados. Dios carne y un espíritu de humildad y sumisión.
no exige que todo el pueblo sea castigado por sus pe- Pero el profeta Ezequiel estaba muerto desde hacía
cados sino el individuo. Cada cual deberá ser juzgado mucho tiempo; su voz había callado y la situación en
solamente por sus propias iniquidades. "¿Acaso no son Judá y la Diaspora era peor. En Judá volvieron al culto
mías todas las almas? Como lo es el alma del padre, lo de los ídolos. Hasta en el exilio no estaban libres de la
es la del hijo; el alma que pecó debe morir. El hijo mácula del culto pagano, lo mismo en Egipto que en
no ha de cargar con la maldad del padre ni el padre Babilonia.
con la del hijo; la justicia del justo debe recaer sobre Esto sucedía más que nada en Babilonia, donde la
él y la perversidad del perverso sobre él." Al pueblo llama de Judá e Israel ardía y centelleaba aún, donde
le advirtieron que no debía de hacerse ilusiones, cre- parecía que en tierra extraña podía haber todavía un
yendo que Dios lo perdonaría por los méritos de sus futuro para el pueblo de Israel, donde los hombres dis-
antepasados o simplemente por haber habitado en Je- persos de las diez tribus perdidas y los desterrados de
rusalem "Aunque Daniel, Noé y Job hubiesen vivido Judá podían renacer. Pero fué en realidad de Babilo-
entre ellos; mientras yo viva —dijo Jehová— ellos no nia de donde comenzaron a llegarles horribles rumores
salvarían a su hijo o hija." Tendrían que salvarse a a los hijos de los profetas, que esperaban el rescate en
sí mismos con su justicia. Jerusalén. Entre los desterrados había hecho su apari-
Pero la boca que decretara la muerte para el hombre, ción, destacándose, una nueva clase: un conglomerado
la mujer y el niño sabía también decir palabras de con- de mercaderes, negociantes y contratistas para quienes
suelo y fortalecer la confianza en el rescate de los que Babilonia era la tierra prometida. Pero junto a los que
quedaran. "Y yo os sacaré de entre los pueblos... y os vivían en el lujo en Babilonia estaban la gente del pue-
pondré en la tierra de Israel. .. y les sacaré de la carne blo, los pequeños propietarios, los que cultivaban la
el corazón de piedra y les daré un corazón de c a r n e . . . tierra en cooperativa y los arrendatarios que trabaja-
y serán mi pueblo y yo seré su Dios." ¡Sea que lo quie- ban el rico suelo existente junto al río Chebar y le
ran o no! "Y os sacaré de las tierras por las que habéis hacían rendir óptimos frutos, para quienes las palabras
sido dispersados, con mano fuerte y un brazo tendido de Jeremías que exhortaban a la lealtad a Babilonia
y la ira desbordando." eran una promesa de que ésta sería su hogar eterna-
Ezequiel les presentó la prodigiosa visión de los huesos mente. Comparaban aquella fértil tierra con los desola-
secos que "entraron casi el hueso en el hueso y el ten- dos páramos rocosos de Judá que se debían labrar con
dón en el tendón y la carne los revistió y los cubrió tanto esfuerzo, despejar de piedras y arar a fondo en
El profeta 93
92 Sholem Asch lo predijeran los profetas. Cuando el joven Isaías apa-
cada tramo. Naturalmente algunos exilados sentían nos- reció entre ellos conoció el destino de Áshir, su conduc-
talgia de su país, pero éstos pertenecían a una genera- ta, sus fetiches y su fin. Le hablaron de los salvajes
ción más antigua, cuyos corazones recordaban aún los hábitos de los sodomitas, de sus perversiones, de su
sábados y las fiestas del templo y en cuyas mentes per- crueldad en la guerra, de la destrucción que dejaban
duraban los últimos ecos de los consuelos de Jeremías al paso sus carros de combate. Ashir era como un dra-
y Ezequiel. gón con muchas lenguas envenenadas que chupaban la
Pero la segunda generación, nacida en Babilonia, se sangre de las naciones avasalladas y esperaba dominar
estaba asimilando a su medio. Sus ojos se dirigían cada y asolar eternamente a muchos países. Hasta cuando
vez más hacia los dioses babilonios, tan venerados por Ashir era más poderoso, Dios los señaló con el signo de
los pueblos y que les dieran un destino mucho más fe- la muerte, como en las palabras que Él puso en la boca
liz. Comparaban a esos dioses con Jehová, a quien sólo de Nahum de Elkosh:
conocían de oídas y al cual se consideraba un Dios
severo, que castigaba con todo rigor cualquier pecado, "Amado, estoy contra ti, dijo el señor de las mul-
grande o pequeño. A esta gente joven la fascinaba y titudes;
hechizaba la majestad de las procesiones organizadas y quemaré los carros con el humo;
en honor de los dioses en el marco del nacimiento del y la espada devorará a los leoncillos;
Año Nuevo babilonio. Bel Merodach, Sin y Shamash y yo separaré a tu presa de la tierra."
se trocaron gradualmente en las reverenciadas deidades
de la generación más joven de los desterrados. El culto Fué a Babilonia a quien eligió Dios para arrasar
de Ishtar se posesionó de los corazones de muchas mu- a Nínive hasta sus "cimientos" y borrar a Ashir de la
jeres y muchachas. faz de la tierra. Para el profeta Babilonia se convirtió
También era triste y amarga la situación en Egipto. en la heredera de Siria, y así como Dios había mandado
No existía una tradición profética, ninguna levadura al toro de Babilonia para que pisoteara la serpiente
de los ancianos de Judá y de su real casa. De manera de Ashir, así también mandaría a un león para que le
que los judíos se asimilaron con rapidez. No se les pudo quebrara el pescuezo al toro. El profeta sabía de oídas
distinguir de sus vecinos. Sirvieron en los ejércitos del lo que le hiciera Ashir a Israel, pero vio con sus propios
faraón. Tan intenso era en realidad su deseo de borrar ojos lo que le hizo Babilonia a Judea.
el recuerdo de Jerusalén y liberarse hasta de la más
ligera nostalgia que decidieron construirse un templo Como un alma extraviada, el profeta de Judea vaga-
en Elefantina y ofrendar sacrificios para rivalizar con bundeaba entre las ruinas del templo, por las desoladas
el templo de Jerusalén. calles de Jerusalén y las avenidas y silenciosas plazas.
Desde la antigüedad los profetas vaticinaban no sólo La ciudad de David estaba reducida a montones de
el destino de Israel sino el de todas las naciones. Dios polvo y de ruinas, sus casas eran pilas de escombros.
vela por toda la gente y la juzga de acuerdo con sus Míseros infelices, harapientos y demacrados a causa del
actos. En los anales de los hijos de los profetas, en Je- hambre, vagaban descalzos entre las ruinas, las piedras
rusalén, estaban inscriptos los hechos y el castigo que rotas y la grava. Cadáveres vivientes consumidos por la
les correspondían a las naciones por sus pecados, como
94 Sholem Asch El profeta 95
lepra y otras enfermedades, figuras esqueléticas enloque- vecinos que afluyeran impetuosamente a Jerusalén co-
cidas por el sufrimiento; parecían unos tiestos hechos mo un río que se sale de madre.
añicos y desechados por inútiles que formaban parte Pero lo peor era la situación en que se hallaba el
de los escombros y los montones de polvo que los ro- monte del templo. Allí la desolación era total: no ha-
deaban. Las casas en condiciones un poco mejores, por bían dejado en pie una sola piedra. El lugar santificado
haber resistido a los arietes y proyectiles del conquista- por Salomón como Casa de la Oración para todos los
dor, estaban en poder de moabitas, edomitas, asquelo- pueblos era consagrado ahora a los ídolos, más que na-
nitas, tirios y sidonios, llegados a Jerusalén con los da a Moloch. El santuario interior, el Oráculo de la
ejércitos de Nabucodonosor. Adondequiera se volvían, Casa, había sido reconstruido, probablemente en el mis-
los ojos de los profetas contemplaban ruinas y desola- mo sitio donde los sacerdotes ofrecieran antes el sacri-
ción. Un extraño vivía en el palacio construido por el ficio cotidiano. Dentro se erguía ahora allí la imagen
rey Salomón y en que reinaran generaciones de la Casa de Moloch, el dios de la desolación, cuyo vientre era
de David. El conquistador exigía el tributo servil y el un grande e ígneo horno. Los cielos, que antaño escu-
trabajo forzado, exprimiendo hasta la última savia de charan los salmos de los levitas en alabanza de Dios
los resecos cuerpos de los sobrevivientes. con sus trompetas y sonoros címbalos, que oyeran la
Famélicos, abandonados a su miseria por los sabios y canción del rey David, eran rasgados ahora por los gri-
los ricos de su pueblo, los desamparados sobrevivientes tos de los niños a quienes arrojaban al candente vientre
volvieron a sus ignorantes supersticiones y a la idolatría del ídolo de metal. Aquellos suelos donde despertara
de sus vecinos. Aquí, en el centro de cualquier plaza ecos la palabra de Dios dicha por el profeta Isaías, las
o en cualquier mercado, el profeta podía ver un altar piedras a las que arrancara resonancias su prédica de
precipitadamente erigido, la monstruosa imagen talla- salvación y redención a todos los pueblos del mundo,
da de un ventrudo Moloch que ocultaba un horno que recogían ahora clamores y chillidos de los devotos deli-
se podía encender con ramas de oliva o de palma; más rantes, de los sacerdotes de Moloch. Todos ellos daban
allá una desdichada judía se acurrucaba con su hijo cabriolas en ebrio frenesí y con demente concupiscencia
enfermo junto a una imagen de Ishtar en plena calle delante de su ídolo, con su desnudez al descubierto, en
y la atendían un sacerdote y una "kedeshot". El fetiche una danza triunfal dedicada a Moloch cuyo tumulto
de Baal señoreaba la vasta plaza. Arriba estaba el dios, ahogaban casi los gritos de los niños a quienes arroja-
con su perpetua vara en la mano, como símbolo de ban vivos a las llamas como ofrendas.
fuerza y poder, cuando los amonitas que venían con sus Sobre los santos peldaños que llevaban al santuario
esposas le pedían en sus plegarias que sólo les otorgara y a las sagradas cámaras, en los recintos donde Jeremías
hijos varones. desahogara su corazón lamentándose de la catástrofe
Adondequiera volvía la vista el profeta en la ciu- inevitable, se estiraban lascivamente las rameras adep-
dad de David y de Salomón contemplaba la desolación tas de Ishtar, sacerdotisas del sensual culto de la diosa.
y la ruina del alma y el espíritu junto con las de la Pero a pesar de todo esto, al joven profeta no se le
madera y la piedra. Dios se había vuelto extraño a ellos ocurrió ni por un momento, ni siquiera a modo de pa-
y ellos extraños a su Dios. Y la gran mayoría de los rábola, que Jehová hubiese abandonado a su pueblo
más pobres volvían a las costumbres bárbaras de sus para siempre y elegido a otro para que cargara con la
96 Sholem Asch
El profeta 97
responsabilidad de Su Ley. ¡No! Dios no era un hom-
bre para cambiar de idea. El Santo de Israel no engaña. ennoblecían y elevaban su espíritu. Empezaron a apa-
Había ligado su gloria a la de Israel desde el comienzo recérsele visiones. Oyó una voz que le hablaba desde
de sus tiempos, desde la época del pacto con Abrahán, ellas Parecía que Dios rasgara el velo del futuro. A
y no le daría Su gloria a otro. Pero. .. ¿Hasta cuándo? veces veía a Jerusalén envuelta en nueva gloria y es-
¿Cuánta fuerza tiene un hombre, un pueblo, para es- plendor y el júbilo brotaba de sus ruinas como una
perar? El pueblo de Israel estaba próximo al aniquila- melodía. Como el profeta a quien veneraba, Isaías el
miento, como un cabo de vela cuya llama arde débil- grande, veía la montaña del Señor dominando a los
mente, vacilando hasta extinguirse. Judá era como una montes y alzándose por sobre los valles. Veía afluir a
diminuta isla sobre la cual se rompen las olas y que ella a todo el pueblo para esperar la Ley que saldría
embiste la tempestad por todos lados con tan implacable de Sión. Veía a pueblos de islas lejanas elevar sus ojos
furia que parece próxima a ser devorada por el mar; a hacia Jerusalén, ansiando la luz que brotaría de ella
tal punto que ni siquiera se sabrá ya que existió allí. para que iluminara los lugares oscuros. La Casa de
Poco tiempo más e Israel no podría distinguirse ya de Israel y Jerusalén estaban ligadas a Dios por un vínculo
las insignificantes tribus salvajes de las soledades. Los de gloria y los bendecía el nombre de Dios. Mientras
gusanos que eran Amón y Moab roían lentamente sus Jerusalén siguiera siendo una ruina y la Casa de Israel
visceras vitales, mientras que por fuera las famélicas estuviese dispersa, el Honor de Dios sería desdeñado y
fieras que eran Egipto y Babilonia le arrancaban partes el hazmerreír de las naciones. Cuando Israel fuese resca-
vivientes. A Jerusalén se la podía considerar un desier- tada y reconstruyeran Jerusalén sobre su loma, todos los
to, una de las ciudades de Amón o Moab o Edón que labios ensalzarían la gloria de Dios. La Casa de Israel
la rodeaban y amenazaban con estrangularla. Si tal fue- no volvería a sucumbir ni Jerusalén a ser asolada, ya
ra en realidad la suerte que le estaba destinada... ¿qué que Dios había invocado su nombre sobre ellos.jtH-
pasaría con las promesas hechas a sus padres? ¿Habrían ciendo: — / 7
sido inútiles los afanes de Moisés, los trabajos de David? L
-¡Sois míos! /y( ^ ^ Q ^ P ' ^ ^ J ~ P
¿Qué sería de las esperanzas de todos los hombres vi-
vientes de redimirse aquí, en la tierra? El grito de La imaginación de los hijos de los profetas había
Isaías y el lamento de Jeremías sólo habrían sido una creado casi una imagen viva de Sión. Encarnaba esa
voz que clamara en la soledad. ¡Pero un poco más y ya imagen una viuda que vagaba entre las ruinas del
no quedaría nada que salvar! templo y se lamentaba durante sus rondas nocturnas,
como nuestra madre Raquel, cuya voz, una voz de llan-
Cuando estas meditaciones agobiaban demasiado su
to y amargo lamento, oyera el profeta de la destrucción
alma, el joven profeta se refugiaba en la soledad de una
en Ramah cuando llorara a sus hijos y se negara a de-
de las cavernas que se hallaban debajo del monte del
jarse consolar.
templo. Allí se aislaba y oraba a solas. A medida que
En las meditaciones del joven Isaías, quien apenas
lo consumían sus sufrimientos espirituales y su incesan-
se reuniera un poco antes con los hijos de los profetas,
te ayuno, su alma se exaltaba cada vez más. Su ansia de
las dos matriarcas, la madre Sión y la madre Raquel,
rescate, su celo por el Dios de Israel, su amor por Je-
se fundían en un solo ser: la madre Israel.
rusalén y su pasión por ver rescatados a Judá e Israel,
Su apasionado deseo de ver a esa madre Israel con
98 Sholem Asch El profeta 99
sus propios ojos frutecía en su mente como una imagen la radiante luz de la luna y las estrellas se vertía sobre
visual. Le parecía la sombra de una mujer quien vaga- su velo negro como el ébano y tejía un tapiz de clari-
bundeaba entre las ruinas del templo al ponerse el sol dad sobre la negrura de su luto.
o se sentaba sobre una piedra con los brazos tendidos Isaías cerró los ojos para no contemplarla con su
hacia el cielo y las lágrimas fluyendo de sus ojos. ¡Ah, visual física. Y se dejó caer de rodillas ante ella.
cómo lo consumía el ansia de verla con sus propios —¡Ay, madre nuestra!
ojos! ¡Ah, si hubiese podido confortarla con la bendi- —Yo soy la madre del niño Israel. Todos lo han
ción de la esperanza y el consuelo! ¡La generosa plétora abandonado a sus gemidos, todos sus amigos lo han
de esa bendición le colmaba el corazón como el zumo traicionado. Pero yo no lo habré de desamparar aun-
una granada! La esperanza revivía en él como un fruto que lo alejen de la presencia de Dios. Sé que no ha
que madura. Israel no se agostaría porque Dios estaba cometido mal alguno. Sólo sé de los castigos que ha su-
y seguiría estando con ella por más que sufriera. ¿Aca- frido. Mi sangre fluye por sus venas, mi sangre siente
so él no había oído en su corazón la voz de Dios que el dolor cuando está afligido antes aun de que lo sienta
hablaba de Israel? "Cuando cruces el agua estoy conti- él mismo. ¿Quién, quién me consolará, pues grande es
go, y cuando cruces los ríos ellos no te arrastrarán; mi desazón... ?
cuando pases por el fuego, no te quemarás; las llamas —Oh, madre mía, oh, madre mía, mira y verás que
no te chamuscarán, porque yo soy Jehová tu Dios, el Dios ha tejido un precioso vestido para ti; te ha atavia-
Santo de Israel, tu Salvador." do con un manto de su afecto y piedad, el vestido de
El joven salía de noche y buscaba la sombra que su gloria para el gran día, el día del regocijo cuando
cavilaba entre las ruinas del templo. La buscaba como llegue. Mira y verás, Dios está limpiando tu casa, pu-
un amante a la adorada de su corazón, porque su alma rificándola de toda suciedad. Pura y sin mácula estará
volaba hacia ella hasta que la veía. para darles la bienvenida a tus hijos cuando vengan a
La sombra se le apareció a la luz de la luna. Sobre ella. Puros saldrán del horno de la aflicción, depura-
todo el monte Morías se entretejía un tapiz de plata dos por las llamas. Como ovejas que salen de su lavado,
de pura claridad lunar y neblinosa tiniebla. Las denta- como un cordero tras la esquila, volverán tus hijos. Es-
das puntas de las rotas paredes se esfumaban y fundían cucha la voz de tu Dios que te llama, en las noches
en la vaguedad del claroscuro. Las estrellas miraban estrelladas, dándote la bienvenida:
desde el cielo con dulce fulgor y su titilante brillo se
fundía con el de la luna en las profundidades de la "Así habló Jehová; así te habla;
noche formando una cortina ora opaca, ora trasparen- porque el Señor te ha llamado como a una mujer
te como un velo, que amortajaba las ruinas del tem- [abandonada y acongojada,
plo, toda la montaña y sus pendientes y hondos valles. y una esposa de la juventud, cuando fuiste recha-
Mientras estaba parado allí, con el corazón trémulo zada,
y temeroso, oyó una voz que decía: dijo tu Dios.
—¿Quién de mis amantes me consolará? Por un momento te he abandonado,
Miró, y sus ojos la contemplaron. Allí, envuelta en pero con grandes misericordias volveré a recogerte."
la tiniebla, estaba parada la madre, la madre Israel, y
100 Sholem Asch El projeta 101
"Desde los tiempos de Jeremías ningún hombre me nadie conocía, que su espíritu se agitaba realmente en
ha consolado como lo has hecho tú, hijo mío. ¡Oh, hijo éste. El don de la profecía vibraba en él en mayor
mío! Levántate. Ve hacia mis vastagos que están dis- medida que en el alma de cualquiera de los hijos de
persos y arrojados al exilio. Sé el consolador de Israel, los profetas que estaban en las cavernas. Lo poseía una
como lo has sido para mí. ¡Oh, hijo mío! Consuélate, inspiración sobrenatural. Parecía que el Espíritu Santo
consuélate, oh, pueblo m í o . . . " lo había dotado de ese don y consumido realmente co-
Isaías abrió los ojos. La mujer ya no estaba allí. El mo a un becerro sacrificado en el altar. Y su boca vertía
joven volvió al lado de los hijos de los profetas con impetuosamente tan poderosas palabras de esperanza,
una nueva canción en el corazón, la canción del consue- una confianza tan intensa en el rescate, que la conster-
lo para la madre de Sión. nación se apoderaba de los hijos de los profetas.
Así Dios abría cada mañana el oído de Isaías para que Isaías empezó a cantar y a proclamar la buena nueva
oyera y sus ojos para que viesen. El joven oyó voces de la redención que estaba en camino. Anunció que la
que ninguno de sus compañeros oyera y vio visiones iniquidad de Terusalén había desaparecido, que Dios
que no habían visto. Mientras los hijos de los profetas había borrado los tacados de la Casa de Israel y no los
estaban sumidos en la tiniebla del duelo y sólo con- recordaría ya. A Dios no se le podía fijar una hora
templaban las ruinas y la destrucción y desolación cau- determinada. Cuando quería Él destruía toda represa
sadas por los saqueadores, el joven Samuel, esto es, que se oponía a su avance, hasta la norma impuesta
Isaías, veía la mano de Dios que preparaba el camino por Sus profetas. En todas partes las palabras del nuevo
para los redimidos. Era un rayo de luz en la oscuridad profeta provocaban excitación, terror y asombro.
y un sendero de verde hierba que se internaba en un A veces cantaba la Unidad del Dios de Israel, el
desierto. "¡Prepara el camino! ¡Prepara el camino!". Primero y Último, exaltado por sobre todas las cosas
Estas palabras eran un canto en lo más hondo de su y a Cuyo lado no había otro y Cuya justicia alcanzaba
alma y estallaban en un gozoso grito de consuelo. a todos los hombres. En otras ocasiones evocaba la ter-
—¿No ves que la redención tiene prisa por llegar? nura y el amor de Dios por toda Su creación, extrayen-
Los hijos de los profetas no lo comprendían y grande do de la oculta tiniebla de la caverna nueva esperanza
era su asombro ante las palabras de Isaías, porque el para todos. Subrayaba la lealtad de la Casa de Jacob
joven afirmaba ver la redención cuando en torno todo a su Dios y su alto privilegio de que Él la hubiese elegi-
era mortal tiniebla, destrucción y ruinas. Se decían: do entre todas las naciones. A veces.Dios le traía una
—Un novio ha aparecido entre los plañideros. Está visión del advenimiento del Redentor, de los pies del
erigiendo un dosel de bodas en un cementerio. ¿Qué heraldo de la buena nueva que avanzaban sobre las co-
voces son las que oye, que no llegan a nuestros oídos? linas de Terusalén. Hablaba del advenimiento del Me-
¿Qué visiones ve que no nos son concedidas? sías de Jacob, cuya'llegada esperaban también las dis-
tintas islas. Sus palabras hallaban pronta respuesta en
Lo llamaban Isaías, como el gran profeta. Hablaba a muchos de los hijos de los profetas. También en ellos
la manera de su homónimo y su espíritu perduraba en se encendía la chispa de la profecía. También ellos
él. Se diría que Isaías había resucitado en la persona de veían visiones del advenimiento del rescate. Entonces
aquel recién llegado, de aquel misterioso joven a quien todos comenzaban a contar, en su propio idioma y su
102 El profeta 103
Sholem Asch
propio estilo, la grandeza del Santo de Israel, la espe- y venían de los cuatro extremos de la tierra. Luego oyó
ranza de Israel, que es la de todo el mundo: la de la el batir de poderosas alas que descendían sobre los san-
redención y el Redentor. tuarios derruidos, trayendo a los seres dispersos de Judá
Cierto día se difundieron entre los sobrevivientes de e Israel de los cuatro extremos de la tierra, del oeste y
Judá rumores de que Ciro, rey de Persia, había vencido el este y el norte y el sur. Todos los que pertenecían
al rey de Babilonia y le estaba arrebatando una provin- a Jehová, todos aquellos sobre los cuales se invocaba
cia tras otra. Sin necesidad siquiera de tender su arco, el nombre de Dios, todos los que creara Dios para su
avasallaba comarcas y más comarcas. Había llegado a gloria, venían y se reunían allí. Pero era una casa de
las islas de Grecia; la de Chipre le pertenecía y sus ejér- Israel distinta. Los ojos del esclavo ciego se abrieron
citos estaban acampados ya a las puertas de Tiro y Si- y pudo ver. Contempló al Dios Ünico en Su Santidad,
dón. Adonquiera llegaba proclamaba la libertad de las gobernando amorosamente a todas Sus criaturas.
naciones y las liberaba del yugo babilónico. Echaba a La voz de Dios se oía en su corazón; un nuevo espí-
los oficiales y capataces de Babilonia sedientos de san- ritu alentaba en él, como el rocío, como la lluvia que
gre y les devolvía el gobierno propio a los que fueran cae libremente sobre los resecos yermos de las soleda-
autónomos antes de la conquista. Liberaba a los escla- des, como un desolado desierto que se vuelve fructífero
vos y suprimía tasas y gabelas. La esperanza había re- y retoña. Así floreció Israel y cobró frescura con el nue-
nacido entre los sobrevivientes de Judá. vo espíritu. El alma de Israel estaba sedienta de Dios
y Él le dio de beber de los manantiales de Su alabanza.
Cuando la buena nueva llegó a oídos de los hijos Israel fué purificado y la Casa de Jacob renació, reco-
de los profetas, ocultos en las cavernas existentes detrás rriendo con una canción en el alma el camino que lleva
del templo, el nuevo Isaías se hallaba escondido en la a la patria. Las soledades eran un fructífero jardín a
soledad de una grieta de la roca, bajo las ruinas del sus pies, un divino jardín verde y fragante, porque lo
santuario. Después de varios días de aislamiento y exal- regaba el rocío que hacía gotear el Propio Dios. Tampo-
tación su alma se elevó. En una visión oyó rumor de co recorrió solo Israel este camino de soledades con
tropas, de ejércitos que llegaban desde lejos. Percibió Dios en el corazón y Su alabanza en los labios. Los ani-
la marcha, el paso sordo de muchas legiones, que traía males del campo, las serpientes y los escorpiones lo
el viento como el ruido de las rompientes del mar cuan- acompañaron. Salían de las hendeduras de las rocas y
do embisten la costa con estrépito. Nada podía oponerse los pozos, arrastrándose hacia los arroyos, hacia las
a la acometida de su poderosa fuerza. Todos los cami- charcas que Dios pusiera en las desoladas soledades pa-
nos se volvían claros ante él; todos los lugares escabro- ra calmar la sed de Israel. Se saturaban de las puras
sos se alisaban. De improviso una poderosa mano lo asió aguas con que Dios mojaba el desierto y se redimían
y lo levantó hacia el país de la visión. de la suerte de los animales malditos que se arrastran.
El profeta vio el rescate con la luz interior de sus Además sus ojos se'abrían al conocimiento de Dios. Una
sentidos. Vio que Israel salía por segunda vez de la casa poderosa canción brotaba jubilosa en las soledades de
del cautiverio; era, literalmente, su éxodo de Egipto. las gargantas del hombre y la bestia: un pean de elogio
Un camino se abrió en el mar. Las grandes olas roda- al Único Dios de Israel, Jehová. Porque cuando Dios
ron hacia atrás y se elevaron en dos muros a ambos purificaba la Casa de Israel de todos sus pecados puri-
lados del camino y entre ellas pasó Israel. Se juntaban
Sholem Asch
t y ficaba toda la tierra y borraba todo mal de Su creación.
V Luego el profeta oyó que una voz clamaba en su co-
*i razón:
¡¡
j"
"¡Levántate y vé a Babilonia y llévale a mi pueblo
la palabra de consuelo! ¡Consuélate, consuélate, pueblo
mío!
Mi
CAPÍTULO VII
El profeta se alojaba en la cabana de Neraías, hijo de
Seraías, quien trabajaba como jornalero en las balsas
del rico Malchaya Gavra, dueño de una flotilla que
trabajaba activamente en todos los canales de Babilo-
nia. Sus balsas transportaban a los pasajeros de orilla
a orilla y de calle en calle, porque Babilonia no tenía
puentes. Malchaya había conseguido la concesión de
Baltasar, su socio comanditario en la empresa.
Neraías vivía en aquella cabana con su viejo padre.
Ama-Bar, su esposa, cuidaba de ellos. Cuando el profeta
vino a Babilonia, la familia lo acogió allí. Neraías cons-
truyó una choza de cañas techada con ramas de palmas
junto a su mísera cabana y la puso a disposición de
Isaías. Su mobiliario se reducía a un jergón, una mesa
y un tosco banco. Sobre la mesa había un trozo de per-
gamino y varios rollos con las palabras de los profetas
que hablaran en Judá e Israel, sobre todo, las del pri-
mer Isaías y Jeremías. También veíase avío de escribir,
plumas de ave, punzones y tablillas de arcilla. El profe-
ta decía sus profecías cuando, en las sinagogas los sá-
bados y en los mercados durante la semana, poseía su
alma el espíritu de Dios. Luego, en la quietud de su
choza, las anotaba en las tablillas tales como le brotaban
del corazón. Neraías las secaba al sol. A veces las escri-
bía con una especie- de tinte en platos de arcilla, sobre
todo los salmos de alabanza que cobraban forma en su
mente en los momentos de gracia.
La generosa Ama-Bar cuidaba de las modestas necesi-
dades del profeta. Le preparaba su sencilla comida de
pan de cebada, aceitunas, sémola y verduras, se preocu-
106 Sholem Asch El profeta 107
paba de que su ropa estuviese limpia y le cambiaba la contemplar a esos paganos en su impureza y ceguera.
paja del jergón. Creía que un hombre de Dios vivía — ¡Tú, oh, profeta bendecido por Dios, quieres ir has-
a la sombra de su techo y lo veneraba como tal. Su ma- ta las puertas de ese culto idólatra!
rido Neraías se había consagrado por completo al pro- —Acerquémonos y veamos a esos paganos en su abo-
feta desde que el pie de éste franqueara su umbral. La minable culto, para que yo pueda saber cuan exaltado
choza de cañas y bardas le parecía al matrimonio un y elegido es el pueblo de Israel.
santo tabernáculo, ya que el profeta oraba allí. En ese De modo que el profeta, a quien le ordenaran no
lugar buscaba la soledad y se encerraba con el Espíritu profanar su cuerpo entrando en contacto con aquel pue-
Santo cuando la gracia descendía sobre él. En toda Ba- blo extraño a su culto, bajó de la balsa y se reunió con
bilonia sólo aquella familia conocía al profeta. la avalancha de adoradores del ídolo.
Éste quería saber todo lo que sucedía en la extraña Detrás del templo de Ishtar, veíase un vasto solar
ciudad. A menudo acompañaba a Neraías, quien traba- totalmente libre de edificios. Aquel espacio se dejaba
jaba en la balsa que unía a un gran mercado con la libre de casas u obstrucciones para usarlo en caso de
Avenida de las Procesiones que terminaba cerca de las emergencia. Si la ciudad se veía sitiada o estallaba una
puertas y el santuario de Ishtar. Dominaba la salida a hambruna, aquellos campos podrían ser arados y ren-
aquella bocacalle el E-Sagila, el santuario de Bel Mero- dirían una cosecha capaz de alimentar a los ciudada-
dach, una torre muy antigua que se remontaba al cielo nos. En épocas normales, ese solar servía de mercado
desde un "ziggurat", un edificio que formaba terraplén más que nada para los artesanos que hacían toda clase
tras terraplén, como el plinto de un gran monumento. de ídolos que los mercaderes vendían, cincelados, fun-
La torre comenzaba a elevar su mole hacia el cielo des- didos, esculpidos y tallados. Lo atestaba una muchedum-
de la séptima capa. Angostas escaleras que llevaban de bre de adoradores que cubrían la llanura como un re-
terraplén en terraplén y de torre en torre cubrían la vuelto mar de móviles cabezas. Hombres, mujeres y
superficie de los muros exteriores. A lo largo de la niños de todos los pueblos e idiomas se agolpaban ante
Avenida de las Procesiones, cercada por macizas y altas los estancos de los buhoneros y las mesas de los arte-
murallas, los mercaderes vendían sus mercancías al de- sanos. Los persas y los medos, fáciles de distinguir por
voto que venía a practicar su culto: pequeños ídolos, sus negras vestimentas y trenzadas barbas, se abrían
"teraphims" para la casa e imágenes de los dioses he- paso entre el gentío con sus fardos de badana del país
chas de madera, arcilla o cobre. A los enfermos, los cojos de Elam. Los sirios y asirios se empujaban con los pas-
y los ciegos los traían sus parientes en literas, cruzando tores y beduinos de los desiertos de Redar. Todos ellos
el canal en balsas para llegar a los templos. regateaban por las imágenes de Ishtar, Bel Merodach,
—¿Adonde llevan a los enfermos? —preguntó el pro- Sin y Shamash apenas las acababan los artesanos.
feta—. ¿A las puertas de los templos? El profeta se acer.có al estanco de un tallista y lo vio
—Sí. Vienen aquí a adquirir amuletos y hechizos, a trabajar en una figurilla de madera de Ishtar, quien
comprarles fórmulas mágicas a sus sacerdotes o a pe- sujetaba dos palomas contra su pecho. Cuando caían
dirles consejos a otros que padecen de la misma en- las virutas, el artista las barría debajo de una cocinilla
fermedad. sobre la cual se hacía la comida en una marmita. Una
—¡Neraías! Quiero ir a las puertas de los templos, a mujer babilonia, con su niño enfermo en brazos, rega-
108 Sholem Asch El profeta 109
teaba ya con él por el precio del ídolo antes de que lo petuosamente sobre el suelo cubierto de paja, tapándo-
hubiese terminado y le suplicaba que no le ahorrara lo con un paño grande y de hermosos colores. El carro
tinte rojo en el rostro. El tallista concluyó la figura, le se puso en marcha chirriando y se alejó de la plaza
untó el ombligo de miel y lo acercó, con profunda acompañado por los gritos de admiración ante el ídolo
veneración y religioso terror, a los labios del niño en- eme profería la multitud mientras fcse ¿dispersaba gra-
fermo. A cambio, recibió un cabrito que, según la con- dualmente. ZL <£ i Ó j U j f t f e fc\ W
versación sostenida, era el último de la majada de la El ricachón, quien seguía jadeante al gran fetiche,
pobre mujer. no le llamó tanto la atención al profeta como los pobres
Cerca un rico babilonio regateaba con un vendedor y míseros que trajeran a sus enfermos con ellos. Éstos
de ídolos. La negociación versaba sobre una imponente hurgaron en el fondo de sus bolsitas y maletines para
estatua de piedra de Bel Merodach. La embellecía una comprar algo con lo último que les quedaba. Los pocos
corona de piedras preciosas falsas y una serpiente cin- huevos, trozos de tela tejida a mano y madejas de lana
celada, enroscada alrededor de sus pies. Se trataba de que sacaban eran aceptados a regañadientes por los
una transacción importante y a ambos los rodeaba una mercaderes. A cambio, los compradores recibían figu-
numerosa y boquiabierta multitud. Todos estaban en rillas de Ishtar, de pésima ejecución, que codiciaban
éxtasis ante el ídolo. Expresaban libremente sus opi- con la esperanza de que les curara a un hijo enfermo,
niones sobre su tamaño, hechura y valor, alentando al abriera una entraña estéril, hiciese fecunda a una vaca
comprador y hablando de las maravillas logradas por o acrecentara su rendimiento de leche. En este lugar
el dios y de cómo podía hacer milagros en favor de los Ishtar prevalecía sobre todos los demás dioses. Su nom-
que tenían la suerte de instalar al ídolo en su casa. bre estaba en todos los labios. Constantemente, había
—Durante seis años mis esposas fueron estériles y no una salvaje arrebatiña para comprar imágenes de la
tuve heredero. Entonces conseguí una figurilla de Ishtar diosa, hechas con toda suerte de materiales y de las
y la puse en la alcoba de mi mujer favorita. Le bastó más diversas formas. Un débil padre, una madre pobre,
con mirarla y ofrendarle un poco de incienso y de in- un hermano, una hermana solícita, solían abrirse paso
mediato quedó grávida. ansiosamente entre la muchedumbre para acercarse a la
Así habló un tosco y corpulento babilonio, sobre cu- litera del enfermo y llevarle a los labios al ídolo recién
yo grueso y carnoso cuello descansaba un rostro de adquirido. El paciente reunía sus últimas fuerzas y to-
eunuco, mirando con aire ansioso al ídolo. maba el ídolo en sus ávidas manos, confiando en su
virtud curativa. Débiles labios que apenas se movían
Estas alabanzas cautivaron el corazón del comprador.
se apretaban contra el ombligo del ídolo, y las trémulas
Llamó a un escriba para que redactara el contrato de
manos se lo llevaban luego al corazón, murmurando
compraventa. Las condiciones fueron inscriptas en una
una ferviente plegaria. La imagen era su última espe-
tablilla de arcilla. El vendedor oprimió su sello, que le
ranza.
pendía del cinto, sobre el contrato. Cerrado el trato,
unos enormes esclavos etíopes bajaron cuatro grandes El templo de Ishtar desbordaba tanto de adoradores
bolsas de cebada de un carro tirado por dos bueyes y que los sacerdotes se veían obligados a efectuar los
estacionado cerca de allí. Las depositaron a los pies del servicios religiosos al aire libre, ofrendando incienso so-
mercader, izaron el ídolo al carro y lo depositaron res- bre trípodes instalados alrededor del edificio, a modo
110 Sholem Asch El projeta 111
de altares. El espacio libre existente delante del santua- dioses son madera y piedra, marfil y hierro! ¿No tienen
rio de Ishtar cobraba vida con las oscilantes sombras inteligencia para advertir que caminan a tientas como
de las palomas que describían círculos sobre él. Una los ciegos, a través de una tiniebla total? ¿Y nosotros? La
multitud de mujeres, jóvenes y viejas, se reunían sobre vergüenza y el aislamiento han invadido la Casa de
los peldaños y el umbral, dándoles a las palomas migas Dios en Jerusalén. La Casa de Jacob está dispersa entre
de obleas y todo género de pan santo que prepararan las naciones; el mundo entero se halla contaminado.
en señal de veneración a Ishtar. En la plaza había zum- Han erigido templos para el mal y los fetiches. Han
bido de alas, arrullar de palomas y agitación, movimien- levantado santuarios que se remontan hasta los altos
to y charla de devotas. Pero el inocente deporte de cielos. Sus sacerdotes son eunucos y rameras; sus luga-
alimentar las palomas no era la única forma en que res sagrados, lupanares..-. ¡Y el Dios de las multitudes
servían a Ishtar las mujeres. También ofrendaban el se hace cada vez más fuerte en Su Cielo de los cielos!
don más precioso que podían dedicarle: su virginidad, "¿Hasta cuándo, oh, Señor de las Multitudes, espera-
su castidad y el sentimiento de la vergüenza y el reca- rás y mantendrás la paz? —bramó el profeta, como un
t o . . . Los senderos y peldaños del templo estaban ates- león, con toda la amargura de su alma—. T ú mismo
tados de mujeres de todas las edades. dijiste que eres el Primero y el Último y junto a T i
Los babilonios no eran el único pueblo sumido en no hay nada más." __ <%(/&!&- HlA^O
aquel degradante pecado. El mundo entero, todos los Ocultó el rostro entre^sus manos. El'corazón, antes
pueblos, razas y países se contaminaban con él. Desde que los ojos, lloraba en él. Y pensó:
el Mar Caspio hasta las islas de Grecia, desde las mon- "¡Ay, Hacedor y padre de todos los seres... ¿Por qué
tañas de Ararat hasta los desiertos del Yemen y aun has cegado así a las criaturas con que pueblas la tierra?
más allá, todas las rodillas se inclinaban ante la diosa, ¿Por qué has esparcido así una enfermedad de oscuras
todas las manos se tendían hacia ella con implorante noches sobre sus ojos? Has hecho a sus corazones duros
gesto; su nombre estaba en todos los labios. como el pedernal y has convertido su inteligencia y
comprensión en ignorancia y estupidez. Ellos no saben
Esa noche el profeta yacía desvelado sobre su jergón ni comprenden, no ven ni sienten. Sus ojos no están
en la choza contigua al refugio de Neraías. Las estrellas abiertos ni sus cerebros razonan para que puedan de-
lo contemplaban por las aberturas existentes entre las cir: 'Incendié una parte del árbol. Hasta cocí pan sobre
ramas de palmas. Isaías miraba el azul oscuro del cielo sus carbones. Asé carne y la comí. Del resto me hice un
estrellado como si tratara de penetrar el velo que cubría ídolo'. ¿De modo que estoy adorando a un fragmento
los mundos de las alturas y entrar en contacto con los de madera? ¡Oh, Padre de todos los seres, apiádate de
seres celestiales, con el carro que viera Ezequiel, que T u creación! ¡Abre una grieta en la mortal tiniebla de
llevaba directamente al cielo el clamor de su corazón. sus vidas para qué puedan ver que sólo T ú eres el
Su corazón era una sola llama devoradora: una hogue- Primero y el Último; no hay Dios fuera de Ti. ¡Oh,
ra de celo por el Dios de Israel. Dios de todo el Universo!, llena de T u gloria todo el
—¿Están tan cegados sus ojos que no v e n . . . tan mundo que has creado. Abre los corazones y los ojos de
paralizados sus sesos que no saben, para que se humillen todos los seres que están sellados y no pueden ver claro.
así ante la propia obra de sus manos? ¡Porque sus Que todas las rodillas se hinquen ante T i y todas las
112 Sholem Asch El profeta 113
bocas te llamen. ¡Porque sólo T ú eres Dios sobre toda
T u creación!" "Así decía Jehová, rey de Israel
Mientras yacía así, sumergido en la intensidad de su y su Redentor;
plegaria, oyó que una voz llamaba en su corazón. La yo soy el Primero y el Último
voz cruzó su cerebro diciendo: "Ciro hará esto." y a mi lado no hay otro dios."
"Ciro es el siervo de Dios, quien no lo envió simple-
mente para liberar a Israel, sino para aflojar las liga- Ardía en su alma el anhelo de ver cumplida la pro-
duras en todas partes y liberar a los prisioneros —pen- fecía de su homónimo y predecesor de que "la montaña
só—. Es Dios quien abre todos los caminos ante Ciro, de la Casa de Jehová será colocada en la cumbre de
quien abre todas las puertas y desmorona todas las todas las montañas y exaltada sobre las colinas y las
murallas. Ciro hará caer a todos los fetiches de sus pe- naciones afluirán a ella". Este deseo penetró tanto en
destales, destruirá a todos los ídolos y llevará a todos su sangre que determinó toda su visión profética y le
los pueblos hacia el Dios de las multitudes, el Dios que dio clarividencia para prever los sucesos futuros. Su
lo tiene de la diestra y lo conduce. Entonces los ojos espíritu profético lo excitó y lo llevó a países lejanos;
del pueblo quizás se abran por fuerza; verá que sus pero su visión era tan realista que le parecía ver lo que
dioses no pueden salvarlo de Ciro. Moloch no es sufi- imaginaba con los ojos del cuerpo, naves que surcaban
cientemente sabio para liberar de él a Tiro y a Sidón. los mares, caravanas de camellos y asnos que atravesa-
Los dioses de Asiría le son inútiles. Bel Merodach se ban el desierto, multitudes que ascendían por las coli-
yergue, inmóvil como un trozo de madera carente de nas, bajaban a los valles y subían trabajosamente a las
todo sentido, sin poder salvar a Babilonia de las legio- alturas, todos en procura de un mismo fin: la montaña
nes de Ciro. La sabiduría de Nebu de nada sirve para de Jehová, la Casa del Dios de Jacob. Contempló a
salvar a la gran ciudad. En vano le rezan a Sin y a Sha- todos los pueblos del mundo en su indumentaria ca-
mash; en vano le suplican a Ishtar, la diosa de las for- racterística, cada cual con el sello de su nacionalidad,
nicaciones. Todos ellos, hasta el último, son como tiestos trayendo de la mano a sus hijos y llevándole regalos al
rotos, cuyo único destino es el montón de estiércol. No Dios de Israel y diciéndose: "Venid y subamos a la mon-
tienen un fin ni una misión que cumplir. El ídolo de taña de Jehová, a la Casa del Dios de Jacob; y Él nos
oro y plata de Bel Merodach se derretirá y con él se enseñará Sus costumbres y caminaremos por Sus sende-
harán vasos para el uso de los hombres, grandes copas ros; porque fuera de Sión deben imperar la Ley y el
y cántaros. Las imágenes de Ishtar alimentarán las ho- verbo de Jehová de Jerusalem"
gueras. Encenderán un fuego que caldee los cuerpos de Israel apenas era un recipiente en la mano de Dios,
los hombres y caliente sus hornos para cocer su pan. La Quien lo había creado solamente para que de allí sur-
imagen de piedra de Nebu será un umbral o un dintel giera el Redentor, quien les llevaría la buena nueva
y la estatua de hierro de Sin se transformará en un de Dios a todos los pueblos que moran sobre la tierra.
arado o una narria. Volverán a ser polvo y arena. Pero Por esa razón, la salvación de Israel provendría de un
el Dios de Israel, el Dios de las Multitudes, será nue- emisario a quien Dios elegiría entre los gentiles. ¿Acaso
vamente el. único que gobierne la tierra y el cielo y a no eran todas las naciones y todos los reyes Sus mensa-
todas Sus criaturas." jeros, hechos para ejecutar Su voluntad? Ciro, al avanzar
114 Sholem Asch El profeta 115
con sus huestes contra Babilonia, era Su instrumento,
encargado de proclamar la libertad de Israel y de res- Entre los desterrados circuló rápidamente la noticia
catar al mundo entero. de que al extraño profeta se le habían aparecido visio-
¿Acaso no oía temblar la tierra bajo el paso de las nes y de que traía una buena nueva. En realidad, anun-
poderosas huestes? Sus guerreros son innumerables, cu- ciaría la palabra de Dios sobre el futuro inmediato en
bren la faz de la tierra. Todas las naciones del mundo la sinagoga de los exilados de Belén, situada en la Calle
acuden como afluyen al mar los ríos. Todas las nacio- de los Talabarteros. El sábado siguiente pregonaría su
nes cuyos cuellos agobia el yugo de Babilonia caen en buena nueva.
manos de Ciro, quien las libera. Ingresan a las filas de Envuelto en su manto blanco, dominaba con su ele-
sus ejércitos y todos ellos, juntos, marchan sobre Babi- vada estatura a la muchedumbre de feligreses que se
lonia. Él oye su paso, el estrépito de los cascos de sus agolpaban y desbordaban la casa de reunión. Lo hacía
caballos. Sus flechas son agudas y todos sus arcos están parecer ígneo el fuego que llameaba en su corazón. Los
tensos. Sus ruedas son como un torbellino, tranquilas elevó por sobre los soldados, como un ángel que se re-
al principio, crece luego su tumulto y terror, acercán- monta en su misión más allá de las alturas del empíreo.
dose cada vez más, espoleadas por el miedo. Primeramente pintó un cuadro de sus experiencias de-
El profeta los ve aproximarse. Vienen. Vienen. Ve a lante del templo de Ishtar, entre los que fabricaban fe-
Ciro y a sus huestes cada vez más próximos. Los con- tiches. Clamó contra la ceguera de los paganos sumer-
templa con sus propios ojos. Su corazón está agitado y gidos en la idolatría, su falta de comprensión y de
sus manos y pies tiemblan. El Espíritu de Dios está con sentimientos. Le recordó a Israel su deber, que no podía
Ciro. Poderoso es el Espíritu, como el de un torbellino, eludir, de aferrarse al Dios Único, ya que sólo para
y le abre un sendero en las soledades. Es un espíritu que esto había sido creado Jacob. Dios hizo a Su pueblo
aterroriza, al rodar como una columna de fuego delante para que fuese Su siervo. Aunque pecaran, los conser-
de las legiones de Ciro, barriendo de su ruta todos los vaba en aquel puesto. "He borrado todos vuestros pe-
obstáculos, destruyendo todos los muros, abriendo todas cados como una nube; volved a Mí porque os he
las puertas, secando los ríos, triturando a todos los ejér- redimido."
citos que se le resisten. Esto sólo puede ser porque Jeho- "Todos mis huesos dicen quién se te asemeja..." En
vá ha tomado a Ciro de la diestra y lo conduce a Ba- realidad, todos los miembros del profeta expresaban su
bilonia para soltar todas las ligaduras y cadenas. Lo penoso estado de ánimo. Ahora entonaba el canto de
guiará a los lugares más oscuros y hará que los ilumine. la liberación, parecía bailar con la alegría del rescate.
Porque la tiniebla es Babilonia y la luz la irradiación Su cuerpo se mecía de una manera casi sensual, con
del Dios de Israel, Quien abre todos los ojos y pone ritmo de danza, mientras cantaba:
sabiduría en todos los corazones. Tal es la sabiduría
del Dios de Israel, el Único Dios junto a Quien no hay "¡Cantad, oh, cielos!
nadie más, Quien ha insuflado la vida en las fosas na- ¡Canta, oh, tierra que estás ahí abajo!
sales del hombre, creando todas las cosas vivientes y ¡Estallad en canciones, oh, colinas! Y la selva y to-
manteniendo el dominio sobre ellas. pos sus árboles;
porque Dios ha rescatado a Jacob
116 Sholem Asch El profeta 117
y se ha glorificado en Israel. y cortaré en trozos las barras de hierro.
Así habló Jehová, tu Redentor, Y te daré los tesoros de la tiniebla
y Él que te formó desde la matriz, y las riquezas ocultas de los sitios secretos;
Yo soy el Jehová que hace todas las cosas... para que puedas saber que yo, Jehová, que te 11a-
Quien confirma la palabra de Su Siervo [mo por tu nombre,
y cumple el consejo de Sus emisarios; soy el Dios de Israel."
Quien le dice a Jerusalén, serás habitada;
y a las ciudades de Judá, seréis construidas — ¡Un mensaje de Dios! ¡La buena nueva del cielo...!
y yo resucitaré sus sitios en ruinas; —¿Ciro hará añicos las murallas de Babilonia? ¿De-
Quien le dice a la profundidad, sécate, rribará las puertas de bronce?
y Yo secaré los ríos. —¡Cómo! ¿Conquistará Babilonia?
Quien dice de Ciro, es mi pastor Tales fueron los gritos que brotaron de todas partes.
y ejecutará todo mi antojo; La gente, presa de frenesí, gritaba:
hasta diciéndole a Jerusalén: serás construida; —¡La redención está próxima!
y al Templo: serán echados tus cimientos." Pero algunos de la grey también gritaban:
— ¡Ciro! ¡Un gentil! ¿Llamas ungido de Dios a un
Una ola de emoción circuló por la grey y se oyó un gentil?
rumor de hombres turbados, sorprendidos y perplejos. —¿Qué tienes de común con Ciro, un idólatra? ¡Un
De todas partes brotaron gritos ahogados en que se hombre que no conoce a Dios! ¿Es ése el Mesías de
aliaba la exaltación a la ira. Era la primera vez que el Jehová?
nombre que resonaba en todos los cerebros se mencio- Pero el profeta no permitió que la grey lo interrum-
naba abiertamente y en voz alta. Lo habían murmura- piera. Su voz se remontó muy por encima de sus cabe-
do de labio en labio pero nadie se había atrevido a zas, dominando a los gritos de disensión:
proclamar abiertamente: "¡Ciro!" "¿Qué quería decir
el profeta con las palabras: 'Ciro es mi pastor'?" "En bien de mi siervo Jacob y de mi elegido Israel,
Pero el profeta retomó su parábola y profirió pala- hasta te he llamado por tu nombre;
bras que no se prestaban a malentendidos: te he dado un mote, aunque no me has conocido.
T e he ceñido, aunque no me has conocido.
"Así le dijo el Señor a su ungido, a Ciro, Para que puedan saber desde el levante y el po-
a quien llevé de la diestra [niente,
para que sometiera a las naciones; que no hay nadie comparable conmigo."
y yo relajaré los ijares de los reyes.
Que abriera las puertas de dos batientes —Habla con acertijos y parábolas —gritó un ancia-
y no permitiera cerrar los portales. no—. ¡Explíquenme qué quiere decir cundo se refiere
Iré delante de ti al "tesoro de tiniebla y riquezas de lugares secretos que
y enderezaré los sitios torcidos. le dará Jehová a Ciro"!
Haré añicos las puertas de bronce —Se refiere a las naciones paganas que viven en la
El pro jeta 119
118 Sholem Asch
oscuridad, en cuyos corazones mora la noche —explicó adeptos. Parecía elevado a lejanas alturas y se habría
otro—. Dios se las entregará a Ciro. dicho que veía abrirse los cielos y al rescate derramán-
— ¡Cómo! ¡A Ciro y no a un Mesías de la Casa de dose suavemente desde allí: s /./]/?&/&
David! ¿Ciro será el rey Mesías? ¡Ha perdido el juicio!
"Caed, oh, cielos, desde lo alto ^ J\ / ¿ > N
Los gritos de protesta arreciaban. Hacia el profeta se
y que se derrame la justicia; L (^ *-
tendieron manos amenazadoras y puños cerrados.
que se abra la tierra y que traigan la salvación
—¡Ha llamado Mesías a un pagano extraviado e idó- y la justicia brote con ella;
latra! ¡Llama Mesías a un devoto del ciego culto de los Yo, Jehová, la he creado."
fetiches! ¡Ahora este profeta muestra qué inútil y esté-
ril es! ¿De dónde viene? ¿Quién lo ha mandado? ¿El
espíritu de la tiniebla?
El profeta hizo caso omiso de los gritos. Les respon-
dió a los que le interrumpían con el nombre de Dios:

"Yo soy Jehová y no hay nada fuera de mí.


Yo formo la luz y creo las tinieblas.
Yo hago la paz y creo el mal.
Yo, Jehová, hago todas esas cosas."

—El Dios de Israel no es como el de las demás nacio-


nes —les explicó uno de los ancianos de la congregación
a los que estaban a su lado—. Los paganos tienen dioses
de luz y de maldad, de tiniebla y de bien. Pero nuestro
Dios es Uno, no hay nadie fuera de Él.
—¿Quieres decir que tanto el bien como el mal son
la obra de Dios y que si Él opta por usar el mal para
alcanzar Sus fines, puede hacerlo? —preguntó otro.
—Sí. Así como usó a Babilonia como cayado de Su
ira para fulminar a Asiría, ahora usa a Ciro para ful-
minar a Babilonia.
—En otros términos, Ciro no es el Mesías sino sim-
plemente un instrumento en la mano de Dios —argüyó
un tercer anciano.
El profeta no les prestaba atención a los que discu-
tían. Lo embargaba un éxtasis tal de melodía y danza
al alabar el rescate, como si estuviera en trance y fuera
de su cuerpo y alejado de la presencia física de los
,0
El pro jeta
La Casa tenía su centro en Nippur, la antigua ciudad
próxima a las bocas del Chebar, desde donde se exten-
i0/ día una red de canales y cursos de agua por todo el
fructífero distrito del Eufrates. Este distrito incluía
CAPÍTULO VIII también la próspera colonia de Tel Aviv, que poblaran
exilados de la Judea. Aunque el Eufrates nunca se salía
La Casa de Murashu, una antigua familia de Judea, de madre de la misma manera que el Nilo, solía des-
era toda una estirpe de banqueros y mercaderes. Más bordar y anegar ciudades y aldeas. Para afrontar esta
conocida con el nombre de Casa de Murashu de Nippur, situación Nabucodonosor había creado en todo el país
provenía de Jerusalén donde, cuando Judá era inde- un sistema de canales unidos al Eufrates que les permi-
pendiente, se había consagrado a un activo comercio tía a los barcos mercantes transportar los productos por
entre Sidón y Tiro. Exportaba vino y aceites selectos e la llanura babilónica y traer sus opimas cosechas a Ba-
importaba madera, telas de colores y paños teñidos que bilonia. Así Nabucodonosor hacía llover la prosperidad
iban desde la fina lana milesia hasta el tejido barato. sobre la colonia judía de Tel Aviv.
Los Murashu pertenecían a la "columna vertebral del Las cosechas maduraban allí dos veces por año, cuan-
país" y figuraban en primera fila entre los desterrados do los campos se cubrían, de horizonte a horizonte, de
por Nabucodonosor a Babilonia con el rey Conías. ricos tallos dorados de cebada, el alimento principal de
Cuando tuvo lugar el segundo envío de cautivos des- Babilonia. Los colonos de Tel Aviv sembraban la ceba-
pués de la destrucción del templo, los Murashu residían da y la cosecha que recogían iba a parar a los graneros
ya desde hacía largo tiempo en Babilonia. Nabucodono- de la Casa de Murashu de Nippur, que contrataba toda
sor los estimulaba activamente porque quería hacer de la producción. Al cereal lo embolsaban, le ponían el
Babilonia la metrópoli del mundo entero. La Casa de sello de Murashu y lo enviaban mediante la flota mer-
Murashu prosperaba y se extendía, enviando mercade- cante o caravanas de asnos a los mercados locales y a
rías a todos los países que estaban bajo la soberanía otros lejanos de todos los puntos del imperio. Como
babilónica. Sus caravanas llevaban hermosas y selectas no había una moneda fija de peso constante y la mayor
lanas, vino, dátiles y aceite de palma a los mercados de parte del comercio se hacía mediante permutas, esas
reinos distantes. Traían hierro, estaño, cobre y otros bolsas de cebada con el sello de la Casa de Murashu
metales de Chipre, esclavos de Sidón y madera del Lí- servían como un medio estable reconocido de inter-
bano. La red de sucursales de la Casa, esparcida por cambio convertible en mercaderías de toda clase.
toda Babilonia, empleaba a legiones de factores, agen- Sin embargo, Nippur sólo era el centro del comercio
tes, inspectores y supervisores. Sus caravanas cruzaban de la Casa. Los miembros destacados de la familia vi-
los desiertos a lo largo y a lo ancho y su flota, enar- vían en la capital, - en palacios rodeados de vastos jar-
bolando la bandera e insignia de la Casa de Murashu, dines. Eran la flor y nata de la aristocracia de los des-
viajaba activamente por el Tigris y el Eufrates. La terrados y en la corte los recibían con gran respeto. En
sólida reputación de la firma en punto a buena fe y realidad el rey y su hijo, el príncipe regente, estaban
honradez contribuía grandemente a su expansión en asociados secretamente a la firma en la mayoría de sus
Babilonia. transacciones.
122 Sholem Asch El profeta 123
Esto le aseguraba a la familia Murashu lucrativas con- las ansias de orden, justicia y belleza del hombre. Bel
cesiones y privilegios. Nada tenía pues de sorprendente Merodach era el dios del orden, de la justicia, el eterno
el hecho de que los miembros de la Casa de David que enemigo del caos y del pecado. Ishtar no era simplemen-
alternaban en los círculos de la corte los consideraran te la diosa de la fecundidad y la abundancia, sino que
casi iguales a ellos en jerarquía. Los hijos de unos y también proporcionaba la felicidad del éxtasis sensual.
otros se educaban juntos y los ligaban vínculos fami- Su deidad personal era Nebo, el dios de la escritura, el
liares. La Casa de Murashu aportaba la contribución comercio, la lógica, la sabiduría y la cultura. Su imagen
más importante para el sostenimiento de la Casa de cobraba una forma más humana que la de los demás
David y de las familias de los altos sacerdotes y otros dioses. Lo representaban con una barba breve y mo-
nobles y guardianes de las puertas que no tenían me- desta, guedejas recortadas y la cabeza coronada por un
dios de vida en Babilonia. Bastaba que la Casa dijera ancho turbante. El ídolo que instalara Mordecai-Gad
algo para que se aceptara sin discusión entre los guar- en su lujoso palacio representaba al dios cavilando, con
dianes y los custodios hereditarios del palacio, llamados las manos entrelazadas. Todas las mañanas el mercader
"Hijos de los Servidores de Salomón", ya que su pan ponía flores frescas sobre su altar y le elevaba plega-
cotidiano dependía de la generosidad de los Murashu. rias, pidiéndole la gracia de la sabiduría y la compren-
Nada se proyectaba ni decidía en la vida en común de sión en los negocios del día.
los desterrados sin que lo aprobaran y comunicaran
previamente a la Casa. Toda decisión de importancia Dadas sus íntimas relaciones con los gobernantes del
que afectaba a los exilados provenía generalmente de reino, Mordecai-Gad los invitaba a su palacio para par-
ella. ticipar en fiestas de un esplendor realmente regio. El
príncipe regente se dignaba concurrir a menudo, por-
Durante la estada del profeta en Babilonia los jefes que Mordecai-Gad no sólo era el anfitrión de la corte
de la Casa eran los hermanos Nebo-Gad y Mordecai- sino que aseguraba también la concurrencia de las cor-
Gad. Nebo-Gad, el mayor, era el jefe de la firma y su tesanas más apetecibles del imperio. Con sus seductoras
opinión prevalecía. Su hermano era el cortesano. Fre- tretas, éstas podían influir sobre los poderosos en inte-
cuentaba el palacio real y mantenía relaciones con los rés de la Casa de Murashu y de sus heterogéneas em-
gobernantes del imperio. Su preocupación principal presas. A cambio de ello la Casa les encargaba sin cesar
eran los negocios del príncipe regente. a los mejores orfebres, artífices y joyeros judíos la
Mordecai-Gad había nacido en Babilonia y estaba casi creación de ricos regalos para adorno de las cortesanas:
totalmente identificado con ella. Como la mayoría de cadenas, aretes, brazaletes, joyas con engastes de las más
lo más selecto de la aristocracia de Judea se había edu- raras gemas.
cado en la academia de la nobleza de la más alta jerar- Cierto día llegó a oídos de este Creso la noticia de
quía. Amaba profundamente la cultura babilónica y que entre los desterrados había aparecido un extraño
adoptaba su historia como propia. Consideraba su le- profeta que se atrevía a llamar Mesías de Dios a Ciro,
gislación la más ilustrada y a Babilonia no sólo el im- el archienemigo de Babilonia. Para colmo, afirmaba que
perio más poderoso del mundo sino también el más ci- Jehová enviaba a Ciro contra Babilonia para liberar a
vilizado, su historia la más sublime y sus leyes un de- Su pueblo, Israel. Aquel profeta sólo podía ser uno de
chado de equidad. Sus ídolos le parecían el símbolo de los espías a quienes enviaba con regularidad Ciro como
124 Sholem Asch El profeta 125
vanguardia de sus ejércitos para ejercer su oficio en y su hijo Yeshu. Asimismo se alojaban en la corte los
Babilonia y sublevar a los pueblos sometidos y en ge- hijos de Barzillai y miembros destacados de las familias
neral a los extranjeros residentes allí, a fin de facilitar radicadas en Tel Aviv, Tel Melach y Bnei Jericó. Tam-
la conquista del país. Mordecai-Gad consideró al profe- bién estaban, desde luego, los jefes de los levitas, quie-
ta una fuente potencial de gran peligro para la seguri- nes provenían de los cantores del templo, y entre los
dad de los judíos de Babilonia. Sin pérdida de tiempo cuales figuraban los hijos de Asaf y los guardianes de
convocó a una reunión urgente en el palacio de la Casa las puertas, los hijos de Shallum.
de David, para que los jefes de la misma discutieran Estos últimos, custodios tradicionales del palacio de
sin demora el asunto. Jerusalén desde los tiempos más remotos, estaban de
Los edificios que le destinara Evil Merodach al rey guardia ahora en el salón donde debían reunirse los
Conías después de haberlo liberado de la cárcel no jefes de los desterrados. La asamblea era de tan capital
diferían de los demás palacios de la primitiva dinastía importancia que su convocatoria se había mantenido en
babilónica. Todos ellos estaban situados en la Avenida un riguroso secreto, invitándose solamente a los miem-
de las Procesiones, cerca de las puertas de Ishtar. El bros más destacados y leales de la colonia judía local:
palacio era un edificio antiguo que databa de la época los que desempeñaban cargos importantes en la corte,
de Hammurabi, antes de que Babilonia cayera bajo el los mercaderes de mayor reputación y los delegados es-
dominio de los asirios. Contenía innumerables salones pecialmente seleccionados entre los sacerdotes y levitas
y cámaras, escaleras ocultas que llevaban a un laberinto de las poblaciones mayores. El tema del día era la si-
de columnatas, oficinas y celdas donde trabajaban y vi- tuación de Babilonia, dadas las conquistas de Ciro y su
vían esclavos y criados. cruce del Tigris. Había que tomar una decisión sobre
La tolerancia concedida a los judíos les había apor- el manifiesto emitido por Ciro y, enviado con emisarios
tado mucha prosperidad. La juventud de la casa real secretos de confianza. Aquel documento proclamaba la
y los adolescentes de cuna noble eran educados con la liberación y repatriación de los exilados judíos si le
nobleza babilónica y ocupaban luego importantes car- ayudaban a Ciro a sojuzgar Babilonia. La situación se
gos oficiales. Hasta durante la permanencia del rey había vuelto muy crítica para los exilados después de
Conías en la cárcel, sus esposas y el resto de su familia las declaraciones públicas del profeta. Éste había anun-
lo habían acompañado y aunque su libertad de acción ciado que Ciro era el Mesías de Jehová y que conquis-
era limitada, se le brindaba el respeto debido a un rey. taría sin duda Babilonia y devolvería a Judá e Israel a
Cuando lo liberaron, finalmente, Evil Merodach le de- su país como un solo pueblo.
volvió su título y honores, que incluían el privilegio Mordecai-Gad, incitado por su hermano Nebo-Gad,
de tener una corte. Sus guardias, los "Hijos de los Ser- Malchaya Gavra y otros destacados hombres de nego-
vidores de Salomón", vivían en su palacio, caminaban cios, exigió que los -guardianes de las puertas trajeran
delante de él y tenían jurisdicción en todos los asuntos inmediatamente al profeta a la asamblea. Lo llamaron
de su corte. y obligaron a venir.
En realidad el palacio era un estado autónomo en Presidían la conferencia Shaltiel y su hijo Zerubabel,
miniatura. Sus ministros y funcionarios principales eran quienes lucían vestiduras con bordados de plata. Cerca
los sacerdotes, la familia del sacerdote en jefe Jehozedek de ellos estaba Jehozedek el mayor, hijo del último
126 Sholem Asch El profeta 127
Sumo Sacerdote que oficiara en el templo de Jerusalén, nizaban sus pensamientos con la religión aceptada de
su hijo Yeshu y los jefes de los levitas. Detrás se hallaban los exilados y las profecías de los videntes que pros-
los delegados de los diversos centros, los jefes de las peraran en Judá en tiempos pretéritos y afirmaran que
familias más encumbradas y los comerciantes más des- el Redentor de Israel pertenecería a la Casa de David?
tacados. Todos vestían ricos mantos de tela tejida azul Además. .. ¿cómo podía ser el redentor un gentil que
y púrpura. Sus cinturones eran de hebra de plata y sus creía en otros dioses, que no reconocía al Dios de Judá
cuellos estaban adornados con cadenas de oro de las y revelaba ignorarlo por completo? En ese caso... ¿por
cuales pendían broches con incrustaciones de piedras qué no podían ser el redentor y el Mesías Nabonidus
preciosas. Dos guardias, espada en mano, custodiaban o su hijo Baltasar, que les prodigaron tanto favor a
la puerta del gran salón con vigas de cedro que, como los judíos?
todos los de Babilonia, no iluminaba la luz del día, El profeta les contestó simplemente:
sino incensarios de aceite hechos de cobre y montados —¿Quién puede adivinar los caminos de Dios? ¿Quién
sobre pedestales de mármol. podría decirle a Él a quién debe elegir como emisario
En su holgada vestimenta blanca, entreabierta y que y a quién debe apartar? Ante Dios, no hay extraño,
descubría su flaco y bronceado pecho, compareció ante como no hay camarada. Todos son la obra de Sus ma-
ellos el profeta. Lo acompañaba su fiel amigo y pro- nos. Así como el alfarero escoge un instrumento para
tector Neraías, hijo de Seraías. sus necesidades, así elige Jehová a emisarios y pueblos
Dada su destacada posición en la corte y su gran in- para que ejecuten su voluntad. Tomó a Asiría e hizo
fluencia entre los exilados, el jefe de los inquisidores de ella la vara de su ira para castigar a Su pueblo, Is-
era Mordecai-Gad, un hombre de poderosa complexión rael. Hubo un tiempo en que Babilonia fué el instru-
y huesudo, en la flor de la vida. De alta estatura, lucía mento de la ira de Dios para traer su castigo y cumplir
una breve y cuidada barba y su largo cabello estaba Su voluntad, para ser el objeto en la mano del alfarero.
pulcramente peinado. Su vestimenta era del paño más Ahora Él ha rechazado a Babilonia como rechaza el
fino de Sidonia y sus sandalias, de delicada forma, dis- alfarero un cuenco de arcilla que ha hecho en su rueda
taban de ser propias de un exilado. Parecía un juez de cuando ya no puede contener agua y ha elegido a un
alta posición de uno de los tribunales supremos de Ba- pueblo más justo y mejor para servir a Sus fines.
bilonia. De hecho ocupaba esa jerarquía dada su gran El profeta alzó la voz.
erudición. También lo consultaban los grandes merca- —¿Puede el vaso decirle al alfarerp, qué estás hacien-
deres judíos cuando tenían entre manos un negocio que do? ¡Ayl del que le dice a su padre: ¿Qué están engen-
involucraba cuestiones legales. Todos ellos sentían un drando?
respetuoso terror en su presencia. Su vocero era Mor- —¿Por qué ha de preferirse Persia a Babilonia? ¿En
decai-Gad y su opinión prevalecía. qué aspecto el vaso llamado Persia es mejor que el
Mordecai-Gad le exigió al profeta que explicara por llamado Babilonia para ejecutar la voluntad de Dios?
qué el Dios de Judá tenía que elegir a un extraño de ¿Por qué ha de preferir Él a Persia?
una religión extranjera para ser el Redentor de Su —Dios pesa con una balanza justa. Los que cumplen
Pueblo. Todo ese concepto le parecía muy difícil de más fielmente sus leyes se hallan más cerca de Él. Persia
entender. ¿No apreciaba Isaías la tradición? ¿No armo- no está tan sumida en la idolatría como Babilonia. No
128 Sholem Asch El profeta 129
le ofrenda incienso con tanta facilidad a fragmentos de quienes han sido llevados a Judá. Babilonia no está
madera y piedra. No la manchan la prostitución y la sojuzgada aún. Y nadie la derrotará. Es invencible.
impureza. No tortura a los viejos ni vende a sus mu- —¿Por qué? —exclamó con vehemencia el profeta—.
jeres para los lupanares ni dedica a sus niños a los fe- ¿Por qué?
tiches de la desolación. El persa huye del dolo y enseña Su voz cambió y pareció cobrar un acento musical.
la verdad y la rectitud. La rectitud ha sido el báculo Sus ojos se cerraron y las palabras brotaron torrencial-
de su educación desde la infancia. Es un terreno vir- mente de sus labios; su cuerpo vibró y tembló con tanta
gen. Por eso el persa es un instrumento aceptable y una intensidad como si no hablara el hombre sino un espí-
buena vara para cumplir la voluntad de Dios, para Is- ritu que lo había poseído y lo usaba como un instru-
rael y todas las naciones del mundo. mento pasivo, con sus sentidos en éxtasis.
—¿Y cuál es esa voluntad?
—Atraer a todas las naciones hacia el Dios de Israel, a "Porque así dice Jehová, quien creó el cielo;
la Casa del Dios de Jacob, para que toda rodilla pueda el propio Dios que hizo la tierra y la modeló;
doblegarse ante Él y toda lengua jurar por Su nombre. Él la ha establecido,
—¿Por qué han de adorar todos los pueblos al Jehová no la ha creado en vano,
único? ¿Por qué no ha de tener cada uno su dios? Bel la formó para ser habitada.
Merodach es famoso entre todos los pueblos, sus obras Yo soy Jehová, no hay nadie más."
son santificadas en todas partes. Asiria y Babilonia se
inclinan ante él. Lo mismo hacen Tiro y Sidón y los —[Babilonia! ¿No está habitada acaso Babilonia? ¿Es
habitantes de las islas lejanas, que acuden a él con ri- algo inútil? —gritó Mordecai-Gad—. ¿No tejió nuestro
cas ofrendas, sacrificando sobre sus altares y derraman- rey sobre su territorio una red de canales que les trajo
do sus súplicas en su oído. Ishtar tiene también fama la abundancia y la prosperidad a todos sus habitantes?
de madre de todos los dioses y del hombre. Pero a pesar ¿No se extiende su comercio sobre la mitad del mundo?
de todo ello, Babilonia no obliga a adorar a su Dios. ¡Mira sus ciudades tumultuosas, desbordantes de pobla-
No les impide a los judíos que edifiquen sus sinagogas ción! ¿Qué otro país podría compararse con ella? Está
y que entren allí a orar por Jehová. ¿Por qué se nos cubierta de ciudades y aldeas y todos sus patios rebosan
favorece tanto a los judíos, a pesar de ser tan pequeños gente. ¡Babilonia, convertida en un páramo! ¿Qué otro
y desdeñados entre las naciones del mundo, tan perse- país tiene un conjunto de leyes tan justo y equitativo
guidos y oprimidos debido a nuestro Dios, el Dios de y de tan venerable antigüedad como Babilonia, ya que
Judá, más que ningún otro pueblo? Porque los babi- ese código se remonta al poderoso Hammurabi? ¿Por
lonios han hecho una excepción y nos han liberado qué viene sino la gente de las lejanas islas griegas y
especialmente de adorar a sus dioses, concediéndonos distantes países a aprender aquí la sabiduría y la ley?
un privilegio del cual ninguna otra nación disfruta ¡Babilonia, un páramo!
bajo su yugo. ¿Ha sido tan bondadoso con nosotros
—Babilonia es una charca de aguas estancadas y ho-
nuestro Dios? ¿Ha obtenido tantas victorias sobre nues-
rribles que engendra insectos y escorpiones. Sus ciuda-
tros enemigos? Después de todo, somos nosotros quie-
des son sucias y hediondas cloacas. Quiera Dios que
nes nos hemos exilado a Babilonia, no los babilonios
algún día quede desnuda y limpia como el desierto, que
130 Sliolem Asch El profeta lal
consuma su tierra el ansia de recibir como siembra la "He jurado por Mí Mismo.
palabra de Dios. Con seguridad Babilonia será purifi- La palabra ha salido de mi boca en justicia y no
cada de su impureza antes de que esté en condiciones [volverá.
de recibir esa palabra. Que ante Mí toda rodilla se inclinará,
Un fermento de excitación se propagó por toda la toda lengua jurará.
reunión. Sin duda, dirá cada uno, en Jehová
—Cerrad todas las puertas. Atrancad todos los porta- tengo la justicia y la fuerza."
les. Ese hombre está diciendo cosas tremendas.
— ¡Hará caer la catástrofe sobre nuestras cabezas! —¿Hemos de interpretar que todos los pueblos serán
— ¡Sacadlo de aquí! ¡Cerradle la boca! ¡Reducidlo al obligados a cambiar de condición y a hacerse judíos?
silencio! ¡La catástrofe se abatirá sobre nosotros! —preguntó Mordecai-Gad.
—Dejadlo terminar. ¡Debemos oír lo que tiene que —En Jehová, se verá justificada y glorificada toda la
decir! —dijo una voz débil y tímida. simiente de Israel —replicó el profeta.
—Tiene una visión —exclamó otro de los presentes, —Lo cual implica que todas las naciones habrán de
tratando de defenderlo con acento trémulo. reconocer que hicimos bien en servirle al Dios Único
Pero Mordecai-Gad era uno de esos hombres que no y en aferramos a él —dijo uno de los sacerdotes procu-
le permiten a nadie que lo detenga. Empezó a mirar rando interpretar sus palabras.
con aire enardecido e irritado a su alrededor mientras —El profeta habla como si la palabra de Dios estu-
enarcaba sus oscuras y amenazadoras cejas y el silencio viese en su boca. Que hable. ¡Oigámoslo! —se les oyó
se enseñoreó de la asamblea. Quería darles a entender exclamar a varias voces.
a los concurrentes el grave peligro implícito en lo dicho —Así dijo Jehová —habló nuevamente el profeta.
por el profeta, cuyas vigorosas palabras no le habían
hecho perder la calma. Trató de proseguir la indaga- "Los obreros de Egipto,
ción, con el aire sereno y razonable tan característico las mercancías de Etiopía y los sábeos,
en él. hombres de talla vendrán a ti y serán tuyos.
—Los babilonios no entorpecen nuestro culto y. .. Vendrán después de ti: vendrán en cadenas.
¿por qué habríamos de causarles dificultades? No vie- Y caerán ante ti y te suplicarán
nen a nuestras sinagogas a burlarse de nosotros porque diciendo, No hay Duda de que Dios está en ti; y no
nos inclinamos ante un Dios a quien ningún hombre [hay ningún otro."
ha visto aún. ¿Por qué hemos de recorrer los mercados
y mofarnos de ellos porque compran dioses de madera — ¡Los obreros de Egipto y las mercancías de Etiopía!
y piedra, como acostumbra hacerlo este profeta? ¿Por ¿Por qué? Es evidente que este hombre está loco —ex-
qué hemos de hacer peligrar la vida misma de nuestra clamó uno de los mercaderes, interrumpiéndolo con una
comunidad en Babilonia? palmada.
—¿Por qué? —exclamó el profeta—. Oíd la palabra del Mordecai-Gad le inquirió a la asamblea:
Jehová de las Multitudes. Así hablaba el Dios de Jacob: —¿Hemos de permitir que un loco, con sus visiones
demenciales, haga peligrar todo lo que hemos logrado
132 Sholem Asch El profeta 133
en dos generaciones? Seríamos para el emperador unos famélicos vecinos. Durante treinta y tres años Nabuco-
zorros engañadores e hipócritas y nos considerarían co- donosor mantuvo en la cárcel a vuestro padre. Decretó
mo pertenecientes al bando enemigo. Un enemigo cuyo para él las tiniebles eternas como lo hiciera con vuestro
carácter no conocemos... ¡Y esto en una época de tío. Lo despojó cuando joven y cuando viejo. Se llevó
peligro general! ¡Cuándo envían a nuestros soldados a a la flor de Judá y dejó a los más pobres de los pobres.
presentarle batalla! ¿Quién podría predecir el desenlace Luego, cuando necesitó esclavos para levantar sus mag-
de la lucha? Tened cuidado con lo que hacéis y con lo níficos edificios, los arrastró al exilio. Sin duda tienes
que os proponéis hacer. razón cuando dices que les permitió vivir. P e r o . . .
Luego volviéndose hacia el profeta le preguntó: ¿para quién, sino para él? Para cavar sus canales, para
—¿Qué daño nos han hecho los reyes de Babilonia? arar sus campos, para construir sus casas, para erigir
¿Por qué hemos de traicionarlos y de dejar de ser sub- los santuarios de sus ídolos. Labraron los campos de
ditos leales? ¿No nos han gobernado piadosamente des- Babilonia, cuidaron de sus ovejas y excavaron sus ca-
de el primer día? nales. Pero abandonaron sus propios campos al saqueo
—¡Gobernado piadosamente! ¿A quiénes? —preguntó y al robo. La Torre de Babilonia perfora los cielos,
a su vez con indignación el profeta—. ¿A vosotros que mientras la Casa de Dios es un montón de ruinas, se
les habéis ayudado a poner el yugo sobre los cuellos de ve humillada y librada a toda suerte de idolatrías y es
los viejos para hacerlos trabajar como esclavos? ¿O a un altar para todos los dioses extranjeros. Con el látigo
los pobres de mi pueblo? Id a mirar los canales y las del capataz, Babilonia ha procurado expulsar de los
compuertas, las torres y los santuarios que ha erigido corazones de los desterrados toda ansia de rescate y li-
Babilonia. ¿Con qué trabajo han sido levantados? La beración. Si hizo alguna concesión para aliviar su amar-
argamasa fué amasada con el sudor de los pueblos y ga suerte, eso sólo fué el hueso que el amo le arroja
los ladrillos cocidos en hornos encendidos con el fuego al perro hambriento y que apenas alcanza para ser
de la sangre humana reseca. Como una enorme araña roído por un diente. Y así sus hijos olvidaron por com-
Babilonia ha atraído a su red a las naciones y les ha pleto a su país. Y ahora ni siquiera piensan ya en la
sorbido la fuerza vital a cambio de una corteza de pan rebelión. Hasta una lágrima derramada al recordar a
seco. Y eso ha sucedido desde el primer día. Bajó desde Sión es considerada por vosotros una traición y una
nuestros cielos con rapidez fulminante, como un halcón. rebelión contra el opresor. ¡Y sin embargo, a esas cosas
Babilonia es una digna hermana de Asiría, cuyo legado las llamáis altruismo! Calificáis a los explotadores y
heredó. La iniquidad es la madre común de ambas y opresores de altruistas. Judá ha olvidado la roca en que
han aprendido de ella a derrochar sin piedad la vida fué tallado y el recuerdo de Jerusalén ha sido extin-
humana. guido en los corazones de sus hijos. ¡No! Esto no será
El profeta se volvió hacia Shaltiel y Zerubabel. así. Judá no ha sido creado para la degradación y la
—Cuando vuestro padre se rindió de buena fe a Na- esclavitud. Dios sembró en él la simiente de la salva-
bucodonosor, con plena confianza en su justicia. .. ¿qué ción eterna. Esta simiente sólo retoñará y fructificará
hizo éste? Se llevó en cautiverio a Judá, vació la tierra en la tierra prometida a los patriarcas, en el suelo don-
de sus mejores hombres y la dejó desnuda y pelada, de se ha levantado la Casa de Dios. Israel no ha sido
como presa para las aves de rapiña, los buitres y sus creado para ser un siervo ni para caminar inclinado y
134 Sholem Asch El profeta 135
con la cabeza baja por surcos ajenos. Volverá a su país. los glandes reinos que querían aplastarnos o imponer-
Y en cuanto a Babilonia, compartirá la suerte de Asi- nos pesadas gabelas. Acostumbraban llevarse nuestros
ría, porque la madre de ambas es la misma. rebaños y esclavizar a nuestros hijos. ¿De qué nos servía
Ciertamente la impresión que causó el profeta sobre el Santo Templo de Jerusalén? El propio Santuario nos
la concurrencia fué poderosa; lo reveló el silencio que chupaba la sangre como lo hace la sanguijuela. Nos
reinó en la sala y las lágrimas que se acumularon en imponía sacrificios y diezmos desmedidos. Pero. .. ¿y
todos los ojos. El rey Conías, quien languideciera du- en cuanto a protección? Ninguna. Frente a todo eso
rante la flor de la juventud en la prisión, era venerado pesad la situación de nuestro pueblo aquí, en el exilio
por los exilados. Al mencionar al desdichado monarca, de Babilonia. Nuestros hermanos viven en las tierras
el profeta había tocado una cuerda tierna, trémula y más fructíferas del país y se alimentan de lo mejor que
olvidada. Entre los presentes se oyeron sordos lamentos hay aquí. Nuestros hijos pueden obtener conocimientos
que expresaban la pena anidada en cada corazón. y sabiduría en las mismas escuelas que la nobleza del
—Junto a las aguas de Babilonia... imperio. A nuestras hijas se las acepta y respeta en los
Advirtiéndolo, Mordecai-Gad reunió todas sus fuer- mejores círculos. Nuestra red comercial se extiende por
zas mentales. todo el imperio y sus estados vasallos. ¡Y este hombre
—¿Quién afirma que queremos regresar a Judá y vol- afirma que debiéramos desear el regreso a Judá! Si
ver a vivir en Jerusalén? —pregunto, con tono grave y Dios nos ama realmente y desea que seamos felices,
sombrío. debe dejarnos donde estamos. ¡Por cierto que nos dio
Se había puesto de pie, poderoso, alto y dominador. señales de gran amor cuando nos envió a Nabucodo-
Erguido en toda su estatura, su mirada de amo brotó nosor para sacarnos de la trampa en que se convirtiera
fulgurante de debajo de sus colgantes cejas y escudriñó Judá, del doloroso rincón llamado Israel, al cual nos
a Shaltiel y Zerubabel, sentados ante él. llevara Moisés para que viviéramos en la opresión y la
—¿Quiénes éramos y qué éramos en Judá? —dijo—. miseria!
¿Qué podíamos esperar allí? ¿En qué podíamos confiar? Las palabras de Mordecai-Gad habían causado un
Nuestros padres se veían triturados entre la piedra de desasosiego general. Se oyeron voces que lo apoyaban,
molino de los filisteos, quienes nos mostraban los dien- pero tampoco faltaron expresiones adversas. Con todo,
tes al oeste, y la de Tiro, Sidón, Asiría y Damasco, en el hombre que se levantó para hablar fué el jefe de la
las otras fronteras. ¿Qué nos quedaba? ¿Algunas par- Casa de Murashu. Su barba estaba rizada en tres partes
celas rocosas y unos solares estériles en colinas desnudas distintas como símbolo de su elevadísima jerarquía y
y azotadas por el viento? Con lágrimas y sudor y dien- calificación de "Amigo del Gran Rey".
tes y uñas, nuestros míseros antepasados tenían que tra- —Soy un comerciante y me propongo hablaros como
bajar afanosamente para arrancar a duras penas un pre- debe hacerlo un comerciante —empezó Nebo-Gad, con
cario sustento de cada trocito de tierra. Y cuando la tono tranquilo y mesurado, como quien es siempre ra-
lluvia ansiosamente esperada llegaba cada año, barría zonable y está dispuesto a escuchar un argumento—. Los
la capa superior del suelo. Nuestro pueblo tenía ham- hombres de Israel disfrutamos de prosperidad en Babi-
bre y sed. Harto débiles para defendernos, éramos un lonia. Hemos vivido aquí solamente durante una ge-
simple peón en las conspiraciones e intrigas de todos neración y ya tenemos la parte del león en el comercio
136 Sholem Asch El profeta 137
de cebada, lana y cereales del imperio. Nuestras comu- —Desde las entrañas de tu madre, te escogí, Israel,
nidades no sólo venden sus productos en Babilonia para que fueras mi siervo. Y así como trata un hombre
sino mucho más allá de la Mesopotamia y han penetra- a su siervo, así te tratará Dios a ti. Si te niegas a volver
do en los mercados de Tiro, Laodicea y aun Egipto. a Judá por tu propia voluntad, Él te hará regresar allí
Hoy somos serios competidores de Tiro y Sidón. Los con el látigo y te hostigará como a las vacas que se han
desafiamos en el comercio de vinos y nos hemos apode- apartado de la manada o como al esclavo perezoso a
rado ya del comercio del cobre de Chipre. No vemos quien hay que azotar para que trabaje. Porque así dice
ningún obstáculo real que nos impida alejar a Tiro Dios, por la boca de Su siervo el profeta: "Te he cono-
y Sidón del comercio con las islas griegas y los puertos cido a ti entre todas las naciones del mundo, por lo
del lejano oeste del Gran Mar. Apenas hayamos derro- tanto haré recaer todas las iniquidades sobre ti."
tado a Ciro los puertos del Gran Mar volverán a quedar —Nos insulta. ¡Se atreve a llamarnos esclavos!
totalmente abiertos para nuestro comercio. Hasta esta- Airados puños se alzaron hacia el pálido profeta.
bleceremos puertos nuevos al oeste, muy lejos, como lo —Pero el profeta Jeremías nos ordenó buscar la paz
hicieran hace años Sidón y Grecia. Los que tratan de de la ciudad a la cual nos exilara Dios. Nos ordenó
obligarnos a volver a Judá son como gente que intenta edificar casas, sembrar huertos y tomar esposas en este
empujarlo a uno nuevamente a las entrañas de su país, diciendo que en la paz de la ciudad encontraría-
madre. mos la paz. Esto es, exactamente lo que dijo.
—¿Para qué necesitamos eso? ¿Por qué ha de pre- —Este hombre que tenemos delante y del cual nadie
ocuparnos el templo de Jerusalén? Construyamos un sabe nada, hace peligrar toda nuestra vida aquí. Suscita
templo aquí, en Babilonia, como lo han hecho nuestros esperanzas ilusorias en el pueblo. Es uno de los falsos
hermanos en Egipto —dijo Malchaya Gavra, el piadoso, profetas contra quienes nos puso en guardia Jeremías.
intercalando en su insinuación una mirada santurrona No lo ha mandado Dios. Es Ciro quien lo envía aquí
a la asamblea—. Edifiquemos un templo a Jehová, como para desorientar al pueblo, para soliviantarlo y llevar-
el de E-Sagila. La torre sólo ha de ser un poco más lo a un abismo. Apenas sepan los babilonios de qué
baja que la de Bel Merodach. Tenemos los medios ne- habla en sus peroratas, nos responsabilizarán de ello
cesarios para hacerla de oro y plata y mármol, a fin de y sufriremos todos por el pecado de uno solo. Este hom-
que el esplendor de nuestra fama le dé envidia a Ba- bre es una amenaza, un peligro para todos nosotros.
bilonia. Nuestros príncipes serán reconocidos como de Así se expresó Mordecai-Gad con, solemne convicción.
la más alta jerarquía y la fama y gloria de la Casa de —Ten cuidado. T e hago una leal advertencia —agregó.
David surgirán de la propia Babilonia. ¿Por qué hemos —Es un peligro. Un riesgo para todos nosotros. Sus
de volver a la empobrecida Judá? palabras son como un cuchillo apuntado contra nues-
Durante todos estos discursos de los mercaderes, el tra garganta.
profeta permanecía inmóvil, como enmudecido por el —Debemos impedir que divulgue sus palabras.
asombro y una expresión de dolor ensombrecía sus páli- —¡Sellar sus labiosl
das facciones. Repentinamente pareció haber crecido —¡De su boca surgen serpientes y escorpiones!
hasta una desmesurada altura cuando habló en voz El profeta, flaco, alto y pálido, permanecía inmóvil.
baja, con lentitud y solemnidad: Sus ojos estaban cerrados pero su rostro vibraba de vida.
138 Sholem Asch El profeta 1J?d '^ 139
Comprendía perfectamente qué estaba sucediendo. Les de nuestros antepasados, que eran asimismo misteriosas
tendió los brazos a los concurrentes y explicó con voz y harto profundas para ellos. Tampoco le prestaron
que trasuntaba plena confianza: atención en su generación. Por eso, dejaos guiar por mi
consejo. No pongáis las manos sobre el profeta porque
"Así dice Jehová: de lo contrario incurriríamos en el mismo pecado de
Que anuncio lo por venir desde el principio nuestros antepasados. Pero que se le prohiba hablar
y desde antiguo las cosas que no están hechas aún; hasta que Dios nos dé una señal.
[que digo: Esto fué lo que se decidió.
mi consejo perdurará y haré lo que yo quiera. Al profeta se le prohibió hablar en las sinagogas. Le
Que llamo desde el Oriente al ave famélica, advirtieron que si violaba esta decisión sería entregado
y de tierra lejana al varón de mi consejo; al rey de Babilonia.
lo he dicho y lo haré suceder:
me lo he propuesto y lo haré."
—Escuchad simplemente lo que está diciendo. Llama-
rá a un ave famélica del oriente. Tiene la temeridad
de proferir el nombre de Ciro, nuestro archienemigo.
—Traidor. ¡Entregadlo al rey!
—Eso es lo que debemos hacer con él. ¡Entregarlo al
rey! ] Entregarlo!
Varios guardianes de las puertas se precipitaron hacia
el profeta prontos a asirlo ante un simple movimiento
de cabeza de Mordecai-Gad.
—¡No toquéis al profeta! —gritó el joven Zerubabel—.
¡Recordad a Jeremías!
El viejo Shaltiel, quien guardara hasta entonces el
más absoluto silencio, dijo con tono categórico:
—Me gustaría conocer la opinión del Jefe de los Sa-
cerdotes antes de apoderarnos de él.
Cuando se levantó el anciano Jehozedek todos se pu-
sieron de pie. El viejo sacerdote era uno de los exilados
que vieran el templo de Jerusalén cuando estaba toda-
vía en pie, en todo su esplendor. Se irguió en su majes-
tuosa vestimenta y turbante blancos y dijo:
—Miembros de la casa real y jefes de los exilados: las
palabras del profeta son extrañas y nos están ocultas.
Pero también lo estaban las de los profetas en tiempos
El profeta
Media, unió los reinos de Persia y Media y se convirtió
en señor de un imperio persa unido y poderoso.
Entonces inició una política de avasallamiento de Ba-
bilonia, una provincia tras otra. Nabonidus estaba ocu-
pado en el desierto, cerca de las fronteras de Egipto.
CAPÍTULO IX Su hijo Baltasar adverso a los sacerdotes de Bel Me-
rodach, se entregaba a constantes celebraciones en ho-
No estaban aún lejanos los tiempos en que Ciro era nor de tal o cual "kedeshah" mientras Ciro expandía y
poco más que un reyezuelo, gobernante de Ansan y va- fortalecía su imperio. Sus veloces escuadrones de jine-
sallo del rey de Media. tes, dotados de armaduras livianas y armados con es-
El rey Nabonidus de Babilonia amaba las antigüe- padas cortas, arcos y grandes carcajes con flechas, mon-
dades. En cierta ocasión se le ocurrió restaurar los de- taban fogosos corceles persas. A la cabeza de esas tro-
rruidos templos de varios dioses y decidió ir a Harán pas, Ciro logró una victoria tras otra al este del Tigris.
y reanudar el culto de Sin, el dios de la luna. Le pidió Después de conquistar el importante imperio de Lidia
consejo al dios Bel Merodach. se apoderó de todas las ciudades griegas existentes a
lo largo de la costa egea del Asia Menor, que le perte-
—Que Nabonidus, rey de Babilonia, traiga ladrillos
necieran al rey Creso. Cuando llegó a las orillas del
con sus caballos y carros y edifique de nuevo el templo
Mar Negro, las demás provincias cayeron en sus manos.
de Sin que está en Harán.
Al entrar a cada capital a la cabeza de sus ejércitos, se
Pero aquí un obstáculo le impedía al rey cumplir proclamaba libertador. Anunció la liberación de cada
sus deseos. Harán estaba en manos de los medos, que estado del yugo de Babilonia, hizo un pacto con los ejér-
en esa época se habían sublevado abiertamente contra citos de las provincias conquistadas y celebró tratados
Babilonia. De modo que Nabonidus volvió a pregun- de paz con sus gobernantes y sacerdotes.
tarle a Bel Merodach:
—¡Oh, Merodach, Merodach! Mira el templo de Sin Cuando hubo incorporado los ejércitos de los países
sitiado por los medos. ¿Deseas que Ciro, rey de Ansan, subyugados al suyo, Ciro se consideró preparado, final-
me ayude? mente, para cruzar el Tigris. Después de haber atraído
Esta fué la respuesta de Bel Merodach: a Asiría bajo su estandarte, franqueó el río y plantó
—Los medos de quienes me hablas, su país y su alia- sus tiendas por primera vez en el suelo de la propia
do no estarán ya. Babilonia. La capital corría un peligro inminente.
De acuerdo con estas palabras, Nabonidus armó a Pero desde Arbela, la ciudad situada en el punto del
Ciro de Ansan con carros de guerra que le permitieron cruce de Ciro, hasta Babilonia, había mucha distancia
rebelarse contra Media, vencer a su rey y sojuzgar el aún. El camino que habría de recorrer desde el Tigris
país. hasta el Eufrates estaba bien custodiado por ciudades
Mientras tanto, Ciro se propuso ganarse los corazones fortificadas, la más importante de las cuales era la pro-
de los medos. Se presentó ante ellos como un libertador pia Babilonia; Babilonia la no conquistada, la inven-
antes que como un conquistador. Sólo les dio leyes, los cible, la ciudadela inexpugnable cuyas murallas eran
liberó de las pesadas tasas que les impusiera el rey de tan gruesas que sobre ellas podían pasar cuatro carros
142 Sholem Asch El profelá 143
de guerra con sus caballos. La protegían anchos y pro- capa de ladrillos flojos para que los enemigos cayeran
fundos canales de veloz corriente que fluían a lo largo allí. En los baluartes había que acumular piedras para
de las murallas. Las defensas interiores eran la laberín- las catapultas y prepararlo todo para un largo asedio.
tica abundancia de los patios y edificios, apretados el Baltasar confió en el buen consejo de sus asesores y
uno contra el otro, que se acumulaban contra las mu- ordenó que reforzaran las murallas de Babilonia.
rallas y estaban unidos por angostos pasajes que cons- ¿Acaso no fué por algo que los grandes dioses Bel
tituían una trampa mortal para el invasor. Aun en el Merodach e Ishtar vivieran en Babilonia? ¿Acaso no se
caso de que un sitiador tomara por asalto las defensas sabia muy bien que protegerían a la ciudad y a sus ha-
exteriores, se detendría perplejo ante la fortaleza in- bitantes de los que se burlaran de su poder divino?
terior. La red de patios, calles y callejuelas, rodeada
por altos edificios, sería la tumba de sus soldados, ya A la sombra de las murallas se extendían unos vastos
que estarían expuestos a lluvias de piedras y a granizos campos arcillosos que circundaban totalmente a Babi-
de flechas y lanzas de los defensores apostados en lo lonia. Formaban el centro de la industria ladrillera
alto de las murallas y los edificios fortificados. El que local y el ruido y el ajetreo de los esclavos empleados allí
desconocía el secreto de las callejuelas no podía con- eran incesantes. Grupos de obreros excavaban grandes
fiar en salir de ellas y llegar al centro de la ciudad. terrenos de arcilla con sus azadas y picos y los arroja-
La confusión que se apoderara en el primer momento ban en fosos donde otros los apisonaban con los pies
de los gobernantes de Babilonia al enterarse de que desnudos, amasándolos con agua hasta que la arcilla
Ciro había cruzado el Tigris y de la incursión de las cobraba consistencia. Un asfixiante humo se elevaba de
tropas de persas y medos a su territorio se calmó poco centenares de hornos, cuyas ávidas mandíbulas alimen-
a poco. Baltasar y sus consejeros se serenaron. Sus estra- taban sin cesar flamantes ladrillos traídos por filas de
tegos y guerreros le aconsejaron al rey que esperara a cargadores, atareados e industriosos como hormigas. Se
que Ciro y sus huestes se internaran en el país y lle- acercaban en interminable cadena; cada uno de ellos
garan a las cercanías de la capital. Mientras tanto, traía una paletada, que arrojaba a las bostezantes fau-
Nabonidus tendría tiempo de traer a sus ejércitos de ces. Los hornos los acogían con un eructo de humo y
los desiertos egipcios y caer sobre Ciro por la retaguar- con llamaradas que les extraían la savia vital en pro-
dia. Entonces sería el momento indicado para que Bal- fuso sudor y les chamuscaban la piel con el monstruoso
tasar y sus soldados le salieran al encuentro y lo en- lamer de su ígnea lengua.
frentaran en encarnizada batalla. Ciro tendría que com- Cuadrillas de esclavos, encadenados el uno al otro
batir en dos frentes y si sus enemigos no lograban ani- como cautivos, estaban uncidos a enormes bloques de
quilarlo en la gigantesca pinza, podrían por lo menos piedra que arrastraban hacia la llanura. Allí los escul-
sujetar a sus ejércitos en las apretadas mandíbulas has- tores, a la sombra- de cabanas hechas con ramas de pal-
ta que los soldados persas y medos perecieran de ham- mas, trabajaban afanosamente tallando en las rocas
bre y de sed. Mientras tanto había que equipar al ejér- monstruos de rostros humanos. El fruto de sus esfuer-
cito, llenar los graneros de la ciudad de abastecimientos zos sería engastado en las murallas para aterrorizar al
de los distritos rurales, cavar nuevos canales a modo de enemigo si trataba de acercarse. Interminables cadenas
trampas en torno de las murallas y cubrirlos con una de obreros trabajaban en las gigantescas ruedas que
144 Sholem Asch El profeta 145
hacían afluir una constante corriente de agua de los planicie. Iban y venían; trepaban sin cesar hacia arriba
canales, a través de las cañerías, hasta los fosos donde y hacia abajo. El implacable sol ardía sobre sus cuerpos
se apisonaba la arcilla. color cobre, haciéndoles brotar el sudor que brillaba
El terreno que rodeaba los ladrillales estaba empa- hasta asemejarlos a un billón de luciérnagas o a una
pado del horrible sudor de los bronceados y cobrizos plaga de langostas que infestaban la planicie y cubrían
cuerpos de las miríadas de esclavos que gemían bajo la las fortificaciones de Babilonia.
opresión del trabajo forzado. La gruesa e imponente
La actividad era una expresión del deseo de Baltasar
muralla a cuyos pies corría el canal impedía que lle- de fortalecer las defensas y tonificar los puntos donde
gara la luz del cielo. Los esclavos no veían el horizonte, existía una posible debilidad. Los obreros estaban le-
como si hubiesen llegado al fin del mundo. Por dura, vantando troneras, erigiendo torres de atalaya, abaste-
muerta y fría que fuera, la muralla parecía viva y ciendo puertos de salida, estableciendo posiciones de
alerta, porque habían cincelado sobre ella centenares acecho y emboscada y proveyendo emplazamientos para
de leones, leopardos y bueyes salvajes y de serpientes las catapultas y los nidos de arrojadores de lanzas.
cuyas cabezas y colmillos sobresalían de su superficie.
A lo largo de la orilla del ancho canal estaba anclada Nabonidus y Baltasar reunieron sus fuerzas cerca
una larga línea de naves, barcazas y balsas. Los esclavos de la orilla del Tigris, junto a la ciudad de Opis. Como
atareados, cargaban en ellas ladrillos recién cocidos, ar- el Tigris desbordaba a menudo, la tierra, entre esa
cilla, brea, marga y piedra en bruto. En enjambres, con ciudad y Sippar, era más que nada ciénaga. Nabucodo-
precisión de máquinas, iban y volvían en filas intermi- nosor la había drenado en parte y unido a Babilonia
nables con artesas cargadas de ladrillos y con cubos de mediante un canal cuyas márgenes señalaba una cadena
madera que contenían brea y arcilla, mientras las cua- de fortalezas. Con todo, en general, el terreno conserva-
drillas encadenadas tiraban de los bloques de piedra. ba su carácter cenagoso.
En la ribera opuesta y contigua a la muralla de la Babilonia había vivido cómodamente durante muchos
ciudad, una hilera igualmente larga de naves descarga- años, descansando sobre los laureles de las conquistas
ba afanosamente su cargamento. Altas escalerillas se de Nabucodonosor, pero confiando más aun en sus po-
extendían desde las cubiertas hasta los andamios insta- derosas murallas y en la inflexible tiranía de su máqui-
lados en las murallas, y legiones de esclavos descargaban na administrativa. Los reyes que sucedieran a Evil Me-
los ladrillos, la arcilla, la marga y brea y piedra sobre rodach, con todo, habían descuidado el manejo perso-
el primer andamio. Allí, unos enormes hierros en for- nal de los asuntos del Estado en beneficio de otras
ma de pinzas asían el material y lo izaban a un segun- ocupaciones. Así, Nabonidus se había consagrado al
do andamio y de ahí a un tercero hasta llegar a lo más embellecimiento y restauración de los edificios histó-
alto de la muralla. ricos y los santuarios.
Los seres humanos semejantes a hormigas que se arras- El factor esencial en la táctica de Nabucodonosor y
traban por la llanura junto a la muralla formaban una sus sucesores era provocar terror en el enemigo. Esto
multitud innumerable. Cubrían los barcos, las escale- se conseguía con las murallas de Babilonia, que adqui-
rillas y los andamios. Formaban una móvil mancha rían un aspecto monstruoso con las formas de animales
negra que se destacaba sobre la superficie parda de la horripilantes tallados en su estructura. En el campo
146 Sholem Asch El profeta 147
de batalla ese efecto se lograba acumulando una verda- de disciplina y una imagen casi legendaria de heroico
dera avalancha de carros, que avanzaban con un estré- valor.
pito ensordecedor. Los babilonios habían aprendido esas A esta espléndida panoplia, desplegada como para
tácticas de los asirios. Muchos leones, leopardos y otras una revista militar, Ciro le oponía una muralla vivien-
fieras, debidamente adiestrados, formaban parte tam- te de infantería. Sus soldados formaban filas tan inter-
bién de sus ejércitos y los lanzaban en el momento minables, que parecía haber traído al campo de batalla
oportuno sobre el enemigo. Todo el concepto de la vida a todas las naciones del mundo. Esas poderosas masas
babilónica se fundaba en esa idea del terror, tanto en de infantes no estaban protegidas por corazas de acero
tiempo de paz como en tiempo de guerra. Ya que el ni adornadas con brillantes pelucas y barbas. Tenían
extranjero podía ser un enemigo, era necesario intimi- el cabello recortado y la barba en punta o muy breve.
darlo y abrumarlo. Este método se empleaba en todas Cuando preferían el cabello largo, lo recogían en apre-
las ocasiones. tada coleta. Usaban breves chaquetones de cuero en vez
Los carros de hierro usados por Baltasar contra Ciro de cotas de malla. Su arma era un arco, con un manojo
eran de un tipo antiguo heredado de los egipcios y su de flechas que llevaban al hombro en un carcaj. Una
diseño databa de los tiempos de Ramsés II. Como esta- de sus manos esgrimía una larga lanza y los protegía
ban destinados primitivamente a servir a la ambición un escudo de metal con forma de disco. Los soldados
de cada guerrero, quien procuraba descollar con sus de Ciro tenían una gran movilidad y podían maniobrar
proezas personales, se los alineaba en el campo de ba- rápidamente. Los carros de Baltasar, con sus caballos
talla como para un desfile de gala. Los caballos de que hacían cabriolas, atrepellaban las primeras filas de
combate, adornados con plumas de avestruz y de arne- Ciro e irrumpían a través de la muralla viviente. Pero
ses dorados, eran en conjunto espléndidos, con una inmediatamente se enredaban y eran detenidos por la
profusión de cintas y ornamentos. En cada carro viaja- segunda línea de infantes, quienes arrojaban sus lan-
ban tres y aun a veces cuatro guerreros. Estaba el noble zas contra los caballos asustados y perplejos. Por pri-
que combaba el arco, un hombre de gran fuerza muscu- mera vez, Ciro había usado camellos en la guerra y el
lar; el portacoraza, quien le tenía preparado el carcaj; aspecto de estos animales contribuía a aterrorizar a los
y un segundo portacoraza, quien también servía de caballos de Baltasar. Los carros asirio-babilonios, hasta
portaabanico, protegiendo del sol la cabeza de su amo. entonces invencibles, se detenían. Los caballos se nega-
Si el auriga era de muy alta jerarquía, solía llevar a dos ban a avanzar.
portaabanicos, quienes estaban de pie sobre una tabla En el ejército de Ciro, sólo los capitanes viajaban en
próxima a las ruedas, detrás de él, resguardándolo con carros. La caballería montaba petisos pequeños y ágiles.
sus anchos abanicos del ardiente sol. Aquellos aurigas, Sus integrantes combatían semidesnudos, usaban cascos
quienes pertenecían siempre a lo más granado de la livianos y largas lanzas y se fundían perfectamente con
aristocracia, usaban petos, pelucas ensortijadas y barbas sus caballos, formando una máquina de ataque flexible
hermosamente trenzadas y perfumadas. La infantería, y muy móvil. No les entorpecía la acción un pesado
que constituía el grueso de las fuerzas, estaba protegida carro cuyas ruedas impidieran una rápida maniobrabi-
y adornada en forma similar. En general, la intención lidad. Cuando los carros de Baltasar se detuvieron ante
que se perseguía era darle al enemigo una impresión la compacta masa de carne que presentaba la infante-
El pro jeta 149
148 Sholem Asch nes del mundo habían arrancado el yugo de la servi-
ría persa, esta caballería ligera los embistió por los dumbre de sus cuellos y que soldados de todos los climas
flancos. Bajo la dirección del hijo de Ciro, les cortó e idiomas, en desconcertante despliegue de indumenta-
la retirada muy eficazmente y en todo el frente sólo rias y colores, avanzaban sobre Babilonia en las filas
quedó un punto débil, a través del cual se efectuó una de los ejércitos de Ciro.
ruptura que condujo eventualmente a los persas al ca- Había "kedarim" de los arenosos desiertos, en cuyos
nal que unía Sippar a Babilonia. oídos no se había extinguido aún el lamento del chacal
Los orgullosos y valientes carros de Babilonia se y cuyos párpados estaban aún legañosos de arena. Via-
hundieron en los pantanos que se extendían a lo largo jaban sobre veloces camellos y dromedarios, con acémi-
del Tigris, desde Opis hasta el canal de Sippar. Así, las que cargaban el equipo, las provisiones y las bolsas
esta ciudad fortificada, primer eslabón en la cadena que con el botín arrebatado a los muertos del ejército de
custodiaba los accesos a la propia capital, cayó en ma- Baltasar: bridas, imágenes de los dioses en piedra y
nos de Ciro. metal, tiendas de campaña de fabricación asiría y per-
Baltasar y su estado mayor se apresuraron a salir de sa, mantas de caballos, sillas de m o n t a r . . . Huestes de
la línea Opis-Sippar y se replegaron en la mayor con- las islas de Grecia, altos espartanos, aqueos y dorios
fusión a Babilonia, perdiendo contacto con Nabonidus que eran mercenarios de Ciro, capadocios y cilicios,
por el camino. montañeses del Ararat, carpinteros de los astilleros de
Sólo les restaba confiar en las murallas fortificadas Tiro y Tarshish, levas de Persia y Media y de todos los
de la capital. países existentes entre Egipto y Babilonia. Venían de
Cuando los sacerdotes de Bel Merodach supieron que todos los climas, por todos los caminos y atajos, los ojos
Nabonidus y su hijo habían sufrido una aplastante amarillos de salvaje ira, los crispados puños trémulos
derrota, dijeron que el gran dios se había vengado de de furor. La llama del odio y el ansia de venganza
ellos por haberle sido infiel y por haber abandonado al los habían atraído bajo la bandera de Ciro. Los años
dios Sin, en Ur, la ciudad de los caldeos. de amarga opresión y esclavitud bajo la férula babiló-
nica habían suscitado en ellos un violento encono que
Así como se precipita con bramido irresistible un hervía en su sangre y llevaba la pasión del desquite a
poderoso río por un cauce vacío, así se lanzó el poderío todas las venas y fibras de su ser. Las alas de su cólera
de Ciro de Sippar a Babilonia. Sus soldados avanzaron los impulsaban impetuosamente a aplacar su sed de
flanqueando el canal, llevando sus armas y equipos so- venganza por las largas generaciones de sojuzgamiento
bre los caballos y carros. Prosiguieron aguas abajo en y tiranía a manos de Babilonia y Asiria. Su arremetida
barcazas y naves. Se esparcieron por los campos, piso- hacfa Babilonia parecía el avance de un enorme y
teando huertos y viñedos y cruzando trabajosamente los proteico monstruo negro que jadeaba, acercándose im-
terrenos arcillosos. Ningún obstáculo parecía oponerse placablemente. Avanzaban para abrir las compuertas de
a su arremetida. Se habría dicho que todas las vallas su indignación sobre Babilonia, para destruir las puer-
se derretían, hasta que las palabras del profeta halla- tas de la ciudad y pisotear sus murallas, como quien pi-
ron aparentemente cumplimiento total. "Todos los va- sotea a un repulsivo insecto.
lles se elevarán y todas las colinas y montañas bajarán
y lo torcido se enderezará." Parecía que todas las nacio-
El profeta
cadas desde las cuales podía lanzarse una lluvia de pro-
j yectiles contra los indefensos soldados enemigos cuando
cayeran con el puente.
En esos momentos el profeta caminaba por la Aveni-
da de las Procesiones. Cuando se acercaba a las puertas
X & \ CAPÍTULO X de Ishtar vio que franqueaba los portales una caravana
de camellos y asnos cargados de imágenes de distintos
Babilonia, por su parte, no esperaba en la impoten- . dioses y diosas. Había imágenes talladas y fundidas e
cia. Después de la derrota sufrida en la línea Opis-Sip- ídolos esculpidos en arcilla y piedra, todos acumulados
par, la ciudad entró en actividad, como una colmena caóticamente sobre los lomos de las acémilas como si
cuyas abejas se aplican a trabajar con afanoso zumbido los hubiesen puesto con gran prisa. A los camellos y
cuando las amenaza un peligro externo. Grandes mul- asnos los seguía una larga caravana de carros, cada
titudes se congregaron en los alrededores del palacio cual tirado por dos bueyes. También ellos estaban car-
real, de los templos y las murallas. La heterogénea po- gados de monstruos. Algunos representaban animales
blación, que representaba a casi todas las razas del mun- con cabezas humanas y otros seres humanos con cabezas
do, puso manos a la obra, en un esfuerzo conjunto, de animales. Estaban tallados en piedra o madera de
con el fin de fortalecer las defensas y prepararse para () alcanforero y ébano; algunos se hallaban podridos y se
el asedio. caían a pedazos, otros eran de cobre batido, doblados,
Grandes caravanas llegaron de ciudades vecinas que retorcidos y amontonados como hierro viejo. Veíanse
no cayeran aún en manos de Ciro. Presurosamente tra- también formas desnudas de mujeres con cabezas de
jeron alimentos, ídolos e imágenes, en carretas de bue- pájaros, ataviadas con velos multicolores y adornadas
yes y convoyes de acémilas. Allí los dioses estarían a con joyas, que pendían en desorden de los lomos y flan-
salvo del enemigo que avanzaba. ,, eos de las acémilas.
Se apostaron guardias reforzadas en los lugares de Los babilonios ansiaban traer todo su panteón a la
las orillas del Eufrates que estaban del lado interior seguridad de sus murallas fortificadas. Estaba Nebo, el
de las murallas y vigilancia extra sobre el único puente dios de la sabiduría; Sin, el dios luna de XJr; y todas
que unía esa sección externa con el núcleo de la metró- las demás divinidades de los caldeos. Consideraban que
poli. Todos los campos, viñedos y huertos de los subur- Ciro no debía apoderarse de ellos y llevárselos triunfal-
bios fueron destruidos por completo y todas las fuentes mente como botín de guerra. Además, lo cual era peor
y pozos de los campos adyacentes, cegados. Los peritos aun, Ciro podía traerles a esos ídolos toda suerte de
militares prepararon toda clase de ardides para destruir hechizos y cambiar así su estado de ánimo para que lo
f
al enemigo, colocando trampas y celadas y aumentando favorecieran a él. La caravana de carros y acémilas se
la complejidad del laberíntico sistema de angostas ca- dirigía hacia la torre de Babilonia del templo de E-Sa-
llejuelas y patios. Se cavaron fosos de toda índole y se gila. Allí hallarían descanso y un refugio donde estarían
tendieron sobre el río falsos puentes, destinados a de- a salvo de Ciro.
rrumbarse apenas llegara a su parte media una colum- El sábado de esa semana, el profeta, ignorando por
na de soldados. Se instalaron en sus cercanías embos- completo la interdicción de los miembros más promi-
152 Sholem Asch El profeta 153
nentes de la comunidad judía exilada, describió la mar la atención en uno de los suburbios hasta que lle-
angustiosa situación de Babilonia y a los dioses en su ¡> gue Ciro con sus ejércitos. No entres a las sinagogas,
precipitada fuga. y convendría que no predicaras el sábado, porque la
Casa de Murashu quiere entregarte a las autoridades.
"Bel se inclina, Nebo se encorva, Sus agentes han salido ya en tu busca. Corres grave
sus ídolos estaban sobre las acémilas y las vacas; peligro, un peligro inmediato.
vuestros carros se hallan pesadamente cargados; les El profeta respondió:
[cuesta arrastrarlos a los cansados animales, | —Dios no permite que Su palabra permanezca en las
se doblegan, se inclinan hacia tierra; tinieblas o escondida en sitios secretos. Lo que sucede
no podrían llevar a su destino la carga, hoy, forma parte de Su intención y es Su dedo el pun-
pero ellos mismos son cautivos." zón que la ha grabado. ¿Cómo podría yo justificarme
a mí mismo si tratara de ocultar Su palabra? No se
Las palabras del profeta llegaron a oídos de los jefes puede esconder al sol en un tonel con manteca ni disi-
de los desterrados, refugiados en el palacio de la Casa mular la voz del trueno. Aunque yo la ahogara, Su
de David. Mordecai-Gad sabía que el profeta había palabra brotaría con el rugido de un león joven.
ridiculizado a los dioses de Babilonia en todos los pa- —¡Escucha, oh, profeta! Te he puesto en guardia.
tios del pueblo y desobedecido deliberadamente la pro- * Estás diciendo cosas contra el rey y sus oficiales más
hibición de Shaltiel, el viejo príncipe de los desterrados, importantes. Nadie se atreverá a franquear el umbral
de predicar en sinagogas o reuniones. La consternación de la sinagoga en que entres. La Casa de Murashu les
cundió entre los jefes de la comunidad judía babilóni- ha advertido a nuestros hermanos que deben apartarse
ca. ¿Qué sucedería si el asunto llegaba a oídos del rey? de las casas que frecuentas, que no deben escucharte, ya
Todos los judíos de Babilonia temblaron de terror y que tus palabras son como el veneno de las serpientes
temieron por su pellejo. Una asamblea secreta de no- « y pueden causarles mucho daño.
tables y mercaderes, efectuada bajo la presidencia de —Dios tiene muchas maneras de llevarles Su palabra
Mordecai-Gad, decidió entregarle el profeta a Baltasar, a aquellos que quiere que la oigan. Si guardo silencio
como rebelde y traidor. De ese modo podrían contra- y no digo Su mensaje, las alas del viento lo levantarán
rrestar el inminente peligro que amenazaba a la co- y transportarán. Si se tapan los oídos, entrará directa-
munidad. mente al corazón, porque nada puede impedir que la
Ese mismo día, antes de que cerraran las puertas de palabra de Jehová se oiga.
la ciudad, Zerubabel y su compañero Yeshu el sacer- Neraías llevó a su viejo padre Seraías, a su esposa
dote fueron a visitar presurosamente al profeta en su Ama-Bar y al profeta a su lugar natal, en el patio de
choza vecina a la cabana de Neraías. los betlemitas de la calle de los Talabarteros.
—Para nosotros, es evidente que la palabra de Dios Cuando llegaron los hijos de los servidores de Salo-
llegó por tu boca y que Ciro destruirá Babilonia —le món, por orden de Mordecai-Gad, para arrestar al pro-
dijeron—. Creemos en ti y hemos venido a ponerte en feta en la cabana de Neraías, no hallaron allí a nadie.
guardia. T u vida corre peligro. No te arriesgues a La cabana estaba desierta.
franquear las murallas de la ciudad. Quédate sin 11a-
154 Sholem Asch El profeta 155
Desde la llegada del profeta, entre los exilados se tas se impusieron la misión de reunir esas perlas, ano-
había operado un cambio notable. Su palabra era un tándolas en tablillas de arcilla y tratando de divulgarlas
vivificante rocío que vertía nueva savia en sus huesos nuevamente entre los exilados.
resecos. Cuando el profeta llegó a Babilonia, sólo los recita-
Los sábados, días festivos y lunas nuevas cuando él ban, virtualmente, los hombres maduros y los ancianos,
les predicaba fueron santificados, considerados días de la segunda generación de los exilados. Más que nada
Dios. Les trajo el precioso don del sábado, que debían eran populares los cánticos graduales que los levitas
observar. Antes de llegar el profeta, las sinagogas de acostumbraban cantar en el templo y que recitaban
los exilados no captaban el sentimiento especial que también en su orden litúrgico los sacerdotes y levitas
proviene de la auténtica santificación del sábado como en el patio del palacio real de David. Pero la gente
día del Señor. Él los purificó con palabras de consuelo joven de la segunda generación de los desterrados era
y nuevas de redención. Enriqueció su conciencia, ins- muy propensa a asimilarse. Como en su mayoría habla-
pirando sus almas con los capítulos de salmos que les ba el arameo, el uso de este idioma extranjero en la
enseñó a cantar los sábados. Hizo todo lo posible por conversación diaria significaba que habían olvidado los
resucitar en ellos la comprensión de que eran un pue- salmos y los demás libros sagrados, familiares a los labios
blo elegido. de sus padres. El profeta trajo muchos capítulos de sal-
Entre las tareas que se habían impuesto los hijos de mos. Los cantó, mezclándolos con sus profecías, los
los profetas figuraba la de recoger los salmos corrientes sábados y en las fiestas de las sinagogas. Reunió a los
entre el pueblo desde los tiempos en que vivía aún en niños y a los adolescentes y les hizo aprender de memo-
Judá e Israel. Recitados cuando el templo se mantenía ria los capítulos que tanto elevaban el alma.
aún en pie, se habían incrustado profundamente en la Esta labor hizo milagros. Los salmos despertaron re-
memoria de la gente. Eran salmos para los sábados y cuerdos casi olvidados y agitaron anhelos nacionales
las festividades de la luna nueva, cantos de la cosecha totalmente desaparecidos en apariencia. El profeta los
y la recolección. Contenían toda la perplejidad del hom- usó para hacer brotar entre los exilados un nuevo ma-
bre frente a las misteriosas obras de Dios. Oíanse en nantial de emoción. Puso la plegaria en sus corazones
ellos acentos guerreros, de júbilo y amarga queja; el y transformó sus mudos labios en un instrumento ex-
grito del corazón destrozado; el clamor del triunfo y las presivo.
alabanzas y panegíricos de Dios que concede ricos dones En momentos de gracia, cuando el Espíritu Santo se
de salvación a Su pueblo. Muchos capítulos habían sido concentraba en él, el profeta componía cantos nuevos.
legados de generación en generación desde los tiempos Éstos expresaban sus más hondos sentimientos sobre los
primitivos, desde los días del éxodo egipcio y los vaga- .sucesos cotidianos y por ser tales hallaban respuesta en
bundajes por el desierto. Muchos salmos fueron com- el corazón de gente que sentía lo mismo. El pueblo no
puestos en la época más brillante de Israel, cuando los oraba sólo por sí mismo al cantar los salmos. También
propios David y Salomón enriquecieran esa literatura. expresaba su alabanza y exaltación de Dios. Mientras
Al ser asolado el templo y desterrada la flor y nata del rememoraba así Su fuerza y Su elogio, se sentía trans-
pueblo, los salmos se esfumaron gradualmente del uso portado en alas de su visión de la vida y esencia mis-
activo y de la memoria. Por eso los hijos de los profe- mos de los judíos. Aquellas gentes hallaban un ancla-
156 Sholem Asch
dero en su historia primitiva, en la época en que forma- El projeta 157
ban un pueblo, perdiendo así gradualmente la sensación Así anunciaba sin cesar el profeta la caída de Babi-
de que Dios los había olvidado y empezando a pensar lonia y enumeraba todos sus pecados:
con decoro en sí mismos. Adquirieron aplomo y apren- —Me enojé contra mi pueblo; profané mi heredad y
dieron a confiarle su suerte a Dios. Entre ellos hubo los entregué a tu mano; tú no le hiciste misericordia;
quienes lograron tal fe en su Dios y en sí mismos como sobre el viejo agravaste mucho tu yugo. Y dijiste: para
pueblo que ya eso no se les podría arrebatar. siempre seré señora; y no has pensado en esto, ni te
A pesar de todas las amenazas y advertencias de los acordaste de tu postrimería.
grandes mercaderes, la masa del pueblo no había olvi- Cuando el profeta hubo enjuiciado la altanería de
dado su lealtad al profeta y sabía dónde predicaba cada Babilonia y su jactanciosa presunción de que era el
sábado o festividad. Esto se conservaba en secreto y se poder más grande del mundo y nada valía fuera de ella,
trasmitía de boca en boca solamente a la gente digna de que ni era como una viuda ni sabía qué era perder
de confianza. Se les informaba que, en tal fecha y lugar, hijos, y tras de haber pintado la terrible suerte que la
predicaría el profeta. esperaba, en sus ojos fulguró una feroz excitación y en-
En esos días, cuando se habían cumplido en gran tonó con vehemencia el salmo de la libertad que se
parte los vaticinios de Isaías y Babilonia acababa de estaba acercando, cantando con la radiante visión que
sufrir una aplastante derrota en el campo de batalla, contemplaba su espíritu:
la reputación del profeta se acrecentó no sólo entre las
masas de exilados sino también entre los jefes, los sa- "Cuando el Señor liberó del cautiverio a Sión,
cerdotes, los ancianos y los levitas que frecuentaban nos pareció que soñábamos.
el palacio de la Casa de David. Si antes muchos de ellos Nuestra boca se llenó de risas
lo habían subestimado y ridiculizado, ahora el profeta y nuestra lengua de cantos.
les inspiraba una suerte de temerosa veneración. Las Entonces dijeron los gentiles,
masas, sobre todo los betlemitas en cuyo patio se refu- el Señor ha hecho grandes cosas por ellos.
giara, lo protegían de sus perseguidores y velaban por El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
él. Al llegar el sábado la multitud, a pesar de los peli- por eso estamos contentos.
gros y las amenazas, afluía en gran número a la sina- Sácanos del cautiverio, oh, Señor, como a los ríos
goga desde las calles y callejuelas para escucharlo. [del sur,
Ese sábado el profeta volvió a ir a la sinagoga de los quien siembra en las lágrimas cosechará en la ale-
betlemitas y descargó su reprobación contra Babilonia xia.
con mayor fuerza y veneno aun. El que va llorando lleva preciosa semilla,
—Ven y siéntate en el polvo, oh hija virgen de Babi- volverá sin duda regocijándose
lonia. Siéntate en el suelo sin trono, oh hija de los cal- trayendo sus espigas consigo."
deos; porque no te llamarán más tierna y delicada.
Toma las muelas de molino y tritura la harina; descu- Los sueños de los exilados reunidos en la sinagoga,
bre tus guedejas, desnuda la pierna, muestra la panto- los de la nación y del profeta se aglutinaron en el sueño
rrilla, cruza los r í o s . . . del rescate y el regreso a Sión. Con una mano y un
espíritu unidos, acompañaron al profeta cuando cantó
Sholem Asch

su nuevo salmo. El edificio parecía moverse y vibrar


cuando los corazones de todos ellos se exaltaron, con-
moviéndose juntos.

"Cuando el Señor sacó del cautiverio a Sión, CAPÍTULO XI


nos pareció que soñábamos."
A pesar de todo, las puertas de Babilonia se mantu-
vieron cerradas ante Ciro. No pudo derribarlas ni to-
marlas por asalto. Todas las ciudades existentes entre
Sippar y Babilonia estaban en sus manos. Algunas ha-
bían sido dominadas por la espada; otras se rindieron;
otras más cayeron en sus manos como ciruelas maduras.
Las que le opusieron una firme resistencia fueron que-
madas con alquitrán hirviendo. Pero, aparentemente,
las murallas de Babilonia pusieron fin al victorioso
avance de sus ejércitos. El mundo parecía derretirse an-
te ellas y sólo quedaba la poderosa muralla que se
elevaba hacia el cielo con un aspecto terrorífico. Nada
parecía ya real fuera de la muralla, construida con
grandes bloques a los cuales, con el fuego, se les había
dado la dureza de la piedra y que se ramificaba en un
bosque de torrecillas, en los cuales las mirillas de obser-
vación se multiplicaban, proyectaban y entrelazaban.
Centenares de feroces leones amarillos, de gigantesco
tamaño, ojos llameantes, bocas entreabiertas y garras
tendidas, contemplaban de una manera que infundía
pánico desde la muralla, prontos a asir y a desgarrar.
Los ejércitos que rodeaban la ciudad sabían perfecta-
mente que esos leones eran imágenes incapaces de pro-
ferir un solo sonido, de mover las mandíbulas, de esti-
rar las garras o cerrar los ojos. Sabían perfectamente
que eran unas imágenes mudas, petrificadas, inmóviles,
pero el terror que infundían desconcertaba aun a las
legiones de Ciro. En su mayoría, los soldados eran de-
masiado ignorantes para comprender que no debían
temerlas. Había montañeses de Frigia, Cilicia, Capado-
•r -<v

160 Sholem Asch El profeta 161


cia, salvajes levas de los territorios existentes desde las a quienes poco antes adornaran los penachos de la no-
montañas de Media hasta las del Ararat. Y kedaritas bleza concedidos por la casa usurpadora. Gubaru era
de los desiertos del Sur hasta el Yemen, asirios, chiprio- un hombre ya entrado en años, entre los setenta y los
tas, beduinos de las soledades selváticas y el Arabah. ochenta, pero corrió el riesgo y organizó para Ciro una
Cada pueblo y cada tribu traían sus ídolos y fetiches, red de espionaje que abarcaba toda Babilonia. Nadie
sus brujerías, sus hechiceros y hechizos. Así como un habría sospechado que un anciano noble, quien, duran-
potro a quien le acaban de poner por primera vez la te años, se había dedicado a una vida ascética, tendría
brida retrocede y se encabrita ante cada obstáculo, así contacto o conversaciones con el enemigo. Era un caldeo
también la multitud de los guerreros de Ciro retrocedía del más puro linaje, un símbolo viviente de lo que ha-
y saltaba asustada ante la impresionante perspectiva de bía de mejor en Babilonia, dada la sangre noble que
la muralla, agazapada como un gigantesco monstruo fluía por sus venas y su aspecto, conducta y género de
detrás del ancho canal que la rodeaba e impedía todo vida. Tenía el derecho de trenzarse la barba en tres y
acceso. era portaabanicos del rey. Estaba, pues, en perfectas
Pero mayor aun que el terror de los soldados salvajes condiciones para extender aquella red de espionaje so-
y supersticiosos era la confusión reinante entre los ca- bre toda Babilonia y ésta incluía a muchos y heterogé-
pitanes de las huestes invasoras, salvo el propio Ciro neos elementos de la población.
y su hijo Cambises. No los preocupaban los animales Ciro convocó a consejo de guerra. Él, su hijo Cambi-
tallados en la muralla sino las propias fortificaciones. ses y los oficiales de su estado mayor trataron de elabo-
Habían oído hablar mucho de ellas, de que eran inac- rar una estrategia para asediar y tomar por asalto la
cesibles y de que no se podía abrir una brecha en ellas; ciudad. Gubaru le expuso al consejo un panorama ge-
ahora, lo advertían con sus propios ojos. Aquella mura- neral de la situación de la misma.
lla era harto sólida para tomarla por asalto. No se podía —Oh, rey de reyes, redentor de todos los pueblos, me
hablar de capturar así las dentadas rocas que se proyec- veo en la necesidad de preveniros a ti y a tu consejo
taban la una sobra la otra y a las que rodeaba el canal. de guerra que, de acuerdo con las informaciones obte-
Además, no el simple terror a la muerte y la posibilidad nidas por mis agentes y las conclusiones que deduzco
de la lucha, sino la verdadera muerte acechaban a los de la ciudad, ésta no puede ser tomada por asalto. Como
soldados invasores en diez mil formas seguras a causa tú y tu honorable consejo lo sabéis perfectamente, las
de las miríadas de flechas, lanzas y piedras lanzadas defensas de Babilonia se basan en tres murallas que
con hondas que lloverían sobre ellos desde las torres rodean la ciudad, formando tres anillos paralelos, a los
de atalaya y las trampas ocultas, sembradas allí en abun- cuales se llega por una carretera. Alrededor de la mu-
dancia. ralla, hecha de ladrillos cocidos en alquitrán, fluye un
Gubaru, el gobernador designado para fiscalizar a los canal, mientras que las aguas del Eufrates la circundan
sátrapas de Babilonia, había visitado a Ciro en los albo- por dentro. Aun en el caso de que la suerte nos sonriera
res de la guerra. Provenía de una familia noble que le y pudiésemos, con un golpe de suerte, forzar una bre-
había sido siempre leal a Nabucodonosor y su dinastía. cha en la muralla externa y cruzar el Eufrates, nos
Le inspiraban un ponzoñoso odio Nabonidus y su prín- encontraríamos con la segunda muralla, que es muy
cipe regente Baltasar y en realidad todos los dignatarios gruesa por cierto. Sólo existe un acceso posible, a través
162 Sholem Asch El projeta 163
de las puertas de Ishtar, donde está el único puente de y demás productos. Además, el gobernador de la ciudad
piedra existente sobre el Eufrates. Esas puertas de Ishtar dispone de grandes terrenos alrededor de los templos
no están fortificadas. Son de vigas de cedro, cubiertas y en diversos distritos de la misma. Son solares abiertos
por planchas de cobre. Día y noche, montan guardia en y se los puede cultivar durante un asedio. Esta guerra
sus torres arqueros y honderos. Hay que tener en cuen- los encuentra particularmente bien preparados, porque
ta la posibilidad de abrir las represas existentes del apenas llegó a Babilonia la noticia de que habías cru-
otro lado del río y de inundar el puente. Pero aun en zado el Tigris, los babilonios empezaron a traer a la
el caso de que se irrumpiera por allí, os esperaría un ciudad enormes cantidades de provisiones de toda clase
aniquilamiento total. Las puertas de Ishtar son una que están almacenadas en los sótanos del palacio de
trampa mortal. Si el atacante las atravesara penetraría Nabucodonosor, en el templo de Bel Merodach y en
en un callejón ciego, la Avenida de las Procesiones, en diversas torres. Las informaciones indican que los abas-
cuya entrada están las puertas de Ishtar. Esa calle, don- tecimientos de la ciudad están asegurados por largo
de se hallan el palacio de Nabucodonosor y los templos tiempo.
de Ishtar y Bel Merodach, es separada de la ciudad in- —¿Saben los extranjeros residentes en Babilonia que
terior por murallas fortificadas que no se pueden elu- he venido a salvarlos del exilio y a devolverlos a sus
dir. Tienen innumerables troneras y emboscadas. El países? —preguntó Ciro.
que entra a la Avenida de las Procesiones pone su cabeza —¡Oh, rey grande por su desinterés! La gente que
entre las mandíbulas de una fiera. Esa calle no tiene vive en Babilonia no desea volver a sus países de ori-
salida. Es cierto que nacen de ella innumerables calle- gen. Babilonia no tiene ya población extranjera. Los
juelas, pero éstas son también celadas. Angostas y tor- que fueron traídos mediante la compulsión o por su
tuosas, se entretejen como hebras enredadas la una con libre voluntad se han asimilado y han olvidado sus
la otra; y el que entra a ellas se pierde en un intrincado hogares primitivos. Los asirios que habitan allí son más
laberinto. El invasor no sólo se ve obligado a vagabun- babilonios que los propios babilonios. Consideran a
dear buscando una salida, sino que está expuesto a los Bel Merodach su dios, el dios de los dioses. Desde que
ataques de los arqueros y honderos apostados en los Bel Merodach venció a Asshur, su divinidad, se convir-
altos edificios que dan sobre las callejuelas. Todo esto tió en el dios de los asirios, y el lugar donde mora su
me lleva a la conclusión de que no hay modo de penetrar gloria se transformó en la patria de éstos. Lo mismo ha
en la fortaleza desde afuera. El que se atreviera a atacarla sucedido con los demás extranjeros que vinieron a la
sería aniquilado sin que viera a un solo babilonio. ciudad. Creyendo que los dioses de Babilonia son más
—¿Cuál es la situación de la ciudad en lo que se poderosos que los suyos, todos ellos han transferido
refiere a víveres y abastecimientos en general? —pre- su fidelidad a Bel Merodach y a Ishtar. Ahora les rin-
guntó Cambises, el hijo de Ciro. den culto a éstos con más celo que el demostrado jamás
—Desde los tiempos de Nabucodonosor, los babilonios por los verdaderos babilonios. Los asirios y las tribus
han acumulado en los graneros y depósitos de la ciudad montañesas constituyen el elemento más poderoso de
grandes cantidades de víveres de toda clase para un caso los ejércitos babilonios. Los únicos que recuerdan su
de emergencia. Con ese fin se han reservado siempre patria y se aferran a su Dios son los judíos, quienes
con regularidad una cantidad fija de todas las cosechas fueron desterrados de Judá. Adoran a su propio Dios,
164 Sholem Asch El profeta 165
Jehová; no poseen ya un templo ni ofrendan sacrificios. se convencerán, como estás convencido tú, de que su
Últimamente provocó entre ellos un gran entusiasmo Dios es el Único Dios. Más aun: Jerusalén, su capital,
y una intensa nostalgia de su país natal la noticia de la corona de su reino, se convertirá en el eje y centro
que tú, oh, rey grande por su desinterés, habías prome- de la tierra, en el lugar de reunión más importante de
tido liberarlos del yugo de Babilonia y reintegrarlos las naciones y los pueblos. Irán allí a servir a Jehová,
a Judá, enviando con ellos la sagrada vajilla que le Dios Único, en Su Templo, que él llama la Casa de
arrebatara Nabucodonosor a su santuario. Creen que Dios.
les permitirás reconstruir su templo a Jehová. Su en- Los generales y los sátrapas acogieron estas palabras
tusiasmo ha llegado a tal punto que un profeta apareci- con estridentes risotadas, pero Ciro guardó silencio. Evi-
do últimamente entre ellos declaró que les trae la buena dentemente el profeta y sus declaraciones le interesaban.
nueva de los labios de su Dios en este sentido: Jehová Y preguntó:
le dijo que Él te había elegido, o, rey grande por su —¿Cuándo les trajo el profeta la buena nueva a los
desinterés, para que fueras Su siervo y que te enviaba judíos? ¿Antes o después de la batalla de Sippar?
para cumplir Su misión. ¿Cuál es Su misión? Destruir —Antes.
Babilonia y liberar a todos los pueblos sojuzgados. Te Ciro cavilaba.
llaman el siervo escogido por Jehová. Dice que Jehová —¿Cómo se llama ese profeta?
te tiene de la diestra; que Él destruirá ante ti las mu- —Lo llaman Isaías. En realidad tal es el nombre de un
rallas de Babilonia y derribará sus puertas y que pro- antiguo profeta a quien ellos reverencian como a un
clamarás libres a los pueblos. Ese profeta te venera santo. Ese vidente vivió en tiempos del rey asirio Se-
tanto que te ha otorgado el nombre que los judíos le naquerib. Vaticinó que Senaquerib no conquistaría a
han reservado durante muchísimos años a su gran re- Jerusalén, que estaba asediando, y sucedió lo que ha-
dentor, que se supone habrá de nacer solamente entre bía predicho.
ellos. Se llama el Mesías. Este hombre, quien tiene la
—¿Tiene ese profeta muchos prosélitos?
temeridad de conferirte ese título, ha suscitado una
—La gente más pobre le dispensa grandes honores:
gran ira entre los príncipes de su pueblo, quienes son
los que son ricos y frecuentan los círculos palaciegos se
sus enemigos mortales.
muestran muy hostiles con él. Quieren entregárselo a
—¿Qué Dios me tiene de la diestra? —exclamó Ciro, Baltasar con el pretexto de que es un espía y un peligro
con gran curiosidad y los ojos dilatados de asombro—. para la dinastía porque instiga al pueblo. Sólo los po-
¿Significa eso que Él me coronará rey de Babilonia? bres, los artesanos y los herreros, la gente humilde y los
— ¡Más aun! Ese profeta insinúa que no sólo liberarás indigentes y aquellos de sus sabios que siguen recordan-
a los judíos sino a todos los demás pueblos esclavizados, do al país natal y su culto divino en su templo, escu-
que reconocerás a Jehová como Único Dios de todos chan de buena gana al profeta y creen en él. Pero esto
los seres humanos, según lo creen ellos. Más aun: creen no contribuirá mucho a nuestra causa. Aunque todos
que les darás a todas las naciones cuya libertad se pro- esos hombres, ricos y poderosos nos fueran devotos, eso
clame por tu intermedio la comprensión necesaria para no acrecentaría nuestras fuerzas.
que destruyan a sus dioses, que llama fetiches y cosas —¿Por qué?
vergonzosas. Así reconocerán, como lo reconoces tú, y —Son demasiado pocos y su posición tiene escasa im-
166 Sholem Asch El profeta 167
portancia. Lo que debemos hacer es obtener la colabo- —¿Cómo esperas conseguir eso?
ración de los que manejan la situación entre los propios —Tenemos muchas razones para creer que Sharezer
babilonios. Tengo que hacerte comprender, oh, rey lle- Bel, el Sumo Sacerdote de Bel Merodach, no siente
no de desinterés, que lo principal no es que nos abran gran afecto por Nabonidus ni por Baltasar ni los de-
secretamente las puertas de Babilonia —y esto, de todos más grandes personajes de su dinastía. El plan no ha
modos, nunca podrían hacerlo los judíos—, porque son madurado aún hasta el extremo de una sugestión con-
los babilonios y los asirios quienes montan guardia allí. creta. Permíteme, oh, gran rey, que mantenga reserva
Nuestra tarea principal es encontrar en Babilonia a sobre los detalles.
fieles aliados que puedan influir sobre los capitanes que —Te lo permito, Gubaru, y te agradezco la importan-
comandan a la guardia de las puertas. En otros térmi- te información que me has proporcionado. Sólo me res-
nos, simplemente, tenemos que hallar la manera de ta hacerte una pregunta. ¿Cuánto tardó Nabucodonosor
ganar para nuestro bando a esa guardia. Te he expli- en construir la muralla que circunda Babilonia?
cado ya que la única entrada a la ciudad es la que —En una tablilla que registra sus actos afirma que
ofrecen las puertas de Ishtar; pero el lograr que abran sólo demoró quince días. Pero creemos que se trata de
las puertas no nos ayudará. Debemos asegurarnos de una jactanciosa exageración del gran rey. Quizás hayan
que podremos cruzar la Avenida de las Procesiones y transcurrido quince días antes de que pudieran echar
el laberinto de callejuelas que nacen de ella. Eviden- los cimientos. Nuestros antepasados nos trasmitieron la
temente, esto será lento. Pasará largo tiempo antes de tradición de que usó a centenares de miles de esclavos
que pueda penetrar en las callejuelas y llegar a la ciu- y cautivos en esos trabajos y que con todo demoró quin-
dad interior un número adecuado de soldados nuestros, ce años, y no días, en levantar esa muralla. No cabe
sobre todo de lanceros. Tenemos que ganarnos a los duda de que, para edificar ésta y la ciudadela, tardó
que tienen el comando de la guardia de las puertas muchísimo tiempo. La obra ha sido ampliada y forti-
y más que nada a algunos de los dirigentes más influ- ficada por todas las dinastías que le sucedieron.
yentes de Babilonia en la propia corte. Éstos habrán Ciro ya no escuchaba a Gubaru. Con una palmada y
de adormecer toda duda de los babilonios y aun del con voz que revelaba gran impaciencia le indicó que
propio Baltasar para inducirlos a la más despreocupada callara.
confianza a fin de que no sospechen el peligro que los —Si Nabucodonosor no necesitó más de quince días
acecha desde las murallas. Para esa tarea de nada nos para levantar la muralla usando esclavos... ¿por qué
sirven los judíos. Sólo un hombre puede ayudarnos en no hemos de derribarla en el mismo tiempo valiéndonos
toda Babilonia. de hombres libres?
—¿Quién? Todos los ojos se concentraron en Ciro. A todos los
—El Sumo Sacerdote de Bel Merodach. labios asomaba una misma pregunta: ¿Cómo?
—¿En qué forma? —El alma de Babilonia es el Eufrates. Si lográramos
—El Sumo Sacerdote les trasmitirá la palabra de Bel desviar de la ciudad al río, todos los canales de que
Merodach a la guardia de las puertas y aun a los alle- depende se secarían automáticamente. Afluyen a Babi-
gados al rey, diciendo: "Yo, Bel Merodach, el dios de lonia por aberturas subterráneas que están en los ci-
Babilonia, os mandé allí a Ciro." mientos de las murallas. Nuestros soldados entrarán
168 Sholem Asch El profeta 169
por los canales secos y llegarán así al centro de la ciudad. población del país, y decaía ya el suministro de provi-
Todos los miembros del consejo de guerra permane- siones a los ejércitos de Ciro.
cían inmóviles en sus asientos, abrumados y estupefac-
tos. Nadie se atrevía a abrir la boca. Se miraban y no Ciro retiró a parte de sus tropas de las murallas, en-
decían nada. gañando así a los babilonios, quienes creyeron que re-
Finalmente Cambises, el heredero de Ciro, cobró va- nunciaba a tomar la ciudad. Se retiró hacia el lago que
lor y dijo: estaba en el centro del país, entre ambos ríos, a fin de
—¿Cómo haremos, oh, gran rey, para desviar de Ba- aconsejarse con sus ingenieros y técnicos sobre su plan
bilonia las aguas del Eufrates? para desviar las aguas del Eufrates. Sólo una parte de
—Es muy sencillo. Disponemos de centenares de miles sus fuerzas permaneció frente a Babilonia, al mando
de soldados, dispersos por toda la zona que media entre de Cambises. Pero siguieron cercando a la ciudad con
estos lugares y el Tigris. Se hallan entregados a la más un círculo de hierro. /• s~/^ r ,£->-> CtrO
absoluta holgazanería y se limitan a esperar un milagro
o alguna buena noticia que pueda o no provenir de
los sacerdotes de Bel Merodach. La holgazanería es
peligrosa para la moral de un ejército. A los soldados
hay que tenerlos muy ocupados. A todo hombre con-
viene hacerle sentir que la victoria depende de su es-
fuerzo personal. Necesita tener algo que hacer cada
día. De modo que dedicaremos a centenares y aun mi-
llares de nuestros hombres a la tarea de desviar el
curso del Eufrates desde el punto en que penetra a la
ciudad. Lo haremos desaguar en el lago próximo a
Babilonia. Como ese depósito es de nivel más bajo que
el río secaremos así los cauces de los canales y les abri-
i remos paso a nuestros ejércitos para que penetren en
i la ciudad caminando por ellos.
Nadie se atrevía aún a proferir una sola palabra. La
extraordinaria audacia del plan que les había expuesto
; el rey los dejaba sin aliento. Ciro no se había asustado
tanto como sus sátrapas y comandantes cuando avista-
ran finalmente las murallas de Babilonia y enfrentaran
el insuperable problema táctico que presentaban. Sus
bríos habían mermado mucho. Los dominaba el miedo,
el mismo terror que lograra infundirles Babilonia a to-
das las naciones desde tiempos inmemoriales. En reali-
dad, el mismo temor empezaba a propagarse entre la
El profeta
todo lo que viera del otro lado de la muralla. La mul-
titud vociferó al oír esta noticia de una repentina vic-
toria. Estaba poseída de una alegría frenética y jarro
tras jarro de aguardiente barato circulaba de mano en
mano.
CAPITULO XII ^ ———" En la Calle de los Muleteros señalaron a un carrete-
ro que se había salvado milagrosamente cuando aca-
Babilonia cobró bríos y respiró más libremente. La baban de cerrar las puertas. El carretero narró cómo,
situación había mejorado y la vida volvió poco a poco desde las murallas de Sippar hasta el Tigris, todo el
a la normalidad. La ciudad parecía un hombre que se trayecto estaba atestado de tropas de Ciro. Un pánico
yergue cuando le han quitado del cuello un pesado salvaje se había apoderado de ellos al llegar a las po-
collar de hierro. derosas murallas fortificadas de Babilonia y se batían
—Ya lo ven —se comentaba—. ¿No lo dije antes? Ciro en retirada, rápidamente.
no puede conquistar Babilonia. Ni siquiera puede acer- Desde los reductos de atalaya de la muralla se divulgó
cársele. Babilonia nunca ha sido conquistada ni lo será. por la ciudad la noticia de que el grueso de las tropas
La gente menudeaba toda clase de relatos fantásticos de Ciro se había replegado, internándose en la Meso-
sobre el campamento de Ciro, en el que el deseo deter- potamia. Allí se había perdido todo rastro de ellos. Era
minaba la imagen de la realidad. Todos trataban de evidente, por lo demás, que las fuerzas sitiadoras habían
demostrar su lealtad al rey y al imperio. disminuido en número.
—Las pandillas de Ciro huyeron aterrorizadas en to- Nuevamente las linternas de arcilla a aceite brillaron
das direcciones apenas vislumbraron nuestras murallas con una llama alegre aunque lóbrega ante las puertas
y los leones con sus llameantes ojos y bocas abiertas. de las bodegas y tabernas. Nuevamente los canales co-
En la Calle de los Taberneros estaba parado un asi- braron vida con las muchísimas personas que paseaban
rio de desgarrada capa por entre cuyos jirones podía en barcas, cuyas proas lucían antorchas y cuyos cascos
distinguirse su carne. El agua fluía de su cabello y su estaban atestados de viajeros en trajes de fiesta y casi
barba resbalando por su pecho desnudo. Declaró que histéricos de júbilo y placer.
acababa d e cruzar a nado el Eufrates. No le habían per- Los oficiales designados para la custodia de los alma-
mitido entrar a la ciudad por las puertas de Ishtar. Cuan- cenes abrieron sus puertas de par en par, en su amplia
do les mostró su sello a los guardianes, dándoles a enten- confianza de que pronto se levantaría por completo el
der que era un soldado del rey, ellos lo habían aferra- sitio. Ahora se podía comprar libremente el pan y los
do, a pesar de todo, proponiéndose arrastrarlo a pre- mercados empezaron a vibrar de vida. De las hogueras
sencia de las autoridades. Una franca rebelión había que estaban bajo los trípodes de la Plaza de los Mata-
estallado entre las tropas de Ciro, afirmaba aquel hom- deros, cerca de la zona principal de los mercados, bro-
bre. taban humo y vaharadas y hedores. Los cocineros asaban
Arrastraron al empapado y goteante asirio de taberna vacas y terneros sobre espetadores y los babilonios les
en taberna. Lo llenaron de licor, de vino de dátiles arrebataban ávidamente la carne de las manos apenas
baratos, para que dijera todo lo que sabía y revelara estaba dorada. El mercado, brillantemente iluminado
172 Sholem Asch El profeta 173
por abundantes antorchas y lámparas de arcilla, hervía Isaías en el palacio de los nobles de Judá. Mordecai-
de seres humanos. La gente compraba de todo: pañue- Gad se levantó en el más alto cónclave de los exilados
los multicolores, mantos de lana, adornos, cinturones y habló con serenidad pero incisivamente.
de cuero, aceites y perfumes para sus mujeres y corte- —Predije desde el principio que eso terminaría así.
sanas, preparándose a celebrar la victoria sobre el ene- Os quise prevenir pero, en realidad, no os sentíais in-
migo. Mostraban su entusiasmo por el triunfo, que no clinados a creerme. Un hombre extraño, de dudoso ori-
había sido festejado aún con el público abandono a gen, predica en público, que Dios ha escogido al invete-
la lujuria y a la bestialidad. Acróbatas, mimos y baila- rado enemigo de nuestro imperio para rescatar a Su
rines en la cuerda floja representaban el terror que le pueblo. Y esto no le basta. Le entrega, por así decirlo,
había infundido al enemigo el espectáculo de los leones la corona real del Mesías —que Dios ha prometido, por
tallados en las murallas. Los astrólogos señalaban las intermedio de Sus siervos, los verdaderos profetas, a
estrellas y los planetas y probaban, con signos y símbo- un vastago de la Casa de David— a un extranjero. Ade-
los derivados de sus movimientos dentro de sus órbitas, más, para acrecentar la deshonra y la ira que se está
que un extraño fin esperaba a Ciro y sus ejércitos. Las acumulando sobre nosotros, uno de los nuestros, un
gruesas nubes de ilusión en que ella misma se envolvie- hombre de la más elevada jerarquía, se ha vinculado
ra la cabeza engañaban a Babilonia. estrechamente a ese agitador de Ciro. Fué a verlo y le
El templo de Ishtar estaba atestado de rameras adep- rogó que desconfiara de los emisarios que mandábamos
tas. Saturadas de concupiscencia, sus devotas se lanza- para contenerlo e impedir que nuestra comunidad su-
ron a las calles y plazas vecinas y les anunciaron a las friera una catástrofe. No insistiré en la traición cometi-
inquietas multitudes congregadas allí la buena nueva, da por este miembro de nuestro consejo, de tan alta
expresada en claros términos por la diosa Ishtar, de que cuna, contra el soberano de Babilonia, aunque fué su-
la suerte del enemigo estaba decidida y de que se ha- ficiente para justificar una condena a muerte. Ni siquie-
llaba condenado. Ciro había huido: sus ejércitos, ase- ra insistiré en el peligro que ese hombre le hace correr
diados por el terror a la muerte, vagabundeaban sin a todo su pueblo por ese motivo. Pero no puedo dejar
rumbo por las soledades. de aludir al daño que le causa a su propia y antiquí-
sima casa. Si un vastago de la Casa de David está pronto
Al sector judío llegó la noticia de que Ciro se había a dejar caducar su título de "Rey Mesías", que deberá
alejado de Babilonia, de que sus huestes se habían pertenecerle a un hombre de su linaje, tenemos motivos
dispersado hacia los cuatro vientos y de que levantarían para preguntarnos si nos queda aún parte y herencia
el sitio de un momento a otro. El pánico se apoderó en la casa real y en la propia Judá. No tenemos tierra
de muchos que les prestaran atención a las palabras del propia. Ninguno de los que vinimos a Babilonia quiere
profeta y se dejaran engañar por sus vanas y mentirosas volver a Judea. Nada tenemos que esperar allí. Sólo
palabras de que Ciro les traería el rescate. Y se apresu- un vínculo nos ataba a ese país: nuestra lealtad a la
raron a negarles a todos que el profeta hubiera signifi- real Casa de David. Pero si los propios hijos de la Casa
cado algo para ellos y que le hubiesen prestado aten- están dispuestos a entregar su herencia a uno de los
ción realmente. incircuncisos... ¿Y a quién? |Nada menos que al más
Ahora estalló en toda su furia la tempestad contra enconado y mortal enemigo de nuestra patria! Siendo
174 Sholetn Asch El profeta 175
a s í . . . ¿qué podemos tener de común con la Casa de Zerubabel alzó la voz y continuó con gran apasiona-
David? Proclamemos al rey de Babilonia nuestro Me- miento:
sías y redentor y no a Ciro o a alguno de sus serviles. —Quise evitar el derramamiento de sangre inocente.
—¿Quién se atrevió a hacer eso? ¿A quién te refieres? Aquí no se derramará sangre inocente, como la que se
—preguntó Shaltiel, levantándose pálido y trémulo al vertió brutalmente en los tiempos del rey Manases en
oír las palabras de Mordecai-Gad. Jerusalén y a causa de la cual fué destruida la ciudad.
— ^ S > ^ p - ¡ F u í yo, oh, señor y padrel —afirmó el joven Ze- Quise detener a esas manos que habrían obrado con
rubabel, levantándose a su vez, altivo y erguido—. Y el profeta como lo hicieron nuestros antepasados con
no porque esté pronto a entregarle la corona y la dig- Jeremías, cuando acuñó palabras con la sangre de su
nidad del Mesías o su misión a un extranjero o a nadie corazón, confiando en salvarlos de la ruina, y ellos lo
que no provenga de la Casa de David. Lo hice para premiaron arrojándolo a un foso. Eso fué lo que quise
salvar la sangre inocente del profeta de los que pro- hacer y eso fué lo que hice.
yectaban derramarla injustificadamente. Si me lo per- Las palabras de Zerubabel causaron una profunda
mitís, oh, reverenciado padre, y tú, oh, jefe de los impresión sobre la concurrencia y las lágrimas asoma-
exilados, y vosotros, oh, sacerdotes, explicaré mis puntos ron a los ojos de los más ancianos.
de vista sobre este asunto. Los caminos de Dios nos es- Pero Mordecai-Gad no se había amilanado.
tán vedados. No conocemos sus pensamientos. Lo que —¿Estabas dispuesto a provocar la catástrofe sobre
hoy nos parece pervertido y tortuoso, Él podrá hacerlo toda una comunidad para salvar una vida?
aparecer mañana justo y claro. Nos hace saber Su vo- —¿Qué quieres decir?
luntad mediante Sus elegidos, los profetas. Pero no —Ya lo ves tú mismo. El espíritu de Ciro no puede
sabemos con exactitud cómo es un profeta. Comparte soportar la sola visión de las murallas de Jerusalén. Sus
el divino misterio que se oculta a nuestros ojos. Tam- fuerzas huyeron presas de pánico y el rey de los persas
poco sabemos con precisión cómo aparece en el profeta está avanzando trabajosamente por el sendero de la
el espíritu divino y lo domina para que pueda anunciar derrota. En la corte de Baltasar se sabe perfectamente
el cariz de los sucesos futuros antes de que ocurran. quién apoyó a Ciro y quién era su enemigo. El profeta
Suele sernos muy difícil aceptar el hecho de que sus no habló en las tinieblas. No predicó en secreto. Lo
vaticinios sucederán realmente, ya que su predicción hizo abiertamente y todos pudieron oírlo.
puede contrariar todas las apariencias razonables; con —No había necesidad de matarlo —interrumpió el
todo, ocurren así. ¿Quién hubiera creído en tiempos de anciano Shaltiel—. Dios no permita que derramemos la
mi abuelo que Babilonia conquistaría Egipto, como lo sangre del inocente. Pero pudimos sellar sus labios.
predijera Jeremías? Si nuestros antepasados hubiesen —¿Acaso no se lo advertí? ¿Acaso no le supliqué que
seguido los consejos de Jeremías, estaríamos viviendo dejara de predicar? —dijo Zerubabel—. Respondió que
aún en nuestro país. Los profetas ven cosas que nosotros la palabra de Dios sale por la fuerza de sus labios y
no podemos ver: conocen los caminos de Dios. Mientras que ningún hombre de la tierra puede cerrar lo que
los escuchemos estaremos salvados y cuando no les pres- abre Dios.
temos atención seremos castigados. Lo que procuré evi- —Con todo, no sabemos con seguridad si las palabras
tar a toda costa es ese castigo. del profeta provienen de Dios o de Ciro.
176 Sholem Asch El projeta 177
—Pero predijo exactamente qué sucedería en la bata- tros prados? ¿No oís la voz de vuestra madre que os lla-
lla de Sippar. ma en el silencio de la noche y os dice "Volved, oh,
—Nos referimos ahora al episodio de las murallas de hijos míos, a vuestra heredad"?
Babilonia y no a Sippar. Encara las palabras del profe- "El viento sopla sobre el rostro de la soledad y os
ta a la luz de las realidades actuales. ¿Se cumplirán o trae un gemido. Como lo dijo el profeta en tiempos
no? remotos: 'Raquel llora a sus hijos.' ¿Cómo podéis resig-
—Mi buen amigo, te ruego que medites en lo que te naros a vivir imperturbables en tierra extraña, mientras
estoy diciendo —dijo el anciano príncipe—. Podemos vuestro propio país se cubre de espinas y abrojos y los
quitarle el aguijón a ese profeta sin derramar su san- lugares sagrados soportan los fetiches y las inmundas
gre. Acercaos a mí, oh, jefe de mis guardias, jefe de prácticas de los paganos? En vano le cantan las estrellas
los hijos de los servidores de Salomón, y también vos- de vuestro límpido cielo a la tierra. Ningún oído escu-
otros, oh, jefes de la Casa de Shallum. cha y ningún corazón comprende su dolor."
Sotai y Shallum, los señores de la corte, se pusieron Repetidas veces el profeta les abría los corazones para
de pie y se acercaron a Shaltiel. Éste escudriñó sus ros- que pudiesen comprender por qué Israel tenía el deber
tros durante un instante y dijo: de volver a su suelo natal. Le hablaba a todo aquel
—Id por orden mía y traedme a ese profeta. Nos que quería escucharlo:
sobran aquí escondites donde podemos mantenerlo re- —¿No hay comprensión en vuestros corazones? ¿No
cluido y aislado hasta que la voluntad de Dios revele sabéis que Israel está destinado a abandonar Babilonia
más claramente qué debemos hacer con él. Se le prohibe y a volver a su país? Jacob no será como todos los pa-
que predique y reúna a la congregación, ya que podría ganos. No degenerará hasta la impureza y la idolatría.
atraer la catástrofe sobre nosotros, como lo dio a en- Jacob observará con toda seguridad la Ley de Jehová
tender claramente Mordecai-Gad con su rara capacidad como un siervo obligado; cumplirá sus normas y man-
de comprensión. damientos. Jacob cuidará con toda seguridad el fuego
Apenas hubo terminado la reunión Zerubabel se sagrado que arde en el Monte Sinaí. No lo hará sola-
encaminó presurosamente al mercado de Teraphim, mente para sí, sino para llevarles esa luz y ese fuego a
halló al barquero Neraías, quien hacía viajar su balsa todos los pueblos del mundo. Porque no hay más Dios
entre la plaza y el templo de Ishtar y obtuvo de sus que el Dios de Israel y ninguna fuerza salvo la Suya;
labios el secreto del escondite del profeta. ningún dominio salvo Su dominio. Dios es omnipoten-
te, no hay nada fuera de Él. Todos ejecutan Su volun-
Mientras tanto Isaías, quien ignoraba por completo tad: todos observan Su mandamiento. Su propósito está
la tempestad que bramaba a su alrededor o quizás hacía en el fin de todas las cosas y traerá a todas las naciones
caso omiso de ella deliberadamente, les predicaba a los hacia Sí.
betlemitas en las calles, en sus lugares de trabajo, en El profeta iba a las ferias y mercados, donde podía
sus patios. encontrar un oído que lo escuchara y decía:
—Oh, hombres de Belén... ¿No veis las verdes coli- —Dios no creó el mundo para que fuera un vaso vacío
nas que rodean vuestra ciudad, como las niñas a su sin uso, ni creó un pueblo pequeño y solitario para que
niñera? ¿No veis los rebaños que se apacentan en vues- viviera aparte, aislado, en la rectitud y la justicia, mien-
178 Sholem Asch El profeta 179
tras los demás vivían en la barbarie como las fieras ir con Su p u e b l o . . . ¿qué fuerza podrá oponérsele?
de la selva. El mundo entero es Mío, dijo el Dios Jeho- ¿Acaso no he oído el chirriar de las ruedas, el repique-
vá. Por eso está dispuesto que el pueblo de Israel debe- teo de los cascos de los caballos, el tintineo de las ar-
rá abandonar este país de impureza, esta tierra maldita maduras, el sordo rumor de los ejércitos que acuden
de Babilonia a la cual lo exiló Jehová a causa de sus desde todas las direcciones y avanzan contra Babilonia?
pecados y habrá de volver a Judá y reconstruir Jeru- ¿Y no he oído resonar en mi corazón la voz de Jehová?
salén y el Templo Sagrado. Israel debe ser un pueblo "Y tú, oh, Israel, siervo mío, Jacob a quien he elegi-
distinto, peculiar y por eso lo ha elegido Dios. Debe d o . . . Yo, Jehová, tu Dios, te tengo de la diestra...
ser una puerta que habrán de franquear todas las na- ¡No temas, oh, gusano Jacob, no temáis, oh, hombres
ciones del mundo para entrar a la Casa de Dios. Por de Israel!"
eso, Dios envió a Ciro, obra de Su mano, instrumento Estos pensamientos asediaban la mente del profeta
que escogió para romper el círculo de murallas que ro- cuando miraba las calles de Babilonia y oía el tumulto
dea Babilonia, a fin de liberar a Israel y devolverlo a y la exaltación de los habitantes que celebraban prema-
sus tierras. Ciro no llevará a Israel muy lejos por el turamente la victoria sobre Ciro. Sus ojos vagabundea-
camino del rescate: sólo lo acercará un poco más al ban por los semblantes de las muchedumbres entrega-
Mesías, al redentor a quien Él traerá cuando todas las das a un salvaje júbilo, ebrias de vino y de fornicaciones
naciones vengan a la montaña de Jehová. en los vastos espacios abiertos de Babilonia.
"Así como Asiría y Babilonia eran las mazas de Su "Bailan en sus propios funerales —pensaba—. Se em-
ira y la vara del castigo de Israel y Judá, así es también borrachan sobre sus propias tumbas."
Ciro el vaso en que Dios guarda el óleo de Su gracia Pero el dolor que taladraba lo más hondo de su co-
con que curará las heridas de Su pueblo. En esta medi- razón no se debía a ellos. Lamentaba los descabellados
da será Ciro el ungido por Dios, el emisario que le festejos a que se abandonaba su propio pueblo al rego-
trae la curación de Dios a su pueblo. Por eso obtendrá cijarse por la aparente catástrofe de Ciro. Aquel pueblo
la victoria y verá eliminados todos los obstáculos del se había resignado al exilio, pero, en realidad, apenas
camino de su marcha triunfal." unas pocas semanas antes, se había agolpado en las si-
Así hablaba el profeta a los hombres de Israel que nagogas hasta desbordarlas al vencer Ciro a Babilonia
vivían en Babilonia, usando el simple lenguaje popular, en Sippar. Había acudido a oír las palabras de consuelo
en sus patios de noche y en sus sinagogas los sábados, del profeta y a obtener la esperanza de la pronta libe-
a pesar de la interdicción y del peligro que lo amena- ración de Judá, como si ésta emanara de la boca de Dios.
zaba. Ahora, aquellos exilados tan bien dispuestos que poco
—¿Acaso no nos ha abierto Dios los ojos y no nos ha antes habían exaltado sus palabras y su visión y que
mostrado el camino que recorrerán los hijos de Israel tendieran las manos hacia Jerusalén y juraran: "Si te
cuando vuelvan de Babilonia? ¿Acaso no he visto tro- olvido, oh, Jerusalén, que mi diestra olvide su habi-
carse en paraíso la soledad? ¿Acaso no he visto a muchos lidad", estaban totalmente identificados con los pue-
arroyos verterse sobre médanos del desierto, viniendo blos que moraban en Babilonia. Eran como los babilo-
con resucitador poder a saciar su sed? Dios, en Su glo- nios, los asirios, los sidonios, los kedaritas. También
ria, los llevará a través de las soledades. Y si Él quiere éstos, como los esclavos cananitas, reprimían todo senti-
180 Sholem Asch El projeta 181
miento e instinto de libertad, como ellos, gritaban:
donde vendían sus mercaderías desde el propio banco.
"Amamos las ligaduras que nos sujetan; besamos la
Como los demás desterrados, tenían su sinagoga. Du-
vara que nos azota." Cuando él llegaba a las sinagogas
rante la semana ésta servía de depósito para sus mer-
el sábado, le gritaban: "¡Vete, impuro! ¡Vete, hombre
cancías y herramientas, pero los sábados y días festivos
de impureza! ¡Sólo nos has traído infortunios!" En sus
la convertían en lugar de culto. Como su ciudad natal
patios, frente a sus estancos y almacenes y talleres, cuan-
se hallaba tan cerca de Jerusalén, estaban estrechamen-
do trataba de acercárseles y de hablarles le vociferaban:
te ligados por vínculos de amor a la Ciudad Santa y a
"¡Aléjate de aquí, hombre poseído por los demonios!
su culto y atesoraban en lo más hondo de su alma la
¡Los babilonios podrían verte y sospecharían de nos-
pasión del rescate. Conservaban aún vividas imágenes
otros!" Hasta lo habían golpeado y escupido en la cara
de Jerusalén, recordando cómo sus padres iban a las
y echado de las sinagogas y todos los lugares donde se
festividades, cómo traían los primeros frutos de su co-
podía encontrar a los exilados. Habían amenazado con
secha y sus afanes y los paños de delicada lana que te-
encadenarlo y entregarlo a los babilonios o a los agen-
jían con sus propias manos, con el vellón de sus pro-
tes de Mordecai-Gad que lo buscaban. Sin duda lo ha-
pias ovejas apacentadas en sus campos. La segunda ge-
brían hecho si Neraías no lo hubiese protegido y salvado.
neración recordaba aún como algo inestimable la his-
toria del esplendor de Jerusalén en las festividades y se
La mayoría de los desterrados vivían en pequeñas la legaba a sus hijos cual preciosa herencia. Les habla-
comunidades basadas en su ciudad de origen o en gru- ban de los servicios sacros y así les inspiraban el anhelo
pos familiares ramificados. Habitaban casas de ladrillo de los perdidos días de esplendor y el deseo de ser res-
de dos o tres pisos, con angostas escaleras de piedra que catados.
llevaban de un nivel a otro. Las viviendas eran pobres
y apretadas, los patios interiores poco más que angos- Fué en la sinagoga de los betlemitas donde el profeta
tas y lóbregas celdas iluminadas por una débil luz que profirió a menudo sus palabras de consuelo, sus pro-
se filtraba por ranuras de los muros. Los habitantes de mesas de regreso a Sión y sus salmos de liberación. Por
la atestada Babilonia se pasaban virtualmente el día lo general, el pequeño edificio no bastaba para contener
en la calle y sólo volvían a sus casuchas de noche, a a todos los feligreses que acudían de los más diversos
dormir. El trabajo y la vida de familia se desarrollaban lugares de Babilonia. En esas coyunturas, la multitud
en los patios o en las angostas callejuelas. llenaba el patio y el profeta salía y les hablaba al aire
libre. Con el tiempo este recurso no bastó. De modo
Los betlemitas, quienes sólo formaban un pequeño que el profeta comenzó a predicar también durante la
grupo, ocupaban un barrio cerrado y descuidado que semana al anochecer, cuando habían concluido las ta-
no se distinguía de centenares de otros. Consistía en reas del día. Se paraba entre ellos, a la luz de la luna y
casas de ladrillo con un patio cercado delante de cada bajo el centelleo de las lámparas a aceite, y decía pala-
una. Los betlemitas eran conocidos en toda la ciudad bras de consuelo que suscitaban en sus almas la pasión
como hilanderos, tejedores y teñidores de lana, oficios del rescate.
que trajeran de Judá. También había entre ellos fabri-
Aun ahora, cuando al profeta lo perseguían y expul-
cantes de sandalias y sastres. Sus talleres estaban situa-
saban de todas las sinagogas, los betlemitas se seguían
dos en el patio o detrás de los estancos, en la callejuela
reuniendo para escucharlo como antes. El propio Isaías
182 Sholem Asch El profeta 183
no daba señales de temor ante las amenazas proferidas no tomar. Apiádate de ellas, oh, Dios mío, porque sus
contra él y seguía visitando la pequeña sinagoga y de- corazones están derretidos de terror. Pon en mi cora-
rramaba la ardiente pasión de su corazón. zón una palabra de consuelo para tu siervo Jacob, al
Los días eran sombríos; toda esperanza parecía ha- cual poco le falta para sucumbir.
berse esfumado. La mujer grávida estaba en la silla de Cuando abrió los ojos, le pareció ver al rey David,
alumbrar, pero no podía parir a su hijo. Ni por un al propio rey David en la flor de la juventud. Bailaba
momento desfalleció la firme creencia de Isaías de que en un blanco efod de lino ante el Arca de la Alianza.
Dios cumpliría su promesa. Ni por un momento dudó En realidad quien estaba ante él era Zerubabel. Lo
de la validez de lo que viera en el tabernáculo. No recordaba por haberlo visto pocos días antes, pero el
había visto el carro místico vislumbrado por Ezequiel joven se hallaba totalmente transformado. Su alta fi-
ni la visión celestial que observara su predecesor y ho- gura estaba envuelta en un efod blanco como el usado
mónimo. No había alcanzado la suprema esfera en que por David y su rostro jovial y rubicundo irradiaba la
se le otorgaba al hombre una visión de Dios y se le luz del santo anhelo y la pasión de Dios. Los proféticos
concedía la posibilidad de hablarle cara a cara. Sólo ojos de Isaías penetraron hasta lo más íntimo del hom-
lo oía como una voz que hablaba dentro de su corazón bre parado ante sus ojos y vio en él al constructor del
y estaba seguro de que lo captado así era cierto y justo. templo futuro. .. a un vastago de la Casa de David.
Le pareció que una corona invisible flotaba alrededor
Con todo, ansiaba recibir una señal, no por su pro-
de sus morenas guedejas.
pio bien, sino por el de los demás: por la oveja desca-
rriada de Israeí, atrapada entre los brazos de la tenaza —¡Baila ante mí, oh, hijo de David! —gritó el profeta.
de Baltasar y Ciro. Ciro se había detenido ante las —¿Bailar? —preguntó Zerubabel, asombrado—. He ve-
puertas de Babilonia y éstas se le habían cerrado. Pero nido a ponerte en guardia contra las peligrosas manos
no sólo para Ciro y sus legiones: también estaban sóli- que quieren cerrar la boca que Dios ha abierto. T u vida
damente cerradas para el rescate, para Israel y Judá. corre peligro.
Y el gusano Jacob se sentía aterrorizado y perplejo. —Baila ante mí, oh, hijo de David, como bailó tu pa-
Israel estaba en el trance más doloroso y el corazón del dre ante el Arca de la Alianza.
profeta se derretía de aprensión. Necesitaba una señal —¿Por qué he de bailar? —repitió Zerubabel, sorpren-
para el gusano Jacob. ¡No, no era una señal lo que dido—. ¿Hay motivo para alegrarse?
quería, sino una palabra! Dios debía encender una lla- —Danza con alegría. Danza para expresar tu gratitud
ma de consuelo en su corazón para que él, Isaías, pu- por la salvación que Dios le trae a Su pueblo, Israel.
diera llevársela a la aterrorizada y extraviada oveja de Mientras hablaba, el profeta se levantó y comenzó a
Israel. mecerse lentamente y con gracia. Su cuerpo juvenil se
El profeta yacía tendido sobre el piso de la sinagoga, movía rítmicamente hacia adelante y hacia atrás en
el rostro oprimido contra el suelo. Contraído todo el una danza y brotaba de él un canto:
cuerpo en temeroso respeto, oraba:
—Dios de Israel, mi ayuda y mi salvador, quien me "Idos de Babilonia,
envió con la palabra de T u consuelo en mis labios. Tus huid de los caldeos,
ovejas parecen estar extraviadas y sin saber qué cami- con voz de canto anunciad esto,
184 Sholem Asch El profeta 185
decidlo, multitudes de adeptos acudieron desde todos los rinco-
proclamadlo hasta los confines de la tierra, nes de la ciudad. No se podía prever qué diría el pro-
decid esto: feta, qué nueva traería. No pocos de los exilados disen-
Jehová ha rescatado a su siervo Jacob." tían con él, afirmando que sus profecías eran falsas y
un peligro para la comunidad judía de Babilonia.
Zerubabel, inmóvil, contemplaba absorto al profeta Cuando la pequeña sinagoga se llenó y el patio quedó
con ojos sobresaltados y expectantes, mientras en la también atestado de feligreses el profeta salió al espacio
estridente voz de Isaías crecía cada vez más una febril abierto. Junto a las paredes apostaron guardias para
excitación. Sus ojos, herméticamente cerrados, parecían vigilar si venían oficiales de la corte real. No temían
dos oscuros fosos en el rostro espectral y pálido; su cuer- a los hijos de los servidores de Salomón, a quienes en-
po se retorcía y contorsionaba como si lo estremeciera viaran del palacio de la Casa de David para vigilar al
una gran fiebre, como si enormes tempestades se des- profeta, pero que no se atrevían a arrestarlo. Neraías
arrollaran en él y lo transportaran a otros mundos. había traído a una guardia de vigorosos jóvenes betle-
Repetía sus palabras con cambiantes ritmos, bajando mitas, apostándola alrededor de Isaías.
finalmente hasta la suavidad de una canción de cuna, Todos eran devotos adeptos del profeta y se habían
en que se percibía el débil eco de una borrasca lejana. comprometido a defenderlo. No se apartaban de su
Finalmente el profeta despertó de aquella extática dan- lado. Pero cuando el profeta salió al patio y se dispuso
za, se acercó al atónito Zerubabel, lo miró con ojos vi- a hablar, lo agredió desde todas partes una granizada
driosos y extraviados, como deslumhrados por una vi- de insultos, injurias e imprecaciones.
sión y declaró: —Mirad. Ahí viene el molino que tritura paja, el
—Así dice el Señor: tú, Zerubabel, levantarás Mi Casa trillador que trilla desperdicios, la botella llena de
que he destruido y devolverás Mi pueblo a su heredad. vientos del este.
-¡Yo! —No ha venido a traernos una bendición sino una
En la palabra que brotó de los labios de Zerubabel, maldición, infortunios y duelo. No nos llevará hacia
se percibían terror y asombro. placenteros pastos, sino al infierno.
Estaba pálido y espantado y se alejó perplejo, sin —En su lengua se oculta una serpiente que escupe
poder cumplir la orden paterna. veneno. Lo que brota de su boca no es la palabra de
Dios, sino lo que pone en ella el enemigo. Es la melosa
Rápidamente se divulgó el rumor de que el profeta lengua de Ciro.
había tenido una visión y que, el sábado siguiente, le Hombres del séquito, de Mordecai-Gad eran los ins-
traería otras buenas nuevas del Dios de Israel a la tigadores de estos gritos.
grey congregada en la sinagoga de los betlemitas. El —Ese desarraigador de Israel ha escogido a un extra-
peligro para todos los que se reunieran con el profeta ño como Mesías —gritó un giboso de doble joroba, apo-
era ahora muy grande, ya que la Casa de Murashu, con yado sobre los hombros de otro—. Es un espía de Ciro,
el consentimiento de los príncipes de Judá, había en- no un emisario de Jehová. ¿Dónde está la señal que
viado a emisarios para que se apoderaran de él, acu- debía traer de Dios el Verdadero profeta? Vosotros
sándolo de rebelión contra el imperio. A pesar de todo, mismos podéis ver qué ha sucedido con Ciro.
186 Sholem Asch El profeta 187
—¡Judíos! ¡Si apreciáis vuestras vidas, apartaos! ¡No Luego, el profeta volvió a afirmar que lo prometido
os acerquéis! Es peligroso estar parado donde se ha- por él se cumpliría, como las cosas de que hablara antes:
lla él!
—No tratemos de cerrar una boca que Dios ha abier- "Reunios todos y oíd;
to—. Se le oyó gritar a un betlemita. ¿Quiénes de vosotros habíais declarado esas cosas?
Entre la lluvia de denuestos que caía sobre su cabeza, Jehová lo ha amado;
el profeta, envuelto en su largo manto blanco, perma- hará su gusto en Babilonia.
necía erguido y distante. En silencio, contemplaba con Y su brazo caerá sobre los caldeos.
sus fulgurantes ojos a la tempestuosa multitud; una leve Yo, yo mismo, he hablado;
y tolerante sonrisa de dolor y comprensión aleteaba so- sí, yo lo he llamado;
bre sus labios, como la mirada con que contempla un lo he traído y prosperará."
padre a un hijo caprichoso. Esperó a que la congrega-
ción callara por completo y sólo comenzó cuando reinó La confusión cundió entre los oyentes. Los rostros
un silencio absoluto. Empezó a hablar con tono con- palidecieron de temor. Algunos alzaron los puños con-
tenido y luego su voz fué creciendo y cobrando sonori- tra el profeta, tratando de abrirse paso hacia él entre
dad. Parecía un domador que entra a una jaula de los concurrentes.
leones y los domina con la firmeza de la mirada y con
—Cerradle la boca. ¡No le dejéis hablar!
el látigo que blande sobre sus cabezas. Pero el látigo
—Es peligroso el sólo escucharlo.
que esgrimía sobre la tempestuosa multitud era la vara
del castigo moral. Aunque momentáneamente ellos sin- —Entregadlo a las autoridades. Al poder real.
tieran el impulso de romper la vara que tenía en la Los hijos de los servidores de Salomón se esforzaron
mano, el silencioso reproche del profeta no tardó en en llegar hasta el profeta.
petrificarlos. Y por primera vez Isaías debió expresar Neraías y sus hombres le sirvieron de seguro escudo.
no sólo su consuelo y confortación de Dios, sino tam- —Dejadlo hablar. ¡Que diga lo que tiene que decir!
bién Su ardiente ira: ¡Debemos saber qué le ha dicho Jehová!
—Si es la palabra de D i o s . . . ¿cómo podríamos ce-
rrarle la boca?
"Porque yo sabía que obraríais muy traicioneramente —Oigámoslo, dejémoslo terminar.
y que siempre violaste mi ley.
Por mi bien, demoraré mi ira "Y ahora Jehová, el Dios y su espíritu me han enviado.
y me abstendré de alabarte, Así dice el Señor tu Redentor, el Santo de Israel."
para no separarte de mí.
Mira, te he pulido, pero no con plata; —¡Silencio, oíd! ¡Escuchemos lo que quiere decirnos
te he elegido en el horno del dolor. el profeta!
Por mi bien, por mi propio bien lo haré;
Porque. .. ¿cómo habría de mancillarse mi nombre? "Yo soy Jehová, tu D i o s . . . "
Y no le daré mi gloria a otro."
El nombre de Dios, proferido en alta voz, infundió
188 Sholem Asch El projeta 189
danza, parecían el toque de la vara del hechicero sobre
terror a la asamblea y petrificó a los blasfemos. Volvió
a reinar el silencio y la concurrencia escuchó conte- ellos. La gente empezó a balancearse como si hubiese
niendo el aliento las palabras del profeta. penetrado en sus almas la magia de la redención. En
vez de aferrar al profeta y de entregarlo al poder real,
"Soy Dios tu Señor, que te enseña a mejorar, todos entonaron el canto y sonoros gritos aclamaron
que te guía por el camino que debes seguir. el rescate: , . , . • * !
¡Oh, escucha mis mandamientos!
"Idos de Babilonia,
Entonces, tu paz será como un río
huid de los caldeos..." _
y tu rectitud como las olas del mar;
tu simiente ha sido también como la arena C~crC-¿<rO
y el retoño de tus entrañas como la grava;
su nombre no debió ser destruido ni separado de mí."

La multitud guardaba silencio; todos estaban cabiz-


bajos de dolor y remordimiento.
También el profeta guardaba silencio. Atrapado por
el hechizo de su propia profecía, comenzó a girar en
extática danza, simbólica de la redención próxima. Con
una voz cantarína unida al ritmo de la danza murmuró,
casi hablando consigo mismo, la melodía de la danza:

"Idos de Babilonia,
huid de los caldeos,
con voz de canto
os digo esto.
Lo digo hasta los confines de la tierra;
esto os digo;
Jehová ha rescatado a su siervo Jacob.
Y ellos no padecieron sed cuando los guió por los
[desiertos;
Él hizo fluir el agua de la roca para ellos;
Él hendió también la roca y las aguas brotaron a
[chorros."

En el primer momento, la congregación permaneció


aturdida. Pero las palabras de la canción, la melodiosa
voz y más que nada el movimiento del profeta en la
El profeta
nada a la corte real. A veces su poder superaba al de
los reyes de Babilonia.
El interior de la torre era una cámara vasta y ele-
vada, que le servía de morada a Bel Merodach. El gi-
gantesco ídolo, que pesaba mil setenta talentos, estaba
z>
CAPÍTULO XIII ~^ tendido sobre un lecho de dimensiones proporcionadas
a su peso. A su lado, en un cuenco de oro, rodeado por
El templo de Bel Merodach se erguía sobre siete una barandilla enrejada, había una gigantesca serpiente
torres de sólida manipostería edificadas la una sobre bicorne. Los sacerdotes de Bel Merodach buscaban in-
la otra, y el puntiagudo chapitel del piso más alto per- fatigablemente serpientes del desierto de grotescas for-
foraba el cielo. Un angosto tramo de empinados pel- mas, sobrevivientes de animales extinguidos desde ha-
daños subía por los flancos de los muros externos de cía mucho tiempo. Eran un símbolo de Rahab, a quien
piso en piso hasta llegar a la cúspide del "ziggurat", venciera Bel Merodach y estaban consagradas por eso a
que parecía fundirse y disolverse en las nubes. Como los Babilonia. Junto al vasto salón, había una cámara de
palacios de Nabucodonosor, los siete pisos del templo proporciones más humanas. Allí vivía la mujer a quien
contenían salas, cámaras y habitaciones abovedadas, que llamaban esposa del dios. Su deber era hacer su volun-
servían de depósitos o viviendas. Allí, por ejemplo, vi- tad, proporcionarle satisfacción y placer, narrar las pa-
vían los sacerdotes estables de E-Sagila y la multitud labras de la visión y responder con oráculos que pro-
de esclavos que atendían a las necesidades del templo. cedían de la boca del dios a las preguntas que le for-
En la fiesta del Año Nuevo, que era el primer día del mulara el rey por intermedio del Sumo Sacerdote. Éstas
mes Nissan, se alojaba en su recinto la muchedumbre se vinculaban a asuntos del reino, a la guerra y a cosas
de peregrinos que afluían a Babilonia de todas las par- más personales. Aquel salón estaba provisto de un an-
tes del imperio. El templo era fabulosamente rico y cho lecho capaz de acoger al dios cuando éste se mani-
poseía innumerables tesoros y vastas propiedades culti- festaba. Pero era mucho más pequeño que el enorme
vadas por miles de esclavos. A éstos los llamaban "los lecho de la gran cámara, siendo de proporciones casi
Cultivadores del Suelo de Bel Merodach". Rodeaban normales. Por eso, cuando al dios se le antojaba honrar
el templo graneros, depósitos, rediles, establos y pocil- con su visita a su esposa de carne, se contraía hasta re-
gas. Allí se almacenaban las provisiones y se encerraba ducirse a un tamaño humano y se tomaba su placer
al ganado que necesitaba las parcelas. Amplias cáma- carnal con ella en forma humana. También había un
ras contenían un tesoro de ídolos e imágenes de toda lecho de banquetes y una mesa de oro con magníficas
clase y de todos los materiales: de piedra tallada y ar- viandas y bebidas constantemente preparadas para so-
cilla modelada, dones votivos en profusión, tejidos y laz del dios cuando optaba por adoptar forma humana.
piedras preciosas, aceites y ungüentos raros, perfumes La mujer era llevada a un estado de trance semejante a
valiosísimos y plantas medicinales para curaciones y he- un éxtasis y a un delirio, a fin de satisfacer al dios
chicerías. en la exaltada coyuntura de su visita. Tenía que estar
El templo de E-Sagila era un dominio dentro del completa y totalmente consagrada en cuerpo y alma
Estado y tenía independencia y soberanía, sin deberle para desempeñarse como oráculo suyo, para convertirse
192 Sholem Asch El profeta 193
en el instrumento mediante el cual podrían preverse los taba impregnada de mortífero veneno y cuya enorme
acontecimientos futuros antes de que cobraran forma boca se hallaba abierta para engullirlo. Todos los dio-
siquiera. ses la temían y habían comisionado al joven dios para
Cuando los sacerdotes de Bel Merodach, encabezados que la combatiese en su nombre. Gimil exaltaba men-
por el Sumo Sacerdote Sharezer Bel, se apoderaron por talmente a Bel Merodach para que no fuera solamente
la violencia de Gimil, la principal de las rameras adep- su dios y marido, sino también su amante, el deseado
tas del templo de Ishtar, llevándosela del palacio de de su alma, el héroe de sus sueños, su omnipotente se-
Baltasar a su propio santuario, la entregaron a las cria- ñor. Le había tocado el incomparable privilegio de
das del templo a fin de que la prepararan para su ele- servirlo, de someterse a su voluntad, de ser su profe-
vada función y la encerraron y aislaron durante mu- tisa y su oráculo.
chas semanas, acicalándola y aprontándola para el ser-
Con impacientes ansias y trémulo deseo, con crecien-
vicio divino. Las adeptas ofrendaron incienso y quema-
te excitación de incontenida pasión, esperó el momento
% ron ante ella toda suerte de hierbas y especias, haciendo
en que la considerarían suficientemente pura y santa •*
todo lo prescrito para ahuyentar a los malos espíritus
para recibir al dios, su héroe y marido. Los sacerdotes
que podían haberse alojado en ella cuando fuera "ke-
le advirtieron severamente que no se atreviera a acer-
deshah" principal de Ishtar. Sumergieron su carne en
carse a Bel Merodach, a menos que éste le diera la se-
ungüentos y aceites, le hicieron masajes con pesados
ñal de que estaba pronto a tomarse su placer con ella.
emolientes y baños rituales. A fin de prepararla espi-
El menor paso adelante, el más mínimo movimiento
ritualmente para ser la esposa de Bel Merodach, la obli-
hacia él le costaría la vida a Gimil, porque entonces
garon a beber muchas drogas hechas con fórmulas mís-
el dios la cubriría con su cuerpo en momentos en que
ticas y preparados secretos. Éstas se hallaban destinadas
era todo ígnea irradiación y la consumiría totalmente.
a causar en su imaginación tal delirio que creyera real-
mente ver al dios Bel Merodach, tal como lo pintaban Cuando las rameras adeptas concluyeron todos sus
las alabanzas, exaltaciones, cantos y leyendas de Gil- preparativos para el encuentro de Gimil con Bel Mero-
gamesh. Aprendió a recitar y cantar las melodías y a dach, la llevaron a la alcoba donde estaban el lecho
sumirse en un frenesí religioso ante la visión del joven y la dorada mesa cubierta de exquisitos platos regios.
dios que iba en su ígneo carro, envuelto en los siete Durante toda la noche Gimil esperó la llegada del
vientos de la tormenta de aire y humo, a guerrear con- dios con trémula ansiedad y temor. Sus oídos percibían
tra su madre Tiamat y las huestes de Rahab. Cuando el el leve sonido de los laúdes y el canto a la sordina de
delirio de Gimil culminó, se dejó caer al suelo, la espu- las voces de las jóvenes en el salón contiguo. Eran sal-
ma apareció en sus labios y cantó alabanzas al poderoso mos de alabanza del juvenil dios. Transcurrió toda la
dios y sus prodigiosas hazañas. Ella era su prometida, noche sin que Bel Merodach apareciera. Repetidas ve-
le estaba consagrada como esposa, profetisa y adepta. ces Gimil tuvo la seguridad de haber oído un pesado
Él, a su vez, se le apareció como el joven dios vestido andar que se acercaba a su puerta, pero sus esperanzas
con los siete vientos, con el rayo en la mano, radiante se esfumaron.
de poder y fuerza, que iba solo a combatir a la terrorí- Así transcurrieron la segunda noche y la tercera. El
fica Tiamat, cuya lengua medía siete kilómetros y es- dios vacilaba en venir. Finalmente el Sumo Sacerdote
Sharezer Bel le dijo que estuviera pronta esa noche a
194 Sholem Asch El profeta 195
recibir a su divino amante. Al entrar al sanctasanctórum
para lavar los miembros del dios, el Sumo Sacerdote "Oh, no me consumas con tu fuego,
advirtió indicios de que Bel Merodach se proponía vi- oh, recógeme entre tus alas,
sitar a su prometida. Sharezer Bel le ordenó a Gimil porque soy tu novia elegida."
que le preguntara al dios qué destino esperaba a Ba-
bilonia y si le ayudaría a Nabonidus y a Baltasar y les Todo su cuerpo vibraba de terror y deseo. Se levantó
daría la victoria en la guerra contra Ciro. lentamente con lánguido temblor y comenzó la danza
En previsión de esa noche, se celebraron ritos espe- sagrada en honor del dios que le enseñaran las adeptas.
ciales. Las adeptas le enseñaron a Gimil salmos con que Sus turgentes senos, los músculos de su vientre, el ar-
debía darle la bienvenida al dios y los elogios y pane- queo de su espalda y sus fuertes ijares se estiraban
gíricos que le prodigaría. Le enseñaron además todos elásticamente en el suave movimiento de la danza, ex-
los movimientos que debía ejecutar desde que se le apa- presando su total abandono y apasionado deseo de en-
reciera el dios hasta que se retirara de su lecho a su tregar por completo su cuerpo al uso del dios su señor,
propia alcoba. para que también él la deseara para sí. Sus tretas tu-
Llegó la noche. En honor del dios, el aposento olía vieron éxito. El dios le hizo señas de que se acercara.
a toda clase de agradables inciensos, mientras que la Gimil se aproximó y le puso bajo las fosas nasales las
casa estaba llena de espirales y volutas de vapor que fragantes flores que le preparara. Le sirvió una copa
se esfumaban en las sombras. Las cuerdas del laúd, a grande de vino y el dios bebió. Comió frutas y otros ex-
lá sordina, contaban suavemente las glorias del rey Bel quisitos platos que ella le ofrecía. El hecho de que Bel
Merodach cuando entra a su casa. Merodach consintiera en comer de su mano enardeció
Se oyeron pasos cerca de la puerta y luego un pesado a Gimil con la gozosa expectativa de la consumación y
andar, cada vez más próximo. En el vasto y alto salón se tendió a los pies del dios e inició cantos de alabanza,
resonaba nítidamente cada paso. Se abrió la puerta y elogiando sus heroicas hazañas cuando derrotara a Tia-
el dios franqueó el umbral. Su aspecto y estatura eran mat. La divinidad se apaciguó; mostró su satisfacción
los de un hombre. Vestía un manto de oro recamado con una benévola sonrisa de aprobación ante Gimil,
de piedras preciosas y adornado con símbolos místicos. que se trocó repentinamente en fuego cuando miró con
El manto envolvía toda su figura, desde la cabeza hasta ojos centellantes sus rosadas carnes...
los pies. Estaba tocado con un sombrero cónico y una Ella le formuló la pregunta, sobre la suerte de Ba-
barba reluciente como el alquitrán le adornaba el ros- bilonia en la guerra contra Ciro, que le encargaran los
tro. Una gigantesca serpiente viva se deslizaba y retor- sacerdotes.
cía detrás de él y cuando la figura se tendió sobre el —¡Oh, Merodach, poderoso y omnipotente dios, se-
lecho, la serpiente se acostó y enroscó a sus pies. ñor de los dioses y de los hombres! T u pueblo está des-
Gimil, a quien los brebajes de que la saturaran y orientado y sin consejo. La ciudad de Babilonia se
además la prolongada espera habían sumido en el éx- halla sitiada. Un cruel enemigo ha llegado hasta nues-
tasis y el delirio, se sintió abrumada, se estiró en el tras mismas puertas. ¿Quieres acudir en ayuda de tus
suelo, ocultó su rostro entre las manos e inició un canto hijos y siervos, Nabonidus y Baltasar, para que venzan
que narraba la alabanza del dios: a su enemigo?
196 Sholem Asch El projeta 197
Así formuló la pregunta Gimil, en la forma solemne que reinase en Babilonia en vez de la dinastía de Na-
que le enseñaran. bonidus.
Apenas hubo oído Merodach los nombres de Nabo-
nidus y Baltasar, su rostro se ensombreció; sobre su Gubaru estaba perfectamente enterado de todo lo
frente se formó una nube, como si la hubiese cubierto que sucedía entre los sacerdotes de Bel Merodach. Te-
un negro velo; de sus ojos brotó fuego y su barba tem- nía espías entre ellos, como en todas las demás capas
bló. Se levantó del lecho. La serpiente enroscada a sus de la población. Sabía la profunda enemistad existente
pies irguió la cabeza bicorne, pronta a atacar. entre los sacerdotes y los gobernantes de Babilonia.
—Vé a mi pueblo y dile: "He repudiado a Naboni- Aquéllos odiaban a Nabonidus por haberse descarriado
dus; Baltasar es abominable para mí." hacia el culto de otros dioses, sobre todo Sin, el dios
Con pesados pasos, el dios le volvió la espalda a luna. Condenaban a Baltasar porque exaltaba el culto
Gimil y salió de la alcoba. de Ishtar por encima del de Bel Merodach.
Esto ocurrió al día siguiente de haber llegado a Ba- Gubaru había buscado durante largo tiempo alguna
bilonia la noticia de la derrota de Nabonidus, cerca manera de atraerse a los sacerdotes de Bel Merodach,
de Sippar. pero el asunto era espinoso. Sabía las sospechas y la
Sharezer Bel reunió a sus sacerdotes principales y repulsión que les inspiraba toda influencia que no pro-
Gimil les contó la lacónica decisión del dios. Al hablar, viniese de Babilonia. Difícilmente se allanarían a acep-
jadeaba con una ardiente fiebre de amor y devoción tar que Ciro, un extraño, gobernase la ciudad. Era pro-
por su esposo y divino héroe. Enardecida por la cons- bable que su victoria dañara el culto de Bel Merodach
tante llama de enemistad que le ardía en el corazón sugiriendo que el poder del dios declinaba; en realidad,
contra la dinastía de Nabonidus, todo su cuerpo se re- hasta podía suceder que Ciro trajese a un dios o dioses
torcía con el veneno de su descripción cuando pintaba propios a Babilonia. Las perspectivas de Gubaru pare-
vividamente el intenso odio que exhibiera el semblante cieron mejorar un poco cuando los sacerdotes de Mero-
del dios al proferir los aborrecidos nombres de Naboni- dach les quitaron a Gimil a los de Ishtar y la traslada-
dus y Baltasar. ron a su propio templo. La profunda aversión de Gimil
Los sacerdotes quedaron atónitos y asombrados. El a la dinastía le ayudaría mucho a Gubaru, quien sabía
terror se apoderó de ellos. Bel Merodach podía aban- que el odio de la adepta de Ishtar se nutría del mismo
donar por completo a Babilonia y pasarse al enemigo. suelo que él.
Pero Sharezer Bel los tranquilizó. Los sacerdotes comen- Siguiendo el consejo del último oráculo, Gubaru pro-
zaron a planear la forma de afrontar la situación, dis- curó entrevistarse con el propio Sumo Sacerdote. Sus
cutiendo más que nada la manera de hacerle saber la agentes se ocuparon afanosamente del asunto y concer-
decisión de Bel Merodach a los generales y sobre todo taron la cita. Y por eso, ambos, Sharezer Bel, Sumo Sa-
a Gaala Ba, el jefe de los Guardianes de las Puertas, a cerdote de Bel Merodach, y Gubaru, señor de la pro-
cuyo cuidado estaban confiadas especialmente la ciu- vincia metropolitana, estaban sentados ahora juntos.
dadela de Babilonia y las llaves de todas las entradas. Se habían reunido en una habitación secreta y habla-
Se decidió no hacer nada hasta que Bel Merodach acla- ban de la situación de Babilonia.
rase totalmente su voluntad y anunciara quien quería —Por ahora, los persas no tienen una religión resuel-
198 Sholem Asch El profeta 199
ta y materializada —le explicó Gubaru al Sumo Sacer- llamarían emperador de Babilonia, y ésta se hallaría
dote—. No adoran a muchos dioses. Su devoción por en la cumbre del universo y la considerarían el eje
Ormuz, dios de la luz, sólo es superficial y no muy alrededor del cual gira el mundo, sobre todo estando
ardiente. No celebran muchas festividades y Zarathus- allí el templo de Bel Merodach. Donde estuviera el dios,
tra, el profeta de su dios, no ha alcanzado aún mucha estaría Babilonia. Entonces Babilonia volvería a ser la
reputación ni se acuerdan gran cosa de él. Pero los reina de los imperios, como en los tiempos de nuestro
persas tienen ciertos principios. Veneran la pureza del gran monarca Nabucodonosor."
cuerpo, aborrecen el engaño y tratan de obrar con jus- —Debo reconocer que tienes razón —respondió Share-
ticia. Son un suelo virgen que aún falta arar. Pueblo zer Bel—. Pero. .. ¿cómo puedes estar seguro de que
poderoso, busca todavía a su dios. Ciro se entregará al culto de Bel Merodach y anunciará
"Ahora, te pido que medites un poco en el efecto que Merodach es el dios que le ayudó a vencer a Na-
que causaría el hecho de que Ciro se hiciera devoto de bonidus? ¿Y cómo podemos estar seguros de que su
Bel Merodach de Babilonia y anunciara que fué Mero- victoria sólo será aceptada como una derrota de la di-
dach quien lo llevó en triunfo a la ciudad; que el dios nastía de Nabonidus y no como la destrucción de Babi-
de Babilonia caminaba junto a su diestra, que combatió lonia? ¿Cómo podemos estar seguros de que Ciro no
a su lado y le abrió las puertas y que el dios de Babilo- sostendrá que fueron sus propios dioses quienes le die-
nia lo ha adoptado a él, Ciro, como hijo y siervo, para ron la victoria?
que gobernase aquí en vez de la dinastía de Nabonidus, Sharezer planteaba estas interrogantes con honda an-
a la cual ha llegado a odiar. siedad.
"Piensa por un momento —apremió Gubaru a su in- —El resultado depende exclusivamente y por com-
terlocutor— en el efecto que causaría en todo el mundo pleto de ustedes, los sacerdotes de Bel Merodach —res-
semejante anuncio. Ciro no sólo atraería a su propio pondió Gubaru, disimulando una vaga sonrisa en su
pueblo, los medos y persas, al culto de Bel Merodach; gruesa barba.
traería a la zaga a todas las naciones que ha conquistado —¿Qué quieres decir?
y a todos los estados que, liberados por él del yugo de —Con ustedes, vive en vuestro templo la esposa y
Nabonidus, estén bajo su bandera. Desde más allá de oráculo de Bel Merodach. Enviadla al campamento de
las islas griegas y Chipre hasta las riberas del mar persa, Ciro. Que ella le trasmita personalmente las palabras
todos los montañeses y pastores de las vastas estepas, los del dios, trayéndole la nueva de que el dios lo lleva
agricultores de los profundos valles y los pescadores que de la diestra y lo conduce a Babilonia, así como el pro-
recogen las cosechas de los mares y ríos, no tienen aún feta de los judíos ha proclamado abiertamente que, en
creencias firmes ni dioses santificados. Cuando se ente- realidad, es Jehová quien guía a Ciro.
ren de que Bel Merodach le ha ayudado a Ciro a triun- —¡Cómo! —exclamó Sharezer Bel con una mezcla de
far sobre sus enemigos, se hincarán inmediatamente de ira y desdén—. |Los judíosl ¡Los exilados... cuyo rey
rodillas en tu templo. El nombre de Bel Merodach será fué liberado de la cárcel y que obtuvo privilegios de
alabado en todos los idiomas y el temor al dios se di- ese vil degenerado que se llamó Evil Merodach! ¿Se
fundirá por todo el mundo. A Ciro no lo considera- atreve a afirmar esa gente que su Dios Jehová, a quien
rían solamente el rey de los medos y los persas. Lo nadie ha visto aún y cuya naturaleza ningún hombre
200 Sholem Asch El profeta 201
conoce, le ha ayudado a Ciro a conquistar Babilonia? —¡Apolo! ¡El dios de esos griegos bárbaros que han
—Más aun —respondió Gubaru—. Su profeta afirma acudido a nosotros para aprender las trayectorias de
que Ciro llevará a todos los pueblos del mundo al san- las estrellas, que han debido aprender de nosotros la
tuario de Jerusalén, donde todas las rodillas se doble- matemática, que se asimilan nuestros métodos de cons-
garán ante su Dios. trucción y procuran descubrir los secretos de nuestra
—¡Impertinente altanería! ¿Cómo pueden permitirse habilidad médica! ¡Son unos ignorantes!
semejantes mentiras, traición y corrupción en Babilo- En su desprecio, el Sumo Sacerdote dijo estas pala-
nia? ¿Quién ha oído hablar de ese Jehová? Bel Mero- bras como escupiéndolas.
dach lo venció con la mano de Nabucodonosor y no —¡Oh, reverenciado sacerdote, no los subestimes! Ül-
existe ya. ¿Cómo puede hablar por boca de sus profetas timamente han hecho inmensos progresos. Su Solón les
cuando ni siquiera tiene un templo? ha dado leyes justas.
—Sin embargo sus palabras le han causado a Ciro —Todas esas leyes han sido plagiadas de la obra de
una visible impresión. Los judíos podrán no tener san- nuestro gran legislador Hammurabi.
tuario, pero tienen profetas que les traen el verbo de —Sea así o no, Ciro está meditando acerca de si no
su Dios. Yo mismo le trasmití a Ciro las palabras que le convendría adoptar el culto de Apolo. Ha concedido
Jehová les reveló a los judíos por boca de Su profeta. privilegios especiales a sus sacerdotes de los bosquecillos
El rey se mostró muy impresionado. A tal punto que sacros de la ciudad de Magnesia porque le trajeron un
prometió reintegrar a los judíos a su país y ayudarles a oráculo favorable de su dios. Nada de malentendidos.
reconstruir su templo. Le interesó mucho ese profeta No trato de comparar en lo más mínimo a esos diose-
que les traía la palabra de Jehová. cillos con Bel Merodach, el poderoso. Pero muchos afir-
—¡Pero ese Jehová, ese presunto Dios, ya no existe! man que a Apolo lo veneran entre los griegos a causa
Su templo ha sido destruido. No tiene donde vivir y de muchas cualidades y características mágicas análo-
no se le puede hallar en ninguna ciudad —exclamó Sha- gas a las que suscitan nuestra devoción por Bel Mero-
rezer Bel. dach. Como él, Apolo viaja en un carro de fuego al
—Ciro puede resucitarlo. Los judíos dicen que su cual están uncidos caballos ígneos. Es su dios de la
Dios vive en el cielo y que también se le encuentra en salud y la paz. Gracias a él, reinan la tranquilidad y
todas partes en la tierra. Todo el universo es Suyo, di- la satisfacción en los corazones de los hombres y el
cen los profetas; todos los seres que lo habitan le per- orden en toda la creación; eso dicen los griegos.
tenecen. Por esa razón Él no necesita ningún templo En esta forma y muchas otras el viejo conspirador
ni ciudad especiales. Ciro escucha con interés esas co- trataba astutamente de encender la envidia en el cora-
sas. Parece buscar a un dios que ejerza su dominio so- zón del Sumo Sacerdote.
bre toda la tierra, ya que él quiere extender a todas —No hay más dios que nuestro Bel Merodach. ¡Es
partes su reino. Por eso le conviene que todos sus pue- el dios de los dioses! —gritó Sharezer Bel, poniéndose
blos sirvan a un mismo dios. Si los sacerdotes de Bel violentamente de pie a impulsos de una gran emoción.
Merodach no le hablan de él y no lo inducen a elegirlo —Desde luego. Desde luego —murmuró con tono tran-
como dios suyo, se entregará al Jehová de los judíos y quilizador Gubaru—. Sobre eso no cabe la menor duda.
aun al Apolo de los griegos. Sólo los estúpidos, ignorantes y extraviados, tan cegados
202 Sholem Asch El profeta 203
que no pueden ver claro, son capaces de afirmar lo El Sumo Sacerdote y los grandes de Babilonia, enca-
contrario. Mi único propósito es tratar de explicarte bezados por Gaala Ba, el jefe de los Guardianes de la
que Ciro está más que dispuesto a aceptar el culto de Puerta, oyeron el oráculo y se quedaron atónitos, en
un poderoso dios que podría aspirar al dominio del abyecto y supersticioso terror, cuando los salvajes gritos
mundo entero. Si perdemos esta oportunidad y no lo que anunciaban la voluntad de Bel Merodach brotaron
atraemos hacia nuestro dios Bel Merodach, es probable de los labios de Gimil. Al calmarse un poco el asom-
que se nos anticipen los sacerdotes de otros cultos. Tal bro, todos los ojos parecieron volverse naturalmente
es la única intención de mis palabras. Soy un babilonio hacia Gaala Ba, a quien le confiaran las llaves de la
leal —concluyó Gubaru, con una tranquila sonrisa con Ciudad. Gaala Ba estaba sentado con inmovilidad pé-
que disimulaba la satisfacción que le inspiraba su pro- trea, con su figura de grave dignidad, su gran barba
pia astucia. cuidadosamente trenzada, su peluca hermosamente on-
El hábil conspirador y Sharezer Bel guardaron silen- dulada.
cio. La calva del Sumo Sacerdote brillaba y transpira- Por las venas de Gaala Ba fluía sangre asiría. Sus
ba, mientras que las profundas arrugas de su frente antepasados se habían pasado al bando de Nabucodo-
revelaban la hondura de su meditación. Al fin dijo: nosor después de la conquista de Nínive y le habían
—Tenemos que aconsejarnos sobre esto con el propio servido fielmente y bien. Ya lo consideraban babilonio
Bel Merodach. Esta noche la esposa del dios se lo pre- nativo, pero, con todo eso, no sentía demasiado afecto
guntará a su marido. Haremos lo que él nos diga. Ve- por la dinastía babilónica. En el fondo de su alma per-
nerable Gubaru, mañana tendrás mi respuesta. duraba una ancestral lealtad a Nabucodonosor, en
cuyos tiempos su familia se elevara a la grandeza en
Esa misma noche Bel Merodach se dignó honrar a su Babilonia. Era un guerrero disciplinado, pero no vaci-
mortal esposa Gimil con otra visita. Ella le preguntó laría, como piadoso babilonio que era, en cumplir como
lo que le ordenara Sharezer Bel: un sagrado deber toda orden de hacer algo o abstener-
—¡Oh, dios de los dioses, apiádate de Babilonia, tu se de algo que le impusiera Bel Merodach. Fué el pri-
ciudad, y acude en ayuda de sus hijos! Dime, te lo rue- mero en hablar.
g o . . . , ¿a quién has elegido para reinar en Babilonia en —Los reyes vienen y se van, pero Bel Merodach es
vez de Nabonidus? eterno. Las dinastías vienen y se van, pero Babilonia
La respuesta que recibió Gimil se parecía a la que perdura, por ser el sitio donde se encuentra Bel Me-
pusiera Jehová en boca del profeta. rodach. Lo que importa, no es el rey que gobierna
—Tomaré de la diestra a Ciro. Iré junto a él y lo Babilonia. Lo que importa, es la orden del dios Bel
Merodach.
llevaré a Babilonia.
—El único rey legítimo de Babilonia es aquel a quien
El oráculo de Bel Merodach era sagrado para los Bel Merodach lleva de la diestra —gritó Sharezer Bel,
babilonios. Nada se hacía en la ciudad sin consultarlo. dando a entender así que pensaba lo mismo que Gaala
Cuando el dios había hablado, esto era inapelable. Su Ba y proclamó solemnemente—. ¡Grande es Bel Me-
orden debía ser ejecutada al pie de la letra. Uno tenía rodach I
que sacrificarlo todo, su alma y sus bienes, para cum- —¡Bel Merodach es el dios de los dioses!
plir lo ordenado.
204 Sholem Asch El profeta 205
—Donde está Bel está Babilonia —gritaron los pre- a quien el propio dios de éste había elegido para los
sentes en el cónclave. babilonios con todo su poder.
Cuando Gubaru hubo insinuado que le abrieran a Ciro no sólo era hábil y prudente en las artes de la
Ciro las puertas de Babilonia y lo invistieran con la guerra. También era un maestro en las artes del go-
corona imperial, a condición de que anunciara públi- bierno y un consumado estudioso de la naturaleza
camente que Bel Merodach era su protector y escudo, humana. Antes que nada tenía que sondear las opinio-
se decidió enviar secretamente a una delegación de sa- nes de sus sátrapas y generales sobre su intención de
cerdotes a hablar con Ciro. Encabezarían el grupo Gimil aceptar la soberanía del culto de un dios extraño. De-
y el Sumo Sacerdote, a quienes se facultaría para nego- bía pensar también en su propio pueblo y en los otros
ciar las condiciones y para transferirle el gobierno de que cayeran poco antes bajo su férula. ¿Qué significaría
Babilonia a la nueva dinastía de los reyes de Persia su decisión para ellos? Sabía muy bien que no les ha-
y Media. bían inculcado profundamente el culto de ningún dios
y que siempre estaban prontos a sucumbir a la tenta-
Apenas había hundido Ciro el primer pico en la ción de cambiar a sus dioses por otros que habían re-
tierra para desviar de Babilonia el curso del Eufrates, sultado más fuertes, más poderosos y de más éxito en
su hijo Cambises llegó precipitadamente para llevarlo la guerra que los suyos propios. ¿Qué dios tenía una
con toda rapidez al campamento de los ejércitos que se nombradía comparable con la de Bel Merodach? Pero,
quedaran frente a Babilonia. Le traía la noticia de que con todo eso, no quiso tomar una decisión precipitada.
una delegación de sacerdotes de Bel Merodach estaba Esperaría para ver el curso que tomarían las cosas y
ante la muralla. hasta qué punto estaban dispuestos su pueblo y sus
La grave situación de sus fuerzas, la merma de los aliados a transferirle su lealtad al dios de Babilonia.
abastecimientos que le enviaban sus sátrapas y las pru- Por eso tomó la decisión íntima de no dejarse coronar
dentes consideraciones de Gubaru habían decidido ya personalmente, aún, como rey de Babilonia. Esperaría
a Ciro a aprovechar cualquier medio honroso de salir los acontecimientos y se contentaría por el momento
a flote de su peligroso trance. Ahora, en la proposición con su título actual de "Rey de los Medos y los Per-
de los sacerdotes de Bel Merodach, se le presentaba la sas". Instalaría a su primogénito Cambises sobre el trono
oportunidad de salir de apuros y de satisfacer al propio de Babilonia. Así, sería su hijo, y no él mismo, quien
tiempo todos los deseos y ambiciones que alimentaba cargaría con el yugo de la religión de Bel Merodach
en secreto su corazón. Ya había madurado mentalmen- y las demás divinidades babilónicas. Sólo cuando su
te un plan para atacar Egipto. Para concretar su pro- propio pueblo y los reinos vasallos se habituaran al
pósito de anexar todo el país del Nilo, hasta las propias nuevo estado de cosas, tendría suficiente confianza
montañas de Etiopía, a sus dominios, necesitaban alia- en la situación para tomar en sus propias manos las
dos y amigos en todos los pueblos que vivían a la riendas del imperio de Babilonia, proclamarse su rey y
sombra de su poder. La proposición de los sacerdotes reconocer como dios suyo a Bel Merodach. Lo demás
de Bel Merodach podía ser encuadrada muy cómoda- se desarrolló tal como lo predijeran Gubaru y los sa-
mente en la red que Ciro tejía. A Babilonia no entraría cerdotes de Bel Merodach.
un rey extranjero, sino un monarca a gusto del pueblo,
Sholem Asch

De acuerdo con las órdenes de Gaala Ba, los vigías


de la ciudad se habían apostado en la parte más pro-
funda de la muralla, donde nada había que vigilar,
salvo las fortificaciones internas que llevaban a los cru-
ces del río. Esto Ciro no lo necesitaba para nada, por- CAPÍTULO XIV
que, si las hubiese usado, su ejército habría tenido que
cruzar el Eufrates a nado; y esto no se hubiera podido Cambises, el nuevo rey de Babilonia, se dignó recibir
hacer sin llamar la atención de todos los soldados de- en audiencia a los jefes de los exilados. Les prometió que
fensores. La única manera posible de penetrar en la su padre Ciro, gobernante del mundo entero, proclama-
ciudad sin ser notado era por el puente próximo a las ría en el momento adecuado la libertad de los judíos des-
puertas de Ishtar, ahora que habían retirado de allí a terrados en Babilonia. Les permitiría volver a su país
los guardias. y reponer la sagrada vajilla del templo de que los des-
En realidad, las puertas fueron abiertas de par en pojara Nabucodonosor y les ayudaría a reconstruir su
par y, por orden de Gaala Ba, se destacaron guardias santuario. Nadie se vería obligado a volver a Judá,
para servirles de guía a los ejércitos de Ciro a través pero los que quisieran podrían hacerlo.
del callejón ciego de la Avenida de las Procesiones. Cambises les preguntó a los jefes de los exilados por
Debían indicarles el camino en el laberinto de calle- el profeta que predijera la victoria de Ciro sobre Nabo-
juelas y patios, hasta llegar al corazón de la ciudad. nidus en nombre del Dios de Jerusalén. Así como Na-
Los soldados de Ciro penetraron rápidamente en el bucodonosor, mucho antes, le dispensara su favor a
centro de Babilonia y se apoderaron de amplias exten- Jeremías, así también Cambises, en nombre de su padre,
siones de la ciudad, mientras Baltasar, que nada sabía le ofreció a Isaías el privilegio de comer en su mesa y
de lo que pasaba, se abandonaba en su ebria despreocupa- de que todas sus necesidades fueran provistas por la
ción a un gran festín que daba en su palacio en honor liberalidad real. Pero, a pesar de toda la presión que
de la nueva ramera adepta que sucediera a Gimil en ejercieron sobre él los jefes de los exilados, el profeta
el templo de Ishtar. se negó a ver al rey y no aceptó su insinuación. Siguió
Fué en ese festín donde los capitanes de Ciro le arre- viviendo entre los betlemitas, en cuyo patio se ocultara
bataron la vida a Baltasar, cuando estaba sentado en durante el asedio. Su reputación era considerable en esa
su trono, frente a las losas que conmemoraban las vic- época, hasta entre la aristocracia de mayor jerarquía
torias del gran Nabucodonosor. y los jefes de los exilados. Los príncipes de la Casa de
A los pocos días decapitaron a Nabonidus cuando David lo invitaron a vivir en su palacio, como lo hiciera
éste salió de su escondite para ir a la ciudad a pedirle Daniel. Ahora Daniel era ya un hombre muy entrado
protección a Ciro. en años y hablaba con profundas parábolas, cuyo sen-
Ciro se marchó de Babilonia después de confiarle la tido les parecía hermético a todos. La flamante popula-
ciudad a su hijo Cambises, quien por el momento ocu- ridad del profeta se extendía aun a las filas de los gran-
paba el trono de la sede imperial. des mercaderes y empresarios que poco antes sintieran
un venenoso odio por él. Ahora estaban harto ansiosos
208 Sholem Asch El profeta 209
de hacer las paces con Isaías. Lo honraba y respetaba haberlo enviado Jehová y la profecía de Isaías ostentaba
toda la comunidad exilada y disfrutaba de la mayor sin duda el sello de la verdad.
estima entre todas sus clases. "Cuando Jehová liberó del cautiverio a Sión, nos
A Gubaru lo nombraron sátrapa de Babilonia. Ape- pareció que soñábamos..." Embriagado por sus sueños
nas hubo asumido el cargo convocó a una convención como por un vino, el profeta caminaba por las calles
de grandes mercaderes judíos y babilonios y les aseguró y los mercados cantando sus visiones con palabras de
que nada había cambiado radicalmente allí, salvo la radiante poesía.
dinastía. Ellos seguirían gozando de la misma jerar- Ciro no era ya el siervo de Jehová. Ahora Su siervo
quía y los mismos privilegios que les concedieran en era Israel. Ciro había ejecutado la misión que Dios le
la época de Nabonidus. En realidad, afirmó Gubaru, señalara. La vara de Dios se había descargado sobre lo
el nuevo régimen les ofrecía amplias oportunidades que Él despreciaba, había abierto de par en par ante
adicionales. Al ser incorporada Babilonia a la red de el rey de los persas las puertas de Babilonia para libe-
reinos reunidos bajo la soberanía de Ciro, se les abrían rar del yugo a Israel y devolverlo a su país natal. Ahora
amplios horizontes a los mercaderes y contratistas. Ten- ese pueblo se encargaba de la tarea divina y llevaría
drían a su disposición los mercados de Persia y Media adelante su ejecución.
y su comercio podría llegar hasta el Mar Caspio y aun Desde entonces Israel sería una luz para los gentiles,
franquear los Alpes septentrionales, puesto que Ciro se a fin de que la liberación de Dios se propagara por toda
había afirmado ya allí. Gubaru les pintó con llamativos la tierra. El profeta consideraba a los pueblos de todos
colores la brillante perspectiva que los esperaba y les los países que se agolpaban en Babilonia parte inte-
prometió la protección y ayuda del gobierno en todas grante de los ejércitos de Ciro, seres que Dios le había
sus transacciones. Era necesario que supieran una cosa: confiado para que les ayudara a llegar a la montaña de
Ciro no había venido a la ciudad como un conquistador, Jehová en Jerusalén. Había allí bandas de salvajes del
tiránicamente dispuesto a arrasar Babilonia y el estado. desierto ataviados con negros mantos; montañeses de
Por el contrario, había venido como libertador, a pe- Frigia cubiertos de badanas, bronceados, de cuerpos que
dido de los dioses babilónicos, para devolverle su pri- parecían de cobre fundido y cabello y barba largos e
mitiva gloria y dignidad a la ciudad y aun para elevarla hirsutos, cuyas manos asían trozos de carne asada que
a un nivel más alto que el que disfrutara desde que los arrebataran directamente de los calderos crepitantes en
tranquilos tiempos de Nabucodonosor fueran empaña- las calles y mercados y que mordían y engullían con
dos por la dinastía de Nabonidus. Para ello necesitaba bestial apetito; rústicos cilicios de ojos verdes que con-
la cooperación de los mercaderes y contratistas. templaban con ingenuo asombro y perplejidad las di-
mensiones de los edificios y el tumulto de las calles;
Los hijos de la Casa de Murashu y los demás comer- capadocios envueltos en capas de lana multicolor y que
ciantes se sintieron muy alentados. Consideraron el caminaban con aire majestuoso; griegos de las islas,
nuevo reinado una nueva redención. En su opinión, vestidos con túnicas de brillantes colores, que observa-
Ciro le había traído la salvación a Babilonia, no a ban con curiosidad y registraban mentalmente las ex-
Jerusalem Por lo tanto, sin duda, era el redentor, tal trañas costumbres e instituciones de los babilonios. De
como lo predijera el profeta. En realidad, debía de todas esas variadas hordas, muchos, ebrios de vino ba-
210 Sholem Asch El profeta 211
rato, bailaban al aire libre en las plazas con una alegría hay extraños; nada está fuera de Su jurisdicción, ya que
sin freno al son de la música de los laúdes y las flautas consciente o inconscientemente todos los seres se pro-
de ascendente melodía. El profeta vio a libios de oscura ponen un mismo fin: reintegrar a Israel a su país. No
piel, a montañeses de tez clara del lejano norte; toda sólo Ciro, sino todos los pueblos, se enrolan para hacer
una avalancha de pueblos y de razas a quienes trajera fructificar ese fin." Una magnífica visión pasó ante los
Ciro a Babilonia. ojos del profeta:
Sus ojos proféticos veían a todas esas naciones, desde
las más salvajes hasta las de más serena cultura, vene- "Ved que les tiendo mi mano a los gentiles
rando algún día futuro al Dios de Sión. Aprenderían y que le impongo mi norma al pueblo;
la Ley de Israel y a caminar por los caminos de Jehová. y ellos llevarán en sus brazos a mis hijos
El profeta, al imaginarse a aquellas masas de gente y cargarán sobre sus hombros a tus hijas."
amorfa como futuros creyentes del Dios de Israel, des-
tinados a subir por la montaña de Jehová y a aprender Israel era el cauce por el cual fluirían las aguas de
la Ley Divina que saldría de Sión como la palabra de la salvación, no sólo para él sino para todos los pueblos.
Dios sale de Jerusalén, se sentía como el labrador que El rescate de los gentiles dependía del rescate de Israel.
llega a un suelo virgen y fertilizado con abonos, o co- Aladas palabras les llevaron a todas las poblaciones
mo el pescador que se encuentra en una bahía poco de los exilados la nueva de que el profeta había tenido
frecuentada, cuyas aguas hierven de cardúmenes de otra visión y de que el canto de la redención estaba en
peces. su boca. Ahora el mensaje de Jehová no se anunció
A pesar de sus místicas visiones de un mundo unido ya en secreto, sino bajo la radiante luz del día, ante
que sería totalmente devoto al Dios de Israel, a pesar una reunión representativa del pueblo entero en el pa-
de su ardiente fe en el omnipotente poder de Dios para lacio de la Casa de David. Se dijo en presencia de los
cambiar el orden de la creación y mucho más la natu- jefes de los exilados, de sus caudillos y gobernantes y
raleza del hombre, el profeta, como sus grandes prede- carreteros y muleteros. Fué allí, en el palacio, donde
cesores, tenía un sentido muy desarrollado de la reali- exaltó ahora el profeta el verbo del Dios Jehová, el
dad. Dios no haría triunfar sus fines entre los hombres canto de redención que se acumulaba tan melodiosa-
con actos milagrosos que emanaran del cielo, sino con mente en él. Los hijos de la Casa de David en sus exal-
hechos concretos. Los llevaría a la práctica por inter- tados tronos, los ancianos y jefes de las casas, los sa-
medio de los hombres, sus emisarios elegidos. Dejaría cerdotes y levitas, los administradores y todos los que
a su cargo la ejecución de su voluntad, aunque ellos se ocupaban de los asuntos comunales, todo Israel se
ignoraran en absoluto que servían a Sus propósitos. reunió allí, como en la legendaria asamblea del Monte
A menudo, inclusive, quizá lo hicieran contra su pro- Sinaí cuando se anunciara por vez primera la Ley.
pia voluntad. "Dios usa lo bueno y lo malo; tanto a Todas las arpas y laúdes del Rey David, como antaño,
aquellos que Lo conocen y creen en Él como a quienes empezaron a sonar a un tiempo, mientras los levitas
no lo conocen —pensaba—. Porque toda creación es Suya cantaban el aleluya, un aleluya no sólo a Dios sino
y lo son todas las obras, sea cumplidas por miembros del también a Israel. Israel había sido exaltado y elevado
pacto de la alianza o por extraños. No, ante Dios no a las cumbres. No sólo era un siervo de Dios, sino tam-
212 Sholem Asch El profeta 213
bien el instrumento elegido por Él para redimir a toda —Pero..., ¿quién debía de ser esa luz para los genti-
la creación. les, por cuyo intermedio llegaría la salvación a los
confines del mundo?
El profeta empezó con una exhortación a las islas
lejanas y a los pueblos distantes. Él e Israel se fundie-
"Así le dice Jehová, el Redentor de Israel y su
ron. Se transformaron en un solo ente. Habló de sí
mismo al referirse a Israel y se refirió a Israel pero [Santo,
aludiendo a sí mismo. a aquel a quien el hombre desprecia,
a aquel a quien la nación detesta,
—Jehová me ha llamado desde las entrañas; desde el
al siervo de los tiranos."
seno de mi madre mencionó mi nombre. E hizo una filo-
sa espada de mi boca; en la sombra de Su mano me
—Con seguridad lo verás. Llegará el día en que las
ocultó e hizo de mí una pulida flecha; en su carcaj
naciones reconocerán y sabrán que tú, el despreciado,
me ocultó. Y me dijo, tú eres Mi siervo, oh, Israel, en
el aborrecido, el subyugado, eres el encargado de la
quien seré glorificado. Y dije, he trabajado en vano,
misión de Jehová. Has aceptado el yugo y sufrirás, sí,
pero seguramente mi razón está con Jehová y mi obra
sufrirás por ellos. Pero cuando llegue esa hora para el
con Dios.
despreciado, el aborrecido y el rechazado:
Luego, con firmeza y fuerza, el profeta anunció lo
que nunca revelara hasta entonces, la misión de Israel; "Verán reyes y levantaránse príncipes
reveló por qué Dios lo había llamado de las entrañas y adorarán por Jehová:
de su madre; por qué lo había elegido entre todos los porque fiel es el Santo de Israel,
pueblos para que fuese Su pueblo, para que fuera en- el cual te escogió."
teramente Suyo. No lo eligió para Sí, sino para todo el
mundo y para todos los hombres que vivían en él:
—El te elegirá para que seas Su instrumento y le
traigas el rescate al mundo entero.
"Ahora, pues, dice Jehová, Luego el profeta comenzó a describir su radiante vi-
el que me formó desde las entrañas de mi madre sión del regreso a la patria. Su pueblo le parecía una
[para ser Su siervo; majada de ovejas que se están apacentando en los ver-
para que convierta a él a Jacob. des prados. Describió el viaje desde los desiertos a Sión.
Aunque Israel no se juntará, con todo,
—Se alimentarán en los caminos y sus pastos estarán
estimado seré a los ojos de Jehová
en todos los collados. No pasarán hambre ni sed; ni el
y mi Dios será mi fortaleza.
calor o el sol los afligirán, porque Él, que tiene de ellos
Y dijo:
misericordia, los guiará y conducirá hasta los manan-
poco es que tú me seas siervo,
tiales.
para levantar las tribus de Jacob
Los veía llegar de todos los confines de la tierra, del
y para que restaures los asolamientos de Israel;
norte y del oeste y del país de Sinim.
también te doy por luz para los gentiles,
El profeta alzó la voz y como en una gran sinfonía
para que seas mi salud hasta los confines del mun-
su voz se fundió con los laúdes, las arpas y el coro de
[do."
214 Sholem Asch El profeta 215
los levitas en el palacio de David. Cantó y se movió semejante dieta. Se diría que el alimento se trocaba en
y balanceó según la tradición davídica, con el propio el inmediatamente en el sostén de su espíritu antes que
ritmo con que bailara David ante el Arca de la Alianza: en el de su estructura física. Su espíritu habitaba mun-
dos invisibles. Hablaba con misterios, parábolas y acer-
"Cantad alabanzas, oh, cielos, y alégrate, tierra, tijos que nadie lograba interpretar; emitía conceptos
y prorrumpid en cantos, oh, montañas; totalmente extraños al mundo circundante.
porque Jehová ha consolado a Su pueblo En el cuarto que le reservaran, lo cuidaba su discí-
y de sus pobres tendrá misericordia." pulo Zacarías. Mero montón de huesos envuelto en un
manto, Daniel yacía tendido sobre su lecho o sentado,
Cuando concluyó el canto del profeta Zerubabel se con el cuerpo inclinado a medias sobre él. Sus canas
le acercó: y su larga barba cubrían la mitad superior de su cuer-
—¡Oh, profeta! Daniel me envía a llamarte. Necesita po. Pero su mirada parecía franquear todas las barreras
hablar contigo y quiere verte. mortales y contemplar mundos con los cuales el hombre
—¡Daniel! —exclamó el profeta asombrado—. ¿Vive mortal y la vida mortal nada tenían de común.
aún? ¿Por qué no me lo dijeron?
—Daniel está muy viejo y nadie comprende su len- Cuando Daniel yacía tendido en su cuarto veía cla-
guaje. Lo hemos mantenido oculto en el palacio y lejos ramente el futuro como ve un hombre perspectivas
de todos los hombres por temor a que sus profecías se familiares para él. Lo que vislumbraban sus ojos en los
divulgaran, porque en verdad son terroríficas. viajes de su visión era reunido por sus labios en extra-
—Llévame a él, oh, hijo de David. Quiero saludarle ñas parábolas sobre animales y espíritus tempestuosos
y mostrarle mi veneración. que se remontaban hacia caminos oscuros y tiempos im-
Zerubabel condujo al profeta a los aposentos interio- penetrables del mañana: caminos que Dios les revelaba,
res del palacio. Fueron solos. con todo, a Sus elegidos.
A Daniel lo habían llevado a Babilonia en su infan- Zerubabel y el profeta hallaron a Daniel descansan-
cia y vivió allí durante años. Pero su vida estaba velada do, reclinado a medias sobre su lecho. Los esperaba. El
por un profundo misterio, a tal punto que, vivo aún, joven profeta le hizo una reverencia y exclamó:
lo envolvía un hálito de leyenda. Encerrada con él en —La paz sea contigo, padre y maestro mío, ojo de
un foso una fiera famélica, no se atrevió a acercársele. Israel.
Lo arrojaron a un horno en llamas y el fuego no le Daniel enarcó las blancas cejas y contempló durante
hizo daño; combatió contra reyes y príncipes y éstos un instante a Isaías. Luego, extendió una blanca mano.
no lo vencieron. Daniel era muy viejo y sin embargo —¡La paz sea contigo, hijo mío! —dijo con voz clara
distaba de serlo, ya que la senectud no había, proyecta- y débil—. He mandado por ti para ordenarte que le
do la más leve sombra sobre la claridad de ¿su espíritu. reces a Dios y que no se te oscurezcan los pensamientos
Su cuerpo estaba reducido a piel y huesos. Parecía tras- en el momento en que estén abiertos tus ojos y oídos.
parente, como si no estuviera hecho de carne terrenal, El profeta se sintió aterrorizado y atónito. Palideció
sino de alguna substancia etérea. Comía tan poco que y respondió con trémula voz:
una persona normal no habría logrado sobrevivir con —¡Padre de Israel! ¿Me han engañado mis ojos en lo
Sholem Asch
que vi, me han engañado mis oídos en lo que oí?
—¡Dios no lo quiera! Tus ojos han visto bien y tus
oídos han oído bien. Pero tu corazón se precipita de-
masiado y tus oídos están harto sedientos de redención.
Pones más confianza de lo decoroso en la carne y la
sangre, que está aquí hoy y desaparece mañana sin dejar
recuerdo. Has visto una rama y la has tomado por todo
el árbol.
El anciano Daniel cerró los ojos. Su semblante pare-
ció volverse más traslúcido y una pura luz se esparció
por él. De sus labios brotó un débil sonido:

"Miraba yo en la visión de la noche,


he aquí que en las nubes como un hijo de hombre
[venía
y llegó hasta el anciano de grande edad y le hicie-
[ron llegar hasta él.
Y le fué dado señorío y gloria y reino;
y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron
[a su señorío,
señorío eterno que no será transitorio
y su reino, que no se corromperá."

Daniel guardó silencio. Evidentemente su espíritu es-


taba agotado. Pareció dormirse.
Silencioso y turbado el profeta salió del cuarto.
—Te dije que Daniel era muy anciano y ya no sabe
lo que dice —observó Zerubabel.
—Daniel sabe muy bien lo que dice —murmuró el
profeta como si hablara consigo mismo—. Ve muy le-
j o s . . . hasta el fin mismo de los días.
CAPÍTULO I — "K-

Así como se hincha el río cuando afluyen a él los


torrentes de las colinas, así se arremolinó Babilonia
cuando las multitudes entraron en avalancha por sus
puertas. Desde que se convirtiera en ciudad, nunca la
había invadido una muchedumbre tan numerosa, como
si hubieran estallado las represas del mundo entero,
lanzando una catarata de humanidad a la metrópoli.
Llegaba torrente tras torrente: gente de todas las tona-
lidades e idiomas en un desconcertante tumulto de
coloridas indumentarias. Se apretujaban dentro de las
murallas, llenaban las calles, se agolpaban en las plazas
y mercados y en las anchas avenidas junto a los cana-
les; un torrente implacable lo inundaba todo.
La Calle de los Peinadores y Peluqueros tenía un
aspecto alegre con sus cortinas adornadas con colgadu-
ras y ramas de palmas. La asediaban fila tras fila de
mujeres y niños. Habían venido a la feria a vender el
cabello de sus hijos, que sería transformado en pelucas
y barbas. Entre ellos, se movían los comerciantes y sus
clientes que elegían. Apenas se cerraba un trato por
el número de bolsas de cebada o sémola o el peso de
la plata que debía pagarse por una peluca o una barba,
aparecía el peluquero, con sus centelleantes instrumen-
tos en la mano, se abalanzaba sobre el niño y en u n
abrir y cerrar de ojos le dejaba la cabeza pelada como
el lomo de un cordero esquilado.
Una ruidosa mezcolanza de voces y roncos gritos se
elevaba de la multitud.
"¡En honor de Bel Merodach, el poderoso!" "¡Una
nueva barba para adornar tu cara!" "Apúrate. ¡Mira
220 Sholem Asch
El profeta 221
qué natural y reluciente es este cabello! ¡Qué abundan-
del mercado estaban los mercaderes con sus almacenes
tes son esos mechones! ¡Cincuenta siclos en la balanza!"
y mostradores, pregonando sus mercaderías.
"¡Una barba como la de Gilgamesh! ¡Idéntica como
—¡En honor del Año Nuevo! ¡Por la gloria de Bel
dos gotas de agua! Te la haré con esta cabellera." El
Merodach, dios de los dioses que liberó a Babilonia
mercader revolvió los bellos bucles de una niña agra- de la ruina!
ciada con ansiosas manos.
—¡Comprad palillos para incienso, palillos fragantes!
—Véndeme a esa pequeña leona con su melena— dijo
¡Mirra e incienso de la oscura Arabia, comprad! ¡Una
con una mirada de soslayo un posible comprador, de
ofrenda de perfume para Merodach el glorioso, com-
vientre abotagado y mentón hinchado.
prad, comprad! ¡Por aquí, por aquí, venid y comprad!
De su cinto pendía una suntuosa cadena y lo seguía ¡Aceite selecto exprimido de hierbas indias! ¡Untaos
de cerca un esclavo con una respetable bolsita de plata. el cuerpo en honor de la gran fiesta de Bel Merodach
—¿Cuánto quieres por la niña y su cabello? —volvió el Magnífico! [Endulzad la savia de vuestra piel con
a preguntar. miel de azafrán y jengibre! ¡Que la fragancia de vues-
—Sólo puedo venderte el cabello —respondió el mer- tro cuerpo suba como un dulce sabor hasta las narices
cader—. El cachorro le pertenece a su padre, quien está del dios y su amada consorte, la diosa Gimil, quien sal-
parado ahí, junto a la tarima de los orfebres. T e seré vó a Babilonia de una segura destrucción!
franco. Creo que está dispuesto a vender a la niña. Se
En los comercios de los tejedores los mercaderes
desprenderá de ella por una suma suficiente para com-
ofrecían paño para mantos, finas sedas de Persia,
prarse un manto multicolor. Quiere usar uno en honor
lino de Sidón, tejidos de lana en los cuales ardían mu-
de la fiesta de Bel Merodach, el poderoso.
chos colores.. . todo en honor de Bel Merodach. Los
Sobre el estrado, en el mercado de esclavos adyacen- orfebres y artífices exhibían pródigamente ceñidores de
te, está encogida una joven y robusta negra, de suaves mujeres con incrustaciones de plata, ajorcas, collares,
miembros y elástico cuerpo. A su lado está parado su pendientes y anillos en honor de la fiesta del terrible
dueño, un mercader de Kedar, cuya desnudez cubre un dios. Se apilaban las sandalias en la Calle de los Za-
simple trozo de paño blanco que contribuye por con- pateros. Los alfareros pregonaban sus utensilios de
traste a destacar la desnudez y negrura de la muchacha. cocina. El olor del cordero asado llegaba de la carni-
El mercader rodea el seno de la muchacha con la palma cería . . . Los taberneros mezclaban vino y bebida fuerte
de la mano y grita, con febril vehemencia: en sus hosterías.. . Los verduleros abrumaban con la
—¡Se vende una concubinal Compradla en honor de avalancha de productos de sus jardines y huertos...
Bel Merodach, el todopoderoso. Una concubina para En la Calle de los Tahoneros preparaban tortas de ce-
vuestro placer. Para todos los usos. Mirad este seno. bada . . . Todos los que tenían mercancías que vender
Aquí no hay leche para un débil, sino para un guerre- o permutar y dinero que gastar se buscaban mutuamen-
ro, un hombre. Una concubina para honrar el nuevo te en la vastedad del disperso mercado. Había de todo:
año; ¡en honor de Bel Merodach, el omnipotente! desde un esclavo o una concubina hasta un humilde
En todas las callejuelas y pasadizos donde el pie po- cordón para zapato.
día hallar un trecho que pisar, en todos los lugares del
Aquellas gentes gritaban, vendían, lisonjeaban, per-
oscuro laberinto de establos y patios de la vasta zona
suadían, pregonaban, suplicaban, regateaban, se enar-
222 Sholem Asch El profeta 223
decían, negociaban; todo en nombre de la poderosa ser recitada en Año N u e v o . . . Un canto de alabanza
divinidad, del exaltado dios, exaltado muy por encima por el gran milagro que nos fué concedido cuando el
de la humanidad; el dios del cielo y de la tierra, Bel dios salvó a Babilonia de la destrucción. Comprad esta
Merodach, el omnipotente. Su nombre ronda todos los plegaria. ¡Grande es la buena suerte que dispensará!
labios. Se le menciona en todos los establos y callejue- Un ciudadano temeroso de Dios, evidentemente un
las, en todas las plazas y calles. Babilonia se está pre- hombre culto a juzgar por el punzón y la tablilla que
parando para la fiesta. Él año va a cambiar. Se acerca guarda en una bolsita pendiente de su collar, se ade-
el primero de Nissan. lanta de entre la multitud arremolinada en torno del ten-
En la bocacalle donde practican su místico llamado ducho. Se detiene y contempla el regateo. Se acerca al
los autores de plegarias, salmistas y litúrgicos, se alza vendedor de plegarias, recoge una tablilla del suelo y
el homenaje a los dioses con avasalladora sonoridad. la lee con la mayor devoción; luego, en silencio, mode-
Sentados sobre escabeles o acurrucados en el suelo, con la piadosamente las palabras con los labios casi mudos,
las piernas recogidas debajo de los troncos que se ba- mientras su figura se balancea rítmicamente hacia atrás
lancean, están en cuclillas los poetas de la plegaria a y hacia adelante:
lo largo de toda la calle. Algunos graban sus peticiones
e himnos sobre tablillas y cilindros de arcilla. Sus obras, "Grande es tu nombre, oh, Bel, el dios
recién compuestas en honor del día festivo, que ojalá alto en el cielo; sobre la tierra entronizado.
amanezca felizmente, son famosas en la metrópoli y Señor del cielo arriba y de la tierra abajo.
aceptables para los sacerdotes de Bel Merodach. ¿Quién se te parece entre tus hermanos los dioses?
Sobre unas esterillas, a sus pies, hay tablillas de arci- A ti, sólo a ti se te deben alabanzas.
lla recién escritas, impregnadas de aceite y que se están Sólo tú puedes ser alabado
secando al sol. Otras están terminadas y esperan com- por el gran milagro que hiciste en nuestro favor."
pradores. Esas son las mercancías costosas, cocidas en
hornos, macizas y sólidas. Los escribas autores de ple- —¡Oh, oh! —suspira profundamente—. Es realmente
garias, en su mayoría esclavos, redactan preces por orden maravilloso, una corona de gloria.
de sus amos, mientras que sus colegas de otros negocios El devoto hace chasquear sus resecos labios y alisa
ejecutan los mandatos de sus amos. con inefable satisfacción las puntas de su barba larga
Ahí está el propietario de algunos de esos esclavos. Es y flotante.
un babilonio de semblante digno, magnífico en su sun- —Mi esclavo asirio, Agaa-ma, compuso esa plegaria
tuoso manto negro. Se halla parado con aire majestuoso —dijo el mercader—. Los.sacerdotes de E-Sagila lo han
junto a su almacén, con las manos entrelazadas sobre el aceptado en el ritual.
pecho, como una imagen de Nebo, dios de la sabiduría, El vendedor señaló a un esclavo, un viejo arrugado
oculto en un santuario a la entrada de la feria. Su y reseco, en cuclillas en el suelo, muy cerca de allí y
tono es piadoso cuando pregona sus mercancías; sus consagrado a grabar caracteres en una tablilla.
ojos se elevan con aire santurrón hacia el cielo. —Nada menos que el propio honorable Sumo Sacer-
—He aquí una plegaria digna de ser comprada por dote le ha impuesto su sello y consentido en que la
los santos sacerdotes del gran dios Bel Merodach para plegaria sea usada en Año Nuevo. Los sacerdotes de
224 Sholem Asch El profeta 225
Ishtar quisieron comprármela. Desean que ese esclavo vender y tomó un diente de camello, que le ofreció a
les escriba himnos y súplicas a su diosa. Pero he dedi- la mujer.
cado la plegaria a los sacerdotes de Bel Merodach. —Este amuleto ha sido hechizado por un sacerdote
—¡Espléndido, perfecto! —asintió el experto—. Dime del propio sabio dios Nebo; se le puede honrar y ve-
tu precio. nerar. Sirve contra el mal de ojo y el dolor de muelas.
—Sólo cinco kah de cebada o tres huevos. Un cuarto Seguramente sufres de dolor de muelas.
de siclo en plata y cobre. Lo regalo. —¿Para qué necesito un hechizo contra el dolor de
El ciudadano sacó una moneda de plata del cinto, muelas? Mis dientes me han abandonado desde hace
pagó la tablilla, la tomó y con trémula y exagerada tiempo.
reverencia la puso a salvo dentro de su amplio m a n t o . . . La bruja murmuró estas palabras con la boca con-
—Por favor, señor, bondadoso señor. ¿Tienes entre traída; la falta de molares hacía difícil comprender el
tus mercancías alguna petición de una vida libre de torrente verbal que surgía de sus agrietados labios.
preocupaciones y enfermedades? —Todos le rezan hoy a Bel Merodach. También yo
La temblorosa voz brotaba de una anciana que se le necesito algo. Una plegaria... un hechizo... En honor
acercara en ese momento al mercader. Su ajado rostro de la festividad... Para protegerme en mi vejez.
estaba surcado de profundas arrugas. —¡Una plegaria a Bel Merodach a cambio de la lana
—¡Cómo me duelen los huesos! —lloriqueó—. El dolor de dos corderos! Nunca, vieja. Imposible. Hoy me arre-
me afea toda la vida. Fui a ver a los sacerdotes de la batan de las manos las plegarias a Bel Merodach. Todos
reina del cielo, Ishtar. Quería sentarme entre las "ke- se adornan con joyas y amuletos en honor del dios.. .
deshot", ofrecerle mi cuerpo a sus adoradores en su tem- Pero, m i r a . . . Aquí tienes una plegaria... Quizás pue-
plo. "Eres demasiado vieja —dijeron los sacerdotes—. da ayudarte... Esta plegaria es para una vejez madura.
¿Qué hombre te miraría para tomarte en nombre de la El mercader sacó un tiesto de una olla y se lo puso
diosa?" De modo que busco una plegaria, bondadoso en las manos a la vieja.
señor... Sólo una pequeña plegaria. —Aquí tienes un remedio para tus males.
—Una plegaria no te bastará, buena mujer. Ni si- —¿Es esto una plegaria a Bel Merodach? —exclamó
quiera sabes leer. Más vale que me compres un amuleto. ella con tono suplicante.
Tengo aquí uno probado y que te traerá seguramente —Naturalmente, naturalmente. A él y sólo a él. Los
un feliz año. ¿Qué puedes ofrecer, a cambio? ¿Un ca- sacerdotes del templo de E-Sagila lo escribieron en su
brito, quizás? ¿Un patito? nombre. Déjame. Sigue en paz tu camino.
—¡Ay de mí, señorl ¿Quién tiene un cabrito en estos
tiempos difíciles? Tengo un montoncito de lana pura Ese año Babilonia debía celebrar una doble festi-
que les esquilé a mis dos corderos. Lo suficiente para vidad. Por una parte estaba la del Año Nuevo, que
hacer una buena pechera de camisa. tocaba el primero del mes de Nissan y se observaba
—No puedo venderte esto por la lana de dos ovejas. durante cuatro o cinco días. Además los festejos tenían
Me costó más —dijo el mercader—. Pero puedo darte por objeto señalar el hecho de que Bel Merodach se
un hechizo que te protegerá del mal de ojo. había dignado reconocer al nuevo gobernante de Babi-
Repuso en su sitio el amuleto que se disponía a lonia . . . Porque hasta que el altísimo dios Bel Mero-
226 Sholem Asch El profeta 227
dach significara así su aprobación no se podía decir de un manto tendido a lo largo de los canales y sus
que ningún monarca gobernara en Babilonia con vali- afluentes, a cuyo lado vadeaban los campos profusa-
dez legal. mente irrigados.
Sólo cuando el rey reconociera el señorío y soberanía Los caminos y atajos estaban cubiertos de plantas de
de la divinidad suprema, se encomendase a su protec- ajos y cebollas, esas legumbres tan amadas por los ba-
ción y buscara su gracia, se daría ese consentimiento. bilonios. En realidad, todas las barbas de la metrópoli
Hasta Ciro, el conquistador, se veía obligado a some- exhalaban su olor; todos los mantos y prendas de vestir
terse a esas ceremonias, pero se había abstenido de la olían fuertemente, así como de cada boca brotaba el
experiencia personal del ritual y facultado a su hijo, hedor a "kohlrabi" y a repollo salvaje. Babilonia esta-
Cambises, a ocupar su sitio. ba ya en traje de fiesta. Era una ciudad de palmas y
Durante la guerra los dioses habían sido arrebatados granadas, vestida con la virgen frescura de la prima-
a sus templos, llevados por todo el país y escondidos vera. Hasta los viejos olivos, en vivido contraste con
en Babilonia. La culminación de los festejos debía ser la arraigada seriedad de sus gruesas ramas, estaban cu-
su regreso solemne a sus santuarios. El otorgamiento del biertos de jóvenes hojas verdes.
permiso para esto se consideraba un símbolo de que Los habitantes de los pueblos rurales, los villorrios
Ciro se identificaba con la religión de Babilonia y es- y las aldeas, adornados con guirnaldas de flores, habían
taba dispuesto a servir a sus dioses. Por ese motivo el comenzado a afluir a la ciudad días antes de que em-
ritual del envío de las imágenes divinas afuera de Ba- pezara oficialmente la festividad. Se autorizó a todos
bilonia debía efectuarse con la mayor majestad y pompa. los que franquearan sus puertas a clavar su tienda don-
La primavera era en Babilonia la más hermosa de de hallaran espacio. Vibraban en el aire el alboroto de
las estaciones, a pesar de que la ciudad no conocía un los visitantes y su desorden, típicos de la víspera de un
verdadero invierno y de que los campos daban varias día festivo. En toda la ciudad resonaban carcajadas mez-
cosechas en el curso del año. Las planicies, bien irriga- cladas con canciones y melodías de danzas. Las calles
das por los canales, formaban una ancha alfombra de y plazas estaban atestadas de masas humanas. Los pere-
infinitos colores que se extendía de horizonte a hori- grinos y sus familias se agolpaban alrededor de las
zonte, un tapiz de blanco y azul y rosa y púrpura. La hogueras, hechas con estiércol seco, aceite en bruto y
cebada de primavera hacía surgir las tiernas puntas de ramas de palmas. Los corderos, las cabras, los patos,
lanza de sus brotes de la tierra rojiza. Los jardines, en las gallinas y cabritos se asaban enteros sobre las lla-
la ciudad y los suburbios, estaban en plena floración, mas. Las ollas de barro y los cestos vomitaban provi-
los almendros deslumbrantes con los blancos velos de siones. El hedor de la carne que se asaba invadía todos
sus suaves capullos, como una novia cubierta de rocío los barrios: olía a carne desecada, ahumada, o frita y
que entra a la cámara nupcial, los melocotones y cere- adobada con especias y encurtidos o condimentada con
zas estaban en flor. Los arbustos de especias, en plena cebollas y ajo; o cargada de salsas de azafrán y jengibre
maduración, estallaban de fragancia y el azafrán y el y hojas de un olor dulzón y condimentos. Llamaradas
bálsamo y otros olores embriagadores brotaban abun- rojizas ensangrentaban los rostros de la gente, las nubes
dantemente de los bosquecillos. Las huertas que rodea- de humo provocadas por la grasa de freír los ennegre-
ban Babilonia parecían un gran ceñidor verde en torno cían. El penetrante olor a cebollas y ajo, que se fundía
228 Sfiolem Asch El profeta 229
con el hedor acre del licor barato, rasgaba las fosas y pueblos y los habitantes de Babilonia les daban la
nasales y cosquilleaba la garganta. bienvenida con aclamaciones, los rodeaban en apretada
Al declinar el día, las llamas de miríadas de antor- multitud y gritaban péanes de alegría.
chas iluminaron a las turbulentas y coloridas multitu- La Avenida de las Procesiones ardía de rosas rojas
des que se agitaban sin cesar en la bruma de que vis- y verdeaba de palmas. Todos los edificios de la larga
tiera el humo a la ciudad. El redoblar de los tambores calle, desde el imponente templo de Bel Merodach
y panderetas formaba un fondo monótono de sonidos hasta las puertas de Ishtar, estaban adornados con múl-
reiterados. Las multitudes se enardecían y hervían jun- tiples guirnaldas y una plétora de flores y ramas. Las
tas en una desvergonzada danza durante la cual pare- torrecillas cuadradas de la fortaleza que dominaban
cían poseídas por los demonios, como si del averno hu- las puertas de Ishtar estaban cubiertas de rosas rojas
biesen surgido los espíritus malignos, apoderándose de y desde debajo de éstas atisbaban el azul y el blanco
la ciudad. y el púrpura de los dibujos de animales incrustados en
Sobre las anchas aguas del canal se deslizaban barcas los mosaicos esmaltados que revestían las paredes. Los
profusamente adornadas con flores. Las iluminaban lla- altos muros de la ciudadela de Nabucodonosor estaban
meantes antorchas que proyectaban sangrientas som- sumergidos en un mar de flores, que caían en viviente
bras sobre la superficie, mientras que la luz reflejada catarata desde los majestuosos jardines colgantes que
les daba a todos los canales de Babilonia la apariencia se hallaban arriba.
de un gran incendio escarlata de aceite hirviendo... En la avenida habían erigido columnas cúbicas. Sus
De las diversas barcas surgían dulces melodías y cantos flancos estaban formados por árboles completos, con
a los dioses, acompañados por el rítmico redoblar de sus raíces y florecientes ramas. Entre ellos figuraban el
los tambores. Esto anunciaba la llegada de las delega- viejo sicómoro y todas las demás especies, desde la aca-
ciones enviadas desde templos cercanos y distantes para cia hasta el almendro. La calle estaba alfombrada por
restituir a los dioses a sus santuarios, para rescatarlos una capa de aserrín molido de cedros del Líbano. Esos
de su forzado destierro en los templos de la ciudad de enormes troncos eran arrastrados especialmente a Ba-
Babilonia durante la invasión de Ciro. Cada delegación bilonia en honor de la festividad porque el aroma del
navegaba bajo su propia bandera; en cada proa ondeaba cedro del Líbano era grato a las fosas nasales de los
el estandarte del templo del dios a quien debían escol- dioses. Los sacerdotes, hábiles en el arte de destilar un
tar a su hogar. Las delegaciones anunciaban su llegada perfume del tronco del árbol, impregnaban de él las
con cantos especialmente compuestos en honor de su piedras del pavimento en honor de la fiesta, empa-
divinidad y que entonaban sacerdotes ataviados con pando las relucientes losas azules sobre las cuales pasa-
las prendas propias de su cargo. Aquí veíase a un grupo ría la procesión.
de sacerdotes de la ciudad de Sippar, quienes habían
venido a llevarse a su dios Shamash. Allí a una con- Durante toda esa noche siguieron afluyendo delega-
gregación de notables de Borsippa, deseosos de liberar ciones de todas las ciudades y aldeas: funcionarios civi-
a su dios Nebo del exilio. Desde el lejano país de Aram les y capitanes del ejército, emisarios, plenipotenciarios
llegaban emisarios para llevarse a Hadad, el dios de la y chambelanes de las provincias. Sólo a los más hono-
tempestad y el trueno. Acudían de todas las ciudades rables de aquellos personajes se les permitía franquear
230 Sholem Asch El profeta 231
las puertas de Ishtar para entrar a la Avenida de las el cetro del poder. Se acercó al Sumo Sacerdote, Sharezer
Procesiones. Pero apenas entraban, hasta a ellos los Bel, quien, en su atavío sacerdotal, lo esperaba parado
empujaban a un lado y los oprimían contra las paredes ante la ciudadela de Babilonia.
a ambos lados de la calle, mientras filas de soldados Sharezer condujo a Cambises al sanctasanctórum. Se
tocados con yelmos y armados con jabalinas cuidaban acercó a la gigantesca imagen de oro de Bel Merodach,
del orden y de que la calle principal estuviese libre para con incrustaciones de piedras preciosas, la corona so-
el paso de los carros a los cuales uncían a sacerdotes. bre la cabeza y el monstruo marino acurrucado a sus
Éstos arrastraban a los vehículos cargados de dioses a pies y comenzó a proferir plegarias y súplicas:
través de las puertas de Ishtar hasta el Eufrates, donde
los cargaban en las barcas adornadas que partían luego "Misericordioso Bel, señor de la tierra,
hacia sus distintas ciudades. rey de los reyes, luz del hombre, determinador de
La masa del pueblo debía darse por satisfecha con [destinos,
los puestos de observación existentes detrás de los muros ten piedad, te lo rogamos, de Babilonia, tu ciudad.
que cerraban la calle. Los Sacerdotes de la segunda je- Vuélvete hacia E-Sagila, tu sede santa;
rarquía, las "kedeshots", los funcionarios menores y los anuncíales la libertad a los hijos de Babilonia;
oficiales subalternos del ejército formaban enjambres protégelos de la ira del opresor,
sobre los techos de las torrecillas de las puertas de rompe las cadenas de la servidumbre,
Ishtar y en lo alto de las murallas, y muchos se habían que la luz brille sobre tus hijos en Babilonia."
encaramado sobre los jardines colgantes de Nabuco-
donosor. Cambises, lugarteniente del glorioso conquistador,
Los babilonios, habituados desde hacía largo tiempo hizo acto de sumisión ante la imagen dorada, se quitó
a las procesiones de los dioses, se portaban de acuerdo la corona real de la cabeza y el anillo del dedo, alzó
con un ritual del cual no se permitía la más leve des- su cetro y le tendió la corona, el anillo y el cetro al
viación, esperando sin aliento el instante en que apa- Sumo Sacerdote de Bel Merodach. Éste, a su vez, depo-
recería el planeta Venus. Llegó el momento y, antes de sitó ante el ídolo los símbolos de la realeza babilónica
que el lucero del alba hubiese alcanzado determinado y luego, tomando de la diestra a Cambises, lo golpeó
punto del cielo, el Sumo Sacerdote, a una señal dada con la mano en la espalda y le tiró de la oreja, señal
de los astrólogos, entró al sanctasanctórum donde mo- de que éste aceptaba la soberanía de Bel Merodach. El
raba la poderosa imagen dorada de Bel Merodach. Le nuevo rey de Babilonia se postró de hinojos y recitó
anunció al dios el Año Nuevo y lo preparó para el la plegaria ritual:
culto. Lo lavó y vistió y dijo las plegarias adecuadas en
su nombre. Mientras tanto, en el momento que deter- "Yo no he pecado, oh, señor de la tierra;
minaban exactamente las exigencias rituales, apareció no he ofendido a tu divinidad.
Cambises como gobernante de Babilonia. Vestía la in- No he asolado Babilonia,
dumentaria usual de la realeza; su barba estaba repar- no he expulsado a sus habitantes;
tida en tres trenzas; su cabeza ostentaba una corona de yo custodio a Babilonia,
majestad, lucía en el dedo el anillo real y en la mano no he tomado por asalto sus murallas,
232 Sholem Asch El profeta 233
no hago la guerra contra la santa morada. su tradicional ropaje regio, con la corona babilónica
¡Apiádate de mí, sobre la cabeza y el cetro de la realeza en la mano,
vierte tu gracia sobre mí, oh, dios poderosol" encabezando la cabalgata de los dioses. Toda la ciudad
sabía ya que el nuevo monarca había aceptado entera-
Concluyó su plegaria y se quedó inclinado ante el mente la religión de Bel Merodach, sometiéndose a él
dios. El Sumo Sacerdote se inclinó hacia él: y reconociéndolo como el señor de los señores en Ba-
bilonia. Él mismo, por derecho propio y también en
"No temas. Bel ha oído tu plegaria. representación de su padre, le había rendido homenaje
Hará prosperar tu reino. encabezando el desfile ceremonial con el cual ellos vol-
Ennoblecerá a tu realeza; vieran a sus moradas. No se podía pedir un símbolo
ha hecho feliz a su Babilonia; mayor para indicar que no era el dios extraño de un
ha deleitado a E-Sagila, su templo. pueblo extraño el que había vencido a las divinidades
Él, cuyos hijos son los hijos de Babilonia, babilónicas.
te bendecirá eternamente. Cuando los dioses volvieron a sus templos, no los
Destruirá a tus rivales cargaban asnos ni carros arrastrados por bueyes, como
y guiará a muchas naciones sometidas hacia ti." cuando entraran a Babilonia huyendo del avance ene-
migo. Viajaban en carros alfombrados de flores y arras-
El Sumo Sacerdote concluyó su bendición y volvió trados por largas filas de sacerdotes y lucían vestimen-
a investir a Cambises de los símbolos de la realeza. tas multicolores, con guirnaldas sobre las sienes y los
Fuera redoblaban los tambores y las trompetas en- acompañaba la sonora y triunfal estridencia de las trom-
sordecían desde las cuatro esquinas de Babilonia, anun- petas, las músicas de las flautas y arpas y los alegres
ciándole al mundo entero que el señor de los dioses, el gritos del populacho.
dueño del mundo, Bel Merodach, había tomado de su A la cabeza, en un carro cubierto de láminas batidas
diestra a Cambises cuando éste viniera a Babilonia en de reluciente oro, iba el gran Shamash. El ídolo, repre-
nombre y por derecho de su padre Ciro y lo había en- sentado en su forma humana, estaba sentado en un
tronizado y aprobado como legítimo monarca del im- trono de mármol, montado sobre la carroza. Adornaba
perio y de todos sus estados vasallos. su rostro una barba de nobles proporciones, ya que a
Ahora Cambises, como rey debidamente entronizado Shamash, el ojo derecho de Bel Merodach, el padre de
de Babilonia, tenía el deber religioso de encabezar la la diosa Ishtar, lo veneraban y adoraban en muchos
festividad de Año Nuevo y de marchar en indumentaria países como al dios sol. Los babilonios escribían mu-
de gala al frente del desfile ceremonial en que los dio- chas plegarias en su honor y le cantaban innumerables
ses e imágenes volverían a sus sedes de su exilio babi- himnos. Los notables de Sippar, donde estaba su tem-
lónico. plo principal y quienes vinieran para llevárselo a casa,
Los babilonios excedieron casi los límites de la cor- habían puesto una corona de oro sobre su cabeza y
dura en su desmedido entusiasmo cuando vieron a adornado su cuerpo con profusión de brazaletes, anillos
Cambises, el vencedor de su ciudad, quien marchaba y pendientes, para que pudiera reflejar de una manera
al frente de sus generales, sátrapas y notables, vistiendo resplandeciente los rayos del sol. Cuando la miríada
234 Sholem Asch El projeta 235
de multitudes lo veía en la procesión, con los altos —¡Oh, reina del cielol ¡Oh, diosa de la caída de la
dignatarios en sus literas, los sacerdotes, y las adeptas tardel ¡Oh, diosa del albal ¡Lozana Ishtar, gloria del
rameras en sus yacijas sagradas, un grito de júbilo bro- cielo! ¡Lozana Ishtar, reina del cielo!
taba de las gargantas de los miles de seres que cubrían Las adeptas soltaron palomas que describieron círcu-
las murallas, los tejados y las cornisas de las casas: los alrededor de la imagen con zumbido de alas. Las
mujeres que veneraban a Ishtar sacaron obleas que lle-
"Oh, Shamash, cuando apareces en la esquina del vaban junto a su pecho y que cocieran especialmente
[cielo, para la festividad, las desmigajaron y se las tiraron con
las puertas del firmamento te bendicen." gran excitación a las palomas.
Cuando pasó la carroza de Ishtar el mundo pareció
Después de Shamash venía el séquito de Sin, el dios sumirse repentinamente en el silencio. La quietud des-
luna, el ojo izquierdo de Bel Merodach. Aunque Sin cendió de los cielos como en mística nube y serenó los
era la esposa de Shamash, el dios sol, se la representa- ríos humanos que anegaban la Avenida de las Proce-
ba con forma de macho o de hembra con barba. El siones, los modeló y los redujo a una sola masa com-
carro que traía bajo un dosel a la divinidad herma- pacta, muda e inmóvil, como petrificada. El silencio
frodita era arrastrado también por filas de sacerdotes. se acrecentó y prevaleció, cautivando todos los oídos.
Pero sólo cuando había pasado empezaba a aparecer Lo impregnó todo como un lago de muerte, como un
el desfile de las deidades mayores, soberanas. pesado yugo que oprimía a todos los integrantes de la
En un carro revestido de seda persa, al cual estaban festiva multitud. Todos los ojos se fijaron en los muros
uncidos sacerdotes eunucos, apareció Ishtar, rodeada de la torre de Babilonia que erguía sus majestuosos y
por rameras adeptas. La imagen de la diosa del amor empinados flancos hasta el firmamento. Por los rectos
estaba concebida grotescamente. Tallada en ébano, era peldaños de las empinadas escaleras que descendían
tan vieja que un fino polvo se desprendía de ella. Ishtar viboreando de terraplén en terraplén, bajaba una larga
se presentaba bajo la forma de una mujer alta y del- procesión de sacerdotes de blanco que llevaban sobre
gada, tan enjuta en realidad que parecía una fina vara. los hombros una reluciente imagen, desde cuya dorada
Su rostro era siniestro y ceñudo. De una de sus largas superficie brotaban fulgurantes los rayos del sol. Trans-
orejas pendía un arete redondo. En la mano llevaba currió una larga hora antes de que llegaran al pie de
dos palomas que oprimía contra su flaco pecho. Aquel la escalera la imagen y su séquito, pero durante la larga
ídolo había sido santificado durante siglos y traído des- y fatigosa espera el pueblo permaneció inmóvil, como
de lejos, de una ciudad existente sobre las riberas del petrificado. Gradualmente rompió el silencio una suave
Tigris. También lo veneraban y consideraban sagrado plegaria, salmodiada con lentitud, que creció poco a
los habitantes de Babilonia. Cuando apareció la pro- poco hasta convertirse en terrible gemido, en el sinies-
cesión de eunucos que traía la carroza y se vio a la imagen tro sollozo de centenares de bocas, en un himno y un
rodeada por las rameras adeptas y sostenida por los sa- canto contenido. Las puertas de bronce de E-Sagila se
cerdotes, la multitud estalló en aclamaciones ensorde- abrieron de par en par y en el vano aparecieron las
cedoras y muchos, sobre todo mujeres, se postraron en primeras filas de sacerdotes. El pueblo permanecía aún
tierra y gritaron: transfigurado en sus sitios. Erecta y rígida, fué saliendq
236 Sholem Asch El profeta Ü37
fila tras fila de aquéllos, cantando un himno de ala- permíteme estar sano y no sufrir daño!
banza al lento compás de un tambor oculto. Cuando Para que yo pueda alabar tu divinidad,
la procesión con la figura del dios se acercó más al hazme conocer tu voluntad y será ejecutada."
pueblo, la gente reaccionó a su vez gradualmente de su
quietud y, liberada del hechizo de su atónita inmovi- Fué entonces cuando apareció, junto a las puertas
lidad, cayó en compacta masa de seres humanos de cara de Ishtar, Cambises el hijo de Ciro, flamante rey de
al suelo, y quedó tendida allí, silenciosa e inmóvil, co- Babilonia, acompañado por Gubaru, el viejo goberna-
mo un mundo de piedra. dor de la ciudad, los sátrapas y generales y toda su
Los sacerdotes transportaron entre las silenciosas ca- comitiva. El rey se adelantó y dejó un poco más atrás
lles de adoradores la imagen de Bel Merodach, erguido a sus acompañantes.
en toda su gigantesca estatura, tocado con una corona Entonces, toda Babilonia vio que Cambises caía de
de oro, la tejida vestimenta recamada de piedras pre- cara al suelo ante Bel Merodach y los dioses del país,
ciosas y cubierta de dibujos místicos y de un prodigioso probando así en forma evidente su sumisión y venera-
simbolismo. Mientras avanzaba gemían elogios y exal- ción de las deidades de la ciudad.
taciones del gran dios, con voces débiles y contenidas. El júbilo embargó a los babilonios y una estruendosa
La muchedumbre estirada en el suelo temía mover una aclamación resonó una y otra vez desde un confín al
pierna o alzar la cabeza para mirar a Bel Merodach, de otro de Babilonia:
modo que se quedó rígida, inmóvil, petrificada, hasta
que los sacerdotes llegaron con su ídolo al estrado, que "Grande es Bel Merodach, señor del cielo y de la
era una reproducción, en menor escala, del templo de [tierra,
E-Sagila, con sus terraplenes cuadrados superpuestos, escudo de todo el que ha nacido de hombre."
con un altar de trípode en cada piso. Levantaron al
ídolo y lo instalaron sobre el estrado. Luego vino Sha- Bel Merodach fué instalado en la Avenida de las
rezer Bel, el Sumo Sacerdote, con el rostro y la coro- Procesiones, rodeado por los dioses de Babilonia: Sha-
nilla rasurados y con un mandil rojo —en que, habían mash, Sin y todo el panteón. Y así como Merodach era
pintado llamaradas— sobre el cuerpo desnudo. Tomó un el dios de todos los dioses del cielo, también era el
puñado de especias de un platillo de oro colocado ante rey de todos los reyes de la tierra. El mundo entero
el altar, las arrojó sobre los carbones de éste y comenzó estaba postrado a sus pies; la torre de Babilonia re-
a orar por la paz de Babilonia, la ciudad y sus habi- montaba su "ziggurat" hacia los cielos y los jardines
tantes. colgantes de la ciudadela de Nabucodonosor apenas eran
Sólo cuando hubo terminado la plegaria se atrevió la el telón de fondo de su esplendor. Ante él, en vasto
multitud a alzar el rostro del suelo, a tender los brazos despliegue, se extendían Babilonia y sus suburbios, to-
hacia la dorada imagen de Bel Merodach y a proferir, das sus torres y chapiteles, sus fortalezas, canales y ca-
reverentemente inclinada, la súplica del Año Nuevo: s a s . . . Era la reina del universo. Y allí, frente a Bel
Merodach, de cara al suelo, yacía Cambises, el rey mor-
"¡Merodach, señor de los señores, por tu exaltada tal de la tierra toda, el nuevo soberano de Babilonia, a
[orden, quien Bel guiara de la diestra y sentara sobre el trono
238 Sholem Asch El projeta 239
de la majestad para determinar los destinos del mundo dieron totalmente el dominio de sí mismos y hasta
y de sus pueblos. Los generales del rey y los gobernan- olvidaron a Bel Merodach. Sus ojos sólo contemplaban
tes que eran sus vasallos habían reverenciado al dios, a "La Mujer de Babilonia", símbolo de todo lo que
inclinándose ante él uno tras otro y cayendo en la más representaba la ciudad.
absoluta sumisión de cara al suelo. Cuando Gimil bajó del trono para bailar la danza
Una nube roja se elevó de la ciudad, desde la Aveni- sagrada ante el dios Bel Merodach y los babilonios vie-
da de las Procesiones, y se extendió por la faz del cielo ron el erótico temblor de sus senos, las sinuosas contor-
nocturno. Brotaba del mar de antorchas y hogueras siones de su cuerpo, los rítmicos movimientos de sus
encendidas de acuerdo con la costumbre de las grandes hombros y su cuello en su resplandeciente sensualidad,
festividades. La dorada cabeza de Bel Merodach, con le hicieron el más grande de los homenajes que estaba
su corona de oro y su vestimenta ricamente bordada con a su alcance. Gritaron y vociferaron: ^0 l ^ --
piedras preciosas, brillaba bajo los fulgores del cre-
cúspulo. En aquel momento crítico Gimil apareció en "Tus pechos se hinchan de leche para el dios como
la Avenida de las Procesiones, sentada en un trono de
oro que sostenían sobre sus cuellos filas de sacerdotes [para el hombre,
esposa de Merodach, Mujer de Babilonia."
castrados, desnuda hasta el ombligo, la rodeaban rame-
ras adeptas. Parecía flotar en el aire y la exaltaban
todas las jerarquías de que sólo podía disfrutar la con-
sorte de Bel Merodach. Su título era ahora "La Mujer
de Babilonia". El Sumo Sacerdote de Bel Merodach
había anunciado que Gimil era una diosa, protectora
de los niños de Babilonia. Así como el dorado brillo de
Bel Merodach era iluminado por la nube roja de las
hogueras celebratorias, así también la rosada lozanía
de las desnudas carnes de Gimil reflejaba el ígneo res-
plandor que daba una tonalidad de vida a la Avenida
de las Procesiones. Mientras pasaba así con sus descu-
biertos pechos, a buena altura sobre el pueblo, soste-
nida por las espaldas de sus sacerdotes y rodeada por
sus adeptas, el sonido de las flautas y el vibrar de los
tambores acompañaba su avance y parecía un ídolo en
el cual, con todo, se agitaba misteriosamente un hálito
de vida.
Cuando los babilonios vieron su rosado cuerpo que
se estremecía sobre el rojo fondo del resplandor del
cielo, se apoderó de ellos un verdadero frenesí y sus
sentidos casi desfallecieron en apasionado éxtasis. Per-
El profeta
Así se quejaba Zacarías, de la Casa de Zattu, obeso
fabricante de ceñidores, que vendía sus mercancías en
el mercado principal.
—Fuimos unos tontos al escuchar las vacuas charlas
del profeta, ese vientre hinchado lleno de viento del
este.
CAPÍTULO II
—¿De qué estás hablando? ¿Crees que los babilonios
Ayer todos los ojos se volvían hacia el profeta y la no les dicen muchas frases piadosas a sus dioses? ¿No
gente esperaba ansiosamente sus palabras, consideran- has oído sus plegarias y cantos, las cosas que le cantan
do un tesoro cada una de las sílabas que profería como a Shamash? También tú puedes orarles a sus dioses.
destilada esencia de la verdad de Dios, enviada por in- ¿Sabes qué me dijo Nathan de Tel Melach? Segura-
termedio de él a Su pueblo. ¿Y ahora? mente conoces a ese hombre. Me suministra lana. Su
vaca no dio leche durante tres meses y sus ovejas se
Cuando se supo entre los exilados judíos que Bel
volvieron estériles. Le oró a Jehová... y no obtuvo
Merodach había "tomado a Cambises de la mano" y
respuesta... ni la más mínima. Entonces uno de sus
que el hijo de Ciro, a su vez, había hecho acto de su-
vecinos le dio un buen consejo. Le dijo: "Consigúete
misión a Bel Merodach, proclamándolo dios de los
un diosecillo de arcilla doméstico, una imagen de Bel
dioses, señor de Babilonia y de todos los reinos que
Merodach. Puedes comprarlo en el mercado." Nathan
subyugara, pero no había reconocido al Dios de Israel,
trajo a su casa una figurilla de Bel Merodach y quemó
como lo predijera el profeta, un gran temor se apoderó
un poco de incienso ante ella. Inmediatamente sus vacas
de ellos. Isaías los había engañado y hecho pasar por
empezaron a dar leche y sus ovejas concibieron sin
tontos. Eran objeto de desdén y burla, los dioses los
demora. Los dioses quieren sangre y no la vacua charla
rechazaban como si fueran leprosos. Todos los pueblos
de los labios. Tenías razón, Zacarías.
vivían y prosperaban a la sombra de la protección de
Bel Merodach, disfrutando de su herencia y beneficián- Un centenar de bueyes salvajes, cien terneros y qui-
dose de la gracia de sus gobernantes. Sólo los judíos nientas terneras y mil cabritos recién destetados le
estaban exilados aún de su país y vagabundeaban co- fueron ofrendados por Gubaru como sacrificio a Bel
mo una oveja descarriada, varada, desnuda y despro- Merodach en la víspera del Año Nuevo. Todo el cuerpo
vista de todo, en tierra extraña, sin la protección ni el sacerdotal de Bel Merodach y Shamash se ocupó del
favor de ningún rey ni de Dios. holocausto. Sólo la grasa y los pulmones fueron que-
mados sobre el altar; los montones de carne sobrantes
^Mientras pudimos alimentarlo con sangre, con se repartieron entre los peregrinos y los soldados de
bueyes y corderos, con vacas y ovejas, mientras el tem- Ciro. Gubaru ordenó que todos los taberneros distri-
plo estuvo en pie y ofrendamos sacrificios en Su altar, buyeran bebidas fuertes y vino fermentado para que
Jehová se acordó de nosotros y de vez en cuando nos todo aquello pudiera hallarse en Babilonia y el pueblo
defendió. ¿Qué beneficio le brinda el que estemos aquí lo obtuviera gratuitamente y se divirtiera sin trabas.
ahora? ¿Frases agradables, salmos de alabanza? Los dio- La Casa de Murashu abrió sus almacenes y regaló bol-
ses tienen sed; los dioses quieren sangre, no el hálito sas de cebada, cestos de aceitunas, cántaros de aceite y
de las palabras.
242 Sholem Asch El profeta 243
toneles de vino de dátiles: todos podían venir a lle- El profeta veía y oía todas estas cosas que sucedían a
varse lo que querían. su alrededor como si tuviera mil ojos y oídos. Dios agu-
—Durante toda esa noche las mujeres prepararon tor- dizaba y desarrollaba todos sus sentidos. Hasta los poros
tas, los cocineros asaron carne y en el templo de Ishtar de su piel parecían absorber todo el dolor y la angustia
las rameras adeptas, y en realidad todas las mujeres, que sufría su pueblo. Isaías se trocó en portador del su-
se consagraron totalmente a calmar la concupiscencia frimiento. Su cuerpo recogía todas las miradas ponzo-
de todos los hombres que pasaban. Así los babilonios ñosas lanzadas como flechas contra su dios. No culpaba
vivieron tres turbulentos días de ebriedad, glotonería de todo esto a Israel ni consideraba rebeldes y audaces
y fornicación. Eso es lo que se llama un verdadero culto. a los exilados: Sentía todo su dolor y toda su angustia
Algo que se puede sentir y en que se puede participar. en la medida de su amor por ellos, aquel amor que es-
¡No como lo que nos aconsejarían nuestros profetas, taba en todos sus nervios y fibras. ¿Qué culpa tenían?
que nos hablan de rezar y ayunar, ayunar y rezar! Nada Niños rechazados y expulsados, abandonados por sus
tiene de asombroso el que Bel Merodach les ayude a padres, habían sido el blanco de todo el desprecio en-
sus devotos y nuestro Dios nos olvide. ¿Con qué se lo viado por Dios contra ellos. Los habían despojado de
recordamos? todo; por eso sentían tanta amargura. El pacto hecho
Así se expresaba Zacarías, no sin un dejo de envidia por sus padres con el Dios de los dioses seguía conmo-
en la voz, lamiéndose la baba que se le escurría por las viendo sus almas, aunque las promesas contenidas en
comisuras de la boca sensual. él no habían sido cumplidas. Lo que rebosaba ahora
—¿Qué os sucede hermanos? ¿No pecaron bastante sus corazones era la ansiedad y el desencanto por las
contra Dios nuestros antepasados para que debamos aña- promesas no cumplidas.
dir pecados a sus agravios? —dijo Rahum, de la Casa Pero, con todo eso, Dios le dio la oportunidad de ver
de Zukkai, tratando de amonestarlos. y oír en mil formas que el pacto seguía siendo algo fir-
—Jehová existió en otros tiempos. Ya no existe. Vivió me y existente. Advirtió que, desde la creación misma
antaño en Judea, pero ahora estamos en Babilonia. Y del mundo hasta ese día, no se había hecho entre sus
en Babilonia, sólo hay un dios capaz de ayudarnos. Es antepasados y Dios un convenio tan fuerte y sólido.
el dios ante quien se inclinan ahora los babilonios y Día tras día, sin cesar, Dios aguzaba los sentidos del
en realidad todos los demás pueblos: Bel Merodach. profeta para que pudiera distinguir al Dios que moraba
Pero las más desencantadas eran muchas de las espo- en Israel. De día en día, le revelaba con Sus hechos y
sas de los exilados, quienes se entregaban ahora abierta- obras qu$ Su ojo estaba abierto y vigilante para Israel,
mente al culto de Ishtar. En forma desvergonzada y fla- que Él no había abandonado a Su pueblo, que seguía
grante empezaron a frecuentar su templo y a participar siendo su Escudo y su Refugio; que era como un padre
en los ritos. Prepararon tortas votivas para las palomas que cuida de Su hijo.
que revoloteaban alrededor del santuario. Como las ¿Y no era en realidad Dios la causa primera, el padre
babilonias, se sentaban sobre los peldaños, dispuestas a y la madre por asi decirlo de todas las cosas existentes?
prestarse a la prostitución como cualquiera de las adep- ¿Acaso no derramaba Él su incomparable amor sobre
tas. Muchas de aquellas mujeres traían a sus casas toda Su creación? ¿Y no era en la fuente del Divino
figurillas de arcilla o de piedra de la diosa. amor donde obtenían todas las cosas creadas el senti-
^4
244 Sholem Asch El profeta 245
miento del amor maternal? Este amor es la primera maternal? ¿Quién puede decir que el Creador de todas
y principal condición de la existencia de todos los se- las cosas, el que vive eternamente, el Dios de Israel, se-
res vivientes. ¿Y acaso no vemos a diario lo singular de ría capaz un día de rechazar a Su pueblo?
la maternidad revelado en todo ser viviente? ¿No ve- El profeta fué a los espacios abiertos de la ciudad y
mos acaso cómo saben reprimir los pájaros su hambre a los mercados, a las callejuelas oscuras de los herreros
o su sed para traer al nido hecho para sus pequeños y los artesanos, a los patios donde estaban sentados los
la baya o el gusano que han encontrado? ¡Cuántas grupos de exilados dedicándose a sus respectivos oficios.
veces había visto él, Isaías, en las riberas del Eufra- Se acercó a los estancos de los artesanos y advirtió su
tes, cómo el águila traía y depositaba una langosta en decaimiento y falta de confianza y del sentimiento de su
los abiertos picos de sus aguiluchos, quienes le tendían propio valor, notó sus agobiadas espaldas, su desaliento
confiadamente el pescuezo, sin plumón aún! y su desesperación. Les habló y trató de consolarlos:
—Mirad. .. —comenzó el profeta, con su aire habitual
al hablar con Neraías. "Pero Sión dijo, el Señor me ha abandonado
Señaló a los aguiluchos que tendían sus tiernos pes- y mi Señor me ha olvidado.
cuezos desde sus nidos de las rocas. ¿Puede olvidar una mujer al niño a quien da el
—¿Ven vuestros ojos a esos pequeños? Son Israel. Así [pecho?
como su vida depende del alimento traído por la boca ¿Puede no apiadarse del hijo de sus entrañas?
de su madre, así depende Israel de la salvación de Dios. Sí, quizá ellos olviden,
¿Les negaría su amor a sus hijos Él, quien derramó un pero yo no te olvidaré.
amor maternal sobre Su creación? Pero Israel dice que Mira, te he grabado sobre las palmas de mis manos;
Dios lo ha abandonado. tus muros están siempre ante mí."
Cierto día, mientras caminaba por el mercado de
esclavos, el profeta vio a una cananita y a su hija pa- —Bonitas frases para los legañosos de las tabernas.
radas sobre el estrado de las subastas. Un ávido com- —Ese charlatán vagabundeaba por las calles y se jac-
prador la había elegido ya como concubina y u n se- taba diciendo: "Bel se inclina, Nebo se agacha."
gundo comprador quería quedarse con la niña. El ven- —Bel se inclina... ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya una broma! Ese
dedor de esclavos, un asirio, trató de arrebatarle la hombre debe de ser un poco chiflado. Cambises se in-
hija a la madre. Como una tigre, la cananita se lanzó clina . . . ante Bel. Cae a sus pies. ¡Y este hombre afirma
sobre el vendedor, le arrebató a su hija de las manos y que es un profeta!
la ocultó bajo sus rodillas. Escudando a la criatura con —¡Echadlo a pedradas! ¿Qué está haciendo en Babi-
todo su cuerpo, repelía al vendedor. De ningún modo lonia, después de todo? ¡Que Vuelva al lugar de donde
permitiría que le quitaran al fruto de sus entrañas. vino!
Este trágico espectáculo no era único. Casi todos los Pero el profeta parecía no advertir que era el blanco
días en el mercado de esclavos de Babilonia se represen- de aquellas injurias, tan absorto estaba en las visiones
taban ante los ojos del profeta escenas análogas. Y éste que se agolpaban ante sus ojos. Ante quienes murmura-
se preguntaba repetidas veces: ban y hacían llover sobre él amenazas y denuestos des-
—¿Quién ha dotado a los seres vivientes del instinto plegaba los vastos horizontes del regreso a Sión. Sobre
246 Sholem Asch El profeta 247
el telón de fondo de la desesperación y la pérdida de boquiabiertos inclinaron sus rostros y sus barbas hacia
toda esperanza pintó un cuadro desvinculado de la reali- él, como si pudieran escuchar mejor así y las lágrimas
dad para la gente simple del mercado. Con todo, el nú- fluyeron de sus oscurecidos ojos.
mero de aquellos a quienes cautivaban sus palabras El salvaje amor del profeta por Israel no conocía lí-
iba en aumento. Los seducía su voz, ora persuasiva, ora mites ni lo desviaban los sucesos decisivos ocurridos
cantarína, con su acento de fuerte confianza: poco antes en Babilonia. Cambises, el hijo de Ciro, po-
día haber anunciado que Bel Merodach, aquel fetiche,
"Mira a tu alrededor y contempla; era su dios: pero a pesar de todo lo sucedido, los oídos
todos esos se reúnen y han venido a ti. del profeta sólo escuchaban aún el anuncio del Dios de
Vivo yo, dice Jehová, que de todos Israel a los pueblos del mundo, ordenándoles que vi-
como vestidura de honra, serás vestida; nieran y le ayudaran a Israel al volver a su país:
y de ellos como novia te ceñirán.
Hasta los hijos de tu orfandad "Así decía el Dios Jehová:
dirán a tus oídos: mirad, levantaré mi mano hacia los gentiles
angosto es para mí este sitio: y levantaré mi bandera ante los pueblos
apártate por amor a mí y traerán en sus brazos a sus hijos
para que yo more. y tus hijas serán traídas sobre sus hombros."
Y en tu corazón dirás:
¿quién me ha engendrado a éstos? Pero esto era demasiado para el pueblo. ¡Qué exa-
Ya que yo había perdido a mis hijos gerada confianza cuando ya los hechos habían probado
y estaba desolada... la falsedad de las predicciones! ¿No había sucedido
¿Quién ha criado a éstos?" nada en la Avenida de las Procesiones en Año Nuevo?
Entre la congregación se oyeron risas y silbidos.
—Bel Merodach los engendró —gritó una voz burlona. —Es un falso profeta, que desvaría cada vez más. Su
Pero era solitaria. Todos los demás rodeaban en silen- boca se llena de pompas de jabón.
cio al profeta. Y lo escuchaban. Isaías había vuelto a —¡Un propagador de ilusiones!
cautivar sus corazones. Aunque hubiera urdido las vi- Luego, se oyó una mezcolanza de gritos insultantes:
siones en su imaginación, aunque sus vaticinios fueran — ¡Embustero! ¡Enredador! ¡Charlatán!
los errores de un vidente que se engañaba a sí mismo, —Es un hechicero. Saca las palabras de su boca como
les contagiaba su entusiasmo y sus sentimientos. A los si fueran cintas.
que nadie les trajera consuelo, como él, les resultaba El profeta no se arredró: Permanecía inmóvil en me-
dulce escuchar esas palabras confortantes en su amarga dio de la algarabía y simplemente alzó la voz entre la
desesperación. lluvia de maldiciones e imprecaciones y siguió pintando
Por eso se oyeron gritos entre la concurrencia: "¡Dé- la grandeza de Israel en los tiempos futuros:
jenlo! ¡Déjenlo hablar! ¡Déjennos oír lo que quiere
decirnos hoy!" "Y reyes serán tus ayos
Dos viejos parados a su lado y que lo escuchaban y reinas tus amas de leche.
248 «i^f"~ Sholom Asch El profeta 249
Se inclinarán ante ti con la cara hacia la tierra como cuando se le apareciera estando él entre los hijos
y lamerán el polvo de tus pies." del profeta en el patio del templo en Jerusalén, pero
consolada, ahora, ya que Dios había enjugado sus lá-
—¡Ja, ja, jal Está loco. ¡Ha perdido el juiciol grimas, recompensándola con el nombre de "la que da
Muchos de sus oyentes estaban furiosos. Algunos lo esperanzas". Sobre sus mejillas se veían aún las lágri-
revelaron con sus risas, otros meneando la cabeza. Los mas, pero en ellas brillaba el resplandor de la gracia
gritos ahogaron por completo la voz del profeta. Sólo que le trajera la flamante misericordia. La medida del
los devotos prosélitos que nunca dudaron de él hasta amor maternal que Dios les otorgara a Sus criaturas
en los tiempos más recientes y a quienes todavía deleitaba la daban las arrugas y los surcos esculpidos en sus fac-
y seducía su magia, lo escucharon hasta el fin. ciones. En sus ojos brillaban las lágrimas, pero los ilu-
minaban también los rayos de la confianza, la fuerza
Desde entonces, al profeta lo humillaban dondequiera y el consuelo que derramara sobre ella la promesa de
aparecía, en las sinagogas, en los mercados y en los pa- Dios.
tios donde se reunían los exilados. Hasta los betlemi- La madre estaba exaltada y jubilosa. Ya no era sola-
tas, quienes lo siguieran hasta entonces fielmente y lo mente la celestial y trascendental madre de Israel; tam-
protegieran de todo mal, parecieron abandonarlo. Ne- bién era un símbolo de la maternidad eterna y univer-
raías, el hijo de Seraías, lo obligó a volver a la cabana sal, porque en el nuevo concepto del profeta el amor
de su padre, junto al canal, donde aquél había vuelto de Dios simbolizado por la misericordia de una madre
a instalarse cuando levantaran el sitio de Babilonia. Y abarcaba toda la creación. El Dios de Israel era el
lo llevó a su choza de cañas, donde el profeta se quedó único Creador, no había nada a su lado, sólo Él. No
sentado esperando la palabra de Dios. podía tolerar la existencia de otros dioses y establecer
En realidad, la palabra de Dios le llegó nuevamente relaciones con ellos, como las existentes entre Bel Me-
en las visiones que contempló en las noches claras que rodach y Nebo. Era el Dios Único y Existente y no
se posaran sobre Babilonia con pálido resplandor. Esas había otro. La Creación no podía alcanzar la perfec-
noches parecían un largo crepúsculo, ni el día ni la ción que Dios le había destinado hasta que volviera a
noche, sino una suerte de limbo oscurecido, como si Él y sólo a Él; hasta que obtuviera de Él Su amor y Su
Dios hubiese derramado sobre Babilonia un poco de gracia. Tal era el proyecto de Dios desde el comienzo
luz de su reserva oculta, a modo de señal y augurio de los tiempos. Traer esta idea de Dios al marco de
para Israel de que los judíos debían regocijarse y de- las cosas creadas era la finalidad de todo lo existente y
positar su fe en él. Por eso las visiones que acosaban al el camino que llevaba a la redención.
profeta en aquellas claras noches babilónicas contrasta- La venida de Ciro se le aparecía muy claramente
ban totalmente con la angustia y desesperación que des- como un paso más en la ruta del rescate, a pesar de
garraba los corazones de los desterrados en esa época. una tortuosa desviación del camino directo. El proceso
En sus cavilaciones Isaías comenzó a hacer más con- de redención había comenzado; no había poder capaz
creto su concepto del amor maternal de Dios por Israel. de detenerlo.
Lo veía como una madre simbólica del pueblo judío: Cierto día, poco después de haber sido coronado Cam-
una madre trascendental, una Raquel celestial, algo así bises rey de Babilonia y de haber adoptado la religión
250 Sholem Asch El profeta 251
de Bel Merodach, Zerubabel y Jeshu visitaron secreta- la de Babilonia. Entonces vendrá otro heraldo para
mente a Isaias en la cabana de Neraías para ponerlo en cumplir la etapa siguiente. Ese heraldo, como Senaque-
guardia contra la tempestad que estallara contra él rib, Nabucodonosor y Ciro, creerá que él es el centro de
entre los exilados y aconsejarle que se marchase de los acontecimientos, que todos los propósitos se cum-
Babilonia y olvidara su sueño. plen en él, así como el gusano que se arrastra sobre una
Zerubabel le preguntó si sabía que Cambises, el he- hoja de col cree que la verde extensión que lo rodea
redero de Ciro y su representante en la realeza, se ha- es el universo. Pero todo tiene su tiempo y su lugar;
bía postrado en Año Nuevo a los pies de Bel Merodach, todo corresponde a una sola finalidad que es el rescate.
anunciando en su propio nombre y en el de su padre —Pero no me parece conveniente que hayas venido
que el dios lo había tomado de la diestra y traído a a un pueblo humillado, entristecido y desesperado y les
Babilonia. Con las facciones empañadas por un gran hayas anunciado que esa salvación y liberación estaban
dolor Zerubabel agregó: muy próximas si tus palabras no debían cumplirse —di-
—Dijiste que Ciro era el Mesías de Dios y que Él lo jo tristemente Zerubabel—. Mira el estado actual de
llevaba de la diestra y sometía a las naciones a sus pies. Israel. Todas las naciones que existen a su alrededor
—¿Quién es ese Ciro para que Dios se preocupe de se regocijan, entonando cantos y alabanzas a la imagen
él? Un asno ciego a quien Dios unció al carro hasta que lo de Bel Merodach; son los mismos péanes que Israel
relevaran. ¡No difería de los asirios ni de los babilonios, esperaba ver brotar de todos los labios en honor de
quienes también eran unos asnos ciegos, uncidos a los Jehová, el Dios de Israel, como se lo anunciaras tú.
molinos de Dios antes aun de que apareciera Ciro en Los reyes se están postrando no ante Dios sino ante
el escenario! "Te obligaré a hacerlo aunque no me co- Bel Merodach. Nada ha resultado como lo predijiste.
nozcas", me dijo el Todopoderoso en una visión, refi- ¿Te asombra pues, profeta mío, que Israel le esté vol-
riéndose a Ciro. Lo obligó a hacer Su tarea. Aun antes viendo la espalda a su Dios? Los judíos dicen: "Dios
de que el mundo emergiera del caos primitivo, el Dios nos ha olvidado. Acerquémonos a Bel Merodach y una-
de Israel había señalado el camino de la redención. mos nuestras plegarías a las de todas las naciones, rin-
Para esto manda a Sus emisarios a satisfacer Su deseo diéndole culto."
paso a paso, etapa por etapa. Para Sus hechos usa tanto —¡No! ¡No! Las naciones no veneran a Bel Merodach:
el bien como el mal, ya que ambos son la obra de Sus es al Dios de Israel a quien veneran —interrumpió el
manos. Creó la luz y también la oscuridad; porque creó profeta, con voz sonora—. Antes aun de que lo conocie-
al heraldo de cada etapa y determinó Su instrumento ran Dios había sembrado en sus corazones la pasión
desde el principio. Designó a un representante para por Él. La sed inspirada por el Dios de Israel arde en
que obrara como vara de Su indignación para castigar sus huesos como el fuego; y esa sed enciende la necesi-
a Israel y nombró a otro para curar sus heridas. Así dad de las plegarias y los salmos que ellos dicen ante
como usó a Senaquerib y a Nabucodonosor como vara los ídolos hechos por el hombre. Lo buscan a tientas a
de castigo, así también eligió a Ciro para ejecutar esta Él en las tinieblas y, como no logran encontrarlo, abra-
etapa inmediata de Sus planes: reintegrar a Israel a su zan ídolos de madera y de piedra, llamándolos el dios
país y a su heredad. Cuando Ciro haya ejecutado su vo- único y existente. Como una madre a la cual han arre-
luntad, decidirá su suerte como decidió la de Asiría y batado su hijita a sus mimos y que abraza a la muñeca
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252 Sholem Asch El profeta 253
sin vida que ésta le ha dejado, abrazan y oprimen con- La declaración del profeta hizo enmudecer de asom-
tra su corazón esos pueblos a sus ídolos. Dios es lo que bro a Zerubabel y a Jeshu. Como estaban sentados fren-
desean y ansian y es eso, el deseo del rescate, lo que te a él, los impresionó profundamente el fervor de su
brota con violencia de sus gargantas en los cantos de fe. Porque no sólo decía palabras fuertes y firmes. Sus
alabanza a sus ídolos. Por eso Israel debe volver a su ojos, hundidos en las órbitas, fulguraban con una indo-
país. No por nosotros mismos, sino para ser un instru- mable e inconfundible sinceridad y verdad.
mento que prepare a todas las naciones del mundo Finalmente Zerubabel dijo:
para la verdadera redención. —|Escucha, oh profeta! Ruégale a Dios que Su vo-
—Pero. .. ¿no tiene Israel una finalidad propia? ¿De- luntad se haga pronto, porque el tiempo pasa y la gen-
be vivir siempre para los demás? te que vive en el exilio desborda amargura y cree que
—Israel es el instrumento de Dios, Su santo siervo; Dios la ha engañado y alucinado. Tus enemigos se
desde el seno de Su madre lo destinaron a ser una luz multiplican rápidamente y son cada vez más poderosos.
para las naciones Tal es la voluntad de Dios y Su pen- No son ya solamente Mordecai-Gad, Malchaya Gavra
samiento desde el principio. Así como la flecha arro- y otros de su calaña, sino que hasta los ancianos de Judá
jada por el arco del arquero diestro vuela en línea recta de mayor jerarquía en las sinagogas, los sacerdotes y los
hacia el blanco y no se desvía sin haberlo alcanzado, levitas también hablan contra ti. Lo mismo hacen, en
así se cumple en forma segura la voluntad de Dios. realidad, los hijos de los profetas. Todos te llaman
Dios ha atado y uncido a esa voluntad a las naciones engañador y seductor porque induces al pueblo a la
del mundo; su objetivo es devolver a Israel a su p a í s . . . desilusión, infundiéndole vanas esperanzas. Creo en ti,
Sea que lo quiera o no. También Ciro tendrá que cum- creo que tus palabras se cumplirán; lo mismo cree
plir la voluntad de Dios. Podrá postrarse todo lo que Jeshu, que está aquí. Pero entre el pueblo se te califica
quiera ante Bel Merodach, podrá abrazar a Nebo y de falso profeta. Esto implica un peligro para tu vida.
llamar a Shamash su padre y a Sin su madre, pero cuan- Neraías, cuídalo bien. No lo dejes ir a las sinagogas ni
do se trate de obrar habrá de hacer la voluntad de Dios, andar por las calles, porque lo están buscando los agen-
ya que Dios le ordena a Su siervo. Dios ha abierto mis tes de Mordecai-Gad y los guardias de mi padre. Su vida
oídos y he podido oír. corre peligro.
El profeta alzó la voz. —Dios no permita que yo haga eso —dijo humilde-
—Dios puso comprensión en mi oído y tuve que sa- mente Neraías, quien se había retirado hasta entonces
ber. He bebido Sus palabras como un fuerte licor y a un modesto segundo plano y guardaba silencio—. ¿Có-
Su verbo ha penetrado en mis huesos. Dios lo ha gra- mo puedo atreverme a tratar de impedirle al profeta que
bado en las tablillas de mi corazón y . . . ¿quién lo bo- les traiga la voz de Dios a los exilados? ¿Pudo mi parien-
rrará? Tal es la palabra del Dios Jehová, quien le dice te Baruch detener a Jeremías? ¿Sería posible, Dios no lo
a Ciro: "Pastor mío, cumplirás todo lo que yo exija." quiera, que el profeta rehuyese su tarea?
Y le dice a Jerusalén: "Serás construida." Y al templo:
"Serás fundado." Ni el hijo de Ciro, ni ningún otro
representante suyo, pueden obrar por él: sólo Ciro ha
sido elegido por Dios para ejecutar su voluntad.
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El profeta
ban implícitamente en él, sino al patio de los Mercade-
res de la Feria. La mayoría de éstos eran zapateros, sas-
tres y orfebres, y vivían, como todos los desterrados, en
pequeños establos cerca del mercado principal, donde
tenían sus talleres y estancos. Entre ellos se alojaban
también los agricultores y pastores de Tel Aviv, quie-
CAPÍTULO III nes venían a Babilonia a comprar o a vender y se veían
obligados a quedarse unos días. Y había alfareros y
Una gran tempestad se estaba incubando alrededor otros artesanos de Betel quienes se alojaban allí hasta
del profeta. A sus enemigos primitivos, la Casa de Mu- liquidar todas sus existencias de cacharros de barro y
rashu y sus parciales, quienes se opusieran desde el pri-
de arcilla.
mer momento a que predicara en las sinagogas y mer-
cados, se añadían ahora los piadosos dirigentes de las El profeta, al aparecer entre ellos, había avivado con
congregaciones, los ancianos y los sacerdotes. A muchos la fiereza de su espíritu la chispa de la esperanza de
de los desterrados se les habían abierto los ojos ante rescate que ardía aún bajo las cenizas de la desespera-
el grave peligro que significaban las palabras y los actos ción hasta convertirla en una verdadera llama. Gracias
del profeta. La catástrofe inminente no sólo amenazaba a la esperanza suscitada por Isaías, no sólo confiaban
a los exilados, ya que el profeta había vaticinado que en ser rescatados ellos de Babilonia. Confiaban en el
Ciro estaba dispuesto a devolverlos a su país. Los judíos rescate de todas las naciones inclusive de los propios
parecían enfrentados con una expulsión en masa a Ju- babilonios, y en que, al propio tiempo, reconocerían al
dea sin ser liberados ni rescatados. Veían una pérdida Dios Ünico, Existente y Viviente, el Dios de Israel. En
de la fe en Dios por no haberse cumplido los vaticinios su sencilla fe, aquella gente aceptaba a pie juntillas las
y la promesa del profeta. A causa de ello, quienes se apasionadas y poéticas frases con que el profeta les
oponían a Isaías por razones egoístas se aliaban a los pintara el brillante porvenir. En su inocencia, se ha-
que intentaban suprimirlo por razones religiosas. Por bían convencido sinceramente de que Ciro, el conquis-
eso, a la Casa de Murashu se agregaron los sacerdotes, tador de Babilonia, no sólo reconocería al Dios de Israel,
los levitas y los ancianos, sobre todo los que se sentaban sino de que reintegraría a Israel, como un solo cuerpo,
en la gran sinagoga del palacio de la Casa de David, a la tierra de sus antepasados; que se cumplirían los
concedida al rey Conías por Evil Merodach. Ahora to- vaticinios del profeta; que los reyes serían los ayos y
dos los jefes de los exilados se habían alineado contra las reinas las amas de leche de sus hijos. Se habían
Isaías, decididos a poner término a su perniciosa in- jactado y vanagloriado ante sus amables vecinos de las
fluencia. profecías y promesas de Isaías. Luego ocurrieron los su-
cesos de la fiesta del Año Nuevo y los babilonios, in-
Zerubabel y otros que amaban al profeta intentaron mediatamente, comenzaron a burlarse de ellos y a es-
en vano disuadirlo de entrar a las sinagogas hasta que carnecerlos con gritos insultantes:
pasara el peligro. Todas sus advertencias y súplicas fue-
—¡Bueno, bueno! ¿Y cuándo te propones marcharte
ron inútiles. Apenas llegaba el sábado el profeta iba
a Judea? Conque los reyes y las reinas criarán a tus
allí, y no a la sinagoga de los betlemitas, donde conser-
hijos... ¿eh?
vaba aún varios simpatizantes y adeptos quienes confia-
256 Sholem Asch El profeta 257
Para colmo de males, y como si no bastara con aque-
silencio sombrío y caviloso cuya tonalidad lúgubre se
llas expresiones de desesperación y amargo desencanto,
acentuó al propagarse por la multitud un contenido
los hermanos de la Casa de Murashu enviaban a sus
murmullo. Pero el profeta no advirtió nada de parti-
agentes para incitar a esos hombres contra el profeta.
cular. No vio nada. Su corazón desbordaba amor y
—Quiere atraer una tragedia espantosa sobre vues-
piedad por la congregación; a tal punto embargaba sus
tras cabezas. Quiere conseguir que los gobernantes de
ojos la visión que les traía, ya que Dios le había orde-
Babilonia os expulsen de la ciudad y hacer recaer el
nado que les llevara consuelo y esperanza.
más tremendo de los edictos sobre los sobrevivientes
Empezó con la nota de autoridad que caracterizaba
de Judá.
todas sus profecías. Quien hablaba no era él, sino, como
El profeta deseaba volver a llevarle palabras de con- siempre:
suelo y de salvación a aquella pobre gente, que, en un
—Así dice J e h o v á . . .
instante, había caldo de las espléndidas cumbres de la
—¡No es Jehová quien habla, sino tú! ¡No pronuncies
esperanza a las abismales profundidades de la desespe-
el nombre de Dios en vano! —fué el amargo grito que
ración. Quería disipar su sombrío estado de ánimo
le llegó desde la grey.
haciéndoles pensar en el maternal amor de Dios reve-
El rostro del profeta se tornó tan blanco como el paño
lado en la madre Sión.
que le rodeaba la cabeza. Una triste sonrisa rodeó sus
Aquellas eran las estúpidas ovejas a quienes conside- ojos como pidiéndole que dijese lo que quería decir.
raba Isaías un suelo virgen para que Dios sembrase la Sus manos tendidas temblaron. Repitió:
esperanza de Israel. Eran los portadores de la promesa —Así dice Jehová...
hecha a los patriarcas; el pueblo en quien, por la gra- —No es Jehová quien habla, eres t ú . . .
cia de Dios, brillaría siempre la luz eterna. En ese mo- Volvía a oírse la misma voz. Esta vez el profeta ad-
mento estaban deprimidos y desorientados; los gentiles virtió que hablaba un hombre que les llevaba una ca-
se burlaban de ellos, diciendo que Él los había abando- beza y aun más a los otros. Sus facciones eran duras y
nado. Estaban como las estúpidas ovejas arreadas hasta miraba al profeta con encono y odio.
la cumbre de una escabrosa montaña por su pastor y -¡Dejad que predique! Oigamos qué le dice Jehová
abandonadas con sólo sus gemidos por compañía. Al esta vez —gritó otra voz.
profeta se le desgarraba el corazón pensando en su pue- Pero también ésta era severa y dura y provenía de
blo. Pero más grande que su amor o su piedad por un hombre de cuidada barba negra, evidentemente un
ellos, más fuerte, más profunda y sagrada, era la gran sacerdote o un alto funcionario.
tarea que le confiara a Israel. Dios no rompería la
Isaías volvió a tender los brazos hacia la multitud y
herramienta que modelara y destinara a ejecutar Su dijo, con una voz de cálidas inflexiones en que se mez-
propósito. claban el tormento y el amor:
Apenas hubo entrado al patio el profeta, su fiel Ne-
raías advirtió el agobiante, reprimido y silencioso re- "¿Dónde está la carta de repudio de vuestra madre
sentimiento que llenaba todos los pechos. Un momento a quien he repudiado?
antes, zumbaban y hervían allí la vida y el movimiento, ¿O a quién de mis acreedores
pero apenas apareció el profeta se hizo el silencio; un te he vendido?"
258 Sholem Asch El profeta 259
—Basta de parábolas. Cuéntanos... ¿Qué te dijo boca; ante sus ojos desfilaron visiones, la manifestación
Jehová? de la omnipotencia divina. Anunció en Su nombre:
"Ved que por vuestros pecados sois vendidos "¿Acaso se ha acortado mi brazo, que ya no pueda
y por vuestras maldades ha sido repudiada vuestra [redimir?
[madre." ¿O no tengo el poder de liberar?
Mirad, mi censura basta para secar el mar
—¡Eso no sucedió por nuestros pecados sino por los y convierto a los ríos en páramos;
de los embusteros como tú, que inventan falsedades y sus peces hieden, porque no hay agua
las dicen como si salieran de la boca de Jehová! —pro- y se mueren de sed.
clamó un grito que cubrió a todos los demás sonidos. Visto los cielos de negro
—Sucedió a causa de la maldad de un falso profeta y los cubro de cilicio."
que pervirtió la fe de su pueblo —gritó otro.
El profeta guardaba silencio pero sus ojos estaban Esto fué todo lo que pudo presentar Isaías de su vi-
llenos de lágrimas de piedad por ellos. sión del poder divino. La alabanza de la grandeza de
—No pequéis contra el profeta —dijo una voz gi- Dios fué interrumpida con rudeza. Una mano brutal
miente—. Atraeréis una gran catástrofe sobre nosotros. se descargó sobre su boca y cerró sus labios.
—Dejad hablar al profeta. Oigamos qué tiene que —Basta de invenciones. Conocemos muy bien a la
decir. gente como tú y eres el peor de ellos. Sería preferible
Isaías estaba inmóvil y callaba; su mirada dolorida que nos dijeras quién te paga. ¿Quién te ha alquilado
escudriñaba los semblantes que tenía delante y sus con- para extraviar a esta gente con vanas promesas? ¿Quién
traídos labios, una vez más, empezaron a proferir pala- te soborna para seguir incitándola a abandonar Ba-
bras de dolor y de compasión. Su voz rebosaba tristeza bilonia?
y súplica cuando continuó: Así gritaba el hombre alto y barbudo y saltando al
estrado en que estaba el profeta, describió un salvaje
"¿Por eso cuando vine no había nadie? molinete con su enorme puño y descargó pesadamente
¿Cuando llamé, nadie respondió?" sus nudillos sobre el rostro de Isaías.
—No pequéis contra el profeta... Atraeréis una te-
—¡Cómo! ¿Que nosotros no vinimos? —gritó la mis- rrible catástrofe sobre nosotros —volvió a prevenir la
ma voz por sobre todas las cabezas—. Quien no vino fué voz quejumbrosa.
tu Dios, en cuyo nombre hablas. ¿Dónde está el rescate —Que baile su danza ante nosotros: "Idos de Babilo-
que nos prometiste en su nombre? nia, huid de Caldea."
Al profeta no lo consternaban ni arredraban los ai- —¡Eso era lo que él quería!
rados gritos. ¿Podía dudarse del poder de Dios para —Preguntadle cuándo las naciones del mundo lleva-
rescatar a su pueblo? ¿Podía discutirse Su capacidad de rán a nuestros hijos sobre sus pechos y a nuestras hijas
salvar a los suyos? El profeta se ciñó con la fuerza de sobre sus hombros.
que lo colmara la palabra de Dios que brotaba de su —No, más vale preguntarle cuándo se proponen pos-
260 Sholem Asch El profeta 261
trarse ante nosotros y lamer el polvo a nuestros pies, las salvajes manos de los brutos que, uno tras otro, se
como nos lo prometió. abalanzaban sobre él y procuraban mesarle la barba,
—¿No veis con vuestros propios ojos ante quiénes se con ansiosa delectación. Miraba de frente las caras
inclinan y de quién es el polvo que lamen? de quienes lo golpeaban sin dar señales de ira ni de
—¡Bel Merodach! ¡Bel Merodach! —clamó un coro de desdén. Su mirada seguía siendo tierna y los escudriña-
voces plenas de amargura. ba con piedad y amor. Apelaba a todas sus fuerzas para
El profeta estaba aprisionado en los brazos del gigan- mantenerse en pie, aunque por momentos se tamba-
te como un niño entre las garras de un oso. Silencioso leaba como próximo a caer.
y rígido, parecía una masa de carne inerte. Y mientras tanto, entre la Babel de voces, entre los
En vano procuró Neraías, a quien sujetaban firme- alaridos de la multitud, una débil voz gemía, con un
mente otras manos, acudir en su ayuda. Sólo pudo con- gemido tan lastimero como el lloriqueo de un niño:
templarlo desde lejos; vio a su profeta, el profeta del —La catástrofe... la catástrofe... Atraeréis la ca-
consuelo y la esperanza, oprimido violentamente contra tástrofe sobre nuestras cabezas. Estáis pecando contra
aquel hombre inmenso. el profeta.
—Quieto —bramó el gigante y escudriñó a la grey con Tardó mucho en enfriarse el apasionamiento de la
aire feroz—. Os mostraré quien lo alquiló para engañar multitud y en cesar la lluvia de escupitajos. Sólo en-
al pueblo, quien le paga por tomarse todas esas mo- tonces el hombre de trenzada barba, al parecer un ofi-
lestias. cial de jerarquía, se acercó al pulpito. Y se distinguió
Retiró la mano de la cara del profeta, le asió las bar- claramente la cadena que pendía de su cuello. Con él
bas entre los dedos y comenzó a mesárselas, arrancán- se aproximaron varios guardias del palacio de la Casa
dole al mismo tiempo trozos de piel. de David. El oficial puso la mano sobre el hombro del
—Conque los caldeos te pagaron para incitar a nues- profeta y dijo con autoridad:
tro pueblo con vanas promesas a marcharse de Babilo- —En nombre del príncipe Shaltiel y del Jefe de los
nia . .. ¿eh? —vociferó y llenándose la boca de saliva, Sacerdotes, tengo orden de arrestarte y hacerte compa-
lanzó el escupitajo en plena cara de Isaías. recer ante el tribunal de los ancianos de la sinagoga
—¡Dejad pasar! ¡Dejad pasar! —gritaron los atacantes para una rigurosa investigación de tus actos. ¡Ven
del profeta, empujando con los hombros a la multitud conmigo!
que se apretujaba contra aquél. Los guardias asieron de los brazos al profeta y se lo
—¡Impuro! ¡Impuro! ¡Impuro! llevaron del patio. Neraías, a quien habían soltado,
Pasaron junto a él uno tras otro y le escupieron en los siguió con presteza.
la cara. Los mismos lamentos, semejantes a los de un niño
El profeta permanecía erguido, alto y silencioso. La golpeado, acompañaron al profeta desde el patio.
sangre de sus mejillas, desgarradas por la violenta mano, —jAy de nosotros! ¡Ay! Hemos pecado contra el pro-
fluía sin cesar cayendo sobre su blanca vestimenta y feta . . . Hemos pecado contra Jeremías y ahora contra
tiñéndola de carmesí. No hacía un solo movimiento este profeta... ¡Ay! ¡Ay!
para defenderse. No apartaba los ojos de quienes lo
escupían en la cara ni pestañeaba ni trataba de eludir Húmedo y oscuro era el calabozo. Ni siquiera tenía
262 Sholem Asch El profeta 263
una hendidura que dejara penetrar un tenue rayo de les empaña los ojos para que puedan ver la fuerte luz
luz. Silenciosas sombras envolvían al profeta. Lo ha- que los precede. Pero si no haces esto, cierra mis oídos
bían arrojado a una tiniebla propia del averno y yacía, para que yo no pueda oír ya el canto del rescate, hiére-
como un montón de dolientes huesos, sobre el suelo me con la ceguera para que no pueda ver el camino que
de barro cubierto solamente por su vestimenta ensan- les has abierto. Mi corazón está agobiado por la piedad
grentada. Alzó los ojos y escudriñó la oscuridad. Su que me inspiran. Hiéreme con la ceguera, hiéreme con
ardiente mirada taladró la densa lobreguez que lo en- la sordera, fulmíname de tal modo que yo pueda ser
volvía y al ver lo que veía exclamó: como ellos. Déjame consumirme y desaparecer como
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Dios de Israel! blanco de las flechas que mandan contra mí.
¡Escúchame! Te he vendido a ellos. Te he dado en Mientras yacía allí, sin fuerzas, agotado y rezando,
prenda a ellos. En T u nombre, les traje la buena nueva le pareció ver repentinamente la figura de una mujer
y las promesas. Ahora me reclaman que Te entregue. que recorría a grandes pasos un largo, larguísimo pa-
Abriste mi oído y escuché; pusiste T u palabra en mi sillo de interminable tiniebla. La oscuridad circundan-
boca y la dije. Les di T u esperanza y les traje T u con- te bañaba totalmente la figura: sólo la sombra pro-
suelo. Los levanté a grandes alturas sólo para que pu- yectada por ésta se destacaba claramente. La imagen
dieran caer en las más abismales profundidades. Israel del pie de la mujer brillaba con una palidez radiante
es aplastada como un gusano por el talón de las na- y delicada que vertía un resplandor a su alrededor, ilu-
ciones. Han hecho de la esperanza depositada en T i minando su camino de modo que, cuando se movía, la
un hazmerreír y de T u promesa un motivo de desprecio. acompañaba la pequeña zona de luz. Su andar era tan
Piden la justificación de T u honor a mis manos y se ágil que parecía revolotear. Se acercó y se detuvo junto
vengan de T i en mí. Les has dicho T u nombre y, por al profeta. Apartó una mano de su oscuro velo y tocó
intermedio de Israel, T u nombre se ha convertido en tiernamente el afiebrado rostro de Isaías. Su dedo tenía
una consigna. Enviaste a T u siervo a anunciar T u la suave ternura de un seno. Brotaba de toda ella una
mensaje. Como un camello abandonado por su conduc- frescura de rocío y su mano, sobre el semblante de
tor arrastra sus pies T u siervo, con laxitud, a través de Isaías, le causó al profeta un placer santo y puro y trocó
una desolada soledad. Espinas y zarzas taladran sus su dolor en celestial dulzura. Volvió a reconocer en ella
ensangrentados pies; bajo su vientre se arrastran escor- a su madre, Sión. Un bienaventurado sueño se posó
piones y víboras; las fieras lo acechan desde sus cubi- sobre los párpados del profeta. Parecía un niño afligido
les. T u siervo oye su consuelo. Los chacales y las hienas que halla descanso finalmente en los tibios brazos de su
que se alimentan de los cadáveres gimen ávidamente a madre que lo rodean.
su alrededor, esperando que llamen al festín a las fie- En sueños, volvió a visitarlo el hombre a quien viera
ras famélicas. Pero a pesar de todas esas cosas T u siervo varias veces ya en sus visiones de las soledades. De nuevo
sigue avanzando, arrastrando la pesada carga que ha estaba en el desierto, en el camino de Babilonia a Judea.
puesto Dios sobre sus hombros. ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, De nuevo los páramos florecían como un jardín de Dios,
Dios mío! Envía T u consuelo a T u pueblo, Israel, por- tal como lo viera a menudo. Volvió a oír el gorgoteo de
que está muy cansado y lleva una pesada carga. Ilumi- los frescos torrentes que ñuían como venas por las are-
na su camino con T u bendita promesa; aparta lo que nosas soledades, creciendo entre los bosquecillos de fra-
264 Sholem Asch El profeta 265
gantes plantas verdes y flores, flanqueando impetuosa- exilados de todas las ciudades de Judá e Israel, cada
mente la carretera trazada por Dios: un camino de ver- cual bajo su bandera; ellos y sus esposas y su prole y
deante césped en los desolados eriales por los cuales su ganado. Salían de Babilonia, que se desplegaba a
los judíos rescatados podían ir a Sión. Vio a zorros, lo lejos, en el horizonte. Los vio caminar y aparecer en
chacales y hienas que salían de sus cubiles por las el linde del desierto. Poco a poco la faz de los páramos
grietas de las rocas cubiertas por las arenas del desierto, perdía su aspecto estéril cuando entraron a la carretera
mirando a su alrededor, procurando percibir el extraño que llevaba a través del divino jardín. ¡Ved! Ya ha-
rumor del agua, ansiando temerosamente los refugios bían entrado en el jardín y caminaban junto a las la-
verdes y las aguas vivas, para saciar en ellas los queman- gunas y a los cantarines torrentes, siguiendo senderos
tes fuegos de la sed que encendiera en sus visceras el que ardían de espléndidas flores. Su canto se acercaba
caluroso y calcinado desierto. Vio a gamos y antílopes cada vez más. El profeta pudo distinguir ya entre ellos
que vagabundeaban por las verdes praderas y a pájaros a los sacerdotes y a los levitas, los jefes de los exilados.
que al volar proyectaban fluctuantes sombras sobre la Oyó el incesante redoblar de los tambores, el salmodiar
arena, como pequeñas barcas que se deslizan por un de los levitas y el alegre alborozo del júbilo popular
mar amarillo. Anhelantes y trémulos, acudían volando que los seguía.
y a pie, con un gran asombro en los ojos, al escenario
de fertilidad y de agua que se extendía ante ellos. El "Cuando Jehová liberó del cautiverio a Sión
batir de alas y los extraños chillidos de las fieras del nos pareció que soñábamos;
desierto parecían contener una nota de júbilo. El pro- nuestra boca se llenó de risas
feta oyó un salmo y un canto, un estridente pean de y nuestra lengua, de cantos."
alabanza al Creador, que se elevaba de las gargantas
sin palabras de los pájaros y animales de las soledades. Seguían la marcha, subiendo siempre, siempre; se
La verde carretera que cruzaba el desierto se alejó deslizaban ya entre las columnas de humo que Dios
de la baja planicie y comenzó a elevarse cada vez más, extendiera bajo sus pies. Los exilados iban de Babilo-
llevando al espacio. Ante los ojos del profeta apareció nia a Sión.
una ciudad que flotaba, etérea, sobre nubes de humo. De pronto Isaías vio surgir de la nube de humo la
La reconoció. ¡Era la trascendental Jerusalén, la Jeru- figura de un hombre. Las nubes oscurecían aún la
salén que existe en las alturas, que flota sobre ríos de imagen, pero gradualmente empezó a hacerse más clara.
ámbar! Una montaña asomaba en aquella celestial Je- Era un viejo, muy alto y blanco, de una blancura
rusalén y también estaba suspendida en el cielo. Era el traslúcida. A su lado, cuando parecía pasar flotando,
monte Morías, la montaña del templo y en el denso veíase a un jovencito que vestía una camisa y cargado
remolino del humo parecía un solo y vasto altar. con un haz de leños. El viejo lo llevaba de la mano.
Hacia esa celestial Jerusalén, hacia aquel monte Mo- Caminaban silenciosamente con el mismo ritmo, jun-
rías del firmamento y el altar, el profeta vio marchar tos, en la flotante nube de niebla.
a los hijos de Israel que salían en avalancha de Babilo- —Dios me está mostrando los orígenes de Israel, el
nia. Les oyó gritar y cantar en el valle. Los vio pasar en altruismo de Abrahán y el mérito de Isaac. Todos pro-
grupos, en familias, en "casas de antepasados"; eran los venimos de las entrañas de nuestra madre Sara. El que
266 Sholem Asch El profeta 267
representa a Israel es Isaac, quien se dejó atar sobre el y él juzgará entre las naciones
altar. Así como la columna de fuego se nos apareció y censurará a muchos pueblos;
en las soledades, así también se nos aparecen ahora el y ellos fundirán el hierro de sus espadas y lo trocarán
mérito de Isaac y el altruismo de Abrahán. [en arados
Una abrumadora alegría se apoderó del profeta, como y harán de sus lanzas podaderas.
si la copa de consuelo que le diera de beber Dios lo Ninguna nación levantará la espada contra otra,
hubiese embriagado de dicha. Dios le había mostrado ni volverán a saber de guerra."
los méritos que tenía a su alcance Israel y . . . ¿quién
se les podía resistir? En ese instante Isaías oyó un canto, un canto que
Le fué concedida una visión más. Una mano pareció era la alegría misma, una melodía que le traía al
bajar y alzar al vidente en medio del remolino de humo mundo la buena nueva de la paz eterna, una voz que
como parte en dos un gran roble una violenta tempes- anunciaba el gran triunfo del bien sobre el mal. La
tad; y lo elevó hasta la cumbre de la montaña sobre la buena nueva de la gran salvación bajaba de las mon-
cual estaba el templo. tañas a los valles con estruendo, como unas poderosas
La luz no era la del día común ni la de la noche. aguas. La voz de los heraldos era suave y clara, como el
Era un crepúsculo de celestial esplendor. Una gran mu- leve caer del agua. Fluía de la montaña al valle y, al
chedumbre de hombres viejos y jóvenes se arremolina- refluir hacia la montaña, le anunciaba a Sión:
ba a su alrededor y de todos brotaba una luz blanca y —Tu rey reina.
traslúcida. Sus mantos y turbantes no estaban tejidos Entonces, de improviso, las nubes de humo y de nie-
con hebra perecedera, sino con el luminoso resplandor bla se disiparon; se rasgaron como un velo de seda; se
de los cielos. Los cabellos de aquel hombre y del niño abrieron como unos grandes cortinados y los ojos del
eran niveos, pero el rostro del hombre era fresco y profeta vieron vastos e infinitos horizontes y a todo
juvenil. El viejo era joven. Una de sus manos señalo el universo que se desplegaba en un panorama de ciu-
el cielo y su índice era muy largo y alcanzaba el fir- dades y llanuras. Vio tierras que se extendían sobre
mamento. Proclamó con voz sonora: anchas praderas verdes y ciudades de montañas cubier-
tas de nieve. Y de todos los países y ciudades acudían
"Y sucederá en los últimos días, impetuosamente muchedumbres innúmeras, hombres,
que la montaña de la casa de Jehová será erigida mujeres y niños, padres que llevaban sobre los hombros
[en la cumbre de las montañas a sus pequeños, madres con sus criaturas en brazos.
y se elevará por sobre los collados; Todos se apresuraban a subir ansiosamente por la mon-
y todas las naciones afluirán a ella. taña de Sión, para llegar al sitio donde se hallaba el
Y mucha gente subirá a la montaña del Señor, templo. Y mientras subían empujándose, le anunciaban
a la casa del Dios de Jacob, a Sión:
y él nos enseñará todos sus caminos —Tu rey reina.
y recorreremos sus senderos. El profeta gritó, a una con toda la gente del uni-
Porque de Sión saldrá la ley verso:
y la palabra de Jehová, desde Jerusalén, —Decidle a Sión: " T u rey reina."
l^V Sholem Asch
Profirió un grito estruendoso. La visión se disipó. El
profeta despertó y vio donde estaba. Neraías y Zeru-
babel se hallaban inclinados sobre él.
—¡Oh, profeta! Te dije que tenías muchos enemigos
y que eran demasiado fuertes para ti. Se proponen ha-
certe comparecer ante el tribunal de los ancianos para CAPÍTULO IV
que te juzgue. La gente se siente defraudada en sus
esperanzas; murmura y arroja sobre ti una pesada carga Ningún pájaro vela por su preciosa prole en la noche
de culpa. oscura y siniestra más tiernamente ni con mayor devo-
—Jehová me justificará. De modo que. .. ¿quién po- ción que Neraías y su mujer Ama-Bar cuando atendían
dría competir conmigo? —preguntó el profeta. al profeta en su mísera choza. Con ungüentos y bál-
—Llévalo a tu casa, Neraías —dijo Zerubabel. samos aliviaron su desgarrada piel. Pero al profeta lo
—¿Qué te han hecho, oh profeta? turbaba más la débil fe de aquella gente que el daño
Como un padre cuyas entrañas lacera la piedad que físico que le causaran sus crueles manos. Creía ciega-
le inspira un hijo acongojado, con la misma ternura mente que su profecía debía realizarse en un presente
pero con fuerza, alzó al profeta en sus brazos Neraías. inmediato y ahora todos lo habían abandonado. Nadie
Las lágrimas que brotaban abundantemente de sus ojos confiaba en la veracidad de sus vaticinios. Hasta en el
lavaron el semblante hinchado y ensangrentado de corazón de Zerubabel se había insinuado una débil
Isaías. duda sobre la verdad de sus palabras y las vacilaciones
roían la mente de Jeshu ben Jehozedek. Ni al uno ni
al otro se le había ocurrido siquiera imaginar que el
profeta fuese un falso vidente. Algo de lo que predi-
jera, en realidad, se había cumplido. Pero creían que
había sido engañado y víctima de su imaginación, que
su celo por el Dios de las multitudes era violento y su
pasión por ver todas las rodillas dobladas ante Él y a
todos los idiomas cantando Sus alabanzas, avasalladora.
Su amor por Israel, su deseo de verlo a la cabeza de
todos los pueblos, como bandera de las naciones, sus
ansias de rescate, habían hecho aparecer acaso ante
sus ojos visiones puramente subjetivas y que no pro-
venían por cierto de Dios.
El profeta yacía sobre su jergón de paja. Sus ojos,
muy abiertos, contemplaban el firmamento de una ma-
nera que nadie habría podido imitar. Su mirada escu-
driñaba los cielos y buscaba y buscaba, como si con su
intensidad esperara arrancarle una respuesta a la pre-
270 Sholem Asch El profeta 271
gunta que taladraba su mente. Dios lo había enviado oiría y hasta verla. El profeta distinguió las formas de
para anunciarle a Su afligido pueblo la buena nueva los árboles que parecían petrificados y a cuyos troncos
del rescate que esperaba con tanta impaciencia. Dios estaban atados unos seres extraños, quienes intentaban
le había taladrado los oídos día tras día y él oía voces. liberarse de los árboles con convulsivos movimientos de
El Señor le había hecho signos, le había manifestado sus hombros. Todas sus articulaciones estaban tensas de
cosas. Veía acercarse el rescate, p e r o . . . ¿por qué tar- esfuerzo, pero los troncos los mantenían sujetos como con
daba tanto? ¿Por qué eran tan duros los dolores del tenazas de hierro. A su alrededor, se deslizaban fieras.
alumbramiento, por qué rebosaban tormento y angus- Las oyó jadear; oyó el sordo rumor de sus pies y el cruji-
tia? ¿Por qué eran tan engañadores y decepcionantes do que les causaba a sus tendones el esfuerzo; sus movi-
sus síntomas? Su impaciencia por obtener la respuesta mientos le llegaban al oído antes aun de que los advirtie-
no se debía a que buscara la paz del alma para sí. Que- ra. Luego los vio con claridad surgir de sus cubiles. Eran
ría saberlo por el bien del pueblo, por el bien de los negros como la noche que los rodeaba, como un miembro
exilados, lanzados de la radiante luz de la esperanza a del cuerpo de la noche: leones huesudos y de lisa piel, gi-
la total tiniebla de la desesperación. Su capacidad de gantescos bueyes salvajes, leopardos ávidos de sangre. Mu-
esperar y soportar se había agotado o poco menos y no chas de esas fieras tenían barbudas fisonomías humanas.
tardaría en desaparecer por completo. ¿Con qué inten- Otras, cuerpos de hombres o pescuezos largos y retorcidos
ción obraba así Dios? ¿Para qué el dolor? ¿Para qué con cabezas de hombres. Los reconoció; los conocía. Eran
aquel penoso temblor que descendía, como unas im- Asiría y Babilonia bajo el disfraz de gigantescos mons-
puras gotas de rocío, sobre las madurantes vides de la truos, el hombre y el animal fundidos en uno solo. El
redención? hombre estaba disuelto en la fiera, así como los anima-
Una y otra vez el profeta meditó profundamente en les se fundían en los árboles petrificados. Las fieras se
la visión del rescate que Dios le revelara tan a menudo. movían, se movían. Oyó posarse sus patas, oyó crujir
Sondeó su propio recuerdo de la profecía del regreso sus mandíbulas como si se afilaran los dientes después
a Sión y el viaje de los rescatados de Babilonia por el de haber olido el rastro y la sangre que fluía por las
desierto. En los páramos habían abierto una carretera venas de hombres vivos. Su cálido aliento le quemaba
para que pudiesen pasar. ¿No había hundido acaso Dios ya el cuerpo al profeta como un viento terrorífico. Se
el Mar Rojo para darle un camino a Su pueblo siglos acercaban sin cesar, ávidos de sangre; eran unos seres,
antes, cuando salieran de Egipto? ¿No podía, por lo gigantescos y monstruosos, de rostro humano.
tanto, convertir con idéntica facilidad el desierto en Lo rodeaban; no había escape. Quien corría peligro
un jardín de Dios antes del éxodo de Babilonia? no era él sino Israel; a Israel lo rodeaba un círculo de
Cuando cavilaba aún sobre el significado de la visión fieras famélicas y monstruosas. Le llenó la boca un
de Isaac amarrado al altar, se durmió con un sueño pro- gran grito, un alarido de terror.
fundo y perfecto. Soñó que vagabundeaba solo a través —Dios de las Multitudes, escudo de Israel, los mons-
de la más densa tiniebla, oprimido por el temor y ba- truos de Babilonia y de Asiría me han rodeado. ¡Ven
ñado en frío sudor. La oscuridad era intensa, pero no pronto en mi ayuda, sálvame de mi duro trance!
como las noches sin luna en que la tiniebla ni siquiera En plena súplica del profeta apareció ante él un
es perceptible. Aquella tiniebla se sentía. Uno podía hombre. No se le veía el rostro; sólo era visible su blan-
El profeta 273
272 Sholem Asch
sinagoga donde se sentaban los hijos de los profetas,
co manto, que brillaba como el sol. Apenas contempla- los ancianos que estudiaban los textos sagrados. Porque
ron los monstruos la brillante luz, que iluminaba las el juicio no versaría sobre cuestiones seculares, sino so-
tinieblas, sintieron el temor de Dios. Con trémulos y bre problemas relativos a la fe. En su mayoría los an-
temerosos rugidos que hendieron las entrañas de la tie- cianos eran discípulos del profeta Ezequiel, quien les
rra huyeron a sus oscuras cavernas, a sus cubiles donde había encargado que prosiguieran su santa labor entre
reinaba una noche infernal e Israel se zafó del peligro. los exilados. Infatigablemente se esforzaban en recor-
El profeta cayó de hinojos ante el hombre del manto darle sin cesar al pueblo la ley de Moisés y el pacto
blanco y dijo: existente entre los desterrados de Judá e Israel y su
—¡Dime, te lo suplico, oh maestro míol ¿Dónde estoy? Dios. Ardía aún en ellos el fogoso entusiasmo de su
Oyó que una voz le contestaba: maestro. Aquella sinagoga seguía conservando religiosa-
—En el reino de la noche, en el corazón de toda ti- mente los antiguos pergaminos traídos de Judea. A esos
niebla. ancianos, discípulos del profeta Ezequiel en la gran si-
—¿Y quiénes son las fieras que he visto? nagoga, se habían añadido poco antes Haggai y Zaca-
—Las habitantes de la tiniebla de la muerte, las bes- rías, dos discípulos de Daniel.
tias malignas de rostro humano que gobiernan la noche.
Esta vez el acusador no era Mordecai-Gad, quien no
—¿Y los mortales que se esfuerzan en liberarse de los intervenía personalmente en el asunto. Esa tarea recaía
árboles petrificados? sobre Manases, de la casa de Shallum, una familia le-
—Son las generaciones que ansian mi advenimiento; vítica de alta jerarquía de la cual era uno de los miem-
se esfuerzan en liberarse de la noche. bros más destacados. Manases conocía a fondo los pre-
—¿Y quién eres tú, oh mi Señor? ceptos de los Guardianes de las Puertas. Sabía al dedillo
—Soy la luz de Israel y la esperanza del mundo. Soy todo lo que sucedía entre el pueblo y hacia donde se
la Ley y su guardián; porque de mí brota la Enseñanza orientaban todas sus tendencias, movimientos y opinio-
y mi juicio como una luz para los pueblos. Traigo la nes. Era íntimo de la Casa de Murashu y trabajaba en
tranquilidad. Mi justicia está cerca, mi salvación avanza absoluta identificación con ellos. Por lo tanto no debe
y mis brazos juzgan a las naciones. Las islas me esperan sorprender su agresiva actitud ante la sola idea de vol-
y esperan mi brazo. ver a Sión.
El profeta cayó de cara al suelo a los pies del hombre La proclama que Ciro, o su hijo Cambises, se dispo-
de blanco y preguntó: nía a emitir sobre el regreso de los israelitas a Judea
—¿Cuándo, oh señor mío? no era considerado por ellos el amable gesto de un
—Yo soy el fruto; Israel, el árbol. El árbol volverá monarca que le dispensa favor a un pueblo sino un
a ser plantado en su campo para que su fruto pueda decreto amargo y oprimente. ¿Quién era el probable
madurar. causante de semejante catástrofe? Aquel falso profeta
La deslumbrante figura se disipó. El profeta despertó. propenso a tan engañosas y seductoras visiones. Por
eso el juicio de los ancianos insistió en un tema y sólo
Reanimado por aquella visión, Isaías afrontó el jui- en uno: las palabras del profeta, además de constituir
cio de los ancianos. El proceso no se realizó en el pa- un falso vaticinio, eran un serio e inmediato peligro
lacio de la Casa de David sino en Be Knishta, la gran
274 Sholem Asch ' El ^profeta 275
para toda la comunidad judía de Babilonia, tanto en despreciados y el hazmerreír de los babilonios. [Bueno,
el sentido espiritual como en el material. Podían llevar bueno! ¿Y cuándo te propones abandonarnos, finalmen-
a los exilados a la destrucción. te? ¡Cómo! ¿Estás aún aquí? Dios nunca le dijo nada
—Salid conmigo y andad entre las poblaciones donde y ninguno de nosotros pensó siquiera en volver a Ju-
viven nuestros hermanos; venid a Tel Aviv, acercaos a dea. Es su obra, no la de Dios. ¡Reducid al silencio al
Tel Melach; caminad por las calles y mercados y oíd seductor y engañador! Cerrad la boca que atrae sobre
qué dice la gente —gritó Manases. nuestras cabezas la muerte y la destrucción. ¡Alejemos
Era un hombre de escasa estatura y lacónico lengua- de aquí al falso profeta! Que al pueblo se le diga, en
je. Dadas las gruesas capas de grasa que tenía alrededor términos claros e inequívocos, que también puede ha-
del cuello, respiraba con esfuerzo y su voz era ronca y llar a su Dios aquí, entre ellos, en Babilonia. Puede
gruñona. servirle a Él aquí y rezarle aquí. Escuchará sus voces
—Desde que apareció entre nosotros ese hombre ha cuando lo invoquen. ¡Pongámosle término a las men-
extraviado y desorientado al pueblo con sus falsas pro- tiras tortuosas y a los engaños!
fecías sobre el rey Ciro. . . Ciro, con la corona de Manases, de la Casa de Shallum, no estaba solo ni
David sobre la cabeza y el manto de Mesías sobre los carecía de apoyo en aquella asamblea. Había traído
hombros. Ciro, siervo de Jehová. No sólo el rey persa consigo a un grupo considerable de falsos profetas, de
rescatará pronto a Israel, sino que se propone atraer lengua zalamera, habla melosa y temperamento exci-
a todas las naciones hacia el Dios de Israel. Pero Ciro, table, quienes hacían declaraciones a gusto de los que
por intermedio de su heredero, ha dicho que Bel Me- les pagaran. También traía a mujeres que seguían a los
rodach es el dios de ambos y que fué él quien les dio la falsos profetas, ciegamente fascinadas por su atracción
victoria. De modo que ha hecho peligrar nuestra reli- y cuya devoción por éstos transformaba su carácter.
gión. Id simplemente por las calles y veréis desoladas Todos eran asalariados de la Casa de Murashu y del
las sinagogas. Nuestros hermanos no se avergüenzan grupo que sentía un amargo rencor ante la sola idea de
de adorar a Bel Merodach abiertamente y con la cabeza volver a Sión. En ese estado de ánimo pretendían vati-
desnuda. Nuestras mujeres se exhiben en multitud so- cinar. Incitaban a los exilados y los azuzaban contra el
bre los peldaños del templo de Ishtar, a quien rinden nuevo profeta, proclamándolo falso. Ahora que la deses-
culto ahora. Este hombre nos dice que Judá volverá peración y el embotamiento de los sentidos se habían
a su país —continuó Manases y señaló al profeta, de apoderado de los exilados, todos los que tenían buenos
pie ante él—. Volverá a la tierra asolada por la miseria motivos para no abandonar Babilonia se sentían alen-
de donde huyeron nuestros antepasados. ¿Y para qué? tados y se atrevían a atacar abiertamente al que insi-
¿Para bien suyo? ¡No! Judá irá a servirles de luz a nuase el regreso a Sión. Sabían que la Casa de Murashu,
los gentiles, para atraerlos al culto del verdadero Dios: algunas de las grandes familias y los mercaderes ricos
eso es lo que afirma él. Suscita en el pueblo esperanzas los apoyaban sólidamente. El primero y principal de
que conmueven el alma, pero no se cumplen. "Los esos falsos profetas era Eliezer, hijo de Gamala, de los
reyes y reinas criarán a vuestros hijos", ha dicho. ¿Qué Hijos de los Servidores de Salomón. Era un hombre
ha resultado de sus palabras? Hoy el pueblo rebosa alto e imponente, de gruesa barba negra, ardientes ojos
vergüenza y perplejidad. Todos nuestros hermanos son oscuros y un rostro que conservaba una apariencia de
276 ^"S-1 Sholem Asch
El profeta 277
dignidad. Explotaba su aire impresionante para obtener
cierto ascendiente sobre los hombres y mujeres de su El grupo de mujeres agolpadas en derredor de Elie-
círculo, quienes corrían tras de él y eran conocidos como zer y que lo lisonjeaban, gritó a coro sus palabras:
discípulos y adeptos suyos. Eliezer parecía ejercer una —Dejad que mi pueblo se apaciente en los campos de
suerte de fascinación sobre las mujeres, quienes langui- Babilonia. Que Ciro sea su pastor.
decían por él con una suerte de ebrio entusiasmo —|É1 convierte las palabras de Dios en falsedades!
sensual. Nos lleva a una catástrofe. ¡Que caiga una maldición
Cuando el fiscal, Manases, hubo concluido su requi- sobre su cabeza!
sitoria, Eliezer, hijo de Gamala, se puso de pie, con —¡Lapidadlo! ¡Sí, lapidadlo! —gritaron los adeptos
toda su varonil y digna estatura. Miró imperiosamente de Eliezer.
a su alrededor y comenzó, con melodiosa voz: Pero otros gritaron:
— ¡Oíd mis palabras, oh hijos de los profetas, y tam- —Sois vosotros quienes debierais ser lapidados. ¡Falsos
bién vosotros, oh ancianos del pueblo de Judá, y vos- profetas, aduladores, parásitos de la Casa de Murashu!
otros, jefes de las casas de vuestros antepasados! En Eventualmente, Eliakim, hijo de Nahum, el último
realidad, el profeta no tuvo visiones engañosas ni obró de los discípulos de Ezequiel y que presidía la investi-
como quien ha perdido el juicio. Dios se me apareció gación, procuró calmar a la tumultosa asamblea y hasta
también en una visión y vi a Ciro, rey de Persia, guian- a la vociferante camarilla que había acompañado a
do a los hijos de Judá como un pastor. Y Dios también Manases, de la Casa de Shallum. Eliakim era un viejo
me dijo: "Le he enviado a Ciro a mi rebaño." La vi- consumido, literalmente reseco como un higo, a causa
sión del profeta era cierta, pero la interpretación que de su ayuno y ascetismo y reducido a cenizas por la
le dio fué embustera. Porque el pastor no debía llevar llama de su devoción. Hablaba de una manera casi
a su rebaño ni a Judea ni a Jerusalén. Dios envió a inaudible, con tono quejumbroso y lastimero y una
Ciro a su rebaño para apacentarlo aquí, en Babilonia, piedad aparente tan profunda que le laceraba el cora-
en la tierra que se les diera como heredad para vivir en zón. Su contenida voz, con la nota de autoridad que
paz, sin que nadie pudiera escarnecerlos ni burlarse de vibraba en ella, cortó el tumulto como con un cuchillo
ellos. El Dios de Judá no es como los dioses de las y acalló las vociferantes voces de los demás. Cuando
demás naciones. Jehová no es el Dios de un país ni se hizo el silencio, Eleakim habló, o mejor dicho, pe-
está atado a un solo lugar. Dios no es un árbol con netró en los oídos de sus oyentes.
raíces en un solo sitio. Abandonó a Jerusalén porque —Ay de los oídos que han percibido palabras como
la mancillaron las iniquidades de nuestros antepasados. las proferidas en esta casa, cuyo piso y muro son de la
La abandonó por toda la eternidad. El cielo es Su tierra de Judea y Jerusalén, que los vastagos de David
morada y la tierra el escabel de Sus pies. Donde se trajeron sobre sus hombros. Día tras día nuestros co-
exalta Su nombre, ahí viene Él y da su bendición. Así razones van hacia Jerusalén en las plegarias y tú, Ma-
dice Dios por intermedio de Sus siervos, los profetas: nases, vosotros los de la tribu de L e v i . . . ¿no sabéis
"Dejad que mi pueblo se apaciente en los campos de acaso que, cuando Nabucodonosor se llevó a vuestros
Babilonia. Que Ciro sea su pastor." Así le habló Dios antepasados al exilio como cautivos, trató de obligar-
a este profeta y así me habló a mí. los a cantar sus sagradas melodías de Sión ejecutándo-
las en las arpas babilónicas y ellos prefirieron cortarse
278 Sholem Asch El projeta 279
los dedos a hacerles oír los salmos del Santo Templo? Cerca está el que me justificará. . .
¿Y tú, hijo de los levitas, has repudiado en forma tan ¿Quién competirá conmigo?
desairada y negligente a Sión y a Jerusalén? Vanas, va- Parémonos juntos.
cuas y malvadas palabras has vertido en nuestros oídos ¿Quién es mi adversario?
sobre el profeta de Jerusalén. Ahora quisiéramos oír Dejad que se me acerque.
qué puede responder el profeta a vuestros cargos. Ved que el Dios Jehová me ayudará.
Mientras entre los muros de la sinagoga resonaban ¿Quién es el que me condenará?
las acusadoras palabras de Manases y las reconvenciones Mirad, todos envejecerán como una prenda de vestir,
de Eliezer, hijo de Gamala, el profeta de Jerusalén los devorará la polilla."
—porque así lo llamaban en el Be Knishta— estaba in-
móvil, pálido y sereno. En su hinchado rostro brilla- De este lenguaje reprobatorio, el profeta pasó a un
ban las marcas rojas de sus heridas y se veían las oscu- estado de ánimo sereno y persuasivo. Se volvió hacia los
ras sombras azulencas de los cardenales. Miraba hacia hijos de los profetas.
adelante, sin dignarse siquiera derrochar una mirada
sobre sus acusadores y vilipendiadores, porque temía "¿Quién de vosotros teme a Jehová,
que descubrieran en su semblante un inconsciente ras- obedece la voz de su siervo
tro de ira o desdén. Apenas si una sonrisa que expresa- y camina por la tiniebla y no tiene luz?
ba gran dolor contraía su labio superior. Comenzó a Que ése confíe en el nombre de Jehová
hablar con voz sosegada y tranquilizadora pero que y se apoye en sü Dios."
ganó fuerzas a medida que hablaba. Creció en majestad
y poder, como las aguas que fluyen a lo lejos con suave —¡Eh, todos vosotros! —gritó el profeta, alzando un
y murmurante lamer y a las que se oye precipitarse índice desafiante hacia sus acusadores finalmente—. ¡To-
después con un bramido desde los peñascos e irrumpir dos vosotros los que encendéis un fuego y os rodeáis de
en el bosque con el tumulto de una irresistible inun- chispas!:
dación.
"Caminad en la luz de vuestro fuego
"El Dios Jehová me abrió el oído. y en las chispas que habéis encendido.
Y yo no fui rebelde Esto lo tendréis de mi mano,
ni me volví. yaceréis en el dolor."
Les di la espalda a mis heridores
y la mejilla a los que me mesaron la barba. — ¡Oh, hermanos profetas, lo habéis oído de su pro-
No oculté mi rostro a la humillación ni a los pia boca! —exclamó Eliezer, hijo de Gamala, con un
[escupitajos. grito de triunfo—. Él caminaba en las tinieblas y no
Porque el Dios Jehová me ayudará, tenía luz. ¿Desde cuándo ha caminado en las tinieblas
por eso no me veré perplejo. un profeta de Israel? Iba por la oscuridad y siguió por
Por eso he hecho de mi rostro un pedernal; ella, y quiere arrastrar a todo el pueblo de Israel a las
y sé que no me avergonzaré. tinieblas en pos de sí. ¡Ese hombre se ha atrevido a
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280 Sholem Asch El profeta 281
censurar a los hijos de DiosI Lapidadlo. Lo que se me- lo. Sus ojos vacíos contemplaron absortos las más gran-
rece es la lapidación. Tal es la pena del seductor y el des alturas y volvió a parecer un hombre transportado
blasfemo. Así nos lo ordenó Moisés. a mundos lejanos. Vislumbró de nuevo la visión de
—¡Lapidadlo! ¡Lo que se merece es la lapidaciónl esperanza que se le apareciera de las tinieblas de la
Es lo digno de un seductor y un blasfemo. ¡Así nos lo noche.
ordenó Moisés! —repitió fervorosamente como un eco
la camarilla de Eliezer. "Escúchame, oh, pueblo mío,
Sin preocuparse de ellos el profeta reanudó su pero- y préstame oídos, oh, nación mía;
rata con voz serena y tranquilizadora. Se balanceaba porque una ley surgirá de mí
como la hierba al viento al ritmo de sus propias pa- y haré que mi juicio sea una luz del pueblo.
labras. Mi justicia se acerca;
—Así sea. Yo caminaba por las tinieblas y no tenía mi salvación está en marcha;
luz; pero confié en Dios. Yo vivía con los animales de y mis brazos juzgarán al pueblo.
rapiña. El miedo y el terror me rodeaban, pero confié Las islas estarán conmigo
en Dios y Él me abrió los ojos e hizo un gran resplan- y en mi brazo confiarán."
dor para mí en los lugares oscuros. Oídme todos, todos
los que buscáis la justicia, los que buscáis con diligen- El profeta calló.
cia a Dios. —¿A quién se refiere? ¿A quién alude? —se oyó mur-
Se volvió hacia los ancianos y dijo: murar a los hijos de los profetas, en ansiosa conjetura.
—A vastagos de la simiente de Isaí, hasta el fin de
"Mirad en la roca de la que estáis tallados los días, hasta el cumplimiento de las profecías que nos
y en el agujero del foso del cual habéis sido ex- hiciera Isaías. A la paz eterna.
traídos. Así habló el círculo de hijos de los profetas que se
Mirad a Abrahán, vuestro padre aferraba a las palabras de Isaías, el hijo de Amos.
y a Sara, quien os alumbró; —Se refiere a lo que nos dijo Jeremías, a lo que nos
porque sólo a él lo llamé dijo nuestro maestro Ezequiel —exclamaron los discí-
y lo bendije y lo multipliqué." pulos de Ezequiel.
—Ha dicho lo mismo que los profetas que lo prece-
El profeta alzó la voz y cantó jubilosamente, con dieron. No vemos en sus palabras ni asomo de falsedad
creciente exaltación: o mentira; ni maldad en sus manos. ¿Por qué lo gol-
peasteis si se estaba portando con rectitud? —clamaron
"Porque Jehová consolará a Sión, con tono de protesta varios hijos de profetas.
dará consuelo a todos sus páramos; —Discípulos de Jeremías, discípulos de Ezequiel, es-
hará de sus soledades un jardín edénico cuchad mis palabras.
y de su desierto el jardín del Señor." Zerubabel se levantó del apartado rincón donde estu-
viera sentado silenciosamente durante todo el trans-
Repentinamente el profeta elevó la mirada al cié- curso de la audiencia.
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282 Sholem Asch El projeta 283
—No soy profeta ni hijo de profeta. Vivo con mi pue- bien conozco a los israelitas de las diez tribus. Nunca
blo y como uno de tantos espero el rescate, el día en serán una luz para los gentiles. Los gentiles tienen sus
que volvamos a la tierra que les fué dada a nuestros dioses y nosotros tenemos los nuestros. Ellos no nos mo-
antepasados como nos lo prometieron en su hora los lestan en el culto de nuestro Dios, de modo que no
vaticinios. Más negra que la tiniebla ha sido nuestra desdeñemos sus creencias. ¡Cada pueblo su propio dios!
noche; ningún rayo de luz ha brillado para iluminarla ¡Queremos ser como todas las nacionesl ¡Queremos vi-
e infundir alguna esperanza a nuestros corazones. Ved, vir tranquilamente y prosperar en el lugar donde Dios
pues, que este profeta aparece entre nosotros. Nos ha nos llevó, al amparo de nuestro rey Ciro! Si nos obli-
traído el consuelo de Dios en una época en que ya gáis a volver a Judea para ser una luz de los gentiles,
no nos atrevíamos a esperar. sólo alejaréis a nuestro pueblo de Dios y haréis que
"Nos trae tres profecías que creíamos no se cumpli- nuestros hermanos del exilio abracen totalmente el cul-
rían jamás. Ninguno de nosotros creyó que Ciro triun- to de los dioses de Babilonia. Ya se están inclinando
faría sobre Babilonia, como lo vaticinara desde el prin- hacia ellos y . . . ¿qué los impulsó a hacerlo? Los falsos
cipio, pero las cosas resultaron exactamente tales como vaticinios de este profeta. Vuestro deseo nunca se cum-
lo predijera. Ninguno de nosotros creyó que las puertas plirá.
de Babilonia se abrirían de par en par ante Ciro, como —¡Nunca se cumplirá! —clamó, con poderoso y te-
lo previera mucho antes este profeta. Pero las cosas rrible bramido el débil hijo de Nahum, Eliakim, el más
sucedieron en realidad así. Nos dijo también que Ciro viejo de los discípulos de Ezequiel.
liberaría a nuestro pueblo y nos devolvería a Judea. Y Todos se asombraron mucho de que hubiese surgido
ahora, precisamente, cuando todo parece indicar que un sonido tan tremendo de labios de aquel demacrado
también se cumple esta profecía, estamos repudiando al sabio. Sus ojos ardían, había tendido el flaco brazo,
profeta y haciéndole lo que le hicieron nuestros ante- delgado como una flecha y su huesudo dedo apuntaba
pasados a Jeremías. Por eso os digo: no pequéis como como una lanza hacia el grupo de los falsos profetas
pecaron nuestros antepasados, porque al repudiar al que rodeaban a su vocero Manases, de la casa de Sha-
profeta acaso repudiemos el rescate." llum.
—De eso se trata, precisamente —gritó la chirriante —Nuestros antepasados también dijeron esto. Veo an-
voz de Manases—. ¿Quién dice que marcharse de Ba- te mí, en este preciso instante, a mi maestro, la corona
bilonia sería el rescate? Por lo visto, tengo que repetir de mi cabeza, nuestro profeta Ezequiel, parado ante
mis palabras. Sería muy penoso el que, a causa de las los hijos de los exilados y emitiendo su mensaje con
engañadoras visiones y enseñanzas del profeta, tuviéra- voz atronadora:
mos que abandonar Babilonia y satisfacer todos los
deseos de nuestros enemigos. Los exilados nunca volve- "Mientras yo viva, dice Dios nuestro Señor,
rán a Judea. Os lo digo y repito. Los exilados nunca no dudéis de que con poderosa mano
volverán a Judea. ¿Qué nos dio Judea? ¡Pobrezal El y tendido brazo
pan obtenido solamente tras duro afán y el agua en pe- y con furia
queñas cantidades. Guerras y choques con nuestros ve- os gobernaré.
cinos, quienes nos odian. Conozco a mi pueblo. Tam- Y yo os sacaré de las gentes
El profeta 285
284 Sholem Asch y ha hecho de ti Su sagrado siervo, para que pudie-
y os recogeré de los países donde estáis dispersos ras llevarle la buena nueva del rescate a Israel. Feliz
con poderosa mano eres tú de que haya sido tu destino darles tu espalda
y tendido brazo a los heridores y a los que te mesaron la barba en la
y con furia. tarea que Dios te asignó. Eres el igual de Isaías, el hijo
Y os llevaré a las soledades de Amos; tu talla es la de Ezequiel y Jeremías. T u parte
y allí alegaré con vosotros cara a cara, será también la suya.
como alegué con vuestros antepasados en las sole- El mayor de los discípulos del profeta Ezequiel con-
[dades de la tierra egipcia, dujo a Isaías y lo sentó en un lugar de honor entre los
así alegaré con vosotros, hijos de los profetas. Éstos se pusieron de pie el uno
dice Dios nuestro Señor." después del otro y dijeron:
—Eres nuestro hermano. Estamos dispuestos a apoyarte
—Así les habló Ezequiel a vuestros antepasados. ¿Que- y a ayudarte en tu santa obra en favor del Dios de
réis ser como las naciones del mundo, como las familias Israel.
de la tierra que rinden culto a la madera y la piedra; Los hijos de los profetas sintieron un gran júbilo.
y eso nos decís? El celo por Dios no habla por vuestra Los regocijaba el rescate ya próximo. Les parecía verlo
garganta como habéis tratado engañadoramente de con- materializarse. Les alegraba más aun ver descender so-
vencernos. Vuestro celo proviene de una mezquina en- bre ellos al Espíritu Santo, porque cada uno sentía que
vidia, del deseo de llevar una vida tranquila, lo inspiran un sagrado placer y temblor invadían sus miembros y
quienes os han alquilado para difundir el odio a Sión; el fervor encendía sus ojos. Todos tuvieron visiones y
eso es lo que ha salido de vuestras gargantas. Y la san- dijeron profecías.
gre justa que habéis derramado, los golpes que habéis Haggai, pálido y demacrado, se puso de pie. Era muy
infligido al siervo de Dios que nos trajo Su consuelo y joven aún y habló en nombre de su maestro.
salvación claman venganza desde vuestras manos. —¡Escuchadme, hermanos míos, hijos de los profetas!
Así se refirió el viejo profeta a las falsedades e hipo- Todos vosotros sabéis que nos han quitado la corona
cresías proferidas por Manases, Eliezer y toda su banda. de la cabeza. Nuestro padre, Daniel, nos ha sido arre-
Sus palabras parecían la amarga bebida administrada batado. Antes de que partiera para los lugares secretos
como prueba a la mujer sospechada de adúltera. y ocultos del cielo, nos llamó y dijo: "Os dejo para ir
—En realidad, ahora hay una clara prueba de que hacia mi Padre, quien está en los cielos; pero vosotros
ellos traicionan la roca de la que fueron tallados y de os quedáis aquí, junto a este profeta desdeñado y re-
que procuraron el daño al profeta. chazado por los hombres. Está turbado y confuso por
Eliakim se acercó a Isaías quien seguía afrontando las visiones que contempla y por eso decidle: 'Largo
solo a sus acusadores. Neraías, hijo de Seraías, estaba es el camino que te falta recorrer. Dios lo ha cercado.
únicamente de guardia a un paso de él. Lo abrazó y El término del viaje está oculto, pero lleva al fin de
dijo: los días e Israel lo recorre. Vagabundea de aquí para
—Ven, ocupa el lugar que te corresponde entre los allá, a veces se extravía y se rebela, pero sigue adelante.
hijos de los profetas. Porque eres nuestro hermano. Hay caminos que extravían y caminos que llevan de
Jehová, el Señor de las multitudes, se te ha aparecido
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""'^ ' v Sholem Asch
regreso, pero Israel sigue adelante. Que vuestro cora-
zón sea fuerte y vuestro espíritu firme, porque Israel
alcanzará seguramente la meta que Dios le ha ordena-
do.' " Así nos habló nuestro maestro en su testamento.
Nuestro padre y maestro así lo dispuso en su última
voluntad y por eso hemos venido a ti, oh, profeta, para CAPÍTULO V
pararnos junto a tu diestra.
Haggai concluyó y Zacarías inició su parábola. Era Con las heridas sin cicatrizar aún, el profeta volvió
muy joven e incapaz aún de dominar el tropel apre- a sus congregaciones, a los mercados y a los cerrados
miante de sus imágenes. La visión que narró fué la patios, adondequiera podía hallar exilados. Los desper-
siguiente: tó, los increpó, les recordó quiénes eran.
—Y ocurrió durante la noche que, cuando se apagó Había olvidado su dolor y su sufrimiento como si no
nuestra vela, contemplé una visión. Estaba en el linde hubiesen existido jamás. Los escupitajos que le lanza-
de un oscuro bosque. En ese preciso instante amanecía ran a la cara habían sido como duchas que hacían
y he aquí que las esquinas del cielo comenzaron a pali- revivir; los golpes que llovieran sobre sus carnes, un
decer y el rocío impregnaba aún la hierba y los árbo- acicate para regocijarse, un grito de triunfo al Dios de
les. En el sitio donde yo estaba existían abundantes Sión.
juncos verdes, saturados de niebla matinal. El sol salió En su sangre ardía el fuego, el celo por el Dios de
para calentar y secar los árboles y la tierra. Yo seguía las Multitudes, el Único Creador, el Omnipotente, el
mirando esto y aquello cuando vi que una blanca ciu- Gobernante de las cosas existentes.
dad brillaba en un rincón del cielo y un tierno cervato Decían que el fetiche Bel Merodach había hendido
salía de la arboleda del oscuro bosque. Tenía una lla- el cielo y la tierra al ir a luchar contra su madre Tia-
meante Menorah 1 entre sus cuernos. Avanzaba con ma- mat, quien conspirara para restituir al mundo al caos
jestuoso paso. Luego, entró al camino blanco que Dios primitivo. ¿Quién era aquel Bel Merodach que aspira-
abría ante él y separó los verdes juncos salpicados de ba a que lo compararan con el Creador? Bel Merodach
flores blancas. Así, el cervato iba segura y suavemente era una masa inerte. En tal ocasión lo hacían de oro
hacia la blanca ciudad que resplandecía a lo lejos. Y fundido; en tal otra lo tallaban en piedra; pero siem-
mientras iba, la Menorah brillaba sobre su cabeza. pre representaba al fabricante de carne y hueso que lo
Entonces el profeta comprendió que era Israel que hiciera. El Hacedor de las obras de la creación no era
volvía de la oscura noche, libre de las zarpas de las ni materia ni cuerpo, ni la apariencia de un cuerpo
famélicas bestias que la tuvieran cautiva y a salvo de como lo suponían los babilonios; por cierto que no,
sus abiertas fauces. Iba hacia la Jerusalén reconstruida, como lo repetían y balbuceaban entonces tantos deste-
que Dios volviera a crear para ella bajo el radiante sol. rrados, imitándolos. El Creador del mundo era Uno en
El profeta estaba de nuevo a sus anchas. Había ha- los orígenes. Lo había hecho todo en él; Él era el Dios
llado su consuelo. de Israel.
El Dios de Israel no avanzaba con una lanza y una
i Candelabro de la sinagoga labrado artísticamente en plata. red para capturar a su madre, la serpiente Rahab. El
288 Sholem Asch
Dios de Israel no necesitaba hacerle la guerra a nadie; El profeta 289
porque todo era Suyo, tanto el bien como el mal. No se volvió a oír la voz de Dios que retumbaba como un
necesitaba un principio, ya que antes de £1 nada exis- trueno del empíreo, desgarrando el firmamento como
tía. La Creación no había existido un sólo momento una espada elemental que derrumbaba las murallas del
sin la presencia y autoridad de Dios y sólo continuaba tiempo y destruía a Rahab el dragón y a los demás
con Su gracia. Él espíritu de Dios revoloteaba sobre monstruos: "Que haya un firmamento en medio de las
la faz del caos primitivo, lo vacío y lo informe, la ti- aguas y que separe las aguas de las aguas." Vio que
niebla, las aguas; porque fuera de Él nada había. las cabezas de los monstruos se abatían como perros he-
Al parecer, Dios había abierto una pequeña grieta ridos y se hundían en el abismo. Parte del mar se su-
por la cual él podía distinguir el hermético secreto de mía en las profundidades y parte se remontaba a los
la labor creadora, de extremo a extremo. De un confín aires, y al subir se volvía cada vez más liviano, mez-
al otro de la eternidad, en lo más profundo del mar de clándose con las cortinas de las cumbres celestiales que
tinieblas, algo semejante a un trueno proclamó: "¡Que ocultaban la eternidad.
haya luz!" Se oyó el sonido y el profeta advirtió unas El profeta les presentó su visión a los hijos de los
charcas de luz que brillaban y se extendían cada ve2 profetas y a los ancianos. No mencionó al ídolo Bel
más en la oscuridad. Ahora las alas azules del cobertor Merodach ni aludió a él para nada. Pero quienes lo
del cielo cubrían el mar de tinieblas. De esas alas bro- oyeron comprendieron perfectamente a quién se refe-
taban capas de luz que llegaban a todas partes. Las ría. ¿Acaso muchos de los exilados no habían ido en
nubes se acumulaban en encrespadas ondas, se elevaban tren de franco libertinaje en pos de Bel Merodach, cre-
sobre las alas y flotaban sobre la faz del firmamento. Al yéndolo el creador del mundo? Cuando les hubo expli-
moverse lanzaban de su seno a las estrellas, los soles y cado su visión de la obra de creación a los hijos de los
las lunas, dispersándolas por la extensión del cielo. Las profetas, Isaías alzó las manos al cielo y le oró al Dios
estrellas, los soles y las lunas eran diseminados por su de Israel, a Jehová, al Creador de todas las cosas. Su
propio vuelo sobre las anchas y puras aguas. Vino la plegaria estaba compuesta de versos pulidos, porque los
claridad y la luminosidad del día aclaró el mar de ti- había escrito y vuelto a escribir, para que las palabras
nieblas aprisionado en la mano de Dios. escogidas fuesen un medio digno de trasmitir la visión
Sólo entonces distinguió el profeta los terribles vien- que debía alojarse en ellas: un cofrecillo de oro em-
tos que soplaban furiosamente sobre el mar de tinie- bellecido con piedras preciosas.
blas, mientras furiosas tormentas se arremolinaban y
remontaban allí. Todo hervía en el mar como el men- "Despierta, despierta,
junje de una bruja. Columnas de niebla se elevaban aplica tu fuerza,
hacia el cielo como poderosas torres; algunas cobraban oh, brazo de Jehová,
la apariencia de Rahab y otras la del gran dragón. Eran despierta, como antaño,
unas monstruosas imágenes, tales como si el oscuro mar en las antiguas generaciones.
fuese la morada de todos los habitantes del infierno. ¿No fuiste tú quien cercenó a Rahab
Todo lo vacío y lo informe mantenido en cautiverio allí e hirió al dragón?
surgía con loca furia, esforzándose en liberarse. Luego ¿No fuiste tú quien secó el mar
y las aguas del gran abismo
— VL
290 Sholem Asch El profeta 291
e hizo que las profundidades del mar estamos demás, porque no adoramos a su dios. Nos
fuesen un camino para que pasaran los rescatados? echan de los mercados y de las ferias.
Por eso, los salvados por Jehová volverán —Nos roban el bocado de pan de la boca. Pronto
y entrarán cantando a Sión nos expulsarán de nuestras casas. Nos veremos obliga-
y habrá eterna gloria sobre sus cabezas. dos a dormir a la intemperie y no tendremos qué darles
Obtendrán alegría y gozo; a nuestras esposas y a nuestros hijos.
y el dolor y el duelo huirán." —¿Qué nos has hecho? Puedes ver con tus propios
ojos que Dios nos ha abandonado dejándonos a merced
Al abandonarlos, el profeta volvió a ir de sinagoga de las fieras de famélicas fauces. ¿Por qué los incitas?
en sinagoga, de barrio en barrio. Visitó todos los luga- ¿Por qué los enfureces contra nosotros?
res donde se podía hallar a desterrados, donde éstos —¡Llenadle la boca de polvo hasta que se atragante!
vivían o trabajaban, en sus yunques o almacenes o es- ¡Echadlo de aquí! Se ve a las claras que es la causa de
tancos de los mercados. Y adondequiera iba, los alen- todos nuestros infortunios.
taba, los acusaba y les hacía recordar. No prestaba aten- El profeta vio ante sí semblantes confusos y aterrori-
ción a sus blasfemias; no escuchaba sus insultos; no lo zados, manos trémulas de miedo, judíos que le implora-
consternaban sus puños que se alzaban amenazadores. ban con voz desgarrada, tímida y cobarde y labios que
Los exilados seguían murmurando, desilusionados. le suplicaban piedad para ellos, para sus esposas e hijos.
También los obsesionaba ahora el gran temor de que Lo rodeaban los exilados abatidos, turbados y des-
los expulsaran de Babilonia, porque se negaban a orientados. Los ojos de Isaías centelleaban de apasiona-
aceptar, como comunidad, la divinidad de Bel Mero- da indignación ante sus servilismo y pusilanimidad, pero
dach, cuando los nuevos gobernantes habían proclama- al propio tiempo calmaban su furor las lágrimas de com-
do públicamente que Merodach era el dios del imperio pasión que se acumulaban en él. La aprensión y el te-
y de todos sus moradores. Temían las cosas que hacía mor de aquella gente no se debían simplemente a la
el profeta. Los estremecía como a unas hojas a merced incitación de los emisarios de la Casa de Murashu, sino
del viento el temor de que el profeta afrentara el también al desdén y menosprecio de que los hacían
honor de aquel dios tan poderoso en Babilonia, como víctima a diario sus vecinos babilonios. Desde que sus
acostumbraba hacerlo y atrajera la catástrofe sobre sus dioses, sobre todo Bel Merodach, fueran exaltados a
cabezas. Siempre que él aparecía le pedían que los de- tal punto por los nuevos gobernantes, los babilonios
jara en paz. habían notado repentinamente que los judíos formaban
—Nos traerás la catástrofe. Nuestros vecinos saben ya el único sector del imperio que no se inclinaba ante
que desprecias a Bel Merodach y que los judíos somos las deidades dominantes. Eran el único pueblo que se
el único pueblo del imperio que rechaza su soberanía. obstinaba en rendirle culto a un dios extranjero que
Vete, nos causarías un desastre. sus antepasados trajeran de su país de origen. Siendo
—Todos los babilonios nos desprecian y se burlan de así, era razonable que fuesen extranjeros en Babilonia.
nosotros. Nuestros vecinos nos escarnecen y nos califi- En cambio los judíos no advertían el más leve indicio
can de imbéciles. de que Ciro se propusiera cumplir las promesas de que
—Nos llaman extranjeros. Dicen que en Babilonia diera testimonio el profeta. Ciro ni siquiera había ve-
292 Sholem Asch El profeta 293
nido a Babilonia y su hijo Gambises, quien lucía las
insignias de la realeza, guardaba silencio. Pero no su- "Así dijo Jehová:
cedía lo mismo con los babilonios. Éstos se mofaban de Yo, yo soy quien os consuela.
los judíos y reñían con ellos, les decían que su Dios los ¿Quién eres tú para temer a un hombre que es mor-
había desamparado y agregaban burlonamente que el ral
dios de Babilonia no los quería. Babilonia no era su y al hijo del hombre que por heno será contado?
hogar. Allí resultaban unos extraños. Los funciona- Y olvidas a Jehová tu Hacedor,
rios babilónicos, lentamente pero sin cesar, les cerce- que ha extendido los cielos
naban los privilegios especiales concedidos por los go- y fundado la tierra;
bernantes anteriores. Los oficiales los oprimían, los y temido sin cesar, todos los días,
jueces los trataban con mucha severidad, las ingober- debido a la furia del opresor,
nables multitudes los atacaban y expulsaban de sus es- y he puesto mis palabras en tu boca,
tancos de los mercados. Adondequiera iban oían una y te he cubierto con la sombra de mi mano
risa burlona y sardónica, como si fueran la hez de la y echado los cimientos de la tierra,
tierra, abandonada por Dios y por el hombre. y le digo a Sión.
tú eres mi pueblo."
Suponían que todo esto se debía al profeta. Los gol-
pes que le propinaran no habían ayudado gran cosa. Al
mesarle la barba no le habían hecho desistir y tampoco —¿Dónde obtiene tanta confianza? ¿Dónde? ¿Dónde?
lo lograron los escupitajos en la cara. Era inútil que —se preguntaban todos y se lo preguntaban a su vecino,
trataran de alejarlo. Todo lo que hacían no daba fru- cuando pasaba entre ellos el joven y esbelto profeta
tos porque Isaías no temía nada. Y en los últimos tiem- con infatigable energía, con tal pasión como si lo con-
pos, desde que los ancianos lo proclamaran profeta de sumiera el fuego.
la verdad, se había conquistado muchas amistades en- Extático y exaltado por el poder de la visión que
tre los hijos de los profetas, quienes tomaban partido ardía en él, entonaba sin cesar cantos de esperanza y
por él y estaban prontos a ayudarle. de consuelo. Lo decepcionaba el fracaso de sus espe-
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo seguirían los judíos ranzas; lo habían burlado en su expectativa y sin em-
suspendidos sobre el abismo de la nada? Los desarrai- bargo su estado de ánimo era el de un alegre novio
gaban de Babilonia, los arrancaban como fétida cizaña entre plañideros. Cantaba una canción de la vida en
y sin embargo no los devolvían a su país. Los perse- la casa de la muerte. La gente, poco a poco, se acos-
guían, insultaban y despreciaban. tumbró a él: se acostumbró a aquel joven que vagabun-
Y el profeta no los dejaba en paz. Volvieron a gol- deaba de aquí para allá, acompañado siempre por Ne-
pearlo, pero como si tal cosa. Siguió plantado frente a raías, hijo de Seraías, quien lo atendía como un padre
ellos y les suplicó, como suplica un padre a su hijo. Les a un hijo enfermo. Y en realidad el profeta era un niño
hablaba con piedad, como un padre que consuela a un enfermo, porque una fiebre se había apoderado de él.
niño infortunado: Podía ser un buen espíritu o un espíritu maligno, pero
que gemía sin cesar y clamaba con toda su voz. Ya no
lo golpeaban; ni tampoco le mesaban la barba. Lo de-
294 "^- Sholem Asch El profeta 295
jaban hablar a su antojo y nadie le prestaba atención. proporcionaba un exquisito placer entretejerlo en las
Isaías no aludía ya al dios de Babilonia; ni mencionaba plegarias y salmos que componían en Babilonia. Las
a Ciro. Sólo contaba sus visiones. A veces hablaba con- palabras del profeta les hacían recordar con melanco-
sigo mismo, como si conversara con espíritus que sólo lía a Jerusalén, con prescindencia de si querían volver
él podía ver. allí o no. Esas nostalgias, en sí, eran sumamente agra-
Se paraba en medio del grupo de desterrados en el dables.
patio de los betlemitas, quienes acudían en tropel a En su calle, junto a los bancos donde ejercían sus
escucharlo. Cuando hablaba, ellos sentían el encanto y oficios para un pueblo extraño en una ciudad extraña,
la musicalidad de los cánticos graduales que entonaran el profeta les presentaba la visión de Jerusalén que lo
los levitas en el santo templo. Ningún profeta les ha- visitara en esos últimos días. Jerusalén cargada de ca-
bía dicho palabras tan cordiales, alentadoras y dulces denas, Jerusalén humillada, desamparada por Dios y por
como Isaías. Revestía sus pensamientos de melodiosas sus moradores, abandonada al polvo y a las cenizas, a
frases que penetraban en sus corazones y se posesiona- las ruinas sobre las cuales se sentaba enlutada. Jerusa-
ban de ellos. Parecían impregnarles los huesos de un lén, la madre de Isaías y la de ellos, la elegida por Dios,
fresco rocío; aliviaban su dolor y trocaban la tristeza quien apurara la copa de la ira divina hasta las heces.
en dulzura. Como con una varita mágica, las palabras Aquella Jerusalén, ebria no de vino sino de amargura,
del profeta los transportaban a las verdes praderas pró- que se mantenía en pie con dificultad y era digna de
ximas a las tranquilas aguas junto a las cuales David, consuelo. El propio Dios secaría sus lágrimas y la con-
hijo de Isaí, el rey que viniera de su misma ciudad, solaría, como consolara a Raquel, la madre de Israel.
cantara tan dulcemente. Jerusalén había bebido y agotado la copa de los tem-
Ahora bien, los exilados que vivían en Babilonia blores por todo Israel. Por los pecados de Israel y de
eran expertos en punto a lenguaje. Muchos de ellos Judea Dios la había abandonado. El profeta la vio en
meditaban aún con deleite en las visiones que les pre- su desamparo: agobiada, quebrantada y sola, mientras
sentara Ezequiel con su profética seducción. Por eso los últimos sobrevivientes de sus hijos se arrastraban
lo llamaban "predicador y constructor de parábolas". entre las ruinas como unos dementes, como poseídos por
¿Qué importaba si las palabras del profeta se cumplían los demonios, como gente débil y famélica. La mayoría
o no? ¿Si el propio Dios había puesto en su boca las de sus retoños se habían alejado de ella para ir al des-
palabras que decía o si un espíritu familiar, un fan- tierro y, por desgracia, la habían olvidado rápidamente
tasma, que se aposentara en su cuerpo, gritaba con su y nadie la tenía de la mano en una época de catástrofe
garganta? y decadencia. Sus campos eran arados por extranjeros
y en sus casas vivían extraños. El pueblo estaba disperso
Tanto daba. Era grato abandonarse al fluir de la por las aldeas y ciudades de Babilonia y ni siquiera que-
dulce elocuencia que brotaba del profeta. Allí, en Ba- ría conocerla ya.
bilonia, el lenguaje de los niños se estaba corrompiendo
cada vez más con el idioma vernáculo y por eso sus Con poderosa voz, plena de confianza y de consuelo,
padres, cuyos antepasados provenían en su mayoría de aunque lacrimosa, el profeta cantó ante los betlemitas
Judea, sentían nostalgias de la severa pureza y claridad la alegría y el dolor de su madre, su caída al estercolero
del lenguaje profetice Era algo precioso para ellos. Les y su exaltación a las cumbres, su destrucción y recupe-
/\
296 '>- Sholem Asch El profeta 297
ración, con palabras que sólo Dios podía, haber puesto inclínate para que podamos pasar;
en su boca: y tú has puesto tu cuerpo como tierra
y como camino para los que pasan."
"Despierta, despierta,
levántate, oh, Jerusalén, Los exilados se adelantaban a mirarlo como gente
que has bebido de la mano de Jehová el cáliz de su que va a ver a un bufón que dice hechicerías para
[ira. asombrarse de sus bellas frases, de sus exorcismos. Hasta
Bebiste las heces de la copa del temblor y las ex- se burlaban de él, lo despreciaban y vilipendiaban.
[primiste. Pero sus palabras penetraban en ellos y su carne los
absorbía. El apasionado lenguaje de Isaías quemaba
No hay quien la gobierne entre todos los hijos que
toda la impureza, escoria y suciedad que se acumularan
[ha parido;
en sus corazones durante los años de cautiverio y servi-
ni hay quien la tome de la mano de todos los hijos lismo del exilio babilónico. Como con un hierro ai
[que ha criado. rojo blanco, aquello los purificaba de la servil abyec-
Estas dos cosas te han sucedido. ción del lacayo ante su poderoso amo y del temor que
¿Quién se apiadará de ti? le inspiraban sus vecinos. La sangre de sus antepasados
Tus hijos se han desmayado, volvía a fluir por sus venas. La implícita obediencia y
yacen en la encrucijada de todos los caminos, como la acción a la cual se comprometieran en la reunión
[un buey salvaje en la red; del Monte Sinaí volvían a cruzar como una tempestad
los colma la furia de Jehová, sus pensamientos y los elevaban como sobre alas de
la ira de tu Dios." águila, a gran altura y transportándolos a su país de
origen. Sus ojos veían a su madre, Jerusalén, quien se
Su tono cambió y se hizo amable, como si viera real-
erguía ante ellos como una novia y les tendía la mano
mente parada ante él a la madre Sión.
con gracia y amor.
—Ahora, pues, escucha esto: ella está afligida y ebria,
pero no de vino. Lágrimas de alegría brotaron de las comisuras de sus
La voz del profeta volvió a cambiar y bramó, tonante, ojos. En su desnudez, en la agobiante pesadez de su
infundiendo temor a todos los que salían de sus casas labor en las fraguas, frente a sus enemigos y opresores
para mirarlo. los babilonios, los exilados cayeron de cara sobre la
tierra, alzaron las manos hacia el cielo y cantaron,
"Así dice tu Señor Jehová, mientras llameaba en sus indignados corazones un ansia
y tu Dios, que aboga por la causa de Su pueblo. de venganza:
Mira, he apartado de tu mano el cáliz del aturdi-
[miento, "Junto a las aguas de Babilonia estábamos sentados..."
hasta las heces del cáliz de mi ira
y no volverás a beberlo.
Pero lo pondré en la mano de los que te acongojan,
que le han dicho a tu alma,
El projeta
monía con su rey. A su izquierda iba la tropa asiría,
vestida a la usanza antigua: sus trenzadas barbas, riza-
das y abundantes, de imponente aspecto, sus cascos có-
nicos asentados sobre la coronilla y sus lanzas revesti-
das de cobre, lanzas que destrozaran cabezas de reyes
i ^ H , / CAPITULO VI y esclavizaran a sus pueblos. Caminaban con paso atro-
nador, con la siniestra e irresistible ineluctabilidad que
Finalmente, en el mes de Marshevan del año en que infundiera terror antaño a las naciones y las sojuzga-
conquistara Babilonia, Ciro entró a la capital para ser ra. Detrás del rey marchaba su guardia babilónica. To-
ungido emperador de Babilonia y gobernante de todo dos sus componentes eran oficiales de alta jerarquía,
el reino de la tierra. quienes habían comandado tropas de Babilonia y que
Nunca, en toda su historia, había visto la ciudad tan se pasaran con sus soldados al servicio del monarca ven-
triunfal desfile. A ningún monarca de los que hollaran cedor.
las calles de esa metrópoli lo habían rodeado tantos En los triunfales desfiles de los gobernantes de Asiria
reyes, tantos sátrapas ni gobernadores de provincias; ni y Babilonia se había exhibido siempre en forma muy
acompañado tantos guardias y cortesanos de tan nume- espectacular a los agobiados reyes cautivos y a sus ge-
rosas naciones y pueblos. Con su imponente estatura, nerales, cargados de cadenas y grilletes. Aquellas tres
que lo destacaba por sobre toda su comitiva, y los gue- compañías de guardias personales, compuestas por ofi-
rreros que avanzaban a su alrededor, con su indumen- ciales de la más alta jerarquía que marchaban en for-
taria persa centelleante bajo el dorado manto de la mación, testimoniaba y pregonaba con más elocuencia
realeza babilónica que pendía de sus hombros y una que las palabras que en el mundo se había operado un
corona de oro sobre la cabeza, Ciro fué a la cabeza de gran cambio. Había muerto una época y nacido otra.
su guardia desde las puertas de Ishtar, en la Avenida Ni Ramsés II, rey de reyes, ni Tiglath Pileser, Sena-
de las Procesiones, hasta el palacio de Nabucodonosor. querib o Nabucodonosor, ninguno de estos poderosos
Las fuerzas armadas de Ciro, el brillo de sus variados conquistadores había ocupado con tanta seguridad su
uniformes, los camellos, elefantes y leopardos, no exci- trono como lo hacía Ciro, el rey de Persia y Media, en
taban tanto a los babilonios como las tres tropas de la la sede de la monarquía establecida en el palacio de
guardia personal del rey. Eran un signo y un testimonio los reyes de Babilonia, con sus jardines colgantes, con
de que los tres poderes soberanos que, sucesivamente y sus vastos salones embellecidos por las esculpidas losas,
durante varias generaciones, habían mantenido bajo su donde se veían escenas de los avasalladores triunfos de
férula a innumerables países y hombres, estaban uni- Nabucodonosor. La eterna lucha celestial entre Tiamat
dos ahora en un solo ser. Un ser que reinaba sobre y Bel Merodach estaba tallada en marfil y estampada
ellos: un rey, terrible y temible, de poder ilimitado, los en relieve en oro sobre el trono donde se sentaba ahora
mandaba ahora a todos. A su derecha marchaba su guar- Ciro. Éste lucía el manto asirio de la majestad que tra-
dia personal, los persas de breve túnica y con el carcaj jera Nabucodonosor de Nínive con el trono a modo de
al hombro. Los guerreros de cortas barbas avanzaban botín. Encima del trono veíase otro bajo relieve, que
con todo el vigor de su fuerza juvenil, en perfecta ar- representaba a Bel Merodach invistiendo a Nabucodo-
^ \ '
300 Sholem Asch El profeta 301
nosor de la corona y el cetro de Babilonia. Era esta absorta, boquiabierta, trémula, impresionada hasta lo
corona la que ceñía ahora la alta cabeza de Ciro, el más hondo, con el corazón temeroso y estremecido, vol-
persa, mientras que asía firmemente en la mano el ce- vió a oírse la voz del rey:
tro, símbolo de su dominio sobre los pueblos del mun- —Y éstos serán vuestros límites.
do. Alrededor del rey estaban agrupados los grandes A una señal del rey, dos escribas trajeron una gran
y los nobles de Asiria y Babilonia, los sátrapas y pashás, tablilla de arcilla en la cual estaban esculpidos Jeru-
cada cual señor de una provincia en los dominios de salén y sus alrededores. El pashá de Babilonia señaló
Ciro. Sobre todos ellos, resplandecían la cadena, el los límites con el dedo. Estaban dibujados desde la lla-
anillo y la insignia de oro que indicaban su autoridad. nura costera hasta la orilla del mar, excluyendo Sama-
A la derecha y a la izquierda del trono estaban parados ria, Schechem y Galilea. Allí aparecían Jerusalén y las
los dos amos de la ciudad de Babilonia, Cambises, el colinas que la rodeaban, hasta el propio Hebrón.
hijo y heredero, y Gubaru, el señor de los gobernadores Los exilados palidecieron, pero antes de que pudie-
de Babilonia, quien atrajera con su astucia y diplomacia ran reponerse, el rey volvió a hablar.
a los sacerdotes de E-Sagila a la causa del nuevo mo- —No estoy restaurando la realeza de la Casa de Da-
narca. vid. Soy vuestro monarca y estaréis bajo mi protección
El mismo día el gran rey llamó a una delegación de y gobierno. Os he extendido mi gracia y os he designado
jefes de los judíos exilados. La integraban Shaltiel, el a un gobernador mío. Se llama Sheshbazzar.
príncipe de mayor edad de la Casa de David, su hijo Un hombre alto, vestido a la usanza persa, se ade-
Zerubabel, Jehozedek, hijo del sacerdote principal, y lantó y se paró ante el rey.
Seraías. También figuraban jeshu, hijo de Jehozedek, —Este es el gobernador que os he destinado. Su título
y los notables de las casas de los antepasados judíos en será el de "Príncipe de Judá". Os guiará de regreso a
Babilonia y en las poblaciones circundantes. Jerusalén y os confiaré a su gobierno. Cualquier prín-
A una señal del rey, Gubaru, pashá de Babilonia, se cipe de Judá que quiera acompañarlo para colaborar
adelantó muy ceremoniosamente mientras redoblaban en la construcción de la casa de Jehová está en libertad
los tambores y sonaban las trompetas de los heraldos. de hacerlo. Pero no estoy restaurando la monarquía de
Dos escribas comparecieron ante él y pusieron una ta- la Casa de David.
blilla de arcilla ante sus ojos y Gubaru leyó, en alta Ciro se volvió hacia el hombre que estaba de pie a
voz: su lado.
"Así dice Ciro, rey de Persia: el Señor Dios de los —Sheshbazzar, príncipe de Judá.
Cielos me ha dado todos los reinos de la tierra y me El gobernador nombrado por Ciro cayó de cara al
ha encargado que Le construya una casa en Jerusalén, suelo, a los pies del rey.
que está en Judá. —Confío a Judá a tu cuidado. Llévate a los judíos, a
"¿Quién de vosotros está ahí, de todo Su pueblo? Su los que quieran volver a Jerusalén y ayudar a la re-
Dios sea con él y le deje ir a Jerusalén, que está en construcción del templo de su Dios. Y al que se quiera
Judá, y construir la Casa del Señor Dios de Israel, Él quedar en cualquier sitio donde se detenga, que los
es el Dios que está en Jerusalén." hombres de ese lugar le ayuden con plata y oro y mer-
Mientras la delegación de los exilados estaba aún cancías y animales, además de la ofrenda de buena
302 Sholem Asch El profeta 303
voluntad para la Casa de Dios que está en Jerusalén. nuestros primos hermanos, han bajado precipitadamen-
Haz saber mi voluntad de que los judíos vuelvan a te de las montañas de Efraím y se han radicado en
Judá en todas las provincias de mi imperio. Jerusalén. ¿Dónde viviremos, pues, si nos han asignado
Hubo una breve pausa y Ciro gritó: las resecas colinas de Judá, desde los alrededores de
—¡El tesorero del imperio de Babilonia! Jerusalén hasta Jericó y Hebrón? ¿Dónde encontrare-
Mitrádates se adelantó y cayó de cara al suelo ante mos un sitio en que vivir? ¿Cómo puede esperarse que
el trono. cambiemos las fértiles y ricas tierras de Babilonia, que
—Mitrádates, trae la vajilla de la casa de Jehová, que se impregnan de agua día y noche y son nutridas por
Nabucodonosor se llevó de Jerusalén y le dio al templo los canales como nutren a un niño los colmados senos
de sus dioses. Cuéntala y entrégasela a Sheshbazzar, el de la madre, por las escabrosas colinas de Judá, cuyas
gobernador de Judá. pendientes han lavado durante años las primeras y úl-
Con esta última orden, terminó la audiencia. Los timas lluvias? ¿Dónde obtendremos nuestro pan coti-
jefes de los exilados quedaron a un tiempo atónitos y diano, pastos para nuestro ganado y alimento para nues-
alentados. tros hijos?
A la feria acudían sencillos campesinos que vivían
La alegría y el miedo se confundían en los corazones en las anchas praderas próximas a Tel Aviv y en otras
de los exilados. La confusión mental y el desconcierto poblaciones rurales situadas sobre la red de canales que
caracterizaron la actitud de los dirigentes judíos cuando nacían del canal de Chebar.
se divulgó la proclama de Ciro. Junto a cada estanco —Les traeré a los que vuelvan un rico regalo. Dos
y almacén del gran mercado, en todas las callejuelas y muías, un caballo y una barra de plata que guardaba
patios, en las sinagogas, en todos los lugares poblados para hacerle un brazalete a mi mujer. Ciertamente, no
de las ciudades y aldeas, en la metrópoli, en Tel Aviv me iré de aquí. Podría regalar hasta una yunta de bue-
y Tel Melach, se reunían grupos de judíos, sopesando nos bueyes y eso es todo. Estoy muy conforme con mi
las palabras del rey, discutiendo, sutilizando y dispu- suerte en Babilonia.
tando sobre el gran acontecimiento. En el palacio de la Así hablaba Giddel, el rico terrateniente de Tel Aviv
Casa de David empezaron grandes polémicas, entre los que poco antes añadiera un hermoso campo a su pro-
hijos de los profetas, entre los ancianos y sacerdotes. piedad cuando un campesino pobre no le pagara su
Aunque era grande la alegría, no lo era menos el temor deuda. Cosas parecidas decían los obreros y artesanos
a lo desconocido que suscitaba la noticia. en el mercado y en los patios de los alrededores.
—La gente se ha desparramado por nuestras tierras —¿A quién le venderemos nuestros bienes? ¿A los
desde Sodoma y Edom, como una cloaca que ha des- leprosos amonitas que corretean por las ruinas de Je-
bordado, y han inundado todo el país. Los edomitas, rusalén y cuyos faldones asoman de sus rotos mantos?
que ayer, sin ir más lejos, nos pagaban un servil tribu- ¿Para qué necesitan mendigos descalzos nuestras her-
to, son hoy los señores del país. Han venido del Negev, niosas telas teñidas? ¿No saltarán de alegría al ver las
el país del sur, de la TransJordania. Han bajado de sandalias bordadas de nuestras mujeres? O, acaso, com-
las colinas y ocupado nuestros solares y se han apropia- pren nuestros hermosos ceñidores para sus consumidas
do de todo lo que tiene algún valor. Los samaritanos, y pintarrajeadas esposas.
304 Sholem Asch El profeta 305
— ¡Aja! ¿Crees que nos pagarán bien nuestras espe- solo contacto basta para mancillarla —gritó furiosamen-
cias y aceites, con la mitad de los cuales vivimos, para te un sacerdote fanático.
librarse del hedor adherido a ellos? —Y en cuanto a esa santificación del nombre de Dios
Pero más serias y trascendentales eran las considera- ante todos, reservemos el juicio. Ciro tiene muchos dio-
ciones expuestas por los caudillos de los desterrados y ses y no reñirá con ninguna divinidad. Lucha contra
los jefes de la Casa de David, los ancianos, los sacerdo- los pueblos y los estados y apenas sojuzga a uno de ellos,
tes, los hijos de los profetas. En esos círculos se discutía acepta a su dios y lo considera su aliado. Hoy dice que
tranquilamente, sin alzar la voz. Se estudiaba el asunto Dios le ha entregado el reino de la tierra. Mañana dirá
en todos sus aspectos, y se reunía a toda clase de gru- lo mismo del dios de otro pueblo, de Bel Merodach o
pos, para consultas mutuas. Se congregaba a los jefes de cualquier otro poderoso demonio. No le cuesta mu-
de las casas, a los sacerdotes más destacados. chos hacer esas declaraciones.
—Nos gobernará un príncipe extranjero, uno de los
sátrapas del rey, con el título de "Príncipe de Judá". Sin embargo, todos los ojos se dirigían hacia el joven
No es de la estirpe de David. Se diría que Ciro ha pres- y maravilloso profeta. Ayer, sin ir más lejos, estaba
cindido deliberadamente de los príncipes de la Casa de proscripto y era un hazmerreír. Ahora, parte de su pro-
David que viven entre nosotros, quienes tienen pleno fecía se había cumplido y por eso todos esperaban an-
derecho a gobernar, y ha elegido a un hombre de su siosamente sus palabras. Aunque no se había logrado
propio pueblo, a quien nadie conoce. toda la redención que prometiera, era evidente que la
Así expresó las dudas generales uno de los reunidos verdad de Dios surgía de su boca. Acaso toda la profe-
en el palacio de la Casa de David. cía se cumpliera por etapas. Por eso, Zerubabel, Jeshu
—A pesar de todas estas consideraciones, opino que y algunos de los ancianos e hijos de los profetas y sa-
el gran rey ha santificado el nombre de Jehová ante cerdotes vinieron a verlo a su pequeña choza. Querían
todos, en presencia de sus vasallos, sátrapas y coman- saber si tenía algún mensaje de Dios que comunicarles.
dantes. A la vista de todos los pueblos que viven en El profeta adivinó que estaban perplejos. Leyó en sus
sus dominios, llamó a nuestro Dios el Dios de los Cie- ojos el temor y advirtió que en su alegría había pre-
los, que le diera el dominio total de la tierra. La si- ocupación. Pero le costaba comprender, con todo, por
tuación del pueblo de Israel ha mejorado extraordi- qué estaban tan contrariados y aprensivos, por qué con-
nariamente ante toda la gente del mundo. No cabe fiaban tanto en las palabras de Ciro. ¿Era el rey de los
ninguna duda de que los vaticinios del profeta se han persas su salvador? ¿Dependía su redención de él? ¿Quién
cumplido. era Ciro para que le temieran tanto? El profeta les
Así procuraba alentar al pueblo Zerubabel. dijo:
— ¡También ordenó la devolución de la vajilla del —Cuando Senaquerib posó su planta sobre el cuello
templo que estaba en el tesoro real y su entrega al de los hijos de Israel, cerca de Lachish, creyó que era
cuidado del "Príncipe de Judá"! —exclamó Jeshu, el el/dueño del mundo y que lo dominaría eternamente,
hijo de Jehozedek. que todos los pueblos le habían sido entregados para
—¿A quién se la entregó? ¿Al sacerdote principal? Se que los castigara o perdonara. Lo mismo creyó Nabu-
los dio a un extraño incircunciso. A un impuro cuyo codonosor en sus tiempos, en el juicio de Riblah, cuando
306 Sholem Asch El profeta 307
su verdugo principal decapitó a los príncipes de Judá, Suéltate las ligaduras de tu cuello, oh, cautiva hija
los hijos de la casa real, y la de Seraías, el Sumo Sa- [de Sión.
cerdote, y contó las cabezas una por una ante el rey. En Porque así dice Jehová:
ese momento, Nabucodonosor pensó que había sellado de balde fuisteis vendidos
finalmente el destino del reino de Judá y que éste se y seréis rescatados sin dinero.
hallaba condenado a la destrucción eterna. ¿Dónde Porque así dice Jehová, el Señor.
están hoy esos soberbios reyes? Lo mismo sucede con Mi pueblo fué en otros tiempos a Egipto para radi-
Ciro. Es un insecto. Hoy vuela aquí, mañana ya no carse ahí;
existe. ¿Fué Ciro quien os expulsó de vuestras tierras y el asirio lo cautivó sin razón;
y os llevó al exilio? Entonces... ¿por qué confiáis en y ahora...
él y estáis tan esperanzados en que os rescate? Él no os ¿qué tengo aquí, dice Jehová,
vendió. No habéis sido vendidos. Nadie recibió dinero que me arrebatan a mi pueblo por nada?
de Ciro para tomar posesión de vosotros y nadie tendrá Los que lo gobiernan lo hacen aullar, dice Jehová;
que pagarle a Ciro vuestro rescate. No seréis rescatados y mi nombre es blasfemado a diario.
con dinero. No es Ciro quien decidirá vuestra suerte y Por eso, mi pueblo conocerá mi nombre;
os impondrá gobernantes. Eso lo hará Dios. Si hoy Ciro por eso, sabrá en ese d í a . . .
escribe sobre ladrillos y tablillas, escribe sobre arena. que soy Yo El que te habla;
El mañana traerá la lluvia y todas sus hermosas pala- Mira, soy Yo."
bras serán lavadas y desaparecerán como si nunca hu-
biesen existido. Por eso, no debéis sentir consternación Era el Dios de Israel quien los había exilado y sería
ni miedo. Dios y no otro os rescatará. £1 quien los sacaría de allí. £1, y no un extranjero. Él,
El profeta esperaba una señal, una visión, para poder y no un ser de carne y hueso. En el mundo entero, nadie
traerles una palabra de estímulo. Y, en realidad, una tenía el poder de fijarles límites o de nombrarles prin-
noche lo visitó una visión. Llamó a Neraías y le habló cesillos. ¡No! Ningún incircunciso ni extranjero los
de ella y le rogó que confiara su relato a la escritura. dominaría; no sería un sátrapa, sino alguno de ellos
Era su respuesta al temor de aquella gente. Luego les mismos.
llevó la visión a los exilados, los ancianos, los sacerdo- Un nuevo espíritu se agitó entre los exilados. La an-
tes, las casas de los antepasados y los hijos de los pro- tigua sangre de sus antepasados pareció fluir nueva-
fetas, porque todos esperaban su palabra. El sábado mente por sus venas.
siguiente dijo su consuelo en el Be Knishta, la gran
sinagoga de los ancianos. Y esta fué la respuesta que La vajilla del templo que Sheshbazzar había recibido
Dios puso en boca del profeta: del tesorero real, Mitrádates, estaba dispuesta en orden
sobre las mesas de la Casa de David. Sacerdotes de blan-
"Despierta, despierta, recobra tu fortaleza, oh, Sión; cas túnicas, de pie junto a las mesas, impedían que
ponte tu hermosa ropa, Jerusalén, ciudad santa; ningún lego tocara los sacros objetos. Los hijos de la
porque ya vendrán a ti el incircunciso y el impuro. Casa de Shallum y los Hijos de los Servidores de Salo-
Sacúdete el polvo; levántate y siéntate, Jerusalén. món montaban guardia en las puertas. Cinco mil cua-
308 ' Sholem Asch El profeta 309
trocientos eran los objetos que estaban sobre las mesas; mente al hacerse anticuada la realeza davídica. Pero en
había escudillas de plata, cuencos de oro, grandes copas, vez de este régimen maternal se acrecentó la importan-
cuchillos, marmitas, incensarios y otras piezas; todo de cia del sacerdocio como depositario de la verdad reli-
oro y plata puros. giosa y baluarte del reino espiritual.
La gente desfilaba en avalancha para deleitar sus En esos tiempos el jefe de los sacerdotes era Jeshu,
ojos con el espectáculo de la sagrada vajilla. Ésta había hijo del anciano Jehozedek. Disputaba con los jefes de
sido devuelta: parecía cobrar vida de nuevo. El rey Judá en el palacio de la Casa de David.
Salomón, quien le diera al templo la vajilla, no estaba Cuando Ciro lanzó su proclama, Zerubabel y Jeshu
realmente muerto: el muerto era Nabucodonosor, quien visitaron al gobernador Sheshbazzar y reconocieron su
se la llevara para destruirla. El rey asirio no existía ya flamante título de "Príncipe de Judá".
y la vajilla sobrevivía. Había vuelto a la vida y el Aunque Ciro no había confiado el gobierno de los
pueblo revivía con ella. exilados a un vastago de la Casa de David, a quien le
Los primeros en responder a la proclama de Ciro, correspondía en justicia, sino a un extraño, Zerubabel
cuando la divulgaron por todo el imperio, fueron los estaba pronto a servir al gobernador con buena volun-
sacerdotes. El rey no había anunciado la restauración tad y ayudarle en su difícil tarea. Le acordó los honores
del estado sino la del templo y la reanudación de su propios de su cargo de Príncipe de Judá y satisfizo sus
culto. Era natural, pues, que los sacerdotes fuesen los exigencias. Persistía en esta obediencia a pesar de la
primeros en aprovechar la oportunidad del retorno a oposición de su padre Shaltiel, quien tenía títulos lega-
Sión. El exilio había acrecentado inmensamente su es- les a la corona de David. El anciano príncipe no podía
tatura ante los ojos del pueblo. Si toda la nación se perdonarle a Ciro su discriminación contra la Casa de
había agolpado en sus patios y oficinas cuando el tem- David. La amargura de los grandes mercaderes y jefes
plo estaba en Jerusalén, en el exilio eran los sacerdotes de casas decidió también a Zerubabel a insistir en su
quienes iba entre la gente, visitándola dondequiera se conducta. Aquéllos habían afirmado que el rescate no
la podía hallar y leyéndole extractos del Pentateuco y era lo más conveniente, porque no implicaba la inde-
del resto de las Sagradas Escrituras los sábados y en las pendencia política. Zerubabel, por su parte, aceptaba
fiestas de las sinagogas. Esta lectura substituía a los ser- la opinión del profeta de que el rescate no provenía en
vicios hechos con ofrendas en el templo. Los exilados todo caso de Ciro sino de Dios y que el monarca sólo
de espíritu religioso se volvían hacia los sacerdotes en era Su instrumento, a quien Él desecharía apenas hu-
procura de consejo y orientación espiritual en los asun- biese ejecutado la parte del Divino propósito que le
tos vinculados a la observancia de los mandamientos. había sido asignada, en favor de otro que aportaría el
En las poblaciones agrícolas judías, los labradores se- rescate perfecto.
guían pagándoles diezmos a los sacerdotes, más por El sacerdote Jeshu, hijo de Jehozedek, opinaba lo mis-
respeto a la tradición que por exigencias de la ley. Se mo y adoptaba la misma línea de conducta que Zeru-
buscaba mucho más una orientación en los sacerdotes babel.
que en los gobernantes y jefes seculares de Judá y en El anciano Jehozedek era el hijo de Seraías, el últi-
los propios miembros de la Casa de David. En reali- mo Sumo Sacerdote que oficiara en el templo de Jeru-
dad, la posición de estos últimos había decaído gradual- salén y a quien habían conducido con cadenas de cobre
1
310 Sholem Asch El profeta 311
junto con Zedekías a Riblah, para que los juzgara Na- bcrnador Sheshbazzar con fidelidad y obediencia y a
bucodonosor. Allá iba su padre, el Sumo Sacerdote, en ayudarle en la tarea que le confiaran.
su indumentaria ceremonial, con las manos a la espal- Sheshbazzar era un aristócrata asirio por su cuna y
da. La víctima miró por última vez a su alrededor, antes su educación y tenía una larga experiencia en altos
de que lo decapitaran. Luego siguió mirando a Jehoze- cargos del Estado. Todo su porte testimoniaba su anti-
dek desde el patíbulo, como si quisiera decirle algo. El guo y noble linaje asirio y, sin embargo, su actitud para
hijo adivinó. Su padre quería encargarle que se conser- con los judíos era tal que parecía uno de ellos. Se con-
vara puro y santificara sus días a fin de estar pronto sagró por completo a la tarea que le habían confiado.
para el rescate, cuando Dios volviera con Su pueblo a Respetó las más delicadas susceptibilidades de los exi-
Sión y reconstruyera el templo. Debía conservarse digno lados y comprendió sus aprensiones con respecto a la
de oficiar como sacerdote en el templo, de ocupar su vajilla sagrada, que no tocó ni permitió que tocaran
puesto de sacerdote principal y de servir en el cargo sus hombres. Les encargó a los sacerdotes que se hicie-
que su padre había desempeñado antes de que Nabuco- ran cargo de la vajilla en el palacio de los jefes de Judá.
donosor se lo llevara de allí y apagara la llama de su Entre los exilados circulaban toda suerte de rumores
vida. sobre el origen de Sheshbazzar. Algunos sostenían que
Pero.. ., ¿era aquel el día que los ojos muertos de provenía de una antigua y noble familia judía que se
su padre, contemplándolo fijamente desde la cercenada asimilara antaño a los asirios y que, en realidad, perte-
cabeza, le habían encargado esperar en la pureza y la necía a una casa real de Israel, que se llevara como
santidad? ¿Era, realmente, el día de la venganza y el cautiva Senaquerib. Algunos de sus miembros habían
triunfo, el día de la recompensa por todos los tormen- sido traídos después a Babilonia por Nabucodonosor.
tos y vicisitudes? ¿Podía serlo aquella salvación pro- Agregaban que Sheshbazzar había sido paje en la corte
veniente de una mano extraña, de una palma que ape- babilónica, permaneciendo al servicio del rey durante
nas se entreabría para soltar sin gracia y de mala gana toda su vida. Cuando los sacerdotes de Bel Merodach
lo que retenía? La mano que ni le restituía la realeza pactaron con Ciro, él, con los gobernantes de Babilonia,
a la Casa de David ni les devolvía la independencia a se pasó a sus filas. Gubaru, el gobernador de. Babilonia,
los judíos, sino que nombraba a un gobernante extran- conocía el origen israelita de Sheshbazzar y confiaba en
jero, quien reinaría con el título de "Príncipe de Ju- su lealtad al rey de los medos y los persas y por eso
dá". . . ¿Era ese el rescate? se lo había recomendado a Ciro para el cargo de "Prín-
Jeshu no miraba las cosas desde ese punto de vista. cipe de Judá". En realidad, todos aquellos rumores que
Lo importante era reconstruir el n i d o . . . El Santo circulaban entre el pueblo carecían de fundamento. Sea
Templo era el nido de Israel. Jerusalén era su lugar, que fuesen ciertos o inconsistentes, el caso era que
el árbol en que debía estar. Que el ave volviera su ni- Sheshbazzar ocultaba su genealogía. Con todo, su acti-
do, sus retoños ya estaban probando las alas. Ciro era tud e inclinación propicias a los judíos eran evidentes.
el principio del rescate y para el fin de los días podía De Babilonia fueron emisarios a todos las poblacio-
esperarse toda la restauración. Desde el comienzo hasta nes judías del reino. Visitaban las aldeas, ciudades y
el término de la redención, correría mucha agua. El jefes de familia y les llevaban la buena nueva de la
sacerdote, Jeshu, estaba también pronto a servir al go- restauración de Sión. No siempre acogían la noticia
312 Sholem Asch El profeta 313
con alegría y entusiasmo. En las poblaciones más anti- absoluta y todos sus miembros debían obedecer sus
guas, entre ellas Tel Aviv, donde los judíos vivían prós- imposiciones de buena gana y sin quejarse. La jefatura
peramente y se enriquecían con los productos del fruc- de la casa era el cemento que aglutinaba a toda la fa-
tífero suelo, la nueva provocó más desconcierto que milia, formando un compacto grupo que se enorgullecía
júbilo. ¿Cómo podía esperarse que ellos abandonaran de su estirpe y sus tradiciones. La severa disciplina pa-
sus casas sólidas y bien construidas, sus ricas tierras que triarcal, que probara ser una fuerte valla contra la asi-
les rendían tres o cuatro abundantes cosechas anuales, milación mientras durara el exilio, era ahora un factor
las lozanas manadas de vacas y las gordas ovejas que esencial cuando la gente debía prepararse para el re-
crecían con tanta rapidez para marcharse a un país que greso, solucionándolo prácticamente.
ya no conocían y del cual sólo tenían noticias de oídas Doce representantes, correspondientes a las doce tri-
por los relatos del abuelo? Ellos darían una bonita bus de Israel, fueron elegidos entre los jefes de las casas
donación y ayudarían a reconstruir el templo. Pero que para que le ayudaran al príncipe a preparar el éxodo.
se marcharan para allí otros, los que no habían pros- Los doce les trasmitieron las decisiones a los demás
perado tanto y no vivían en una tierra tan fértil. Que jefes de casas y éstos decidieron, inapelablemente, cuá-
fueran los pobres, cuya vida era tan dura en las ciu- les de las familias tendrían que volver a Judá. Las que
dades. habían arraigado fuertemente en Babilonia y no podían
Así resultaron las cosas. A pesar de su desencanto ser arrancadas de allí sin destruir sus bienes y por lo
porque Ciro no había cumplido las profecías de Isaías, tanto debían quedarse, mercaderes, labradores y artesa-
un nuevo espíritu parecía haberse apoderado del pue- nos, fueron sometidas a pesados impuestos para finan-
blo. Algunos de los judíos, quienes, con sus padres, ciar la emigración.
habían sido siempre fieles a las palabras de enseñanza Las casas de los antepasados se llamaban de acuerdo
y consuelo del profeta y a la Ley que inculcaran los con los nombres de sus jefes: hijos de Shefatías, hijos
sacerdotes sábado tras sábado y festividad tras festivi- de Arach, hijos de Pashhur y así los demás. J u d á tenía
d a d , respondieron al llamado del rey Ciro. Escucharon una constitución análoga en el exilio y sus componentes
con simpatía las exhortaciones de Zerubabel y de Jeshu, formaban por lo general una sola comunidad, de acuer-
quienes vinieran a hablarles en nombre de Sheshbaz- do con su ciudad de Judea, por ejemplo, los betlemitas,
zar, el Príncipe de Judá. Los jefes de las casas compare- los anatotios, los kiyat yearimitas, etcétera. Esta relación
cieron a una en el gran consejo que Sheshbazzar con- con una ciudad o zona de Judá suscitaba dulces recuer-
vocara en Babilonia, para discutir el procedimiento que dos en los pensamientos del grupo en cuestión y ansias
debía seguirse para el regreso a Jerusalén. de rescate. Las ciudades y pueblos abandonados de la
Las familias de los exilados cuidaban y conservaban patria, "ciudades y madres de Israel", llamaban ahora
muy celosamente, hasta en Babilonia, la pureza del li- a casa a sus hijos, como lo habría hecho cualquier
naje de las casas de sus antepasados. En este orgullo madre.
genealógico y en esta solidaridad veían el mejor escudo
contra la asimilación a los babilonios que, con el tiem- El profeta no podía quedarse un solo momento en
po, había empezado a amenazar a las más antiguas fa- su choza. El canto que se acumulaba en su corazón lo
milias judías. La autoridad del jefe de cada casa era llevaba sobre sus alas. En todos los patios, mercados,
314 Sholem Asch El profeta 315
plazas, talleres, casas de comida, molinos de aceite, y barcas, que parecían flotar en los aires, sugerían su
dondequiera podía hallarse a israelitas en la vasta ciu- existencia. En los cosechados campos, entre el rastrojo,
dad, Isaías les llevaba a los hombres dispersos, cansados, se apacentaban las majadas cargadas de pesado vellón,
agotados por su búsqueda de un pedazo de pan, la los corderos, las cabras y las vacas rozagantes gracias a
nueva del rescate, los cantos de consuelo con que Dios la buena comida.
los confortaba. Y no sólo en Babilonia. También iba Los rubicundos rostros y robustos cuerpos de los agri-
a las aldeas y pueblos y les llevaba el mensaje. Cierto cultores congregados en la sinagoga reflejaban la pros-
día Neraías lo trasladó en balsa a través del canal de peridad de los campos. Esas anchas espaldas, y pode-
Chedar, junto al cual se hallaba situada la grande y rosos músculos y tendones y la aureola de simple fuerza
próspera población de Tel Aviv. En la sinagoga llama- masculina que exudaban sus rostros curtidos por el sol
da con el nombre de Ezequiel, el profeta le dijo a la y el viento, le parecieron al profeta muy extraños. Al
gente de ese lugar: mirarlos, sus pensamientos volvieron a Judá. Vio la
—¿Cómo podéis tener valor para arar vuestros campos tierra desolada, las colinas cuyo fructífero suelo habían
en tierras extrañas mientras los de vuestra patria están desgastado las lluvias. Evocó las casas en ruinas, los
en manos ajenas, robadas por los incircucisos moabi- huertos abandonados, los muros derruidos. Contem-
tas, los hombres de Sodom y los impuros amalecitas? pló el resto de los fugitivos que quedaran como esclavos
Cuando yacéis en vuestros lechos en la quietud de la en manos de Nabucodonosor y que vagabundeaban de
n o c h e . . . ¿no oís que el viento de las soledades os aquí para allá con frenesí y terror, huyendo de los moa-
trae el llanto de vuestra madre? ¿Cómo podéis taparos bitas y amonitas, tiranos y gobernantes de Israel en su
los oídos de tal modo que no la oís cuando os llama propio país, quienes habían invadido sus tierras, apro-
en su ayuda a vosotros, sus hijos? El chacal de Moab piándose de todos los campos fértiles y codiciando to-
cruza la frontera y saborea los restos del cabrito que das sus posesiones de algún valor. Vio a las madres
cobró por presa el león de Babilonia. La hiena de cuyos secos y flaccidos pechos pendían vacíos mientras
Amón deja en los campos huellas de sus garras tintas sus raquíticos lactantes gemían en sus brazos y sus
en sangre. A Sión no le queda ninguno de los hijos demás hijos, febriles y demacrados, se arrastraban a sus
que crió para que vuelvan y expulsen a esas fieras pies y clamaban por una corteza de pan. Vio la mon-
famélicas de las tierras legadas por ella. taña sobre la cual se elevara el templo, con las colum-
Así les decía plañideramente el profeta a los habi- nas de humo que no provenían de las sacras ofrendas
tantes de Tel Aviv. sino de los altares donde se adoraban fetiches. Sabía
Cuando fué allí y vio los ricos campos y la prospe- qué significan éstos. Los incircuncisos habían venido
ridad de que disfrutaban los judíos, le inspiraron gran- allí y adorado a ídolos en la montaña, quemando a sus
des celos la desolada Sión y la saqueada Judá. Adonde- hijos en ofrenda a Moloch y se habían mancillado y co-
quiera se volvían sus ojos, veía campos purpúreos don- rrompido en las orgías y fornicaciones del culto de
de maduraba al sol la dorada cebada y áureos velos Ishtar. Todos esos infames ritos eran practicados en
flotaban como olas al viento. Oculta a la vista en el el lugar que escogiera Dios por morada Suya, la piedra
bosque de amarillas espigas, se desplegaba la ancha fundamental... las ligaduras de Isaac, el profeta
red de los canales. Sólo las velas de colores de los botes Isaías... las ruinas del templo de Dios. Sobre esas
316 Sholem Asch El profeta 317
ruinas, los gentiles hacían cuanto creían conveniente. Ora se ocultaba, ora la velaban los imponentes cipre-
Y los hijos de esa tierra humillada y desolada esta- ses y los olivos de gruesas hojas Y a lo lejos, en un
ban allí, en Babilonia, labrando tierras ajenas y sem- rincón del horizonte, ardían como llamas de oro los
brando huertos ajenos. chapiteles y las cúpulas del templo. El arabesco sonoro
Las lágrimas estrangularon la garganta del profeta. de las trompetas de plata anunciaba que las puertas
Su voz era un sollozo y un gemido cuando volvió en sí de la misericordia estaban abiertas y prontas a darles
y recordó que estaba frente a la congregación de los la bienvenida a los peregrinos en la casa de Dios.
campesinos de Tel Aviv y les habló de su visión y de De los ojos, sobre los cuales pesaban los años, fluían
la madre Sión, cautiva del dolor: las lágrimas y una niebla empañaba los párpados de
los jóvenes. Las ansiosas miradas de la gente eran ab-
"No hay quien la guíe entre los hijos que ha parido, sorbidas por una vibrante cuerda del corazón del pro-
ni quien la tome de la mano de todos los hijos que feta y hallaban respuesta en ella. Sus ojos estaban ce-
[ha criado. .. rrados y su pálido rostro radiante. Su blanca frente
Tus hijos se han desmayado, resplandecía y su nariz aguileña temblaba de emoción.
yacen en las encrucijadas de todos los caminos, como Un celestial entusiasmo ardía en él mientras estaba así,
[un buen salvaje atrapado en una red. mientras todos sus sentidos se estremecían para recoger
Los colma la furia de Jehová, las voces que le llegaban de mundos invisibles. De pron-
la ira de tu Dios." to, con convulsivo estremecimiento, envolvió su flaco
cuerpo en su blanco manto.
Aunque sus corazones habían engordado, aunque se Los contempló con los ojos del espíritu. Vio sus pies
habían encariñado con los calderos de la cocina y los que salvaban las montañas como ciervos, como gamos,
seducía la carne asada, comenzaron a agitarse en sus de pico en pico. Dios había enviado a su hueste de
corazones recuerdos dé otros tiempos. Los más ancianos ángeles por toda la tierra. Por las colinas y los valles,
evocaban aún lo que vieran sus propios ojos, los otros por toda la ancha tierra de extremo a extremo, por to-
lo sabían de oídas: los viejos viñedos en las laderas de das las naciones que existían bajo el sol, adondequiera
los collados, la aurora y el crepúsculo; los cuernos de los estuviesen; por todos los ríos y arroyos que fluían de
pastores que sonaban de colina a colina; las cabanas un extremo a otro del mundo. Dios los enviaba a todas
enjalbegadas, protegidas por cipreses y ocultas en los las islas y riberas y allí entonaban el canto de la buena
huecos de la montaña; las majadas de albas ovejas que nueva. Oía resonar la música desde la colina hasta el
subían por las laderas y retozaban en los valles: los valle y desde el valle hasta la colina. No eran las voces
sacerdotes de blanca vestimenta, que iban cayado en de las grandes aguas ni el rugido de un león ni la voz
mano, guiando a los peregrinos por los senderos de del laúd y el caramillo. Era el sonido del lucero del
la montaña. Ahora, estaban parados sobre una desnuda alba que se asomaba entre la bruma nocturna, que su-
cumbre y aparecía ante sus ojos un nítido horizonte, surraba a través de los apacibles arroyos que flanquea-
desde cuyos límites una radiante luz se derramaba so- ban murmurantes sus orillas de hierba cubierta de rocío.
bre la trémula ciudad, plateada de bruma. Y la metró- El profeta alzó la diestra y cantó su visión con la-
poli parecía franquear las cumbres y bajar a los valles. crimosa alegría:
318 Sholem Asch El profeta 319
Comprendiendo que los preocupaba la posibilidad
"¡Qué hermosos son sobre las montañas de tener que abandonar todas las propiedades y bie-
los pies del que trae la buena nueval nes que adquirieran en Babilonia, trataba de tranqui-
Que pregona la paz; lizarlos. Ellos debían de saber que se les daría tiempo
que trae nuevas del bien; de arreglar sus asuntos sin confusión ni prisa, de po-
que pregona la salvación; nerlo todo en orden:
que le dice a Sión:
reina tu Dios. "Porque no saldréis con prisa,
Tus guardianes alzarán la voz; ni iréis huyendo;
juntamente darán voces de júbilo; porque Jehová os precederá
porque verán con sus propios ojos y el Dios de Israel será vuestra recompensa."
cuando Jehová vuelva a traer a Sión."
Lo rodearon con los ojos desbordantes de lágrimas
Con inefable alegría, en un éxtasis sin límites que de alegría y remordimiento. Le besaron la mano y las
rompía todas las ligaduras que los ataban a la madre mejillas.
Sión, el profeta elevó su canto: Estaban prontos a abandonarlo todo, a dejar todo
lo que poseían e ir a Judá. Al oír las palabras del pro-
"Alegraos, cantad juntos, feta se agitaba en ellos un espíritu nuevo, un espíritu
oh, soledades de Jerusalén, de redención y esperaban la salvación. Ese espíritu co-
porque Jehová ha consolado a su pueblo, menzó a acicatear a todo el pueblo.
ha rescatado a Jerusalén.
Jehová ha desnudado su santo brazo Cuando el profeta volvió a Babilonia supo la res-
ante los ojos de todas las naciones; puesta del pueblo a la proclama del príncipe y de los
y todos los confines de la tierra ancianos. Los exilados, con sus mujeres y sus hijos,
verán la salvación de nuestro Dios." acudían de todos los rincones del imperio. Traían sus
rebaños y avíos para el viaje. Habían abandonado sus
¡Cómo ansiaba devolver a su pueblo a la pura Jeru- solares y se contentaban con confiar en la misericordia
salén, que Dios salvara para siempre y donde las manos de Dios y seguir su camino. Habían reducido a silencio
de sus torturadores no volverían a turbarlo I Y extendía a los gruñones y opositores. En toda Babilonia, nadie
su salvaje e inflexible voluntad a todos los que lo ro- decía una sola palabra adversa. Los hermanos de la
deaban, quienes habían echado profundas raíces en el Casa de Murashu y sus criados estaban malhumorados
suelo de Babilonia: y al acecho en sus moradas. Muchos de los más fervien-
tes adeptos se unían a los que regresaban. La palabra
"¡Partid, partid, idos de ahí, d« Jehová se cumplía; la visión cobraba realidad; Dios
no toquéis cosa impura! devolvía Su pueblo a su heredad.
Salid de su centro, sed puros, Aquel pueblo de Israel era totalmente distinto. Isaías
vosotros que lleváis la vajilla de Jehová." veía ahora a esos hombres bajo una clara luz. Estaban
Sholem Asch
purificados de sus pecados; habían pagado toda la pena
por sus violaciones de la Ley. Las ligaduras de su mal-
dición se habían relajado. Estaban libres como su ma-
dre Jerusalén de sus cadenas y serían una bandera y
una luz para todos los pueblos. El nombre de Dios
quedaría exaltado ante todos los ojos, cuando se viera
CAPÍTULO VII
que Él había salvado a Su pueblo después de décadas
de servidumbre. E Israel, Su pueblo Israel, que sintiera
Apenas se había endurecido el sello de Ciro sobre
nostalgia de su Dios y después de todo le fuera fiel,
la proclama que empezaba con las solemnes palabras
que se creía elegido por Él entre todos los pueblos y
"Así dice Ciro, rey de Persia: el Señor Dios de los
esperara con ansiedad la salvación, era digno de que
Cielos me ha dado todos los reinos de la t i e r r a . . . "
todos los pueblos del mundo inclinaran la cabeza ante
cuando ese monarca fué a inclinarse ante Bel Merodach.
él. Porque Israel no tenía por dioses a ídolos de piedra
Sobre un estrado adornado con guirnaldas y tallas de
con forma de bueyes; no tenía ejércitos que librasen la
roble se elevaba en la Avenida de las Procesiones la
guerra por él. Durante años y años, lo habían humi-
imagen de oro de Bel Merodach. Los sacerdotes de
llado, desdeñado y desechado a causa de su debilidad.
E-Sagila lo habían sacado sobre sus hombros de la torre
Ahora lo exaltaban, dándole la talla de un gigante y
de Babilonia, con la más respetuosa solemnidad. El
marchaba erguido a través del país hacia la misión que
Sumo Sacerdote, Sharezer Bel, estaba parado a la de-
era su destino.
recha del dios y Gimil, la esposa de la deidad, a su
El profeta comenzó a cantar los días venideros de izquierda, cuando recibieron a Ciro, quien se acercó
Sión, un canto de triunfo: en compañía de su hijo y regente Cambises, de Gubaru
el gobernador de Babilonia y de su séquito, que incluía
"He aquí que mi siervo obrará con prudencia, a la gente más noble de la ciudad, como también a los
será exaltado y ensalzado y encumbrado. sátrapas y comandantes del ejército. El rey, en su regia
Como muchos se asombraron de ti, vestidura recamada de oro, con la corona sobre la
en tanta manera fué desfigurada de los hombres cabeza y el cetro de la majestad en la mano, se inclinó
[su apariencia, y postro sobre el alto estrado ante el dios Bel Merodach.
y su hermosura, más que la de los hijos del hombre; Cuando Ciro se puso de pie, los heraldos apostados
así, rociará a muchas gentes; en las cuatro esquinas de la plaza hicieron oír un pre-
los reyes cerrarán la boca ante él; ludio de trompetas de plata reclamando silencio. Todos
porque verán lo que no les han dicho; callaron. Dos escribas que llevaban el gran cilindro se
y meditarán en lo que no han oído." acercaron al rey. El real heraldo leyó inmediatamente
la proclama a la cual debía darse la real aprobación.
El temor de Dios se apoderaba del pueblo y los unos La proclama era larga y estaba escrita sobre un ci-
les preguntaban a los otros, con asombro y miedo: lindro de arcilla. La gente, como petrificada en su sitio,
—¿Qué veremos y oiremos que no hayamos visto y trataba de oír las palabras que resonaban en el aire
no hayamos oído? vacío. La proclama expresaba. .. "Merodach se volvió
322 Sholem Asch El profeta 323
en todas las direcciones buscando a un rey justo a su Una vez más las casas de los babilonios fueron ador-
paladar... Escogió a Ciro, rey de Anzan, y lo llamó nadas con flores, colgaron cortinas de colores de todas
por su nombre para que gobernase al mundo e n t e r o . . . las ventanas y en todas las calles aparecieron innumera-
El Señor Merodach, que protege su tierra, vio sus hon- bles imágenes de Bel Merodach rodeadas de robles que
radas obras y la gracia que mora en su corazón y se habían traído, con sus raíces y ramas, de los bosqueci-
regocijó... Le ordenó que fuese a Babilonia, su ciudad: llos para que en todas partes se pudiera adorar al dios
marchó a su diestra y le ayudó como amigo y camarada. y alegrarse con él.
Sus fuerzas eran innumerables... como las arenas del La metrópoli brillaba con una lluvia de luces que
mar. .. Marchaban en plena panoplia de guerra . derramaban su fulgor desde las torres y los tejados,
Sin una batalla, Merodach lo llevó a su ciudad de Ba- desde las antorchas y las hogueras de las calles, desde
bilonia y salvó a ésta de toda plaga... El rey Naboni- las teas suspendidas en las proas de los barcos que na-
dus, quien no temía a Merodach, fué entregado a Ciro; vegaban en festivo desfile por los canales. Su roja luz
y todos los habitantes de Babilonia y sus señores se brillaba en ígneo reflejo desde la superficie de las
inclinaron ante Ciro y le besaron los pies." aguas, lisa como un espejo. La profunda bóveda azul
Luego el rey seguía enumerando, en la proclama, to- del cielo, con su fulgurante congregación de estrellas,
dos los reinos que restaurara, los pueblos que liberara estaba, como ocurría siempre durante las fiestas babi-
y cuyos dioses habían devuelto a sus ciudades y termi- lónicas, oscurecida por densas nubes de humo, colum-
naba diciéndoles a los babilonios que debían orarle a nas de vapor y toda suerte de olores penetrantes y acres,
diario a Bel Merodach y a Nebo para que le conce- provenientes de las ofrendas que quemaba el pueblo
dieran larga vida. en holocausto a Bel Merodach y se sentía el olor a
—Decid una palabra desde el fondo de vuestros co- carne asada y maíz tostado, grasa y frituras y el olor
razones por mí y oradle a Bel Merodach, mi señor y de la sangre de los pescuezos cercenados de los terneros
Dios, para que le conceda a Ciro, el rey que es su que caía sobre las llamas, del olor a incienso y otras
siervo, y a su hijo Cambises, larga vida y un reinado especias.
tranquilo. Ahora resultaba claro y evidente, más allá de toda
Los correos y jinetes, a la expectativa con veloces posibilidad de malentendido, no sólo para los babilo-
carros, estaban prontos a partir y a repetir la proclama nios sino también para los judíos, que Ciro no llevaría
en todos los lugares lejanos, en las ciudades remotas a los pueblos que conquistara y pusiera bajo su sobe-
y en las islas de allende el mar, anunciando que el ranía al seno del Dios de Israel, sino al de Bel Mero-
rey había reconocido a Bel Merodach como creador dach, el dios de todos los hombres que andaban por
y protector de todos los hombres, como el dios del la tierra. La situación era clara: así como Ciro había
mundo cuya voluntad le había otorgado bondadosa- devuelto a todos los pueblos exilados en Babilonia, con
mente a Ciro su dominio sobre Babilonia. También sus diosecillos, a sus ciudades natales, así también en-
pregonarían el ruego y deseo del rey de que todos los viaba a los judíos, con la vajilla de su templo, a su
pueblos se inclinaran ante Bel Merodach, de que todas patria. El episodio no tenía ninguna significación es-
las bocas lo alabasen y oraran, pidiéndole larga vida pecial para Ciro en relación con el pueblo o el Dios
para el rey y su hijo y paz para Babilonia. de Israel. Sólo ocurría que los descarados judíos se
324 Sholem Asch El profeta 325
habían convencido arrogantemente a sí mismos de que ocultado su rostro? ¿No es preferible que nos quedemos
los últimos acontecimientos habían sucedido exclusi- donde estamos, en Babilonia, y adoremos a Bel Mero-
vamente para ellos y por orden de su Dios, para que dach, ante el cual todos los pueblos se inclinan y a
todos los pueblos se colocaran a la sombra de Su do- quien alaban todas las lenguas?
minio. Así se lo había dicho su profeta, un desconocido —Esto sólo es una magna lucha entre Merodach, el
de mente algo extraviada que tenía extrañas visiones. dios de Babilonia, y Jehová, el Dios de los Cielos, por
Ellos habían cometido la estupidez de creerle. el dominio sobre todos los pueblos de la tierra, a quie-
Entre los judíos empezaron a oirse discusiones se- nes Ciro ha puesto bajo su férula. Así como Bel Me-
mejantes a las de los babilonios. Esto ocurría, sobre rodach venció a su madre Tiamat, diosa del caos, así
todo, entre los que vivían próspera y cómodamente y también ha vencido ahora a Jehová, Dios de los Cielos.
que sin embargo habían creído poco antes, después de Ha logrado atraerse a Ciro, ha alejado a Jehová hasta
la proclama primitiva de Ciro a los judíos, que el rey Su cielo más distante y ha asumido la soberanía del
de los persas y los medos proclamaría en realidad al universo.
Dios de Israel Dios de todos los pueblos, como lo pre- Así hablaban los babilonios más cultos y no pocos de
dijera el profeta. Momentáneamente subyugados se ha- los judíos cultos estaban prontos a opinar lo mismo.
bían inclinado ante él y olvidado su inflexible oposi- Nuevamente irguieron la cabeza los que odiaban a
ción a la idea de un regreso a Sión. Estaban prontos a Sión: los hermanos de la Casa de Murashu y los falsos
considerar a Ciro no sólo salvador de los judíos, sino profetas que se calentaban al sol de su fervor. Hubo
también redentor de todas las naciones. También lo judíos que renunciaron a toda participación en Judá
estaban a aceptar a Isaías como auténtico profeta, como y en Israel y proclamaron públicamente que Bel Me-
heraldo del rescate, como el emisario enviado por Dios rodach, el dios de Babilonia, era su dios. En realidad
para anunciarles la memorable buena nueva. eran muchos los notables, sobre todo los que ocupaban
—¿Liberó Ciro solamente a los judíos? —se les oyó importantes cargos públicos y los más poderosos mer-
preguntar a muchos de los exilados—. También liberó caderes y hombres acaudalados, que compartían ple-
a Asiría, Lidia, Aram y toda Etiopía, a muchas, muchí- namente con los babilonios, los comandantes del ejér-
simas ciudades más allá del Tigris y restituyó a todos cito, los sátrapas y los pashá, la ceremonia de prestar
sus dioses a sus hogares. Nabonidus trajo a los dioses juramento de fidelidad a Ciro, rey de Babilonia, y a
extraños a Babilonia, para que se guarecieran debajo Merodach, su dios. Ofrecían incienso en el altar ante
del bondadoso corazón de Bel Merodach; Ciro vino y esa imagen que habían sacado del templo y colocado
los devolvió por orden del mismo dios de los dioses. sobre un estrado en la Avenida de las Procesiones.
Así lo anunció el rey persa ante el mundo entero. Asi Pero no sólo los funcionarios ricos e importantes se
lo hace también con los judíos y la vajilla del templo. humillaban ante los dioses de Babilonia y olvidaban la
Jehová nada tiene que ver con todo esto. Jehová nos religión de sus antepasados. La duda y el desconcierto
ha olvidado. Se oculta en la fortaleza de Sus cielos y hacían estragos también entre el pueblo. La adhesión
ya no quiere conocernos. Nos ha arrojado de Su presen- de Cambises a Bel Merodach no los había impresio-
cia. Siendo así las cosas... ¿por qué hemos de abando- nado: pero la abierta proclama de Ciro fué para ellos
nar Babilonia y de volver a una tierra a la cual Él ha un golpe tremendo. Temieron lo que pudiera deparar-
326 Sholem Asch El profeta 327
les el porvenir. Los acobardó la lluvia de maldiciones, —¿Es Dios un hombre, para que cambie de idea?
insultos y burlas de sus compatriotas. Se sintieron pro- —preguntó y se respondió a sí mismo—. Alzad vuestros
fundamente decepcionados y defraudados en sus más ojos a los cielos y mirad la tierra que está debajo:
sagrados sentimientos. ¿En quién podían desahogar la porque los cielos se esfumarán como el humo y la tierra
culpabilidad de la deshonra que les tocara en suerte envejecerá como una prenda de vestir y quienes viven
sino en Jehová, quien había sido vencido por los idó- en ella se esfumarán igualmente; pero habrá salvación
latras, si es que debían ser considerados tales muchos para todos y mi justicia no desaparecerá.
de los gentiles y aún sus propios hermanos? También El mundo era de Jehová. Él creaba allí lo que que-
estaba el profeta que les había presentado sus visiones ría. No había formado el mundo para que se trocara
del porvenir y sus sueños realizados. ¡Seguía regurgitan- en un caos, de modo que reinaran en él Sus caracterís-
dolos y masticándolos, como mastica una vaca su ali- ticas —la rectitud, el amor y la misericordia— entre el
mento, y aun sostenía que eran profecías auténticas! hombre y el hombre y aún entre las bestias del campo.
Se inclinarían ante Él todas las rodillas y lo ensalza-
De nuevo su enflaquecido cuerpo concentró los gol-
rían todas las lenguas.
pes de los exilados. Su rostro recibió sus escupitajos y
su barba fué blanco de sus airadas manos y uñas. De —¿Quién puede impedírselo? —habló la voz de su
nuevo se oyeron estos gritos: corazón—. Y Él trocará el páramo en Edén y el erial
en jardín del Señor. Allí se encontrarán la alegría y
—jVete de aquí, vientre hinchado por el viento del
el gozo... La Ley surgirá de mí y mi juicio traerá paz
este I
a las naciones.
En los meandros secretos de su corazón el profeta
había creído aún que Ciro, a pesar de todas sus vacila- La voz que le hablara nunca había callado y seguía
ciones y de ignorar la misión para la cual había sido resonando en él.
enviado y del deber que le confiaran, se mostraría, al —Mi justificación está cerca, Mi victoria se anuncia
llegar el momento del rescate, a la altura de la misión ya, Mi brazo juzgará a las naciones. Los pueblos de las
que le impusiera Dios. Lo cumpliría tal como lo vis- islas confían en Mí y esperan Mi brazo.
lumbrara el profeta en su visión. El Dios Ünico de ¿Quién podía, pues, prohibir o contrariar Sus fines?
Israel sería proclamado Dios de toda la tierra, para que ¿Existía un rincón, un lugar oculto o lejano, una ca-
todos supieran lo que le había dicho al profeta: verna, una grieta o hendidura en todo el espacio, un
"Desde el amanecer hasta que se pone el sol no hay parpadeo en la eternidad del tiempo que no estuvieran
nadie fuera de mí, yo soy Jehová y no hay nadie más." bajo su gobierno? Su gloria cubría los cielos como una
Cuando Ciro declaró ante los jefes de los judíos que prenda de vestir y llenaba el mundo entero como cubre
el Señor de los Cielos le había dado todos los reinos el agua la superficie de un plato. ¿Respiraba un solo
de la tierra, cumplió el vaticinio hecho por él, Isaías. ser viviente en cualquiera de los mundos más secretos
En esta proclama, el profeta vio los comienzos de la que no fuera por Su voluntad?
realización y confió en que, al día siguiente, Ciro anun- —¿Con quién debiera ser comparado Él? —exclamaba
ciaría la soberanía del Dios de Israel, "desde el ama- el profeta, como un león herido en su cubil, cuando
necer hasta que se pone el sol", sobre todos los países yacía en su choza—. ¿Con Bel Merodach? Dios no libra
y todos los pueblos. la guerra contra Satanás, quien está bajo su dominio.
328 Sholem Asch El profeta 329
No hay poder en el mundo, para el bien o para el mal, por la propia mano del hombre, por feos y repulsivos
que no esté bajo Su vigilancia. Él ha creado la luz que fuesen, resultaban la obra de Dios. Merodach era
y sus tinieblas. Hace la paz y causa los conflictos. "Yo un muñeco hecho por el Señor para que lo usaran los
soy Jehová, no hay dios fuera de Mí." gentiles como deidad hasta el día en que alcanzaran la
De nuevo contempló la visión el profeta. Oyó la voz sabiduría y descubrieran el camino que llevaba a Je-
de Dios que hendía en dos a Rahab, el monstruo que hová.
simbolizaba el caos primitivo y colmaba todo el abismo ¿Cómo podía, pues, Bel Merodach, un ídolo fundido
de la noche que prevalecía sobre el mundo. El trueno que ni siquiera tenía el leve soplo de vida que poseía
de Dios retumbaba y llegaba a las profundidades; re- el más insignificante de los insectos, a pesar de todos
percutía a lo largo y a lo ancho del mundo, de extremo los derechos, poderes y hazañas que le atribuían las
a extremo, hasta las extensiones conocidas y desconoci- naciones del mundo, convertirse en un obstáculo a la
das, hasta las fortalezas secretas e internas de las más voluntad e intenciones del Señor?
elevadas cámaras, en las últimas cumbres. El monstruo Sólo él, Isaías, tenía la culpa: él y no otro. Sus ojos
del caos era partido en dos y elevaban la mitad hacia lo habían engañado y sus oídos extraviado. La espe-
los cielos, como si la llevaran las alas de los ángeles, ranza! del rescate lo había deslumhrado, haciéndole con-
y sumían la otra mitad en el insondable abismo. cebir ilusiones y proferir palabras que Dios no dijera.
Entre los cielos aparecía la bóveda de la luz y el or- Había ocurrido, precisamente, lo que le advirtiera Da-
den y la llenaban las obras de la mano de Dios. Satanás niel al ponerlo en guardia. Al ver arrastrarse a un
era su siervo: no tenía voluntad propia. Jehová lo usa- gusano sobre una hoja de col, había creído que la hoja
ba a Su arbitrio, como usaba el granizo, la tempestad era el mundo entero y el gusano el Mesías de Dios. En
marina o el torbellino del desierto. Y si la serpiente ese caso, él venía a Israel como falso profeta. Les pre-
primitiva intentaba erguir la cabeza provista de colmi- sentaba la imagen del rey de Persia como un ídolo de
llos para hacer el mal, para rebelarse contra Jehová, oro o plata. Lo coronaba con el título de Mesías;
era castigada por Él como cualquier otro ser que ha lo engalanaba con la vestimenta del redentor y procla-
pecado. Se veía obligada a arrastrarse sobre el vientre, maba el siervo de Dios, diciendo:
a alimentarse de polvo. La ponían bajo el talón del —Estos son tus dioses, oh, Israel.
hombre, que podía aplastarle la cabeza. Sólo ej hom- De ser así, era un seductor y un incitador, un obstácu-
bre, la corona de la creación, estaba dotado de libre lo para los hijos de Israel: un profeta de falsos Mesías.
albedrío, porque Dios había querido elevarlo, asociarlo Y su castigo debía ser la muerte. El profeta se tendió
a Su obra después de los seis días de la creación. Así en el suelo, de cara al cielo y oró:
obtendría ciertos derechos para sí, a fin de poder ir — ¡Mía, mía es la culpa! He pecado, soy el culpable.
hacia Dios por su propia voluntad. Por eso Dios le Los he extraviado. Mis ojos estaban tan tapados que
había dado al hombre una sed, una avidez de Él y el no podía ver; mis labios eran impuros y dejé pasar
hombre sentía el impulso de buscarlo siempre. Si no por ellos palabras que mi corazón inventaba. T u pueblo
lo podía hallar, se fabricaba ídolos a fin de saciar su es puro, limpio de todo pecado. Soy yo quien lo des-
sed de Dios, hasta que sus ojos se abrían y contempla- carrió. Castígame como incitador y seductor, pero apiá-
ba al Dios de Israel. Por eso, hasta los ídolos hechos date de T u pueblo. Consérvalo a tu lado y protégelo.
330 Sholem Asch El projeta - > i\ 331
Destruyeme en la furia de T u ira, pero restituye al —A fin de cuentas Ciro cumple las órdenes de Dios
pueblo de Israel a su heredad, te lo ruego. —agregó Jeshu—. Israel volverá a sus tierras y las tribus
El profeta permaneció así tendido durante muy largo serán nuevamente un pueblo. Reconstruirán a Jerusa-
tiempo en el suelo de la choza, con el rostro entre las lén y volverán a erigir el templo en su antiguo solar.
manos. Ni comía ni bebía y quería m o r i r . . . Nuestros hermanos acuden de todas las poblaciones con
Nerafas estaba de pie a su lado e inclinaba la cabeza una canción en los labios y ricos dones en las manos
hacia él. Suplicante, le habló con piedad, preocupación y están prontos a ir a Judá y edificar la Casa de Dios.
y amor. Las lágrimas hacían temblar su voz. ¡Y sólo tú, el emisario de Dios, tú, el profeta que trajo
—Zerubabel y Jeshu, el sacerdote, esperan fuera. Han la nueva del rescate, te ocultas!
venido a buscar la palabra de Dios en tus labios. —Dios me habla por intermedio de una voz que re-
Mientras hablaba aún Neraías ambos hombres irrum- suena en lo más hondo de mi corazón. "¿Es fácil que
pieron en la choza. seas mi siervo para levantar a las tribus de Jacob y
—Las madres han venido a sentarse en la silla de restaurar a las que se conservaron de Israel? También
alumbrar, pero no tienen fuerzas para parir. ¿Cómo, en te daré como luz a los gentiles, para que puedas ser mi
un momento en que el pueblo necesita tu consuelo más salvación hasta los confines de la tierra." Él no devolvió
que nunca, en un momento en que todos quieren verte a Israel a sus tierras por el bien de los propios ju-
y oírte, puedes ocultar tu rostro? díos, sino a fin de que fueran una luz para los gen-
—La palabra de Dios me está oculta. Dios me ha tiles. Israel vuelve para llevarles Su salvación a todos
expulsado de su presencia como a un instrumento que los hombres, de un extremo del mundo al otro. Ciro
ya no necesita. Que os ayuden Haggai y Zacarías. Ellos ha cumplido su misión engañosamente. Para él el Dios
irán a Sión contigo y te fortalecerán. Dios me ha echa- del universo no es Jehová, sino el fetiche Bel Mero-
do de Su presencia. dach. Israel, y no Babilonia, estaba destinado a ser la
—¿Qué te ha sucedido, oh, profeta? —gritó con enojo luz de las naciones. Israel está humillado y perplejo
Zerubabel—. Sólo hablas así porque Ciro ha proclamado y el nombre de Dios, profanado. Ciro cumplió su mi-
que su dios no es el Dios de Israel, sino los dioses de sión engañosamente y mis labios se hallan impuros.
Babilonia. ¿No nos has dicho repetidas veces "¿Quién ¿Cómo he de llevar en mi boca la palabra de Dios?
es Ciro para que debamos preocuparnos de él? Es una Zerubabel y Jeshu se fueron muy perplejos.
vara en la mano de Dios, como Asiría y Babilonia. Hoy El profeta se quedó tendido, como antes de que vi-
está aquí y mañana lo alejan y ya no está. Es un gusano nieran, atormentándose y castigándose. Permaneció allí
que se arrastra sobre una col y cree a pie juntillas solo durante largo tiempo, de cara al suelo. Mientras
que la col es el mundo entero." ¿Puedes abandonar la estaba así, olvidado del tiempo, oyó en su corazón una
misión que te ha confiado Dios sólo porque Ciro se voz que le decía:
haya vuelto hacia un ídolo de oro fundido? Hoy, Ciro —No te he apartado de mí. Tus labios no están im-
adora a Merodach, mañana adorará a Shamash o a puros, pero eres un esclavo rebelde, un sacerdote que
Nebo o a un trozo de madera o una imagen de piedra ha abandonado su altar.
o algo así. Pero el Dios de Israel vive y dura toda la El profeta no se asustó al oír la voz. Despertó de su
eternidad. letargo como un león herido y gritó:
332 Sholem Asch El profeta 333
—Abriste mis oídos y oí. Sembraste T u consuelo y qué sufre así Israel? ¿Por qué sufre el mal el justo,
T u esperanza en el corazón de Israel y en el mío y con- mientras el malvado disfruta desenfrenadamente de sus
servé la simiente. Me enviaste a ellos y fui. Dije la pecados? Mira a tu alrededor y observa. Babilonia se
palabra que pusiste en mi boca. T u palabra. Les llevé exalta y grita, triunfante. Sucia ramera, se pavonea en
T u consuelo. Los elevaste a las mayores alturas: los su vanidad, mientras Israel es objeto de desdén y risas,
destinaste a ser una luz para las naciones. Desde la cum- sólo porque deposita su confianza y su fe en Ti. ¿No
bre de Sión enviaste T u voz tonante, diciendo: "Tú eres hablaste por mi boca y no oí T u voz en mi corazón?
mi siervo Israel, del cual me jacto." Los reuniste bajo ¿No abriste mis ojos para ver lo que querías mostrar-
T u mano, los vestiste con T u ropa, que era su gloria. me? ¡No por mi bien, no! ¡No por mi bien, sino por
Los llamaban por T u nombre. Ahora, mira a tu alre- el de Tus hijos, a quienes he traído T u palabra y con-
dedor y observa cuan despreciable se ha vuelto Israel suelo! Todas sus esperanzas descansan sobre Ti: sólo
para las naciones. Para custodiar T u gloria, es a diario te tienen a Ti."
blanco del desprecio y la humillación. Es despreciado Estos tormentos espirituales socavaban sus fuerzas y
y repudiado como un ser sin nombre ni honor, como el profeta se sumió en una suerte de sopor casi incons-
quien ha dejado de ser un hombre y no es reconocido ciente, como los vagos momentos postreros de un mo-
ya como tal entre los demás. Así ha llegado a ser Israel ribundo. Sin embargo todos sus sentidos estaban alerta
para los gentiles. No es una luz para las naciones. Es y en aquel estado de coma en plena vigilia, veía y oía
un criado ciego uncido a las órdenes de su Señor, como a Dios guiando a las tribus de Israel a su país.
un siervo a la rueda del molino que gira estúpidamente Nuevamente estaba en el camino de Sión. Volvió a
día tras día. contemplar la visión, como en ocasiones anteriores. Los
"Mira a tu alrededor y contempla. No es ante T i hijos de Israel cruzaban las soledades como llevados por
ante quien se inclinan todas las rodillas sino ante el las alas de un ángel. Se remontaban y la tierra y el
fetiche, ante la inerte masa de oro que es Bel Mero- cielo cantaban a su alrededor. Ante ellos volvió a per-
dach. Ciro, a quien nombraste T u siervo, no trajo a las filarse en las sombras la figura de Abrahán, quien con-
naciones a Ti, sino hacia un ídolo de madera y piedra. ducía a su hijo Isaac al altar de los sacrificios.
No es T u ley la que se difunde por las islas y no es Nuevamente su corazón se sintió afligido y acongo-
T u juicio el que ilustra a los pueblos, sino el del ídolo jado por lo que veía a su alrededor y le suplicó a Dios
de Babilonia. T u honor es pisoteado y T u s hijos, en que le interpretara la visión. De improviso se vio sepa-
que descansa T u nombre, son un hazmerreír desprecia- rado de los demás. Estaba solo en un sitio desconocido,
do por todos y privado de toda apariencia humana. Con que ni era un páramo ni un paraje habitable. A su
su carne misma, protegen la más leve sombra de T u alrededor sólo había desolación. No se veía a un hom-
gloria, para que el malvado no la pisotee. En su des- bre ni a una casa. En el espacio se cernía un tremendo
honra, te ves deshonrado Tú, y en su profanación, T u silencio y la luz que lo iluminaba no era el día ni la
nombre es profanado. Cuando se burlan de ellos, se noche. Era la luz que Dios guardara en su firmamento.
burlan de Ti. ¿Hasta cuándo, oh, Señor? ¿Hasta cuándo? El profeta pensaba aún en cuan terrible era aquel lu-
¿Por qué ha de pagar Jacob solamente todo el precio gar, cuando de pronto vio brotar una ramita de la tie-
de sus pecados? ¡Dame una señal, una prueba! ¿Por rraj ante sus propios ojos. Era una raíz retorcida y
334 Sholem Asch El profeta 335
mística, como la de un viejo olivo. La ramita maduró El profeta miró a su alrededor y vio que sus pies es-
y creció en el tiempo-espacio de un relámpago. En un taban parados sobre la cumbre del mundo. La colina
instante, había cobrado forma humana. Era la de un y el valle subían y bajaban, cubiertos de tierno hisopo,
ser tan deformado, herido y torturado, tan desprovisto el verdor virgen de los tiempos en que la creación
de toda integralidad, que había perdido casi el aspecto acababa de aparecer. El hisopo lo tapizaba todo adon-
de un hombre. Sus pies, de tan flacos, eran mera piel y dequiera miraba. Era un mundo desierto y no poblado
hueso. Estaban torcidos y combados bajo el peso del que nunca hollara el pie del hombre. Se hallaba en
cuerpo que intentaban sostener. Los brazos eran largos su estado prístino pero parecía pronto a acoger a sus
e insólitamente flacos, inútiles y consumidos. Su cabeza primeros habitantes. A través de las grietas de la niebla
estaba caída en la mayor apatía sobre su pecho. Aunque centelleaban en el horizonte los anchos rayos de sol
era evidente que se trataba de un hombre herido de que iluminaban las cumbres de las montañas. Aquí se
muerte, seguía en pie y su esquelética figura clamaba veían despeñaderos terroríficos por su grotesca forma
con el grito de la sangre que brotaba de sus heridas. de conjunto. Allá, extensiones cubiertas de vegetación
Alzó la cabeza con fuerzas tomadas de alguna fuente gigante. De horizonte a horizonte, desde todas las co-
secreta y sus ojos brillaron con invencible fulgor. Eran linas y valles, desde distancias infinitas llegaban a sus
los de un hombre que ha hallado una manera de acep- oídos voces de hombres. Se acercaban cada vez más y
tar y justificar el juicio. La humildad de que hablaban les oyó anunciar:
sus ojos les daba al atormentado cuerpo y a la vesti-
menta de sangre que formaban sus heridas una apa- "Pero lo hirieron por nuestras rebeliones,
riencia de victoria, haciendo de toda aquella desgarrada lo golpearon por nuestros pecados:
forma una ofrenda, como un cabrito sumergido en el recayó sobre él el castigo de nuestra paz;
agua y lavado y depositado sobre el altar. y por sus cardenales nos curamos."
El profeta estaba inmovilizado aún por las redes de
su visión cuando le llegó una voz desde lo alto. No De pronto, del horizonte opuesto, contestaron a
advirtió las formas de una mujer y sólo oyó una que- estas voces:
jumbrosa voz femenina que se cernía sobre las monta-
ñas en amargo lamento. "Todos nos descarriamos, como ovejas;
cada cual siguió su camino;
"Es despreciado y repudiado por los hombres, y sobre él depositó Jehová el pecado de todos nos-
varón de dolores, familiarizado con la tristeza; [otros."
como que escondimos de él la cara,
fué desdeñado y no lo estimamos. El silencio se adueñó del mundo: un silencio de cal-
Por cierto que había soportado nuestras penas ma total. Volvió a oírse la voz de la mujer:
y cargado con nuestros dolores;
y lo tuvimos por golpeado, "Él estaba oprimido y afligido;
fulminado por Dios y afligido." pero no abrió la boca;
lo llevaron como un cordero al matadero,
336 Sholem Asch El profeta 337
y así como una oveja está muda ante sus esquila-
dores, "Él verá el trabajo de su alma y se sentirá saciado."
así él no abrió la boca."
El silencio volvió a envolver el mundo, un silencio
Cesó el lamento de la mujer y volvió a oírse la voz grávido de terror pero que, con todo, concluía en la
que despertaba ecos de una colina a otra, como el rumor tranquilidad. Volvió a oírse la voz, que se acercaba,
de una poderosa catarata que se vierte en el abismo. como si un hombre estuviese parado y hablando junto
Resonaba tan cerca como la de un hombre que está a él, y que resonó tonante, rasgando el espacio de hori-
parado junto a su amigo y subraya la argumentación zonte a horizonte con su bramido:
con el dedo. Pero el profeta no veía a hombre alguno.
Sólo oía la voz que bajaba a las profundidades: "Con su conocimiento
mi justo siervo justificará a muchos,
"Fué sacado de la prisión y del juicio. porque cargará con sus iniquidades.
¿Y quién contará su generación? Por eso le haré compartir con los grandes
Porque fué separado de la tierra de los vivientes. y repartirá los despojos con los fuertes.
Por la rebelión de mi pueblo fué herido." Porque derramó su alma hasta la muerte
y fué contado entre los pecadores
Volvió a oírse la voz de la mujer, desgarrada por las y cargó con los pecados de muchos
lágrimas: y oró por los pecadores."

"Y él compartió la tumba con los malvados; El profeta despertó de su visión. Sabía que aquello
y con los ricos en su muerte; lo debía a la gracia de Dios. P e r o . . . ¿qué significaba?
porque no había cometido violencia alguna, Sabía que Dios le había mostrado a Israel en su aflic-
ni había engaño en su boca." ción, perseguido hasta la muerte como un jovencito
torturado por unos hombres crueles y despiadados, se-
La voz que sonaba desde las alturas le respondió a gún lo anunciara Dios:
la mujer: "Por eso dijo Jehová, el Redentor de Israel y Su
Santo, a aquel a quien el hombre desprecia, a aquel a
"Pero le plugo a Jehová quebrantarlo quien la nación detesta, que fuera un siervo de reyes.
. y lo hizo sufrir. Los reyes verán y se levantarán, los príncipes también
Cuando hubieres puesto a su vida en expiación por adorarán, a causa de Jehová que es fiel, y el Santo de
[el pecado, Israel, y él te elegirá."
él verá su simiente, P e r o . . . ¿qué lección había recibido Israel de Dios?
vivirá por largos días ¿El Israel de ayer, que había pecado y obligado al
y el placer de Jehová prosperará en su mano." castigo total del Señor? Pero, acaso, el cielo no lo quie-
ra, aquel fuese el Israel de mañana, el Israel liberado,
La voz de la mujer: cuyos pecados perdonara Dios a quien Él había devuel-
338 Sholem Asch El profeta 339
to al país de donde lo exilaran. No era posible que "No te incumbe saber o comprender Mi camino. No
aquel hombre afligido a quien él viera fuese el símbolo te incumbe a ti ni a ningún nacido de mujer conocer
del pecador Israel. Sus oídos habían oído claramente Mi misterio. Yo abrí tus ojos para que vieras y tus
las voces que proclamaban y daban testimonio de que oídos para que oyeras. Lo que viste y oíste, eso debes
lo abrumaban por iniquidades que no cometiera. Aun- llevarlo a tu pueblo, a quien te he enviado."
que sus manos estaban limpias de violencia y su boca Abrumado como un esclavo ante su amo, el profeta
de engaño, Dios había creído conveniente abrumarlo llamó a Neraías a su aposento y le ordenó que anotara
con la enfermedad, para ver si su alma era digna de lo que había visto y las palabras que oyera. Como su
servir para un sacrificio. Dios lo había santificado para sentido no le resultaba claro, cantó la visión del su-
una ofrenda a fin de que pudiera cargar con las malda- friente siervo de Dios exactamente tal como lo había
des de los demás, para que el deseo de Dios pudiera oído y visto.
prosperar por su intermedio. Les comunicó a Zerubabel, a Jeshu y a los ancianos
¿Cómo debía interpretarse la visión? Dios devolvía que anunciaran el regreso a Sión que había contempla-
a Israel a su país para que fuera una víctima amarrada do aquella visión por la gracia de Dios.
al altar, como ocurriera repetidas veces en la visión En todos los corazones alentaba por cierto un gran-
del profeta y eso no por sus propias iniquidades. La de y apasionado deseo de abrevar el consuelo de Dios,
devolvía a Sión para que fuese un sacrificio expiatorio tal como lo prometiera el profeta y las palabras de
por las maldades ajenas, con que cargaba. P e r o . . . ¿des- confortación que él les daba eran vitalmente necesarias.
de cuándo creía conveniente Dios castigar a un hombre Apelando al resto de sus fuerzas, el profeta se irguió
por los pecados de otro? ¿No había proclamado acaso, ante la importante concurrencia. Con débil voz, les leyó
por boca de Su profeta, que "el alma que peca morirá, la visión, empezando con estas palabras:
el hijo no cargará con la iniquidad del padre ni el —¿Quién puede creer en lo que contamos y a quien
padre con la del hijo, ya que la justicia del justo recaerá se le revela el brazo del Señor?
sobre éste y el pecado del malvado sobre éste"? ¿Debía Un profundo silencio reinó entre la concurrencia
deducirse de ello que Israel sufriría eternamente por cuando Isaías hubo concluido de hablar del sufriente
los pecados de los demás? ¿Era ésa la razón de los dolo- siervo de Jehová. Todos estaban agobiados por el dolor.
res que recaían sobre Israel y de que el justo sufriera? Asintieron en silencio y se miraron, como diciendo:
El profeta alzó los ojos hacia el cielo y gritó, con —¿Podemos darles crédito a nuestros oídos?
llanto en la voz: Finalmente, uno de ellos se levantó y le preguntó al
—¡Oh, Dios mío, Dios mío, no me hagas sucumbir profeta:
por falta de conocimiento, que yo no perezca por mi —¿Qué insinúas con tus palabras? ¿Quieres sugerirnos
defecto de visión interior! Ábreme los ojos y muéstrame que Israel vuelve a su país para que lo sacrifiquen por
el camino que le has señalado a Israel. Ábreme el co- los pecados ajenos? ¿Quieres dar a entender que Dios
razón para comprender el sentido de los signos que me nos devuelve a Sión y a Judá para sufrir y morir allí
das. Déjame llevarle T u palabra de consuelo y promesa y ser sepultados con los malvados? Si es eso lo que afir-
a T u pueblo, desorientado como una oveja descarriada. mas, tienen razón quienes dicen que debes quedarte en
En su corazón oyó una voz que le decía: Babilonia.
340 Sholem Asch El profeta 311
— ¡Ay! Él no nos ha traído palabras de consuelo, sino mente inmóvil, como un cordero, bajo la lluvia de
de lamentación y de duelo. ¡Lamentación por Israeli denuestos y blasfemias.
—dijeron otros. Zerubabel ocultó su rostro con su manto para disi-
Uno de los sacerdotes, experto en la Ley, le preguntó mular las lágrimas que pugnaban por asomarle a los
al profeta: ojos.
—Nuestro legislador, Moisés, nos dijo que debíamos —Ayer dijiste de Israel: "Su rostro estaba más estro-
escuchar la voz de Dios y cumplir Sus mandamientos, peado que el de cualquier otro hombre y su figura más
para que nuestros días y los días de nuestros hijos se que la de los hijos del hombre. Así rociará a muchas
prolongaran sobre la tierra que Él nos ha dado. Y si naciones, los reyes cerrarán sus bocas ante él." Hoy
no escuchamos la voz de Dios y no obedecemos Sus dices: "Está separado del país de los vivientes e hizo
mandamientos, todas las plagas con que hirió a los su tumba con los malvados." ¿Será esto el fin de Israel,
egipcios nos fulminarán. Y tú predicas exactamente el Israel que debía despertar a muchas naciones y para
todo lo contrario. Dios fulminará al justo por pecados quien los reyes cerrarían la boca cuando vieran lo que
que no ha cometido, a fin de que expíe pecados ajenos. no se les había dicho? ¡Nos hablas como uno de los
¿Desde cuándo castiga Dios a un alma por el pecado enemigos de Israel!
de otra? ¿Acaso no dijo el profeta que te precedió, en —¡Nuestros oídos están cansados de esa palabrería!
nombre de Dios, que un padre no debía cargar con la —gritó uno.
iniquidad del hijo ni el hijo con la iniquidad del —Tienes razón. ¿Qué oído podría soportar semejantes
padre? palabras? —gritaron otras voces.
Los sacerdotes y los ancianos se levantaron uno tras Muchos estaban irritados y muchos otros desespe-
otro y le preguntaron al profeta, con asombro: rados.
—¿No sufrió ese hombre de los dolores, fulminado Un momento más y al profeta lo habría pisoteado
por la mano de Dios, por pecados que él mismo come- la airada multitud, pero una tonante voz gritó:
tió? ¿Desde cuándo hiere Dios a un alma por los peca- —Dejadlo. ¿No veis que está loco?
dos de otra? —Es verdad. Es evidente que ha perdido el juicio.
—Para nosotros es evidente que Dios sólo castiga a los
pecadores. Protege al justo y hace recaer bendiciones
sobre él.
—¡No hay duda de que un espíritu maligno lo posee!
—La palabra de Dios lo ha abandonado.
—No nos trae la salvación ni el consuelo sino maldi-
ciones y dolor.
—Estamos hartos de él. Dejadlo que se vaya. Dios lo
ha repudiado. No lo escuchéis.
El profeta no intentó responder a los cargos y quejas
que los allá reunidos acumulaban sobre él. Sus labios
estaban sellados. Bajó la cabeza y permaneció paciente-
El projeta
El profeta escuchaba con los ojos cerrados y no decía
una sola palabra.
—Así está. No come pan; no bebe agua; no dice una
sola palabra —profirió desde su rincón la escandalizada
voz de Neraías.
—¿No oyen tus oídos el canto de redención que re-
CAPÍTULO VIII
suena a tu alrededor? ¡Levántate, oh, profeta! Despiér-
tate y tráele al pueblo tu palabra de consuelo y estímulo.
Neraías tomó de la mano al profeta y lo llevó a la
choza situada sobre el brazo del canal. Lo depositó en El profeta callaba.
su lecho y se sentó a su lado para cuidarlo en su debi- —Sin duda, oye el canto del rescate. Cada uno de sus
lidad. La fina y tierna piel de Isaías estaba trasparente miembros, cada poro de su piel, escucha el canto. El
y de una palidez lechosa y su rostro flaccido y relaja- grito llega desde lejos y desde cerca. Oye el eco de las
do. El dolor obsesionaba sus ojos, hundidos en las ór- multitudes que pasan estruendosamente con el alegre
bitas. Parecía, casi, que había abandonado este mundo redoblar del tambor y los címbalos y los cantos a voz
y que, al cabo de unos pocos instantes, su alma abando- en cuello, el sonido de la alegría y la felicidad: "Cuan-
naría al consumido y contraído cuerpo y volaría a la do Dios liberó del cautiverio a Sión, nos pareció que
región donde estaba ya su espíritu. soñábamos."
Una vez más todos lo habían abandonado. Los jefes Dios le había cerrado firmemente la puerta en la
de los exilados que volvían ya no preguntaban por él: cara. Había ocultado a sus ojos los mundos que estaban
nadie acudía a oír sus profecías. Todos lo habían aban- más allá del horizonte, las regiones donde nacían las
donado; todos, menos Zerubabel. visiones que solía contemplar. La oscuridad de la an-
Éste vino y se sentó junto a su jergón de hojas de gosta tumba lo envolvía. Alrededor de las paredes del
palma. Tomó la mano del profeta en la suya y trató sepulcro, desde fuera, oía el gozoso canto de la reden-
de alentarlo. ción. Escuchaba ávidamente el exaltado grito de los que
iban a Sión, pero no podía unirse a ellos. En el comien-
—El Dios de nuestros antepasados le ha insuflado un
zo del camino que llevaba a las soledades encontró al
nuevo espíritu a Su pueblo. No cabe otra explicación.
hombre de los dolores y comprendió demasiado bien
No prestes atención a los escarnecedores babilonios. Ca-
que el camino del rescate debía pasar por las ligaduras
da día trae a nuevos grupos de exilados que quieren
y el sacrificio de Isaac, como se lo mostraran tan a me-
volver a Judá. Vienen de todas partes, de los rincones
nudo sus visiones. Las ansias de Israel ardían y llamea-
más lejanos, con sus esposas, sus hijos, sus rebaños y
ban en su corazón con la misma fuerza que su celo por
majadas. Vienen con alegría y cantos. Son tus pala-
Dios. Ambas pasiones lo quemaban y consumían. ¿Por
bras, profeta, las que han echado profundas raíces en
qué debía ser Israel la ofrenda sacrificada por la reden-
sus corazones, que aún dan frutos. Todas tus prediccio-
ción de todos los pueblos del mundo? ¿Por qué, como
nes se están cumpliendo. Alza los ojos, oh, profeta y
la cabra enviada a Azazel, debía cargar con los pecados
mira que todos ellos se están reuniendo y vienen, vienen
de las naciones? Dios había abierto ante sus ojos una
a ti, hermosamente engalanados, como una novia que
pequeña grieta por la cual él, el profeta, podía ver que
entra a la cámara nupcial.
344 Sholem Asch El profeta 345
a Israel lo conducían por el camino del rescate como El profeta se durmió profundamente y se vio parado
a un cordero que llevan al matarife. ¿Cómo podía ento- en el patio del templo. Reinaba allí la desolación, los
nar el canto de la confortación y la confianza que Dios salones estaban derruidos y las piedras formaban pilas
pusiera en su boca? dispersas por todas partes. Del templo en ruinas, subían
El profeta reprimía las expresiones de júbilo y con- hacia el cielo unas tenues hebras de humo. El profeta
suelo que Jehová hiciera nacer en su corazón. ¿Se había conocía el origen de aquel humo. Los gentiles, que pro-
convertido realmente en un porfiado asno a quien Dios fanaran el templo, habían erigido altares en aquel solar
repudiaba? ¿Le habría retirado Dios su espíritu, con- y les sacrificaban allí a sus ídolos.
cediéndoselo a otros? Seguiría cargando en secreto con Isaías cerró los ojos. En sueños, no quería ver ni oír.
el dolor de Israel y no se cansaría hasta que Dios se Su corazón lloraba. "Los gentiles han entrado en pose-
apiadara de él y le abriera una hendidura por la que sión de tu h e r e d a d . . . " Corrió hacia un rincón olvidado
pudiera contemplar la luz guardada para Israel en el del patio, un rincón oculto por los escombros. [Qué
final del camino. Entonces podría cantar, con mayor extraño le pareció aquel escondrijo! Allí no había altar
paciencia y ardor, las alabanzas de Israel, expresar la ni hombre alguno. Era la primera vez que contemplaba
recompensa que heredaría éste al término de sus días. aquel lugar. Ignoraba que, dentro del recinto del tem-
Israel llevaba sobre sí la esperanza del mundo y si su plo, existía un solo metro cuadrado libre de profana-
castigo tenía una finalidad, toda la creación la tendría ción, de aquellos sucios fetiches que mancillaban el
también. sagrado recinto. A pesar de que todos los edificios que
Con el rostro oculto entre las manos le oró a Dios: existieran allí estaban reducidos ahora a mohosas rui-
—¡Oh, Tú, que me mostraste los dolores y castigos nas, reinaba un espíritu de serena santidad y bienaven-
sufridos por Israel porque lo elegiste para ser T u sier- turada piedad, como si Dios lo hubiese limpiado y
vo, abre mis ojos para ver la recompensa que le espera cuidado especialmente de que estuviese sin mácula. Dios
en el término de los días! No por mí, oh, Dios mío, sino había ocultado para Sí un último lugar de Su santo
por T i debes hacer eso, para que yo pueda llevar la templo: quizá para algún grande y soberano propósi-
esperanza de salvación a todas Tus criaturas, para que la to, que se cumpliría allí. Isaías sintió un temblor de
esperanza pueda desbordar de mi corazón. santidad y pensó: "¡Qué sitio prodigioso!"
Repentinamente pareció que Dios había oído sus sú- Permanecía aún extático y en un estado de ánimo
plicas. Una voz dijo en su alma: santificado por el silencio y la pureza cuando advirtió
—Tú, a quien han enviado para llevarle a Israel la la presencia de un anciano, canoso y sentado a solas
buena nueva, vuélvete hacia tu padre y pregúntale có- sobre una piedra, entre las ruinas, quien se llevó un
mo la interpreta, porque su espíritu se agita en ti. dedo a los labios para indicarle que no se perdiera el
Con la esperanza del hombre que se ahoga y se afe- más leve sonido. El profeta lo miró y se le estremeció
rra de cualquier cosa, el profeta gritó: el corazón. Conocía a aquel anciano. Lo había visto
—Oh, ojos de Israel, bajad vuestra diestra; salvadme más de una vez en sus visiones. Era flaco y alto y de
de la ciénaga de temblores y confusión en que estoy imponente estatura hasta cuando estaba sentado. El
hundido hasta el cuello. Las aguas han penetrado has- cabello blanco y rizado le caía sobre el cuello y le cu-
ta mi alma. bría los hombros. Su nivea barba rozaba el manto azul
346 Sholem Asch El profeta 347
plateado que envolvía toda su figura y estaba descalzo. sentado así y espera. Todas las plegarias por el rescate
De su semblante macizo y pálido brotaba un halo de se reúnen aquí. Todas las ardientes lágrimas que se
santidad, como cuando el profeta lo veía en sueños. derraman dolorosamente pensando en el rescate se jun-
Isaías esperó a que hablara, pero los labios del ancia- tan en este lugar, todos los castigos que sufren por esa
no, a los cuales asomaba una sonrisa, seguían cerrados. causa los hijos de los hombres se guardan aquí. Todo
El profeta no pudo contenerse por más tiempo y pre- eso está contado y registrado. Levántate y siéntate a
guntó con voz suave: mi lado, pero lo que ves y oyes debe estarles vedado
- S é amable y dime qué lugar es este que piso. a los seres vivientes y oculto en tu corazón, hasta que
—Quítate los zapatos porque el suelo que estás ho- "llegue el día".
llando es sacro. Tus pies están sobre la elevación del Mientras hablaba así, el viejo profeta estiró la ma-
templo, la colina que Dios, al fin de los tiempos, exal- no, levantó en vilo al joven y lo sentó a su lado.
tará por sobre las montañas y los valles y adonde aflui- En el primer momento el joven Isaías sólo oyó respi-
rán las naciones. rar el silencio, que parecía acechar como un león em-
—¿Y quién eres? boscado en las nubes. Repentinamente, sobre la monta-
—Soy el hombre a quien Dios reveló el fin de los ña y el valle, retumbó un trueno despertando ecos y
días, cuando todas las naciones acudirían a esta mon- sonoridades cuya fuerza creció hasta culminar.
taña de Jehová. —Porque eres un pueblo santo para el Señor T u
El profeta cayó a los pies del anciano y exclamó Dios. Dios te ha escogido para ser Su pueblo, entre todos
sollozando: los que habitan la faz de la tierra.
—¡Ay, padre mío! Me llaman por tu nombre y Jehová —El trueno era la voz de Moisés —dijo el viejo pro-
ha puesto tu palabra en mi boca. Dios te envió a se- feta—. Se alza a diario sobre todos los países que están
ñalarme mi ruta. Pon comprensión en mi corazón para bajo el cielo, para recordarles a los hijos de Israel el
distinguir Su camino. ¡Enséñame, te lo ruego! Que mis yugo y el deber que pesa sobre ellos.
ojos sepan el sentido de los signos que veo y la inter- Nuevamente reinó el silencio: un silencio crepuscu-
pretación de mis visiones, que me está vedada. lar, el de un dominio que no era la noche ni el día.
—Levántate, hijo y siéntate a mi lado. Tus profecías Un halo luminoso, dorado, fulguraba sobre rayos de
y las mías son una sola. tornasol crepuscular, como una corona de rayos que
—Enséñame, oh, padre mío, a adivinar cuándo se brillan con la luz escondida al nacer la creación. Las
cumplirán las palabras que has dicho en nombre de vagas formas de una mujer que pasaba como flotando,
Dios. ¿Cuándo llegará el fin de los días que has pre- con un batir de alas, apareció más allá del halo. Una
visto? cortina parecía reposar en el aire y ocultar su contorno
—No está a mi alcance decírtelo. Eso está oculto en como un velo. Y así como un pájaro cae a plomo cuan-
el pensamiento de Dios. Yo estoy sentado aquí y espero do lo atraviesa una flecha en vuelo, asi cayó sobre la
de un momento a otro que brote la raíz de la reden- tierra la sombra de la mujer. La cortina se entreabrió.
ción, que aparezca el príncipe de la paz, que una nación El luminoso halo parecía iluminado por la irradiación
no levante ya la espada contra otra y que llene la tierra de la Divina presencia. En las alturas se oyó una voz:
el conocimiento de Dios. No soy yo solo quien está parecía el gemido de una paloma.
348 Sholem Asch El profeta 349
—|Ay, Dios de Misericordia! A T i voy, a Ti, cuyas las venas de Esaú, así como por las de Jacob. Así como
mercedes se han extendido sobre todas las cosas crea- Jacob es mi carne, también lo es Esaú. Sufro con sus
das, a T i voy, que has puesto en el corazón de cada sufrimientos; y cuando ellos sufren, también yo siento
madre T u gracia de misericordia que la hace apiadarse dolor. Soy, al mismo tiempo, el sacrificio y el sacrifi-
de sus hijos. A T i voy, a buscar compasión para mis cador. Mi compasión por Esaú es tan grande como mi
hijos. Otros pueblos son también la obra de Tus Ma- amor por Jacob y entre ambos mi corazón se desgarra
nos y T ú los provees de una vida de abundancia y tran- en dos. ¡Oh, Dios mío! ¡Te lo ruego! ¿Me causará eter-
quilidad en las tierras que les has dado. Sólo a mis hijos na desdicha la espada? ¿Quién curará mi desgarrado
los has desamparado. ¿Hasta cuándo será tu pueblo corazón? ¿Quién cicatrizará esa herida? T e lo ruego,
blanco de los dardos de los gentiles? ¿Cuándo les darás Padre de todos los seres, te lo ruego a T i que me ele-
descanso a sus fatigados pies? Ten misericordia y pie- giste para ser la madre de ambos, apiádate de mi hijo
dad de los hijos de Abrahán, que T e amaron y cumple Esaú. Abre sus ojos para que pueda ver T u luz. Pon
la promesa que le hiciste en el pacto. Son Tus herede- comprensión en su corazón para que te conozca y vea
ros. Invocan T u nombre. Las puertas de la misericor- T u camino. Te lo suplico, cobíjalo bajo la sombra de
dia están cerradas ante ellos. Si no hay misericordia, T u compasión. Recíbelo en T u pacto, como recibiste
que se haga justicia. a su hermano Jacob, porque ambos nacieron de la
La conmovedora súplica tembló a través del espacio, misma simiente, la de Abrahán que te amaba. Te lo
como un trueno ahogado. Desde el centro del nimbo ruego, oh, Dios, haz de modo que ambos puedan vivir
de fuego que rodeaba la cabeza de la mujer, se oyó: como hermanos en espíritu, como lo son en la carne.
—Absten tu voz del sollozo y tus ojos de las lágrimas, —Esa es Rebeca, quien ofrece su plegaria al Señor de
porque tu obra tendrá su recompensa, dice Jehová y todos. Cada día se levanta de la tumba y viene aquí, a
vuelve del país del enemigo. las puertas de la misericordia, para rezar por su hijo
La voz calló; la sombra de Raquel se desvaneció y Esaú, como reza Raquel por su hijo, el pueblo de Israel
desde otra esquina del horizonte, se acercó otra sombra —murmuró el viejo profeta al oído del joven.
femenina. También vestía de negro y tenía la cabeza —No oigo voz alguna que responda a su plegaria,
baja. Se aproximó lentamente, como flotando, solitaria. como respondieron a la de Raquel.
Como Raquel, cayó postrada en tierra, alzó la mano —Cuando la promesa hecha a Raquel sea cumplida,
hacia el círculo de luz que proyectaba su luminosidad se responderá a la plegaria de Rebeca. Porque ambas
desde arriba y clamó con voz amarga de llanto: plegarias son una sola, la súplica de una madre en
—[Ay, Padre de todas las cosas creadas! Hubo dos Israel al Santo de Israel. Dios formuló una condición:
hijos que lucharon dentro de mí y dos naciones fueron que la una no se rescate sin la otra. Ninguno de ambos
separadas de mis carnes. Se amamantaron de un mismo puede obtener el rescate completo por sí mismo. Llegará
seno y a pesar de eso, sembraste eterna enemistad entre al fin de los días cuando la palabra de Dios, que vino
ellos. También yo cargué con mi parte de su guerra. a mí, será cumplida: "Ellos no herirán ni destruirán
Amaba a Jacob y por él engañé a su hermano el pri- en toda mi santa montaña y la tierra se llenará del co-
mogénito. Esaú es también mi hijo y si lo echaste de nocimiento del Señor, como cubren el mar las aguas."
T u presencia, me echaste con él. Mi sangre fluye por —Dios abrió también mis oídos: "Puse mi espíritu
350 Sholem Asch El "profeta-"^ 351
sobre él. Él juzgará a los gentiles... No se acobardará —Ilumina mis ojos para conocer la razón de los cas-
ni desalentará hasta que haya establecido el juicio sobre tigos con que ha de comprarse el rescate. ¿Y por qué
la tierra; y las islas esperarán Su l e y . . . Yo, el Señor, te ha de cargar sólo Israel con las iniquidades de las na-
he invocado en tu justicia y te tendré de la mano y te ciones y expiarlas con su sangre? ¿Por qué ha de ser
conservaré y te daré como pacto a los pueblos... como Israel la víctima propiciatoria enviada a Azazel por los
luz a los gentiles... para abrir los ojos ciegos, para pecados de los gentiles? ¿Y por qué me mandó Dios esta
hacer salir a los cautivos de la prisión." visión bajo la forma del hombre de los dolores, quien
—Tu profecía y la mía son una y la misma. espera junto a las puertas de Jerusalén la redención
—Pero, d i m e . . . , ¿hasta el fin de los tiempos, hasta que tarda en llegar? ¿Qué significan las voces que oí
el último d í a . . . qué sucederá? en este sitio donde estamos hablando? Vi con mis pro-
—De vez en cuando habrá pequeñas salvaciones. Ilu- pios ojos la visión y oí las voces con mis propios oídos,
minarán la faz de la tierra durante un momento como pero la interpretación de esto le está vedada a mi com-
un relámpago y se desvanecerán. Luego las fuerzas del prensión. Sólo con tus fuerzas, oh, profeta y padre
espíritu se reunirán y tratarán de obtener una nueva mío, puede mi corazón hallar alivio y liberarse mi es-
victoria. Habrá pequeñas salvaciones, pero cada una de píritu de su angustia.
ellas será un peldaño en la escalera del gran rescate. —Hasta para nosotros los profetas no todas las virtu-
Cada victoria exigirá su precio y todas serán compradas des escogidas están dadas ni todas las puertas abiertas.
con dolor y castigo. El peculiar don de comprender las razones de los actos
—Él ha colocado postes indicadores en el largo cami- de Dios sólo les es dado por Él a aquellos sobre quienes
no a la redención y junto a cada uno ha levantado un descansa Su espíritu, al que trae justicia para toda la
altar de ligaduras. Son las ligaduras para el sacrificio eternidad. A nosotros sólo se nos da el ojo para ver y
que mis ojos vieron cuando precedían a los hijos de el oído para escuchar y le llevamos lo que recibimos
Israel en la marcha a Sión. ¿Para qué están? ¡Dime, oh, a aquellos a quienes Dios nos ha enviado. Somos los
padre mío, te lo ruegol ¡Porque tú eres los ojos de siervos del Omnipotente Creador. Se nos encarga que
Israel! Tus ojos penetraron los secretos ocultos hasta ejecutemos nuestra misión con los ojos cerrados. Con
llegar al fin de los días que nos esperan cuando nos todo, parte del asunto se me ha revelado, y lo que yo
apartamos del camino de nuestros primeros castigos. sé también tú lo sabrás. Porque tú eres mi espíritu y el
La gran victoria, el rescate total. Dime, te lo ruego, que trasmite mi palabra. Por eso contestaré a todas tus
ilumina mis ojos para que yo pueda saber qué signifi- preguntas en orden, hasta donde me es permitido com-
can los signos y las visiones que atormentan mi espíritu prender y contestar.
y empañan mis ojos. Sólo con tu poder puedo descubrir —Hijo mío y joven profeta, has de saber que el casti-
el sentido. Dios ha cerrado todos los demás caminos go del flagelo es dulce; y grata la estocada de la espada
ante mi. en la misión de Jehová y en bien de Su gloria. Así como
Así le suplicaba el joven profeta al anciano, con las el oro es fundido por el fuego, así se reduce y hace
manos levantadas hacia él. obediente el corazón en el horno de la purificación.
—¿Qué quieres saber, hijo mío? ¿Qué atormenta tu Todo sufrimiento y dolor soportados en bien de Dios
espíritu? sólo son un paso hacia Él. Él te envolverá en el manto de
352 Sholem Asch El profeta 353
Su gracia y te curará con el bálsamo de Su amor. Sólo la pared, donde había un portal cenado que se elevaba
los elegidos sienten los quemantes dolores del castigo, hasta el cielo. A ambos les pareció que habían llegado
la luz que irradia Él. Esa misma luz curará tu dolor, al fin del mundo.
así como el tierno amor de una madre alivia la herida —Hijo mío, tus pies están ante la puerta que les cie-
del hijo que se refugia en su seno. Has probado ya la rra el futuro a los ojos del hombre. Gracias a la viden-
miel del amor de Dios que acompañaba la amargura del cia profética que te ha sido otorgada verás a través de
castigo. Te mesaron la barba y te chamuscaron las la puerta. Haz un agujero en ella, mira al través y
mejillas, tu rostro fué cubierto por los escupitajos de verás lo que verás.
hombres inmundos. ¿Qué gusto sentiste, entonces?
Los ojos del profeta franquearon la puerta y su sem-
—Cada gota del escupitajo que me tocó me purificó blante se ensombreció.
como si me hubiese bañado en las aguas del paraíso y —¿Qué ves, hijo mío?
cada cardenal del castigo vistió mi carne con una pren-
da de honor y coronó mi cabello con la diadema de la —Veo un abismo. Está lleno de humo y remolinos de
elección de Dios —respondió el joven profeta. niebla. Un lado de las profundidades está oscurecido
por la sombra de la muerte y otro iluminado por el
—Así serán todos los que son heridos para mayor resplandor que se vierte desde la cerrada esquina del
gloria del Creador de todas las cosas. Se ponen la ves- cielo. La luz irrumpe al través para hender la oscuridad
timenta de la gloria y son coronados con la diadema de y dominarla. Pero desde el flanco de la noche las nie-
la elección. También yo probé en mi carne el dulci- blas suben arremolinándose en columnas como las ma-
amargo dolor de la tortura que quemó mi cuerpo. Du- nos y los dedos de los ángeles de la destrucción y hacen
rante tres años, como siervo de Dios, caminé descalzo retroceder la luz hasta el rincón ciego del cielo. Ahora,
y desnudo sobre las piedras de Jerusalén. En verano veo a los hijos de los hombres... quienes están embuti-
me consumía el calor y en invierno el frío. Cuando me dos, tragados por la garganta de la mortal tiniebla y
llegó la hora de irme al otro mundo, Manases, en su los remolinos de humo y se esfuerzan en liberarse, en
ira, me tajeó la carne al talar el roble en el bosque zafarse de las ligaduras de la noche que los a t a n . . .
donde yo estaba oculto. Lo irritaba el que yo lo hu- Ahora, los contornos de los hombres surgen de las vo-
biese censurado por la imagen que él trajera al templo. lutas del h u m o . . . veo sus piernas, distingo sus cabezas
Dios me tejió una vestimenta con las nieblas de las que se asoman afuera del abismo de las tinieblas... el
nubes; con los castigos que sufrí, quedé purificado y humo les presta diversas formas... las cabezas parecen
curado. Dios mandará cada vez más emisarios por nos- de fieras, de monstruos que el mundo nunca ha visto...
otros a los hijos del hombre y cada uno de ellos correrá los monstruos se están engullendo las figuras humanas
nuestra misma suerte. Así librará el hombre una gran y vuelven a arrastrarlas al abismo de las tinieblas...
guerra en bien de Dios; por el triunfo del bien sobre parece, parece que se libra la gran batalla entre la luz
el mal; por la victoria del orden sobre el caos. Ven y las tinieblas..., se diría que es la guerra entre el bien
conmigo y mira con tus propios ojos la gran lucha que y el mal.
librará la humanidad por su Hacedor hasta el fin de los
días. Cuando el joven Isaías se repuso de su honda emo-
ción, repitió:
El profeta asió la mano del joven y lo condujo hacia
—Eso es lo que he visto en las puertas del futuro.
354 Sholem Asch El profeta 355
—Has visto bien, hijo mío —dijo el viejo profeta—. que el Creador de todas las cosas ha descargado sobre
Debes saber que has mirado en el buche de Rahab, el mundo? ¿Por qué ha de pagar sólo Jacob toda la
quien tiene cautivo al futuro. Dios hendió a Rahab y pena por las maldades de su hermano Esaú?
separó las aguas de arriba de las de abajo y entre am- —Has hecho una pregunta importante. Has de saber
bas hizo morar a sus criaturas. El futuro está aún entre que Israel, entre las naciones, es como el hombre justo
las mandíbulas de Rahab y vive en nosotros. Las nubes entre los pueblos. Jacob aceptó por su propia voluntad
de humo se arremolinan alrededor de nuestros corazo- el derecho de primogenitura que le cedió Esaú por un
nes y empañan nuestros ojos. Pero el mundo sólo duró plato de lentejas. Desde que asumió la primogenitura,
un día y la vida del hombre apenas es un abrir y ce- Jacob obtuvo también los privilegios que les fueron
rrar de ojos. El hombre está sumido aún en el abismo dados a los patriarcas. Esaú quedó al margen y por
de las mandíbulas de Rahab. Se halla hundido en la haber perdido sus privilegios no tuvo siquiera partici-
confusión y en un caos de humo y alboroto. Apela a pación en el pacto que hizo Dios con Abrahán. Como
todas sus fuerzas para ser libre. Quiere librarse de las todas las responsabilidades y la carga de los preceptos
columnas de la confusión. El Señor ha establecido apos- y juicios pesaban sobre Jacob, su rescate sólo podía so-
taderos para ello y ha dejado postes indicadores en el brevenir cuando Esaú participara en el pacto hecho con
largo camino del hombre hacia la perfección. Jacob y no antes. Jacob sería castigado por las iniqui-
"Dios amaba al hombre con abundante amor, como dades de Esaú hasta que llegara la redención. Podían
se mostró sobre todo cuando lo elevó por sobre todas despreciarlo, humillarlo y confundirlo con todos los
sus criaturas, dándole el poder de elegir entre el bien pueblos del mundo; pero si esos pueblos creían que
y el mal, a fin de que fuese Su colaborador para im- Jacob estaría siempre en las tinieblas y no vería jamás
poner el orden en el caos. El Creador de todas las la l u z . . .
cosas le concedió al hombre el mérito de liberar el cielo El profeta alzó repentinamente la voz y proclamó:
y la tierra con su poder de las mandíbulas de Rahab, —... La gente que caminaba en las tinieblas ha visto
así como Él Mismo liberó este mundo y formó Su crea- una gran luz: sobre los que caminan a la sombra de
ción sobre él. Tal es la razón de los procesos que sopor- la muerte, una luz ha brillado.
tan los justos. El justo lucha contra Rahab, no por su —¿Cómo podrá soportar Israel sus sufrimientos? ¡Sólo
propio bien sino por el del prójimo, su hermano. Paga son seres de carne y hueso!
con sangre y sudor y temblores por cada pulgada de —Todos y cada uno, en Israel, sólo son de carne y
orden que libera de las mandíbulas y garras de Rahab, hueso, pero el conjunto de Israel es un espíritu del
el símbolo del caos y lo informe. Cada codo de orden espíritu de Dios. Jacob morirá de un centenar de extra-
ganado es un codo que se adelanta en el camino a la ñas muertes, pero resucitará de cada una de ellas y
perfección, un peldaño más en la escalera que lleva al volverá a vivir. El pueblo de Israel no puede dejar de
gran rescate. existir y desaparecer del mundo. Cuando las naciones
—Oh, padre y maestro, me has abierto los ojos de creen haber talado el árbol por completo, de las últi-
tal modo que comprendo los sacrificios de los justos. mas ramitas surge un noble árbol que echa hondas
Ahora, prefiero preguntar: ¿por qué se ha condenado raíces en el divino suelo. Sus ramas se extienden y mul-
a Israel a soportar nueve medidas de dolor y de castigo tiplican y muchas naciones se reúnen a su sombra y
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356 Sholem Asch '<r- -""" El profeta 357
gozan de sus frutos. Jehová ha alzado Su brazo derecho en este mundo por la justicia y la redención, se encuen-
y jurado que no borrarán a Israel de la faz del mundo. tran en este hombre de los dolores y todo su sufrimien-
"Castigaré a Israel en juicio, pero no lo exterminaré." to y pena se concentran en él. Porque has de saber
Porque el pueblo de Israel es la raíz de la redención bien esto: no sólo Israel pagará el rescate con la aflic-
que Dios ha hecho brotar para que el mundo entero ción. Hay muchos otros pueblos que esperan ansiosa-
tenga esperanzas. mente el rescate y deben pagar su precio. Toda la
-¡Sé alabado y exaltado, oh, maestro mío, por tus tristeza y dolor de los que así esperan circulan por las
palabras de consuelo! Me han dado ánimos y han miti- venas y el corazón de ese hombre y sufrirán en su carne.
gado mis dolores. ¿Puedo rogarte que me digas, ade- Ven, ve y oye el llanto con que el mundo compra el
más, qué significa el hombre de los dolores, a quien rescate.
encontré al salir a las soledades, ante las puertas de El viejo profeta tomó de la mano al joven y lo con-
Sión? Su figura no era la de un hombre; parecía una dujo a un apacible río. Las aguas fluían silenciosamen-
rama arrojada sobre el estercolero y despreciada por te entre avenidas de sauces llorones y las engullía a
todos los seres. lo lejos un llameante bosque que se destacaba sobre
—¡Ay, hijo m í o l . . . Dios te ha abierto los ojos y te un horizonte bañado en llamas doradas. El fulgor car-
ha mostrado la ramita que brotará de la raíz. Has visto mesí de las llamas era reflejado por las aguas del río
que parecían un espejo.
la ramita del tronco de Isaí.
—¿El hombre de los dolores, quien ha dejado casi —Escucha con atención el silencioso sollozar de las
de ser un hombre, de quien todos los seres apartan aguas y dime qué perciben tus oídos.
los ojos? —Oigo un gemir que rompe las cámaras de mi cora-
—Es el corazón sufriente de Israel y la esperanza del zón. Es como el gemido de los ancianos, quienes suspi-
mundo entero. Es quien los precede cuando vuelven ran sentados en las orillas del río. Oigo un amargo
a Sión. lamento, semejante al de las madres asustadas, y un
—¿El hombre de los dolores? leve gimoteo, como el de los niños afligidos.
—Es el hombre de la redención. El precio del rescate. —Has oído bien, hijo mío. Tus pies están parados
La esponja que absorbe todos los sufrimientos de Israel en las orillas del río donde se vierten las lágrimas de
y del mundo. todos los que lloran a Sión, de todos los que están afli-
—¿Quién es? gidos y lloran por el rescate. Esas lágrimas son de Israel
—Es el hombre que tú y yo le hemos traído como y también de las demás naciones del mundo. Todas las
consuelo y recompensa a Israel y como salvación al lágrimas de los cansados y agobiados por el dolor se
mundo. juntan en esa corriente como perlas. Todos los gemidos
—¿Cuál es el motivo de su aflicción? fluyen hacia ella. El río cruza el llameante bosque y
—Él es el corazón del justo, porque es el corazón de viborea en torno de los pies del Trono de la Gloria,
la justicia. Es el alma de todos los que esperan pacien- donde las lágrimas que derrama Jehová sobre los sufri-
temente el rescate, porque es el alma del rescate. Así mientos de Sus santos se agregan a su volumen. Sus
como todas las venas del cuerpo humano llegan al co- lágrimas se mezclan con las suyas y los suspiros de los
razón y obtienen de él vitalidad, así todos los que sufren afligidos. Debes saber, hijo mío, que no sólo los hom-
* ^ 3V»-¿K J-KWf ..JUL
358 1)xr -> SholemAsch ^fa crf^?-dUi El profeta 359
bres sufren y pagan el precio del rescate: porque Dios que se retuercen sobre las estacas, cuyas venas hace
sufre con ellos. Acompaña a todos los justos en sus estallar su sufrimiento y cuyos gemidos ahogan las
tribulaciones. Prueba la amarga gota del dolor y com- carcajadas. Veo cuerpos amarrados a estacas de ma-
parte los sufrimientos con que se compra la salvación dera entre llamaradas que se elevan, mientras la voz
del hombre. de una multitud febril se regocija sobre el telón de
"A mí, Dios me ha revelado también el sufrimiento fondo del crucificado, vociferando de placer cuando las
de Israel. Estas son las palabras que me dijo: 'Cuando llamas envuelven las barbas y los mantos de las vícti-
cruces las aguas, estaré contigo; y a través de las aguas, mas del fuego. Oigo las plegarias de los quemados vivos,
no te ahogarán; y cuando cruces el fuego, no te quema- asfixiados y reducidos al silencio por las piadosas sal-
rás; ni saltará la llama sobre ti. T u profecía y Mi modias y los hipócritas salmos de sus mentirosos fisca-
profecía son una y la misma'. les. Veo gigantescos hornos y a miles y miles de hombres
"Ahora, sondea con tus ojos las profundidades del río que franquean sus puertas y son reducidos a cenizas.
y dime qué ves." Miríadas de personas sucumben y sufren mil muertes,
El joven profeta escudriñó las aguas. Inmediatamen- mientras ríen y vociferan los totalmente indiferentes.
te apartó los ojos y ocultó el rostro en su manto. Esto es un río de lágrimas. Es un río ardiente de sangre
—Padre mío, padre mío, mis ojos no pueden soportar en que se vierten un millón de heridas. La sangre se
eso —gimió, sin mirarlo, arremolina y llena el río y las aguas se salen de madre
—Mira, míralo hasta el propio lecho del río. Esfuerza a causa de su abundancia.
tu mirada para penetrar hasta el fondo mismo del to- —Ese es el río de sangre y lágrimas que se derraman
rrente de lágrimas, a fin de que conozcas a fondo el por el rescate. Cada gota de sangre y hasta la más pe-
grave sentido de las palabras que Dios puso en tu queña de las lágrimas es recogida por Dios. A pesar
boca. Haz eso si quieres ser profeta en Israel. de ser inmensa la maldad, también puede serlo la re-
Nuevamente los ojos del joven Isaías escudriñaron dención. Con ser grande el pecado, también lo es el
hasta el fondo las aguas del río. Un frío sudor goteaba sacrificio. Todas las venas de los justos atraviesan
de su semblante y todo su cuerpo temblaba y se estre- el corazón de Israel, el sufriente siervo de Dios a quien
mecía con las cosas tremendas que veía. Esta vez no viste. Cada pena y cada dolor se sienten en su cuerpo.
apartó los ojos con terror de las profundidades del río. Cada culpa provoca en él un absceso. Cada maldad
—¿Qué ves ahí, hijo mío? causa en su piel una magulladura. Porque él es el co-
—Veo un río de sangre, rojo e hirviente. Veo sangre razón de la redención, en que se concentran todos los
que brota de decenas de miles de cadáveres y se vierte sufrimientos y torturas. Muere cada día a manos de
en él río. Sangre que brota a borbotones de los cuellos los malvados y cada día resucita y vive, porque es puesto
de los infantes y de los ancianos atormentados. Sangre como Isaac sobre el altar, pronto para la muerte. Pero
de las madres y de sus lactantes; sangre que se derrama Dios no desea matarlo. Fué este mismo Israel a quien
en la sangre y se mezcla con ella. Veo innúmeras mul- Jehová mostró a Moisés en la zarza ardiente y que no
titudes sin cuerpo. Se retuercen y palpitan con las fué consumido por las llamas. Él es la eternidad de
crueldades y tormentos del dolor cuando se les casti- Israel. Dios lo creó y veló por él y lo cuidó hasta la
ga con mil muertes crueles. Veo cuerpos empalados redención eterna.
360 Sholem Asch El profeta 361
—¡Ay, profeta! ¿Cuándo, oh, cuándo tendrán término llevados por sobre las cumbres de las montañas. Al-
tus tribulaciones? ¿Cuándo dejará de quemar la zarza canzaron una pelada cumbre. Ahora él estaba de pie
el fuego? en lo más alto del mundo: desde aquella altura, veía
—Cuando el mal y la perversidad desaparezcan de las verdes praderas que se extendían en el llano y las
la tierra y sólo reine Jehová en el mundo entero y todos miríadas de personas que estaban sobre las laderas de
los hombres sean hermanos. Entonces los sufrimientos la montaña. Cubrían el frente de los valles y trepaban
de Israel cesarán y serán aliviados, como lo serán los a las cumbres. Él las estaba contemplando aún, cuando
de todos los justos. Como me dijo Jehová: "¡Él destruirá repentinamente, sus ojos vieron los cielos sobre la mon-
la muerte para siempre y Jehová ahuyentará las lágri- taña y al Santo Templo levantado sobre columnas de
mas de todos los rostros y hará desaparecer el reproche fuego. El Templo estaba abierto. No tenía cúpula. Los
a Su pueblo de toda la tierra, porque Jehová lo ha cielos que ardían con una blanca luz tornasolada, eran
dicho!" su techo. La tierra toda estaba suspendida abajo, en el
—Padre mío, te lo ruego. Me has mostrado el camino espacio vacío.
sangriento del rescate, muéstrame un brillante fulgor, El profeta vio todas las montañas y planicies cubier-
un relámpago de la luz que allí brilla. tas de gente. Cantando, venían del horizonte, desde to-
—Sigue el curso del río. Vuelve tus ojos hacia su das partes, al resplandeciente santuario, salmodiando:
cauce y vete adonde lleva.
El profeta echó a andar a lo largo del río y vio el "Venid, subamos a la montaña de Jehová,
horizonte en llamas en el sitio donde el río hendía a la Casa del Dios de Jacob,
el ígneo bosque y se perdió en él. Su mirada penetró y él nos enseñará sus caminos
más allá del bosque, hasta donde el curso principal y recorreremos sus senderos.
del río se bifurcaba entre verdes praderas. Vio que las Porque de Sión saldrá la ley
aguas se tornaban gradualmente claras y frescas, hasta y la palabra del Jehová de Jerusalén."
cobrar una pura trasparencia. Los animales de las lla-
nuras se acercaban a las orillas del río y bebían en las Las visiones cesaron en un relámpago. Las cortinas que
aguas y se reflejaban en su paz, el uno junto al otro. se habían entreabierto ante él volvieron a cerrarse. De
Entonces, de improviso, reconoció el río. Era el mismo nuevo el anciano Isaías y su joven discípulo estaban
que partía en dos las soledades, el que Dios le mostrara parados junto a la puerta que separaba al mundo del
muchas veces en sus visiones de regreso a Sión. A lo futuro.
largo de las riberas vio trabajar a muchos hombres. —Padre mío, es tu visión lo que he visto —gritó el
Estaban los exilados que volvían de Babilonia, pero joven profeta.
también veíase entre ellos a los provenientes de otros —También es la tuya; porque las tuyas y la mía son
exilios. Eran harto numerosos para contarlos. Multitud una y la misma. Es la visión de todos los que guardan
tras multitud, grey tras grey, acudían flanqueando am- luto por Sión y esperan en su dolor el rescate y con-
bas márgenes del río. Las aguas se elevaban y fluían fían pacientemente en ser salvados. En cada genera-
hacia las nubes celestiales. En un instante, el río y los ción se verá esa visión. Cada generación se la legará
que caminaban a lo largo de él se vieron exaltados y a otra hasta que, finalmente, se cumpla la promesa
Sholem Asch
que le hizo Jehová a Su pueblo, Israel, y la esperanza
aparezca en el mundo. Entonces todos los hombres
forjarán de sus espadas arados y harán de sus lanzas
podaderas; ninguna nación levantará la espada contra
otra ni volverán a aprender las artes de la guerra. No
destruirán ni herirán en toda Mi santa montaña, por- CAPITULO IX
que el conocimiento de Dios llenará la tierra como
cubren el mar las aguas.
A pesar de todo, como si una poderosa mano los
hubiese aferrado de las guedejas y arrancado a sus
tranquilos hogares, los judíos vinieron en avalancha
a Babilonia de todos los lugares adonde fueran dis-
persados. Llegaban con sus esposas e hijos, sus criados,
sus rebaños y majadas, al palacio de la Casa de David
en la metrópoli. Se disponían a partir de allí a Jeru-
salén, con el Príncipe de Judá, Sheshbazzar, a la cabe-
za. No los inquietaba el que Ciro hubiese proclamado
que era Bel Merodach y no Jehová el dios que lo había
llamado a Babilonia para proclamar la libertad de to-
dos los pueblos. Los que acudían ahora a Babilonia
de paso para Sión ignoraban el decreto de Ciro sobre
la divinidad de Bel Merodach. Creían implícitamente
en las palabras del profeta de que era Jehová quien
había traído a Ciro a Babilonia para libertar a su
pueblo, Jehová y no otro. Tal era la verdad y lo que
importaba.
Las palabras del profeta, que penetraban en sus
corazones como una simiente de consuelo, habían re-
toñado y el capullo se había trocado en una flor de fe
y confianza en el Dios de Israel. Firme en su pacto con
su Dios, quien les abría un camino hacia un amplio
y próspero futuro, los exilados iban a Babilonia can-
tando y jubilosamente. Los babilonios se asombraban
de las numerosas caravanas que entraban a diario a
la ciudad, por todos los caminos posibles. Los exilados
que volvían a su patria acudían en naves, barcas y
barcazas que recorrían los canales. Los ciudadanos los
veían pasar con los enseres que les quedaran, sus vaji-
304 Sholem Asch El profeta 365
lias, sus cestos y cántaros cargados sobre los lomos de ante la perspectiva que los esperaba. Veían temblar
los asnos, mulos, camellos y aún sobre sus propios hom- de júbilo a los judíos cuando ellos investigaban cui-
bros. Algunas familias usaban a sus criados de ambos dadosamente sus orígenes y genealogías. Porque no a
sexos como acémilas. Cada una de esas caravanas esta- todos los que venían a Babilonia y trataban de unirse
ba formada más que nada por judíos tomados de una a los que regresaban les permitían hacerlo. Los some-
ciudad de Judea, que se radicaran juntos en Babilonia. tían a un rígido examen. A los ancianos, sacerdotes
Ahora franqueaban las puertas de la ciudad en su ves- y jefes de familia les incumbía investigar en cada fa-
timenta ceremonial, con canto de coros y música de milia y cada comunidad para establecer de qué tribu
caramillos. Esta invasión en masa de judíos que encla- provenían y si pertenecían realmente al pueblo de
vaban sus tiendas en los patios del palacio de la Casa Jacob. Sólo a los que salían airosos de la prueba se les
de David, en la Avenida de las Procesiones, que des- permitía unirse al convoy.
bordaban de a millares en las callejuelas, plazas y so- ¿Qué fuerza impulsora los acorazaba para toda clase
lares vacíos en las cercanías del palacio, suscitaba gran de sacrificios, les hacía olvidar todos los obstáculos que
curiosidad entre los babilonios. los acecharían a lo largo del camino? ¿Qué poder les
Éstos habían oído decir que los exilados que volvían hacía considerar barato el precio que se verían obliga-
a Sión dejaban en Babilonia valiosas propiedades, ri- dos a pagar para figurar entre quienes tenían el pri-
cos campos y huertos florecientes. Muchos de ellos ha- vilegio de volver a Sión? Esto sólo podía deberse a que
bían prosperado en aquel país; esto se advertía en los el profeta les había insuflado sus palabras, un nuevo
muchos esclavos que los acompañaban, en sus pesadas espíritu que los predisponía a convertirse en los sier-
cargas de mercancías, en sus balas de tejidos multico- vos de Jehová, a estar prontos a soportar el yugo de
lores, en sus fardos de paño, sus bultos de lana, sus Sus mandamientos, sea que fueran aceptables en sí
cestos atestados de enseres domésticos y sus numerosos mismos o una penosa necesidad.
asnos que cargaban toneles de buen aceite. Dejaban El deseo de figurar entre los participantes en el di-
atrás aldehuelas y pueblecitos y ricas poblaciones de vino propósito surgía de la pasión del rescate, que
fértiles tierras y, confiando solamente en la misericor- trocaría a su paso las soledades en un verdadero paraí-
dia y favor de su Dios, se internaban en un camino so y los páramos en la montaña de Jehová.
desértico.
Este tema era comentado acaloradamente en las bo- Pero el profeta, quien atesorara secretamente la vi-
degas, en los mercados y en todos los sitios donde se sión del rescate y se la comunicara al pueblo en tan
reunía la gente. Sabían que, en Judea, los esperaba bellas frases, se mantenía al margen de toda esta ac-
una salvaje lucha con los que habían invadido sus tividad. Cuando despertaba de su sueño, sentía que
fronteras, apoderándose de sus tierras, esas parcelas él mismo era aquel hombre de los dolores a quien
escabrosas que daban rocas y cantos rodados, pero no contemplara en su visión y que luego hallara remedio.
agua. Con todo, preferían sus propias cizañas y abro- Como lo hiciera para su padre Isaías, Dios le había
jos a las tierras fértiles y bien irrigadas de Babilonia. tejido una vestimenta resplandeciente con las flotan-
Los babilonios los veían asombrosamente alegres a tes nubes, envolviendo en ella su sufriente cuerpo. Pe-
pesar de todas estas desventajas, notaban su exaltación ro dentro de la vestimenta su cuerpo estaba desgarrado
366 Sholem Asch El profeta 367
en dos, aserrado por la mitad. El destino de Israel y sus labios, lo poseyó la inspiración de la profecía. Y
su misión, el camino deseable que se le abriera, no le exclamó, en un arranque de alegría:
habían dado tregua aún. No podía reconciliarse toda- 1/jrO
vía con la idea de que Israel regresaba a su tierra natal "|Veo! [Por fin, te veo! j / - ^
para ser ofrendado como un sacrificio. Jehová te precede
En ese momento, Zerubabel, cuyo corazón estaba y el Dios de Israel es tu recompensa."
siempre con el profeta, vino a él y le dijo:
—Ven conmigo y deleita tus ojos con las glorias que El espíritu se agitaba en el profeta. Sus ojos volvie-
ha prodigado Dios sobre T u pueblo. Tus palabras se ron a abrirse. Podía ver nuevamente.
están cumpliendo. Es como si ángeles de luz hubiesen De nuevo sus pies estaban ante las puertas de Jeru-
bajado de los cielos y los llevaran sobre sus alas y los salén, que se abrían sobre las soledades, sobre la des-
reunieran para restituirlos al país de sus antepasados. nuda colina donde brotara la ramita de que retoñara
El profeta se levantó de su jergón y, temblando de el hombre de los dolores. Pero esta vez la colina no
debilidad, se aferró de los brazos de Zerubabel y Ne- estaba cubierta de hisopo, de espinos y de parcelas
raías. Juntos fueron lentamente al patio adyacente al peladas, como un cráneo rapado. Una abundante llu-
palacio de la Casa de David, donde había acampado via mojaba la faz de la tierra con frescura de rocío
la gente. El profeta buscó con los ojos el signo que y lavaba la superficie de las rocas, las escabrosas coli-
viera tan a menudo precediéndolos, el altar de las li- nas y todas las cercanías. Alfombras de tierna hierba
gaduras de Isaac. Ya no lo veía y tampoco veía los cubrían las montañas y todos los rocosos páramos de
demás signos premonitorios de los dolores que los es- los alrededores. Las colinas de Moab, que parecían
peraban en el camino. En la esquina oeste, adonde lle- estar en la esquina del mundo, ardían aún con el ful-
vaba el itinerario de Judá, sólo distinguió las llamara- gor del oro y la plata como si fueran las puertas del
das del sol que se ponía. Un brillante resplandor cielo, pero el suelo en la base de las rocosas colinas
ámbar cubría el cielo y en el ígneo mar flotaba el estaba vestido de un verdor que parecía una indumen-
Templo. Su cúpula ardía con una centelleante alea- taria de gracia y amor. Al mundo le habían anunciado
ción de oro y plata. Tal era el espectáculo que el la libertad y la liberación había surgido de la maldi-
anciano Isaías le reveló. El arco iris de siete colores, ción que lo agobiaba como la carga de una pesada ini-
símbolo de las aguas del diluvio en tiempos de Noé, quidad. En el aire vibraba el consuelo, como si Dios
se extendía sobre el santuario, como prenda de perdón. hubiese borrado las lágrimas de todos los rostros. El
Gozosas voces cantaban en el centro del mar ambarino, mundo parecía una criatura inquieta que hubiese ha-
que inundaba el occidente con su resplandor: era el llado la paz y el placer en el contacto de la mano
canto que brotaba de las gargantas de los judíos y materna, como un recién nacido cubierto aún por el
crecía como un bramido de poderosas aguas. Isaías rocío del cielo. A su alrededor, todo respiraba quie-
logró distinguir todas sus palabras con perfecta cla- tud, paz y una profunda tranquilidad.
ridad. La montaña, de un verde puro, estaba pronta a
Como si descendiera una gran mano, retirando la acoger a los corderos y a las fieras que se tenderían
carga y la opresión que pesaban sobre su espíritu y allí para apacentarse juntos. Había cambiado de ca-
368 Sholem Asch El profeta 369
No seas parca,
rácter, trocándose en una montaña santa donde nada
alarga tus cuerdas
hacía el mal ni destruía, porque el conocimiento de
y fortalece tus estacas."
Dios, había llenado la tierra, como las aguas cubren
el mar. Precisamente, el profeta lo había previsto así
en su visión. Estaba parado sobre la montaña y espe- Como el hombre repuesto de una enfermedad mor-
raba la ramita que debía retoñar del tronco de Isaí, tal, como el hombre torturado y perseguido hasta el
la rama que surgiría de sus raíces. La montaña bajó de linde de la muerte que halla consuelo y rescate, como
los cielos y se acurrucó ante las puertas de Jerusalén. quien conoce el bálsamo reparador de la tierna mano
que se abría sobre las soledades, pronta a darles la de una madre y se siente purificado, bueno, especial-
bienvenida a los que venían a Sión. Ahora, los veía mente elegido, así sintió el profeta la gracia de la
llegar. Acudían de todos los rincones del mundo, co- confortación, que no sólo lo curaba y purificaba a él,
mo ríos vivientes. Subían de las profundidades, pobla- sino también a todas las cosas creadas. Vio que todo
ción tras población, como las olas del mar. Los que el mundo era un hogar puro e inmaculado para el
venían no eran solamente los exilados de Babilonia que hombre renacido. Todo odio había desaparecido, toda
regresaban. Con ellos llegaban todas las generaciones iniquidad quedaba borrada, toda arrogancia se fundía
por nacer y todas las que se les agregarían en el futu- en el corazón del hombre. Israel había vuelto a nacer.
ro. Todas las de los últimos días, toda la gente del Era nuevamente pura, como una virgen inocente, apta
mundo, los acompañaban. Un gran canto brotaba de para ser santificada por Dios, como desposa a una mu-
sus bocas y, al subir al esplendor del cielo, hacía reso- chacha su prometido.
nar la buena nueva por toda la tierra. Dios había Israel caminaba entre las naciones del mundo. Era
borrado las lágrimas de todos los rostros, había conso- una novia que ostentaba las cizañas de su viudez, pero
lado a Su pueblo. debajo de esos oscuros atavíos podía verse brillar la
indumentaria de su eterna virginidad, nunca manci-
Los cielos eran un solo arco iris llameante, que llada. Israel había pasado por todas las llamas: se ha-
flameaba como una bandera sobre las cabezas de los bía ahogado en todos los mares. Dios le mostraba al
que venían. profeta los senderos del castigo que Israel se vería
El corazón del profeta se había colmado de un canto obligada a hollar. Las fieras la acechaban por todas
de redención, como se llena de zumo una granada. partes. Se arrastraban y sallan de cuevas y cubiles, mi-
Entonó con regocijo una profecía de consuelo: rándola furiosamente con sus siniestros ojos verdes y
le clavaban las zarpas en la viviente carne. Todo su
"Alégrate, oh, estéril, que no parías; cuerpo estaba herido, marcado y desgarrado, dolorido
canta y grita, tú que nunca tuviste los afanes del y sufriente. Pero de todas esas duras pruebas, de todas
[parto; las cámaras de tortura, de todos los hornos, Israel emer-
porque son más los hijos de la dejada gía nueva, pura y sin mácula, como una prometida
que los hijos de la casada, que, a pesar de haber caído en manos de opresores
dijo Jehová.
que la ultrajan cruelmente, ha conservado su virginal
Agranda el sitio de tu cabana castidad.
y estira la cortina de tus habitaciones.
370 Sholem Asch El profeta 371
El profeta volvió a ver una vez más el eterno símbo- rapiña y que ellos te hieran con sus instrumentos
lo de Israel, la zarza ardiente de Moisés en las soleda- de destrucción y claven sus zarpas en tu carne y te
des y lo encontró ahora ante las puertas de Jerusalén. muerdan con sus mandíbulas. Consuélate, porque esa
La zarza estaba en llamas y no se consumía, porque el es Mi palabra en ti, dijo Jehová. No hay más poder
mal no podía tener poder sobre ella. que el Mío ni más dominio que el Mío."
Al Be Knishta, ante los jefes de la Casa de David,
los sacerdotes y los ancianos de Judá e Israel, el pro- "Mira, he creado al herrero que sopla las ascuas
feta trajo su canto de victoria. Dijo su salmo del res- . [del fuego
cate, la visión de la eterna renovación de Israel, la £ y t r a e u n m s t r u m e n t o P a r a su trabajo
revelación de su eternidad.
\y Y n e creado al devastador para destruir.
Sus fuerzas estaban totalmente agotadas cuando Ne- ^ H Ningún arma que se forme contra ti prosperará,
raías lo trajo al Be Knishta. Parecía una planta que
ya ha dado todas sus flores. Lo habían consumido sus V-K" v y a toda lengua que se alce contra ti en juicio la
[condenarás,
visiones y el fuego que ardía en él. Así se llegó hasta esa es la heredad de los siervos de Jehová
ellos, tambaleándose. y su justicia es la Mía,
Su pálido rostro juvenil estaba erguido y cuando dijo Jehová."
compareció ante ellos, parecía una víctima ofrendada
en sacrificio. Pronunció sus palabras con claridad, con
tanta frescura como si se filtraran a través de aguas
vivas cuando brotaban de su garganta y penetraban en
su boca:

"Por un momento te he abandonado,


pero con grandes misericordias te recogeré,
en un arranque de ira oculté Mi rostro de ti por
[un instante,
pero con eterna bondad me apiadaré de ti,
dijo Jehová, tu redentor.
Porque las montañas se apartarán
y se quitarán las colinas,
pero Mi bondad no se apartará de ti,
ni será retirado el pacto de Mi paz,
dijo Jehová, que se apiada de ti."

"Porque te sacudirá el temor, el temor de que un


poder sobre el cual no tengo dominio te dañe; de que
caigas en manos de altaneras naciones, de animales de
El projeta
para no impedirle al profeta que contemplara las vi-
siones que lo esclavizaban y cautivaban como si su
alma se dispusiera a separarse de él.
'y / é En su visión, estaba de pie sobre el Monte de los
Olivos y contemplaba el Monte Morías, que estaba
enfrente. Vio a los que habían regresado a Sión. Esta-
\ CAPÍTULO x
ban purificando aquel lugar de toda su contamina-
Cuando vio que la gente acudía a Babilonia de todo ción, derribando los fetiches de los altares y echando
el imperio en la primera etapa de su viaje de regreso de nuevo los cimientos del templo. A la cabeza de ellos,
a Sión, el profeta pidió que lo dejaran vivir con ellos. estaban Zerubabel y Jeshu. Sobre la montaña reinaba
Y Neraías lo llevó en una litera acolchada al patio de gran actividad. La gente traía piedras, cepillaba ma-
los betlemitas. Allí, en un desván, atendió cuidadosa- dera y arrastraba vigas de cedro. Los sacerdotes se de-
mente al profeta, sin apartarse de su lecho. Sólo que- dicaban a limpiar la vajilla del templo, exprimiendo
daba de Isaías un montón de huesos revestidos de una y refinando aceite y preparando los cortinados. Vio
piel blanca y envuelto en un manto blanco. que Dios estaba curando realmente la herida de Sión.
Sobre el jergón de paja sombreado por ramas de Dios había vuelto a hacer brillar el sol sobre Jerusa-
palma, el profeta yacía inmóvil y silencioso, como un lén. Le había devuelto la luz, la radiante luminosidad
hombre en quien subsiste un hálito de vida. Su pálido de los seis días de la creación. La luz inundaba las
rostro estaba vuelto hacia el cielo, que se divisaba entre ruinas de Jerusalén con sus rayos de los cuales se de-
las palmeras. Tenía cerrados los ojos y sólo el enma- rramaba la gracia. Todo el aspecto de la desolada
rañado pelo de su barba y su pecho se movía un poco ciudad había sido alterado por el fulgor del ámbar.
cuando respiraba. Fuera de esto no había señal algu- Las ruinas se convertían ahora en fortalezas y ciudade-
na de que estuviese vivo aún. las: los rayos de luz las trocaban en salones de derre-
Su avío de escribir estaba sobre un banco, junto a tido esplendor. Cada piedra de Jerusalén recobraba
su lecho: el punzón, las plumas, las tablillas de arci- su forma y aspecto original, convertíase en un bloque
lla y la tinta. Neraías, devotamente, se hallaba senta- ornamental, centelleando y despidiendo fulgores.
do a su lado. Casi tenía miedo de moverse. Estaba El río Kidron lo separaba del nuevo templo al cual
siempre pronto y alerta para servirlo y anotar todas Isaías no podía acercarse. El Kidron desaguaba en el
sus palabras. Pero el profeta guardaba silencio. Tenía valle del Hijo de Hinnom, que viboreaba en torno del
los labios sellados, como sus ojos. Poco después, los Monte de Sión. Este valle había sido indicado como
latidos de su corazón se aceleraron y sus fosas nasales un sitio de expiación desde los tiempos más antiguos.
se distendieron cuando jadeó para aspirar un poco de Todas las impurezas de Jerusalén afluían a él. Los frag-
aire. El subir y bajar de su pecho y la nerviosa disten- mentos de los ídolos destruidos sobre el monte del
sión de sus fosas nasales le revelaron a Neraías que templo eran arrojados allí. También tiraban ahí los
los pensamientos del profeta viajaban sobre las alas de restos de los altares que erigieran antaño los reyes de
la visión. Por eso se quedó sentado en silencio, conte- Judá e Israel para colocar fetiches extranjeros e ídolos
niendo el aliento, concentrándose con todas sus fuerzas y adorarlos, fragmentos de Moloch, de Astarot, de
374 Sholem Asch El profeta 375
Baal. En el montón de residuos estaban asimismo los liante luminosidad ambarina. All estaba sumergida y
huesos de sus sacerdotes perjuros. En su visión el pro- oculta a la vista.
feta vio el Valle del Hijo de Hinnom lleno hasta des- —Esto sólo puede ser la corona de David que Dios
bordar, como un río en primavera, de esqueletos de ha llevado a les cielos.
ídolos y de hombres y grandes pilas de residuos y ceni- El profeta despertó de su visión.
zas. Pero, con todo, el arco iris de siete colores, el Con el resto de sus fuerzas le pidió a Neraías que
signo de Dios a Noé, estaba suspendido sobre el valle. escribiera el mensaje que les dejaba como testamento
De pronto oyó que del Valle del Hijo de Hinnom a los exilados que se iban a Judá. Sus últimas pala-
se elevaba un canto que se mezclaba con la salmodia bras les devolverían las fuerzas a los corazones, los
de los que bajaban de las colinas de Jerusalén, un sostendrían y les darían ánimos para los tiempos fu-
canto de alabanza y glorificación de Dios. Aquel era turos, en todas las llamas que se vieran obligados a
seguramente el gran día del perdón. Dios en Su Glo- franquear. Les ayudarían a afrontar los obstáculos y
ria, purificaba Él mismo a los impuros y los elevaba las rocas que se les cruzarían en el camino que ahora
hasta él. Le ponía término a la altanería, pero les empezaba y se extendería hasta el fin de los días.
permitía a los altaneros seguir viviendo. Enjugaba las Dios había recogido la corona de David que estaba
lágrimas de todos los rostros. Eliminaba todas las fron- en la tierra. La guardaría en su seno para el que ven-
teras. Enderezaba a los contrahechos. Alisaba todas las dría al fin de los días. El reino de la Casa de David
asperezas. Ponía al justo y al malvado, por igual, bajo no era terrenal; era, desde ahora, un reino de los cie-
la protección de las alas de Su gracia. A todos los que los. Dios había hecho un pacto eterno con Israel me-
tenían sed, les daba de beber agua pura, sin precio y diante la mano de David, mediante la gracia que Él
sin exigir nada a cambio. le otorgara, mediante el Mesías que provendría de
En su extremado júbilo, el profeta gritó, con una David.
voz que desbordaba alegría: El profeta dictó su testamento al pueblo de Israel:

"¡Eh, todos los que tenéis sed, "Inclinad vuestro oído y venid a mí,
venid a las aguasl oíd y vuestra alma vivirá;
¡Y el que no tiene dinero, y haré con vosotros un pacto duradero,
que venga, compre y coma!" hasta las firmes misericordias de David.

—Venid todos los que tenéis hambre y comed el pan "Tampoco hago este eterno pacto contigo solamen-
de Dios, porque este es el día del perdón. La mesa te por intermedio de Mi gracia y las firmes misericor-
de Jehová está accesible y pronta para todos. dias de David:
Repentinamente el profeta vio una corona de fuego
que se cernía sobre el Monte Morías. La llevaban so- "He aquí que lo he dado por testigo al pueblo,
bre unas alas a las alturas. La corona, como una luna como caudillo y comandante al pueblo.
rodeada de estrellas, se remontaba cada vez más arri- He aquí que llamarás a una nación a quien no
ba, al empíreo, hasta alcanzar el mar celestial, de bri- [conoces
376 Sholem Asch El profeta 377
y naciones que no te conocen correrán hacia ti, Cuando, con sus últimas fuerzas, el profeta hubo
a causa de Jehová, el Dios, terminado de dictarle a Neraías las palabras de su con-
y el Santo de Israel porque te ha glorificado." suelo final a los que volvían a Sión, le ordenó que le
trajera al desván a Zerubabel. Éste debía venir antes
Era esta ansiedad del Mesías la que quería infun- de partir a Sión con los exilados que volvían, porque
dirle a Israel el profeta. Tal sería el objetivo de Israel, el profeta quería hacerle saber la palabra de Jehová
su finalidad y su misión y por eso volvería a su país. que a él se refería.
Dios estaba cerca de cada hombre y quienquiera lo Neraías encontró a Zerubabel cerca del campamen-
buscaba lo encontraría. Hasta el malvado, con tal de to de Judá, nombre que le daban ahora al sitio donde
que olvidara su mala intención. Bastaría con que el pe- se habían congregado los que se disponían a partir. Él
cador se liberase de sus arrogantes ideas y volviera y Jeshu, el sacerdote, se ocupaban afanosamente de los
a Dios para que Él le dispensara seguramente su mise- vastos trabajos de preparación final antes de que se
ricordia, porque era una eterna e inagotable fuente pusiera en marcha la expedición. Pero cuando Neraías
de gracia y perdón. le dijo que el profeta había maridado--por él, lo dejó
todo y fué inmediatamente.
"Porque mis pensamientos no son vuestros pensa- Zerubabel se inclinó sobre el desfalleciente profeta.
[mientos, Le miró en los ojos y le dijo:
ni vuestros caminos mis caminos, —Oh, ojos de Israel, levántate y ven con nosotros.
dijo Jehová. Mira, oh, profeta, y verás que el Campamento de Judá
Porque así como caen del cielo la lluvia y la nieve está pronto para partir de Babilonia. Dentro de un
y no vuelven allí, par de días nos pondremos en marcha. T u profecía se
sino que riegan la tierra cumple. No nos abandones ahora. Ven con nosotros y
y la hacen retoñar, sé nuestro guía en el camino a Sión como fuiste nuestro
para que pueda darle simiente al sembrador guía en el exilio.
y pan al que quiere comer, El profeta meneó la cabeza débilmente.
así será la palabra que sale de mi boca. —Ya no seré vuestro guía por más tiempo, puesto
No volverá vacía a mí. que el Señor de toda la tierra ha desviado mi camino.
Sino que cumplirá lo que me place Ha puesto un límite a mi alrededor y ahora sólo puedo
y será prosperada en aquello para lo que la envié. ir hacia Él. Otros vendrán en mi lugar y serán los guías
Porque saldréis con alegría de Israel.
y con paz seréis vueltos. —Dime... ¿Quiénes serán?
Las montañas y collados cantarán ante vosotros —¡Tú mismo! —gritó el profeta, y apeló a todas sus
y todos los árboles del campo batirán palmas. fuerzas para mirar en los ojos a Zerubabel.
En vez de la zarza surgirá el abeto, —¿Yo? Sabes perfectamente que un extraño es el
en vez de la ortiga brotará el mirto, Príncipe de Judá.
y será a Jehová por nombre, —No. Un extranjero no será el Príncipe de Judá. El
Por señal eterna que nunca será raída." príncipe serás tú y Jeshu el sacerdote estará parado a
378 Sholem Asch El profeta 379
tu diestra y Haggai el profeta a tu izquierda y ellos te de traer la guerra al mundo. El espíritu de Dios cubrió
ayudarán cuando construyas la Casa de Dios. el rostro del caos y lo informe antes de insuflar el or-
Zerubabel palideció. El profeta cerró los ojos. Ja- den en ellos. Por Él vuelves a Judá. Por Él construirás
deaba penosamente mientras se esforzaba en respirar. el Santo Templo a fin de que puedas preparar al mun-
Con los ojos cerrados buscó a tientas la mano de Zeru- do para ser puro y de que Israel pueda purificarse y
babel. Cuando la hubo hallado, la asió firmemente y ser un signo para las naciones.
dijo: —Ay, padre mío, faro de Israel, ábreme sólo una hen-
—Bendita sea esta mano que construirá la Casa de didura en los ocultos mundos futuros que se te revelan.
Jehová, pero que a esta misma mano el reino de David Déjame vislumbrarlos. Déjame contemplar al que ven-
le sea negado. drá luciendo la corona de David.
—Sólo a mi mano —exclamó nuestro Zerubabel con —No está en mi poder hacerlo. Pero tendrás en al-
profunda emoción. gún instante un momento de divina gracia y amor.
—A tu mano y a la de todos los que vengan después Algún día el espíritu descansará sobre ti y sabrás y
de ti —declaró el profeta, recalcando cuidadosamente comprenderás por qué Jehová liberó a Su pueblo del
cada palabra—. A la mano de todas las generaciones horno de Babilonia y lo devolvió a Su sagrada monta-
hasta q u e . . . ña. Cuando sepas eso, también lo verás a él. Y cuando
—¿Será entonces total y definitivamente separada de lo contemples, comprenderás por qué Israel sufrió cas-
la tierra la Casa de David? —preguntó Zerubabel, y en tigo y grandes penas por ser el pueblo elegido.
su semblante y su voz se percibía una temerosa con- —Te ruego que te apiades de mí y me digas... ¿Cuán-
fusión. do vendrá el que pondrá término a nuestros sufri-
—¡Dios no lo quiera! Jehová ha hecho un pacto eter- mientos? ¿Cuándo vendrá el que liberará al hombre y
no con la Casa de David debido al amor y a las mise- al mundo de las cadenas del mal y la arrogancia y traerá
ricordias de David. Al propio tiempo ese Dios me la paz eterna entre hombre y hombre, entre animal y
mostró tus puras manos, que volvían a edificar la Casa animal, tal como lo vaticinaste y como lo previo antes
de Su templo. También me mostró la corona de David que tú Isaías, el hijo de Amos, como ambos lo pintas-
llevada por unas alas hasta muy por encima de la tie- teis en vuestras visiones?
rra, hasta el cielo. .. y me dijo que el reino de David —Tampoco eso puedo revelártelo. Es un misterio
desaparecería de la tierra y sería cuidado por Él en el oculto a los nacidos de mujer. Sólo nos han sido dados
cielo por Su propio bien, para esperar al que vendría el ansia y la esperanza de la redención. También nos
al cabo de los días. Por eso Él me dijo con respecto a han dado la fe y eso es lo que nos liga a Jehová. Esa
éste: "Mira, lo he dado por testigo al pueblo, y por fe es la escalera con que subimos hasta el Señor del
caudillo y comandante al pueblo." Universo, en el cielo. Que quiten esa escalera de la fe
—¿Quién es? y caeremos inmediatamente en el averno. Ve, oh, Zeru-
—Su nombre estuvo con Dios en el cielo antes de que babel, y conduce los restos de Israel a Judá. Llévate
Él creara el mundo. Dios hizo la redención aún antes contigo la fe en el Señor del Universo y la pasión del
de decretar la servidumbre. Preparó el perdón ante las rescate. Ellos te sostendrán. Ellos convertirán las sole-
asechanzas del pecado y la iniquidad. Creó la paz antes dades en un paraíso ante ti y apartarán todo obstáculo
380 Sholem Asch El profeta 381
que haya en tu camino hacia la redención. Atiéndeme cada y agostada por el viento del este y el sol de las
y escucha bien: Dios ha confiado el resto de su rebaño soledades y yace sobre la arena caliente. Pero el aspecto
a tu mano. Atiéndeme y escucha bien: te he elegido pa- de esa rama era el de un hombre. Y aquella fisonomía
ra que guardes mi postrer mensaje en tu corazón. Estas era la de un niño a pesar de la enredada barba y las
son las últimas palabras que me ha dicho Dios para los enmarañadas patillas, a tal punto rebosaba inocencia,
exilados que abandonan ahora Babilonia para mar- tan saturado estaba de infantil inconsciencia de todo
charse a Sión: pecado y pasión. La leve sombra de las tupidas y grue-
sas cejas se proyectaba sobre los ojos, muy hundidos en
"Porque saldréis con alegría las órbitas. Una sonrisa de alegría revoloteaba sobre los
y seréis llevados con paz; apretados labios. A Neraías le pareció que reflejaban
las montañas y colinas cantarán ante vosotros una visión, que aquellos ojos cerrados veían mundos
y todos los árboles del campo batirán palmas." ocultos, por donde vagabundeaba ya el alma del profe-
ta. El semblante de Isaías era un poderoso salmo de
El profeta calló y permaneció inmóvil durante largo consuelo, un canto de honda tranquilidad.
tiempo. En la habitación reinaba un caviloso silencio. Neraías inclinó su oído hasta la boca del profeta y
Luego, finalmente, Isaías habló en un murmullo: oyó las últimas palabras que se le escaparon cuando su
—No sólo por ti has de volver a Judá. Volverás a Judá alma abandonaba el cuerpo:
para la salvación de todas las naciones. —También te daré por luz a las naciones para que
Con estas palabras, se despidió de Zerubabel y de los mi salvación pueda llegar a los confines de la tierra.
exilados.

El rumor del canto y la alegría de los que regresaban


a Sión penetró hasta el desván del patio de los betle-
mitas. Parecía que las centelleantes estrellas sólo bri-
llaban para ellos; eran los celestiales rebaños que se
bañaban en los puros arroyos del firmamento, sobre
Belén, impregnándolos del esplendor de un canto ma-
jestuoso, ascendente. Ni por un momento cesó el gozoso
cántico:

"Cuando Jehová liberó del cautiverio a Sión,


nos pareció que soñábamos."

Junto al profeta, en el suelo, yacía su constante y


amado amigo y protector Neraías. Éste lo miró y vio
a Isaías totalmente consumido por el fuego que ardía
en él, como una rama de la zarza que ha sido chamus-

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