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que haya descubierto en la perla o el diamante el valor de

cambio. Los descubridores económicos de esa sustancia


química, alardeando ante todo de su profundidad crítica,
llegan a la conclusión de que el valor de uso de las cosas
no depende de sus propiedades como cosas, mientras que
por el contrario su valor les es inherente en cuanto cosas.
L o que los reafirma en esta concepción es la curiosa cir­
cunstancia de que el valor de uso de las cosas se realiza
para el hombre sin intercambio, o sea en la relación di­
recta entre la cosa y el hombre, mientras que su valor,
por el contrario, sólo en el intercambio, o sea en el proceso CAPÍTULO n
social. Como para no acordarse aquí del buen Dogberry,
cuando ilustra al sereno Seacoal: “Ser hombre bien pareci­ E L PROCESO D E L INTERCAM BIO
do es un don de las circunstancias, pero saber leer y escri­
bir lo es de la naturaleza,” .361441
Las mercancías no pueden ir por sí solas al mercado
ni intercambiarse ellas mismas. Tenemos, pues, que volver
la mirada hacia sus custodios, los poseedores de mercan­
cías. Las mercancías son cosas y, por tanto, no oponen
resistencia al hombre. Si ellas se niegan a que las tome,
éste puede recurrir a la violencia o, en otras palabras,
apoderarse de ellas.37 Para vincular esas cosas entre sí
como mercancías, los custodios de las mismas deben rela­
cionarse mutuamente como personas cuya voluntad reside
en dichos objetos, de tal suerte que el uno, sólo con acuer­
do de la voluntad del otro, o sea mediante un acto volun-
rio común a ambos, va a apropiarse de la mercancía ajena
al enajenar la propia. Los dos, por consiguiente, deben
reconocerse uno al otro como propietarios privados. Esta
relación jurídica, cuya forma es el contrato — legalmente
formulado o no— , es una relación entre voluntades en la
que se refleja la relación económica. El contenido de tal
is v a lu a b le . . . A p e arl o r a d iam o n d is valuable as a pearl or relación jurídica o entre voluntades queda dado por la re­
d ia m o n d .” (S. Bailey, A C ritical D issertation . . . , p. 165 y s.)
36 E l a u to r de la s O bservations y S am uel B ailey incu lp an a
lación económica misma.38 Aquí, las personas sólo existen
R ica rd o el h a b er hech o del v alor de cam bio, q u e es algo m e ra ­
m e n te relativo, algo absoluto. P o r e l c o n tra rio , R icard o h a re d u ­ 37 E n e l siglo x i i , tan re n o m b ra d o p o r su religiosidad, suelen
cido la relatividad aparente que esas cosas — por ejem p lo , el d ia­ a p are ce r e n tre e sas m ercan cías objetos de sum a exquisitez. U n
m an te , las perlas, etc.— poseen e n cu an to valores de cam bio, a p o eta fran c é s de aquellos tiem pos incluye así, en tre las m ercancías
la v e rd ad e ra relación o c u lta tra s la apariencia, a su re la tiv id ad expuestas e n el m ercad o de L an d it, ju n to a telas, cuero, aperos
co m o m era s expresiones de tra b a jo h u m an o . Si las réplicas de de la b ra n z a , pieles, etc., tam b ién a las “fe m m e s fo lie s d e leur
los ric a rd ia n o s a B ailey son groseras p e ro no convincentes, e llo corps” [m ujeres de fogosos cuerpos].
se debe sólo a que e l pro p io R ica rd o n o les b rin d a explicación 38 P ro u d h o n com ienza p o r e x tra e r su ideal d e justicia, la “jus-
alg u n a a cerca de la conexión in te rn a e n tre el valor y la fo rm a del tice éternelle” [justicia e te rn a ], de las relaciones jurídicas co rre s­
valor o valor de cam bio. pondientes a la pro d u cció n de m ercancías, con lo cual, digám oslo
in ciden talm ente, a p o rta la c o n so lad o ra p ru e b a p a ra to d o burgués

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unas para otras como representantes de la mercancía, y ca n d a cuyo valor de uso lo satisfaga. Todas las mercancías
por ende como poseedores de mercancías. En el curso ulte­ son no-valores-de-uso para sus poseedores, valores de uso
rior de nuestro análisis veremos que las máscaras, que en para sus no-poseedores. Por eso tienen todas que cambiar
lo económico asumen las personas, no son más que perso­ de dueño. Pero este cambio de dueños constituye su inter­
nificaciones de las relaciones económicas como portadoras cambio, y su intercambio las relaciona recíprocamente
de las cuales dichas personas se enfrentan mutuamente. como valores y las realiza en cuanto tales. Las mercancías,
Lo que precisamente distingue de la mercancía a su pues, tienen prim ero que realizarse como valores antes que
poseedor es la circunstancia de que todo otro cuerpo puedan realizarse como valores de uso.
de mercancía sólo cuenta para aquélla como forma de Por otra parte, tienen que acreditarse como valores de
manifestación de su propio valor. Niveladora [4S| y cínica uso antes de poder realizarse como valores. Y a que el
desde la cuna, está siempre pronta para intercambiar no trabajo humano empleado en ellas sólo cuenta si se lo em­
sólo el alma sino también el cuerpo por cualquier otra plea en una forma útil para otros. Pero que sea útil para
mercancía, aunque ésta sea más repulsiva que Maritornes. otros, que su producto satisfaga necesidades ajenas, es algo
Esta falta de sensibilidad, en la mercancía, por lo concreto que sólo su intercambio puede demostrar.
que hay en el cuerpo de sus congéneres, lo suple su Todo poseedor de mercancías sólo quiere intercambiar
poseedor con sus cinco y más sentidos. Su propia mercan­ la suya por otra cuyo valor de uso satisfaga su propia
cía no tiene para él ningún valor de uso directo: caso necesidad. En esta medida, el intercambio no es para él
contrario no la llevaría al mercado. Posee valor de uso para más que un proceso individual. Por otra parte, quiere rea­
otros. P ara él, sólo tiene directamente el valor de uso lizar su mercancía como valor, y por ende convertirla en
de ser portadora de valor de cambio y, de tal modo, medio cualquier otra mercancía que sea de su agrado y valga lo
de cambio.™ D e ahí que quiera enajenarla por una mer- mismo, siendo indiferente que su propia mercancía tenga
p ara el poseedor de la otra valor de uso o carezca de éste.
En esa medida el intercambio es para él un proceso social
filisteo de q u e la fo rm a d e la pro d u cció n de m ercancías es tan general. Pero el mismo proceso no puede ser a un mismo
e te rn a co m o la justicia. L uego vira en re d o n d o y p re te n d e m ode­ tiempo, para todos los poseedores de mercancías, exclusi­
la r, con arreg lo a ese ideal, la pro d u cció n re a l de m ercan cías y
el d e rec h o re a l c o rresp o n d ien te a ésta. ¿Q ué o p in aríam o s d e un
vamente individual y a la vez exclusivamente social general.
quím ico que, e n vez de investigar las leyes que efectivam ente Si examinamos el punto más de cerca, veremos que a
rigen la asociación y diso ciación de la m ateria, y e n lugar de todo poseedor de mercancías toda mercancía ajena se le
resolver sobre la base de las m ism as d e te rm in a d o s problem as, presenta como equivalente particular de la suya, y ésta
e x p lic ara esa com posición y descom posición p o r la s “ideas ete rn as”
de la “ n a tu ra lité ” [n atu ralid ad ] y la “affin ité ” [afinidad]? C u an d o
como equivalente general de todas las demás. Pero como
se sostiene que la “u su ra ” co n trad ice la “justice étern elle” [justicia esto se aplica igualmente a todos los poseedores de mer­
ete rn a ] y la “ équité éte rn elle ” [equidad e te rn a] y la “m u tu a lité éter­ cancías, ninguna de ellas es equivalente general y, en con­
n elle” [reciprocidad e te rn a ] y d em ás “verités éte rn elles” [verdades secuencia, las mercancías no poseen una forma de valor
eternas], ¿sabem os algo m ás ace rca d e ella que lo que sabían los
P a d re s de la Iglesia cuan d o a seg u rab an que c o n trad ecía la “ gráce
relativa general en la que puedan equipararse los valores,
éte rn elle ” [gracia e tern a], la “foi éternelle” [fe eterna], la “volonté compararse en cuanto magnitudes de valor. Las mercan­
éte rn elle d e D ie u ” [voluntad e te rn a de D ios]? cías, pues, en absoluto se enfrentan entre sí como mer­
39 “ P uesto q u e de dos m odos es el uso de to d o s los bienes. cancías, sino solamente como productos o valores de uso.
U n o d e ellos es inherente a la cosa en c u an to tal, el o tro no,
com o en el caso d e u n a sandalia, q u e sirve p a ra calzarse y p a ra E n su perplejidad, nuestros poseedores de mercancías
in te rca m b ia rla. E stos dos son valores de uso de la sandalia, ya piensan como Fausto. E n el principio era la acción.1471 De
q u e tam b ién el q u e cam bia la san d alia p o r algo q u e le fa lta, a ahí que hayan actuado antes de haber pensado. Las leyes
m odo de ejem plo p o r alim entos, utiliza la sandalia e n cuanto san­ de la naturaleza inherente a las mercancías se confirman
dalia. P e ro no es su m o d o n a tu ra l de uso. P o rq u e la san d alia no
existe p a r a q u e se la in te rca m b ie .” (A ristóteles, D e R epública, lib. i, en el instinto natural de sus poseedores. Sólo pueden re­
cap ítu lo 9.) I46l lacionar entre sí sus mercancías en cuanto valores, y por

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tanto sólo en cuanto mercancías, al relacionarlas antitéti­ Él intercambio directo de productos reviste por una
camente con otra mercancía cualquiera que haga las veces parte la forma de la expresión simple del valor, pero por
de equivalente general. Éste es el resultado que se. alcanzó otra parte no llega aún a revestirla. Dicha forma era:
en el análisis de la mercancía. Pero sólo un acto social x mercancía A = y m ercancía B. L a form a del intercam­
puede convertir a una mercancía determinada en equiva­ bio directo de productos es: x objeto para el uso A = y
lente general. Por eso la acción social de todas las demás objeto para el uso B.41 Aquí, las cosas A y B no son mer­
mercancías aparta de las mismas una mercancía determi­ cancías con anterioridad al intercambio, sino que sólo se
nada, en las cuales todas ellas representan -sus valores. transforman en tales gracias precisamente al mismo. El
L a forma natural de esa mercancía se transform a por tanto primer modo en que un objeto para el uso, potencial­
en forma de equivalente socialmente vigente. Su carácter de mente, llega a ser valor de cambio es su existencia como
ser equivalente general se convierte, a través del proceso no-valor-de-uso, como cantidad de valor de uso que rebasa
social, en función específicamente social de la mercancía las necesidades inmediatas de su poseedor. Las cosas, en
apartada. Es de este modo como se convierte en dinero. sí y para sí, son ajenas al hombre y por ende enajenables.
“lili unum consilium habent et virtutem et potestatem suam Para que esta enajenación sea recíproca, los hombres no
bestiae tradunt. [ .. .] Et ne quis possit emere aut vendere, necesitan más que enfrentarse implícitamente como pro­
nisi qui habet characterem aut nomen bestiae, aut numerum pietarios privados de esas cosas enajenables, enfrentándo­
nominis eius.” (Apocalipsis.) 1481 [Éstos tienen un mismo se, precisamente por eso, como personas independientes
propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bes­ entre sí. Tal relación de ajenidad recíproca, sin embargo,
tia. [. . .] Y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el no existe para los miembros de una entidad comunitaria
que tuviese la marca o el nom bre de la bestia, o el número de origen natural, ya tenga la forma de una familia patriar­
de su nombre.] cal, de una comunidad índica antigua, de un estado inca,
etcétera. El intercambio de mercancías comienza donde ter­
Esa cristalización que es el dinero constituye un pro­
minan las entidades comunitarias, en sus puntos de contacto
ducto necesario del proceso de intercambio, en el cual se
con otras entidades comunitarias o con miembros de éstas.
equiparan de manera efectiva y recíproca los diversos pro­
Pero no bien las cosas devienen mercancías en la vida
ductos del trabajo y por consiguiente se transforman real­
exterior, también se vuelven tales, por reacción, en la vi­
mente en mercancías. La expansión y profundización
da interna de la comunidad. La proporción cuantitativa de
históricas del intercambio desarrollan la antítesis, latente
su intercambio es, en un principio, completamente fortuita.
en la naturaleza de la mercancía, entre valor de uso y
Si las cosas son intercambiables, ello se debe al acto de
valor. La necesidad de dar una expresión exterior a esa
voluntad por el que sus poseedores resuelven enajenarlas
antítesis, con vistas al intercambio, contribuye a que se
recíprocamente. Aun así se consolida, de manera paulatina,
establezca una forma autónoma del valor mercantil, y no
la necesidad de objetos para el uso ajenos. La repetición
reposa ni ceja hasta que se alcanza definitivamente la mis­
constante del intercambio hace de él un proceso social
ma mediante el desdoblamiento de la mercancía en mer­
regular. Con el paso del tiempo es forzoso que se produz­
cancía y dinero. Por consiguiente, en la misma medida en
ca por lo menos una parte de los productos del trabajo
que se consuma la transformación de los productos del
trabajo en mercancías, se lleva a cabo la transformación
de la mercancía en dinero.40 e l catolicism o. V éase m á s sobre este p u n to e n m i o b ra Z u r K ri-
tik . . . , p . 61 y ss.
40 Júzguese, según esto, c u á n sagaz es e l socialism o pequeño- 41 M ie n tra s a ú n no se in te rca m b ia n dos d ife re n tes objetos
b urgués, q u e e te rn iz a la p ro d u cció n de m ercan cías y al m ism o p a ra el uso, sino que, com o suele o c u rrir en tre los salvajes, se
tiem p o pre te n d e ab o lir la “a ntítesis en tre el d in ero y la m erc an ­ o frece u n a m asa c aó tica de cosas co m o eq u iv a len te p o r una
c ía ”, y p o r tan to el d in ero m ism o, y a que éste sólo existe e n esa terc era , e l in tercam b io directo de p ro d u c to s está ap en a s e n su
antítesis. Sería com o q u e rer abolir el p a p ad o y m a n te n e r e n pie fase e m b rio n a ria .

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con la intención de volcarlos en el intercambio. A partir primeros en desarrollar la form a de dinero, porque todas
de ese momento se reafirma, por una parte, la escisión sus pertenencias son móviles y revisten por tanto la forma
entre la utilidad de las cosas para las necesidades inme­ de directamente enajenables, y porque su m odo de vida
diatas y su utilidad con vistas al intercambio. Su valor de los pone de continuo en contacto con entidades comunita­
uso se desliga de su valor de cambio. De otra parte, la rias distintas de la suya, incitándolos en consecuencia al
proporción cuantitativa según la cual se intercambian, pasa intercambio de productos. A menudo los hombres han
a depender de su producción misma. L a costumbre las convertido al hombre mismo, bajo la form a de esclavo,
fija como magnitudes de valor. en material dinerario original, pero nunca a la tierra.
E n el intercambio directo de productos toda mercancía Esta idea sólo podía aflorar en la sociedad burguesa ya
es directamente medio de cambio para su poseedor, y desarrollada. D ata del último tercio del siglo x v i i , y has­
equivalente para su no-poseedor, pero sólo en la medida ta un siglo más tarde, durante la revolución burguesa de
en que tenga valor de uso para él. Por tanto, el artículo los franceses, no se intentó llevarla a la práctica a nivel
que se cambia aún no ha adquirido una forma de valor nacional.
independiente de su propio valor de uso o de la necesidad E n la misma medida en que el intercambio de mer­
individual que experimentan los sujetos del intercambio. cancías hace saltar sus trabas meramente locales y que el
La necesidad de esta forma se desenvuelve a la par del valor de las mercancías, por ende, se expande hasta con­
núm ero y variedad crecientes de las mercancías que entran vertirse en concreción material del trabajo humano en
al proceso de intercambio. El problema surge simultánea­ general, la forma de dinero recae en mercancías adecuadas
mente con los medios que permiten resolverlo. Nunca se por su naturaleza para desempeñar la función social de
efectúa un tráfico en el que los poseedores de mercancías equivalente general: los metales preciosos.
intercambien sus artículos por otros, y los comparen con Y bien, la proposición según la cual “aunque el oro y
éstos, sin que las diversas mercancías de los diversos posee­ la plata no son dinero por naturaleza, el dinero es por
dores de éstas, se intercambien dentro de ese tráfico con naturaleza oro y plata”,42 muestra la congruencia entre sus
una tercera mercancía, siempre la misma, y se comparen propiedades naturales y sus funciones.43 H asta aquí, sin
con ella en cuanto valores. Dicha tercera mercancía, en embargo, sólo conocemos una de las funciones del dinero,
la medida en que se convierte en equivalente de otras la de servir de forma de manifestación al valor de las mer­
mercancías diversas, adopta directamente la form a de equi­ cancías o como material en el cual se expresan socialmente
valente general o social, aunque dentro de límites estre­ las magnitudes del valor de las mercancías. Form a adecua­
chos. Esta forma de equivalente general brota y se da de manifestación del valor, o concreción material del
desvanece con el contacto social m omentáneo que le dio trabajo hum ano abstracto y, por consiguiente, igual, sólo
vida. Alternativa y fugazmente recae en esta mercancía puede serlo una m ateria cuyas porciones posean todas la
o en la de más allá. Pero con el desarrollo del intercambio misma calidad uniforme. Por lo demás, siendo puramente
mercantil, se adhiere de manera firme y exclusiva a clases cuantitativa la diferencia que existe entre las magnitudes
particulares de mercancías, o sea cristaliza en la forma de del valor, la mercancía dineraria ha de poder reflejar dife­
dinero. A qué clase de mercancías queda fijada es, en un rencias puramente cuantitativas, y por tanto ser divisible
comienzo, un hecho fortuito. Dos circunstancias, sin em­ a voluntad y en partes susceptibles de volver a integrarse.
bargo, son en general las determinantes. La forma de dine­ El oro y la plata poseen por naturaleza esas propiedades.
ro se adhiere o a los artículos de cambio más importantes El valor de uso de la mercancía dineraria se desdobla.
provenientes del exterior, que de hecho son las formas Al lado de su valor de uso particular en cuanto mercan-
naturales en que se manifiesta el valor de cambio de los
42 K. M arx, op. cit., p. 135. “Los m etales [ s o n ]. . . por n atu­
productos locales, o al objeto para el uso que constituye raleza d in ero .” (G aliani, D ella m oneta, p. 137.)
el elemento principal de la propiedad local enajenable, 43 P o r m ás detalles sobre este p u n to , véase m i o b ra citada
como por ejemplo el ganado. Los pueblos nómades son los arrib a , sección “L os m etales preciosos” .

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cía — el oro, por ejemplo, sirve para obturar cavidades nes se puede remplazar el oro por simples signos, surgió
dentarias, como m ateria prim a de artículos suntuarios, el otro error, el de que el oro mismo sería un simple signo.
etcétera— , adquiere un valor de uso formal que deriva de No obstante, en esta concepción está implícita la vislumbre
sus funciones sociales específicas. de que la forma del dinero es exterior a la cosa misma, y
Puesto que todas las demás mercancías son tan sólo por tanto mera forma de manifestación de relaciones hu­
equivalentes particulares del dinero, y éste él equivalente manas ocultas detrás de ella. En este sentido toda mercan­
general de las mismas, aquéllas se comportan como mer­ cía sería un signo, porque en cuanto valor es sólo envoltura
cancías particulares ante el dinero como la mercancía objetiva del trabajo hum ano empleado en ella.47 Pero
general.*4 cuando se sostiene que las características sociales que
Hemos visto que la forma de dinero no es más que el adoptan las cosas, o las características de cosas que asu­
reflejo, adherido a una mercancía, de las relaciones entre men las determinaciones sociales del trabajo sobre la base
todas las demás mercancías. Que el dinero es m ercancía40 de determ inado m odo de producción, son meros signos, se
pues, sólo es un descubrimiento para quien parte de su afirma a la vez que son producto arbitrario de la reflexión
figura consumada con el objeto de analizarla posterior­
mente. El proceso de intercambio confiere a la mercancía
m ediante su ad o p ció n co m o d in ero h a a d q u irid o u n v a lo r adi­
que él transforma en dinero, no el valor, sino la forma cional (une v a le u r additio n n elle)” . (Jean L aw , C onsidérations sur le
específica de valor que la caracteriza. L a confusión entre num éraire et le co m m erce, e n la ed. de D a ire de los É co n o m istes
ambas determinaciones indujo a que se considerara imagi­ fin a n c iers du X V I I I siècle, pp. 469, 470.)
nario el valor del oro y la plata.46 Como en ciertas funcio- 47 “E l d in ero es su signo” (el de las m ercancías). (V. de F o r-
bonnais, É lé m e n ts du c o m m e rc e, n u ev a éd., L eiden 1766, t. ii,
p. 143.) “C om o signo, es a tra íd o p o r las m erc an c ías.” (Ib id e m ,
44 “E l d inero es la m ercancía universal.” (V erri, M e d ita zio n i p. 155.) “E l d in ero es signo de u n a cosa y la re p re se n ta.” (M ontes­
sulla . . . , p. 16.) q uieu, E sp rit des lois, e n Œ uvres, L ondres, 1767, t. i i , p. 3.) “E l di­
45 “E l o ro y la p la ta m ism os (a lo s que p o d em o s d a r el n o m ­ n e ro n o es u n sim ple signo, y a que él m ism o es riq u eza; n o repre­
bre general de m etales preciosos) s o n . . . m ercancías . . . cuyo senta los valores, equivale a ello s.” (Le T rosne, D e l’intérêt social,
v a lo r a u m e n ta y dism inuye . . . A los m etales preciosos se les puede p. 910.) “Si se co n sid era e l con cep to del valor, llegarem os a la
re co n o c er u n v a lo r m ás a lto c u an d o con u n peso m ás pequeño conclusión de que la cosa m ism a sólo es considerada c o m o un
de los m ism os se puede a d q u irir u n a m a y o r c an tid ad del p ro d u c to signo y n o cu en ta c o m o ella m ism a , sino com o lo que v ale.” (Hegel,
o las m an u fa c tu ra s del país” , etc. ([S. C lem ent,] A D iscourse o f P hilosophie des R ec h ts, p. 100.) M u c h o antes que los econom istas,
the G eneral N o tio n s o f M o n e y, Trade, a n d E xch a n g e, as T hey S ta n d los juristas h a b ia n p u esto en boga la idea de que el d inero e ra
in R ela tio n s to E ach O ther. B y a M erchant, L ondres, 1695, p. 7.) m e ro signo, y e l v alo r de los m etales preciosos alg o p u ram en te
“E l o ro y la plata, a m o n e d ad o s o no, a u n q u e se los use com o im ag inario. P re sta b a n así u n servicio p ro p io d e sicofantes al p o d e r
m ed id a de to d as las dem ás cosas, son ta n m ercancías com o el vino, re al, c u y o d erech o a fa lsifica r la m o n ed a fu n d a m e n ta ro n , a lo larg o
aceite, tab a co , p a ñ o o géneros.” ([J. C hild,] A D iscourse C oncern- de to d a la E d ad M edia, e n las trad icio n es del Im p erio R o m an o y
ing Trade, a n d T h a t in Particular o f the E ast - In d ies . . . , L ondres, en las nociones sobre el d in ero expuestas e n las P andectas. I49)
1689, p. 2.) “E l cap ital y la riq u eza del reino, en rigor, n o “N a d ie puede ni debe d u d a r”, dice e n un d e cre to de 1346 su
pued en consistir sólo e n din ero , ni h a y que ex clu ir a l o ro y la a v en taja d o discípulo, F elip e de V alois, “que sólo a N o s y a N u e s­
p la ta de la cond ició n de m ercancías." ([Th. P apillon,] T he E ast tra M a jesta d R e al in c u m b e . . . e l m inisterio, h e ch u ra , condición,
India Trade a M o st P rofitable Trade, L ondres, 1677, p. 4.) su m in istro y reg lam en tació n de las m onedas; el fija r tal o cual
46 “E l o ro y la p la ta tien en v alo r com o m etales, antes de ser curso y al precio que n o s plazca y nos parezca bu en o .” E ra dogm a
d in ero .” (G aliani, op. cit.[, p. 72.]) D ice L ocke: “E l consenso uni­ del d e rec h o ro m a n o que qu ien decretab a el valor del d inero e ra
versal d e la h u m an id a d h a a trib u id o a la p la ta , ten ie n d o e n cuenta el e m p e rad o r. Se h a b ía p ro h ib id o , expresam ente, tra ta r el d inero
la s cualidades que la hacen ad ec u ad a p a ra ser dinero, u n valor c o m o m ercancía. “A n ad ie le e stá p e rm itid o c o m p ra r dinero, pues
im aginario”. [J. L ocke, S o m e C onsiderations . . . , p. 15.] E n cam ­ h ab ie n d o sido c rea d o p a ra el uso general, n o es lícito que sea
bio, L aw : “ ¿C óm o diversas naciones p o d rían c o n ferir u n valor m erc an c ía.” U n a buena exposición en to rn o a este p u n to se
im ag in ario a u n a cosa c u a lq u ie r a . . . o có m o h a b ría podido m an ­ e n cu e n tra en G . F . P agnini, Saggio sopra il g iusto pregio delle cose,
tenerse ese v alo r im aginario?” P ero lo poco que co m p re n d ía del 1751, col. C ustodi cit., p a rte m o d ern a , t. 11. P rin c ip a lm e n te en la
a su n to lo m u estra n estas palabras: “L a p la ta se h a cam biado segunda p a rte de la o b ra , P ag n in i polem iza c o n tra los señores
c o n fo rm e a l valor de uso que poseía, es decir según su valor real; juristas.

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humana. E ra éste el m odo favorito a que se recurría en el Veíamos que ya en la más simple expresión del valor
siglo x v i i i para explicar aquellas formas enigmáticas de las — x mercancía A = y mercancía B— la cosa en la cual
relaciones humanas cuya génesis aún no se podía descifrar, se representa la magnitud del valor de otra cosa parece
despojándolas, por lo menos transitoriamente, de la apa­ poseer su forma de equivalente independientemente de esta
riencia de ajenidad. relación, como propiedad natural de carácter social. Hemos
Observamos más arriba que la forma de equivalente analizado la consolidación de esa falsa apariencia. La mis­
adoptada por una m ercancía no implica que su magnitud ma llega a su plenitud cuando la forma de equivalente
de valor esté cuantitativamente determinada. El hecho de general se identifica con la forma natural de una clase
que sepamos que el oro es dinero, y por tanto directa­ particular de mercancías, cristalizándose así en la forma
mente intercambiable por cualquier otra mercancía, no dineraria. Una mercancía no parece transformarse en dine­
significa que sepamos, por ejemplo, cuánto valen 10 libras ro porque todas las demás mercancías representen en ella
de oro. Al igual que todas las mercancías, el dinero sólo sus valores, sino que, a la inversa, éstas parecen represen­
puede expresar su propia magnitud de valor relativamente, tar en ella sus valores porque ella es dinero. El movi­
en otras mercancías. Su propio valor lo determina el tiem­ miento mediador se desvanece en su propio resultado, no
po de trabajo requerido para su producción y se expresa dejando tras sí huella alguna. Las mercancías, sin que in­
en la cantidad de toda otra mercancía en la que se haya tervengan en el proceso, encuentran ya pronta su propia
solidificado el mismo tiempo de trabajo.48 Esta fijación de figura de valor como cuerpo de una mercancía existente
su magnitud relativa de valor se verifica en su fuente de al margen de ellas y a su lado. Estas cosas, el oro y la
producción, por medio del trueque directo. N o bien entra plata, tal como surgen de las entrañas de la tierra, son al
en la circulación como dinero, su valor ya está dado. Y si propio tiempo la encarnación directa de todo trabajo hu­
bien ya en los últimos decenios del siglo xvn, superada mano. De ahí la magia del dinero. El comportamiento
ampliamente la fase inicial en el análisis del dinero, se sabía puramente atomístico de los hombres en su proceso social
que este último es mercancía, no se habían dado más que de producción, y por consiguiente la figura de cosa que
los primeros pasos. La dificultad no estriba en comprender revisten sus propias relaciones de producción — figura
que el dinero es mercancía, sino en cómo, por qué, por que no depende de su control, de sus acciones individuales
intermedio de qué una mercancía es dinero.49 conscientes— , se manifiesta ante todo en que los productos
de su trabajo adoptan en general la forma de mercancías.
El enigma que encierra el fetiche del dinero no es más,
48 “Si un h o m b re puede tra e r a L o n d res u n a o n z a d e plata,
e x tra íd a de las p ro fu n d id ad e s de la tie rra en el P erú , en el m ism o pues, que el enigma, ahora visible y deslumbrante, que
tiem p o e n que puede p ro d u c ir un bushel d e trigo, u n a cosa será encierra el fetiche de la mercancía.
en to n ces el precio n a tu ra l de la o tra ; pues bien, si a causa del
lab o re o de m in as nuevas y m ás pro d u ctiv as un h o m b re puede o b ­
tener dos onzas d e p lata con la m ism a facilidad con q u e antes obte­
nía una, el trigo será tan b a ra to a h o ra a diez chelines el bushel
com o lo e ra an te s a cinco chelines, ceeteris paribus [si las res­
tantes condiciones no varían ].” (W illiam Petty, A Treatise o f la x e s que distinguen al dinero de las o tra s m ercancías” (¿es, pues, m ás o
a n d C ontrib u tio n s, L ondres, 1667, p. 31.) m enos que u n a m ercancía?) . . . “E n esa m edida, la reacción semi-
49 E l señor p ro feso r R oscher, después de ilu stra rn o s explicán­ m erc an tilista de G a n ilh , etc., no es to ta lm en te in fu n d ad a .” (W ilhelm
donos que “las falsas d efin icio n es d el d in ero se pu ed en d ividir en Roscher, D ie G rundlagen der N a tio n a lö k o n o m ie, 3? ed., 1858,
dos grupos principales: las que lo consideran m á s y las que lo c o n ­ pp. 207-210.) ¡ M á s . . . m e n o s . . . no la d e b i d a . . . en esa m ed i­
sideran m e n o s que una m ercancía”, nos ofrece u n a b ig a rrad o c a tá ­ d a . . . no to talm ente! ¡Q ué de te rm in a cio n e s conceptuales! ¡Y es a
logo de o b ra s sobre la n a tu ra le z a d el d inero, con lo cual no esos eclécticos devaneos p ro feso rale s a los que el señor R oscher,
m anifiesta ni siquiera la m ás m ínim a co m prensión resp ecto a la m o d estam en te, b a u tiz a con el n o m b re de “m étodo a natom ofisio-
histo ria re a l de la teo ría, y p o r últim o u n a m o raleja: “ P o r lo lógico” de la econom ía política! D ebe acred itarse en su h ab er, sin
dem ás, es innegable que la m ay o r p a rte de los econom istas m ás em b arg o , un d escubrim iento: el de que el d in ero es “una m ercan­
recientes no h a n p re stad o la debida atención a las peculiaridades cía agradable”.

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